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CIRCE

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EL INFILTRADO

EL INFILTRADO

Como en cada rincón de cualquier ciudad inglesa, siempre había un bar, una cafetería o algún sitio con sillas y bebida donde ir a tomar algo. Y la capital no podía ser menos. Londres es un sitio encantador donde, como en cada ciudad, vas a encontrarte todo tipo de tradiciones, de lugares, pero sobre todo de gente: gente noble y gente ruin, gente más sincera y gente más falsa, pero en especial, te vas a encontrar personas a las cuales las vas a ver venir y a otras que no tanto. Y ahí es donde vamos a hablar de una mujer, la cual es tan peculiar que tiene sus propios atributos. Esta es la historia de Eva. Eva era una joven de 26 años que podía permitirse una cómoda vida en la ciudad gracias a su trabajo en una empresa de cosmética. Es la mediana de tres hermanas con las cuales no se habla, al igual que con sus padres. Es una chica muy reservada y que a pesar de no saber nada de ella, te cautiva con su hermosura y su belleza. Un 17 de abril, como muchos viernes, al salir de trabajar, Eva decide irse a uno de sus bares favoritos de la ciudad pero sin acompañante, algo raro para la ocasión. Cuando entra, va a la barra donde escoge una silla libre, pero siempre intentando que el sitio de al lado también lo esté. Como he dicho antes, podrá haber muchas cosas que no sepamos de Eva, pero lo que sí sabemos es lo atractiva que puede llegar a ser, y eso creedme, a todos los hombres a quien mira, los vuelve locos. Esa noche se acercó Marcus. Un hombre de 28 años, pelo moreno, metro ochenta, musculoso, ojos azules y muy seductor. Se sentó en el sitio libre de la barra al lado de Eva.

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Empezaron a charlar como dos personas que se acaban de conocer. Unas horas más tarde, cuando el bar tenía que cerrar y el camarero ya les hacía alguna señal para que se marcharan, Marcus soltó la idea de seguir la conversación en su casa, propuesta que Eva rápidamente aceptó. Llegaron a su casa. Tuvieron una noche excitante. Bebieron un poco para ir calentando el ambiente, además de tomarse unas pastillas que había traído Eva para desinhibirse.

Practicaron juegos eróticos muy estimulantes, él era como un cerdo y ella la dueña de un simpático animalito. A la mañana siguiente Eva no estaba y sus cosas y las de Marcus tampoco. Con tan solo unas pastillas y un poco de ganas, Eva le hizo comportarse como una mascota a su dueño, obedeciendo en todo.

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