Diálogo 15 Nueva Época/ EL TIEMPO DE LAS SOMBRAS:REFLEXIONES SOBRE EL TERROR EN GUATEMALA

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Publicación mensual de FLACSO

Nueva época, Año II, No. 15, mayo de 2002 / 1

Publicación mensual de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales/FLACSO-Guatemala. Nueva época, Año II, No. 15, mayo de 2002

EL

TIEMPO DE LAS SOMBRAS:

REFLEXIONES SOBRE EL TERROR EN

GUATEMALA Manolo Vela* «... no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse». MATEO 10:26

Rodolfo Abularach. Circe/óleo sobre tela. 1973. Colección de arte moderno. Bogotá, Colombia.

* Sociólogo. Investigador de FLACSO-Guatemala. Profesor de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Las opiniones expresadas en este suplemento son de la exclusiva responsabilidad de su autor.


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Nueva época, Año II, No. 15, mayo de 2002

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s una lista que alcanza una alarmante extensión: activistas de derechos humanos, de organizaciones sociales, sindicalistas y campesinos, cientistas sociales, antropólogos forenses, periodistas, administradores de justicia, activistas, políticos, personal de la Tipografía Nacional (incluyendo la propia ex directora), han sufrido amenazas, hostigamiento o vigilancia, lo que ha dado como resultado el exilio de algunos de ellos. Sedes de instituciones sociales han sido allanadas. Trágicamente, el asesinato tampoco ha estado ausente. ¿Se trata de una historia que pareciera ser parte de los informes de derechos humanos de principios de los años 80? El terror vuelve a aparecer y el pasado se niega a morir sepultado por la democracia. ¿Quiénes son los autores de estos hechos? y ¿por qué no se les persigue y procesa? Develar tales enigmas debiera ser el objetivo de las fuerzas políticas y sociales que creen que la democracia es la mejor forma de gobierno. Rehuirlo significará que otras personas se vean perturbadas por amenazas o que pierdan la vida, lo que seguramente tendrá efectos muy negativos, tanto internos como externos para la «imagen de Guatemala». Lo decisivo en esta hora es cerrar la puerta a las antiguas prácticas del pasado, o bien, presenciar cómo el miedo y el terror siguen cabalgando por la historia del país, blandiendo su tradicional impunidad.

Roberto Cabrera. Contrastes. 1973. Colección Lionel Méndez Dávila.

Este documento contiene una reflexión experimental, que busca «presentar el tema» con la urgencia de los hechos. Constituye simplemente una alternativa de interpretación. ¿Parcializada? Sí, pero a favor de las víctimas y de la democracia. En realidad se trata de notas y aproximaciones intencionalmente incompletas. Otras personas, desde diferentes disciplinas, podrán ampliar el panorama, alertar y dar luces para desterrar de una vez por todas el recurso a la violencia y la intimidación como instrumentos de la política.

UNA es una publicación de FLACSO-Guatemala y de elPeriódico.

Secretario general de FLACSO Wilfredo Lozano San José, Costa Rica

CONSEJO ACADÉMICO DE FLACSO-GUATEMALA Víctor Gálvez Borrell-director Virgilio Álvarez/Walda Barrios-Klée /Silvel Elías/Gisela Gellert/Irene Palma/ Edgar Pape/Jorge Solares/Edelberto Torres-Rivas

CONSEJO HONORARIO ■ Alain Touraine, Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, París, Francia. ■ Alejandro Portes, Johns Hopkins University, USA. ■ Volker Lühr, Freie Universitat Lateinamerika-Institut, Berlín, Alemania. ■ Mitchell A. Seligson, University of Pittsburgh, USA. ■ Guy Hermet, Instituto de Ciencias Políticas, París, Francia.

Tels: (502) 362-1431 al 33 Fax: (502) 332-6729 Correo electrónico: flacsoguate@flacso.edu.gt Página web: http://www.geocities.com/athens/rodes/9162 Coordinación de edición: Hugo de León Diseño, edición y diagramación: Magna Terra editores Esta edición es posible gracias al apoyo financiero de la agencia sueca de desarrollo internacional ASDI / SAREC

30,000 ejemplares

HISTORIA SIN FIN

A lo largo de la historia de Guatemala se hace difícil distinguir los momentos en los que, privilegiando las reglas de la democracia, se ha prescindido de la utilización del miedo y el terror. Esta historia de víctimas y victimarios ha seguido adelante a pesar de los eventos electorales, la democracia, los Acuerdos de Paz, el fin de la guerra, la Comisión de Esclarecimiento Histórico, y una misión internacional de verificación de Naciones Unidas. Confirmando lo ya sabido, pareciera que ninguno de estos acontecimientos han importado o importunado a los perpetradores del terror. Existe la sensación que la maquinaria sigue funcionando para amedrentar a quien amenace su estabilidad, para brindar información a los huéspedes del poder, protegerlos en contra de las conspiraciones que –ciertas o falsas– traman los adversarios, o para realizar «trabajos» y «encargos» personales, que sellan lealtades o autofinancian organizaciones delictivas. Tras el fin del conflicto armado, la excusa perfecta dejó de ser útil: las violaciones a los derechos humanos están relacionadas con la guerra y con el accionar de las organizaciones insurgentes. El terror de Estado parece tener una raíz que va más allá de la guerra y la contrainsurgencia no necesita de insurgentes para que se siga matando. La acción de aquellos grupos acostumbrados a aplicar el terror se ha adaptado a los nuevos tiempos de la democracia de posguerra, al mismo tiempo que ésta se ha acoplado a la existencia de aquél. Por detrás del andamiaje de la democracia, los burócratas del terror operan libremente. Más allá de la sospecha, nadie sabe de ellos, característica que se torna en condición de su éxito. De esta manera, en el régimen democrático, las instituciones sirven al terror como mecanismos de protección. Presentan


Publicación mensual de FLACSO una apariencia de «normalidad», negando la existencia de sus perpetradores. Paradójicamente, las instituciones de la democracia terminan cumpliendo las funciones que los victimarios les encomiendan. En suma, y desde hace varios años, estamos en presencia de un régimen que sigue procesando sus contradicciones mediante la violencia y el terror.

HERENCIA Guatemala sigue siendo una sociedad violentada. Desde siempre, el terror de Estado se impuso para la defensa de un modelo económico que fracasó; y el desmoronamiento del modelo ha sido pagado por quienes soportaron el terror de Estado. El terror convirtió lo sorprendente en realidad cotidiana, trastocando la capacidad de asombro de los guatemaltecos. Es preciso recordar que el miedo no llega porque sí. Es una construcción social determinada por la historia, que es, además, una opción política y forma parte de los repertorios de la intervención.1 El terror no cesará mientras en algunos actores persista la idea que éste es un medio para solventar sus diferencias con los «otros». Si a ello agregamos la existencia de estructuras operacionales que prácticamente fueron «acostumbradas» a hacer «cualquier cosa» contra el adversario, y la inexistencia de una oposición firme ante el actuar de tales aparatos, iremos comprendiendo las madejas del problema. Persisten compartimientos del Estado encargados de llevar hasta las últimas consecuencias las recomendaciones de Maquiavelo: «[es preciso] provocar el terror y el miedo que se había producido en el momento de la toma del poder». «Los hombres aman según su voluntad, y temen conforme a la voluntad del príncipe; por lo tanto, si éste es sabio debe fundamentar su voluntad en lo propio y no en lo ajeno».

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. «... el terrible siglo XVI lo llevamos en el inconsciente todos los guatemaltecos, con su mezcla de crueldad, racismo, piedad, dolor y resistencia». Torres Rivas, E. Guatemala: causas y orígenes del enfrentamiento armado interno. Prólogo, Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Guatemala, 2000. El miedo fue un elemento fundamental de la práctica política a lo largo de las dictaduras del régimen liberal: Barrios, Cabrera y Ubico. Rendón, Calherine. El gobierno de Manuel Estrada Cabrera, Historia General de Guatemala, Asociación de Amigos del PaísFundación para la Cultura y el Desarrollo, 1996. 2 Figueroa Ibarra C. Los que siempre estarán en ninguna parte: la desaparición forzada en Guatemala. Grupo de Apoyo Mutuo-Centro Internacional para Investigaciones en Derechos Humanos-Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Puebla, México, 1999. p. 119.

Nueva época, Año II, No. 15, mayo de 2002 / 3 De las matanzas realizadas durante los momentos cruciales de la guerra y de la aplicación de la violencia contra personas para lograr objetivos políticos se pasó, a partir de 1991, a una etapa de «relativa estabilidad», en la que se han combinado momentos de «quietud», con ciclos que alcanzan frecuencias mayores. Disperso, focalizado, pero al fin constante, el terror tiene en la Guatemala de posguerra un peso político insoslayable. Sería un error argüir que el terror de ahora puede compararse con el que se produjo durante las décadas de 1970 y de 1980, cuando se sabe de los casos de 927 y 2,260 desaparecidos respectivamente.2 A pesar de que una comparación cuantitativa sería equivocada, no puede afirmarse lo mismo en el ámbito cualitativo. La violencia de aquella época tiene en común con la actual su necesidad de impunidad. Tanto ahora, como antes, no hay investigaciones judiciales de oficio. La dosificación del miedo trae a la actualidad los momentos más angustiantes del terror de Estado del pasado. La sociedad rememora los temores de aquellos años para hacerlos parte del presente. No se trata de algo novedoso, sino de circunstancias conocidas. Es un pasado que no se ha ido completamente. Ése es uno de los objetivos de los perpetradores. Señalar lo que pasó, lo que pasa, y amenazar con lo que puede pasar: apropiarse del futuro para inmovilizar. Generar una sensación de ansiedad, reforzada por el carácter ubicuo y omnipotente del agresor. Tras aquellas violentas Roberto Cabrera. Serie La Semana. 1968. Colección del pintor. oleadas de terror, los actos del presente parecen querer transmitir la idea que son el inicio de un nuevo ciclo de horror. En los momentos en los que el terror se agudiza, se recrea un clima de confusión y los actores interiorizan la sensación de no saber qué puede suceder, lo que luego da paso a un estado de impotencia. Todo ello contribuye a que la política pierda su carácter previsible. En definitiva, el miedo y el terror estructuran relaciones de autoridad, que se manifiestan en la cultura política. ¿Qué democracia es ésta que a pesar de invocar derechos los socava? ¿Pueden los actores de la democracia convivir con los victimarios? ¿Puede la democracia permitirse no hacer justicia en casos de terror de Estado? ¿Cuál es la relación –si es que existe alguna– entre democracia y terror?

EXPLICACIONES Si ahora ya no se trata del «complot del comunismo internacional» (como antes de 1989), ¿cuáles son las explicaciones que fundamentan la defensa o la lucha en contra de los «enemigos internos» mediante la violencia? ¿Qué justifica


4 / Publicación mensual de FLACSO amenazar y matar en esta hora? Los hechos acaecidos en los últimos meses parecen revelar tres argumentos: la disputa del pasado, el ajuste de cuentas con sectores de la oposición política y la necesidad de maniatar a importantes sectores de la prensa. Imposibilitar procesos judiciales en los que son acusados antiguos funcionarios u oficiales militares, detener la exhumación de cadáveres resultado de las masacres, o simplemente actuar contra activistas de derechos humanos. La utilidad del «enemigo» no parece haber concluido en 1996. Se necesita recrearlo en otras personas, organizaciones o ideas. El poder está por encima del terror y el miedo causado. Para seguirlo ostentando es que los enemigos se reinventan.3 Tras el fin de la guerra, los hechos hacen pensar que sigue existiendo, entre algunos segmentos del cuadro de oficiales y de veteranos militares, la idea de que todo acto que implique llevar a juicio a oficiales involucrados en violaciones a los derechos humanos, constituye un «acto de venganza» que no puede ser tolerado. Como lo expresara el Grl. Humberto Mejía Víctores, «... el ejército defendió a Guatemala con honor y ahora lo quieren crucificar como a Cristo». Quien lleve adelante procesos judiciales o pretenda revelar el pasado, se convierte en enemigo. «Quien se atreva a mancillar el honor del ejército correrá la misma suerte»; he allí la lección. El «anticomunismo» parece entonces que no ha concluido su tarea en la Guatemala del siglo XXI.

ORGANIZACIÓN El carácter sistemático, coherente y coordinado de los últimos actos de terror, la logística que tales hechos demandan, el número, la frecuencia y ciertos patrones comunes, llevan a suponer que se trata de una acción ejecutada por organizaciones altamente perfeccionadas, con una compleja división del trabajo, que difícilmente puede ubicarse fuera del aparato de Estado, o prescindir de su apadrinamiento. Aquellos «hombres desconocidos fuertemente armados» (como se les presenta en los medios de comunicación a los perpetradores de la violencia) podrían ser, como antaño, empleados del Estado, dentro o fuera de las nóminas de personal. La reconstrucción de los hechos lleva a pistas sobre una posible racionalidad en la lógica del terror. No se trata de matar o amenazar por el sólo hecho de hacerlo. Se ejecuta o se amenaza para causar miedo en los entornos sociales de las víctimas, para advertir de forma imprevisible y ejemplar.4 En última instancia, el terror responde a un sentido pedagógico, de allí su utilidad política. Detrás de cada caso existen altos grados de planificación: a quién, cómo y cuándo, se amenaza o se asesina. Dicha planificación está relacionada con la información que se recolecta sobre las víctimas potenciales. Planificación e información, dos componentes que mostrarían «técnicas aprendidas» y estructuras organizacionales complejas. Las organizaciones del terror suelen funcionar a manera de las sociedades secretas. Su composición puede ser una mezcla de ex oficiales militares y quizá otros en activo –la columna vertebral, especialistas y personal civil (sin relación contractual aparente). En este último caso, puede pensarse en personal que mantiene relación con miembros vinculados al

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Arend, Hannah. The origins of the totalitarianism. Nueva York, 1951. Escalante Gonzalbo, Fernando. Cuadernos de La Gaceta, No. 70, 1a Ed., FCE, México. 1999.

Nueva época, Año II, No. 15, mayo de 2002 servicio o simplemente a una operación.5 Entre ellos es dable imaginar que se identifican y comunican por un seudónimo, pues generalmente las personas pierden su identidad al ingresar a tales organizaciones. Los estrictos códigos de secreto «lo que se hace, se mira y se escucha en el servicio se queda en el servicio», y una membresía que va más allá del encarcelamiento o la muerte, fortalecerían el carácter de grupo aparte.6 Lo anterior explica por qué tras el desarrollo de las operaciones, la investigación de los hechos sea cuesta arriba. Los «hombres desconocidos fuertemente armados» cuentan con un aparato que dificulta y limita las averiguaciones y hace que del terror sólo lleguen a conocerse fragmentos dispersos.

RESPONSABILIDAD A pesar de lo que se afirma, el terror no necesariamente se ha convertido en una «situación incontrolable» para las autoridades. No obstante que éstas tienen la llave, no la utilizan para abrir la puerta de los sótanos del edificio del poder. Como afirmó un militar refiriéndose a la actitud de un ministro de la defensa durante los años del conflicto armado interno, respecto de tales actos: «... no quería saber cómo, quién o dónde ocurrían».7 Si estos actos están vinculados a las estructuras que «protegen» al poder político, las que a su vez le permiten tener un estricto control de los opositores, facilitando la «dura» tarea de mantenerse en el poder y terminar el mandato ¿para qué investigar? Frente a las complejas condiciones de la gobernabilidad y la existencia de múltiples adversarios que acechan a cada paso ¿qué sentido tiene inspeccionar a uno de los más fieles aliados que detenta el know how de dos importantes claves de poder: el terror y la información? ¿Importa el carácter delincuencial de esta práctica, cuando múltiples enemigos conspiran contra la honorabilidad del poder político? Alto precio el que las autoridades pagan por los denominados «análisis de situación», reportes de inteligencia elaborados sobre la base de una multiplicidad de fuentes (humanas y técnicas), instrumentadas, a veces, a través de métodos ilegales de obtención de información. Por acción deliberada o por no ejercer control, contrario a lo que se piensa, la responsabilidad en estos actos es del más alto nivel.8 Ello responde, además, a una doble dimensión. Primero, puede suceder que los perpetradores del terror sean directamente empleados del Estado; o bien, que servidores públicos colaboren en alguna de las tareas que los operativos demandan. Segundo, en Guatemala es de suponer que si no se castiga a los perpetradores

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USS-SOUTH-COM Intelligence Summary for 13 September 1995. Defense Intelligence Agency. Secret cable, en El ejército de Guatemala: lo que revelan los archivos de los Estados Unidos. The National Security Archive, The George Washington University, Guatemala, 2000. 6 Se rumora que existen apoyos –legales y económicos– a miembros de la institución armada procesados por crímenes, como el caso de oficiales que se dedican a realizar «lobby» en procesos judiciales, a fin de apoyar a sus compañeros de armas. 7 Schirmer, Jennifer. Las intimidades del proyecto político de los militares en Guatemala. FLACSO Guatemala, 1999. p. 293. 8 Lo que en Estados Unidos se conoce como denegatoria plausible, cuando los altos funcionarios manipulan jerarquías y procedimientos administrativos a fin de evitar conocer información sensible, lo que posteriormente –en el debate en opinión pública o en procesos judiciales– servirá para alegar desconocimiento de aquellos comprometedores hechos.


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Nueva época, Año II, No. 15, mayo de 2002 / 5 enterarse, y debiendo imponerse prefirieron conservar a un aliado?

es porque no se colabora con la justicia y existe aquiescencia. «Nunca se ha movido la hoja de un roble sin orden del ejército», afirmó, por ejemplo, un testigo de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico al referirse a este tema.9

ENCUBRIR

Tras la firma de la paz, el antiguo enemigo interno se desdibujó.10 Cualquier servicio de inteligencia que ve desaparecer a su oponente, que está inmiscuido profundamente en actividades de seguridad interior y que, además, es el único organismo de inteligencia de un país, debe redefinir sus funciones. Pero si a ello se agrega que el poder político es incapaz de darle nuevas directrices, el servicio terminará reafirmando su propio rumbo: siempre habrá alguien a quien espiar. El servicio debe seguir mostrando una alta utilidad que desaliente las presiones para su reforma. Si a lo anterior le sumamos el escaso cumplimiento de los Acuerdos de Paz concernientes al tema y el incremento en el presupuesto de defensa operado en los últimos tres años,11 tenemos un escenario perfecto para el fortalecimiento de tales instancias.

9 Las violaciones a los derechos humanos y los hechos de violencia. Tomo II. Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Guatemala: Memoria del silencio. Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, Guatemala, 1999. p. 114. 10 En efecto, las fuerzas insurgentes empezaron el proceso de hacer de sus cuatro organizaciones clandestinas un partido. Hacia 1996 no estaba claro que en ese proceso perderían el paso, extraviarían el camino y terminarían por dividirse, alcanzando 12% de los votos emitidos durante las elecciones generales de 1999. 11 MINUGUA. “Informe de verificación. Situación de los compromisos relativos al Ejército en los Acuerdos de Paz”, mayo, 2002.

Roberto Cabrera. El martirio de San Sebastián. 1959. Colección Claude Pretextat-Lecomte.

Por otra parte, también comparten responsabilidades en los actos del terror de Estado aquéllos que pensaron que para hacer el bien había que pactar con el mal. Académicos, políticos y activistas de derechos humanos, reconocidos en el mundo de la «izquierda», pasaron recurrentemente a formar parte de la gestión de gobierno. Paulatinamente, se dieron cuenta que no se podía hacer tanto bien como originalmente pensaron. Y de allí en adelante se justificaron dentro de la realpolitik. Todo cabe en ese útil cajón del que saldrán los más valerosos argumentos para excusar su paso por la administración. En el fondo también sirvieron al terror para encubrirlo y ser así parte de la gran estrategia de poder. ¿Podrán diferenciarse acaso los niveles de responsabilidad entre el que ordena, el que vigila, el que ejecuta, y aquéllos que debiendo controlar no lo hicieron, debiendo saber no quisieron

Puede pensarse que el carácter compartimentado, los códigos secretos, la posición orgánica y la existencia de una red de «encubridores» en los aparatos encargados de la investigación criminal, contribuye a que la persecución penal de los integrantes de las estructuras encubiertas de terror sea difícil de lograr. Una de las condiciones que han cambiado entre los años de la guerra y los años de la paz, ha sido la exigencia de impunidad, la que requiere formas más refinadas y menos evidentes, a fin de que las operaciones no puedan ser develadas. Como antaño, el terror asume características totales, no por su carácter cuantitativo, como ya lo dijimos, sino porque no tiene oposición. Sus linderos pasan a ser sus propias apetencias destructivas.12 Los argumentos en esta línea son abundantes. En mayo de 1990, Thomas Stroock, Embajador de Estados Unidos en Guatemala, analiza diversos casos de violaciones a los derechos humanos ocurridos durante 1990 de la forma siguiente:

Al preguntarse ¿quién ordena y lleva a cabo los golpes?, es muy difícil responder esto con certeza. Basándonos en las observaciones y en los numerosos contactos que hemos hecho en los últimos años, incluyendo miembros de un ‘escuadrón de la muerte’, concluimos que el tipo de golpe discutido aquí es llevado a cabo o dirigido por individuos que son miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, a menudo de inteligencia militar (D2), pero también por otros de la seguridad presidencial, comandos de las zonas y, ocasionalmente, de las fuerzas de policía civil. Cuán alto provienen las órdenes, probablemente depende de cada caso en particular y de quien esté en las posiciones de mando en las fuerzas de seguridad. [...] Los golpes más notorios en la ciudad, que requieren vigilancia bastante sofisticada, carros, motocicletas, radios y casas de seguridad (como en el caso de secuestro de Valenzuela), son probablemente 12 «El terror se convierte en total cuando se torna independiente de toda oposición; domina de forma suprema cuando ya nadie se alza en su camino». Arendt, Hannah, op. cit., p. 564.


6 / Publicación mensual de FLACSO decididos y organizados a un nivel más alto. Estos ‘escuadrones de la muerte’ parecen estar compuestos por personal de seguridad, quienes a menudo no saben la razón del asesinato/secuestro que van a realizar o de quiénes exactamente provienen sus órdenes. El personal de los ‘escuadrones de la muerte’ frecuentemente puede no aparecer en las planillas oficiales de los servicios de seguridad y no marcan tarjeta en las instalaciones oficiales; esperan las órdenes en sus casas, usualmente por la vía telefónica, o a veces les pasan a buscar sin previo aviso para desempeñar algún trabajo. Operan células, por lo que es difícil trazar el origen de las órdenes hacia arriba en la jerarquía.13 Estas coberturas pueden proveer al poder político de argumentos o salidas «honrosas» frente los reclamos de diversos sectores nacionales e internacionales: «son grupos que hasta a mí me han tratado de atacar... bienvenidos al club de los amenazados», afirmó el Vicepresidente Francisco Reyes recientemente, o la célebre frase «yo sólo tengo una cuota de poder», que pronunciara el ex presidente Vinicio Cerezo (1986-1990). Explotando la incertidumbre, el poder político hasta puede quejarse de la «ausencia de pruebas», llegando al extremo de solicitar a las víctimas que sean ellos quienes presenten las evidencias. Como aquello es imposible, el poder político podrá negar la existencia de tales unidades operacionales. Para el movimiento de derechos humanos, el fin de los señalamientos imprecisos, ambiguos y tenues, será también el fin del terror de Estado. Cuando el terror pueda ser un objeto de estudio totalmente claro –donde las inferencias cedan ante los hechos constatables– será porque su manifestación empírica cesó. Como señala Escalante Gonzalbo: «La retórica no es hipocresía, es una exigencia de la política».14 La duda es un elemento hábilmente manipulado por los victimarios. Lo que no se ve, o se experimenta en carne propia, no se cree. Nunca faltan aquéllos que piensan que el terror de Estado terminó en Guatemala; que los amenazados sufren delirio de persecución, o que, probablemente, les interesa decirse amenazados para obtener fondos de la cooperación internacional o conseguir visas para viajar al exterior. La falta de certeza en torno a estos actos también es de utilidad para atajar una radical oposición. La dificultad para revelar los hechos puede provocar que otros sectores sociales los nieguen, o los ignoren. A pesar que el terror está en condiciones de operar contra cualquiera, quienes así piensan intentan creer que a ellos no les puede pasar. Como si negando la realidad se lograse cambiarla, se convierten en aliados del terror.

DESTERRAR ¿Cómo desterrar el terror del horizonte de la política en Guatemala? Como la sombra, el pasado no se abandona fácilmente. La esperanza de que al concluir la guerra, el terror dejara de ser parte de los repertorios de acción política quedó frustrada. Si tales eventos no fueron suficientes ¿qué se 13

“Violencia selectiva paraliza a la izquierda”. Thomas Stroock, Embajador de Estados Unidos en Guatemala. 10 de mayo de 1991. Desclasificado el 14 de enero de 1998, en El ejército de Guatemala: lo que revelan los archivos de los Estados Unidos. Op. cit. 14 Escalante Gonzalbo, Fernando. Op. cit., p. 156.

Nueva época, Año II, No. 15, mayo de 2002 necesita para cerrarle el paso al terror? Lo sencillo no siempre es fácil. Fortalecer la independencia de las instituciones encargadas de investigar y procesar a las personas involucradas en estos actos, renovar el compromiso de las autoridades con la reconversión del ejército, y llevar adelante el proceso de reforma del sistema de inteligencia. Sin estos grandes cambios, quienes están fascinados con las bondades del terror podrán seguir actuando con total libertad, y los políticos –que creen que se aprovechan de las circunstancias– seguirán siendo piezas temporales en el juego de poder protagonizado por los expertos del terror. Los compromisos establecidos en los Acuerdos de Paz vinculados a este fenómeno no han sido adecuadamente cumplidos. Igual suerte se ha corrido con las recomendaciones de la Comisión de Esclarecimiento Histórico. La responsabilidad de los autores de violaciones a los derechos humanos, la política activa de exhumaciones y las investigaciones en torno a las desapariciones forzadas, son encrucijadas por las que tarde o temprano se tendrá que transitar si lo que se quiere es desterrar el terror como práctica política. Estos compromisos proveían al poder político instrumentos para hacer frente a las capacidades de los amos del terror. Aquellas coyunturas ofrecieron excepcionales oportunidades para que el poder político pudiera imponerse sobre tales grupos, determinando instrumentos de control y de esa forma eliminar esta práctica. Pero ello no fue posible. Las decisiones públicas no se manifiestan exclusivamente en acciones, sino también en la omisión premeditada. Se trata de aquellas circunstancias en las que debiendo intervenir no se hace, con lo cual se deja a otros con libertad de actuar; o bien, se obstaculiza que otros puedan trabajar para detener las acciones de terror. Lo que con la agenda de la reforma de inteligencia y con las recomendaciones de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico ha ocurrido es producto de una decisión deliberada del poder político para no implementar dichos compromisos. Contrario a lo que se piensa, sí existen decisiones en esta materia, y su resultado ha sido el señalado. Las dos administraciones siguientes a la firma de los Acuerdos de Paz (1996), optaron por esta posición. Al apreciar la continuidad en el tiempo de una misma actitud, podría colegirse que en este caso existe una política de Estado, fundamentada en la existencia de un poder omnímodo que es capaz de persuadir al poder político. A pesar de que el terror de Estado porta los gérmenes de su propia destrucción, no es menos cierto también que éste tiene un enorme atractivo para quienes hacen uso de él. El poder del terror atrae a quienes se le acercan, los involucra, asegura la continuidad de la situación que se construyó por medio de la violencia. El terror es una manifestación de poder que ciertamente es reflejo de una debilidad: no poder concitar obediencia sino es mediante el castigo o su advertencia. La sociedad debe ser capaz de dar una respuesta adecuada a sus propios horrores y examinar y saber llevar la carga que el siglo XX colocó sobre los procesos políticos venideros, de forma que no se niegue su existencia, ni sea ésta una excusa que sirva para soportar el peso con mansedumbre. Volver la espalda a las fuerzas que provocaron tanto horror resulta escasamente provechoso para el presente. Es necesario enfrentar el pasado y a sus actores por el bien de la dignidad humana. Hablar del terror durante la posguerra es un mal signo, pues significa que se está abordando un tema que ya no debería existir. Pero negar simplemente su existencia no basta para desterrarlo. Éste es el dilema.


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NUEVA LIBRERÍA DE CIENCIAS SOCIALES DE FLACSO

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omo parte de las actividades de celebración del 15 Aniversario de FLACSO-Guatemala, el viernes 31 de mayo se inauguró la nueva Librería de Ciencias Sociales, con la asistencia de un buen número de invitados, entre quienes destacaron estudiantes, académicos y profesores universitarios, empresarios de casas editoriales, así como propietarios de empresas similares que se dedican a la distribución editorial en el país. Aunque la Librería de Ciencias Sociales, junto con la Editorial FLACSO, funciona desde 1998, el espacio físico de su antiguo local constituía una limitante para la labor de venta y distribución de libros. En la nueva sede ubicada en la 8ª. Calle 738 zona 9 de la ciudad capital, y con nueva administración, la librería de FLACSO se propone ampliar su oferta editorial al incluir es su sala de ventas, títulos de otras casas productoras (nacionales y extranjeras). Con ello se espera ofrecer un mejor servicio a los y las interesadas a partir de su objetivo inicial: la difusión de los resultados de las investigaciones que desde 1987 viene realizando el cuerpo académico de FLACSO-Guatemala y que ahora comprenderá otros temas y otras editoriales. Entre los planes de divulgación de la nueva Librería se incluye la realización de «Cafés literarios», concebidos como momentos de relación e intercambio entre autores y lectores, que se harán en las instalaciones de la propia Librería, así como el «Club de libros», para estimular la difusión e intercambio de material bibliográfico de interés y de difícil localización. Estas actividades estarán abiertas a todos aquellos autores y lectores que deseen compartir su interés por las ciencias sociales y la literatura.


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NoVEdaDeS SER

INDÍGENA EN

CIUDAD DE GUATEMALA MANUELA CAMUS 396 PÁGS. Q123.00

Ser indígena en Ciudad de Guatemala es un esfuerzo por reflejar la diversidad de formas en que deriva la identidad étnica en el ámbito capitalino. Su protagonista es la deslegitimada población indígena residente, que ha sido tachada como “contaminada». Este acercamiento a su vida, sus experiencias y sus palabras, pretende darle el espacio que se ha ganado y se merece con el reconocimiento de la indianización de la ciudad capital y de sus sectores populares.

GÉNERO

Y BIODIVERSIAD

EN COMUNIDADES INDÍGENAS DE

CENTROAMÉRICA

374 PÁGS. Q83.00 La región centroamericana se caracteriza por contener una alta biodiversidad producto de su privilegiada posición como puente biogeográfico entre dos grandes masas continentales que le confieren características propicias para la existencia de una gran diversidad de genes, especies y ecosistemas. Eso significa que en un espacio reducido, comparado con otras regiones del mundo, se presenten múltiples condiciones ecológicas que hacen posible que algunas especies hayan adquirido condiciones genéticas para establecerse en diferentes pisos altitudinales o regiones climáticas, como sucede con el maíz o el frijol, por ejemplo. Sin embargo, esa riqueza de biodiversidad no depende sólo de las condiciones que le confieren las características biogeográficas del área. La existencia de muchas especies, cultivadas o no, ha sido posible gracias a la intervención deliberada de las comunidades, que han encontrado en ellas motivos suficientes para asegurar su reproducción y mejoramiento.


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