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EL DIENTE DE KONG Por Fernando Jorge Soto Roland*
INTRODUCCIÓN** Convengamos algo: hay seres humanos que son capaces de comprar cualquier cosa; incluso aquellas que no les redituarán, en principio, ningún beneficio económico. Basta que un objeto tenga cierto valor sentimental para transformarse en “objeto de deseo; arrastrando casi siempre una historia que lo vuelve especial y justificando así el gasto realizado. Es que, más allá de sus características estéticas o el material con el que han sido hechos, hay cosas que anhelamos por el “currículum vitae” que los antecede o las relaciones que guardan con situaciones de nuestro pasado personal. Estamos, pues, en el ámbito de la más pura subjetividad. Lo que para nosotros tiene un valor difícil de fijar en pesos, para otros carece por completo del mismo. No dando un solo centavo por ellos. ¿Cuántas veces, en un “Mercado de Pulgas”, hemos pagado un precio (exorbitante para los demás) por algo que nos retrotrae a la infancia, nos recuerda a un ser querido del pasado o sumerge en formas y diseños que creíamos olvidados desde hacía décadas? Si miro los estantes de mi biblioteca, diría que, en mi caso, más de una docena de veces. *
Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP. La fotografía de la muela y diente de King Kong ha sido generosamente cedida por su actual propietario, el señor Daniel Venneri. **