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De historias de embarazos

enía 27 años y dos hijos, de 4 y 2 años cuando mi pareja y yo empezamos a planear a nuestro tercer hijo. “Cuéntale a Dios tus planes y él se reirá de ellos”, pues los siguientes años eso pasó. El primer año estuvo lleno de planes y sueños, el segundo año llegaron consejos por montones, que si el té de no sé qué, que si la posición de no se cómo, que tú relájate que pronto llegará, que para qué quieres más hijos, quédate con los que Dios te mandó.

Pasó el segundo año y al no quedar embarazada fuimos con un especialista, ¿cómo yo, mamá joven de ya dos niños no podía lograr embarazarme otra vez? El diagnostico fue SOP síndrome de ovario polliquistico, después de dos opiniones más y el mismo diagnóstico, iniciamos un tratamiento IN VITRO.

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Poco sabíamos acerca de este procedimiento, la doctora nos explicó cada uno de los pasos, pero jamás me imaginaría cómo sería el camino. Después de firmar varios papeles y desprendernos de ahorros, nos llenamos de ilusiones pensando que esto iba a ser rápido, pero no, los siguientes años fueron una prueba de paciencia y fe, regalos de aprendizaje que estoy segura durarán toda la vida.

Primero se preparó a mi cuerpo con medicamentos tomados e inyectados en el abdomen para producir y madurar los óvulos posibles. ¿Duele? Sí, pero nada que no podamos tolerar, lo difícil son los cambios humor, los moretones, dolores de cabeza y náuseas y aún más, que te toleren así jajaja. Este primer paso no fue como esperaba así tuve que realizarlo dos veces más, de las cuales se me realizaron dos punciones más para extraer los óvulos madurados; las puncio- nes son en quirófano con sedación y no les voy a negar que también es doloroso y te hace preguntarte si realmente puedes seguir con esto, pero repito nada que no podamos tolerar, fui feliz cuando vi la gran cantidad de óvulos hermosos que mi cuerpo me había dado y que estaban listos para volverse embrioncitos, iba un paso más adelante para lograr mi sueño, para ese entonces ya había pasado casi un año, ya en total eran casi tres años tratando de embarazarme. Parecía que faltaba lo mas fácil, ya solo realizar la trasferencia, este proceso me llevó casi un año en lo que mi cuerpo estuvo listo para realizar la trasferencia. Mi doctora que en todo este proceso siempre estuvo acompañándome no solo profesional sino emocionalmente, refería que aún no estaba listo mi útero al 100% para recibir el embrión así que yo como siempre, confié en ella.

Para ese entonces ya el pesimismo se había apoderado de mí, habían pasado varios meses en esa situación y ya estaba muy desanimada. Por fin y después de varios procedimientos más llego el día tan esperado, la trasferencia, ¿fue doloroso? No, fue incomodo quizás, pero lleno de felicidad y emoción, toda la incertidumbre y miedos por más de 4 años de los cuales 2 fueron con procedimiento invitro y nos llegó el anhelado positivo y con él se llevo todo el desgaste emocional y físico que el proceso me pudo haber dejado.

Hoy bárbara tiene casi 4 meses, quizá yo hubiera deseado que llegara 4 años antes, pero, saben, los tiempos de Dios son perfectos. Me preguntan que, si volvería a pasar todo el dolor, incertidumbre, gastos y tiempo invertido en este procedimiento, sí lo haría.

Mi experiencia al recurrir a un método de fertilidad In vitro fue algo que sin duda marca un antes y un después en la vida de una mujer. En mi caso, me dio la fortuna y bendición de convertirme en madre de dos hermosas hijas, pero al mismo tiempo te hace darte cuenta de quién eres y de valorar todo lo que tienes, ya que es un proceso donde se ponen a prueba tus valores, carácter, creencias religiosas, relación de pareja, finanzas, y más.

Es un proceso complejo que vale la pena intentar siempre de la mano de un buen equipo médico, de una red de apoyo (pareja, familia, amistades) y en mi caso muy particular, de Dios a quien le debo todo.

Soy Cecilia Mejía ginecóloga y Bióloga de la Reproducción, tengo 41 años. Puedo decir que llevo 11 años viendo a múltiples parejas deseando ser papás, escuchando historias de frustración y de desesperanza, que en varias ocasiones esas historias terminaron en un final feliz, aunque no todos los casos son de éxito, desafortunadamente la ciencia y nuestros deseos tienen un límite que no depende de nosotros.

El nacimiento fue vía cesárea, no experimenté dolor, tuve un equipo quirúrgico (mis amigas) con el cual me sentí segura y cuidada. El primer mes fue difícil; con desvelos, cansancio y cambios hormonales, pero cuando mi hija me sonreía siendo una bebé de un mes hacía surgir en mí nueva energía y fuerzas para despertar al día siguiente nuevamente con amor y paciencia. El cambiar la dieta para poder lactar a mi bebé, sin lácteos, sin grasa, sin chocolate; es un acto de amor y eliminación de nuestro egocentrismo para solo pensar en el bienestar del otro (mi bebé), así como aceptar la nueva forma de nuestro cuerpo y de que ya no somos dueños de nuestro tiempo solo son actos de amor que al ser doctora y ginecóloga estando del otro lado nunca había experimentado ni entendido. No es hasta que se está del otro lado como paciente, que se entiende toda esa entrega y transformación por un hijo. Pero que también el haberlo experimentado me permite tener más empatía, paciencia y comprensión hacia cada uno de mis pacientes, tratando siempre de ponerme en sus zapatos y hacer lo mejor para poder ayudarlos siempre. El mayor regalo que he podido vivir hasta ahorita es que mi bebé duerma en mi regazo y poder contemplar su sueño apaciblemente. Hoy quiero poder ayudar a más pacientes para que puedan vivir esa experiencia y el grado de mayor amor que el ser humano puede experimentar.

En plena conciencia decidí buscar ser mamá. Con la ayuda de un esperma de donante hice un tratamiento de fertilidad, en varias ocasiones fue fallido, pero mi anhelo fue más fuerte y no desistí, siempre tuve claro que el buscar a mi bebé no era para llenar un vacío de mi vida o por la falta de una pareja, lo decidí en un punto de mi vida en donde me sentía plena, completa y tranquila, pero sobre todo con una paz interior que logré tiempo atrás con la meditación. El resultado que fuera de los tratamientos, lo aceptaba con paciencia y una mente feliz. Hasta que un día después de una transferencia embrionaria llegó un bebé a mi ser, tenerlo dentro de mi útero después de haber visto tantos y tantos día a día, era no creíble para mí. El embarazo lo cursé con una dieta sana y haciendo ejercicio hasta el último mes de embarazo.

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