Tierra de mis amores, 2024

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Portada: La Virgen de los dolores, Luis de Morales, ca. 1560-1570- En https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/la-virgen-delos-dolores/b8570932-2f0a-47d4-a294-3dde62406075 , consultada el 15 de febrero de 2024, a la 1:45 p.m.

Editorial ..............................................................................................................4 José Osvaldo Chávez Rodríguez Tributo a don Alberto Ruiz Gaytán.....................................................................5 José Eduardo Vidaurri Aréchiga Mater dolorosa; imagen, fervor, identidad y memoria .......................................8 Ruth Yolanda Atilano Villegas Cuatro ángulos para contemplar el Viernes de Dolores desde la cañada.......24 Susana Ojeda Orranti y Francisco Emmanuel Grimaldi Jasso María Izquierdo y los altares de Dolores..........................................................30 Veka Duncan La diferencia de soñar......................................................................................33 A. J. Aragón El día de la dolorosa........................................................................................34 Benjamín Valdivia Tierra de mis amores, historia de una canción
35 Ezequiel Almanza Carranza (Revista Tierra de mis amores, Año 3, 1961)
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Editorial

“Barroco nuestro ser. Y dije poco”

Sentencia del poeta Alberto Ruíz Gaytán en Cantera y forja, a quien se dedica el primer artículo de esta edición de Tierra de mis amores; y tiene razón. Como él, muchos más somos transterrados en Guanajuato y ¿cómo no?, si la cañada está envuelta en un encantamiento que cautiva el alma entre las rejas del bullicio de su arquitectura, la algarabía de sus tradiciones y el sabor de sus colores. Sí, los colores se degustan y los de Cuévano saben a júbilo, a fiesta, a devoción, nostalgia y melancolía poética.

Esta revista es una muestra de cariño a la ciudad que nos arropa, a sus tradiciones, sobre todo a las profundas, las que emanan de la religión y florecen en la expresión individual para identificarnos como cuevanenses, aunque sea por adopción, vale igual.

Hoy celebramos Viernes de Dolores, devoción que comienza en el siglo XV, al otro lado de nuestro mundo, llega a nosotros entre dogmas de fe y se transforma en la plástica mexicana que encuentra en su estética el profundo vínculo entre el creyente y del dolor mariano, la empatía por las lágrimas de la Virgen.

Así lo cuentan las páginas de esta edición entre poesías e historia del arte, una aportación de la Universidad a la difusión y divulgación del arte y la cultural, con mucho gusto de parte del equipo de la Dirección de Extensión Cultural. Disfrutemos pues sin jaqueca y no olviden el paracetamol.

Universidad de Guanajuato

La Dirección de Extensión Cultural, así como todos los colaboradores de la presente edición, felicitan calurosamente a todas las Lolitas en este su día, vayan los mejores deseos, dicha y bienestar.

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Tributo a don Alberto Ruiz Gaytán

La vieja Valladolid fue fundada en mayo de 1541, por el primer Virrey de la Nueva España, en 1828 se le denominó Morelia en honor del sacerdote e insurgente José María Morelos que expresó “Donde yo nací fue el Jardín de la Nueva España”. Fue Morelia la ciudad donde nació, en 1923, don Alberto Ruiz Gaytán.

Estudió en su ciudad natal, entregado con pasión al estudio conoció bien las bibliotecas de la región central del país, estudió también en el seminario conciliar de León, estudió en la Universidad de Granada, España, estudió siempre, toda la vida. En nuestra Universidad de Guanajuato estudió filosofía y su doctorado en la Universidad de Bolonia en Italia, alma mater studiorum, la universidad más antigua de Europa.

Participó de manera entusiasta en las actividades del grupo Oasis de la ciudad de León, Guanajuato al que también pertenecieron Paula Alcocer, Margarita Michelena, Margarita Paz Paredes, Vicente Echeverría del Prado, Jorge Fernández de Castro, Pascual Aceves Barajas, Jesús Rodríguez Frausto por referir solo algunos.

En nuestra Universidad de Guanajuato fue profesor en la entonces Escuela de Filosofía y Letras, fue también investigador en Investigaciones Humanísticas Profesor en la escuela preparatoria del Instituto Ignacio Montes de Oca que por muchos dirigió su entrañable amigo el sacerdote Rafael Ramírez

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Don Alberto fue un poeta moreliano transterrado en Guanajuato, como refirió el doctor don Agustín Basave Fernández del Valle en el prólogo del libro México, Cantera y Forja de la autoría del profesor Ruiz Gaytán, libro que en 26 poemas “narra y canta los primores de la mexicanidad” y que cierra con el poema Cantera y forja:

Cantera, cantera, tu cantar de vientos; vientos de siglos a cincel de soles; soles con un temblor de girasoles, girasoles girando pensamientos.

Pensamientos en años cuatrocientos, cuatrocientos cachorros arreboles, arreboles mostachos españoles, ¿españoles? allá por mil quinientos.

Mil quinientos, los años de las forjas, forjas de Dios, de patrias, de balcones; balcones de Guzmanes o de Borjas.

Borjas, los esforzados corazones, Corazones, Loyolas del Barroco; ¿Barroco? nuestro ser. Y dije poco.

Quienes cultivaron amistad cercana con el profesor Alberto Ruíz Gaytán lo recuerdan en un ambiente de profunda dedicación y también en tertulias y noches bohemias en donde compartía con sus amigos el tiempo y la vida declamando poesías acompañadas con música, viandas y bebidas que no eran impedimento, recordó en algún momento el profesor Ezequiel Soto, su alumno de metafísica, “para que abordara la esencia del ser, pues la filosofía y la poesía fueron sus pasiones”.

De los libros del profesor Alberto Ruiz Gaytán destacan los siguientes:

Perfiles Hispanorievales, editado primero en el año de 1973 y dedicado a la memoria del sacerdote agustino Fray Nicolás de Navarrete que fuera, como refirió el doctor Ruiz Gaytán, su primer maestro en letras clásicas españolas en el convento agustino de Yuririapúndaro.

México, Cantera y forja, editado en 1977 por el Taller de Investigaciones Humanísticas de la Universidad de Guanajuato, con un prólogo del doctor Agustín Basave Fernández del Valle, un tributo poético a México.

Una segunda edición de su obra Perfiles Hispanorievales bajo el sello del Taller de Investigaciones Humanísticas de la Universidad de Guanajuato se realizó, en 1978, en conmemoración de la visita a México, de sus Reales Majestades Don Juan Carlos y Doña Sofía.

En 1988 estando internado en un hospital de Celaya redactó y editó los poemas que integran el libro: “Por la búsqueda de Dios”. En el pequeño texto introductorio el profesor Ruiz Gaytán escribió: “Soy un devoto de la ‘redondilla’, que ahora se volvió más devoto cristiano frente a los ‘taconazos’ de Doña Parca, la más eficaz mensajera de Dios. Se dice que hasta Mao dijo, poco antes de morir: ‘Hay que visitar a Dios’. Estos 6 poemas reflejan con mi estado de ánimo mi búsqueda de Dios. A varias personas que me han atendido en esta clínica, les han gustado y me han pedido copias. Quiero ofrecerlos a la lectura de mis amigos, como una comunicación de mis pensamientos”.

Editorial La Rana publicó, en 1993, como un homenaje póstumo su obra Libertad religiosa y progreso moral.

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El profesor Alberto Ruiz Gaytán fue también un consistente y notable colaborador de Tierra de mis amores, edición del recuerdo, año con año obsequiaba a los lectores un bello poema dedicado a la Virgen de los Dolores en el Viernes de Guanajuato. Don Alberto murió el 27 de septiembre de 1988. En esta ocasión y con algo de retraso sirva esta nota como un homenaje al maestro en el centenario de su nacimiento y dejamos, para el disfrute, unos de sus últimos poemas.

Mis Manos

Las manos con que nací se me volvieron ancianas; y son, mejor que mis canas, señal de que envejecí.

Manos con que saludé y manos con que escribí, parecen surcos de mí sin lo poco que sembré.

Pero mis surcos de manos, estas manos desoladas bendicen las madrugadas de mis jóvenes hermanos.

De los jóvenes que van con firmes manos expertas abriendo todas las puertas en donde miran un plan.

Que Dios bendiga sus manos por instrumentos del bien, antes que lleguen también a los saludos ancianos.

Y mis manos quiera Dios aceptarlas en saludo, después que mi barro pudo decir con ellas, ¡Adiós!

Alberto Ruiz Gaytán

Celaya, Gto., 18 de enero de 1988.

Viernes de Dolores de 2024

ater Dolorosa imagen, fervor, identidad, y memoria

La Virgen de los dolores, Luis de Morales, ca. 1560-1570.2

1 Licenciada en Historia por el Departamento de Historia de la Universidad de Guanajuato; Maestra en Historia (Investigación Histórica) por la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guanajuato; egresada del Doctorado en Artes de la División de Arquitectura, Arte, y Diseño de la Universidad de Guanajuato.

2 En https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/la-virgen-de-los-dolores/b85709322f0a-47d4-a294-3dde62406075 , consultada el 15 de febrero de 2024, a la 1:45 p.m.

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El fervor a la Mater Dolorosa, muy extendido sobre todo en los países colindantes al Mediterráneo, tuvo su origen en la Europa medieval, durante el siglo XIII.3 Prueba de lo añejo de esta devoción es el Stabat Mater, que le ha sido atribuido al Beato Jacopone da Todi (12301306). Las primeras celebraciones litúrgicas de María dolorosa al pie de la Cruz pueden rastrearse hasta el siglo XV. Su apogeo llegó en el siglo XVII con un evento que favoreció el culto a Nuestra Señora de los Dolores fue la fundación de la Orden de los frailes “Siervos de María” en 1233; a estos frailes, más tarde, se les permitió celebrar la Misa votiva de los Siete Dolores de María en 1668.4

El Papa Inocencio XII aprobó la festividad de los Siete Dolores de la Santísima Virgen para el tercer domingo de septiembre en 1692. El Papa Pío VII extendió esta fiesta litúrgica a toda la Iglesia, incluyéndola en el calendario romano en 1814. Posteriormente, el Papa Pío X fijó el 15 de septiembre como fecha definitiva, justo después de la conmemoración de la Exaltación de la Santa Cruz, que se celebra el 14 de septiembre, día en que se honra el madero como escalera al cielo, permutando el nombre de la solemnidad: de los Siete Dolores a Nuestra Señora de los Dolores en 1913.5

Santíssima Virgen Adolorida, Madre de Dios María, Señora nuestra, aunque indigno de estar ante vuestro Virginal acatamiento, movido de vuestra piedad, y con deseo de serviros, renuevo de afecto, y voluntad, que os elijo oy por mi Patrona, Madre, Señora, y Abogada mia, y firmemente propongo de serviros en lo restante de mi vida, y os suplico por la Sangre, que derramó vuestro Preciosisimo hijo, y por vuestros Dolores, que os dignéis de admitirme por hijo vuestro, y me consigáis gracias, para que de tal manera obre en estos siete días, que os dedico en memoria de vuestros Dolores, que todos mis pensamientos, palabras y obras se dirijan á mayor gloria de Dios, y vuestra, y es mi intención de rogar, y suplicar á su Divina Magestad por el buen gobierno, y aumento de la Santa Madre Iglesia Romana, Paz, y concordia entre los Principes Cristianos, extirpación de las Heregias, exaltación de la Santa Fé Católica, y por nuestro Católico Monarca: y también os suplico, que me agais participante de todas las Gracias, e Indulgencias concedidas á los que se ocupen en considerar la Pasión de vuestro dulce Hijo, y vuestros dolores, para mas amaros, y serviros, y al fin de esta miserable vida, tener una buena, y acordada muerte. Amen.6

3 Calvo Portela, Juan Isaac, “Las estampas que ilustran algunos libros religiosos de la imprenta de Puebla (Nueva España) de Pedro de la Rosa”, en Ars Bilduma, Universidad del País Vasco, 2017, https://doi.org/10.1387/ars-bilduma.17872 BIBLID [(2018), 8; 101-119], p. 104.

4 Santísima Virgen de los Dolores, consultado en https://www.vaticannews.va/es/fiestas-liturgicas/ santisima-virgen-de-los-dolores.html , el 15 de febrero de 2024, a las 10:31 p.m.

5 Idem.

6 Reymundinez, Lorenzo, Congregante, y siervo perfecto de la SS: Virgen de los Dolores, Gerona, Jayme Bró Impressor, s/a, 225 y 226.

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Con salutaciones como esta, los fieles arrepentidos se postraron allende los siglos, ante un altar entronizado por la Virgen María, en su papel de Virgen Dolorosa, representada en una escultura, una pintura o un grabado; rodeada de velas y flores; ataviada con vestimenta oscura, con toca blanca o encajes níveos; las manos entrelazadas en actitud de imploración, elevadas al cielo, tocándose el pecho o sosteniendo un pañuelo; el rostro con gesto de profundo desconsuelo; la mirada perdida; ojos suplicantes y desbordados de lágrimas; y un corazón lleno de pesadumbre y soledad, cuyo amor por Jesús y el hombre se encontraba simbolizado por el fuego, su pureza virginal con rosas blancas, y un océano inmenso de dolor a través de espadas que se clavaban sin piedad en ese corazón palpitante que en sí mismo simboliza el amor maternal de María. Algunas veces con cinco espadas que hacen alusión a los cinco Misterios Dolorosos del Rosario, otras con siete que hacían alusión a los momentos en que la misión de vida de su hijo le causó una gran pena, y en la gran mayoría con solo una espada, que aglutinaba todos los dolores en la profecía de Simeón.

La iconografía de la Mater Dolorosa no proviene de los Evangelios, sino que se creó durante la Edad Media cuando en la ideología hebreo-cristiana la concepción de la vida se hallaba fuertemente relacionada con la pesadumbre y el dolor; patetismo que quedó plasmado en el arte.7

Así como en la frente de Cristo le fue ceñida la corona de espinas, a su madre, se le ciñó una corona dolorosa confeccionada con siete padecimientos: cuando la profecía que le hiciera Simeón; durante el destierro a Egipto; al perder a su hijo en Jerusalén; viendo a su hijo con la Cruz caminando al Calvario; siendo testigo del expirar del hijo del hombre clavado en la cruz; al tomar en sus brazos el cuerpo de aquel Santísimo cadáver; y mientras su cuerpo era colocado en la soledad, oscuridad y silencio del sepulcro, aquél que en medio de vítores había entrado a Jerusalén.

En las representaciones de esta mujer doliente, son muy conocidas aquellas en las que se encuentra situada al centro de la escena rodeada de medallones en los que figuraban cada uno de los siete dolores; se pueden mencionar obras como Los siete dolores de María realizada por Bernard van Orley (ca. 1520-1535) o el Tríptico de los siete dolores de la virgen de Adriaen Isenbrandt (ca. 1518-1535); o qué decir de las Dolorosas de medio cuerpo o busto, con manos abiertas y manos cerradas, ejecutadas por Vecellio di Gregorio Tiziano (ca. 1554-1555).

7 Romero, José Luis, “El patetismo en la concepción medieval de la vida”, consultado en https://jlromero.com.ar/textos/el-patetismo-en-la-concepcion-medieval-dela-vida-1947/ , el 15 de febrero de 2024, a las 10:23 p.m.

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Estas fueron las escenas y escenarios con los que fue representada la Mater Dorolosa, estos los dolores que fueron materializados a través de la imagen para la devoción y el culto. Imágenes que retratan la profecía de Simeón: “Éste está puesto para la caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.” (Lucas, 2, 34-35).8 Un signo inequívoco de que nos encontramos ante esta representación, es espada solitaria, que se clava en el pecho de María desconsolada.

La representación de la Mater Dolorosa, además de contener la simbología antes mencionada, en algunas ocasiones aparece con otros elementos, como los instrumentos que simbolizan la Pasión de Cristo llamados arma Christi (conocidas como las armas de Cristo): la cruz, la corona de espinas, los clavos, la caña, la esponja empapada de vinagre, la columna, la lanza, las llagas, la inscripción INRI, el gallo, las tenazas, la escalera, el paño, el martillo, entre otras reliquias pasionales, cuyo culto fue promovido por Bernardo de Claraval y San Francisco de Asís.9

De tal manera, que se entrecruzan los temas iconográficos de la Mater Dolorosa; los de la Pasión de Cristo, con todos los momentos del Vía Crucis, desde la salida del Pretorio hasta el momento del sepulcro, como por ejemplo el de La crucifixión por Tintoretto (1565);10 los arma Christi, como la obra conocida con el nombre de Verdadera túnica de Cristo firmada por un tal Ledesma en la Nueva España (ca.1768);11 y el Ecce Homo (del latín: he aquí el hombre), la representación de Cristo coronado de espinas, con el manto púrpura y la vara de caña a modo cetro, como el tríptico pintado por Luis Morales ‘el divino’ (S. XVI), en el que en la tabla central se encuentra Cristo y en la de la derecha, a la izquierda del observador, la Mater Dolorosa. A la Dolorosa, también se la representaba como Stabat Mater (del latín: estaba de pie la madre), composición que representa el momento en el que María se haya de rodillas ante su hijo crucificado; como ejemplo de esta representación se encuentra la de Matthias Grü-

8 Citado en Juan Pablo II, Audiencia general¸ miércoles 18 de diciembre de 1996, consultado en https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1996/documents/hf_jp-ii_aud_19961218.html, el 14 de febrero de 2024, 6:30 pm.

9 Gómez-Chacón, Diana Lucía, “Arma Christi”, Base de datos digital de iconografía medieval. Universidad Complutense de Madrid, 2017, consultado en https://www.ucm.es/bdiconografiamedieval/arma-christi, el 15 de febrero de 2024, a las, 6: 21 p.m.

10 Consultado en https://museoblaisten.com/Obra/2092/El-entierro-de-Cristo/full, el 15 de febrero de 2024, a las 5:55 p.m.

11 Consultado en https://museoamparo.com/imprimir/753/verdadera-tunica-decristo , el 15 de febrero de 2024, a las 5:44 p.m.

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newald (ca.1523-1524) o la del Greco (ca.1590). Igualmente, se la retrataba como la Pieta (Piedad), que era la representación de la madre de Dios con el cuerpo de Jesús en su regazo después del Descendimiento de la cruz, como la de Annibale Carracci (ca. 1599-1600), la de Charles Le Brun (ca. 1643-1645), o el Tríptico de la Crucifixión de Roger van der Weyden (ca. 1443-1445).12

El fervor por esta devoción mariana fue introducido en tierras novohispanas por las congregaciones religiosas, como la de los Franciscanos, alcanzando su auge en el centro del virreinato hacia finales del siglo XVII, con dos grandes centros devocionales: el Santuario de la Virgen de los Dolores (Soriano, Querétaro) y la Parroquia de la Congregación de Dolores (Guanajuato) y una difusión más amplia hacia el último cuarto del siglo XVIII, gracias al trabajo de la Compañía de Jesús, en la producción de imágenes y retablos, así como escritos devocionales como las Memorias tiernas, despertar afectuoso y devociones prácticas con los Dolores de la Santísima Virgen, de José Vidal (1686). Eusebio Kino fue otro gran impulsor de esta veneración con la fundación de misiones con el nombre de la Virgen de los Dolores (s. XVII), en las provincias de California y Sonora.13

Entre las primeras imágenes de factura novohispana se conocen del pincel de José Juárez (ca. 1655) la Virgen dolorosa. Estas imágenes profundamente conmovedoras mostraban a una mujer con el rostro dirigido hacia el cielo o ante la visión de la cruz, con manos crispadas y ojos lacrimosos; o bien, con el cuerpo en actitud de recogimiento, desamparada y resignada. Estas representaciones estuvieron inspiradas por sus modelos europeos y reprodujeron escenas similares.14

Dichas imágenes, no solamente pudieron ser veneradas y admiradas en los altares de las iglesias, en los muros conventuales, las capillas particulares, o en la intimidad de las habitaciones en los hogares; sino que también, fueron representadas a través de grabados en la literatura devocional dedicada a la Virgen doliente, la cual tuvo un gran apogeo durante el siglo XVIII en la Nueva España.15

El siguiente conjunto de imágenes corresponde a la Mater dolorosa, que, mediante el símbolo de la espada que atraviesa su pecho, remite a la profecía de

12 Véase Carmona Muela, Juan, Iconografía Cristiana, 3era. Ed., Madrid, Ediciones Akal, 1998.

13 Gobierno de México / Secretaría de Cultura, “Repasan el origen de la advocación mariana de la Virgen de los Dolores”, en https://www.gob.mx/cultura/ prensa/repasan-el-origen-de-la-advocacion-mariana-de-la-virgen-de-los-dolores, consultado el 15 de febrero de 2024, a las 7:13 p.m.

14 Idem.

15 Calvo Portela, Juan Isaac, Op. Cit, p. 103.

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Simeón. Los grabadores e impresores, retratan a María, a momentos de cuerpo entero, medio cuerpo y solo su busto, en actitud resignada en aceptación total a la voluntad divina, o con un sufrimiento desgarrador por el dolor de ver morir a su hijo con tantas humillaciones y tortura.

María, Mater Dolorosa. 16

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16 Virgen de los Dolores, en Ignacio Vega y Caballero, Obsequio a los dolores de María Santísima en la Pasión de su Hijo, Puebla de los Ángeles, Pedro de la Rosa, 1802, en Calvo Portela, Juan Isaac, Op. Cit., p. 114.

Virgen de los Dolores 17

Otros devocionarios contenían la imagen de la Stabat Mater, inspirada por un himno que data del siglo XIII, y del cuál se han hecho muchas composiciones, como la de Browne, Poulenc, Palestrina, Hayden, Vivaldi, Dvorák, Schubert, Szymanowski, Desprez, Penderecki, Pergolesi, Rossini, Boccherini, Verdi, y Arvo Part.18

Stabat mater dolorosa, juxta crucem lacrimosa, dum pendebat Filius. Cujus animan gementem, constristatam et dolentem, pertransivit gladius.19

17 Abreu, J. de, Desagravios dolorosos de la Santísima Virgen María Nuestra Señora, por los agravios ignominiosos de Christo Nuestro Redentor, Puebla de los Ángeles, Imprenta de los herederos de la viuda de Miguel Ortega, 1774, en, Calvo Portella, Juan Isaac, Op. Cit., p. 104.

18 Lavista, Mario,”versiones del Stabat Mater”, en Letras Libres, consultado en https://letraslibres.com/revista-espana/versiones-del-stabat-mater/, consultado el 14 de febrero de 2024, 8:26 p.m.

19 Idem.

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Lo que en traducción de Lope de Vega dice: “La Madre piadosa estaba junto a la cruz y lloraba mientras el Hijo pendía; cuya alma, triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía.”20

20 Vega, Lope de, Stabat Mater, traducción, “Stabat Mater” Oración propia del Viernes de Dolores”, en Primeros Cristianos, consultado en https://www.primeroscristianos.com/stabat-mater-oracion-propia-del-viernes-de-dolores/ , el 14 de febrero de 2024, a las 8:12 p.m.

21 Fragmento, Piadós plant de Maria Santissima, sobre el himne: Stabat Mater Dolorosa, estampa del Hereus de la V. Pla, carrer de la Princesa, Barcelona, 1864, consultado en https://gallica.bnf.fr/services/engine/search/sru?operation=searchRe trieve&version=1.2&startRecord=0&maximumRecords=15&page=1&query=%28gallica%20all%20%22stabat%20mater%20 dolorosa%22%29 ,14 de febrero de 2024, 7:01 p.m.

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Stabat Mater 21

Así mismo, en otras publicaciones religiosas aparecerían grabados de la Piedad, en la que se exaltaba el momento en que la Virgen doliente, con todo el amor y desconsuelo tomaba el cuerpo inerte del hijo que acunó en su vientre.

22 Codina, Josef, Cántico

nuestra madre

señora

Por su más digno esclavo en su congregación de la Villa de Huelva, Sevilla, 1784, consultado en https://archive.org/details/ HCa109085/mode/2up, el 14 de febrero de 2024, a las 8:34 p.m.

16
Stabat Mater 22 a y María Santísima de los Dolores, glosado el himno Stabat Mater, etc.

Nuestra

Todas y cada una de estas imágenes estaban cargadas de un profundo simbolismo, cuyos referentes se encontraban en las Sagradas Escrituras o en las devociones que poco a poco fueron surgiendo entre los primeros cristianos, y que después fueron reconocidas por los príncipes de Roma.

Como ya es de conocimiento público, el arte siempre ha fungido como un instrumento promotor de la fe. En el caso de la Nueva España, significó una herramienta invaluable para evangelizar a los indígenas en la cosmovisión católica.

23 Fragmento, Salve que se canta a Nuestra Señora de la Piedad que se venera en la parroquial iglesia de Santa Eulalia, Felip, Guasp i Barberi, Palma de Majorque, ca. 1800, consultado en https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b104925021?rk=257512;0, el 14 de febrero de 2024, 7:30 p.m.

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Señora de la Piedad 23

O señora llena de Dolores! Madre de Dios, conservador, y Redemptor mio, á quien amo, en quien creo, y en quien confio, me pesa de todo mi corazón de averle ofendido, solo por ser quien es, tan digno de ser amado; y aborrezco mis culpas, porque con ellas ofendí á mi Dios, y ocasioné vuestros dolores, y ofrezco amarle, y servirle de aquí adelante; pero soy tan frágil, que si Voz, Señora, no me alcanzais gracia para cumplirlo, faltaré miserablemente á la palabra, que os doy, y así os suplico por la Sangre de JesuChristo, y por vuestros Dolores, me la consigáis. Amen.24

Una continuación de esta devoción se daría en la conmemoración del Viernes de Dolores, día perteneciente al tiempo litúrgico en que se reviste de morado los altares en los templos y las casullas de los sacerdotes. Tradición con origen en los tiempos virreinales, fecha en la que familias colocaban altares a María, los cuales estaban destinados a hacer oración, cuyos elementos ornamentales y de culto se colocaban en torno a una imagen de Nuestra Señora de los Dolores o Mater dolorosa; imagen que en sí misma constituía un objeto patrimonial, por ser un objeto de arte sacro y herencia familiar, lo cual era muy importante para las familias, no solo por las cosas del cielo, sino también de la tierra.

Con el tiempo, al paso de los transeúntes que se santiguaban ante el altar perfumado de flores e iluminado con la luz de las velas, se le añadió otra tradición, la de preguntar si: ‘¿Ya lloró la virgen?’ Y recibir un vaso de agua, fresca y deliciosa que apagaba la sed del cuerpo, en representación de las lágrimas de la virgen, que apagaban la sed del alma.

De rodillas, con un rosario en la mano, mujeres con la cabeza cubierta por una mantilla negra y hombres en riguroso luto, en un acto memorial de las siete grandes penas de la Virgen Dolorosa, que culminaron con la pasión y muerte de Jesucristo imploraron, a través de oraciones, ayunos y holocaustos, por la expiación de los pecados cometidos y así poder acceder a la gloria eterna ganada por Cristo en el monte Calvario. Imploraron en cada altar la posibilidad de sentir en el interior la Pasión del hijo y el dolor de la Madre; por no sufrir la persecución de los enemigos; por encontrar a Jesús cada vez que por las tentaciones de la vida se les perdiese en el camino; por llevar la cruz de las penurias de la vida y sus trabajos; por permanecer crucificado con las pasiones; por vivir muerto a lo profano; y por

18
Reymundinez,
Op. Cit., p. 227 y 228.
24
Lorenzo,

permanecer sepultado a lo terrenal y pasajero.25 Buscando en todo momento las glorias eternas del cielo.

Y ha sido así como los guanajuateños, han adorado y venerado a la afligida Mater Dolorosa, haciendo reverencia a su amor infinito, fe inquebrantable y caridad potente, para imitarle en todas sus virtudes y así evitar las flaquezas, con su resignación ante las agonías de la vida.

Pletórico de aromas, colores y sabores en el presente, el Viernes de Dolores en Guanajuato, es una explosión sensorial y se yergue como una tradición que se niega a morir, pero, no es una conmemoración doliente como antes lo era, como la devoción mariana en torno a la que se realiza, sino que se ha convertido en una fiesta, más parecida al carnaval que antecede a la Cuaresma que a las penurias de Jesucristo en el monte Calvario. No cabe duda, que este ritual sigue transformándose, sigilosa y escandalosamente al mismo tiempo, en una época en la que se desacralizan los que antes fueran actos de culto de gran solemnidad y respeto.

¿Quién se santigua ante la imagen antes de recibir el líquido de la Vida? ¿Quién siente en su corazón la hora funesta?

Empero la muerte avanza sobre la Víctima Sagrada, y llegada la hora del testamento, Jesús inclina su sagrada cabeza y fija su mirada en el piadoso grupo que rodea la cruz. ¡Allí está María!... ¡Allí está la bendita Madre, en cuyo seno virginal se revistiera de nuestra carne, y cuyos pechos le habían alimentado!... Inmóvil al pie del árbol de la Redención, su alma está atravesada de dardos, No es una Agár que aparta sus ojos para no ver espirar á su Ismael amado; es sí, una heroína admirable y sin segunda, que tiene fija su vista en el rostro de su Divino Hijo; que contempla sus llagas; que presencia sus tormentos.26

¿Quién, movido por el amor a María exclama ante las imágenes sacras, antiguos tesoros familiares que cruzan el dintel de la puerta de la casa o son colocados en pasillos o primeras habitaciones para ser objeto de veneración y de culto?:

“Silencio sepulcral!... ¿Qué es lo que pasa en el monte de las Calaveras? ¿Por qué se ha sacudido tan violentamente la naturaleza? ¡Por qué el sol ha ocultado la luz de sus dorados rayos? ¿por qué todo

25 Ibid., p. 230-235.

26 Moreno Cebada, Emilio, “Historia de la Santísima Virgen María, madre de Dios y señora nuestra”, Madrid, Juan José Martínez, editor, p. 254.

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está cubierto de tinieblas de muerte?... ¡Ah! Todo se ha consumado: todo está ya acabado: cumpliéronse las profecías, y Jesús, que había sido vendido por uno de sus discípulos, negado por otro, y abandonado de la mayor parte de ellos en la hora del peligro: Jesús, que había sufrido por los hombres tristezas, agonías, cordeles, bofetadas, azotes, espinas y cruz, ha consumado la obra para que había sido enviado, y ha espirado en el patíbulo de afrenta: tal es el motivo del mando de tristura que envuelve á la naturaleza: por esto vagan los muertos sobre la tierra, y atónitos y pasmados quedan los mismos enemigos de Jesús. […] observemos qué resta ya en el Calvario, en aquel lugar ya santificado. ¡Tres cruces!... Dos malhechores ocupan las de los estremos, y en la del centro yace cadáver el que vino á dar la vida al mundo. Al pie del leño sacrosanto se halla una mujer inmóvil y casi exánime y sin vida: el dolor no le permite quejarse, pues se halla embargada su garganta: su vista, enturbiada por las lágrimas, estaba fija en el sagrado cadáver. ¿Y quién es esa mujer valerosa que así se deja ver en la cresta del Calvario, y que se halla fuertemente asida al árbol de la Redención? ¡Es María! ¡Es la Madre de la Divina Víctima que pende del madero!... Ella no participa del espanto general que habían causado las sobrenaturales tinieblas y los espantosos sacudimientos de la tierra. ¡Parecía clavada al pie de la cruz! ¡Tan absorta estaba en la contemplación del yerto cadáver de su Hijo, y en lo mucho que había padecido por el hombre!

He aquí la mujer que “le veneraba como Dios y le amaba como hijo”27 ¡Cuáles serían en aquel momento las reflexiones que haría la purísima Madre del Redentor, sus afectos, su dolor, al contemplar la diadema de tribulación en que la perfidia humana había trocado la hermosa diadema de inmortalidad que Jesus recibiera de su Padre antes del principio de lo siglos! ¡Cómo punzarían su maternal y amantísimo corazón, a aquellas espinas que antes habían horadado la cabeza de su Hijo, centro de la Eterna Sabiduría!28

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27 Ibid., p. 257. 28 Ibid., p. 262.

¿Quién pretende todavía alcanzar la santidad y la perfección por el ejercicio de misericordia al contemplar a la Mater Dolorosa con compasión y solemnidad? ¿Quién medita en lo pasajero de del cuerpo y la eternidad del espíritu? ¿Dónde está el fervor, la identidad y la memoria?

Dolorosísima, y Purísima Virgen Maria, Madre de pecadores humildemente te ruego, que la gracia, y favor, que te pido, siendo para, mayor gloria de Dios, y bien de mi Alma, me la alcances de su Divina Magestad, y sino, que se haga en todo su santísima voluntad, solo yo nunca le ofenda.29

A quien el tiempo, ó la salud no le diere lugar para rezar un Padre nuestro, siete Ave Marias, y un gloria Patri, dirá un Padre nuestro, una Ave Maria, y un gloria Patri, y las tres Ave Marias en memoria de las Lágrimas de la Virgen.30

Santa Cruz.31

Laus Deo

29 Reymundinez, Lorenzo, Op. Cit.p. 235 y 236.

30 Ibid., p. 231.

31 Fragmento, una hija de Lucas del Olmo, Relación en alabanza de la santísima Cruz, Málaga, Imprenta y Librería de Félix Casas y Martínez, ca. 1771-1991, s/p, consultado en https://archive.org/details/HCa108033/mode/2up, el 14 de febrero de 2024, a las 8:43 p.m.

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Fuentes:

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Codina, Josef, Cántico a nuestra madre y señora María Santísima de los Dolores, glosado el himno Stabat Mater, etc. Por su más digno esclavo en su congregación de la Villa de Huelva, Sevilla, 1784, consultado en https://archive.org/details/HCa109085/ mode/2up, el 14 de febrero de 2024, a las 8:34 p.m.

Fragmento, una hija de Lucas del Olmo, Relación en alabanza de la santísima Cruz, Málaga, Imprenta y Librería de Félix Casas y Martínez, ca. 1771-1991, s/p, consultado en https://archive. org/details/HCa108033/mode/2up, el 14 de febrero de 2024, a las 8:43 p.m.

Fragmento, Salve que se canta a Nuestra Señora de la Piedad que se venera en la parroquial iglesia de Santa Eulalia, Felip, Guasp i Barberi, Palma de Majorque, ca. 1800, consultado en https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b104925021?rk=257512;0, el 14 de febrero de 2024, 7:30 p.m.

Juan Pablo II, Audiencia general, miércoles 18 de diciembre de 1996, consultado en https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/ es/audiences/1996/documents/hf_jp-ii_aud_19961218.html, el 14 de febrero de 2024, 6:30 pm.

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uatro ángulos para contemplar el Viernes de Dolores desde la cañada

La cultura está viva, avanza, sortea obstáculos y se desplaza a un ritmo que, aunque percibimos, nos sorprende con sus espirales. Ya sea que avance o retroceda, su dinámica es como la de un oleaje obediente a las leyes del tiempo. Sin embargo, al ser un asunto público, su preservación, continuidad y cuidado nos llenan de sentimientos y emociones que mantienen atentos a quienes, conscientes de la riqueza que representa y meticulosos en su gestión la resguardan y vigilan.

Luego, de entre todas las formas culturales, probablemente sean las tradiciones las que más discusión causan ante fenómenos de cambio. Al conformar un legado, sus guardianes asumen

que es su cometido preservarlas y defenderlas de toda fuerza, incluido el implacable paso del tiempo. Sin embargo, las tradiciones también se van modificando, así como la piedra al roce del agua, lo que, al ser notado, alerta a sus defensores, pues ven en ello una probable pérdida del sentido original. Ante esta situación surge la pregunta: ¿Cómo abordar el hecho de que la falta de adaptación pueda condenar a la desaparición de nuestras tradiciones, al igual que otras formas culturales que, al carecer de mutaciones, se extinguen día tras día?

Los guanajuatenses somos conscientes de que en todos los eventos que tienen lugar en nuestra cañada, la tradición

siempre se manifiesta de manera franca y sin tapujos. Sin embargo, en esta ciudad capital, universitaria y multicultural, el componente tradicionalista genera debates entre sus defensores y aquellos que abrazan pensamientos más contemporáneos, buscando un cambio en las costumbres, específicamente aquellas arraigadas en raíces conservadoras que, debido a los cambios de pensamiento, sienten la posibilidad de ser olvidadas por las nuevas generaciones.

Frente a estas perspectivas, las tradiciones, especialmente las arraigadas en la espiritualidad popular, a veces se vulneran ante la falta de herederos que no comparten el mismo fervor que antaño

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Susana Ojeda Orranti y Francisco Emmanuel Grimaldi Jasso

caracterizaba al catolicismo guanajuatense, símbolo de estabilidad en la sociedad y comienzan a anidarse en los últimos bastiones que aún brindan el cobijo de la devoción.

Sin embargo, las fiestas del viernes de Dolores en nuestra ciudad no parecen estar incluidas entre esos quehaceres que presienten un peligro, por el contrario, todo lo que nos ha pasado en la época reciente abre un pasaje para adentrarse y revisar los cambios, las adaptaciones y las nuevas propuestas que este día “guanajuatense” ha tenido dentro de los ámbitos culturales que en la ciudad coexisten.

La pandemia nos dejó la certeza de que, en nuestra ciudad, no se puede vivir sin escuchar los latidos de las manifestaciones de arraigo cultural. Aquel fue el acto más desolador que el guion de la vida guanajuatense pudo escenificar, porque el nuestro, no es un pueblo silencioso como el de las otras cañadas a lo largo de la sierra, donde el mutismo del venado y el discreto brote de los hongos dan forma a sus maravillas. Nuestra ciudad es una constante celebración que rebosa de colores, donde cada habitante tiene nombre y voz, y cada día se viste con su propia música a lo largo del calendario. Ningún silencio nos da más paz que ver por la ventana los desfiles de gente con flores en las manos.

Este año, conviene detenerse un momento y pensar en todas las formas que nuestras fiestas han adquirido a lo largo del tiempo, reflexionar en torno al viernes de dolores, no solo como hecho histórico, sino como presente vivo. Para incentivar la reflexión, enlistamos a continuación algunas de sus manifestaciones, a veces apegadas a la costumbre y otras más actualizadas, todas a lo largo de nuestra cañada, en los barrios y en la serranía guanajuatense.

Región Sur. Lugar de flores y hortelanos

En los llanos al sur de la ciudad, entre cascos de antiguas haciendas agrícolas y la presa de la Purísima, donde en tiempos de sequía, el templo sumergido de la virgen de los Dolores deja ver su bóveda como una calavera, las comunidades actuales, encuentran todavía sustento en el cultivo de flores para las fiestas de Guanajuato. Ahí en esos llanos ventosos, los cultivos de nube, alhelíes y rosas han sido segados ya, para vestir en las calles, minas y templos, a cada uno de los altares erigidos a la virgen.

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El paisaje, donde tras las reminiscencias frías del invierno pasado, se revela, cálida y reseca la primavera guanajuatense, la sombra de los pirules y álamos que forman galerías en los caminos de tierra, invita a la reflexión sobre la naturaleza dinámica y diversa de la cultura, que, al igual que estos plantíos, se balancea al toque del tiempo. Sin embargo, nuestra cultura no es como estos cultivos seleccionados de flores uniformes, sino que asemeja sus formas a un vivario en fuga que, liberado en el entorno urbano, da forma a un bosque artificial de formas y colores, donde tímidas y desconfiadas aparecen de vez en cuando mostrando sus vestigios y orígenes sagrados, nuestras tradiciones, las cuales solemos reconocer más en el resultado final que en los procesos complejos que ocurren debajo de la superficie. La tradición no se limita al resultado de la fiesta, el altar o la forma; detrás de todo esto, hay capas de gente y trabajos, confeccionados detalladamente en un orden temporal para que todo suceda.

Los floricultores de esta constelación de comunidades: Cajones, Cuevas, Puentecillas, ranchos de la Nochebuena, la Tecolotera y otros más que llegan hasta las regiones del Zangarro, llevan la labor anual de vestir de flores a muchas de nuestras fiestas, y parecen estar constantemente

en una cansada lucha por mantener viva la parte de tradición que les toca. Recordemos que, entre sus tribulaciones recientes, se enfrentan a una sequía generalizada y a una feroz competencia en sus mercados. Sin embargo, como supimos, el golpe más fuerte lo sufrieron cuando las festividades fueron canceladas y las flores perdieron su uso en las confecciones decorativas tradicionales.

Sin embargo, los días de encierro también dieron pie a prácticas que se han mantenido respecto a los cultivos florales, cuando en una búsqueda por escenarios o tópicos para la creación de contenidos, los campos se convirtieron en espacios frecuentados por personas que buscaban esparcimiento, lo cual dejaba la certeza de que las actividades comerciales de la floricultura no están limitadas a la producción y cosecha, sino que poseen también gran potencial como lugares de interés público. Si la propuesta tiene futuro, sólo el tiempo lo hará constar en esa búsqueda universal que tienen los oficios por sobrevivir en tiempos mediáticos. Mientras tanto, confiamos en que este año se recuperen los mercados, con el solemne retorno del mastranto, la manzanilla, las nubes, los alhelíes y las azucenas a la ciudad, como siervas de la virgen, para acompañarle en su soledad y refrescar con perfume las fiestas de la pasión.

Presa La Purísima, Guanajuato, Foto: Mateo Obara

Diálogo generacional y la evolución de la tradición ante el tiempo

Que la fiesta del Viernes de Dolores perdure, dependerá de la maestría para navegar en la escollera del cambio. Uno de los retos será el diálogo entre los testadores de la tradición y los herederos. Fuera de los templos, la entrega y la recepción de esta fiesta tendrán que darse en un amplísimo campo de respeto y humildad. Al final, unos ocuparán la labor de otros, como ha sido siempre, sin que sus nombres sean más importantes que la festividad. En este escenario hipotético, el éxito siempre será soltar y ceder, confiando en que aquellos que se quedan, poseen la sabiduría necesaria para mantener viva la esencia de las cosas, incluso si los tiempos exigen modificaciones. Pero también tendrán que comprender al final de sus regencias que, si antaño el motivo de preservarla fue valores como la fe, e instituciones como la religión, los fervores que esto despierta, no sobrevivirán si las vasijas que los contienen no se reconfiguran.

Por otro lado, los cambios repentinos en el dinamismo de la vida actual, están a la orden del día, Hoy, por dar un ejemplo, en los barrios de familias mineras como Cata o Mellado, es de profunda belleza encontrar que siguen siendo valores tradicionales como la fe y la devoción, los que acompañan la confección de los altares y que la gente mayor que sobrevive, aún los ve como actos de comunión del dolor propio y el de la religión, contenido en los misterios sagrados: los siete dolores de la Virgen, la pasión de Jesús, la vida en el valle de lágrimas, la promesa de una mejor vida al final de ésta y el perdón de las culpas a través de una purga mundana, donde el detergente de las almas es sin duda el sufrimiento. Sin embargo, lejos del análisis del culto católico al dolor, es necesario pensar en los oficios de las ciudades, como eventos finitos y cambiantes. Si la floricultura acaba hacia el sur de la ciudad, no será el fin de las flores, pero si los oficios que dan en ofrenda la devoción expiran ¿Qué pasará cuando la última mina de Guanajuato haya cerrado sus puertas? ¿Habrá más motivos para que aquellos que aún profesen fervor a sus imágenes las sigan venerando con la misma vehemencia? Por otro lado, los nuevos pensamientos han ido paulatinamente dejando asientos vacíos en los templos de las ciudades migrando sus devociones hacia otras fuentes de aliento. Ya no es la fe lo que nos mueve hacia el perfeccionamiento de nuestras vidas, ni el estoicismo lo que representa el actual pensamiento. Con el tiempo quizás serán pocos los que asuman el compromiso de vivir conforme al mito cristiano. Así, algunas creencias dejarán el plano de la

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cotidianidad, lo que urge a aceptar que el tiempo todo lo transforma y que la forma de vivir la fiesta tendrá que cambiar también.

La Virgen de los Mineros

Esta fecha será notable por las celebraciones en el gremio de la minería, donde los mineros profesan una entrañable devoción a la Virgen de los Dolores. Incluso algunos, con discreción, comentan que se sienten más cercanos a esta imagen y no a la de Nuestra Señora de Guanajuato, patrona de la ciudad.

Esa identificación surge de manera orgánica, al reconocer en el ícono, una imagen más cercana a sus vivencias en el plano terrenal. Así, en la vida arriesgada de un minero, marcada por la constante amenaza de muerte, el cansancio y el dolor físico, es justo encomendar la existencia a una madre que llora por el sufrimiento de sus hijos. Y tal como los ingleses bajaban con canarios a las carboneras o los bolivianos se encomiendan al Supay, los fieles mineros de Guanajuato llevan a las profundidades del mundo la sagrada imagen de la virgen dolorosa y ahí, debajo de las densas rocas, le ofrecen culto diariamente. Pero también, en entornos más amenos durante la fecha consagrada, en las bocaminas de sitios como El Cubo, Peregrina, el Monte o Valenciana, los mineros y sus familias, levantarán ofrendas en honor a la virgen doliente, festejando de manera íntima al son de conjuntos musicales y ceremonias religiosas. En estas fiestas, los banquetes no faltan, generalmente representados por caldo de camarón, tostadas, nieves de sabores y bebida. Los mineros, cabe reconocerlo, no escatiman en arreglos ese día, símbolo de su agradecimiento con la madre que les acompaña cuando bajan al fondo de la tierra y sus oscuridades.

La bohemia guanajuatense detrás del Viernes de Dolores

Otro ambiente que estará en celebración será aquel que da forma al rostro bohemio de nuestra ciudad. Los espacios culturales de nuestro pueblo sienten también la convicción y el arraigo, haciendo del festejo a la Virgen de los Dolores y de este día florido una de sus actividades anuales obligadas.

Este día y la noche anterior, por la ciudad, los bares, galerías y foros se reconfiguran como altares de una

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naturaleza propia para honrar de maneras variadas a la madre de quienes en el mundo sufren y disfrutan la vida. Así, además de la fiesta típica y religiosa, los vendedores en las plazas surtirán las manos de hombres y mujeres con flores para regalar.

Esta dinámica mueve profundamente a los más jóvenes, que son numerosos en una ciudad universitaria, quienes buscarán espacios de recreación en los tabernáculos festivos de la ciudad. El tono coqueto de la tarde inaugura una noche de fiesta por los bares del pueblo, las galerías y otros espacios donde no faltan las muestras culturales.

Por nombrar algunos, está la galería El Cascabel, que aún en ausencia de Guayo, su principal promotor, no deja caer la tradición de levantar una exposición de grabados, pintura y fotografía, donde son bienvenidos todos los personajes del gremio artístico para celebrar con unas chalupas, una paleta de hielo y una cerveza.

Por su lado, la famosa taberna La Clave Azul, cuyo anfitrión, El Pompe, profesa una profunda devoción a la virgen por su historia personal, no ha dejado de honrar este día desde su espacio con una fiesta donde, al son de la música y la bohemia, los fieles del recinto estarán de fiesta compartiendo el trago y un banquete especial mientras presentan y hacen lectura de un poemario colectivo alusivo al Viernes de Dolores. Esto caracteriza a la tertulia como una de las más peculiares en los callejones de la ciudad.

Así, en la sinfonía cultural que define a Guanajuato, el viernes de Dolores emerge como una partitura rica y cambiante. A medida que enfrentamos los desafíos del tiempo, la tradición se entrelaza con la evolución, ironía en la que las celebraciones encuentran su espacio en la cañada. En este escenario, los desafíos y debates entre tradicionalistas y visionarios con-

temporáneos son inherentes, pero la clave radica en encontrar un equilibrio que permita la continuidad. Así, en el Viernes de Dolores, Guanajuato celebra no sólo la devoción a la Virgen, sino también la diversidad de expresiones culturales que definen nuestra identidad.

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M aría Izquierdo y los altares de Dolores

Es difícil rastrear la biografía de María Izquierdo, pese a ser una de las pintoras más destacadas de la Escuela Mexicana de Pintura, movimiento que marcó las pautas del arte nacional durante el siglo XX. Sabemos muy poco de sus orígenes familiares, por ejemplo, salvo que su nacimiento está fechado en 1902 en San Juan de los Lagos, Jalisco. Su infancia fue una de mucha tristeza, criada por tías y abuelos ante la ausencia de su madre y prematura muerte de su padre.

Así, no obstante, de las lagunas que aún quedan por investigar en la vida de esta excepcional artista, encontramos algunas certezas que arrojan luz sobre uno de los motivos que aparecen con frecuencia en su producción plástica: los altares de Dolores. En sus representaciones de estas expresiones de devoción encontramos guiños a su propia experiencia: por un lado, su interés por la cultura popular mexicana y sus diversas manifestaciones; por el otro, sus búsquedas muy personales e íntimas en torno a sus propios duelos.

María Izquierdo dedicó seis lienzos al tema de la Virgen de Dolores, todos ellos realizados a lo largo de los años 40, entre 1943 y 1948. Para entonces, su carrera artística estaba plenamente consagrada, logrando incluso un reconocimiento fuera de las fronteras nacionales. Su meteórico ascenso había comenzado en la antesala a la década de 1930 cuando, en 1929 y siendo tan sólo una estudiante de la Escuela Central de Artes Plásticas —otrora Academia de San Carlos—, su trabajo cautivó la mirada del director de

la institución, Diego Rivera, quien para entonces era ya un personaje central del ámbito artístico tanto mexicano como internacional. Ese mismo año, Izquierdo logró un hito muy inusual para cualquier artista, mucho más para una mujer: organizar su primera exposición individual en el Palacio de Bellas Artes sin haber concluido aún su formación. Al cabo de otro año, se encontraba en camino a Nueva York para participar en una muestra colectiva de arte mexicano de la mano de Agustín Lazo, el propio Rivera, y Rufino Tamayo, con quien ya había iniciado una relación amorosa.

Durante la siguiente década, Izquierdo continuaría cosechando éxitos —logrando un reconocimiento no sólo de sus pares o de las instituciones, sino también de los coleccionistas—, lograría también afianzar su propio estilo. Los protagonistas del México más cotidiano y popular comenzaron a poblar sus lienzos, un reparto en el que desfilarían personajes de circo, caballos, niños, y paisajes rurales. A medida que fue encontrando su propia voz, aparecieron también elementos vinculados a lo simbólico y espiritual, sobre todo en sus naturalezas muertas, las cuales vinculaban elementos aparentemente inconexos. No tardarían mucho en encontrar una resonancia entre su obra y la de los surrealistas europeos, cualidad que Antonin Artaud reconoció durante su estancia en México en 1936.

El mundo de María Izquierdo se derrumbaría muy pronto. Fue también en los años 30 cuando su relación con Rufino

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Tamayo terminó de forma abrupta, dando inicio a una etapa pictórica de una marcada melancolía, pero no por ello menos fructífera. Es aquí donde los altares de Dolores cobran un mayor protagonismo y relevancia en su producción, siendo quizá la mayor expresión del mundo artístico de María Izquierdo, uno que conjuga aquel halo de tristeza y tragedia que atravesó su biografía con una búsqueda por representar lo mexicano. Este encuentro hace también de los altares el resultado de una hibridación entre los motivos y géneros que mejor cultivó: las manifestaciones culturales populares, como la fiesta, la artesanía, e incluso la religiosidad misma, y la naturaleza muerta.

De esta manera, a través de la imagen de la Dolorosa, Izquierdo nos envuelve en un universo muy personal, abriendo una ventana a sus inquietudes más íntimas. A la vez, nos acerca a un entendimiento del contexto en el que se enmarca su obra, el del nacionalismo revolucionario. Como sucede con muchas otras mujeres artistas de aquella época, en los altares de Izquierdo encontramos un doble discurso: el político y social, muy propio de su tiempo, y el personal.

Una mirada a vuelo de pájaro de su contexto nos permite entender mejor los grandes ejes que caracterizaron la producción artística del México posrevolucionario. Dominado por la titánica presencia de los muralistas, el panorama de las artes plásticas y visuales de la primera mitad del siglo XX se volcaba en la exaltación del pueblo, entendido este como los obreros y campesinos, y de sus luchas, representadas por la Revolución mexicana como el gran movimiento liberador y con una fuerte inclinación hacia el comunismo. El arte, pues, debía cumplir con una función social, sumándose a la renovación del país como vehículo didáctico y educativo, pero también como lugar de reivindicación de los más desfavorecidos. El indigenismo fue una de las corrientes más contundentes de esta visión, la cual buscaba rescatar las raíces culturales de México y revalorar su lugar

en nuestra historia. El pasado prehispánico encontró así un lugar estelar en lienzos y murales, mientras que el estudio y coleccionismo de artesanías vivió un gran auge.

Visto a partir de este marco, no sorprende que María Izquierdo eligiera el altar de Dolores como representación de su propia melancolía. La pintora se identifica no sólo con el dolor de la Virgen, sino también con la misma práctica de colocar un altar y vivir la espiritualidad en lo cotidiano. En su manera de abordar a la Dolorosa, la jalisciense rompe con lo que quizá sería nuestra expectativa de cómo un pintor debería presentarnos esta muy reconocida imagen del arte sacro. No se trata de un retrato de la Virgen, o no sólo de eso, el tema es el altar mismo, dentro del cual la imagen de la Dolorosa tiene desde luego un papel protagónico, pero es un elemento más del conjunto. Lo que nos muestra Izquierdo no es entonces una pieza para exhibirse y adorarse, sino una práctica religiosa doméstica y cotidiana, una devoción cercana e íntima. Hay también en esa domesticidad un guiño al ámbito de las mujeres, tradicionalmente constreñidas al hogar.

En sus memorias, Izquierdo recuerda la importante presencia que tuvo la religión en su propia cotidianidad infantil. San Juan de los Lagos históricamente ha sido un importante sitio de peregrinaciones precisamente por una virgen a la que se le confieren cualidades milagrosas. Esta figura fue así una imagen constante en el día a día de la pintora, sobre todo creciendo en el seno de una familia de fuerte raigambre católica en la que la misa diaria era obligatoria.

Encontramos así que la pintora conocía a la perfección la iconografía religiosa, particularmente de la Dolorosa, dialogando con las representaciones novohispanos que seguramente conoció bien desde la infancia. La representa así con sus características lágrimas, pero en casi

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todas las versiones de su serie aparece con la mirada hacia abajo, una variación significativa ya que suele representarse mirando al cielo en señal de plegaria. Es aquí donde la tradición se encuentra con la biografía, pues es probable que este cambio se deba a la intención de la artista por retratar su propia soledad, aquella que le marcó desde la niñez y a la que se volvía a enfrentar en su vida adulta.

Por su parte, uno de los aspectos más entrañables de esta serie de María Izquierdo es, precisamente, el altar mismo, donde la artista vuelca de forma entrañable el folclor de la fiesta. Todos los elementos están consignados con exactitud, lo cual nos indica que también estaba perfectamente familiarizada con los altares de Dolores y, más aún, que tenía un conocimiento profundo de las tradiciones populares. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, cuyo acercamiento a estas expresiones brotaba de un interés más bien académico o estético, María Izquierdo vivió en carne propia la realidad del México rural y su pueblo. Esto nos explica también la intimidad que logra transmitir al espectador en estas piezas. Lo que nos muestra no es un estudio etnográfico, sino su propio mundo.

No es fortuito que el motivo del altar de Dolores aparezca en el mundo pictórico de Izquierdo con tanta fuerza a partir de los años 40. La soledad a la que aluden no sólo se entiende desde lo muy personal, su fallida relación con Tamayo, sino también, y quizá con mayor fuerza, a la traición de su propio gremio. Hay, pues, un doble duelo que identifica a la pintora con la Dolorosa.

En 1945, María Izquierdo iba encaminada a convertirse en la primera mujer mexicana en realizar un mural monumental en un edificio público. Su pincel iba a cubrir 200 metros cuadrados de muro ni más ni menos que en el Ayuntamiento del entonces Distrito Federal por invitación del regente, Javier Rojo Gómez. Pero un día, ya con los andamios montados y los asistentes contratados, la pintora fue avisada de que el proyecto sería irremediablemente cancelado. Las excusas y justificaciones oficiales hablaban de gastos y presupuestos, y se le ofreció realizar en cambio otra obra en algún lugar menor, una escuela quizá o un mercado. La prensa comenzó a atacarla en cuanto hubo noticia de la comisión, cuestionando su capacidad y cualidad como artista. Lo cierto es que en ese México de machos estaba muy bien que una mujer pintara frutas o niñas en lienzos, pero no un mural y mucho menos uno tan grande, en un inmueble tan importante —y de una paga tan jugosa. Detrás de las críticas se encontraban quienes diez años antes habían impulsado su carrera, los hombres que monopolizaban la pintura mural, como ella mismo reviró.

“Es un delito ser mujer y tener talento” fue la famosa frase que María Izquierdo acuñó tras la experiencia. Aunque nunca pudo realizar el mural para su sitio original, no se doblegó y creó una variación menor —hoy exhibida en la UNAM—, para demostrar que sí poseía la técnica necesaria para llevarlo a cabo. Murió al poco tiempo de la controversia, en 1955, su salud mermada por una hemiplejia que sufrió el mismo año en que pintó su último altar de Dolores, en 1948.

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a diferencia de soñar

Un sinfín montañoso teje la mirada de una ciudad a la medida de los sueños no es error geográfico sino acierto de la naturaleza en la plata del subsuelo un abismo fluye

metales y espejos mueven nuestras vidas con imanes invisibles por Guanajuato recorremos las calles en la somnolencia del caminar y rueda el sol sin decidir por cual lado ir choca en paredes circula por baldosas con inseguro andar

A. J. Aragón cuando ha pasado deja las casas frías de negra humedad después regresa toca con mano roja fachadas cosas todo será luz alegría mientras viene y luego se va música sutil complemento del placer tarde de viento sale la luna arete del callejón vibran las almas el tiempo sube y baja retorcido por madrugada.

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El día de la dolorosa

Día silencioso, dolorido, el que cayó de las manos del calendario ayer.

La jaqueca puso en jaque la cabeza, por el sueño endeudado en la víspera y el andar en cosas muy poco relajantes.

A las 10:36 fue el último rincón de la mañana en que estuviste conmigo.

Y de las doce a las cinco ni una hoja de ti se movió en el árbol del transcurso. Todo fue con dolor que se extendía y no se fue con paracetamol ni con sonrisas. De las cinco a las ocho fue dormir para olvidarlo todo.

Y de las ocho hasta las doce otro silencio, esta vez con la lluvia opacando las cosas que ayer no se dijeron. Y la furia del dolor siguió hasta donde las cosas resistieron: la puerta abierta del mundo, su tono soez impercibido, los ojos irritados y hasta el sueño con sus fugacidades innatas visitando de a plazos la hora. Que se vaya, pues, el silencio, que se quite el dolor, que el día pesado de ayer se vaya al olvido para que salga de nuevo el sol con el nuevo despertar.

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Articulo Tierra de mis amores, historia de una canción, por Ezequiel Almanza Carranza, tomado de la Revista Tierra de mis amores, año 3, 24 de marzo de 1961.

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