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MUSEO INFANTIL DE OAXACA
Waldini Ortega
En el barrio del Exmarquesado ya no se escucha el silbato de la vieja locomotora diésel 9271 entrando a la Estación del Ferrocarril Mexicano del Sur, terminal Oaxaca, en su lugar ahora se escuchan las voces de niños cruzando y saltando “la vía ancha” para llegar al Bosque Encantado del Museo Infantil de Oaxaca. Tampoco se escucha ya el martillar de los reparadores de vía que abrían paso al tren conocido como “El Oaxaqueño”, en su lugar, se oyen las percusiones del Foro La Higuera, que cada domingo reciben a las familias de Oaxaca en presentaciones al aire libre arropadas y vigiladas por una hermosa higuera del valle sembrada hace 128 años por el general Gregorio Chávez, con motivo de la inauguración de la estación del ferrocarril. Las despedidas, llenas de un sinfín de emociones, se traducen ahora en recibimientos de miles de visitantes al año, en su mayoría no mayores de doce años que buscan una experiencia única en nuestros espacios, además, para nuestra sorpresa, estos niños vienen de la mano con otros niños ávidos de vivir nuestro museo: sus padres, y, ¿cómo no hacerlo?, el Museo Infantil que sus corazones anhelaban llegó por fin en forma de tren. ¿Cómo ocurrió todo esto? Han transcurrido 183 años desde la primera concesión otorgada en México para la construcción del ferrocarril, evento que daría paso a la historia moderna de nuestro país. A partir de ahí se otorgaron diversas concesiones y el Estado también administró directamente otras líneas de ferrocarril. Hacia finales del siglo XIX, principios del XX, el país estuvo conectado por miles de kilómetros de vías férreas. En 1908 nace Ferrocarriles Nacionales de México con la compra por parte del Estado de varias empresas ferroviarias. Al iniciar la década de 1930 el país contaba con 23 345 km de vías. En 1995 se reforma la Constitución y con ello empieza un proceso de privatización de los ferrocarriles. Actualmente, de la empresa Ferrocarriles Nacionales del México queda poco, y ese poco se resume en viejas estaciones que han sufrido el embate del abandono. Pese a ello, la suma de voluntades institucionales, de la iniciativa privada y la lucha de la segunda generación de ferrocarrileros por levantar sus viejas casas de trabajo, ha permitido que algunas de estas estaciones, aunque muy pocas, sean intervenidas y destinadas a un fin cultural, dándole un nuevo giro y sentido a estos espacios que, en algún momento de su funcionar, vieron
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la llegada y salida de cientos de pasajeros a diario.
En Oaxaca, la Antigua Estación del Ferrocarril Mexicano del Sur guarda una historia singular vinculada con el pueblo de Santa María del Marquesado –antes Villa, hoy barrio del Exmarquesado– y con la comunidad ferrocarrilera en particular, que usualmente habitaba en este pueblo. Desde la partida del último tren de pasajeros, esta comunidad luchó por la conservación de los espacios y se apropió de ellos, la comunidad artística se sumó también a esta causa. La fundación del Museo del Ferrocarril Mexicano del Sur, en octubre de 2003, fue el inicio de los trabajos para evitar la pérdida del complejo, pero dados los retos en el mantenimiento de la infraestructura del espacio, como los presenta la mayoría de las estaciones en nuestro país, con el transcurso de los años fue necesario realizar una intervención con mayor fuerza en el complejo arquitectónico. Fue así que en 2013 la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, en coordinación con la federación –a través de su Secretaría de Cultura– y el municipio de Oaxaca de Juárez iniciaron el gran proyecto de la restauración total de los inmuebles correspondientes a las antiguas bodegas de carga, las oficinas administrativas de la estación y tres vagones, intervención que requirió la inversión de 49 millones y medio de pesos. Fue así que un 3 de marzo de 2017 se inauguró un sueño llamado Museo Infantil de Oaxaca, MIO, un sueño casi sacado de los cuadros de nuestro querido pintor ocoteco, Rodolfo Morales, porque el espacio es justamente como su obra: colorido, con trenes, niños y papalotes volando. La experiencia ha sido enriquecedora porque la comunidad ha trazado la pauta, ha sido ella la que nos ha llevado y empujado a la conservación y cuidado de nuestros dos árboles notables, uno de ellos es el más longevo de la ciudad: el ahuehuete de la estación, que según nos relatan, fue testigo de la fundación de nuestra ciudad. También hemos transitado por el camino de la conservación de los archivos ferroviarios, y han sido la Asociación Amigos del Ferrocarril Mexicano del Sur, el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros Sección XXII, jubilados, pensionados y familiares de exferrocarrileros los que han participado en el rescate de este archivo, que a su vez ha sido una nueva tarea para nuestra institución. De esta forma, el caminar con dos públicos, niños y ferrocarrileros, ha explotado la creatividad del personal del museo, quienes, con su singular entrega, han diseñado las mejores experiencias, talleres, exposiciones y actividades para un público que ante todo atesora su patrimonio, porque así somos los oaxaqueños y así nos han enseñado los grandes maestros.