Nueva época, Año 3, No. 28
Guatemala, agosto de 2003
Mujeres, jóvenes e indígenas: las y los eternos excluidos de la política *
Daniel R. Olascoaga
El sentido de la participación
S
i se toma en cuenta que los grupos poblacionales integrados por mujeres, jóvenes e indígenas son mayoritarios en Guatemala, se entiende entonces que su escasa participación dentro de las estructuras políticas formales se constituya en uno de los grandes retos para el sistema político y para el propio funcionamiento de la democracia en el país. Aun cuando en Guatemala existen organizaciones que asumen la representación y defensa de los intereses de los grupos mencionados arriba, lo
hacen desde el ámbito de la sociedad civil; es decir; desde la defensa de intereses sectoriales o gremiales, más o menos específicos y puntuales según los casos. Estas organizaciones son importantes, pero su actividad central no se sitúa en el campo de la acción política para acceder al poder del Estado, como corresponde a las formaciones partidistas. Su influencia sobre las políticas públicas se hace desde la presión social diversa *
Analista, consultor y ex dirigente político uruguayo; ha sido investigador de FLACSO-Guatemala.
(movilizaciones, campañas, paros, publicaciones, exhortativas, etc.), pero escasamente desde el propio aparato del Estado. Con base en las consideraciones anteriores, este artículo se centra en la participación de mujeres, jóvenes e indígenas en los mecanismos formales que permiten la conquista legítima del poder del Estado. En las democracias modernas esto corresponde al sistema de partidos políticos.
Las mujeres y la participación política A pesar de constituir más de la mitad de la población, la presencia política de las mujeres en Guatemala ha sido tradicionalmente débil, situación que se mantiene en la actualidad. Esta realidad, común a la mayoría de los países latinoamericanos, ha mostrado algunas modificaciones recientes, pero la presencia femenina es aún insuficiente, tanto en los niveles de decisión como en las estructuras de base e incluso en el propio acto del sufragio. Las mujeres participan menos que los hombres en las organizaciones político-partidarias, son postuladas en mucha menor medida a puestos de elección popular, y por tanto, obtienen menos cargos de representación y de decisión. Están, en definitiva, subrepresentadas con relación a su porcentaje en la composición de la población guatemalteca, pues las últimas cifras oficiales disponible que corresponden al censo de población de 1994, indican que las mujeres constituyen el 50.7% de la población guatemalteca.
Dentro del contexto arriba mencionado, la presencia política de las mujeres en el sistema político formal puede abordarse observando cuatro variables: participación electoral, afiliación a partidos, participación en las estructuras de los mismos y acceso a cargos públicos. En primer lugar, y como forma de apreciar el nivel de acercamiento a la política formal, veremos el cuadro de abstencionismo primario y secundario de la población femenina, en donde el abstencionismo primario comprende a aquellas que no llegan a empadronarse y el secundario, es a quienes estando empadronadas, no concurren a votar. Si bien el empadronamiento y el propio acto de sufragio no indican necesariamente un acercamiento a la actividad política como tal, son condiciones necesarias para su desarrollo.1
Mauro Calanchina
Cuadro 1 Abstención primaria y secundaria de mujeres en las elecciones de 1999
Publicación mensual de FLACSO-Guatemala y elPeriódico Secretario general de FLACSO Wilfredo Lozano San José, Costa Rica CONSEJO ACADÉMICO DE FLACSO-GUATEMALA Víctor Gálvez Borrell-director Virgilio Álvarez/Walda Barrios-Klée/Claudia Dary/ Virgilio Reyes/Edelberto Torres-Rivas Tel. PBX (502) 362-1431 Fax: (502) 332-6729 Correo electrónico: flacsoguate@flacso.edu.gt Página web: http://www.flacso.edu.gt Coordinación de edición: Hugo de León Edición: Víctor Gálvez Borrell Diseño y diagramación: José Bolaños Corrección: Ariel Ribeaux Esta publicación es posible gracias al apoyo financiero de la agencia sueca de desarrollo internacional ASDI/SAREC 30,000 ejemplares
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Fuente: Elaboración propia con base en Boneo y Torres-Rivas.
Según las cifras anteriores, en 1999 solamente votó algo más del 33% de las mujeres en edad de hacerlo, porcentaje significativamente bajo si se compara con el total de participación masculina, que en la misma elección alcanzó el 63.3%. El porcentaje de mujeres afiliadas a los partidos sobre el total de miembros de las organizaciones es mayor de lo que podría suponerse
1
Para un estudio más detallado de las causas de la abstención ver Boneo y E. Torres-Rivas. ¿Por qué no votan los guatemaltecos? TSE/IDEA/PNUD, Guatemala, 2001.
y, en el cuadro que sigue, veremos cómo el porcentaje de afiliadas ha ido evolucionando en los últimos tres años. El porcentaje de mujeres afiliadas a partidos muestra que para el año 2002, de cada 100 afiliados cerca de 30 eran mujeres. Incluso cuando este dato señala una clara diferencia con los varones, lo importante es la tendencia al ascenso de la participación femenina, que creció 1.9%, lo cual es bajo pero alentador si tal tendencia logra mantenerse.
Cuadro 2 Comparación entre el porcentaje de afiliados y afiliadas a partidos políticos
Fuente: *Tribunal Supremo Electoral TSE, 16 partidos legalizados antes de la elección.
Pese a que no todas las organizaciones cuentan con datos precisos, en entrevistas realizadas a los partidos se obtuvo información complementaria que estaría indicando que el porcentaje es aún mayor que el que se desprende del cuadro anterior. El siguiente cuadro muestra que la proporción de mujeres que llega a formar parte de los comités ejecutivos de los partidos, es similar a la de afiliación que se indicó en el cuadro 2.
Cuadro 3 Total de integrantes de comités ejecutivos: hombres y mujeres (2003)
Fuente: Elaboración propia con base en datos proporcionados por 13 partidos.
Resulta interesante constatar que, si bien la proporción de afiliadas a partidos políticos (30%) es muy similar a la de mujeres en puestos de dirección de tales organizaciones políticas (29%), ello a su vez no guarda relación con el porcentaje que logra postularse a cargos de elección ni con el que consigue ser electo. Esto se hace evidente en el siguiente ejemplo sobre las elecciones al Congreso de la República:
en el parlamento. Pero sobre todo llama la atención que el número de mujeres diputadas electas disminuyó entre 1995 y 1999. Ello puede deberse a la posición que ocuparon éstas en las planillas. Lo anterior significaría que no sólo ha disminuido el número total de postulantes (de 139 a 133), sino que las mujeres tampoco mejoraron su capacidad de negociación para situarse en “buenos lugares” en la elección. Una conclusión a la que podría llegarse es que la presencia de mujeres en los cargos de decisión de los partidos políticos es más nominal que real; es decir, que “están allí pero no deciden”.
tica, que de por sí es competitiva y hace que la lucha por los pocos espacios a los que acceden las mujeres sea muy dura; en lugar de que la misma se oriente, con sentido de identidad colectiva, a la ampliación significativa de tales espacios. Por último, otro aspecto importante es el que refiere a la agenda política de las mujeres. Éstas, como sector poblacional diferenciado, tienen una serie de demandas políticas propias, las que difícilmente se reflejan en los programas y plataformas electorales de los partidos políticos.
Una de las hipótesis que puede avanzarse para explicar esta situación se encuentra en la propia cultura dominante, dentro de la cual el machismo es importante. Este rasgo cultural se encuentra profundamente arraigado y penetra todas las estructuras de la sociedad. En efecto, desde la institución familiar se van generando las relaciones entre hombres y mujeres mediante la atribución de roles tradicionales a los integrantes de uno y otro sexo, en las que las tareas del hombre se centran en la de proveedor material y se sitúan en lo “público”, mientras que las de las mujeres en la maternidad, las tareas del hogar y lo “privado”. Se trata así de conceptos introyectados en el imaginario colectivo. En definitiva, el peso de la sociedad patriarcal asigna al hombre el espacio de lo público y, con ello, la casi exclusividad de la participación política. Dentro de la comunidad, las mujeres que participan en organizaciones políticas son mal vistas: se dice que abandonan sus obligaciones para dedicarse a una tarea que no les es propia. Esa situación se repite, en menor medida, en el ámbito urbano. De esta cuenta, la mayor parte de las mujeres que se involucran en proyectos políticos, o bien son mujeres solas (viudas, solteras, divorciadas) o lo hacen acompañando a sus esposos. A las dificultades derivadas de la marginación familiar, económica y educativa, se agrega un ele-
Cuadro 4 Participación masculina y femenina en las elecciones al Congreso de la República (1995-1999)
Fuente: Elaboración propia con base en datos del TSE.
Destaca el descenso en el comportamiento de la participación femenina a nivel de cargos de elección y el aumento de la presencia de hombres
mento que tiene que ver con las relaciones entre las propias mujeres. Estas relaciones se tornan a menudo conflictivas por la propia dinámica polí-
Eniac Martínez
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Los pueblos indígenas Aunque la situación de exclusión del sector indígena del ámbito de decisión política ha ido cambiando en los últimos años, su presencia no es representativa, sea a nivel del Estado o de los propios partidos políticos. Un primer aspecto a considerar es el hecho de que la población indígena no es homogénea ni tiene un pensamiento común, como muchas veces se afirma. Boneo y Torres-Rivas indican que los individuos que la forman tienen los rasgos comunes de una cultura propia y diferente al resto de la sociedad. Esas diferencias no existen socialmente en expresiones puras, sino en una evidente gradualidad... Talvez esto contribuya a explicar que los sectores mayas no tengan respuestas políticas similares, adhesiones partidarias comunes, formas ideológicas emparentadas entre sí.2 Desde algunas de las organizaciones mayas y, más aún, de las situadas en el interior del país, la participación político-partidaria es interpretada como una práctica ajena a la cultura y tradiciones de los pueblos originarios. De hecho, existen autoridades locales que se basan en principios tradicionales; la alcaldía indígena, en el caso de Sololá, o las alcaldías auxiliares de los cantones del municipio de Totonicapán, son ejemplos de ello.
maya, xinca, garífuna y ladino), la instauración de un régimen federal, que requiere una reformulación del Estado para ajustarse a la diversidad cultural, e incluso la de una autonomía política del pueblo maya.3 El movimiento maya ha centrado mayormente su lucha en el reconocimiento de sus derechos (idiomas, historia y religión) y en la reducción de las agudas desigualdades que pautan las relaciones interétnicas en el país, sean éstas de carácter cultural, político, social o económico, relegando a un segundo plano su participación en política partidista. Las formas de abordar la inclusión de este segmento de la población difieren de partido a partido. Así, mientras algunas organizaciones políticas tienen secretarías o encargados de área que se ocupan de los asuntos indígenas, otras consideran que no es conveniente este tipo de discriminación, en tanto debe tratarse “a todos los guatemaltecos por igual”, lo que puede depender de la orientación ideológica de tales organizaciones. La incidencia en cargos de dirección partidaria, según los datos que proporcionaron 13 partidos políticos sobre la integración de los comités ejecutivos, muestra la débil participación indígena:
La participación de los pueblos indígenas se relaciona más directamente con los aspectos locales y municipales que con el desempeño del gobierno nacional. Dentro de los pueblos indígenas existe la desconfianza generalizada hacia los partidos políticos, y las acusaciones —muchas veces justificadas— acerca de su condición de organizaciones excluyentes y dirigidas por ladinos.
Cuadro 5 Total de ladinos e indígenas entre los miembros de comités ejecutivos de partidos políticos (2003)
En el debate sobre las formas para garantizar mayor y mejor representación política de los pueblos indígenas, se han avanzado propuestas de reordenamiento del Estado, como el poder compartido (entre los pueblos
Fuente: Elaboración propia con base en datos proporcionados por 13 partidos políticos.
Caroline Feyt, 1987-1988. 3 2
Boneo y Torres-Rivas, Op. Cit.
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P. Bal Cumes. La construcción de la nación y la representación ciudadana, Claudia Dary (coord.), FLACSO- Guatemala, 1998.
La misma correlación se observa en las postulaciones a cargos de diputaciones, y por ende, en la adjudicación de las mismas, tal como se aprecia en el cuadro que sigue:
Cuadro 7 Elección de diputados indígenas al Congreso de la República (1985-2000)
Cuadro 6 Participación de candidatos indígenas en las elecciones legislativas por partido (1999)
Fuente: Ibid.
Al factor de la discriminación étnica debe sumársele el hecho de que los indígenas tienen menos oportunidades de acceso a la educación en general y a la formación política en particular, la que se desarrolla —cuando se da— en la capital. La situación de pobreza de la población maya conspira también contra su participación política. Si bien es cierto que la pobreza es un fenómeno que afecta a gran parte de la población guatemalteca, independientemente de su adscripción étnica, no es menos cierto que el sector de población de mayores recursos es casi exclusivamente ladino. A pesar de los factores enumerados, las organizaciones del movimiento maya han empezado a expresar cada vez más su preocupación por los partidos políticos como puente con el Estado. Más allá de las visiones particulares, crece la percepción sobre la necesidad de un Estado integrado, en el cual las necesidades y demandas de la población indígena sean tomadas en cuenta. La relación no es fácil pues desde los propios partidos se ve con recelo a estas organizaciones, ya que durante mucho tiempo se las vinculó con la izquierda política, como parte del “movimiento popular”. Las percepciones se dan desde dinámicas diferentes: si para las organizaciones mayas la inclusión de dirigentes en los cargos de elección popular o en el gabinete resulta importante por la mera filiación étnica, para los partidos la tónica la da el apoyo electoral y el sustento de legitimación viene de los votos. Lo que sí se ha intentado desde las organizaciones mayas es negociar con los partidos la inclusión de candidatos indígenas a cambio de apoyo electoral.
Fuente: H. Cayzac. Guatemala, proyecto inconcluso: la multiculturalidad, un paso hacia la democracia, FLACSO-Guatemala, 2001.
En la actual legislatura y sobre un total de 113 diputados al Congreso de la República, 13 son indígenas, lo que constituye un 11,5% frente a un porcentaje de postulaciones de casi un 19%. Esta cifra parece confirmar una situación similar a la de las mujeres: las postulaciones no suelen ser para los primeros lugares. Si bien la representación de indígenas en el parlamento es, en general, baja, el cuadro anterior muestra que las postulaciones son mayores en el noroccidente del país, donde esta población es mayoritaria. Pero, aún allí, apenas sobrepasan un tercio de las mismas. El segundo dato que se desprende de dicho cuadro es que son los partidos con mayor implante nacional los que postulan más candidatos indígenas. No obstante, en el cuadro que sigue puede apreciarse que, paulatinamente, se ha ido incrementando el porcentaje de representantes indígenas en Congreso de la República, de donde se deduce que en elecciones anteriores estos porcentajes fueron aún menores.
Los jóvenes La baja participación política de la juventud debe tratarse de un modo diferente a la manera en que se aborda la de los otros segmentos sociales excluidos. Si bien es cierto que se trata de un grupo poblacional cuya participación en el sistema político partidario es claramente baja o marginal, no lo es menos que las causas son diferentes, y que además, y contrario a lo que sucede con mujeres e indígenas, la calidad de joven es una condición transitoria en la vida de los individuos. La mayoría de las organizaciones políticas consultadas enmarcan sus ramas u organizaciones juveniles entre los 18 y 30 años de edad. Algunas, incluso, tienen un umbral más alto, que llega a los 35 años, situación que extiende la caracterización de “jóvenes” a un importante sector de la población adulta, lo que responde más a la realidad interna de cada partido que a una sincera creencia que la juventud, como tal, se extiende hasta los 35 años. El segundo factor que incide en esta situación se relaciona con las dificultades existentes en los partidos para conseguir la participación de cuadros más jóvenes. La importancia que la mayoría de los partidos da a la agosto 2003, No. 28/5
presencia juvenil, contrasta con la falta de dirigentes dentro de esta categoría, aun para los rangos de edad expuestos anteriormente, como se puede apreciar en el siguiente cuadro.
Cuadro 8 Total de miembros de comités ejecutivos: adultos y jóvenes (2003)
Fuente: Elaboración propia con base en entrevistas a doce partidos políticos.
De hecho, los programas partidarios escasamente contienen propuestas que reflejen los intereses propios de los jóvenes. Los dirigentes son, en su mayoría, adultos y tienden a un comportamiento “autista”; es decir, mirarse hacia adentro y no ser capaces de encontrar las propuestas y el lenguaje que resulten atractivos para los jóvenes. Los propios dirigentes juveniles reproducen el discurso de la dirigencia adulta, lo que hace que su propuesta no sea atractiva y que la misma resulte fuera de la subcultura de los jóvenes, y éstos terminan sintiendo que les hablan en un idioma que les es ajeno. Desde finales de los años 80 y principios de los 90, la participación juvenil ha descendido considerablemente. La importancia dentro de los movimientos sociales que tuvo, por ejemplo, la Asociación de Estudiantes Universitarios AEU, ha venido en declive. Esto es explicable en el contexto del cambio de paradigmas ideológicos y de las condiciones sociales en general. A lo anterior se suma una modificación en el imaginario colectivo de los jóvenes: el individualismo y la solución personal de los problemas han ido ganando terreno frente a la solidaridad social. De este modo, la importancia de la participación colectiva ha disminuido en la percepción juvenil y no representa algo que los jóvenes perciban como útil o atractivo o, al menos, ha dejado de tener el atractivo de la generación anterior. Lo indicado arriba también tiene que ver con un cambio en el contexto político: se trata de jóvenes que han nacido a la vida política en un contexto de apertura o transición democrática, y si bien sienten que ésta no ha producido mayores cambios en sus vidas, tampoco tuvieron que luchar en contra de la “dictadura” para ensanchar espacios mínimos de participación política: el derecho a disentir, a marchar en la vía pública, a que se respete su voto, a elevar peticiones, a organizarse, etc., en contraste con la situación de sus padres. Un veterano dirigente político confesaba que los jóvenes llegan a militar con la expectativa de que el partido se convierta en su “pase para
conseguir un empleo”. Por su parte, jóvenes entrevistados en grupos focales consideraron que los partidos políticos los involucran más que a las personas mayores para las tareas proselitistas, porque utilizan su creatividad y son más activos y dinámicos. Señalaron que participan activamente en las actividades de proselitismo, pero después de la elección ya no son tomados en cuenta para ocupar cargos, lo que frustra sus pretensiones e inhibe su interés. Uno de los elementos más importantes que limita la participación e influye en la percepción sobre el mundo de “lo político”, es la incidencia del medio que les rodea y la opinión que sobre la política se tiene. Los medios de socialización en Guatemala fueron tradicionalmente la familia, la escuela y el trabajo. Estos tres medios, después de la violencia política, se convirtieron en espacios reacios a la participación política como efecto de la represión y como defensa frente a ello. La familia trasmite un discurso enquistado en la sociedad que es de rechazo a la actividad política, ya sea por peligrosa, por inútil o por vinculársela a situaciones poco honestas o de corrupción. Algo semejante se produce en la escuela y en el trabajo, aunque no sea intencionalmente. En el imaginario social la actividad política está teñida con una carga muy negativa. Un factor muy importante, en el que coinciden la mayoría de los entrevistados, es la falta de formación política. Ante un medio social que es mayoritariamente crítico a la labor de los partidos políticos, y un sistema de educación formal que prácticamente ignora el tema, los jóvenes presentan un cuadro de falta de conocimientos, tanto teóricos como prácticos, sobre el funcionamiento del sistema político en general y el rol de los partidos políticos en particular. Esta preocupación por la formación es compartida desde los partidos, tanto por los sectores juveniles, como desde la dirigencia “adulta”. De todos modos, las actividades de formación encaradas por los partidos parecen, a todas luces, insuficientes. Incluso así, debe reconocerse que en los últimos tiempos los partidos han intentado dar un impulso a la formación de nuevos militantes, pero esas actividades se circunscriben a quienes ya integran, de uno u otro modo, la estructura partidista la cual, como se vio, es todavía muy débil.
Conclusiones La situación de exclusión política de los segmentos poblacionales referidos es una de las asignaturas pendientes de la democracia guatemalteca. La construcción de una sociedad incluyente requiere una confluencia de las diferentes visiones y vivencias de todos los sectores que la integran. En el proceso electoral en ciernes no se avizoran grandes cambios respecto de la realidad analizada. Hasta el momento, las postulaciones de mujeres a cargos de elección popular son escasas y lo mismo sucede con representantes de pueblos indígenas y con jóvenes. Pero lo que resulta más preocupante es que ni el lenguaje ni los ejes fundamentales de las propuestas de la mayoría de los partidos que competirán en noviembre están dirigidos a representar los reclamos de estos sectores de la sociedad. Los temas de la campaña siguen siendo pautados, mayoritariamente, por una dirigencia capitalina conformada por hombres ladinos y maduros. Ante esta realidad no es de extrañarse que los sectores que nos ocupan perciban a la política partidaria como un asunto ajeno a sus vivencias cotidianas.
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Michael J. Garrod.
Se integra Comité académico permanente Chiapas-Guatemala En la fotografía aparecen algunos y algunas integrantes del Comité académico permanente Chiapas-Guatemala.
C
on el apoyo de FLACSO-Guatemala y como parte del acuerdo entre el Instituto de Investigación Económica IIEC, UNAM-México y FLACSO-Guatemala, tuvo lugar el 5 de agosto de 2003 una reunión de académicos guatemaltecos y mexicanos que concluyó con la constitución de dicho comité. Su propósito es propiciar el acercamiento y conocimiento entre profesores e investigadores de ciencias sociales que trabajen proyectos de formación, capacitación e investigación en ciencias sociales en Chiapas y Guatemala. De igual forma, realizar reuniones periódicas de trabajo académico para el intercambio de información y datos para el mejoramiento de la calidad, eficiencia e impacto de tales estudios; así como la definición de proyectos conjuntos y de grupos de trabajo en materia de investigación y docencia en ciencias sociales en Chiapas, Guatemala y otros países de Mesoamérica, y la búsqueda de financiamiento para los mismos. Participaron en dicha reunión representantes del Instituto de Investigación Económica, IIEC-UNAM, México, del Centro de Estudios Superiores de México y
Centroamérica, de la Universidad Autónoma de Chiapas CESMECA-UNICACH, del Instituto de Estudios Indígenas IEI-UNACH, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social CIESAS, de El Colegio de la Frontera Sur ECOSUR, de FLACSO-Guatemala, del Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica CIRMA, del Centro de Estudios Urbanos y Regionales, de la Universidad de San Carlos de Guatemala CEUR-USAC, del Centro Universitario de Occidente CUNOC-USAC, y de la Dirección General de Investigación DIGIUSAC. El comité busca constituirse como promotor y convocante de otros centros académicos para realizar las actividades que se planifiquen, y decidió comisionar al doctor Alfredo Guerra-Borges, quien actualmente se desempeña como investigador del IIEC-UNAM y coordinador del Programa de trabajo conjunto UNAMFLACSO-Guatemala para el seguimiento de las actividades de dicho comité.
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5a. ave. 6-23 zona 9, ciudad de Guatemala