FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES FLACSO SEDE-ACADÉMICA GUATEMALA
No. 6 Tercera época Guatemala, septiembre de 2009
La tan ansiada búsqueda de la identidad nacional
La tan ansiada búsqueda de la identidad nacional Claudia Dary*
Introducción
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omúnmente se dice que los guatemaltecos somos poco patriotas, que siempre miramos hacia el patio de al lado, que nuestra identidad nacional es frágil o que no se exhibe como sucede en otros países, en alusión a nuestro vecino inmediato, México, y su derroche de nacionalismo. En los chistes se refleja que los guatemaltecos somos autocríticos y mordaces con nosotros mismos. Sin embargo, hay en todo ello una ambivalencia, pues a la par de dudar de “nuestro nacionalismo” cuando llega el 15 de septiembre, los estudiantes salen a las calles a marchar y correr llevando en alto sus antorchas encendidas; la prensa enfatiza que hubo en ellos y en sus maestros un “derroche de civismo” y muestras de “amor a la patria”. Quizás en el fondo lo que nos pasa, es que como país culturalmente heterogéneo y socialmente desigual, predominan diferentes maneras de entender el significado de la nación y el nacionalismo, una heterogeneidad de miradas y de experiencias. ¿Qué es lo que nos identifica nacionalmente; son esa fiestas patrias, o serán actitudes y valores o acaso otros marcadores culturalistas externos como los volcanes, la marimba, el fútbol o la gastronomía “tradicional”? En este artículo abordaré la manera en que se han creado y desarrollado históricamente algunas ideas sobre la nación y el nacionalismo en Guatemala, qué instituciones, narrativas y recursos se han utilizado y el impacto o acogida que los proyectos nacionalistas han tenido en la población. Es importante para ello analizar la multidimensionalidad que adquiere el significado de nacionalismo y las distintas realidades que nombra y describe (González, 2007) * Licenciada en antropología por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Maestra en antropología social por la Universidad de Pittsburg y candidata a doctora en la misma disciplina por la Universidad del Estado de Nueva York en la ciudad de Albany.
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Un punto de partida es que uno de los problemas de los guatemaltecos para pensar y experimentar la “identidad nacional” es el de tener una relación conflictiva y contradictoria con los referentes que dan sentido de pertenencia a la nación; es decir, ¿con qué parte del pasado y del presente de esta nación nos identificamos y sentimos orgullosos? Las bases sobre las que se erigió la nación guatemalteca fueron excluyentes y segregadoras y eso es, según mi opinión, el origen de nuestra debilidad identitaria. Es decir, la nación guatemalteca se construyó sobre un esquema según el cual los indígenas, por mucho tiempo, fueron ciudadanos a medias, o de segunda clase, considerados como responsables del atraso del país. La identidad nacional tampoco se erigió
alude a una perspectiva objetivista y a otra subjetivista. Dentro de la primera, a la que también se suele llamar etno-simbólica, se concibe a las naciones como colectividades humanas definidas por un origen común, una lengua o idioma, la historia de larga duración, mitos de fundación, leyendas sobre héroes y ciertos símbolos. A lo anterior debemos agregar las tradiciones y los lazos de sangre. Así pues, esta primera aproximación considera que las naciones existen a priori, es decir que están allí independientemente de los acontecimientos políticos y de la voluntad de sus miembros. La de José Stalin, quizás represente una de esas definiciones objetivistas clásicas, pues él afirmaba que “una nación es una comunidad estable, fruto de la evolución
EricTrasancos
tomando como fortaleza el mestizaje étnico y cultural, pues los mestizos fueron durante toda la época colonial y parte de la independiente, como una mezcla espuria. De allí que el ideal nacional se levanta sobre débiles pilares que reflejan solamente los anhelos y deseos de una élite.
La nación y
el nacionalismo
La nación y el nacionalismo han sido dos conceptos concebidos de distintas maneras y parece que no hay un acuerdo acerca de cómo definirlos. Sin embargo, existe un consenso acerca de la importancia de ver el nacionalismo como un fenómeno moderno que surge en las postrimerías del siglo xviii e inicio del xix por una élite que necesitaba construir un nuevo imaginario, una manera distinta de verse, de pensarse y de autogobernarse. Hay diferentes enfoques sobre la nación, pero la mayoría
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histórica, de lengua, territorio, vida económica y composición psicológica que se manifiesta en una comunidad de culturas”. Anthony D. Smith, autor de la obra Teorías del nacionalismo, principal exponente de esta línea de pensamiento, destaca también un componente afectivo intrínseco en la noción de nación, así como la relevancia de las culturas e idiomas vernáculos y la dialéctica entre los sectores populares y las élites. La perspectiva subjetivista sobre la nación –también llamada por algunos “modernista”– pone el acento en una “conciencia de pertenencia”, en los aspectos políticos, ideológicos y económicos. De acuerdo con esta
perspectiva, el Estado es la condición fundamental del nacionalismo. En su obra Naciones y Nacionalismo (1983), el antropólogo Ernest Gellner escribió que las naciones surgieron en el periodo de la industrialización, pues para él ninguna idea concreta de nación aparece en sociedades agrarias, pre-industriales, las cuales estaban divididas por identidades particulares y profusión de idiomas vernáculos. Se hacía necesario, según él, que apareciera el Estado con sus instituciones, entre las más importantes, la escuela oficial, para que se instauraran programas formativos y de alfabetización que dieran lugar a una idea común de pertenencia a la nación. Eric Hobsbawn parte del hecho de que para consolidar un imaginario de nación, sus artífices recurren una serie de símbolos y alegorías preteristas que extraen de las crónicas coloniales o de las estampas que presentan los sitios arqueológicos. Además de las narrativas históricas, el proyecto de nación se apoya, según él, en monumentos y en elevar a la categoría de “nacional” determinados lugares, fechas, personajes convirtiéndoles así en elementos claves para la población y para la memoria colectiva. A eso responde el diseño de las banderas, himnos nacionales, así como una selección de flora y fauna que “represente” a la patria. La elección de los símbolos por sus artífices es arbitraria ya que en ocasiones el objeto nacional no guarda una relación intrínseca con lo que significa. Además su selección, como resulta obvio, se hace in-consultamente con la población. Sin embargo, por lo general, los intelectuales han retomado elementos centrales de las antiguas tradiciones prehispánicas intentando resignificarlos, generalizarlos y hacerlas representativos de toda la población que habita un territorio. A continuación vamos a examinar de forma crítica estos tres grandes bloques de recursos nacionalistas utilizados políticamente por el Estado para forjar sentimientos de cohesión, de orden y gobernabilidad: la escuela, los símbolos, los monumentos y rituales, y las instituciones nacionales.
E l proyecto nacional , el “ problema indígena” y la edu-
de este periodo pre republicano no estaban dispuestas a dejarles ir ni prescindir de cación oficial su fuerza de trabajo gratuita. Existía además una serie En su obra Etnicidad, Estado y na- de leyes secundarias que los ción en Guatemala, Arturo Taracena amarraban a las haciendas Arriola (2002) sigue los plantea- con el fin de que labraran las mientos de Benedict Anderson sobre tierras de otros y para que el protagonismo de los pioneros crio- construyeran puentes, carrellos en la construcción del ideario na- teras y edificios públicos. En cambio, según el aucional y explica que, al momento de la Independencia, las élites criollas tor, los ladinos se asimilaque descendían de antiguas familias ron bastante bien a esa idea de colonos españoles residentes en de nación diseñada por los la ciudad de Guatemala y dedicados criollos ya que hablaban al comercio o a sus fincas, forjaron castellano y no estaban ataun proyecto de nación que implica- dos por ley al trabajo en las ba que los indígenas no podrían ser haciendas. El punto que nos considerados ciudadanos plenos sin interesa resaltar acá es que antes haberse “civilizado”. Civili- hasta la presidencia de Jor- Foto del libro “Cuando hablan las campanas”. zarse en aquella época y, según la ge Ubico Castañeda (1930organización social de corte tradicioideología liberal, significaba apren- 1944) los indígenas fueron nal, y la formación educativa estuvo der el castellano, alfabetizarse en ese personas “segregadas jurídicamente en manos de la Iglesia y destinada idioma, ser consumidor de productos y excluidos socialmente”. Desde sólo para criollos y peninsulares. españoles; vestir y calzar a la manera el periodo de la Independencia hasPensar sobre “nuestra identidad de éstos, tener actitudes progresistas ta el momento de la Revolución de y convertirse en propietario indivi- Octubre, el Estado no vio en los in- nacional” es reflexionar acerca de dual. Además, habría que agregar la dígenas a un conglomerado humano cuándo se abren las instituciones cualidad de estar liberado de trabajos con conocimientos ancestrales y va- educativas por parte del Estado, serviles. Era cumpliendo con esos lores culturales propios que pudieran ¿dedicadas a quien? (grupo étnico o requisitos que se podía llegar a ser impulsar el desarrollo del país. En clase social), luego pasar a analizar, ciudadano pleno. Pero en la realidad cambio, los veía como mano de obra ¿qué es lo que se enseña en el aula no se estaban dando las condiciones barata, como personas que debían que tenga que ver directamente con para que tal cosa sucediera, pues ser domesticadas, obedecer órdenes una imagen de la nación ideal? La educación como aspecto de la orgahabía medidas legales y actitudes y leyes. segregadoras que impedía que los Como afirmaba Ernest Gellner, las nización social no es solamente una indígenas cumplieran con los “re- instituciones educativas dirigidas por cuestión de desarrollo de contenido quisitos” de la civilización. Ellos no el Estado son fundamentales para en- curricular, sino de formación de vaeran trabajadores libres, estaban car- tender la construcción de la nación. lores, transmisión de normas, discigados de responsabilidades que les Así, durante la colonia y gran parte plina, costumbres, actitudes hacia impedían educarse y las autoridades del periodo conservador, existió una los demás, ejecución y repetición de rituales, símbolos y signos, en fin, la transmisión de toda una ideología que está acorde con los intereses del nicia seminario grupo en el poder. Alain Touraine indica con razón que “lejos de que sea e construir o re formar el stado una cultura nacional la que fundamenta la nación y el nacionalismo, es a la inversa que sucede, es decir, es el Estado nacional que produce, en particular por medio de la escuela, una cultura nacional. Visión durkheimiana en la que la cultura nacional juega su papel de creación de conciencia colectiva.” La educación tiene, pues, varias funciones políticas y sociológicas: trasmitir valores que permiten la socialización del individuo, convertirlo en ciudadano, hacerlo participar “de una comunidad imaginada” e inculcarle respeto por sus mayores y suEl licenciado Álvaro Velásquez y los doctores Eduardo Stein y Eduardo Mayora en el acto periores. La escuela decimonónica
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de inauguración que tuvo lugar el martes 22 de septiembre en FLACSO.
en Guatemala, debía enseñar el castellano como lengua franca, trasmitir enseñanzas sobre la geografía, la historia, la literatura nacional, “enseñar a los niños a pensar nacionalmente”. Sin embargo, continua explicando el texto de Taracena, que en la práctica, “la educación de la población indígena no solamente no fue objeto en general de atención, sino que, cuando existió, estuvo orientado hacia su asimilación…” (2002: 208 y 2009). Fue hasta después de la independencia que se comenzó a pensar en un sistema educativo nacional, pero éste fue inicialmente exclusivo y segregador de la población indígena, la cual no fue atraída a las aulas, pues el sistema imperante los necesitaba, como se ha apuntado, atados al trabajo forzado de la tierra. Se aducía que, por razones económicas, no se podía escolarizar a toda la población. Se consideraba por aquella época que el manejo del castellano permitiría a los indígenas presentar quejas ante las autoridades y realizar transacciones comerciales sin dificultad y que al mismo, coadyuvasen al desarrollo económico del país. A lo largo del siglo xix, la castellanización fue una de las herramientas básicas propuestas para lograr la asimilación de los indígenas al proyecto de nación que se estaba forjando raíz de la Independencia de España” (Taracena 2002: 216). Desde sus respectivos espacios periodísticos, los llamados próceres de la Independencia, Pedro Molina (El Editor Constitucional) y José Cecilio del Valle (El Amigo de la patria)
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escribían columnas de opinión en donde difundían sus ideas sobre la supresión de las lenguas mayas que para ellos lograría terminar con aislamiento lingüístico de los indígenas y dar lugar a la instauración de un único idioma nacional. Al mismo tiempo, la asimilación sería más eficaz si existía un mayor roce interétnico entre indígenas y ladinos. Con esa idea en mente es que en 1825 se destinaron becas para que los niños indígenas entraran al Colegio Tridentino y se decretó que pudieran ingresar en el coro del Colegio de Infantes. Durante el régimen conservador de los 30 años (dictadura de Rafael Carrera), la educación estuvo en manos de la Iglesia, y los especialistas coinciden en afirmar que no hubo mayores avances a nivel de educación formal en esta época. Fue a partir de la Reforma Liberal de 1871
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que el Estado guatemalteco llevó a cabo una transformación del sistema educativo nacional, rompiendo con el monopolio de la Iglesia al intentar introducir la educación nacional laica, con cierta influencia mexicana. (Taracena 2002: 210). Si bien a fines del siglo xix, los indígenas no estaban legalmente impedidos de asistir a las aulas, su pobreza y el racismo de que eran objeto los dejaba al margen. De tal cuenta que la educación seguía siendo étnicamente segregada por motivos económicos e ideológicos. Además, explica Taracena que, para esa época, el Estado no había invertido lo suficiente en infraestructura educativa y prefirió delegar en los finqueros la tarea de educar a la niñez en el área rural, lo cual no sucedió (Reglamento de Jornaleros de abril de 1877, artículo 10). En realidad los finqueros nece-
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sitaban esos niños como jornaleros para trabajar en la caña de azúcar y corte de café. Parece ser que varios finqueros acataron la orden y construyeron aulas en las fincas, pero no encontraron maestros para instruir a los hijos de sus mozos. La Escuela Politécnica se creó en febrero de 1872 y el Ministerio de Instrucción Pública se fundó en junio de 1872. Con éste último se pretendía encaminar a las nuevas generaciones hacia la modernidad y el progreso. Con inspiración en la educación estadounidense, se introdujo el principio de la educación laica, gratuita y obligatoria, que en Guatemala se elevó a categoría de ley fundamental incluida en la Constitución de la República (decretada el 11 de diciembre de 1879). Las escuelas de primeras letras se fundan inicialmente en los cuarteles del interior del país, pero básicamente la mayor parte el esfuerzo por promover la educación primaria fue capitalino. El Reglamento de la ley de Instrucción Pública 1879, específicamente indicaba que los maestros debían inculcar en los alumnos las ideas de libertad, igualdad, fraternidad, orden, progreso y unión centroamericana, amor a la patria y al trabajo. (Taracena 2002: 233). Pero, aunque los ideales de lo que se quería lograr en la infancia estaban bastante claros faltaban maestros para echarles a andar y por eso se fundó la Escuela Normal Central en enero de 1875. No se pensaba por aquella época que los indígenas habían de ingresar a la Normal y convertirse algún día en maestros, ese papel estaría destinado a los ladinos. En su lugar, comenzaron a fundarse escuelas sólo para indígenas e institutos para que desarrollaran sus actividades manuales. En septiembre de 1879 se decretó la fundación, en la capital, de un colegio exclusivo para la “civilización de los Indígenas” en lo que fue el municipio de Jocotenango, contiguo a la ciudad. De la misma manera, otros institutos exclusivos para indígenas fueron abiertos en Quetzaltenango y Cobán, así como el Instituto Agrícola para Indígenas en la capital. La apertura de estos colegios “exclusivos” para los indígenas refleja, por un lado, el deseo de civilizarlos y luego convertirles en ciudadanos al inculcarles dentro de las aulas conocimientos y valores nacionalistas y, por otro, se evidencia la distancia social que existía en la sociedad guatemalteca entre
personas pertenecientes a distintos grupos étnico-culturales y sociales. La extinción de los idiomas indígenas y el ideal de homogeneización cultural como criterio de avance y modernización prevaleció hasta la época del general Jorge Ubico Castañeda (1930-1944). De igual manera, la alfabetización conjuntamente con la idea de que los indígenas debían ser educados para perfeccionar las artes y oficios manuales fue predominante hasta dicho periodo. Los planes de estudio de 1930 son interesantes por cuanto exponen, por primera vez con mucha claridad, los pasos que tenían que dar los maestros en la formación de sus alumnos. Uno de ellos era explicarles “cuáles eran y qué significado tenían los símbolos patrios, quiénes eran los hombres célebres de Guatemala, así como informar sobre el servicio que prestaban el ejército y la policía” (Taracena 2002: 259). A la par de esto debía enseñarse la vida de los personajes notables como Pedro de Alvarado, Fray Bartolomé de las Casas, Cristóbal Colón, Fray Payo Enríquez de Rivera y la aspectos generales de la vida en la época colonial, sin existir un espacio para algún aspecto de la vida presente o pasada de los indígenas. Con la exposición de estos hechos históricos adquiere sentido la afirmación de Gellner cuando dijo que el nacionalismo es la expresión de la homogeneización del Estado contemporáneo. “Definió el nacionalismo como un principio político que hace coincidir una cultura, un Estado y un determinado territorio.” (Vizcaino : 49)
Los Símbolos Un breve análisis de los símbolos patrios es útil para comprender la forma en que se entremezclan elementos del nacionalismo cívico con el étnico. En Guatemala, el quetzal, un ave con un importante significado en la tradición prehispánica es elevada a la categoría “nacional” al estamparla al centro del escudo. En el vecino México, el águila sobre el nopal que aparece en el escudo nacional, se inspira en la leyenda mexica sobre el origen de la población del centro de este país. En 1962, el Ministerio de Educación Pública publicó la obra Temas Cívicos. En ella, el abogado y periodista David Vela (1901-1992), explicó el origen, significado y la relación histórica que tenían los sím-
bolos patrios con la cultura indígena, así como con la creación literaria nacional y las expediciones científicas enfocadas al descubrimiento de nuevas especies de flora o bien, a la explotación de sus propiedades curativas o tintóreas. En su obra, Vela indica que el quetzal había sido escogido por su singular belleza y que se le atribuyeron cualidades particulares: la libertad y el valor moral. El ascenso del quetzal a la categoría de ave “nacional” sucedió durante el periodo de gobierno del liberal Miguel García Granados; en el decreto 33 se indica que esta ave singular se erige como “símbolo de la independencia y autonomía de la Nación.” Si bien la asociación entre el pájaro y la libertad, la independencia y el “resplandor cívico” resulte arbitraria, es cierto que el quetzal aparece en las leyendas indígenas y que se le asocia míticamente al héroe Tecun Umán, como su nahual. Su figura adorna sellos postales y nuestra moneda lleva su nombre. Varias décadas después, y por acuerdo gubernativo del 21 de febrero de 1934, Guatemala adoptó como emblema nacional la Monja Blanca. La Ceiba o Yaxché, tiene una indiscutible relación con la cosmogonía y literatura mayas, lo que se atestigua, por ejemplo, en los títulos como el Chilam Balam y en innumerables evidencias arqueológicas. La Ceiba que simboliza la perpetuidad, la vida y la grandeza adquirió el rango de “símbolo nacional” en 1955, cuando Sixto Alberto Padilla y un poco después, el botánico Ulises Rojas así lo sugirieron.
La categoría de “héroe nacional” es ciertamente subjetiva. Héroes nacionales guatemaltecos no son muchos, pero vale la pena discutir brevemente la figura de Tecún Umán, de nuevo como ejemplo de un referente identitario nacional de orígenes y de orientación etno-simbólica. No puedo en este lugar entrar en detalles sobe su biografìa ni abordar el debate etnohistórico acerca de su existencia. El hecho es que el personaje que figura con ese nombre (o sus variaciones), en crónicas indígenas y españolas y que ha inspirado poemas, piezas de música y representaciones danzarias, se incorpora también al panteón de lo “nacional” para simbolizar heroísmo, amor a la “patria”, valentía y honor. Las canciones, poemas y loas al “príncipe k’iche’ quedan como fijadas en la memoria de la niñez y la juventud forjando así un sentimiento nacionalista. Es interesante mencionar que en el estudio Imágenes homogéneas, en un país de rostros diversos, publicado por avancso (1998: 101), se reflejan los resultados de una importante encuesta realizada por esta asociación hace una década con estudiantes de nivel medio de la ciudad capital y varios municipios. El estudio reveló que más del 60 por ciento de los adolescentes indicaban que Tecún Umán era el personaje más importante de la historia del país, dejando muy atrás a Justo Rufino Barrios y a Jacobo Arbenz Guzmán. Quizás si hoy por hoy realizáramos una encuesta similar los resultados serían distintos, pero importa subrayar que éstos y otros
símbolos patrios se incorporan poco se convierte en obligada durante sepa poco al programa de estudios esco- tiembre. lar oficial en los cursos de ciencias Un último ejemplo sobre la forsociales y formación cívica. ma en que el nacionalismo recurre En los programas educativos tam- a los símbolos y al pasado étnico: bién se encuentra la marimba, a la la Virgen de Guadalupe a quien los que Dolores Bedoya y Basilio Porras indígenas mexicanos identifican sinrecurrieron para llamar la atención de créticamente con Tonantzin (la diosa la población urbana sobre la recién mexica) fue llevada por el cura Mifirmada acta de Independencia, el 15 guel Hidalgo y Costilla, quien al gride septiembre de 1821. Desde enton- to de ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ces han sido varios los gobiernos que ¡Mueran los Gachupines! dio inicio a han utilizado las notas de la marimba la gesta histórica de la independencia para fomentar sentimientos naciona- de México de España. Se dice que listas entre los guatemaltecos. Algu- por los diez años que duró la guerra nos han sido más exitosos que otros. de independencia, la imagen de la Así, bajo la presidencia de Jacobo Arbenz Guzmán la marimba adquirió un carácter de identificación nacional. Entre 1951 y 1953 para las fiestas del 15 de septiembre y del 20 de octubre, se llevacartelera de actividades artísticas, ron más de diez maacadémicas y culturales rimbas al Palacio Nacional. Durante estas fiestas los obreros y campesinos pudieSábado 3, de 9:30 a11:30 horas: ron “convivir junto Taller infantil. “Entre fotos y pintura”. Exa funcionarios, inteposición “Centros de enfoque”, foto 30. lectuales, diplomátiCupo limitado. Inscripción Tel 24147444 o cos y ciertos miemen fcolorado@flacso.edu.gt bros de la burguesía nacional” (Taracena Jueves 8, 17:30 horas: 1980:14). A la fePresentación del libro El Patrón de Pedro cha, los gobiernos y Joaquín. Editorial Kódices. el comercio siguen recurriendo a la maViernes 9, 17:30 horas: rimba, cuya música Mesa redonda “La Revolución de Octubre y las Políticas Culturales”.
OCTUBRE 2009
Martes 13, 17:30 horas:
Mesa redonda “Periodismo y Crítica Cultural”.
Miércoles 14, 17:30 horas:
Circo-octubre. Espectáculo de Clown. Y “Elementos Historicos del arte como medio liberador y sus representaciones psicosociales” charla ofrecida por Selvyn Sunuy . Psicólogo y artista circense.
Jueves 15, 17:30 horas:
Coro Nacional de Guatemala. Homenaje a Oscar Vargas Romero, impulsor del arte y la cultura durante la Revolución de Octubre.
Lunes 19, 18:00 horas:
Música en vivo “Fiestas de octubre”, sobre la 3a. calle, entre 6a. y 5a. ave. z.10. No. 6/SEPTIEMBRE 2009
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Virgen de Guadalupe figuraba siempre en las banderas insurgentes. En suma, “lo indispensable es indicar que los elementos materiales, sentimentales o simbólicos no constituyen el nacionalismo sino hasta que son utilizados por una acción planeada o predeterminada para legitimar un proyecto político” (Vizcaíno 2004). Así, el hecho de recurrir a los símbolos y mitos étnicos puede interpretarse como su apropiación por parte del Estado con el fin de facilitar la integración de la población, pero también como una manera de dar continuidad a los legados históricos convertidos, esta vez, en cultura institucional.
Monumentos, discursos y rituales: el performance nacionalista
La educación, los símbolos y sus significados trasmitidos por medio de las cátedras y los libros de texto funcionan como mecanismos que forjan lealtades y fidelidad a la nación; pero no son suficientes. Se requiere de una suerte de “religión cívica” que se inculque entre la población por diversos 6
medios y vías. Fue Eric Hobsbawn quien acuñó el término “tradiciones inventadas” para indicar con él que las élites liberales han requerido hacer llegar su proyecto nacionalista hacia las masas, campesinos y clases populares que estaban apartadas e imbuidas en sus costumbres locales y cultos religiosos. A través de las efemérides, los ritos cívicos anuales (como la conmemoración de la Independencia) y la estatuaria las élites pretendieron coadyuvar al desarrollo y fortalecimiento del patriotismo, en suma, de otorgar un sentido de identidad nacional, lo que incluye por supuesto, inculcar valores y normas de comportamiento que se fijan por medio de la repetición (López Bernal 2006). Si bien fueron las élites, los intelectuales y los políticos quienes imaginaron esos símbolos, monumentos y rituales, y los introdujeron en el imaginario popular, resulta que luego de un tiempo, los mismos fueron adoptados, reapropiados o abiertamente rechazados por los sectores urbanos de clase media y trabajado-
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ra, los artesanos y los obreros. Toda esta parafernalia tiene un mejor impacto entre la población dependiendo de los recursos con que cuenta un Estado. Nuestro vecino México, con quien no nos gusta compararnos, pero resulta un ejercicio interesante al fin de cuentas, ha invertido millones de pesos en enormes monumentos nacionalistas colocados en plazas públicas y calzadas. Durante la presidencia de Álvaro Obregón (1920-1924), el entonces ministro de educación, José Vasconcelos (1921 a 1924) financió a artistas de la talla de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Sequeiros para que pintaran los enormes murales en las paredes de los edificios públicos, los que precisamente permitirían afianzar en la población los eventos históricos importantes y hacerles sentir que acontecimientos como la Revolución de 1910 pertenecían a todos los mexicanos. Se dice que durante su administración, la Secretaría de Educación Pública (sep) recibió más presupuesto que nunca para impulsar programas educativos de envergadura nacional e incrementar la impresión de libros de texto. Vasconcelos estaba convencido de que el instrumento revolucionario de aculturación del pueblo mexicano era el arte que reflejara el “alma del pueblo”. En el caso de El Salvador, el historiador Carlos López Bernal indica que los ideólogos liberales del siglo XIX tuvieron dificultades para crear la imagen de un héroe nacional. Por eso fue que en el gobierno de Gerardo Barrios (1859-1863) abundaron los homenajes y monumentos dedicados al caudillo liberal Francisco Morazán, lo cual, no por casualidad, permitía generar un contraste con la Guatemala conservadora en esos años. No fue sino hasta 1882 cuando se erigió un monumento “nacional” para perpetuar la memoria del héroe liberal, sin embargo como explica López, éste fue dedicado al caudillo hondureño Francisco Morazán. “El optar por rendir tributo al caudillo hondureño puede interpretarse como un reflejo de esa nostalgia unionista y de la persistencia de las dudas sobre la viabilidad de El Salvador
como nación, dudas que ya antes habían sido expresadas por el mismo Gerardo Barrios”. Según Hobsbawn, “la nación cobra existencia a través de los discursos de los individuos que están interesados en la creación de esa realidad particular” (en González 2007. 11). La nación no solamente se traduce en “discursos”, pero ciertamente la capacidad performativa del lenguaje ejerce un efecto muy importante en la audiencia. Las palabras que los mandatarios pronuncian en el balcón presidencial el “día nacional” ejercen un efecto simbólico y emotivo clave. El pasado 15 de septiembre los noticieros televisivos destacaron, con cierta crítica, el breve mensaje del presidente de Guatemala, Álvaro Colom, de tan sólo tres minutos. Discursos y parafernalia. Parado en el balcón del palacio de gobierno, el presidente mexicano Calderón, la noche del 15, ondeaba la bandera mejicana al tiempo que pronunciaba el “Grito”. El efecto simbólico y mediático es indiscutible. Los rituales nacionalistas, por supuesto, están íntimamente relacionados a la escuela. Llama mi atención varias secciones del desfile que conmemoró la Independencia el pasado 15 de septiembre (2009), en donde adolescentes de secundaria vistieron “como en la época de los mayas”, con taparrabos y tocados, mientras otros grupos iban disfrazados como indígenas contemporáneos, es decir, luciendo “cortes” y huipiles las mujeres y trajes de manta blanco, los varones. Actualmente existe una Ley de Educación Nacional, numerosos intentos por echar andar el sistema de educación bilingüe e intercultural y una dependencia ministerial dedicada a dicho propósito Todo ello refleja las iniciativas que dentro de la era del multiculturalismo, propician un reconocimiento por la diversidad cultural. Pero, hasta hace apenas unas décadas tal cosa era impensable, pues en el discurso y la práctica estatales predominaba el paradigma de la asimilación y, lucir en el desfile “como indígena” no hubiera sido visto como una buena idea. Los tiempos han cambiado.
Es decir, los desfiles contribuyen a conmemorar una fecha, pero también reiteran una forma de nacionalismo militar, en vez de propiciar actitudes reflexivas sobre el significado de la patria y su devenir histórico.
Recursos e instituciones científicos y producción de identidad nacional
Benedict Anderson señaló que hay tres instituciones de poder mediante las cuales el Estado imagina el territorio, la población y la historia de la nación: el censo, Foto del libro “Cuando hablan las campanas”. el mapa y el museo. Las carreras de jóvenes portando El censo crea categoantorchas encendidas, los desfiles, rías de identidad étnica que permiten concursos de oratoria, de bandas observar la manera en que el Estado marciales y de batonistas, y la izada clasifica a su población. Al mismo de la bandera son los rituales que año tiempo, el censo produce la ficción con año y a fuerza de repetir, afian- de que todos los ciudadanos estamos zan en la población un sentido de incluidos en él y de que tenemos un pertenencia. En la actualidad estos lugar, aunque ciertamente éste no rituales entran dentro de la lógica y está muy claro. El censo permite “seel circuito del mercado y se globa- guir las huellas de aquellos a quienes lizan sustrayendo su organización de se podían fijar impuestos y la conslas manos exclusivas del ministerio cripción militar” (Anderson 2007: de educación. Los malls se convier- 235). El sistema censal en Guatematen en gestores culturales y promue- la se echa a andar en 1879, durante ven los concursos de bandas y los los gobiernos liberales. festivales de comida y dulces típicos, También los mapas de estilo occiasí como conciertos de marimba para dental fueron la base de una “clasificonmemorar el día de la Independen- cación totalizadora”. Ahora, el mapa cia. Asimismo, el hecho de desfilar de Guatemala nos resulta familiar, seguramente tiene significados muy algo dado, pero en el siglo XIX hadistintos de acuerdo con la edad y bía pocos libros de texto o reproclase social, de quien participa como ducciones masivas de mapas. Jorge de quien observa. Hasta hace dos dé- Arias de Blois indicó que en 1880 cadas, desfilar era mostrar “marciali- no existía una cartografía exacta del dad”, “gallardía”, para los jóvenes y país y hacia 1894, todavía se realizaniños de hoy quizás se trata de un ci- ban exploraciones científicas con la vismo lúdico, de adquirir estatus, de finalidad de entender y dibujar sus ganarle a otro establecimiento educa- contornos, así como descubrir accitivo, de mostrar su habilidad musical dentes geográficos y nuevas especies o la elasticidad para mover el cuerpo de flora y fauna. Cuando por fin emya sea al ritmo de una marcha militar pezaron a reproducirse los mapas, o al de una pieza de salsa de Celia van penetrando en la imaginación Cruz o de reguetón. Es indiscutible popular. El mapa permitió crear un que existe una competencia entre sentido de unidad ya que, incluso si los centros educativos por lucirse y no se conoce una región del país, nos destacar, y es allí donde se puede ar- hacemos una idea de su ubicación y gumentar críticamente que al final de de la existencia de sus pobladores. cuentas en eso se convierte el desfile. Durante el periodo de reforma libe-
ral la publicación de libros de texto, en cuenta los de geografía, aumentó. Sin embargo, la mayoría abordaba la geografía de Centroamérica y pocos, la de Guatemala. Según, Emilie Mendoça (2009), en los libros de texto de geografía como en el de Francisco Gavarrete (1860) había descripciones de los accidentes geográficos, de animales y plantas acompañados de mapas con los que obviamente se pretendía que los niños conocieran su país. Esto ahora nos parecería una perogrullada, pero si nos trasladamos a esa época, era algo reciente que apenas estaba sucediendo. Los museos y la imaginación museística no son neutrales, sino profundamente políticos pues permiten al Estado presentarse como guardián de la tradición, poseedor de la verdad histórica, pero ¿qué tipo de historia es la que nos trasmiten los paneles de las salas de un museo? ¿Qué idea nos llevamos luego de recorrer los pasillos del museo de historia, ubicado en el centro de la ciudad de Guatemala o del Museo del Ejército que ocupa el antiguo fuerte de San José? Sin desmerecer los esfuerzos de sus curadores, creo que básicamente se expone una sucesión de fechas, de nombres de personajes heroicos, armas, sables, fusiles, cañones y referencia a momentos históricos específicos que sus constructores decidieron que merecían nombrarse y retenerse. El problema es la concepción lineal y memorística que reflejan estos montajes, que dudo inspire en los jóvenes estudiantes el despertar de una actitud crítica sobre la manera en que los distintos grupos del país se identifican con ese pasado histórico, que de seguro, sólo representa a un sector social. Para los visitantes indígenas o garifunas la muestra, quizá, no va a provocar necesariamente
un sentimiento de pertenencia nacional ni va a gestar una reflexión sobre sus derechos y su responsabilidad ciudadanas.
El nacionalismo
indígena
Hasta acá hemos visto que las naciones y las actitudes nacionalistas son algo construido “desde arriba” por el Estado, pero no debe perderse de vista la perspectiva “de los de abajo”, es decir, debemos poner atención a la manera en que las clases y grupos históricamente subordinados asumen, entienden o reaccionan ante ese imaginario de nación. El reto es el de entender el nacionalismo que reconozca tanto a la nación (en sentido de cultura) como la construida por el Estado. En las últimas décadas hemos asistido en América Latina, a la era del repunte de los nacionalismos indígenas, que algunos autores llaman “nacionalismo de las minorías”. Se comenzó a hablar por primera vez de “nacionalidades o de naciones indígenas” en Ecuador y Bolivia, y desde allí el fenómeno trascendió a otros países. Se trata de movimientos indígenas, como el movimiento maya en Guatemala, que persiguen cuestionar la manera en que se han construido los “Estados nación”, y la manera en que sus historias, conocimientos y experiencias han sido silenciadas o bien utilizados por parte de las élites. En los años 90, los intelectuales y líderes mayas de Guatemala se dieron a la tarea de producir libros y revistas en donde publican su propia versión de la historia del país y la de sus comunidades; exaltan las formas tradicionales de autoridad y el Derecho maya. Asimismo, se rechaza el sincretismo con la religión católica y reaparecen las ceremonias mayas en lugares públicos y eventos
Tomada del suplemento “Cultura”, Prensa Libre. No. 6/SEPTIEMBRE 2009
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protocolarios. Las organizaciones indígenas rechazan la palabra “étnico” y la sustituyen por pueblo o “nación india” –como en Norteamérica– para reafirmar su derecho ancestral a los territorios y a la autodeterminación por ser originarios del continente. En fin, los indígenas reivindican los elementos propios y exclusivos, los que tratan de des-hispanizar y descolonizar. Los nacionalismos anticoloniales no son privativos de América Latina, sino que ocurren en los continentes en donde los grupos sociales han sido colonizados. Lo que caracteriza a los nacionalismos indígenas del siglo xxi es que no quieren romper con los Estadosnación de los que forman parte sino que desean impugnar y cuestionar la manera en que éstos fueron construidos. Asimismo, los indígenas y afrodescendientes demandan una participación activa en la redefinición del Estado y en su administración en cuanto ellos constituyen sujetos políticos y culturalmente diferenciados
que deben ser reconocidos legalmente. Estos cambios comienzan a reflejarse en las transformaciones en los textos constitucionales y en la definición de políticas públicas con pertinencia cultural. Si los marcadores de la identidad nacional contemporánea lograran integrar las propuestas de quienes no fueron llamados en el siglo xix para montar el proyecto nacional, lograríamos conocernos mejor y reconstruir sentimientos de pertenencia sobre bases más sólidas, o al menos, más reflexivas.
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Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO-Guatemala La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO-Guatemala, inició sus actividades en 1987 y fue reconocida formalmente por el Estado guatemalteco ese mismo año, por medio del Decreto 96-87 del Congreso de la República. 8
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No. 6 /SEPTIEMBRE 2009
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