Tierra de mis amores, 2022

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Portada: La Dolorora 1660 - 1670 | BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Editorial…………………………………………………………………………….........................4 José Osvaldo Chávez Rodríguez Para iniciar con este viernes de Dolores………………………................……………5 L. Ernesto Camarillo Ramírez Tierra de mis Dolores………………………………………………...........................………6 Luis Miguel Rionda Recuerdos de Semana Santa en Guanajuato……………………...................………8 Maritza Andrade Pérez Vela Buque de plata……………………………………………………………..............................…9 A. J. Aragón La historia como medio para investigar, preservar y difundir el patrimonio cultural. La población y los bienes patrimoniales…………..10 Luis Fernando Díaz Sánchez Poemas………………………………………………………………….............................……12 Benjamín Valdivia La numerología sacra en un grabado de la Virgen de los Dolores……......14 Arturo Parra Moreno Mater Lacrimosa, Mater Dolorosa……………………………………….................…16 Ared Alvaira Tiempo y música de campanas en los espacios de los santafecinos……...17 María Enriqueta Bautista Barba

Editorial

Pueblo, costumbres y júbilo

Llega una edición más de nuestra querida Tierra de mis amores, espacio literario de tradición guanajuatense en el que nos enorgullece participar. Con tintes de júbilo y celebración, este número es testimonio de los albores que anuncian el fin de un ciclo por demás inverosímil; es una gota de miel que nos recuerda nuestras raíces, símbolos, tradiciones; que nos recuerda que estamos aquí, presentes, y a través de ella honramos a los que nos dejaron esta hermosa costumbre de llenar las calles de flores y celebrar la vida, continuar el legado y difundir la herencia.

Esta edición rememora textos de Luis Miguel Rionda que narran la tragedia que llora la Dolorosa, los dolores que aquejan al gremio minero guanajuatense, al tiempo que refleja la resiliencia mexicana con el júbilo del pueblo que vive el inicio de la Semana Santa en Guanajuato, cuyos rituales de antaño nos los recuerda la Mtra. Maritza Andrade, rituales que pronto se vuelven arte y arte que se convierte en ritual, mientras que “Buque de plata” brilla en argentífero espectro creado por el poeta A. J. Aragón.

Las tradiciones como distintivo de una sociedad son parte del patrimonio cultural que se preserva y se difunde por medio de la investigación como la de Luis Fernando Díaz Sánchez. El gran poeta hidrocálido de nacimiento y cuevanense por adopción, Benjamín Valdivia, nos regala odas entre cuyas líneas se enaltece uno de los lugares más emblemáticos de la sociedad guanajuatense, quien no lo ha visitado, no ha vivido Guanajuato.

Arturo Parra nos revela el significado oculto de los números en la imagen sacra de la virgen que adoramos este Viernes de Dolores, mientras Ared Alvaira nos ofrece una plegaria hecha poesía; en tanto, la Mtra. Enriqueta Bautista nos lleva de la mano por tiempos pasados en los que el replicar de las campanas pautaban la vida de los guanajuatenses.

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Para iniciar con este viernes de Dolores

Los vientos gélidos y un sol que golpean anuncian la llegada de la Semana Mayor. Ya se ve en los puestos de los mercados los papeles picados de diferentes colores y las frutas de temporada. Ya huele a la tradición más hermosa y añorada de Guanajuato. Tierra de mis amores regresa, como de año en año. Poesía y relatos, investigaciones, y todo por contar lo que de Guanajuato es, se cuenta y recuerda. Colaboraciones de expertos cada uno en su tema, pero, sobre todo, con ganas de compartirnos aquello trascendente que nuestros queridos lectores se enteren.

Un año distinto en el que hemos vuelto a salir a la calle, pero la normalidad no termina de llegar, así como el calor y el frío, como la vida misma. Este número se ha preparado con mucho entusiasmo esperando sea de su agrado y disfruten de esta Edición de Recuerdo, tal y como quiso nuestro editor fundador, Erasmo Mejía Ávila, quien proyectó una publicación que compilara el dato duro, pero también la añoranza de otros tiempos y que al recuperarla nos diera memoria e identidad. “Entre sierras y montañas y bajo del cielo azul” como lo dijo el poeta, disfrutemos de este viernes de Dolores en familia, con nuestra nieve, mientras visitamos los distintos altares dedicados a la Dolorosa y disfrutamos de nuestra añeja tradición en este año 2022; conmemoremos también los 53 años de que apareció por primera vez Tierra de mis amores. Y como siempre… ¡felicidades a todas las Lolitas!

L. Ernesto Camarillo Ramírez

Tierra de mis Dolores1*

Viernes de Dolores… una solemnidad religiosa dedicada a la remembranza de una madre desgarrándose de dolor, ante la desgracia de un hijo victimado por los poderes imperial y eclesial de su época, y que marca indeleblemente la identidad del guanajuateño minero, el trabajador del zapapico y la barreta, el habitante involuntario de las entrañas petrificadas de la madre tierra. Más allá del ritual católico que le dio sustento a esta devoción mariana, la imagen de esta mujer devastada por el sufrimiento y la aflicción es sumamente poderosa: nos refiere a ese vínculo que nunca se rompe en realidad entre un ser humano y su progenie, la madre y el hijo, la matriz de gestación y su producto rebelde. Una madre que no acaba de entender la dimensión de su pérdida, y que tampoco asimila el desprecio absoluto de los poderosos hacia la sabiduría e indefensión de un hombre que solo predicaba amor.

El Viernes de Dolores en Guanajuato, con sus altares, sus aguas y nieves, su caldo de camarón con tortitas de lo mismo, la peregrinación por las siete casas y la búsqueda de las lágrimas de la virgen en el agua de ambrosía ha sido, desde tiempos lejanos, la ocasión para que esta ciudad se vuelque sobre sí misma, se reencuentre y se reconcilie con las desgracias que siempre le acarrearon sus minas.

Triste vida la del minero, pero con su muerte inopinada, mucho más triste era el destino de madres y viudas que quedaban solas, desgarradas, atravesadas por los siete puñales del dolor. Mujeres que nunca se acostumbraron a la pérdida, a la ausencia de su hombre amado, devorado por el leviatán de la mina, oscuro destino del trabajador voluntarioso. Enorme costo que la plata impuso a los hombres a cambio de sus riquezas veleidosas.

La cañada ¾esta inmensa hamaca bañada por el sol¾ se despierta antes del alba y los guanajuateños descienden o ascienden en tropel hacia el corazón de su villa apretuja-

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1 * Una versión previa de este texto se publicó en el periódico Correo el 30 de marzo de 2006.

da: el Jardín de la Unión, la rebanada de queso donde jóvenes y viejos se aprietan para “dar la vuelta”, para verse mutuamente, para flirtear y obsequiar las flores que también ha aportado su nombre a la ocasión. Por eso los chavos le llaman el “Día de las Flores”.

La Banda del Estado llena el ambiente con notas de añoranza de valses porfirianos, de polkas pegajosas, de sones enamorados, para rematar con el obligadísimo Tierra de mis amores de don Jesús Elizarrarás, aquel músico nacido en el barrio de Mexiamora (nombre que solo los guanajuateños saben pronunciar).

Los católicos practicantes se apegan a la ortodoxia, acuden a misa solemne, hacen la gira por los altares y las capillas, y rezan la “corona de los siete dolores” en su devocionario. Muchos otros adornan su altar, abren sus casas a vecinos y transeúntes, y le ofrecen al propio y al extraño los platillos y bebidas de la ocasión. Pero muchos más, desapegados a la solemnidad de la liturgia, habrán preferido dedicar la noche previa al gozo bullanguero, aprovechando la plaga de “bailes de las flores”, que luego vomitan a las calles hordas de borrachos y crudos, que buscan afanosamente la cura de sus propios dolores. Eso sí: nadie puede transitar indiferente por la fecha. Todos los habitantes de la hondonada de las ranas se involucran y participan de una forma u otra, incluso sin buscarlo.

Día especial es este. Una jornada dedicada a una virgen martirizada por dolores que la rebasan, por sufrimientos que la postran, y de seguro por una furia inconfesada ante la impotencia que acarrea la injusticia del poderoso. Esto puede sonar poco cristiano, pero sí muy humano. Porque prefiero pensar en una madre dolida y enfurecida, más que en otra resignada a los tormentos: al final aquiescente con los asesinos de su hijo.

Guanajuato, mi ciudad paterna ¾porque mi villa materna es la sublime Yuriria¾, renace a sus glorias del pasado y manifiesta el profundo entramado de su cultura popular. Sus tradiciones son los nexos con ese pretérito siempre presente, pero también sus anhelos de un futuro donde exista la posibilidad de mantenerse fiel a sí misma, con sentido de identidad y con símbolos culturales que le otorguen referentes. Así veo yo, un no católico, a esta ocasión magnífica que desde niño me marcó la memoria con recuerdos de colores y olores florales, para así reconocerme como uno más de los que amamos nuestra pequeña gran ciudad, habitáculo de seres ingenuos y románticos, soberbios hasta la altanería, y convencidos de que no hay urbe mejor que este caótico y hermoso caserío. Doy gracias a la vida por el privilegio de vivir y convivir durante más de seis décadas con mis paisanos serranos, los de la “Atenas de por acá”, que

cada día experimentan sus vivencias peculiares con ingenuidad y picardía, con vanidad provinciana, pero con pretensión de cosmopolitismo. Dueños de una historia con tufos de leyenda, poblada de Pípilas quemadores de puertas, mineros insurgentes y conspiradores ilustrados. Luchadores por una libertad esquilmada por un dominio colonial decadente, o bien, por la amenaza de un liberalismo burgués revolucionario, que se alzaba en ultramar como el demonio que echaba fierros contra la tradición amada. Aficionados somos a las evocaciones de tiempo idos, que nos llevan a sentirnos más cómodos con viejas referencias a un pasado idealizado, hispánico, teatralizado y cervantino ¾todo a nuestra manera¾, que se arraiga inopinadamente a este territorio montañoso e incómodo, semidesértico y agreste. Los cerros pelones (como dijo nuestro último humanista).

La virgen y sus dolores son metáfora de este vínculo atormentado con la entraña mineral que se ceba con sus invasores mineros, causándoles enfisemas, silicosis, mal de azogue, pérdida de miembros y muerte cruel. Guanajuato ya casi no es minero, pero mantiene esa relación simbólica con ese pasado, preservando tradiciones coloridas como el “Día de las flores”. Fiesta y duelo, gozo y dolor: extremos hermosos del ethos de un pueblo que se asume especial, y lo es. Es el Guanajuato de mis Dolores.

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Recuerdos de Semana Santa en Guanajuato

ser humano durante su vida guarda en su memoria el recuerdo de hechos que se viven y son tan intensos que dejan una profunda huella en su corazón, algunos de ellos son felices, otros oscuros y tristes y los más una mezcla extraña de los dos, como son aquellos que suceden en la ciudad de Guanajuato cada año durante la Semana Santa, cuando en su cielo brilla la mágica luz de la primera luna llena después de la llegada de la primavera, el clima es cálido y el viento, que suele ser suave en esos días, esparce en el aire, desde el interior de sus iglesias y capillas, el olor a incienso que es encendido para purificar el ambiente y llevar con su humo ¾que asciende a lo alto¾ la petición o ruego pedido a Dios por las personas a través de la oración; el perfume de la manzanilla que cubre la especie de cama sobre la cual fueron tendidas con amor y cuidado las cruces donde clavado de pies y manos, con su cuerpo lastimado y sangrante, Jesús, que tiene los ojos entreabiertos porque agoniza y está a punto de morir, mira de manera tan profunda a quienes lo contemplan que hace sobrecoger sus almas, de igual manera que lo hace su madre, la Virgen María, quien en silencio lo acompaña derramando lágrimas amargas de dolor. Mezclado con ellos y el bullicio de la gente que va y viene visitando los altares hay otro aroma, el dulce del aceite con el que se impregnaron los algodones que limpiaron la sagrada imagen del Señor y que junto con unas pulseritas hechas con hilo de estambre de color morado que simboliza penitencia, los saquitos que contienen sal de grano para que no falte comida en la mesa, el manojo de la manzanilla mencionada, que por ser planta medicinal es cura de algunos males y la pequeña pieza de pan bendecida como todo lo demás, el cual comemos con alegría por ser símbolo de la Eucaristía, al sernos regalados nos hacen regresar a casa en paz, con actitud reflexiva y sintiéndonos fuertes y protegidos desde el cielo para continuar el camino de la vida, pero también el hecho de haber sido partícipes de estas celebraciones y ritos, junto con las de asistir a las representaciones del Vía Crucis y las tres caídas, la Procesión del Silencio y la celebración de la Pascua de Resurrección con el encendido del fuego nuevo que también se llevan a cabo y son una tradición, permiten que ellas no mueran para poder ser así transmitidas por nosotros como un legado más de identidad de los guanajuateños a sus futuras generaciones.

Todo

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Buque de plata

A. J. Aragón

Todos los ríos —caudalosos o en hilo de sombra con mirada al firmamento o en serpentinas del subsuelo— son el mismo río no diré más porque esta es otra historia la del buque de plata que soporta a lomo una ciudad de piedra alguna vez arribaron magos de gorguera a la hacienda de flores se encaminaron con pasos líricos a la plaza mayor al centro del mundo hicieron rodar y volar sueños y murmullos por los callejones

la vida no termina de comenzar en Guanajuato donde todo está previsto por la naturaleza

y cuando el tiempo abandona sus alcatraces y la luz abre azucenas jacarandas bugambilias nada puede envejecer con la suma elemental de cincuenta años a una ciudad que tiene mil.

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Explicar el concepto de patrimonio cultural puede parecer repetitivo y sobre todo ocioso. Para muchas personas resulta obvio que la construcción de edificios civiles, casas habitación, iglesias, así como las manifestaciones intangibles de comunidades urbanas y rurales (como las costumbres, la interpretación del mundo, los mitos, las manifestaciones ideológicas, la música, etc.), tienen que ver con el llamado patrimonio cultural. Suele suceder que no siempre se reconoce que estas percepciones no son estáticas, por el contrario, debe admitirse que son pensamientos dinámicos, que se transforman, y siempre existen nuevas interpretaciones, por lo tanto, estas nociones han cambiado a través del tiempo, que no siempre han significado lo mismo, y esto es así debido a que las sociedades evolucionan, rompen la inercia de una época y se manifiestan nuevamente para revalorar y explicar estas determinaciones de acuerdo con muchos factores.

Todos estos bienes patrimoniales expresados líneas arriba, han sido defendidos y custodiados de manera distinta por las autoridades de su tiempo, desde la época colonial hasta nuestros días. Las sociedades de épocas diversas han acumulado y defendido sus símbolos, sus representaciones materiales y las distintas maneras de interpretar su propio mundo, consiguiendo establecer cierta identidad que ha perdurado hasta el presente en virtud del traspaso de sus costumbres a través de la herencia, convirtiéndose todo esto en lo que hoy conocemos como “patrimonio cultural”.

Patrimonio cultural e Historia social son dos términos que van de la mano, se explican el uno al otro, están intrínsecamente relacionados, de tal manera que me detendré un poco para explicar la representación de estos dos y el significado que los acerca.

La historia como ciencia social recupera, para el conocimiento humano, los procesos que han identificado distintos estadios del hombre en sociedad, estadios o épocas de progreso identificables en el tiempo y en el espacio. Es por eso que las manifestaciones culturales que distinguen estas épocas o tiempos determinados, pueden reconocerse con los instrumentos teórico-metodológicos que ofrece la Historia como ciencia social. El ser humano desde sus inicios ha producido herramientas que le han ayudado a subsistir; así también, ha interpretado el mundo que le rodea de maneras encontradas, aunque semejantes en cualquier rincón del planeta.

La historia es pues una herramienta fundamental para conocer el pasado y el presente de cualquier comunidad, es el registro de la diversidad del acontecer humano, esto quiere decir que esta ciencia social conoce, explora, analiza e interpreta los procesos sociales, su economía, expresión política y sus manifestaciones culturales.

Historia y patrimonio cultural son finalmente compañeros dentro del mismo discurso social, es por ello que resulta indispensable conocer los distintos momentos de una comunidad, de un pueblo, de una nación, con la finalidad de entender y distinguir sus expresiones culturales. De manera tal que

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L a historia como medio para investigar, preservar y difundir el patrimonio cultural. La población y los bienes patrimoniales

la investigación histórica, la conservación y la difusión del patrimonio cultural, se vuelven indispensables para cualquier sociedad que se precie de defender sus valores exclusivos, su identidad y tradiciones. Solamente cuando el pueblo es consecuente con su pasado y su presente, será capaz de preservar para la posteridad su existencia y sus manifestaciones culturales.

La divulgación histórica y el patrimonio cultural y natural Como he subrayado, la difusión de los bienes culturales (sean estos tangibles o intangibles), así como el patrimonio natural, resulta de vital importancia para que la sociedad defienda, conserve y preserve su legado patrimonial. No es fácil, sin embargo, encontrar el medio adecuado para que la sociedad conozca los pormenores de estos bienes hereditarios y se convierta, con base a su conocimiento y su conciencia, en el principal defensor.

Considero que el conocimiento pormenorizado y profundo de los bienes patrimoniales por la comunidad, convierte y facilita su defensa. Es la sociedad, es el mismo pueblo el que debe proteger su patrimonio cultural, arqueológico, paleontológico, artístico e histórico. Resulta necesario que los especialistas se pongan de acuerdo para difundir los valores propios, y buscar el medio para conocer y divulgar su importancia, con la finalidad de permitir que sea la misma población, junto con los profesionales, los que salgan en defensa de ellos.

Cualquier medio que sirva para divulgar el conocimiento científico de los bienes patrimoniales será indispensable para ofrecer a la sociedad la descripción, la explicación histórica de los mismos e impulsar la protección y salvaguarda de los elementos, materiales e inmateriales que conforman la identidad de la comunidad.

En el momento en que una comunidad es consciente de la herencia de sus antepasados, que distingue y encuentra en su vida cotidiana su propia identidad, y admite que forma parte de su pasado y presente, que reconoce este pasado como la parte fundamental de su equivalencia, entonces y solo entonces, el patrimonio cultural se encontrará protegido y, en la medida de lo posible, conservado.

Quizá para algunos grupos y organizaciones de la sociedad, el mecanismo propuesto líneas arriba les parezca poco viable, pero me encuentro convencido de que si no es el pueblo, el barrio, la colonia, etc., el estrato que se encuentre persuadido de los valores que la identifican, la destrucción de sus bienes patrimoniales será evidente, dejada a la deriva y confiarán en que algunos otros sectores de la misma sociedad salgan en su defensa.

Pero como se señaló al principio de este trabajo, los conceptos de patrimonio histórico y cultural cambian con el tiempo, se definen de acuerdo con una nueva época, aunque debo decir que conservan la esencia del carácter semejante de un pueblo, de una ciudad, una nación, por lo tanto, siguiendo a Enrique Florescano, es indiscutible que para rescatar, inventariar y conservar el patrimonio cultural debe haber una normatividad y una estrategia nacionales, dirigidas por principios generales. Pero también es que el uso, la protección, la conservación y el mantenimiento de los bienes culturales deben ser, en tanto que bienes y productos colectivos, bienes abiertos a todos los sectores de la población, y principalmente a quienes los producen, a quienes conviven diariamente con ellos en una relación directa y cercana y para quienes son de verdad un motivo de identidad cotidiana.

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Poemas2**

Benjamín Valdivia

Callejón del Beso

La hora nos encuentra única por la estrechez de nuestros dos balcones.

Ahítos del tiempo que ha pasado allí estamos de pie.

Las palabras del cuento enarbolan tu risa y la procacidad de los viandantes.

Mas yo, para que nada te suceda, un beso te resguardo (uno excelente) en el tercer escalón de la leyenda.

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2 ** Poemas de Benjamín Valdivia extraídos de la obra de su autoría: Paseante solitario, Ediciones La Rana, Guanajuato, 1997.

La margen derecha de la Juárez

Por la margen derecha, sobre la calle Juárez, memoro la figura de tu morenidad, el tinte de una tarde en una alcoba, la luz de una mañana. Recorro nuevamente las curvas de la calle y me convenzo: puertas existen que no se abrirán dos veces. Te llamo y no te encuentro. Busco por el barrio latino en la Calzada. Para mí la ciudad es una enferma. Ciudad henchida de olvidos y premuras, amor mío.

La Dama de las Camelias (antes Rocinante)

Entras en la escalera de lo oscuro, manos en la pared te acechan, se te acercan las lámparas y te besa la luz, y los ritmos del aire te quisieran poblar.

Es un recinto opalescente, una tendencia simple a la penumbra, flama de incitación.

Ese brebaje que te bebes es el tiempo.

Lo que dicen mis labios es la sal (la sal que no te trajo la fortuna para escarchar el borde de tus labios).

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En la antigüedad los primeros sistemas numéricos fueron el sexagesimal de los sumerios, el decimal de los babilonios y los números 7 y 9 para los griegos, todos ellos con propiedades cualitativas y cuantitativas, a menudo cósmicas y divinas. (1) En el Antiguo y Nuevo Testamento, los números 3, 7, 14 y 40 eran considerados como místicos por los hebreos y cristianos, pues son mencionados en repetidas ocasiones. San Agustín dice: “por lo cual no debe despreciarse la razón del número […] todo lo ordenaste. Señor, y lo dispusiste con medida, número y peso”. Más adelante diserta sobre los números en particular y en especial sobre el número 7, y por ello con este mismo número se nos significa muchas veces el Espíritu Santo […] (2)

Sobre Scherpenheuvel, el santuario nacional de Bélgica, Susan Koslow reseña: “el número siete juega un papel fundamental en la concepción y diseño de la iglesia; es el número asignado a María, quien es equiparada con una estrella de siete picos. El siete determina tanto el singular plan heptagonal de la iglesia, como el jardín que lo rodea con forma de estrella, y el plan del poblado de Scherpenheuvel” […]

(el plan urbano incluía una muralla también heptagonal) y agrega: “las metáforas Marianas de la Letanía de Loreto y las temáticas marianas del rosario, los Gozos de la Virgen, y los Siete Dolores de la Virgen, fueron cruciales en el diseño, decoración, y experiencia espiritual de la iglesia de Scherpenheuvel”. (3) Las cursivas son nuestras.

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L a numerología sacra en un grabado de la Virgen de los Dolores

Con antecedentes hindúes y hebreos, los pitagóricos consideraban perfecto al número que igualaba a la suma de sus divisores propios, así: 1 + 2 + 3 = 6 número perfecto mínimo, junto con el 28 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7. Divisores propios del 28 son 1 + 2 + 4 + 7 + 14 = 28. Una aplicación simbólica del 28 existe, por ejemplo, en las 28 pilastras del templo de la Compañía de Jesús en la ciudad de Guanajuato.

En nuestros estudios hemos propuesto el doble de 28 = 56 como una subdivisión del círculo conveniente para medir ángulos significativos. (4) El 56 es múltiplo de 2, 4, 8, 12, y 7, 14 y 28, dividido entre 8 (número significativo) es igual a 7. En “multiplicación mística” 56 x 2 que es igual a 112 x 7 da como resultado 784. En “suma mística” 7 + 4 + 8 = 19; 1 + 9 = 10; 10 = 1, lo que nos lleva

la divinidad). Ese número lo tenemos en el patio del Convento de la Enseñanza en Irapuato (actual presidencia municipal), con sus 56 arcos y 56 pilastras de sus corredores.

Estas pautas las hemos encontrado también en el arte sacro. El conocimiento que Rafael tenía de ellas está presente en el fresco del Vaticano llamado “León I parlamentando con Atila”, en el cual las aberturas angulares que forman entre sí las armas, insignias y pendones, tienen medidas significativas referidas a 45° o 60°, y múltiplos de cincuentaiseisavos de circunferencia. En nuestro medio un ejemplo más cercano es un grabado de la Virgen de los Dolores, donde el eje del rostro y el eje de la espada forman un ángulo de 8/56 de circunferencia, y su resplandor está relacionado con el número 56.

(1). Sigfrid Giedion, El presente eterno: los comienzos del arte, Madrid, Alianza, 1988, p. 330.

(2). San Agustín, La ciudad de Dios, México, Porrúa, 2002, p. 312.

(3). Susan Koslow, Luc Duerloo and Marc Wingens, “Scherpenheuvel. Het Jeruzalem van de Lage Landen”, en Historians of Netherlandish Art, HN Review of Books, 2004.

(4). Parra Moreno Arturo, Planificación simbólica y oculta del Bajío virreinal Mexicano y sus antecedentes en la cultura occidental, Universidad de Guanajuato/Concyteg, 2010.

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Mater Lacrimosa, Mater Dolorosa

Ared Alvaira

Sus lágrimas caen sobre el polvo ardiente, se depositan en el fondo de mi corazón en su honor y el de todos los seres y pueblos vejados por los afanes de poder.

Jesús exánime desde lo alto del madero percibe el dolor que traspasa el corazón de su madre afligida; con la cara desfigurada y con nublada visión, trata de sonreírle; las maternales lágrimas no cesan de caer sobre el polvoso pie de la cruz; María abraza su sufrimiento, pidiendo al cielo clemencia para su hijo inmolado por la redención de amor a todas nuestras culpas.

Tiempo y música de campanas en los espacios de los santafecinos

Lavida de los habitantes de la villa-ciudad de Santa Fe de Guanajuato en el siglo XVIII se iniciaba y tenía fin entre ritos sacramentales (bautismo, confirmación, confesión, comunión, matrimonio y extremaunción, y excepcionalmente el orden sagrado), fiestas patronales, sermones, rogativas, oraciones, novenarios, misas de función, paso del Viático, bendiciones, acontecimientos que no rompían con la cotidianeidad, sino que eran parte de la misma. Todo este acontecer se realizaba siguiendo la pauta del tiempo cristiano, en ciertos espacios específicos y consagrados para la celebración como templos o capillas, y en ocasiones fuera de ellos como en las casas, las plazas o en las calles, porque los límites no eran rígidos, frecuentemente se desplazaban y en ocasiones desaparecían.

Del pueblo judío heredamos la idea de un tiempo lineal, con principio y fin, sin embargo, también puede concebirse como un tiempo circular si atendemos a la narración que el Génesis hace de la creación: el hombre y la mujer salen de las “manos” de Dios y su destino final es volver a Él, y aunque circular, no es repetitivo sino irreversible, pues “cada segmento vivido es único e irrepetible y lleva a una meta” (Frost, 2002: 26) que después para los cristianos es muy clara; la eternidad en la presencia de Dios.1

Para hablar del tiempo cristiano debemos remitirnos a los inicios del monacato2 cristiano que se sitúa en la segunda mitad del siglo III, cuando los padres del Desierto (San Antonio Abad, San Pacomio) comenzaron a dar forma a esa manera ascética de vivir en Egipto, en Palestina y en otros lugares de Oriente.3 A principios del siglo V se multiplicaron los monasterios4 en Occidente y aunque algunos estaban bien constituidos como el de Lerins, no había homogeneidad en su organización. Fue San Benito en el siglo VI quien redactó una regla de vida con la pretensión de que se observara en todos los monasterios, misma que ha servido como modelo para las reglas posteriores. Así, las actividades de los monjes benedictinos medievales, cuyo lema era ora et labora (ora y trabaja), estarían regidas por la Regla de San Benito como norma de vida evangélica5 e “instrumento para medir el tiempo” y ese estilo de dividir las horas y los días no solo sería válido para el interior del claustro, sino que en el transcurso de dos siglos se impondría en el “exterior” en toda Europa (Attali, 1985: 60-61).

1 Los griegos concebían el tiempo cíclico, asimilado al movimiento circular del universo, pero a diferencia del tiempo cristiano ese tiempo circular se repite a sí mismo eternamente.

2 No solo en el cristianismo existe el monacato (hay monjes en el budismo, en el islam), el ser humano de cualquier cultura y religión lleva en sí el deseo de silencio, contemplación y trascendencia; en algunas personas solo se manifiesta en momentos fugaces, en otras se convierte en una forma radical de vida.

3 Al hablar de Oriente, en este caso me refiero al Norte de África y Asia Menor.

4 Aclaro que “monasterio” es la única palabra que define el lugar en el que radican los monjes (benedictinos, cistercienses, cartujos), y en el que se observa la clausura, así como una vida silenciosa y austera. No es sinónimo de “convento” como a menudo es utilizado, ya que este último define la casa donde viven religiosos y religiosas que siguen la espiritualidad de su fundador(a) (franciscanos, agustinos, carmelitas, dominicos, etcétera), pero entre otras cosas no observan la clausura con la misma rigidez ni austeridad de vida.

5 Para los cristianos, norma de vida evangélica significa que está impregnada de los valores que enseña el evangelio (humildad, pobreza, perdón, misericordia…), la “buena noticia” predicada por Jesús, sintetizada en la ley del amor y las bienaventuranzas.

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Entonces, aunque el calendario romano seguía rigiendo en cuanto al número de doce meses y siete días de la semana, las veinticuatro horas del día se dividían en siete diurnas y una nocturna y sus nombres correspondían a los de las oraciones que se recitaban en esos momentos: prima, laudes, tercia, sexta, nona, vísperas y completas para el día, y vigilias, para la noche.6 Entre una y otra oración había un intervalo de 3 horas.

Surgió así la necesidad de tener un sistema preciso para medir el tiempo, ese tiempo que se santificaba7 por medio del canto de los salmos y el trabajo del monje. Se usaron para ello los cuadrantes astronómicos que son instrumentos colocados sobre un plano con una especie de compás, que con el movimiento de la tierra marcaba ángulos con una aguja que apuntaba a una estrella que podía ser el sol, clepsidras (relojes de agua) y cirios (el tiempo durante el que se consumían) (Attali, 1985:65).

El llamado para cada oración lo hacía el abad del monasterio con diferentes instrumentos, desde unas placas de madera o metal que se golpeaban, hasta bocinas y trompetas. En el siglo VII aparecieron las campanas en el mundo occidental y en Oriente a finales del siglo VIII, poco a poco se multiplicó su presencia en todos los monasterios y los templos y al crecer su volumen se hizo necesaria la construcción de campanarios para colocarlas y para que su sonido llegara a mayores distancias, las ocho veces que anunciaban las horas canónicas.8

Es así como estos instrumentos musicales que tienen forma de copa invertida y hueca, de cuyo centro interior cuelga un badajo o pieza de metal y que está sostenida por el jubo que es de madera o hierro, cantan la gloria de Dios y son regularmente un instrumento festivo en la liturgia. Son la voz de Dios que invita a la alabanza, la voz del hombre que recuerda al hombre que hay un Dios, la voz de la madre que invita a los hijos a la reunión familiar o a la gran fiesta, la voz que clama alegría, tristeza, gozo, duelo, urgencia, resurrección.9

6 San Benito cita en su regla: “porque de estas horas diurnas dice el salmista: «siete veces al día te alabo» [Salmo 118,164]. Y refiriéndose a las vigilias nocturnas, dice... «A medianoche me levanto para darte gracias» [Salmo 118,62]”. (Regla de San Benito, 1993: 108-109). Actualmente, se ha suprimido la hora Prima y Vigilias o Maitines se celebra a las 4:00 horas, aproximadamente.

7 En el mundo cristiano, el monje o cualquier ser humano santifica el tiempo cuando lo consagra o dedica a Dios.

8 El papa Sabiniano (siglo VII) y Carlomagno (siglo VIII) ordenaron que las campanas anunciaran las horas para que los fieles reconocieran los momentos en los que es conveniente adorar a Dios (Attali, 1985: 67).

9 Estas últimas apreciaciones surgieron de una conversación con el Hno. Ricardo Villa, monje cisterciense de la Trapa Virgen del Curutarán en Jacona, Michoacán (marzo, 2005).

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Indagar en el pasado para conocer el origen de las campanas y su uso religioso en el mundo occidental me ayudó a comprender mejor a los habitantes del Santa Fe de Guanajuato del siglo XVIII, a esas personas que a través del trazado irregular de callejuelas y callejones escuchaban el sonido de algunas carretas, los ruidos de los cascos de caballos, el rebuznar de los burros que bajaban con su carga de carbón, aguamiel, leña... y los cotidianos pregones de los vendedores, pero que por encima de todos estos sonidos, regían su vida por el tañer regular de las campanas de los diferentes templos.

Estos instrumentos, que eran bendecidos con un rito especial y “bautizados” con el nombre de algún santo que se grababa en ellos, necesitaban de un campanero, anunciador del orden religioso que generalmente había aprendido el oficio de sus antepasados, o bien, siendo monaguillo en el templo más cercano a su hogar. El campanero y la feligresía conocían muy bien el lenguaje de las campanas.

A finales del siglo XVII, en las parroquias de la Nueva España se acostumbraba el toque del Ángelus Do-

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mini10 a las cinco de la mañana durante el verano y media hora más tarde en invierno (también al medio día y alrededor de las seis de la tarde), después de ese primer toque y con un compás diferente, sonaba la llamada a la primera misa. A las nueve de la mañana, en las catedrales y parroquias donde había canónigos y prebendados11 se tocaba a tercia; a las doce del día regularmente se celebraba la misa mayor,12 y el tañer de las campanas era especial, haciéndose sonar la campana mayor (Trens, 1953: 334).

El Tercer Concilio Provincial Mexicano dispuso que en todas las catedrales e iglesias parroquiales se diera un toque de «tres golpes interpolados» a las tres de la tarde en honor de la pasión y muerte de Jesucristo, y que los fieles que rezaran con este motivo algunas oraciones “conforme a la devoción de cada uno” alcanzarían 40 días de indulgencia,13 tal iniciativa fue ratificada por el Cuarto Concilio Provincial Mexicano, agregando que la oración podía ser el Credo14 [Tercer Concilio Prov. Mexicano (1585), Libro tercero, Tit. XVIII, &XIII: 209; Cuarto Concilio Prov. Mexicano (1771), Libro tercero, Tit. XXI, &XII: 251-252]. En las catedrales también se daba el toque a vísperas y a completas, en la parroquia de esta ciudad solo en ocasiones especiales se llamaba a vísperas como en la fiesta de Corpus o a solicitud de los feligreses cuando se celebraban funerales o aniversarios. A las seis de la tarde se volvía a tocar para las “Aves Marías” o Ángelus Domini, después para el rezo del Rosario y la bendición.

Imaginemos el transcurrir del día marcado siempre por la música sonora de tales instrumentos, su tañer llenaba el espacio anunciando tristezas y alegrías, tanto que, a fines del siglo XVIII, el mayordomo de la fábrica espiritual de la parroquia decidió cambiar los badajos por el

10 Oración atribuida al papa Urbano II (1088-1099) que recuerda el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, es costumbre recitarla a las 6:00 hrs., a las 12:00 hrs. y a las 18:00 hrs.

11 Clérigos que recibían junto con el nombramiento un beneficio económico (un salario) y su sede era la iglesia catedral. Una de las obligaciones de los canónigos ha sido el canto de la Liturgia de las Horas, en los coros colocados en el presbiterio de la catedral.

12 Esta celebración era solemne (más luces, música, incienso, sermón), concelebrada por varios clérigos y presidida, en algunos casos, por el obispo.

13 La doctrina de la Iglesia católica explica el concepto de indulgencia como el perdón ante Dios de la pena, castigo, condena, que se debe pagar por los pecados que ya fueron perdonados en la confesión. Cualquier católico que lo desee y que cumpla ciertas condiciones consigue esas “gracias” por mediación de la Iglesia para sí mismo o para las almas de los difuntos (CIC, can. 992-994).

14 El Credo se recitaba en la celebración de la misa dominical, pero en esa época se hacía en latín. Por lo tanto, la invitación a rezarlo era importante porque al hacerlo se ratificaba la adhesión al dogma y se cumplía con el objetivo tridentino de aprehenderlo para luego comprenderlo.

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[…] crecido gasto que sufría la Fábrica de resultas de las frecuentes composturas de las lenguas de fierro de las campanas y esquilas, que con fuerza de los continuados repiques y dobles se rompían, acordó [...] abolir este mueble y sustituir en su lugar boyas o lenguas de cobre, de que en efecto se proveyeron, estimándolas por ser de más consistencia y duración [...] (APBG, Libro 15.1785, f.191).

Era costumbre de los parroquianos de entonces que iban y venían con sus propios afanes, santiguarse y pronunciar un “descanse en paz”, como cuando escucharon los tres dobles solemnes que el 26 de marzo de 1789 anunciaron los funerales de María Josefa Diez Madroñedo, esposa del regidor y alguacil mayor Felipe de los Ríos y biznieta del Marqués de San Clemente (APBG, Libro 17.1787, f.15). En otras ocasiones, como a la muerte del mayordomo de la fábrica espiritual, el regidor y minero Pedro Luciano de Otero, casado con María Francisca Sánchez Dovalina, el toque fue de cinco dobles solemnes, así se percataron en la ciudad de que el fallecido era una persona importante (APBG, Libro 17.1787, f.8).

Si bien las campanas doblaban anunciando duelo, también repicaban en honor de Jesús Sacramentado. Era común encontrarse con el sacerdote que llevaba el Viático, posiblemente el último alimento espiritual que acompañaría al enfermo en el viaje final, precedido por los monaguillos que tocaban las campanillas15 y sostenían los faroles de vidrio, seguido por algunos miembros de la cofradía del Santísimo Sacramento, al tiempo que se escuchaba el repique solemne como el que anunció este acontecimiento en beneficio de doña María Francisca Sánchez Dovalina, esposa de Antonio del Mazo, antes viuda de Pedro Luciano de Otero, parcionero de la mina de La Valenciana (APBG, Libro 17.1787, f.62).

Cuando los fieles solicitaban plegarias para pedir por la salud de algún enfermo grave o por alguna otra calamidad, el toque era especifico y se señalaba en el libro de ingresos de la fábrica espiritual: cuatro reales por “un toque de rogativa” o cinco pesos “por un novenario de rogativas” (APBG, Libro 17.1787, f.63v); sonido triste, como de lamento, que anunciaba los rezos de las letanías y una sencilla procesión, recordando así al cristiano la necesidad de recurrir a la divinidad en los momentos de necesidad. El nombre de procesión se le daba desde

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15 Al paso de Jesús Sacramentado, los transeúntes se arrodillaban inmediatamente.

la Edad Media al ritual en el que se abría una marcha encabezada por la Santa Cruz: “se enarbolan estandartes, se implora el auxilio de los santos invocándolos nominalmente y se hacen tocar las campanas durante la procesión para asustar a los demonios y obligarlos a huir” (Vorágine, t. 1, 1982: 297).

Además, las campanas también eran tañidas por otros motivos, como “dar el toque de la queda” diariamente (a las nueve de la noche),16 por el cual del ramo de propios y arbitrios pagaban cincuenta pesos anuales al padre sacristán mayor de la parroquia (AHG, Ramo de Propios y Arbitrio, 1804, f.s/n), o como el 9 de diciembre de 1799, cuando el repique anunciaba el arribo del azogue a esta ciudad (APBG, Libro 17.1787, 1799, f.326), o bien, cuando anunciaba con tristeza la muerte del rey (27 de agosto de 1789) como lo asienta Marmolejo: “el día 26 del que termina, después de la celebración de las Honras de N. Augusto Monarca el Señor Don Carlos III, (que esté en gloria) con repetidos clamores de campanas en todas las Iglesias y Capillas, a que acompañó de cinco en cinco minutos un tiro de cañón por una hora” (Marmolejo, t. II 1971: 264).

Las campanas también tenían un uso civil muy importante, sonaban tanto para anunciar tragedias tales como tormentas e inundaciones, invasiones o incendios, así como acontecimientos felices como el nacimiento del heredero al trono, el fin de una guerra, la entrada triunfal del ejército o de altas autoridades, el regreso de los héroes, etcétera.

Podemos afirmar que el señalamiento de las horas sagradas servía también como referencia para los acontecimientos profanos; no había rigidez para marcar límites. Así, estos sonidos marcaban las horas de la cotidianeidad; las personas no señalaban los horarios como lo hacemos actualmente, sino que decían, “después de la oración”, “bajaba a la oración” o “desde la oración en adelante”, refiriéndose no tanto a su asistencia a la parroquia, sino al momento del toque de la campana, como señalan las declaraciones de algunos reos aprehendidos durante el tumulto de 1767 con motivo de la expulsión de los jesuitas:

Que el jueves dos de julio estuvo toda la tarde en casa de Nicolás Pacheco, lozero, y después de la oración llegaron a ella una porción de hombres alborotados […]

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16 El toque de “queda” en Santa Fe de Guanajuato se comenzó a tocar desde 1537 durante media hora y se relacionaba más bien con una orden de la seguridad pública y no eclesiástica, que indicaba a los habitantes era tiempo de “recogerse” en sus hogares.

[…] los días del tumulto no faltó de su trabajo en la mina de san Vicentito, y solo bajaba a la oración a ver a su madre que estaba agonizando.

Que por las mañanas cuando ella salía, al medio día y desde la oración en adelante lo veía en su casa, pero las demás horas, no puede dar razón. (AGN, Ramo Criminal, Vol. 297, f.42v, 54, 161).

Por su parte, la Iglesia ha distribuido el tiempo anual para la celebración del misterio de Cristo en “tiempos litúrgicos”1717 (adviento, navidad, epifanía, cuaresma, tiempo pascual y tiempo ordinario), e intercaladas las fiestas y solemnidades de la Virgen María, los santos y los mártires.

En este calendario litúrgico la Iglesia ha actualizado las fases de la historia de la salvación, ello lo celebra en un ámbito común que trasciende lo ordinario para abrirse a las realidades sublimes, deseando tocar la eternidad, y, aunque las disposiciones del Concilio de Trento tendían hacia la homogenización de la liturgia, en cada localidad (obispado y parroquia) existían los patronazgos y algunas devociones que ponían un toque especial a los ciclos festivos y en ocasiones más que un toque. Muchas de las fiestas patronales fueron incluyendo una gran cantidad de elementos que poco tenían que ver ya con el catolicismo ortodoxo.

17 En la religión católica se llama liturgia al culto público e integral celebrado por la Iglesia entendida como el cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo y todos los bautizados sus miembros. Para profundizar en este concepto, ver la Constitución Sacrosanctum Concilium en los Documentos del Concilio Vaticano Segundo, números 10ss.

Fuentes documentales:

Archivo General de la Nación (AGN): Ramo Criminal Archivo Histórico Municipal de Guanajuato (AHG): Propios y Arbitrios Archivo de la Parroquia de Nuestra Señora de Guanajuato (APG): Libros Fábrica espiritual, 15 y 17

Bibliografía:

Attali, Jacques (1985), Historias del tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, 286 pp.

Frost, Elsa Cecilia (2002), Historia de Dios en las Indias. México, Tiempo de Memoria, Tusquets Editores, 291 pp.

Marmolejo, Lucio (1967, 1971), Efemérides guanajuatenses, Tomo I y II, México, Universidad de Guanajuato.

Trens B., Manuel (director) (1953), El tañer de las campanas. Nota sobre el uso y significación de las campanas en la Nueva España, México, Publicaciones del Archivo General de la Nación, en cooperación con el Instituto Indigenista Interamericano, Serie primera, Tomo XXIV, año número 2, fecha abril-junio, pp. 331-337, México, Secretaría de Gobernación.

Vorágine, Santiago de La (1982), La leyenda dorada 1, Madrid, Alianza Editorial, S. A., 498 pp.

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