Incognita Natura. Fernando Palacios.

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FERNANDO PALACIOS Efe Palacios

“INCOGNITA NATURA” Prensa e imágenes

GALERIA B.V. BEA VILLAMARIN ARTE Y COLECCIONISMO. GIJÓN 29 de Enero al 14 de Marzo de 2016


Febrero 2016 DE GALERIAS. Tomas Paredes (Presidente Criticos de Arte/AICA Spain




Critica

Fernando Palacios: la pintura como 'Natura' El pintor vallisoletano regresa a la galería Bea Villamarín con 'Incognita Natura', una individual en la que la naturaleza es a la vez referencia y proceso JUAN CARLOS GEA

Hay pintores que pintan la naturaleza y pintores que, a base de tomarla como referente, acaban pintando como la naturaleza; mostrando en su obra hasta qué punto la pintura es un proceso que, no por ejecutado por medios humanos, ha de guardar una discontinuidad esencial con el resto de los que se dan en el mundo que convencionalmente consideramos natural. Así sucede –y, al parecer, cada vez más– en el trabajo de Fernando Palacios (Valladolid, 1976). El pintor vallisoletano regresa a la galería gijonesa BV. Bea Villamarín con una muestra de su obra reciente en la que la naturaleza sigue estando presente como motivo, al igual que sucedía en sus series anteriores, pero en la que sobre todo se manifiesta como proceso. Aunque los rastros figurativos se hayan debilitado, en Incognita Natura, lo que el soporte contiene no deja de remitir a las claves del género del paisaje; pero sobre todo es el soporte mismo el que se convierte en un pequeño episodio de la historia natural. Un micropaisaje donde han quedado registrados los cambios acontecidos bajo el efecto de los flujos y lavados de pigmentos, acumulaciones de materia, alteraciones químicas y (casi se diría que orgánicas) en las que el pintor, más que un autor, es un desencadenante, un agente que cataliza, altera y finalmente decide detener esos procesos. Como el clima o una fuerza geológica. Naturaleza abstraída De un modo que emparenta esta obra con la de otros pintores de lo que podría llamarse naturaleza abstraída –algunos de los más conspicuos, por cierto, asturianos–, Palacios se mantiene en esa zona de ambigüedad entre la ventana y el portaobjetos, la vista de pájaro y el detalle vegetal, el suelo y el mapa, seguramente con la intención final de dejar ver ante todo pintura; una pintura en la que han sucedido todo tipo de alteraciones capaces, a su vez, de alterar los procesos del espectador provocando en su interior (que también es un medio natural al fin y al cabo) emociones, recuerdos, evocaciones. Exactamente igual que le sucede al caminante ante un paisaje, pero también al biólogo que se asoma al microscopio, el geólogo que descubre un registro o descifra una vista de satélite, el astrónomo que observa una nebulosa a través del telescopio… o el espectador de pintura capaz de reaccionar ante la presencia de la pintura misma. Su materia, sus pigmentos, sus marcas, restos y rastros.


Lo de menos, al final, es si esos paisajes son mentales o externos a la mente, macro o microscópicos, recordados o soñados, figurados o abstraídos. EnIncognita Natura lo que parece contar es la natura misma de la pintura y laincognita de fondo, ese misterio o desconocimiento último sobre los límites entre la naturaleza que representa y la naturaleza representada. Y con un enigma añadido, como a veces sucede también en los paisajes --Nazca, elland-art-- donde brota un elemento que no puede de ningún modo deberse a los azares de la naturaleza aunque ya sea naturaleza: un punto y una raya; ese gesto que Fernando Palacios repite en varios de los cuadros como la intromisión de una señal, un mensaje o un símbolo indescifrable que ha pasado a ser naturaleza (es decir, pintura) pero que remite también, más allá de la pintura, al misterio de la autoría y de la creación artística. Igual que un paisaje que contuviese en él su propia firma.


arte

El ecléctico y atípico informalismo orgánico de Fernando Palacios En tiempos de cierre de galerías, la nueva BV. Bea Villamarín es un magnífico espacio para la contemplación del arte 11.02.2016 | 04:13 El ecléctico y atípico informalismo orgánico de Fernando Palacios

RUBÉN SUAREZ Son los actuales tiempos difíciles para el mercado del arte, y específicamente en regiones en las que, como la nuestra, aún en tiempos mejores adolece de bien conocidas limitaciones. Sabemos que eso repercute en la falta de espacios para la contemplación y el comercio de las obras artísticas que en Asturias, tanto las institucionales como las privadas, han venido desapareciendo en alarmante medida en los últimos años. Y si eso es malo para la economía todavía es peor para la cultura porque, a falta de incentivos y promoción adecuada, termina produciendo frustración en los artistas y desinterés por parte de la sociedad en todo lo relativo a la creación plástica: se va perdiendo la cercanía, lo que podríamos llamar la "costumbre del arte" y con ello aumenta su desconocimiento. De modo que resulta muy gratificante poder registrar, cuando el cierre de galerías ya casi no es noticia, la incorporación de una nueva, que es el caso de "BV. Bea Villamarín", abierta hace unos meses en la calle San Antonio, 5 de Gijón. Y no es un espacio cualquiera, creo que en este momento es el que cuenta con mejores condiciones para la contemplación de la obra de arte en el itinerario de las galerías comerciales de Asturias. En esta galería expone ahora Fernando Palacios (Valladolid, 1976), artista que ha sido seleccionado en algunos certámenes asturianos y presenta aquí su primera muestra individual. Titula su exposición "Incógnita natura" y hay que decir que resulta de interés sobre todo por los retos que el artista se plantea en el uso subjetivo y libre de los elementos plásticos en una pintura del paisaje que resultad de un peculiar y acomodaticio eclecticismo, tanto en tendencias, como en materia y estructura compositiva, manejado con un desparpajo con el que podría pensarse que pretende emular a Gerard Richter. No desde luego a Díaz Caneja, con el que algunos lo relacionan, de quien se siente cercano y en cuya Fundación palentina expuso, porque es pintor de sosegados silencios y visión poética y ascética del paisaje en su planitud cromática y análisis poscubista. Desparpajo decía antes y eso cabe decir de un pintor que utiliza recursos del impresionismo en colaboración con gestualidades de abstracción e incorporación de materia en, a veces abundantes, "relieves de albañilería", así se les definió, propios de los informalistas europeos en sus "matter painting". La materia grumosa es difícil y peligrosa de manejar, como un explosivo, en pintura, sobre todo si es en un paisaje sugeridor de poéticas y líricas evocaciones de la naturaleza por muy incógnita que sea. Otra cosa son los paisajes desérticos, volcánicos, primigenios, sin duda más necesitados de matéricas densidades telúricas.


Así que tiene mucha razón Amalia García Rubí al denominar esta pintura "informalismo orgánico", en principio algo paradójico, en el texto del catálogo (milagro, una exposición con catálogo de mano). Y también en otra muy adecuada percepción de la pintura del artista: "Palacios se aproxima cada vez más al fragmento y lo hace discerniendo del detalle la idea principal". Bien visto, porque es esta otra peculiaridad de su pintura el hecho de que a menudo se pueda leer perfectamente por fragmentos, como apreciará quien tenga el plegado catálogo en la mano y luego su desplegado, lo que no siempre es necesariamente negativo aunque a veces pueda transmitir a la composición alguna incertidumbre. De interés para el contemplador: las azuladas y blanquecinas texturas de algunos fragmentos recuerdan la pintura de Guillermo Simón. En resumen, a mí me interesa la pintura de Fernando Palacios, lo que intenta, lo que consigue y lo que puede conseguir, de lo contrario no me hubiera extendido en tantas consideraciones, que espero hayan servido a alguien para

Fernando Palacios y la naturaleza El premiado pintor castellano inaugura mañana exposición en Bea Villamarín

Fernando Palacios y la naturaleza

JOSE LUIS ARGUELLES El vallisoletano Fernando Palacios (1976) es una de las apuestas sostenidas de la galería gijonesa Bea Villamarín, que incluyó al artista castellano, junto a Carlos Tárdez, Gerard Mas, Chus Monteserín yCarlos Villoslada, en una colectiva organizó hace casi un año. Ha contado también con él para otras muestras, siempre en compañía y con una muy buena acogida entre los aficionados. No es de extrañar, pues, que la dirección de la sala haya decidido organizar una exposición individual con las últimas obras del pintor. "Incógnita natura", que es el título que Fernando Palacios da a esta colección de una veintena de piezas, se inaugurará mañana a las ocho de la tarde. Son obras que confirman la solidez de un autor que ha ganado decenas de galardones en toda España, incluidos una veintena de primeros premios (fue seleccionado, por ejemplo, en el certamen de pintura joven de Gijón) y el interés del artista por ir despojándose de los restos figurativos que mantenía en algunos de sus trabajos para adentrarse en una abstracción de mayor densidad, barroquizante en ocasiones, en la que materia y espacio pictórico se penetran para constituir muy singulares imágenes que remiten a un informalismo orgánico, según acertada definición de la comisaria y crítica Amalia García Rubí. En Fernando Palacios se agita un muy particular paisajista (hay quien ha señalado algunas acertadas conexiones entre este artista y el también castellano de Palencia Díaz Caneja (1905-1988) que quiere seguir siéndolo, pero por otras vías y sin olvidarse de sus muy relevantes aparejos técnicos. Titulado en Conservación y Restauración por la Escuela Superior de BBCC de Valladolid, estamos ante un pintor al que le interesa explorar a fondo las relaciones entre los pigmentos o la mancha de color y la convulsa belleza de las formaciones de una naturaleza desasosegada y mutante.


Fernando Palacios crea a partir de lo que la pintura misma va imaginando, hasta los mismos límites físicos del lienzo y sin disimular un cierto deseo de orden, de armonización de las fuerzas oscuras. De ahí quizás el recurso en algunas de estas obras de la raya y el punto, base del alfabeto Morse, y el uso que hace de la luz o de las veladuras. LLeva razón Tomás Paredes, presidente de la Asociación de Críticos de Arte, cuando afirma que Fernando Palacios "hace visible" la naturaleza, pero no por el sólito procedimiento de imitar lo que ve, sino por el más complejo de desarrollar desde su sensibilidad alerta "sutiles texturas que exaltan tanto lo orgánico como lo onírico, sin surrealismo". Habrá que seguir los trabajos futuros de Fernando Palacios para ver si insiste en su viaje hacia una abstracción con menores concesiones a la anécdota, a la figura. Lo importante ahora, en todo caso, es disfrutar de "Incógnita natura", una exposición que confirma la andadura de un artista que ha conquistado ya un elaborado y muy personal lenguaje plástico que es resultado de una coherente búsqueda de la pintura como hecho.

16-2-2016

Fernando Palacios, la pintura hecha paisaje El artista vallisoletano muestra en Gijón veinticinco de sus obras más recientes, bañadas de un tono onírico

JOSE ANTONIO SAMANIEGO Son 25 las pinturas de Fernando Palacios Hernández (Valladolid, 1976) que cuelgan en la galería Bea Villamarín hasta el 14 de marzo. Casi todas pintadas en 2016. Es la primera vez que el pintor vallisoletano firma en Gijón como Efe Palacios, lo que nos lleva a considerar que con la muy reciente firma el artista quiere transmitir al público haber conseguido una de las cimas de su producción pictórica. Igual que cuando ocurren cambios importantes en nuestra vida, hay personas que se dejan la barba o el bigote, cambian de peinado o adoptan ciertas modas. Los precios oscilan entre los 900 y los 3.000 euros, cosa muy acorde con las intenciones de la galerista Bea Villamarín, que desde el principio ha pretendido favorecer el arranque de nuevos coleccionistas de arte. Ciertamente Fernando Palacios tiene ya a sus espaldas una carrera llena de premios y reconocimientos. Y está de moda. En la revista "Tendencias del Mercado del Arte" de diciembre de 2015, Tomás Paredes, presidente en España de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA) le dedica un artículo titulado "Efe Palacios neorromántico". Allí declara el artista: "El arte de las antiguas civilizaciones encierra una modernidad casi secreta. Me atraen los gestos del arte oriental. Y el arte rupestre es un maestro inevitable que me acerca a lo mágico y lo primigenio". En cuanto al arte rupestre, Asturias lleva ventaja, pues guarda importante porcentaje del que existe en todo el planeta. Cuando Antoni Tàpies (1923-2012) expuso en la sala Robayera de Miengo (Cantabria), que dirige Juan Manuel Puente, en el año 1997, le preguntaron cuál era su mayor deseo. Y dijo que estar una hora a solas en la cueva de Altamira. Y así fue. Allí estuvo tumbado de espaldas sobre la lona, este pintor catalán, premio Príncipe de Asturias (1990) y premio Velázquez (2003), contemplando el techo mágico de la famosa cueva, un pintor de gran carga humana y espiritual. Son muchas personas las que defienden que el arte rupestre paleolitico es obra de mujeres, que se quedaban a cuidar de los niños y animaban a los varones a salir a buscar comida, para lo que ya habían pintado en el santuario de la cueva animales como conjuro previo a la caza. Detengámonos a pensar cómo son los paisajes de Fernando Palacios. No se trata de paisajes naturales, de esos que circulan por los correos electrónicos de la gente, a base de espectaculares fotografías tomadas en diversas estaciones del año, en cualquier lugar del planeta. Y tampoco son paisajes abstractos, aunque se acerquen a cierta


abstracción, en el sentido en que no existen realmente, ni se pueden encontrar en ningún lugar de la Tierra, antes son fruto de la imaginación del artista. Estamos ante paisajes soñados, paisajes en formación o cosmogonías, cuyo protagonista principal es la pintura misma, la misma materia pictórica. En unos predominan las gamas cálidas, como ocres y amarillos, en otros las gamas frías, como azules y verdes. Los hay más serenos y tranquilos, marcados por bandas horizontales. Los hay tormentosos y agitados, cuya marca es el torbellino, la curva, la espiral. Pero en todos los casos tales colores combinan con el negro gestual, lanzado de una vez como una mancha que puede adoptar formas inesperadas, tan expresionistas como surrealistas. Es también escultor Fernando Palacios, aunque esta faceta no ha sido presentada todavía en Bea Villamarín. Tenemos una anticipación en sus obras circulares o tondos, sobre tabla, a modo de planetas también soñados que vagan por espacio. Aquí se puede palpar una materia pictórica más espesa, óleo que se combina con otros materiales, tal vez cuerdas deshilachadas, paja u otros vegetales, pues pesan poco estos tableros. Obras de empaste grueso y granuloso, pintura orográfica de texturas rugosas, que aproximan a Fernando Palacios al llamado informalismo orgánico o expresionismo matérico. Esto de imitar la materia a la manera naturalista está presente en el arte barroco español del siglo XVII, como demuestran los vestidos y bodegones de Velázquez, Zurbarán y Sánchez Cotán, por citar algunos. Esta recuperación expresionista de la materia ha permitido hacer reproducciones de pinturas del paleolítico, como Altamira en el Arqueológico de Madrid, la misma Altamira en Altamira, el Parque de la Prehistoria de Teverga (Asturias) y las pinturas de la cueva de la Peña de Candamo, en el Palacio de Valdés Bazán. Aquí es de aplicación aquel refrán que dice: "Quien tuvo, retuvo". Puestos a buscar otros antecedentes a la pintura de Fernando Palacios nos tendríamos que remontar casi un siglo atrás, hasta llegar al pintor palentino Juan Manuel Díaz Caneja (1905-1988), que perteneció a la Escuela de Vallecas, junto con Benjamín Palencia y Alberto Sánchez, escuela que fundada en los años 20 del siglo pasado, sirvió de enlace con la pintura de postguerra. La pintura de Díaz-Caneja recupera el paisaje árido de Castilla, pero lejos del pensamiento de la Generación del 98, y es más realista y de menos color que la de Fernando Palacios. Contamos otra iniciativa de la galerista Bea Villamarín. Como se trata de una galería muy diáfana, con grandes ventanales a dos calles, vieron que había gente mirando desde fuera, que luego no entraba. Organizaron entonces a través de Facebook un concurso de frases para animar a entrar a la gente, frases que luego serían colocadas en vinilo sobre los cristales. El concurso tuvo éxito, logrando que la gente conozca la galería, participe y se involucre. Ahora están colocadas las frases del segundo concurso, que son las siguientes: "Entra por amor al arte", del niño de 7 años Pelayo Gascón. "Deja fuera la vergüenza. El arte es para todos", de Pablo A. Murciano. "Atrévete a pasar", de Santi Fernández. "Ven dentro que fuera llueve", expresión italiana de la también italiana Michele Busatta. "Mira más allá de tu reflejo", de Miguel Pol. "¿A que sacamos los cuadros a la calle?", de Sara Basteiro.



la ventana del arte

Incognita Natura Fernando Palacios Clausurada el 14 de Marzo de 2016

Galería Bea Villamarín Entre la abstracción y perfiles referenciales, espacios genuinos que contienen magia y hechizo. Fernando Palacios (Valladolid, 1976) ensalza la materia para ir de una naturaleza sentida a otra pensada. Fue fragmentario, utilizando de forma gestual los pigmentos y ahora se decanta por espacios mágicos cuajados de sensaciones telúricas, y misteriosas. No imita a la naturaleza, la hace visible, juega con la emoción y la sensibilidad hasta crear sutiles texturas que exaltan tanto lo orgánico, como lo onírico, sin surrealismo. Tomás Paredes. Presidente de la Asociación de Críticos de Arte/ AICA Spain


A Fernando Palacios se le conoce no sólo por su consistente trayectoria en la pintura, jalonada de premios, exposiciones y reconocimientos varios, también y sobre todo por la ineludible personalidad plástica de toda su obra. Hay artistas que poseen el don de la ubicuidad y nos topamos permanentemente con ellos aquí o allá; otros como Palacios prefieren batirse el cobre en soledad, saliendo de cuando en cuando a escena, no para dejarse ver sin más, sino obedeciendo a ese deseo urgente de hacerse comprender por el otro, que es bien distinto. Pintar es en Palacios un ejercicio necesario de autoexclusión temporal, y como también lo fuera para su compatriota castellano Díaz Caneja, un entrar en contacto con el paisaje, con la tierra de siempre. Su informalismo orgánico, nos conminan a descubrir el pálpito mismo de la naturaleza y su esencia microcósmica, más allá de toda pulcritud naturalista o de toda visión de conjunto. A través del entendimiento de la pintura y sus materias, Palacios se aproxima cada vez más al fragmento y lo hace discerniendo del detalle la idea principal. Partiendo acaso de un accidente provocado, de un gesto, un salpicado o un lavado, la mirada se agudiza al máximo y fija en el soporte aquello que ya existía en la memoria. El resto se deja a la experiencia que a su vez conlleva la encomiable agilidad de la mano y sus movimientos a la hora de conformar mediante la mancha única, directa, reducida, todo un mundo real/soñado, de emociones sencillas que como semillas van brotando en arcanos misterios planetarios. Amalia García Rubí. Comisaria y crítica


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