Autobiografía

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UN VISTAZO A MI PRESENCIA EN LA TIERRA Mi autobiografía

Yunnuen Stephanie Tovar Hernández


UN VISTAZO A MI PRESENCIA EN LA TIERRA Mi autobiografía Yunnuen Stephanie Tovar Hernández

E

xisten miles de historias para contar en el mundo, miles de millones que reflejan acontecimientos importantes ocurridos en la vida. Considero eventualmente que dichas historias al construirse como tal fueron totalmente diseñadas para darse a conocer ante las personas,

puede ser que al ocurrir no fuese con tal intención, pues nunca podremos predecir con certeza si algo causará un impacto en el mundo y que eso se contará en un futuro, pero sí la decisión de que ya ocurrido podremos relatarlo para darlo a conocer ante aquellos que no estuvieron presentes, pues de eso se trata una historia, ha nacido para ser contada. En esta ocasión específicamente, ahondaré dentro de lo que es posiblemente, en lo personal, la historia más importante, la mía. Todos hemos conocido la historia de alguien, ya sea leída, escuchada o presenciado la misma, pero ¿Nos hemos detenido a analizar la nuestra? ¿Qué sucedió para que la persona que hoy somos sea tal cual es? ¿Cómo estos cambios se han visto reflejados en nuestro entorno? Son cuestiones que considero deberíamos hacernos en algún momento de nuestra vida, pues hay que tener en cuenta quiénes somos, cómo hemos llegado a ser de tal forma y quién deseamos ser en un futuro. Mi historia, es un poco corta, pues son únicamente 20 años que, por fortuna del destino, aún sigo en presencia de los mismos, pero si hiciera un recuento de todo lo vivido estoy segura que no podría terminar o sería muy complicado hacerlo, ya que no todo es totalmente recordado y muchos acontecimientos los he olvidado a causa de su insuficiencia de significado.


Para dar inicio al relato de este tren que llamo vida, comenzaré explicando las condiciones en las que mi familia se encontraba a mi llegada. Mi nombre, Yunnuen Stephanie Tovar Hernández. En el año de 1997 (año en el que nací) mis padres: Raúl Tovar y Yunuen Hernández, residían en el municipio de Jerez de García Salinas, Zacatecas, pero por cuestiones que el hospital les recomendó a mis padres nací en la ciudad de Zacatecas un día martes 25 de febrero, en ese tiempo gobernando el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Para ese entonces yo ya tenía dos hermanos, un varón, más grande que yo por cuatro años de nombre Raúl y una mujer que me lleva 2 años llamada Nayeli. En dicha época, mi padre laboraba para la empresa Coca-Cola en la empresa del pueblo, nosotros vivíamos en el barrio de la Alameda que está muy cerca de una de las orillas del municipio. Fue incluso en dicho barrio donde yo conocí a quien podría haber sido mi primera amiga, en la casa del lado, se llamaba Mary y nos encantaba jugar a ser cocineras. Mary y yo nos la pasábamos toda la tarde juntas, mientras nuestras mamás bebían café y platicaban acerca de temas que en lo absoluto nosotras entendíamos, pues ambas contábamos con la edad de 2 años. Nos llevábamos la mayor parte del tiempo bien, hago énfasis en “la mayor” puesto que Mary tenía una peculiar costumbre, morderme el brazo sin interés alguno en si eso me lastimaba. Cada día, sin excepción, yo pasaba por esa mordida y entraba en llanto. Un día, mientras nuestras mamás como de costumbre platicaban en la sala de estar, se escuchó un grito espantoso, esta vez no era yo sino Mary puesto que yo por primera vez me defendí de ella jalando su coleta de cabello. Desde ahí, mi amiga no volvió a lastimarme. Considero que este acto me enseño desde entonces a que, si alguien me lastimaba, para frenar dicho abuso se necesitaba una intervención mía al respecto. Hoy en día lo comprendo a la perfección.


Pasados varios meses de mi nacimiento, llega una oferta de trabajo mejor para mi padre, aunque en el caso de aceptarla sería necesario cambiarnos de residencia hacia la ciudad de Zacatecas de manera permanente. Mis padres después de hablarlo, decidieron que era una opción viable y mi papá tomó el trabajo. Nos mudamos hasta la ciudad, específicamente al municipio de Guadalupe, ubicado literalmente pegado a la ciudad. En ese entonces el pueblo era muy distinto a lo que ahora es, no se contaba con tantos mercados comerciales, negocios e incluso la mayoría de las personas caminaban en lugar de ir en coches. El centro del municipio era significativamente diferente, con un aspecto más colonial y antiguo, en especial su jardín principal. Gran cantidad de mis familiares se encontraban viviendo en el municipio, por lo que la unión con la familia aumentó e incluso pasaba gran cantidad de tiempo en el día conviviendo con ellos, mis hermanos y mis padres. Desde entonces éramos muy unidos todos. Mis hermanos iban a la escuela y yo acompañaba a mi mamá a recogerlos. Desde entonces me emocionaba mucho ir por ellos y también el lugar a donde íbamos. Parece ser que ansiaba ir a sus escuelas cada que se llegaba la hora, incluso solía jugar en la casa con la lonchera de Nayeli diciendo que ya me iba a la escuela, así como ella. Vivimos 7 meses más en Zacatecas, hasta que ascendieron reiteradamente a mi padre e incluso nuevamente en otro lugar si decidía tomar el puesto. Esta vez, un poco más distante del estado, pues era en un pueblo llamado Tlaltenango de Sánchez Román ubicado al sur del estado. Después de discutirlo mucho, por la lejanía en la que nos encontraríamos, decidieron que efectivamente nos mudaríamos así que nos cambiamos al municipio totalmente desconocido, sin familia cercana ni conocimiento acerca de a dónde nos dirigíamos.


Resultó ser un pueblo muy tranquilo, por lo que acostumbrarnos al nuevo contexto no fue difícil. Vivimos unos días en un hotel, hasta que encontraron una casa a la cual nos cambiamos. No pasó mucho tiempo hasta que yo entrara al jardín de niños “María Luna Enriquez” al cual fue muy sencillo acostumbrarme a ir, pues ya había tenido un previo acercamiento a lo que implicaba ir a la escuela cuando acompañaba a mi madre para con mis hermanos. Las maestras que tuve durante los 3 años en dicha institución fueron de gran relevancia en mi vida, les tomé un gran cariño a cada una pues me encantaba el hecho de que fueran mis maestras e incluso a la directora de la escuela la estimaba significativamente. Durante los tres años participé en un sinnúmero de obras de teatro individuales y colectivas, bailes de eventos en el año, pastorelas etc. Me gustaba mucho participar y aprenderme lo que tenía que hacer en cada cosa. Al graduarme del jardín de niños, ya sabía leer y escribir acorde a mi nivel, por lo que el cambio en lo que los aprendizajes demandaban en la Escuela Primaria no fue difícil. Lo que sí, separarme de mis grandes maestras que tanto quería, aunque terminé por aceptarlo. Egresé del preescolar y entré a la Escuela Primaria “Lázaro Cárdenas” donde, según recuerdo, en mi primer año escolar conté con un maestro practicante, su nombre era Benjamín. Todo el grupo lo apreciábamos en gran medida, era aquel maestro primerizo, la novedad en cuanto al maestro titular Carmelo, muy distinto a él, joven y con gran carisma. Para los años siguientes todo marchó como en la vida cotidiana de cualquier niña en ese nivel escolar. Tuve algunos problemas con las amistades que tenía, pues con una compañera en especial tenía ciertas dificultades y terminaban separándonos al grupo de amigas que tenía, pero puedo concluir con que fue una etapa muy bonita y distinta. Pasé por muchos cambios, como lo fueron mi manera de pensar, mis amigos, la manera de vestir. En especial esta última, me gustaba


mucho usar cierto tipo de diademas en el cabello, con una coleta de caballo y combinar el color de ambas ligas con la ropa que usaba. En el último año entré a un curso de Derechos Humanos que emitía la CNDH en coordinación con la SEP, mediante el cual los que entramos debíamos dar cierto tipo de clase, estilo taller, acerca de los derechos y obligaciones a distintos grupos de la primaria para hacer difusión de los mismos pues era de gran importancia que los conocieran, exclamaba la CNDH. Este taller especialmente me gustó mucho, sinceramente no por lo que abarcaba, sino por el hecho de sentirme maestra de grupo, aunque no puedo asegurar si era por mero interés en la autoridad o una expresión implícita del gusto por el ser docente. Entré a la Escuela Secundaria Técnica no. 21 la cual se encontraba muy cerca de mi nueva casa, pues nos mudamos a otra más amplia a la vuelta de mi secundaria. En esta etapa destaco acontecimientos significativos como el que ya tuviera más conciencia acerca de lo que la escuela implicaba o su importancia y razón de ser. Cuando niños creemos que la escuela es el lugar a donde vamos a aprender cosas, más no tenemos en cuenta el para qué eso que aprenderemos o por qué existe la escuela. Tuve dos maestras que pasaron totalmente desapercibidas por mi interés en sus clases, pues no me agradaba en absoluto su manera de dar clase e incluso de calificar. Comprendo que fueron acontecimientos importantes para tener una razón crítica ante el trabajo docente. Hubo en especial una maestra, que cambió mi perspectiva anterior del buen maestro pues conforme pasaban los años yo iba incrementando aspectos a esa ideología o modelo que tenía del maestro ideal y mi maestra de matemáticas colaboró ante esa transformación. Tenía una táctica que le funcionó a la perfección. Ante el trabajo, ser firme y rígida, y ante la relación con sus alumnos un poco más flexible, social, bromista pero siempre marcando su autoridad para que nosotros le tuviéramos el respeto correspondiente. Me agradó realmente.


Al salir de la secundaria, contaba con la edad de 15 años para la cual el festejo fue el tradicional que se les hace a todas las quinceañeras, una gran fiesta, muchos invitados, vals tradicional ensayado con anterioridad, cena formal a tres tiempos y después el baile con un grupo versátil. Yo feliz de que se realizara y de planearla aún más. Para esta fiesta tuve algunos contratiempos, puesto que me lastimé con un desgarre en la pierna izquierda por lo que no pude caminar por cuenta propia durante unos cuantos días. Pese a esto, la decisión de posponer mi fiesta estaba en consideración, pero yo no lo quería por lo que sólo esperamos con tratamiento a mi mejoría y todo se solucionó. Siempre me gustó mucho bailar, entonces disfruté en gran medida mi último año de secundaria ya que tuve esa gran fiesta donde el baile estuvo presente durante toda la velada, los bailes de los eventos importantes en el año, el de graduación y aparte los que pertenecían al grupo de danza folklórica de donde era miembro. Después de graduarme entré a la Unidad Académica Preparatoria de la Universidad Autónoma de Zacatecas, Programa 7 la cual estaba relativamente lejos del pueblo por lo que el traslado diario era en camión, aspecto que causó un cambio radical con respecto a lo que estaba acostumbrada. Conocí más personas, aunque en su mayoría conocía a todo el grupo donde me encontraba, pues eran antiguos compañeros de escuela y amigos de ese entonces. En dicha institución nuevamente conté con profesores que si me agradaban en cuanto a su dinámica de trabajo y otros que no. La cuestión aquí era que ninguno desempeñaba lo que sus estudios demandaban, pues todos sin excepción contaban con carreras distintas a la docencia o alguna licenciatura en educación, por lo que su pedagogía no era del todo la más adecuada. No obstante, tuve algunos que tuvieron cierto revuelo en mi educación y motivación para mi futuro, especialmente uno por el cual las ideas para mi futura profesión a elegir se asentaron.


Tuve una experiencia que rescato de esta época de mi vida, cuando fuimos a leer cuentos en inglés a niños en educación preescolar. Arribamos al Jardín de niños “Ramón López Velarde” perteneciente al municipio de Tlaltenango, donde nos asignaron un equipo de tres alumnos con los cuales trabajaríamos cuentos en inglés. Esta experiencia me resultó muy motivante, pues la actividad en realidad me gustó mucho e incluso le pedía a mi maestra de la asignatura repitiera con mayor frecuencia esa dinámica. Fue ahí cuando di por hecho mi decisión: ser maestra de preescolar. Esta etapa, además, se llenó de muchos cambios impactantes en la persona que soy ahora. Cambié de amistades significativamente, conocí otras que hasta el momento aprecio con gran medida, mi manera de pensar fue influenciada por acontecimientos que pasaba día a día, me resultaba más importante lo que sería en un futuro, qué quería realizar de mi vida y quiénes deberían estar en ella para ese entonces, así como de quiénes su presencia no era necesaria. Realicé viajes a distintos estados del país e incluso fuera del mismo, en los cuales la autonomía se desarrolló más en mí pues dichos viajes no eran con mi familia por lo que yo tenía que encargarme de mis necesidades presentadas, cuidarme y ver por mí pues mis padres y hermanos estarían lo bastante lejos como para poder auxiliarme en cuestiones necesarias. Estas experiencias fueron gratificantes para mí y enriquecedoras para formar quien soy hoy. Antes de egresar de la preparatoria, se avecinaban cambios drásticos puesto que al decidir la profesión que estudiaría era necesario un cambio de residencia únicamente por mi parte, pues al decidir estudiar la Licenciatura en Educación Preescolar en la Benemérita Escuela Normal “Manuel Ávila Camacho” ubicada en la ciudad de Zacatecas, habría que cambiarme de casa y separarme de mi familia. Esta idea fue difícil de aceptar, pero al final fue la elegida. Cuando fui a hacer el examen para entrar a la carrera, mi madre fue quién me acompañó hasta la institución para desearme suerte. Ese día estaba lloviendo en la ciudad, hacía frío y viento por lo que las condiciones en los salones no eran del todo las más cómodas para sentirse cómodo. Había muchas personas, por lo que


el nerviosismo en mi sentir aumentaba ya que sólo se aceptaban a 30 personas de las 180 que presentamos examen en aquella ocasión. Mi situación física no era la más favorable, ya que estaba enferma con una infección de garganta y gripe por los cambios climáticos por lo cual la concentración en el examen era difícil. Al salir de la escuela, me sentía insegura, dudosa de mis respuestas, pero mi fe estaba puesta en esa única opción de carrera por lo que no me quedaba más que esperar resultados. En dicha época yo era un poco más insegura de mí misma, considero por el cambio tan repentino de amistades que había tenido, aspecto que posteriormente fue cambiando de mejor manera. Logré entrar en la licenciatura, quedando en el lugar no. 11 para sorpresa mía, pues no lo esperaba de ninguna manera, pero causó una alegría indescriptible y una incertidumbre inigualable ante lo que se aproximaba. Logré, entonces, mudarme hacia la que sería mi nueva casa en la ciudad de Zacatecas, cambiar mis cosas y separarme de mi familia de manera significante. Los primeros meses fueron difíciles, pues a pesar de verlos cada fin de semana no podía acostumbrarme a la idea de estar tan lejos de mis padres, aunque con el tiempo me fui acostumbrando poco a poco hasta llegar a estar cómoda tanto en Zacatecas como en Tlaltenango. La carrera en la que estoy resultó ser muy distinta a lo que una se imaginaba. Frecuentemente se escuchan bromas como “tijeritas I, dibujos II” sobre las clases a las que me enfrentaría en la licenciatura, más ninguna hasta el momento fue de tal modo. Recibimos desmotivaciones en una primera instancia sobre la carrera, ya que según las circunstancias actuales con el gobierno y la desvalorización docente las cosas no están muy bien en cuanto al magisterio e intentaban, pienso yo, hacernos cambiar de opinión. A pesar de que con el tiempo varias compañeras decidieron salirse e ir a otra licenciatura, mi decisión seguía firme ante lo que quiero y estoy preparándome para ser. Actualmente, me encuentro dentro del cuarto semestre de la licenciatura, a punto de finalizarlo para el inicio al periodo vacacional y puedo afirmar fielmente


que durante esta estancia en otra ciudad, se han presentado cambios significativos en la persona que era y soy ahora y estoy bien con ello, no conforme, puesto que uno nunca deja de aprender y crecer como persona pero sé que voy en buena dirección ya que es lo que pretendo hacer en mi vida, que no sé ni nadie más en certeza cuánto durará, pero sí podemos intervenir en qué podemos cambiar de ella y en qué camino dirigirla. El ciclo de vida de los seres humanos es prácticamente igual para todos. Nacemos de distintas maneras, cesárea o parto; Crecemos con o sin ayuda; Vivimos nuestra vida del modo que lo decidimos y morimos. Todos sin excepción alguna pasamos por este proceso, pero el disfrutarlo depende de la actitud que cada persona posea ante su propia existencia. Considero que ahí reside la construcción de la historia de nuestra vida.


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