hasta balazos dirigidos al pecho del ave, pasando por pastillas para conciliar el sueño. Pero no había solución alguna. Desesperados, entonces, decidieron crear una junta de vecinos con el único fin de acabar con el problema. —¡No soporto a ese pájaro! —¡Yo he gastado ya todos mis cartuchos, tratando de matar a esa ave! —¡Ese animal me tiene aburrido! ¡Nosotros llegamos agotados de nuestros trabajos y solo queremos descansar! «Pájaro», «ave» y «animal» lo llamaban, ya que desconocían que su nombre era zorzal. A tal grado llegaba su desconocimiento de la fauna. —¡No se preocupen! ¡Yo tengo la solución! —Dijo el presidente—. Noten ustedes que ese pájaro siempre se posa en el mismo arbusto. —¡Tiene razón! ¡Siempre se coloca en la misma planta! —exclamaron, al unísono, el secretario y el tesorero. —¡Es cierto, es cierto! ¡Siempre se para en el mismo vegetal! —afirmó en un tono seco el resto de la comunidad. «Arbusto», «planta» y «vegetal» la llamaban, ya que desconocían que su nombre era ligustrina. A tal grado llegaba su desconocimiento de la flora. —¡¿Qué les parece si juntamos dinero y compramos una pala y una picota para sacar ese arbusto?! —les preguntó el presidente.
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