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No. 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
CONSEJO EDITORIAL: Luz Amalia Camacho Victoria González Lisbeth Fog Orlando Valencia Sergio Silva Directora: Victoria González Editora: Lisbeth Fog Diagramador: Orlando Valencia Ilustradores: Víctor Barrera Orlando Valencia Asistente de edición: Sergio Silva Docentes colaboradores: Alejandro Pino, Juan Carlos Garzón, Lisbeth Fog, Margarita Mejía, Miguel Ángel Manrique, Orlando Valencia, Víctor Barrera. Impresión: Departamento de Publicaciones Universidad Externado de Colombia. Bogotá, Colombia, 2012. Correo electrónico: visiones@uexternado.edu.co Visiones es una publicación de la Facultad de Comunicación SocialPeriodismo de la Universidad Externado de Colombia, sin fines de lucro, la cual tiene por objetivo divulgar la producción académica de los estudiantes. Las opiniones expresadas por los autores no corresponden necesariamente a las de la Universidad.
a revista Visiones que nos convoca en esta oportunidad tiene un carácter especial. El carácter lo da un acontecimiento muy importante para nuestra universidad, los 125 años de su fundación. En Visiones hemos querido unirnos a la celebración destacando algunos de los hechos, personajes y escenarios que han resultado significativos en este importante centro de estudios. Es por ello que muchos de los artículos de la revista No 8 tendrán el sello 125 años. Para rememorar este acontecimiento, no fue fácil la selección de notas que consolidaran un número atractivo y representativo. Sin embargo, contamos con la fortuna de encontrar excelentes plumas que, como buenos comunicadores-periodistas, investigaron, planearon y escribieron con el corazón este especial sobre la Universidad Externado de Colombia, lugar donde están formándose y que marcará sus vidas para siempre. Esperamos que esta revista sea del agrado de los lectores, y que les brinde la oportunidad de acercarse a nuestra universidad desde su esencia. Victoria González
DEBATES Bajando a Bochica del pedestal Movilización femenina presente. La mujer se transforma en la sociedad contemporánea Cultura ciudadana. ¿Cómo se diseña? Entre lecturas y bibliotecas
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PERSONAJES
Marta Traba. Un patrimonio cultural
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Mujer, soltera o esposa, madre y ¡periodista!
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40 caracteres de linotipo. Vida y obra de Luis Tejada
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Heriberto, de la Calle… y de toda Colombia
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Otro día más, despertando al país
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Jorge Eliécer Gaitán ¡Yo no soy un hombre, soy un pueblo!
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Víctor Solano, una ojeada al periodismo digital
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Les voy a contar una historia: mi historia
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Catálogo de una comediante
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Detrás de escobas y traperos
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Rodrigo Lara Bonilla. Antes que ministro, externadista
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Las remembranzas del Jardín de los Ausentes
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Voz estuvo allí. Una historia de periodismo militante
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Los caciques. ¿Poder absoluto o negociado?
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Diabetes en Colombia. Una cuestión de mala educación
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VIGÍA
A PULSO
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Graficadores
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Fotografía básica
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Bajando a
Bochica del pedestal Los indígenas de nuestro país han desempeñado un papel fundamental en la formación de la identidad nacional, sin que les hayamos dado el crédito que merecen. Presentamos aquí un análisis que rescata los aspectos esenciales de la contribución étnica a la actual cultura colombiana.
Camilo Suárez Seminario de cultura colombiana /Cuarto semestre
Rápido! Nombra la cultura indígena a la que pertenece el collar o la camiseta que llevas puesta. ¿No pudiste? Basta con que digas que es indígena. A la larga, ¿qué importa que sea tayrona o quimbaya? Es indígena, lo más importante, seguramente. ¿Pero por qué es importante lo indígena? Para entenderlo hay que saber qué tiene el país de indígena. Colombia nunca fue un territorio excesivamente rico en cultura y población amerindia. Sin dejar a un lado instancias extraordinarias de civilización y desarrollo artístico, como lo fue por ejemplo San Agustín, en
Colombia solo un grupo humano integró una civilización lo suficientemente grande como para destacarse: los muiscas. La construcción de ‘nación’ en Latinoamérica ha estado usualmente ligada, al estilo europeo, con aquellas civilizaciones que las precedieron y fueron de cierta manera más o igual de grandes a pueblos que se quería conseguir. Unos países, México y Perú primordialmente, tenían dicho caso bien establecido. Antiguos y ‘místicos’ imperios les dieron la preciada esencia nacional a unos territorios que románticamente ansiaban crear un agente cultural aglutinante que les permitiera ‘crear país’. En Colombia, para que se pudiera poner a un país occidental y moderno encima,
lo más cercano que había a ‘nación primordial’ eran los muiscas. En un proceso que no es ajeno a multitudes de objetos culturales en nuestro país, lo que en primera instancia es un fenómeno regional (los muiscas son del altiplano cundiboyacense), se convierte en un fenómeno nacional. Durante muchos años, los que llegaban al terminal internacional del aeropuerto El dorado de Bogotá, eran llevados a través de un pasillo largo y eterno donde eran expuestos numerosos adornos y pequeñas esculturas de oro, que, aunque provenientes de muchas partes del país, sostienen la idea, que también profesa el nombre del aeropuerto, de que la leyenda es cierta. La leyenda de El Dorado es el factor clave que ha hecho que Colombia logre agarrarse de sus propios mythos indígenas cuando en un momento dado apenas tenía de qué asirse. La leyenda de El Dorado comenzó en la época de la Conquista, a partir del ya conocido mito del zipa muisca que se cubría en oro, y gracias a la ansiedad o soberbia de los rumores de los europeos, ese mito se convirtió en la búsqueda de esa Ciudad Dorada y olvidada por el tiempo que persiguió Sir Walter Raleigh. Muy poca gente, del siglo anterior hasta nuestros días, era capaz de discernir la idealización romántica del probablemente auténtico ritual del zipa muisca y la conexión directa con Colombia. Fue a partir del momento en el que el Banco de la República empezó a exponer las piezas orfebres de diversas culturas indígenas que el país ‘recuperó’ la leyenda de El Dorado. El Museo del Oro abrió sus puertas formalmente en el año de 1959, y su colección incluía piezas como el Poporo Quimbaya, máscaras de oro y la balsa de oro que narra en su mínima expresión la leyenda entera de El Dorado. visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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El aeropuerto de Bogotá desde entonces –y hasta hace poco– albergaba muchas piezas de oro precolombino que le daban a quien llegaba la impresión de ser un país rico en herencia indígena. Estas piezas, de mano del Estado, pasarían a convertirse en ‘símbolos nacionales’ o, en términos prácticos, ‘aglutinantes estatales’. El Poporo se acuñó en las monedas y la balsa estaba colocada en un altar cual reliquia religiosa, agregándole gran importancia a su simbolismo. De esta manera, Colombia construye su propia ‘nación primordial’ a partir de una base plenamente muisca y de la convergencia forzada de todas las culturas que pudieron haber aparecido dentro del territorio nacional y que, en principio, trabajaron el oro. Todo confluye en la identidad que por 50 años ha proyectado el Museo del Oro: la de una Colombia que a pesar de todo es indígena. Cuando en su decepción Chibchacún inundó las tierras del pueblo de Bacatá, y los cultivos y los bosques fueron desaparecidos, apareció Bochica, que con el apoyo del zipa y los caciques, abrió un paso con su mística vara e hizo un salto de agua. Bochica castigó a Chibchacún, obligándolo a cargar el mundo en su espalda. Aún tiembla cuando se cambia el mundo de hombro. El complejo de inferioridad indígena en Colombia es claro cuando en las aulas de clase, en el ámbito de poder y en las charlas de todos los días, se considera a Bochica como
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de la misma talla e importancia que el inca Pachacútec en Perú o el tlatoani Itzcóatl en México. Si bien estas dos figuras pueden ser igual de arbitrarias en sus respectivos países, logran el consenso y aceptación por medio del otrora poder de sus civilizaciones. Para ponerlo en términos analógicos en lo demográfico: el imperio azteca tuvo un máximo de veinte millones de personas en su cúspide y el inca, doce. Los muiscas a duras penas sobrepasaron el millón y medio. En últimas, Colombia solo busca sobrevivir en una América Latina que es bastante homogénea en varios niveles, y uno en los que más puede destacarse un país es en el indígena. Si tomamos en cuenta el rápido aprovechamiento de los comerciantes y empresas para explotar lo indígena en cuanto a mercancías (la producción en masa de artesanías. Nótese el oxímoron) y el general anacronismo o desconocimiento de la población sobre lo que en realidad es herencia indígena y no romanticismo exacerbado, lo indígena en Colombia se reduce a un distintivo nacional que ha sido construido con lo que podía ofrecer el material histórico encontrado dentro de las fronteras. Es importante decir que la configuración del territorio es absolutamente esencial. Por ejemplo, si el departamento de Nariño se extendiera algo más hacia el sur, fácilmente se habría podido agregar algo de inca a la mezcla indígena que se profesa en el país. Colombia no tiene límites. Toda Colombia está a tu alcance. Aquí en Bogotá, encontrarás mochilas arhuacas y tapices embera, en Cartagena encontrarás estatuillas de palosangre amazónico y quenas de los Andes, y en Leticia encontrarás figurillas de San Agustín flanqueadas por vestiduras kogui. Mira como Colombia no tiene límites. Aquí o allá, Colombia está presente. Lo indígena en Colombia debe considerarse como un agregado de muchas culturas. De por sí estas culturas no son muy discernibles en dicho agregado, pues la comercialización de lo indígena ha hecho de las artesanías algo que usualmente va con la etiqueta Colombia-Indigenous. Fuera del país, el aspecto indígena es percibido como uno solo, en el cual no se discrimina entre origen nacional o regional. En el ámbito global la noción de ‘indio americano’ lleva consigo las ideas de ‘misticismo, naturaleza, primitivismo, espiritualidad’, entre otras cosas que no son la excepción aquí en Colombia. A lo indígena se le comercializa con la idea de transmitirle diferentes tipos de adjetivos al comprador, que a su vez desea transmitir dichos adjetivos a través de sí mismo. Pongámoslo de la siguiente manera: un individuo cualquiera compra en un mercado de las pulgas una mochila modelo ‘arhuaca’ con la intención semiótica de decir algo con esa mochila. Una mochila arhuaca dice de quien la usa: “Soy una persona que no gusta del sistema, sencilla, que no se complica y aprecia lo
natural, tal como el indígena que usa una mochila como ésta”. A partir de la comercialización de mercancía inspirada o, si es el caso, de origen indígena, los colombianos hemos empezado a construir identidad. Justamente la intención (subyacente e inconsciente mas no explícita) de un Estado que trata de encontrarse y de un pueblo que intenta hallarse en un estado-nación. Lo indígena que vemos en la calle, en los almacenes y en los medios se ha convertido, como cualquier otra construcción cultural aquí en Colombia y en el mundo, en agentes de identidad. Más allá de lo predecible de lo que se acaba de nombrar, es preciso entender lo indígena (y a estas alturas del texto con ‘lo indígena’ me refiero a cualquier manifestación cultural proveniente de los mismos) como algo que ya no es solo indígena sino de cualquier persona, independientemente del origen étnico. En un país como Colombia, donde las diferencias étnicas son minoritarias, pues la gran mayoría de la población es mestiza, casi cualquiera puede reclamar identidad indígena porque sencillamente nadie la ha reclamado. Todos somos indígenas porque tenemos ‘malicia indígena’, porque tenemos mochilas arhuacas, collares ticuna, tapices embera, manillas wayúu o poporos quimbaya miniatura. El gran paradigma de lo indígena en Colombia es que somos un país indígena sin indígenas visibles. Llueve en Bogotá. Por una calle, que puede ser cualquiera, caminan 3 personas: una mujer con un bebé en brazos y detrás una niña saltarina pero seria. Son indígenas. La etnia es irrelevante, a nadie parece importarle. Son indígenas. Los tres buscan refugio bajo un frondoso árbol. Están descalzos. No parece molestarles. Entre el ruido y el gris de la ciudad, se difuminan en las percepciones de la gente. La pregunta final es: ¿Y los indígenas qué dicen? ¿Qué piensan? ¿Qué hacen? Los indígenas, por razones prácticas, no pueden reclamar su identidad porque están marginados de los lugares donde ésta se profesa actualmente, los centros urbanos. Sí, los indígenas son indígenas en su tierra, en sus resguardos, donde nosotros, los indígenas de ciudad nos convertimos en el occidental incauto que los observa con respeto ceremonial. Los indígenas están al margen de la dinámica cultural de la economía y la sociedad de medios, que son las instancias donde se define la identidad, y de la dinámica cultural global, porque sencillamente no la tienen a su alcance aquí en Colombia. Sus manifestaciones políticas son limitadas y las económicas, ni hablar. Los indígenas se concentran donde el Estado los haya encasillado, un Parque Natural, un resguardo donde fabrican sus artesanías y mantienen en cierta medida sus costumbres, mientras inevitablemente se van acoplando al mundo globalizado por medio de adaptaciones culturales y económicas que a la larga terminarán por integrarlos al grueso de la población colombiana.
Movilización femenina presente
La mujer se transforma en la sociedad contemporánea
Las mujeres del siglo XXI son importantes gestoras de transformaciones sociales. Ellas han dudado de las relaciones de poder tradicionales y han construido políticas de género relevantes en la sociedad global contemporánea. Rodrigo Durán Comunicación y políticas culturales /Sexto semestre
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esde hace unos años he acompañado a mi madre todos los meses al mercado y me he venido preguntando sobre su manera de consumir. Primero compra los elementos de aseo, luego pasa al pasillo de frutas y verduras, después compra carne, pescado, lácteos, bebidas, galguerías y finalmente se
da una vuelta por el pabellón de la ropa para comprar algunas prendas para ella y para mi hermana menor. Yo, mientras tanto, camino a su lado leyendo y mirando las fotos de la revista Soho, donde todos los meses salen mujeres desnudas o en ropa interior. Esta escena que acabo de describir solo puede ser posible en el siglo XXI, una época que le ha permitido a mi madre y a millones de mujeres del mundo entero construir nuevos patrones de convivencia y de identidad sobre los escenarios de consumo de la actua-
lidad1. Y eso que hasta ahora solo hemos explorado el rol de la mujer en estos términos: una mujer del siglo XXI que tiene su carro, su casa y unos cuantos lujos. Pero habría también que mencionar que mi madre obtuvo un título profesional por haber estudiado diseño de modas cinco años en una universidad, en época de elecciones siempre vota, tiene su propia empresa y en sus tiempos libres juega golf y lee libros de Florence Thomas. En conclusión, no solo es una libre consumidora: también es una ciudadana en bruto. La pregunta es ¿cómo se le han abierto las puertas a mi madre y a millones de mujeres para que ellas mismas configuren nuevas relaciones sociales? Pues aunque suene gracioso, Florence Thomas tiene mucho que ver, ya que gracias a estas iniciativas femeninas, que en algunos casos por ser académicas suelen tener poca audiencia mediática, es que ha sido posible que mi madre haga parte de una transformación cultural en la cual la mujer no obedece a los cánones sociales y cuestiona las relaciones de poder. Claro está, porque las condiciones sociales que vivimos hoy son distintas a las de otras épocas; evidentemente la sociedad contemporánea se encuentra en un estado particular de transiciones constantes y movilizaciones sólidas2. Y para que no quepa duda de que la mujer ha jugado un papel muy importante en la construcción de la sociedad actual, es una buena idea contextualizar la lucha femenina con el panorama global de consumo que se vive por estos tiempos. Para esto citaré tres acontecimientos importantes en la historia de la transformación cultural femenina. La Organización Internacional del Trabajo, OIT, desde 1958 aboga por establecer convenios para promover el trabajo en condiciones de dignidad humana. Aquí se empiezan a tratar temas que le competen a las políticas públicas de mujer y de géneros. En 1995, un informe de desarrollo humano de las Naciones Unidas (“La revolución hacia la igualdad en la condición de los sexos”) tuvo como eje de reflexión la desigualdad en la distribución de las condiciones para el desarrollo de las capacidades humanas en relación con el género. En el año 2000, en la cumbre del milenio, al plantear los ocho objetivos se determinó que el tercero de la lista sería “Promover la equidad de género y la autonomía de la mujer”. visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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De esta forma vemos que la política o políticas públicas y culturales de mujer y de género se definen a sí mismas en hechos políticos3, proceso que está más claro en los ámbitos nacional y distrital que en una atmósfera global y capitalista donde las movilizaciones cada vez tienen menos límites. En el caso de Colombia, los logros de esta política pública a nivel estatal y constitucional son tangibles. La aparición de mandatos legales facilitó el fortalecimiento de la ciudadanía femenina: Ley 82 de 1993 o ley Mujer Cabeza de Familia; Ley 823 de 2005 o ley de igualdad de oportunidades, y Ley 1009 del 2006, gracias a la cual apareció el Observatorio de Asuntos de Género, resultado que les abrió la puerta a innovadoras iniciativas e insignias revolucionarias como “Mujeres constructoras de Paz y Desarrollo” o “Programa Mujer Cabeza de Familia Empresarial”. Así es como las mujeres poco a poco han llegado a ser “libres” no solo en términos de consumo sino también en términos sociales y políticos. Sin embargo, aunque la intervención estatal e institucional a veces parece favorecer a la mujer, no hay que olvidar que es ella quien, a través de movimientos sociales, se ha ganado el crédito de haber resignificado su posición ante la sociedad. Y aunque suene caprichoso reconocer el trabajo de las pequeñas movilizaciones y rebeliones, es crucial para entender el valor y el sentido de la ciudadanía que, tal y como lo mencionaba al principio, está construida desde dos perspectivas: el consumo y la política. Hay que aclarar que la alerta y la desconfianza frente al apoyo y el consenso de las instituciones, gobiernos o poderes jamás será garantía de victoria para la movilización social. A pesar de que el Estado apoye o se adapte a las nuevas propuestas de liberación femenina, no es éste el que lleva la bandera de la revolución y la transformación cultural, social y política. Y hago la aclaración, ya que en algunas ocasiones los gobiernos desarrollan estrategias de distracción, adoptando posturas ambiguas que, en primera instancia, aplauden las ideas de libertad y participación ciudadana; todo esto con el objetivo de apaciguar a la opinión pública haciéndole creer que la estructura social está transformándose cuando ésta en realidad jamás había estado tan sólida y protegida. Y aunque sea atrevido el ejemplo considero que en el periodo de Álvaro Uribe se dieron varias ceremonias de este tipo4. No obstante la crítica, hay que admitir que no todos los casos de institucionalidad para las políticas públicas merecen ser juzgados de esta forma. En Bogotá, por ejemplo, vemos que desde 1992, cuando Jaime Castro fue alcalde, surgía por parte de la administración una iniciativa por promover las políticas públicas, proceso que acogieron luego Antanas Mockus y Enrique Peñalosa, dejando resultados satisfactorios como las comisarías de familias, centro de conciliación y un plan
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ambicioso de reordenamiento en la convivencia planteado por Mockus y bautizado “Todos del mismo lado”, donde se mostraron las intenciones de la Alcaldía por restablecer las relaciones de género y garantizar equidad y condiciones dignas en cualquier escenario de convivencia, lo que serviría como legado para que en el gobierno de Samuel Moreno, a través del Decreto 403 del 2007, naciera el Consejo Consultivo de Mujeres, espacio con el que se pretendía la participación de la mujer en distintas poblaciones; diversidad sexual, diversidad étnica, juventud, discapacidad, prostitución, entre otros no menos importantes. Teniendo en cuenta que, estrecho o no, existe un vínculo relevante de dependencia entre la institucionalidad y las iniciativas de la ciudadanía, para que estas transformaciones en la materia sigan teniendo éxito es fundamental que el diseño de políticas públicas institucionales promueva la construcción colectiva y permita la edificación de escenarios propicios para que actores institucionales y otros no gubernamentales trabajen de la mano. De esta manera, se ha vivido la lucha por parte de las mujeres para vencer las inequidades de género. Todo un proceso que aún no termina y debe concluir con la construcción de una nueva sociedad que tenga como
bases las relaciones solidarias, libres y entre iguales, tanto en lo económico, lo político y lo cultural. Mi madre, mi hermana, Florence Thomas, las modelos de Soho y el resto de mujeres mencionadas en este ensayo son gestoras de importantes transformaciones sociales. Son ellas las que contribuyen, a veces sin darse cuenta, en políticas institucionales que permiten la transformación de problemáticas estructurales a través de iniciativas ciudadanas y gubernamentales. 1. “Nos vamos alejando de la época en que las identidades se definían por esencias ahistóricas: ahora se configuran más bien en el consumo, depende de lo que uno posee o es capaz de llegar a apropiarse”. García Canclini, 1995, Consumidores y ciudadanos. En Conflictos Multiculturales de la Globalización. Editorial Grijalbo. 2. Ver Escobar, A. (1999) El final del salvaje: naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología. 3. “Con la expresión política cultural, nos referimos entonces al proceso por el cual lo cultural deviene en hechos políticos”. Escobar, A. Movimientos Sociales de América Latina. En: El final del salvaje: naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología. 4. Ver video http://www.youtube.com/ watch?v=Ul9rvsxY1Wc
Cultura ciudadana
¿Cómo se diseña? A principios de la década de los años noventa, Bogotá presentaba altos índices de delincuencia e intolerancia. Por ello Antanas Mockus implementó su política ‘Cultura Ciudadana’, con la que mejoró notablemente la calidad de vida. ¿Cómo fue? Nicole Chapaval Comunicación y políticas culturales /Sexto semestre
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n el primer periodo de gobierno de Antanas Mockus en Bogotá, de 1994 a 1997, se implementó una política cultural que intentaba combatir la violencia y que hacía parte del plan de desarrollo “Formar Ciudad: Cultura Ciudadana”. En el año 2001 el objetivo de Cultura Ciudadana fue también contemplado dentro del plan de desarrollo “Bogotá para vivir todos del mismo lado”, que duraría hasta el 2004. Entendemos la Cultura Ciudadana como el conjunto de valores, comportamientos
y actitudes de los individuos frente a la sociedad, que determinan la calidad de vida y convivencia en comunidad, tienen efecto sobre el patrimonio cultural y permiten (o no) proceder a las personas mediante el reconocimiento tanto de sus derechos como de sus deberes. La idea de Cultura Ciudadana parte de la hipótesis de la fragmentación entre ley, cultura y moral. Aquí debemos detenernos para explicar la importancia de estas tres partes en una sociedad, ya que la ley es una imposición para todos, la cultura comprende al grupo y la moral, al individuo. El objetivo principal de esta política era lograr reunirlas sin transformarlas pero sí modificando algunos hábitos en las personas, promo-
viendo la conciencia social para inculcar la importancia del cumplimiento de las normas básicas de convivencia. Todo esto con el fin de regular su comportamiento y facilitar el proceder en sociedad. Cuando se implementó, se reforzaron la interacción entre desconocidos y las relaciones entre autoridad y ciudadanos, entre otras, teniendo en cuenta que de ello depende el funcionamiento de lo público. La comunicación fue muy importante para lograr que marchara porque comunicación es interacción intensificada, lo que genera que los ciudadanos se sientan parte del sistema, formando sentido de pertenencia a través de la identificación. Evidentemente la abundancia de información era la base de todo, principalmente porque le permitía a la gente conocer tanto sus derechos como sus responsabilidades, y ese es el punto de partida para aproximarse a la democracia. Para la formulación de las metas, las políticas y las estrategias del objetivo Cultura Ciudadana, contemplado en el Plan de Desarrollo ‘Bogotá para vivir todos del mismo lado’, el equipo de gobierno se basó en dos fuentes que vale la pena recordar. En primer lugar, el programa de gobierno que el entonces candidato Antanas Mockus sometió a consideración de los ciudadanos, fue respaldado por el 43,73% de los electores. Y en segundo lugar, un diagnóstico preliminar de los avances y problemas en diferentes campos relacionados con la convivencia, la cultura democrática y la oferta cultural, recreativa y deportiva en el Distrito Capital. Para este diagnóstico se tuvieron en cuenta, por una parte, los estudios de la Misión de Reforma Institucional de Bogotá (año 2000) y, por otra, los resultados de una encuesta realizada en enero de 1998, para evaluar el impacto del programa de Cultura Ciudadana de la primera administración del alcalde Mockus. Esta encuesta mostró, entre otros aspectos, una percepción altamente positiva de los ciudadanos acerca de este programa. En efecto, aparte de calificarlo como el mejor de dicha administración y expresar la necesidad de darle continuidad, la mayoría de los encuestados destacó avances importantes en lo que respecta al trato de la policía hacia los ciudadanos: el respeto por las normas de tránsito, las relaciones entre conductores y peatones y la actividad cultural en la ciudad”1. Lo anterior se puede contrastar con la forma como la Cultura Ciudadana imponía las sanciones. Para que un correctivo no fuera represivo, se empleaba la comunicación, base del funcionamiento de esta política. En el caso del tránsito los procedimientos eran así: si un conductor cometía una infracción, inmediatamente intervenía un mimo para señalarle que estaba haciendo algo mal, de una manera teatral e incluso simpática. Esto se convertía en una sanción moral (que recae sobre el individuo). Si el ciudadano no corre-
gía su error en ese momento, el mimo estaba acompañado de unas personas con pitos que iniciaban una sanción cultural. Como éstos son llamativos, ya no solo afectaban a alguien en específico sino a un grupo particular. Y si definitivamente esta persona omitía los señalamientos, aparecía la ley para imponer un castigo legal, pero esto solo sucedía en casos extremos ya que antes de llegar a ese punto, el ciudadano ya había tenido varias advertencias por parte de gestores culturales que, de hecho, eran sus iguales. Evidentemente la participación ciudadana inmersa en este tipo de políticas públicas y culturales colabora con el mejoramiento del entorno y ayuda a construir ciudades más amables y en las que se es más fácil proceder. La Cultura Ciudadana evalúa y redefi-
ne el concepto de “ciudad”, transformando a sus ciudadanos en individuos funcionarios y gestores sociales. A pesar de lo anterior, la ejecución del plan de Cultura Ciudadana, si bien redujo la cantidad de delitos y muertes violentas, tuvo fallas en cuanto a datos estadísticos en algunos casos. No existe información formal que demuestre el porcentaje de personas que conoce, acepta y obedece las normas de convivencia; por esta razón el gobierno instauró un sistema de medición para tener control sobre las prácticas que se estaban introduciendo en la sociedad y así poder calcular su efectividad. Para medirla “se definieron una serie de dimensiones, indicadores y variables en los siguientes campos temáti-
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cos: conocimiento, actitudes y percepciones sobre las normas básicas de convivencia; seguridad; actitudes y percepciones sobre la convivencia y la seguridad en Bogotá; cultura tributaria; cultura democrática y cobertura de la oferta cultural, recreativa y deportiva del Distrito”2. Dentro de las normas de convivencia se encuentran las referentes al tránsito, siendo una de ellas la que remite a no conducir en estado de embriaguez. El gráfico expone los datos de las muertes por accidentes de tránsito en Bogotá desde el año 1991 hasta el 2008 (ver gráfico arriba). La mayoría de los datos fueron extraídos de un informe llamado “Seguridad vial, una problemática para los jóvenes de la ciudad”, que realizó el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, específicamente la licenciada Adriana Cáceres. Sin embargo, también hay información tomada de la página web de Movilidad Bogotá, de un informe del Observatorio de Movilidad de la Cámara de Comercio y del material de archivo de eltiempo.com. Los resultados son más que claros. Durante los años del primer gobierno de Antanas Mockus (1994 – 1997), en los que se implementó la política de Cultura Ciudadana, los índices de mortalidad por causa de accidentes de tránsito se redujeron de manera notable, y evidentemente de ahí en adelante las estadísticas indican que la situación fue mejorando. Esto es importante si se tiene en cuenta que más adelante, entre los años 2001 y 2003, el ex rector de la Universidad Nacional volvió al mando de la alcaldía. Lo anterior demuestra la efectividad que puede llegar a tener una política cultural bien implementada dentro de una sociedad. Es evidente que la imposición de nuevas leyes, el incremento en personal de la policía y demás medidas como éstas, no necesariamente son las únicas capaces de generar cambios en el funcionamiento de una ciudad. Es claro que el punto está en pequeñas modificaciones en los hábitos de los
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Fotografías: http://www.morguefile.com
Sergio Silva Comunicación y políticas culturales / Sexto semestre
ciudadanos, pero ¿cómo se interviene para transformar dichos hábitos? La clave está en lo simbólico, en incluir al ciudadano dentro de los procesos que colaboran al funcionamiento de la sociedad con detalles que podrían parecer insignificantes a simple vista, pero que son los que nos hacen sentir que somos parte de algo. Así se logra el buen ejercicio de las relaciones entre Estado y sociedad: si las personas conocen sus deberes y derechos entienden que convertirse en gestores culturales, en determinadas situaciones, puede beneficiarlas a largo plazo; esto sucede cuando se es consciente de que el bien colectivo prima sobre el individual. Sin embargo no todo recae sobre los ciudadanos. Es importante tener un gobierno fuerte, que suministre la información necesaria para su comunidad, valiéndose de la comunicación como herramienta elemental para fortalecer los lazos entre el poder y la sociedad de una manera democrática. Todo esto con el objetivo de lograr la debida articulación de todas las partes para trabajar en equipo por una mejor ciudad. 1. Observatorio de cultura urbana, comisión de cultura ciudadana. Instituto distrital de cultura y turismo, Alcaldía Mayor de Bogotá. (Abril de 2002). La cultura ciudadana en Bogotá. Recuperado en junio de 2011, de http:// habitat.aq.upm.es/boletin/n21/bogota.pdf 2. Observatorio de cultura urbana comisión de cultura ciudadana. Instituto Distrital de Cultura y Turismo. Alcaldía Mayor de Bogotá, D.C.(2002). Resultados de la primera aplicación del sistema de medición. Líneas de base y metas del objetivo de cultura ciudadana del plan de desarrollo 2001 – 2004. En Bogotá para vivir todos del mismo lado”. Recuperado en junio de 2011 de http:// habitat.aq.upm.es/boletin/n21/bogota.pdf.
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a lectura y la preservación de documentos han sido desde tiempos inmemoriales una de las principales herramientas para forjar una identidad nacional, para tejer, como dice Jesús Martín Barbero, “un relato de memoria común que posibilite a los colombianos de todas las clases, razas, etnias y regiones, ubicar sus experiencias cotidianas en una mínima trama compartida de duelos y de logros”1. Pero es justo ese relato nacional el que hace falta en un país que ha optado por aprehender un discurso basado en la violencia y en la exclusión, cimentadas desde la conquista de este “nuevo mundo”. Una “violencia de la representación”, como la llama Martín Barbero, es aquella a partir de la cual se construyó el Estado en Colombia, la cual empezó a fijar sus pilares desde que los españoles anclaron sus barcos repletos de feroces perros y filudas espadas empuñadas por los más despiadados ibéricos que abrían caminos valiéndose de su poder beligerante. Pizarro, Orellana, Ursúa, Cortés, y toda la multitud que se radicó en estas tierras, fueron los fundadores de esa violencia y exclusión que en ocasiones parece haber quedado impregnada en nuestro proceder, aunque nuestra memoria se niegue a reconocer nuestra historia y cultura. Pero es precisamente ese uno de los propósitos fundamentales de la política cultural “Política de lectura y bibliotecas”: evitar que las generaciones presentes y futuras pierdan esa noción histórica y se queden sin memoria. Y para hacerlo alberga tras de sí un proyecto que le apuesta a la lectura, la información y el conocimiento, así como a la conservación y divulgación del patrimonio
Entre lecturas y bibliotecas
Las políticas culturales pueden preservar nuestra cultura y conservar la memoria histórica por medio de la lectura y el conocimiento. documental a través de la creación de bibliotecas, como soluciones propicias para elevar el crecimiento intelectual y cultural de los colombianos, más ahora cuando estamos en una era caracterizada por lo efímero, cuando las manifestaciones culturales son sometidas a valores que dinamizan el mercado. Un consumo basado en el entretenimiento y en la sorpresa es lo que lo caracteriza, convirtiéndose en un eje central para definir la identidad. Bibliotecas como espacios públicos La llamada globalización induce a su vez a reivindicar lo local dentro de una nación, a buscar nuevas formas de promover nuestra cultura, de apropiarnos de ella. Por esa razón, la política tratada tiene como objetivo abrir y mantener espacios que brinden el “acceso de los individuos y las comunidades a las fuentes universales de información y conocimiento”2. Son lugares de participación que aceptan a toda una comunidad que siempre ha querido ser escuchada. Un acto simbólico que permite la integración de ciudadanos. “La biblioteca pública es el agente más eficaz para distribuir y generar capital cultural de forma equitativa entre todos los miembros de una sociedad en un mundo cada vez más globalizado”.3
Se podría afirmar, entonces, que es la apertura de un ambiente que intenta combinar lo local y lo translocal; es un espacio público real de libre acceso que intenta conjugarse con los circuitos públicos virtuales. Es esa una de sus metas: “ampliar la conectividad en el país, ya que hasta el momento sólo en 37% de las bibliotecas públicas está conectado a Internet, lo que dificulta y limita las posibilidades del trabajo en red del sistema de bibliotecas, así como las posibilidades de seguimiento, formación continua y acceso equitativo y universal de la población a la información y al conocimiento” 4. Es decir que son lugares dispuestos a acoger el advenimiento de la cultura digital. Para ello, promulga una articulación entre nación, departamentos y municipios, partiendo del reconocimiento de nuestras desigualdades económicas, sociales y de avance tecnológico. Como solución se propone un trabajo en red como la mejor forma para lograr el desarrollo bibliotecario. Significa “descentralizar” la cultura; democratizarla estimulando la participación ciudadana. “La conectividad debe ser aprovechada mediante interacciones, para poner en diálogo museos, bibliotecas, centros de documentación, archivos, fonotecas, radios comunitarias y múltiples espacios de información como parte de un proyecto ambi-
cioso del conocimiento”5. Hasta ahora, más de 40 mil publicaciones se han digitalizado, rompiendo así la concentración de material por parte de las grandes bibliotecas de las principales ciudades. Es una apuesta a integrar cada municipio de Colombia, a crear un discurso común donde quepa todo ese pluralismo moral y cultural, además de generar un sentido de pertenencia a través de un conocimiento que fabrique rasgos de identidad. Y la utilización adecuada de las nuevas tecnologías puede ser el medio que vincule los lugares periféricos con las principales metrópolis, permitiéndoles establecer redes de comunicación que los haga sentir parte de una nación y no una población relegada. Esta búsqueda de inclusión también adhiere una interesante propuesta que abarca poblaciones indígenas. El objetivo es que estos grupos se sientan parte del conglomerado nacional a través del acceso a las bibliotecas, pero también promoviendo la producción y difusión de literatura en sus lenguas nativas. Pero para lograr una inclusión y una creación de identidad, se hace necesaria la intervención estatal a través de entidades territoriales que asuman la responsabilidad de trabajo con redes departamentales y locales, y que fomenten, además, la participación de la población y la inversión privada. visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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Para ello, la Ley 1379 (Ley Nacional de Bibliotecas) establece que la biblioteca pública es una obligación que deben garantizar las administraciones territoriales y nacionales en un término máximo de dos años. Se vale del artículo 350 de la Constitución que prevé que “el presupuesto de inversión –entendiéndose que el presupuesto contiene por obligación un componente de gasto público social o inversión social– no puede disminuir con relación al gasto total del presupuesto del año inmediatamente anterior”, con lo cual las bibliotecas públicas deben tener asignaciones constantes de los presupuestos públicos; y del artículo 366 que contempla que “en los presupuestos de la Nación y de las entidades territoriales el gasto público social debe ser prioritario sobre cualquier otra asignación”. De manera que en la asignación nacional de dineros para la cultura, las bibliotecas tienen trato preferente.6 Lo anterior se desenvuelve dentro del marco de la Constitución de 1991, que a diferencia de la de 1886 (en la que la alfabetización no es un objetivo, la educación pierde su carácter gratuito y obligatorio y queda sujeta a la religión), promueve las libertades y proclama un país pluriétnico y multicultural que “facilita la participación de todos en decisiones que afectan la vida económica, política, administrativa y cultural de la nación” (artículo 2). Así mismo, la política de lectura y bibliotecas se acoge a los artículos 7, al manifestar que “es necesario diseñar políticas con los grupos humanos que tienen maneras diferentes de abordar la lectura y la escritura como lo son las poblaciones indígenas y otras con lenguas propias”; 67, que plantea la educación como derecho fundamental, y 70, que se refiere al deber del Estado de promover y fomentar el acceso a la cultura en igualdad de oportunidades. También alberga la Ley General de cultura que garantiza la recuperación, preservación y acceso a la memoria colectiva del país. Revivir memoria, formar ciudadanos, fomentar cultura Conservar la memoria es una tarea difícil, más aún cuando los medios de comunicación varían su contenido constante-
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mente, abriéndonos puertas de otras civilizaciones. Por eso, con la preservación del patrimonio biográfico y documental, las nuevas generaciones tendrán la oportunidad de conocer su cultura a través distintos formatos (sonoro, visual, escrito). Pero sin duda alguna, para que eso sea posible, es menester, primero, eliminar las cifras que indican rastros de analfabetismo, propósito que también expone esta política mediante una coordinación con el Ministerio de Educación; y segundo, establecer políticas y generar condiciones que permitan la consolidación de una sociedad lectora, crítica y autónoma. Porque es esta quizás la mejor manera de redefinir las relaciones entre el poder y sociedad, de romper los cánones impuestos, formando ciudadanos críticos y conocedores de la realidad del país y la historia que tras él se esconde. Para hacerlo, como bien lo arguye la política, hay que formar a la primera infancia y apoyar su educación a través de la lectura. Sin embargo, la tarea resulta imposible si no se fortalecen los procesos de formación de aquellos encargados de promover la lectura y la utilización de las bibliotecas: los gestores culturales. Ellos son quienes “viabilizan, despiertan, germinan y complejizan los procesos culturales”7. Son quienes deben aplicar las metodologías adecuadas para proporcionar una planificación estratégica que permita llevar a cabo proyectos socioculturales en contextos específicos. Pero, ¿en qué medida es posible ejecutar este tipo de proyectos cuando los gestores culturales escasean o no tienen una formación apta? El panorama queda claro con cifras que no auguran un futuro prometedor: “…Según información suministrada en el año 2007 por Ascolbi DESGLOSAR, sólo el 9% de los bibliotecólogos están vinculados a las bibliotecas públicas (…) Los cargos de bibliotecario público son asumidos sobre todo por bachilleres, su formación técnica es mínima, tienen una gran rotación o movilidad, y cuentan con contrataciones temporales sin continuidad”. Visto de esa manera, aún falta un verdadero compromiso gubernamental para hacer viable este tipo de políticas,
que evidentemente no ocupan un puesto privilegiado en la lista de asuntos estatales. Lo confirma el presupuesto del Ministerio de Cultura para 2011, en el que a la implementación del Plan Nacional de Lectura y bibliotecas a nivel nacional, se le destinan 7 mil millones de pesos, que si bien es una suma importante, es insuficiente para que se efectúe una política que abarque los 1.102 municipios colombianos con todas las herramientas que ella requiere: dotación de libros y de computadores, formación de gestores y educadores, expansión de canales de distribución, fortalecimiento de plataformas tecnológicas que faciliten la interconexión de redes entre bibliotecas… Todas estas metas son mencionadas al citar el documento Visión Colombia 2019 coordinado por el mismo Departamento Nacional de Planeación, que como su nombre lo indica, son algunos de los propósitos a cumplir dentro de ocho años. Tal vez –y seguramente– se requerirán altísimas dosis de paciencia para que el conocimiento y la cultura se democraticen por completo. 1. Martín-Barbero, J. (2001). Colombia: Entre la retórica política y el silencio de los guerreros. Revista Número. No. 31. 2. Ministerio de Cultura de Colombia. Política de lectura y bibliotecas públicas, 6. Recuperado el 4 de junio de 2011, de http://www.mincultura.gov. co/?idcategoria=36186# 3. Alcaldía Mayor de Bogotá D.C. Secretaría de Educación del Distrito.Plan estratégico de Red Capital de bibliotecas públicas. Recuperado el 1 de junio de 2011, de http://www.biblored.edu.co/files/ images/contenido/PLAN%20ESTRATEGICO%20 BIBLORED%202009.pdf 4. Ministerio de Cultura de Colombia. Política de lectura y bibliotecas públicas, 10. Recuperado el 4 de junio de 2011, de http://www.mincultura.gov. co/?idcategoria=36186# 5. Ministerio de Cultura. Ley de Bibliotecas, 21. Recuperado el 4 de junio de 2011, http://www. bibliotecanacional.gov.co/recursos_user///documentos_ bnc/ley-de-bibliotecas.pdf 6. Ibídem. 7. Licona Caple, W. Gestión Cultural y Universidad. Facultad de filosofía y humanidades-ASCUNEspecialización en gerencia y gestión cultural. Recuperado el 3 de junio de 2011, de cultura.iteso.mx/ interuias2003/docs/gestion_cultural.doc
MARTA TRABA
Un patrimonio cultural
“Yo tengo la codicia de las imágenes. Debe ser tal vez porque los bienes materiales me importan poco o nada y prefiero acumular ese río más puro, líquido, impalpable, fluyente, de lo bello y emocionante” Marta Traba, 1964
Diana M. Salazar
Historia del periodismo en Colombia / Séptimo semestre
Cuando se habla en este programa de cosas hechas por las manos, inmediatamente la imagen que tiene el público es la del artesano. Tratar con lana, hilos, maderas significa también referirse de algún modo al arte popular pero yo quisiera clarificar términos como artesano, artesanías, arte popular, porque esos términos nunca están suficiente o debidamente definidos”. Desde el taller de la tejedora colombiana Olga de Amaral,
Marta Traba empezaba así la edición 18 de su programa Historia del arte moderno contada desde Bogotá, en 1983. Pero aquella no fue la primera aparición de esta crítica de arte argentina en la televisión. Treinta años atrás llegó al país junto a su esposo y escritor Alberto Zalamea y sus dos pequeños hijos, Gustavo y Fernando, para quedarse por un tiempo. Es la mujer de espíritu errante que vivió en Buenos Aires, Bogotá, París y Madrid, entre otros lugares, por convicción personal o por razones políticas. Es quizás todavía la mujer más importante dentro del análisis del arte latinoamericano.
Traba, con su característico cabello color ébano, su corte de pelo tipo francés y cuya mirada jamás se inmutó ante los juzgamientos o las censuras, llegó a Bogotá en 1954. Según su biógrafa más destacada, Victoria Verlichak (2001), antes de trabajar junto a los Castaño Valencia, Traba conoció a Álvaro Mutis, jefe de publicidad en ese momento de la empresa Esso Colombia. Decidió invitarla a participar en un programa de radio llamado Cincuenta años de progreso, cuyos guiones fueron escritos y leídos por ella. Paralelamente Mutis apoyó otro programa, Cómo nacen las estrellas, en el cual Traba entrevistó a industriales y empresarios. Después de estos visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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dos primeros trabajos Mutis le dijo que debería empezar a hacer programas sobre arte, y así comenzó su relación con Gloria Valencia de Castaño y su esposo Álvaro Castaño Castillo. Según Beatriz González, la amistad de Marta Traba con doña Gloria fue fundamental para llegar a la televisión y a la radio. Posterior a estas primeras experiencias pasó a la HJCK. De acuerdo con Álvaro Castaño Castillo, fundador de esta emisora, “cuando la HJCK salió al aire en 1950 encontró que la radio colombiana destinaba una proporción muy precaria a la divulgación de la literatura, las artes plásticas, el teatro, la música y en general todos los elementos que constituyeron lo que habitualmente construimos como cultura. Ese propósito me llevó a invitar a personalidades muy salientes, con características de estos programas que divulgaran su especialidad. Dentro de ellos estaba Marta Traba. Yo ya tenía conocimiento de sus valores estéticos extraordinariamente valiosos”. Inició en los micrófonos de la emisora un curso de examen y análisis de los pintores colombianos y de su obra, replanteando la jerarquía de los autores y analizando uno por uno sus verdaderas condiciones artísticas. Para Castaño, ella realizó una clasificación o ranking que causó un revuelo extraordinario en Colombia y aún hoy se oye el eco de las protestas que causaron sus juicios en el campo de las plásticas. La HJCK fue la primera emisora en tener un curso de análisis de arte, lo cual resalta la importancia de Traba en la emisora recién inaugurada. Gloria Valencia mencionó que “Marta Traba empieza a reescribir la historia del arte en el país, puso adjetivos a los artistas y enfrenta a la audiencia con cosas que nosotros no imaginábamos”. En 1955 y durante la dictadura de Rojas Pinilla, doña Gloria la invitó a trabajar en la televisión. De hecho Traba también fue una de las pioneras en el surgimiento de este medio. Su primer trabajo fue en el programa de viajes La rosa de los vientos, junto a Jaime Tello, donde a través de mapamundis elementales hablaba sobre las grandes ciudades. Otro de sus proyectos fue el Museo imaginario en el mismo año. En 1956 realizó junto a Gloria Zea El lápiz mágico. Sin embargo, sus programas también fueron víctimas de la dictadura de Rojas Pinilla, por lo cual en 1957 fue censurada y expulsada de la televisión debido a sus posturas contundentes y contestatarias. Volvió en 1958 con un nuevo programa, Curso de historia del arte. Uno de los fragmentos del programa que todavía se recuerda dice: “Todos los cursos siguen siempre un método; son más bien una orientación general que puede resumirse de la siguiente manera: tenemos ante nosotros un mapa en blanco donde aparecen, vacías, las distintas partes del mundo (…) el pasa-
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do es una especie de rompecabezas, donde cada pieza debe ajustar con la compañera para formar el todo”. Antes de finalizar la década de los años cincuenta se contaron tres trabajos más en televisión: Visita a los museos, El ABC del arte y Ciclo de conferencias. Otra de las tantas controversias que causó cuando llegó al país fue el apoyo a pintores como Alejandro Obregón, cuyos cuadros en principio no convencieron a la crítica tradicional colombiana por su nivel de abstracción. Ella, influenciada por el arte abstracto producto de sus estudios en histo-
ria del arte en La Sorbona de París, creó un distanciamiento con otros pintores nacionales en especial con Ignacio Gómez Jaramillo o Pedro Nel Gómez, pertenecientes al grupo Bachue y cuyo trabajo era fuertemente influenciado por el muralismo mexicano del pintor Diego Rivera, trabajo por el cual Traba no se sentía fuertemente interesada y por el contrario lanzó fuertes comentarios sobre esta corriente. No hay que olvidar que ella también fue una escritora reconocida aquí y en Estados Unidos. Escribió siete novelas, un libro de poesía y dos cuentos; además publicó 22 volúmenes de crítica e historia del arte y otros 1.200 textos periodísticos y ensayos sobre las artes visuales en revistas como Mito, Semana, Eco y La Nueva Prensa. Igual-
mente fue profesora en más de 25 universidades de América y fundó el Museo Nacional de Arte Moderno de Bogotá, MAMBO, y luego, en 1965, el Museo de Arte de la Universidad Nacional. Ese año se terminó su matrimonio con Alberto Zalamea, pero en 1969 su vida volvió a cambiar cuando conoció a Ángel Rama, un crítico literario uruguayo que fue su compañero y con quien moriría en el vuelo Madrid-Bogotá 14 años después junto a otros intelectuales, el 23 de noviembre de 1983. Luego de interminables viajes, escritos y enfrentamientos en el campo del arte y la política cultural colombiana, Marta Traba decidió volver a la televisión invitada por Rodrigo Castaño, hijo de los Castaño, quien dirigía un nuevo programa de arte, conjuntamente con Inravisión y Colcultura: Historia del arte moderno contada desde Bogotá. Según Eduardo Serrano (2002) “el público era hipnotizado por ella, le fascinaban los temas que tocaba acerca del arte y la cultura sin entender absolutamente nada de lo que ella decía”. Este proyecto fue inspirado en la serie del crítico Robert Hughes The shock of the new de 1982. Muchas de estas grabaciones fueron seleccionadas en Washington y el Departamento Audiovisual de la OEA. No obstante estas trasmisiones se realizaron diez meses después de su muerte. Fueron veinte capítulos, todos en un lugar distinto de Bogotá. Algunos de esos lugares fueron el Monumento de los Caídos en Puente Aranda, la Universidad Javeriana o los talleres de artistas que ella apoyó incansablemente, como David Manzur o Bernardo Salcedo. Al igual que las locaciones, variaron los temas: desde los artesanos hasta la geometría sensible, el hiperrealismo, la nueva figuración o el arte conceptual. Para Verlichak, Traba “supo moverse con comodidad en ese medio del que fue pionera y obtuvo su popularidad en los años cincuenta. Autora de su propio libreto, que no leía a cámara gracias a su extraordinaria memoria y a que sabía qué era lo que decía, se despidió del público colombiano con estos programas didácticos, amenos, históricos. Sin planearlo, dejó su testamento y cerró así una relación que había iniciado casi 30 años atrás con Colombia, que tanto le gustaba porque había que ‘hacerla’ ”.
Referencias Verlichak, V. (2001). Marta Traba. Una terquedad furibunda. Buenos Aires: UNTREF- Fundación Proa Serrano, Eduardo. (2002) Dos más dos no son cuatro. Revista Mundo, 5, 38, 39. Salas, Carlos. (2002). Alterando la historia. Revista Mundo, 5, 7. (1984) Adiós a Marta Traba. Revista Semana. Recuperado el 11 de mayo de 2011 de http://www. semana.com/perfil/adios-marta-traba/61245-3.aspx.
Cla ra E lvira Osp ina ueda bel R a s I ría Ma
Emilia Pardo Umaña
Mujer, soltera o esposa, madre y
¡periodista! Múltiples tareas son las que tienen que llevar a cabo la mayoría de periodistas colombianas, y pese a ello, siempre se han destacado por su excelente trabajo y su profesionalismo. Catalina Sánchez
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Historia del periodismo en Colombia / Séptimo semestre
a mujer, a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido discriminada y ha estado marginada de actividades que se consideraban exclusivas de los hombres. Ni siquiera opinar sobre un tema en particular podía ser aceptado dentro de la sociedad. Con el paso de los años y con la incorporación de políticas y leyes que les permitieran votar o ser partícipes de la democracia, fue cuando la visibilidad de su poder, su capacidad y su visión se fueron consolidando. La labor periodística ha sido un escenario donde las mujeres también han sufrido fuertes discriminaciones, desde el desdén por su supuesta inhabilidad en temas políticos, hasta el acoso sexual o los abusos en zonas de conflicto armado. Sin embargo y a pesar de los obstáculos, en pleno siglo XXI son ellas las que están al mando de la información. Son las mujeres las que lideran el periodismo nacional. Ser mujer y periodista no es fácil. Levantarse muy temprano para arreglar al país con las palabras, brindarle compañía a la audiencia
para que esté informada, tener la esperanza de estar generando un cambio en la opinión pública y, además, llegar a casa a criar a sus hijos, “atender” al marido y procurar sacar tiempo para sí mismas, son algunas de las odiseas por las que tienen que pasar las periodistas colombianas. Y son precisamente esos múltiples escenarios en los que deben estar presentes, lo que las hace ver el mundo, la sociedad y los hechos, con una perspectiva diferente. Según la investigadora y comunicadora colombiana Maryluz Vallejo Mejía, la primera mujer que influyó notablemente en la construcción de opinión pública y que hizo parte del fragor de la labor periodística, fue Emilia Pardo Umaña. A pesar de presentar contradicciones –pues era conservadora pero escribía en periódicos principalmente liberales–, logró con su pluma firme generar debate político, sobrepasando los estándares conocidos en los que las mujeres hacían publicaciones estrictamente literarias. Aunque no estaba casada ni tenía hijos, debió enfrentar continuamente a la esfera social por su “condición” de mujer soltera y de columnista. Emilia Pardo Umaña encabeza la lista de grandes mujeres periodistas que estarían por venir a clamar
ría Ma
n uzá a D n e Jim
por su capacidad y su convicción de poder ser líderes y constructoras de opinión. Y si bien en los años sesenta del siglo XX la participación periodística de las mujeres fue más bien tímida, es en las siguientes décadas cuando se da una verdadera explosión de mujeres periodistas fuertes y críticas. Hoy en día, el hecho de ser mujer tercia la mirada que se tiene del país, de los conflictos y de las maneras de abordar la información. Son muchas las que están a la delantera del periodismo, que dirigen medios o que son reconocidas y respetadas: María Isabel Rueda, Clara Elvira Ospina, Claudia Gurisatti, María Jimena Duzán, Jineth Bedoya, entre otras. Mujeres maduras, preparadas, convincentes y sensibles por la denuncia y la ciudadanía. Todas constituyen un ejemplo del liderazgo de la mujer colombiana. De mirada fija y cálida y con sonrisa juvenil, Erika Fontalvo, es un ejemplo. Barranquillera de cepa, madre singular y periodista, está totalmente convencida de que la mujer cumple un papel invaluable en la labor periodística. Ella despierta al país diariamente con el programa 6 am Hoy por Hoy de Caracol Radio, con su tono firme y contundente. Tras 21 años ejerciendo esta labor y luego de haber pasado por todos los medios de comunicación, se ha consolidado como una de las periodistas más importantes y veraces de Colombia, por lo que constituye un ejemplo de feminidad, constancia y credibilidad. Se acuesta a las ocho de la noche, sacrificando su noticiero de preferencia que es visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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doya h Be Jinet
Vick y D ávil a
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CM&, simplemente porque el médico le recomendó dormir las horas necesarias para ser lo suficientemente saludable. Se levanta a las 3 de la mañana y se dedica a leer noticias internacionales para estar bien informada antes de salir al aire. Llega a la oficina mucho antes que sus compañeros de mesa para repasar los temas del día y una vez que empieza el programa a las 5:30 a.m. hasta la 1:00 de la tarde, acompaña a los colombianos narrándoles los hechos del momento y construyendo historia. Una vez sale del aire, se esfuerza por alejarse de la cabina y de la oficina porque “hay
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que tener un poco de sanidad mental” y se va directamente a su casa a compartir el resto del día con su pequeña hija de dos años y medio. “Es duro criar a una niña tan pequeña por la energía que demanda. Cuando yo me estoy durmiendo, ella se está levantando de la siesta y ‘déle que déle’. Que hay que llevarla al pediatra, que hay que ir al jardín, en fin, una cosa y la otra. Y pues, además de eso también procuro tener un espacio para mí sola, salir con mis amigas y en últimas saco tiempo para arreglar al país. Es difícil, pero trato de tener una vida lo suficientemente equilibrada”. Y es precisamente esa búsqueda por el equilibro y aquellas responsabilidades de género, las que conforman la visión femenina. Para Fontalvo, existe sin lugar a dudas una visión femenina, más no feminista, de hacer periodismo en Colombia. Y esa visión adelanta un compromiso de “profesionalismo, honestidad, veracidad y sensibilidad. Ese toque femenino y suspicaz, de una gran malicia y necesidad de ir al fondo, de descubrir, de meterse, de averiguar, hace que la mujer con mucho más tacto y agudeza pueda plantear un tema determinado. Estoy realmente convencida de que las mujeres, ya no en un tono dulce y amable, sino frentero y veraz, dicen las cosas completamente convencidas y comprometidas y lo saben hacer muy bien con una visión particular y muy propia, no producto ni de lo bonitas ni de lo queridas que son, sino de lo verdaderamente profesionales porque se han ganado un espacio que merece todo el respeto y consideración en el país, de todos los sectores y principalmente de la opinión pública”. La carismática periodista Vicky Dávila, madre, esposa y directora del noticiero de LA FM en radio, y quien también se levanta muy temprano y debe encontrar la forma de ponderar su vida al aire con su vida en familia, coincide con Erika Fontalvo al asegurar que las mujeres periodistas sí suelen ser más agudas a la hora de hacer periodismo, porque tienen más movimiento de sentimientos y pueden ser más comprensivas y tiernas. Afirma que, por ejemplo, cuando se trata de dar una noticia sobre un niño, al ser madre, el impacto y la transmisión es completamente distinta. “Ser mujer le imprime un estilo a la forma de hacer periodismo”. Vallejo Mejía, periodista consagrada en el escenario académico, explica que es la habilidad de la mujer para captar detalles minuciosos y su sensibilidad lo que podría confirmar la manera como las mujeres suelen abordar y narrar los hechos, especialmente los del conflicto armado. Y también ha sido su lucha constante por hacerse respetar y notar, lo que desata en las mujeres periodistas cierta perspicacia y compromiso especial con los sucesos y con la verdad. Fontalvo recalca que “las mujeres periodistas se han ganado sus espacios con trabajo, devoción, dedicación y entrega, porque es
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que además esas mujeres periodistas que salen a la calle y que se mojan, que cubren un acto terrorista y se meten en una protesta, son también madres y esposas y esa dimensión de mujer comprometida en tantos escenarios de su vida, es lo que hace a las mujeres periodistas valiosas, porque tienen espacio para todo y saben asumir con profunda claridad todos los frentes en los que están en ese momento. Muchas de ellas enfrentan situaciones complejas, pero ahí están, con las botas puestas, listas, esforzándose todos los días por hacer de la mejor manera su trabajo, desde la reportera hasta la directora, soportando muchas veces acosos de todo tipo y también asumiendo problemas personales y familiares que son mucho más intensos que en el caso de los hombres, porque a la mujer es a la que le cae el peso de un hogar. Y pese a los problemas y limitaciones, las mujeres que ejercen el periodismo en este país son mujeres valientes, comprometidas, capaces y dispuestas”. Y así como Emilia Pardo Umaña, que fue la primera, o como Erika Fontalvo, Vicky Dávila o Maryluz Vallejo, existen muchas otras mujeres que, por agotador que resulte, no pueden apartarse del periodismo porque éste representa parte fundamental de sus vidas. Porque la denuncia y la verdad son su prioridad. Porque a pesar de sufrir grandes afrentas, amenazas y limitaciones, están ahí dispuestas a descifrar los hechos de manera certera e infalible, pero sensible. Así como ellas, existen muchas otras mujeres. Todas, valientes madres, esposas, profesionales y periodistas.
40 caracteres de linotipo.Vida y obra de
Luis Tejada
Hoy, casi un siglo después de la muerte de uno de los más ingeniosos cronistas que ha tenido el periodismo colombiano, decidimos reconstruir parte de su vida profesional con apartes de sus magníficos textos. Eduardo Bonces
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or recomendación del médico, esa tarde empacó las maletas en el coche y pidió que le trasladaran a tierras más bajas. Pese a que luchó contra las terribles enfermedades que lo aquejaban, debía morir el 17 de septiembre de 1924. Con el coche en movimiento recordó cómo en 1912, cuando tenía 14 años, le negaron el título en la Escuela Normal de Varones de Medellín. Gracias a esto decidió irse hasta Barranquilla, río arriba por el Magdalena. Allí, tras algún trasegar por los periódicos, colaboró con la revista Rigoleto. Este viaje le deja una sífilis, que junto con la tuberculosis y el mal cardiaco, lo llevarían a la tumba. Luis Tejada muere en Girardot, Cundinamarca, donde había nacido el 7 de febrero de 1898. Ese mismo día de finales de siglo, un motín popular tenía en toque de queda a Bogotá. Tal vez por eso y por su educación Tejada fue siempre un revolucionario. En su niñez pasó por muchos de los colegios que ayudó a fundar su padre, un hombre que buscaba una educación liberal y que transmitió ese pensamiento a su estirpe. Su madre, María Isabel de las Mercedes Cano, también educadora, ayudó a su hijo a formarse en el paraíso de las letras. En su juventud después del viaje a Barranquilla y tras recorrer Pereira volvió a Medellín donde comenzó a escribir para El Espectador. Tejada también publicó en Cromos una columna titulada El Curioso Impertinente. “Sí, un día después de meses enteros de pasar sin un centavo aquí en Bogotá, me fui a donde Luis Cano y le ofrecí mis servicios… Luis estaba en su oficina, perdido entre un escritorio repleto de papeles. Era la época de los temblores. Luis, con ‘relativo’ mal humor, me manifestó que estaba muy ocupado haciendo el editorial; que su casa se había venido al suelo; que su familia estaba viviendo metida en un carro de ferrocarril… pero –añadió–
‘escriba algo y tráigalo aquí para ver’”, cuenta en su columna en 1924. Tejada llevó su primer borrador y fue contratado. Desde entonces, después de llevar su crónica al periódico se acostaba en su cama y, dejando pasar el día, esperaba a que llegara la noche para poder ir a algún café. Cuando concebía una crónica llamaba a su esposa Julia de un grito y comenzaba a dictar su próxima publicación. Con su pipa siempre en los labios se echaba en la cama o se recostaba en su sillón y levantaba las piernas para poder pensar. No en vano el maestro de la caricatura, Ricardo Rendón, lo inmortalizó en la portada del Libro de crónicas de Tejada, con los pies sobre una cornisa. Los títulos que expresaba en pocas palabras no son síntoma de temas sin importancia: cada crónica tenía algo que decir, y reflejaba en ellas la nostalgia de un hombre de pueblo que ahora vivía en la fría Bogotá, lejos del primer mundo y lejos también de su tierra. Como casi todos Los Nuevos, Tejada buscaba que la educación fuera extendida a todas las masas colombianas. En 1924, en otra de sus columnas habló emocionado de su nuevo libro: “Las ciento cincuenta páginas que formarán mi primer libro, mi libro de crónicas, son todas contradictorias. Escritas en épocas distintas, bajo distintas impresiones, puestas allí sin orden alguno; la primera de estas crónicas puede estar rebatida en la que la sigue; ésta en la siguiente y así… Es un libro para gente ocupada, que no pueden, que no tienen tiempo de leer los grandes y los famosos libros. Mi libro será un libro para leer en el tranvía; para entretener los ratos ociosos de las muchachas inteligentes…”. Su libro albergaba algunas de sus mejores crónicas, pero el autor tenía las mejores para extenderse, para escribir un libro de literatura, o tal vez un libro de periodismo complejo e intrincado. Luis Vidales en un texto titulado Luis Tejada escribe: “El motivo fue el siguiente: el cable anunció que Tórtola Valencia, la emvisiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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brujada bailarina, se volvió loca improvisando en el tablado de un teatro de La Habana. Tejada, entonces dejó escrita en El Espectador, su casa habitual, una página maestra de impresionante belleza, sobre los misterios del rito. Cuando preparaba, metido en la cama, a la que recurría en cuanta ocasión se le presentaba, su Libro de Crónicas, el único que logró editar, le pedí que incluyera esa breve obra maestra dentro de sus páginas. Y entonces me dijo, con ese tono de mansedumbre que era de su exclusiva y peculiarísima propiedad: ‘No quiero incluirla, ¿sabes por qué? La tengo destinada para un libro; la publiqué como está solo para ganarme unos pesos; pero es solo un aspecto de lo que tengo pensado sobre la danza’”. Tejada era su propio crítico. Al ver que su libro no tuvo la acogida comercial que esperaba escribió el domingo 8 de junio de 1924 en El Espectador: “(…) el joven escritor antioqueño se nos muestra al propio tiempo como un poeta de emotividad agudísima, ultramoderna, y como un ágil disociador de ideas generales. No es la de Tejada una prosa muscular de recias articulaciones; su prosa es toda nervios y toda sensibilidad. El autor posee el arte de rodear las palabras con ese halo de sugestión –musical o pictórica– que tan portentosamente intensifica su capacidad expresiva. Y posee también el don inapreciable de hallar siempre el epíteto que dará a su frase más vida, perfume y color”. El mismo Tejada pensó durante su vida muchos libros, que se perdieron sin ser transcritos por la mente del cronista al papel. “Tengo empezado un libro sobre mi mujer, que me va a quedar bellísimo… Además tengo pensado un drama del pueblo; no de tipos del pueblo sino de almas del pueblo. Por otra parte, para mí cada crónica debería ser un libro. La crónica que escribo cada día la concibo primero como tema para un libro entero. Empiezo entonces un proceso de eliminación y de selección, hasta que llego a la media columna o menos, que es
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lo que escribo a diario en el periódico. Pero en cada crónica hay materia para un libro. ¡Si todos ellos pudieran escribirse!...”, dijo en una entrevista publicada en 1924 en la revista Cromos. Su lenguaje era intrincado, y las palabras, grandilocuentes, expresaban la idea perfecta, aquella que quería plasmar en la mente del lector. Como cronista llegó a ser el mejor para sí mismo: “El mejor cronista es el que sabe encontrar algo de maravilloso en lo cotidiano; el que puede hacer trascender lo efímero; el que, en fin, logra poner mayor cantidad de eternidad en cada minuto que pasa”. Tejada lo consiguió, logró inmortalizar al personaje de la calle, al campesino, a la abuelita y logró como pocos exaltar el espíritu de las masas y luchar desde el periódico hablando sobre esa revolución maravillosa que había ocurrido en Rusia. La época de los zares en Rusia había terminado, un nuevo horizonte de equidad e igualdad para con todos los hombres había nacido en el mudo. Luis Tejada se dejó deslumbrar por esta nueva promesa política y la dejó plasmada en sus crónicas, donde proclamaba igualdad para el pueblo y una conciencia de la clase obrera. El escrito más famoso de Tejada en esta época de su vida es la Oración para que no muera Lenin, una oración para que el nuevo “Cristo Hiperbóreo” no muera todavía a manos de las parcas: “Oh parcas silenciosas, ya que lleváis en vuestros ágiles dedos los hilos de la vida de los hombres detened un instante la tijera tremenda ante ese más puro, más fuerte y más bello de todos: porque ese es Lenin, ¡Nuestro señor!”. El 18 de octubre de 1924, un mes después de su muerte, un amigo de Tejada, quien firmaba como José María, escribió para el diario El Espectador: “Yo asistí al proceso de estudio, de crítica, de recia conquista intelectual que hizo de Luis un verdadero socialista revolucionario. Luis admiraba apasionadamente la revolución rusa como movimiento de rebeldía de los humildes y quizá como espectáculo de una grandeza emocionante. Le asombraba el genio de Vladímir Ilich Uliánov Lenin, en quien veía al hombre antes que al doctrinario y al reformador. Este sentimiento de admiración lo llevó a estudiar las ideas comunistas que para el rico y profundo poeta de la vida, muchacho sin disciplina universitaria, eran hasta entonces una cosa vaga y lejana”. Algunos escritores se consagran en la historia con una obra, una sola que plasma lo que han vivido. Otros nos entregan solo fragmentos de esa consagración, pequeños destellos de una lucidez sin par. Uno de esos ejemplos es Luis Tejada. Estos fragmentos están dispersos en los diferentes diarios para los que trabajó. Hoy, casi un siglo después, retomamos al cronista para reconstruir el pasado con las pistas que nos dejó como migas de pan dispersas en los diarios.
Daniel Guerrero
Historia del periodismo en Colombia / Séptimo semestre
El recuerdo que tengo de su papá es que, por una causa, hay que dejar la vida”. Esta frase de Heriberto de la Calle a Juan Manuel Galán, nos hacen revivir dos de las muertes más dolorosas para Colombia: las de Jaime Garzón y Luis Carlos Galán. El primero, la risa del país; el segundo, la esperanza. Los dos fueron asesinados por alianzas entre las mafias y el Estado. El día de hoy, seguimos esperando que la impunidad no sea la bandera que nos lo recuerde. Casi un año se tardó el país en entender que Heriberto de la Calle y Jaime Garzón eran la misma persona. La caracterización de Garzón era tan perfecta, que su rostro era casi irreconocible cuando se transformaba en el lustrador de zapatos. Garzón aprovechó los defectos de su boca para construir un personaje único. La caja de dientes que le pusieron le permitió sacar algunos de ellos para darle una sonrisa a Heriberto. Su hermana Marisol recuerda que el odontólogo le pidió que fuera al consultorio para ponerle los tornillos en los dientes o sino no iba a poder comer. Él le respondió: “Al contrario, si voy, no voy a poder comer”. Corregir sus dientes era acabar con Heriberto. Heriberto fue el moderador de la contienda electoral en 1998. Pastrana, Noemí y Serpa estuvieron en la mira y en el banquillo de CM&. “¿No le da miedo que esta campaña se le derrumbe igual que el relleno de Doña Juana y el puente de la 93? Dicen que si gana el niño Andrés hay concierto de Rock y que si gana usted hay concierto para delinquir”. Tanto Pastrana como Serpa quedaron sorprendidos y solo pudieron reírse, para disimular la vergüenza que producía la lengua de su entrevistador. Noemí no se quedó atrás. Después de que la candidata llevaba tiempo hablando sobre las bondades de su campaña, Heriberto le mandó un dardo fulminante: “¿Usted no se aburre de repetir esa güevonada todos los días?”. El silencio e incomodidad de Noemí contrastó con las carcajadas de quienes estaban en el set. Heriberto era un irreverente. “La falta que nos hace es aterradora”, dice su hermana Marisol. Nadie se salvó de los reproches y de las críticas de este lustrador. Ni siquiera el comentarista deportivo Edgar Perea. “¿Usted puede llevar esas cosas de oro al Congreso? ¿No le da miedo que se las roben?”. Directo, imprudente, malicioso; así era el lustrador. Era tal su impertinencia, que personajes tan controvertidos como Ernesto Samper o Felipe López no quisieron dejarse entrevistar. Le contó Heriberto a José Gabriel Ortiz que Samper no se dejaba lustrar porque “no, no, ni por el berraco; usted jode mucho”. Un simple lustrabotas ponía en aprietos a los más encopetados políticos del país. Santofimio Botero, Valencia Cossio, Piedad Córdoba y
Heriberto, de la Calle… y de
toda Colombia Reconocidas figuras de la política nacional se sometieron a sus punzantes comentarios, su sonrisa sin dientes y sus agudas palabras. Aún hoy, el país mantiene vivo el recuerdo del irreverente lustrabotas que personificó el periodista Jaime Garzón.
hasta Ingrid Betancourt fueron víctimas de sus mordaces comentarios. En su entrevista con “el niño Andrés” intentó advertirle sobre el problema del paramilitarismo en Colombia. “Después no diga que no le avisé cuando le den en la jeta”, le dijo. El candidato conservador solo esbozó un sonrisa y hoy vemos que el lustrabotas tenía la razón. Los otros personajes de Garzón, Godofredo Cínico Caspa, Dioselina Tibaná, Nestor Elí, todos intentaron advertirle al país lo que se le venía pierna arriba. Contrario a lo que él esperaba en lugar de indagar las atrocidades que denunciaban, se le cuestionó, asociándolo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Parece ridículo pensar que se haya puesto en duda a la única persona que durante el gobierno de Pastrana pudo acercarnos a la paz. La extrema derecha mató a Garzón. Periodistas como Francisco Santos y políticos como Rodrigo Pardo coincidieron en que un ala de extrema derecha al interior de las Fuerzas Militares se alió con Carlos Castaño y el paramilitarismo, para acabar con los sueños de un país, con la risa de una nación. Luis Alberto Rojas, un lustrabotas más del parque Santander en Bogotá, pasó a la historia junto con Garzón cuando le vendió su caja de embolar. Él también tiene parte en la inmensidad de Heriberto. La ropa la compró Garzón en la Plaza España. Pantalones de paño desgastados, camisas con estampados de frutas y flores, así se construyó a Heriberto. Lo demás fue maquillaje, base, para que diera la impresión de estar quemado por el sol y el viento capitalino, y gomina para darle ese aspecto grasoso a su pelo. El diario El Tiempo publicó en 1998 una entrevista de Mauricio Silva a Heriberto, en la que le preguntó: “¿no le da miedo ser tan lengüilargo?”. Atrevido, como siempre, le respondió al periodista: “A mí no me da miedo que me maten, a mí lo que me da miedo, es que me dejen como Navarro Wolf ”. No perdía ninguna; Heriberto, al igual que Garzón, mostraba la cara que todos recordamos, la sonrisa perfecta de Jaime o la sonrisa sin dientes del lustrabotas, pero quienes los veíamos a diario nunca vimos a alguno de ellos con la cabeza abajo;
siempre burlándose de la muerte y de quienes dieron la orden para asfixiar la risa. No se sabía qué era peor: si aceptar la invitación a hablar con Heriberto y exponerse a todo tipo de impertinencias, o no aceptar hablar con él y de todos modos sufrir con los dardos que mandaba desde Radionet o Quac el noticiero. A ellos no se les podía callar con las amenazas; tanto Jaime Garzón como Heriberto, estaban dispuestos a dejar la vida por un sueño llamado Colombia. Mery Garzón, la maquilladora del humorista, sabía desde el día anterior que a él lo iban a matar. Él se lo contó, esa fue su despedida. Al día siguiente, el viernes 13 de agosto de 1999, cinco disparos se encargaron de borrarle la sonrisa de la cara a todo un país. Sin redes sociales ni convocatorias de ningún tipo, la Plaza de Bolívar se llenó de personas que con lágrimas en sus ojos despidieron a Jaime Garzón. Otras, en cambio, recordaban el pedido que días atrás nos hicieron a los colombianos, y así entonaban “quiero morirme de manera singular, quiero un adiós de carnaval”. Una vez más la violencia nos ganó la batalla. Se nos llevó al general de las ideas, al espíritu de la tropa. César Augusto Londoño terminó esa noche su sección de deportes así: “hasta aquí los deportes, buenas noches… país de mierda”. El dolor de toda una nación era inmenso, ya no habría una nueva oportunidad. No pudimos saber cómo habría sido la relación de Lina Moreno con Dioselina Tibaná, la segunda dama de la nación. El “Quemando central”, habría sacado ampollas con un escándalo como el de los falsos positivos; Godofredo Cínico Caspa, habría mostrado que desde varios años atrás había pronosticado que “Uribe Vélez es el dictador que este país necesita”. Heriberto, por su parte, habría dejado en evidencia las barbaridades de Andrés Felipe Arias, el voltiarepismo de Rodrigo Rivera y Juan Manuel Santos, pero ante todo, habría provocado en Uribe un estado de cólera que a lo mejor lo habría llevado a decirle “le voy a dar en la cara, marica”. Heriberto seguro que le diría a Uribe que tanto las “Convivir” como la seguridad democrática son un “huezazo, pero huezazazazo”.
Seguiremos esperando a que la justicia en medio de su cojera llegue a los responsables. Seguiremos esperando que la risa de Jaime se escuche desde donde esté, y seguimos esperando que los colombianos se aprendan el pedazo 10-2 de la traducción wayúu a la Constitución del 91: “Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie, ni hacerle daño en su persona, aunque piense y diga diferente” Pedazo 10-2 de la constitución Wayúu. visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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Con una larga trayectoria, Darío Arizmendi es uno de los periodistas más reconocidos en Colombia. Sus continuas denuncias y su incesante búsqueda de la verdad, siguen aún vigentes después de más de treinta años de profesión.
Otro día más,
despertando al país A Luis Fernando Ardila
Historia del periodismo en Colombia / Séptimo semestre
unque ni su vida ni su carrera periodística iniciaron precisamente en los noticieros y programas matutinos de la radio colombiana, ni mucho menos en la televisión, sí se fue forjando a través de los años en las letras impresas en papel periódico. Fundador del periódico El Mundo, de Medellín; director y presentador del programa de televisión Cara a Cara, y hoy director del programa número uno y más escuchado de la radio, según la Encuesta General de Medios, 6 am Hoy por Hoy, de Caracol Radio, Darío Arizmendi Posada es uno de los periodistas más respetados del pueblo colombiano por su contundencia, veracidad y pasión por la denuncia. Estudió Ciencias de la Información en Navarra, España, y a sus 65 años y con más
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de 30 dedicados exclusivamente a esta profesión, Arizmendi ha conseguido grandes logros, aunque sus oyentes habituales no lo sepan. Ayudó a fundar, en el país Ibérico, el Nuevo Diario, de Madrid. Fue corresponsal del Diario Alcázar en la guerra de los seis días entre Egipto e Israel. Y cuando llegó a Colombia hacia la década de los años setenta, ayudó también a fundar la Facultad de Comunicación Social en la Pontificia Universidad Bolivariana, y fue su profesor hasta 1976. Al siguiente año estuvo a cargo de la editorial Albón S.A; en 1989 trabajó en Nueva York en la Asamblea Ordinaria de sesiones de la ONU como Embajador Plenipotenciario y en 1990 ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Mientras tanto, Yamid Amat empezaba a llenar los espacios radiales mañaneros con un nuevo estilo para hacer programas en Colombia. Con llamadas en vivo y una duración en un principio de una hora, nació
6 am – 7 am. Amat hacía un programa sin precedentes en la historia del periodismo nacional. Las entrevistas a tempranas horas del día a los personajes que hacían parte de las noticias eran una innovación que tiempo después le fue heredada a Arizmendi por el propio Amat en Caracol Radio. Para esa época ya era 6 am - 9 am. Más adelante, el horario del programa se ampliaría considerablemente por su carácter renovador y constructor en vivo de la información. Y luego, en las manos de Arizmendi, pasaría a ser desde las 6 a.m. hasta las 10 a.m., horario aún vigente. Mientras Arizmendi informaba en las mañanas, planeaba al mismo tiempo a qué personaje iba a entrevistar para su programa de televisión que se emitía en las noches: Cara a Cara. Fue en este espacio donde el país conoció cómo era el rostro de Carlos Castaño, célebre por sus actos terroristas y desconocido en su físico.
“Un día recibí una llamada en la que me decían que Carlos Castaño estaba dispuesto a dar la cara y que lo quería hacer en mi programa. Yo desconfié un poco pero acepté. Me llevaron a una finca en el norte del país porque allá tenía que ser la entrevista. El miedo fue enorme, primero porque estaba dentro de un grupo que había cometido masacres y segundo estaba muy preocupado de que el Ejército encontrara el campamento y allí se armara un enfrentamiento”, cuenta Arizmendi con rostro impávido y una mirada fija y penetrante. “Sin embargo, el programa no siguió al aire porque fue en ese momento de la historia cuando el país decidió darle más importancia a las novelas que a los programas de opinión”, continúa Arizmendi. Así, este antioqueño de cepa decidió dedicarse, principalmente, a la radio. Arizmendi en la cotidianidad Su reloj biológico no lo deja dormir más allá de las cuatro de la mañana y la tecnología lo mantiene cerca de los hechos noticiosos, aun en el baño cuando se está afeitando. El Tiempo, El Espectador, El País de España y un sinnúmero de diarios extranjeros más, son el desayuno de cada día en la vida de este periodista. “Mientras me estoy arreglando miro todo esto en el iPad, para tener una noción de la manera como ellos están manejando la información de lo que ha pasado en las últimas horas y es también un rito que hago antes de dormirme. Normalmente siempre veo el noticiero del canal Caracol de las 7 de la noche y el de CM&. Me meto al computador para mirar lo último y en la mañana, ya con todo eso en la cabeza, llego alrededor de las cinco y reviso muy por encima las ediciones impresas, reviso el plan de trabajo que se venía preparando desde la víspera con los integrantes de la mesa de trabajo y también con el productor general y el editor”. A las cinco y treinta de la mañana ya está en la cabina de radio en compañía de quienes conforman su mesa de trabajo: Erika Fontalvo, Gustavo Gómez y Camilo Durán. Comentan un poco qué tal durmieron la noche anterior o de los hechos impactantes del país. Es la emisión del viernes 6 de mayo de 2011. Son las 6 de la mañana y “un feliz amanecer para toda la audiencia que se suma a la presente emisión…” son la palabras pronunciadas por Arizmendi, que le indican a quienes están afuera de la cabina, pero que son parte fundamental del programa, que el trabajo duro ha comenzado y que es hora de empezar a buscar los números de las personas a las que se tiene programado llamar para los diferentes temas del día. Los primeros minutos son los más importantes porque es cuando se comunican con los corresponsales que están por todo el país informando sobre los hechos
más noticiosos. Esta tarea la desempeña el controlador del máster a través de un Avantel. “Cali responda”. “Cúcuta entra luego de Medellín”. “Cali conteste”. Pero tiene prioridad Diego Senior, el corresponsal en Estados Unidos. Para Senior no hay Avantel ni mucho menos una línea telefónica fija. La comunicación con él se hace por Messenger y solo lo hacen los de la mesa de trabajo. Arizmendi sabe que su programa radial y legado de Amat es el número uno en ser escuchado por toda Colombia. Por eso cada día se esfuerza por hacer un programa impecable, porque sabe que Colombia se educó con la radio más que con la televisión. Asegura que “la radio desempeña un papel trascendental porque Colombia es un país de una tradición radial larga, exitosa y muy fecunda. La radio colombiana se destaca en América Latina y en el mundo por ser una radio muy proactiva, de servicio y muy conectada con la realidad y las comunidades”. La radio colombiana marca las agendas informativas de todos los medios de comunicación. Antes los periódicos eran los líderes, pero hoy en día es la radio la que impone los temas, los personajes. Según Arizmendi, “Caracol tiene unos cuatro millones de oyentes. Ni la televisión en sus momentos estelares tiene esta audiencia”, dice con contundencia. La enorme responsabilidad que conlleva dirigir el programa le ha dejado ciertas posturas y movimientos involuntarios. Siempre que habla con algún personaje, su pie derecho sube y baja durante un tiempo mientras entra en confianza con su interlocutor. Lo mismo le sucede a su mano derecha que suele estar metida durante buena parte del día en el bolsillo externo de su saco y con movimientos involuntarios empieza a mover los objetos que allí guarda.
Es la emisión del viernes y todos los escándalos de la semana ya han pasado; desde la destitución de Samuel Moreno hasta las controvertidas declaraciones de la Contralora Distrital que generan un par de comentarios en la mesa: “esa vieja está loca”, “yo no confío en ella porque siempre ha dicho cosas sin sentido”. Los comentarios sobre política paran y de repente Camilo Durán lanza un chiste sexual. Todos se ríen y se acuerdan de que es el último día de la semana. Luego, Grace Vanegas entra a la cabina con un libreto y se lo da a su jefe. El director da el visto bueno y ella, como todos en el programa, procede a leerlo. Pero para el oyente, la usual lectura del guión se hace imperceptible por la manera como los periodistas informan: una narración en la que, con palabras escuetas y sueltas, le cuentan las noticias al público. Arizmendi considera que tuvo la fortuna y la osadía de fundar un periódico y de hacer todo lo que ha hecho en su vida. Es un periodista que no cree en la neutralidad, tampoco en la imparcialidad y mucho menos en la objetividad. Prefiere la honestidad y que en el medio, diga lo que se diga, sea siempre con la verdad. Cree que su credibilidad la ha forjado a través de una formación ética y de unos principios sólidos. Considera que su trabajo responsable marca un profesionalismo que está encaminado hacia una causa y hacia un país. Para cuando son las 10 de la mañana, Darío Arizmendi Posada baja a la cafetería del edificio en donde está la cabina de Caracol Radio y desayuna dos granadillas, un paquete de galletas saltinas y una aromática. Es un personaje de la vida pública: “extraño el anonimato. Es uno de los precios más altos que he tenido que pagar”, dice, con cierta nostalgia.
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Jorge Eliécer Gaitán
¡Yo no soy un hombre, soy un pueblo! El 9 de abril de 1948, su muerte violenta incendió la capital colombiana. El pueblo gaitanista que lo seguía con fervor se enardeció y ocasionó el conocido “bogotazo”. Seis décadas después del crimen, la figura del líder político sigue estando viva en la memoria de cada colombiano. Ingrid Jazmín Hernández Expresión Escrita III / Cuarto semestre
Quién es aquél? ¿El hombre que mencionan en la canción de Krápula? ¿El hombre que fue todo pero que no le dejaron ser nada? Que fue penalista, concejal, diputado, representante, senador, alcalde de Bogotá, ministro de Educación y de Trabajo, y maestro de la Universidad Externado de Colombia. El hombre que cuando murió enlutó a todo el país. Que su más luchado título fue el de caudillo, y si estuviese vivo, el mejor presidente que Colombia haya tenido. ¿Quién era aquél que decía que el hambre no era liberal, ni conservadora? ¿Que en sus oratorias parecía sufrir un trance? ¿Cómo era? ¿Qué comía? ¿De quién se enamoró? Ese domingo, Gaitán salió a trotar al Parque Nacional, como siempre lo hacía a la alborada, para poder cumplir con los pendientes de la agenda, entre los cuales estaba ir al cine dos veces esa semana. Llegó a casa a almorzar a eso del medio día con Amparo, su esposa, y su hija, Gloria. El menú fue pescado con aceite de oliva (su favorito) y un plato generoso de vegetales. Siempre había cuidado su dieta, así que el paso de los años no iba a ser razón para descuidarla. “Tampoco era dipsómano ni tabaquero, que también le gustaba el bolero, y el mambo, pero en especial la quinta sinfonía de Beethoven”, afirma su hija Gloria Gaitán, en su libro Bolívar tuvo un caballo, mi papá un Buick. Al día siguiente, pasos firmes y decididos se escuchaban en el pasillo. Había pocos alumnos esa mañana en el recinto de paredes ladrilladas blancas, puesto que eran jóvenes de una clase prestante muy reducida para la época, jóvenes que anhelaban conocer a su nuevo profesor de Derecho Romano, y vaya sorpresa que se llevaron, pues en
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su universidad, el Externado de Colombia, hacía presencia ni más ni menos que Jorge Eliécer Gaitán. Con aquel potente tono que siempre lo caracterizó, con aquel rugido de un león montaraz, pronunció: “La pasión es la fuerza emocional anclada por una gran fuerza intelectual, nada absolutamente nada funciona sin ella en este mundo, yo me pregunto: ¿Sienten pasión por este país que vieron crecer? ¿Por la gente que los rodea, pobres y ricos? ¿Por los problemas que hay en nuestra democracia? Porque la democracia y la constitución constituyen un binomio inseparable, si falla la primera no hay campo, utilidad, ni necesidad para la segunda, y si falla la segunda pierde su elemento esencial la primera, ¿Queda claro? (…) Recuerden, una vida estudiantil sin privaciones, sin obstáculos, sin el sentimiento provocado de una necesaria liberación, es imposible que dé generaciones fuertes; el conocimiento es el camino para la redención de un pueblo, pues el hombre es el prisma a través del cual se refractan los determinantes del mundo externo”. Así era él, enérgico, decidido, implacable y muy estricto como maestro, cuenta su hija, a quien también le exigió mucho, y quien narra cómo él disfrutaba corregir a sus amigos en cócteles y restaurantes. “Los viernes culturales del viejo Teatro Capitol, situado detrás de la Basílica Primada, eran esperados con ansiedad por tirios y troyanos. Aquel hombre culto, bien vestido al estilo de los cachacos raizales –y él sí que era bogotano de pura cepa–; aquel hombre que fuera discípulo en Roma del mundialmente famoso profesor italiano de Derecho Penal, Enrico Ferri; aquel hombre que en la actividad cotidiana hablaba el mismo lenguaje cultivado de la gente de alcurnia de la capital; aquel hombre se desdoblaba en el escenario del destartalado teatro, arrastraba contra el
paladar las eses y las erres, y cargaba contra las oligarquías con acento mesiánico: ¿Piensan que pueden ellos seguir durmiendo mientras sus apellidos trabajan?, ¡Mamola!”, cuenta Belisario Betancur Cuartas. “Gaitán fue el político de su generación. Aquel que viajaba por el país distribuyendo jabón y pasta de dientes, que les suministraba uniforme a los taxistas. Sí, el que intentó eliminar el uso de la ruana, porque la consideraba una prenda mugrosa que ocultaba una suciedad aún mayor. Que siendo alcalde de la capital salía a la calle al amanecer para asegurarse de que la basura se estaba recogiendo debidamente. Que se preocupaba de que la Calle Real (la Séptima) y sus aceras estuviesen en buenas condiciones para que los transeúntes pudieran llegar a sus quehaceres diarios sin mayores dificultades en la vía pública. Que puso baños públicos para las necesidades más privadas, en el centro de la ciudad”, asegura Herbert Braunen, en la revista Credencial historia N. 96. ¿Y de dónde llegó? De Bogotá, el 23 de enero de 1898, de un hogar humilde conformado por Eliécer Gaitán y Manuela Ayala, y sus hermanos Manuel José, Miguel Ángel, Antonio José, Rafael, Leonor y Rosa. “Hace 63 años que Jorge se fue, y sólo queda el despojo de una tienda de barrio de la que fue su casa. Ahora solo queda esperar que sea demolida en el 2012 para construir la Avenida Hortúa”, cuenta su propietaria actual, Nelly Patricia Leguizamón, la dueña número 21 de esta propiedad. ¿Qué hay de sus años gloriosos? En 1939 fue elegido magistrado de la Corte Suprema de Justicia, en 1940 fue el
ministro de Educación del gobierno de Eduardo Santos. En abril de 1942 fue elegido senador, en septiembre ya era presidente del Senado. En 1943, durante la presidencia de Darío Echandía, fue miembro del gabinete como ministro de Trabajo. En 1944 pudo fundar su tan amado movimiento UNIR (Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria) o Movimiento Gaitanista y su periódico Jornada, desde donde enfrentó a las oligarquías liberal y conservadora.
“Leticia, escritora, la conoció en 1925 cuando tenía 27 años. Él estaba en un palco del Teatro Municipal y la vio, luego la siguió hasta su casa, era la moda de ese tiempo”, dice su primo. “Jorge me siguió hasta la casa. En la tienda de la esquina averiguó mi teléfono. Me llamó muchas veces. Era rebuscado en todo: frases, estilo y vestimenta… me atrajo su talento. Pero al principio, era difícil de entender. Después se convirtió en ese Gaitán suave, sencillo y fascinante que comencé a querer. Se fue para Europa y me escribió religiosamente cada semana. Tuvo que librar su batalla contra opiniones y prejuicios, me contaba todo. Nuestros amores para él fueron un refugio. Me fui para Europa, cuando volví las cosas se arreglaron. Sin embargo, a Jorge no le importaba sino la gloria, se me desaparecía más de una semana. Al fin me llamó y me dijo: cuando estoy en la política no me acuerdo de nadie, y agregó: ‘mira yo seré presidente de este país algún día y haré de Colombia lo que yo quiera’. Durante años fuimos muy buenos amigos, pero otro día me llamó y me dijo: ‘tengo una novia en Medellín, pero tú muy bien sabes que yo no me caso con nadie’. A los tres días se casó…”, le confesó Leticia Velásquez Restrepo al periodista Arturo Abella en una entrevista. “En un viaje a Medellín, Gaitán se enamoró perdidamente de una dama de alto linaje antioqueño, flor de la alta sociedad de Antioquia, la señorita Amparo Jaramillo. Quedó deslumbrado. Y después de unos amores con todo el romanticismo pueril de la vida, se casó con ella. Solo tuvieron una hija en el matrimonio, Gloria, la idolatría del caudillo. Su padrino de matrimonio fue Eduardo Santos, el director del diario El Tiempo en esa época”, narra Agustín Rodríguez. De su muerte solo queda decir que fue el inicio de un largo luto en Colombia que dejó manchadas las calles capitalinas de sangre, disturbio y fuego, y que desencadenaría pronto una oleada de violencia entre liberales y conservadores durante años. Los seguidores de este caudillo tan querido tenían sed de venganza por encontrar al hombre que les había robado todas las esperanzas de tener un mejor futuro. Ese hombre fue Juan Roa Sierra, que murió linchado por la
Fotografías: http://www.wix.com
¿Y de su primer amor?
multitud y luego arrastrado y abandonado frente al Palacio Presidencial el 9 de abril de 1948, día en que Colombia perdió a uno de sus líderes más connotados. Así fue él… Así es hoy Quedan rastros inertes de Gaitán en las calles capitalinas. Los integrantes de la banda Krápula hablaron con una nieta de Gaitán y crearon la siguiente canción en memoria de su muerte y también de sus seguidores. “Hombre esperanza, hombre sueño, hombre libertad, Le llamaban caudillo, de apellido Gaitán, Pánico, confusión, tristeza y decepción, Bogotá en llamas, ciudad a reventar,
Sobre cenizas, desesperanza, poder y arrogancia, Ay no, el pueblo llora su suerte, el pueblo es más que sus dirigentes”. Sí, así era él. Odiaba la pobreza mas no a los pobres, odiaba el analfabetismo mas no al analfabeta, odiaba lo indocto mas no al inculto, odiaba la injusticia mas no a la ley. Hoy, Gaitán sigue vivo. Su sombra aún enseña esa democracia perfecta que quiso construir; su rostro sigue vivo en los billetes de mil pesos que pasan de mano en mano en cada región y ciudad de Colombia; sus enseñanzas fueron el modelo en Argentina, donde el Che Guevara creó su propia revolución; y, por supuesto, sigue vivo en cada pared y escalera del Externado, donde muchas veces enseñó con gran pasión. visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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Víctor Solano, una ojeada al periodismo digital Desde que descubrió lo útil que podía ser un blog digital, Víctor Solano no ha dejado de publicar en él. Este nuevo medio, característico de la era del Internet, se ha convertido en uno de los más recurrentes para ejercer el periodismo con absoluta libertad. David Osorio
Historia del periodismo en Colombia / Séptimo semestre
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no de los pilares de la democracia es la existencia de la libertad de expresión y de la libertad de prensa. Con la llegada de la imprenta de Gutenberg, se dieron las circunstancias necesarias para que se iniciara la masificación del conocimiento y se popularizaran gran cantidad de ideas que de otra forma nunca habrían llegado hasta nosotros. Con el paso del tiempo fueron llegando nuevos, mejores y más refinados medios de comunicación como la radio y la televisión, la cual se coronó como el medio de comunicación por excelencia ya que, como lo explicaba Marshall McLuhan, era un medio de comunicación frío. No había necesidad ni exigencia para el consumidor de la información. No había esa sinapsis necesaria en el cerebro que el canadiense describía como calórica. No había esfuerzo. La lógica del mercado se empezó a apoderar de la información, sustituyéndola por entretenimiento. Los medios de comunicación cayeron en el juego del que antes habían ayudado a salir a las personas: empezó a prevalecer la desinformación o la información tendenciosa y manipulada presentada como imparcial y veraz. Es entonces cuando entra en escena Internet, ese medio de comunicación holístico, anárquico, semicaótico que puso a disposición de cualquiera la información para que fuera verificable, comprobable, rebatida y discutida. Esto supuso un punto de quiebre para el periodismo que se estaba volviendo laxo, perezoso y complaciente, aquel que se aliaba con el poder en un anacrónico intento de supervivencia. Y el periodismo entró en crisis: acceder a la información ahora se podía de manera completamente gratuita, había mejores, más preparados y menos tendenciosos reporteros en el lugar de la noticia y las herramientas de publicación se empezaron a popularizar, como pasó con los blogs y sus derivados. Hubo varias respuestas ante la crisis. Algunos decidieron abandonar finalmente toda rigurosidad en el manejo de la información, ateniéndose al posmoderno paradigma de que “la verdad es relativa” y tomando por bandera “el agnosticismo informativo”. Otros quisieron seguir con el obsoleto modelo de negocio y decidieron que cobrarían por aquello que hasta el momento estaban dando gratis, como lo fue la suscripción al New York Times hace unos meses. Finalmente, están aquellos que se supieron adaptar a los cambios del entorno y a la evolución del periodismo. Ahora obran maravillas con los nuevos medios y las tecnologías de la información y la comunicación. Les llamamos periodistas digitales. Y en Colombia tenemos un gran exponente de esta tendencia. Víctor Solano es periodista y comunicador social. Ha sido edi-
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tor de medios como El Tiempo, Semana, Cambio y Enter. Su blog, ¿Comunicación?, es uno de los más leídos en Colombia y en el mundo hispanohablante. Por eso no es de extrañar que el portal GeeksRoom lo haya ubicado en el puesto número 8 de una lista de los “25 twitteros hispanoamericanos y en español que [se] deben seguir”. Desde 1997 ha estado vinculado a temas de ciencia y tecnología. Empezó en El Tiempo y fue testigo de la evolución del mundo virtual. También ha sido su protagonista: “cuando aparecen los blogs nos damos cuenta de que yo escribía un artículo, mi artículo, no el que me exigía el medio de comunicación, y cinco o seis minutos después de darle enter ya podía llegar el primer comentario. Eso me abrió los ojos de que estaba empezando una cosa totalmente nueva para toda la civilización. Una relación supremamente distinta entre periodistas, lectores, medios y consumo de información y digamos que entonces allí empiezo todo un proceso de exploración no solo en lo técnico, que es lo más fácil. Lo difícil es entender que hay una dimensión de participación ciudadana, de periodismo colaborativo, de fuentes mucho más contaminadas del mismo emisor y viceversa, de que ya no se trata de hablarle de públicos masivos sino de nano-audiencias, de que crear un medio de comunicación ya no es tan costoso como antes, de hecho puede ser gratis, entonces éste es como mi trasegar en eso”. Para tranquilidad del New York Times y demás colegas apocalípticos que consideren que nos encontramos en el principio del fin de los periodistas, Solano asegura que los periodistas seguiremos siendo necesitados, que estamos para quedarnos aunque nuestro rol, esencialmente, va a cambiar. “Esto no va a reemplazar a los periodistas. Éstos van a seguir siendo necesarios para ser editores, supervisores de lo que está allí apareciendo, de verificar si esa información que está allí es real, de verificar cuáles son las motivaciones de quien publica allí. Una cantidad de cosas éticas también”. Porque esa ha sido siempre su guía: escribir. Lo que lo ha impulsado a alimentar tantas veces su blog ha sido la denuncia. “Normalmente hay algo que me llama poderosamente la atención y generalmente es porque toca mis fibras éticas. Por ejemplo, en este momento tengo muchas ganas de escribir sobre este último twit que dice la declaración de Burson sobre el caso de Facebook vs. Google. Hoy se reveló que Facebook le pagó a una agencia que se llama Burson-Marsteller, que es la más grande del mundo, para que desprestigiara a Google, contratando a un blogger precisamente para que revelara unas supuestas sospechas sobre la privacidad que sería violentada por Google en sus usuarios”. Pero los temas que maneja Solano no son exclusivamente sobre redes sociales y lo que pasa en el mundillo de Internet. De hecho, la denuncia suya que más ha prosperado fue cuando le llegó una información acerca de que Piedad Córdoba se encontraba en Venezuela siendo partícipe de las manifestaciones oficiales –de allá–, celebrando ese estalinismo que eufemísticamente es llamado Revolución Bolivariana del Siglo XXI. “Creo que de alguna manera lo que hicimos con Piedad Córdoba... que a mí me llegó una información precisamente con afiches donde ella salía como la figura central en manifestaciones de Venezuela, vestida de rojo chavista, concentraciones públicas en Venezuela cuando aquí en Colombia el Congreso estaba deliberando
Les voy a contar una historia:
mi historia y ella ¿qué hacía por allá? y hubo un cuestionamiento serio que le hice desde el blog. Digamos que eso tuvo un impacto nacional grande y ese post que escribí fue uno de los referentes para todo el debate público que hubo sobre el tema”. O la vez que George Bush Jr. visitó Bogotá y los medios de comunicación decían que todo transcurría en calma cuando en realidad los antimotines repartían agua y balas por igual. “… En la televisión salían los generales diciendo en el noticiero del mediodía que todo estaba en completa calma, total tranquilidad, pero yo salí a la calle y pasó una tanqueta echando bala, casi que sin mirar, casi me pasa a mí encima, yo estaba con mi hijo... inmediatamente lo traje a la casa y yo me salí con mi cámara y todas mis cosas y me fui a cubrir lo que estaba ocurriendo aquí a pocas cuadras y rápidamente hice un reportaje, creo yo, completo, sobre lo que se estaba viviendo solo en ese pedacito, pero donde había balaceras, donde había motos, había persecuciones, había ESMAD... a mí me echó agua el tanque del ESMAD y digamos que eso fue todo lo que no se contó ese día, todo lo que los grandes medios de comunicación omitieron, a propósito o por ignorancia, o por logística incluso, pero digamos que el blog mío contó todo lo contrario, que era real”. Sus artículos han servido para moldear la llegada del periodismo digital (Gay Talese ya se había apropiado del término “Nuevo Periodismo”) –o la virtualización del periodismo– al país. Y eso no implica que esta nueva forma de hacer periodismo ni este nuevo perfil del periodista venga despojado de las clásicas discusiones éticas que siempre han aquejado el oficio de, como lo describe Jorge Cardona, defender la libertad de expresión. “Yo tampoco creo en la objetividad y lo digo en mis conferencias. No creo en la objetividad en el periodismo porque quienes estamos detrás del periodismo somos humanos, somos sujetos, entonces lo que hacemos es subjetivo. Desde el momento mismo en que decidimos contar una historia estamos siendo subjetivos, porque significa que estamos dejando de contar todas las otras historias. Ya elegimos una, o sea que tomamos parte. Luego, cuando estamos escribiendo esa historia, elegimos uno o unos ángulos, descartamos otros. Elegimos una o unas fuentes. Descartamos muchas otras. Entonces todo el proceso periodístico es subjetivo. Lo que sí creo yo es que uno debe ser honesto y ‘honesto’ implica que yo cuente las cosas que muchas veces incluso no me benefician, que incluso no benefician a la posición que yo quiera poner en el artículo. Un buen periodista creo que hace tambalear su propio artículo porque encuentra cosas que le puedan ayudar a tumbar su tesis y eso es paradójico pero hace parte de mostrar la mayor cantidad del espectro de información y es que uno debe tratar que su artículo esté blindado, pero no porque uno le ha puesto un escudo, sino porque resiste más balas. Así entiendo yo la subjetividad. Normalmente a mí me conocen más, no como una persona radical; me ven más bien como una persona conciliadora pero a pesar de eso no dejo de darle palo al que veo que necesita que se le evidencie que está cometiendo una irregularidad”. Víctor Solano se consolida como el paradigma de muchos periodistas que ya han empezado a dar el salto de lo mecánico a lo virtual y de lo que parece que será una nueva era con sus propios retos para el periodismo.
“Estando en Indonesia, al otro lado del mundo y de mi casa pensé que yo sí me merecía esto, que era bueno en lo que hacía y que me iba a gustar el resto de mi vida. Ese fue uno de los momentos más felices de mi vida como periodista”. David Mayorga Marvi Suárez
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Historia del periodismo en Colombia / Séptimo semestre
ontar historias ha sido uno de los más grandes deseos de David Mayorga, quien a sus cortos 25 años de edad obtuvo méritos en su época de estudiante, y ahora como profesional en el periódico El Espectador. Egresado de la Universidad Externado de Colombia, David desde muy joven se caracterizó siempre por hacer las cosas bien, en su casa, con sus padres, con sus compañeros y con sus colegas. Comenzó a estudiar Comunicación Social y Periodismo en el segundo período del año 2004. “Me gustó que en el Externado tuviera cabida la gente sin restricción a sus limitaciones físicas, sociales o económicas”, afirma. No se equivocó y disfrutó cada año de su carrera. A través de su estudio y decidido a contar historias, buscó de una y mil formas lograr su objetivo. Una vez en la Universidad se vinculó a los medios impresos que ésta producía y se encaminó siempre a no ser el mejor, sino a aprender y hacer las cosas como deberían hacerse. Con el tiempo, David comenzó a entender que una de sus más grandes debilidades eran sus estados de ánimo; en ocasiones sufría de momentos depresivos intensos, lo que superó confiando más en él mismo y en su trabajo. Por ello recuerda mucho que “Jorge Fraga fue quien me brindó muchos escapes, por medio de películas y documentales, a la realidad horrible que viví en varios momentos de mi carrera”. Momentos difíciles en la vida ha tenido y muchos. La separación de sus papás, la culminación de una de sus relaciones amorosas más importante y la depresión que en ocasiones lo inundaba, fueron los agentes que lo hicieron madurar y que hoy le dan el prestigio que tiene en su profesión. En la Facultad se hizo merecedor de una gran fama, pues fue becado durante los nueves semestres de la carrera. Además de ser buen estudiante, David también fue monitor, editor de Ex Libris y free lance en la revista El Informativo. “Lo mejor de esa época era saber que, sin importar lo que escribiera, tenía asegurado un cheque a mi nombre. Fue la primera vez que sentí lo que los economistas llaman “seguridad financiera”. De la mano de sus profesores este joven dedicado a sus historias encontró en los trabajos de la Universidad el camino para mostrar su talento y su amor a la narración de distintas formas, estilos e ideas que logró consolidar en escritos cómo: Azúcar Negra y Realities para comprar un país, que se publicaron en la primera edición de Vi-
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Daniel Francisco López Expresión escrita IV / Cuarto semestre
El periodismo puede ejercerse de diferentes maneras. Alexandra Montoya, ex alumna de la Facultad de Comunicación social - Periodismo del Externado, encontró su propia expresión, original y divertida
siones, en 2008 y Los guardianes de la Sierra, que se publicó en la edición 17 de Oráculo, en el primer semestre de ese mismo año. David también fue monitor de algunas materias. “En quinto semestre, fui monitor de Martha Muñoz en su seminario de Historia II. En 2007 comencé a trabajar como monitor de Teorías I, Teorías III y Nuevas Tecnologías. De esa época, además de las experiencias de dictar clase, me queda la cuenta bancaria que me tocó abrir para que me pagaran... Para finales de ese año entré al semillero de investigación por ser monitor de Seminario Proyecto de Grado. Y hasta ahí me duró el impulso, porque comencé a meterme en el énfasis de Periodismo”. Pero ¿realmente se trata de notas o fue la disciplina lo que llevó a David Mayorga a trabajar en El Espectador? En octavo semestre y sin ninguna idea del lugar para hacer las prácticas, David recibió una llamada de Juanita Salamanca, quien le comentó sobre una posibilidad en ese periódico. Emocionado de la eficiencia de comunicaciones del Externado, no dudó ni un segundo en buscar todos sus textos y trabajos, y presentarse allí para una entrevista con Angélica Lagos, la editora de la sección Internacional. Lo curioso es que nunca hubo entrevista; “eso fue lo mejor de todo, porque mientras a mis compañeros en El Tiempo los sometieron a exámenes de actualidad, de escritura y de reconocimientos de personajes, a mí solo me preguntaron si quería escribir. Angélica solo me hizo dos preguntas: ‘¿Has escrito notas internacionales?’ y ‘¿cuándo puedes comenzar?’”. Después de la práctica, David se vinculó del todo al periódico. Actualmente está en la sección de Negocios con su compañero de estudios, alumno y hoy colega Héctor Sandoval. “Hacemos artículos para especiales, para la edición de festivo y dentro de la misma sección; ocasionalmente se trabaja con fuentes de otros compañeros”, explica. En el periódico ha vivido momentos
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interesantes, como lo fue la primera vez que se enfrentó a un consejo de redacción. Ni el jefe ni sus compañeros se encontraban y le tocó a él asumir la responsabilidad. Cuando entró y vio al director del diario, Fidel Cano, y a los demás hablar sobre sus propuestas de trabajo, David, al igual que un primíparo en su primera clase, se escondió; no quería que nadie lo viera o le preguntara algo. A partir de ese momento su seguridad comenzó a tener fuerza y así se dio cuenta de que la profesión era difícil pero no imposible. Durante los años que ha estado vinculado al periódico ha tenido la oportunidad de viajar y cubrir eventos noticiosos en lugares como Indonesia, Estados Unidos, Perú, Guatemala y Panamá. Con su experiencia ha entendido al periodismo de formas distintas: “el periodismo es una profesión de intereses de unos pocos, porque siempre impera la satisfacción de agendas, los egos y las lealtades”. Al mismo tiempo, reconoce que ha sido afortunado en El Espectador, en donde ha tenido la oportunidad de contar historias a través de las noticias, breves u otras notas, al igual que a ser buena persona con todos aquellos con quienes trabaja y comparte a diario. Esa ha sido la fórmula que lo ha llevado a encontrar su satisfacción como ser humano y como periodista. Lo que más recuerda de su época de estudiante es que “fue una de las mejores épocas de mi vida, donde comprendí que podía escribir sobre las cosas que me interesaban, que tenía madera para eso y que la gente lo leía (no necesariamente le gustaba...) (sic). Fue el espacio donde valoré las muchas cosas que quería hacer cuando fuera grande”. Entre los proyectos que tiene hoy día está estudiar portugués, continuar con el guión de cómic que hace junto a un amigo y conseguir una beca para estudiar en el 2012 en los Estados Unidos, además de continuar haciendo lo mejor que sabe hacer el periódico: contar historias.
A
una hora del día, en la que la luz tenue de un atardecer anuncia un pronto descanso, un joven sube a un autobús para dirigirse a casa, luego de haber pasado por un extenuante día de estudio. A eso de las cuatro de la tarde escucha por la radio del vehículo los sonidos de unos insectos que se anuncian con ruiditos tenuemente a una hora en donde la noche está a punto de arribar, dichos “bips” van acompañados de sonetos que los hacen parecer cómicos. Se escucha entonces la voz de una mujer y otros tres hombres saludando a la audiencia e introduciendo los temas que tratará el programa que pretende hacerla reír. De repente, esta voz femenina cambia, tomando el acento de una mujer paisa que al parecer no es muy inteligente. El parlamento de este personaje, hace pensar al muchacho que se trata de una famosa modelo, conocida por su particular forma de hablar. Al siguiente instante anuncian una noticia política; de nuevo la voz femenina sale a colación pero esta vez lo hace con otro acento, con el de una mujer política que dice cosas sin sentido. El joven se pregunta si todas esas voces provendrán de una misma persona y al llegar a la casa descubre que todos esos personajes son creados por una sola mujer: Alexandra Montoya, quien casualmente se graduó de la misma carrera e inclusive en su misma universidad. ¿Cómo ha sido su vida? Se pregunta. Mientras hizo su último año escolar, Alexandra vivió con su padre, Hernando, lo que le sirvió para recordar y aprender a valorar más la labor de su madre: Marina. A mediados de 1990 se enfrentó a la decisión de escoger universidad y carrera. Podía ser la Javeriana, la Jorge Tadeo Lozano o el Externado, en carreras del área de la salud, las leyes y la comunicación. Los inconfundibles jardines que parecen más bien como una jungla metida dentro de la ciudad y el ambiente tolerante en donde las personas pueden expresar libremente sus pensamientos sin opresiones religiosas ni políticas, la enamoraron. En ese momento decidió que
Catálogo de una
comediante la que sería su casa en los siguientes 4 años sería el Externado de Colombia. Para poder ingresar debía entregar los resultados obtenidos en el examen estatal y presentarse a entrevista. Una tarde, vestida de minifalda y chaqueta negra, un suéter de esos que cubren desde la cintura hasta la parte baja de las orejas, atuendo que pretendía no marcar una elegancia extrema, pero que tampoco se iba a los límites de lo informal, llegó a la Facultad. La citaron a ella y a otras cuatro aspirantes. Al ver a un catalán de aspecto algo intelectual que entraba por la puerta, supo que se trataba de José de Recasens, decano en ese entonces. Tuvo un flashback de su niñez, de esos que llegan sin avisar, y recordó las tardes de infancia cuando se sentaba con su padre al frente del televisor a escuchar a este señor hablar sobre el cosmos, la ciencia y otras cosas, acompañado de su inseparable “plumaster”. Recasens los saludó y les pidió que le hablaran acerca del aborto. Hubo un momento de silencio, como cuando la situación es incómoda y nadie sabe qué responder. Alexandra cortó el ambiente de incertidumbre preguntándole a una de las personas que estaban a su lado: ¿Tú piensas que el aborto es un método anticonceptivo? Así su compañera en seguida contestó con una opinión lo suficientemente valedera para aprobar su ingreso. Sus otros compañeros se conformaron con un simple: Sí, yo estoy de acuerdo con lo que dice ella. Y otro contestó: Sí, ajá. A ella nadie le preguntó nada, y simplemente se dedicó a actuar de moderadora en una entrevista de juego de la que poco después resultaron elegidas Alexandra y la compañera que le respondió. Alexandra logró superar la timidez de los primeros días, y hacer amigos como Clelia Rojas, Carlos Zapata, los muchachos de una comunidad ecológica llamada Benposta, Carlos y Antonio; también estaban el “Chipe”, “el Toche”, Amanda Rivera; entre otros 70 más. Todos recuerdan la jocosidad con la que Alexandra siempre
vivía en la universidad. Clelia recuerda que “ella remedaba a todo el mundo, profesores, compañeros, a todos. Pero siempre se burlaba del lado bonito de la gente, nunca se reía de los defectos de las personas”. En séptimo semestre, en ‘ética periodística’, una de esas materias exigentes, el profesor le pidió que hiciera una exposición acerca de un tratado que hablaba de conciencia periodística. Como Alexandra trabajaba en una emisora imitando voces, el profesor le pidió que hiciera la exposición con acento boyacense. Ella negoció: “Listo profe, yo le hago la exposición así como usted me pide, pero con una condición: que me exima del examen final”. Practicó durante días hasta que el día de la gran prueba, antes de entrar al salón, se puso una falda larga y negra con flores blancas estampadas, una camisa de botones blanca, una chalina y se cambió las botas por unas alpargatas de fique; recogió su pelo con dos trencitas de muñeca y finalmente adornó su cabeza con un sombrero amarillo. Cuando atravesó la puerta del salón desencadenó una serie de risas que no la impresionaron, gracias a la personalidad que su madre le inculcó desde niña. Así comenzó con su explicación. En el desarrollo de la exposición metía palabras regionalistas como “no joda”, “esa joda”,
“sus personas”, “sumercé”, entre otras. Llegado el final de su exposición, Alexandra le “echó cabeza” a la última parte que después de haber releído como un millón de veces, no había podido entender. Entonces decidió terminar la exposición con la frase: “Bueno y este tema sí dentrará a explicarles el profesor porque de esto yo si no entendí ni jota, sumercé, ni papa”. Al terminar se ganó un aplauso como de Madison Square Garden y el profesor le pidió que le regalara esa exposición grabada en casete. Ese día quedaría marcado en la memoria de sus compañeros como uno de esos momentos que la gente recuerda con regocijo y que marcan el paso de una etapa en sus vidas. Tanto así que su amiga Clelia Rojas quiso llevar el casete a ‘donde William’. Lo que no sabía Alexandra era que Clelia era muy amiga de Alma Rocío Martínez, prima de su marido y esposa de William Vinasco. ¿El resultado? Un día llegó un carro a la universidad. “Alex, un carro de Caracol radio la está buscando para llevársela a una entrevista con William Vinasco”, le dice Clelia. “¿Qué es lo que sabes hacer?”, le preguntó Vinasco, a lo que respondió Alexandra imitando a Paola Turbay. “Yo quiero esto en la emisora”, fue lo único que atinó a decir, aunque le advirtió que no le podía pagar. Ella planteó una estrategia de mercadeo algo improvisada: “A mí sí me gustaría trabajar en la emisora, pero yo no puedo dejar de ganarme el sueldo que me están pagando en la que estoy ahora, me pagan el mínimo”. Trato hecho. Luego de esto el estómago de Alexandra se retorcía porque sus nervios le habían hecho pedir poco dinero. Seguramente si ella le hubiese dicho que le pagaban un millón de pesos, él se los hubiese dado. Alexandra ha trabajado en el programa “Hay Con Quién”, en City TV por las mañanas, y en las tardes está en “La Luciérnaga”, de Caracol. Ha ingresado a estudiar Derecho en la Universidad del Rosario, uno de sus sueños que durante mucho tiempo fue frustrado por circunstancias familiares. “Lo que yo veo es que ella quiere aportar un granito de arena para cambiar el país”, dice su amiga y ex compañera Clelia. “A ella como que le pica la política”. Y así Alexandra Montoya sigue día a día intentando cambiar el pensamiento de las personas de nuestro país por medio del recurso de su voz, haciendo denuncias no de forma directa, sino poniéndoles un picante que a su vez hace de estos actos una manera divertida de asumir la realidad del país y de entender qué es lo que realmente está pasando en nuestros días.
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Detrás de
escobas y traperos
Como punticos azules regados, trabajan por toda la Universidad. No son muy visibles porque representan un número pequeño y tienen prohibido entrar a los salones si hay estudiantes y profesores. Quizá, para muchos de ellos, su presencia es casi inadvertida. Alba Fajardo Expresión escrita III / Cuarto semestre
S
on 47 las personas encargadas de asear los baños, pasillos, salones, oficinas, escaleras y caminos de cada uno de los edificios, pero también las casas adjuntas a la Universidad, incluyendo sus andenes y la sede campestre. Ellos (casi siempre ellas, porque hay solo un hombre, Víctor) prefieren llamarse a sí mismos operarios. Deambulan por el campus universitario sin un lugar fijo aunque lo tengan. Se reúnen al comienzo de cada una de las dos jornadas en un pequeño cuarto ubicado en el primer piso del edificio C. También en la “casa azul” y
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de vez en cuando en el chute de basuras donde pueden conversar sin tanto afán. La primera jornada es de 6 am. a 2 pm. y la segunda, de 2 pm. a 10 pm. En cada una hay una supervisora designada por la empresa de aseo contratada por la Universidad (J.M. Martínez). En la mañana está Emperatriz, la “troncha toro”, como le llaman con disimulo. Cuentan que una vez unas operarias de la jornada de la tarde habían olvidado botar una bolsa de papeles de baño y Emperatriz cogió la bolsa y la vació en el lugar donde se cambiaban. En la tarde está María Eugenia, una mujer de voz suave pero enérgica, con un acento reconociblemente patiamarillo (gentilicio de Barichara), de cuerpo robusto pero facciones sutiles, unos ojos pequeños color aceituna que clava libremente mientras habla con rapidez y paciencia. Ella les dice a las demás “mija” con la amabilidad que ganó gracias, como lo dice ella, a que viene de abajo y sabe qué significa ser operaria. ¿Y qué significa serlo? Margarita, Ana Rosa, Laura, Dora, Patricia, Yadira, Diana podrían responderlo. Pero para tener una idea precisa hay que compartir con ellas, verlas en su quehacer diario.
Edificio E un miércoles a las 3 pm. Cada edificio está a cargo de un grupo. El número depende de la cantidad de trabajo que haya. Por ejemplo, en el edificio G hay dos y en el C y D, hay seis en cada uno. Yadira y Diana están a cargo del E. Yadira es la operaria más joven, tiene 28 años y trabaja desde hace cuatro meses, casi el mismo tiempo que Diana, su compañera. Ese miércoles empezaron de arriba hacia abajo aseando el edificio. El vigilante de turno, el señor Rojas, les abrió uno de los salones, se sentó en la silla del profesor y las vio trabajar. Yadira entró con su cabello recogido por un gancho blanco, sus ojos amables, sus dientes organizados como fichitas de damas chinas que no perturbaban su sonrisa. Luego entró Diana con movimientos tímidos pero comentarios afilados y con unos ojos que resaltan por su marco grisáceo. Una con una escoba y un recogedor ordenaba las sillas en hileras y recogía la basura. La otra, con un balde, un trapo y una bolsa, limpiaba el tablero, las ventanas y el escritorio. Hacían su trabajo y conversaban con don Rojas, cuando Yadira se dio el gusto de elevarse y, mientras estaba subida a una de las sillas, paró de limpiar las persianas, se giró, miró al horizonte y como si el sol le transmitiera alguna especie de nostalgia, dijo: “Yo pienso que tuviera mi estudio estaría haciendo otra cosa”. Aún estaba así, con sus ojos puestos en la distancia, cuando llegó don Chucho, el coordinador de supervisores, a pedirles que arreglaran un salón para un foro de antropología. Don Rojas cerró el lugar donde estaban
y entraron al 203 (que encabeza las listas de los más desordenados) con la misma velocidad con la que habían salido. En seis minutos el salón estaba listo. Ellas llegaron en silencio y así mismo salieron: sin palabras por decir, sin agradecimientos que escuchar. Los pensamientos de Yadira se esfumaron cuando ella se bajó de la silla y pasó al otro salón a seguir con su trabajo. Ella, madre soltera de tres hijos, de los que se siente orgullosa y cuyo cariño no se ve afectado por lo que significa sacarlos adelante sola, o por el desamor de quien fue su compañero, confirma su miedo y su deseo por superarse: “Yo veo a mis compañeritas todas viejitas y yo no quiero eso para mí, quiero terminar mi bachillerato, hacer unos cursos o algo así y buscar otro trabajo”.
solo contando los edificios de la Universidad. Son marca Scott y vienen en unos bloques de los que reparten diez por edificio. “Aquí no dan ni un dulce” No tienen muy claro si quejarse con la Universidad o con la empresa, pero saben que les falta un buen lugar donde cambiarse. La “casita azul” donde lo hacen, resulta ser un solar desordenado, como si se hubiesen suspendido en el tiempo un par de casuchas viejas con huertas que no florecieron más y en su reemplazo se reprodujeran materiales de obra, de jardinería y de aseo que llenan odiosamente el espacio. También les gustaría contar con un lugar para tomar su descanso y alimentarse, ya que tienen prohibido tomar tinto, comer en los salones o en los pasillos, y en las cafeterías muchas veces no son atendidas cuando piden que les calienten sus al-
A las 5 de la tarde, cuando algunos estudiantes regresan a sus casas, las operarias siguen la jornada. A esta hora en el edificio G, la señora Eugenia se encuentra a puerta cerrada en el cuarto técnico, al frente de portería. Lleva allí alrededor de veinte minutos hablando con don Chucho. Mientras soluciona un problema, quizás una las razones por las cuales podrían sancionar o no a alguna de las chicas, –por encontrarlas tomando tinto, fumando, “chismoseando” en horas de trabajo o por acumular un bajo registro en la evaluación de trabajo–, Martha está entretenida con el vigilante de la portería. Ella, morena y de cabello largo y negro, ha dejado sus elementos de trabajo a un lado para hablar con él. Al principio, para disimular, baja a otros salones, da una vuelta y vuelve luego con más confianza. Entra a la especie de cubículo del vigilante a tomar tinto mientras, moviendo su cabello recogido en cola de caballo, le responde coqueta a los reclamos que él le hace. Justo antes de que María Eugenia salga, ella se despide y le pregunta cuál salón le corresponde. La mayoría de operarios ignoran la situación pero saben que de la Carrera 1ª hacia abajo se tejen algunos amoríos entre estos dos grupos de empleados que en la Universidad trabajan conjuntamente. La supervisora se dispone a revisar piso por piso, baño por baño y salón por salón del edificio G. Tiene que llenar unas hojas que se encuentran en la parte posterior de la puerta de los baños y que corresponde al formato con el que se evalúa el aseo. Después del tercer piso se le nota un poco agitada, cansada, como si su cuerpo no reservara la energía suficiente. Dice que le decepciona que dejen pedazos de comida (como el perro caliente casi completo que encontró ese día en la sala de lectura) y que ya casi tiene la nariz podrida acostumbrada a tantos olores. Expresa también que nada cuesta no botar, por ejemplo, el papel higiénico al lavamanos, del que se gastan aproximadamente 18 mil rollos al año
Fotografías: Alba Fajardo
Edificio G un jueves a las 5 pm.
muerzos. Saben que si mejorara la comunicación entre ellas, su trabajo se haría más cómodo y agradable y evitarían los chismes (uno de los principales problemas según ellas). Saben y tienen presente todos los días que hay manchas en sus vidas que ni el hipoclorito, ni el ácido muriático o el tiner que utilizan podrían limpiar, pero no se quejan enérgicamente de su trabajo porque entienden que lo necesitan.
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Rodrigo Lara Bonilla
Agustín es otro de los hombres en el área de aseo de la universidad. Lleva diez años trabajando.
“Bendito entre las mujeres” Victor les caía bien. Todas decían que era muy atento y colaborador y que podía hacer cualquier trabajo. Sus ojos claros contrastaban con su piel oscura y su aparente seriedad con la niñez que florecía cuando hablaba. Querido por todas, un día faltó al trabajo para no volver más y las razones se quedaron en el viento y en las respuestas a las llamadas que nunca contestó. En su reemplazo llegó don Carlos, también de ojos claros, también amable y a sus 48 años, también jovial. Como los otros, ha tenido diferentes trabajos: en una empresa de caucho, en hospitales prestando el servicio de “camillero” y finalmente en el campo del aseo. Lleva 16 días trabajando. Recuerda para cada momento el día, el mes y si es posible la hora precisa. Se siente cómodo con su empleo, que consiste en varias tareas: hace lo mismo que las operarias pero frecuenta más las áreas externas de los edificios y hace reparaciones si se necesitan. Ese día estaba arreglando la perilla de la puerta de su cuarto técnico. Si tuviera otro trabajo le gustaría ser enfermero, como su hermana, de quien ha sido cómplice en sus estudios. Una vez entraron a comprar un cadáver a un cementerio para practicar anatomía. Él le ayudó a arreglarlo y a quitarle los pedazos de carne que le faltaban. “Yo con lo que nuestro señor nos dio no tengo quejas”, asegura con un tono de voz que refleja su carácter suave, sin réplicas a nadie, con la convicción de cumplir su trabajo de la mejor forma. Se va con sus manos grandes de olor a campo, a seguir con las labores. Sonríe y dice “ojalá me le vaya muy bien con su trabajo, niña”. Al final del día, más o menos a las diez de la noche, aquellos punticos azules dejan la universidad al cuidado de doce personas, 24 ojos y algunas cámaras de seguridad. Pareciera que sus sombras van recobrando otros matices mientras caminan a sus casas.
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Antes que ministro, externadista “Considero que no creer en su pueblo, en su propio país, es no creer en uno mismo. Por eso han sido tan mediocres muchos dirigentes colombianos; porque hay gente que se siente distinta al resto de los colombianos” Edward Leonardo Quintero Expresión escrita III / Cuarto semestre
E
n el colegio siempre hay diferentes personalidades típicas entre todos los estudiantes, como el juicioso, el de la recocha, la creída, el vago, el inquieto, el deportivo, entre otros. Pero hay uno en especial que se hace odiar o amar de todos sus compañeros (no hay punto medio), aunque en la mayoría de los casos es lo primero. Para otorgarle un nombre, después de darle vueltas y vueltas, al final decidí ponerle “el todero”. Que sí, suena raro, pero es el que siempre está metido en todo, que no es ni el más vago ni el más juicioso, pero tampoco le va mal. Es el personaje que cuando no han terminado de anunciar una actividad ya está en ella. El colegio la Presentación Salesiano San Medardo, donde además se encuentran todo tipo de estudiantes, no se podía quedar sin el “todero”. Uno de los padres que dictaba clase en esta institución dijo: “Rodrigo era un muchacho que estaba para grandes cosas. Era siempre el director de orquesta con su batuta. Siempre le vi un gran futuro. No me equivoqué. Pude tener un alumno presidente de Colombia”. Creo que no existen mejores palabras para describirlo a él, el “todero” de su generación, pues siempre fue un gran líder. También estaba metido en el equipo de fútbol de su curso, organizaba revueltas para protestar por diferentes situaciones con las que no estaba de acuerdo, y ocupó varios cargos dentro del plantel educativo, como el vocero de su curso en varias oportunidades, personero de su colegio y representante de los estudiantes ante el consejo directivo. Sí, siempre tuvo claro su papel en la vida. Pero esta actitud no era de inspiración autónoma ya que tuvo gran influencia familiar. Era hijo de Jorge Lara, un concejal que
le enseñó y le permitió ver en su amplitud la doctrina liberal para que él también luchara por los mismos ideales. Su madre, Raquel Bonilla, era esa típica señora que quería lo mejor para su hijo y que trataba de suplir todas esas labores cotidianas que podrían quitarle tiempo. Era la base del hogar y aunque con miedo, demostraba de la mejor forma su apoyo incondicional a las actividades emprendidas por su familia. También tuvo gran inspiración en los personajes famosos. Desde niño siempre admiró a Simón Bolívar de quien decía que era un líder que llegó a cumplir sus objetivos gracias a su aire de ímpetu y respeto, sin dejar de lado a su pueblo, por el que luchó hasta el cansancio. Además, dentro de sus ejemplos de vida, estaba Jorge Eliécer Gaitán por su entusiasmo como líder y por su compromiso social. Lo que más admiraba de él era la forma como hacía que la gente lo siguiera y lo respetara, al mismo tiempo que lo querían tanto como alguien que hace parte de la familia o de la rutina cotidiana. Cuando salió del colegio, decidió darse un tiempo y quedarse en Neiva, Huila, su ciudad natal, donde vivió toda su infancia y adolescencia. En ese lapso quiso estar en las diferentes reuniones y festejos a los que asistía su padre, para así empaparse un poco del “negocio de la familia”. Aprendió muchas cosas y se vio muy influenciado por la política. Allí, en medio de charlas, conferencias y debates se dio cuenta de que lo suyo era el Derecho y así decidió emprender su camino académico. Sus padres, en consenso, lo enviaron a Bogotá a una de las universidades que más se destaca en esta materia en el ámbito nacional: la Universidad Externado de Colombia. En 1964 empezó a ser parte de este claustro educativo y, por ende, se apropió del gentilicio típico de la universidad: “externadista”. Lara Bonilla llegaba muy puntual a clase, sobre todo cuando era la que dictaba
Fernando Hinestrosa Forero. Este profesor era lo que él consideraba un gran ejemplo profesional por su compromiso y forma de ser. Él sabía cómo era la relación con las personas dentro y fuera de los asuntos profesionales. Sí, era su maestro favorito. Un día, su facultad abrió convocatorias para escoger el presidente del consejo estudiantil y él se postuló, pues sentía la necesidad de ocupar un cargo de gran importancia dentro de la universidad. Gracias al apoyo de sus compañeros, el representante de los estudiantes ante el consejo directivo fue el alumno Rodrigo Lara Bonilla, venciendo a su mayor oponente, su compañero y más tarde su defensor, Antonio José Cancino. Cuando en su carrera llegó la hora de presentar la tesis de grado, sin dudarlo emprendió su trabajo basándose en su materia favorita: constitucional. Tuvo como eje el tema que siempre le había apasionado y le parecía bastante interesante: la idea de construir un régimen perfecto donde toda la justicia se base en tener un país con criterios de democracia y participación, aseguró Samuel González en su libro Más allá del deber (1985). En 1968 Lara se graduó junto a 88 compañeros más. Dentro de esta nueva promoción de abogados externadistas se encontraban Mario Madrid Malo, ex director de Inravisión, y Fabio Puyo Vasco, ex gerente de la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá. “Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí
mismos una y otra vez”, dice Gabriel García Márquez, su escritor favorito colombiano y de quien gracias a sus frases contundentes como ésta, logró desarrollar un gran sentido realista para asumir situaciones en su vida. Al siguiente año de su graduación, Lara Bonilla fue nombrado alcalde de Neiva cuando tenía solo 23 años. Ocupó el cargo hasta 1972. Y mientras estuvo al frente de varios empleos públicos, también fue docente de la Universidad que lo formó. Al llegar a clase se le veía con una gran sonrisa que hacía que sus estudiantes se llenaran de confianza y seguridad. Tenía una actitud amable pero en su mirada se temía que tuviera algo preparado entre manos; nunca los dejaba de sorprender. Siempre llegaba con una historia que contar y con anécdotas de su actividad profesional, para hacer que sus estudiantes pudieran apreciar un panorama de cómo es la vida en el mundo laboral, decía Jorge Eliécer Peña en su libro A Rodrigo lo dejaron solo (2004). Lara Bonilla decía: “Considero que no creer en su pueblo, en su propio país, es no creer en uno mismo. Por eso han sido tan mediocres muchos dirigentes colombianos; porque hay gente que se siente distinta al resto de los colombianos”. Se puede considerar que tenía un pensamiento un poco idealista, pero gracias a eso fue que logró marcar un alto en la historia de Colombia y hacer valer la justicia y el verdadero sentido de la política en este país. Cuando ya era ministro de justicia en el gobierno de Belisario Betancur, un día, Nan-
cy, su esposa y madre de sus hijos Rodrigo, Jorge y Paulo José, tuvo un presentimiento y se sintió muy preocupada por su esposo, pues él tenía grandes líos con los carteles del narcotráfico en el país. Sí, Lara Bonilla fue el primero en ajustarse sus pantalones y tener el valor de denunciar la verdad, esa que tanto ha desmejorado el país y lo ha llenado de violencia y corrupción: el “narcotráfico”. A él sencillamente no le dio miedo acusar a varios dirigentes de esta modalidad en el país, principalmente a Pablo Escobar. Aunque frecuentemente en público se le escuchaba decir que lo más difícil de su vida era estar amenazado por mafiosos, como testifica González en su libro. El 30 de abril de 1984 Rodrigo Lara Bonilla fue asesinado. Ricardo Calderón Villegas, en su artículo Comienza la narcoguerra, publicado en la revista Semana, cuenta que antes de llegar a la calle 127 con Avenida Boyacá, al norte de Bogotá, una moto roja apareció sorpresivamente y se acercó al carro donde él iba. En segundos Byron de Jesús Velásquez Arenas disparó sobre Lara siete proyectiles: tres en el cráneo, uno en el cuello, dos en el pecho y otro en el brazo derecho. Con solo 37 años de edad, una historia de vida culminó por culpa de los sicarios enviados por el narcotraficante Pablo Escobar. La lucha contra la mafia en Colombia empezó con mayor fuerza y, en memoria de este externadista, comenzó una guerra que poco a poco, con el pasar del tiempo, se fue combatiendo lentamente hasta la actualidad. visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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Fotografías: Orlando Valencia
Las remembranzas del
Jardín de los Ausentes La Universidad Externado aún lamenta aquel trágico miércoles de 1985, cuando el M-19 se tomó el Palacio de Justicia y varios de sus profesores, también magistrados, perdieron la vida. En este texto los recordamos con nostalgia. Andrea Carolina Rodríguez Expresión escrita III / Cuarto semestre
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antas vidas perdidas, muchas apagadas, miles de palomas refugiadas, una universidad desolada, todo un país silenciado. Eso y más fue lo que quedó el 6 de noviembre de 1985 en la laica Universidad Externado de Colombia hacia las 9 de la mañana. Desde la biblioteca de la Universidad, el habitual silencio y el ambiente de calma fueron irrumpidos con fuerza por sonidos de cañonazos, bombardeos y disparos, dejando atónitos a todos los que se encontraban allí. Los ventanales ponían en evidencia una pequeña parte de las escabrosas escenas del Palacio de Justicia, lugar de donde provenía una humareda incontrolable que logró aumentar el pánico. De pronto los rumores que corrían por los pasillos de la Universidad al acelerado compás de las balas, fueron confirmados para los estudiantes con la suspensión de clases a partir de las once de la mañana, pues, efectivamente, el Palacio de Justicia había sido
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invadido por la organización político - militar de oposición más temible: el M-19. Inmediatamente, los estudiantes del Externado se dirigieron al lugar de los hechos a defender la vida de sus profesores y compañeros practicantes. En una multitud unánime, compacta e indignada, conformaron una protesta estudiantil pacífica en pro de la dignidad humana. En aquel momento un estudiante de segundo año de derecho, de 22 años, tez morena y contextura delgada, por poco pierde inocentemente la vida en compañía de su amigo Francisco Acosta cuando bajaban desprevenidamente por la calle 12 con la frescura y tranquilidad de cualquier adolescente de su edad. Luis E. Rodríguez cuenta que al llegar a la carrera Séptima “sonaron disparos”. Él dice que “no sabía de donde provenían y todos empezaron a correr en diferentes rumbos”. Él y su compañero hicieron lo mismo y se perdieron. En ese entre tanto se vivieron dos momentos fulminantes en la historia de la democracia colombiana. El primer instante, la figura de un feroz carro tanque que ingresaba al Palacio y el segundo, la del pala-
cio en llamas la noche del 6 de noviembre. La cadena radial RCN fue pionera en emitir la noticia en la voz de Juan Gossaín, uno de los periodistas que luchó por el derecho a ejercer el periodismo de una forma correcta, por el derecho a tener un país libre de la manipulación del gobierno de turno. Pero, por otro lado, la ministra de comunicaciones, Noemí Sanín, preocupada porque todos los ciudadanos tuvieran en sus pantallas un partido de fútbol. En colectivo, los egresados del Externado emitieron un comunicado en el cual afirmaron con gran sentimiento: “Los externaditas de la promoción 1965, en una tragedia sin precedentes en la historia nacional (…) queremos expresar nuestro dolor y manifestar a la comunidad externadista, a la comunidad jurídica y a la sociedad civil que: nuestros maestros, compañeros y colegas fueron víctimas de una decisión irreflexiva y brutal, al margen del derecho natural y de gentes…”. Al año siguiente, la conmemoración de los cien años del Externado tuvo la sensación de una retoma, pero esta vez no era al Palacio de Justicia, sino la retoma a los corazones. Permanentes recuerdos guardados por esposas, hijos, amigos, colegas y estudiantes de los magistrados estuvieron empapados por llanto, discursos y la irrecordable figura afligida del rector de la Universidad. Al doctor Fernando Hinestrosa se le fueron entre llamas años de amistad, trabajo y estudios. Sus colegas, sus amigos entrañables,
pasaron de ser un ramillete exótico de conocimientos a ser un ramillete marchito y calcinado por las fuerzas revolucionarias del país; un ramillete que a pesar de ello trascendió. En medio de tantos eventos y discursos que quedaron registrados en libros, videos y archivos de audio, el Informativo del Externado emitió una edición especial, su publicación número 19. En ella se dedicaron 18 páginas de las 24 que lo componían, a homenajear al ramillete que ajusta hoy por hoy el Jardín de los Ausentes, ubicado en la parte alta de la Universidad, junto a la Avenida Circunvalar. También recordaron el discurso emitido el 9 de noviembre por el rector Hinestrosa. Cuatro días después de las macabras atrocidades, en el auditorio del edificio D, él contó a todos los que asistieron al funeral de seis de los magistrados, que sus amigos, colegas, padres, esposos, profesores o conocidos de los que estaban allí, en realidad no murieron rogando por su vida sino por el propósito de tener un país libre y justo, razón por la que eran hijos de la Casa Externadista, en la cual se acogió con enorme afecto y respeto la solicitud de sus familiares de que permitieran que en sus últimas horas por esta tierra, permanecieran en la institución que los formó, petición a la que él mismo asintió diciendo: “Encontramos natural que sus esposas, hijos, hermanos, hubieran vuelto la mirada al Externado, para que la velación de sus cadáveres se hiciera en ésta, su casa”. Pero a pesar de lo nostálgico y doloroso que resulte ello, hay que decir que los momentos más duros y trágicos los vivieron nuestros magistrados, en especial el presidente de la Corte, Alfonso Reyes Echandía, un hombre de cejas pobladas como sus conocimientos en el área sociohumanística, cara con rasgos marcados, ojos pequeños de mirada dulce y unas gafas
gigantes por medio de las cuales podía ver con mayor claridad las adversidades que se le presentaron en la vida. Ese hombre, que había estado unos minutos antes en la biblioteca del Externado consultando algunos libros, que sufrió por no poder hablar con el entonces presidente de Colombia, Belisario Betancur, para que diera la orden de cese al fuego a las Fuerzas Militares y quien advirtió que si no lo hacían morirían él y todos los que se encontraban atrapados; ese a quien le tocó dejar un mensaje en el teléfono de la oficina presidencial y al que no le creyeron que esa era su voz sino hasta después de una verificación con el retorno de una llamada de una de las secretarias que se comunicó al número 241-5015 según una recopilación de archivos de la revista Semana, que se encuentra en el libro La Justicia en llamas. Él, Alfonso Reyes Echandía, fue el que en verdad sufrió aun más que sus colegas y las palomas de la plaza de Bolívar que desde entonces no se les ve el mismo semblante, porque ellas también fueron atacadas por la cruel mano de los hombres violentos. En las aulas de clase de la prestigiosa Universidad Externado este tema es tratado con cierta sutileza, ímpetu y ahínco. Algunos profesores, aunque muy pocos, hasta prefieren dar por hecho que esto ya se sabe y no hay por qué reiterarlo. Pero eso no sucede por pereza, falta de información o cualquier otra excusa que se le quiera atribuir. Esa decisión se presenta más por lo difícil que les resulta hablarles a sus estudiantes cuando los recuerdos les entrecortan la voz, les hacen humedecer los ojos y les cambia todo su día. Incluso abandonan el tema en el instante en que este episodio se vuelve más difícil: cuando tienen en frente a un estudiante que es el hijo, nieto o tiene
algún nexo familiar con alguno de los valientes magistrados inmolados en el recinto que se suponía que pregonaba justicia. Ellos, los héroes de nuestra patria y nuestra institución universitaria en realidad fueron, son y serán memorables y recordados. Alfonso Reyes Echandía, la flor de loto del ramillete, apartado, tímido, un hombre con espíritu reposado, el penalista más destacado de la Corte Suprema de Justicia y además poeta, amante de los versos de Neruda, el viejo Gabo y quién sabe cuántos más literatos. Carlos Medellín, el hombre de las letras, admirado por todos. Inquieto por el correcto aprendizaje de nuestro idioma nos dejó como legado su colección de libros Tu idioma. Emiro Sandoval Huertas, empedernido interesado por los casos de criminología, padre generoso y esposo dedicado con Amelia, la mujer que le dio la felicidad de su vida, Alexandra, su hija. Manuel Gaona Cruz, profesor y compañero; en pocas palabras, permanente cumplidor del deber. Fabio Calderón Botero, manizaleño de pura cepa desde el 31 de julio de 1929, día de su nacimiento. Invitado habitual a las clases finales de cátedra de procedimiento penal en el Externado. Ricardo Medina Moyano, un hombre fiel a sus principios, cristiano medular y dueño del lema “lo primero que se debe esperar de un hombre es que esté de acuerdo consigo mismo”. José Gnecco Correa, profesor rosarista y externadista desde 1975; un trabajador incansable en las entidades del gobierno. No queda más que decir que es así y solo así que se puede llevar en nuestras memorias un grato recuerdo de estos mentores que siempre brillarán en algún lugar del arco iris. visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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Voz estuvo allí
Una historia de periodismo militante Después de muchos contratiempos, batallas políticas e innumerables crisis económicas, el periódico portavoz de la izquierda colombiana aún continúa su publicación, sin dejar de ser, a través de sus páginas, un activo militante. Marcela Peña
Historia del periodismo en Colombia / Séptimo semestre
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odo comenzó el 28 de marzo de 1984 cuando la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, y el gobierno de Belisario Betancur firmaron los acuerdos de La Uribe. Con ellos decretaron el cese al fuego y crearon la Unión Patriótica, UP, como parte de las negociaciones de paz. La UP fue un partido político legal cuyos miembros fueron perseguidos en medio del genocidio político que terminó por destruirla. Voz, el único semanario de la izquierda en Colombia, estuvo allí, en el ojo del huracán. El entonces director del periódico, Manuel Cepeda Vargas, solía decir “Voz es el Partido Comunista Colombiano, PCC, y el Partido Comunista Colombiano es Voz”, lo que seguía siendo cierto, pero con una ligera modificación: Voz era también la UP. La apertura de Voz hacia otros sectores de la izquierda se había dado un año antes (1983)
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cuando decidió quitarse el apellido de Proletaria y llamarse simplemente Voz. En 1984 el PCC, que a su vez controlaba Voz, decidió apoyar a la UP. Las condiciones estaban dadas para que el medio asumiera la defensa de la UP en la palestra pública y así lo hizo. Según narra el investigador Steven Dudley en su libro Armas y Urnas, historia de un genocidio político, en las páginas de Voz aparecieron entrevistas a los comandantes de las FARC Braulio Herrera y Jacobo Arenas, cuando éstos pudieron adelantar campañas políticas en los inicios de la UP. Jacobo Arenas presentó incluso su candidatura presidencial, dando credibilidad al proceso de paz con las FARC, pero se retiró mucho antes de las elecciones argumentando falta de garantías luego de la toma del Palacio de Justicia por el M-19. La UP crecía y con ella el periódico: “en Urabá, zona bananera, una zona muy proletaria, la UP gobernaba 7 de los 9 municipios. Eso se reflejó también en Voz porque era un vocero de ellos, un intérprete de esa política de izquierda de la UP. Nosotros vendíamos
en esos 9 municipios del eje bananero unos 30.000 periódicos, que es lo que hoy circula en todo el país”, cuenta Carlos Lozano, director del semanario. El Urabá era por esa época una zona con una fuerte presencia de la guerrilla. La legitimidad de la UP empezó a ser cuestionada, sobre todo porque algunos de sus representantes apoyaban la estrategia de la “combinación de todas las formas de lucha”. Ésta consistía, como lo explica Dudley, en el uso de todas las formas legales e ilegales, incluyendo la guerra, para llegar al poder. De modo que para los enemigos de la guerrilla no existía diferencia alguna entre los guerrilleros de las FARC, los políticos de la UP y los periodistas de Voz: Todos eran objetivos militares. “[Los detractores de las FARC] reaccionaron violentamente con sus grupos de justicia privada generando así una cadena de asesinatos, especialmente de líderes y militantes de la UP que apenas seis meses después de la creación de esta organización ya había cobrado 165 víctimas”, reconocen los autores del libro Los Dividendos de la Mentira patrocinado por la organización Sembrar Colombia. Esos grupos serían conocidos más tarde como paramilitares. “Decir que se combinaban las formas de lucha es una forma de estigmatizar a la UP, porque eso se estaba haciendo con la anuencia del Gobierno y como una apuesta por la paz”, dijo Jahel Quiroga, defensora de Derechos Humanos, en una entrevista a Semana. La sede del semanario fue allanada por la policía el 25 de octubre de 1985 y sus periodistas, amenazados. “Alinearnos con la UP nos costó mucho, de ahí inició esa campaña por sacarnos”, cuenta Lozano. Voz denunció continuamente los asesinatos de miembros del partido y la complicidad del Estado en esos crímenes. “Por esos días el mango de la guadaña lo sostenían con destreza los paras, narcos y militares como también infinidad de hacendados, políticos y miembros del gran capital financiero (...) De esta forma iban cayendo los familiares, los amigos, los conocidos, los compañeros de lucha y de infierno de todos los días. Manuel [Cepeda] como un hoplita espartano [seguía] al frente del periódico más investigativo, denunciante y atacado, descubridor del entrelazamiento existente en aquel momento del Estado como clase dominante con el narcoparamilitarismo que surgía con toda su fuerza”, escribe Amando Orozco Tovar, poeta y colaborador de Voz. Durante la campaña por las presidenciales de 1990, Bernardo Jaramillo, candidato de la UP y presidente del partido, se pronunció públicamente en contra de las FARC y de la estrategia de la “combinación de todas las formas de lucha”, según narra Dudley. Su apuesta era por una izquierda democrática. Sin embargo, fue asesinado al igual que su antecesor, el también candidato presidencial Jaime Pardo Leal.
Voz manifestó su rechazo al crimen y le ha seguido la pista a las investigaciones sobre el caso. En marzo de 2010, como conmemoración del 20 aniversario de la muerte de Jaramillo, apareció en sus páginas la decisión de la Fiscalía de declarar el crimen como de Lesa Humanidad, con lo que se impide la prescripción del caso. En la nota puede leerse: “[La Fiscalía] pretende establecer el paradero de la grabación que efectuaron agentes del DAS al sicario Andrés Arturo Gutiérrez e identificar a un sujeto conocido como Esteban, quien era escolta de Jaramillo y renunció a su esquema de seguridad dos días antes del atentado”. En los años noventa, Voz se convirtió en el medio al que los líderes guerrilleros daban declaraciones. Por ejemplo, en octubre de 1990 el ex sacerdote Manuel Pérez, comandante del Ejército de Liberación Nacional, ELN, le confesó al semanario que continuaría con los atentados a oleoductos y que su grupo no dejaría las armas. En diciembre de ese año se rompieron los acuerdos de La Uribe. La UP continuó como proyecto político, con personería jurídica y desligada de las FARC. Voz siguió siendo el escudero del partido. Prueba de ello fue que en 1991 Cepeda dejó la dirección del periódico para ocupar una curul en el congreso por la UP, pero sin dejar de ser miembro del consejo editorial. Carlos Lozano fue nombrado director. Él siguió con las denuncias sobre la complicidad entre el Ejército y los paramilitares y exigió
más garantías para el semanario. “El paramilitarismo acabó con la UP y prohibió la circulación de Voz”, dijo. “Aquí [en el Urabá] no puede haber nadie que lo compre y el que lo compre es objetivo militar del paramilitarismo”. Hoy día, a esta fecha de hoy, no vendemos ni un periódico en el Urabá. Nadie se va a arriesgar ni a venderlo ni a comprarlo y nosotros no podemos jugar con la vida de la gente”, cuenta Lozano. En 1992, dos jóvenes distribuidores de Voz en Granada, Meta, fueron asesinados. En 2010 El Tiempo publicó que el paramilitar alias “Zorro”, confesó ser el autor del crimen. Un año después del doble asesinato (1993) El Tiempo publicó, refiriéndose a las reiteradas peticiones de Lozano: “Le faltó decir al referido semanario que precisamente todas las garantías, no solo en el plano electoral sino en todas las actividades, son quebrantadas y desconocidas por los confesos agentes de los grupos alzados en armas que son de la cercana y permanente simpatía de los camaradas, cuya ideología comparten”. A la ya grave crisis del periódico vino a sumársele el factor Moscú. Voz, órgano de comunicación del PCC, sufriría en carne propia la desintegración de la Unión Soviética. “Hay gente que dice que en ese tiempo nosotros recibíamos oro de Moscú; nosotros no recibíamos oro, pero sí papel”, aclara Lozano. A partir de entonces se vieron obligados a importar el papel y eso, junto a la inexistencia de pauta publicitaria, los llevó a la quiebra.
Carlos A. Lozano Guillén, dirigente del Partido Comunista Colombiano y director de Voz.
Tuvieron que vender su imprenta y se trasladaron a una oficina en el centro de Bogotá. El 22 de diciembre de 1996, poco tiempo después del trasteo, una carga de doce kilos de explosivos estalló frente a sus instalaciones. “La explosión, que no dejó víctimas ni ninguna persona lesionada, ocurrió en la carrera 8 con la calle 19 a las 3:30 de la madrugada y provocó daños en cerca de 15 edificaciones de la zona”, publicó El Tiempo a la mañana siguiente. Ese año fue asesinado el corresponsal de Voz en Nariño, Flavio Bedoya, y su reemplazo, Alfonso Pardo, tuvo que salir del país por amenazas dos meses después. Entre tanto, continuaba el asesinato de líderes de la UP. “Fueron años muy duros. Cada semana veíamos caer y caer compañeros asesinados y decíamos ‘nos van a acabar a todos, ¿tendrá sentido seguir en esto así?’ Acá discutimos mucho sobre eso y dijimos ‘¿Por qué tenemos que renunciar, por qué tenemos que dejarle el país a esta gente?’”, recuerda Carlos Lozano. Luego del atentado se trasladaron a su actual sede cerca del Parque Nacional y de RCN Radio. Entre 1998 y 1999 vivieron su peor época. El Consejo Nacional Electoral le quitó la personería jurídica a la UP y Voz, que desde 1957 había sido semanario, tuvo que volverse quincenario. El periódico recibió un nuevo impulso cuando su director cubrió e hizo parte del proceso de paz en el Caguán. Allí escribió una serie de artículos que más tarde fueron recopilados en un libro titulado Crónicas desde el Caguán. Empezando el nuevo siglo Voz pudo dar el salto y volver al semanario. Sin embargo, su historia con el paramilitarismo aún no había terminado. Un lunes de 2002 Lozano hizo lo que nunca hace y llamó a avisar que iba en camino a las oficinas de Voz: “…Pero hay una novedad, dijo el vigilante. Y yo le pregunté ¿Cuál es? Hay un camión aquí al frente desde las cinco de la mañana. ¿Cómo así? ¿Qué tiene? ¿La policía lo vio? No, pero tiene mercado y todo eso. Entonces debe ser para los restaurantes. Sí pero es que los restaurantes ya abrieron y eso sigue ahí. Y yo le dije: ¡usted qué espera que no llama a antiexplosivos! No, es que estaba esperando instrucciones. Pero será de San Pedro, porque si no llama ya, lo vuelan con todo eso. ¡Llame inmediatamente!”. Efectivamente, un misil de más de un metro estaba oculto entre las naranjas. Un coronel de la Policía le explicó a Lozano que no estalló debido a una falla técnica. Cuando Dudley entrevistó a Castaño, reconocido jefe paramilitar, éste le dijo que la intención no era que estallara: “Se trataba, más bien, de hacerles saber que él aún estaba vigilando de cerca a los comunistas”. Hoy Voz es parte del PCC y ahora apoya decididamente al Polo Democrático Alternativo, el partido de oposición en el país. Aún es portavoz de la izquierda y no dejará de ser el eterno militante. visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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Los caciques
¿Poder absoluto o negociado? Una muestra de ajuares fúnebres y análisis de niveles de desnutrición en restos óseos, podrían ser la respuesta para determinar si la élite muisca tenía o no un nivel de vida superior del resto de la población. Paula Andrea Fuentes Periodismo científico / Séptimo semestre
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odo comenzó hace ya tres años cuando en un terreno destinado a un proyecto de vivienda social en Soacha, Cundinamarca, se encontró más que tierra. Cerca de 600 entierros muiscas pertenecientes al siglo X d. C, fueron rescatados por antropólogos y arqueólogos de la Universidad de los Andes, quienes se dieron a la tarea de estudiar los restos óseos y ajuares mortuorios allí encontrados, para responder a uno de los grandes interrogan-
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tes alrededor de este pueblo indígena: cómo era su organización social. Así nació el proyecto arqueológico Tibanica. La pregunta por la jerarquización de los muiscas resulta interesante para Carl Henrik Langebaek, investigador principal de este proyecto, porque existen dos teorías completamente diferentes que dividen las opiniones en la Academia: “por un lado, están los estudios que basan su investigación en las crónicas de los españoles, quienes describen a una sociedad muy jerarquizada en donde los caciques eran muy respetados, vivían a expensas del trabajo de su pueblo, nadie los podía mirar a la cara e incluso imponían la pena de muerte; y, por el otro lado, están los que se apoyan en documentos de archivo –que son testimonios de clérigos, por ejemplo–, donde se encuentran cosas muy diferentes. Allí el poder de los caciques era un poder negociado permanentemente donde no existía ese autoritarismo tan violento”, explica. Sin embargo, continúa Langebaek, quien también es vice rector de investigaciones de la Universidad de los Andes, ambos documentos resultan muy parciales a la hora de buscar respuestas concretas. Para él, la respuesta está en la arqueología, y Tibanica es un escenario propicio para poner en práctica tácticas que permitan saber si la élite muisca vivía o no mejor que los demás. La estrategia utilizada en esta investigación planteó una relación entre la arqueología y la antropología biológica: los investigadores del grupo de Arqueología, Antropología y Genética de Poblaciones Humanas de la Universidad de los Andes y el
Grupo de Genética Humana de la Pontificia Universidad Javeriana tomaron como muestra de estudio 114 individuos que sobresalían del resto porque fueron enterrados con una cantidad considerable de ajuar fúnebre, es decir, con más elementos mortuorios, como collares, vasijas y pedazos de oro. A este grupo lo compararon con otros 114 individuos que fueron sepultados con un menor número de objetos, para de esta manera tener una guía sobre quiénes eran en ese lugar los pertenecientes a la élite. En este caso, los individuos enterrados con mayor número de pertenencias eran “los ricos” y los otros, “los pobres”. Analizar los ajuares mortuorios y no otros elementos, tiene su justificación. Según Langebaek, dan una idea de la posición de los individuos en la sociedad. Delimitando la élite, los investigadores realizaron análisis de desnutrición en los esqueletos de la muestra para determinar si esta clase estaba mejor alimentada o si había sufrido menos enfermedades. Los resultados obtenidos fueron concluyentes: el cruce entre estas dos variables demostró que los niveles de desnutrición entre estos dos grupos no tenían diferencias significativas pese a que sus ajuares fúnebres eran distintos. Esto lleva a rechazar en primera instancia la idea sostenida por las crónicas de la conquista que muestran a los muiscas como una sociedad altamente jerarquizada: “Tenemos evidencia de desnutrición por anemia en un porcentaje relativamente importante de la población pero es independiente de su riqueza en el ajuar, por lo que nos da motivos para pensar que la élite muisca en el año 1000 no parecía tener niveles de vida considerablemente superiores a los del resto de la población”, interpreta Langebaek. “Esto –continúa– cambiaría completamente la perspectiva porque donde tú tienes el poder absoluto no tienes que negociar nada, no tienes que trabajar, puedes vivir de lo que otros producen pero, cuando el poder se negocia, tienes que participar de la vida de la comunidad, poner trabajo y esfuerzo, y creemos que en ese contexto de poder negociado, que no es absoluto sino transable, es que se movía la sociedad muisca”. Aunque las respuestas hasta ahora encontradas corresponden a los avances preliminares de la investigación, los científicos esperan contribuir a un gran debate sobre este tema. Aún, inconcluso, “esperamos tener resultados más concretos en un año”, concluye Langebaek.
Fotografías: http://www.morguefile.com
Diabetes en Colombia
Una cuestión de mala educación
La diabetes es la única enfermedad no infecciosa que se considera como epidémica debido a los malos hábitos de vida de la población total y, aunque en Colombia un pequeño porcentaje la sufre, la mayoría no la tiene controlada debido a la poca educación que hay al respecto. Catalina Sánchez Periodismo científico / Séptimo semestre
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e acuerdo con la Federación Diabetológica de Colombia, FDC, aproximadamente el 7% de la población sufre de diabetes pero alrededor de cuatro millones de ciudadanos no saben que la tienen. Sin embargo, el mayor y verdadero problema radica en que la mayoría de dicho porcentaje desarrolla complicaciones debido a la falta de control y de información en torno a la enfermedad, tanto por parte de los médicos como del gobierno. “El sedentarismo, el exceso de harinas, gaseosas, azúcares, comida chatarra, más el hecho de comer a deshoras hacen que cualquiera pueda desarrollar esta enfermedad en alguna etapa de su vida”, explica Rafael Arturo Orduz, diabetólogo, epidemiólogo y
director de la FDC. Y aunque algunas de las complicaciones de la diabetes pueden llegar a ser muy graves –e incluso mortales- como infartos, falla renal, amputación, trombosis, disfunción sexual, entre otros, sí es posible controlarla y mejor aún, es posible prevenirla. Todo depende de la educación. La Asociación Colombiana de Diabetes, ASCD, es la única entidad que se ha enfocado en dos factores esenciales para los pacientes, las familias y la sociedad: la educación y los elementos psicosociales de la enfermedad. Además, se ha convertido en una organización líder en Latinoamérica que, hasta el momento, ha ganado concursos en el ámbito continental, organizados por el reconocido grupo farmacéutico Sanofi Aventis, por desarrollar programas educativos y ofrecer, además de acceso a un servicio médico especializado, información y capacitación sobre cómo tratar la diabetes.
Dentro de sus programas investigativoseducativos evalúan los parámetros de auto control, ejercicio, alimentación y aspectos psicosociales de los enfermos. Se ha encontrado con que éstos muestran una mayor adherencia a los tratamientos cuando están vinculados a un proceso educativo intensivo. Dichos programas, además, pretenden proporcionarles a las personas con diabetes, herramientas e información más allá de la básica para que se enfrenten a la enfermedad y a las situaciones cotidianas de la mejor manera posible. “El club de cocina, por ejemplo, les ayuda a los pacientes y familiares a saber cómo alimentarse apropiadamente, sin pensar en las restricciones”, explica Patricia Díez, encargada de la línea de glucometría en la Asociación. “Las caminatas hacen que los enfermos se conozcan entre sí e incorporen el ejercicio dentro de sus hábitos de vida; y las convivencias –el programa de los niños– permite que ellos aprendan a cuidarse solitos, observando cómo se cuidan sus otros amigos con diabetes”. La paciente Vanessa Franco, diagnosticada con diabetes tipo 1 desde los tres años de edad y participante de estas actividades, dice que los “talleres para diabéticos son efectivos, porque en el diario vivir, uno generalmente no encuentra una persona con diabetes dentro de los mismos rangos de edad. Es una manera para que el individuo se dé cuenta de que no es el único que sufre la enfermedad y que no está solo. Además de eso, se comparten experiencias sobre cómo pasó, qué hacemos cuando tenemos ganas de hacer o comer algo que no podemos, nos damos trucos de cómo nivelar la glucosa en la sangre. Ver a otras personas que tienen que atravesar por lo mismo hace que el sentimiento de soledad se pierda, no del todo, pero ayuda a sobrellevar la carga y evitar complicaciones”. Pero la Asociación no solo se enfoca en educar a los pacientes y a sus familias, sino visiones 08 / OCTUBRE 2011- MARZO 2012
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también a médicos y demás profesionales de la salud para que sepan cómo instruir al respecto. “Es muy importante educar a la gente sobre diabetes; pero es aún más importante educar a los profesionales porque así como uno puede hacer bien, puede hacer mucho mal”, plantea Adriana Flórez, psicóloga y coordinadora de la Unidad de Educación de la Asociación Colombiana de Diabetes. “Los médicos creen que todo el mundo debe saber qué es la diabetes y no dialogan con sus pacientes al respecto y entonces hacen que éstos no sepan realmente cómo cuidar su enfermedad, lo que los lleva a presentar graves complicaciones en el futuro.” “Con estos protocolos de investigación educativos, lo que se busca es generar discursos un poco más esperanzadores y opciones de futuro que ayuden a los pacientes a mirar más hacia la vida y las posibilidades que hacia las restricciones que conlleva la enfermedad y hacia la muerte”, concluye Flórez. No solo la educación para sobrellevar la enfermedad y evitar las complicaciones es vital. También lo es la prevención: instruir a la población común para que sepan sobre el riesgo inminente que corren, especialmente si padecen de esta amenaza silenciosa, sin saberlo. Es necesario formular campañas educativas que estén integradas con los medios, las asociaciones y las federaciones médicas y los lugares potenciales de aprendizaje, como colegios, universidades, institutos y empresas, y deben estar fundamentadas en los cambios de hábitos de vida porque, de lo contrario, no serían efectivas. También es indispensable que “se hable públicamente con más constancia sobre la enfermedad y no de vez en cuando”, asegura Flórez, para que así se forme una correcta apropiación del tema y se llegue a una mayor conciencia al respecto. Hacer ejercicio, reducir el consumo excesivo de grasas, azúcares, harinas y lácteos, y acudir regularmente al médico para medir los niveles de glucosa en la sangre, podría marcar la diferencia en la longevidad de vida de una persona, ya sea que sufra de diabetes, que esté propensa a padecerla o que aparentemente tenga una buena salud. Esta enfermedad asintomática es considerada por las Naciones Unidas como una grave amenaza para la salud mundial, equiparando su peligro y sus cifras epidémicas con el VIH/SIDA. Es por eso que los gobiernos de países industrializados ya han comenzado su labor para combatirla. En Colombia, para prevenirla, es mucho lo que aún falta por hacer, e incluso, para tratarla. Sin embargo, y de acuerdo con las estadísticas, aún hay tiempo para orientar a los ciudadanos y para iniciar el proceso de preparación para librar la batalla y salir vencedores.
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través del tiempo han sido muchas las técnicas que ha inventado el hombre para elaborar representaciones de los elementos que hacen parte de su cotidianidad y su imaginación. Son creaciones que intentan asemejarse a la realidad o, en variadas ocasiones, pretenden situarnos en asombrosos mundos oníricos. Esa necesidad antiquísima de retratar lo que nos rodea, aún sigue vigente en medio de una era informativa caracterizada por la constante producción cultural y la continua evolución tecnológica. Y es justo esta coyuntura, en la que la industria visual predomina actualmente, la que exige comunicadores capaces de crear e innovar en un inmenso mundo de imágenes que requiere habilidad, conocimiento y destreza. Ilustraciónes / Software Adobe llustrator ▼ Lorena Díaz / Tercer semestre
Diana Paola Avendaño / Tercer semestre
Wayra del Sol Alborta / Tercer semestre
Diego Mejía / Tercer semestre
Andrea Galindo / Tercer semestre
Alexandra Rodríguez / Tercer semestre
Alejandro Ortiz / Infografía / Tercer semestre Nancy Piñeros / Infografía / Tercer semestre
Paula Bolivar / Infografía / Tercer semestre
Estefania Ayala / Infografía / Tercer semestre Imagen corporativa / Software Adobe llustrator ▼
Vivian Burges / Tercer semestre
Maite Ruiz / Tercer semestre
Estefanía Ayala / Tercer semestre
Alejandra Santamaría / Tercer semestre
Estefanía Herrera / Infografía / Tercer semestre
Jefferson Mejía / Segundo semestre
Laura Vargas / Tercer semestre
Estefania Herrera / Tercer semestre
Marcela Trujillo / Tercer semestre
Daniel Zamora / Segundo semestre
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1. Mauricio Flórez / Segundo semestre 2. Juanita Castellanos / Segundo semestre 3. Joseph Granados / Segundo semestre 4. Catalina González / Segundo semestre 5. David Trujillo / Segundo semestre
Montajes películas / Software Adobe Photoshop ▼
Felipe Sabogal / Segundo semestre
Victoria Medina / Segundo semestre
Jennifer Rodríguez / Segundo semestre
Daniela Márquez / Segundo semestre
Andrea Hernández / Segundo semestre
Alejandra Tovar / Segundo semestre
Mónica Jaramillo / Segundo semestre
Lina Villegas / Segundo semestre
Karen Lemos / Segundo semestre
Felipe González / Segundo semestre
Cristian Gómez / Segundo semestre
Jimena Novoa / Segundo semestre
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Isabel Martínez / Tercer semestre
Ana Triana / Tercer semestre
Mónica López / Tercer semestre
Lizeth Duarte / Tercer semestre
Stefano Figliuoli / Tercer semestre
Jorge Yáñez / Tercer semestre
Karen Lemos / Tercer semestre
Diagramación / Software Adobe Indesign ▼
Lina Rodríguez Lorena González Mauricio Vargas Nancy Piñeros Tercer semestre Viviana Velásquez / Tercer semestre
Julian Bernal Carolina Cortés Daniel González Sebastian Pinilla Lorena Ramirez Tercer semestre Mariana Moscoso Andrés Pulido Tercer semestre
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Fotografía básica
Abuelos
Alejandra Castaño / Primer semestre
Profunda sensibilidad para capturar la vida en un ancianato, sus personajes y sus espacios. El buen manejo de la luz insinúa tristeza, desolación.
Protectoras
David Trujillo / Primer semestre
Es un intento por resaltar la brevedad y la belleza de lo simple e inesperado. Donde el recurso fotográfico captura el instante de un modo poético.
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Música maestro José Durán / Primer semestre
La labor del músico en una Orquesta Sinfónica requiere la destreza que da la práctica diaria y mucha complicidad del grupo en el momento de tocar.
Bogotá Sunset
Samuel Jiménez / Primer semestre
Muestra la luz del atardecer bogotano con su gama de colores y el destello de los vehículos dibujados sobre la noche que apenas empieza.
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Eva en la ciudad
Sandra Pupo / Primer semestre
Recrea la imagen de una Eva idílica que transita semidesnuda y bella por Bogotá, frente a las miradas de asombro de sus transeúntes.
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Habitantes de la Calle
Stalin Lever / Primer semestre
La cercanía del fotógrafo con sus personajes transmite en estos retratos la dureza y crueldad de la vida en las calles bogotanas.
Reciclar más que vida Lina Hernández / Primer semestre
Detrás del reciclaje hay muchos intereses económicos; sin embargo, las familias más humildes hacen una gran labor con lo que otros desechan.
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Bailar en el agua
Camila Burbano / Primer semestre
El nado sincronizado con su armonía, ritmo y precisión es una de las más bellas expresiones del deporte acuático.