Feminismos y Trabajo Sexual I

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La reciente aprobación de leyes que regulan el comercio sexual nos ha llevado a las organizaciones y activistas feministas, lgtb y queer a organizar la charla “Las trabajadoras sexuales toman la palabra: experiencias de organización en primera persona” (Neuquén, 9 de noviembre de 2012). El presente cuadernillo tiene por fin dar continuidad a los debates iniciados en esa charla. En las próximas páginas proponemos cuatro artículos:

5 | Prostitución y trata de Kari Kesler 27 | Putas y autónomas de Andrea Lacombe 37 | María Eugenia Aravena: ‘no es un delito el trabajo sexual’ de Juan Ignacio González y Julieta Araya. 61 | Nosotras somos putas, y vosotras ¿qué sois? de Morgane Merteuil

Finalmente, encontrarán en la última página direcciones de contacto de las panelistas invitadas (Eugenia Aravena y Noe Gall) y de quienes organizamos la charla.

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Prostitución y trata Por Kari Kesler1

El trabajo sexual, y la prostitución en particular, divide desde hace mucho tiempo el pensamiento feminista. En términos específicos, buena parte del pensamiento feminista intenta condenar la prostitución como práctica y “salvar” a las mujeres que se prostituyen. Muchas prostitutas no se identifican con el movimiento feminista porque sienten que el feminismo se opone a su forma de vida. Este ensayo explora las tendencias actuales del pensamiento feminista en relación con la prostitución y presenta los puntos de vista de algunas prostitutas sobre el feminismo. Pone a prostitutas y feministas en diálogo entre sí a los efectos de contestar la pregunta: ¿es posible una posición feminista que apoye la prostitución?

¿ES POSIBLE UNA POSICIÓN FEMINISTA QUE APOYE LA PROSTITUCIÓN? UNA EXPLORACIÓN DE LAS TENDENCIAS ACTUALES El trabajo sexual, y específicamente la prostitución, divide el pensamiento feminista desde hace tiempo. Muchas consideran que la prostitución es la absoluta encarnación del privilegio patriarcal masculino y rechazan todo tipo de apoyo o participación feminista. Sin embargo, la prostitución como actividad se compone de mujeres prostitutas. Como feminista, también es problemático excluir a un 1 Kari Kesler es investigadora independiente en Seattle. Versión original de este escrito “Is a Feminist Stance in Support of Prostitution Possible? An Exploration of Current Trends”, en Sexualities, vol. 5, núm. 2, mayo 2002, pp. 219-35. Traducción de Joaquín Ibarburu

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grupo de mujeres, sobre todo si se trata de mujeres marginadas. Si a ello se suma que algunas sostienen que la oposición del feminismo a la prostitución es sólo una forma políticamente correcta de controlar y vigilar la sexualidad femenina, la prostitución emerge como un tema por lo menos complejo. En este artículo voy a explorar la posibilidad de una posición feminista que apoye la prostitución. Si bien otras formas de trabajo sexual son objeto de la misma división en el seno del pensamiento feminista, me voy a concentrar en la prostitución en particular. La prostitución no está sujeta a la confusa variable del público, como pasa con el baile exótico y la pornografía. Creo que en ese sentido la prostitución es algo diferente, y de hecho es esa “intimidad simulada” lo que se criticó en muchas ocasiones. La segunda razón por la que me voy a concentrar en la prostitución, es que me resulta un terreno familiar. Dado que trabajé como prostituta, el debate tiene para mí un interés especial. Como académica feminista, de alguna manera me siento dividida entre dos bandos. Cuando pregunto si es posible una posición feminista en apoyo de la prostitución, ello es un intento tanto de articular mis intereses personales como de analizar un área importante del pensamiento feminista. No me propongo como especialista, ni en prostitución ni en pensamiento feminista, sino que, como autora de este texto, sólo quiero ubicarme con honestidad y declarar mis motivos y parte de mi historia. Las críticas a la prostitución proceden tanto de feministas como de prostitutas, sobre todo ex prostitutas. Tanto prostitutas como feministas también articulan un apoyo a la prostitución, si bien las voces feministas son pocas. Muchas trabajadoras sexuales no se identifican como feministas porque sienten que en el feminismo no hay lugar para ellas. Algunas sostienen que son “feministas en el exilio, excluidas de un lugar legítimo en el movimiento feminista” (Bell, 1987: 17). En el “Segundo Congreso Mundial de Putas”, que se realizó en 1986, se hizo la siguiente declaración: Dada la vacilación o la negativa feminista a aceptar la prostitución como un trabajo legítimo y a aceptar a las prostitutas como mujeres que trabajan, la mayoría de las prostitutas no se identificaron como feministas. A pesar de ello, muchas prostitutas se identifican con valores feministas como la independencia, la autonomía económica, la autodeterminación sexual, la fuerza personal y la solida6


ridad femenina. (Alexander y Delacoste, citadas en Overall, 1992: 707) Un coloquio que se llevó a cabo en Ontario, Canadá, en 1985, “Desafiando nuestras imágenes: La política de la pornografía y la prostitución”, reunió a esos dos grupos, trabajadoras sexuales y feministas, que analizaron la división existente entre ambas. Muchas de las trabajadoras sexuales estaban indignadas con las académicas feministas y sentían que éstas hablaban por ellas sin conocerlas. Marie Arrington acusó a las feministas de agravar el problema. Se refería específicamente a las mujeres que organizaron recorridos por locales de sexo: Muchas de las mujeres que trabajan en esos locales sexuales dicen que no hay nada que las intimide o degrade más que ver un grupo de mujeres sentadas entre el público, hablando de ellas mientras bailan o actúan. En todos los lugares a los que viajamos, les pedimos a las mujeres que no hagan esos recorridos cuando hablan de pornografía. No hace falta ir a esos lugares para saber qué es la pornografía. No hace falta seguir intimidando a las mujeres que trabajan en esa industria. (Arrington, 1987: 106) De forma similar, Margo St. James, la fundadora de COYOTE (Call Off Your Old Tired Ethics, Abandonen su vieja ética agotada), la organización más famosa de defensa de los derechos de las prostitutas, señala que toda teoría que aborde la prostitución debe generarse “de adentro hacia fuera” (1987: 85). De lo contrario, lo más probable es que, en lugar de ser útil, profundice la estigmatización de las prostitutas. Las posiciones feministas que surgieron del coloquio fueron igualmente diversas, y muchas sostuvieron que se oponían a la prostitución por distintos motivos, pero que no eran anti-prostitutas, es decir, que no querían excluir a las mujeres prostitutas. Good Girls/Bad Girls, de Laurie Bell, es una transcripción parcial de ese coloquio. El título refleja la brecha entre los dos grupos de mujeres. Las feministas son chicas buenas que tratan de reformar/escribir sobre/empoderar a sus hermanas malas. El objetivo del coloquio era romper ese par y permitir una verdadera colaboración. En este artículo voy a incluir tanto 7


las voces de las académicas como las de las prostitutas. Para que sea posible una posición feminista de apoyo a la prostitución, no debe dejarse a las prostitutas fuera de su teoría. Las feministas se oponen a la prostitución por muchas razones, y también son muchas las posiciones teóricas con las que se la interpreta. Voy a analizar aquí algunas de las más habituales e influyentes. Analizaré específicamente las teorías basadas en i) las críticas económicas y/o marxistas a la prostitución; ii) las objeciones feministas respecto de la libertad con que las prostitutas eligen su trabajo; iii) las condenas esencialistas de la prostitución; iv) las teorías de la asimetría; y v) la llamada teoría “igualitaria” que se opone a la prostitución. Abordaré luego la persistente tendencia feminista a excluir tanto a las trabajadoras sexuales como a las lesbianas y analizaré sus numerosas similitudes. Por último, voy a proponer que es posible una posición feminista de apoyo a la prostitución y que, de hecho, es algo que debió hacerse hace ya mucho tiempo.

TEORÍAS FEMINISTAS SOBRE LA PROSTITUCIÓN Económicas/Marxistas Una habitual crítica a la prostitución, que hacen tanto las feministas como las que no lo son, consiste en una objeción económica. El hecho de que la prostitución es, “además del modelaje [...] la única tarea por la que se paga a las mujeres más que a los hombres” (MacKinnon, citada en Overall, 1992: 709) suele ser objeto de la crítica marxista. ¿Qué pasa en esa estructura llamada capitalismo que obliga a las mujeres a vender servicios sexuales por falta de una alternativa mejor paga? Hay muchas respuestas posibles pero, cualquiera sea la contestación, también se aplica, y sin duda más habitualmente, a secretarias, niñeras, obreras, etc. Christine Overall (1992) cita una adecuada afirmación de Allison Jaggar: “Si en verdad puede hacerse una distinción de peso filosófico entre la mujer que vende servicios sexuales y la persona que vende servicios de cualquier tipo, entonces debe darse una razón filosófica a esa distinción” (p.710). Es más una crítica a un sistema capitalista sexista que a la prostitución. Habla de la necesidad de 8


las mujeres, tanto las prostitutas como las que no lo son, de percibirse como fuerza de trabajo y de organizarse de manera adecuada, de sindicalizarse y exigir mejores ingresos. De forma similar, Overall (1992) señala que una “crítica a la prostitución es que implica la renuncia al control y el poder personal, así como una pérdida de independencia por parte de las mujeres que la practican” (p.713). Refuta ese argumento diciendo que eso no se diferencia de otras formas de trabajo de las mujeres, ni de sus vidas en general. Dice también que si las prostitutas se sindicalizaran o controlaran sus horas de trabajo, lo que cobran y las condiciones laborales, ese argumento dejaría de ser válido. En otras palabras, es una crítica a la prostitución tal como está estructurada en la actualidad, no a la prostitución en sí. La Alianza para la Seguridad de las Prostitutas (ASP) también propone un tipo de sindicalización y está aliada en Canadá con la campaña de Salarios por el Trabajo Doméstico. Sostienen que la prostitución debería ser una opción para las mujeres que quieren elegirla como trabajo, pero que no debería imponérsela a nadie como medio de supervivencia (Bell, 1987). La crítica económica a la prostitución, entonces, es una crítica válida, pero no es sólo una crítica a la prostitución. El abordaje económico que estableció Satz (1995) es básicamente un balance que enumera costos sociales como si fueran cifras en dólares. Ese enfoque sostiene que “los costos sociales netos de la prostitución son mayores que los costos sociales netos derivados de la venta de otras capacidades humanas” (p.68). Enumera los posibles costos de la prostitución: peligro, enfermedad, “moralismos” sociales (ante todo la incomodidad de otras personas en relación con la prostitución), y posible inestabilidad conyugal cuando el cliente que busca los servicios de la prostituta es casado. Satz considera que el enfoque del “balance” económico falla en tres aspectos. En primer lugar, señala que el mercado de la prostitución funciona en el marco de un sistema de derechos de propiedad y acreditaciones legales, como todos los mercados. Sin embargo, el abordaje económico toma el sistema como algo dado y no lo menciona. En otras palabras, el sometimiento económico de las mujeres debe estar presente en esa ecuación y no se 9


lo puede tomar como un terreno plano sobre el que puede funcionar ese planteo económico. Algo similar plantea Carol Pateman (1988), que analizaré con más minuciosidad al examinar las teorías igualitarias. En segundo término, es obvio que es imposible reducir con exactitud complejos intercambios humanos a costos y beneficios. En esa reducción se pierde la sutileza. En tercer lugar, Satz señala que algunos fenómenos sociales pueden necesitar protección del mercado para conservar su integridad, tales como la venta de sexo o servicios íntimos. En ese sentido, el mercado no es sólo una máquina que organiza cosas según costos y beneficios. En lugar de ello, cambia la propia naturaleza de aquellas cosas que se venden por su intermedio. Así, el sexo que se vende no es lo mismo que el sexo que no se vende. Eso puede ser cierto en un plano ideal, pero no estoy convencida de que siempre sea verdad. El sexo ocasional entre personas que acaban de encontrarse puede no ser tan diferente del encuentro sexual que una prostituta tiene con un cliente. Sin duda el mercado cambia la interacción, pero no es la única fuerza que conforma el significado de los encuentros sexuales. Libre elección y consentimiento La afirmación de la ASP de que la prostitución debería elegirse libremente presenta otro punto. A muchas feministas les preocupa esa idea de “libre elección” o “consentimiento”. Muchas prostitutas, sobre todo las que están en la calle, no “eligieron” en absoluto su trabajo. No hace falta decirlo. ¿Pero qué pasa con las mujeres que sostienen que eligieron libremente esa profesión? Algunas prostitutas dicen que su trabajo les gusta y que volverían a elegirlo; que, en efecto, lo eligen a diario. Si no les gustara, lo abandonarían. Si bien las feministas sin duda no quieren despojar a las mujeres de su capacidad de acción, algunas dudan de que la prostitución alguna vez se elija libremente. Para algunas feministas, ese tipo de “elección” o “consentimiento” es del mismo orden que la “elección” de permanecer en una relación de maltrato o que una idea a menudo ambigua de “consentimiento” al sexo. Sin duda es complicado. Una prostituta se limita a decir: “A muchas de nosotras nos gusta nuestro trabajo. Es una elección nuestra” (Bell, citada en Overall, 1992: 712). Sin embargo, otra mujer revela 10


la complejidad que puede subyacer en tal declaración. Señala que: “Me gusta creer que tengo cierto tipo de libre elección, que en mi vida hay alguna elección, que elijo un mal menor. Quise hacerlo. Y de alguna forma quiero que eso se respete. Quise hacerlo. De alguna manera, su lástima me priva de mi libertad de elección. [...] Hay algo en mí que rechaza ese moralismo, la idea de que ellas son mejores. Me gustaría tanto tener la ilusión de que tuve alguna libertad de elección. Tal vez sea sólo una ilusión, pero necesito creer que tuve alguna libertad”. (Millet, citada en Overall, 1992: 712) Paula Jennings, por su parte, señala: “Me sorprende que el patriarcado aún no haya erigido un monumento al Consentimiento con la leyenda, ‘sin el cual nada de esto sería posible’” (Overall, 1992: 712). Eso destaca que, si bien la prostitución puede no ser una elección libre en el verdadero sentido de la palabra, en algunas instancias tal vez se la elige tan libremente como cualquier otra opción, como el matrimonio u otro empleo. También creo que es peligroso ponerse en la posición de quien sabe más que las mujeres que nos dicen que eligieron ese trabajo y que les gusta. El hecho de que alguien no pueda imaginarse por qué una mujer elegiría la prostitución, no significa que no haya sido eso lo que pasó. Decirles a las mujeres que en esa situación su elección es siempre ilusoria, supone una victimización forzosa de las mujeres, muchas de las cuales no son más víctimas que las mujeres no prostitutas en nuestro sistema capitalista patriarcal actual. Un gran problema de muchas de esas afirmaciones es la suposición de que la prostitución es algo monolítico. La prostitución existe en una variedad de contextos y tiene diferente significados para las muchas mujeres que la practican. Por ejemplo, Debra Satz plantea tres ejemplos de prostitución. El primer ejemplo es el de una chica joven que trabaja para sostener su adicción a las drogas y a la que un proxeneta controla por completo. El segundo ejemplo es el de una acompañante de Park Avenue, que tiene ingresos más altos que la media, trabaja de forma independiente y decide con quién tendrá sexo y a quien rechazará. El último ejemplo es el de un varón que se prostituye, que podría entrar en las dos categorías generales mencionadas o estar en algún punto intermedio, pero que probablemente traba11


je menos horas y corra menos peligro de verse expuesto a la violencia que la mayor parte de las prostitutas mujeres. La prostitución masculina no se analizará en este artículo, pero es importante destacar que la prostitución significa muchas cosas para mucha gente. Incluso en el marco específico de la prostitución femenina, resulta problemático analizar la prostitución como una sola cosa que afecta a las mujeres de la misma manera. Como lo demuestran los ejemplos anteriores, las diferencias pueden ser mayores que las semejanzas, si bien las dos mujeres trabajan vendiendo servicios sexuales. Volviendo al punto de Overall, algunas prostitutas sin duda tienen poca independencia o poder personal y otras pueden tenerlos en mayor medida que una mujer casada. Esencialistas El enfoque esencialista de análisis de la prostitución sostiene que “la prostitución no es mala sólo porque causa daño; la prostitución constituye un daño. El sexo tiene una cualidad intrínseca que hace que su comercialización sea algo malo” (Satz, 1995: 70). Dos versiones de esa línea de pensamiento destacan la relación entre sexo y yo, y la relación entre sexo y “florecimiento humano”. La primera posición sostiene que la sexualidad tiene un vínculo más inherente con el yo que otros aspectos del yo. Por lo tanto, la venta de servicios sexuales aliena a la mujer de sí misma y resulta dañina en ese sentido. Este punto de vista moralista intenta proteger a las mujeres de sí mismas y funciona como control de la sexualidad femenina. Más aún, la mujer que se ve obligada a casarse como consecuencia de presiones económicas sufre el mismo destino. Mi opinión es que, por una serie de razones, la sexualidad está estrechamente relacionada a las concepciones del yo en el caso de algunas personas, y menos en el caso de otras. Por otra parte, no hace falta vigilar a las mujeres de esa manera. Incluso si una mujer decide de forma deliberada separar el sexo de su “yo” integral, ¿quién va a impedírselo? Esa posición supone que la comercialización del sexo necesariamente expulsa el sexo y la sexualidad de su residencia en el propio “yo integral”. No tengo motivos para pensar que es verdad. 12


Carol Pateman (1988) también suscribe ese punto de visa cuando afirma que “la condición de mujer [...] se confirma en la actividad sexual, y cuando una prostituta comercializa el uso de su cuerpo, lo que hace es venderse a sí misma en un sentido muy real” (p. 207). Es importante destacar el tono preceptivo de la afirmación. No plantea que eso podría ser verdad en el caso de una persona, hombre o mujer, que considera que su yo está intrínsecamente unido a su actividad sexual. Lo que hace es confundir la actividad sexual con la sexualidad, y decreta que se relaciona de forma directa con la condición de mujer y en todas las mujeres. Así, se les dice a las mujeres cómo interpretar sus experiencias de prostitución. Se considera que toda mujer que no esté de acuerdo se está poniendo a la defensiva o que demasiados años de contactos sexuales ocasionales la marcaron y dañaron su relación integral. La segunda posición esencialista afirma que la existencia de un mercado sexual “alienta formas inferiores de personas” (Radin, 1987: 1884). Por ejemplo, si la prostitución se extendiera, las señales que ahora usamos para el afecto y la intimidad se verían distorsionadas y devaluadas. Sería entonces mucho más fácil manipular los significantes. Satz sostiene que “en ese caso, al oscurecer la naturaleza de las relaciones sexuales, la prostitución podría socavar nuestra capacidad de usar los criterios para la coerción y la falta de información” (1995: 72). Satz considera que no es coherente condenar la prostitución sobre esa base y permitir la existencia de otras prácticas, tales como el trabajo doméstico monótono. Esas otras prácticas sin duda obstaculizan el camino del autodesarrollo y afectan a la sociedad al distorsionar las imágenes de la individualidad y el trabajo. Por otra parte, Satz destaca que esas prácticas están mucho más extendidas que la prostitución. Señala que “los que sostienen que la prostitución es algo malo en virtud de su relación con la personalidad, la degradación y el florecimiento social, no [...] establecieron que la prostitución tiene algo malo independientemente de su contexto histórico y cultural” (p. 74).

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Asimétricas En su artículo “Markets in Women’s Sexual Labor” (Los mercados del trabajo sexual femenino), Debra Satz (1995) analiza no sólo la prostitución, sino también “mercados” sexuales y reproductivos como el alquiler de vientre, etc. Analiza tres enfoques, los modelos críticos económico, esencialista e igualitario. Todos se basan en lo que ella llama la tesis de la asimetría; que hay algo en la venta de servicios sexuales o reproductivos que es diferente de la venta de otras cosas, que son asimétricos en comparación con otros tipos de mercados laborales. Por otra parte, la tesis de la asimetría sostiene que “tratar las capacidades sexual y reproductiva como productos a desarrollar e intercambiar por un precio, es peor que tratar nuestras otras capacidades como productos” (1995, p.63). También señala en su artículo que la prostitución es muchas cosas diferentes, y cita los tres ejemplos que mencioné antes de la prostituta callejera, la acompañante y el hombre que se prostituye. Afirma que “muchas de las críticas que se hicieron a la prostitución suponían que todas las prostitutas eran mujeres que ingresaban a la práctica en circunstancias que comprendían maltrato y desesperación económica. Sin embargo, se trata de una premisa falsa: las críticas confundieron una parte de la práctica con el todo” (p.66). Overall (1992) también propone una tesis de la asimetría como base para condenar un apoyo feminista a la prostitución. Considera que, si bien la prostitución tiene mucho en común con el trabajo doméstico no pago o el trabajo asalariado mal pago, su carácter excepcional reside en el hecho de que no puede existir sin la venta. El trabajo doméstico tiene una función que habría que cumplir independientemente de su pago o valoración. La prostitución, en cambio, no es prostitución en ausencia del pago. En otras palabras, “cocinar y cuidar chicos no son actividades que impliquen necesariamente su venta, [mientras que] el trabajo sexual es por definición la venta de sexo” (Overall, 1992: 717). La inherente asimetría de esa relación, sostiene Overall, “proporciona el contexto para otras formas de asimetría” (p.717). Las otras ocupaciones enumeradas antes son “reversibles”, señala Overall, en el sentido de que no hay nada inherente a las mismas que pueda impedir que sean hombres los que brinden esos servicios a mujeres, o 14


mujeres a otras mujeres, etc. Overall concluye que “el trabajo sexual es una práctica inherentemente desigual definida por la intersección del capitalismo y el patriarcado [...] [que] resume la dominación masculina” (p.724). Esa crítica de la venta o cosificación del sexo, y específicamente de la intimidad, de las mujeres para los hombres, apunta al núcleo de lo que muchas prostitutas consideran la base sexista de la retórica contra la prostitución. Overall cita declaraciones de una prostituta tomadas de The Prostitute Papers, de Kate Millet: “Lo peor de la prostitución es que una se ve obligada no sólo a vender sexo, sino la propia humanidad” (p.714). Sin embargo, se trata de una premisa esencialista y sexista que define la condición de mujer por su relación con el sexo. No se considera que los hombres que se prostituyen, o los hombres promiscuos, estén “vendiendo su humanidad” cuando tienen sexo con muchas personas, ya sea a cambio de dinero o gratis. Yo diría que la idea de la “venta de la propia de humanidad” es una construcción social, es decir, que se sostiene que las mujeres “se venden” cuando trabajan como prostitutas, cuando en realidad están vendiendo un servicio sexual. El hecho de que pueda considerarse que la sexualidad de una mujer es su “humanidad” no es extraño en una cultura que invariablemente reduce a las mujeres a su sexualidad. Esa incapacidad de percibir que la sexualidad o la conducta sexual de una mujer es sólo un elemento de su identidad es lo que origina comentarios como ese. El estigma vinculado a la prostitución alienta esa idea de “venderse” y contribuye a silenciar a las mujeres prostitutas, negándoles a muchas de ellas otro marco en el que interpretar sus experiencias. Si bien Overall critica de forma adecuada muchas otras posiciones contrarias a la prostitución por considerar que confunden la institución de la prostitución con el sistema actual en el que opera la prostitución, cae víctima de la misma falacia en su teoría de la asimetría. No tiene en cuenta en qué diferiría la prostitución en un mundo en el que no todo estuviera “definido por la intersección del capitalismo y el patriarcado”. Por otra parte, algunas de sus premisas son falsas. Por ejemplo, no explica por qué el cuidado de los niños es re15


versible pero la prostitución no lo es. De hecho, la prostitución es reversible: las mujeres contratan los servicios sexuales de hombres y también de otras mujeres. No es lo más común, por supuesto, ¿pero es consecuencia de la prostitución o del patriarcado y el capitalismo? Por último, no tiene en cuenta la posibilidad de empoderamiento a través de la prostitución, del que muchas prostitutas hablan en términos de independencia financiera y autonomía. Si la prostitución perpetúa un sistema de desigualdad de género, creo que es importante plantear si se trata de una función de la prostitución o del estigma vinculado a la prostitución. El hecho de que la existencia de prostitutas refuerce el “estigma de puta” que toda mujer debe soportar, no significa que la prostitución sea la causa de ese estigma, que en realidad reside en una concepción misógina de la sexualidad. Igualitaria Satz (1995) suscribe lo que ella llama abordaje “igualitario” de la prostitución. Esa teoría sostiene que la prostitución representa a las mujeres como servidoras sexuales de los hombres, dado que constituyen una clase de mujeres que existen para servir las necesidades sexuales de los hombres. Si bien hay algunos casos alternativos, Satz señala que la enorme mayoría de las prostitutas son mujeres, y que la enorme mayoría de los clientes son hombres. Dada la desigualdad de ingresos y de jerarquía que forma parte de la vida de las mujeres y de la estructura social, a Satz le preocupa la idea de “elegir” la prostitución. “Algunas mujeres pueden odiar o considerar inferior la vida de prostitución que ‘eligen’” (1995: 77), dice Satz. Agrega que la prostitución refuerza de manera directa la inferioridad de las mujeres en nuestra sociedad porque contribuye a consolidar nociones sobre la subordinación femenina y la sexualidad de hombres y mujeres. De forma específica, la ausencia de una práctica recíproca hace que eso sea verdad. No hay una institución en la que los hombres sirvan a las necesidades sexuales de las mujeres. Esto es similar a la idea de reversibilidad de Overall (1992). En otras palabras, la prostitución crea una clase de mujeres que existen para servir las necesidades sexuales de los hombres. 16


No estoy convencida de que sea la prostitución la que crea esa asimetría. Esa teoría parece plantear que no hay ningún mecanismo recíproco en relación con la sexualidad de las mujeres y que, por lo tanto, la prostitución es mala y contribuye a la desigualdad. ¿El principal problema es la ausencia de un mecanismo recíproco o el hecho de que las necesidades sexuales de las mujeres no se satisfacen en ningún otro ámbito? Por otra parte, podría argumentarse que a algunas mujeres les preocupa más la estabilidad económica que la satisfacción sexual, de modo que la prostitución sirve a las necesidades sexuales de los hombres y a las necesidades económicas de las mujeres. Es una evidente desigualdad, pero es la consecuencia de una desigualdad y no la causa de la misma. También remite al patriarcado, al que pertenece, más que a las mujeres. También quisiera sugerir que algunas mujeres satisfacen sus necesidades sexuales mediante la prostitución. En la descripción que hace Satz (1995) de la acompañante al comienzo de su artículo, señala que “muchas acompañantes llegan a la prostitución luego de una “habitual promiscuidad”, no guiadas por deseos materiales ni por falta de alternativas [...] También pueden decidir con quién quieren tener sexo y cuándo quieren hacerlo” (p.66). ¿Es posible que, si bien es evidente que no todos los encuentros sexuales que tienen estas mujeres son satisfactorios, cuando se ejerce ese grado de autonomía la prostitución pueda satisfacer las necesidades sexuales de la prostitutas además de las del cliente? Creo que sí. Carol Pateman (1988) suscribe una teoría igualitaria similar, dado que muestra que el contrato sexual original está ausente en las explicaciones de la teoría moderna del contrato de los fenómenos sociales, sobre todo de los intercambios sexuales entre hombres y mujeres. Define ese contrato sexual original como el derecho patriarcal sobre las mujeres que los hombres crearon para sí, que apunta específicamente a un sistema de derechos de propiedad que se atribuyen los hombres sobre los cuerpos de las mujeres. En su libro El contrato sexual, señala muchos defectos en la defensa contractual de la prostitución. En particular, la teoría del contrato basa su argumentación a favor de la prostitución en la afirmación de que ésta no se diferencia de cualquier otro intercambio entre empleador y empleado: la prostitu17


ta suministra servicios sexuales a cambio de remuneración. Pateman sostiene con razón que eso ignora el contexto social -el contrato sexual- en el que ese intercambio tiene lugar. Luego basa su oposición a la prostitución en el carácter inadecuado de la teoría del contrato y en la explotación que subyace en el contrato sexual original. Pateman señala que: “cuando los cuerpos de las mujeres se venden como productos en el mercado capitalista, no pueden olvidarse los términos del contrato original; la ley del derecho sexual masculino se afirma públicamente y los hombres obtienen reconocimiento público como amos sexuales de las mujeres: eso es lo que tiene de malo la prostitución” (1988: 208) Pateman considera que la prostitución tal como existe en la actualidad es una manifestación de un sistema capitalista patriarcal, y que la prostitución reifica esa estructura. Sin embargo, parece confundir ambas cosas en el análisis. El problema con el sistema no es la prostitución. Erradicar la prostitución no derrumbará el sistema. También es muy posible que pueda haber prostitución en un sistema diferente, si bien el estigma de las mujeres prostitutas sin duda sería diferente. Yo diría que, si bien la prostitución puede reificar el derecho patriarcal en algún plano (¿qué no lo hace?), el principal responsable es el estigma de la puta. Es ese estigma el que controla a las mujeres, asegurando que éstas tengan que depender de un solo hombre como respaldo económico, y que sólo él tenga acceso a su cuerpo. Pateman señala que en el contrato sexual matrimonial, cuando una mujer brinda sus servicios sexuales sólo a su esposo, se le ofrece a cambio protección y respaldo económico. A la prostituta, en cambio, no se le ofrece tal protección. Sin embargo, sabemos que las mujeres corren más riesgos de ser objeto de violencia física y sexual por parte de sus propios maridos, y que a menudo se las abandona sin ningún tipo de respaldo económico. Esa “protección” es un mito destinado a atraer a las mujeres al matrimonio y a mantener su pureza sexual, y produce una mayor estigmatización de las mujeres prostitutas. Pateman da luego una definición propia de la prostitución, e incorpora a la “prostitución” los materiales pornográficos, los clubes de strip-tease y los peep shows. También señala que “la prostitución es 18


el uso del cuerpo de una mujer por parte de un hombre para satisfacción de éste” (p.198). Ignora las experiencias de las mujeres a las que les gusta su trabajo de prostitutas y trivializa el papel de la prostituta. Su enfoque, que se basa exclusivamente en el cuerpo y no presta atención a las habilidades y servicios que una prostituta aporta al encuentro, despoja a las mujeres prostitutas de toda capacidad de acción. Las prostitutas no son sólo “cuerpos”, y me resulta muy irónico que un análisis feminista de la prostitución trate a las mujeres de esa forma. Pateman insiste en decirles a las prostitutas en qué consiste su experiencia, pero la voz de las mujeres prostitutas nunca aparece en su análisis. Lesbianas y prostitutas Lo que tienen en común todas las teorías contra la prostitución es que, si bien hablan de factores estructurales como causales, señalan la prostitución con un dedo y la condenan. Me refiero hasta a las teorías más liberales. Ni siquiera tocaré la retórica que califica la prostitución de degeneración moral y a la prostituta de persona demonizada, como tampoco las ideas puritanas que necesitan relacionar sexo y amor. Sin embargo, considero que hay vestigios de esas ideas hasta en las teorías más “liberadas”. Margo St. James (1987) señala que el trabajo sexual es una “amenaza escarlata” al movimiento de mujeres, tal como lo fue antes (y tal vez lo sigue siendo) la amenaza lila del lesbianismo: a las feministas les incomoda de forma similar la idea del trabajo sexual (p.81). Es interesante que ambos temas se centren en la sexualidad. Muchas feministas consideran que el sexo lésbico es un extremo de un continuum y que representa una completa ruptura con el patriarcado y la opresión masculina. Las prostitutas se encuentran en el otro extremo de ese continuum, en el que sostienen y perpetúan un sistema patriarcal que perjudica a todas las mujeres. La analogía de la “amenaza escarlata”, entonces, es interesante. ¿Cuál es la relación? Sería fácil limitarse a decir que el sexo incomoda a las feministas. De hecho, es una acusación que muchas trabajadoras sexuales hicieron a las feministas. Si bien eso puede ser cierto en el caso de algunas feministas, la dicotomía chica buena/chica mala sin duda no se beneficia de reforzar las imágenes de las feministas como vírgenes y 19


de las prostitutas como putas. Hay, sin embargo, una relación interesante entre lesbianas y prostitutas que puede contribuir a destacar una causalidad más profunda. En el mismo discurso que se citó antes, “The Reclamation of Whores” (La recuperación de las putas), Margo St. James dice que prefiere la palabra puta a prostituta: “Quiero recuperarla, tal como las lesbianas recuperaron la palabra torta en los últimos diez años” (1987: 82). Lesbianas y prostitutas tienen una larga historia entrelazada, ya que ambas estaban relegadas a los márgenes de la sociedad y de la condición de mujer. Joan Nestle (1987) explora eso en su artículo “Lesbians and Prostitutes: A Historical Sisterhood” (Lesbianas y prostitutas: Una hermandad histórica). En la introducción, señala que con el artículo espera: “aportar material para que todas nosotras –la lesbiana, la prostituta y la feminista (que puede ser las tres)- podamos entendernos de forma más compleja y solidaria a los efectos de que logremos establecer vínculos más fuertes y profundos en las batallas futuras”. (p.131). Demuestra que, en el transcurso de la historia, muchas mujeres trabajaron como prostitutas pero establecieron relaciones personales, íntimas y sexuales con otras mujeres. Nestle también señala que, en determinados momentos históricos, “la prostitución significó para algunas putas lo que pasar por hombres fue para algunas lesbianas: las liberó de la esfera de las mujeres y de su rígido control” (p.135). Si bien eso era más frecuente en el pasado, creo que en la actualidad algunas acompañantes usan la prostitución por los mismos motivos. Sin duda tener estabilidad económica, independencia en la determinación del horario y las condiciones de trabajo, así como la posibilidad de definirse sexualmente en toda una serie de formas, es una rebelión contra los roles femeninos tradicionales. Nestle describe un bar de Nueva York de la década de 1940 que tenía una clientela mezclada pero que frecuentaban lesbianas y en el que se presentaban intérpretes lesbianas. Parejas de prostitutas butch/femme trabajaban en las mesas como duplas, “con planes minuciosamente establecidos respecto de quién haría qué cosa en términos de tocar y chupar” (1987: 140). También hay muchas pruebas de que las lesbianas utilizaban los servicios de prostitutas. Nestle cita 20


a Frank Caprio, un psicólogo de los años 50 que habla de prostíbulos lésbicos conocidos por el nombre de “Templos de Safo”. Nestle considera que lesbianas y prostitutas son en realidad muy similares, ya que ambas tratan de “generar poder y autonomía para sí en interacciones de una aparente falta de poder” (p.143). También están presentes los calificativos, los epítetos y la dicotomía chica buena/chica mala. Katie, una activista de derechos civiles homosexuales que trabajaba como prostituta en un prostíbulo (además de trabajar en un restaurante lésbico durante el día), lo resume muy bien: “Una mujer sola es una puta. Dos mujeres son lesbianas. El control de las mujeres a partir del temor a esas dos acusaciones está codificado en la ley” (en Nestle, 1987: 143). Parece muy plausible que prostitutas y lesbianas hayan estado unidas por la marginación en el transcurso de la historia. Sin embargo, el hecho de que se las haya tratado de forma similar en el movimiento de mujeres habla de algo más. Marie Arrington (1987), que contribuyó a fundar la Asociación para la Seguridad de las Prostitutas en Vancouver, Columbia Británica, cuenta cómo se la aisló en el movimiento de mujeres, en el que había trabajado durante años, una vez que empezó a participar en temas relacionados con los derechos de las prostitutas. Mujeres con las que antes trabajaba, ahora no la saludaban por la calle. ¿A qué elemento común a esos dos grupos de mujeres reaccionan las feministas? Es fácil imaginarse que la sociedad en su conjunto las vería de forma similar. Ambas se habían desviado demasiado de las normas de género, sobre todo de las normas sexuales de género. A ambas se las calificó de desviadas sexuales; se suele suponer que ambas llegaron a su situación actual como consecuencia de una historia de violencia sexual y/o resentimiento contra los hombres. Ambas están hipersexualizadas en la opinión popular. Ninguna de ellas está vinculada a un hombre que la respalde económicamente; ambas deben mantener en secreto buena parte de su vida. El movimiento feminista quiere lograr la independencia de los hombres y de los estereotipos de género imperantes, por lo que podría pensarse que esos puntos no afectarían a las feministas. Por otra parte, la sociedad suele calificar a las feministas y a las les21


bianas de putas. En la actualidad, las lesbianas están mucho más aceptadas en el movimiento de mujeres, pero no las trabajadoras sexuales. Parecería que a algunas mujeres feministas no les preocupa la libertad sexual de todas las mujeres, sino sólo la libertad sexual en la medida en que ésta elimine la opresión que experimentan en su propia vida. Cuando Marie Arrington (1987), por ejemplo, trabajaba tanto en el movimiento feminista como en el movimiento por los derechos de las prostitutas, muchas feministas le decían que tenía que hablar con las prostitutas y decirles que no usaran las palabras “concha” y “puta” porque eran misóginas. Arrington intentó que sus conocidas feministas entendieran que el lenguaje no era la prioridad de las prostitutas con las que trabajaba, que había otras cosas más urgentes. Me parece que el desprecio feminista por las lesbianas y las trabajadoras sexuales se origina en la ignorancia y la estigmatización. Las feministas se apresuraron a distanciarse del estigma asociado a la homosexualidad por temor a que éste afectara la imagen de su movimiento. Ignorantes de las complejidades de la vida lésbica, las feministas se apresuraron a dictaminar que las parejas butch/femme adherían a un modelo patriarcal no revisado. De la misma forma, en la actualidad las feministas se alejan del estigma de la puta, temerosas de que apoyar la prostitución signifique un retroceso para el movimiento feminista. Les tienen miedo a las prostitutas. Esa misma ignorancia de las realidades de la vida de las prostitutas facilita el juicio y la condena de la prostitución desde una cómoda distancia. El miedo que tantas feministas sienten en relación con las trabajadoras sexuales sólo sirve para debilitar tanto a las prostitutas como a las feministas, y sobre todo a las mujeres que son ambas cosas. Una posición feminista de apoyo a la prostitución En la actualidad, es muy popular la posición que condena la prostitución sin condenar a las mujeres prostitutas. Overall, por ejemplo, señala que quiere “mantener una importante distinción moral entre las prostitutas y trabajadoras sexuales y la prostitución como práctica e institución” (1992: 708). Esa posición mitigaría uno de los problemas de las teorías contra la prostitución: el hecho de que suelen perjudicar a las mujeres prostitutas. Fue por esa razón, también, que empezó 22


a utilizarse el término “trabajadora sexual”. El trabajo sexual no se refiere a mujeres individuales sino a trabajo. El trabajo significa temas laborales, tales como salarios, condiciones de trabajo, etc. (Aitkin, según referencias de Sullivan, 1995). Por lo general, ese enfoque considera que la prostitución es sólo otro tipo de trabajo femenino, tal como ser secretaria o moza. Barbara Sullivan (1995) lo llamó el enfoque del Continuum, dado que considera que la prostitución y otros trabajos femeninos están en el mismo continuum, si bien en puntos diferentes. En la práctica, sin embargo, ese enfoque da crédito a la idea de que la prostitución como trabajo de algún modo se diferencia de la mujer prostituta, con lo que se niega el estigma de puta que acompaña a tal trabajo (si no a la totalidad de las mujeres). ¿Es coherente, entonces, sostener una posición contraria a la prostitución pero a favor de las prostitutas? Mi respuesta es un enfático no. Si bien a muchas feministas esa posición les resultó funcional, el desarrollo de la misma es algo esquizofrénico. Sullivan (1995) señala que en la década del 80 esa posición permitió a las feministas “hacer lobby a favor de la despenalización de la prostitución como precondición necesaria para mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras sexuales sin abandonar su objetivo a largo plazo de abolición de la industria del sexo” (pp.186-187). Muchas prostitutas consideran que esa posición no es sincera. Sólo apoya a las mujeres prostitutas que quieren abandonar el trabajo sexual. ¿Qué pasa con las mujeres a las que les gusta su trabajo y no quieren abandonarlo? Uno de los principales desafíos que enfrentan las mujeres prostitutas es la condición ilegal de su trabajo. ¿Cómo se puede estar a favor de las prostitutas pero respaldar leyes que criminalizan la prostitución? Si bien a muchas feministas les resultó una posición cómoda, no contribuye de manera muy efectiva a los objetivos de ninguna de las dos partes. Vuelvo ahora a la pregunta de si es posible una posición feminista de apoyo a la prostitución. En este ensayo se mencionaron muchas razones para sostener una posición contraria a la prostitución. Pienso que todas esas razones se deconstruyeron de forma suficiente y que no siguen siendo explicaciones plausibles para oponerse a la prostitución. 23


Sin embargo, la ausencia de razones de peso contra la prostitución no equivale a una posición fuerte a favor de la prostitución. ¿Es posible? ¿Las feministas pueden apoyar la industria de la prostitución? ¿Las prostitutas podrían constituir ejemplos a seguir? Son preguntas difíciles. Considero que parte de lo que las hace tan difíciles es que su construcción es defectuosa. Supone una vez más que la prostitución es una cosa. Si bien la prostitución callejera es la que recibe más atención y la más visible, constituye sólo el 20% de la prostitución en los Estados Unidos (Alexander, 1999). ¿Cómo afecta eso nuestra percepción de la prostitución? Las mujeres que trabajan en la calle constituyen entre el 80 y el 90% de las detenidas por oferta de sexo. La National Task Force on Prostitution indica que en los Estados Unidos más de un millón de mujeres trabajó como prostituta, aproximadamente el 1% de la población femenina. Por último, se relaciona a la prostitución con entre el 3 y el 5% de las enfermedades de transmisión sexual, en comparación con entre el 30 y el 50 % vinculado con los adolescentes estadounidenses (PEN, 1999). Me preocupa que muchas teorías asuman que la prostitución es la prostitución callejera. Es por eso que tienden a exagerar los episodios violentos y la explotación por parte de proxenetas, entre otras cosas. ¿Qué tienen en común esos diferentes tipos de prostitución? Evidentemente, todos comprenden la venta de sexo o servicios sexuales, ¿pero comparten alguna otra característica? Por otra parte, no sería muy difícil sostener que, en nuestra sociedad, casi todo comprende la venta de sexo en cierto nivel; no hace falta más que mirar la industria publicitaria. Tal vez sea esa concentración en la comercialización del sexo en la construcción de las teorías relacionadas con la prostitución lo que produce confusión. Si bien es evidente que eso está presente en todas las formas de prostitución, no es más que una similitud en un vasto mar de diferencias. Las tres posiciones más fuertes contra la prostitución que se enumeraron en este artículo son la crítica igualitaria de Debra Satz (1995), la idea del contrato sexual de Carol Pateman (1988) y la tesis de la asimetría de Overall (1992), que se basa en el concepto de reversibilidad. Sin embargo, todas esas posiciones esgrimen lo que considero fenómenos históricos y culturales, el estado capitalista patriarcal, y sostienen 24


que la prostitución en ese contexto daña a las mujeres. Margo St. James lo compara con la esclavitud. Señala que: “el gobierno considera que es necesario proteger a las mujeres porque éstas no pueden hacerse cargo de sí mismas. Creo que esa actitud perpetuó la esclavitud también en los Estados Unidos, pero no se nos ocurrió reformar a las y los esclavos, ¿verdad? Pensamos en empoderarlas y empoderarlos, y eso es lo que tiene que pasar aquí”. (1987: 83) En otras áreas del pensamiento feminista es muy simple decir que el sistema patriarcal actual es malo y que hay que cambiarlo, sin condenar las instituciones existentes. Por ejemplo, la mayor parte de las feministas no condena el matrimonio porque perpetúe la desigualdad de género y obligue a las mujeres a depender económicamente de los hombres. Una prostituta dice que “la diferencia entre ser una prostituta y ser una esposa es la seguridad que tiene la esposa. Pero también está la diferencia entre tener muchos hombres versus tener sólo uno [...] Siempre se los puede reemplazar” (en Millet, 1971: 56). En conclusión, quisiera decir que es posible una posición feminista de apoyo a la prostitución. Si las feministas hubieran sabido más sobre las mujeres prostitutas de las que hablaban, ya se habrían dado cuenta de ello. Muchas trabajadoras sexuales son feministas; integran ambas realidades sin demasiada dificultad. Pero conocen a fondo las sutilezas y matices de su profesión, lo que les proporciona una visión más completa de eso que llamamos prostitución. Creo que algunas prostitutas, las que tienen control y autonomía de su vida, las que eligieron libremente un trabajo que les gusta, pueden considerarse modelos a seguir. No estoy diciendo que una vida al servicio de las necesidades sexuales de los hombres heterosexuales sea algo a lo que todas debamos aspirar, sino que esas mujeres crearon sin ningún apoyo un espacio propio en el que tienen libertad y control. Algunas de las dificultades que experimentan las prostitutas quedan en parte reforzadas como consecuencia de las teorías feministas. La posición de MacKinnon (1987) de que todo el sexo heterosexual es degradante y violento no deja mucho espacio para la libertad de acción y contribuye a una cultura que degrada a las mujeres que eligen el trabajo sexual como profesión. No todas coincidirán con mi posi25


ción respecto de la prostitución, y está bien que así sea. Hay espacio para muchas posiciones. Lo que tiene que terminarse, sin embargo, es la mentalidad nosotras/ellas, chica buena/chica mala, porque no permite el diálogo. Es sólo otro mecanismo mediante el cual se mantiene a las mujeres en lucha entre sí en lugar de dirigir nuestra acción al plano en que debe encontrarse. El feminismo opera en un estado de falsa conciencia si niega la experiencia de las mujeres prostitutas para sostener la plausibilidad de las teorías acerca de éstas. Cada una puede tener su propia opinión en relación con el trabajo sexual, pero no debe hacerlo sin antes haber hablado con las mujeres que viven esa vida. Notas de traducción Se tradujo “call girl” como “acompañante”, si bien el término en castellano es más limitado. Una “call girl” puede trabajar en una agencia de acompañantes o por su cuenta, y no necesariamente implica la función social que en ocasiones desempeña una “escort”. Se trata de una prostituta a la que los clientes contactan por teléfono. Referencias Alexander, Priscilla y Delacoste, Frederique (1987) Sex Work: Writings by women in the Sex Industry. Pittsburgh, Pensilvania: Cleis. Arrington, Marie (1987) “Community Organizing”, en Laurie Bell (ed.) Good Girls/Bad Girls, pp. 104-108. Toronto: The Seal Press. Bell, Laurie (ed.) (1987) Good Girls/Bad Girls. Toronto: The Seal Press. Jackson, S. y Otto, D. (1980) “From Delicacy to Dilemma: A Feminist Perspective”, en K. Daniels (ed.) So Much Hard Work. Sydney: Fontatna Collins.

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Nestle, Joan (1987) “Lesbians and Prostitutes: A Historical Sisterhood”, en Laurie Bell (ed.) Good Girls/Bad Girls, pp.131145. Toronto: The Seal Press. Overall, Christine (1992) “What’s Wrong with Prostitution? Evaluating Sex Work”, Signs 17(4): 705-724. Pateman, Carol (1988) The Sexual Contract. Stanford: Stanford University Press. [trad.esp.: El contrato sexual, Barcelona: Anthropos, 1995]. Prostitutes’ Education Network (PEN) (1999) “Prostitution in the United States – The Statistics”, [Online] en URL: http://bayswan.org/stats.html, [consultado en febrero de 1999]. Radin, M. (1987) “Market-Inalienability”, Harvard Law Review 100: 1849-1937. Satz, Debra (1995) “Markets in Women’s Sexual Labor”, Ethics 106: 63-85. St. James, Margo (1987) “The Reclamation of Whores”, en Laurie Bell (ed.) Good Girls/Bad Girls. Toronto: The Seal Press. Sullivan, Barbara (1995) “Rethinking Prostitution”, en B. Caine y R. Pringle (eds.) Transitions: New Australian Feminisms. Sydney: Allen and Unwin.

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Putas y autónomas Por Andrea Lacombe1 En zona roja La visibilidad y toma de conciencia en relación con la trata de personas con fines de explotación sexual viene impulsando medidas punitivas o prohibicionistas. La eliminación de lo que se conoce como “rubro 59” y el cierre por ley o por decreto de todo tipo de cabarets, whiskerías o clubes nocturnos –eufemismos para nombrar prostíbulos– en distintos lugares del país son las más evidentes. Pero el pase a la clandestinidad de estas actividades desprotege a quienes se declaran trabajadoras o trabajadores sexuales autónomos y con decisión propia. Su voz suele estar ausente en el debate o descalificada. Eugenia Aravena, dirigente de Ammar Córdoba (Asociación de mujeres meretrices de Argentina), denuncia este silenciamiento y reclama su derecho a decidir sobre su cuerpo sin persecuciones policiales ni morales. Corría el año 1917 y luego de años de romper tabernas y botellas a hachazos en señal de protesta al consumo de bebidas alcohólicas, culpable oprobioso de los males morales de la sociedad, el Movimiento por la Templanza logró su cometido: aprobar la enmienda constitucional que prohibiera la venta, importación y fabricación de bebidas en todo el territorio de Estados Unidos. “El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en graneros y fábricas. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas 1 Publicado en el suplemento “Las 12” de Página 12, el 06 de julio de 2012. Disponible online en http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/ 137354-2012-07-06.html

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del infierno”, sentenció el senador Volstead, impulsor de la norma, al momento de su promulgación. Poco tiempo después se tragaría una a una sus palabras, ya que la clandestinidad del etílico elixir fue el santo y seña para la aparición y auge de las grandes mafias –como la del mundialmente célebre Al Capone– que se disputaban el control del mercado. Una década de crimen organizado a niveles insospechados en ese país, incluyendo el soborno y corrupción de funcionarios públicos, para conseguir continuar con tan rentable negocio, dejaron en claro que la prohibición no era el camino acertado para conseguir los cambios sociales esperados. A los ojos de los tiempos actuales en los que en nuestro país se está debatiendo la despenalización del consumo de estupefacientes, esta medida adoptada en el siglo pasado suena un tanto ingenua, si no conservadora y retrógrada. Parece haber consenso en que la prohibición no redunda en la modificación de las prácticas sociales sino en la conformación de circuitos ilegales que garantizan mediante el crimen organizado y la corrupción la sobrevida del producto en el mercado. No obstante, hay determinadas prácticas sociales que nunca salen del ojo de la tormenta moral, sobre todo por estar asociadas a la explotación humana, la denigración moral y la vergüenza social. El 1º de junio se aprobó en Córdoba la ley que prohíbe en todo el territorio provincial la instalación, funcionamiento, regenteo, sostenimiento, promoción, publicidad, administración y/o explotación bajo cualquier forma, modalidad o denominación –de manera ostensible o encubierta– de whiskerías, cabarets, clubes nocturnos, boîtes o establecimientos y/o locales de alterne. La denominada “ley de trata” (u1), promovida por el partido oficialista, tiene como finalidad cercar a las organizaciones que trafican con mujeres para combatir la explotación sexual y la trata de personas en el país. Sin embargo, diversas organizaciones sociales entre las que se destaca la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) tienen sus objeciones con la nueva normativa porque criminaliza la prostitución y contribuye a estigmatizar a las mujeres que trabajan en el rubro. Para Eugenia Aravena, secretaria general de AmmarCórdoba, el grave problema es la asimilación que se hace entre prostitución y trata de personas. 28


Dos grandes líneas de pensamiento se debaten a la hora de analizar la prostitución. La denominada “línea abolicionista” considera la prostitución como una forma de explotación y puerta de entrada al tráfico y trata de personas. A su vez, para la “línea reglamentarista” la prostitución es un trabajo, siempre que sea realizado por personas mayores de edad y por propia voluntad, para lo que reclama un marco legal que ampare a las personas que lo ejercen, por creer que ése es el mejor método para controlar la explotación y la trata. “El día en que comenzó a tratarse la ley hicimos una radio abierta en la puerta de la Legislatura pidiendo ser escuchadas, porque nadie nos llamó para saber qué pensábamos al respecto”, explica Eugenia. A diferencia de leyes como la de matrimonio igualitario o identidad de género, cuyos textos fueron escritos o revisados y debatidos por los colectivos a los que se referían, la ley que prohíbe cualquier tipo de establecimiento donde se realicen, toleren, promocionen, regenteen, organicen o de cualquier modo se faciliten actos de prostitución u oferta sexual, cualquiera sea su tipo o modalidad, no tuvo en cuenta las palabras de aquellas personas que ofrecen sus servicios sexuales. “Cuando conseguimos entrar a las audiencias públicas del debate, presentamos un documento que diferenciaba trata de personas de prostitución, en el que también estaba clara nuestra postura no sólo con respecto a esta cuestión sino al cierre de las wiskerías y prostíbulos. Nosotras no nos oponemos a su cierre, sólo cuestionamos que la ley tal y como está es una puerta que se abre a la criminalización de nuestra actividad. Desde 1936 estamos regidas por la misma ley (12.331), que prohíbe las casas de tolerancia y sanciona a quien explota la prostitución ajena. Existe un vacío legal de un tema que nos deja desamparadas. Por este motivo queríamos que la ley deje claro en qué marco de protección legal vamos a trabajar si cierran las whiskerías y prostíbulos”, demanda Aravena. Esta pregunta, que aparecería como una contradicción con el hecho de no cuestionar la clausura de estas casas, encierra una realidad que queda desdibujada en la falsa dicotomía esgrimida por algunos legisladores cordobeses –quien está en contra de la ley está a favor de la trata–, aquella realidad de las personas que se ganan su sustento ejer29


ciendo la prostitución. “Es necesario que quede claro en la legislación que siempre y cuando una trabajadora mayor de edad negocie su actividad directamente con el cliente y en su propio beneficio no hay delito, si no hay explotación y no hay trata de personas no hay delito. Roberto Birri, del Frente Cívico, fue el único legislador que se hizo la pregunta sobre cuál sería el destino de las trabajadoras sexuales que quedarán en la calle y propuso un artículo –que no fue incluido en la ley– que contemplaba la capacitación laboral para las víctimas de trata y, si así éstas lo quisieran, las trabajadoras sexuales. También planteó el aumento de las penas a los proxenetas, que en este momento es de 60 días de arresto, la derogación del artículo 45 del código de faltas (prostitución molesta y escandalosa) y contemplar las cooperativas de trabajadoras sexuales”, explica Eugenia. Sus requisitorias no fueron atendidas a la hora de votar la ley. Autonomía: la palabra clave Sentada en el escritorio junto con Blanca y Patricia, otras integrantes de la comisión directiva de Ammar, Eugenia garabatea una copia del documento presentado en la Legislatura, ese que a duras penas oído no fue considerado, como si buscara respuestas a una situación de difícil resolución. “Con las compañeras que se acercan a la asociación hablamos mucho de cómo escaparle a la explotación, qué medidas tomar para que las cosas no sigan como están. Con esta ley se cerrarán los lugares más visibles, pero los otros van a seguir funcionando porque esta ley no cambia las cosas de fondo y nosotras seguimos sin ningún tipo de respuesta para poder trabajar sin miedo a que nos persigan. Para nosotras trabajar autónomamente y entre nosotras es la clave. Por más que quieran erradicar la prostitución, la realidad es que existe y existe en nosotras que tenemos necesidades reales, palpables. Por eso es que estamos discutiendo el trabajo en cooperativas: de a una no tenemos recursos para alquilar un departamento y si vamos a la calle somos perseguidas por la policía, pero entre varias la situación es diferente, pagamos los gastos en conjunto y cada una gana lo que trabaja. Esta forma de organización nos permite una horizontalidad y compromiso entre nosotras y escapar a la opción de siempre de buscar protección en un prostíbulo que se queda con el 50 30


por ciento de la ganancia, no te permiten faltar porque cobran multa, no hay días libres, una no puede ni enfermarse siquiera. Ya existe una cooperativa que funciona hace un año aproximadamente y las compañeras están muy contentas y conformes con ese sistema. Nadie ofrece a las trabajadoras sexuales alternativas laborales, entonces quedamos entrampadas en esta hipocresía de una línea política como es la abolicionista, que nos criminaliza, nos clandestiniza más y ni siquiera apoya las actividades que organizamos desde Ammar” (ver apartado Las actividades que solventa Ammar). “El problema es que no hay una política de perseguir a quienes nos explotan. Hay una marco regulatorio que comienza en el Código Penal y no se cumple. A nosotras esto nos deja con muchas dudas porque cada vez se mezcla más prostitución con trata de personas y sentimos el desamparo y la desprotección. Es más, uno de los organismos que más nos han discriminado en Córdoba ha sido el Inadi. Su representante, Adriana Domínguez, forma parte de la Red Abolicionista contra la Prostitución y la Trata de Personas y fue muy clara en que con nosotras no acordaba en nada. ‘Las atiendo porque es mi función, pero con ustedes no acuerdo en nada’ nos dijo una vez. Durante el debate por esta ley ella dijo que no había que apoyar a las cooperativas de proxenetas, refiriéndose a la cooperativa que tienen nuestras compañeras. Creo que hay que comprometerse colectivamente para darle seguimiento real a nuestra situación. Parece que quisieran que desapareciéramos de la faz de la tierra, nos invisibilizan como si no existiéramos y mientras no haya alternativas laborales no vamos a desaparecer. ¿Qué quieren de nosotras? Yo no entiendo, te juro que no entiendo”, exclama Eugenia, con una mirada en la que se entremezclan la impotencia y la bronca. “Estamos entrampadas –suelta Blanca, integrante de la comisión directiva de Ammar–. Ninguna de las leyes que han salido (la de la provincia de Córdoba y el decreto presidencial que prohíbe la publicación de avisos de oferta sexual en los medios gráficos) nos dejan un margen. Había chicas que lograban trabajar de manera independiente y fuera de los prostíbulos colocando avisos en los diarios, pero ahora esa opción no existe y las compañeras vuelven a trabajar con 31


un proxeneta o en una whiskería.” (Ver apartado Hecha la ley hecha la trampa.) “Queremos trabajar libres y para eso necesitamos un marco regulatorio. A nivel nacional, Ammar está impulsando el proyecto de ley por el trabajo sexual autónomo para lograr un marco de derechos. Lograr que se trate esta ley en el Congreso de la Nación no implica promover la prostitución, sino brindar garantías y derechos a quienes estamos trabajando. La tarea de militancia que desarrollamos desde Ammar tiende no sólo a mejorar las condiciones de vida de las trabajadoras sexuales, sino a darles herramientas laborales para salir de la prostitución, frente a un Estado ausente que mira para otro lado. En Uruguay, por ejemplo, existe una ley que protege a las compañeras y compañeros y les permite pagar un monotributo como cualquier trabajador para hacer aportes jubilatorios y tener obra social. Tiene que haber una política de Estado para el tema y no la hay. La política en este momento es: criminalizar y prohibir. Esto significa más negocio y más mafia y a nosotras que nos parta un rayo.” Erradicar la trata “Nosotras estamos en contra de la trata de personas y trabajamos para erradicarla. A Sandra Cabrera, secretaria general de Ammar, la mataron de un tiro en la nuca por denunciar la connivencia y la complicidad entre la policía y los prostíbulos. ¿Cuánta gente tiene ese grado de compromiso?”, lanza a boca de jarro Eugenia mientras golpea una y otra vez la mesa con la palma de la mano, en una muestra palpable de la fuerza de su lucha. “Tratamos de hablar con Susana Trimarco cuando estuvo en Córdoba siguiendo el tratamiento de la ley para explicarle nuestra posición, pero no pudimos y necesitamos que ella nos escuche, que sepa de nuestro compromiso con esta causa, que estamos con ella y la apoyamos. No estamos del mismo lado de los proxenetas, como quisieron hacer ver algunos legisladores y algunos medios, deslegitimando y desconociendo el trabajo de nuestra asociación. Es muy fácil hablar de la trata desde una banca en la Legislatura, pero hay que estar en el barro, denunciando como hizo Sandra Cabrera, como hace Susana Trimarco, sin saber a quién re32


currir porque sabemos que dentro de la propia policía están los que tratan. En Córdoba, la comisario Claudia Flores es una de las pocas con las que hemos realizado denuncias y en quien podemos confiar, sin embargo no le dan el lugar que se merece en la policía. Con la nueva ley, la que hasta ahora se llamaba División de Protección a las Personas, donde están los que nos meten presas, nos persiguen y nos amenazan, será la nueva División de Trata de Personas. A esta división pertenecía el policía que la comisario Claudia Flores metió preso por tráfico de personas. Traía mujeres de Paraguay a los prostíbulos de Córdoba, incluso era dueño de uno. Este mismo policía era el que nos corría de la calle porque le arruinábamos el negocio. ‘Te vas o te llevo’, nos decía y nos íbamos. Ahora ya aprendimos, que vengan de nuevo a decirnos algo...” “Tampoco se está llevando a cabo el Plan Nacional contra la Discriminación, del Inadi, que en el artículo 17 indica la derogación de los artículos de los códigos contravencionales con figuras abiertas –como la falta a la moralidad o escándalo en la vía pública, por otorgarle facultades a la policía para realizar detenciones sin autorización judicial– y en su artículo 18 promueve la sanción de una ley que nos ampare y reconozca derecho a jubilación y seguridad social. No estamos ni cerca de alcanzar estos reconocimientos. Nosotras siempre decimos que ninguna mujer nace para puta, nos hacemos putas en el camino, pero ¿mientras tanto qué? ¿Tenemos que estar obligadas a vivir en las peores condiciones sólo por ser putas? La prostitución fue arrojada a la clandestinidad porque a la sociedad no le gusta ver sus propias miserias”, alega Eugenia. “Acá hay mucha gente que está callada la boca. A nosotras nos corre el mismo discurso que corre a las que quieren legalizar el aborto”, protesta Eugenia Aravena. “Esto de ‘mi cuerpo es mío’ nos está vedado. Este discurso de que las mujeres pobres tienen los accesos vedados y pagan las consecuencias de la hipocresía, porque los abortos se hacen en malas condiciones, bueno, es lo mismo. Es el mismo sector conservador de la Iglesia Católica el que nos persigue y no nos deja decidir qué hacer con nuestros propios cuerpos.” Este inconformismo manifestado por la titular de AmmarCórdoba trae a la luz un hilo 33


que conduce ciertas políticas en relación con los derechos de las mujeres que siguen dejando fuera del paquete legislativo que ampara en el país flamantes derechos civiles: la despenalización del aborto y la reglamentación del ejercicio de la prostitución. La tensión es tan vieja como el mito de su profesión. Apelar a la explotación autoriza al Estado a la tutela que interviene en salvaguarda de la integridad moral, no de las mujeres que la ejercen sino de la sociedad que no acepta la imagen que éstas le devuelven. La prostitución es un marco visible de la posibilidad de escapar al control social, una censura de la heteronorma que tiene en su núcleo central a la mujer monogámica heterosexual y reproductiva. Hecha la ley, hecha la trampa Desde el año 1936 la ley prohíbe todos los locales llamados “casas de tolerancia” y penaliza a los dueños que se quedan con parte de la ganancia de las trabajadoras sexuales. Ahora “¿cuál es la estrategia desarrollada en los códigos de falta a través de la cual no hay mujeres trabajando en la calle, que ganen su plata con sus propios tiempos de trabajo y sí existen lugares donde supuestamente no hay sexo es decir, las whiskerías y los cabarets?”, se pregunta Eugenia. Estos lugares habilitados por el propio Estado están atendidos por las alternadoras que supuestamente se limita a dialogar con los clientes del lugar. Estas mujeres son las que resuelven la ecuación: no reciben salario, están en negro y se quedan con un porcentaje de las copas que toman los clientes con ellas. A su vez, la municipalidad les exige el carnet sanitario al día, lo cual es totalmente innecesario en un lugar donde, supuestamente, no se ejerce la prostitución y no pune a los dueños por tener trabajadoras en negro. Las alternadoras además de su parte de los tragos dejan a los dueños de las whiskerías el 50 por ciento del “pase”, es decir, del valor que cobran por su servicio sexual, ya sea en ese mismo espacio o en hoteles cercanos. Las actividades que solventa Ammar En el año 2003 fue fundada la primera escuela primaria, Cenpa Ammar, que tiene títulos oficiales avalados por el Estado, pero sólo re34


cibe de él el salario de la maestra de grado. El resto corre por cuenta y cargo de la asociación. A partir de esa iniciativa se conformó el área de alfabetización Punto de Partida, en articulación con el programa de solidaridad estudiantil de la Universidad Nacional de Córdoba, en el que se dictan cursos de computación impartidos por voluntarixs de la universidad y en donde funciona la biblioteca popular Antonia “Chula” Mendoza. En ese marco de formación y capacitación se realizan charlas de salud, prevención de VIHsida, género, derechos humanos y violencia, “todo sin apoyo económico de nadie que nos ayude a sostener esto”, aclara una y otra vez Eugenia. En el área de salud de la asociación forman multiplicadoras de salud que luego dan talleres en los lugares de trabajo, distribuyen preservativos (alrededor de 29 mil por mes) y una vez al año realizan las Jornadas del Centro de Testeo Amigable promoviendo los análisis de VIHsida y otras enfermedades de transmisión sexual en colaboración con el Laboratorio Central de la provincia y el Hospital Rawson. Hasta el año pasado se dictaban también cursos de capacitación en oficio con fondos del gobierno provincial pero este año fueron suspendidos porque no les renovaron los fondos. “Pasó lo mismo con el programa Salas Cuna, un jardín de infantes en donde podíamos dejar cuatro horas más a nuestros bebés para trabajar –se lamentan Aravena–, nuestra intención es mejorar la calidad de vida del sector, pero no hay voluntad política para eso.” De todos modos, el centro de cuidados infantiles Nuestros Sueños aún continúa en actividad en la sede, un espacio que sostiene el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia con dos becas de $600 para las maestras y alrededor de $5 por cada niño por cuatro horas diarias, lo que Ammar extiende por dos horas más con dinero del bolsillo de las integrantes de la comisión directiva. En búsqueda de toda ayuda posible firmaron un convenio con la universidad Siglo XXI para que lxs estudiantes realicen las prácticas obligatorias de la materia “práctica solidaria” con lo que se garantizan cursos de alfabetización, computación y apoyo en el jardín de infantes.

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María Eugenia Aravena: “No es un delito el trabajo sexual” Por Juan Ignacio González y Julieta Araya 1

María Eugenia Aravena es la Secretaria General de AMMAR. Comenzó su militancia en el año 2000, con la conformación de la delegación Córdoba de esta organización de trabajadoras que, a nivel nacional, surgió en el año 1994. La Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR) nació como respuesta al constante asedio y violencia policial. Comenzó sus actividades en 1994 y, a partir de 1995, se sumó a la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA). Esto hizo posible que se reconocieran a sí mismas como trabajadoras sexuales y pudieran realizar reclamos amparadas por derechos sindicales. En diciembre de 2006, obtuvieron la personería jurídica. Los principales objetivos de su lucha son: la legislación y el reconocimiento del trabajo sexual como un trabajo (para garantizar derechos humanos y laborales), la derogación del código de faltas, la prevención del VIH y ETS, y la promoción de la salud de las afiliadas en general, creando centros de asistencia. También se realizaron convenios para promover la puesta en marcha y concreción de educación primaria entre sus afiliadas y quienes concurren a la sede. AMMAR, además, forma parte de una asociación a nivel latinoamericano llamada Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica Y el Caribe (Red Trasex). Previo a la entrevista, Eugenia ya nos había recibido varias veces en la sede de AMMAR Córdoba para charlar y abrimos un poco el panorama sobre este tema del cual nosotros, a pesar de investigar un poco, no manejábamos demasiado. En uno de esos encuentros, y en un claro gesto de apertura, la Secretaria General de AMMAR Córdoba nos mostró todo el establecimiento: la oficina, la biblioteca, el jardín maternal, 1 En Adriana Boria et alt. (2012). Itinerarios de la transgresión. Políticas, sujetos y experiencias. Córdoba: Comunicarte.

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el aula donde funcionan los CENPA para terminar la escuela primaria, la habitación en donde se enseña peluquería, la sala de computación, la cocina (espacio de reunión donde hay un tablón largo en donde comen todos juntos: ellas y quienes estén por ahí dando una mano). Nos da mucha satisfacción que, luego de intensas luchas, las chicas hayan logrado este espacio de encuentro, crecimiento y militancia, y ver que hay muchas personas que se acercan a ayudar. Luego de estas reuniones, la entrevista se realizó finalmente el diez de agosto de 2010 en la sede de AMMAR Córdoba, con la presencia de algunas de las compañeras de Eugenia en un ambiente distendido y familiar. La entrevista duró casi cuatro horas entre mates, preguntas y algunas digresiones.

HISTORIA ¿Cómo comenzaste a trabajar en AMMAR? ¿En qué fecha, con quiénes? Yo estoy en AMMAR Córdoba desde la primera reunión, que fue una reunión que no era convocada por AMMAR sino en las Hermanas Adoratrices por Policía Juvenil, que estaba haciendo una investigación. Me acuerdo bien que yo no quería ir porque no tenía ganas, y mis compañeras me insistían con que teníamos que ser muchas porque ahí iban a sacar los datos como para dar ayuda a las compañeras, y cajas de mercadería.. .pero que les habían dicho que teníamos que ser muchas. Entonces haciendo causa común dije “bueno, voy a ir”. Fue en esa reunión donde salió claramente que el problema que todas teníamos era el tema de la represión policial. Aparecieron dos mujeres diciendo que no eran de acá sino que eran de AMMAR Buenos Aires, que justo estaban acá. Habían estado esa mañana, también, con el director del hospital Rawson. Estaban tratando de hacer base en Córdoba. Y empezamos a decir que bueno, que nosotras teníamos derechos, que no éramos delincuentes, que no teníamos por qué estar en calabozos. Y la juvenil ahí “nosotros somos policía juvenil, nada que ver, no somos los que las llevamos presas, no tenemos nada que 38


ver con todo el reclamo que ustedes están haciendo en la demanda”. Entonces ahí quedaron, como que se les pinchó todo: esa reunión era para otra cosa. Pero estuvo bueno, entonces las compañeras de AMMAR nacional dijeron: “bueno, qué les parece si continuamos esta reunión mañana y nosotras invitamos a una abogada para que nos asesore, para que ustedes vean cómo pueden organizarse, porque nosotras estamos en una asociación y ustedes también se pueden organizar, pueden estar en la CTA. Nosotras estamos en la CTA”. Nosotras no teníamos ni idea qué era la CTA. ¿Te acordás qué año era? Año 2000, comienzos del 2000. Y al otro día efectivamente hicimos la reunión y vino María Elba Martínez2. Nadie le entendió nada, pero teníamos claro, por lo menos a mí me cayó la ficha, “¡oh, así que no somos delincuentes!”. Porque para uno, claro, era lo normal, lo cotidiano, correr de la policía. Era así, como muy naturalizada la situación. Las compañeras reclamaban en ese momento “no a las detenciones”. Yo no hablaba nada. Las compañeras más grandes, que iban más al frente, reclamaban las golpizas, las violaciones; eso era el reclamo, o sea los golpes. Eran esos los reclamos, no era “no queremos que nos lleven presas”. Y estas chicas, las compañeras de AMMAR nacional, nos hicieron ver que ni si- quiera tenían que llevarnos presas; algo que no era tan fácil. Yo era muy joven, entonces me cabía cualquier historia así, pero las compañeras más grandes no les creían. Era más difícil decir “¡no, pero mirá que no nos van a tener que llevar presas!”. En cambio a mí sí, ahí nomás yo me prendí. Estuve en esa primera reunión y después no me fui más, ¡imaginate!, no me fui nunca más. Respecto de las ideas que manejaba la organización en ese entonces: ¿Qué cambios hubo? ¿qué es lo que se piensa y lo que se estaba pensando sobre el trabajo sexual? Yo creo que cada año es una etapa nueva, o cada dos años comienza 2 Reconocida abogada del fuero cordobés que lleva causas relacionadas con los Derechos Humanos

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una nueva etapa, me parece. En ese momento, lo único que teníamos en la cabeza era que no queríamos ir presas, nada más. En principio, ni siquiera era no queremos ir presas: era no queremos más golpes, no queremos más violaciones”, “no queremos más muertes”, “no queremos eso”. Ni siquiera cabía la posibilidad de decir “no queremos ir más presas”. Por eso empezamos con esas reuniones. Éramos 40 más o menos, después al otro día éramos 20 y después cada día éramos menos, porque no se veía como un objetivo posible de alcanzar. Si una está acostumbrada toda la vida a ir en cana, eso es algo naturalizado. Entonces fue difícil para adentro y para afuera convencernos como colectivo, convencerse de que realmente se puede. Y convencer a la sociedad y a las organizaciones sociales de por qué nos tenían que apoyar para que dejáramos de ir presas. Inclusive hicimos una hoja y sacamos tres fotocopias, me acuerdo, de tres artículos del Código de Faltas: uno era el 23 que hablaba del arresto domiciliario, el 44 en ese momento y lo del abogado. Y salimos a repartir eso, a decir “bueno, este es el Código de Faltas, esto sanciona el artículo 44 del escándalo en la vía pública”. Era convencer a cada compañera de que no tenían por qué llevarte presa. Era eso lo único que teníamos en la cabeza. Y además, un poco, el tema de la salud, empezamos a recibir los preservativos de Buenos Aires. En ese entonces, en el hospital Rawson firmamos un convenio para turnos especiales. Y bueno, eso era una herramienta que teníamos: decir “bueno nosotros tenemos preservativos”. Era como una pata más que nos permitía fortalecemos, pero en realidad el objetivo era dejar de ir presas. ¿Se logró ahora? (Vale aclarar que en ciudades como Paraná y Santa Fe se derogaron los artículos que perseguían a las trabajadoras sexuales.) Se logró en Córdoba capital, no así en el interior de la provincia. Donde no hay AMMAR sigue pasando lo mismo, pero en Córdoba capital es un avance importante. Es un cambio que creo que hay que seguir trabajando, hay que seguir fortaleciendo porque no es tan... uno cree que son cuestiones coyunturales. Lo que sí, hoy tenemos mucha fuerza como organización, como para salir y cortar la calle. .. 40


A los tres años de la organización asesinaron a dos mujeres en el transcurso de un mes. Tres años teníamos nomás y cortamos la Cañada. Están las fotos por ahí que fueron a un concurso de género (ganaron tres, estuvieron en el pabellón Argentina las fotos colgadas). Fuimos y cortamos la calle, no sé quién dijo: “sí, cortamos la calle” y nos organizamos: “vos hacés las banderas, vos hacés los carteles, vos traés las gomas”. Fue Canal 10, me acuerdo. A los cuatro años de organización hicimos una marcha nacional, pueblo por pueblo, que era por el caso de 36 mujeres trabajadoras sexuales asesinadas en Mar del Plata. Acá, hicimos una marcha a la que vinieron chicas de todas las provincias y fuimos a Casa de Gobierno, me acuerdo, y cortamos la calle en la Casa de Gobierno, había más policía...! Ese día no nos atendieron porque no había nadie. Al otro día nos atendió la secretaria general de la Gobernación de ese momento, que era Haidé Giri. No nos dijo nada concreto, en definitiva. ¿Este cambio también tiene que ver con el concepto de trabajadora sexual? Este término, como decías, aparece en el colectivo AMMAR Buenos Aires. ¿Ustedes se consideraban trabajadoras sexuales? Nos considerábamos trabajadoras pero con el término prostituta. Claro, el término penalizado. “Prostituta”. Pero sí la prostitución como un trabajo. De por sí, siempre se diferencia: “bueno ¿qué puta?, ¡prostituta! No, yo puta no”. Siempre fue un cuadro de la calle, como que puta es la mina que sale con un montón de tipos porque tiene ganas, que tampoco... ipobre, por qué la vas a juzgar! Pero ese es el código, prostituta es la que trabaja, la que cobra. Pero siempre viéndolo como un trabajo. Cómo explicarte: desde los horarios que vos cumplís, desde el lugar de trabajo, desde un montón de códigos que tienen que llevan a que una lo considere un trabajo. Con AMMAR Buenos Aires lo que se afianza es este término de trabajadora sexual. No conocíamos nosotras el término “trabajadora sexual”, nos apegamos al toque. Al principio mencionabas que era la policía uno de los problemas que tenían cotidianamente. Ahora, en la actualidad... 41


Sí, y era muy duro. Nadie nos daba bola, la policía empezó a reprimir el doble, empezó a amenazar. Y yo era muy ingenua, en eso siempre fui como medio kamikaze, no le tenía un pelo de miedo. Había mujeres que le tenían mucho miedo a la policía, veían un uniforme y se paralizaban, literalmente. y yo iba al frente, seguía: “no, si no es un delito, no nos tienen que llevar, basta!” Pero después empezamos a ver otros lugares: no se llevaban a las compañeras de los prostíbulos, de las whiskerías... Entonces ahí, ¡claro!, había que dejar la plata, ese era su negocio. A nosotras sí nos perseguían, recién ahí nos empezamos a avivar del negocio, antes no. Actualmente, yo creo que la falta de reconocimiento desde lo laboral es algo que de alguna manera influye en el resto de los problemas. O sea, compañeras grandes que no tienen una jubilación, compañeras que tienen algún problema de salud que no tienen obra social y hay que estar gestionando, y qué sé yo. El tema del reconocimiento laboral hace a un montón de problemas sin los cuales se haría más llevadero nuestro trabajo. Y el tema de las adicciones, es un tema que está en el sector de las trabajadoras sexuales como en todos los sectores. Creo que no es “el” problema de “las” prostitutas, sino que es un problema social que nos atraviesa. Y en este sentido, la policía ha atenuado la dureza, y eso es fruto del trabajo de AMMAR... Sí, totalmente. Al comienzo, imaginate... A mí me llevaron presa: fui i a trabajar un día y vino la policía, paró el móvil y le dijo a la compañera que estaba conmigo “dale subí”. “¡Pará! ¿Qué te pasa?”, “dale subí, subí”. La agarró y la empezó a tironear, “¡momentito!, ¿por qué la tenés que agarrar?; me miro el cana: dale, subí vos también. Puteándonos como lo peor, insultándonos y toda la historia. Entonces, todas presas. Yo estaba en la organización. Empiezo a llamar, mandaba mensajes, no me acuerdo cómo fue, pero avisé; fueron la Vero, la Pato, la Gorda y no me sacó nadie. Hoy llevan a una compañera, yo llamo y a la hora la compañera sale. Yo me tuve que comer el calabozo. Y yo, que conocía el Código de Faltas, que ya sabía cómo era la historia. Adentro de la comisaría yo peleaba, decía pero esto, pero lo otro. Se me cagaban de 42


risa, cómo se me reían. Es más, viste que te ponen ahí en un cuartito, te van pintando los dedos, que pase el que sigue, entonces entraba y decían “¿quién es la abogadita acá?”. Discutía que el Código de Faltas, que el artículo tal, que yo no había hecho ningún escándalo. Hoy eso cambió... Yo creo que la policía también, de arriba para abajo, ha logrado internalizar dentro de la fuerza que la prostitución no es un delito y que no hay que perseguir a una trabajadora sexual, ¿me entendés? Porque si no es re difícil lograr esto. Nosotras decimos “no es un delito el trabajo sexual”, diez años venimos repitiendo lo mismo. ..Yo creo que sí hay una bajada de línea de los jefes, de la jerarquía. Es más, hay compañeras que me cuentan que en el parque a veces pasa el patrullero y les preguntan si está todo bien: “¿está todo bien chicas, nadie las molesta?”. Como una cuestión de seguridad ¿me entendés?, todo lo contrario de lo que nos hacían antes. ¿Eso en cuántos años cambió? Y, diez años. El reconocimiento de la organización deviene de diez años de mucho trabajo de campo, charlas con las compañeras y organizaciones, seriedad en las actividades, etc. Hay algún hecho que sea como el hecho de quiebre? Antes de esa fecha, después de esta fecha... No, yo creo que es un proceso. Que hay lugares donde desde el 2003 más o menos ya no llevan chicas, y hay lugares como el centro donde recién lo hemos logrado el año pasado. En el centro llevaban compañeras presas. Una de ellas estaba amamantando a su bebé de ocho meses y le hicieron llevar el bebé a la comisaría, al calabozo, para que le diera la teta. Así, tres veces al día, y cuando la chica salió vino a denunciar; era una compañera que venía acá a la escuela. Hicimos una denuncia en Derechos Humanos que salió en los medios y a partir de eso tuvimos una reunión en la Secretaría de Derechos Humanos y con Jefes de Comisario Mayor de la policía. Empezamos a ver cuáles eran los canales para que esto no volviera a pasar. Uno de estos es el carnet 43


de afiliada de AMMAR: las chicas muestran su carnet de afiliada y no las llevan. Pero igual... bastante bien... ¿qué cambio, no?! No lo puedo creer a veces. Sobre todo para instalarlo socialmente... Una de las preguntas es acerca de la recepción social de la lucha de las trabajadoras sexuales desde la época en que comenzaron hasta la actualidad. ¿Notás que hay un cambio? Sí, yo creo que sí. Antes yo hacía una nota para la radio y todos los comentarios eran en contra. Hoy en día hago una nota en la radio y hay mucha gente que sale a apoyar. Y aparte, el cambio en el campo social, f que eso también es re importante: al comienzo era organizarse, ir a espacios y plantear demandas... No éramos tan escuchadas por los mismos movimientos sociales, ¿me entendés? O sea, había que legitimar la organización, primero, como para lograr que hoy nos acompañen. Lograr que AMMAR sea una organización de peso dentro de lo que son los organismos de derechos humanos, las organizaciones sociales y políticas, las organizaciones estudiantiles... un montón de organizaciones que también fue un proceso que nos aceptaran, que se involucraran o que por lo menos dijeran: “tienen razón, hay que acompañarlas”. Eran muy fuertes los prejuicios en contra de la prostitución: “no, nosotros no nos metemos con esos temas”. No fue tan fácil, mucha discriminación de los mismos militantes. Duro eso. Respecto a lo que mencionabas de los militantes, a partir de su incorporación a la CTA, ¿cómo es la percepción entre los mismos compañeros, va cambiando eso a lo largo del tiempo? Sí, totalmente. Nosotras desde el comienzo estamos en la CTA. Continuamos esas reuniones que habíamos hecho en las monjitas hasta que nos corrieron. Ahí nos reuníamos y un día cayó un compañero, que es Guido Dreizik, Secretario General del Cispren. Él era secretario de la organización de la CTA, llegó con su agenda y dijo “yo vengo de...” “¡ah sí!, la reunión de AMMAR” y se puso a hablar de la CTA: de cómo había nacido la CTA, de esto, de lo otro... una reunión en la que nadie le daba un tronco de bolilla, ¿viste?, todo el mundo esta44


ba en otra, las chicas se peleaban entre ellas, y él hizo lo que pudo. La CTA no tenía local en Córdoba. Ese compañero desde el comienzo se involucró, dejó el teléfono de su casa, todo, por “si a ustedes las llevan presas.. .”. Bueno, al otro día nos llevaron presas a todas y fue una de las compañeras desde el teléfono público de la zona de trabajo a las cuatro de la mañana a avisarle “se llevaron a las chicas presas”. Eso ocurrió el primer día y las monjas nos dijeron un día: “Bueno, chicas...”. Primero habló la psicóloga, pero yo no entendía mucho lo que me quería explicar: que no estaban de acuerdo con que nosotras peleáramos por el reconocimiento del trabajo sexual ¿me entendés?, entonces que lamentablemente no podíamos seguir estando ahí. Y la otra monja también, me dijo: “Mirá, ustedes tienen cajas de preservativos acá” (empezamos a llevar los forros que mandaban de nacional, y salíamos a repartir). Que no podíamos tener eso, “si nos encuentran todos esos preservativos acá adentro...”. Y bueno, entonces fuimos a hablar con este compañero. El compañero Guido dijo “no hay ningún problema, en este sindicato van a tener una oficina. Se les va a abrir las puertas para que ustedes estén”. Era el sindicato de periodistas, entonces todo el mundo miraba como diciendo “¿qué hacen estas acá?” Pero como yo soy tan... no sé si caradura o cerca, me hice amiga de la telefonista, me hice amiga de todos los empleados del gremio. Yo ahora lo veo así, ellos nos estaban discriminando y nosotras nos estábamos autodiscriminando. Y hoy es como nuestra casa, yo voy al Cispren y es como mi casa prácticamente. Nosotras lo valoramos muchísimo porque eso nos permitió continuar la organización. Si no tenés un lugar donde reunirte es muy difícil. Aparte que acá teníamos todo: teníamos la fotocopiadora, la impresora, el teléfono; teníamos computadora, pero yo no sabía manejarla y mis compañeras menos. Usábamos la máquina de escribir que yo sabía manejar, hacíamos volantitos para convocar a las reuniones... y yo todos los días con algo nuevo. Pero siempre encontramos compañeros que nos han dado una mano, que nos enseñaron a usar la computadora, ahí dentro del Cispren. Que nos enseñaron a hacer un comunicado, nos enseñaron a abrir un correo electrónico (que no teníamos), un montón de cosas. Nosotras estábamos lejos de todo eso, muy lejos, y eso fue un puntapié inicial. Después la CTA alquiló un local propio y AMMAR tuvo su 45


primera oficina en ese local. Desde que empezamos esa primera reunión, no hemos dejado de juntamos nunca. ¡Y cómo hemos cambiado! Antes nos juntábamos para ver cómo íbamos a tal lado y a tal otro, y hoy nos juntamos a distribuir las tareas de las áreas. Me acuerdo que agarrábamos la Declaración de Derechos Humanos. ..Nosotras mismas, al comienzo, en el Cispren, decíamos, bueno ¿por dónde empezamos? Bueno, vamos a pedir una reunión acá y allá... Teníamos reuniones con Guido casi siempre, charlábamos y ahí nos reuníamos con Hugo Roland, en esa época director del Rawson, y con María Elba Martínez; la empleada que trabajaba en el estudio con ella venía a veces. Un día vino y trajo la Declaración de los Derechos Humanos y la puso arriba de la mesa, “esto es la Declaración de los Derechos Humanos, todos estos son los derechos que ustedes tienen”, y lo dejó ahí, onda “fíjense, estudien esto”. Empezamos a leer, leer, leer y no sabíamos por dónde empezar. Pero, al margen de que no sabíamos por dónde empezar, siempre tuvimos la continuidad y la sustentabilidad de la organización. Nada que ver las reuniones de antes con las de ahora. Por ahí estábamos una hora asi ¿y qué hacemos? “y no sé, la llevaron presa”, “no sé, busquemos un abogado...” Muy distintas las etapas de la organización.

TEORÍA/POLÍTICA ¿Vos pensás que hay alguna relación entre el recorrido de las luchas feministas y el recorrido de la lucha de AMMAR? ¿Hay algún punto de contacto, algo que ustedes hayan tomado de eso y lo hayan usado? No, para nada. Mirá, no teníamos idea de lo que era “feminista’. Como tampoco teníamos idea de lo que era un sindicato, eso lo aprendimos porque nacimos dentro de un sindicato. En las monjas estuvimos dos, tres meses. Después nacimos dentro de un gremio, por eso creo que la estructura que se fue dando es de sindicato. Yo siempre fui una compañera que se preocupó mucho por la formación, y lo incentivo en mis compañeras todo el tiempo. ..Marcando iniciativas para formamos, 46


leer, aprender, participar, escuchar. ..Yo anotaba. Iba a una reunión y no entendía nada de lo que estaban hablando, anotaba todo lo que no entendía y después me tomaba el trabajo de ir y sentarme con un compañero, “ ¿qué quiere decir estructura?, ¿qué quiere decir esto?”. En relación con el feminismo, el movimiento feminista, creo que el primer acercamiento que tuve fue en el Encuentro Nacional de Mujeres en La Plata. Dijimos “chicas, hay un encuentro de mujeres, ¿quieren venir?”. No sé cómo conseguimos los pasajes y fuimos. Fuimos a un taller y yo veía que mis compañeras de Buenos Aires discutían y peleaban. No entendíamos nada, pero veíamos cómo se estaban peleando, discutiendo; y las feministas que estaban ahí decían cosas muy duras, muy fuertes. Era para pararse y pegarles. Hubo compañeras de Córdoba que querían boxearlas. En un momento, mi compañera Jorgelina, secretaria adjunta de AMMAR nacional, se paró y salió llorando afuera. Entonces fue una frustración. Nosotras salimos a preguntar, no me lo olvido nunca más... se estaban metiendo con nuestros hijos. La compañera lloraba. Después participamos en el Movimiento Mujeres de Córdoba, porque alguien nos dijo “tienen que ir a esas reuniones”. Nosotras caímos, dijimos “venimos a participar...”. La cosa es que una no entiende mucho al principio; yo creo que nos pasa a todas: vamos, escuchamos y tratamos, después, de entender el resto y en un momento nos sentimos medio discriminadas. Entonces, chau, fue una compañera y dijo “yo vengo de trabajadora sexual”. Dijo así y una señora se paró y dijo “no, yo no puedo creer que en este ámbito... porque la prostitución no es un trabajo... y se estén diciendo estas cosas...”, y discutió con la compañera. Entonces decidimos no participar más en las reuniones, y no participamos nunca más. Ahora, recién nos estamos como empapando, quizás por lo que leemos, ¿me entendés?, porque hay más información, porque ahora tenemos acceso a Internet, porque nos manejamos un poco mejor en ese ámbito de Internet. Pero en ese momento, cuando empezamos, por lo menos tres, cuatro años atrás, no teníamos ni idea. Estaba demasiado divorciada la teoría de la militancia. ¿Ahora 47


vos sentís que eso se acortó un poco más? Y, después seguimos participando todos los años hasta el año pasado -al Encuentro Nacional de Mujeres creo que ya no fui y al anterior tampoco-. Mis compañeras de AMMAR de otras provincias sí han ido a los encuentros nacionales. Discutíamos, porque ahí empezamos a caer más en cómo era esto de que nos llamaban “mujeres en situación de prostitución” y nos decían “no es un trabajo”. Empezamos a entender más en qué consistía la discusión. Y en lugar de sentir -por lo menos hablo desde acá de Córdoba, te hablo desde lo concreto-, un apoyo de otras mujeres que se organizan para pelear, sentíamos que ellas eran el adversario con el que teníamos que salir a discutir y a meter nuestras voces para que no nos siguieran criminalizando, que no siguiera creciendo esa otra postura que en realidad pone palos en la rueda a nuestra organización. Además de convencer a la policía, también tenemos que convencer a las mujeres que creen que no es un trabajo la prostitución y que por eso no hay que apoyarlo. Me parece muy radical esa postura porque es lo que siempre reclamé, dije “mirá, si es un trabajo o no, dejá que lo discutamos nosotras también, que somos las que estamos y las que tenemos que mejorar nuestra calidad de vida”. Ahora: está bárbaro si para vos no es un trabajo, está perfecto, no lo hagas, no lo apoyes, qué se yo. Pero si nosotras es- tamos cortando la calle porque hay una compañera asesinada que tiene cuatro chicos, que la mataron como a un perro, y estamos reclamando justicia, no podés venir, traer tu bandera y decir: “acá las mujeres también estamos apoyando”. iEs como si nosotras no fuéramos mujeres! Y si el feminismo lucha por los derechos de la mujer, entonces yo soy feminista. Pero no entrás en esa categoría porque tenés que pensar de cierta forma, hablar de cierta forma y actuar de cierta forma. Hoy en día no las quiero. Nos violentaron mucho, lo siguen haciendo. Ojo, no todas. De mis compañeras la mayoría no terminó la primaria, ¿me entendés? Estar organizadas es una cosa constante, de absorber información constante. Entonces vos vas a una reunión, en la que hay supuestamente mujeres organizadas que pelean por los derechos de las mujeres, y no te acompañan, no te escuchan, es durísimo. Es como 48


decir acá estamos las buenas, acá estamos las malas. ¡Una cosa así, una cosa de locos! Yo no entiendo, la verdad. No ahora, me voy a dos años atrás, y no estoy inventando nada, pensar: cómo puede ser que no vengan compañeras a decir “nosotras podemos dar talleres, podemos ayudar”. Toda esa contención y ese soporte, todo ese apoyo 10 tuvimos en la CTA. Y por eso AMMAR, me parece, ha crecido lo que ha crecido también. Una cuestión más política me parece, porque si no nos quedamos en las “charlitas”, en el “encuentrito” y en la charlita”… y ahí quedamos. Si vos tuvieras que hacer una distinción rápida entre “mujeres en situación de calle” y “trabajadoras sexuales”, ¿cuál sería? ¿Es esa la diferencia con AMMAR Capital? La Asociación de Mujeres por los Derechos Humanos, se llama. Su nombre es Asociación de Mujeres por los Derechos Humanos y se pusieron de nombre fantasía AMMAR Capital, no son parte de AMMAR nacional. Para mí “trabajadoras sexuales” somos nosotras, las que estamos hablando por nosotras mismas, Y “mujeres en situación” es el nombre que ponen terceros, que no se pararon jamás en una esquina, que no saben cómo es nuestra vida, ¿me entendés? Yo creo que es eso. La Asociación de Mujeres por los Derechos Humanos son chicas que han estado en prostitución pero ellas no se reconocen como trabajadores sexuales,.. ¿Y por qué no se reconocen como tales? No hay fundamentos claros. Ponen los fundamentos del feminismo, digamos: que es la opresión, que es la explotación..., no hay fundamentos claros. Ahora, nosotras hemos hecho hasta encuestas con las compañeras: si para vos es un trabajo o no es un trabajo, si te considerás trabajadora o no te considerás trabajadora. Hicimos un proyecto de investigación: “Los sentidos del trabajo y la educación en el sector de las trabajadoras sexuales”, que coordinó la licenciada Ana Correa de la UNC, donde hicimos un montón de encuestas, entrevistas y en49


cuentros participativos con las compañeras. Armamos el cuestionario en conjunto, y una pregunta era esta cuestión: si te considerabas o no trabajadora sexual, si considerabas que era un trabajo o no era un trabajo. Y lo vivimos debatiendo y vivimos discutiendo desde el llano. Yo me he preocupado muchísimo por profundizar el tema y por que no sea una cuestión de dirigentes de la organización, que sea una cuestión concreta de todas las afiliadas que AMMAR tiene. Y no con tanta teoría: “mujeres en situación de prostitución”. Jamás escuché a una compañera que diga eso, en concreto, en la calle, todos los días, en el lugar de trabajo, en la whiskería, en el sauna, en donde sea. Jamás. Esos son términos que nos ponen otras desde la teoría y, para mí, desde el egoísmo también, porque cuando nosotras decimos “estas cuestiones nos ponen palos en la rueda”, nos ponen palos en la rueda concretamente, mezclan las cosas: ¡claro, como son todas explotadas!, y ahora, ¡son todas víctimas de trata! Esto no permite que avancemos por más derechos, ¿quién puede decir que no merecemos una licencia por maternidad? Habría una diferencia entre considerar al trabajo sexual como una situación coyuntural de la que se quiere salir y considerarlo como un trabajo elegido y por el cual hay que luchar para que sus derechos sean reconocidos. Hay distintas realidades, hay mujeres a quienes no les queda otra. Hay veces que una opta entre ser empleada doméstica y romperse el lomo por muy poca plata. Opta, termina eligiendo dentro de mínimas posibilidades, pero termina eligiendo. Y hay mujeres que tienen la posibilidad, que tienen los estudios, que tienen otro nivel cultural y también terminan eligiendo el trabajo sexual. Para mí es mentira eso de que “todas son prostitutas porque no les queda otra”. Es mentira, porque si no, no tendríamos afiliadas que casi son médicas, casi son fisioterapeutas, casi fonoaudiólogas... o que terminaron el secundario, que saben computación, inglés, y sin embargo son trabajadoras sexuales de otros lugares, de otra categoría, de otra clase social. ¿Me entendés? ¿Y por qué? ¿Porque no les queda otra? No, es un trabajo. La mujer está eligiendo y yo creo que hay una resistencia a que la mujer decida y es el prejuicio cultural, el tabú del sexo maldito. ¡Es una 50


cosa de locos! Porque si decimos con la cuestión del aborto “el cuerpo es mío’, yo decido, con el trabajo sexual es lo mismo: el cuerpo es mío, yo decido, ¿cuál es el problema? Y para mí tenemos que seguir peleando para un mayor reconocimiento del trabajo sexual como un trabajo, para que las condiciones sean dignas. Porque lo que te lleva a la vulnerabilidad es la falta de condiciones laborales que hay, la clandestinidad; eso es lo que te jode. El otro día en una entrevista de Le Monde había una feminista que decía que había que abolir el trabajo sexual, porque de ese modo se eliminaría la trata, como consecuencia. Y uno piensa “está bien, eliminás la prostitución, pero al consumo, al cliente, no lo eliminás”. Entonces se crean redes clandestinas que es peor. La invisibilización lo único que hace es lograr más opresión y poner a la mujer en ese lugar de víctima. Por eso digo que es muy egoísta: porque a esta pelea o diferencia de ideas que viene desde que AMMAR se ha organizado creo que le pone palos a la rueda. Además esa misma postura abolicionista no tiene una postura concreta de cómo accionan ellas para abolir la prostitución. Y, de alguna manera, esta tendencia confluye con el discurso de la trata de personas hoy en día y termina mezclando todo: “y que la trata y el trabajo sexual, y que todo es lo mismo...” No está bien eso, más que nada por las mismas víctimas de trata, porque se pierde el eje, la verdad, no se dan cuenta que hay un montón de mujeres que qué van a hacer... por ejemplo, con esto de que quieren penalizar al cliente. Aparte de que es realmente ilógico, yo no creo que haya lugar en el mundo en que vayan a erradicar la prostitución, ¡no va a pasar, te lo puedo asegurar! Lo único que va a pasar es llevarnos a esto: más clandestinidad, menos condiciones; más clandestinidad, más explotación, más todo y sabemos que es así. María Eugenia, recién hablabas de las afiliaciones, ¿hay alguna diferencia entre las mujeres meretrices, las trabajadoras sexuales y las acompañantes que trabajan en lugares privados? No. Nosotras empezamos con las chicas de la calle, somos las que 51


nos organizamos, las que le metimos el pecho, las que fuimos al frente; sola- mente las chicas de la calle. A medida que fue creciendo la organización fueron cada día llegando más mujeres de lugares privados, de whiskerías, de departamentos, y cada vez más y más. Entonces nosotras empezamos a discutir “¿y qué hacemos?”, porque estas mujeres sí tienen un “patrón”. Nosotras nos organizamos y la gran parte del padrón de AMMAR son mujeres trabajadoras sexuales de la calle, independientes, autónomas: vas el día que querés a la hora que querés, cobrás cuanto querés; somos libres. Eso es 10 que no les gusta a las feministas, parece que es eso: “demasiada libertad para mi gusto”. Aparte, ellas te ponen en un papel de víctima que no es así, en todo caso gran parte de la clase trabajadora es víctima de la explotación y malas condiciones laborales. Lo que nos pone en un papel de víctimas son las condiciones laborales: si vos vas presa, si corrés de la policía, si no tenés seguridad... eso es, como un montón de trabajadores que trabajan así, en malas condiciones. No es “¡Ah pobrecita!” ¡mentira! Vuelvo a la pregunta. Entonces como AMMAR sale ahora mucho en los medios -todos los meses salimos en los medios-, llegan y llegan. Y nosotras nos empezamos a preguntar qué íbamos a hacer, porque las chicas sí tienen un “patrón”, tienen relación de dependencia (para la ley: “proxenetas”; para el Código Penal: “delincuentes”). Ahora, lo que nosotras decimos es que no podemos dejar a ninguna compañera fuera de la organización, ninguna mujer que quiera afiliarse a la organización puede quedar afuera. Y creemos que hay que trabajar mucho por la cuestión de las cooperativas, las chicas no se arriman porque dicen que va a venir la policía y las va a coimear. O sea, ellas están en esos lugares (los prostíbulos) porque ahí supuestamente están protegidas, pero tienen que dejar la mitad de la plata todos los días. Nadie las va a matar, están calentitas, en verano no sufren calor, pero les cuesta el 50% para la caja. Es así, pero si hubiera un marco distinto a mí me parece que la que saldría beneficiada sería la mujer; si tuviera el reconocimiento como trabajadora. Porque ahí no hay licencia por maternidad, ahí no hay licencia si estás enferma, ahí no hay nada: ahí es cumplir el horario. Sí, pero el proxeneta tendría que pagar las cargas sociales (ri52


sas), o por lo menos inscribirse como monotributista y ahí entró el problema, porque tiene que aparecer legalmente como «algo». La persona que gana plata, ¿de dónde sale y cuál es la empresa que tiene?, y ahí... De todos modos la figura del proxeneta está penalizada, y el otro día me contabas que tenían como un convenio de salud pero que el gobierno está trabajando con las trabajadoras que están en casas, en whiskerías, ¿puede ser? Yo te había dicho del carnet sanitario, medicina preventiva..., que depende de la Municipalidad de Córdoba. Se exige a las mujeres el carnet sanitario obligatorio para trabajar en esos lugares que supuestamente no son reconocidos, no son legales. Pero para que vos trabajes ahí, tenés que tener el carnet sanitario. No es gratis, lo tenés que pagar, y nunca te reconoce como prostituta sino, como “alternadora”. Un doble sistema de legalidad e ilegalidad. El-supuestamenteproxeneta te exige, para que vos trabajes en su casa, carnet sanitario que te obliga la municipalidad que lo tengas, que te lo hacen ellos y lo tenés que pagar. No es gratuito, no es salud pública gratuita, ¡el carnet sanitario se paga! iEs una cosa de locos! Pero no tenés ningún derecho, no, derechos laborales ni hablar. Si vos sos prostituta no sos trabajadora. ¿A ustedes se lo exigen? No, por suerte. A las mujeres de la calle no. María Eugenia, vos decís que cada vez se hace más grande la organización y entre ustedes discuten lo que van a hacer. ¿qué pasa con las compañeras travestis? Tienen sus organizaciones y está bueno que las tengan. A mí me parece que cada sector se debe representar a sí mismo y como a nosotras no nos gusta que las demás hablen por nosotras, tampoco está bueno hablar por las compañeras trans. Suponte, en las recorridas en 53


que se reparten los preservativos, no le vas a decir a una compañera que no le vas a dar. Nosotras también repartimos preservativos a las compañeras trans, también tenemos compañeras trans que vienen a los cursos de peluquería, hay muchas que han terminado la primaria en la escuelita de AMMAR, es como una compañera más. Sí tratamos de que construyan sus organizaciones. Tienen sus organizaciones... ¿Y en algún momento se podrían incorporar a AMMAR? No sé, por ahora no. Son discusiones que no se han cerrado, porque si no AMMAR tendría que estar... si se incorporan compañeras trans, AMMAR tendría que estar compuesta por mujeres y trans, ¿me entendés? Pero a mí me parece bueno lo que hemos definido: apoyar los procesos, nosotras bancamos todo lo que sea organización de trans, pero así: cada una con su organización. Con sus problemáticas, también, porque son otras cuestiones. Y sí unimos en causas, talleres o en una marcha junto con las organizaciones. O sea, lo único que las diferencia son las problemáticas, podrían trabajar a lo mejor el objetivo, el Código de Faltas. Ese es un objetivo común. Claro, entonces ahí las organizaciones juntas sí. Pero por ejemplo la identidad de género, las cuestiones de los implantes, son cuestiones específicas del sector. Está bueno que las compañeras trans tengan su organización, trabajen y hablen y decidan por ellas mismas, ¿entendés? Que no vayamos las mujeres a decidir por ellas ni hablar por ellas, lo que no nos gusta que nos hagan a nosotras tampoco.

RECORRIDOS VITALES ¿Cómo vive una trabajadora de AMMAR la relación con lo cotidiano, con la familia, con la pareja...? Para mí es distinta la vida de una trabajadora sexual que no está en AMMAR. Desde la comisión directiva nosotras estamos muy metidas, nos dividimos entre la familia y AMMAR, y tratamos de pilotearla. No 54


son muchas las horas que te quedan libres para trabajar y para mucho menos, digamos. Para una compañera que no está conduciendo la organización, ahí hay una diferencia. Pero para mí la vida de una trabajadora sexual es normal, igual a la de cualquier mujer de clase media. ..es como la vida normal: levantarse, comprar las cosas, la comida, cocinar, que los chicos vayan la escuela, ir a trabajar, buscar quién te cuide los chicos... : una vida normal. ¿Y el trabajo sexual en el barrio? Nosotras siempre nos hemos reunido en el centro, siempre nuestro espacio de reunión ha sido en el centro y los folletos que hacemos siempre, vamos y los repartimos en la zona, entonces vienen chicas de distintas zonas, de distintos lugares. Pero en el barrio somos una vecina más. Cada una tiene un lugar de trabajo. Pero en las relaciones de la vida cotidiana, ¿hay algo que es incómodo, o que es molesto? En el Jardín, la maestra... Ah, sí, están esos prejuicios, preconceptos y esa cuestión personal también, sí. El no decirle a nadie... hay esa autodiscriminación todavía. Es una cuestión: si sabés que todo el mundo te va a odiar, si sabés que te van a odiar ¡ooh! [A otra compañera] ¿Vos lo dijiste en la escuela, que sos trabajadora sexual? Blanca: -Creo que se enteraron igual. .. Eugenia: -y si salió en la tele, imaginate... Blanca: -No... lo llevo a la escuela y ahí nomás me voy a la plaza Eugenia: -¿Te ven en la parada? Blanca: -Cuando lo llevo al colegio... Eugenia: -.,.pero no te decían nada... Blanca: -Al contrario, después me apoyaron bastante.,.

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Sí, hay cuestiones generalizadas y hay cuestiones que son re particulares. Pero, por ejemplo, la Pato siempre dice que ella a la escuela no iba, o iba con la cabeza gacha. Y que después de la organización empezó a tener el orgullo de ella misma, a sentirse una persona digna, ¿me entendés?, que no robó nada a nadie, y fue otra la actitud. La Pato siempre me cuenta que cambió eso. La organización también ayuda para eso me parece, para trabajar la cuestión de la culpa que todo el mundo te quiere poner, la cuestión de la autoestima, tiene que ver también la discriminación con la autoestima, te tira abajo. Ponele Teresa fue a Tribunales porque a su hija le quitaron la hija, o sea su nieta. Ella es una compañera que trabaja hace como 30 años. Entonces ella fue a Tribunales y dijo “yo soy trabajadora sexual, pero eso no tiene nada que ver, yo quiero a mi nieta, la quiero recuperar, la voy a criar yo”; y la recuperó y se la dieron. Teresa tiene ese coraje. Hay una cuestión de discriminación todavía, sí. Pero la vida es como la de cualquier mujer. ¿Cómo es el disfrute del cuerpo respecto a lo que es la norma monogámica, heterosexual, tan establecida? Pero no es que somos liberales, te digo que el sector de trabajadoras sexuales, por lo menos de menos recursos económicos y culturales, de mayor pobreza, yo veo que no hay una cuestión de ser liberales. Todas tienen santos, rezan, prenden velas, aunque vos no lo creas. Y, hay que pedirle a alguien que te cuide. La Chula tiene acá a San Jorge, la mayoría a San Jorge, el santito que te protege de la policía. ¿Y el tema con la pareja? Para mí es algo personal, nunca hemos hablado eso más que en equipo. No sé, porque cada casa es un mundo, viste, pero sí hay machismo, sí hay celos. Pero cada vez las mujeres se están liberando un poco más. Igual hay muchas que no tienen marido, te digo, hay muchísimas que no tienen marido y están solas con los chicos y no tienen quien las ayude, no tienen quien les pase la mantención: por lo menos la mayoría de las que vienen acá, hay poquitas que tienen marido. Y 56


sí, está el machismo. Pero son temas tan privados, yo no le puedo preguntar a la compañera por el marido. Le puedo decir en una charla, y por ahí podemos trabajarlo en talleres de violencia o de género, tratar de que salgan cosas para que las compañeras sí salgan con más autoestima, pero no es algo en lo que nosotras como AMMAR podemos metemos. Porque aparte hay muchas chicas que se han ido de AMMAR porque los maridos no las dejaron venir más, entonces hay que ser muy cuidadoso con eso. ¿No las dejaban venir a AMMAR o no las dejaban ir a trabajar? A AMMAR, a la organización. ¿Y cuál era la amenaza? Y, que las compañeras acá crecen. Acá se crece, acá se abre la cabeza, acá se aprende. Acá uno cambia, uno se empodera, empieza a hacer valer sus derechos de mujer. Eso no les gusta a los hombres. Lo que pasa es que cada caso es un mundo, de nada valdría que yo cuente y hable de mi vida personal, de mi vida privada, porque Eugenia Aravena es Eugenia Aravena. Y hace diez años, desde los dieciocho años que está organizada y que lleva adelante una organización, y es otra cosa. Por eso yo siempre trato de no hablar de mi vida privada, porque creo que hay particularidades, y no es que me haga la... pero es difícil que alguien me diga algo a mí o que me quieran controlar. Es muy difícil que me domine nadie, que me caguen, es muy difícil. Es distinto a una compañera que está acá, que viene, participa, pero que hace treinta años que está en una esquina y hace diez o quince que está con un tipo. Es distinta la realidad, me parece, creo que hay diferencias, totalmente. Yo pienso, porque veo y hace diez años que escucho y escucho mujeres (y conozco tantas mujeres.. .), y por ahí creo que hay mucha falta de cariño, ¿me entendés? que en general es esto: la falta de comprensión o de cariño. Que la mayoría de la familia te tiene como la oveja negra. Es como esto: viene alguien te promete el oro y el moro, te abra57


za, te contiene y te envuelve de tal forma que estás con esa persona y termina siendo un mantenido más. Pero he visto también que no pasa sólo en las trabajadoras sexuales, porque conozco maestras que mantienen a sus maridos. Conozco profesionales que mantienen a sus maridos y que también sienten que las quieren, que las cuidan, el que ¡ay, vení! que les brindan la seguridad, la protección del hombre, ¡boludeces! y que también los mantienen. Lo que pasa es que, si es el marido de una trabajadora sexual, es un cafiso, un 6010 como decimos nosotras; si es el marido de una docente no se entera nadie digamos, “¿qué hacés vos?” “Y, juego, hago el jardín...” ¡mentira, no hace nada! Los maridos de las chicas también pueden cuidar chicos. (...) Entonces uno empieza a ver que los mitos que se relacionan solamente con las trabajadoras sexuales, son cuestiones que pasan dentro de la sociedad y de las distintas ramas y profesiones de las mujeres. Cada vez veo más casos de mujeres que laburan y los hombres cuidan a los chicos. Pero esos no son 6010, ¿cómo los tenemos que llamar? “Cara lisa” les digo yo. ¿Cómo es la cuestión del cuerpo en lo laboral?, en el sentido de que vos quedás embarazada y no podés trabajar con tu cuerpo, digamos... ¿quién dice? ¡Hasta el último día trabajan las chicas, hasta el último día paradita en la esquina, lo vemos siempre! Yo siempre pensé «qué hijos de puta que son los culiados, ¡¿qué tienen, la fantasía con la panza?!”Todas las trabajadoras sexuales que conozco han trabajado hasta el último día, o casi el último día. De la parada a la maternidad, es la típica. Eso es lo que yo dije cuando ustedes me preguntaron cuáles son las necesidades actuales: la falta de reconocimiento del trabajo sexual como un trabajo. Y por eso nosotras, que venimos generando reuniones con autoridades, diciendo: “¿qué pasa? queremos políticas públicas para compañeras cuando están embarazadas, por ejemplo, ser reconocidas como trabajadoras sexuales y licencia por maternidad. Si ustedes no lo quieren reconocer como trabajo no lo re58


conozcan como trabajo, pero creen un programa que a la compañera prostituta, trabajadora, puta, como ustedes quieran llamarla, le brinde un beneficio en el transcurso en que esa mujer está... una licencia por maternidad de tres meses, o como cualquier mujer trabajadora, debiera tener el derecho”. Eso es, decir, “bueno, de alguna manera tengo esto o una beca o lo que sea que me permite estos tres meses estar cubierta”. Nosotras desde AMMAR les damos bolsitos de bebés con pañales, perfumitos y otras cosas a las chicas, ¿viste? O sea, hacemos lo que podemos. Somos una organización de base con escasos recursos, necesitamos conseguir recursos. Pensábamos en un paralelismo entre las trabajadoras textiles y las trabajadoras sexuales, por poner sólo un ejemplo. Se explota el cuerpo de las trabajadoras textiles en turnos de 20 horas pero nadie denuncia eso porque son explotadas sus manos: “por lo menos es un trabajo digno”. Pero como en ustedes la parte explotada son sus órganos sexuales, está mal visto, como si fuera un trabajo indigno (si es que es considerado como un trabajo). ¿Hasta qué punto la dignidad tiene que ver con partes del cuerpo que no se entregan sin atender a la situación de explotación concreta, como por ejemplo, explotar el cuerpo durante 20 horas seguidas, sin descanso y sin condiciones básicas de subsistencia cumplidas? Claro, y es menos explotada la trabajadora sexual que esa mujer, te lo puedo asegurar. Mirá a la Negra, mirá a qué hora se va. Seis y media. A las nueve de la noche ya se va a su casa. Llegará al parque a las siete de la tarde, a las nueve se va a su casa, entonces ella trabaja muchas menos horas. Pero hay también una cuestión de mitos, de mucha... ¡Uuuh, la película! Y la Negra va al curso, va a la escuela con su nieto, hace un montón de cosas y trabaja tres horas por día (risas), que capaz que si estás en un lugar de puertas para adentro ahí tenés que cumplir ocho horas, o doce horas en algunos lugares. Entonces ahí está la cuestión del no reconocimiento como trabajo, las condiciones laborales no existen. Tenés muchos mitos. También, en un día de mucho frío la compañera que puede no va, no vas a ver la calle llena de mujeres 59


cuando hace mucho frío. El trabajo sexual te da eso también, te da independencia, vos decidís cuándo vas y cuándo no vas: hoy me siento mal, no voy. Siempre tratás de guardar platita, todos los días guardar algo, tener aunque sea 10 pesitos, 20 pesitos, algo y puchereás. Por lo menos, yo hablo de lo que nosotras conocemos, lo que nosotras vivimos todos los días, que es de una clase de trabajadora sexual; pero están las escorts que cobran mucha plata y su vida es otra. Ellas no vienen acá... No, hay afiliadas de sauna, de departamentos, de lugares VIP hay algunas afiliadas... ¿Y qué vienen a buscar acá? Asesoramiento. AMMAR es una protección. Por cualquier cosa, “yo soy de AMMAR, estoy afiliada al sindicato”, es eso, no vienen a buscar otra cosa. Pero como hay tanta bronca con la trata y toda esa historia, quieren mezclar todo. Entran los allanamientos a los lugares con Gendarmería, te cagás de miedo porque las tratan re mal y encima las terminan tratando como a criminales a las compañeras y toda la bola... y AMMAR sale en la tele, y entonces algunas llegan por Internet porque encuentran la página web de AMMAR. Las compañeras de la calle no manejan Internet, nadie tiene un correo electrónico. Está bien, está bárbaro, a mí me parece que sigue certificando más que nosotras tenemos que seguir peleando por ser reconocidas como sindicato de trabajadoras, pienso yo. Para mí es eso, tratamos de convivir, ¿viste? Porque no es lo mismo, es otra clase social; nosotras nos juntamos y tenemos códigos, hablamos entre nuestros códigos, somos del barrio, es otra cosa. Vienen chicas así, es otra cosa, ¿qué le vas a decir, “vení a la escuelita”? Nosotras vemos todo esto, la escuela, la alfabetización, los cursos de compu. ..Todo como servicio del sindicato a sus afiliadas. Como hay sindicatos en Córdoba que tienen los CENMA para que sus afiliados terminen la escuela media, nosotros como sindicato tenemos el CENPA para que terminen la escuela primaria. Y bueno, es que las más pobres sólo queremos que se respeten nuestros derechos y que no haya más atropellos.

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Nosotras somos putas, y vosotras ¿qué sois? Por Morgane Merteuil 3

Los “debates” sobre el trabajo sexual son a menudo pretextos para un desencadenamiento de violencia por parte de aquellas y aquellos que han comprendido que para hacer desaparecer a una categoría de población hay que comenzar por hallar los medios de hacerla callar, de desacreditar su palabra. En efecto, desde que nosotras, putas, reivindicamos el derecho de serlo, el derecho a ejercer nuestra profesión con toda legalidad, con toda seguridad, nos vemos tachadas de “minoría”, como si sólo por serlo debieran desacreditarse nuestras reivindicaciones. Sí, las personas que luchan por sus derechos han sido siempre grupos minoritarios. Más exactamente, es a causa de nuestra pertenencia a una minoría, a un estatus que “no desearíamos para nuestros hijos”, que debemos batirnos contra discriminaciones perpetuas, no solamente “oficiosas” sino también “oficiales”: no contentxs con estigmatizarnos por el uso que hacemos de nuestra sexualidad, el arsenal legislativo que promovéis nos priva por esta razón de nuestros derechos más fundamentales (derecho de asociación, derecho a la vivienda, derecho a una vida privada…). Somos putas, pues, y en tanto que tales, minoritarias. De acuerdo. Esta pertenencia a una minoría no es suficiente, sin embargo, para 3 Morgane Merteuil, de 25 años, es trabajadora del sexo desde hace 3 años y milita en el STRASS (Syndicat du Travail Sexuel). Considerando que la lucha de las putas es un combate profundamente feminista, ha denunciado remarcablemente el feminismo institucional anti-prostitución en un ensayo-manifiesto, Libérez le féminisme! (publicación en septiembre de 2012). Versión original de este texto en http://www. minorites.org/index.php/2-la-revue/1352-on-est-des-putes-et-vous-etes-quoi.html. Publicada el 26 de agosto de 2012.

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convertir nuestras voces en ilegítimas. Si tal fuera el caso, habría que considerar entonces bastantes combates como ilegítimos: 343 mujeres que reclamaban el derecho al aborto, ¿no eran una minoría? ¿Los LGBT representan más del 50% de la población? ¿Si las minorías raciales no representaran más que una ínfima minoría de la población, sería ello una razón para no reconocer el racismo? Somos putas que reclamamos nuestros derechos; minoritarias, igual que todos los sindicatos son minoritarios en su sector de actividad; e, igual que toda organización autogestionaria, criticamos la noción de “representatividad” y no pretendemos nunca hablar en nombre de nadie más que de nosotras mismas. Somos putas, lo que para vosotras significa necesariamente víctimas, de un sistema económico que nos mercantiliza a todxs, de un proxeneta mal intencionado o incluso de nuestra propia alienación. Sin embargo, somos mujeres conscientes de las derivas que existen en el seno de la industria en la que trabajamos. Para luchar contra estas derivas, para luchar por nuestro reconocimiento, contra los atentados contra nuestros derechos, nos organizamos. Sin vosotras, cierto, queridxs salvadorxs de las mujeres: estamos por la autogestión. A esta organización de putas en defensa de sus derechos y sus intereses de trabajadorxs, la acusáis directamente de no pensar más que en sí misma, de ser cómplices del patriarcado, del neoliberalismo y de la explotación intrínseca a estos sistemas. Entre “víctima suprema de la explotación” y “cómplice del sistema que ha preferido el dinero fácil”, rehusáis la diversidad de nuestras situaciones y no nos dejáis elección más que entre estas dos etiquetas, hábil manera de volver nuestra situación irresoluble, y de hacer de nuestra lucha una imposibilidad teórica. Nosotras somos putas, y vosotras ¿qué sois? Vosotras os reivindicáis de izquierdas y, por esta (honorable) razón, participáis en la lucha contra la explotación de lxs más oprimidxs, de lxs más explotadxs, frente a un sistema neoliberal fundado sobre la ley del libre mercado, del desprecio de la vida de aquellas y aquellos que lo hacen funcionar en provecho de aquellas y aquellos que obtienen 62


todos los beneficios. Desde esta óptica, sois solidarias con las luchas sindicales: tenéis conciencia de que sólo organizándose podrán lxs explotadxs, si no llevar a cabo de forma efectiva la deseada desaparición de este sistema económico, al menos poner límites a nuestra propia explotación. Vosotras os reivindicáis de izquierdas y con este título os mostráis solidarias EN las luchas de lxs trabajadorxs, sin hacer distinción entre lxs explotadxs que trabajan en una rama “respetable” (educación, sanidad) o “dañina” (industrias contaminantes, nucleares). No les juzgáis en función de la industria a la que ellas y ellos pertenecen, no les exigís que cambien de oficio y se pasen a una industria que estiméis más honorable, no pedís su “reinserción” sino, eventualmente, su “reciclaje”. En otros términos, no pretendéis saber mejor que ellas y ellos lo que es mejor para ellas y ellos: les apoyáis EN sus reivindicaciones. Habláis, en la medida de lo posible, CON ellas y ellos, y no POR ellas y ellos. Vosotras os decís, con justicia, “de izquierdas”, pues: sin embargo, de cara a lxs trabajadorxs del sexo, todos vuestros buenos reflejos militantes se desvanecen: la solidaridad de la que sabéis hacer prueba con otrxs trabajadorxs se convierte con nosotras en condescendencia y piedad. Porque somos consideradas pobres chicas que no saben lo que hacen y a las que vuestro orgullo lleno de humanismo querría salvar, despreciáis nuestra autoorganización, como si se mezclasen la lucha por nuestros derechos EN EL INTERIOR de una industria en la que las derivas son en efecto numerosas y la lucha por que esta industria perdure en tanto que tal. Aún reconociendo de buen grado vuestra propia explotación, estimáis que la vuestra sigue siendo sin embargo siempre preferible a la nuestra. Y cuando tenemos el atrevimiento de deciros que nosotras somos, cuando somos independientes, bastante menos explotadas que en muchas actividades asalariadas, reivindicáis entonces orgullosamente vuestro historial de combatientes en el mundo laboral, para hacernos comprender que se habría podido, se habría DEBIDO hacer las cosas de otra manera, y nos reprocháis entonces estar menos explotadas que vosotras, haber preferido el “dinero fácil”, en resumen, no ser más que pequeñas patronas que hemos es63


cogido el campo malo en la lucha de clases, incluso a pesar de que hemos preferido explotarnos a nosotras mismas que explotar a otro. Y ahí está lo que os plantea un problema y explica las incoherencias de vuestro “izquierdismo”, a mi parecer: hemos elegido explotarnos a nosotras mismas y no usar más que SOLO nuestro cuerpo para trabajar. Porque es sólo nuestro cuerpo lo que se explota, su explotación no es forzosamente peor, sino más visible que en otras industrias en las que todo un decorado llega a hacer olvidar que, a fin de cuentas, es siempre nuestro cuerpo el que es explotado. Desde luego, vosotras veis en nuestra propia explotación de nuestro propio cuerpo un resumen de la explotación del cuerpo de las mujeres: a partir de ahora, no será sólo en nombre de la explotación económica que habrá que combatir la prostitución, sino también en nombre del feminismo. Y ¿vosotras sois feministas? Vosotras sois feministas y, en verdad, lucháis por que nosotras, mujeres, no seamos reducidas a lo que el patriarcado querría que fuéramos: reducidas a satisfacer los deseos de los hombres, deseos sexuales, deseos de una casa bien llevada y buenas comidas para que recupere fuerzas el valiente trabajador, deseos de niños bien educados a fin de enriquecer el patrimonio familiar. Lucháis, en tanto que mujeres, porque nos sea posible realizar nuestras elecciones de vida, porque nos sea posible ser independientes, por que sea reconocido nuestro valor en tanto que seres humanos, independientemente de las que nos puedan conceder los hombres en función de los servicios (sexuales, domésticos, reproductivos) que les prestemos. Vosotras sois feministas y como tales lucháis porque cese la estigmatización de las mujeres, sobre todo de aquellas que se atreven a salir de su “rol social”, porque hayan escogido no tener hijos, no casarse, amar a otra mujer, ponerse pantalones y jerseys anchos, acostarse con quien quieran, quejarse de que su “no” no haya sido tenido en cuenta… Lucháis porque las mujeres puedan disponer de su vida, de sus sentimientos, de su cuerpo. 64


Tomáis la palabra en tanto que feministas, en tanto que mujeres, que no tienen necesidad de que nadie hable “por” ellas, que son responsables, que no tienen necesidad de tutor, ya que saben mejor que nadie lo que es mejor para ellas. Frente a aquellas y aquellos que pretenden que si somos lesbianas es que no sabemos lo que es bueno, que si hemos abortado debemos forzosamente aborrecernos, vosotras afirmáis alto y claro que esas declaraciones que no tienen por fin más que estigmatizarnos son una prueba del machismo de quienes las enuncian; que no tenemos por qué rendir cuentas a los guardianes del patriarcado: “Estamos bien, gracias”, “No nos liberéis, ya nos encargamos nosotras”. Tomáis la palabra en tanto que feministas, pues; sin embargo, frente a lxs trabajadorxs del sexo que os aseguran que nadie les fuerza a ejercer su oficio, que lo han elegido con todo conocimiento de causa, plenamente conscientes de que su elección está evidentemente guiada por imperativos económicos, por la situación actual del mundo del trabajo que les abre demasiadas pocas puertas, rehusáis admitir que nosotras sabemos mejor que nadie lo que es bueno para nosotras. A pesar de que os repetimos que “estamos bien, gracias” (o que si estamos mal, es menos debido a nuestro oficio que a vuestros discursos), continuáis queriendo hacer de nuestras decisiones el síntoma de un malestar, queréis “comprender” por qué actuamos así, nos disecáis, exponéis nuestras vidas, nuestros pasados, los instrumentalizáis para hacerlos coincidir con vuestra ideología. Así, a menudo hacéis de nuestra elección la consecuencia de una infancia maltratada, como si los traumas que hayamos podido vivir (o no) justificaran que se nos considere hoy como irresponsables a las que hay que salvar de sí mismas. En tanto que feministas, lucháis por que las mujeres dejen de ser estigmatizadas por el uso que hacen de su sexualidad: sin embargo, queréis prohibir la sexualidad tarifada bajo el pretexto de que “la sexualidad debe basarse en el deseo y el placer compartidos”. Amalgamáis relación tarifada y violación, no dándoos cuenta con ello de la violencia que inflingís a aquellas a las que, a pesar de su “no”, se les ha impuesto una relación, cuando las comparáis a las que tie65


nen la posibilidad de decir “si mis condiciones no te convienen, largo”. Vosotras redefinís lo que debe ser la sexualidad “aceptable”, negando la palabra de numerosas mujeres, para imponer vuestra propia concepción de las cosas: “la sexualidad debe basarse en el deseo y el placer compartidos”. Para vosotras, las cosas son aparentemente sencillas; para muchos otros, la sexualidad es algo complejo, cuya exploración es parte de la construcción de nuestra identidad. Vuestros “deseos y placeres compartidos” no son algo en lo que nos reconozcamos necesariamente; más exactamente, muchas de nuestras experiencias no pueden resumirse sólo con esos dos términos; ¿quiere eso decir que nuestras sexualidades son patológicas? ¿Queréis proponer que se adjunte (si no lo está ya) la patología “prostitución” al DSM? Según vuestros razonamientos, eso sería sin embargo un buen avance feminista, ¿no? En nombre del feminismo, adoptáis pues una posición que estigmatiza a ciertas mujeres, una posición paternalista y autoritaria. Vuestro feminismo es, pues, tan incoherente como vuestro izquierdismo: pretendéis salvarnos y para ello vuestras medidas estrella son de orden represivo; usando el método empleado siempre por las clases privilegiadas para proteger su orden cada vez que se siente amenazado, nos enviáis las fuerzas del Estado; no las del Estado-Providencia, no, sino las del Estado-Proxeneta, que hace dinero con nuestros pases, del Estado-Racista, que se sirve de vuestros discursos sobre la trata para reforzar sus políticas migratorias, del Estado-Violador que, porque considera como vosotras que “nuestro curro consiste en hacernos violar”, rehusa atender nuestras denuncias y se otorga pases gratuitos en las comisarías. A este Estado que ha rehusado siempre considerarnos como ciudadanas iguales, vosotras no hacéis más que reforzar su legitimidad para excluirnos. Vosotras no estáis ni verdaderamente por el respeto a TODAS las mujeres, ni verdaderamente en el ejercicio de la lucha de clases. Vuestro feminismo es burgués: consiste en permitir a las mujeres acceder a los privilegios de clase. Nuestro feminismo es revolucionario: consiste en abolir las clases. Os dirigís a nosotras desde un islote privilegiado (o que, al menos, estimáis como tal) diciéndoos que nosotras nos ale66


grarĂ­amos de unirnos a vosotras: pero la verdad, sin embargo, es que hemos preferido hacernos putas antes que hacernos como vosotras.

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Eugenia Aravena www.ammar-cordoba.org Ammar Cordoba

Noe Gall www.asentamientofernseh.com.ar Asentamiento Fernseh

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