Entrevista a Don Luis Fernández-Vega

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Sociedad, Cultura y Ocio

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LA NUEVA ESPAÑA

Domingo, 15 de julio de 2012

LUIS FERNÁNDEZ-VEGA SANZ Presidente de la Sociedad Española de Oftalmología

«Tuvimos ofertas para vender el Instituto Fernández-Vega, pero hemos apostado por Asturias» «Llevo 30 años en el Hospital Central y nunca tuve un chanchullo de mezclar lo público con lo privado; si eres honesto vas a serlo en todas tus situaciones vitales» Oviedo, Pablo ÁLVAREZ Luis Fernández-Vega Sanz (Oviedo, 1952) es catedrático de Oftalmología de la Universidad de Oviedo y jefe del servicio de esta especialidad en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Sin embargo, la faceta que le ha otorgado mayor notoriedad es su condición de máximo responsable del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, emplazado en Oviedo. El pasado mes de septiembre, el profesor Fernández-Vega asumió la presidencia de la Sociedad Española de Oftalmología (SEO), una entidad que aglutina a más de 3.000 especialistas. El mandato dura cuatro años. –¿Prioridades? –Estoy dispuesto, y ya estamos en ello, a hacer cosas nuevas. De entrada, una auditoría para ver cómo está la sociedad en todos los aspectos e intentar mejorarla en lo que sea posible. Con las nuevas tecnologías es posible dar desde la página web un mejor servicio tanto a los profesionales como a los pacientes.Y defender, dentro de lo posible, los intereses de la profesión. –Habla de nuevas tecnologías, ¿en qué medida las usa usted? –No soy muy aficionado, ésa es la realidad. Mire mi móvil [y enseña un teléfono de lo más elemental]. Lo utilizo solamente para hablar, aunque sí que llevo normalmente una tableta de las pequeñas, un «Samsung Note» –que por cierto hoy me he olvidado–, porque me permite llevarla en un bolsillo. Lo que me incordia es tener que llevarla en la mano. No estoy en Facebook porque ni tengo ganas ni me gusta ni tengo tiempo de andar metiendo fotos, y tampoco tengo tiempo para estar contestando miles de cosas. –¿Le parecen un avance las nuevas tecnologías? –Me parecen un gran avance, pero también me parece que la gente pierde mucho tiempo a veces cuando nos las utiliza con criterio. Cuando llego a casa por la noche estoy cansado, y no puedo dedicarle una hora a una cosa así. Por otra parte, no tengo mucho interés en que la gente pueda ver fotografías de lo que hago. Si estoy pescando y saco un salmón enseñaré la foto a cuatro amigos, pero no a cuatrocientos. –La presidencia de la SEO era uno de los pocos retos que le quedaban pendientes. –Me hacía ilusión porque es la primera vez que un asturiano preside la Sociedad Española de Oftalmología. Por otro lado, yo ya había sido presidente de la Sociedad Es-

pañola de Cirugía Ocular (SECOIR), y es la primera vez que una persona ha presidido las dos sociedades. Es un reconocimiento por parte de los socios de que eres al menos una persona seria desde el punto de vista profesional. Por otra parte, hace un par de meses ha sido nombrado presidente de la SECOIR José Fernando Alfonso Sánchez, a quien todos conocemos como Pepe Alfonso, con lo cual los dos presidentes somos de Oviedo y vinculados al Instituto Oftalmológico Fernández-Vega. Esto ha producido un cierto revuelo interno dentro de las sociedades. Me habría gustado que mi padre hubiera visto esto en vida: le habría hecho ilusión. –Usted es catedrático de la Universidad, jefe de servicio en un hospital público y máximo responsable de una clínica privada grande. ¿Hay tiempo para todo? –La mayor parte de la mañana estoy en el hospital. Suelo subir a la Facultad en torno a la una, y si me toca doy clases, porque me gusta seguir manteniendo las clases y el contacto con los alumnos. Siempre hay alguna cosa: un alumno, una tutoría, una reunión…

«No creo que el deterioro de la oftalmología pública vaya a ser tan grande como para que se beneficie la privada» –¿Delega usted muchas clases en sus colaboradores? –Delego algunas, pero doy más de la mitad. Después de la Facultad me voy a casa a comer. –¿Suele comer en casa? –Sí, salvo que tenga algún compromiso, pero procuro tener los menos posibles. Por la tarde voy muy temprano a trabajar al Instituto, y me gusta no comer mucho y no beber vino ni nada. Empiezo a trabajar a las tres y media y estoy hasta las nueve o nueve y media de la noche, con un trabajo bastante intenso. Llego a casa a eso de las diez menos cuarto, bastante cansado. –Después de 30 años a este ritmo, ¿le apetece aflojar un poco? –Muchas veces me han preguntado por qué no dejo el hospital. Es que a mí eso me gusta: me gusta el

contacto con los otros médicos, con los residentes, me gustan la Facultad y las clases... Si no me incordian en exceso, todas estas cosas me gustan y me enriquecen. Mientras tenga suficiente fuerza y me encuentre bien físicamente... –¿Beneficia a Asturias disponer de una oftalmología privada potente? –En nuestro Instituto vemos más de 100.000 pacientes al año, de los cuales 65.000 son de fuera de Asturias. Esa gente viene aquí, come en Oviedo, duerme en los hoteles de la ciudad, usa los taxis... Además, creo que damos una imagen positiva de Asturias fuera de la región, y Asturias no está muy sobrada de imágenes positivas. Vamos a preparar un estudio para demostrar cómo se puede valorar esa imagen. Ya lo hicimos hace seis o siete años y generábamos casi un 10 por ciento de la ocupación hotelera de Oviedo. Hay otras cosas que dan una imagen de Asturias importante, pero a lo mejor puntualmente, en unos días determinados. Nosotros es todo el año. Acaba de estar aquí una personalidad muy importante de África: ha estado 15 días viviendo en Oviedo, en el hotel de la Reconquista. En la clínica, todos los días, todos, hay una persona significada: un deportista, un político, un escritor... –¿Teme que la crisis pase factura al Instituto Fernández-Vega? –Hasta ahora prácticamente no hemos notado la crisis. Es verdad que hemos hecho una política de contención de precios importante. Son asequibles ya desde la época de mi padre y de mi abuelo. La idea es que nadie deje de ser atendido por nosotros a causa del dinero. También estamos intentando dar más calidad, más profesionalidad, más contacto directo con el paciente... Este año cumplimos 125 años de la clínica. Hemos mantenido el Instituto en Asturias contra viento y marea. Hemos tenido muchas oportunidades de haber salido fuera. Hemos tenido ofertas para comprarnos la clínica. Cuatro o cinco ofertas. –¿De quiénes? –De fondos de inversión o de gente con ganas de invertir en el ámbito de la oftalmología. En torno al año 2007 nos llegaban ofertas de compra con cierta frecuencia. –¿Comprar la clínica con ustedes dentro? –Bueno, nosotros seguiríamos durante un tiempo y después ya se vería. Pero nunca nos hemos planteado vender. Hemos hecho una apuesta por Oviedo y por Asturias. Incluso tenemos en Madrid una clínica pequeñita que podíamos haber-

Luis Fernández-Vega Sanz, en su despacho del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). / MIKI LÓPEZ

la hecho crecer muchísimo más, pero yo nunca quise... –¿Tenían demanda en Madrid? –De hecho la tenemos. Vamos a agrandarla un poquito, pero seguirá siendo de apoyo para revisiones o pacientes mayores a quienes cuesta venir aquí. Ni siquiera operamos allí porque yo he impuesto ese criterio de mantener mis raíces donde estoy. Si estuviera valorando exclusivamente los aspectos económicos y empresariales, con seguridad haría crecer la clínica de Madrid. El dinero no es el leitmotiv de nuestras vidas. Está claro que ganamos dinero y cumplimos con nuestras obligaciones fiscales, pero no nos mueve una filosofía economicista. Nunca lo fue ni lo va a ser, al menos mientras viva nuestra generación. –¿Cuántos trabajadores tiene actualmente el Instituto? –Doscientas personas. –¿Titulados superiores? –Unos sesenta. –¿Cuántas operaciones hace usted al año? –Entre una cosa y otra, unas 1.500. Y el conjunto del Instituto unas 9.000 intervenciones al año. –¿Cómo ve la aplicación del plan de Bolonia en la Universidad? –Se ha parado un poco. No sé si va a terminar cuajando o va a tener un parón a consecuencia de la crisis. –¿Lo ve útil desde el punto de vista pedagógico? –Tiene ventajas e inconvenientes. Como oftalmología es una asignatura que damos en quinto de carrera, todavía no hemos llegado. Estamos preparando los temarios de acuerdo a Bolonia. Las clases magistrales de toda la vida tenían aspectos positivos y negativos. Muchos estudiantes no iban a clase por-

que cogían unos apuntes y resolvían. Bolonia tiene un aspecto práctico que es importante de cara al alumno, y ese aspecto práctico hay que potenciarlo. –¿Teme que la crisis afecte a la oftalmología privada, o más bien que deteriore de tal forma a la pública que acabe beneficiando a la privada? –No habría que distinguir entre pública y privada, sino entre buena y mala. Si haces una buena medicina, da igual que sea pública o privada. ¿Un deterioro de la pública? No sé lo que va a suceder, pero no creo que sea tan grande como para que la privada vaya a beneficiarse. Lo cierto es que el paciente que libremente va a la privada está quitándole un gasto al sistema público, que en este momento le viene muy bien. –Por ejemplo, no sería extraño que las esperas para operarse de cataratas aumentaran mucho. –Hasta ahora no ha sido así. Las listas de espera siguen siendo más o menos las que había. Ahora bien, estamos en los inicios de esta situación. A lo mejor, en tres o cuatro meses el panorama es distinto y las esperas están disparatadas. –¿Por dónde pueden hacerse recortes en la sanidad pública? –La sanidad y la educación deberían ser los ámbitos en los que menos incidiese el recorte, eso es indudable. Pero como parece ser que hay que recortar en todo, incluidas esas líneas rojas, debería ser en cosas que afectasen lo menos posible al ciudadano. Ese copago habrá que ver cómo se hace de la mejor manera posible para no dañar a las clases más desfavorecidas.Y sería factible que una agencia externa evaluase las prestaciones que debe dar la sanidad pública y cuáles no.


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–Usted compagina la medicina pública con la privada. ¿Cómo ve la incompatibilidad que está vigente en Asturias desde 2003? –Lo normal sería que hubiera la posibilidad de compatibilizar los dos ejercicios. Creo que somos la única comunidad con dedicación exclusiva obligatoria. Supongo que tendrán que suavizarla en algún momento, dar la posibilidad de tener la doble función. – El Gobierno socialista esgrimió en su momento el objetivo de atajar posibles chanchullos. –Eso es como todo. Yo llevo 30 años aquí y nunca tuve un chanchullo de mezclar lo público con lo privado. Si eres una persona honesta vas a serlo en todas tus situaciones vitales. En la vida he desplazado un paciente de aquí a mi consulta privada. Siempre he pensado que si haces una buena sanidad pública va a repercutir en que hagas una buena sanidad privada, y viceversa. –¿Cómo ve la situación de Asturias? –Con preocupación. Los problemas en los distintos sectores no crean una imagen positiva en el exterior. Incluso hay gente que nos comenta que tiene un cierto miedo a venir aquí porque no sabe si va a haber conflicto social y demás. No es bueno, pero tendremos que esperar que esto pase y seguir apostando por nuestro Instituto. Por ejemplo, la parte de investigación estamos manteniéndola contra viento y marea porque cuesta mucho dinero. –¿Cómo va? –Ya tenemos proyectos que pueden brotar en no mucho tiempo, y nos proponemos continuar con la senda abierta por la farmacología personalizada, que está ofreciendo ventajas claras a los pacientes. La investigación es una apuesta determinante y nada usual en la esfera

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«Ya estamos preparando la llegada de la quinta generación de la saga. Esperamos, por lo menos, cuatro o cinco oftalmólogos en los próximos años» privada. Afortunadamente, contamos con colaboraciones importantes, entre ellas las que nos ofrecen la Fundación María Cristina Masaveu y Cajastur. –Usted y sus primos forman parte de la cuarta generación de la saga Fernández-Vega. ¿Cómo se presenta la quinta? –Mis hijos y mis sobrinos serán la quinta. Les hemos mentalizado de que si hacían oftalmología serían muy bien recibidos, pero que esto requiere un esfuerzo día y noche. Desde pequeñitos han mamado el esfuerzo y la dedicación que conlleva, y están dispuestos a venir a Oviedo y a luchar por Oviedo. Eso siempre que el «clima» de la región les permita venir aquí. El mayor es mi hijo, que es residente de tercer año. Han estudiado medicina porque lo han elegido libremente. Quise que estudiasen en Madrid porque no quise que se vieran presionados por mi figura aquí en Oviedo. –¿Se arrepiente? –En absoluto. Me arrepiento porque a su madre y a mí nos habría gustado tener más contacto con ellos. Quise que estudiaran en una Universidad pública, la Compluten-

se, y que viviesen en un colegio mayor. Han vivido una vida universitaria distinta a la que vives si estás en casa. Yo la viví así también. –Suele decirse que en una empresa familiar la tercera generación se encarga de destruir lo que habían construido los anteriores. –En nuestro caso, la tercera generación, mi padre y mi tío Álvaro –que todavía vive–, la hicieron crecer, y la cuarta, de la que soy el mayor, creo que hemos puesto nuestro grano de arena para que la empresa se desarrolle. –Entre las dos ramas de la cuarta generación, ¿cómo se dirime quién manda? –Es buena pregunta. Hemos tenido la suerte de llevarnos todos perfectamente. Mis primos han dejado la gestión en mis manos. Las decisiones importantes las tomamos de forma conjunta, pero la gestión me la han dejado a mí. –¿Por ser usted el mayor? –En este caso yo soy el mayor, llegué unos años antes que ellos y vine como catedrático. Además, ellos decían que se me daba bien la gestión. En quinto de carrera fui jefe de estudios del colegio mayor. Cuando terminé la carrera, fui el médico del colegio. Siempre estuve orgulloso de autofinanciarme desde quinto de carrera: no necesité más ayuda de mi padre. Estuve trece años y pico viviendo en el Colegio Mayor Alfonso X, desde 1969 hasta 1982. Preparé allí las oposiciones a cátedra. Tuve muchos compañeros que luego han sido gente importante. Quizá, con todo eso, mis primos consideraron que podía hacerlo bien en el ámbito de la gestión. –¿Cómo gestionan los desacuerdos? –Normalmente, con una conversación. Tenemos una reunión mensual con todos los médicos de la clínica, y después tenemos los despachos muy próximos y hablamos todos los días. Pero puedo decir que hay muy pocos disensos. –¿Qué aspiraciones le quedan por conseguir? –Ya hemos empezado a preparar la llegada de la quinta generación. Vamos a hacer algunas reformas en el interior del Instituto, una distribución de espacios. Es una de las cosas que estamos discutiendo con mis primos y con los gestores. –¿De cuántos nuevos miembros estamos hablando? –Por lo menos cuatro o cinco. El primero se incorporará en un plazo de tres o cuatro años; y, a partir de ahí, uno cada dos años. No tengo prisa, porque quiero que vengan perfectamente formados. Antes van a pasar por el extranjero. También me queda seguir mejorando la excelencia de lo que hacemos, y luego intentar mantener la investigación como hasta ahora, siempre que dispongamos de recursos. También consolidar lo de Madrid. Y yo no haría mucho más, máxime en esta fase de la economía vital y nacional. –Usted tiene las gafas sobre la mesa. Usa gafas, al igual que muchos otros oftalmólogos. Mucha gente se pregunta: si estos señores no se operan, ¿por qué quieren que me opere yo? Diga la verdad. –A mi hijo Luis le hemos operado de miopía. Con eso ya le digo bastante. Por su edad y por el número de dioptrías que tenía. Pero yo, que leo perfectamente y opero sin gafas, si me operase necesitaría unas gafas para cerca, porque soy miope. Si fuese hipermétrope me habría operado.

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A divinis

Bailes de quinielas vaticanas Las conjeturas sobre el sucesor del Papa, sustituidas por las del de Bertone, y éstas abortadas por Benedicto XVI Javier Morán

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l «Vatileaks», la reiterada filtración de documentos confidenciales de la Santa Sede, ha traído unos efectos colaterales entre los que el más significativo, por no decir simpático, es que las clásicas y periódicas quinielas sobre los papables han sido sustituidas por las concernientes al posible sucesor de Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, que como se sabe ha estado señalado, con razón o sin ella, como centro de los huracanes alto eclesiásticos de los últimos meses. No obstante, el entretenimiento de buscarle sustituto a Bertone puedo haber sido atractivo durante semanas, pero, como si el Papa Benedicto XVI hubiera querido atajarlo, antes de retirarse durante la canícula a Castelgandolfo, hizo público un afectuoso texto dirigido a su hombre de confianza en la Secretaria de Estado. Yendo por las etapas de este singular tour, sucedió que hace unos meses el vaticanista John L. Allen, del «National Catholic Reporter», de EE UU, publicó la primera quiniela potente sobre el «next pope», que es un clásico de la literatura periodística americana, tan audaz, aunque no tan diferente al resto de la cristiandad, comenzado por la propia prensa italiana. Allen proponía once nombres deducidos de sus últimos sondeos por las aceras de Roma y los clasificaba en tres grupos: primeros espadas, posibles y de largo alcance. Entre los primeros sitúa al cardenal Angelo Scola, de 70 años, arzobispo de Milán. No son pocos los que afirman que si antes de exhalar su último aliento Benedicto XVI dijera un nombre –cosa que muy posiblemente no hará–, sería el de Scola. A este le sigue en relevancia el cardenal Marc Ouellet, de 67 años, canadiense y prefecto de la Congregación de Obispos, es decir, aquel por cuyas manos pasan los nombramientos de todas las mitras de la cristiandad. El tercero entre los primeros sería el argentino Leonardo Sandri, de 68 años, prefecto de la Congregación para la Iglesias Orientales, un dicasterio menor, pero no privado de capelo cardenalicio. Sandri es un hombre muy próximo a España y un buen conocido del arzobispo Carlos Osoro, que le llevó a Covadonga en un apacible anochecer de hace unos años. Fue también el número dos de Angelo Sodano, anterior Secretario de Estado y

columna del pontificado de Juan Pablo II, y es por tanto un diplomático. Entre los que tienen «algunas posibilidades», Allen enumera a Erdo, húngaro de 59 años y arzobispo de Budapest; Bagnasco, arzobispo de Genova de 69, y Scherer, brasileño de 62 y titular de São Paulo. Y, por último, los de «larga perspectiva» serían Ravasi, de 69 y presidente del Pontificio Consejo de la Cultura; Turkson, de 63, de Ghana, y presidente de Justicia y Paz; Sarah, de Guinea, de 66 años, presidente del Pontificio Consejo «Cor Unum»; Dolan, arzobispo de Nueva York, con 62, y Tagle, de 54 años y arzobispo de Manila.

El vaticanista John L. Allen proponía 11 nombres en la primera quiniela potente sobre el «next pope»: primeros espadas, posibles y de largo alcance La verdad es que una quiniela tan amplia resultaría poco efectiva, incluso para las casas de apuestas que en internet abren la veda en cuanto un papa comienza a agonizar. No obstante, destaca el dato general de la relativa juventud de los propuestos por Allen, lo que hace barruntar que el Vaticano esperaría un pontificado largo tras el previsiblemente corto de Benedicto XVI. Pues bien, en éstas estábamos cuando lo que han surgido por los hondos pasillos y luminosos sótanos del Vaticano han sido las quinielas para suplir a Bertone, si es que el Papa precipitase su jubilación. En las conjeturas para la Secretaria de estado se repiten los nombres de Sandri y Ouellet, pero también aparecen el francés Dominique Mamberti, «ministro de Asuntos Exteriores» de la Santa Sede y el suizo Jean Claude Perisset, nuncio en Berlín. Por tanto, los rumores de palacio apuntan a un diplomático, perfil que desde luego Bertone ni poseía ni ha incorporado. Pero el último capítulo de esta historia es que llegó el comandante y mandó a parar. El pasado dos de julio, Benedicto XVI tomó la pluma y le escribió a Bertone que «deseo expresarle mi profunda gratitud por su discreta cercanía y por su iluminado consejo», y que «habiendo notado con tristeza las injustas críticas que se han lanzado contra su persona, quiero renovarle la seguridad de mi confianza personal». O sea, todos quietos con las quinielas.


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