Transantiago, no olvidar el 2007 Sin duda, el 2007 será recordado como el año del fracaso del Transantiago. No hay ninguna noticia que pueda compararse con la magnitud de las consecuencias que la ejecución del plan de transporte ha dejado en la capital. Un año triste, marcado por la angustia y la desesperación que millones de chilenos enfrentaron durante los primeros meses, y por la decepción y rabia que las crudas revelaciones de la Comisión Investigadora fueron provocando en la ciudadanía. Esta mala experiencia debe servirnos como una clara lección a futuro: nunca más debe utilizarse con fines políticos y electorales un programa que tiene un tremendo impacto social. Porque esencialmente, a diferencia de cualquier otra política llevada adelante por los gobiernos de la Concertación, Transantiago trastoca las raíces más profundas de la sociedad, pues se trata de reformar una necesidad tan básica para el ciudadano como es la movilización de todos los días. Una necesidad que afecta principalmente a las personas más humildes de Santiago; aquellas que no tienen otra alternativa y que se ven forzadas a utilizar un pésimo servicio para trasladarse a sus trabajos y regresar a sus hogares. Mayor reproche aun genera el descubrir que las autoridades conocieron y aceptaron las graves consecuencias de la implementación del plan. Es un verdadero crimen social, pues pese a todas las advertencias, estudios e informes que aconsejaban lo contrario, la decisión irreversible de ponerlo en marcha ya estaba tomada. Para este 2008 sólo queda confiar en que el ministro Cortázar tendrá la valentía y la decisión para llevar adelante los cambios radicales que el sistema requiere. Desde luego, debe impulsar el cambio de nombre e imagen corporativa del plan de transporte. Es impensado e injusto que los chilenos sigan soportando la tremenda carga negativa que la marca Transantiago tiene. De esta manera, lentamente y con las mejoras que puedan verificarse, Santiago podrá salir adelante, y los ciudadanos, sentir que disminuyen los negativos efectos que han debido sobrellevar. Asimismo, es de esperar que la gente no se olvide de lo que pasó en 2007. Porque, a fin de cuentas, Transantiago es la representación más evidente del desgaste de la Concertación, que, a lo largo de un proceso de más de cinco años, mostró la tremenda indiferencia y la nula sintonía con la gente, al elaborar un plan de transporte que no sólo se construyó lejos de las personas, sino que en contra de ellas.
Cristián Valenzuela B. Área Legislativa Fundación Jaime Guzmán E.