La intolerancia de los tolerantes
Hoy es el fallo de la píldora del día después, ayer fue la acusación constitucional en contra de la Ministra Provoste, antes habían sido las discrepancias entre miembros de la coalición gobernante. A raíz de lo anterior, todos aquellos que se identifican con el mundo progresista y suelen definirse como personas, ante todo, tolerantes, han tenido reacciones que no pueden dejarnos indiferentes precisamente por la intolerancia que revelan frente a la conducta o creencias de los que no piensan como ellos.
En efecto, cada vez que los supuestos custodios de la tolerancia reciben una opinión contraria a la que defienden o conocen de una decisión pública que supone un golpe a su agenda, utilizan una estrategia similar para desacreditar a sus autores.
En primer lugar, se encargan de crear una sensación de alarma pública, tal como sucedió cuando el Senador Zaldívar votó en contra del aumento de platas para el Transantiago. En aquella oportunidad, los que provienen del mundo progresista -como les gusta ser denominados- reaccionaron indignados y señalaron que él tendría que dar explicaciones por “negarse a mejorar” el transporte público, ya que la continuidad de su funcionamiento estaba en peligro.
Asimismo, cuando hace algunos días se presentó una acusación constitucional en contra de la Ministra de Educación, respecto de cuya admisibilidad debía pronunciarse la Cámara de Diputados, se señaló que de persistir en su idea los acusadores “ponían en peligro la estabilidad institucional”. Días después, cuando “se filtró” parte del fallo del Tribunal Constitucional sobre la polémica píldora del día después, dijeron que aquella sentencia “ponía en peligro la salubridad pública”, lo que terminó con al menos una veintena de mujeres detenidas y con una reunión de emergencia por parte de los miembros del Tribunal, quienes se vieron forzados a emitir una declaración pública aclarando los acuerdos alcanzados.
Terminada con éxito la etapa de sembrar alarma pública, los paladines de la tolerancia pasan a una segunda fase, donde el trabajo se divide en dos frentes. Un grupo
asume la responsabilidad de elaborar estrategias jurídicas para seguir adelante con su agenda, las cuales van desde recurrir a tribunales internacionales hasta presentar proyectos para reformar la Constitución, pasando, evidentemente, por la reforma de las instituciones que se han atrevido a desafiar las “certezas” que ellos preconizan y defienden. Sólo esta semana han ingresado tres proyectos de ley relacionados con el Tribunal Constitucional.
El segundo grupo, en cambio, asume una responsabilidad distinta, no por eso menos importante. Son los encargados de cuestionar a los integrantes de las distintas instituciones, ya sea denostando su integridad, como ha sido el caso de los miembros del Tribunal Constitucional o, incluso, llegando a sugerir su expulsión, como lo hicieron con el senador Zaldívar de la Democracia Cristiana y más recientemente con Mariano Fernández.
Los episodios que se han sucedido este último tiempo nos dan luces sobre el alcance que la expresión tolerancia tiene para los que bien podríamos denominar “tolerantes intolerantes”. En definitiva, en sus reacciones se evidencia que, más allá de sus declaraciones, poca confianza le tienen al diálogo democrático y al Estado de Derecho.
Finalmente, estos tolerantes personajes se han quitado la máscara mostrando lo que son, unos intolerantes seguros de poseer la verdad, dispuestos a imponer su visión de la sociedad a cualquier costo, incluso utilizando métodos, al menos, democráticamente cuestionables, desconociendo que en sociedades de esta naturaleza algunas veces se pierde y otras se gana.
Así las cosas, si en verdad se pretende avanzar en el bienestar nacional sería recomendable que estos “tolerantes intolerantes” aprendan a respetar las reglas de la democracia en la que afirman creer y que dicen defender.
Beatriz Corbo Atria. Investigadora Área Legislativa