Cuento

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Yunnuen Stephanie Tovar Hernández Prácticas sociales del lenguaje

Una vida que no es la tuya… ¿Qué pasaría si un día despertaras y estuvieras en una casa que no es la tuya? ¿Qué sentirías si tan sólo después de despertar llegara otra persona y te llamara “hijo/a”? ¿Ver a otros que no son tus hermanos viviendo contigo? Que extraño ¿no? Pues esto fue lo que le pasó a Merari y para ella fue toda una experiencia. Todo ocurrió cuando un día por la tarde, Merary tenía entrenamiento con su equipo de fútbol, a ella le encantaba asistir a todos los entrenamientos y desde una hora antes ya estaba muy preparada para ir pues el futbol era su pasión con locura extrema, la ponía muy feliz patear un balón y compartir ese gusto con sus amigos. A Merary le habían encargado hacer una exposición para su clase de artes muy importante por lo cual se tardó más de lo que tenía pensado y se le hizo tarde para su entrenamiento. En vista de que llegaría muy retrasada al campo de futbol, le pidió a su mamá que la llevara al campo en la camioneta para no llegar tan tarde. La mamá de Merary le mencionó que estaba cocinando la cena, pero que en 10 minutos estaría lista para llevarla. Merary se disgustó, pues ella sólo pensaba en que tenía que llegar lo más pronto posible a su entrenamiento, así que volvió a decirle a su madre que quería llegar rápido, así que debía llevarla en ese momento. Su madre volvió a recalcarle que aún no podía pero que se daría prisa para poder llegar pronto. Merary muy molesta tuvo que esperar a su madre, aunque se desesperó y se fue caminando, pues ella necesitaba llegar a su entrenamiento y era lo único que le importaba. Su madre la alcanzó a la vuelta de la esquina con el auto y Merary no quiso subir, estaba muy enfadada porque su madre no le hubiera puesto la misma importancia que ella veía en su deporte, y que le haya importado más su tonta comida, pensó ella. Le gritó muchas cosas feas a su mamá entre las cuales le dijo “Ojalá tú no fueras mi madre” La mamá de Merary e sintió muy triste, pero aun así la llevó a su entrenamiento, pues a ella si le importaba el deporte que tanto quería Merary, aunque su querida hija no lo notara. Cuando cayó la tarde, Merary llegó a su casa y aún se sentía molesta.


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No entiendo por qué a mi madre no le importan mis entrenamientos como a mí. Ella siempre está centrada en la cocina o con mis hermanitos. Nunca tiene tiempo ni siquiera para llevarme cuando más lo necesitaba. Pensó Merary. Su mamá también se sentía mal, pues unos minutos tarde no serían problema si ella le explicaba al entrenador el porqué de su retardo. Aun así, la mamá de Merary intentó hablar con ella para solucionar el conflicto y hacer que su hija tomara conciencia de lo que había dicho y que no estaba bien, aunque Merary fingió estar dormida cuando su mamá tocó a su puerta, por lo que no hubo oportunidad de hablar. La mañana siguiente, Merary despertó tarde, pues era sábado y no tenía que ir a clases, aunque se percató que no había escuchado el “Merary, saca tu ropa sucia” “Merary, es tarde, ven a desayunar” que su mamá repetía cada sábado como una costumbre. Merary pensó que su madre estaba arrepentida por lo que había ello, así que le había dejado dormir más tiempo. Cuando Merary se levantó fue hacia la cocina para tomar el almuerzo que seguramente su mamá ya le había preparado y si, cuando llegó al comedor había un plato servido ya, aunque no eran los trozos de calabaza que cada fin de semana le hacía a su hija con la idea de que debía comer verduras siempre para estar sana. Tampoco era la malteada tan rara llena de sabores distintos que Merary odiaba. Eran unos panqueques deliciosos, con un gran vaso de malteada de chocolate muy espumosa. Merary se sintió muy feliz y sin pensarlo dos veces fue hacia tal platillo a degustarlo con gran emoción. Al terminarlo, le extrañó no ver a su mamá pero no le tomó importancia pues pensó que había ido por las compras para la semana, así que fue a su cuarto a escuchar música en lo que llegaba su madre. Poco rato después, Merary escuchó que alguien entró así que fue hacia allá pues estaba segura de que era su mamá y quería ver que cosas había traído. Cuando llegó a la cocina, efectivamente, vio a la que parecía ser su mamá, aunque no del todo. Si, usaba la ropa que ella conocía que tenía su madre pero era una señora totalmente diferente. Merary se asustó y le preguntó a esa persona -¿Quién es usted? ¿Dónde está mi mamá?- La señora volteó muy extrañada ante lo que le decía Merary por lo que respondía –Hija, ¿Qué tienes?


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¿Cómo que quién soy? Yo soy tu mamá, no hagas tales bromas- Merary insistía en que ella no era su madre así que salió huyendo de la casa. Cuando llegó a la esquina de su cuadra, se encontró a un hombre alto al cual le pidió ayuda de manera insistente. – ¡Ayúdeme! alguien se llevó a mi mamá y me dice que es mi nueva mamá–. –Tranquila, vamos. – le contestó aquel señor alto y juntos se fueron hacia la casa de Merary.


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