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Pablo Pinto

Pablo Pinto

INSTRUCCIONES PARA ASEAR A UN NIÑO

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Entenderemos por asear la acción de quitar la suciedad por medio del baño. Tenga en cuenta que no toda suciedad requiere de aseo. Considere la higienización del infante veinticuatro horas después de su última limpieza o cuando encuentre indicios de humedad o materia fecal en la ropa del niño; un buen sentido del olfato será ventajoso a la hora de detectar estas eventualidades. El aseo resulta especialmente estresante para los párvulos quienes encuentran en la interrupción de su cotidianidad tiránica una sentencia de muerte. Incluya en la bañera modelos de embarcaciones de diversas épocas y dimensiones mientras narra las inmortales travesías de Magallanes, Colón o Blas de Lezo que con suerte instruirán al aseado sobre la domesticación material y cultural del elemento acuoso, disipando así los temores de ahogamiento y muerte prematura. Unja el jabón sobre el aseado y restriegue todas las zonas del cuerpo propensas a estar sucias como lo son la cara, las orejas, la nuca y la planta de los pies. Se recomienda la limpieza de los genitales y el esfínter anal hacia el final del baño pues, sin pudor asco o deseo sexual, deberán lavarse con esmero para evitar infecciones en el futuro. El aseador sabrá que el baño ha terminado cuando el agua se haya teñido de negro y la espuma agote las imágenes que el niño pueda clasificar. Los hábitos de higiene del aseado se verán influenciados directamente por sus experiencias y conclusiones

derivadas de la rutina de baño. A lo largo de su vida compondrá variaciones alrededor del tema como la adición o sustracción de productos de limpieza, la reorganización de los horarios de lavado, auténticas reflexiones sobre la filosofía de la asepsia o la eventual promoción de aseado a aseador, continuando así con el acto creativo.

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