LECTURAS 5ยบ PRIMARIA
ÍNDICE DE LECTURA EFICAZ 5º 1.
EL COYOTE PORTADOR DEL SOL
2.
LA CIGARRA Y LA HORMIGA
3.
EL GATO Y EL LORO ..........................................................................................................
4.
............ CANCIÓN CHINA EN EUROPA ..........................................................................................................
5.
.................................... LA HIJA DEL CONDE RINER ......................................................................................
6.
EL OSO POLAR ..................................................................
7.
ROMANCE DE ROSALINDA ..........................................................................................................
8.
.................................. PORQUE TIENE EL CONEJO GRANDES Y LARGAS LAS ....................................................................................................
9.
VILLANCICO OOOOOREJAS
.
10. EL PEQUEÑO HÉROE DE HARLEM .......................................................................................................... .......................................................................................................... ..................... 11. ........ LAS AVES DE LA CIUDAD .................................................................................................
12. MI NIÑA SE FUE A LA MAR (GARCÍA LORCA) .......................................................................................................... 13. ........ LAS MULTICOLORES PLUMAS DE LOS PÁJAROS .......................................................................................................... 14. .... ROMANCE DE DELGADINA .................................................... 15. OTRAS RELIGIONES: EL ANIMISMO ......................................................................................... 16. EL ESPANTAPÁJAROS Y EL BAILARÍN .......................................................................................................... 17. ....... EL MAR, LA MAR (R. ALBERTI) ................................................................................................. 18. DE QUE MANERA SALIERON LAS LIANAS EN LA JUNGLA .................................................................................. 19. ROMANCE DEL CONDE NIÑO ........................................... 20. HABITANTES SUBTERRÁNEOS Y OCULTOS .......................................................................................................... 21. ................. EL GUARDIÁN DE LA TORRE .......................................................................................................... 22. ................................ LA IMPRUDENCIA DE FAETÓN . ......................................................................................
1 EL COYOTE PORTADOR DEL SOL
EL COYOTE PORTADOR DEL SOL
En aquel tiempo, cuando en la tierra sucedían cosas dificiles de comprender, la tierra india estaba envuelta en una casi total obscuridad. El Sol no había empezado a brillar y, al no haber Sol, no había flores, ni frutos, ni alegría, ni canciones. Todo era tristeza, cansancio y lentitud. En esta tierra india, cubierta de noche, vivía el coyote, es decir, el lobo americano. Y el coyote se pasaba el día cazando a tientas, pues no había suficiente luz para cazar con sosiego. Un día, sin embargo, cazando, cazando, se alejó de su territorio sin darse cuenta. El ansia de la caza lo llevó lejos, muy lejos, hasta un país que se le antojó el más hermoso que jamás hubiera visto. Estaba inundado de una claridad nueva, que daba vida a las cosas: el Sol acariciaba la tierra durante el día y, por la noche, la Luna, suavemente la peinaba. Los frutos y las flores estaban por todas partes, las plumas de los pájaros adquirían unas tonalidades jamás vistas, las mujeres, los niños y los pájaros cantaban de la mañana a la noche... Maravillado y cegado, el coyote emprendió el camino de vuelta a su casa. Cuando llegó, contó a los animales del lugar todo cuanto había visto. Pero aquellos animales que siempre habían vivido a oscuras no llegaban a imaginar que pudiera existir algo parecido y no creyeron sus palabras. Tanto y tanto dudaron que el mismo coyote acabó pensando si no habría sido un sueño. El coyote, confuso y dudoso, decidió consolidar su visión, y un buen día marchó nuevamente hacia aquella maravillosa tierra. Atravesó montañas, bosques y la gran pradera. Y volvió a encontrar a las flores, a los frutos, a los pájaros, a los alegres niños, y al Sol, que parecía presidir una fiesta sin fin. Luego, no era un sueño. Era una realidad. De regreso a las oscuras montañas, contó de nuevo su historia. Y por segunda vez sus compañeros no pudieron comprenderle y no le creyeron. Incluso llegaron a pensar si no habría perdido el juicio. Pero el coyote no olvidó aquel hallazgo. Día y noche su cabeza estaba repleta de aquella claridad, aquella bonanza, aquella alegría. Y entonces tomó una decisión valiente y de envergadura: traería a los suyos aquel astro capaz de tanta maravilla. Y se puso en camino por tercera vez. Llegado al término de su viaje se escondió entre unos matojos: desde allí estuvo espiando todo lo que sucedía durante unos días. Descubrió que, por la noche, el jefe indio guardaba al Sol en su tienda. De día, guardaba a la Luna.
Una noche, el coyote, al ver que regresaba la mujer del jefe, se transformó en una rama seca junto al camino, muy cerca de la tienda. Al pasar la mujer por allí, se inclinó y recogió la rama pensando utilizarla para hacer fuego. Era precisamente lo que el coyote quería. Una vez en la tienda se escondió entre la leña destinada a la fogata del día siguiente, y permaneció muy quieto. Al poco rato, el jefe de la tribu y su mujer, cansados de la dura jornada, se acostaron y se durmieron. Cuando el coyote tuvo la seguridad de que dormían a pierna suelta, volvió a su forma originaria y se apoderó, con gran cuidado, del Sol. Entonces, salió de puntillas de la tienda, procurando no hacer ningún ruido, y huyó pies para qué os quiero. Sin embargo, a pesar de las precauciones, algún ruidillo debió hacer, pues el jefe despertó. Al darse cuenta de que habían robado el Sol empezó a llamar a todos sus hombres a fin de perseguir al ladrón. Pero el coyote había huido más veloz que el rayo. No encontraron ni rastro de él. De nuevo en sus montañas, mostró el Sol a sus compañeros.Todos estaban ofuscados y medio atemorizados. Al fin, uno de ellos se acercó paso a paso a la brillante bola y, rozándola con el pie, dijo: - ¿Y para qué va a servirnos esto? - Esto servirá para darnos luz y calor -respondió el coyote-. Haremos que todos, en todas partes puedan disfrutar de él. Y despues de pronunciar estas palabras subió a la montaña más alta de aquellos contornos. Cogió el Sol y lo lanzó por encima de las nubes, al tiempo que le ordenaba que cada día surcara el cielo de este a oeste. Y desde entonces, el Sol prodiga a todos sus rayos, su calor y su luz. Y ello, gracias a la audacia del coyote. Leyenda de los indios norteamericanos
2 LA CIGARRA Y LA HORMIGA
LA CIGARRA Y LA HORMIGA Era verano y hacía buen tiempo. En el bosque los animales dormían la siesta, porque el calor no invitaba a trabajar. La cigarra, como cada año, no paraba de cantar. -¡Hola, amigos! –saludaba como tenía por costumbre al encontrarlos. -¡Hola, cigarra! Tú sí que eres feliz cantando y tocando la guitarra. -¡Aprended de mí! -decía ella. -¿Es cierto que no trabajas nunca? -le preguntó un día una abeja curiosa. -¿Trabajar yo? ¿Por qué? Tengo a mano todo cuanto necesito. Además, con este calor ... ¡Qué pereza trabajar! -Bien, pero tendrás que pensar en el futuro -le replicaba una mariquita-. Algún día te arrepentirás. Pero la cigarra seguía tan alegre y soñadora como siempre. La cigarra tenía una vecina, la hormiga, que era todo lo contrario: trabajaba de sol a sol, almacenando comida para el invierno. Ella sí que pensaba en el futuro. ¡Claro que sí! Sin embargo, la cigarra siempre decía: -No trabajes tanto, hormiga, no va a acabarse el mundo... -Hay que ser previsora -decía la hormiga almacenando su hormiguero. -Tendrías que vivir mejor, mírame a mí... ¿Me has visto trabajar alguna vez? -No, ahora que lo dices, no. Pero sería hora de que empezases -replicaba la hormiga cansada de aguantarla. -Pero, ¿por qué? ¿No es mejor vivir al día? -decía la cigarra. -Y cuando llegue el frío, ¿qué harás? ¿Cantarás también entonces? Y, efectivamente, llegó el invierno. El bosque cambió por completo: no había flores para oler, ni hierbas para comer. Los animales se escondían donde podían para protegerse del frío. La cigarra no sabía qué hacer. No quería cantar porque no tenía público, y si buscaba comida sólo encontraba humedad y rastrojos. -Iré a ver a la hormiga -se decía-. ¡Ella sí que vive bien! En su casa, caliente y tranquila, tiene provisiones de sobra para todo el invierno.
Se dirigió a casa de la hormiga y la llamó. La hormiga al oír voces, se asustó. -¿Quién será a estas horas? -se preguntaba. Al abrir la puerta se encontró a la cigarra tiritando de frío. Daba pena verla tan delgada y pálida. -Tengo hambre y frío -dijo la cigarra-. ¿Me darás un poco de comida, por favor? A ti te sobra y yo no tengo. -¡Vaya! Ahora resulta que no tienes nada pará comer -exclamó la hormiga- ¿y qué has hecho con lo que comías en verano? -Todo está podrido y no encuentro nada; por eso he venido a verte. -Lo siento, cigarra, pero ahora sí que no puedo ayudarte-. ¡He trabajado todo el verano buscando alimentos mientras tú saltabas y cantabas! Y la cigarra, sola y triste, se alejó del hormiguero; se agazapó bajo una seta y allí se quedó sin saber qué hacer.
3 EL GATO Y EL LORO
EL GATO Y EL LORO Había una vez un gato y un loro. Decidieron invitarse a comer, primero en casa de uno, después en casa del otro. El gato debía empezar. Pero era un gato muy avaro, sólo puso sobre la mesa un litro de leche, un trocito de pescado y una galleta. El loro era un loro bien educado y no se quejó, pero no quedó muy contento. Cuando le tocó a él invitar al gato, el loro preparó una excelente comida. Hizo asar un lomo de ternera, cogió una cesta de fruta, llenó una jarra de vino y, además, hizo cocer un montón de riquísimos pasteles, dorados y crujientes. Llenaban la canasta de la ropa; su olor se esparcía por toda la casa. ¡Había quinientos! Entonces puso cuatrocientos noventa y ocho ante el gato y para él no guardó más que dos. El gato comió el asado y bebió el vino. Saboreó la fruta y después atacó el montón de pasteles. Se los comió todos; comió los cuatrocientos noventa y ocho pasteles. Después se volvió hacia el loro y le dijo: -Tengo hambre, ¿no tienes nada más que comer? Quedan mis dos pasteles -dijo el loro. Había quedado tan sorprendido de la hazaña del gato que ni los había probado-. ¿Los quieres? El gato comió también los dos pasteles; después, relamiéndose los bigotes, le dijo: -Me está entrando el apetito. ¿No tienes nada más para comer? -¡Vaya! -le dijo el loro amoscado-. Ya no me queda nada, a menos que me quieras comer a mí. Apenas había terminado de hablar, cuando el gato se relamió los bigotes, abrió la boca, y, ñim, ñam, engulló al loro. Una vieja, que les había servido la comida y que había quedado sorprendida por la conducta del gato, le dijo: -¡Gato! ¡Gato! ¿Cómo has podido comer a tu amigo el loro? -¡Un loro! ¡bah! ¿Qué es un loro para mí? -respondió el gato-. ¡Tengo ganas de comerte a ti también! - Y ñim, ñam, engulló a la vieja.
Entonces encontró un hombre que conducía un asno y le dijo: -¡Apártate a un lado, Minino! Llevo prisa y podría aplastarte mi asno. -¡Un asno! ¡Bah! ¿y qué es un asno para mí? -dijo el gato-. Me he comido quinientos pasteles; me he comido a mi amigo el loro; me he comido a una vieja. ¿Por qué no me he de comer también a un buen hombre y su asno? -Y ñim, ñam, engulló al buen hombre y a su asno. Y prosiguió su camino pavoneándose así. Un poco más lejos encontró un cortejo de la boda del rey. El rey iba delante con su vestido nuevo, acompañando a la novia y detrás de él marchaban sus soldados; les seguían gran cantidad de elefantes en fila, de dos en dos. El rey estaba de muy buen humor porque acababa de casarse y dijo al gato: -¡Apártate a un lado, Minino! Mis elefantes podrían aplastarte. -¿Aplastarme a mí? ¡Bah! -respondió el gato irguiéndose. ¡Ja! ¡Ja! Me he comido quinientos pasteles, me he comido a mi amigo el loro, me he comido a una vieja, me he comido a un buen hombre y a su asno. ¿Por qué no me he de comer también a un desgraciado rey y a todo su séquito? -Y ñim, ñam, engulló al rey y a la reina, a todos los soldados y a todos los elefantes. Después continuó su camino, no muy deprisa, porque empezaba a estar un poco harto. Pero, algo más lejos, encontró dos enormes cangrejos, caminando de lado tan aprisa como podían. -¡Apártate a un lado, Minino! -gritaron. -¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! -exclamó el gato con una voz terrible-. Me he comido quinientos pasteles, me he comido a mi amigo el loro, me he comido a una vieja, me he comido a un pobre hombre y a su asno, al rey, a la reina, a los soldados y a los elefantes. ¡Os voy a comer a vosotros también! Y ñim, ñam, engulló a los dos enonnes cangrejos. Cuando los cangrejos llegaron al final, comenzaron a mirar a su alrededor. Estaba muy oscuro, pero al cabo de un momento, pudieron ver al pobre rey sentado en un rincón, con la reina en brazos, porque se había desmayado. Cerca de él estaban los soldados apretados unos contra otros, y los elefantes, que
intentaban ponerse en fila de dos en dos, pero no podían porque no había bastante sitio. Enfrente estaba la pobre vieja y a su lado, el buen hombre con su asno. En el tercer rincón, había un gran montón de pasteles y encaramado sobre ellos, el loro, con las plumas erizadas. -Hermanos, manos a la obra -se dijeron los dos enormes cangrejos. Y, ris, ras, comenzaron a hacer un agujerito en el costado del gato, con sus pinzas; ris, ras, ris, ras, hasta que el agujero fue lo bastante grande para poder pasar por él. Entonces salieron los dos cangrejos y detrás de ellos, salió el rey con su esposa, luego los soldados y los elefantes en fila, de dos en dos, después el buen hombre y su asno; después la pobre vieja y al final, el loro con un pastel en cada pata. (Él sólo quería dos pasteles.) Y el gato tuvo que pasarse todo el día cosiendo el agujero de su costado. ¡Así aprenderá a no ser tan glotón!
4 CANCIÓN CHINA EN EUROPA
CANCION CHINA EN EUROPA La señorita del abanico, va por el puente del fresco río. Los caballeros con sus levitas, miran el puente sin barandillas. Las señoritas del abanico y los volantes, buscan marido. Los caballeros están casados, con altas rubias de idioma blanco. Los grillos cantan por el Oeste. (La señorita, va por lo verde.) Los grillos cantan bajo las flores. (Los caballeros van por el Norte.) FEDERICO GARCÍA LORCA
5 LA HIJA DEL CONDE RINER
LA HIJA DEL CONDE DE RINER
El conde de Riner era tan anciano que apenas se tenia en pie, y fue llamado por el rey para ir a la guerra contra los moros. El conde estaba muy triste, pues no se veía con fuerzas para empuñar las armas. La más pequeña de sus tres hijas prometió ir a la guerra en lugar de su padre si le daba por compañía tres fieles soldados, uno que se hiciera el sordo, otro el mudo y otro el tonto. El padre cedió a la doncella los tres soldados que pedía. Fue a la guerra y luchó valerosamente. Vestía como un guerrero y nadie habría adivinado, ni por su porte ni por su valentía, que fuese una doncella. El hijo del rey, sin embargo, con sólo verla sospechó que era una dama. Durante toda la guerra quiso estar a su lado para observarla y cuanto más la miraba más le parecía que era una dama y no un caballero. Terminada la lucha, estando todos los caballeros reunidos en e1 palacio del rey, y antes de regresar cada uno a su casa, el príncipe no paraba de decir a su madre: -El conde de Riner es dama a mi parecer, pues montado en el corcel tiene porte de mujer. La reina aconsejó a su hijo que invitara al apuesto conde a un almuerzo y que observara qué trozos se servía: si cogía los grandes era señal de que era un caballero y no una dama; si los chicos, al contrario. El soldado sordo de la doncella oyó la conversación y fue rápido a contar a su ama lo que ocurría, y así, la doncella, prevenida, tomó de la fuente los pedazos más grandes. El príncipe, sin embargo, siguió sospechando y de nuevo pidió ayuda a su madre, que le aconsejó que invitara al conde a dar un paseo por el jardín y que hiciera un ramo de flores para la reina. El conde, por gentileza, tendría que hacer otro; si al hacerlo elegía las flores grandes, señal de que era caballero, y si formaba el ramo con flores pequeñas, no había duda de que era una dama. El soldado mudo oyó la conversación y previno a su señora que, al hacer el ramo, eligió las flores más grandes.
El príncipe, que se había prendado de la doncella, no se dio aún por vencido, y de nuevo dijo a su madre: -El conde de Riner es dama a mi parecer, pues montado en el corcel tiene porte de mujer. Y la reina aconsejó a su hijo que invitara al conde a dormir con él una noche. El soldado tonto oyó la conversación y al momento avisó a su señora. Cuando el príncipe hizo la propuesta a la doncella, ésta ya había pensado la respuesta. Le dijo que, cómo príncipe que era, no podía negarse a sus deseos, pero le rogaba que le diese una guitarra, ya que era muy aficionado al cante y no podía dormir si antes no cantaba un poco. El príncipe se metió en la cama y la doncella de Riner empezó a cantar y su canto era tan dulce que al momento el príncipe quedó dormido con un sueño tan profundo que no despertó en toda la noche. Cuando a la mañana sigui ente se levantó, el conde de Riner ya estaba vestido y listo para marchar, puesto que era el día en que debía partir para su casa, e hizo creer al hijo del rey que habían dormido juntos. La doncella llegó a su casa tal como había salido, y llena de gloria y honor puesto que había engrandecido el nombre de su padre. El anciano conde, cuando supo lo ocurrido a su hija con el hijo del rey, le preguntó si le gustaría casarse con él. La doncella contestó que sí, pero que primero había querido salvar el honor de la familia. El conde mandó llamar al príncipe y le contó la verdad. El príncipe pidió la mano de la doncella al conde que gustoso, se la concedió, y celebraron unas espléndidas bodas.
6 EL OSO POLAR
EL OSO POLAR El oso polar dobla aproximadamente en tamaño al león o al tigre. Su comida principal la constituyen las focas. El oso polar vive en los mares helados. Es muy buen nadador, y los jóvenes disfrutan mucho jugando juntos en el agua. Fuera de los bancos de hielo, la mayoría de los osos son criaturas solitarias, pero no parece que sean animales poco sociables. Probablemente pasan la mayor parte de su tiempo en soledad porque para capturar a las focas deben sorprenderlas. Bajo la piel tienen una enorme capa de grasa que los aisla del frío. El oso polar tiene un soberbio sentido del olfato. Cuando reina la oscuridad y no puede ver dónde hay focas, las localiza olfateando desde una distancia de más de veinte kilómetros. Vida Familiar Las hembras se trasladan a tierra para parir sus crias. Los cachorros nacen en guaridas construidas en los bancos de nieve, a lo largo de las vertientes de las colinas costeras y de los valles contiguos. Las osas preñadas entran en las guaridas en noviembre y los cachorros nacen en diciembre. Al nacer son ciegos y pesan sólo unos quinientos gramos. La madre y los cachorros permanecen en la guarida hasta marzo o primeros de abril. La osa polar queda preñada a los cuatro años de edad y tiene crías cada dos o tres años. El Hombre al Acecho Los esquimales cazan osos polares principalmente por su piel, que venden a precios muy altos. La piel del oso se utiliza entre otras cosas para engrasar los patines de los trineos, y así deslizarse más fácilmente sobre la nieve. Su carne es también muy apreciada, aunque frecuentemente se encuentra infestada por un parásito denominado triquina. El hígado del oso es muy rico en vitamina A. A los osos polares se les caza por lo general en los mares helados, y una cacería suele durar un par de semanas. Los cazadores deben desplazarse unos trescientos quilómetros. Utilizan una traílla de perros para arrastrar el trineo y para que detecten el olor del oso y puedan localizar dónde está. Antiguamente cuando los esquimales no tenían armas de fuego, cazaban al oso con jabalina, lo que requería mucho valor y conocimiento para saber calcular perfectamente el tiempo y la fuerza.
7 ROMANCE DE ROSALINDA
ROMANCE DE ROSALINDA A las puertas del palacio de una señora de bien, llega un lindo caballero corriendo a todo correr. Como el oro es su cabello, como la nieve su tez; sus ojos como dos soles y su voz como la miel. -Que Dios os guarde, señora. -Caballero, a vos también. -Ofrecedme un vaso de agua que muerto vengo de sed. -Tan fresca como la nieve, caballero, os la daré, que la cogieron mis hijas al punto de amanecer. -¿Son hermosas vuestras hijas? -Como un sol de Dios las tres. -Decidme cómo se llaman si en ello gusto tenéis. -La mayor se llama Elena, y la segunda Isabel, y la más pequeña de ellas Rosalinda la nombré. -Decid a todas que salgan, que las quiero conocer.
-La mayor y la mediana al punto aquí las tendréis. Rosalinda, caballero, ruégoos la perdonéis: por vergüenza y cobardía no quiere dejarse ver. -Lindas son las dos que veo, lindas son como un clavel, pero más linda será la que no se deja ver. A las puertas del palacio de la señora de bien, llegan siete caballeros, siete semanas después. -Preguntadme, caballero, yo os sabré responder. -Tres hijas como tres rosas nos han dicho que tenéis, la más pequeña de todas sin temor nos la entreguéis, que en los palacios reales va a casarse con el rey. ANÓNIMO
8 PORQUE TIENE EL CONEJO GRANDES Y LARGAS LAS OREJAS
POR QUE TIENE EL CONEJO GRANDES Y LARGAS LAS OREJAS El conejo no ha sido siempre como es ahora. No tenía los ojillos saltones ni las orejas tan grandes y tan largas como las que luce hoy día. Era un animalillo pequeño y muy listo, que sin embargo, se sentía desdichado e infeliz con su tamaño. Pero un día, en virtud de ciertas reglas mágicas de las cuales era poseedor, subió hasta los cielos y pidió a los dioses que le aumentaran de tamaño. Los dioses le prometieron aumentárselo, siempre y cuando les llevara unas cuantas cosas. -Deberás traernos la piel de un tigre, la de un mono, la de un lagarto y la de una culebra de agua. Descendió a la tierra el conejo, y partió de inmediato en busca de un tigre. Le contó lo de su ascensión a los cielos, que había hablado con los dioses, y que ellos le habían anunciado la proximidad de un terrible huracán que arrasaría la tierra. Él, le dijo, gracias a su tamaño, nada tenía que temer, pues le sería fácil encontrar algún lugar en donde cobijarse. El tigre sintió un gran temor al verse en peligro inminente, y entonces el conejo le propuso un medio de ponerse a salvo. -Yo mismo te ataré al más robusto de los árboles. Así no podrá arrasarte el huracán. Aceptó el tigre. Cuando el conejo lo tuvo bien sujeto, con un garrote le golpeó en la cabeza hasta matarlo. Luego, con un cuchillo, le quitó la piel y se la llevó a su madriguera. Una vez en su poder la primera de las pieles que los dioses le pidieran, el conejo salió en pos de la segunda. Marchó, entonces, a una tienda y compró jabón, un espejo y una navaja de afeitar. Provisto de todo ello volvió al bosque. Pronto dio con una buena cantidad de monos encaramados en un árbol. El conejo, como si no reparase en la presencia de los monos, colgó el espejo de una ramita, se enjabonó la cara y, a la vista de los monos, se afeitó, pasándose por el cuello el borde romo de la navaja. Al acabar, y como en un descuido, dejó allí todos los útiles de afeitarse y simuló que se iba. Pronto uno de los monos bajó del árbol e imitó cuanto realizara antes el conejo. Pero al pasarse la navaja por el cuello, lo hizo con el borde afilado de la misma y se degolló. El conejo regresó, le quitó la piel y, harto complacido por su segunda conquista, volvió a su madriguera. En una charca que había por allí cerca vivía un fiero lagarto que no dejaba a ningún animal acercarse a beber agua en sus dominios. Allí se fue el conejo, con un coco en sus manos, y propuso al lagarto que jugase con él. Aceptó el lagarto de buen grado, y el conejo pensaba cuál sería el mejor sitio en donde descargarle a su contrincante el golpe.
Al fin se decidió y dio al lagarto un tremendo porrazo en la frente. El lagarto, sin embargo, no murió. Muy enojado volvió a meterse en el agua. -Si me llegas a dar en el arranque de mi cola -dijo- me hubieras matado. No se amilanó el conejo. Retuvo aquellas inocentes palabras del lagarto, y al día siguiente volvió a sus dominios. Propuso entonces al fiero animal que jugaran de nuevo, y prometió tan vehementemente no golpearle, que el lagarto, al fin, aceptó, a pesar de lo muy desconfiado que era. Esta vez no erró el golpe el conejo. Acertó de lleno en el arranque de la cola del reptil, y el lagarto murió al instante. Lo despellejó el conejo y partió a llevar su piel a donde tenía las otras. El conejo, de tanto gozo como sentía, daba saltitos y más saltitos. A la mañana siguiente volvió a salir, y quiso la suerte que se topara al poco con una culebra de aguas. Intentó morderle la culebra; pero el conejo, rápido y vivo animal, logró clavarle las uñas en los ojos y matarla. Le quitó luego la piel y regresó a su madriguera; unió allí la piel recién capturada a las otras que ya tenía consigo y, con mucha paciencia, poniendo en práctica sus mágicas artes, volvió a subir a los cielos. Cuando oyeron los dioses el relato del conejo sobre cómo se había hecho con las pieles pedidas por ellos, montaron en cólera. Agarraron al conejo por las orejas y lo azotaron hasta que sus ojillos, merced a los golpes, se le fueron saliendo poco a poco al punto de hacerse tan saltones como lo son ahora los ojos de los conejos. Los dioses, en castigo, no quisieron aumentarle el tamaño. Porque, si siendo tan pequeño hacía maldades semejantes, era de temer que fueran mayores si tuviese un tamaño más lucido. Así, con sus orejas estiradas y con los ojos saltones, volvió el conejo a la tierra. LEYENDA MEXICANA
9 VILLANCICO
VILLANCICO Ya está el Niño en el portal que nació en la portería, San José tiene taller y es la portera María. Vengan sabios y doctores a consultarle sus dudas, que el Niño sabelotodo está esperando en la cuna. Dice que pecado es hablar mal de los vecinos, y que pecado no es besarse por los caminos. -Que se acerquen los pastores que me divierten un rato, que se acerquen los humildes, que se alejen los beatos. Que pase la Magdalena, que venga San Agustín, que esperen los Reyes Magos que les tengo que escribir.
GLORIA FUERTES
10 EL PEQUEÑO HÉROE DE HARLEM
EL PEQUEÑO HÉROE DE HARLEM Muy lejos de aquí, cerca del mar del Norte, hay un lugar donde el terreno está más bajo que el nivel del mar, en vez de estar más alto, como en los demás países. Si no hubiera algo que lo impidiera, las olas penetrarían ribera adentro e inundarían pueblos y ciudades. Pero existe algo para evitarlo. Los holandeses son muy trabajadores y han construido muros muy altos y muy anchos, en los sitios expuestos a los estragos de las olas. Y estos muros contienen la fuerza del mar. Todo depende de la solidez de los muros: las cosechas, las granjas, incluso la vida de los hombres que allí viven. Los mismos niños saben que un boquete en aquellos muros es algo terrible. Los muros son tan anchos como una carretera y se llaman diques. Cerca de la ciudad de Harlem, célebre por sus tulipanes vivía un muchacho llamado Hans. Un día salió a pasear con su hermanito a lo largo del dique. Y llegaron lejos, muy lejos, hasta un lugar donde no había casas ni granjas, sólo campos de cebada y flores silvestres. Hans estaba cansado; trepó por un dique y se sentó encima. Su hermano se quedó abajo para coger violetas. De repente, el hermanito lo llamó: -¡Hans, mira qué agujerito más divertido! ¡Salen de él pompas de jabón! -¿Un agujero? ¿Dónde? –preguntó Hans. -Aquí, en el muro –dijo el hermanito-. El agua entra por él. Se dejó resbalar hasta abajo y miró. -Es un agujero en el dique –exclamó Hans-. ¿Qué vamos a hacer? Miró a su derecha, nadie; a su izquierda, nadie; delante, detrás, tan lejos como podía alcanzar su vista, nadie. ¡Y la ciudad estaba tan lejos! Hans sabía que muy pronto el agua atravesaría el agujero si no lo cerraban enseguida. ¿Qué hacer? ¿Correr hasta la ciudad? Los hombres habían salido de pesca. ¡Quién sabe cuándo volverían! Ahora las gotitas se habían convertido en un hilillo de agua que se deslizaba con regularidad alrededor del agujero. El cemento se humedecía. De pronto, Hans tuvo una idea. Hundió su dedo índice en el agujero taponándolo completamente y dijo a su hermanito: -¡Corre! Di a la gente que hay un agujero en el dique. Diles que lo mantendré taponado hasta que vengan. El niño comprendió por la mirada de su hermano que se trataba de algo grave y se puso a correr tan de prisa como sus piernas podían llevarlo. Hans, arrodillado frente al muro con su dedo en el agujero, lo veía correr y hacerse cada vez más pequeño. Pronto desapareció y Hans quedó completamente solo con el dedo en el dique.
Poco a poco su mano se fue quedando tiesa. Intentó frotársela con la otra mano, pero se iba quedando cada vez más tiesa. Miró hacia la ciudad. Nadie. El frío le subió por la muñeca a lo largo del brazo y hasta el hombro. ¡Oh, qué frío tenía! Desde el dedo hasta el codo le corrían calambres y escalofríos. Le pareció que hacía horas que se había ido su hermano. Se sentía solo y cansado. Apoyó su cabeza contra el muro para descansar un poco. Entonces le pareció oír la voz del mar que le decía: -Soy el mar. Nadie puede luchar contra mi. ¿Quién eres tú para querer impedir mi paso? El corazón de Hans latía fuertemente. ¿Acaso no vendría nadie en su ayuda? Y el agua chapoteaba contra las piedras murmurando: -¡Pasaré y te ahogaré! ¡Huye antes de que llegue! Hans sintió deseos de retirar su dedo. ¡Tenía tanto miedo! Pero, ¿y si el agujero se hacía más grande y rompía el dique? Apretó los dientes, y hundió su dedo más profundamente que antes. -¡Tú no pasarás! -dijo-.¡Y yo no huiré! En aquel momento oyó gritar. Lejos, muy lejos, en la carretera se vislumbraba una nube de polvo, una masa negra que avanzaba. ¡Sí, eran los hombres de la ciudad! Reconoció enseguida a su padre y a sus vecinos. Le decían a voces: ¡Ánimo! ¡Ya llegamos! ¡Resiste! Al cabo de unos instantes, ya estaban allí. Cuando vieron a Hans, pálido de frío y de sufrimiento, con su dedo apretado contra las piedras, lanzaron un “¡Hurra!” de entusiasmo. Su padre lo tomó en brazos y frotó sus miembros rígidos y los hombres le dijeron que era un verdadero héroe y que los había salvado a todos. Una vez reparado el dique, volvieron a la ciudad llevando triunfalmente a Hans sobre sus hombros.
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11 LAS AVES DE LA CIUDAD
LAS AVES DE LA CIUDAD Los pájaros migratorios, los viajeros incansables, los gorriones y las palomas son maravillosos amigos que alegran con sus trinos la algarabía de las ciudades. Estrellas en la ciudad Algunos pájaros se han adaptado tan bien a la ciudad que han acabado por convertirse en sus protagonistas. Dos especies de palomas comparten este honor: las palomas bravías, que reinan en los lugares céntricos, y las palomas torcaces, que prefieren las zonas arboladas de parques y jardines. Para el papel de estrellas cuentan con un rival: el gorrión, también llamado “pardillo”. Vive con nosotros desde tiempos inmemoriales. Nada ariscos, estos pequeños a veces entran en las casas o en los grandes edificios. ¿Qué es lo que les átrae tanto? Cuando el invierno es muy frío, algunos pájaros abandonan el campo y se acercan a la ciudad en busca de calor y comida. Entonces vemos aparecer verderones, golondrinas, alondras y tordos. Efectivamente, la temperatura es más suave que en los campos de alrededor: el humo de los tubos de escape, la iluminación eléctrica y el calor de las viviendas calientan el aire de las ciudades. Una mañana y una primavera anticipadas Las noches de la ciudad no sólo son más suaves, sino también más cortas: con la iluminación de las calles parece que amanece antes. Algunos pájaros, como los mirlos y los petirrojos, empiezan a cantar más temprano. El calor de la ciudad permite que los polluelos nazcan mucho antes de la llegada del buen tiempo. Por eso las tórtolas turcas y las palomas torcaces se reproducen desde el mes de diciembre. Nidos insólitos Cornisas, canalones, tejados, graneros y campanarios son lugares perfectos para hacer un nido. Algunos pájaros los ocultan entre las hojas de las plantas trepadoras que suben por los muros de las casas o, lo que es más corriente, en los árboles y en los macizos de los parques. ¡Todos los pisos están llenos! A pesar de la superpoblación y la escasez de vegetación, cada pájaro ocupa su territorio, que defiende de los intrusos. Algunas especies aceptan vivir juntas, pero cada una en su casa, en su piso y con sus propias costumbres Los pájaros que anidan cerca del suelo, como el petirrojo, y los que habitan en los árboles y en los matorrales, como la paloma torcaz, prefieren las afueras de las ciudades. Los que normalmente viven en los peñascos, como la paloma zurita se instalan en cualquier huequecillo de las fachadas.
Las despensas de la ciudad El suelo, los tejados, el alféizar de las ventanas, el césped, los árboles y los matorrales, los charcos, los arroyos y las superficies con agua son ricas despensas para los pájaros urbanos. Los hay que se alimentan de lo que encuentran en el suelo o en los árboles, y otros prefieren comer mientras vuelan, o en el agua. Regímenes variados y regímenes estrictos Todos los pájaros que se alimentan de insectos se llaman insectívoros. Cada vez se los ve menos en la ciudad, porque el aire está tan contaminado que los insectos escasean. Otros pájaros comen semillas y bayas: son los granívoros. Los que se alimentan de semillas y de desechos de comida, los omnívoros, son los que mejor se adaptan a la vida urbana. Algunos pájaros acuáticos son herbívoros. Por último las rapaces son escasas en las ciudades. Los animales de la ciudad Edita Edelvives
12 MI NIÑA SE FUE A LA MAR (GARCÍA LORCA)
MI NIÑA SE FUE A LA MAR...
Mi niña se fue a la mar, a contar olas y chinas, pero se encontró, de pronto, con el río de Sevilla. Entre adelfas y campanas cinco barcos se mecían, con los remos en el agua y las velas en la brisa. ¿Quién mira dentro la torre enjaezada, de Sevilla? Cinco voces contestaban redondas como sortijas.
El cielo monta, gallardo al río, de orilla a orilla. En el aire sonrosado, cinco anillos se mecían. FEDERICO GARCÍA LORCA
adelfas: arbusto con flores blancas o rosas enjaezada: adornada
13 LAS MULTICOLORES PLUMAS DE LOS PÁJAROS
LAS MULTICOLORES PLUMAS DE LOS PÁJAROS Cuando la noche dejó de ser la reina del mundo y el Sol mostró por primera vez la claridad de su rostro, las flores, los árboles, los animales y las gentes, iban revistiéndose de los más variados colores. La hierba, húmeda de rocío, brillaba con los destellos de una verde esmeralda; las nubes eran suaves y blancas como el pelo de la joven oveja, incluso el jaguar se enorgullecía ante la belleza de su piel moteada, belleza que por otra parte no merecía. Ocurrió, sin embargo, que después de distribuir los colores el Sol había olvidado a alguien: ¡a los pájaros! Eran los únicos que permanecían cárdenos, apizarrados y parduzcos como si sus cuerpos hubieran estado largo tiempo sobre el barro. Y no cesaban de protestar de la mañana a la noche contra tal injusticia, pero el Sol, aposentado en la bóveda celeste, no llegaba a oír sus lamentos. Entonces los pájaros decidieron ir a verle y pedirle los colores. Toda la grey pajaril se congregó para el largo viaje. En la vanguardia, los más fuertes, el cóndor y el águila, abrían la ruta; los otros seguían detrás. Tres solamente se quedaron en tierra: el pájaro Hornero, que no podía dejar su nido a medio construir, la golondrina, que satisfecha con su oscuro color, no tenía más deseo que cantar, y el más pequeño de los colibrís: ¿cómo podía arriesgarse a un viaje tan largo con sus pequeñas y tan débiles alas? Mientras, la pléyade de pájaros ha alzado el vuelo. Pronto dejan atrás las copas de los gigantescos árboles y las blancas capuchas de las montañas. Tan cerca están ya del Sol, que las plumas empiezan a sentir el calor de sus rayos. Pero ninguno desfallece. El Sol repara en la oscura bandada y piensa que hay que actuar con rapidez sino quiere verla reducida a ceniza. Y entonces llama y reúne en un solo tropel a todos aquellos que vagabundean por los cielos: las nubes y las brumas, los nubarrones y las nieblas, las ráfagas... y las sombrías nubes lluviosas que deambulan perezosamente tras las montañas. Y cuando los tiene reunidos llama al viento del este para que comience a soplar. Fiuuuuuu fiuuuuuuu... sopla el viento, y todas las nubes se unen en un estrecho abrazo. La lluvia empieza a caer. El Sol no esperó ya ni un momento más. Se puso a brillar con todas sus fuerzas a través de la lluvia, y encima, justo encima de los pájaros se formó un arco de colores irisados y cegadores: rojo, amarillo, verde, añil, violeta... El águila lanzó un grito de júbilo: - ¡Mirad! ¡El Sol ha escuchado nuestras súplicas!
Y se precipitó en aquel sueño de color. Los demás pájaros se abalanzaban y sumergían en el color que más les placía. El cardenal se rebozó entero de rojo, el ibis se bañó en el blanco, el flamenco se cubrió de rosa. El tucán tintó su pico de amarillo y rojo, los papagayos se revolvían, voltejaban, y trastumbaban en todos los colores sin olvidar ninguno. Cuando la lluvia cesó, no podían dejar de admirar tanta hermosura. Dieron las gracias al Sol y entonaron a coro un cántico de alabanza. El cielo entero retumbó. El Sol sonreía y brillaba con fuerza pues sabía que desde ahora, cada mañana, se elevarían hacia él los agradecidos cantos de los pájaros. Mas... ¿cómo es posible que el colibrí, que no pudo llegar hasta el Sol, sea el pájaro de más lindo plumaje? Dos gotas de arco iris cayeron en el cáliz de las flores que el colibrí más ama. Y cuando, aquel día se inclinó para besarlas con su finísimo pico, las gotas resbalaron poco a poco en su cuerpo y lo fueron pincelando con todos los colores del iris y de las flores.
Leyenda de los indios sudamericanos
14 ROMANCE DE DELGADINA
ROMANCE DE DELGADINA Un rey tenía tres hijas, tres hijas como la plata, la más chica de las tres, Delgadina se llamaba. Un día, estando comiendo, dijo al rey que la miraba: - Delgada estoy, padre mío, porque estoy enamorada. - Venid, corred, mis criados, a Delgadina encerradla, si os pidiese de comer, dadle la carne salada; si os pidiese de beber, dadle la hiel de retama. Y la encerraron al punto en una torre muy alta. Delgadina se asomó por una estrecha ventana, y desde allí vio a sus hermanos jugando al juego de cañas. - Hermanos, por compasión, dadme un poquito de agua, que el corazón tengo seco y a Dios entrego mi alma. - Quítate de ahí, Delgadina, que eres una descastada; si mi padre el rey te viera, la cabeza te cortara. Delgadina se quitó muy triste y desconsolada; luego se volvió a asomar a aquella misma ventana; a sus hermanas las vio bordando ricas toallas.
- Hermanas, por compasión, dadme un poquito de agua; que el corazón tengo seco y a Dios entrego mi alma. - Quítate de ahí, Delgadina, que eres una descastada; si mi padre el rey te viera la cabeza te cortara. Delgadina se quitó muy triste y desconsolada. Cuando se volvió a asomar a aquella estrecha ventana, a su madre apercibió hilando copos de lana. - Madre mía, la mi madre, dadme un poquito de agua; que el corazón tengo seco, y a Dios entrego mi alma. - Venid, corred, mis criados, a Delgadina dad agua, unos en jarros de oro, otros en jarros de plata. Cuando llegaron a ella la encontraron muy postrada, la Magdalena a sus pies, cosiéndole la mortaja; el dedal era de oro, la agujita era de plata; los ángeles del Señor bajaban ya por su alma. ¡Las campanas de la gloria ya por ella repicaban!
15 OTRAS RELIGIONES: EL ANIMISMO
OTRAS RELIGIONES: EL ANIMISMO Me llamo Arouna, tengo 9 años. Vivo en Uganda (África) Mi religión es el animismo. LO QUE CREEMOS En mi tribu creemos que Ruhanga es el creador del mundo. Él es bueno, pero está lejos de nosotros. Por el contrario, los espíritus que animan el mundo están más cercanos a nosotros. Ellos protegen nuestra salud y permiten las buenas cosechas.
NUESTROS LIBROS SAGRADOS Nosotros no tenemos libros. Desde hace siglos, nuestra religión se transmite de los ancianos a los más jóvenes, bajo la forma de historias que se cuentan en las veladas.
NUESTROS GESTOS RELIGIOSOS Rezamos muy a menudo a los espíritus, para que nos protejan. También adoramos a nuestros muertos, para que sus espíritus sean buenos con nosotros. Cuando muere alguien, se celebra una gran fiesta en el pueblo, con procesiones, cantos y danzas al compás del tantán. Muchos llevan máscaras decoradas y pintadas de colores vivos, para representar los espíritus invisibles. NUESTROS LUGARES DE ORACION No tenemos una casa especial para rezar todos juntos. Nuestras fiestas se hacen en la plaza del pueblo. Cuando enfermamos, hacemos venir al curandero. Es una persona que hace salir de tu cuerpo los espíritus malos, y que cura las enfermedades con plantas.
NUESTRAS GRANDES FIESTAS Cada año, al principio de la primavera, hacemos una gran fiesta para pedir a Ruhanga que nos proteja de las catástrofes y para que nos dé buenas cosechas.
LO QUE YO PIENSO DE MI RELIGIÓN Me gustan las veladas, por la tarde, cerca del fuego. Los ancianos nos cuentan relatos maravillosos sobre la creación de la tierra y los espíritus. Intento retenerlos para, más tarde, contárselos a mis hijos. Adaptación de "Las grandes religiones del mundo'' Edita Edelvives
16 EL ESPANTAPÁJAROS Y EL BAILARÍN
EL ESPANTAPÁJAROS Y EL BAILARÍN Había una vez un espantapájaros en medio de un campo de trigo. El espantapájaros estaba hecho con una guitarra vieja, con unas escobas viejas, con paja vieja del trigal y vestía el levitón viejo de un viejo titiritero. Todas estas cosas, que habían estado llenas de vida y de movimiento, estaban ahora quietas en medio del campo de trigo. Por eso, el espantapájaros tenía el gesto triste y desvalido. El señor Justo llegó una mañana con el espantapájaros al hombro, lo clavó en medio de su sembrado, y dijo: - Ya sabes lo que tienes que hacer... Pero, al espantapájaros no le gustaba aquel oficio. A él le gustaban los pájaros: verlos volar, posarse en el sembrado, picotear las espigas de trigo ... Por eso, no estaba contento con su trabajo; por eso, tenía la barbilla pegada al pecho, la mirada pegada al suelo y la vergüenza pegada al rostro. Sin embargo, el espantapájaros cumplía con su obligación y hacía todo lo posible por espantar a los pájaros. También por eso, cuando se ocultaban el sol y los pájaros, el espantapájaros tenía el gesto triste y desvalido. Un día, vio venir por el sendero a un extraño personaje. Iba con los brazos extendidos en cruz; daba dos saltitos, giraba velozmente sobre la punta del pie y seguía su camino con pasos largos y elásticos. Parecía que no pisaba el suelo. Al espantapájaros le gustó mucho aquello y gritó: - ¿Qué haces? Y el entraño personaje respondió: - ¿No lo estás viendo...? Bailo. - Y ¿quién eres tú? - Soy Bailarín. El espantapájaros repitió entre dientes: - Bailarín ... Y aquella palabra sonaba, en sus labios de paja, como una música maravillosa. - ¡Qué suerte tienes! ¡Sabes bailar! -exclamó, suspirando, el espantapájaros. Y el bailarín le contestó: - No te preocupes, yo puedo enseñarte. Y, durante todo el día, estuvo el bailarín baila que baila para que aprendiera el espantapájaros. Cuando se hizo de noche, el espantapájaros terminó su trabajo. Y daba gloria ver al espantapájaros y al bailarin bailando a la luz de la luna. A1 llegar la mañana, el espantapájaros volvió a su trabajo, y el bailarín a su camino. Y, cuando el bailarín iba a perderse de vista en un recodo del sendero, el espantapájaros le gritó: - ¡Adiós, Bailarín! ¡Gracias por enseñarme a bailar! - La vida del espantapájaros cambió desde aquel día. Cuando su trabajo le resultaba más molesto, pensaba:
- “Ten paciencia. En cuanto se ponga el sol, podrás bailar hasta caerte sentado.” Pero, al señor Justo, que era un amargado, no le gustaba nada que su espantapájaros se pasará la noche bailando; por eso le dijo: - Desde hoy, quedan prohibidos los bailes. Y el espantapájaros le contestó: - Yo cumplo con mi trabajo durante todo el día; por la noche, el tiempo es mío y puedo gastarlo como yo quiera. - Que te has creído tú eso ... - Señor Justo, no sea usted injusto ... -suplicó el espantapájaros. - Con chistecitos y todo ... ¿eh? Y le dio una bofetado tan fuerte que le sacó parte de la paja que tenía debajo del sombrero. E1 espantapájaros se quedó muy triste. No quería disgustar a su amo; pero tampoco podía renunciar a sus derechos. Además ... ¡Bailar era superior a sus fuerzas! Quizá tuvieran la culpa su cuerpo de guitarra y su cabeza de escoba. Lo cierto es que, en cuanto llegaba la noche, le entraba un hormigueo en los pies y se lanzaba a bailar entre las espigas. A1 cabo de unos días volvió el señor Justo; gritaba como un loco: - ¡Cómo hay que decirte las cosas! El espantapájaros gimió: - No tiene derecho a prohibirme ... - ¿Derecho? ¡Mira cuál es mi derecho! Y el señor Justo le largó una sonora bofetada. - ¿Por qué no puedo hacer lo que quiera en mi tiempo libre ...? Pero el señor Justo no atendía a razones y siguió dándole de bofetadas. A cada bofetada que recibía, el espantapájaros perdía un poco de paja, unos trozos de madera. Al fin, del espantapájaros sólo quedó la ropa: el levitón del viejo titiritero. De pronto, sopló un viento fuerte ... Y el espantapájaros comenzó a elevarse por los aires. El levitón giraba y giraba. Era su mejor baile. E1 baile de despedida. Y bailando, bailando, se perdió de vista por encima de la nube más alta que había sobre el pueblo. Y todo el pueblo, que se había congregado al oír los gritos, aplaudió con fuerza al espantapájaros. Entonces, todos los pájaros bajaron sobre el sembrado. El señor Justo corría de un lado para otro para espantarlos ... Pero todo fue inútil y los pájaros se comieron todo el trigo de su campo. Mientras tanto, el espantapájaros bailaba feliz entre las nubes: porque pensaba que el viento era la música más hermosa; porque el cielo y las nubes eran su mejor pista de baile; porque el día y la noche eran suyos para hacer lo que quisiera; porque ya nunca más tendría el molesto oficio de espantar a nadie. Fernando Alonso: E1 hombrecito vestido de gris y otros cuentos. Ed. Alfaguara
17 EL MAR, LA MAR (R. ALBERTI)
EL MAR. LA MAR
El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar! ¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad? ¿Por qué me desenterraste del mar? En sueños, la marejada me tira del corazón. Se lo quisiera llevar. Padre, ¿por qué me trajiste acá? Gimiendo por ver el mar, un marinerito en tierra iza al aire este lamento: ¡Ay, mi blusa marinera! Siempre me la inflaba el viento al divisar la escollera.
Rafael Alberti
18 DE QUE MANERA SALIERON LAS LIANAS EN LA JUNGLA
DE QUÉ MANERA SALIERON LAS LIANAS EN LA JUNGLA Hace un montón de años, cuando el techo del cielo no había subido todavía y era tan bajo que casi tocaba las copas de los árboles de la jungla, los jaguares, hambrientos, vagaban por todas partes y devoraban cualquier cosa viva que encontraban en su camino. Los indios, asustados y despavoridos, no sabían qué hacer para salvarse. Y es que no había día en que alguno de ellos no fuera a llenar el estómago de un jaguar. No podían hacer más que echar a correr y ver si escapaban. Pero, ¿adónde ir, si tras cada árbol resplandecía la luz de los crueles ojos de un jaguar? Sin embargo, pronto el anciano hechicero encontró un modo de librarse de aquellas garras. Tomando su arco tiró una flecha a una nube baja, después otra, y otra , luego... y, en un abrir y cerrar de ojos, aquellas flechas se convirtieron en una sólida y potente escalera que iba de la nube a la tierra. Los indios acudían en tropel y, tan aprisa como podían, subían por la escalera hacia las nubes y el cielo. Los jaguares se pusieron negros de furor al ver que la comida se les escapaba de las garras. Y así, sin más, intentaron subir también por aquella escalera. Pero en vano. Las flechas eran lisas y tan duras que ninguna garra por más afilada que fuera podía agarrarse a ella. Los indios respiraron tranquilos y, bien instalados en el cielo, reían al contemplar los vanos esfuerzos de sus enemigos, mientras les hacían burlas. Los jaguares, obstinados, permanecieron días y días aguardando al pie de la escalera. Y sin cazar y sin comer, pronto estuvieron tan delgados que no les quedaba más que el pellejo. Y a buen seguro se habrían muerto de hambre si su jefe, un jaguar más negro que la tinta, no hubiera dicho: - Estos indios se están burlando de nosotros y, si permanecemos aquí, dentro de poco tiempo habremos perdido la fuerza, la agilidad y la destreza. Hermanos míos, vayamos con la música a otra parte, ahora que aún podemos. Y era en verdad un bello espectáculo el ver, a aquella banda de asesinos anonadados y desfallecidos, con todo a cuestas. Al día siguiente los indios descendieron del cielo y trasladaron su poblado. Pero ahora, ¿qué va a hacer el viejo hechicero con la escalera? Sería una pena que se echara a perder... Y su cerebro de brujo dio con una luminosa idea: Agarró la última flecha con las manos y se puso a sacudirla con fuerza durante largo rato hasta que cayó por los suelos con un tremendo ruido. Sin embargo, al caer no se rompió, y allí en donde fue a parar se formaron rápidamente unos brotes fuertes y flexibles que se agarraron al árbol más cercano, después a otro, y a otro, y envolvían los troncos y se extendían por las ramas y así fueron invadiendo la jungla entera.
El brujo está satisfecho. Ha convertido aquella escalera de flechas en lianas de jugoso tronco que servirán a los hombres para trenzar sólidas cuerdas que les ayuden a cruzar los peligrosos estanques. Pero el brujo no pensó que, al mismo tiempo, ofrecía a los niños y a los monos el más divertido de los trapecios. Leyenda de los indios sudamericanos
19 ROMANCE DEL CONDE NIテ前
ROMANCE DEL AMOR MÁS PODEROSO QUE LA MUERTE Conde Niño por amores es niño y pasó la mar. Va a dar agua a su caballo. la mañana de San Juan. Mientras su caballo bebe, él canta dulce cantar; todas las aves del cielo se paraban a escuchar. Caminante que camina olvida su caminar; navegante que navega la nave vuelve hacia atrás. La reina esta labrando, la hija durmiendo está. - Levantaos, Alba Niña de vuestro dulce folgar, sentiréis cantar hermoso la sirenita del mar. - No es la sirenita, madre, la de tan bello cantar, sino que es el Conde Niño que por mí penando está. - Si por tus amores pena, ¡oh, malhaya su cantar! y porque nunca los goce, yo le mandaré matar. - Si le manda matar, madre, juntos nos han de enterrar. Él murió a la medianoche; ella, a los gallos cantar. A ella, como hija de reyes, la entierran junto al altar. A él, como hijo de condes, unos pasos más atrás. De ella nació un rosal blanco, de él nació un espino albar; crece el uno, crece el otro, los dos se van a juntar. La reina, llena de envidia, ambos los mandó cortar; el galán que los cortaba no cesaba de llorar. De ella nació una garza, de él un fuerte gavilán; juntos vuelan por el cielo, juntos vuelan par a par.
20 HABITANTES SUBTERRÁNEOS Y OCULTOS
HABITANTES SUBTERRÁNEOS Y OCULTOS En plena ciudad, a pesar del ruido, del asfalto y de la circulación, la vida animal extiende su red invisible. Los animales salvajes se han instalado por todas partes: sus escondrijos subterráneos e inverosímiles, escapan a nuestra mirada. NATURALEZA DISPERSA En las ciudades, los animales son mucho más numerosos de lo que parece. La ciudad no es solo asfalto y hormigón. Aquí y allá, miles de lugares naturales la salpican: parques, plazas, jardines; solares, avenidas plantadas de árboles... Cada una de estas islitas ofrece un hábitat natural para los animales. Las ardillas Siempre al acecho, las ardillas brincan a los árboles de los parques donde hacen sus nidos, algunas anidan bajo los techos de las viviendas. Como sus parientes las ratas, producen desperfectos, ya que roen todo lo que encuentran.
El topo Cava sus largas galerías bajo el césped de parques y jardines.
El erizo Gruñe y escudriña a ras del suelo, le gustan mucho los espacios verdes: en ellos encuentra la manera de saciar su glotonería.
DESDE DEBAJO DE LA TIERRA HASTA LAS NUBES
En todos los lugares donde hay árboles y tierra existe un pequeño mundo salvaje poblado por numerosos animales. Durante el día permanecen ocultos. Por la noche, a salvo de las miradas de los hombres, desarrollan una gran actividad. Algunos se han hecho nocturnos para escapar del hombre, que los cazaba.
Los murciélagos Con su vuelo de mariposa, su cuerpecito peludo, sus frágiles alas y sus grandes orejas, intrigan y a veces nos asustan. En verano visitan nuestras casas para reproducirse. Por la noche cazan en silencio mientras vuelan; por la manara se enroscan en sus alas para dormir en los campanarios y bajo los tejados. Totalmente inofensivos para el hombre, son muy útiles, ya que se alimentan de insectos perjudiciales para nosotros, como los mosquitos. Adaptación de "Los animales de la ciudad" Edita Edelvives
21 EL GUARDIÁN DE LA TORRE
EL GUARDIÁN DE LA TORRE Había una vez un barrio, que destacaba entre todos los de la ciudad. Las gentes celebraban la belleza de sus calles, de sus jardines, de los tejados puntiagudos de sus casas. Y los vecinos estaban muy orgullosos de aquel barrio que habían construido con sus propias manos. Un día, para completar su obra, decidieron levantar una torre alta en el centro del barrio. Todos colaboraron en la construcción. Todos ayudaron a traer maderas, ladrillos y piedras. Y la torre se elevó muy por encima del edificio más alto que había en la ciudad. Cubrieron su tejado con las pizarras que habían usado en la escuela; sacaron brillo con los viejos guardapolvos y cuando las pizarras brillaron al sol, se reunieron en la plaza para contemplar su obra. Y todos sonreían, porque el resultado de su trabajo era hermoso. Pasó el tiempo y la torre era motivo de orgullo para todos. Desde arriba, podían admirar su hermoso barrio. Y, cuando se encontraban en un punto extremo de la ciudad, podían decir: - ¿Veis aquella torre alta que brilla al sol...? Allí está mi barrio. Una mañana, se abrió el balcón más alto de la torre y un extraño personaje se asomó a la plaza. La elevación del balcón y el gesto de su barbilla le hacían parecer grande, poderoso. Todos los vecinos del barrio se sorprendieron al verlo; pero, después de muchas discusiones, aceptaron que aquel hombre ocupara la torre y viviera en ella. De esta forma, pensaban, podría encargarse de su conservación. Cada mañana, a partir de entonces, el guardián de la torre se asomaba al balcón más elevado y saludaba a los vecinos con una profunda inclinación de cabeza. Todos correspondían a su saludo con el mismo gesto. Y el extraño personaje sonreía mirando a las gentes que pasaban frente a la torre. Más tarde, cambió su saludo por un gesto leve de la mano. Y todos, por la fuerza de la costumbre, siguieron inclinando la cabeza. La sonrisa del guardián de la torre se hizo entonces más amplia. Pronto comenzaron a contarse leyendas, que él mismo inventaba y hacía circular, sobre los poderes mágicos del guardián de la torre. Por eso, todos vivían atemorizados y le rendían pleitesía; por eso, pagaban tributos para su mantenimiento; por eso, todos, en el fondo de sus almas, lamentaban haber construido la torre. Al cabo de algún tiempo, la situación se hizo insostenible. De una manera burda y ofensiva, quiso trasladar a su persona aquello que todos sentían hacia la torre: como la torre dominaba todo el barrio, él miraba a los vecinos con gesto dominante; como la torre estaba coronada por un tejado negro, él cubría su cabeza con un sombrero negro en forma de pirámide; su chaqueta roja recordaba los ladrillos de la torre y el pantalón verde era una clara referencia al césped que la bordeaba.
Y, vestido así, paseaba por las calles exigiendo el saludo de todos y haciéndose llamar “Señor del Barrio y de la Torre”. Ésta fue la gota que desbordó todas las paciencias. La torre y su inquilino se convirtieron en una molesta sombra que era preciso destruir. ¡Y ellos sabían cómo hacerlo! Todos se olvidaron de la torre y de los sueños que habían puesto en ella. Por eso, el edificio comenzó a envejecer, las pizarras del tejado dejaron de brillar, como si los sueños infantiles se hubieran ahogado en un mar de fango: el blanco de las ventanas se descascarilló, como una nevada sucia; los ladrillos se desmoronaron y el césped cuidado que bordeaba la torre se llenó de hierbas que ahogaron hasta sus cimientos. De esta forma, la torre alta se convirtió en un montón de escombros. Y cuando el dintel de la última puerta se vino abajo, el guardián traspasó aquella cortina de polvo con su traje hecho jirones, con la ruina que había sembrado bordada en la piel, en toda su figura. El destructor de los sueños de todo el barrio se perdió a lo lejos. Y todos los vecinos contemplaron su marcha, como la de una nube que hubiera empañado el sol de verano. Aquella misma mañana comenzó la obra de reconstrucción. Todos se pusieron a la faena con el mismo impulso, con la misma ilusión qué la vez anterior; pero ahora con más prudencia. Y no fue una torre lo que construyeron, si no un edificio de una sola planta. De esta forma, ninguna persona podría mirar desde arriba a nadie. Un edificio de una sola planta, lleno de ventanas, en donde el sol entrara para todos al mismo tiempo con el mismo calor. Una sola planta, amplia, en donde todos pudieran sentarse para conversar, para plantear y resolver juntos todos los problemas que el barrio debía resolver. Y, cuando colocaron el tejado... Las viejas pizarras escolares, sin necesidad de frotar, sin necesidad de limpiarlas, se echaron a brillar y lucieron al sol con más brillo que nunca. Y, desde el punto más extremo de la ciudad, se veía el reflejo de aquella luz; mucho más intenso que antes, con la alta estatua de la torre.
Fernando Alonso: El hombrecito vestido de gris y otros cuentos Ed. Alfaguara
22 LA IMPRUDENCIA DE FAETÓN
LA IMPRUDENCIA DE FAETÓN
Avaliación final de lectura (948 palabras)
Cierto día, el joven Faetón, con aire apesadumbrado y deshecho en lágrimas, fue hacia su madre. - Madre, nadie cree que soy hijo de un dios –dijo sollozando-, mis compañeros de juegos se burlan de mí, dicen que les engaño y que soy un fanfarrón. La madre lo toma en sus brazos e intenta consolarlo: - Hijo mío, no te preocupes, puedo asegurarte que tu padre es un dios. Alza los ojos al cielo y mira: este sol resplandeciente, que brilla allá arriba, es tu padre. Él puede verte mientras estás jugando, o nadando en el río, pues ve todo aquello que ocurre en la tierra. Tu padre es Helios, el dios Sol, que ilumina a todos los seres vivos. Faetón miraba al cielo y le entraban enormes deseos de ir al encuentro de su padre. Madre –dijo-, quiero ir al cielo; deseo con todas mis fuerzas abrazar a mi padre. La madre, viendo que no podía negarse, dijo: - Ve, si es tu deseo. Tu padre se alegrará de verte. Camina hacia oriente hasta llegar a una montaña alta y escarpada. Allí, en el mismo flanco comienza un estrecho sendero que sube serpenteando entre precipicios; al llegar al final del camino, dominando el abismo, está la mansión de Helios, tu padre. Faetón no esperó ni un minuto más, y a paso ligero se encaminó hacia oriente hasta llegar a la roca. El palacio del Sol se veía resplandecer a lo lejos, con sus columnas de oro, plata y márfil que se elevaban hasta acariciar el cielo. La fortaleza, revestida de murallas y almenas, y el portal de doble pestillo forjado con rayos de plata, estaban rebosantes de luz para festejar la llegada de Faetón, aun cuando allá abajo, en la tierra, hacía ya rato que la tiniebla gobernaba. Faetón entró resuelto, pero pronto tuvo que detenerse y cerrar los ojos, perplejo y ofuscado ante tanta luz. Cruzó el zaguán y llegó a una gran sala, en la que sentado en un gran sillón de piedras preciosas estaba Helios. Cuando los ojos de Faetón se acostumbraron a la luz, lograron percibir unas extrañas siluetas detrás de su padre: la joven Primavera, con una guirnalda de flores en el pelo; el Estío, coronado de doradas espigas de maíz; el Otoño, con una túnica manchada de zumo de uvas, y el Invierno un venerable anciano de cabellos grises y despeinados. Entonces, la voz de Helios se oyó en todo el palacio: - Bienvenido, Faetón. ¿Por qué has hecho tan largo camino? Faetón, que de buenas a primeras no se atrevía a abrir la boca, dejó de lado todo temor y avanzó con decisión hacia su padre. - Padre mío, allá.en la tierra los hombres se burlan de mí, me llaman mentiroso y dicen que presumo de ser tu hijo. ¿Podrías hacer algo para que me creyesen? El dorado Helios se desprendió de sus rayos y estrechó a su amado hijo diciéndole: - Eres mi hijo y quiero probarlo. Pide lo que desees y no te lo negaré. Faetón sonrió feliz y dijo:
- Todos saben que cada día conduces a través del cielo, de oriente a occidente, un carro de oro tirado por vigorosos caballos. Quisiera poder conducirlo tan sólo una vez. Helios, con gesto preocupado, le respondió: - Pídeme otra cosa, la que quieras. Eres demasiado joven e inexperto y te será difícil sostener firmes las riendas de unos caballos tan vigorosos y trotadores. Además, se trata de un viaje muy peligroso. Por la mañana, el carro sube directo al cielo, y cuando está arriba, incluso yo siento vértigo. Después, baja en picado hacia el mar. Es preciso tener una mano muy firme para que el carro no se despeñe. Pero Faetón no se dejó convencer. Tanto y tanto insistió, que Heliós dio su consentimiento. Antes de que Faetón se subiera al carro, le dio su padre un último consejo: - Hijo mío, viaja con.cuidado y sé prudente. No lleves el carro muy arriba: quemarías el cielo; tampoco muy abajo: abrasarías la tierra. No uses el látigo: los caballos conocen muy bien el camino y tú puedes seguirlo fácilmente con sólo mirar las huellas del carro. Faetón, impaciente por marchar, apenas lo escuchó. Subió al carro, empuñó las riendas y partió a todo correr. La claridad del carro iba ascendiendo y atravesaba la niebla. El viento aleteaba los caballos de Faetón. Al principio los caballos seguían la ruta acostumbrada, pero no tardaron en apercibirse de que eran conducidos por una mano inexperta y extraña, sacudieron el yugo que les rodeaba la nuca y salieron del camino. El carro se tambaleaba. Aterrado, Faetón miró hacia abajo. Vio las cimas de las montañas, los ríos y las ciudades, y presa de pánico, se puso a temblar. Las riendas resbalaban de sus manos y flotaban libremente sobre las crines de los caballos que, bañados en sudor, escapaban al yugo y se precipitaban a través de las estrellas, horadando las nubes, camino de la tierra. Cuando el carro estaba cerca de la tierra, la aridez era inmensa y las llamas se elevaban. Bosques y matorrales, campos, herbazales y ciudades no tardaron en convertirse en ceniza. Los ríos se secaron y las montañas se convirtieron en escombros. Cuando Faetón se dio cuenta de su error ya era tarde. La Tierra, así atormentada, rogó a Zeus que pusiera fin a tanto sufrimiento y éste lanzó su poderoso rayo sobre Faetón que, arrojado del carro, cayó vertiginosamente a través del espacio y, al llegar a la tierra, quedó hecho añicos. Todavía ahora, el Sol llora la muerte de su hijo. Cada noche después de ponerse, resbala lento el llanto de las estrellas, esos ojos plateados de la noche. Es lo que llamamos rocío. Leyenda griega