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El duende y el sombrero de oro

EL DUENDE Y EL

SOMBRERO DE ORO

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Percy Taira Matayoshi

Hace muchos años, un ave traviesa le robó a un duende su sombrero de oro y lo colocó en lo alto de un enorme palo. Al ver el duende que no podía llegar a rescatar su preciada prenda, lloró desconsoladamente. En ese momento, apareció por allí un asno, que al ver al duende llorar le preguntó qué le pasaba. El duende le contó su problema y el asno decidió ayudarlo. Pero el asno no podía subir hasta la cima del palo para recuperar el sombrero. Luego de pensar por algunos minutos, tuvo una idea. Si bien no podía subir por ese palo, podía derribarlo golpeándolo con sus pezuñas. El asno se colocó a un lado del palo y comenzó a darle fuertes golpes, pero este no se movió. Golpeó una y otra vez pero el palo no caía. Al final, luego de varios intentos, el asno se cansó y se sentó al lado del duende lamentándose por su falta de fuerza.

Luego, apareció un elefante. Este, al ver tristes al duende y al asno, les preguntó qué les pasaba. Los dos amigos le contaron lo que había pasado y entonces el elefante se apiadó de ellos y decidió ayudarlos. —Yo derribaré este palo pues no sólo soy más grande y fuerte que el asno, sino que tengo estos grandes colmillos que pueden derribar cualquier cosa —dijo con orgullo el elefante.

Luego, retrocedió unos pasos y embistió el palo con gran fuerza, pero este, tampoco se movió. Sorprendido, el elefante retrocedió más pasos, tomó carrera, y golpeó con violencia el palo, pero este se mantuvo firme y ni siquiera tembló. Molesto, el elefante golpeó el palo con sus colmillos una y otra vez, pero el palo tampoco se movió.

Avergonzado por no poder derribarlo, el elefante se sentó al lado del duende y del asno y se lamentó junto con ellos.

En ese momento, los tres amigos escucharon una risa. Voltearon para ver de dónde provenía y vieron a una bella orquídea blanca muy cerca de donde se encontraba el palo. — ¿De qué te ríes? —Preguntó el duende— ¿Acaso no sabes por qué sufro? —Sí, sé por qué sufres, pero no te preocupes, yo puedo ayudarte —le respondió la flor. —¿Tú? ¿Una simple orquídea? —preguntó el asno incrédulo. —Pero si ni siquiera puedes moverte de la tierra — agregó, burlonamente, el elefante. —Confíen en mí —dijo la orquídea sin dejar de reír. —Muy bien, confío en ti mas dime ¿cómo me vas a ayudar? —preguntó el duende. —Antes de ayudarte, debes hacerme un favor ¿aceptas? —le contestó la flor. El duende aceptó. —Haré lo que desees —le dijo.

—Muy bien —se alegró la orquídea— Hace muchos años que no llueve en este lugar y no he podido beber agua. Tengo mucha sed y, como saben, no puedo caminar e ir al río más cercano. Si tus amigos y tú me traen toda el agua que puedan y riegan con ella toda la tierra que me rodea y me dan de beber, te ayudaré a recuperar tu sombrero de oro.

El duende y sus dos amigos aceptaron el trato y fueron juntos al río que quedaba muy cerca de allí. El duende cargó dos baldes con agua, el asno cargó en su lomo cuatro baldes y el elefante llenó su trompa con todo el agua que cabía en ella. Los tres llegaron hasta donde estaba la orquídea y ésta al verles, rió de felicidad. Luego, alzó sus hojas, extendió sus pétalos y los tres compañeros echaron suavemente el agua que habían traído sobre ella y sobre toda la tierra que había a su alrededor.

Luego de refrescarse y de beber toda el agua que quería, la flor les agradeció a sus amigos el favor que le hicieron. —Ahora te toca a ti ¿cómo vas a ayudarme? —le preguntó el duende.

La orquídea, lo miró con una gran sonrisa y luego le respondió: —Ya lo hice. Sólo tienes que empujar el palo. Los tres amigos se miraron extrañados pero el duende no quiso perder más tiempo y obedeció. Se acercó al palo y lo empujó levemente y entonces el palo se remeció, comenzó a temblar y cayó pesadamente sobre la tierra junto con su sombrero de oro.

Al ver esto, el duende le agradeció a la bella orquídea por haberle ayudado a recuperar su preciado objeto.

El agua que había servido para refrescar y saciar la sed de la flor, también sirvió para humedecer y debilitar la dura tierra que rodeaba la base del palo; por ello bastó un solo empujón del duende para que éste cayera. El favor que el duende le hizo a la flor, a su vez, le ayudó a recuperar su valorado sombrero.

Percy Taira Matayoshi (Lima, Perú - 1982). Es escritor, poeta y periodista. En poesía, ha publicado los poemarios Bitácora (2002); Puerta Azul (2008) y, de manera virtual, La piedra y el ornitorrinco (2014) y Ventanas negras (2018). En narrativa, ha publicado la novela de fantasía Relatos del Imperio de Qudor: La dama roja (2019). Ha colaborado en revistas literarias virtuales e impresas de Perú y México. E-mail: percytaira@gmail.com / Twitter: @PercyTaira / YouTube: youtube.com/PercyTaira.

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