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ENCUENTROS unam
LA
CERTIDUMBRE DE MORIR Por: Laura Rustrián Ramírez
“Para qué preocuparte por la muerte si cuando ella llegue tú ya no estarás.”
Epicuro de Samos
L
a muerte es una certeza primordial a la que todo ser vivo ha de enfrentarse. Cada uno de nosotros sabe que ha de morir un día, pero nadie lo cree realmente. Y sin embargo, nada hay más evidente, universal e inevitable que la muerte: todo lo que está sujeto a la ley del tiempo está condenado a morir y desaparecer; todo ser viviente está destinado irremediablemente desde su nacimiento a dejar de existir en un futuro incierto pero probablemente programado. Pasa el tiempo y los seres vivos envejecen, agonizan, se extinguen; los cadáveres se corrompen y luego se mineralizan antes de “convertirse en polvo”, según la frase bíblica. Y la muerte no es propia sólo del hombre y de los seres vivos. Afecta a todo lo que tiene dimensión temporal: las sociedades se desmoronan, los sistemas culturales y las etnias entran en decadencia, los objetos se desgastan convirtiéndose en residuos y ruinas. La muerte de cualquier ser vivo, la extinción de una civilización, el fin de un modo de vida actual, la pérdida de alguna cosa, nos da miedo, la evadimos. Por lo tanto pensamos: son los otros los que mueren, aun cuando sea a mí a quien también amenaza la muerte a cada momento. Y aunque ésta es natural, no obstante, se presenta como una
agresión: se vive o se percibe como un accidente arbitrario y brutal que nos toma desprevenidos. La muerte sigue siendo indeterminable... A la certidumbre del morir se opone la incertidumbre del acontecimiento. La muerte nunca prevista, siempre de más, procede de lo aleatorio, de lo imprevisible; ninguno de nosotros sabemos ni el día, ni la hora, ni el lugar de nuestra partida. Pero he aquí que el progreso de las estadísticas y de las técnicas de la medicina, la difusión de los acontecimientos biológicos y epidemiológicos hacen posible determinarla científicamente, ya se trate de muerte natural, de accidente mortal o de suicidio. Aunque la muerte es universal es difícil darle un sólo enfoque. Todo lo que tiene vida, es decir, todo lo que es, está destinado a perecer o a desaparecer, lo que de alguna manera convierte en un hecho “trivial” el acto de morir. Pero es también única, pues “cuando me llegue la hora nadie tomará mi lugar y mi muerte no será como la de ningún otro”. En suma, la muerte queda al margen de toda categoría: es inclasificable, es un acontecimiento singular por excelencia, único en su género; monstruosidad solitaria, sin relación con todos los demás acontecimientos que, sin excepción, se