Un formato: El diseño de Arquitecturas Bis /

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EL D.ISEÑO DE ARQUITECTURAS BIS

Enric Satué Siempre ha resultado un difícil empeño destacar un producto editorial en el que se invierta poco dinero. Pero en 1973, con un panorama de revistas de arquitectura internacional en pleno apogeo, la empresa parecía casi imposible. La única expectativa de éxito en la formalización de una nueva publicación independiente y con muy escasos recursos económicos consistía, por lo visto, en adoptar un planteamiento de diseño experimental y evitar con ello el más leve roce (es decir, semejanza) con las revistas ya acreditadas. La costumbre de disponer de un papel excelente, de una reproducción fotomecánica perfecta y de una impresión impecable para representar con la mayor dignidad posible las fotografías (espléndidas y progresivamente en color) de las obras de arquitectura contemporánea, era otra de las supuestas ventajas formales a las que Arquitecturas Bis debía forzosamente renunciar. Examinando las revistas del sector, una constante se destacaba significativamente del conjunto: ninguna de ellas se apartaba de los tamaños y formatos convencionales, incluídas las de las vanguardias de los años veinte y treinta (L’Architecture d Aujourd’hui, Casabella, Architectural Review, etc.) excepto una tipología cuadrada introducida por los italianos a finales de los sesenta y adaptada a publicaciones como Ottagono, Lotus y Oppositions, cuyo origen había que buscar en las precedentes Das Neue Frankfurt y A.C., y áun en ciertas publicaciones de libros de arte como, por ejemplo, las colecciones Skira. Impulsados por la voluntad de desmarcar nuestro proyecto de todo lo establecido (y muy especialmente de las que habían acentuado la anchura del formato) decidimos explorar una segunda dimensión inédita en las revistas de arquitectura: la altura. Acorde con las características físicas que predeterminaban el producto (papel modesto e impresión a una tinta) el formato alargado permitía trabajar en una línea más parecida a los periódicos que a las revistas. Así, la verticalidad, un ritmo compositivo fundamental en arquitectura, ofrecía posibilidades ignotas para caracterizar visualmente Arquitecturas Bis. Desde un punto de vista metodológico, el tamaño elegido (230 x 395 mm., con una caja total de 190 x 353 mm.) facilitaba la publicación de fotografías verticales al tamaño normalizado de 18 x 24 cm. sin alterar en lo más mínimo el encuadre original del fotógrafo; de fotografias horizontales a una escala inferior también normalizada (13 x 18 cm.), más el complemento a discreción de fotografías menores y proporcionales de detalles o vistas secundarias, etc. Y al margen, naturalmente, del libre uso de toda la caja para ampliaciones eventuales en las que se alteraba su proporción original sólo ligeramente. El formato y el soporte se convirtieron, en cierto modo, en la verdadera y característica imagen de identidad del producto, articulando desde sus espontáneas connotaciones «periodísticas» el resto de elementos del diseño. Así, por ejemplo, se desvirtuaba la preocupación de dotar al nombre de la revista de una tipografía fuertemente característica y «original», práctica que en aquellos años estaba excediendo los lími-

tes razonables y cuyas «víctimas», por poner algún ejemplo, serían la cabecera de Lotus, en Italia, o la de CAU en nuestro propio país. En nuestro caso bastó con aplicar un tipo de letra contemporáneo muy divulgado en el mercado de las publicaciones llamadas técnicas (el tipo Helvética), subrayarlo con el arcaismo novecentista de la V por la U y recurrir a la retórica de diarios y periódicos para lograr que el nuevo logotipo cumpliera, en primera página, una función informativa diferenciada en cada número. Paradójicamente, el principal elemento diferenciador de un periódico es una pequeñísima leyenda situada en un lugar generalmente muy poco destacado: la fecha. Sin ella, la capacidad de distinguir por el diseño la primera página de un día a otro es ciertamente mínima. Con este criterio, el número ordinal de Arquitecturas Bis fue incrustado al logotipo, desplazando en cada publicación una letra correlativa sin la cual la lectura del nombre completo se reconstruía por un elemental mecanismo mnemotécniCO al que sin duda ayudaba la vulgarizada claridad de la tipografía elegida. El número, impreso en rojo, era desproporcionado respecto de su función tradicional, puesto que en cuanto a tamaño y tipología se equiparaba a las letras del logotiPO. Para acentuar todavía más esta intención deliberada de distinguir una cubierta de otra, el logotiPO no ocupó un espacio fijo en la cabecera de la primera página hasta su tardía «segunda época» gráfica, a partir del número 34, correspondiente a mayo/diciembre de 1980. Entretanto, descendía y ascendía gradualmente recomponiendo, junto al número, una pintoresca relación espacio-tiempo. Tal esquemá compositivo denotaba además, y sin propósito ideológico alguno, la voluntad activa que se contenía en un viejo lema usado por publicaciones testimoniales: «Arquitecturas Bis (u otro nombre cualquiera) en construcción». Divagaciones aparte, la revista consiguió desde su primer número una identidad visual inmediata e indeleble que se ha ido afirmando vigorosamente a lo largo de sus casi doce años de vida, en una línea gráfica crítica e informal que se ha permitido transgredir, modificar y alterar la composición/presentación en cuantas variaciones sugirió el propio material, tal y como señala Joseph Rykwert en un artículo de este mismo número. Al margen de esas innovaciones/renovaciones, hace años que el diseño de la revista ha dejado de ser experimental. Se ha institucionalizado. Y no sólo por la acumulación sistemática de una experiencia aplicada sobre 52 números, sino también por la relativa proliferación internacional en el uso de formatos verticales que le han restado ya todo el valor incierto de la experimentación. En efecto, hoy el formato acentuadamente vertical, el referente pseudoperiodístico y, en ocasiones, los usos del rojo y el negro en primera página, la Helvética u otro tipo convencional cualquiera para el diseño de logotipos, o bien el protagonismo visual del número de orden, no constituyen ya novedad alguna en este sector. Y nos congratulamos de ello en la medida en que hayamos contribuído a impulsar una línea de diseño característica que dispone ya de su pequeña historia. Atrás, en un tiempo creativo jalonado por experiencias de este signo, han que-

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dado interesantes publicaciones, la más significativa de las cuales fue, sin duda, Skyline, de Nueva York, a la que Massimo Vignelli aportó en 1978 su experiencia personal tras el diseño del periódico dominical The Herald, en 1971, y su sofisticada visión en el diseño de revistas. Durante algún tiempo, Arquitecturas Bis y Skyline compartieron en solitario el compromiso en este trasvase de fórmulas gráficas procedentes de la forma periodística. Más adelante, se sumaron a ella publicaciones universitarias de muy distinto talante, desde una práctica estudiantil informal y espontánea, como Waterloo, de la Escuela de Arquitectura de Waterloo (Canadá) o ARQ, de la Universidad Católica de Chile. Entre unas y otras, nuevos ensayos editoriales

de promotores privados de modesta estructura, como la nuestra, desde la «pionera» In Architettura, de Palermo, a las sucesivas publicaciones del inquieto editor de Skyline, Express y Architectures, ambas de Nueva York, o muestras como Archetype, de San Francisco o Section A, de Montreal. La generosa moraleja que parece desprenderse de esta intangible epopeya gráfica es que, nacida en su tiempo con el deseo de no parecerse a ninguna otra, Arquitecturas Bis se detiene hoy autocomplacida de ver perpetuada su imagen, en mayor o menor medida, en otras revistas, herederas, al menos, de su fisonomía.

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Enric SATUÉ


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