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LARGA VIDA AL
ALEXANDER MCQUEEN
FUE
UNA ESTRELLA TAN FUGAZ COMO
RUTILANTE EN LA INDUSTRIA DE LA MODA DEL SIGLO
XXI. EN
APENAS
DOS DÉCADAS, TANTO EN SU ROL DE
GIVENCHY
COMO A TRAVÉS DE SU PROPIA
REY
MAISON, SE GANÓ EL TÍTULO DE TRANSGRESOR PROFESIONAL.
VISTIÓ
A CELEBRIDADES TAN
LADY GAGA Y PARKER. Y EN
DISÍMILES COMO
SARAH JESSSICA
UN MERECIDO RECONOCIMIENTO A SU IMPORTANCIA PARA LA INDUSTRIA FASHION BRITÁNICA,
CATALINA
MIDDLETON ELIGIÓ UN SARAH BURTON –MANO
DISEÑO DE DERECHA
Y SUCESORA TRAS EL SUICIDIO DEL DESIGNER, EN
2010– PARA LA “BODA DEL SIGLO” CON EL PRÍNCIPE GUILLERMO. EN EXCLUSIVA, LOS HIGHLIGHTS DE SAVAGE BEAUTY, LA MEGA RETROSPECTIVA QUE LE RINDIÓ
VICTORIA & MUSEUM.
TRIBUTO EN EL
ALBERT
Txt: Florencia Bibas*
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DIRECTOR CREATIVO DE
LO QUE TRATO DE APORTARLE A LA MODA ES UNA NUEVA ORIGINALIDAD Lee Alexander McQueen
46 > CLASE
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ORIGINAL. Tocado de mariposas confeccionadas con plumas de pavo pintadas a mano, de la colecci贸n La dame blue (primavera/verano 2008).
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l amor mira con la mente, no con los ojos”. Esa frase que pronuncia Helena en Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, era el credo que Alexander McQueen eligió tatuarse en su brazo derecho y que, tras su trágica y temprana muerte en 2010, se convirtió en el epílogo trágico de una vida de vértigo. Porque McQueen no fue simplemente otro diseñador de moda británico, sino uno de los más grandes provocadores de su época. Un artista, por momentos incomprendido, que convirtió sus demonios internos –depresiones y adicciones– en el motor creativo de su carrera. “Mi trabajo es sentar precedente en los tiempos en los que me toca vivir”, resumió su misión-visión en alguna de las escasas entrevistas exclusivas que dio. A cinco años de su partida, el Victoria & Albert Museum (V&A) de Londres le rindió tributo con Savage beauty, una mega retrospectiva que convocó a más de 200 mil visitantes.
ESTRELLA FUGAZ Lee Alexander McQueen nació el 17 de marzo de 1969 en un barrio marginal del East End londinense. Hijo de una maestra y un taxista, creció en un edificio austero –de los denominados council buildings– y confesó que pasó su temprana infancia escapando, con la imaginación, de ese mundo opaco. Hasta que, a los 16 años, comenzó su camino hacia la libertad: víctima de bullying escolar por su elección sexual y su temprana vocación por la moda, dejó las aulas e inició su formación como sastre en Saville Row, el exclusivo distrito del bespoke. Su interés por el arte y su vocación por el oficio no pasaron desapercibidos para maestros como Romeo Gigli y Koji Tatsuno, en cuyos ateliers continuó su aprendizaje informal. Pero ese reducto consagrado al tradicional arte de la confección a medida pronto también le quedó chico. Su habilidad con las tijeras y su talento para el diseño lo llevaron a ser fichado por la St. Martins College of Art & Design de Londres, acaso la academia más prestigiosa en su rubro en Europa,
donde se graduó con honores. También tuvo buena estrella: Isabella Blow –excéntrica editora con un particular olfato para descubrir a modistos y modelos– no sólo le compró su primera colección sino que también se convirtió en su enlace con Vogue UK. Desde entonces, su carrera fue un ascenso a velocidad supersónica: elegido cuatro veces Diseñador del Año en los British Awards (1996, 1997, 2001 y 2003), fue reclutado por el magnate del lujo Bernard Arnault –propietario del conglomerado Louis Vuitton Moët Hennessy– como director creativo de Givenchy, en 1996. Para muchos, eso hubiera significado un sueño cumplido, pero para McQueen se convirtió en una pesadilla... Si bien en la maison del couturier francés aprendería el oficio de suavizar siluetas, volcándolas al universo femenino con maestría para lograr la sofisticación más pura, paradójicamente nunca llegó a identificarse con los códigos de “el sistema” ni pudo soportar siquiera vivir en París. En ese especial estadío llegó a declarar: “Este trabajo es sólo dinero para mí”. Y así comenzó a cimentar su fama de niño terrible. En 2000 dio el portazo para regresar a Londres y cortar las cintas de su propia marca, donde desplegó su sello creativo, caracterizado por los recursos del gótico, el gore y el fetichismo. Sus más fieles musas: las cantantes Lady Gaga y Björk, la súper modelo Kate Moss, la heredera Daphne Guiness y la actriz fashionista Sarah Jessica Parker. Tan punk como anarquista, en 2003 fue condecorado con el título de Comandante de la Orden del Imperio por la mismísima reina Isabel II. Otra vez la consagración pública. Otra vez el infierno privado: mientras más premios, aplausos y seguidoras conseguía, más se acentuaba su necesidad compulsiva de ocultarse del ojo mediático. En 2008, cuando su mentora Blow se suicidó, la fragilidad emocional de McQueen inició un camino de no retorno que en febrero de 2010, apenas 10 después de la muerte de su madre y cuando le faltaban pocas semanas para cumplir 40 años, culminó con su suicidio en su departamento de Mayfair. Los especialistas coinciden: con la partida de McQueen se cerró el breve pero intenso capítulo correspondiente a la moda del siglo XXI. Su despedida, oficiada en el mes de septiembre en la catedral de St. Paul, coincidió con la London Fashion Week. En la ceremonia, la islandesa Björk cantó Gloomy Sunday con un vestido alado firmado por el diseñador, y el féretro fue escoltado por una banda de gaiteros escoceses, en honor a los ancestros de McQueen. Anna Wintour, la todopoderosa editora de Vogue USA, resumió su legado: “Fue un hombre complejo con un talento excepcional, que creó los diseños más exquisitos de alta costura y tuvo un verdadero impacto en cómo se viste el mundo real”.
DE SASTRE A DESIGNER En rigor, la retrospectiva Savage beauty debutó en el Metropolitan Museum de Nueva York en 2011. Hacía apenas un año que el británico había fallecido y el mundo de la moda todavía se lamía la herida. Quizás por ello batió todos los récords del MET (más de 600 mil visitantes en cinco semanas). De NATURALEZA DARK. Vestido con plumas de avestruz pintadas a mano, de la colección Voss (primavera/verano 2001).
Phs: Gentileza V&A Museum
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EXPERIMENTAL. Vestido confeccionado con caparazones de navajas, de la colección Voss (primavera/verano 2001).
ese año data el libro homónimo, una edición de lujo de 200 páginas, en cuya portada se destaca un impactante holograma con el retrato de McQueen mutando a calavera. En las primeras páginas, el curador de la muestra, Andrew Bolton, comparte: “Savage beauty relata el vínculo estrecho de Alexander con el Romanticismo, porque su inspiración provino especialmente del siglo XIX, del dibujo victoriano-gótico. Para él, lo sublime era vincularlo con el posmodernismo. Eso lo obsesionaba”. En marzo pasado abrió sus puertas la segunda edición de Savage beauty, esta vez en el V&A Museum, que alberga una de las colecciones más importantes de arte, moda y textiles del mundo. La curaduría incluyó durante todo el trayecto, que demandaba al menos dos horas, frases y pensamientos del protagonista ploteadas en los muros de las salas: una manera de facilitar la comprensión de los conceptos complejos que el artista plasmaba en sus diseños. Un dato notable: el V&A representaba, para el creador, uno de sus “santuarios de inspiración”, donde pasaba largas jornadas estudiando la historia de las bellas artes. “Me gustaría quedarme encerrado aquí toda la noche”, llegó a confesarle a Claire Wilcox, curadora responsable de que la exposición tuviera su capítulo británico. Cuando Clase Ejecutiva llegó a las puertas de la mega galería de arquitectura eduardiana, una larga hilera de británicas de todas las edades y looks esperaba pacientemente su turno para ingresar. Un ritual que, según datos oficiales, explica la cifra récord de 200 mil visitantes (al cierre de esta edición). “El museo se ha convertido en un nuevo lugar para comprender el trabajo de los diseñadores avant-garde, como así también para entender la moda como parte de la cultura visual contemporánea, de la misma forma que ha sido aplicada al entendimiento de las artes visuales”, sentenció José Teunissen en Fashion & museums, editado recientemente por Bloomsbury. La cara-calavera de McQueen, que ya se ha convertido en un ícono fashion, daba la bienvenida. En la
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primera sala, bajo el eje temático Romantic mind, se proyectaban imágenes de sus desfiles por encima de 10 bustos metálicos lookeados con sus primeros modelos de chaquetas. Estremecedor era descubrir que cada una de ellas, en reemplazo de la tradicional etiqueta, llevaba un mechón de pelo cosido... Y que su origen era la cabellera misma del designer, un guiño al código de identificación de las prostitutas en la época victoriana. A continuación, en Savage mind, el espacio se teñía de gris mármol para contextualizar la estética tailor que adaptó magistralmente al universo femenino. “Todo lo que hago está basado en la sastrería”, resumió alguna vez, a propósito de su entrenamiento en el rigor de esa disciplina en templos de la confección a medida como Anderson&Shepphard o Gieves&Hawkes, en Saville Row, donde se movió como pez en el agua hasta que decidió que estaba listo para patear ese tablero. En las paredes, una de sus máximas así lo explicaba: “Para romper las reglas, hay que conocerlas previamente. Por eso estoy acá: para destruirlas, manteniendo la tradición”. En esa sección se destacó la lograda estructura de sus chaquetaslevita, en materiales ‘masculinos’ como lana-seda o lanas frías italianas, bajo riguroso negro o estampado pinstripe. No podían faltar sus bumsters, esos polémicos pantalones caídos por debajo de la cadera –tanto, que dejan al descubierto el comienzo de las zonas erógenas– que presentó en sociedad a poco de graduarse y se convirtieron en su ítem fetiche.
ALTO IMPACTO CUERO, CRIN, PLUMAS El segmento Romantic gothic mostró su inspiración en las pinturas de los grandes maestros, un lema que predominaba en su última colección, que se presentó póstumamente en un petit hôtel de París y sólo para algunos miembros súper destacados de la prensa especializada, como Anna Wintour & Grace Coddington, Franca Sozzani y Alexandra Shulman, editoras de Vogue USA, Italia y UK respectivamente. Los escritores del Romanticismo dark, con Edgar Allan Poe a la cabeza, lo nutrieron de esa temática gótico-victoriana que se evidenció en sus diseños exhibidos en vitrinas de bronce. Así, se vió un vestido con top-arnés en seda, lana y cuero, más falda frufrú; a su lado, otro de plumas, y más allá algunos maniquíes con el rostro cubierto de encaje u ocultos bajo cascos de cuero. Todos, eso sí, con stilettos decorados con tachas. En otro exhibidor, cinco maniquíes a pura cresta, testimonio de su obsesión por el mundo de las aves. Los estampados, inspirados nada menos que en El jardín de las delicias de El Bosco, el pintor medieval. ¿Para cerrar el look? Botas de resina, con plataforma de oro. “Oscilé entre la vida y la muerte, la felicidad y la tristeza, lo bueno y lo malo”, fue la frase by McQueen que resignificó ese tramo de atmósfera sado melancólica. Por si quedaban dudas, más allá se leía: “Todos tenemos una sexualidad profunda, para usar en menor o mayor proporción, que es como una máscara”. Enseguida, la invitación a ingresar en una caverna para descubrir la dimensión Romantic primitivism, que rescató su foco en el tribalismo extremo a través de materiales como cuero, crines y plumas: “Los animales me fascinan porque tienen la fuerza y la energía que también encontrás en el sexo” fue la cita que justificó la selección de esas prendas experimentales y conceptuales que le permitieron aludir a las luces y
“En la moda, el show debería invitarte a reflexionar. No tiene sentido hacer un desfile si no va a crear algún tipo de emoción”. Así, Alexander McQueen justificaba la dimensión de espectáculo para el asombro –también para el estremecimiento– que caracterizó a cada uno de los runways de lanzamiento de sus colecciones. Uno de los más recordados es Nº 13 (primavera/verano 1999), donde dos robots en disputa se disparaban chorros de pintura verde y amarilla que impactaban en el vestido blanco impoluto que lucía la modelo Shalom Harlow, quien –cual bailarina de cajita de música– ocupaba el centro del escenario. sombras de la relación depredador-presa. Luego, Romantic naturalism se desplegó en un ambiente revestido en madera y decorado con el característico print escocés rojo, en alusión al origen de su familia. Vestidos irregulares con tul que asoma, cuellos victorianos y chaquetas a puro tartán convivieron con un ensamble digno del palacio de Windsor: compuesto por un vestido de seda en corte princesa, en tono nude, bordado con cristales en escote y faja, acompañado de estridente capa roja en satén duchesse con cuello y mangas victorianas y, por si fuera poco, zapatos de cristal, fue la estrella de su colección The girl who lived in the tree, del otoño/invierno 2008. “Encuentro la belleza en lo grotesco: como casi todos los artistas, tengo que forzar a la gente a mirar las cosas” fue la línea argumental de Cabinet of curiosities, que reunía una variedad espectacular de zapatos y otros complementos de tinte fetichista –cascos de cuero, plataformas de pitón, armaduras de cristal– especialmente concebidos para la pasarela. A continuación, el shock: en un atrio se lucía el vestido blanco de
organza en capas desmechadas, manga larga y cola, que luciera Kate Moss en el holograma que abrió el desfile de la serie The widows of culloden (otoño/invierno 2006), una ilusión creada a partir de proyectores y espejos. De pronto, las luces se apagaban y atronaba música clásica: como recién llegada del más allá, la imagen de la súper modelo avanzaba sobre los visitantes como un hada fantasmal. Emocionante. “Me gusta utilizar flores porque se marchitan y mueren”, fue el leitmotiv de Natural romanticism, donde quedó evidenciado que la naturaleza fue la más potente y duradera influencia en su trabajo. Como si fueran especímenes en observación en un laboratorio, 9 maniquíes se exhibieron en cajas de cristal y madera: un vestido rosa empolvado realizado en su totalidad con flores de seda, más falda estructurada y manguitas farol; un traje de falda drapeada en gasa y chaqueta ceñida con escote bote y aplicaciones de flores; un vestido corto en fil coupe con prints de reptil en 3D... Naturaleza y tecnología, Romanticismo y posmodernidad: ese fue el sello y el legado de Alexander McQueen, protagonista exclusivo de un capítulo ineludible en la historia de la moda del siglo XXI. *Asesora de imagen personal y corporativa www.florenciabibas.com.ar CLASE <
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