Un subsidio a la eficiencia Si bien el Transantiago no es el mismo del año pasado, nadie podría afirmar que es el sistema ideal para Santiago. La ciudadanía aún añora la principal – sino única – virtud de las micros amarillas: movilizaba a la gente desde sus casas al trabajo y viceversa, en un tiempo y a un costo razonable. El Transantiago está lejos de alcanzar este objetivo y, por el contrario, se ha estabilizado en torno a una gestión ineficiente y un déficit financiero de carácter estructural. En este sentido, la propuesta del Ministro para establecer un subsidio resulta absolutamente inexplicable. Equivocadamente, la lógica para mejorar el Transantiago ha sido progresivamente la de solicitar más recursos y de exhibir cada vez menos resultados. El proyecto elimina los informes mensuales al Congreso, solicita recursos por más de US$ 400 millones anuales y los deja asignados de manera definitiva. ¿Qué hay de compromisos explícitos sobre los tiempos de espera o el número de trasbordos? ¿Qué cambios se proponen respecto de las utilidades de los operadores o la construcción de la necesaria infraestructura? Ya se han perdido más de US$800 millones en un sistema indigno e ineficiente, por lo que confiar ciegamente en el Ministro está fuera de discusión. Frente a este escenario, la Alianza ha propuesto una serie de exigencias para mejorar el Transantiago y las condiciones mínimas sobre las cuáles deberá operar el eventual subsidio. A diferencia del Ministro, el mecanismo utiliza la lógica inversa: se impone un férreo control financiero y de gestión, sujeto a la evaluación y logro de resultados concretos. Se establecen 10 medidas dirigidas a desatar los nudos problemáticos del Transantiago, entre otras, la mejora en la calidad del servicio, reformulación de mallas de recorridos, asignación de ingresos a los operadores y reducción de la evasión. Pero el principal aporte es la creación de diversos índices de evaluación: de la calidad del servicio, financieros y de infraestructura, y la entrega de fondos renovables de carácter semestral o anual sujeta a la revisión periódica de esos índices. De esta manera, los recursos se entregarán sólo en la medida en que se cumplan compromisos concretos y que el sistema mejore de manera sustancial. La propuesta va en el sentido correcto. El Transantiago dejó de ser una reforma “en marcha blanca” y se convirtió en una realidad concreta y permanente para todos los santiaguinos. Es por ello que resulta fundamental definir si va a ser éste – y no otro – el sistema de transportes que operará en Santiago en las próximas décadas. Los índices de evaluación y la rendición de cuentas periódica en materia financiera y de gestión permitirán, sin lugar a dudas, elegir correctamente el camino a seguir. Cristián Valenzuela B. Área Legislativa