Narcisismo en la era digital

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l mito griego de Narciso, ese joven hermoso enamorado de sí mismo que muere ahogado por contemplar embelesado su imagen en una fuente de agua, encuentra su correlato contemporáneo en los usuarios de redes sociales fascinados con la repercusión de sus selfies. Esos autorretratos que pretenden ser espontáneos, pero que muchas veces esconden un meticuloso trabajo de edición, retoque de imagen y ensayo de poses dignas de la estética publicitaria, son el espejo de agua al que se asoma el ego sobredimensionado hoy. Un dato de Google Facts lo confirma: en 2015 fallecieron más personas sacándose selfies que atacadas por tiburones. El verdadero riesgo de adoptar este hábito de forma compulsiva parece ser la aniquilación de la vida social y afectiva, el replegamiento sobre el propio yo, el aislamiento del entorno y de la realidad. Según un estudio científico publicado en la revista inglesa Journal of Personality and Individual Differences, hay una relación causal entre tomarse selfies y el desarrollo de una personalidad narcisista, centrada en sí misma, carente de empatía y con un gran sentimiento de inseguridad que precisa obtener permanentemente aprobación. Prefabricar y exhibir una vida exitosa a través de fotos y comentarios es otro de los recursos para conseguir la atención del otro y su validación a través de likes, retweets y comentarios. ¿Pero cuándo estamos ante un cuadro que puede tornarse patológico? “Siempre hemos fantaseado con un mundo ideal, y ese mundo perfecto en el que se cumplían todos nuestros sueños era guardado en secreto, con pudor. Hoy nos atrevemos a exhibir diferentes tipos de fantasías: sexuales, de grandeza, de éxito o de poder. Podemos hablar de exceso de exhibicionismo cuando todo el mundo interior es volcado sin filtro hacia afuera”, opina Sonia Abadi, médica, psicoanalista e investigadora en innovación y redes humanas. Obsesionada con los likes. “Cuando mi novio me dejó por otra me deprimí mucho. Quedaron inconclusos casi to30

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los nuevos narcisos digitales Transformar la vida en un reality show. Ese es el riesgo, aun cuando todos subamos fotos propias a Facebook. Casos y análisis de una patología actual que podría desconectarnos de la realidad. por Maria Florencia Perez ilustracion: daniel roldan


dos mis proyectos, que eran en torno a la vida en pareja. Una vez que me recuperé de la tristeza inicial, sentí que tenía que salir adelante, hacerme valer. Empecé a salir mucho. Pero más que divertirme lo que más quería era que mi ex y nuestros amigos supieran lo bien que la estaba pasando. Me quería sacar la cosa de loser de encima. Facebook me re sirvió para eso: me renové, cambié el look y empecé a postear cada salida, siempre súper producida, divina. Me obsesioné con los likes y tuve un montón. Pasé de publicar frases de autoayuda a transmitir en vivo un livin’ la vida loca: fue la forma que encontré para sacarme de encima el karma de la abandonada y conocer gente nueva”. (Dolores, asistente de marketing, 28 años) Los rasgos narcisistas que aparecen en las conductas relacionadas al exhibicionismo extremo parecen tener dos caras: por un lado, representan una suerte de estrategia de supervivencia que permite conseguir rápidamente objetivos inmediatos, pero en el mediano y largo plazo evidencian vacuidad. “Si bien el narcisismo es necesario para la construcción dinámica y evolutiva de la autoestima, la cristalización excesiva del ego grandioso lleva a la caricatura del personaje arrogante, egoísta y pretencioso. Con los recursos de red pasa otro tanto. Por un lado, son instrumentos fascinantes con los que podemos sintonizar, facilitar la comunicación y el encuentro con los otros y el mundo. Pero también pueden transformarse en simples espejos ciegos en los que ni siquiera nos vemos a nosotros mismos, sino a una imagen plana que muestra apenas la cáscara de lo que somos”, analiza Sonia Abadi. También insiste en no demonizar a las nuevas tecnologías per se: “No hay que perder la dimensión de juego, de creatividad, de vitalidad compartida que todas estas experiencias permiten. Lo triste y enfermizo, en cambio, es quedar atrapados en una adicción solitaria y repetitiva a nuestra imagen que nos aísla de los otros y la realidad”. Una selfie por día. “Fui mamá muy joven y tengo hijos mellizos adolescentes que dicen que se avergüenzan por las cosas que publico en las redes. Ya me prohibieron que agregue a sus amigos a

perfil del ciber-narciso • Comparte su ubicación donde quiera que esté. Si viaja, publica dónde se hospeda y cada lugar que visita. Si hace una salida, postea dónde y con quién. • Expone constantemente su vida íntima: fotos que reflejan satisfacción y plenitud en su vida en pareja, imágenes, logros y anécdotas cotidianas de los hijos. Reproduce constantemente postales de felicidad. • Presume sobre sus consumos. Desde un celular nuevo hasta un mueble de diseño o una comida gourmet, todo es fotografiado y comunicado a sus contactos. • Publica selfies compulsivamente. Reproduce poses típicas de la retórica publicitaria. Usa filtros para mejorar su imagen. Hace de su vida un reality show.

“reditis”: los sintomas del uso nocivo de las redes • Dificultades para concentrarse en las tareas diarias por postear o chequear constantemente la repercusión de publicaciones propias. • Sensación de decepción, ansiedad e inseguridad si la repercusión no es la deseada. • Problemas de sueño por quedarse hasta tarde conectado a las redes sociales. • Conflictos por abandono o descuido de las relaciones interpersonales reales. • Malestar en espacios donde no hay posibilidad de conexión a Internet. • Aislamiento y desinterés en las personas en la vida cotidiana. • Sensación de ansiedad ante las publicaciones de otras personas.

Facebook o que use Instagram con perfil abierto porque lo que más me gusta es sacarme fotos. Me parece que si una es linda y hasta parece más joven de los que es, resulta natural que quiera mostrarlo. Como mínimo me saco una selfie por día. También me gusta subir fotos de lo que como o del gimnasio. Me parece que puede ser inspirador y, de hecho, lo es porque me comentan un montón y recibo mucho aliento. No estoy en pareja, pero siempre estoy abierta a conocer gente y hoy es clave saber ‘venderse’ para eso y para lo laboral también. Ya ni miro televisión. Me entretienen mucho más la compu y el celular porque me conecta con gente como yo. Hoy si no estás ahí casi no existís.” (Marcela, nutricionista, 39) “Los narcisistas tienden a hacer una selección de los momentos lindos o donde se ven mejor. Jamás muestran todo. Y también se genera un fenómeno llamado fear of missing out (miedo a quedar afuera), que surge de la comparación constante con los que publican otros usuarios. Depende de la personalidad de base esto puede generar mucha ansiedad”, explica Laura Jurkowski, directora del Centro de Tratamiento de Adicciones a la Tecnología Reconectarse (www.reconectarse.com.ar). La gran paradoja de las redes sociales es que terminan siendo espacio de mucha soledad: “En apariencia son una vía de comunicación, una herramienta para estar en contacto con los otros más que antes. Sin embargo, se pierde la empatía, un déficit típico de la personalidad narcisista: está tan centrada en sí misma que no puede ponerse en el lugar del otro, sino que lo utilizan como un medio para obtener aprobación”, concluye Jurkowski. Pendiente del rating propio. “Tengo constantemente discusiones con mi novia porque dice que no la escucho y que me la paso chequeando Twitter y Facebook. Es verdad que es un poco adictivo, pero me gusta esa cosa de la inmediatez. Tirás una frase ocurrente y ves la repercusión en seguida. Para un ansioso como yo es ideal… Es como seguir el minuto a minuto de tu rating personal. Aunque tanto mi pareja actual como mis ex siempre me acusaron de hacer todo para ganar minitas, me parece que no pa13.11.2016

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del yo depreciado o desvalorizado que afecta al sujeto”, analiza Adriana Irene Díaz, directora del espacio para la salud mental Yerbalpsi (www.yerbalpsi.com. ar). El uso abusivo de las redes sociales tiene consecuencias que se escuchan en los consultorios psicológicos: “Hay pacientes que ven afectada su cotidianidad por el derrumbe del rendimiento de su vida diaria, escolaridad, trabajo, estudios, deportes, vida social. Aparece la postergación y abandono de actividades ante el efecto positivo o negativo del uso estos medios”, aporta la terapeuta.

sa por ahí. Es como estar acompañado todo el tiempo, es una red de gente. Mis posteos sobre fútbol son los que más repercusión tienen y por eso los produzco más. Si escribo algo después de un clásico, puedo llegar a tener 100 retweets o más. Es motivador, aunque también es re decepcionante cuando tirás algo y no pasa nada, pero con el tiempo le agarrás la vuelta a lo que pega más.” (Luciano, estudiante de Comunicación Social, 26) La sobrevaloración de los contactos virtuales por sobre los reales es un rasgo típico de estos cuadros que se dan en un contexto histórico singular y en personalidades con determinadas características previas. “Hace unos cuantos años vivimos en una sociedad en donde predomina la imagen por encima del resto de valores, tanto sociales como personales. En este contexto, las personas se quejan de quiebres en su autoimagen, insatisfacción en la relación con los otros, sentimientos de vacío y de alienación. Son personas cuya preocupación es la inflación de su yo junto al reforzamiento de un sí mismo grandioso. Pareciera que la construcción de la vida perfecta en las redes sociales, la utilización de la selfies, el estar atentos a comentarios y Me gusta obtenidos promueve un pseudo mejoramiento 32

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la gioconda de instagram Amalia Ulman es joven (26), linda y argentina. Este año logró que sus selfies publicadas en Instagram llegaran a ser exhibidas en un museo de gran envergadura, como es la Tate Modern de Londres. La muestra se llamó Performing for the Camera, y fue allí donde su foto de espalda (abajo), de la serie Excellences & Perfections, se transformó en la primera “Gioconda virtual”. La estrella de los curadores internacionales, Hans-Ulrich Obrist, la consagró con todos los laureles, tras lo cual, Amalia se ganó 127.000 seguidores en la red, además de despertar la atención de todo coleccionista.

Sin límite de edad. “Mi papá se enoja si subimos fotos en la pileta con mis amigas. También dice que hago trompita para las selfies y no le gusta. Pero no entiende que todos lo hacen: hasta mi mamá publica cosas así en su Facebook. A mis amigas y a mí nos encanta subir videos mostrando lo que hacemos antes de ir a bailar o en la escuela, charlando entre nosotras. Están editados porque nos bajamos programas para eso, pero es algo real. Igual, nunca nos zarpamos porque lo puede ver cualquiera. Muchos profesores se enojan porque estamos mucho con los celulares en el colegio. Hay una que hasta nos dice que nos vamos a contagiar piojos de tanto sacarnos selfies. ” (Candela, estudiante de secundario, 15 años) ¿Qué dicen las decenas de selfies que los adolescentes se sacan cada día? ¿Son los nativos digitales la generación más narcisista que haya existido? Los psicólogos señalan que en el tránsito entre la infancia y la juventud es cuando más se exacerban estos rasgos. Sin embargo, a Silvia Bacher, especialista en educación y autora del libro Navegar entre culturas (Editorial Paidós), aborda el tema desde una perspectiva social. “Las pantallas potencian lo que existe, no lo crean. Para los chicos los celulares y las redes sociales funcionan como espacio de visibilización y reproducen los modelos que proponen los medios, donde el cuerpo adolescente siempre es erotizado”, reflexiona. Bacher propone analizar la trama en que están insertos. “No pasemos por alto que la Organización Mundial de la Salud considera a la depresión como primera causa de enfermedad adolescente. Esto sucede en una cultura donde lo corporal está en el centro de la escena en desmedro de otros valores. Por eso, es una etapa para acompañar a los chicos más que juzgarlos, la escuela y la familia tienen que estar más presentes”, concluye. Y a los padres y docentes nos deja pensando... n


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