Elogio de la sombra. Diagnóstico de la ceguera de Jorge Luis Borges 1 AGOSTO, 2017
Mario Enrique de la Piedra Walter En la historia y la mitología la ceguera se ha sacudido el estigma de ser una discapacidad visual para convertirse, paradójicamente, en un símbolo de claridad y sabiduría. Cabe recordar a Tiresias, el mayor sabio de la antigüedad, que perdió la vista en manos de Hera y fue compensado por Zeus con el don de la profecía. Del mismo modo innumerables personajes han tanteado el mundo a ciegas utilizando su condición como una herramienta intelectual: Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para que el espectáculo de la realidad no lo distrajera;1 Homero fue un poeta ciego y John Milton construyó su paraíso desde las tinieblas. En muchos casos la pérdida de la experiencia visual ha confinado a los hombres a un mundo de estricta filosofía. “La desvalorización de las imágenes como vehículos de conocimiento y el consiguiente prestigio del saber verbal” ha potencializado el desarrollo de un nuevo esquema de pensamiento, desprovisto de su más complejo aparato sensorial y lo ha compensado con la evocación de nuevas figuras de otra forma inaccesibles.2 Estas perspectivas generadas desde el aislamiento constituyen la base de las grandes obras universales. Tal vez el caso más conocido es el de uno de los escritores más célebres del siglo XX: Jorge Luis Borges.
Ilustraciones: Raquel Moreno Borges (1899-1986) consolidó su obra gracias a sus disquisiciones sobre la ficción y la metafísica. Su obra poética y narrativa están atravesadas por formulaciones sobre el tiempo, las paradojas, los laberintos, el carácter ilusorio de la realidad, el azar y el destino, entre otros temas. Sin embargo, su madurez literaria y el inicio del reconocimiento internacional en la década de los cincuenta