LO INESPERADO FUE LO DEL BURRO

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LO INESPERADO FUE LO DEL BURRO

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Dos gigantes que se dirigían a un pueblo, mientras recorrían juntos acompañados por un burro que no cargaba más que su boca llena de dientes- un camino que rodeaba un arroyo, los vio otro gigante envidioso que no entendía el idioma y los gestos de aquellos dos ni a su burro, este los seguía a hurtadillas, descuidando incluso sus labores, con el solo objeto de pretender aquello que no le correspondía. Al atardecer, ya caído el mediodía, los dos gigantes amigos buscaron un árbol bajo el que acomodarse y comer. Tras la comida se tumbaron el uno junto al otro y dejaron dormirse para descansar antes de reemprender la marcha. El envidioso gigante, que había observado con rabia como comían viandas, queso y bebían vino, al ver que se quedaban dormidos, se les acercó por la espalda, llenó su alforja de pequeñas piedrecitas y se encaramó al árbol que buena sombra les daba. Comenzó el envidioso a lanzar primero a uno una de las pequeñas piedrecitas, hasta despertarlo y hacerle pensar que había sido su acompañante quien descaradamente le intentaba despertar. Y tras esto al otro, hasta hacerlo explotar de desesperación. Los dos compañeros de viaje, sin darse cuenta de lo que estaba sucediendo y desorientados por el cansancio y la falta de sueño comenzaron a discutir acusándose el uno contra el otro de tan pesada broma. A los pocos metros se encontraba una Ardilla comiendo nueces que caían de un almendro, y acercándose llegaba por el cielo un ruiseñor seguido de otros pajarillos, sin esperarlo la ardilla corrió hacía ellos distrayendo su atención y se encaramó al árbol, cosa que los dos gigantes siguieron alzando la mirada hacia el árbol que los acogía, y en esto se posaron el ruiseñor y otros alados que entonaban una hermosa canción. Rinngggg……R¡nnggggg…. ¡buuum!.... ¡pío, pío, pío!.... ¡talán, talán!; ¡tolón, tolón!; ¡tan, tan! ¡catapumba!; ¡pumba! ¡pum! ¡uuuuh, uuuuh! ¡niinoo, niinoo! Los dos gigantes no salían de su asombro al ver al envidioso con las piedrecitas entre sus manos, la ardilla que roía una enorme nuez y el ruiseñor que hacía de vocal mayor acompañando a tan colorida corte de alados que rodeaban al gigante de la envidia delatando todos juntos la identidad y presencia de tan nefasta compañía, mientras el burro reía desquiciadamente por la ocurrencia de la ardilla. Autor: Fernando Arturo de Monreal Clavijo 05 de mayo 2021 FÉNIX&KUNTUR - H5OX7 2


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