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Hebe Uhart (Argentina
Hebe Uhart
Argentina
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©Alejandra López
x Nací en Moreno, a 35 kilómetros de Buenos Aires, una ciudad chica; viajábamos a la capital para estudiar o trabajar todos los días. Me crié en un ambiente pueblerino y si bien conocía mucho la ciudad, yo era una chica de pueblo. Me sorprendí, cuando entré en la Facultad de Filosofía a estudiar, del desparpajo en el lenguaje de mis compañeros, luego me acostumbré, lo hice mío, y dije muchas malas palabras como se usaba, trabajé después como docente de primaria, secundaria y en la facultad, ahí me jubilé y paralelamente seguí escribiendo cuentos, novelas de corto aliento y últimamente crónicas de viaje (ya voy por la tercera) por lo que viajo mucho y ahí aprendo, en vez de las malas palabras y las conductas posexistencialistas que aprendí en mi adolescencia, las costumbres de la gente del campo, el modo de pensar de las comunidades indígenas de mi país y de toda América Latina. Trabajé como 20 años en la universidad donde di clases de filosofía para alumnos del primer año (me recibí de profesora de filosofía), pero ahora he perdido la costumbre de leer textos de filosofía: me resultan difíciles, como si me hubiera desacostumbrado. Tengo talleres de literatura, y eso me gusta. Espero hacer alguna crónica sobre México o lo que pueda ver, porque lo imagino enorme y variado.
Credo
Aunque los géneros tienden ahora a mezclarse mucho, me parece que el cuento se diferencia de la crónica en que tiene un pero, una peripecia. La crónica puede mostrar una persona, una acción, un sentimiento sin que pase nada. De hecho, la mejor crónica brasileña que conozco está hecha sobre un hombre que nada en el mar, otro lo mira desde su ventana y no pasa ninguna otra cosa. El mejor ejemplo de peripecia es la tragedia griega. Prometeo le dio el fuego, la cultura, y muchos dones a los hombres porque era un donador generoso, sí, pero era también un ladrón del fuego, se lo robó, nada menos que a Zeus. Áyax, el gran guerrero, era aconsejado por su padre: “Tú, hijo, pelea siempre con ayuda de los dioses”. Y Ayax dijo: “Así cualquiera, yo quiero luchar solo”. Y la omnipotencia se castigó con la locura; era un gran guerrero, pero omitió a los dioses. Y en cuentos actuales que estimo, siempre hay una peripecia. Un escritor uruguayo poco conocido, que crea un universo campero poblado de diversos personajes escribe un diálogo entre dos criollos. Uno dice: “Decime, ¿y vos no vas al boliche?”. “No, ¿Pa qué? pa mamarme y después pelearme?”. “Y decime, vos mujer no tenés?”. “No pa qué, pa llenarme de hijos?”. Y Ya cansado, le dice: “Y perro no tenés?”. «No paqué?”.El interlocutor está exasperado y dice “Pa tenerlo, nomás”. Respuesta: “Pa tenerlo por tenerlo, no”.
Y después de tantos “No” el paisano se enamora de un burro, y vive en amable convivencia con él.
El cuento es un género que me gusta, siempre me he sentido cómoda al escribir. Eso sí, requiere más prolijidad y atención que la crónica, donde el autor se involucra más con los personajes y, de alguna manera, se coloca entre ellos (de hecho, la mayoría de las crónicas está escrita en primera persona) requiere un espacio mental muy cuidado, muy preservado y una distancia mayor con el material a tratar.