El ser humano actual, de acuerdo a la ciencia, es producto de la evolución. Cada una de las características que tenemos, y que nos diferencian de otras especies, son producto de millones de años de un lento pero constante proceso de cambio, que usa la genética como canal para transmitir la información que hace posible lo que llaman ‘Evolución’.
En términos biológicos, evolución es el “conjunto de cambios más o menos graduales y continuos de las especies de organismos vivientes que han dado por resultado la aparición de formas nuevas”. En ese sentido, es ampliamente aceptado que el hombre viene del mono. A Charles Darwin se le debe esa idea. “No es la más fuerte de las especies la que sobrevive y tampoco la más inteligente. Sobrevive aquella que más se adapta al cambio”, dijo en alguna ocasión.
Aunque la evolución es un proceso complejísimo, sus postulados principales se pueden reducir a dos conceptos básicos: la Selección natural, la deriva genética y la mutación. En ese sentido, la selección natural puede entenderse como el hecho que las condiciones del medio ambiente facilitan o dificultan la reproducción de algunos individuos. Es, en algún sentido, lo que se ha llamado supervivencia del más fuerte. La Deriva genética es un cambio aleatorio en la frecuencia de alelos. En palabras más simples, hace referencia a los cambios que se dan en una especie en un periodo de tiempo determinado. Y finalmente está la mutación que es una “alteración repentina y permanente de la estructura genética o cromosómica de la célula de un ser vivo que se transmite a sus descendientes por herencia”. ¿Y cómo se relaciona todo eso? Las condiciones del medio ambiente o sea la Selección natural, van haciendo que la información genética de los individuos cambie (ese proceso de cambio es la deriva genética), lo que produce mutaciones, cuyo único fin es que el individuo se adapte a las duras condiciones de su entorno.
Si hablamos de cambios lentos pero constantes, la especie humana está, en muchos sentidos, en una evolución constante. El entorno se transforma constante mente, y la humanidad deberá, por la lógica de la selección natural, adaptarse a esas transformaciones.
Si no hay una extinción del mundo, por cualquiera de las tantas causas posibles, es muy probable que el llamado ‘Homo Sapiens’ se parezca más a una especie de caricatura que a un homínido. En ese sentido, el divulgador científico Robert Clark explicó cómo podrían llegar a ser los ‘hombres del futuro’ serán macrocéfalos, es decir, tendrán una cabeza muy grande. “Tendremos un cerebro más grande, con una frente y capas corticales más amplias”, explicó el científico. Algunos científicos coinciden en que habrá órganos del cuerpo humano que, por su “inutilidad”, desaparecerán. Las amígdalas, las muelas de juicio, el coxis, y el apéndice están en la lista negra. Otro cambio importante será la edad: en el futuro viviremos más. También tendremos menos hijos. Así las cosas, y finalmente, toda transformación importante apunta a que la tecnología tendrá mucho que ver en lo que seremos. Es posible que, para bien o para mal, ya no haya límites. La ingeniería genética creará súper humanos.
Fuente: www.kienyke.com