Suplemento especial sobre Cultura Escrita. El Filandar / O Fiadeiro, n.º 18

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Cultura escrita Graffiti de un prisionero de la Guerra Civil en el campo de concentración de Camposancos

Suplemento especial

Esta publicación se inscribe en el marco de las Acciones Complementarias de Investigación "La memoria de lo cotidiano. La Red de Archivos e Investigadores de la Escritura Popular en España (RedAIEP)" y "Seminario Interdisciplinar de Estudios sobre Cultura Escrita: SIECE IV (2007-2008)", financiadas por el Ministerio de Ciencia e Innovación (Ref. HUM2007-29196-E y HUM2007-30035-E/FILO).


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De Casimiro Jabonero Iniesta (1914-1999) y su diario

Hace ya unos años, la Fundación 10 de Marzo publicó Diario del soldado republicano Casimiro Jabonero. Campo de prisioneros de Lavacolla. Prisión de Santiago de Compostela 1939/19401. Por aquel entonces, la Fundación 10 de Marzo

no estaba integrada en la Red de Archivos e Investigadores de la Escritura Popular (RedAEIP), institución a la que se adhirió en 20062. Un año después, presentamos en la reunión anual de la Red la publicación a la que este escrito hace referencia3.

VÍCTOR MANUEL SANTIDRIÁN ARIAS Fundación 10 de Marzo Santiago de Compostela Fue en el verano de 2002 cuando tuvimos conocimiento y acceso al diario de Casimiro Jabonero. Se trata de un manuscrito de veintinueve páginas que relata los avatares de un teniente del Ejército Popular en las últimas semanas de la Guerra Civil y su periplo por distintos campos de concentración y cárceles franquistas. El diario, que comienza el 29 de marzo de 1939 y se cierra con fecha del 26 de marzo de 1940, se centra, fundamentalmente, en el paso de Casimiro Jabonero en el campo de concentración de Lavacolla (Santiago de Compostela) y en su estancia en la cárcel de lo que hoy es la capital de Galicia. Decía el poeta Paul Eluard que el objetivo de la historia es “mostrar la multitud y cada hombre en detalle, con4 lo que anima y lo que desespera” . Es una definición con la que coincidimos y de ahí nuestro interés por recuperar la memoria de aquellas personas que “sin ser nada” (nada más que personas y, por lo tanto, protagonistas de la Historia) son fundamentales para entender los procesos históricos. Desde esta perspectiva, los documentos personales —y un diario como el que comentamos lo es— cumplen una función

Casimiro Jabonero con uniforme del Ejército Popular de la República inestimable, máxime cuando en determinados temas historiográficos como la represión franquista, la documentación conservada por el Estado es fragmentaria, de manera que reconstruir la memoria de las víctimas se convierte en una misión 5 casi imposible . Y es ahí donde radica la importancia de materiales como el diario de Casimiro Jabonero. Aun sin ser especialistas en el estudio de la represión franquista,

tuvimos la impresión inmediata de que el escrito de Jabonero tenía gran interés. Por la bibliografía sabemos que, en el caso español, la recuperación de la memoria de la represión se caracteriza por no haberse realizado de una forma inmediata (Feixa y Agustí, 2003: 200). Salvo algunas excepciones, los testimonios directos de los protagonistas, los represaliados, no salieron a la luz hasta los años setenta, una vez fallecido el dictador, muchos años después de que se produjera la dolorosa experiencia de la derrota. Por eso, el documento redactado por Casimiro Jabonero constituye una excepción, pues se trata de un diario cuya escritura se realiza en el momento en que se producen los acontecimientos. Es, por lo tanto y hasta donde conocemos, un documento casi único. Las características del diario y la escasez de fuentes sobre este tema nos empujaron a realizar una publicación facsimilar. La claridad de la letra de Casimiro Jabonero permite la lectura del documento. La edición incluye, no obstante, la trascripción literal del diario con unas notas a pie de página, que pretenden facilitar la comprensión de los acontecimientos 6 históricos que allí aparecen . Pero, ¿quién fue Jabonero? Casimiro Jabonero Iniesta fue un trabajador al que el golpe militar del 18 de julio sorprendió en Madrid con


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veintidós años, afiliado ya a la Unión General de Trabajadores y a las Juventudes Socialistas Unificadas, organización ésta en la que había ingresado desde las filas socialistas. En defensa de la República, Jabonero se alistó en una unidad de las milicias populares vinculada al 5º Regimiento, el Batallón Joven Guardia. Tras la formación del Ejército Popular, los milicianos del Joven Guardia se integraron en la 34 Brigada Mixta de la 3ª División, que se constituyó el 1 de enero de 1937. Alcanzó el empleo de teniente en campaña del Arma de Infantería, con antigüedad del 18 de julio de 1938, graduación con la que terminó la guerra integrado en el 2º Batallón de la 199 Brigada Mixta de la 5ª División, en Veguillas, frente de Levante. El diario de Casimiro Jabonero Este bagaje político y militar –que nuestro protagonista reconoce como la trayectoria de una persona honrada, defensora de un régimen legítimo– obligó a Jabonero a someterse a la represión franquista, multifacética realidad característica del régimen del 18 de julio a la que pertenecen los universos concentracionario y carcelario existentes en la España de los años cuarenta. Y es ahí, precisamente, donde se inserta la experiencia de Casimiro Jabonero; una experiencia única, en tanto que todo sufrimiento es individual, pero no excepcional porque es semejante a la vivida por varios cientos de miles de republicanos. Según el diario, tras el final del conflicto, Casimiro Jabonero se dirigió junto a sus compañeros a Cuenca, en cuyo Seminario-Prisión ingresó el 1 de abril de 1939. Varias semanas después, concretamente el 25 de abril, fue trasladado a Madrid, al campo de concentración “Miguel de Unamuno”, un antiguo colegio construido por la República. De allí partió hacia el campo de prisioneros de Lavacolla, en las proximidades de Santiago de Compostela. En el viaje tuvo Jabonero la suerte de poder comprobar la solidaridad de algunas gentes al paso de su convoy, por

Prisión de Santa Isabel (Santiago de Compostela) ejemplo cuando dice: “[en Ponferrada] los obreros y las mugeres, nos miran con pena y nos socorren con pan, pero donde mas nos demuestran estas pruebas de afecto es en Villagarcia, aquí algunas mugeres salen al tren con cestas enormes llenas de pan y nos lo echan dentro de los vagones” (Santidrián, 2004: 99). Ya en Lavacolla, Jabonero, como todos los allí recluidos, se vio sometido a un proceso de reeducación política que buscaba convertir al vencido en un hombre nuevo, que pretendía la “recuperación moral” de los derrotados (Rodrigo, 2003: 88). La obligatoriedad de asumir los símbolos de la nueva España fascista formaba parte de ese proceso de forma que los prisioneros debían izar y arriar la bandera bicolor: “Por las mañanas hizamos la Bandera Nacional y se entona el himno de Falange y por la tarde hay que descenderla, así todos los días” (Santidrián, 2004: 99). En Lavacolla esperaría Casimiro Jabonero, sin éxito ninguno, la llegada de un aval, ese documento exigido por las nuevas autoridades al vencido para demostrar que no había “bebido sangre”, como recriminaba un teniente del campo a los prisione-

ros. Quizás por ello, nuestro protagonista y sus compañeros supieron de malos tratos y torturas: “Aquí hay que observar una disciplina férrea, no se puede uno extralimitar para nada, si no viene la “fusta” a arreglarlo. [...]. Nos han cortado el pelo al rape”, podemos leer en el documento (Santidrián, 2004: 100). El corte de pelo al cero constituía otra forma de intentar doblegar al vencido, un elemento más del “asedio humano” al que estaba sometido (Vinyes, 2002). No cabe duda, sin embargo, de que el hambre, la precariedad de los alojamientos, el hacinamiento, la falta de higiene y la proliferación de piojos y enfermedades fueron, entre otras, características comunes a 7 todos los recintos . El diario de Jabonero recoge la aparición de muchos de estos elementos. El 1 de junio de 1939 fue nuevamente trasladado para ingresar, en esta ocasión, en una cárcel de la actual capital de Galicia donde permaneció hasta el 27 de marzo de 1940, sin saber haber sido sometido a ningún tipo de juicio y sin saber siquiera de qué se le acusaba: “Nosotros –escribe Casimiro Jabonero en su diario–, hombres honrados todos que no tenemos mas delito que haber servido en un ejército que ahora resulta que defendia al crimen y la injusticia y que no se apoyaba en ninguna ley, estamos aquí, pronto hará un año y aun no nos han dicho nada” (Santidrián, 2004: 113). Ese sentimiento contribuirá, sin duda, a generar en los presos una ansiedad que hace verídica la afirmación de Vinyes: “la cárcel es la incertidumbre” (Vinyes, 2002: 113). Y, al igual que en los campos, el hacinamiento, las enfermedades, los parásitos fueron la norma diaria de las prisiones; como también lo fue la escasez de la alimentación proporcionada. Para paliar esta deficiencia, el sistema carcelario permitía, no como un acto de naturaleza humanitaria sino como “una estrategia económica destinada al ahorro del presupuesto penitenciario” (Vinyes, 2002: 119), la entrada de comida en las cárceles para aquellos presos que, lógicamente, pudieran pagarla de su


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Fragmentos de la portada y primera entrada del diario de Casimiro Jabonero propio pecunio. Casimiro Jabonero pudo disfrutar de esta fuente de alimentación, unas veces gracias al dinero que le enviaban sus familiares y, otras, gracias a la solidaridad de sus compañeros de infortunio. De todo ello nos habla el diario de Casimiro Jabonero, en el que también aparece, aunque colateralmente, otro agente activo de la represión ejercida por el Régimen: la Iglesia católica. Quizás como pago a su apoyo al franquismo, la Iglesia católica se benefició del trabajo de los convictos. Jabonero no trabajó para la Iglesia en la cárcel de Santiago de Compostela, pero si conoció las visitas de un cura, cuyos servicios no parece que confortaron en demasía el espíritu de nuestro preso, a tenor de sus propias declaraciones: “Por la mañana estando en el patio, viene a hablar con nosotros un señor cura, nos hace algunas preguntas, que a mi no me hacen ni pizca de gracia, por que no parece sino que no somos criaturas de este mundo mas bien parece que venimos de las selvas vírgenes donde estan las personas como fieras, salvages, sin civilizar” (Santidrián, 2004: 107). Es posible, sin embargo, que fuera el aval de un sacerdote el que

permitiera que el destino de Casimiro Jabonero, un teniente del Ejército de la República, no fuera peor de lo que fue. Paradojas y contradicciones que, sin duda ninguna, tenían como objetivo recordar a los vencidos quién mandaba en la España de Franco. Casimiro Jabonero pasó posteriormente por otros recintos concentracionarios, entre ellos el de Miranda de Ebro: “Me comunican que este preparado para salir trasladado en compañia de Victor y Rodellar a Miranda de Ebro, (Campo de Concentración) de allí iré a un Batallon de Trabajadores, voy contento por que segun me informan se esta muy bien y mas probavilidades de salir en livertad que aquí, ademas que pueda ser que vaya a trabajar a mi oficio, esto me gustaria mucho” (Santidrián, 2004: 117). Desde la localidad burgalesa, Jabonero fue a Peñaranda de Bracamonde y a Dancharinea desde donde volvió a su pueblo para, finalmente, cumplir la “mili de Franco” en un Batallón Disciplinario en Ceuta. Reintegrado a la vida civil, Casimiro Jabonero se asentó en Madrid, donde después de no pocos problemas, consiguió rehacer su vida

y encontrar trabajo. Jabonero murió en 1998. Pero esto ya no está recogido en su diario. Proyectos Como decíamos al principio, la Fundación 10 de Marzo se integró en la RedAEIP hace dos años. Convencidos del interés historiográfico de lo que se conoce como escrituras populares –pero también como una posición política en tanto en cuanto este tipo de trabajos supone reconocer el papel histórico desempeñado por las gentes de a pie– la Fundación está comprometida en la recuperación y difusión de este tipo de materiales. Prueba de ello es la publicación, gracias a un convenio firmado con la Consellería de Traballo de la Xunta de Galicia, de dos libros de memorias con el sello de la RedAEIP: Un rapas da aldea. Vigo (1918-1978), memorias de Manuel Barros, un trabajador vigués del sector naval8, y Memorias de José Arias. ¿Mis pecados?, un campesino de O Ribeiro (Ourense)9. Por otra parte, en el último trimestre 2008 Ángel Rodríguez Gallardo y Rebeca Martínez, de la Universidade de Vigo, serán los editores del Episto-


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lario de Enriqueta Otero, comunista lucense que, después de una intensa actividad republicana a lo largo de la Guerra Civil, participó en la guerrilla antifranquista hasta que fue hecha prisionera10. Es este un primer paso dentro del proyecto de recuperación y edición de otros documentos (epistolarios, memorias, grafitis, etc.) que la Fundación 10 de Marzo y el Departamento de Lengua Española de la Universidad de Vigo –a través de Ángel Rodríguez Gallardo– están empezando a desarrollar. Esperamos poder dar cuenta de estos trabajos en los años venideros. Bibliografía FEIXA, Carles y Carme AGUSTÍ (2003), “Los discursos autobiográficos de la prisión política”, en Molinero, Carme, Margarita Sala e Jaume Sobrequés (eds.) (2003), Una inmensa prisión. Los campos de concentración y las prisiones durante la guerra civil y el franquismo, Barcelona, Crítica, pp. 199230. FONTANA, Josep (2001), La Historia de los hombres, Barcelona, Crítica. RODRIGO SÁNCHEZ, Javier (2003), Los campos de concentración franquistas. Entre la historia y la memoria, Madrid, Sietemares. SANTIDRIÁN ARIAS, Víctor Manuel (2004) (ed.), Diario del soldado republicano Casimiro Jabonero. Campo de prisioneros de Lavacolla. Prisión de Santiago de Compostela 1939/1940, Santiago de Compostela, Fundación 10 de Marzo, Centre d’Estudis sobre les Èpoques Franquista i DemocràticaUniversitat Autònoma de Barcelona, Concello de Santiago de Compostela. VINYES, Ricard (2002), Irredentas. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas, Madrid, Temas de Hoy. Notas 1

Diario del soldado republicano Casimiro Jabonero. Campo de prisioneros de Lavacolla. Prisión de Santiago de Compostela 1939/1940. La edición fue

Interior del diario posible gracias a la colaboración con el Centre d’Estudis sobre les Èpoques Franquista i Democràtica de la Universitat Autònoma de Barcelona y el Concello de Santiago de Compostela. 2 La Fundación 10 de Marzo es una fundación cultural promovida por el Sindicato Nacional de CC.OO. de Galicia al amparo de la Ley de Fundaciones de Interés Gallego. Se el 25 de junio de 1991 con el objetivo, entre otros, de recuperar la historia de los movimientos sociales y políticos de Galicia en los anos del franquismo. 3 Durante la reunión anual de la RedAEIP, celebrada en Getafe en noviembre de 2007, surgió la idea de publicar algunos trabajos allí presentados. Estas páginas suponen la culminación de tal propósito. 4 Citado en Fontana, 2001: 351. 5 Los expurgos, intencionados o no, y la desaparición de la documentación oficial llevan a algunos autores a hablar de “olvido institucionalizado”. Para documentar el diario fueron consultados, con escaso éxito, varios archivos: el Archivo Histórico Nacional. Guerra Civil (Salamanca), los archivos militares

de Ávila y Guadalajara, el Archivo Histórico del Ejército del Aire (Villaviciosa de Odón, Madrid) y el Arquivo Histórico Universitario de Santiago de Compostela. 6 La edición del diario se completa con una introducción que pone en relación la figura de Casimiro Jabonero con la represión franquista –en particular con lo que se ha dado en llamar el universo concentracionario franquista– y una semblanza biográfica del protagonista de la mano de Mariano Jabonero, uno de los hijos del protagonista. 7 Ver, por ejemplo, Molinero, Sobrequés y Sala, 2003. 8 Edición a cargo de Begoña Méndez Vázquez y Víctor M. Santidrián Arias. 9 La edición de este último volumen es obra de Daniel Lanero Táboas, profesor de la Universidade de Santiago de Compostela. 10 Ángel Rodríguez Gallardo es autor de una biografía sobre esta lucense: Ángel Rodríguez Gallardo, Letras armadas. As vidas de Enriqueta Otero, Santiago de Compostela, Fundación 10 de Marzo-Concello de Lugo, 2005.


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Escrito en barro: algunos aspectos de la escritura en la alfarería tradicional

Nos hemos tomado la licencia de copiar parte del título del libro de Rosselló Bordoy (2000) para presentar esta primera aproximación al tema de la escritura en la cerámica, el cual apenas si cuenta con algunos pocos trabajos, los cuales muestran de una forma un tanto folklórico ciertas particularidades de las vasijas de los diferentes centros alfareros peninsulares. Pretende esta modesta aportación dar cuenta de algunos aspectos relativos a la presencia casi generalizada de escritura, casi telegráfica en la PEDRO JAVIER CRUZ SÁNCHEZ (D. y E. El Rebollar) Prácticamente desde la aparición de la cerámica encontramos trazos y símbolos que nos indican en ocasiones marcas de propiedad, una suerte de numerales otras o incluso decoraciones simbólicas en otros casos. Y es que el barro ha sido uno de los principales soportes para reflejar ideas desde los orígenes de la civilización. Sin necesidad de remontarnos mucho en el tiempo, podemos comprobar como los pueblos prerromanos, en especial el pueblo ibero en la Península Ibérica, contaban con un alfabeto propio que habitualmente representaban bajo la forma de frases o nombres en sus ornados cacharros. Los romanos, tomando tradiciones pasadas, nos han dejado abundantes muestras de su escritura en infinidad de recipientes, desde aquellos en los que se recogen los sellos correspondientes a tal o cual alfar (La Graufesenque en la Galia o Tricio y Andujar en la Península Ibérica, entre otros muchos), a tituli picti o graffiti con los nombres de sus poseedores en las paredes de sus vasos.

mayor parte de los casos, en buena parte de los recipientes que utilizaron nuestros antepasados, la cual nos ofrece noticias tales como los nombres de sus poseedores, la pertenencia de tal o cual cofradía o familia nobiliaria, pero también las devociones, ciertas marcas o simplemente frases hechas o chascarrillos que circularon de boca en boca de los paisanos de antaño; escritura premeditada las más de las veces u ocasional otras, de todos estos temas trataremos en las líneas que siguen a continuación.

La tradición árabe, tan arraigada en la Península, nos deja la presencia por su parte de numerosos recipientes principalmente de época califal con frases de carácter religioso entre los que destacan algunos versículos del Corán, entre los más conocidos, en los cuales se ha querido entrever en alguna ocasión un sentido apotropaico; no obstante son más comunes en las piezas de esta época textos antroponímicos o nombres de propiedad (Rosselló, 2000: 27) Los Siglos de Oro de nuestra Edad Moderna, como continuación de la etapa anterior, representan en la tradición alfarera un episodio muy a tener en cuenta por cuanto en estos momentos encontramos una serie de rasgos que luego podremos observar en las alfarerías tradicionales y que se advierten tanto en la propia distinción de los tipos cerámicos –piezas de mesa frente a otras de almacenamiento o cocina, separación que en los documentos de la época se marca claramente en alcalleres, olleros, tinajeros y tejeros–, como en el mundo de las decoraciones, en el cual entra de lleno el tema del presente trabajo. Esta distinción entre piezas de cierta presencia como pueden ser los platos

talaveranos destinados a las mesas mejor vestidas y aquellas otras de uso común, de uso más cotidiano, marca indefectiblemente el interés de aquellos cacharros objeto de nuestra atención –los del segundo grupo– frente a los primeros, elaborados para ciertos sectores de la población tales como el estamento eclesiástico, la incipiente burguesía urbana o algunos elementos de la aristocracia. Nos alejamos por tanto de unas piezas frente a otras que adoptaron un recurso técnico propio de la cerámica de lujo y lo popularizándolo en mayor o menor medida; es a partir de los siglo XVII y XVIII cuando comenzamos a advertir una corriente eminentemente popular en la alfarería, asociada en buena medida a la multiplicación de los obradores por buena parte de la Península, la cual ha pervivido hasta prácticamente nuestros días. Se generaliza el uso de la escritura, como bien señala Martínez Glera, a partir del siglo XVII en adelante (1991:392). Muestras en la alfarería Frente a aquellas otras escrituras en barro asociadas a determinados


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estamentos de los estamentos mejor posicionados, en las cuales se advierten una recurrencia casi obsesiva por mostrar los títulos, los cargos o los honores (apoyada en la representa-

ción del escudo de armas o el anagrama de la orden religiosa en cuestión), la escritura que se engloba dentro de género de lo popular atiende a parámetros más cotidianos, si

queremos decirlo así, aunque no siempre. No es este el lugar para efectuar un completo repaso de las escrituras que encontramos en las alfarerías de época moderna y contemporánea por cuanto sería un trabajo casi inabarcable; damos cuenta, más bien, de unos cuantos ejemplos tomados de aquí y de allí sin más afán que poner el acento en un aspecto que tal vez puede resultar algo accesorio respecto al tema de la alfarería, centrada ésta más en cuestiones relativas a obradores, influencias o vías de distribución y dispersión. En fin, tratamos de un modo tal vez algo atropellado escrituras en unos soportes específicos en un intento de deslindar para el futuro una vía de investigación que apenas se encuentra en el comienzo de su camino. Como ocurre en otras esferas de la escritura popular, a estos textos el investigador se puede acercar desde diversas ópticas: 1) la del contexto del propio objeto; 2) la del propio análisis morfológico de la escritura (tipografía, caligrafía); 3) el lenguaje y significado de la escritura y 4) como colofón de los anteriores, la tradición cultural presente tanto en el emisor del objeto como del receptor en el que surge una particular comunicación entrambos comprendida en un contexto y tiempo determinado. Partimos de la información que arroja la denominada cerámica de basto (Seseña, 1997) o utilitaria (González, 1989), habitualmente dotadas de cubierta o baño estannífero (lozas ordinarias según aparece en la documentación), la cual permitió por simple efecto cromático escribir cuando con la pasta tierna, en un proceso anterior a la cubierta estannífera. Un primer acercamiento al tema nos permite distinguir por tanto entre aquellas piezas vidriadas de las que no poseen esta cubierta, que en este caso aparece copado casi con carácter de exclusividad por las tejas. Mostramos, así las cosas, un ramillete de ejemplos tomados de aquí y de allá que, en ningún caso, pretende ser exhaustivo debido a la generalización de este tipo de práctica que ha pervivido hasta la actualidad.


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Tejas escritas Entramos de lleno en un tema poco tratado en los estudios etnográficos. Cabe recordar al respecto el ya clásico trabajo de J. Coll Conesa sobre las tejas decoradas del Valle de Sóller, algunas de las cuales muestran fechas de los siglos XVI y XVII, si bien el grueso de las conocidas son de los siglos XVIII y XIX (Coll Conesa, 1977: 614-615). Frente a aquellas tejas en las que se representan una variada simbología, las que muestran trazos escritos recogen frases y emblemas religiosos o, más frecuentemente, inscripciones profanas como aquella de Fornalutx que dice “Qui com es Jove no traballa, com es vell jeu a la palla” (Quien cuando es joven no trabaja, cuando es viejo duerme sobre la paja) (ibidem, 614). Conocemos en las tierras centrales algunos ejemplos de tejas escritas, la mayor parte de ellas datadas hacia la primera mitad del siglo pasado; al respecto baste recordar la teja conservada en el Museo Etnográfico de Castilla y León procedente de un alfar burgalés en el que se puede leer la frase: Ramón Simón/ tejero de Santibáñez/ Asturiano/ de / Llanes/ Vibaño/ Año 1951/ El Conbral (Dacosta, Gómez y Porro, 2004: 236). La localidad rayana de La Bouza (Salamanca) contó a principios desde siglo con un alfar que coció tejas para buena parte de los pueblos de la comarca; era frecuente que los tejeros de este obrador escribiesen sobre las tersas superficies de las tejas antes de entrar al horno algunas frases, una veces de carácter religiosas, otras profanas. Conservadas en el pequeño museo de Puerto Seguro proceden varias tejas escritas que tuvimos oportunidad de estudiar. Dice una de ellas: Esta teja tiene poder sobre-natural / que Dios y la Virgen de Fátima le a / dado rezando diez rosarios sino lo / castigará a las desgracias más grandes / de su casa. El carácter protector de la misma, dispuesta sobre el tejado es claro. Otra teja expresa, como lo hiciera la burgalesa, lo siguiente: Esta teja es la última que se hizo de la / temporada del año 1946. El día 3

de octubre / miércoles a las 4 de la tarde hace el nº / 15.000 en piezas en el tejar de Bouza / ANC. Más precisión, imposible. Otras tejas muestran textos de lo más variopinto: “María Almeida es bizca” o “Albañil yo soy la mejor teja que es puesta soy de Bouza”. Muchas de ellas, por fin, presentan con burdos trazos caricaturas, representación de animales o símbolos diversos. La cacharrería popular Las alfarerías de los siglos XIX y ofrecen infinidad de muestras de escritura popular; hasta tal punto es frecuente la escritura sobre el barro vidriado que prácticamente ningún alfar peninsular carece de piezas con algún tipo de muestra caligráfica en sus producciones, realizadas en la mayor parte de las ocasiones a petición de la clientela, si bien otras veces es el propio alfarero que inserta algún nombre o alguna frase en la vidriada panza del cacharro. Antes de entrar a exponer algunos ejemplos de los tipos de escrituras que nos podemos encontrar en esta alfarería, convendría recalcar un par de hechos; por un lado y desde el punto de vista del continente, buena parte de los textos que encontramos en los XX

barros hacen referencia al líquido que transportan y así es como se suele indicar el tipo de líquido –vino fundamentalmente–, quien lo disfruta y sus excelencias. Se trata pues de un recurso que se repite en la mayor parte de los casos que conocemos, sea tanto para uso individual como para uso de colectivos, tales como las cofradías. Por otro lado es necesario reseñar la importancia de la propia escritura como informadora del sujeto que encarga el texto, quien lo escribe y quien lo lee. Este tipo de escritura, de caligrafías, cuenta con un lenguaje particular de clara extracción popular en el que se entreveran elementos cultos, en un contexto propio de ámbitos rurales y que es preciso desvelar para comprender en su totalidad un fenómeno casi tan antiguo como el nacimiento de la cerámica. A la hora de enfrentarnos a la escritura popular sobre la cerámica se hace preciso establecer una aproximación tipológica para este tipo de manifestación que permita ordenar a priori todo el amplio abanico de textos que recogen los cacharros de uso cotidiano. En este sentido, hemos establecido una serie de grandes bloques que recogen de manera global


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la tipología de textos que podemos encontrar impresos en el barro. Son las siguientes: · Letreros de propiedad · Escritos de tipo piadoso · Sentencias y frases jocosas · Cerámica funeraria · Otros Letreros de propiedad Se trata, sin ningún género de dudas, de la escritura más generalizada en la cerámica. Los ejemplos son innumerables y los encontramos en todo tipo de recipientes, desde piezas de almacenamiento o cocina hasta aquellas otras destinadas a la mesa; la frase más habitual es Soy de fulano o para uso de mengano, si bien encontramos otras fórmulas en las que se realizan detalladas descripciones de sus propietarios, de los alfareros, el año de fabricación y el lugar de ubicación del obrador. En la localidad pinariega de Tardelcuende (Soria) dimos con una jarra vidriada en amarillo que recogía la siguiente frase: Soy para el servicio de/ Cipriano Barranco y/ su consorte Eulalia Antón/ vecinos de Madriguera/ fabrica Leandro López/ año 1882. En una jarra de la localidad riojana de Haro encontramos por su parte el letrero que sigue a continuación: Soi de la / Billa/ de Aro/ año de 1786 (Martínez Glera, 1991: 391); vemos cómo en este caso es la propia villa quien realiza el encargo de un jarra cuyo uso tal vez tenga que ponerse en relación con los sistemas de control de las medidas de líquidos de la localidad. En otra jarra procedente de Peñafiel (García Benito, 2004: 188), se escribe Soy de/ Julián de Grado Zarza/ y de/ Micaela Martínez/ 1818. Hay ocasiones en las que se realizaron por encargo piezas, ciertamente excepcionales eso sí, en las que se detallan datos precisos de su propietario, acompañando al texto toda una serie de dibujos alusivos a la vida de su posesor. Recoge Lezcano Tejado a este respecto una ponchera fechada en 1912 procedente de los alfares de Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real) en la que narra con dibujos el oficio de Gregorio Hernández/ operario de el Servicio de aguas/ de la Cñia de M. Z. A.

Alcazar de San Juan/ (Ciudad Real) (Lezcano Tejado, 2000: 169). Junto con las piezas de encargo, ciertos talleres como los de Alba de Tormes (Salamanca) realizaron multitud de recipientes con los nombres más habituales en el santoral, por mor de una mejor venta. A este respecto el alfarero Tadeo Pérez Hernández comentaba que cuando acudía a las ferias “…las mujeres te revolvían toda la loza para encontrar su nombre y era una molestia, y se empezaron a evitar por aquella causa los nombres” (citado en Bofill et alii, 1991: 157).

Escritos de tipo piadoso Relacionados con los textos anteriores, los escritos de tipo piadoso suelen ser a la vez encargos bien de Cofradías que es lo más habitual, bien de devociones particulares; en estos se mezcla por tanto, el propio encargo con la devoción particular. Se trata de un tipo de escritura que se documenta al menos desde el siglo XVI tal y como se pone de manifiesto en una jarra del alfar riojano de Navarrete en la que se lee Cofradía de la Soledad de Viana/ año de 1588


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(Martínez Glera, 1991: 343). A lo largo de los siglos siguientes y sobre todo a partir del siglo XIX encontramos multitud de ejemplos; así procedentes de los alfares de Peñafiel encontramos dos magníficos ejemplares de jarras de cofradías. La primera, fechada hacia 1871 reza lo siguiente: Esta jarra es de la Compañía de Jesús/ viba la alegriya viba la unión viba el bino tinto/ que a todos nos gusto Dios guarde muchos años/ los clabeles y las rrosas las azucenas y lirio no me/ padecen también como tume as padecido/ Liro Miro (citado en García Benito, 2004: 187). La segunda, del siglo XX, ofrece la siguiente inscripción: Recuerdo de Bonifacio Zarza/ para la Cofradía de San Roque/ llevaba 45 años de cofrade/ Peñafiel 3 de septiembre de 1950/ Feliciano Curiel/ alfarero (ibidem, 188-190). Encontramos, no obstante, frases más sencillas del tipo Viva el dulce nombre de Jesús (ibídem, 190) o, más frecuentemente, los anagramas de María o Jesús o distintos motivos de carácter religiosos tales como cruces, azucenas, representaciones de la Virgen o los instrumenta martiria, tal y como podemos encontrar en las representaciones del arte pastoril (cf. Cortés Vázquez, 1992). Dentro de este conjunto podemos incluir todos aquellos recipientes, realizados por lo común de encargo y en grandes cantidades, destinados a su venta en las principales romerías comarcanas. Así a los diferentes alfareros de Peñafiel se les encargó en numerosas ocasiones la factura de unas pequeñas jarritas, platos y barrilitos para la romería del santuario segoviano de El Henar; si bien era habitual la representación de la imagen de la Virgen del Henar, no lo es menos la presencia de barrilas con el letrero Rdo. del Henar, las cuales se vendían en los puestos que se instalaban en las inmediaciones del santuario el día de la fiesta. En este caso la escritura que habitualmente cuenta con un carácter de cierta exclusividad, pasa a formar parte de un producto estandarizado que pierde parte de su significado cuando se hace en serie.

Sentencias y frases jocosas No menos abundantes son aquellos recipientes – nuevamente jarras y cántaros- en los que se escriben frases jocosas muchas de ellas relacionadas con el líquido que contenían. Si bien las encontramos en numerosos alfares peninsulares, no es menos cierto que menudean en aquellos obradores cercanos a las comarcas vitivinícolas tradicionales, tal y como ocurre en la Ribera del Duero (alfares de Peñafiel) o en La Rioja (alfares de Navarrete). Muestras todos ellos frases hechas, con chascarrillos procedentes del acervo popular unas veces y otras vulgarizaciones de frases de origen culto. Los ejemplos son también abundantes. Entre las fórmulas más sencillas encontramos en una jarra peñafielense la frase que dice Gil Gimeno/ Mecogerás conbalor/ Megarás cononor (García Benito, 2004: 189); las dos siguientes procedentes de Navarrete rezan así: Si bebes mi vino/ te pones pepino o Si sabes beber beberás/ sino me dejas en paz/ Rº Navarrete (Martínez Glera, 1991: 392 y 399).

Encontramos así mismo complejas retahílas cuyo origen hay que buscarlo en la fraseología popular; una jarra de la localidad vallisoletana de Peñafiel (García Benito, 2004: 189) expresa: Viva el vino y las mujeres / Javier Rodríguez / Castrillo de Duero / Si quieres vivir sano y contento bebe / de este elemento. Otra pieza de La Rioja (Martínez Glera, 1991: 397) dice lo siguiente: Soy para Deogracias el del Vicho / y por el sigo cazando / el vino que bebo aquí lo bebo de Contrabando / Yo que soy cazador a mi me pilló un ribazo / y ya me encomiendo a Dios / Lo yzo Canuto Fajardo. Si bien la mayor parte de las coplas y chascarrillos encuentran su génesis en el acervo popular, encontramos algunos dichos en los que es posible rastrear un origen culto. En una jarra salida de los alfares riojanos de Navarrete Martínez Glera (1991:394) recogió esta frase en latín castellanizado: Al agua la llaman Egüis al vino Consolitatis solo quiero vinitatis porque mata gusarapis


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Cerámica funeraria Aunque con un soporte que difiere a veces sustancialmente de las piezas que estamos tratando, no podemos dejar de mencionar un tipo muy especial de cerámica que mezcla tanto los propios elementos de la cerámica popular con aquellos otros de la escritura y los particulares del mundo funerario, enormemente complejo por otro lado para tratarlo en estas breves notas. Parece que en diferentes ámbitos de la Península se elaboraron por encargo lápidas sobre revestimientos cerámicos –áreas aragonesa y toledana preferentemente–, muy comunes en aquellas áreas a partir de la segunda mitad del siglo XIX y que perduraron hasta prácticamente el primer tercio del siglo siguiente. Muestran en este caso una elaboración tipográfica más cuidada que la escritura sobre cerámica de basto, si bien encontramos en las lápidas el mismo sabor popular que en aquellas. Traemos a modo de ejemplo una lauda conservada en el Museo Etnológico de Muel fechada en 1858 que reza lo siguiente (Álvaro Zamora, 2000: 25): Aquí yacen los res tos mortales de Do mingo Ansón que mu rió el veinte de nobiem bre de 1858 a los 64 años de su edad rogad a Dios por su alma. En otros casos se incluyen junto con el nombre, edad y fecha del difunto unos versos, elaborado todo ello con una caligrafía que nos recuerda en la distancia aquellos viejos manuales que servían de modelos caligráficos que tanta difusión tuvieron a lo largo de los siglos XIX y XX. Traemos otro ejemplo, también procedente del cementerio de Muel (González-Hontoria, 1991: 104) en el que se puede leer: Aquí yace Bárbara Mainar Falleció el 18 de Octubre del año 1885 A los 22 años 10 meses 14 días de su edad Bárbara bien de mi vida A Dios te encomendamos

Porque tus virtudes son El perdón de tus pecados. Nos dejaste en un clamor A tu niña y tu esposo Pídele a Dios con fervor Que es muy misericordioso. Existe una costumbre que aún hoy perdura y que consiste en la colocación de recipientes cerámicos sobre las tumbas de los familiares desaparecidos el día de difuntos y que encuentra su génesis en viejas prácticas rituales que caben ser llevadas a los primeros tiempos de la Humanidad. Pues bien, se documentan en algunos puntos de la geografía peninsular la existencia de un especial tipo de recipientes de loza, de claro sabor popular en los que se representa bien una cruz de color oscuro pintada que destaca sobre el color claro del barro o las iniciales del finado o incluso la inscripción R.I.P. bajo una cruz pintada (González-Hontoria, 1991). Otros En este apartado, por fin, englobamos toda una amplia variedad de escrituras y dibujos dispuestos sobre las panzas de las piezas cerámicas; nos encontramos, en todo caso, ante textos y símbolos que forman parte de una tradición que no es exclusiva de este tipo de materiales sino que encontramos sobre otros soportes bien sean de tipo mueble –madera, textiles, asta, o incluso la propia piel humana.–, o incluso inmueble, tal y como se nos muestra muchas veces en dinteles y tozas, bien esgrafiados bien grabados. Si bien son las representaciones de letras y números los más habituales –abreviaturas o iniciales de sus propietarios y fechas de fabricación–, no dejamos de observar la presencia de otros tipos de textos de origen antiguo pero que se adapta a los nuevos tiempos. Regalos conmemorativos o acontecimientos familiares (ya se sabe, bodas, bautizos y comuniones), han ido tomando el relevo a aquellas otras frases de tipo religioso, laudatorio o jocoso que encontrábamos en muchos de los recipientes que encar-

garon nuestros antepasados y que pasaron de generación en generación hasta quedar apartados en algún rincón de nuestros sobrados. La escritura sobre barro –por tanto– no ha desaparecido pero se ha transformado paulatinamente en objeto de souvenir. Bibliografía citada ÁLVARO ZAMORA, Mª I. (2000): Muel. Ruta de la Cerámica de Aplicación Arquitectónica. Diputación de Zaragoza. BOFILL CATALÁ, Mª V., HERNÁNDEZ RAMOS, L Y LATRE GONZÁLEZ, G. (1991): La alfarería de Alba de Tormes. Diputación de Salamanca. COLL CONESA, J. (1977): “Tejas decoradas en el Valle de Sóller”, en Etnología y Tradiciones Populares. II Congreso Nacional de Artes y Costumbres Populares: 611-633. Zaragoza. CORTÉS VÁZQUEZ, L. (1992): Arte popular salmantino. Salamanca. DACOSTA, A., GÓMEZ LACORT, E. Y PORRO, C. A. (2004): “El barro: símbolo y función”, en Museo Etnográfico de Castilla y León: 219237. Zamora. GARCÍA BENITO, A. (2004): Cerámica tradicional de Peñafiel. Diputación de Valladolid. GONZÁLEZ, P. (1989): Cerámica preindustrial en la provincia de Valladolid. Valladolid. GONZÁLEZ-HONTORIA Y ALLENDESALAZAR, G. (1991): El arte popular en el ciclo de la vida humana. Nacimiento, Matrimonio y Muerte. Testimonio Compañía Editorial. Madrid. LEZCANO TEJADO, J. M.ª (2000): Los Barreros. Alfarería en la Provincia de Ciudad Real. Diputación de Ciudad Real. MARTÍNEZ GLERA, E. (1991): La alfarería en La Rioja. Siglos XVI al XX. Gobierno de La Rioja. ROSSELLÓ BORDOY, G. (2000): Escrito en barro. Notas sobre epigrafía en cerámicas de época islámica. Trabajos del Museo de Mallorca, 58. Palma de Mallorca. SESEÑA, N. (1997): Cacharrería popular. La alfarería de basto en España. Alianza Editorial. Madrid.


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Palabras en la nieve. Una carta desde el frente de Aragón

Marzo de 1938. En algún lugar del Frente de Aragón, en plena Guerra Civil, uno de los miles de soldados anónimos que arriesgaron sus vidas en los campos de batalla de una España rota en dos, tomó su pluma en un rato de descanso y se dispuso a escribir en una cuartilla blanca una carta. La destinataria era Dolores Yagüe, una joven

VERÓNICA SIERRA BLAS Universidad de Alcalá SIECE-Grupo LEA La carta a Dolores nace de otra epístola. Al parecer, el soldado había recibido una carta de su padre y después de leerla y seguramente contestarle, aprovechó la ocasión para escribir también a su amiga, quien no hacía mucho tiempo había tomado la decisión de hacerse madrina de guerra y empezaba a recibir en su domicilio proposiciones de soldados que la pretendían como corresponsal. Quizás pensó que así también ella podría aportar su granito de arena, ofreciéndoles a aquellos soldados que lo solicitaran sus palabras de apoyo y consuelo, enviándoles un paquete de tabaco, alguna prenda de abrigo o algo de comida junto a sus cartas. En su archivo personal Dolores conserva aún hoy muchas de esas cartas de soldados, entre ellas ésta de su amigo Pepe. Eran pocos los momentos de calma en medio de la lucha, pero el soldado los aprovechaba al máximo. En estos períodos de descanso, la escritura y la lectura fueron sus más fieles aliadas. La hora más esperada del día en campaña era la del reparto del correo. La lectura de las cartas recibidas se desarrollaba en las trin-

de Aniñón, un pueblecito de Zaragoza cercano a Calatayud, a la que el soldado conocía desde hacía años. Eran vecinos y buenos amigos. De ahí el tono familiar de la carta, la forma en la que está escrita, la ausencia de protocolos y de formulismos, salvo el conocido «Sin más por hoy…» que cierra el escrito.

cheras como si fuera un ritual. Primero se leían una vez en público, en alta voz, por si contenían información relevante o hablaban de otros compañeros. Después, la carta se leía otra vez, pero a solas, degustando letra por letra, como si fuera una oración. La lectura continuaba una tercera, cuarta o quinta vez, hasta que la carta era aprendida de memoria. Palabras del frente a la retaguardia llegaron así al corazón de los combatientes ofreciéndoles entretenimiento y compañía, tendieron puentes en la distancia y surcaron los mares de la ausencia. Las cartas llegaron a convertirse incluso en verdaderos talismanes que los soldados llevaban consigo convencidos de su efecto milagroso y protector.5 Como han afirmado muchos de los especialistas en las escrituras bélicas, las guerras provocan un fenómeno que se ha venido denominando como «bulimia escrituraria».6 Es en los períodos bélicos o en circunstancias difíciles y dramáticas, como el exilio o la reclusión, cuando se produce una intensificación y multiplicación de la necesidad de escritura. Que los soldados tomaran la pluma para contarles a sus mujeres, a sus hermanas y hermanos, a sus padres o a sus amigos lo que vivían en los frentes fue debido, en muchos

casos, a su deseo de dejar memoria de su contribución anónima a la victoria; pero sobre todo, no debemos olvidar que escribieron para constatar que, después de todo lo pasado, estaban vivos.7 Escribir para resistir; escribir para manifestar que se vive; escribir, al fin y al cabo, para construir una memoria; son sólo algunas de las funciones que la escritura asume en circunstancias que, como los conflictos bélicos, provocan la separación de los seres queridos, el miedo y la incertidumbre ante lo que pueda acontecer, la angustia y la desesperación derivadas de ser testigo excepcional de situaciones dramáticas y de enfrentarse cara a cara con la muerte. Pero quien busque en estas cartas datos inéditos, informaciones sorprendentes, no las encontrará. Son fruto de la vida diaria, de la monotonía de la guerra, de la necesidad primaria de la gente corriente. Contienen las huellas silenciosas de la censura militar: poco más se permitió a los soldados que dar cuenta de su salud, hablar del tiempo o interesarse por el estado de los suyos.8 Les estaba terminantemente prohibido informar de las operaciones militares, de la posición en que se encontraban, del curso de la guerra. De ésta apenas ni rastro, aunque


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Carta de un soldado llamado Pepe a su madrina de guerra, Dolores Yagüe. [¿Frente de Aragón, marzo de 1938?].


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TRANSCRIPCIÓN DEL DOCUMENTO "[Frente de Aragón, marzo de 1938] Dolores recibo carta de mi / padre medice hay muchos Italianos / en el pueblo. para ti, claro que no / pero mira que con las ganas de jaleo / que tienen las mozas, gozarán ahora / conlos buenos chicos que són, a que / se queda al guno de los que festejan / sin novia. Ya habran echo baile / a estas horas. mas vale asi que se / diviertan. No te y escrito hantes por que a estado el correo unos dias / sin benir y sin hir. Con la madrina marcho de / primera me ha mandado un paquete / de tabaco y otras cosas que acaba con / el mundo. no te digo lo que hay. Tambien beo bas siendo pretendida / para madrina, yo no te digo nada / pero si que te digo que mires con / quien te juegas los cuartos. Sin mas por hoy muchos recuerdos / atodos de tu casa como a toda tu familia / y a las muchachas del corte y tu recibe lo / que quieras de este tu buen amigo Pepe [P. D.] No te escribo mas pues no puedo de frio / en estos momentos esta nevando".

excepciones siempre hay. Cartas, en fin, que significan más por lo que callan que por lo que dicen. Procedentes, además, de manos que son, por lo general, todavía inexpertas, que están poco familiarizadas con la escritura. La cursiva de Pepe, aunque caligráficamente perfecta y legible, está plagada de fallos lingüísticos. Basta con fijarse en la incorrecta segmentación de algunas palabras («al/guno», por ejemplo), en las faltas de ortografía (el uso de la «h» o de la «b», sobre todo, como «echo», «bale», «hantes», «a estado», «benir», «bas») o en la forma misma de escribir, como si la escritura fuera una trasposición de lo hablado, como si la carta fuera una conversación.9 Pero si hay algo de maravilloso en estos pedazos de papel, en estas autobiografías en miniatura, es precisamente eso: la vida que en ellas aún respira, la realidad de la que nacieron. Una realidad que, desde luego, nada tenía que ver con la de otras personas que vivieron la misma guerra, pero de forma muy distinta, y cuyos nombres todos conocemos por las hazañas que realizaron, las decisiones que tomaron o las negligencias que cometieron. De Pepe y de Dolores no sabemos más que lo que se encierra en estas 26 líneas. Que Pepe está en el frente, que le ha

escrito su padre contándole que han llegado muchos italianos al pueblo, que el correo es muy irregular en las trincheras, que el soldado está contento con su madrina de guerra, que Dolores también realiza esta labor con otros soldados, que su amigo le advierte de a ver con quién se escribe y que la carta está escrita mientras los copos de nieve hacen que la mano de su autor no pueda continuar escribiendo. Nada más. Todo eso. ¿Quién les iba a decir a estos dos jóvenes en 1938 que casi setenta años después, en el año 2006, su carta estaría en mis manos y ahora en estas páginas? ¿Cómo iba a imaginarse este soldado anónimo que escribía esta carta en ese frío mes de marzo del tercer año de guerra, congelado y hambriento mientras nevaba en la montaña, que sus letras iban a llegar hoy a muchos más ojos que a los de su amiga?. En esto, precisamente, reposa el misterio. Cartas privadas, íntimas, personales, que con el paso del tiempo y siguiendo los surcos de la Historia acaban por hacerse públicas,10 por formar parte de la vida de otras personas, por ser patrimonio colectivo de un tiempo en el que recuperar la memoria perdida es ya tarea de todos. Del clasicismo en adelante, como bien ha subrayado Jim Sharpe, la Historia se ha contemplado tradicio-

nalmente como el relato de los hechos vividos y protagonizados por los grandes personajes.11 Sin embargo, cada vez más, son muchas las voces que se alzan –recolectando los frutos de los primeros pasos dados por la Historia social– para reclamar el papel de la gente común en la construcción histórica, para destacar que miles de soldados rasos, como Pepe, fueron los verdaderos protagonistas de las batallas libradas, de las victorias conseguidas, de los acontecimientos decisivos que han ido marcando las distintas etapas de la evolución humana. En los últimos años no cesan las publicaciones que editan y recopilan testimonios de «los sin voz», como en su día los denominó Ronald Fraser,12 o de «los olvidados de la historia», si queremos recuperar a Edward Thompson.13 Cartas como la que se transcribe en estas páginas, diarios, memorias, cuadernos y un sinfín de documentos personales están saliendo a la luz evidenciando, por fin, cómo los investigadores han sido capaces de volver la mirada hacia nuevas fuentes de estudio ignoradas o desconocidas, desarrollando nuevas líneas y métodos de estudio para ofrecer una nueva perspectiva desde la que reescribir la Historia a partir de las experiencias vividas por hombres y mujeres corrientes.


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Pero no basta con hacer públicos los papeles que durante años han permanecido en silencio, conservados en baúles o enterrados bajo árboles, perdidos entre expedientes que nadie se atrevía a leer o escondidos bajo llave por miedo a que fueran descubiertos, a que pudieran delatar, a que fueran motivo para la acusación o el castigo. Es necesario estudiarlos, como cualquier fuente histórica, en todas sus dimensiones posibles, reclamando su valor y su veracidad, con el rigor y la seriedad que merecen, y sin olvidar, como hace años advertía e Armando Petrucci, que «las vías de la escritura son de verdad infinitas; pero quizá las menos conocidas y más oscuras, las aún no trazadas en nuestros mapas son las que llevarán más lejos. Intentemos reconocerlas y recorrerlas».14 Aceptemos la invitación del maestro y comencemos la tarea, que sin duda será larga y compleja, pero que traerá consigo un nuevo mundo por descubrir. Notas 1 En la transcripción del documento se han respetado la ortografía y la sintaxis originales con el objeto de mostrar el nivel de competencia gráfica de la persona que escribe la carta. 2 La carta de Pepe a Dolores Yagüe se conserva en el archivo personal de ésta última en su casa particular de Calatayud. Forma parte del paquete epistolar que contiene las huellas de su actividad como madrina de guerra durante la Guerra Civil española. Debo al profesor Diego Navarro Bonilla tenerla hoy en mis manos, como otras tantas cosas que a lo largo de estos años me ha ido descubriendo. Con respecto a la fecha de la carta de Pepe, la he intuido a partir de la lectura del resto de documentos conservados, pues todos éstos están datados entre diciembre de 1937 y marzo de 1938, así como del contenido mismo del escrito. Igualmente he deducido que Pepe se encuentra en el Frente de Aragón, porque el resto de sus compañeros que se escriben con Dolores lo están, según puede apreciarse en sus cartas, en las que consta la dirección a la que ésta debe remitir la correspondencia. El motivo por el que no aparecen las señas ni la fecha en la carta de Pepe a Dolores puede ser debido a que fuera enviada junto a la carta que había remi-

tido a su padre y a la que hace referencia al inicio del escrito. Era corriente que un mismo sobre sirviera para hacer llegar distintas cartas a destinatarios diversos con el fin de ahorrar sellos y papel. 3 Finalizada la toma de Teruel en febrero de 1938 comienza la ofensiva franquista sobre Aragón con el objetivo de alcanzar el Mediterráneo. A principios de marzo de 1938 Franco ha organizado ya el Ejército del Norte bajo el mando del general Dávila y entre los cuerpos que éste dirige se encuentran varias divisiones italianas comandadas por el general Berti pertenecientes al Corpo di Troppi Voluntari (CTV). La presencia de los italianos en Aragón desde finales de 1937 y los primeros meses de 1938, período en el que esta zona del país se convirtió en escenario de la guerra, se dejó así notar en los pueblos, donde muchos soldados italianos fueron acogidos en casas particulares. Sobre la intervención italiana en la guerra remito, a modo de ejemplo, a Ismael Saz y Javier Tusell (eds.): Fascistas en España. La intervención italiana en la guerra civil a través de los telegramas de la «Missione Militare Italiana in Spagna», Madrid: CSIC, 1981; Aldo Mosandi: In nome della libertá: diario della guerra di Spagna, 1936-1939, Milán: Nursia, 2002; Morten Heiberg: Emperadores del Mediterráneo. Franco, Mussolini y la guerra civil española, Barcelona: Crítica, 2003; Dimas Vaquero Peláez: Creer, obedecer, combatir… y morir. Fascistas italianos en la Guerra Civil española, Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 2006; y Judith Keene: Fighting for Franco: international volunteers in nacionalist Spain during the Spanish Civil War, 1936-39, Londres: Gabriel Jackson, 2007. 4 Las madrinas de guerra eran aquellas mujeres que mediante el envío de correspondencia y regalos a los combatientes (tabaco, ropa, comida, libros, etc.) contribuían a mantener su ánimo y ayudaban a su sustento material. Sobre las mismas remito a Augusta Molinari: La buona signora e i poveri soldati. Lettere a una madrina di guerra (1915-1918), Turín: Scriptorium, 1998; Manuel de Ramón y Carmen Ortiz: Madrina de guerra. Cartas desde el frente, Madrid: La Esfera de los Libros, 2003; y Verónica Sierra Blas: «La guerra en el tintero. Los manuales epistolares para soldados», Pliegos de Bibliofilia, 21, 2003, pp. 15-38, y «“Mi querida Madrinita”. Realidad y ficción en la correspondencia bélica», El Filandar. Publicación de Cultura Tradicional, nº 15, 2004, pp. 12-15. 5 Sobre la carta como talismán remito a Fabio Caffarena: Lettera dalla

Grande Guerra. Scritture del quotidiano, monumenti della memoria, fonti per la storia. Il caso italiano, Milán: Unicopli, 2005, p. 51; y a Verónica Sierra Blas: «Talismanes de papel. Escribir cartas desde el frente durante la Guerra Civil española», en Manuel Aznar Soler, Joseph Lluís Barona y Javier Navarro (dirs.): Valencia, capital de la República (1937-1007), Valencia: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC); Universidad de Valencia, 2008, en prensa. 6 El término se debe a Gérard Bacconier, André Minet y Louis Soler (dirs.): La plume au fusil: les poilus du Midi à travers leur correspondance, Toulouse: Privat, 1985. 7 Federico Croci: Scrivere per non morire. Lettere della Grande Guerra del soldato bresciano Francesco Ferrari, Génova: Marietti, 1992. 8 Uno de los mejores estudios acerca de cómo las limitaciones comunicativas impuestas por la censura en tiempos de guerra se refleja en la correspondencia de los soldados es el de Leo Spitzer: Lettere di prigionieri di guerra italiani 1915-1918, [1920] Turín: Boringhieri, 1976. 9 Acerca de las características lingüísticas de la escritura popular puede consultarse Claire BlancheBenveniste: Estudios lingüísticos sobre la relación entre oralidad y escritura, Barcelona: Gedisa, 1998 (especialmente pp. 138-139); y Rita Marquilhas: A Faculdade das Letras. Leitura e escrita em Portugal no século XVII, Lisboa: Bragança Paulista, Editora da Universidade São Francisco, 2003 (especialmente pp. 285-393). 10 La carta como documento privado que se convierte en público ha sido estudiada por diversos autores, de entre los cuales remito a Roxana Pagés-Rangel: Del dominio público. Itinerarios de la carta privada, Ámsterdam: Rodopi, 1997. 11 Jim Sharpe: «Historia desde abajo», en Peter Burke (ed.): Formas de hacer historia, [1999] Madrid: Alianza, 2003, pp. 39-58. 12 Ronald Fraser: Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la Guerra Civil española, [1979] Barcelona: Crítica, 2001. 13 Edward P. Thompson: «History from Below», The Times Literary Supplement, 7 de abril de 1966, pp. 279280. 14 Armando Petrucci: «Para una historia cualitativa del alfabetismo», en su libro Alfabetismo, escritura, sociedad, Barcelona: Gedisa, 1999, p. 53.


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Escrituras marginales en el aula: una educación paralela

El aula no es el mismo espacio para un profesor que para un alumno, esto es evidente. David (1.º ESO) ha escrito en la revista de mi instituto que para muchos alumnos/as el instituto es una cárcel. Lo es también cada una de sus dependencias, y especialmente el aula, casi equiparable para algunos a una celda de castigo. Lógicamente, para esos alumnos/as el profesor es un carcelero, también lo ha escrito David. Hace ya mucho tiempo que la ÁNGEL PÉREZ PASCUAL I.E.S Castilla. Guadalajara Dos carteles pegados en la mesa del profesor y en la puerta de entrada y salida del aula conminan a los docentes a reprimir toda expresión irregular que utilice como soporte los pupitres: I: “Los profesores deben entrar los primeros en las aulas y salir los últimos, dejando la puerta cerrada y tras haber revisado el estado de las mesa. Cualquier incidencia (pinturas, roturas…) se comunicará lo más rápidamente en la Jefatura de Estudios” II: “Al objeto de mantener la limpieza en las aulas, se ruega: A) Exigir que los alumnos tengan un sitio fijo durante las clases. B) Antes de salir de clase revisar las mesas y hacer que los alumnos las coloquen en los sitios en que se encontraban al comenzar la clase. C) Salir siempre después de los alumnos y dejar el aula cerrada con llave”. El aula como cárcel La norma general que todo alumno/a debe cumplir en el aula es estar sentado, callar y prestar atención a las instrucciones o explicaciones del

palabra “aula” fue convertida en “jaula”. En sentido general, lo que se quiere decir es que durante el tiempo que los alumnos y alumnas pasan en un instituto de educación secundaria su principal sensación es la de estar siendo reprimidos constantemente, y no sólo en lo que se refiere a su capacidad de desplazarse por el centro o salir de él, sino también con respecto a la posibilidad de expresarse libremente, donde y como quieran. profesor. Sólo podrá hablar con permiso del profesor y cuando éste lo considere oportuno. De lo contrario, el desarrollo de la clase sería imposible. Es decir, la única comunicación consentida dentro de un aula es por lo general una comunicación exclusiva y unidireccional, de profesor a alumno. El profesor pregunta, el alumno responde. El contenido de la pregunta es académico, el de la respuesta debe serlo también. Lo que llamamos “participación” de los alumnos en el desarrollo de la clase quiere decir eso solamente. El alumno no puede decidir ni los contenidos ni la didáctica. A veces se hacen concesiones como si fueran medidas de gracia de un rey absoluto a sus súbditos. La palabra “interactividad” sigue siendo una utopía. Un resultado frecuente de esta rígida dinámica didáctica es el aburrimiento, y entonces los alumnos escriben en las mesas frases como “ME ABURRO”, o dibujan un sinfín de “estrellitas” para pasar el tiempo. Para entender mejor todo lo que uno pueda encontrarse en un aula es necesario saber además que, al menos en mi instituto, se intenta mantener un cierto reparto de aulas por materias, lo que quiere decir que


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a una asignatura dada le corresponderá ser impartida con mayor frecuencia en unas aulas que en otras. Lengua Castellana y Literatura se imparte mayoritariamente en el aula 1; Historia en la 2; Inglés en las aulas 6 y 7; Música exclusivamente en la 8, Religión en la 10, etc. En muchos casos he podido comprobar que el contenido de lo que había escrito en las mesas guardaba relación con la materia propia de esa aula. En otros sólo cabe la sospecha, como cuando alguien escribe “DICTADURA” sobre el tablero de una mesa del aula 10. Otra condición importante que se impone en la dinámica docente dentro del aula: el profesor es autoridad absoluta a la que se la ha conferido la prerrogativa de poder vigilar e inspeccionar las acciones y los materiales de sus alumnos/as. Un aula no es lugar para lo privado. El cuaderno puede ser requerido por el profesor en cualquier momento, por lo tanto el alumno evitará escribir en él nada que pertenezca a su intimidad. Una consecuencia inmediata es que el alumno desplazará sus necesidades de escritura a lugares marginales, especialmente el pupitre. Pero el pupitre no es posesión del alumno, es material en usufructo que debe conservar impoluto. Y sin embargo, la medida propuesta de que cada alumno ocupe siempre un mismo pupitre resulta de escasa eficacia en un instituto donde una misma aula

será ocupada por seis grupos distintos cada mañana. Finalmente, dentro de estas consideraciones generales acerca del aula como espacio de intercambio comunicativo, conviene recordar que, como todo espacio, el aula tiene su distribución geográfica. De ello se derivan consecuencias también evidentes en lo que se refiere a los lugares, contenidos y frecuencia de las escrituras marginales, porque también son distintos los alumnos que ocupan un ángulo u otro del aula. Como puede suponerse fácilmente, los lugares que no alcanza la vista del profesor mientras éste ocupe su sitio acumularán mayores cantidades de graffiti. Lugares y modos de escritura marginal dentro del aula He encontrado graffiti en 15 lugares distintos dentro de un aula: -Parte superior del tablero del pupitre -Bordes del tablero del pupitre. -Patas del pupitre. -Lugar de asiento de las sillas y taburetes. -Respaldo de las sillas. -Tablón de anuncios del aula. -Radiadores. -Marcos de las ventanas. -Cristal de las ventanas. -Pared. -Perchas.

-Tablero frontal de la mesa del profesor. -Pizarra. -Puerta. No queda sino extraer una conclusión evidente. Muchos alumnos sienten la necesidad de la escritura, la asumen como el medio que mejor les sirve para expresarse y comunicarse, pero reivindican una escritura propia, al margen de la escritura reglada del instituto, la que utilizan en los cuadernos de apuntes y ejercicios. Necesitan por tanto otros espacios no institucionalizados. Esto se debe a que los contenidos son diferentes, no tienen que ver muchas veces con lo que se les enseña en las clases, sino con lo que es su mundo interior y con lo que es el otro mundo exterior que no se enseña en los centros educativos: sexo, ideas políticas, deporte, sentimientos, etc. Los graffiti que tienen que ver con contenidos académicos o son “chuletas” para un examen, o son ejercicios (cálculos urgentes, por ejemplo) que no deben estropear la limpieza del cuaderno o la del libro de texto (que ni siquiera es suyo, sino de la Junta de Castilla-La Mancha). Según el lugar, el contenido de lo escrito es diferente. Los tableros permiten textos más amplios que cualquier otro de los lugares. En el tablero del pupitre se escriben a veces declaraciones de amor más desarrolladas que el típico “A y B” o “I love you”, como “ANA NO TE VAYAS”, y


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hasta poemas enteros como el formado por los versos del siguiente poema satírico sobre el dopaje en el deporte que un alumno anónimo escribió en un pupitre del aula 1 (lógicamente): “SE DROGA EL ATLETA, SE DROGA EL NADADOR, SE DROGAN LOS CICLISTAS, SE DROGA EL LUCHADOR. Y EN EL MUNDO DEL FÚTBOL SE DROGA HASTA EL BALÓN, Y EL QUE HACE DE CAMELLO LE LLAMAN EL DOCTOR.”

Los respaldos de las sillas contienen mensajes dirigidos a quienes están sentados en ellas (“CALZONAZOS”). En lugares con poco espacio útil para la escritura (marcos de puertas o ventanas, bordes del tablero de las mesas, patas…) sólo aparecen habitualmente nombres, apodos, insultos. La pizarra es un espacio más amplio donde el alumno normalmente sólo escribe lo que le deja el profesor, pero es frecuente que, acabada la clase, algunos alumnos, de paso hacia la puerta de salida, se detengan en la pizarra, cojan una tiza y delante del profesor o cuando éste, contraviniendo la norma, ya haya salido, escriban su nombre, un tag o incluso algunas veces el típico “A y B”. También he visto alumnas que dibujaban flores en la pizarra.

La pared es probablemente el lugar más prohibido porque la reparación es más costosa. No basta con la limpieza, como en los pupitres. Los pupitres tienen tableros con pintura plastificada y, salvo el tipp-ex y el rayado, los otros modos de escritura pueden ser eliminados con facilidad con productos de limpieza convencional. No resisto la tentación de afirmar que en este caso lo que aquí llamo “limpieza” significará para los alumnos “censura”. La pared exige mayor discreción y rapidez, de modo que sólo se escriben en ella palabras sueltas, nombres, nombres y nombres. A veces algún insulto. No obstante he visto un nombre gra-

bado en relieve. El grabado es una moda excepcional de graffiti en las aulas, aunque podemos equipararlo al rayado, mucho más frecuente. El rayado se da en los tableros, en la pizarra (en la del aula 1 hace tiempo que están escritos dos mensajes indelebles: “NO FUERZE” [sic] y “ME VA A DAR LA RISA”) o en las puertas. Los que quieren que su huella perdure por más tiempo acuden sobre todo al tipp-ex. Quienes escriben sobre el tablero del pupitre con lápiz o con bolígrafo son conscientes de lo efímero de su escritura. Pero una técnica combinada rayado-bolígrafo, habitualmente sobre todo en los bordes de las mesas, resulta también muy eficaz. No se usa una gran gama de colores y por tanto los que aparecen –salvo si son fruto de la casualidad o de la falta de otro color– suelen tener algún significado por sí mismos. No parece casualidad que “LIVERPOOL” se escriba con bolígrafo rojo, ni que “MORATILLA” se escriba mitad en azul mitad en rojo, donde, aun desconociendo del todo de quién se trata, vale aventurar un testimonio de simpatía azulgrana. El temario de la escritura marginal en el aula Sin afán de hacer una clasificación pormenorizada, los contenidos de lo que se escribe en la mesa o son individuales o son grupales.


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- Individuales: Dentro de este grupo incluiríamos los nombres, apodos, tags y otros signos de identidad del autor y también manifestaciones de sentimientos personales. Me ha resultado especialmente llamativa la frecuencia con que he encontrado nombres de pueblos de la provincia de Guadalajara (Lupiana, Tamajón, Jadraque, Mazuecos –éste es el apodo de un alumno–, Málaga del Fresno (este último convertido incluso en Tag), etc. Como les sucedió a muchos que tuvieron que realizar el antiguo servicio militar, dentro de grupos tan masivos como los que se dan en un centro educativo, la identidad resulta para algunos más fácil de establecer tomando como apodo el nombre de su pueblo. Pero el graffiti que refleja con más claridad su condición de signo de identidad individual es uno en el que encontramos repetido nada menos que 30 veces un mismo nombre, escrito a bolígrafo sobre la mesa: “NATALIA”. - Colectivos o grupales: Signos ideológicos (anarquistas, nazis), nombres de equipos de fútbol o baloncesto (Madrid, Barça, Estudiantes, Liverpool), grupos formados dentro de una misma clase (los típicos “THE BEST”), cantantes o grupos musicales, etc. Se trata, como salta a la vista y como hemos dicho, de temas extraescolares, casi siempre expresados de modos políticamente no correctos: exaltación de líderes dictadores (Hitler, Franco), de guerrilleros (Che Guevara), manifestaciones racistas (“NO SE PODRÍA TOSTAR UN POCO MÁS A LOS NEGROS”), machistas o feministas radicales (“FLOWER POWER”), expresiones obscenas (en textos e imágenes) de una sexualidad agresiva por parte de los chicos (no he encontrado ni textos ni imágenes sexuales de ningún tipo que puedan atribuirse a las chicas: interprétese esto como cada uno quiera); apología de las drogas (“blandas”) y del alcohol, e incluso últimamente del tabaco, etc. Se trata evidentemente de toda una “contracultura” o “contraeducación”. Frente a la educación sexual convencional (casi siempre expuesta

de modo preventivo y muy pocas veces dirigida a favorecer el aprendizaje del placer, porque la escuela no es el lugar, se dice), hay una respuesta en forma de escritos e imágenes de una sexualidad “diferente”, que reproduce tabúes o mitos (la potencia sexual masculina, por ejemplo), todavía arraigados en los actuales adolescentes. La insistente apología en las aulas de los valores democráticos provoca también rechazos que se expresan mediante la exaltación de políticas extremistas y dictatoriales. Las rivalidades deportivas no se desarrollan deportivamente, sino que contienen una violencia verbal (“PUTO BARÇA”), que ya no escandaliza a nadie. Funciones de escritura marginal en el aula Esa contracultura o contraeducación se difunde a través de los huecos que deja sin cubrir (física y psicológicamente) la educación oficial. El afán homogeneizador de esa misma educación institucionalizada, su obsesión por socializar (es decir, por integrar en un determinado modelo de sociedad) a chicos y chicas de una edad pre-laboral provoca reacciones esperables de rechazo implícito y explícito. Los graffiti en las aulas sirven a menudo para canalizar esas pulsiones anti-sistema de un grupo de población que se ve abocado sin salida a ser absorbido por el mundo

adulto, con sus valores y conflictos. Una función de las escrituras marginales en el aula será reivindicar el “otro lado”, lo que queda fuera de ese sistema de valores establecido. Estoy convencido de que muchas de estas ideas “extremistas” (la de tostar más a los negros, por ejemplo) no son tanto formas de pensar asumidas por convicción como modos indiscriminados de reacción, de reivindicación de una identidad distinta (individual y/o grupal) a la del colectivo adulto. Que un alumno/a escriba un sencillo “HOLA” en un radiador viene a simbolizar una primaria y prioritaria necesidad de comunicación paralela a la oficial, como si alguien que estuviera a bordo de un transatlántico decidiera comunicarse con otra persona lanzando al mar un mensaje en una botella. Éste es el


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espíritu esencial de las escrituras marginales en el aula. Valor pedagógico de las escrituras marginales en el aula Cabe la tentación de integrar los graffiti escolares en las prácticas didácticas. Ya se ha hecho en alguna ocasión. Se han propuesto ejercicios lingüísticos a partir de textos escritos en los pupitres. En el marco del tablón de anuncios del aula 11 de mi instituto alguien ha escrito: “IBA YO DE PEREGRINO Y ME COGISTE DE LA MANO”. Es un buen ejemplo para

analizar las oraciones coordinadas copulativas. Tomado directamente del tablón de anuncios y delante de todos, haría gracia y resultaría estimulante. Los graffiti son también un excelente muestrario de faltas de ortografía. El profesor sólo tiene que pasearse por el aula, observarlos y señalar las faltas encontradas para que todos tomen nota. Otra cuestión sería cómo determinar si las faltas de ortografía son involuntarias o intencionadas. En este último caso, ¿hay que presuponer una actitud de rebeldía lingüística? Seguramente, sí. No creo que nadie haya escrito “VENITO” con uve por descuido. A veces pueden deberse, sin embargo, a razones de pura economía gráfica, según el modelo de escritura que han extendido los SMS de los móviles o los chats de internet (“RAKEL SE SIENTA AKI”). Hay graffiti que son muy útiles para estudiar el lenguaje oral frente al escrito, e incluso para propiciar una primera aproximación a la estructura de las conversaciones, porque una modalidad muy extendida son los “diálogos” escritos sobre las mesas o excepcionalmente en las paredes, como éste tan obsceno: “-PAULA LA PUTA, LLAMA AL 9492… FRANCÉS Y GRIEGO BAJO EL AGUA, CON LAURA LA PUTA COMO ACOMPAÑANTE. - ¿DÓNDE VIVE? - KM.101.” Tres manos diferentes escribieron este diálogo en una de las paredes del fondo del aula 9, en la que se imparte casi siempre la asignatura de

Francés y a veces la de Cultura Clásica. En otros casos, el graffiti escolar sirve para documentar el uso de ciertas expresiones no recogidas en los diccionarios habituales, como el “MANDA TACONES” que sospecho escrito por alguna admiradora de Trillo, pero con más pudor. Al margen de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura, intuyo que los contenidos de los graffiti reúnen material muy rico para los equipos de orientación psicopedagógica de cada centro, porque a veces, como en el caso ya visto de “NATALIA”, ponen de manifiesto conflictos de personalidad muy acusados susceptibles de intervención por parte de los educadores. Los graffiti obscenos con imágenes y textos que reflejan una sexualidad inmadura podrían ser una buena excusa para que los tutores trataran en sus tutorías de encauzar las ideas adolescentes sobre el sexo hacia modos más positivos y reales. Etc.

institucionalizarlo (imagen) y perderá entonces su función original como testimonio de rebeldía, de identidad, de cultura al margen, de expresión y comunicación privada. Ello significará expropiar a los alumnos de un modo suyo y exclusivo, no dirigido ni controlado por instituciones o personas adultas. El graffiti es una válvula de escape frente a la presión institucional. Ni debe autorizarse oficialmente, ni ser utilizado en las clases. Debe mantenerse en su actual estatus de ocasional manifestación semi-oculta y semi-expuesta, porque en ese doble y contradictorio juego reside su valor. No está pensado para los profesores, sino para los alumnos. Podemos dedicarnos a contemplarlos y disfrutar de su ingenio, no sin cierta vergüenza por invadir un espacio privado, pero quizá a nuestros alumnos les hagamos un favor mayor dejando que sus escritos marginales en las aulas sigan siendo algo marginal y extraescolar. Nota

Conclusiones: graffiti para contemplar, no para intervenir Sin embargo, si se pretende un aprovechamiento sistemático del graffiti en las aulas, se terminará por

1 Este trabajo es una reelaboración de la comunicación presentada en el VIII Congreso Internacional de Historia de la Cultura Escrita, Universidad de Alcalá, el 7 de julio de 2005.


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Tanto tengo, tanto gasto: la vida cotidiana en los libros de cuentas

La relectura de la introducción que hace Antonio Castillo en Cultura Escrita y clases subalternas. Una mirada española1, me llevó a recuperar unos documentos familiares que tenía un tanto olvidados. DANIEL PIÑOL ALABART Universitat de Barcelona El cuaderno de mi bisabuelo fue redactado entre junio de 1936 y septiembre de 1939. Recoge algunas ventas de telas para confección que realizó en el transcurso de esos años. En cada asiento constan los nombres de las clientas –algunas de ellas citadas por un apodo–, la cantidad de tela comprada y el precio. También aparece la fecha en que se cobró porqué se trata, además de un sencillo libro de cuentas, de un registro para conservar la memoria de unas deudas que interesaba cobrar. Pero hubo la Guerra Civil por en medio, y el autor del libro, el dueño del negocio murió en Zaragoza en 1938, después de haber huido del pueblo –Ribaroja d’Ebre– el 25 de julio del mismo año, que es el día en que comenzó la Batalla del Ebro. Las deudas fueron cobradas por los hijos, cuyas anotaciones están hechas en el mismo cuaderno, en cada uno de los asientos. Al lado de esta libreta aparece otra redactada por mi padre, que fue panadero, y que comenzó a escribir el 29 de julio de 1961. Allí anotó durante unos días el material que había salido del horno (panes de Viena, cocas, bollería…), especificando la cantidad y, con cierto orgullo por la labor bien hecha en muchos asientos se incluye la expresión “no quedó nada”. Se incluyen

Se trata de un cuadernito redactado por mi bisabuelo y otro escrito por mi padre y que podemos incluir dentro de los libros de cuentas, objeto del presente artículo*.

también las fórmulas del pan de Viena o de las ensaimadas, entre otras, además de relaciones de facturas cobradas, gastos de aceite o de gasolina, y direcciones de familiares y conocidos. Son dos ejemplos que podemos incluir en el listado de instrumentos necesarios para llevar un negocio, aunque no sean unos libros de cuentas al uso, con sus dos columnas de entradas y salidas. Por otro lado, no sabemos si los autores conocían muy bien las técnicas contables y si tenían otros libros de cuentas más normalizados. Tal vez sí, pero no han perdurado o no se han podido localizar. Seguramente fueron las circunstancias de la vida por las que pasaron ambos autores las que hicieron desaparecer, olvidar o extraviar otros productos escritos salidos de su mano: la Guerra Civil en el caso de mi bisabuelo; la muerte por accidente en el caso de mi padre. Y cuando hay una tragedia, de la naturaleza que sea, hay cosas más importantes en que pensar como para tener que preocuparse de unos cuantos papeles. Dejando de lado estos temas que ilustran un poco el tema de los libros de cuentas, debemos ahondar en éstos en sí. Aparecen en la Baja Edad Media por necesidad, como un instrumento básico para la gestión de los negocios de los mercaderes, pero también artesanos y comerciantes a otros niveles. En todos ellos se reflejan los movimientos económicos

negocios, como por ejemplo en el caso de algunos mercaderes catalanes. Se han estudiado los libros de cuentas de mercaderes como los Mitjavila2, los Tarascó3 y también de otros profesionales4, entre los que se encuentran gente relacionada con el mundo comercial5. En estos libros se reflejan los movimientos económicos y en algunos se puede hacer un seguimiento de la trayectoria familiar a través de noticias que no están relacionadas directamente con los negocios. Autoría Uno de los primeros elementos que aparecen claros es el de la autoría de los libros. Todos ellos, y no solamente en los medievales, están escritos en primera persona. Jaime de Mitjavila, en el primer folio de su libro, dice: “Yo Jacme de Mijavila a escriure en aquest libre de deutes, de trameses e reeludes, lo qual fou comensat, diluís a XXXI de vuytubri l’any de nostre senyor MCCCLV”. Junto a este texto aparecen referencias a redacciones de cartas y testamentos y otros documentos. Se trata de un Libro Mayor, que otros mercaderes llaman muchas veces “Capbreu”, y tiene las características clásicas de los libros de cuentas, con las dos columnas del debe y el haber. Entre sus asientos se ven cobros y pagos, compras y ventas, préstamos, censales, cambio de moneda, letras de cambio, referen-


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Libreta del comerciante Daniel Piñol Descarrega, (1936-1939). Archivo particular de Daniel Piñol Alabart. cias a sociedades mercantiles y algunas operaciones financieras. Entre las columnas desfilan materias primas, pero también salarios, precios y pagos de alquileres de algunos locales donde esta familia negociaba. De la misma época es el libro de Berenguer Benet, un registro contable de un negocio en el que se anota antes que nada el nombre de su autor, y el primer asiento escrito son los 3 sueldos 8 dineros que se paga por la compra del mismo manual, además de 6 sueldos que costaron otros dos manuales6. Este tipo de libros fueron redactados por los propios mercaderes en sus escritorios, trastiendas o talleres, imitando a los mercaderes florentinos7. Y tal vez lo hicieron al final de la jornada, en un tiempo dedicado al repaso de las cuentas o de la redacción de los llamados llibres de compte i raó en los que poco a poco van apareciendo noticias de la memoria familiar. Los inventarios post mortem dan cuenta de la existencia de todos estos libros –y también de libros para la lectura–8 y a menudo los citan como llibre escrit de pròpia ma del difunt. Incluso en algún caso se especifica que llevan la señal de mercancía del difunto: ...dos libres de paper ab cuber-

tes de pergamins..., en los quals és lo senyal de mercaderia del dit deffunct, e los quals són appellats Manuals, en los quals són congtengudes diverses compres e deutes axí al dit deffunct deguts com per ell deguts a altres persones, los quals són de temps passat e són les coses en aquells contengudes són remeses al Libre Major del dit deffunct...”9. Además de que se registran adecuadamente las funciones contables y la memoria de la familia, nos permiten entrar en un ámbito con una casuística inmensa. Me refiero al mundo privado10. Es decir, en esta época en la que la escritura se va convirtiendo en una necesidad y en un placer11, recorremos las casas y sus estancias y entramos en aquellos espacios destinados a escribir y a leer. Descubrimos objetos para tener libros, mesas para escribir, gafas, facistoles repletos de libros. En este ámbito privado es donde se gestan otros productos escritos, como los diarios semejantes al del mercader Pere Soriol en 137112, donde la memoria se fija gracias a la escritura, donde las fronteras entre los negocios y lo íntimo, la tienda y la familia, se diluyen y encuentran un mismo protagonismo en los libros de cuentas y razón. Estos se convierten en libros de familia cuan-

do lo escrito no se ciñe únicamente a lo individual y abarca a toda la familia, incluyendo noticias que atañen al conjunto de miembros del grupo. También es en este terreno privado donde las mujeres encuentran el ambiento propicio para adentrarse en lo escrito, aunque en el ámbito económico casi siempre lo harán por pura necesidad, cuando no por supervivencia. Así, Maddalena, la pizzicarola del Trastevere de Roma en el Quinientos lleva las cuentas detrás del mostrador de su tienda13. También la señora Sanxa Ximenis de Fox y de Cabrera y de Navalles, que escribe unos libros de cuentas a partir del 1440-114314, otro de 1465 y otro de 1470, además de un Llibre del servidor de los años 1442-145015. Sabemos que en su casa de Barcelona tenía un estudio donde escribía y un armario donde guardaba los libros de cuentas y también un Ars Moriendi para sus devociones privadas. En los libros se mezclan las cuentas del negocio de tejidos que regentaba Sanxa con los movimientos económicos de la casa. Así la vida cotidiana desfila entre las páginas de estos libros. Se compra carne –la primera noticia que aparece es precisamente del 27 de marzo, día de Pascua, con el gasto de la carne (suma 8 libras, 10 sueldos y 2 dineros la carne comprada desde este día hasta el 17 de agosto); en un año la carne de carnero suma 24 libras–; se compran telas y se deja constancia escrita de la ropa que se envía a las hijas; se compran cereales, se registran actas notariales (fecha del contrato, partes contratantes, notario…). También se lleva un control de las cartas recibidas y enviadas, de manera que el libro se convierte casi en un registro de entradas y salidas, emulando las técnicas cancillerescas de la casa real catalana: “…a XXX de dehembre scriví a mossèn Arnau per de Ortes, avisant d’essò que Johannes, m’avie dit qui torbave la vengude de me fille, la vidue…”. Se compra papel –1 mano cuesta 1 sueldo– e incluso aparecen recetas de cocina –berenjenas en vinagre para tenerlas en conserva hasta la Cuaresma–, y de medicina más o menos popular: “…una oración para curar los gusanos intesti-


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Libreta del panadero Daniel Piñol Castellví (1961-1962) nales que debía copiarse y colgarse en el cuello del enfermo a modo de amuleto”16. En la vigilias de Navidad se gastan 3 sueldos y 8 dineros para comprar los ingredientes de los turrones, y se gasta 1 sueldo para celebrar la fiesta del “bisbe de Nadal dels fedrins”17. Se observa pues el ciclo festivo de la ciudad de Barcelona a través de la vida de una familia, sus prácticas funerarias –sufragios por los difuntos– y su religiosidad: hay referencias a la fiesta de la Purísima Concepción y también a la compra de un “drap de la fas de Sent Cristòfol”18. Libros de familia Los libros de cuentas convertidos en libros de familia abundan en los archivos privados de las casas de payeses acomodados de la Catalunya interior. Aparecen citados como “libro de notas y contabilidad” o también “libreta de cuentas domésticas”19. Vemos un libro de cuentas, que se completa con unas notas sueltas que tal vez son de finales del siglo XVIII, en el que se reseñan los gastos de alimentación, compra de ropa y, sobre todo, aceite20. También su autor, Joan Antoni Homdedéu, anotó lo que costaba un cirujano, lo que pagaba al médico, al sastre, y a la modista, además de otros dispendios relacionados con actos judiciales

en los que se vio envuelto. Pero si alguna cosa destaca de este libro, y de la mayoría de libros de cuentas, es que son muy minuciosos. En algunos libros se recogen también gastos por la compra de objetos más personales, y en algún caso, lujosos: joyas, un par de botas, pieles de chichilla...21 La vida cotidiana de la casa reflejada en este tipo de escritos se mezcla a veces con las anotaciones de otro tipo de libros de cuentas que recogen el control de las cosechas, los gastos de simiente, de salarios de trabajadores del campo...22. Pero hay ocasiones en que en un mismo libro encontramos todo tipo de noticias, tanto domésticas como del negocio, como en el caso de la libreta de Josep Altés, de 1808-1810, que mezcla los gastos relacionados con la recolección de la cosecha de uva, olivas y alubias con anotaciones de referencias de documentos que tiene anotados en otros instrumentos. Así, el libro de cuentas pasa a preservar la memoria y a ser un instrumento útil para localizar otros escritos igualmente necesarios para el devenir de la casa, de la familia y de los negocios23. En las libretas de cuentas aparecen con frecuencia las compras de bulas para la Cuaresma, o también las limosnas que se pagan a conventos, misas en sufragio de los familiares difuntos –las misas pretenden también preservar la memoria de los que se fueron y mantenerlos de alguna manera dentro de la familia– y limosnas a los pobres. De esta manera también se lleva una contabilidad del más allá, en palabra de Jacques Chiffoleau24 que explicó ya hace unos años que la salvación eterna era un negocio que debía de llevarse a modo de libro de cuentas mercantil, con las dos columnas. También podemos encontrar referencias a la contabilidad en libros o cuadernos que no están hechos para ello. En los Apuntes de familia y de algunos sucesos contemporáneos, redactado por el clérigo Jeroni Morgadas en 1882 pero que recoge noticias anteriores, se contabilizan los descendientes de sus padres en 9 hijos, veintinueve nietos y 35 biznietos, “…sin contar los que murieron en la

infancia y puericia…”. Además de explicar toda su vida, sus años de formación, su exclaustración como fraile franciscano a raíz de la desamortización de 1835, su vida como cura secular…, va anotando los estipendios por misas, sermones predicados y otras celebraciones litúrgicas que comportan un beneficio económico. Es minucioso anotando el número de sermones predicados, y también los gastos de tabaco, de tela para confeccionar una sotana, o la compra de lotería por Navidad. Otra contabilidad que aparece en este libro es todo lo referente a la afición que tiene de criar canarios. Se lleva la cuenta de las puestas de huevos, los correspondientes períodos de incubación, nacimientos...Esta actividad comporta también la compra de alimento para las aves y la compra de jaulas especiales. Todo ello se anota, de forma indiscriminada, tanto en el libro de apuntes familiares como en un manual doméstico que tiene las mismas características que el libro de apuntes. El día a día También es muy minucioso Juan Malegue en su Diario del año 186025. Es un diario que relata los hechos sucedidos en la ciudad de Reus a lo largo de ese año. El detalle de sus anotaciones pasa por los datos de tipo meteorológicos. De cada día dice el tiempo que hace y, al final de cada mes apunta los días del mes multiplicados por las horas (un mes de 31 días resulta 744 horas) y las divide por las horas de vientos regulares, vientos fuertes, huracanados o vientos muy fríos (total horas de viento); fríos, humedad, nubes, buen tiempo, niebla, nieve, lluvias. Es detallista cuando apunta el número total de invitados a una boda, las mesas en las que se sentaron e incluso especifica los miembros que asistieron de cada familia y también “…varias señoritas que no conocí y a otros que ni conocí é ignoro su nombre”. Al final del año hizo una estadística recogiendo todos los datos mensuales distribuidos por los 365 días que tenía el año, con un total de 8.760 horas. Pero como parece ser que era


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muy puntilloso, se dio cuenta de que aquél año fue bisiesto, y dejó constancia de ello en una nueva contabilidad que aparece en una nota aparte (resultaron 8784 horas) indicando que había una diferencia de 1 ½ “y no vale la pena de ocuparse de tan poca cosa”. A parte del detallismo de este sujeto, es cierto que la meteorología es un elemento muy común en los libros de anotaciones en el siglo XIX. Aparece en las libretas de memorias de Joan Serinyana (1818-1903)26, junto con las noticias de cosechas de uva y aceitunas de diferentes años (1846-1903), gastos de reparaciones en la casa entre 1876 y 1897, y las deudas y gastos contraídos por la muerte de su difunto padre (entierro, ataúd, misas...). Las cuentas reflejan la vida cotidiana pero para llevarlas hay que saber sumar, restar, hacer conversiones de moneda. Por ello en muchos de estos libros aparecen operaciones de este tipo en las hojas de guarda, las contracubiertas o en notas sueltas en el interior. Son ejemplos de operaciones útiles para el contenido de los libros y operaciones que se sabían hacer con cierta soltura. Joan Ratés, de Poboleda en la comarca catalana del Priorat, estuvo encerrado en el penal de Burgos después de la Guerra Civil, acusado de anarquista. Había sido camarero en “La Maison Dorée” de Barcelona, vivió unos años en Perpinyà, tuvo bastantes relaciones con sirvientas de Barcelona y con otra mujeres –con las que se carteaba–. Durante los años de la República y la Guerra Civil tuvo una fábrica de bebidas gaseosas en Barcelona, y un camión que le fue incautado para servir al ejército republicano. Fue miembro fundador de un club de Esperanto, y se carteaba también con esperantistas de toda Europa –algunos le escribieron desde campos de refugiados–. Se conservan algunas de estas cartas pero, sobre todo, se conserva de él un pequeño cuaderno tamaño cuartilla en el que, durante el período de reclusión en Burgos escribió un cuento –La cuca, la formiga y el gafarró–. No nos vamos a detener ahora en el cuento, en la fábula, que

Cuaderno de Joan Ratés con el cuento titulado "La formiga, la cuca i el gafarró", redactado en el penal de Burgos. Archivo particular de la Gardènia Ratés. por sí sola merece otro trabajo. Pero en las hojas que le quedaron en blanco fue realizando ejercicios de contabilidad que le mantuvieron la mente despierta y, tal vez, soñando con volver a poner en marcha su negocio se salía de la cárcel. Efectivamente, salió del penal y rehizo su vida, con su familia que había dejado en el pueblo. Puerta en la Historia Todos estos escritos, ya sean los de época medieval que he citado al principio, como éstos más contemporáneos, nos llevan a repasar la vida

cotidiana a través de la escritura. Entrar en las casas, en las tiendas, en las cocinas donde se guardaban muchas de estas libretas que servían, en muchísimos casos, para que las amas de casa hicieran equilibrios con la cesta de la compra y con los sueldos que llegaban a casa. Pero también nos permiten entrar en la Historia de otra manera, desde otro punto de vista. Mientras la Guerra Civil seguía su curso, en un pueblo de la ribera del Ebro, un comerciante continuaba vendiendo telas para hacer sábanas, que compraban mujeres sin pensar que aquello duraría lo que duró, y sin saber que muchos de


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los vecinos, incluido mi bisabuelo, vagarían más tarde por las calles de Zaragoza recogiendo basuras de los hoteles para poder subsistir. La libreta de cuentas del negocio de confección de mi bisabuelo nos dice que, mientras por arriba había unos que luchaban en ambos bandos por unos motivos que aún hoy nos cuenta entender, desde abajo la vida seguía aunque cada vez con más sufrimiento. Y esta vida, es decir, esta Historia, también merece la atención de los historiadores. Notas * Trabajo presentado en la mesa redonda Registro y memorias de lo cotidiano en el marco de la Reunión Anual de la RedAIEP, celebrada en la Universidad Carlos III de Madrid (Getafe, 16 de noviembre de 2007). 1 CASTILLO GÓMEZ, Antonio, «Tras la huella escrita de la gente común», en IDEM (ed.), Cultura escrita y clases subalternas: un mirada española, Oiartzun: Sendoa, 2001, pp. 9-34. 2 HURTADO, Víctor, Els Mitjavila. Una família de mercaders a la Barcelona del segle XIV, tesis doctoral inédita, Universitat de Barcelona, 2003. IDEM (ed.), Llibre de deutes, trameses i rebudes de Jaime de Mitjavila i Companyia, 1345-1370. Edició, estudi comptable i econòmic, Barcelona: CSIC / Institució Milà i Fontanals, 2005. 3 VARELA, M. Elisa, El control de los bienes: los libros de cuentas de los mercaderes Tarascó (1334-1346), tesis doctoral inédita, Universitat de Barcelona, 1995. 4 FERRER MALLOL, M. Teresa, «El llibre de comptes d’un notari barceloní del segle XV. Nicolau de Mediona», Estudis Castellonencs 6 (1994-1995), pp. 535549. MADURELL MARIMÓN, J. M., «La contabilidad de una compañía mercantil trescentista barcelonesa (1334-1342)», Anuario de Historia del Derecho Español XXXV (1965) p. 457-546, y XXXVI (1996), p. 421-546. PALASÍ FAS, M. Teresa, «El libro de cuentas del banquero Martí Bosa (1414-1425): La racionalización de los negocios a través de la escritura», Estudis Castellonencs 6 (19941995), pp. 1001-1010. 5 BAIGES JARDÍ, Ignasi J., «Llibre de comptes de Tomàs Prats, patró d’un uixor a la batalla de Porto Conte (agost de 1353)», en XIV Congreso di Storia della Corona d’Aragona (Sassari-Alghero), vol.2, Sassari: Carlo Delfino, 1995, pp. 49-68. 6 DURAN, Daniel (Ed.), Manual del viatge fet per Berenguer Benet a Romania,

1341-1342, Barcelona: CSIC, 2002. 7 BEC, Christian, Les marhands écrivains. Affaires et humanisme à Florence 1375-1434, París-La Haya: Mouton, 1967. 8 VARELA, Elisa, «Mercaderes y lectura: Estudio de algunos inventarios de mercaderes barceloneses», Estudis Castellonencs, 6(1994-1995), pp. 1431-1444. Resulta imprescindible la lectura de HERNANDO I DELGADO, Josep, Llibres i lectors a la Barcelona del s. XIV, 2 vols., Barcelona: Fundació Noguera, 1995 y de HILGARTH, J. M., Readers and Books in Majorca, 1229-1550, París: CNRS, 1991. 9 VARELA, Elisa, «Mercaderes…», op. cit., pp. 1436. Se refiere al inventario de una tienda, el propietario de la cual no se identifica en el documento, según esta autora. 10 MANDINGORRA LLAVATA, M. Luz, «Usos privados de la escritura en la Baja Edad Media. Secuencias espacio-temporales y contextos de uso», en SÁEZ, Carlos; GÓMEZ-PANTOJA, Joaquín (eds.), Las diferentes historias de letrados y analfabetos, Alcalá de Henares: Universidad, 1994, pp. 57-87. IDEM, «La configuración de la identidad privada: diarios y libros de memorias en la Baja Edad Media», en CASTILLO GÓMEZ, Antonio (coord.), La conquista del alfabeto. Escritura y clases populares, Gijón: Trea, 2002, pp. 131-152. 11 Ver CASTILLO GÓMEZ, Antonio, «Entre la necesidad y el placer. La formación de una nueva sociedad del escrito (siglos XII-XV)», en IDEM, Historia de la Cultura Escrita. Del Próximo Oriente Antiguo a la sociedad informatizada, Gijón: Trea, 2002, sobre todo pp. 198-203. 12 GIMENO BLAY, Francisco M.; PALASÍ FAS, M. Teresa, «Del negocio y del amor: el diario del mercader Pere Soriol (1371)», Saitabi XXXVI (1986), pp. 37-55. 13 PETRUCCI, Armando, «Scrittura, alfabetismo ed educazione grafica nella Roma del primo Cinquecento. Da un libretto di conti de Maddalena pizzicarola in Trastevere», Scrittura e Civiltà, II (1978), p. 163-208. 14 ANDREU DAUFÍ, Jordi; CANELA I FARRÉ, Josep; SERRA I TORRENT, M. Àngela (eds.), El llibre de comptes com a font per a l’estudi d’un casal nobre de mitjan segle XV. Primer llibre memorial començat per la senyora dona Sanxa Ximenis de Fox e de Cabrera e de Navalles 1440-1443, Barelona: Fundació Noguera, 1992. VINYOLES VIDAL, Teresa, «La cotidianidad escrita por una mujer del siglo XV», en GONZÁLEZ DE LA PEÑA, M. del Val

(ed.), Mujer y cultura escrita. Del mito al siglo XXI, Gijón: Trea, 2005, pp. 117130. 15 Es significativo que en su sepulcro, conservado hoy en día en la Catedral de Barcelona, se represente una mujer sentada, con un libro abierto entre sus rodillas y rodeada de otras mujeres. Es esta Sanxa Ximenis, una mujer que, en palabras de Teresa Vinyoles, quería que se la recordase así, leyendo. 16 VINYOLES VIDAL, Teresa, «La cotidianidad...», op. cit., p. 128. 17 Es la fiesta tradicional del “bisbetó” (obispillo), el día 6 de diciembre, fiesta de San Nicolás, en la que los monaguillos de las catedrales, colegiatas o monasterios, escogían uno de ellos que hacía las funciones de obispo por un día. Todavía hoy se celebra entre los miembros de la Escolanía del Monasterio de Montserrat. 18 Devoción habitual en la Baja Edad Media según la cual, cada vez que se miraba una imagen de San Cristóbal se alargaba la vida un día más. Ver MALDONADO, Luis, Génesis del catolicismo popular. El inconsciente colectivo de un proceso histórico, Madrid: Cristiandad, 1979, p. 141. 19 Algunas de estas noticias se citan en PIÑOL ALABART, Daniel, «Salud, dinero y amor sobre el papel: usos domésticos de la escritura en Reus (siglos XVIII-XIX)», en CASTILLO GÓMEZ, Antonio (dir.); SIERRA BLAS, Verónica (ed.), El legado de Mnemosyne. Las escrituras del yo a través del tiempo, Gijón: Trea, 2007, pp. 39-54. 20 Arxiu Comarcal del Baix Camp (ACBC), Fons Homdedéu, 21, Llibre de notes i comptabilitat 1787-1797. 21 ACBC, Fons Borràs, 13-S. Llista de despeses casolanes de Francisco de Paula Borràs, de 1805. 22 ACBC, Fons Mas d’en Lluch (1601-1889), 214 unidades de instalación. 23 Ver PIÑOL ALABART, Daniel, «Salud…» op. cit., pp. 45-46. 24 CHIFFOLEAU, Jacques, La comptabilité de l’au-délà. Les hommes, la mort et la religion dans la région d’Avignon à la fin du Moyen Âge (vers 1320-vers 1480), Roma: École Française de Rome, 1980. 25 MALEGUE, Juan, Diario y noticias de sucesos en esta ciudad con otras notas útiles durante el año 1860, Reus: Associació d’Estudis Reusencs, 2004. Edición y estudio a cargo de Joseph M. SUGRANYES NOGUÉS y Ramon AMIGÓ ANGLÈS. 26 CURBET HEREU, Jordi (ed.), Les llibretes de memòries de Joan Serinyana (18181903), vinyater llançanenc, Girona: Associació d’Història Rural de les


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“Os escribo poco y en letra sencilla”. Cartas de mujeres presas

En este artículo analizamos la influencia de un contexto represivo en el proceso de comunicación epistolar en relación a las estrategias de construcción y comprensión textual. Para ello, nos centraremos en el estudio de la correspondencia carcelaria que tres presas políticas –Julia Conesa Conesa1, Matilde Landa Vaz2 y Josefa García Segret3–

REBECA MARTÍNEZ AGUIRRE ÁNGEL RODRÍGUEZ GALLARDO Universidade de Vigo. Grupo de Investigación “Lingüística sin Fronteras” El intercambio de correspondencia que se llevaba a cabo en las cárceles franquistas se caracterizaba por un reglamento sumamente estricto. Los días de escritura y envío eran fijos e inamovibles, por lo que si las presas no podían redactar su carta en la fecha establecida, debían esperar a una fecha posterior también fijada de antemano: Mama hoy dia 7 que me toca escribir cojo el lapicero para escribir a mi mamaíta, escribe Julia Conesa en una de sus cartas. La correspondencia carcelaria Las misivas únicamente podían dirigirse a familiares, de manera que, en caso de querer remitirlas a otra persona, esta debía encubrirse bajo un parentesco falso. Este es el procedimiento seguido por Josefa García Segret al escribir a sus camaradas, a quienes trata de “primas y ahijada”: Queridas primas y ahijada: Salud y tranquilidad deseo tengáis. La escasez de papel para escribir suponía asimismo un obstáculo en el

escribieron durante la dictadura franquista. Intentaremos analizar algunas de las herramientas de producción lingüística que las reclusas se vieron obligadas a emplear para sortear el control penitenciario así como los procesos de interpretación que debemos tener en cuenta para entender este tipo de textos.

proceso de comunicación epistolar. En las tarjetas postales, las familias de las presas apenas podían escribir más que doce líneas. Las cuartillas entregadas por la dirección de la prisión a las presas obligaba a que estas hubiesen de familiarizarse con una letra diminuta, pero sobre todo con la falta de espacio, tal y como explica Josefa García Segret: Ya veis, queridas mías, que llegamos al final de la cuartilla y es necesario terminar. El mayor inconveniente con el que se encontraban las reclusas en su producción postal era la estricta censura a la que se sometían tanto las cartas recibidas como las enviadas. Las primeras eran rigurosamente revisadas por el censor mientras que las segundas eran abiertas y leídas por la dirección de la prisión antes de su entrega. En el caso de que la carta examinada no superase el control, ésta no concluía su trayecto. Así lo revela Matilde Landa: Estoy rabiosa porque te escribí una carta felicitándote a ti y a todos el nuevo año y... el papelito debe estar a estas horas en el estómago de un tiburón latino. Claro que esto es una suposición, pero de lo que estoy segura es de que no ha llegado a ti. Este control al que estaba sometida la correspondencia influyó tanto en la construcción del discurso como en la expedición del documento.

Esta censura externa en la composición de la carta se extendió a la que las presas se vieron obligadas a ejercer sobre sí mismas en un proceso de autocensura que les empujó a introducir sobre todo comentarios en favor del régimen. Con el manejo de la escritura en estas condiciones restrictivas, las presas lograron dominar ciertas herramientas lingüísticas para transmitir aquella información que resultaba casi imposible contar en aquellas circunstancias. Otras reclusas optaron por utilizar canales clandestinos de salida de su propia correspondencia, aunque nunca fue lo habitual. A lo largo de sus cartas, las presas omiten obligatoriamente mucha información a sus familiares. La más mínima referencia a las condiciones alimenticias y sanitarias en las que se encontraban, a la distribución de espacios físicos de la prisión o a los castigos a los que las sometía el funcionariado, era suficiente para que la carta no llegara a su destino. Del mismo modo, una caligrafía ilegible o la presencia de unos puntos suspensivos, podían resultar sospechosos. Por este motivo, las escribientes ejercen sobre sí mismas un proceso de autocensura que, tal y como hace Josefa García Segret, llegan a explicitar en sus escritos: A las ocho, el pri-


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Grupo de presas en la prisión de mujeres de Palma (septiembre, 1941). En la fila superior, la cuarta por la derecha –debajo de la columna– es Matilde. La foto pequeña corresponde a Julia Conesa mer recuento; a continuación un poco de sustento que preparado tengo... y así por continuar, continuaría, si no fuera que suspender tenemos, porque hablar de estar cosas no podemos; Ahora pasemos a hablar de lo que podemos y no de lo que queremos, y que esta hoja pueda transportar. Aunque no nos consta que Julia, Matilde y Josefa introdujeran en sus cartas el tan generalizado Arriba España, sí es cierto que en algunas misivas de la segunda encontramos las habituales muestras de alabanza al “caudillo” impuestas por la dirección del penal: Pero volveremos a vernos en cuanto tus estudios terminen y entonces podrás disfrutar de la victoria conseguida por nuestro querido Caudillo y que ha dado a España la paz y la tranquilidad que tanto se necesitaban. Dada la rebeldía con la que sabemos que, por ejemplo, Matilde Landa se comportaba en la prisión, lo más probable es que estas consignas fuesen imposiciones que no podía dejar de atender. A pesar de que en la mayoría de las ocasiones las reclusas acataban las restricciones e imposiciones de las autoridades del presidio, en otros casos idearon la manera de burlar la censura y transmitir a sus seres queridos parte de la información prohibida. Para lograr tal fin, se apoyaron

en diversas técnicas lingüísticas que les permitían no solo revelar ciertas confidencias sino además referirse a sus familiares o amigos sin que los censores se percataran de ello. La primera de estas estrategias remite a la construcción de mensajes ambiguos. Es frecuente encontrar en las cartas comentarios imprecisos en los que la autora incluye llamadas de atención al interlocutor en un intento por subrayar “lo no dicho”. Tomemos como ejemplo las siguientes palabras de Josefa: En este momento, cinco de la tarde, llego de la comunicación, nada de particular, mucha gritería y nada más. Me visitó esa señora de Palma; viene todas las semanas; es muy atenta. Yo le agradezco mucho que venga, porque a parte de que supone un alivio el poder comunicar, como ya os tengo dicho, además es muy lista, ¿sabéis? Y os digo que es lista porque se expresa bien, ¿entendéis? En ellas podemos observar cómo la autora no sólo explica que acaba de recibir la visita de una mujer, sino que además introduce dos llamamientos al interlocutor mediante las interrogaciones ¿sabéis? y ¿entendéis? para convertir en foco de interés los dos rasgos que la caracterizan: que es muy lista y que lo es porque se expresa bien. Ambas indicaciones, además del contenido de

otras cartas de Josefa, nos llevan a pensar que la reclusa está confirmando a sus camaradas un posible encuentro con una compañera de partido que va a visitarla para darle información sobre la situación política del exterior. En las palabras expuestas advertimos asimismo que Josefa se refiere a su visitante como esa señora de Palma. Este hecho remite a otra de las prácticas adoptadas: la omisión de nombres propios. En la mayoría de los casos, las autoras prefieren ocultar el nombre de los familiares o amigos a los que hacen referencia en sus escritos. Este enmascaramiento se lleva a cabo de dos maneras diferentes. En primer lugar, refiriéndose a ellos mediante perífrasis o rodeos explicativos, tal y como hacen Julia y Matilde en las siguientes alusiones respectivamente: Mama hoy dia 21 me han dado una mala noticia del muchacho el rubio... Y esta aqui la madre conmigo, fue muerto; y Me ha parecido muy bien tu último traslado. Te figurarás lo tranquila y contenta que estoy sabiendo que vives con esas personas a las que tú y yo queremos tanto. En segundo lugar, las presas emplean una serie de seudónimos con los que “renombran” a las personas aludidas en el interior de las cartas. Así hace Matilde al referirse a sus hermanos Rubén y Aida, a los que llama Nicolás y Paula: Por Nicolás he sabido algunas noticias tuyas. Paula me hizo un cuajo de café riquísimo. No obstante, las autoras no solo recurren al empleo de seudónimos para evitar nombrar a sus familiares y amigos, sino también para dar información sobre sí mismas. De esta forma, encontramos múltiples desdoblamientos mediante los cuales las presas simulan hablar de otras personas. El caso más llamativo es el de Josefa, quien llega a utilizar cinco seudónimos diferentes para referirse a sí misma a lo largo de todo su corpus de cartas. De entre todos ellos hemos rescatado los siguientes ejemplos en los que, aludiendo a Berta y a la ahijada de Antonio, declara que no le dan trabajo en la prisión y que le resulta imposible enviar carta con mayor frecuencia: Si Berta trabajara le darían dinero, pero a ella no le dan


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Josefa García trabajo de punto; Recibí carta de la ahijada de Antonio y me dice que no es posible escribiros más cartas de las que os escribe. Finalmente, haremos referencia al procedimiento más extendido para evitar la censura epistolar en las cartas de Matilde y Josefa: la inserción de metáforas. Con el empleo de este recurso retórico, tiene el propósito de describir su situación en el penal, el avance de su proceso judicial y la situación bélica mundial. Refiriéndose a los abogados como médicos, a las funcionarias como enfermeras y a la prisión como un sanatorio, Matilde despliega un amplio abanico de términos pertenecientes al ámbito de la medicina para hablar de su “operación”, término con el que alude a la tramitación de su juicio: Este sanatorio es muy alegre. Desde luego no me escaparé sin operación. Dice el médico que quizá sea uno de estos días, pero aunque es delicada, yo estoy muy tranquila y segura de que saldré adelante, pues ya sabes la naturaleza tan resistente que yo tengo y creo que lo peor pasó ya, que fue el régimen tan severo de que te hablo. Me tienen prohibido escribir, para que no fije la vista, pero lo hago gracias a la benevolencia de una señorita enfermera de este sanatorio, que me deja. En cambio, Josefa combina el empleo de metáforas y seudónimos con un “lenguaje críptico” que le permite opinar sobre los principales acontecimientos de la II Guerra

Mundial. De su compilación hemos extraído el siguiente fragmento en el que advertimos cómo la autora otorga un nombre propio diferente a cada uno de los países implicados en el enfrentamiento formando con ellos una especie de trama familiar: Ya estoy enterada que a Rosina [Rusia] también le llegó su vez, falta le hacía, estoy encantada que alejandrina le diera el pago que merecía, antes se juntaron para atacar a Polita [Polonia] y repartirse lo que a ésta pertenecía; ahora no tiene más remedio que defenderse ayudada por la familia de Isabel [Inglaterra] y tía Nica-Nora [Norte-América]. Como podemos observar, las restricciones y las imposiciones establecidas por la dirección franquista de las prisiones condicionó la disposición textual de las cartas de las reclusas obligándolas a omitir información, a introducir comentarios no deseados y a recurrir a diferentes herramientas lingüísticas que les permitieran contar aquello que deseaban y estaba prohibido. No obstante, tal y como mencionamos anteriormente, éste no fue el único proceso del intercambio comunicativo condicionado por el contexto, ya que ante las dificultades presentadas en la escritura y la extracción de las cartas, muchas presas recurrieron a la utilización de canales clandestinos tanto para enviar como para recibir mensajes. A lo largo del corpus de Josefa, encontramos varias cartas extraídas de prisión gracias a este conducto subrepticio así como múltiples referencias a aquellas que sus amistades le hacían llegar de la misma manera. Ella misma se refiere a este canal con las siguientes palabras: Si puedo seguir utilizando este conducto especial os escribiré cada quince días o cada tres semanas. Pero del exterior no solo llegaban cartas furtivas sino que además, entraban pequeños mensajes camuflados entre alimentos e, incluso, hojas de periódico con las que informar de todo lo que acontecía en el exterior: En mi poder la cartita que enviasteis a la hermana de mi compañera. Como venía tan discreta llegó perfectamente a mi poder, así como también las ráfagas que figuraban en el azúcar. En general, el contenido de estas cartas era más “comprometido” que

Matilde Landa el de aquellas que se mandaban a través de los canales oficiales, de manera que eran frecuentes las informaciones reales sobre la vida en prisión, las referencias al papel desempeñado por las religiosas o las instrucciones de cómo se debía enviar el correo clandestino. Con todo, también observamos algunas muestras de autocensura que podrían remitir al temor de que la carta fuera interceptada en su trayecto por personas no deseadas. Se combinan de esta forma los comentarios explícitos con los encubiertos tal y como sucede en la siguiente cita en la que Josefa explica sin tapujos la censura ejercida por una monja al mismo tiempo que se desdobla como Berta y Aliseda: Por eso os escribo poco y ha de ser en letra sencilla, para que pueda entenderla la “hermana mayor” sino castiga. Los puntos de suspensión necesario se supriman porque, al parecer, encierran, para ellas, mucha malicia. Así, pues, mucha vista, porque de muy cerca de Berta se la vigila. Por algún tiempo hemos de dejar a Aliseda tranquila, pues aunque no le pasa nada, hay tormenta por encima y la prevención domina. Cómo interpretar las cartas en prisión Tal y como hemos expuesto, el contexto represivo en el que se lleva a cabo el evento comunicativo impone ciertas limitaciones respecto a lo que se puede decir y a lo que se


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puede interpretar. Los destinatarios de las cartas son conscientes en todo momento de las circunstancias que rodean a las remitentes en su proceso de escritura, conocen las restricciones a las que deben hacer frente y los medios en los que se apoyan para lograrlo. Esto unido al gran caudal de conocimiento previo y compartido que poseen los participantes del intercambio epistolar permite que ambos comprendan a la perfección los significados implícitos que se desprenden de las misivas. Al acercarnos al tema de un texto desde el punto de vista discursivo, hemos de distinguir entre significado explícito y significado implícito, es decir, entre lo que se dice y lo que no se dice pero se da a entender. Cuando hablamos, no ofrecemos toda la información de manera explícita sino que, por el contrario, omitimos mucha de ella por considerarla parte de nuestras experiencias como miembros de una comunidad y, por tanto, compartida con nuestros interlocutores. Esta información recibe el nombre de conocimiento compartido o, como lo denomina Van Dijk (2003: 22), common ground, y a él apelamos cuando transmitimos información implícita en nuestros mensajes. En casos como el que nos ocupa, donde la distancia existente entre las autoras de las cartas y nosotros, como lectores actuales, origina una carencia parcial de conocimiento compartido, se corre el peligro de caer en malentendidos e incomprensiones que dificulten la correcta interpretación del discurso. Por este motivo, debemos incorporar toda la información contextual y biográfica que poseemos de las locutoras, y componer un conjunto de conocimientos que nos permita hacer presuposiciones sobre el conocimiento compartido de los participantes y así, llenar estas posibles lagunas de significación. Como sostiene la psicología de la comprensión o del discurso escrito, una vez fundadas estas presuposiciones, podremos descifrar los significados implícitos que se desprenden de los textos significados que construimos en nuestra mente a partir de estímulos textuales y del conoci-

miento previo (Cassany 2006: 88). Realizaremos de manera inconsciente una serie de desambiguaciones, asignaciones de referentes y deducciones, que nos permitirán inferir el significado implícito de los comentarios realizados por las autoras en sus discursos. Así, las presas además de presentar un significado literal en sus epístolas, transmiten otro enmascarado e imperceptible a los ojos de los censores, como cuando Julia le dice a su madre Mama iras junto con las madres de mis amigas o sea con Adelina Garcia y Julia Veblina pues no separarse y hacer todo lo que podais las tres juntas. Lo que en realidad le está comunicando es que deben mantenerse unidas en la lucha para tratar de hacer más fuerza. Cuando le pide Mandame los zapatos que no tengo y un bestido, está apuntando el hecho de que ha ingresado en prisión únicamente con lo que llevaba puesto. Asimismo, advertimos que cuando Matilde le comunica a su hija Carmen Recibí tu carta con las fotos y la de Chinto. Y si supieses con qué oportunidad llegaron! Cuando más necesitada estaba de noticias vuestras, lo que le está desvelando es que en el momento en que recibió las cartas estaba atravesando un momento muy crítico. Al solicitarle En cuanto te sea posible, envíame una foto tuya. Aquí no tengo ¡ni una!, le está confesando que necesita verla aunque solo sea en fotos. Cuando Josefa comenta a sus camaradas Ahora he removido la harina... sí, ya se ve, en Pedornes hay muy buena harina, les está confirmando que ha encontrado los mensajes clandestinos que le han enviado en el paquete de tal producto. Y cuando les confiesa Cuando vi el jabón, azúcar y café... Aquellos dos trozos de jabón tan hermosos. ¡Ay amigas mías! Vosotras no sabéis lo que eso aquí significa, realmente les está corroborando las pésimas condiciones de aseo en las que se encuentra en la prisión. Para concluir retomamos nuestra idea inicial de la influencia que el contexto represivo en el que se lleva a cabo un intercambio epistolar ejerce sobre la construcción y la interpretación del discurso. La relación que sostienen los participantes, como el entorno físico en el que se produce la

comunicación, condicionan la disposición formal y la comprensión del mensaje. Los sujetos del proceso comunicativo son conscientes de que su intercambio se lleva a cabo en un entorno carcelario totalmente coercitivo, y de que esta situación origina una escena psicosocial que impone una serie de restricciones acerca de lo que se puede decir y lo que se puede interpretar. La percepción de ambos hechos unido al conocimiento compartido que los participantes poseen, permite que el intercambio de información se produzca con éxito. Por este motivo, siempre que queramos llevar a cabo la interpretación crítica de un discurso ya pasado o “histórico”, debemos ayudarnos de toda la información cultural, histórica y política que podamos. Bibliografía CASSANY. D. 2006. Tras las líneas. Sobre la lectura contemporánea, 7138. Barcelona: Anagrama. GARCÍA, J. 1982. Abajo las dictaduras. Vigo: Artes Gráficas Galicia. GINARD I FÉRON, D. 2005. Matilde Landa. De la Institución Libre de Enseñanza a las prisiones franquistas. Barcelona: Flor del viento. ROMEU ALFARO, F. 1994. El silencio roto. Mujeres contra el Franquismo. Oviedo: Gráficas Summa. VAN DIJK, T. 2003a. Ideología y discurso. Barcelona: Ariel. Notas i

Julia Conesa, una de las “Trece Rosas”, fue detenida el 5 de mayo de 1939 y condenada a muerte y fusilada, tres meses después, por un delito de adhesión a la rebelión. ii Matilde Landa, organizadora del Partido Comunista clandestino de Madrid, fue detenida el 4 de abril de 1939. Estuvo recluida en la Dirección General de Seguridad de Madrid, en la cárcel de Ventas y en la Prisión Central de Mujeres de Palma de Mallorca, donde, en 1942, se quitó la vida. iii Josefa García Segret fue detenida, juzgada y condenada a muerte el 8 de enero de 1937. Tras pasar varios años en la Prisión de Saturrarán y en la Central de Mujeres de Palma de Mallorca, fue puesta en libertad el 22 de marzo de 1943.


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Silencio roto en los muros: graffiti de presos en Camposancos

Durante la guerra civil española miles de reos padecieron las calamidades de sobrevivir en el campo de concentración de Camposancos, el mayor penal franquista que existió en toda Galicia. Tras décadas de silencio hemos descubierto que los reclusos de aquel centro de reclusión dejaron huella de su paso a través de la inscripción de decenas de graffiti sobre las paredes del edificio. Esta “escritura expuesta” en ÁNGEL RODRÍGUEZ GALLARDO DAVID R. SOUSA FERNÁNDEZ Universidade de Vigo. Grupo de Investigación “Lingüística Sin Fronteras” El campo de concentración de Camposancos quedó habilitado en un antiguo colegio de jesuitas de la localidad pontevedresa de A Guarda, en la boca del estuario del río Miño. Tras el estallido de la guerra civil, el edificio fue incautado por las autoridades del régimen franquista que utilizaron la mayor parte del inmueble como campo de concentración entre los años 1936 y 1940. La mayoría de los presos eran gallegos o asturianos procedentes de la caída del Frente Norte. Allí, en Camposancos, penaron hacinados y desligados del mundo del que procedían. En los muros del antiguo colegio dejaron escritas decenas de muestras gráficas de ese desgarro vital, de las que sólo hemos podido recuperar medio centenar de grupos de graffiti, posiblemente un cinco por ciento del total. Los graffiti dentro de un campo de concentración ocupan un espacio “acotado” para la comunicación, asumiendo lo que Gándara (2002: 11) ha llamado “voces sociales que se

Camposancos se caracteriza por presentar una serie de discursos incompletos influidos por el contexto en que fueron producidos. En estos graffiti hemos sido capaces de definir diversos géneros discursivos, una serie de rasgos singulares determinados por el emplazamiento y la época en que se originan, ciertas variantes semióticas y funcionales, y la confluencia de diferentes voces narrativas, especialmente la del yo.

expresan en un espacio no asignado para ese fin”. Por ello, adquieren en la circunstancia en la que son escritos una función elemental de “práctica social”. Analizar estas producciones escritas en el interior de un centro de reclusión es tarea compleja, sobre todo por la pérdida física del mensaje y por el paso del tiempo, y por la dificultad que supone reconstruir la situación inmediata que rodeó la acción comunicativa. Las propiedades contextuales difieren entre el lector coetáneo y el actual, ocasionando una divergencia interpretativa que requiere un análisis detenido (Van Dijk 1998: 266). En nuestra opinión, las propiedades contextuales condicionan las prácticas sociales y, de este modo, también los procesos discursivos que se desarrollan bajo la influencia de las primeras. En los muros de Camposancos disponemos de un corpus heterogéneo de graffiti, que hemos clasificado en función de diversos rasgos. Así, en primer lugar, dividimos las inscripciones según el rol de los participantes, es decir, en función de la relación entre el papel que un individuo ejerce en sociedad y sus intervenciones comunicativas (Goffman 1959). Pertenecer a un grupo

social, mantener determinadas posturas ideológicas o sufrir una relación de subordinación, condicionan el rol de cada individuo tanto a la hora de producir como a la de interpretar un discurso. Los graffiti realizados por los carceleros de Camposancos son reconocibles por su adhesión ideológica al régimen franquista –dibujos de simbología falangista e inscripciones de Arriba España–, y por su localización en las garitas de vigilancia, en los pasillos y en los marcos de las puertas, pero nunca en el interior de los espacios donde se hacinaban los presos. Por su parte, los graffiti del rol dominado (de los prisioneros) presentan una mayor variedad temática y un abanico semiótico más amplio. En función, del sistema de signos empleado, los graffiti de los prisioneros los hemos clasificado en tres tipos: icónicos, icónico-verbales o simplemente verbales. Los graffiti icónicos representan, en su mayoría, escenas de la vida exterior, en especial, recreaciones de la contienda bélica, con la presencia de episodios en que el avión es el máximo protagonista. Muchas de estas escenas bélicas ocurridas en el aire quedaron grabadas en el subconsciente de los prisioneros de


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Camposancos, que finalmente las reprodujeron en las paredes. Los dibujos de aviones son uno de los motivos más repetidos a lo largo de los muros: aparecen en solitario, en diferentes formaciones o disparando sobre algún blanco. Algunos son tan sencillos como una simple cruz, y otros reproducen tal elaboración que permiten su identificación con alguno de los tipos de aviones rusos, italianos o alemanes que sobrevolaron el espacio aéreo español durante la guerra civil. Algunos presos se esfuerzan por representar sus propias casas en estos graffiti icónicos. Dibujan casas sencillas, en ocasiones en dos dimensiones, con gente alrededor de ellas y, en un caso particular, con una bomba cayendo directamente sobre el tejado de una vivienda. Son muestras gráficas de la angustia vivida, de la desazón ante el abandono del hogar y, sobre todo, un modo de aliviar la distancia que separa al preso del hogar al que quizás nunca pueda regresar. Llama la atención un graffiti que ocupa gran parte de una pared en la que un reo diseña un apunte de lo que sucedió en una batalla. Observamos en el muro una serie de aviones que despegan desde una base, que sobrevuelan el mar hasta llegar a un punto donde se está produciendo un enfrentamiento naval, y que emprenden un bombardeo sobre los barcos enemigos. A través de este graffiti icónico, el muro se convierte

en testimonio “periodístico” de una batalla que el recluso habría podido contemplar, que le habrían contado o en la que tal vez habría participado. Con todo, estos discursos visuales tratan de recuperar sucesos acaecidos antes del ingreso en el campo de concentración. Representan una suerte de biografía en imágenes, un recuento vital actualizado que reaviva cuando al individuo se le niega todo vínculo con la sociedad a la que ha pertenecido. Como ha señalado Foucault (1975), la estructura carcelaria no es solo un método de mero control y vigilancia, sino que constituye una fórmula de alejamiento de los círculos y vínculos exteriores. Las inscripciones icónicas de Camposancos funcionan como un remiendo de la memoria destruida. De modo menos numeroso encontramos graffiti icónico-verbales sobre los muros de Camposancos. Estos graffiti están compuestos por un dibujo acompañado de una manifestación escrita. Su función comunicativa se encuentra asociada a la vida en el interior del campo, por lo que pierden gravedad discursiva para adoptar un tono más informal. Cabe destacar entre este tipo de graffiti una pequeña inscripción que encontramos en el lugar de acceso a los cuartos que funcionaban como celdas. El camino que unía el patio principal y las estancias donde se

amontonaban los presos estaba comunicado por unas escaleras estrechas. Este tramo debía ser recorrido por miles de presos a diario, de modo que la curva formada por el minúsculo descansillo donde daba vuelta la escalera habría de obstaculizar el tránsito de los reclusos. Pues bien, justo en este lugar encontramos dibujada una bicicleta bajo la cual leemos: Gárrate que hay curva [sic]. Con ese tono jocoso e irónico, que el autor completa con el dibujo de una bicicleta, se destapa el uso del graffiti como un medio de comunicación solidario a través del manejo de expresiones populares. Quien dibujó y escribió ese graffiti procuraba extender una dosis de alegre complicidad ante las adversas circunstancias. Los graffiti verbales se organizan en relación a criterios funcionales. Los más frecuentes responden a las características de las estructuras discursivas autobiográficas, a través de esquemas lingüísticos fijos formados por deíctico + verbo + nombre (Aquí estuvo X). Es una fórmula que se repite en los muros de Camposancos, a modo de registro e inventario de presos que quisieron autocitarse y dejar rastro de su presencia. El período de estancia en la prisión solía ser breve, en pocas semanas los reos eran juzgados y fusilados o, en el mejor de los casos, trasladados a otros penales. Esta situación de inminente


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abandono del lugar provoca la aparición de este tipo de inscripciones de valor testimonial o memorístico. La sencilla estructura de estos graffiti favorece su reproducción: no requieren demasiado espacio, su ejecución es rápida y repiten un patrón que se reconoce en sociedad y está al alcance de los escritores menos ilustrados. La fórmula “Aquí estuvo X” adquiere valores particulares al inscribirse bajo unas circunstancias espaciales, temporales e históricosociales singulares. Blume (1999) apunta que este estilo de inscripciones (la autora emplea como modelo Kilroy was here [Kilroy estuvo aquí]) escritas en lugares públicos, funcionan como una de las versiones más “irónicas” de este tipo de graffiti. Sin duda, es el contexto el que la orienta hacia esa interpretación particular. Dentro de una prisión, al intentar dejar rastro o testimonio como maniobra contra la pérdida de presencia social, el graffiti adquiere una función identitaria al registrar la posición histórico-social de su autor. Tampoco debemos obviar la trascendencia de estos graffiti como una especie de marca territorial, un medio de contradominación, un intento por dar a entender que el espacio está rendido a quien toma la palabra. Así, el muro se erige como medio reivindicativo y se establecen una contienda entre dominadores y dominados. Gándara (2002: 60)

apunta que este tipo de manifestaciones, que se asientan sobre una rúbrica o un nombre propio, adquieren valores identitarios, territoriales y memorísticos, pues “el mensaje es el locutor, pura voluntad de mostrar en la marcación territorial esa identidad adoptada, constancia de existencia en el mundo”. Otro subgrupo de graffiti verbales de Camposancos son las estructuras informativas. Están formadas por una serie de secuencias de tono apelativo, a modo de noticia o de advertencia, que adquieren un valor explicativo entre los miembros del colectivo recluso. Algunas secuencias están dirigidas a un conjunto de personas (Camaradas de este puesto hacer la / guardia con precaucion que antes / de hacer bosot[ros] guardia / la [hice] yo Contodo Corazon / El Cama[rad]a / (rúbrica) [sic]), pero entrañan un mensaje difícil de descifrar sin las claves contextuales en las que se produjo la comunicación. Otras secuencias se refieren a individuos particulares (Pola es el borrego mas / inpe[…]nios[o] que debajo / la copa del mismisimo / cielo… ; Para un maricón que le da…)1, adoptando con el tono coloquial e irónico un nuevo uso solidario y cómplice de la escritura mural, favorecido por la proximidad comunicativa y de conocimiento compartido entre emisor y receptor. Es la distancia entre lo expresado y lo intencional lo que provoca esos

efectos añadidos de burla, comicidad y complicidad, que sólo el mundo compartido entre el preso-escritor y el preso-receptor permite entender ese enunciado como una consecuencia del desplazamiento intencional del sentido (Calsamiglia y Tusón, 1999: 350). Esta serie de estructuras informativas o apelativas presentan un valor referencial ligado a un acontecimiento determinado y a una información concreta. Esta carga informativa se completa también de modo contextual. Pero además, estos “graffiti informativos” dejan ver una serie de “rastros de oralidad”, a través de pequeños enunciados llenos de deícticos y vocabulario coloquial. Por último, distinguimos entre los graffiti verbales una serie de ejemplos atípicos dentro de la escritura mural que hemos denominado paratopías genéricas, inspirándonos en la propuesta de Gándara (2005: 251253). Esta autora entiende el término paratopía como un caso de “una ubicación paradójica”, aplicado a los presos que escriben graffiti en las cárceles y se dan cuenta de que este no es su lugar. Nosotros utilizaremos está idea de la “paratopía” aplicada a los graffiti en sí, en lugar de a sus autores. Así, un graffiti paratópico es aquel que aparece en un lugar que no es el natural para él. Entre los graffiti de Camposancos encontramos dos tipos de textos que no se ajustan a las condiciones canónicas del discurso mural: un poema y un borrador epistolar. En el primer caso, un preso anónimo nos presenta, a través de una poesía, lo que ha sido su vida tras el levantamiento franquista de 1936: Un dia sali [de] [c]asa / sin saber si vol[vería] / pues una gue[rra] [civ]il / en España se [enc?]endía / Y después d[e] mu[cha]s penas / y de m[i]l calam[i]d[ad]es / ha l[os] tre[s] año[s] de guerra / gan[aron] [los] nacionales./ Al ac[a]b[ar] [la] [g]uerra / entre ra[t]as naciona[les] / otra cruel empezó en [los] [c]ampos y ca[rcele]s / Esta otra [m]as tremenda, / y ademas sin pi[ed]ad / [p]ues se castiga ha los hombres / con toda la iniquidad / Bat[all]o[n]es de cast[igo] /


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[c]arc[ele]s [naci]ona[l]es / es lo [q]u[e] es[per]a ha la juventud / en una España de <<Nacionales>>. El autor del graffiti relata que un día abandona su hogar porque comienza la guerra civil y que después de tres años y mil penurias “ganaron” los nacionales. Desde ese momento, el autor se posiciona sociopolíticamente, relata la crueldad de la posguerra, afirma que está rodeado de “ratas” nacionales, se pronuncia ante los castigos sin piedad, y augura un futuro nefasto, doloroso y cruel. De este modo, activa lo que Van Dijk (1998: 335) llama “cuadro ideológico”, es decir, el autor se ubica sociocultural y políticamente mediante la creación de una imagen negativa del grupo rival o antagónico. Poco sabemos, en cambio, de las consecuencias comunicativas “cotidianas” que tendría para la comunidad de presos la lectura de graffiti como estos, con la presencia de marcas ideológicas tan evidentes. Por otra parte, los borradores epistolares representan uno de los tipos más anómalos de graffiti como práctica discursiva: Querido amigo: me alegrare que / al recibo de esta te encuentres bien / de saluz como yo asta la fecha / sin nobedad / sin mas que ya estoy encobran[d]o / en tanta […]. De nuevo nos hallamos ante una clase de escritura que se instala en un lugar que no corresponde con su medio natural. En rigor, ni siquiera se ciñe a lo que reconocemos habitualmente

como graffiti. La escritura mural surge con el fin de que otros la lean; sin embargo, si aceptamos que estos textos se concibieron como borradores, presumimos que el emisor escribe para sí mismo. De este modo, se produce una especie de retroalimentación en que el autor interactúa comunicativamente consigo mismo o quizá con los presos presentes en el momento comunicativo. Esta función resulta novedosa y sorprendente en el universo de los graffiti, pues nos hallamos ante una escritura mural que, a priori, no fue creada para ser expuesta. La mayor particularidad de estos borradores reside en que constituyen una categoría que dota de un estatus especial al muro: le confiere la carga significativa propia de las pizarras, al emplearse la pared como medio de ensayo e instrucción. En nuestra opinión, este graffiti de tipo carcelario, que sucintamente hemos presentado aquí, actúa como una clase particular dentro de la denominada “escritura expuesta”, pues resulta evidente que el estado de reclusión influye necesariamente en la práctica discursiva. En ciertos casos, este graffiti carcelario se diversifica en una variante singularizada que es propia de los presos políticos, cuyos discursos presentan una carga ideológica considerable. Hay en estos casos una serie de marcas de carácter testimonial, como las referencias del yo –en las estructuras

autobiográficas–, las marcas abiertamente políticas –en la poesía-graffiti– o las marcas propias de relaciones privadas –en los borradores epistolares–. Por supuesto, también debemos reconocer la escritura mural en reclusión como un ejercicio de “lucha”. Una lucha contra el olvido del preso como ser social, contra la desidia, el aburrimiento y el embrutecimiento que supone la vida en un campo de concentración, y una lucha por el control del espacio. Así, de modo simbólico, uno se hace propietario del espacio en el que escribe. Con todo, los graffiti de Camposancos se convierten en producciones populares patrimonio de la cultura escrita que, después de más de medio siglo condenadas al ostracismo, renacen como el “silencio roto” de los muros tantas décadas callados. Bibliografía BLUME, R. 1999. ”Graffiti”. En T. A. Van Dijk, (ed.). Discurso y literatura, 167-180. Madrid: Visor. CALSAMIGLIA, H. & A. TUSÓN. 1999 [2007]. Las cosas del decir: manual de análisis del discurso. Barcelona: Ariel. FOUCAULT, M. 1975 [2005]. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Madrid: Siglo XXI. GÁNDARA, L. 2002. Graffiti. Buenos Aires: Eudeba GÁNDARA, L. 2005. ”Voces en cautiverio. Un estudio discursivo del graffiti carcelario”. En A. Castillo Gómez, & V. Sierra Blas (eds.). Letras bajo sospecha. Escritura y lectura en centros de internamiento, 237-256. Gijón: Trea. GOFFMAN, E. 1959 [1981]. La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu. VAN DIJK, T. A. 1998. Ideología, una aproximación multidisciplinaria. Barcelona: Gedisa. Nota Entre corchetes siempre figuran los elementos gráficos reconstruidos a partir de los trabajos de restauración e interpretación de los graffiti originales.


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La ciudad del diario en el siglo XXI

El archivo “diarístico” de Pieve Santo Stefano nació en el 1984 gracias a una idea del periodista milanés Saverio Tutino: recoger, conservar y valorar escrituras autobiográficas de gente común, de personas que han escrito sobre sí mismas, pero que han conservado con cuidado su propia historia pensando que nadie les habría escuchado y, que encerrado en un cajón, el propio “sí mismo” habría estado seguro, pero ignorado. La invitación a mandarlos a Pieve, lugar DANIELA BRIGHIGNI Archivio Diaristico Nazionale di Pieve Santo Stefano El diario, físicamente entendido como hojas de papel sobre las cuales se ha decidido escribir experiencias personales, está íntimamente legado a su propietario. El acto de escribir confirma una relación especular, en la página se refleja el yo del autor y lo mismo refleja su sí mismo: casi una relación biunívoca entre el escribiente y el objeto de la escritura que es, sustancialmente, el sí mismo pasado proyectado en el hoy. Sorprendiendo a quienes se mostraban poco confiados sobre esta iniciativa, a Pieve le comenzaron a llegar memorias, epistolarios, diarios... huellas de vida que se ignoran y después se encuentran en esta ciudadanía de límite, ahora punto de constante y continua confluencia de historias de sí. Cada año llegan al archivo cerca de 250 textos, 150 de los cuales participan al Premio Pieve-Banca Toscana: una comisión de lectura, formada por cerca de 10 personas de Pieve y regiones limítrofes, de octubrre a junio lee y después selecciona las diez memorias finalistas,

al cual pueden acercarse estudiantes, profesores universitarios, periodistas y otros profesionales, ha sido secundada por cientos hombres y mujeres de todas las edades y extracciones sociales, que han encontrado una ocasión excelente para separarse de un objeto –las páginas escritas– expresión del propio ser: de aquel bagaje de la experiencia, que se estratifica en el tiempo y de el cual la escritura es silencioso testimonio.

entre las cuales el Jurado nacional elegirá la obra vencedora, publicada desde el 2001 de la editorial Terre di Mezzo. Cada septiembre Pieve vive tres días dedicados al encuentro entre “diaristas” y lectores: los escritos cobran vida (toman rostro) y, en el último encuentro público –el domingo a mediodía–, se hace público el nombre del vencedor. La memoria ganadora del año 2006 es de Antonio Sbirziola, siciliano emigrado en Australia en los años setenta, que con el título “No hay felicidad en Australia” contiene el relato de una vida de sacrificios, coronada por la mejora económica, pero oscurecida por la pérdida del hijo más pequeño. En el panorama europeo el ejemplo de Pieve no es un caso aislado. En la localidad barcelonesa de La Roca del Vallés nació en el 1997 el Arxiu de la Memòria Popular; en Alemania, en Emmendingen, está el Deutsches Tagebucharchiv cuya responsable es Frauke von Troschke; en Francia, en Ambérieu-en-Bugey está presente l’Association pour l’Autobiographie, nacida en el 1991 por iniciativa de Chantal ChaveryriatDumuoulin, Michel Vannet, Elisa-

beth Cepede y Philippe Lejeune, uno de los máximos expertos en escritura autobiográfica; en Bélgica está activo l’Archive du Patrimoine Autobiographique, cuyo responsable es Rolland Westreich. Son algunos ejemplos de una amplia red de recogida y valoración que, en la diversidad de los criterios adoptados, tiende a dar voz a historias comunes que, en su conjunto, delinean relaciones familiares, cambios sociales, momentos históricos de relieve nacional e internacional, pasajes de época. El archivo de Pieve muestra así el mapa ideal socio-político-cultural de nuestro país: la objetividad de los eventos históricos –aquellos referidos en los manuales de historia– se completa con testimonios que reflejan la Gran Historia en las vidas comunes. Una interpretación que la antropología y de la sociología releen con un interés nuevo como narración subjetiva individual y colectiva. Para confirmar hasta qué punto la escritura adquiere fuerza propia basta recordar un símbolo histórico del Archivo, la “sábana” de Clelia Marchi, campesina de Mantua que murió hace unos años, después de enviudar decidió escribir su propia autobiografía, confiando el relato al


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satisface una íntima necesidad, pero enviar lo escrito a Pieve es darse a sí mismos la conciencia, de que al menos algún otro compartirá un camino de vida. Un archivo singular

tejido de una sábana matrimonial. Un documento único no sólo por la originalidad del material en el que está escrito, sino también por aquella voluntad excepcional de dejar huella de la propia existencia: el testimonio tangible de que ella ha existido, que la propia vida, en su simplicidad, ha proporcionado un ideal compañero de viaje, pues en aquellas palabras confiadas al tejido hecho a mano comparte parte de su viajar. La sábana, un graffiti si la comparamos con las modernas formas de escritura, es sin embargo la expresión más alta de un pasaje significativo, base sobre la cual se funda la idea misma del archivo de la memoria: es el objeto que se convierte en sujeto; es la escritura que se transforma en vida; es capacidad de no recorrer más solos un camino iniciado mucho tiempo antes. El duro vivir En los comienzos de su fundación, al archivo llegaban sobre todo diarios y memorias relacionados con la guerra, con la deportación, con la experiencia del frente, con las privaciones no sólo de los militares sino también de los civiles: la guerra, como la emigración, es el acontecimiento social que más inclina a la escritura. Epistolarios y diarios del mientras se vive una determinada situación y la propia realidad en un

continuo e imprevisible cambio convierten la escritura en una práctica obligada. Obligación de información hacia la familia, obligación hacia sí mismos para no olvidar –frente a la violencia o a la lejanía– el propio ser hombre. Las memorias son las escrituras del después, del re-correr hacia atrás en el tiempo para reapropiarse de emociones, sensaciones, estados de ánimo, que acompañan o han acompañado pasajes ya sea poco o muy significativos de la propia vida. Con el tiempo, aun estando siempre presentes documentos sobre estos temas, ha aumentado el número de las memorias y de los diarios unidos a problemáticas familiares, juveniles, a la emancipación femenina, a las luchas sindicales por el derecho del trabajo. Páginas que reproducen a fondo una sociedad en cambio, no a través de las voces oficiales, sino a través de la “coralidad” popular. La escritura autobiográfica es expresión de un pasaje, porque tiene en sí la idea de transición: del dentro de sí al fuera del papel, al registro en el caso de fuentes orales. Desde siempre el escribir está asociado a lo cerrado de la habitación, al secretismo y lo reservado, un escribir para sí (pero siempre un movimiento de todas formas). Después, el acto reservado, púdico, se ha transformado en el deseo de un compartir: no falta la percepción de que quien escribe

En estos más de veinte años el Archivo ha asumido un rol siempre complejo y articulado en la valorización de la memoria popular: conservar como un archivo normal no ha sido nunca la idea fundacional de Saverio Tutino que, en cambio, ha comparado siempre la memoria a una energía por redescubrir. Los más de 5.000 documentos que Pieve tutela y que aumentan constantemente representan la mirada atenta sobre los cambios en los hábitos del escribir, sobre las temáticas afrontadas, sobre las motivaciones que inducen a la narración y después a la separación física: casi siempre a la busqueda de un lector ideal que comparta la propia vida. Publicaciones e investigación Por eso la actividad científica del Archivo ha ido incrementándose: el encuentro dedicado a las Escrituras de mujer (ideado por Anna Iuso), se desarrolló en 1998 en Arezzo y Pieve Santo Stefano) para estudiar la importancia de la mujer no sólo en la gestión de la escritura doméstica sino también como activa practicante de la escritura personal. Del 2003 es el encuentro dedicado a las Escrituras migratorias, organizado por el archivo y por la provincia de Arezzo, dedicado a la escritura de aquellos que en el pasado fueron emigrantes y que hoy, en la complejidad de las trayectorias de diáspora son llamados “inmigrantes”. Precisamente porque una parte de los trabajos del encuentro trataban sobre el material depositado en el archivo, nació un grupo de investigación, guiado por Pietro Clemente y Anna Iuso, que ha llevado adelante un primer cuidadoso censo sobre el fondo archivístico. Además de la publicación de las actas, editadas en el 2005 con el título Esuli pensieri, está prevista la edición de una antología.


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Desde el 1998, además, el Archivo edita, en colaboración con la provincia de Arezzo, la publicación monográfica semestral Primapersona, dedicada enteramente a la escritura autobiográfica, cuyo director es Saverio Tutino. En ella aparecen no sólo extensos párrafos extraídos de los diarios de Pieve, sino intervenciones de especialistas de escritura y práctica autobiográfica, italianos y europeos. El número 19, último editado, está dedicado al 1968 pero se han publicado números dedicados a la Comida, al Trabajo, a la Fe, al Empeño político, a la Escuela, a la Emigración, a la Escritura... Las tesis, depositadas en Pieve, las otras tantas investigaciones en curso, la publicación de ensayos sobre nuestro material en revistas científicas, o la participación en proyectos europeos como el GRUNTVIG, 2 en colaboración con la universidad UPTER de Roma, finalizado con el intercambio de experiencias personales entre personas que provienen de diversos países europeos, son medios utilizados para dedicar una nueva mirada sobre los testimonios de Pieve. Más allá de la individualidad A estos relatos puede uno acercarse, no con la curiosidad del saber gratuito o con la crítica contra la mayor o menor objetividad de lo narrado, sino buscando en la escritura una fuerza nueva y sobre todo un leer los eventos para conocer al hombre. Una lectura que trasciende la curiosidad, que revela el mundo sumergido de la historia popular, y sobre todo enseña cómo escritores comunes no profesionales consiguen contar la historia de uno o más países. Se cuenta de uno mismo, pero también de los lugares, de los otros que se encuentran y cuya vida se cruza con la propia. Aunque la escritura sea un acto solitario, en el escribir sobre sí mismo confluyen los otros, aquellos con los que uno se relaciona y de cuyo encuentro la propia vida resulta cambiada. Retratos nítidos de múltiples e infinitos aspectos del vivir civil y

político. La importancia y la revaloración académica de la escritura autobiográfica, desde hace mucho tiempo asociada sólo a las biografías de los grandes autores o personajes, casi el coronamiento de su producción y actividad, ha permitido liberar a la autobiografía popular del rol de hija menor. Lo demuestran tanto el número de las publicaciones, más de 70 entre memorias, epistolarios, diarios y colecciones ensayísticas, como el interés creciente también del mundo televisivo y teatral. Nanni Moretti, director y actor cinematográfico, ha realizado once cortometrajes inspirados en otros tantos diarios y contados por sus mismos protagonistas; Ascanio Celestini, autor, director y actor teatral, desde hace años traslada sobre el escenario piezas unidas a la memoria, a la experiencia autobiográfica propia, a aquella familiar y a aquella de los otros. El de Ascanio Celestini es un teatro contado, no solo con la atención de quien ha escuchado y conocido historias de vida, sino de quien tiene la capacidad y la humildad de hacer conocer la imprecisión de la subjetividad, la maravilla de los miedos y de los estupores que acompañan el gran viaje que es la vida. El Canal 3 de la Radiotelevisión italiana realiza desde hace años documentales relacionados con la

experiencia bélica, con los años setenta y con otros momentos instituyentes de nuestra historia, sacando partido de los diarios depositados a Pieve. El aspecto multiforme de la escritura (del graffiti de la sábana y las cartas de fines del siglo XIX que la condesa Emilia hacía llegar a su amante, a los contemporáneos correos electrónicos) y la originalidad del interés histórico-sociológico de muchas historias dan vida a verdaderos y propios “corales”: libre de sobreestructuras literarias, quien escribe no habla sólo de sí. La presencia en encuentros, seminarios y mesas redondas es aprovechada para dar a conocer mejor los textos custodiados, pero también para promover otra lectura, es decir, restituir la subjetividad de lo narrado y del narrador, el derecho a la escucha y el análisis desde tiempo negado por la objetividad de la lectura histórica. Acceso universal al catálogo Para hacer más fructífera la consulta de su catálogo, el Archivo ha adoptado un sistema informático de ordenación (fichas), utilizado por las Bibliotecas y dotado por la Región Toscana y por la DBA por cuenta de la Unesco. El archivo ha adoptado una aplicación de Isis, denominada Isis/diari, elaborada por la Fundación de Pieve de acuerdo con los archivos de escritura popular y el Servicio de los Bibliotecas de la Región. La búsqueda puede realizarse por géneros, temas, autores, localidad, extremos cronológicos, etc. En general, si el campo de búsqueda está bien definido, el personal del archivo puede realizar la pesquisa por ordenador y facilitar el resultado al investigador. A través de la página www.archiviodiari.it, donde es posible consultar el catálogo de los textos editados e inéditos, el Archivo permite tener una primera visión de todo aquello que es posible encontrar al fin del propio estudio. Naturalmente la consulta de todo diario inédito está vinculada a la voluntad del autor o del propietario del texto.


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