Foro Visión Argentina 2020-21

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Foro Visión Argentina 2020-21



Foro Visión Argentina 2020-21 Las desigualdades económicas y culturales en el capitalismo actual. El coronavirus, la crisis y la globalización neoliberal Dirección y compilación, Dr. Mario Rapoport

Fondo Nacional de las Artes (FNA) Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI)


Rapoport, Mario Foro Visión Argentina 2020-2021. Las desigualdades económicas y culturales en el capitalismo actual. El coronavirus, la crisis y la globalización neoliberal / Mario Rapoport. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes, 2021. 236 p.; 23 x 15 cm. ISBN 978-987-641-035-9 1. Derechos Económicos, Sociales y Culturales. I. Título. CDD 303.48

© Fondo Nacional de las Artes Diseño de tapa e interior: María Della Bella Ilustraciones: Miguel Rep Corrección: Miguel Caiña Fondo Nacional de las Artes Adolfo Alsina 673, C1087 AAI, Buenos Aires, Argentina www.fnartes.gob.ar Impreso en Argentina Queda hecho el depósito que prevé la Ley 11723. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin permiso escrito del editor.

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Foro Visión Argentina 2020-21 Dr. Mario Rapoport

El Foro Visión Argentina 2020-21, organizado por el Fondo Nacional de las Artes (FNA) en colaboración con la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), se llevó a cabo en su totalidad en forma de videoconferencias, a través de los sitios web de ambos organismos, a lo largo de tres encuentros bajo la consigna “Las desigualdades económicas y culturales en el capitalismo actual. El coronavirus, la crisis y la globalización neoliberal”. Los tres foros contaron con la presencia de Tristán Bauer (Ministro de Cultura de la Nación), Diana Saiegh (Presidenta del FNA) y Luis Scasso (Director de la OEI-Argentina). Ideado y programado por el economista, historiador y director de Gestión Económica Socio Cultural del FNA Mario Rapoport, se propuso como un espacio de carácter interdisciplinario para dialogar y debatir la crisis sanitaria, económica mundial y argentina. Con la participación de destacados referentes de la cultura y el pensamiento, fue moderado alternativamente por Analía Hounie –colaboradora del Dr. Rapoport–, Ignacio Hernaiz, Patricio Mouche y Milagros Noblia Galán. Agradecemos también por su colaboración a Alberto Arias, Damasia Patiño Mayer, María Della Bella del FNA y a Lidia Knecher. Quienes se inscribieron en el Foro 2020/21 Visión Argentina recibieron en cada encuentro un documento de base y una bibliografía referidas a la temática de la reunión. Las grabaciones orales fueron entregadas a los expositores quienes les agregaron material o, en algunos casos, enviaron un escrito para reemplazarlas. Las notas y referencias fueron puestas por los mismos expositores.

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Palabras de bienvenida Diana Saiegh, Presidenta del Fondo Nacional de las Artes

Agradecemos en un primer lugar el acompañamiento del Ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer. Es muy importante ya que tenemos que recordar una vez más que Cultura volvió a ser Ministerio, y con este Ministerio venimos trabajando estos últimos tiempos, tratando de estar cerca de los artistas, de las necesidades que están teniendo todos los integrantes de la comunidad cultural. Este es un foro que nació a principios del 2020 a partir de una iniciativa y de una idea de un integrante del directorio del FNA, el Dr. Mario Rapoport. Una iniciativa para incluir en las actividades del FNA, el tema del pensamiento. Iba a ser un foro presencial pero lo que sucedió a nivel global cambió todo tipo de programas, incluyendo éste. Sin embargo, con la perseverancia, el entusiasmo y la energía tanto de Rapoport como de todo el equipo que fue acompañando la gestación y la organización de este encuentro pudo transformarse en este modo virtual y en el camino pudimos armar una sociedad cultural con la OEI. Es mi agradecimiento personal y en nombre del FNA a Luis Scasso, director de la OEI, y a todo su equipo de trabajo. A Analía Hounie y a Patricio Mouche, y a quien hizo el nexo entre estas dos instituciones, el FNA y la OEI, Ignacio Hernaiz. Así se pudo ir armando esta experiencia conjunta, esperemos que sea la primera de muchas que arranquen de ahora en adelante. Esta actividad es una alianza de cooperación para promover políticas y programas culturales. Agradezco con todo mi corazón a los que de una u otra forma participaron en este evento.

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Luis Scasso, Director de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura

Creo que esta tarde hay más de dos mil personas conectadas participando de esta actividad, lo que marca el notable interés que despierta esta reflexión y esta iniciativa. Para nosotros fue una gran satisfacción recibir esta propuesta de parte del FNA. Desde la OEI venimos recuperando la cooperación en el ámbito de la cultura que se había apagado con el transcurso de las gestiones anteriores. El actual secretario general ha impulsado la cooperación en el área del sector cultural y esto se da en un momento de lindas coincidencias de reencuentros con Tristán, con Diana, con Ignacio, con un Ministerio de Cultura en la República Argentina, y nos permite estar trabajando de manera coordinada con el Ministerio y ahora con el FNA. Creo muy oportuno que Mario haya pensado este foro en un momento tan particular para la historia de la humanidad. Si ya veníamos en un proceso de transición sistémica, de incertidumbre, la continuidad de ese campo donde no había o no se terminaba de definir un nombre para el proceso que estamos viviendo con modernidad o modernidad líquida, el coronavirus le agrega un condimento adicional y un freno a algunas tendencias y un catalizador a otras tendencias. Temas difíciles de analizar y reflexionar en este momento, transitando una crisis sistémica atravesada por el coronavirus inesperado, desde los más humildes hasta los capitales más concentrados carecían de las herramientas para predecir esto que ha sucedido e interrumpido en el mundo. Vale la pena en este proceso recordar las reflexiones del Papa Francisco respecto a pensar una ecología integral, el mundo en el que vivimos como una casa común, a recuperar algunas categorías que fuimos dejando olvidadas, como la categoría de comunidad o de bien común. Lo que es necesario, si ya lo requeríamos antes hoy lo requerimos aún más, es abrir los ámbitos a la reflexión y al pensamiento para intentar despejar de la mejor manera posible estas nubes de faltas de certezas y que entre todos podamos construir un mundo nuevo y mejor. 11


Tristán Bauer, Ministro de Cultura de la Nación

En mi carácter de Ministro de Cultura de la Nación quería felicitar a Mario Rapoport por la idea, por la fuerza para llevar adelante este foro, este encuentro, esta reflexión. A todo el FNA y a la OEI el tema de la pandemia, el impacto que ha tenido ésta en nuestra sociedad y hablar particularmente del neoliberalismo. Venimos de cuatro años muy complejos donde se implementó a nivel económico, pero fundamentalmente como modelo cultural se intentó aplicar ese neoliberalismo, esa cultura de la meritocracia, esa cultura del individualismo, del sálvese quien pueda que tanto daño le hizo a la sociedad argentina. Sorprendidos ahora por esta pandemia, esta pandemia que espanta, que mata, que es un fenómeno universal y que nosotros, los argentinos y las argentinas, vivimos con características particulares. Cuanta necesidad de reflexión, cuanta necesidad de pensar y repensar el futuro, el porvenir. En estos días me vuelve la reflexión de Julio Cortázar, el sabía que estaba muriendo y quiso volver a la Argentina a despedirse de su patria cuando dio un testimonio a los periodistas antes de subir a la escalerilla del avión volviendo a París, eran los tiempos de la dictadura, todavía Raúl Alfonsín no había asumido, le preguntaron por el futuro. Y él dijo algo que para mí tenemos que hacer propio en estos días, que de las experiencias negativas y vaya si la experiencia de la dictadura cívico militar fue negativa para nuestro país, que, de las experiencias negativas, que de las experiencias de dolor, que de las experiencias de muerte, se pueden sacar experiencias positivas, experiencias transformadoras y que nos ayuden a construir una sociedad mejor. Yo creo que hoy, en tiempos distintos, pero con algunas similitudes, debemos plantearnos nuevamente lo mismo. En estas circunstancias que nos tocan vivir a todos los argentinos tan duras, venimos de esa implementación del neoliberalismo, nosotros, como un grupo, hicimos una película, Tierra arrasada, que deja un manifiesto audiovisual de esos tiempos. En estos tiempos de esa experiencia de Tierra arrasada, en estos tiempos de la pandemia que tanto nos dificulta para crecer, para avanzar, 12


creo que un foro como éste nos tiene que ayudar a reflexionar. Y creo que esa reflexión me parece que es fundamental nos debe llevar a la acción para la construcción de una sociedad argentina más justa y de un mundo más justo. Yo creo en eso que dice el Papa Francisco, que todos compartimos una misma barca y que la salvación no es individual sino en conjunto. Son palabras acertadas, reveladoras. En el campo de la cultura atravesado por la economía tenemos que avanzar en propuestas y estoy seguro que este foro nos va a servir para que así sea, para que este pensamiento se transforme en acción.

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Índice Primer panel: La globalización neoliberal y la pandemia

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• Documento de base: el fin de la globalización neoliberal, Mario Rapoport • La derrota de Trump, la elección de Biden y sus consecuencias para América latina, Leandro Morgenfeld • El desafío de pensar y actuar frente a la crisis, Beatriz Figallo • El orden mundial y la pandemia, María Belén Bogado • Las víctimas de todo esto, Noé Jitrik • Desafíos en tiempos de pandemia, Telma Luzzani • Coronavirus, crisis... ¿y oportunidad?, Adrián Cannelotto • ¿Qué es la normalidad post pandemia?, Pedro Brieger

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Segundo panel: La deuda externa, la pandemia y la salida de la crisis

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• Documento de base: la deuda externa argentina, una trampa recurrente, Mario Rapoport y Noemí Brenta • Deuda y defaults, Alfredo Zaiat • Una visión provincial de la deuda, Pablo Julio López • Deuda externa y control mediático, María Seoane • Educación y deuda externa, Mario Oporto • Cine, economía, inflación y deuda, Jorge Maestro

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Tercer panel: Sujetos y subjetividades en el mundo pandémico y post pandémico

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• Documento de base: la peste negra, la gran depresión del siglo XIV y el coronavirus, Mario Rapoport • Los protocolos de un nuevo mundo: presencialidad y virtualidad, Horacio González • Subjetividad y discursos en el escenario de la pandemia, Federico Schuster • Subjetividades en la pandemia, Silvia Ons • Pandemia, cuidados y amenaza de muerte, María Pía López • El asesinato de la madre, Alicia Stolkiner • Lecciones de la pandemia para el futuro de la escuela: la alfabetización digital, Silvina Gvirtz • La conciencia de la contemporaneidad, Alejandro Grimson

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Primer panel: La globalización neoliberal y la pandemia Documento de base: El fin de la globalización neoliberal Mario Rapoport



Advirtiendo sobre el “El fin de la globalización” o refiriéndose a la ideología que preside ese proceso como “El colapso neoliberal”, revistas anglosajonas influyentes en la economía o el sistema de relaciones internacionales como The Economist o Foreign Affairs, no hablan más del fin de la Historia. Algunas de ellas lo manifestaron aun antes de la aparición del coronavirus, que ya no tiene la forma tan casual de un virus que desde algún ave o animal salvaje se trasmutó al hombre y se expandió con la velocidad de un rayo a todo el universo humano para traernos una depresión económica y social fulminante. La globalización neoliberal con sus atentados a la ecología y el medio ambiente contribuyó a su aparición. Como ahora a su expansión. Si no era este virus sería otro, como lo pronosticó Bill Gates. El Tiempo

La historia dio una vuelta tan contundente atrapada por la pandemia, que se volvió morosa y ahora se detuvo en una multitud de muertes, contagios y cuarentenas que crecen día a día. No sólo se produjo un notable retroceso en la marcha de la humanidad como en las peores crisis o guerras que dañaron al hombre y lo obligaron a recomponer el mundo después de notables destrucciones y pérdidas humanas. Entonces se emprendieron otros rumbos, en muchos casos con consecuencias similares, pero sin detener el ritmo frenético de esa marcha. En cambio, aquí se detuvo el tiempo, la tierra aparentemente dejó de girar alrededor del sol, el carrusel de la vida se frenó abruptamente y nos encerramos en un espacio que no transcurre, donde los días y las noches se suceden sin solución de continuidad y nunca sabemos bien en que hora estamos, paradójicamente, la suspensión del tiempo lo acelera, lo que significa que su noción no forma parte sólo del calendario sino también de las vivencias de nuestro propio cuerpo. Parece un mundo platónico que espera angustiosamente sobrevivir o morir. Pero no por un arma que nos amenaza, un accidente o una explosión casual, sino por la cercanía de otro ser humano. El arma mortal puede estar constituida por su propia mano. 19


Por otra parte, de tanto querer transformarnos en los constructores únicos de nuestro destino individual ignorando a los otros, como lo propone el meollo de la teoría neoliberal expresada en las novelas de Ayn Rand, ahora forzadamente se consiguió.1 No más abrazos, no más demostraciones de afecto cercanas. El gusto, el olor de los otros, la atracción sexual, las caricias o los golpes, los amores y los odios quedaron suspendidos por un tiempo, al menos en los que no están recluidos junto a nosotros, y sólo pueden revivirse ocasionalmente en las fotos, los films o las pantallas televisivas. Por suerte la tecnología nos permite el contacto virtual con otros seres humanos, una mayor cercanía y rapidez para transmitir conocimientos y sentimientos. La revolución de las comunicaciones con la utilización de internet y la informática permite navegar por océanos de información sin movernos de casas y computadoras. Pero el uso de esa información como técnica de engaños y difusión de falsedades se ha incrementado y con el coronavirus, encerrados en nuestros propios espacios, ha trastornado nuestras conductas. El engaño, las tergiversaciones, los falsos mensajes, la utilización política son cada vez más obvias. El mundo de las desigualdades y las injusticias se ha incrementado. El mundo real continúa siendo el mismo, aunque bajo su superficie naveguemos en aparente libertad. Las pestes

Las grandes epidemias y pandemias de la humanidad casi siempre han estado vinculadas a crisis económicas, guerras o conquistas territoriales. El último caso es el de las enfermedades que trajeron los conquistadores a América, una de las principales

1 Novelista rusa exiliada en los EE.UU. que tuvo importantes seguidores, políticos, hombres de negocios y banqueros, como el entonces presidente de la Reserva Federal Alain Greespan, su influencia vino a reafirmar los cambios neoliberales de la política económica americana efectuados por la influencia de llamada Escuela de Chicago, Milton Friedman, Von Hayek. Como en el conjunto de su obra, sus novelas “La rebelión de Atlas” y “Titán” resaltan los valores del individualismo y el egoísmo en el ser humano.

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causas del exterminio de los indígenas. Las pandemias que más afectaron a gran parte de la humanidad fueron la famosa peste negra asociada a la gran depresión económica del siglo XIV que produjo entre 25 y 50 millones de muertos; y la mal llamada “gripe española” que no se inició en España sino en un regimiento militar en Estados Unidos y hacia el fin de la guerra se expandió a Europa llevada por los mismos soldados americanos. Allí produjo cerca de 40 millones de muertos, una cifra mayor que los muertos durante la guerra. El coronavirus actual va por ese camino. Pero aquí se ve más claramente el rol de la ecología y el medio ambiente, desestabilizados por la competencia de empresas y laboratorios. El desmantelamiento de la foresta y la producción de elementos químicos que alteraron la naturaleza haciendo desaparecer especies animales y vegetales o introduciendo en ellas elementos que transformaron su hábitat, originaron nuevos virus luego transmitidos a los hombres. La globalización que caracteriza al siglo XX y luego al XXI está asociada a estos procesos depredadores y es producto de una ideología, el neoliberalismo que trajo profundos cambios en el sistema capitalista: concentración industrial y financiera, nuevas tecnologías y formas de organización del trabajo, surgimiento y expansión de empresas multinacionales, desplazamiento de la hegemonía mundial hacia Estados Unidos, predominio de las exportaciones de capitales y un mundo donde las finanzas cobran supremacía sobre la producción. El estancamiento de la inversión productiva y de la demanda se compensó en parte artificialmente con la financiarización de la economía hasta que estalló la crisis de 2008. Ahora el coronavirus pone plenamente al descubierto las falencias del sistema. La oferta y la demanda

La actual globalización vive y se aprovecha de las crisis favoreciendo el endeudamiento público y privado. El lugar clave no lo ocupan los países sino las multinacionales y la competencia, no se da entre una multitud de oferentes y demandantes, como 21


sostenía la teoría neoclásica, sino entre grandes empresas que controlan y regulan los mercados tanto por sus precios como por sus capacidades de producción e innovación bajo la protección de los propios Estados que las sostienen. Estos, a su vez, acuden con su poder bélico a cualquier parte del mundo donde los guían sus intereses estratégicos, con intervenciones armadas, ocupaciones o guerras relámpago. El juego de la oferta y la demanda, fundamento de la teoría económica, donde el consumidor se beneficiaba por la posibilidad de elegir entre los distintos productores los bienes que necesitaba dejó de existir. El único mercado verdaderamente libre es el de los capitales, que se mueven de un lugar a otro en función de sus vectores de rentabilidad, impulsados por los organismos internacionales de crédito quienes dictan las normas del sistema financiero y tienen en el dólar a la moneda mundial. No existe un gobierno mundial, pero si una justicia globalizada que juega sólo en un mismo sentido: el de los intereses dominantes. Las políticas de oferta fijan las reglas de la globalización para el conjunto de la sociedad obligando a los ciudadanos a actuar conforme a ellas. En la producción rige la teoría de “la obsolescencia programada”. La mayoría de lo que se fabrica viene con los días contados. Los objetos están hechos para durar un tiempo determinado. Así el consumidor puede comprar otros nuevos, en una cadena repetida al infinito. Vivimos en una sociedad para el consumo masivo de las mismas cosas que debemos recomprar. La desigualdad

Por otro lado, la desigualdad es el signo principal de la economía global: menos del 1% de la población mundial posee cerca de la mitad de las riquezas del mundo y entre el resto existen también desigualdades de distinto tipo. Los beneficiarios de la globalización son muy pocos. Se han profundizado las diferencias entre países y también en el interior de las economías más desarrolladas. Un estudio 22


de Piketty y Saez del 2003, actualizado posteriormente, muestra que la participación de los ingresos de los más ricos en Estados Unidos llegó a sus niveles más altos en vísperas de las crisis de 1929 y 2007. El 1 por ciento de los más ricos tenía en ambos casos cerca del 17 por ciento de la renta nacional. Es curioso el caso de la Argentina donde otro estudio destaca que la concentración de riquezas en el 1 por ciento de la población de mayores ingresos está en el pelotón que encabeza las estadísticas mundiales, aunque el país tuvo varias crisis muy profundas. No sorprende su resultado: por la formidable fuga de capitales que se experimentó durante décadas, la propiedad de activos de argentinos en el exterior tiene un monto tan significativo que se acerca al PIB actual y ahora se discuten los blanqueos realizados durante el gobierno de Macri. Todo ello sin mencionar los dólares que se hallan guardados dentro del país o los que circulan en el mercado inmobiliario que está dolarizado. Los mercados

El fenómeno de la globalización actual implica también que la principal asignación de recursos, producto del flujo de transacciones económicas y financieras, se realiza hoy en el mercado mundial, no en los mercados nacionales, por agentes, grandes potencias y corporaciones que operan en escala global. Esto produjo un cambio en la estructura de esos mercados perjudicando a los países de economía primaria y de industrialización incipiente que carecen de posibilidad alguna de desarrollar estrategias viables que contradigan ese predominio con todas las consecuencias económicas y políticas que esto implica. Muchos países no tienen tampoco un sistema de seguridad social integral y pública porque las empresas ven a la salud como un producto comercial más que como un bien social. El ejemplo más claro es el de Estados Unidos, donde el cuidado de la salud continúa siendo la actividad de un sector dirigida por el beneficio privado. Un sistema que ahora muestra sus efectos perversos. Fueron los Estados y no las grandes corporaciones los que se revelaron como los verdaderos sostenes de la salud de sus habitantes. 23


Por otra parte, los países tomados individualmente ya no son más un reservorio de mano de obra a la que los dueños del capital se vean obligados a recurrir por estar radicados allí. No existe la necesidad de mantener a esos trabajadores potenciales en buenas condiciones económicas, se los puede conseguir en otro lado y a mejor precio. El coronavirus puede resultar también favorable bajando el costo de la mano de obra y retrae cualquier compromiso anterior con el Estado de Bienestar, la inversión y el consumo interno. La actividad de las corporaciones se deslocaliza o relocaliza en forma permanente y pasa por encima de las fronteras de los Estados; no tienen en cuenta las preferencias o necesidades de los habitantes de uno u otro, ni menos aún los poderes negociadores de los sindicatos u organizaciones sociales locales. El gran capital, en cambio, es inmune al coronavirus. La globalización en curso antes que apareciera la pandemia trajo la crisis de 2008 y un aumento espectacular y potencialmente explosivo de las desigualdades sociales y económicas dentro de cada país e internacionalmente. La pandemia las ha agravado. Ambas afectan sobre todo a los más pobres y crean, además, como en Estados Unidos, criminales episodios racistas. Las protestas sociales aumentan y también los sectores fascistoides y autoritarios, que con Trump debieron recurrir a las fuerzas armadas y aquí se oponen a la cuarentena. Las derechas evangélicas, levantan la biblia para conjurar al diablo, pero el diablo puede ser el que sostiene esas biblias. Una falsa democracia

El mundo está dividido jurídicamente en Estados que en su mayoría se rigen aparentemente por un sistema democrático donde cada uno elige los gobiernos con su voto, pero esto resulta la mayor parte de las veces una ficción. A medida que la globalización sigue su curso, el poder anteriormente contenido dentro de las fronteras nacionales se evapora. La política se ve permanentemente condicionada y vaciada de todo contenido democrático: gobiernos elegidos por 24


sus pueblos responden a instituciones supranacionales sobre todo económicas, que reflejan intereses ajenos a ellos; el FMI, el Consejo de Europa, el Banco Europeo, el G20, la OMC, por ejemplo, y organismos más políticos han caído en picada en la consideración mundial y en sus poderes como las Naciones Unidas, donde igualmente deciden unos pocos, que tienen poder de veto. La gran mayoría de los Estados son soberanos sólo de nombre. Las decisiones más importantes en el plano económico, financiero y de desarrollo las toman los llamados “mercados”. En cuanto a los trabajadores el destino personal de cada uno depende de sí mismo. Desde el punto de vista de la subjetividad ya no interesa la figura del trabajador en el sentido que le daban los economistas clásicos, en las que podían discutir sus condiciones de trabajo e ingresos. Su aptitud y/o competencia se considera ahora, como señala Focault, un tipo particular de capital humano y su salario o ingreso incluye su rentabilidad como capital. Según el ultra liberal Von Hayek la ciudadanía del individuo está afuera de toda norma jurídica de derechos o deberes, salvo el derecho penal. Los políticos locales, distanciados de los que los votaron, están sujetos a la corrupción por parte de las empresas en los negocios estatales y con mayor frecuencia intervienen directamente en la política empresarios o miembros y empleados de las corporaciones, que favorecen sin intermediarios sus propios intereses de rentabilidad y competencia. El índice de Percepción de Corrupciones de Transparencia Internacional alerta sobre los funcionarios públicos que usan sus oficinas para sus ganancias privadas, pero no refleja los flujos financieros ilícitos o el lavado de dinero. Y considera que el único corrupto es el que toma el dinero, eximiendo del hecho al que lo da. En 2019 Dinamarca fue considerada según esos criterios como el país menos corrupto del mundo, aunque su banco más importante confesó un lavado de dinero de miles de millones de euros, una de las mayores operaciones de ese tipo descubiertas en el mundo. En función de estas realidades en muchos países se plantea un impuesto a las grandes fortunas.

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El futuro

El mundo que vendrá después deberá, para salir de esta crisis, evitar el retorno de los fascismos, las discriminaciones por sexo y los racismos de todo tipo, superar las desigualdades y distribuir mejor los ingresos, superar el desempleo volviendo a tener economías productivas, otorgarle más importancia a la ecología y al medio ambiente y darle un mayor rol a los Estados, que deben estar al servicio de la ciudadanía y ser verdaderamente representativos de ella, no de ciertas elites guiadas por el poder y riqueza. Se requieren nuevos liderazgos y la renovación de los partidos políticos y los movimientos sociales, con una mayor presencia de la juventud y los sectores medios. El mundo debe tener una globalización de la solidaridad, ese debe ser su mayor triunfo, en el que no sean arrasadas sino aceptadas y respetadas las identidades nacionales y las idiosincrasias de los respectivos pueblos. Que mayor globalización que la del abrazo de las culturas, el arte y los proyectos sociales nacionales y regionales, no la originada por el juego casino de las finanzas internacionales. Es hora de darse cuenta que el muro de Berlín cayó para ambos lados del viejo mundo de las superpotencias. Primero fue el imperio soviético, ahora es la globalización neoliberal. El coronavirus causó millones de muertes y contagiados, pero si las vacunas nos pueden librar de la enfermedad sólo un cambio radical en las políticas económicas y sociales y un retorno a las soberanías nacionales y a formas democráticas de gobiernos respetando las identidades de cada pueblo nos librarán de las pesadillas de un mundo pleno de desigualdades y pobreza producto del reinado de la globalización neoliberal. ¿Un New Deal para la Argentina? La salida del coronavirus

A pesar de los ladridos de los economistas neoliberales que abogan por una salida rápida de la cuarentena para volver a retomar el rumbo de la economía, deberíamos preguntarnos de qué rumbo se trata. La pandemia está estrechamente vinculada a la marcha de la globalización económica neoliberal que multiplicó 26


rápidamente los efectos de la nueva enfermedad llevándola a todos los confines de la tierra. Los cambios ecológicos y el calentamiento global producto de ella también habrán ayudado a la aparición del nuevo virus. Recordemos que muchos de los economistas y políticos de esa orientación nos decían que si no tomábamos el carro de la globalización íbamos a quedar pronto fuera del mundo. Desgraciadamente, y en forma casi simultánea en el tiempo histórico, el macrismo nos dejó comprometidos con una deuda impagable y el coronavirus nos ató a una enfermedad mundial, por lo que estamos bien aferrados y de la peor manera, al tan mentado carro de la globalización, que en vez de beneficiarnos nos hará retroceder hacia una refeudalización del país, una salida que tanto economistas europeos y norteamericanos no descartan incluso en los países centrales. De que se trata cuando se utiliza la palabra refeudalización. Sin duda, no constituye una vuelta a las características del antiguo feudalismo, sino que, como señala el sociólogo alemán Sieghard Neckel:“dado que la renta del propietario se basa en la parte apropiada del producto neto rural sin necesidad de esfuerzos propios, el modo de financiamiento actual del capitalismo se caracteriza por el hecho que la acumulación de capital ocurre sin inversión y el retorno de las ganancias para los propietarios está garantizada”. Los propietarios sin riesgo se parecen mucho más a los patrones feudales que al empresario burgués”2. Si a esto le agregamos que el capital de los multimillonarios es cada vez más patrimonial, según lo demostrado por Piketti3 y no pertenece ya a los emprendedores originales sino a sus descendientes el panorama se completa: los amos del dinero son actualmente dinastías como en la época feudal. La revista Fortune (representativa del establishment norteamericano) en un número especial de agosto de 1986, hace una descripción del poder que

2 Citado en C. Rodríguez, F. Falcon, J. L. Juresca y V. Nigro: Arquitectura del pensamiento global: Espacio público y subjetividad amenazadas. Ed. Clacso. 3 Thomas Piketti, El capital en el siglo XX, 2014.

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aún tenían los Rockefeller en esa época, en un artículo titulado ¿El fin de una dinastía? El total de la fortuna familiar era entonces de U$S 3,5 billones (miles de millones), y el árbol genealógico mostraba 6 generaciones y 83 miembros vivos disfrutando de sus compañías, inversiones y fideicomisos.4 La aristocracia argentina sigue siendo, en cambio, en su base, de terratenientes y el nombre de señores feudales les calza mejora todavía (a ellos se les debe agregar el capital extranjero invertido en tierras, como los Benetton). La soja, las actividades extractivas, los recursos naturales pertenecen a estas familias, la gran mayoría de la vieja oligarquía. Los Blanco Villegas (rama materna de Mauricio Macri), las familias de Patricia Bullrich y Marcos Peña y, por supuesto, los Martínez de Hoz, los Blaquier, etc., son un ejemplo. Desde el punto de vista jurídico, además, los multimillonarios. que constituyen el famoso 1% de la población del mundo, no se rigen por los principios de su ciudadanía nacional sino por derechos adquiridos individuales o dinásticos. Poseen la llamada “ciudadanía por inversión” basada en los paraísos fiscales, sin impuestos a los ingresos, bienes o herencia. Su ideología central se fundamenta en el supuesto, dice Colin Crouch de la Academìa Británica, de que podemos en asegurar nuestro bienestar colectivo sólo si permite a un número muy pequeño de individuos convertirse en extremadamente ricos y políticamente poderosos. El derrame de ingresos hará que los pobres y las clases medias se conformen con sobras, un menú sumamente restringido para los que verdaderamente producen la riqueza asimilados a la servidumbre de la época feudal. Esto se puso en práctica, con la paulatina liquidación del Estado de bienestar que existió en los países desarrollados en el período de posguerra hasta los años 70 del siglo pasado por el temor al avance del comunismo. En los 80 y los 90 con Ronald Reagan y Margaret Thatcher los gobiernos tuvieron que hacer profundos

4 Revista Fortune,agosto de1986.

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recortes y ajustes en los servicios sociales, los programas de salud y educación, las jubilaciones y la ayuda a los pobres y desempleados, con el único fin de satisfacer a los mercados financieros cuyos operadores son los mismos que produjeron la crisis de 2008 y luego se beneficiaron de los rescates bancarios.5 Como un tsunami, la globalización neoliberal destrozó también todas las barreras nacionales en países pobres llamados piadosamente emergentes con la complicidad de dirigencias locales que son socias de intereses ajenos, y juegan para ellos. La pérdida de la identidad nacional ha sido su meta y ya está lejos la época en la que hablábamos de una industria argentina o poníamos el acento en nuestro propio camino de desarrollo, siempre tironeados desde afuera por el capital internacional y desde adentro por esas elites locales. Hay que retomar cuando llegue el momento sanitario adecuado, la marcha plena de la economía, pero al mismo tiempo, ganar de mano al neoliberalismo mientras la economía está todavía paralizada por la pandemia o la post pandemia. Con la cuarentena se preserva mejor la salud del conjunto de la población y de las fuerzas productivas y se abre un espacio para lograr que el país pueda seguir respirando una vez que la pandemia se aplaque tras las vacunaciones. Parte de las clases medias que todavía cree que el Estado es un cuco y que su mayor presencia estorba el funcionamiento de los mercados puede ahora observar que un Estado reconstituido, no el que nos dejó Macri, viene en su ayuda, sanitaria y económicamente. Es necesario recurrir a la historia, y no sólo a la de la Argentina, para conocer las salidas de otras crisis, pandemias y guerras en el orden mundial. Comencemos por ver el espectáculo del siglo XX. La salida de la crisis y gran depresión de los años 30 la dio un Estado liberal que aplicó políticas intervencionistas, los Estados Unidos, mediante el New Deal (Nuevo Trato) del gobierno de 5 Colin Crouch, La extraña no muerte del neoliberalismo, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2012.

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Franklin Delano Roosevelt. Desde 1929 a 1933, el PBI de EE.UU. cayó a cerca de la mitad, el consumo de bienes durables en un 70 por ciento, la inversión se redujo a su quinta parte y los precios al consumidor disminuyeron un 24 por ciento. Por su parte, lo que es más grave desde el punto de vista social, el número de desocupados pasó del 3,2 al 24,8 por ciento de la población activa. En forma dramática, la revista Fortune, representativa del establishment norteamericano, se dirigía paternalmente en un editorial a los mismos desocupados: “usted que antes fue un carpintero –decía–, no tiene ahora más trabajo ni dinero. Le han cortado el gas y también la electricidad, vuestra mujer languidece, vuestros hijos tiemblan”. Y daba una serie de consejos para que esas personas pudieran comer y vestirse recurriendo a cantinas municipales o al Ejército de Salvación. El artículo terminaba con otro consejo a una franja distinta de trabajadores: “y si usted es un intelectual que tiene mujer y niños, ¿qué hace?... debe hacer como el carpintero”6 El programa económico de Roosevelt tuvo como ejes centrales el incremento del consumo, el restablecimiento del agro y la búsqueda de una solución al problema del desempleo. Se reconocen tres etapas del New Deal. En la primera, de 1933 a 1935, se tomaron medidas coyunturales para resolver los problemas más urgentes e impulsar la reactivación económica. Se hizo una depuración del sistema bancario, eliminando a aquellos que funcionaban mal o irregularmente y se inició un control directo de los precios por el gobierno. La ley de Recuperación Nacional (NRA), fue una de las medidas centrales del New Deal. La de Recuperación Industrial Nacional (NIRA) de junio de 1933 establecía regulaciones sobre la producción industrial y horas máximas de trabajo y salarios mínimos que podían incrementarse. La ley de Ajuste Agrícola (AAA) tenía como objetivo ayudar a los agricultores hundidos por la crisis. Muchas de estas leyes fueron declaradas inconstitucionales por una Corte Suprema conservadora.

6 F. Gigon, Jeudi noir, Laffont, París, 1976.

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En la segunda etapa, que comenzó en 1935 las medidas más importantes fueron la Ley de Seguridad Social, que establecía niveles de sanidad y asistencia para toda la población y la Ley Wagner. Esta última otorgaba derechos de sindicalización a los trabajadores (en esa época muchas empresas prohibían la presencia de cualquier tipo de sindicatos). y procedimientos de negociación colectiva. Una amplia reforma impositiva dejó a un lado el impuesto a la herencia existente y se aprobó la elevación al 79% de los ingresos superiores a los cinco millones de dólares que en los gobiernos republicanos anteriores había sido de menos del 20%. Eran un verdadero impuesto a la riqueza, que llegó hacia el final del gobierno al 94%, Unos días antes se había sancionado la Ley Bancaria y de Utilidades de Empresas Públicas, para aumentar el control sobre esas instituciones. Roosevelt, en el discurso del 28 de abril de 1935, en referencia a ese proyecto sobre empresas públicas, señalaba: “...bajo el dominio de conglomerados económicos, la industria de los servicios de gas y electricidad se han mantenido en una guerra sin esperanzas entre ella y el sentimiento público... La administración ausente de una empresa innecesariamente controlada por un conglomerado ha perdido el contacto con la gente, y la solidaridad de las comunidades a las que pretende servir”. Aún más -según Roosevelt- habría dado significativamente al país una mayor comprensión de los efectos de la “...concentración del poder económico”7. En su tercera etapa, la de la Segunda Guerra Mundial que produjo una nueva expansión productiva, el control de precios se acentuó, la lucha contra los monopolios tuvo sus frutos y en los años de guerra los precios crecieron sólo a un 2% anual. Es un escenario distinto con sus propias normas y tiempos el que vivimos en la Argentina de hoy, pero los problemas son en muchos casos los mismos y las soluciones en parte se les parecen. Se establecieron medidas para aumentar los ingresos de gran parte de la población activa y pasiva, se recurrió al 7 Franklin D. Roosevelt Speeches 1935.

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congelamiento o control de precios de productos esenciales, se ayudó a las pequeñas y medianas empresas, se nacionalizaron algunos servicios públicos, se implementó un impuesto a las grandes fortunas. Quedan pendientes, entre otras cosas, un reordenamiento del sistema financiero, en gran medida usurario, y una reformulación de la ley de inversiones extranjeras. Las compañías trasnacionales radicadas en el país tienen que aportar al aparato productivo y estar obligadas a reinvertir localmente una parte de sus ganancias. El objetivo esencial debe ser la reindustrialización del país y el fortalecimiento del mercado interno, impulsando la creación de nuevos polos tecnológicos, y reorientando el sector agropecuario hacia rubros de mayor valor agregado que cambien el perfil de nuestras exportaciones. Para ello es necesario reforzar los organismos de ciencia y tecnología y dar un rol mayor a la educación pública. En suma, estamos hablando de implementar un programa semejante al New Deal, una vez que la epidemia se aplaque. En cuanto a la cuestión de la deuda externa, un nudo georgiano que nos aprieta la garganta, es preciso aplazar cualquier decisión de pago hasta que le economía del país se recobre, pero hacer un análisis riguroso de su contenido y pagar lo que realmente corresponde: todo aquello que contribuyó a mejorar la estructura productiva y no la fuga de capitales o el juego especulativo. Y no dejar sin castigo a los responsables internos de ese endeudamiento. Debemos recobrar los jirones de soberanía perdida y volver a los circuitos internacionales curados no sólo del coronavirus sino también de la pandemia económica internacional. Una de las probables salidas para el capitalismo neoliberal es la de la tierra arrasada, con una mayor disponibilidad de mano de obra y recursos en todo el mundo, que las corporaciones podrían dominar a su gusto y paladar. Constituye el peor escenario. Pero también hay otro, la resurgencia de los Estados Nacionales como actores fundamentales del nuevo orden mundial. No es seguro que el vals de las democracias corruptas este llegando a su fin. Las ideas neoliberales subsistirán porque son las de las grandes corporaciones, pero los gobiernos nacionales y populares 32


en cada país y región deben ponerle coto. Nada vendrá en ese sentido de los organismos internacionales. Por eso, es necesario tomar medidas inmediatas en momentos en que las grandes potencias mundiales están ellas mismas altamente endeudadas y buscan soluciones para su salvataje propio. Esto tiene que llevar al abaratamiento de una deuda externa que nos esquilmó a cambio de nada. Parecen tareas quijotescas para un país aislado en el extremo sur del mundo. Pero con la ventaja de tener productos naturales como para alimentar a 300 millones de personas y contar con un capital humano que puede crear las tecnologías que nos faltan y mejorar con nuevos bienes de intercambio nuestro perfil internacional. Los países más desarrollados van a intentar muchas medidas similares a estas para restaurar su poder tocado por el virus. A nosotros no nos queda otra salida.

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La derrota de Trump, la elección de Biden y sus consecuencias para América Latina Leandro Morgenfeld

El sábado 7 de noviembre, tras conocerse finalmente los resultados de la elección en Pensilvania y luego de cuatro días de tensión e incertidumbre, Joe Biden se transformó en el nuevo presidente electo de Estados Unidos. Proclamado por las principales cadenas de noticias y agencias de prensa, esa misma noche dio su primer discurso presidencial. Donald Trump, golpeado, todavía no reconoció la derrota, sigue denunciando un fraude masivo, multiplica las impugnaciones judiciales y los pedidos de recuentos de votos y hasta en los días posteriores a las elecciones echó al Secretario de Defensa Mark Esper, con quien venía manteniendo diferencias públicas desde junio. Finalmente, el Colegio Electoral ratificó la elección de Biden (306 votos frente a los 232 de Trump), tras una transición caótica, mientras el magnate dejaba correr el rumor de que va a presentarse como candidato en 2024. Por otra parte, en Georgia volverá a haber elecciones para determinar las dos bancas de senadores, que definirán si Biden será el primer presidente en 30 años que asuma sin controlar esa estratégica Cámara. La derrota de Trump

Contra lo que muchos especularon y lo que indicaban varias encuestas, Trump perdió, pero el caótico recuento de votos expuso, en Estados Unidos, la necesidad imperiosa de una reforma integral del sistema electoral. Otro elemento a tener en cuenta es que la tensión y la movilización social tendrá que incorporarse como un dato permanente de la política estadounidense. Quedó claro también que es necesaria una renovación política, que supere al actual esquema bipartidista. En parte este recambio ya se está produciendo, ya que en esta elección se amplió la llegada al congreso de una nutrida y joven camada de representantes progresistas y de izquierda, liderada por Alexandria Ocasio Cortéz y su squad y referenciada en el carismático y popular 34


senador Sanders. Ratificaron sus bancas, además de la popular representante de New York, Ilhan Omar, Rashida Tlaib y Ayanna Pressley. También llegará al congreso la enfermera y referente de Black Lives Matter Cori Bush, el afrodescendiente Jamaal Bowman, y Sarah McBride, primera senadora trans, quien arrasó en las elecciones de Delaware con casi el 90 % de los votos. La derrota de Trump, aun con el enorme apoyo que sigue cosechando implica un triunfo para los y las millones de mujeres, inmigrantes, trabajadores, ambientalistas, afrodescendientes, estudiantes, hispanos, militantes de las disidencias sexuales, científicos y artistas que desde hace cuatro años vienen luchando contra la agenda regresiva y anti-derechos hubo y múltiples festejos populares cuando se confirmó la noticia. Más allá de la compleja transición política en la Casa Blanca, la crisis institucional en curso está profundizando el declive hegemónico estadounidense y contribuyendo a horadar todavía más la imagen de Estados Unidos en el mundo entero. Biden tendrá que concentrarse más en los problemas domésticos, en hacer frente a un Estados Unidos fracturado y polarizado social, económica y políticamente y por eso le costará restablecer el liderazgo global, incluso si logra concretar las promesas de regresar al Acuerdo de París y a la Organización Mundial de la Salud, o retomar el acuerdo con Irán del que Trump se retiró. Qué puede esperar América Latina de Biden

Después de los auspiciosos resultados electorales de octubre en Bolivia y Chile, tras meses y meses de sostenidas luchas populares, la derrota de Trump profundiza el debilitamiento de las ultraderechas en Nuestra América, y en especial del gobierno brasilero encabezado por Jair Bolsonaro. Los nuevos vientos políticos en el continente generan una mejor correlación de fuerzas para avanzar con una agenda popular, en un contexto de desplome económico histórico (el PBI global se achicaría entre 4 y 5 % este año –el de América Latina 9%-y el comercio internacional se desplomaría un 20%), que requiere iniciativas audaces para frenar y revertir la creciente desigualdad económica, 35


la pauperización social y el ecocidio en marcha. Más allá de la alternancia de demócratas y republicanos, los objetivos estratégicos de Estados Unidos hacia la región se mantienen desde hace dos siglos, cuando se planteó la Doctrina Monroe: alejar a potencias extra hemisféricas, mantener el control del patio trasero y tratar de evitar que avance cualquier proyecto de coordinación política e integración latinoamericana. Divide y reinarás. El llamado “gobierno permanente de las grandes corporaciones” y el complejo militar-industrial y de inteligencia y el equilibrio de pesos y contrapesos bloquea cualquier alternativa de cambio real, como la que podía haber expresado Bernie Sanders, quien sí fue muy crítico de la injerencia estadounidense en la región. Ante cada cambio de los inquilinos de la Casa Blanca, hay más continuidades que las aparentes. Tener esto en claro es fundamental para no alimentar falsas expectativas. Ya Obama decepcionó a quienes creyeron en su promesa de 2009 de una nueva política “entre iguales” con los países al sur del Río Grande. Más allá de esto, para la región no daba igual Trump o Biden. Comparten objetivos, pero existen diferencias en las tácticas y las modalidades empleadas, en el uso de hard (Trump) o soft power (Biden), en apelar más al multilateralismo (Biden) o al bilateralismo (Trump) y en la retórica más o menos agresiva, por ejemplo, contra Cuba. La reelección de Trump hubiera potenciado a las ultraderechas, como ocurrió con Bolsonaro en Brasil en 2018. Sin Trump en la Casa Blanca, es difícil imaginar que aquel podría haberse encaramado en el poder. Lo mismo puede decirse sobre la ofensiva contra cualquier política económico-social incluso tímidamente igualitarista, o contra los derechos sociales conquistados o por conquistar (sindicales, de las diversidades sexuales, del aborto legal, de las luchas de los pueblos originarios por las tierras o de los ambientalistas contra el extractivismo). Cuatro años más de Trump hubieran implicado un corrimiento todavía mayor hacia la derecha en todo el mundo, y en especial en América Latina. Es cierto que el magnate no promovió los mega acuerdos de libre comercio que impulsaban los globalistas 36


ni impulsó (todavía) guerras en el extranjero. Pero el avance de la internacional ultraderechista apañada por los trumpistas y sus émulos latinoamericanos hubiera implicado un peligro enorme para la región. La derrota de Trump, entonces, debilita al gobierno de Brasil y a todas las fuerzas y líderes, en cada país de la región, que se referenciaban en ellos. Para América Latina esto puede significar una enorme oportunidad. La reciente vuelta al poder de Luis Arce y el MAS en Bolivia, sumada al triunfo popular en el plebiscito del 25 de octubre en Chile para reformar la constitución pinochetista auguran un nuevo ciclo de protagonismo de los pueblos y las fuerzas sociales radicales y progresistas en la región, luego de las enormes movilizaciones de los últimos meses del año y demás herramientas regionales de coordinación y cooperación política, atacadas por gobiernos derechistas en los últimos años. Álvaro García Linera, hace dos años y frente a tantos agoreros que pronosticaban una robusta restauración conservadora, pronosticó que no habría un largo invierno neoliberal ya que, a diferencia de los años noventa de siglo pasado, cuando se impuso el llamado Consenso de Washington, el neoliberalismo del siglo XXI no tenía un proyecto. Parecía, más bien, un “neoliberalismo zombi”, con poco combustible. La crisis hegemónica del imperio –en cuyo seno miles y miles de jóvenes que simpatizan con el socialismo se lanzan a la participación política– genera condiciones para que el renovado protagonismo de los pueblos latinoamericanos impulse un cambio histórico y ponga en marcha la construcción de la tantas veces anhelada Patria Grande. La región podrá aprovechar la circunstancia de que el gobierno estadounidense deberá abocarse mucho más a las fracturas domésticas que a la proyección hegemónica global. Biden intentará mejorar la alicaída imagen de su gobierno en la región, apelará al multilateralismo –previsiblemente, utilizará su condición de anfitrión en la Cumbre de las Américas 2021 para escenificar un nuevo vínculo menos prepotente con la región-, retomará cierto diálogo con Cuba y mantendrá las presiones y sanciones contra Venezuela, pero quizás con una estrategia que 37


involucre a más actores internacionales. Seguramente priorizará el diálogo con nuevos interlocutores –Alberto Fernández-, en vez de Bolsonaro, avanzará con la siempre postergada reforma migratoria –que involucra a millones de hispanos, denostados por Trump- y ampliará la agenda de temas en las relaciones interamericanas –incluyendo lo vinculado a lo medioambiental-. Obviamente, el objetivo seguirá siendo contener la creciente presencia china, pero con herramientas y recursos distintos a los empleados por la saliente administración republicana. Con respecto a la Argentina, es claro que el gobierno del Frente de Todos anhelaba un triunfo de Biden, aunque no lo haya manifestado públicamente para no repetir el error de Macri con Hillary Clinton en 2016. Prefería al candidato demócrata por las mayores afinidades políticas e ideológicas, por los vínculos construidos a lo largo de años –como senador, vicepresidente, además de sus negocios familiares-, y por las diferencias que lo separaban de Trump, quien mantuvo una fluidísima relación con Macri. Alberto Fernández espera superar los cortocircuitos que tuvo con el asesor Mauricio Claver-Carone –hoy al frente del BID, a pesar de la negativa argentina- y especula que con Biden tendrá un diálogo más amplio y constructivo, incluyendo la compleja negociación con el FMI. Hay expectativas, además, de destrabar el ingreso de las exportaciones de biodiesel –un negocio de 1200 millones de dólares-, bloqueadas por Trump desde 2017 como parte de su proteccionismo comercial.

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El desafío de pensar y actuar frente a la crisis Beatriz Figallo

A invitación del Fondo Nacional de las Artes y de la Organización de Estados Iberoamericanos, Mario Rapoport nos ha convidado a reflexionar sobre la pandemia, en torno a su impacto mundial y regional, con obvias derivaciones hacia nuestra nación, poniendo en tensión miradas globales y locales, y como suele suceder con sus proyectos y sus escritos, con una desafiante pero constructiva incitación a presentar caminos que vislumbren una globalización de la solidaridad. Esa intención me remite al rico pensamiento del intelectual francés Edgar Morin, cuyas ideas nos han servido a muchos de los que nos dedicamos a la Historia Internacional para tratar de analizar el pasado y ahora, la crisis planetaria que nos está sacudiendo. Con la fisonomía de una crisis compleja -en cuanto que no cabe desarmarla en diferentes componentes para pensarla, es decir fragmentarla- parece necesario intentar comprenderla en su entrecruzamiento, como una espesa trama, que se sitúa en la interferencia entre procesos de todo tipo. Es un desafío no menor, porque el pensamiento no está del todo preparado para navegar por las distintas dimensiones e incluso disciplinas por el que esta compartimentado el conocimiento, y con ello, pensar soluciones y alternativas que sustenten acciones y políticas. Las interconexiones muestran una crisis sanitaria que provoca una crisis económica que, a su vez, produce una crisis social y cultural y, por último, existencial. Difundida al instante por la velocidad de la tecnología, la manifestación inquietante de los trastornos a los que estamos sometidos, es que todo aquello que parecía separado está unido: se trata de una “catástrofe en cadena que afecta la totalidad de lo que es humano”. Parafraseando a Ernesto Sábato, “hacen falta mundiólogos” para pensarla.8 8 Edgar Morin: “Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar fraternidad entre los pueblos”, El País, Madrid, 11 de abril de 2020. Entrevista de Nuccio Ordine, Corriere della Sera

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Llama la atención cuando escuchamos en los medios de comunicación o en los grupos de whatsapp, que no podemos vivir en esta incertidumbre. Si hay algo que nos enseñó la historia del siglo XX es que nuestro futuro no está teledirigido, sino que está inmerso en el carácter caótico y desordenado propio de la historia humana. Para algunos agoreros, nos dirigimos al abismo, sin embargo, tantas veces lo improbable primó en el devenir de la humanidad, como un todo o localizada en distintos lugares alejados entre sí. Lo que sí es concreto es que las crisis, como la que ha dejado expuesta la pandemia, agravan las incertidumbres, muestran las ambivalencias y las ambigüedades del mundo, presentan diferentes valores y verdades, a veces contrapuestas. Nos duelen en lo cotidiano, despojando de sentido a tantas cosas que antes nos parecían valiosas. Crisis e incertidumbres pueden favorecer la imaginación creativa o provocar regresiones. Si por un lado el acontecimiento sanitario -replicado en cadena- ha impuesto una desaceleración que podría ser saludable para la naturaleza y favorecedor de nuestro equilibrio interior, a la vez desacomoda nuestras rutinas, acrecienta la angustia vital y el miedo a la inminencia de la muerte. Se señala a los transgresores, a los díscolos, a los objetores, se aplaude a los héroes y heroínas ciudadanos erigidos en sacrificados trabajadores esenciales o se busca quienes carguen con las culpas de este mal que nos es incomprensible, más allá de concretas responsabilidades, incluso se los señala y se los estigmatiza. Sabemos que el desenfrenado proceso de globalización, sin regulación interna, ni control aparente, favorecido por el desarrollo de las comunicaciones, la primacía del lucro, ha aportado grandes ambivalencias al mundo. Nos ha permitido compartir la cultura global, ya sea viajando para ver y probarlo todo, por el mero placer de sentir que “estuve ahí”, o disfrutando de la producción intelectual de tantos y tan diferentes civilizaciones al solo ritmo del tecleo de una computadora. Incluso en la historiografía estábamos asistiendo a novedosos cambios en la Historia Internacional vinculados con la problematización y el 40


cuestionamiento del Estado como actor y motor de iniciativas, propugnando una perspectiva transnacional o global, superadora de las miradas meramente nacionales o regionales. Las décadas recientes han creado mayores zonas de prosperidad, nuevas capas, pero también se han extendido espacios de miseria que pueblan precarios asentamientos urbanos -los hemos visto multiplicarse y crecer en los lindes de nuestras grandes ciudades, de forma constante y sostenida-, donde muchos de sus pobladores se encuentran en una dependencia absoluta, lejos de una pobreza de auto sustentación que aún en sus carencias contiene dignidad y autonomía. Se han desatado formas de egoísmo, de ultranacionalismo y ausencia de sentimientos de fraternidad entre los países, así como se han develado una vez más los grandes problemas que afectan nuestro planeta, como el deterioro del medio ambiente, autoritarismos demagógicos, aumento de desigualdades e injusticias. Sin que mayorías y clases dirigentes prestaran una atención previsora al crecimiento desorbitado que provocaba el desbocamiento incontrolable de la globalización tecno-económica, solamente una minoría previó la catástrofe en cadena y predijo un escenario de colapso, a pesar de lo cual no se los escuchó. “El confort intelectual y el hábito ven con horror los mensajes desagradables”, reafirmaba en un reportaje reciente publicado en Francia el autor del clásico Introducción al pensamiento complejo (1990), en línea con su prédica de años. La velocidad con la que circula la información, que apenas asimilamos, imponía lo urgente sobre lo importante.9 Si no importó tanto lo que se veía como para cambiarlo, muchas preguntas se lanzan al futuro próximo, a mañana mismo: ¿producirá consecuencias globales esta reclusión comunitaria a escala global?, ¿la inercia o las resistencias serán mayores que las lecciones?, ¿la Historia será maestra de una nueva vida, o apenas de crónicas y estadísticas, 9 Edgar Morin: “Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar fraternidad entre los pueblos”, El País, Madrid, 11 de abril de 2020. Entrevista de Nuccio Ordine, Corriere della Sera

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cuando no motivo de risueñas recopilaciones de memes, muchos de los cuales contienen agrios mensajes sobre nuestras sociedades? La incertidumbre está con nosotros, y hay que aceptar pensar con ciertas dosis de ella, sin que ese quebrantamiento de lo conocido y de lo seguro nos inmovilice. Estar atentos a los acontecimientos sorpresivos, y listos para repensar el estado del mundo, donde lo que no resulta posible es aceptar que solo pueda sobrevivir el “más apto en la lucha por la vida”, eufemismo de una “ley de la selva” inaceptable en la sociedad humana. Es necesario, en cambio, reforzar el espíritu del servicio público que ha venido siendo fuertemente reducido, donde la sanidad y la educación han de pensarse prioritariamente para el bienestar y la formación de los ciudadanos. Debiera hacerse en las partes y en el todo, en las naciones y en sus ciudades y regiones, y a la vez en el mundo, porque unas y otras forman parte del mundo cada vez más, pero el mundo está cada vez más presente en todas sus partes como principio hologramático.10 Afirmaciones del historiador Tony Judt están en línea con el pensamiento de Morin, en el sentido de plantearse la necesidad de reapropiación de un sentido ético para buscar soluciones: es que la “búsqueda del beneficio material” no puede ser la virtud prioritaria de las sociedades, como “la misión del Estado no es solo recoger los pedazos cuando estalla una economía insuficientemente regulada”.11 En todo caso, urge actuar, no de modo impulsivo e irreflexivo, sino buscando puntos de acuerdo, en los variados niveles en que la vida se nos da, tomando conciencia de los riesgos capaces de estimular las defensas, y no permaneciendo ausentes ante ellos, elaborando estrategias de mejor vivir, con más dignidad y justicia, apostando, a pesar de las dudas, a superar los obstáculos, con humana solidaridad. Como advierte el pensamiento complejo,

10 Beatriz Figallo-Josefa García de Ceretto, La Historia del Tiempo Presente. Historia y epistemología en territorios complejos, Buenos Aires, UCA-Departamento de Historia, 2009. 11 Tony Judt, Algo va mal, Madrid, Taurus, 2001.

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“lo nuevo puede surgir y, de todos modos, va a surgir”. Por lo menos, que nos encuentre conscientes de las direcciones que deberíamos tomar.12

12 Beatriz Figallo-María José Henríquez, “De lo internacional a lo transnacional: renovación y complejidad en la Historia de las Relaciones Internacionales”, Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 46, n. 1, jan.-ab.

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El orden mundial y la pandemia María Belén Bogado

Comienzo agradeciendo especialmente al Fondo Nacional de las Artes (FNA) y a la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) por invitarme a participar en este Foro 2020 Visión Argentina. Es para mí un enorme privilegio compartir este espacio de reflexión con personalidades tan destacadas y en circunstancias especiales que representan un reto a nuestra imaginación. Si me permiten empezaría con algunas preguntas que de algún modo ayuden a situar mis palabras: ¿Nos encontramos ante un cambio de era? ¿Se instalará un nuevo orden mundial como consecuencia de la pandemia? ¿Qué nos trae el futuro? En otras palabras: ¿estamos frente a un paréntesis, una simple interrupción de la “normalidad”, o por el contrario se trata de una mutación sin retorno? Hay quienes pronostican que la pandemia marcará el comienzo de una nueva era sobre el supuesto de que se han generado las condiciones para refundar la organización social y económica de la humanidad, mientras otros, por el contrario, afirman que el orden mundial no se verá significativamente alterado. Seguramente es muy pronto para sacar conclusiones categóricas, pero, más allá de toda pretensión profética, estimo que la crisis del coronavirus nos confronta súbitamente con los límites del modelo en el que estamos inmersos provocando un salto mental donde lo inevitable es remplazado por lo impredecible, y el horizonte de la imaginación política y social -que hasta ahora parecía moverse en los límites de un orden cerrado- se amplía hacia la idea de que otro mundo es posible. No necesariamente un mundo mejor, lamentablemente; el porvenir asoma sombrío, es esperable una enorme depresión económica, un aumento muy importante de la pobreza, una geopolítica más complicada, nuevas tensiones entre potencias y bloques y es alta la posibilidad que se profundice lo peor del sistema. Pero, por otra parte, la pandemia como acontecimiento que produce un quiebre en el campo de los hábitos y del saber, 44


abre una extraordinaria oportunidad a futuro para ensayar otras formas de estar en sociedad, formas alejadas de las premisas de la obediencia neoliberal. Pero esta oportunidad requiere de una apuesta, nuestra apuesta. Una apuesta que cuestione los paradigmas actuales, paradigmas que priorizan el lucro y la especulación financiera y se basan en la necesidad de un mercado en expansión sin límites, en la privatización de todos los aspectos de la vida, la meritocracia falaz, el individualismo, la precarización, la intensificación de la cultura del consumo y la destrucción del ambiente. Necesitamos una apuesta capaz de interpretar los reclamos, el malestar y la impotencia que expresan distintos sectores de la sociedad. Una apuesta que aspire a una nueva ecuación entre Estado, mercado y sociedad, basada en la inclusión social y la sostenibilidad.13 Reparando las profundas injusticias que produce el modelo neoliberal, pero poniendo al mismo tiempo en valor el rol del estado y de las políticas públicas en diferentes ámbitos y cuestiones. También ha dejado en evidencia el vacío de los liderazgos, la coordinación a nivel mundial y la necesidad acuciante de potenciar las instancias de cooperación. No obstante, ¿cómo desmontar la naturalización de un orden que ha dado sobradas muestras de su capacidad de adaptación a diferentes situaciones, formatos, proyectos políticos y propuestas culturales mientras no se ponga en cuestión su modelo de acumulación económico? No conocemos si las enseñanzas que nos dejará la pandemia podrán traducirse en proyectos políticos que permitan construir sociedades más equitativas y en modelos de gobernanza mundial más democráticos, pero lo que sí podemos prever es que el 13 Algo de esto pudo vislumbrarse en los últimos tiempos antes que la pandemia azote al planeta: la contundente irrupción del feminismo, los frentes anti globales y ecologistas, las enormes manifestaciones del año pasado en Chile, Hong Kong y Francia, entre otras, y en estos momentos en plena pandemia, las protestas antirracistas que sintetizan el malestar de la época en el “I can’t breathe”, representan ejercicios que se alejan del status quo neoliberal y ensayan otras formas de estar en comunidad.

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neoliberalismo enfrentará serios problemas de legitimación de ahora en más. Esta pandemia abre todo un campo de disputas de interpretación y de cursos de acción a seguir, tanto al interior de los países como en el sistema internacional. Todo ello en un escenario donde las tensiones interestatales, las disputas geopolíticas y los conflictos domésticos que ya existían, parecen acentuarse. ¿Prevalecerán las posiciones sectarias, aislacionistas y xenófobas o por el contrario podrán fortalecerse los proyectos centrados en el bienestar, la igualdad y la construcción de pactos globales de sostenibilidad como caminos para salir de este atolladero? En estos meses hemos visto maneras bien distintas de gestionar la emergencia, maneras bajo las que subyacen visiones contrapuestas sobre la política, la economía y la sociedad. En este contexto, el gobierno argentino ha actuado con gran sensatez y firmeza poniendo en marcha una agenda política que aspira a la construcción de una sociedad igualitaria en la cual todas las vidas importan. Para ello se ha desplegado un conjunto de medidas que apuntan a recomponer las capacidades estatales y el sistema público luego del desguace perpetrado durante los años neoliberales, para, por un lado, mitigar los efectos inmediatos de la crisis, al tiempo que se intenta perfilar un escenario que habilite la oportunidad de construir un país más justo. En este camino existe en el plano internacional un compromiso de la Argentina en fortalecer el multilateralismo, la integración regional y la cooperación en favor de un desarrollo sostenible e inclusivo. Estamos convencidos que en este tiempo donde el mundo se enfrenta a una crisis global de dimensiones desconocidas, hace falta, como nunca antes, un nuevo y mejor multilateralismo y más cooperación. Los países del sur debemos dedicarnos a esta tarea y bregar por un nuevo modelo de relaciones internacionales más solidario y equilibrado. La fragmentación nos hace más débiles y vulnerables. Tenemos que ser capaces de acordar agendas de trabajo a nivel político y técnico en las diferentes áreas para 46


responder a la emergencia y conseguir mayor margen de maniobra para insertarnos de forma soberana en el mundo articulando una voz común en las problemáticas globales y en la discusión sobre la arquitectura multilateral de la era pos pandemia. Desde Cancillería, y desde el lugar que me toca ocupar, trabajamos en fortalecer la Cooperación Sur-Sur como un instrumento para llevar adelante estos objetivos, articulando proyectos con los países de la región, del África y Asia en diversos temas vinculados a la salud, la ciencia y tecnología, la cultura, la educación, la igualdad de género y la protección del medio ambiente, entre otros. La “nueva normalidad”, de la que tanto venimos escuchando en estos días, será también lo que hagamos desde nuestras competencias en estos meses tremendamente complejos y dramáticos. Como ha señalado Rebeca Grynspan: el corto y el largo plazo comienzan al mismo tiempo, lo que hagamos hoy sentará las bases de las posibilidades del mañana. El futuro no es algo que nos espera, sino más bien, el resultado de las decisiones que adoptemos en un marco de intereses en conflicto. Ojalá seamos capaces de extraer lecciones de esta pandemia que ha puesto a la humanidad en vilo -esta discusión es parte de ello- para construir un mañana más igualitario donde lo común recupere su valor. Esa es la posibilidad que se abre -no ocurrirá por sí solapero se nos presenta una oportunidad. No deberíamos volver a la “normalidad” que hoy la pandemia ha desenmascarado. El porvenir es largo y está abierto. Como dice el filósofo Bifo Berardi: “No podemos prever qué formas asumirá el conflicto, pero debemos comenzar a imaginarlo. Quien imagina primero gana”.

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Las víctimas de todo esto Noé Jitrik

Desde hace ya unos días, vengo preguntándome qué puedo hacer aquí con todos ustedes. Hablar sobre economía mundial, un tipo como yo, que cuando pasa por la calle 25 de Mayo y ve la Bolsa de Comercio o el Banco Central siente un pánico terrible de lo que está sucediendo ahí adentro porque no entiende nada pero es víctima de todo eso. Eso sí es algo de lo que estoy seguro: lo que se está gestando en esos lugares, de alguna manera, me afecta. Nos afecta a todos nosotros. No lo sabemos claramente porque lo rechazamos, pero nos afecta. Lo que escuché hoy de Mario, de Leandro y de Beatriz es un punto de partida para situarnos frente a lo que está ocurriendo. Adhiero fervientemente a lo que dijeron y sé que lo que están diciendo es exactamente lo que está pasando. Hablar de estas cuestiones siempre es interesante como también lo es ver que hay gente que piensa y tiene posiciones, puntos de vista con los que uno coincide. Entonces, me pregunto, ¿desde dónde puedo hablar yo en una mesa redonda como esta? genéricamente, se supone que puedo hablar desde una perspectiva que podemos llamar “de la cultura” o “intelectual”. Esto también es problemático porque contar con los recursos intelectuales para situarse frente a lo que está pasando en este momento en el mundo, en cada casa de este pícaro mundo no es fácil. La tarea intelectual consiste en comprender. Hoy, los límites de esa comprensión están ahí. Realmente, resulta muy difícil pensar o tener algunas ideas reales cuando está la enfermedad tocando la puerta, cuando uno tiene que cuidarse. Lo decía hoy, acá, en casa. No hacemos más que hablar del cuidado y de lo que tenemos que hacer. Por eso, hablar de otras cosas, como lo estamos haciendo acá, es un signo de vitalidad. Casi, diría, un resto erótico que podemos cultivar cuando las demás funciones eróticas están suspendidas al menos por el momento. A ver cuándo reaparecen. Desde que todo esto empezó, me he pasado escribiendo una 48


cantidad de cosas. Todas trataban de ser pertinentes con mi manera de ver, de sentir, de pensar. Y empecé a tener una fantasía. Me imaginé que, si los virus pudieran leer todo lo que yo estoy escribiendo, huirían espantados. De algún modo, es mi manera de creer que lo que yo hago puede tener algún efecto sobre esos seres inmateriales o materiales que andan por ahí, perturbándonos la existencia. No obstante, renuncié inmediatamente a esta idea fuerte que tuve. ¿Por qué? Honestamente, creo que lo que está sucediendo con la lectura es precisamente uno de los efectos de esta pandemia. Es decir, la lectura parece tener escaso valor en estos tiempos. Por un lado, se ve frenada por la repetición y reiteración. Por el otro lado, los límites que tradicionalmente existen para leer y comprender están funcionando hoy a pleno pulmón. No hay una sola pandemia sino, al menos, dos. Una es aquella de la que venimos hablando. De esa, con suerte (una suerte universal, de la civilización), podremos salir. La otra pandemia a la que me he referido es la de la estupidez. De esta, seguramente no vamos a salir. Porque la estupidez es como las moscas y las moscas son los seres que más han perdurado en la Historia de la humanidad. Además, la estupidez tiene campos que la favorecen. Ejemplos, hay un montón y, cuando lo digo, seguramente ustedes tienen ejemplos para ilustrarme. La elección de Bolsonaro en Brasil es un ejemplo cristalino de estupidez, ¡una estupidez en escala universal! También está el tipo de estupidez que se observa en la Argentina, que es una estupidez rodeada de pretensión y soberbia. Hay gente diciendo cada cosa. Gente que uno en algún momento conoció y que aspiraba a hacer algo de su vida en el plano de las ideas, del pensamiento, de la poesía. Como para salir espantado. Y se hacen llamar intelectuales. Es un horror. Y yo también soy intelectual, pero, ¿tengo algo que ver con esa gente? Esa estupidez es algo de lo que he tratado de hablar permanentemente. Para tomar distancia y para no perderme. Tantas cosas hay como para pensar, sentir, decir en un momento tan serio como es este. ¿Cómo ser serios en esta emergencia? Estaba recordando, en este momento, escuchándolos, un verso (sólo un verso) de T. S. Eliot, el poeta inglés. Dice: “el pasado 49


y el presente están ambos contenidos en el futuro”. ¿Qué quería decir con esto? Quiere decir que hay instancias que son asibles, comprensibles, sobre las que podemos trabajar. Éstas son las del pasado. Las del presente son las que tenemos que sufrir. Las del futuro no sabemos qué forma pueden tener. Pero creemos que lo que sabemos del pasado y lo que sufrimos del presente van a intervenir en la forma del futuro. Esto que ocurrió, de lo que tomamos distancia, que describimos con más o menos precisión, con más o menos eficacia, gravitará (o gravita, ya) en la interpretación que hacemos del presente y en la forma del futuro. Yo espero que así sea porque siempre fue así. Siempre la humanidad se recuperó de alguna catástrofe. Siempre la idea de la tragedia supuso una reconciliación y un recomienzo. Y La tragedia es la estructura mental, artística, teatral que indica mucho más sobre el destino humano que cualquier otra expresión literaria. La poesía circunda todas estas dimensiones. La novela intenta relatarlas. Pero es la tragedia la que presenta la estructura del conflicto por el que vive la civilización. Esta es una instancia totalmente trágica, pero, como todas las instancias trágicas, tiene su culminación. Y es allí donde reside una recuperación. Yo también tengo un pasado de pandemias. En el año en que yo nací, en la Argentina hubo una peste de tifus, que fue gravísima. Murió un abuelo mío, murieron familiares. Murió muchísima gente por una enfermedad que no tenía abordaje para ese entonces. Ahora, esta enfermedad sí tiene abordajes. Yo estoy esperando cada día que la información sea cuántos recuperados hay. Los recuperados me importan. A los muertos, los lamento. Los contagiados me dan temor. Los recuperados, en cambio, me dan alguna esperanza sobre el sistema en el que vivimos. Porque incluso con todas sus dificultades y deficiencias, algo se está previendo e intentando contener en el transcurso de eso que llamo la tragedia. Porque, no nos engañemos, es una tragedia. Por eso, pensar en qué puede pasar después, en cómo se recupera la economía, en cómo volver a vivir de una manera que podríamos llamar provisoriamente normal (porque no sabemos exactamente en qué consiste una vida normal) es importante. Pensar estas 50


cuestiones es tener un cable a tierra, un cable al afecto, al amor. Es escuchar, hablar, intercambiar ideas y sentimientos. Y, por supuesto, tener fe en que no es únicamente uno con su modestísimo trabajo sino muchos más los que están contribuyendo para que el final de la tragedia no nos arrastre a todos.

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Desafíos en tiempo de pandemia Telma Luzzani

Inesperadamente, a fines de 2019, un virus de expansión global puso en acto lo que tantas veces nos habían advertido la religión, la filosofía y la literatura: somos seres muy vulnerables, autodestructivos y, a la vez, con una extraordinaria habilidad para sobrevivir. Como nunca antes, toda la humanidad se encontró, en simultáneo, atravesando el mismo proceso, concentrada en los mismos pensamientos y, obligada por el encierro, reflexionando sobre lo que pasaba. En este marco se instalaron, al menos, tres certezas y cientos de interrogantes. Primera certeza

La primera certeza fue que la crisis que el Covid-19 puso al desnudo no era nueva. Venía cocinándose a fuego lento desde hace años y ya había tenido ciertas manifestaciones brutales como en el 2008. La destrucción del medio ambiente (que probablemente haya sido un gran facilitador para la transmisión del virus a los humanos); la feroz desigualdad entre países y de los distintos sectores sociales dentro de cada nación; el desmantelamiento de los sistemas sanitarios como consecuencia del modelo neoliberal fueron las primeras evidencias que salieron a la luz. No obstante, nadie sabe qué cambios puede traer esta hecatombe económica y social. ¿Habrá transformaciones hacia un mundo más justo? ¿Un giro en la economía financiarizada? ¿Habrá nuevas políticas en relación a los recursos naturales? ¿O el capitalismo demostrará una vez más su capacidad de resiliencia y saldrá fortalecido? Imposible saber el desenlace, pero es interesante observar las primeras reacciones. La discusión sobre el rol del Estado se instaló inmediatamente, no sólo porque hubo gobiernos (Donald Trump en EEUU; Jair Bolsonaro en Brasil) que adoptaron el esquema del darwinismo social y se negaron a cualquier control de la pandemia mientras otros -la mayoría- adoptó como política prioritaria la salud de la población sino porque países como la 52


Alemania de Angela Merkel o el Reino Unido del conservador Boris Johnson decidieron planes de estatización de empresas privadas o subsidios estatales, entre otras medidas que repugnan a la esencia del neoliberalismo. El principal argumento de los anticuarentena (Trump, Bolsonaro) fue la de mantener la economía en marcha. El doloroso récord de muertos en ambos países y las cifras del último informe del FMI (junio 2020) revelan el error de ese razonamiento. Con un promedio de mil muertes diarias, Brasil alcanzó el 20 de julio unos 80.000 fallecidos. En esa fecha, EEUU era el primero en la triste lista mundial con aproximadamente 140.000 decesos por Covid 19. ¿Y la economía? El pronóstico del FMI señaló un crecimiento negativo de -8% para EEUU, no tan diferente del de los países de la zona euro (-10%) que sí hicieron cuarentena obligatoria y asombrosamente distinta al de China que al parecer va a tener un crecimiento positivo del 3%. En cuanto a Brasil, la cifra de desempleados lo dice todos: por primera vez en su historia el número de desocupados (88 millones de personas ¡dos Argentinas!) superan a los que tienen empleo, 86 millones. Segunda certeza

Nos encontramos en un mundo en transición hegemónica. Las respuestas de las potencias frente al Covid 19 confirmaron el fin del liderazgo norteamericano como única potencia mundial y la caída de gran parte de las estructuras internacionales creadas por Washington después de la Segunda Guerra Mundial. Ninguno de los organismos internacionales que debería haber coordinado una acción conjunta global –ONU, G20 o G7- ha reaccionado. Frente a la pandemia se registraron sólo conductas individuales, adoptadas nación por nación. No hubo capacidad colectiva para realizar un diagnóstico, encarar soluciones posibles ni comandar acciones. A diferencia de lo que sucedió en la segunda mitad del siglo XX con la epidemia de poliomielitis, EEUU no ha mostrado ningún liderazgo científico ni perfil humano. La polio fue una enfermedad letal que atacaba especialmente a la infancia. Fue prácticamente eliminada gracias al descubrimiento de una 53


vacuna por parte del virólogo norteamericanos Jonas Salk y por la campaña de erradicación que se llevó a cabo. Salk –un hombre de su época porque, aunque provenía de un hogar de inmigrantes humildes pudo estudiar en la universidad y convertirse en un gran científico- se negó a patentar su descubrimiento. En plena Guerra Fría, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética disputaban, entre otras cosas, un modelo civilizatorio que fuera superior a lo hasta lo entonces conocido, la moral dictaba que lo esperable era no lucrar con la salud y la vida humana. “No hay patente”, respondió Salk cuando lo felicitaron por su vacuna. “¿Se puede acaso patentar el sol?» En cambio, en abril del 2020, el ex canciller Henry Kissinger, uno de los estrategas más brillantes y también uno de los genocidas más feroces de la historia contemporánea, marcó las diferencias con aquella época y advirtió sobre la pérdida irremediable de liderazgo norteamericano expresada en su actual incapacidad para hacerle creer al mundo –como lo hizo desde 1945- de que EEUU era la única potencia idónea para resolver el caos. ¿Se podrán “salvaguardar los principios del orden mundial liberal”? “Un país dividido como Estados Unidos ¿será capaz de liderar la transición al orden posterior al coronavirus?”, se preguntaba Kissinger en un artículo publicado en el Wall Street Journal, días después de que el mismísimo Donald Trump había tenido que agradecer públicamente a sus rivales –Rusia y Chinapor el envío de varios aviones con barbijos y otros insumos médicos para EEUU. Un bochorno. El ocaso del imperio norteamericano es tan evidente para Kissinger que baraja, como mal menor, un cogobierno mundial donde EEUU mantenga alguna voz. La “agitación política y económica que ha desatado el virus podría durar generaciones y ni siquiera EEUU puede hacerlo solo. Debe combinarse una visión y un programa de colaboración global”. En contraposición a la inacción norteamericana, el presidente chino Xi Jinpig anunció una serie de medida que bien podrían llenar el vacío dejado por EEUU. Estas son: 1) apoyo a la Organización Mundial de la Salud para que centralice las 54


soluciones contra la pandemia (EEUU retiró su apoyo a la OMS); 2) asistencia por valor de 2.000 millones de dólares para asistir a los países afectados por la pandemia de COVID-19, en particular a las naciones más pobres; 3) disponibilidad de las vacunas que China consiga desarrollar “como bien público global con el fin de que sean accesibles y asequibles para todos los países en desarrollo” (como alguna vez hizo el doctor Salk); 4) construcción junto a Naciones Unidas de un depósito de materiales de respuesta humanitaria en territorio chino para garantizar la cadena de abastecimiento de equipamiento contra epidemias, que en los peores momentos de esta crisis faltó en regiones como Europa y América del Norte; 5) “apadrinamiento” de 30 hospitales africanos, y colaboración en la creación de un centro de prevención de enfermedades en África. China propuso además que, una vez contenida la pandemia, se hiciera una “revisión integral, objetiva e imparcial” de la respuesta internacional al COVID-19 bajo la supervisión de la OMS y prometió trabajar junto al resto de economías del G20 para suspender la deuda a los países más pobres, como parte de las medidas para superar la crisis economía derivada de la emergencia sanitaria. América latina

La tercera certeza es el rol relevante que tendrá China en el mundo postcoronavirus y el relieve que adquirirá nuestra región a lo largo del proceso de transición hegemónica. Muchos autores consideran que ya se ha cerrado el ciclo de dominio Atlántico y ha comenzado la era del de Asia Pacífico. En este marco, nuestra región, así como en el pasado fue la base fundamental para la concreción de las ambiciones de supremacía de EEUU, ahora será la plataforma desde la cual el imperio luchará su batalla por mantener el liderazgo global o para perder lo menos posible. Ese es el gran desafío que tenemos por delante. Para someter y dominar nuestra región, EEUU no ha tenido reparos en debilitar hasta la inanición nuestros instrumentos de integración 55


y de defensa mutua (Unasur, Celac); ha arrasado con los principios democráticos sosteniendo golpes de Estado (contra Manuel Zelaya, Honduras; Fernando Lugo, Paraguay; Dilma Rousseff, Brasil y Evo Morales en Bolivia). Desde Washington se ha impulsado la persecución política (lawfare contra Lula, Cristina Fernández de Kirchner y Rafael Correa); se han creado organismos de manipulación política (Grupo Lima y Grupo Prosur) y, en julio del 2020, se ha dado luz verde, incluso, para la proscripción de partidos políticos de extracción popular que aspiraban a competir en las elecciones presidenciales de Bolivia (MAS) y Ecuador (Fuerza Compromiso Social de Rafael Correa). Ante una Doctrina Monroe recargada, nuestra única opción es resistir los actuales embates y aprovechar las fisuras y cuestionamientos que provoca la pandemia para promover cambios, apostando a la unidad nacional y regional, con el objetivo puesto siempre en la democracia, la soberanía y la equidad social.

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Coronavirus, crisis y... ¿oportunidad? Adrián Cannellotto

El carácter novedoso que reviste la COVID-19 y la crisis que se desata con la pandemia se vuelven un terreno de disputas, no sólo en torno a la comprensión del fenómeno y los modos de abordarlo sino en relación con las perspectivas que se abren a partir de esta experiencia mundial que es a la vez social, política y económica, sanitaria, educativa y cultural. El potencial de transformación sobre nuestras sociedades aún está por verse y es difícil anticipar de qué manera se dará, aun cuando algunas pistas puedan empezar a delinearse tímida y borrosamente en los días venideros. Para que esa transformación tenga lugar en ciertos sentidos –y no en otros- se requiere abrir espacios capaces de albergar otras ideas, hacerle lugar a cavilaciones que nos permitan imaginar y alumbrar alternativas. De momento, como también ocurriera con pandemias pasadas, la presente actualiza, potencia, profundiza elementos que ya estaban entre nosotros. Desde los miedos ancestrales hasta distintos tipos de violencias, pasando por el racismo y las desigualdades sociales, de género, territoriales, de acceso a las tecnologías, etc. Pone en evidencia también que hay un modo neoliberal de producción de la vida, asentado sobre una cultura del descarte, especie de darwinismo social en el que sólo importan los que son más productivos, donde los débiles, los viejos y los pobres son descartables. La necesidad de dotar de sentido esta experiencia se proyecta también sobre el futuro. De allí el rol que tiene la política en la medida en que hace posible abrir nuevos escenarios y habilitar otras perspectivas respecto de lo que podría venir. No es otra cosa que la necesidad de plantearnos alternativas, de volver visibles formulaciones y de diseñar instrumentos que nos permitan incidir sobre la construcción de nuestras sociedades, sobre el perfil de país que necesitamos, sobre las maneras de avanzar con políticas de cuidado. Todo eso para que la llamada “nueva normalidad” no sea un retorno a lo anterior. Volver sería naturalizar las injusticias, desigualdades, pobrezas, marginaciones, violencias, patriarcados 57


y racismos a los que no queremos regresar. Por el contrario, si somos capaces de habilitar otras reflexiones que nos permitan procesar la crisis, si ponemos en marcha instituciones que propicien mecanismos de igualdad y hagan posible otras formas de vida, quizás sea una oportunidad para empezar a superarlas y dejar atrás ésas y otras deudas. La negación del espacio

Hace tiempo ya que grandes pensadores contemporáneos dijeron que la nuestra era la época de la tecnología. Una época en la cual la tecnología logró el ardid de no presentarse a sí misma como una ideología. Primera cuestión, entonces, la tecnología no se presenta como un discurso más, como una interpretación del mundo entre otras, sino como la realidad misma. El naturalismo científico hace lo propio. Una segunda cuestión, en cambio, es la relación entre la tecnología y el progreso. La tecnología es el sostén de la idea de progreso. Y en tanto ese progreso aparece como el último relato, ineludible, impreciso sí, pero a la vez inevitable, se nos ofrece como camino y tarea, como el sentido que ya se encuentra trazado y por lo tanto disponible en el mundo. Es decir, el progreso se nos ofrece como fin. De ello resulta que no tengamos un genuino interés por comprender los fines, menos aún por discutirlos. En la era de la técnica, nuestro interés real pasa por ponernos al servicio de un fin. Y ese fin es el progreso. Progreso que es operado por intermedio de la tecnología. No aparece otro horizonte pregnante respecto de un destino colectivo que el desarrollo de la tecnología. Más aún cuando ésta ya no es un simple instrumento, algo a la mano, dispuesto para el manejo de los humanos. La tecnología es el medio en el que las personas nos constituimos como tales. Ésta es la tercera cuestión sobre la que nos advierten distintos autores. El humano-máquina ya no expresa dos extremos sino una relación. Humano y máquina

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son indiscernibles14. Esto es algo que se vuelve más claro hoy que todo es información, datos y algoritmos. La gesta moderna se profundiza: todo es intercambiable y utilizable. Pensar es medir y calcular. Saber es tener información, conectar datos. Como seres humanos somos datos y al mismo tiempo nodos que reúnen información, nodos en los que confluyen los datos, punto de partida y destino de los algoritmos. Más allá de la discusión sobre la tecnología, sobre la Modernidad y su crisis, en todo este debate hay algo que resulta esclarecedor: estamos totalmente imbricados en eso que a veces llamamos ligeramente “herramienta”. Una herramienta que interpreta y produce el mundo de una determinada manera. La pandemia puso sobre la mesa una serie de discusiones entre intelectuales y académicos respecto de su significado y sus consecuencias. La cuestión tecnológica estuvo entre uno de los tópicos visitados. Como reseñan varios analistas, con la Coronavirus la tecnología pasó a desempeñar un rol aún mayor en diversos ámbitos de la vida colectiva y personal. Si bien la experiencia que estamos viviendo no se limita a una discusión sobre ellas, no podemos evitarlas. Algunos de esos intelectuales –en particular algunas figuras destacadas de la filosofía contemporánea- no vieron en la pandemia sino una ocasión más para reforzar sus propias ideas previas, diluyendo el peso de la novedad que trae consigo. En los argumentos de una parte de ellos, incluso, la arremetida que le adjudican a la maquinaria capitalista y estatal, reforzada por las tecnologías de control es tal que no identifican sujeto político alguno capaz de llevar adelante una transformación. Frente a ello, darle sentido a la experiencia vivida debe seguir siendo una tarea colectiva. En un viejo texto de finales de los años 70, Paul Virilio teorizaba sobre las consecuencias de la contracción de las distancias a raíz del avance tecnológico. Una contracción que “se ha convertido en 14 Cf. Héctor Schmucler. “Ideología y optimismo tecnológico” en Revista del Centro de Estudios e Investigaciones de la Universidad Nacional de Quilmes, Nº 5. Buenos Aires, diciembre 1995.

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una realidad estratégica de consecuencias económicas y políticas incalculables, porque corresponde a la negación del espacio”15. Algo de eso hay en el fenómeno COVID-19. La multiplicación del virus fue efecto no sólo de su elevada tasa de contagio. La contracción de las distancias y la aceleración tecnológica son notas distintivas de estos últimos cincuenta años. Basta ver como se multiplicaron las redes informáticas, la producción de satélites, el flujo aéreo y la construcción de aeropuertos, los laboratorios genéticos, el desarrollo de distintas formas de energía. Consecuencia de ello es también la cada vez mayor imbricación entre los cuerpos y las tecnologías. Chips que se insertan en los cuerpos para controlar efectos metabólicos, implantes robóticos para reemplazar miembros, inteligencia artificial y robótica que se incorporan a los quirófanos, la misma inteligencia artificial pero esta vez controlando las decisiones de un sistema financiero de dimensiones globales, cámaras y sensores de temperatura para controlar poblaciones a gran escala, algoritmos que organizan búsquedas y seleccionan contenidos por reconocimiento de voz, son sólo algunos ejemplos de otras cientos de aplicaciones en la vida cotidiana. Esa contracción del espacio producto de la aceleración tecnológica que reseñaba Virilio se conjuga también con un incesante crecimiento poblacional. Aún cuando se prevé, como señala un informe de Naciones Unidas que “la tasa global de fecundidad, que bajó de 3,2 nacimientos por mujer en 1990 a 2,5 en 2019, disminuya aún más hasta 2,2 nacimientos por mujer en 2050”, con crecimientos concentrados en ciertos países, la población mundial seguirá creciendo, aunque sea cada vez más vieja. Crecimiento que va de la mano de un aumento de la desigualdad, de la pobreza, de la concentración de la riqueza, del crecimiento de las urbes y el despoblamiento de las zonas rurales. Esto supone una mayor e inevitable vinculación entre los seres humanos y las poblaciones silvestres creando condiciones para

15 Paul Virilio. Velocidad y política. La Marca editora, Buenos Aires 2006.

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que los riesgos amenacen con alcanzar al nivel de la especie – como señala Flavia Costa en la revista Anfibia16-, sea por el salto de los microorganismos y de los virus de animales a personas, sea por los accidentes nucleares como los que ya tuvimos. Todo parece indicar que entramos en el tiempo de los “accidentes normales”. Crisis sobre crisis

Desde mediados de los años 70 estamos inmersos en una transición que podría definirse como un cambio de época. Como toda transición, hay elementos nuevos que no se terminan de afirmar y otros del viejo orden que no terminan de desaparecer. En este proceso se fue consolidando un capitalismo informacional y financiero con un aumento fenomenal de las desigualdades sociales al interior de los países, entre los países y entre los bloques. En una mezcla de neoliberalismo y tecnocracia, se fue gestando una globalización descontrolada y centrada en las grandes corporaciones, particularmente empresas multinacionales y financieras. Como consecuencia de todo esto, la generación de un espacio global por fuera del alcance y las posibilidades de las regulaciones nacionales e internacionales independizó – por decirlo de alguna manera- a la esfera global de la política. Desregulada y sin riendas, de la mano de las transformaciones tecnológicas aplicadas a la producción, su competencia con las aspiraciones y necesidades estatales significó no sólo un problema político a resolver a la hora de ejercer la soberanía sino también la necesidad de repensar los conceptos e instrumentos políticos con los que contamos para hacerles frente de cara a las posibilidades reales de habilitar otras formas de vida. La crisis social y económica que está produciendo la pandemia se monta sobre una crisis previa de la cual aún no salimos, la llamada crisis hipotecaria de las subprime de 2008. Crisis que, al mismo tiempo, se imprime sobre un ciclo de baja de la economía mundial iniciado a mediados de los años 70. En paralelo,

16 http://revistaanfibia.com/ensayo/la-pandemia-accidente-normal/

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asistimos al lento desgaste de la hegemonía norteamericana, a la emergencia de China y el mundo del Pacífico y a los vaivenes –por momentos con síntomas de esclerosamiento de una construcción internacional multipolar, que equilibre un poco más las fuerzas y relaciones. Como región, Sudamérica quedó a la deriva luego del cambio de signo político acaecido en 2015. En estos últimos cuatro años se desarmó la incipiente institucionalidad que se había gestado bajo los gobiernos anteriores. No son pocos los que señalan la importancia de retomar el proyecto regional para afrontar los desafíos que vienen. Como es evidente, cada país enfrentó la pandemia y sus efectos apelando a sus culturas institucionales y políticas. Si se observan los modos de intervención a los que recurrieron distintos países, incluso a riesgo de ser muy esquemático, se pueden caracterizar tres grupos. En primer lugar, el modo de intervención que es propia de los Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur, con sus diferencias por supuesto. Fueron intervenciones sostenidas por una tradición cultural en donde las personas son más obedientes, tiene una relación distinta y una mayor confianza en el Estado y, en algún punto, una conciencia crítica menor respecto de la vigilancia digital. Ese soporte cultural se conjugó con altos niveles de control social gracias al despliegue de un panóptico digital complejísimo que contuvo la propagación del virus rápidamente. En segunda instancia podemos identificar los modos de intervención del grupo de los Estados de bienestar de tipo renano, como los europeos. En este grupo las respuestas fueron heterogéneas y se puede inferir que eso tuvo que ver con el nivel de resquebrajamiento y debilitamiento de esas estructuras de bienestar. El caso más palmario puede verse en la distinción entre lo que ocurrió en Alemania versus Italia y España. Finalmente, y como tercera opción aparece Estados Unidos con su modelo del laissez faire propio de las sociedades neoliberales con grados mayores de desprotección de las poblaciones y en particular de aquellos de menores recursos. En ese escenario y con sus problemas estructurales, con la economía en crisis, con un Estado y unas instituciones dañadas, con necesidades sociales 62


y sanitarias, nuestro país se inclinó por proteger las vidas con un saldo hasta acá muy positivo en la gestión sanitaria, a la que complementó con el sostén económico para diversos sectores, con el apoyo a empresas y con ayuda alimentaria. A más de cien días de iniciado el aislamiento, las tensiones sociales y económicas se acumulan y junto con ellas reaparece la teoría de la “inmunidad del rebaño”. Más allá del fracaso de esta alternativa, como pudo verse en Gran Bretaña, aunque también a la luz de los resultados de Brasil y Estados Unidos, su instalación obedece a la necesidad de presentar un modo de gestión neoliberal de la pandemia que confronta con el oficial y le disputa el resultado estrictamente económico Cuando esto termine, el mundo y la Argentina tendrán un producto bruto menor. Nosotros estaremos necesitados de crear riqueza además de redistribuirla. Nuestros problemas estructurales y la necesidad de definir con claridad un desarrollo productivo y tecnológico, todo eso estará allí el día después. La agenda de los pendientes no se modificará, en todo caso se volverá más compleja. Pero la crisis quizás sea una oportunidad para generar consensos, para instalar y enfrentar temas que son estructurales. Cada vez que se produjeron grandes conflictos internacionales, como las guerras mundiales, los países de la periferia tuvimos más margen de acción. Ese margen suele durar poco tiempo, de allí la urgencia para aprovecharlo. Echar a andar

Una buena parte de los analistas subrayan el retorno del Estado y afirman su centralidad para gestionar una crisis económica comparable a la de una posguerra. Un Estado al que se le reclama que ya no puede retraerse de sus responsabilidades, sean estos los bienes públicos, la infraestructura o la orientación al bien común. Pero sobre el comienzan a acumularse demandas y tensiones, algunas de ellas contradictorias y difíciles de balancear para un Estado como el argentino. En este punto y a pesar de estos riegos, la pandemia y la crisis pueden ser también una oportunidad para salir de los peligros que nos rodean desde hace tiempo. Si queremos generar nuevas condiciones, como dijimos antes, 63


para que esas nuevas condiciones den lugar a un cambio efectivo vamos a tener que desplegar ideas alternativas, serias y fundadas. Será necesario además institucionalizar esas ideas disponiendo políticas públicas y acumulando poder –lo que supone diálogo y negociación- para hacer posible esa institucionalización. Es decir, se van a requerir ideas, políticas públicas y liderazgo político. Quizás podamos aprovechar la oportunidad que se nos abre para ir resolviendo cuestiones estructurales para el desarrollo de nuestro país. El movimiento pendular y destructivo en el que vive la Argentina hace imposible afirmarnos sobre condiciones sólidas a partir de las cuales asentar la justicia social y detener el declive de nuestra sociedad. No pudimos romper aún el patrón que organizó la vida económica nacional entre 1976 y la crisis de 2001-2002. Conspiraron contra ello condiciones internas e internacionales. La “sintonía fina” que se enunció aún no fue posible y sin embargo es urgente realizarla. Al endeudamiento fenomenal que produjeron las políticas del último gobierno, se sumaron la quiebra del entramado industrial mercado internista, el incremento de la pobreza, el encadenamiento -una vez más- a la lógica financiera voraz y a la fuga de divisas. La oportunidad consiste en generar consensos sobre la importancia de definir un perfil de país más integrado, que salga del cortoplacismo y de la lógica rentista. Para eso se requiere de una idea de futuro, de una mirada totalizadora. Justamente ahora que la pandemia nos pone en pausa, nos congela en el aquí y ahora, necesitamos pensar en los escenarios de futuro, representárnoslos, trabajar prospectivamente, anticipar esos escenarios en el presente. Para construir esa idea de futuro precisamos identificar estrategias y sectores sobre los cuales edificar las fortalezas de un país que tiene que contenernos a todos. Necesitamos avanzar en consensos sobre esos elementos estructurales, incluyendo las políticas de cuidado. También precisamos definir instrumentos institucionales y prácticos que hagan posible construir esos consensos. Claramente tenemos que potenciar el agro, las industrias, la ciencia y la tecnología, la cultura, la economía 64


popular. Tenemos que pasar de una economía informal precaria a una economía popular o de producción cooperativa. Necesitamos definir con claridad las políticas de inserción internacional, distribuir la renta diferencial para empujar el desarrollo de sectores claves. Tenemos que salir del país proveedor de materias primas y servicios asociados a la internacionalización, donde las finanzas son el eje de la fuga y la especulación. No es objeto de este artículo detenerse en una descripción de los distintos sectores que forman parte de las capacidades nacionales. Sólo vamos a detenernos telegráficamente en dos sectores que tuvieron mucha visibilidad durante la pandemia. El sector de ciencia y tecnología, por un lado, y el educativo, por el otro. Ponemos un foco en ellos porque la formación y la investigación son elementos centrales para nuestras sociedades y para ambas se requieren tiempo y una inversión permanente que, en nuestros países, son los Estados los que están en condiciones de sostenerlas. El primero, el sector de ciencia y tecnología mostró la capacidad de nuestros científicos y la calidad de la formación que reciben en nuestras universidades. La base de investigación y desarrollo científico de la Argentina es potente. Profundizar en este sector significa poder vincular nuestros recursos naturales, con el sistema productivo y con el conocimiento. Muchas veces, las élites nos dijeron que para desarrollarnos teníamos que abandonar nuestras tradiciones laborales, científicas, tecnológicas y pedagógicas. Que había en ellas un error “genético”. Que teníamos que reemplazarlas por la de otros países considerados “exitosos”. Que lo mejor era comprar las soluciones llave en mano. Esa idea recala en el lugar común que vincula a las empresas (y por ende al mercado) con la innovación, el dinamismo y la competitividad frente a un Estado que se presenta siempre como el lugar de lo inerte, lo oscuro y lo opresivo. Ciertamente tenemos que salir de ahí. Tenemos que seguir vinculando al sector público y al privado por medio de la investigación. Tenemos que identificar problemas y desafíos para articular acciones públicas y privadas. Ya lo hicimos. Tenemos que incrementarlo. 65


El otro sector, el educativo, es fundamental para hacer posible el primero. En la coyuntura de la pandemia, el sistema educativo –tanto en lo que respecta a la educación básica como a la universitaria- montó un aparato fantástico para dar continuidad y acompañar a millones de estudiantes. Y lo hizo con las fragilidades propias de un contexto desigual, diverso, construido en la emergencia, a contra reloj. Como en el pasado, las escuelas fueron también el centro para distribuir alimentación, para que los sectores populares se hicieran con elementos para el cuidado o presentasen la documentación para acceder a las políticas sociales. La vida en aislamiento puso en evidencia la complejidad del trabajo pedagógico que habitualmente llevan adelante los profesores. Los revalorizó. Pero puso también sobre la mesa el impacto educativo de las desigualdades sociales, territoriales, de capital cultural familiar, de acceso, uso y conectividad de una gran parte de nuestros compatriotas. Hizo visible que educación y salud públicas tienen la particularidad de poner en juego perspectivas colectivas, de trabajar en el terreno de lo común. Nos permitió valorar la complejidad del vínculo pedagógico, así como todo lo que se pone en juego en la escuela. Pero también y, al mismo tiempo, la posibilidad de avanzar hacia una multimodalidad que nos permita discutir, pensar, propiciar relaciones pedagógicas nuevas y productivas para tiempos digitales y de post pandemia.

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¿Qué es la normalidad pospandemia? Pedro Brieger

Algunas reflexiones que vengo pensando desde que esto comienza. Tengo un enfoque un poco diferente, tal vez en sintonía con algo que planteaba Leandro Morgenfeld, después podemos intercambiar ideas. Tengo la sensación que todo el tiempo se plantea que vamos a estar peor. Y, efectivamente, si miramos los análisis que se hacen, principalmente económicos, caída del PBI, pérdida de empleo, los análisis de la CEPAL, todo el tiempo se plantea que vamos a estar peor. Y yo me pregunto: ¿por qué vamos a estar peor?, ¿por qué hay un futuro inevitable rumbo a lo peor? Y esto se hace carne incluso en todas las personas que plantean que vamos a estar peor, no sólo desde el punto de vista de los teóricos neoliberales en el sentido más amplio de la palabra, sabemos que el neoliberalismo no es estrictamente homogéneo de la misma manera que no lo es el campo progresista, nacional, popular. Hay una sensación de que vamos a estar peor. Sin embargo, permanentemente se usa la palabra oportunidad, acá también surgió, por supuesto, y en la apertura de Mario también se planteaba con la expresión futuro abierto y el tema de la solidaridad. Me parece que hay un juego de palabras que es interesante para analizar. Muchas veces se plantea que hay que volver a la normalidad. Pero, ¿qué es normalidad? ¿Qué es lo que nosotros aceptamos como normalidad? ¿Que haya gente que se muera de hambre? ¿Es eso lo normal? ¿Que haya gente que no tenga vivienda? ¿Que haya gente que no tenga acceso a la educación? ¿La normalidad, retomando lo que Leandro planteaba, es aceptar el racismo en Estados Unidos? ¿Eso es lo normal? ¿Por qué tenemos que aceptar todo eso? Y como tanto se insiste con el tema de la normalidad, en primer lugar, yo en lo personal rechazo esa normalidad, aquello que naturalizamos durante décadas: que es normal que en una región como América Latina, que produce alimentos para mínimamente alimentar a toda la región, haya hambre. A mí no me parece normal. Entonces yo creo que parte de 67


la batalla política, cultural e ideológica es plantear, primero, que eso no es normal. Eso no debe ser así, en la Argentina, específicamente, tampoco en América Latina. No puede haber hambre. Si planteamos una nueva normalidad, entonces, más que fijarnos en el PBI, en la caída del empleo o cómo va a ser esta nueva normalidad, primero yo quiero señalar que no queremos volver a esa normalidad que vivimos, que efectivamente hay que crear una nueva. Y si se plantea crear una nueva, yo creo que tiene que ser mejor que la anterior. Lo que faltan son propuestas propositivas para señalar cómo vamos a estar mejor. Claro, depende para quién. Nosotros ahora nos estamos comunicando por zoom y hay 200, 300, 500 personas mirando. Pero hay probablemente millones de personas en la Argentina primero que no saben qué es el zoom, En segundo lugar, que no tienen acceso a él. Y esto lo vemos en toda la región, no voy a abundar en ejemplos de qué sucede en América Latina y el Caribe, incluso Chile, tomado como modelo durante tantas décadas con el famoso mito del crecimiento, país considerado desarrollado y ahora resulta que según el último censo en Chile hay más de 800 campamentos, que en nuestro lenguaje vendrían a ser asentamientos, con 47 mil hogares, peor que una villa miseria porque no tienen luz, no tienen agua. Algo que descubrió hace poco el saliente Ministro de Salud de Chile. Claro. Porque estaba tapado y se había normalizado taparlo. No sólo los asentamientos, lo que “descubrimos” ahora en Chile con la pandemia es que hay gente que no tiene agua potable. Entonces creo que eso también implica renunciar a determinadas cosas. El problema es que el famoso sentido común de la Argentina se construye a través de los grandes medios de comunicación que le hablan a una clase media desesperada porque no va a tener acceso al zoom y no le hablan a millones de personas que no van a tener acceso a un plato de comida. Nuestro gran desafío es plantear que no se puede volver a aquella normalidad, naturalizada como normalidad, entre comillas, y que hay que construir un nuevo plan para la inmensa mayoría de la población. De modo de lograr mejor una nueva normalidad o cambiar el ítem que utilicemos para dejar de depender de los 68


informes agoreros de los organismos internacionales. De hecho, ya hay algunos países que están dejando de utilizar esos informes como criterio fundamental.

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Segundo panel: La deuda externa, la pandemia y la salida de la crisis Documento de base: La deuda externa argentina, una trampa recurrente Mario Rapoport y Noemí Brenta



Introducción

La deuda externa recorre buena parte de la historia económica argentina. Desde los primeros años de vida independiente, los préstamos externos fueron acumulándose y con ellos la incapacidad de pagarlos. Los ciclos económicos internacionales tuvieron en el endeudamiento externo argentino un mecanismo principal de transmisión, en el que influyó de manera incontrastable la coyuntura interna, que dio al endeudamiento matices políticos. Las reglas impuestas por los acreedores condicionaron las políticas económicas locales, en forma tal que esos financiamientos, que debían suplir la escasez de capital interno y de divisas para el desarrollo, se convirtieron invariablemente en una traba mayúscula. La mayoría de esos préstamos fueron contraídos a tasas elevadísimas y con condiciones lesivas para la soberanía nacional. Además, no sumaron recursos a la producción, y una parte sustancial se desvió hacia la especulación y el consumo suntuario. Como las deudas con el exterior no se destinaron a fortalecer el aparato productivo, al final de cada ciclo de endeudamiento sobrevinieron profundas crisis monetarias, fiscales y de balance de pagos, con su correlato de depresión, desempleo y miseria. Este artículo recorre las distintas etapas del endeudamiento externo argentino y reflexiona sobre la reiteración de los ciclos de la deuda, su vinculación con el contexto internacional y los altibajos del país en la defensa de la soberanía jurídica, desde el primer gran empréstito con la banca británica hasta la actualidad, cuando la amenaza de un nuevo default acecha tras cuatro años de endeudamiento global y local. Los inicios: el empréstito Baring

El primer hito en la historia del endeudamiento argentino fue el empréstito Baring. Este preanunciaba todos los vicios que caracterizarían a los procesos de endeudamiento futuros: sobretasas, corrupción, condicionamientos externos sobre la política interna, desvío de fondos, opacidad en el uso de los 73


recursos, etc. Ocurrió en el marco de las disputas entre Inglaterra, Francia y un ascendente Estados Unidos, por afirmar su influencia en el Río de la Plata, y no fue ajeno al reconocimiento británico de la independencia argentina. En el marco de un ambicioso programa de reestructuración política y económica de carácter unitario, cuyo mentor era Bernardino Rivadavia, el gobierno de Buenos Aires contrajo en 1824 un empréstito de 1.000.000 de libras esterlinas con la banca Baring Brothers de Londres. Su objeto era proveer fondos para construir un puerto de atraque directo en la ciudad de Buenos Aires, instalar una red de agua corriente, y fundar tres ciudades en la provincia para defender su frontera, obras de vital importancia para el desarrollo del programa; también se esperaba obtener metálico para fortalecer el circulante y las arcas del Banco de Descuentos (o Banco de Buenos Aires). La operación contemplaba un interés del 6% anual, más un desembolso del 0,5% como fondo de amortización, esto sumaba aproximadamente el 13% de los ingresos de la provincia, una carga excesiva que anticipaba dificultades. La provincia otorgó en garantía bienes, rentas y tierras públicas, cuya venta fue prohibida. La casa británica tomó el empréstito al 70% de su valor nominal y dedujo por anticipado dos años de intereses y amortización (£ 120.000 y £ 10.000). En definitiva, el gobierno de Buenos Aires recibió apenas 570.000 libras. Además, la Baring casi no envió oro, sino letras de cambio contra comerciantes británicos radicados en Buenos Aires para que éstos abonaran las sumas indicadas al gobierno provincial. Los fondos no se aplicaron a las obras; sino a la guerra con el Imperio del Brasil y a préstamos a terratenientes, comerciantes y financistas que los emplearon en negocios y actividades especulativas.17 Hasta 1856 no se contrajeron nuevos empréstitos externos. Pero en 1857 recomenzó un intenso endeudamiento. En 17 Véase Miron Burgin, Aspectos económicos del federalismo argentino, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1975, pp. 87-88; Raúl Scalabrini Ortiz, Política británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Plus Ultra, 2001, pp. 69-90 y H. S. Ferns, Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1974, cap. 5.

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ese año, cuando la deuda ascendía a 2.500.000 libras, el gobierno provincial concretó el arreglo de pago definitivo, reconociendo intereses atrasados por l.641.000 libras, y a principios del siglo XX el empréstito se canceló definitivamente. Se calculó que Argentina terminó pagando 4 libras por cada una recibida. De las nuevas corrientes de capital a las crisis de 1890 y 1913

La primera corriente importante de capitales extranjeros, casi exclusivamente británicos, hacia la Argentina comenzó en la presidencia de Bartolomé Mitre, y duró hasta la crisis mundial y doméstica de 1873/75. La mayor parte de los fondos, el 56,2% en 1875, se destinó a empréstitos gubernamentales. Inicialmente ellos apuntaron a cubrir necesidades presupuestarias, en especial los gastos militares por la guerra con el Paraguay. Luego se aplicaron también a obras de infraestructura y vías férreas, y fueron acompañados por inversiones directas de compañías privadas sobre todo en ferrocarriles, servicios públicos, bancos e industrias. La detención del influjo de capitales desde la crisis mundial de 1873 revirtió ese movimiento y redujo las reservas tan abruptamente que el gobierno decretó la inconvertibilidad. Ya resuelta la existencia de un Estado Nacional y la capitalización de Buenos Aires, el gobierno de Roca procuró desde 1881 crear un sistema monetario nacional, con un único circulante en todo el país. A fines de 1883 se estableció el patrón oro y se aseguró el reemplazo de los billetes en circulación por otros, a la par con el oro. Pero ese sistema frágil no contaba con reservas metálicas acumuladas sino con el oro que se esperaba obtener por nuevos empréstitos.18 Desde principios de la década de 1880 se reanudó la corriente de capitales, compuesta de inversiones directas y sobre todo de grandes empréstitos. Así, la deuda externa total, de 33 millones de pesos oro en 1880, había aumentado casi diez veces a fines del decenio y llegaba a 300 millones. Ya en 1885

18 Véase Raúl Prebisch, “Anotaciones sobre nuestro medio circulante” en Obras, 19191948, Fundación R: Prebisch, T. 1, 1991, Buenos Aires, pp. 134-138.

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una crisis obligó a abandonar el patrón oro y la convertibilidad. Simultáneamente, comenzó un ciclo especulativo que culminaría con la crisis de 1890, atizado por la liquidez proveniente de los préstamos externos y la debilidad del sistema bancario. La Ley de Bancos Nacionales Garantidos propulsada por el presidente Juárez Celman, permitió crear una veintena de bancos de emisión en el país. Pero como éstos solo podían funcionar con garantía de títulos de deuda pública, depositando en el Banco Nacional el oro sellado destinado a la compra de esos fondos, los bancos tomaban empréstitos externos aumentando su endeudamiento y las maniobras especulativas, desentendidos de la producción y el comercio. Además, el gobierno nacional colocaba nuevos títulos para cancelar vencimientos de préstamos o cubrir garantías otorgadas por la construcción de los ferrocarriles y obras públicas.19 El cóctel de endeudamiento, déficit comercial, especulación, negocios turbios y exageradas expectativas de una rápida expansión económica, tornaron la euforia en crisis, cuando asomó la incapacidad de atender las deudas. Sobrevino una corrida bancaria y cambiaria, el ahogo financiero del gobierno, la quiebra de bancos y empresas, inflación, ajustes fiscales, deterioro del poder adquisitivo de los asalariados y, finalmente, cesación de pagos. El cimbronazo mostró que la estructura productiva presentaba flancos vulnerables importantes, especialmente en sus cuentas externas.20 Desde ese momento, en los períodos de iliquidez internacional, las perturbaciones serían moneda corriente. Además, las tensiones económicas potenciaban los conflictos políticos; la crisis de 1890 se conjugó con una revolución e intrigas palaciegas que terminaron con el mandato de Juarez Celman. La Casa Baring, emblema de los negocios financieros de

19 Vicente Vazquez Presedo, El caso Argentino. Migración de factores, comercio exterior y desarrollo: 1875-1914, Eudeba, Buenos Aires, 1971, p. 31. 20 R. Prebisch, op. cit.

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Argentina con el exterior, estuvo a punto de pagar sus malos negocios con su propia quiebra, de la que fue rescatada sobre todo por el gobierno argentino21. Las febriles negociaciones desembocaron en un acuerdo con los acreedores, en enero de 1891, negociado con un comité designado por el Banco de Inglaterra y encabezado por el Barón Rothschild. Por tres años Argentina quedó dispensada de pagos a Europa e inhibida de solicitar nuevos préstamos extranjeros. El empréstito de consolidación fue garantizado por las rentas aduaneras, aval muy cuestionado porque arriesgaba los únicos ingresos seguros del Estado. El acuerdo no descomprimió las tensiones. Una estabilidad duradera dependía, entre otras cosas, del saneamiento del sistema bancario, tarea a la que se abocó Carlos Pellegrini en su presidencia, quien completó el mandato de Juárez Celman. En ese derrotero, el gobierno argentino entendió en noviembre de 1891 que los bancos extranjeros estaban acumulando oro para especular con posibles aumentos de su precio, mientras distribuían grandes dividendos en medio de la crisis. Por ese motivo, se aplicaron diversas medidas que, directa o indirectamente, apuntaban contra ese grupo de bancos. Así, se prohibió la venta de oro en la bolsa y la circulación de monedas de oro extranjeras y se implementó un impuesto del 2% a todos los depósitos en bancos extranjeros22. Entre 1890 y 1892, la deuda creció debido al préstamo de moratoria (£ 15 millones), descontadas las cancelaciones y amortizaciones. A mediados de 1893 el Arreglo Romero, apellido del entonces ministro de Hacienda, alargó los plazos de pago de los intereses y amortizaciones de la deuda, y estableció montos anuales fijos. Los servicios completos volvieron a abonarse normalmente desde 1897. Una debilidad de la etapa agroexportadora fueron los magros

21 Véase H. S. Ferns, “The Baring Crisis Revisited”, Journal of Latin American Studies, Vol. 24, parte 2, mayo 1992. 22 H. S. Ferns, op. cit, 1974, pág. 460.

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ingresos tributarios23, insuficientes para cubrir los gastos de un Estado en expansión, que apelaba al endeudamiento para financiar los déficits fiscales. Pero el eje principal giraba en torno al valor externo de la moneda y a la posibilidad o no de realizar una política monetaria mediante una alternancia de tipos de cambio fijos y convertibilidad, por un lado, y moneda inconvertible, por otro. José Antonio Terry, ministro de Hacienda de varios gobiernos de la época, planteaba que el desorden monetario, las crisis financieras y los procesos inflacionarios de entonces estaban estrechamente relacionados al endeudamiento externo. En la expansión “los gobiernos y particulares –decía Terry- realizan nuevas operaciones de crédito, y el dinero que ingresa al país por razón de empréstitos, es nuevo elemento de actividad y de especulación. [...] el exceso de la importación sobre la exportación y el servicio de los capitales extranjeros obliga a la extracción de numerario [...] y [termina] por producirse escasez o pobreza en el medio ambiente de la circulación”24

23 La incidencia fiscal en Argentina era muy inferior a la de países comparables, como Australia, de allí las dificultades para financiar el gasto público. La recaudación tributaria argentina dependía fuertemente de los impuestos aduaneros y recién en 1931 se estableció un impuesto sobre los ingresos (Levy y Ross, 2008, 170). 24 José A. Terry. La crisis 1885-1892, El sistema Bancario, El Ateneo, 1893, Bs. As. pp. 8-9

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CUADRO 1 Argentina. Deuda pública externa Por gobierno: 1824-1900

Fuente: Elaboración propia25 y Galasso (2002). En la economía abierta agroexportadora la emisión de dinero dependía de las fluctuaciones del balance de pagos, y, según las ideas librecambistas de la hegemonía británica, para lograr estabilidad debía establecerse un régimen atado al automatismo del patrón oro y al funcionamiento de una caja de conversión, con sus costos inherentes sobre la producción y el crecimiento. Esta pretensión siempre condujo a serias crisis económicas, como en

25 Ver Mario Rapoport, Historia, económica, política y social de la Argentina (18802003, revisada y actualizada) Buenos Aires, Debate, 2020, Ediciones anteriores. Emece, Ariel, Macchi), Norberto Galasso, De la banca Baring all FMI, Historia de la deuda externa, Buenos Aires, 2002.

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1873, 1885, 1890 y 191326. Pero una economía tan ligada a las fluctuaciones del comercio exterior y que no producía oro solo podía tener un tipo de cambio estable y moneda convertible con una balanza comercial permanentemente favorable, lo que no ocurrió en la década de 1880. Además, prevalecían los intereses de los estancieros y los exportadores, que preferían una moneda devaluada porque acrecía sus ingresos, al aumentar los precios internos de los productos que vendían al mundo, mientras los salarios y otros costos en moneda nacional subían en menor proporción.27 La situación cambió a fines de la década de 1890 cuando el ingreso de oro por el boom agroexportador comenzó a apreciar la moneda. Para frenar esa revaluación, exportadores y productores agropecuarios exigieron volver al tipo de cambio fijo y a la convertibilidad. Silvio Gesell fue el teórico de este retorno al patrón oro. Su libro La cuestión monetaria, de 1898, justificaba esa idea para evitar la valorización de la moneda, causa para él de todos los males. “Para lograrlo –decía- debe existir el proyecto de volver al sistema monetario metálico” a través de un tipo de cambio fijo y del funcionamiento de la Caja de Conversión.28 Así sucedía en Gran Bretaña, que estaba guiada como la Argentina por las exigencias de la libertad de comercio. Para Raúl Prebisch, la conversión solo funcionaba con balances de pagos favorables que garantizaran el pago de la deuda. En caso contrario resultaban “plantas de invernadero

26 Sobre las características de las crisis económicas de la época agroexportadora, ver P. Gerchunoff, F. Rocchi y Gastón Rossi, Desorden y progreso, Las crisis económicas argentinas, 1870-1905, Edhasa, Buenos Aires, 2008; Mario Rapoport, (op.cit) 2012. 27 Véase The Financial Times, 07-06-1886, donde acusa a los estancieros de ser el mayor enemigo de la política argentina, porque pagan sus gastos en papel moneda y obtienen altos precios en oro por la venta de sus productos. 28 Citado en M. Fernández López, Cuestiones económicas argentinas, a-Z Editora, Bs. As. 2000, p, 22. De origen alemán, Gesell vivió varios años en la Argentina y fue citado elogiosamente por Keynes en su Teoría General.

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alimentadas con la savia inconstante del oro extranjero29, como ocurrió en el fastuoso año del centenario donde casi todo el pasivo se cubrió con nueva deuda. José María Rosa, el ministro de hacienda que implementó la Ley de Conversión de 1899, reconoció públicamente otro motivo para mantener una tasa de cambio fija y el patrón oro: “Los capitales extranjeros huyen de todo país en los que la moneda es inestable. La Comisión inglesa (que estudió el tema para la India) tuvo muy en cuenta el testimonio de Alfred Rothschild quien dijo que los capitales ingleses afluirían (allí) si hubiera una relación fija de cambio entre los dos países”30 Esto no era totalmente cierto, y dependía también de la plétora de capitales en las metrópolis; por ejemplo, tras la salida del patrón oro en 1885 los capitales ingleses siguieron fluyendo a la Argentina hasta que sobrevino una nueva crisis en 1890. La búsqueda de mayor rentabilidad, los préstamos sin control, la responsabilidad de la Baring Brothers en esta situación, responden no solo a las necesidades de los deudores sino también a la codicia de los acreedores. Prebisch sostenía que “las causas de las corrientes extraordinarias de préstamos [...] que venían a la Argentina habrá que buscarlas, en gran parte, en los países exportadores de capitales” [...] “Cuando en los mercados monetarios europeos hay confianza y prosperidad los déficits de nuestros balances de pagos [...] son [...] compensados por los nuevos préstamos, y la exportación de oro no se hace necesaria. Pero cuando [esos] mercados monetarios se ponen en tensión y sube la tasa de descuento, se paraliza la exportación de capitales, y nuestros balances de pagos se desequilibran”31 Así se generaban las crisis económicas, en un análisis que preanuncia treinta años antes el

29 R. Prebisch, op. cit., pp. 164-165. 30 Citado en M. Fernández López, (2000), p. 36. 31 R. Prebisch (1991), pp. 125-126, nota al pie; una opinion parecida es la de Derek Aldcrof, “El problema de la deuda externa desde una perspectiva histórica”, Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, Nº 17, 1999.

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germen de su teoría centro-periferia. En ese proceso intervenían, por un lado, los movimientos internacionales de capital, muchos de naturaleza especulativa y, por otro, la confianza sobre la evolución de las variables económicas y monetarias internas. También contaba el lapso necesario para que las inversiones fructificaran, que no coincidía con el de la devolución de los préstamos. La salida de la crisis de 1890 conjugó la expansión de las exportaciones que denotaba la maduración del modelo agroexportador, y la caída de las importaciones por la recesión y la devaluación del peso32. Nuevos capitales externos entraron a partir del primer lustro del siglo xx, pero fueron menos de un tercio de los capitales ingresados hasta ese momento, además otros competidores, especialmente Estados Unidos, ya cuestionaban el predominio británico. La deuda continuó creciendo hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. En 1913 el desequilibrio externo desató una nueva crisis produciendo quiebras en cadena y obligando al gobierno en 1914 a suspender la convertibilidad. Los servicios de la deuda muestran simultáneamente la suba del endeudamiento y su importancia en el balance de pagos. Luego de la moratoria posterior a la crisis de 1890, los intereses pagados crecieron continuamente y en el trienio previo al estallido de la guerra triplicaban su valor antes de la crisis (Cuadro 2).

32 Las exportaciones pasaron de un promedio de £16 millones en 1881-1890 a £ 24 millones en 1891-1900; y las importaciones, que alcanzaron un máximo de £ 33 millones en 1889, descendieron a £ 13,4 millones en 1891 y promediaron £ 22 millones en 18911900 (datos de las “Estadísticas Históricas Argentinas”, Vázquez Presedo, 1971).

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CUADRO 2 Argentina. Empréstitos e inversión extranjera, servicio de la deuda externa y balanza comercial, 1881-1914 En millones de pesos oro

El pago de la deuda externa fue suspendido en 1891 y reanudado en 1894. Elaboración propia. Fuentes: J. H. Williams, Argentine International Trade under Inconvertible Paper Money, 1880-1900, Cambridge, Massachussets, Harvard University Press, 1920. Tercer Censo Nacional, 1914, Tomo VIII. Walter Beveraggi Allende, El servicio del capital extranjero y el control de cambios. México, 1954.

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La volatilidad del período de entreguerras, la crisis de 1929 y el escenario de la Segunda Guerra Mundial

La primera posguerra y, en particular, la década de 1920 fue un período de extrema volatilidad. Argentina dependía mucho de las fluctuaciones de la economía mundial y recibió fuertes entradas de capitales, sobre todo estadounidenses, como inversión y para financiar importaciones. La convertibilidad retornó en 1927, pero el auge de la bolsa de Nueva York, un año más tarde, produjo una gran fuga de capitales que, junto con el descenso de los precios de los productos argentinos de exportación, frustró esa política. La crisis mundial desatada en 1929 generó grandes dificultades al modelo agroexportador. Los precios y el volumen de las exportaciones cayeron drásticamente, mientras las principales potencias tendían a repatriar sus capitales. Por otra parte, la producción agropecuaria ya mostraba signos de estancamiento, mientras arreciaba la competencia de otros países productores. A diferencia de la mayoría de los países endeudados, Argentina continuó el servicio de su deuda, e introdujo medidas para ajustar sus saldos comerciales y controlar el mercado de cambios. Con la creación del Banco Central en 1935 y el pago con reservas de deudas con Estados Unidos en la segunda mitad de la década de 1930 el endeudamiento externo se redujo parcialmente.

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CUADRO 3 Argentina. Deuda pública externa Por gobierno: 1916-1938

Fuente: ídem cuadro 1. Los sucesivos superávits comerciales obtenidos durante la Segunda Guerra Mundial terminaron liberando a Argentina transitoriamente de su endeudamiento externo.33 Finalizada la guerra el país era acreedora de su antigua metrópolis, porque gran parte de sus superávits comerciales estaban constituidos por libras bloqueadas con garantía oro en el Banco de

33 Walter Beveraggi Allende, El servicio del capital extranjero y el control de cambios, FCE, Buenos Aires, 1954, pág. 67.

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Inglaterra.34 Esto permitió al país en los inicios del gobierno peronista saldar totalmente la deuda externa y nacionalizar las empresas de servicios públicos. Pero, hacia fines de la década se sumaron diversos problemas para la economía argentina. La industrialización requería dólares para comprar en Estados Unidos, el único proveedor disponible de los productos que se necesitaban. Pero las dificultades impuestas a las exportaciones por la inconvertibilidad de la libra, la implementación del plan Marshall (que preservó los mercados europeos para Estados Unidos), y el deterioro de los términos del intercambio, llevaron a una crisis del sector externo. Si bien en 1950 el gobierno argentino avaló un préstamo del Eximbank por 125 millones de dólares (otorgado a un consorcio de bancos privados y oficiales) se destinó principalmente a pagar deudas comerciales con las empresas estadounidenses radicadas en el país35. De todos modos, los superávits comerciales de 1953 y 1954 permitieron reducir la nueva deuda pública externa en 1955 a un monto equivalente a solo el 6% de las exportaciones anuales.

34 Véase Jorge Fodor, “The Origin of Argentina’s Sterling Balances, 1939-1943” en The Political Economy of Argentina 1880-1946 editado por Guido Di Tella y D.C.M. Platt, New York, 1986; Pedro Skupch, “Las relaciones económicas anglo-argentinas en la post-guerra: entre la convertibilidad y el bilateralismo”, Nº 35/36, 2009, Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, Nº 35/36, 2009. 35 Mario Rapoport y Claudio Spiguel, Relaciones Tumultuosas, Estados Unidos y el primer peronismo, Bs.As. Emece, 2009. pp. 319-327.

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CUADRO 4 Argentina. Deuda pública externa por gobierno: 1943-1955

Fuente: ídem cuadro 1. De la posguerra a la crisis del dólar y del petróleo

Tras el derrocamiento del peronismo se afianzó un proceso de liberalización financiera, al ingresar el país a los organismos financieros internacionales, el FMI y el Banco Mundial. Poco antes, la Argentina firmó los acuerdos financieros con los países del Club de París, para consolidar a diez años las deudas oficiales y comerciales argentinas de corto y mediano plazo, como parte de la nueva orientación de la política exterior. Las negociaciones del Club de París convirtieron deuda comercial en financiera, desde que Argentina debió denunciar los acuerdos bilaterales que tenía con otros países, para adherir a los principios del multilateralismo. También procuraba así obtener ingresos de divisas, frente a una relación bastante comprometida entre la deuda de corto plazo y las reservas. Esa tendencia se consolidó en 1957 con la firma de un acuerdo en el primer tramo de crédito del FMI.

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CUADRO 5 Argentina. Deuda pública externa por gobierno: 1956-1962

Fuente: R. Prebisch, Informe preliminar acerca de la situación económica, Secretaría de Prensa de la Presidencia de la Nación, 1955 y FMI. El balance de pagos revela el fuerte endeudamiento argentino entre 1957 y 1962. La cuenta Capitales incluye entradas de préstamos del BIRF (Banco Mundial), del Banco Interamericano de Desarrollo (BID, creado en 1959), del Eximbank y del Tesoro estadounidense. También figuran anticipos y créditos comerciales a corto plazo, inversiones directas y distintos movimientos a corto y largo plazo, particularmente durante el gobierno de Frondizi entre 1958 y 1962.

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CUADRO 6 Argentina. Balance de pagos: rubros principales y exportaciones Millones de dólares

* No compensatorios Fuentes: elaboración propia con datos de Mallon y Sourrouille (1976) y BCRA El gobierno de Illia (1964-1966) redujo la deuda externa, apoyado por los superávits comerciales y una política económica más autónoma respecto al capital externo. Sin embargo, durante los gobiernos militares de 1966-1973 la deuda aumentó nuevamente. Adalbert Krieger Vasena, ministro de economía entre 1967 y 1969, impuso una política de tipo de cambio fijo, redujo los aranceles y avanzó en la liberalización de los flujos de capitales, en un anticipo de las políticas neoliberales posteriores. La deuda externa privada se triplicó. El mayor endeudamiento incrementó los servicios financieros, que desde principios de 1960 afectaron cada vez más el balance de 89


pagos y el gasto público. El desnivel entre el déficit de los intereses de la deuda y el saldo comercial se intensificó en los años 1970, cuando la crisis internacional aumentó los precios de las importaciones petroleras y redujo los de las exportaciones argentinas. Aunque la deuda no revestía aun gran magnitud, la restricción externa al crecimiento en la economía argentina se presentaba cíclicamente como crisis de balance de pagos (ciclos de stop and go), teorizados por diversos economistas de aquella época. Al atraso cambiario y los déficits comerciales por el auge de las importaciones y la inelasticidad de las exportaciones, seguían devaluaciones, severos planes de ajuste y un mayor endeudamiento en divisas propiciado por los organismos financieros internacionales A su vez, a lo largo de toda la historia argentina, el acceso al crédito dependió de los ciclos económicos de los países desarrollados. Excepto en la Gran Depresión, en las fases ascendentes del ciclo, la fortaleza del proceso de inversión en los países desarrollados dejaba poco capital para prestar a países periféricos como la Argentina. Por el contrario, el país se “beneficiaba” en épocas de vacas flacas. La caída de la rentabilidad en los países centrales en las fases descendentes alentaba operaciones más riesgosas, pero mucho más rentables en la periferia. El período comprendido entre el final de la Segunda Guerra y el fin de los “años dorados” del capitalismo no parece una excepción. En general, se notaba una demanda de la mayoría de los gobiernos argentinos por tomar fondos, así como una escasez en la oferta de créditos, asociada a las altas tasas de crecimiento e inversión de los posibles países prestamistas. Ello moderó el endeudamiento, más que una política deliberada. A excepción de los gobiernos de Perón e lllia, donde las políticas domésticas y las coyunturas interna e internacional permitieron, en ciertos años, prescindir de nuevos préstamos y también pagarlos total o parcialmente. De todos modos, los recurrentes problemas en el balance de pagos conducían periódicamente a ásperos procesos de negociación con los acreedores, más frecuentes a partir de las 90


primeras turbulencias en la economía internacional. Al momento del derrocamiento del gobierno constitucional en 1976, el problema externo era uno de los principales, y las negociaciones con la banca acreedora y el FMI para obtener fondos frescos pasaron al primer lugar. CUADRO 7 Argentina. Deuda externa pública y privada, 1963–1974 En millones de dólares

Fuentes: Elaboración propia con datos del BCRA. La expansión del endeudamiento externo con la dictadura y el regreso a la democracia (1976-1989)

A principios de la década de 1970 la crisis del dólar y la del petróleo, generaron en los países centrales una plétora de capitales que comenzaron a reciclarse a través de préstamos bancarios a los 91


países periféricos. Ello facilitó a la dictadura del llamado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) el financiamiento necesario para imponer su política económica -precursora del neoliberalismo en el mundo- en base al terrorismo de Estado, con una severa represión de las fuerzas populares, una baja en el nivel de vida de la mayor parte de la población y una profunda desindustrialización. Estas políticas recibieron el respaldo de los organismos financieros internacionales para quienes dictaduras como las de Pinochet en Chile y Videla en Argentina, representaban cabalmente la inserción de los países en desarrollo a los circuitos financieros que imponía el capital internacional. Una contribución decisiva para consolidar esta estrategia fue la reforma financiera argentina de 1977 diseñada por el ministro de economía de la dictadura militar, José Alfredo Martínez de Hoz (h). Esa reforma instaló en una posición hegemónica al sector financiero, que quedó a cargo de la absorción y asignación de recursos en la economía, liberalizó las tasas de interés y anudó los vínculos entre el mercado financiero local y el internacional. Los ingresos de los trabajadores fueron reducidos en un 40% y comenzó un proceso de desindustrialización que se acentuaría en los gobiernos siguientes. Una de las operatorias que aportó a la deuda externa del sector privado, luego estatizada, consistía en endeudarse en dólares y cambiarlos a pesos para aprovechar las altas tasas de interés locales, y luego convertirlos nuevamente en dólares para fugarlos al exterior. El gobierno facilitó este proceso con una “tablita cambiaria”, un cronograma anticipado de pequeñas devaluaciones, que rigió desde diciembre de 1978 hasta comienzos de 1981. Los capitales especulativos se beneficiaron del elevado diferencial entre las tasas de interés en dólares y en pesos, en un contexto inflacionario de tres dígitos durante todo el período 1976-83 (la inflación durante la dictadura osciló en un máximo de 343% en 1983 y un mínimo de 100,8%). Se generó así un sistema explosivo, donde el endeudamiento aumentaba la necesidad de ingresos futuros en divisas para servir los préstamos, en tanto se 92


aceleraba la fuga de capitales. El endeudamiento externo pasó de 8 millones de dólares en 1974 a 45 millones de dólares en 1983.36 Dicho sistema, perjudicó al conjunto de la sociedad mientras benefició a determinados grupos, como funcionarios que transfirieron recursos a cuentas bancarias externas o compraron activos en el extranjero, financistas y empresarios que aprovecharon la especulación, y las Fuerzas Armadas, que adquirieron por más de 10.000 millones de dólares. Mediante la fuga de capitales, las empresas que habían contraído deudas en el exterior, cancelaban los pasivos sin declararlo, lo que les permitió beneficiarse con la estrategia oficial posterior de estatizar la deuda de los privados. Sin embargo, desde 1979, los crecientes déficits fiscales de Estados Unidos y el cambio de su política monetaria llevaron a la Reserva Federal a incrementar fuertemente las tasas de interés a fin de frenar la inflación. El financiamiento internacional se volvió caro y escaso, dificultando obtener fondos frescos y afrontar los pagos de intereses. Luego del derrumbe del esquema inicial, a partir de junio de 1981, nuevos mecanismos permitieron mantener los negocios vinculados a la deuda. El Banco Central ofreció un seguro de cambio, con una prima de 2% mensual, y una fórmula de indexación que buscaba quitar riesgo a las operaciones crediticias. En esas condiciones, varios grupos empresarios se aseguraron divisas a futuro al precio del momento para cancelar sus pasivos; la inflación hizo el resto, licuando las deudas privadas mientras el Estado tomaba préstamos en dólares para mantener la operatoria. El primer paso de la estatización de la deuda externa privada quedaba consumado, y con él un costoso fraude que pagó el grueso de la sociedad. En 1982, el Estado asumió la mayor parte de la deuda privada externa transformándola para los empresarios en deuda interna a una tasa de cambio fija. A ello se añadieron subsidios compensatorios de la devaluación de

36 Ver Calcagno, 1985.

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inicios de la crisis, y operaciones de pases y swaps. La salida masiva de divisas fue financiada por nueva deuda, esta vez de empresas del Estado como YPF (contrajo más de 5.000 millones de dólares sin explicación en su operatoria productiva), que giraban las divisas al BCRA para entregarlas a los especuladores en fuga. El endeudamiento legado por la dictadura, cinco veces superior a las exportaciones anuales e incrementado por el alza de las tasas de interés, exigía elevados excedentes comerciales y fiscales para atenderlo. La deuda externa se multiplicó por cinco, llegando a 45 mil millones de dólares hacia el fin de la dictadura. Alejandro Olmos y otros denunciaron la ilegitimidad de gran parte de esa deuda, producto del terrorismo, la corrupción y los movimientos especulativos, y un fallo del juez Ballesteros condenó a sus responsables en el año 2000, aunque las penas ya estaban prescriptas.37

37 Ver Alejandro Olmos, Todo lo usted quiso saber sobre la deuda externa y siempre le ocultaron, Ed. de los Argentinos, Buenos Aires, 1990.

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CUADRO 8 Argentina. Deuda externa pública y privada, 1975-1983 Millones de dólares a fin de año

Fuente: Memorias del BCRA. Cuando asumió el presidente Raúl Alfonsín, los pagos atrasados sumaban 3,2 mil millones de dólares. La nueva administración intentó renegociar la deuda con firmeza, y procuró sin éxito crear un club de deudores latinoamericanos. Pero la intransigencia de los bancos acreedores y de los organismos financieros internacionales, la magnitud del esfuerzo para alcanzar los equilibrios macroeconómicos y el débil sustento político del gobierno, deterioraron la estrategia primigenia. Las condiciones negativas en los mercados internacionales obligaron a un ajuste interno severo a fin de obtener el saldo 95


comercial necesario para cubrir los servicios. El Plan Austral contribuyó poco a fomentar un crecimiento sostenido, dado que la estructura económica carecía de una firme base exportadora o sustitutiva de importaciones. El ajuste permitió un superávit comercial razonable, pero en un marco recesivo que deterioró las cuentas públicas. Así, también la deuda interna fue creciendo, dando lugar a un “festival de bonos” que alimentó, una vez más la rueda especulativa38. La deuda externa creció unos 15 mil millones de dólares hasta 1989, provocando el fracaso de las políticas económicas y derivando en una corrida cambiaria que llevó a un proceso hiperinflacionario en el que participaron intereses locales. La crisis y la hiperinflación coronaron el ocaso de un gobierno acosado por las debilidades propias, los grupos de intereses creados bajo el ala de dictadura, las rivalidades políticas, y la creciente dureza de los acreedores y los organismos financieros multilaterales. Una nueva fase de endeudamiento masivo (1990-2001). La convertibilidad

Luego de la entrega anticipada del mandato presidencial, se consolidó un modelo que con idas y vueltas venía fortaleciéndose desde 1976, comandado por los grandes grupos económicos ligados al capital transnacional. El desempeño de la economía argentina en la década de 1990 quedó ligado a la entrada de capitales extranjeros y a las condiciones nuevamente favorables en los mercados financieros internacionales. La situación difería de la de finales de los ‘70. Ahora, no solo importaba el exceso de liquidez mundial, sino también el balance de lo ocurrido –a pesar de la crisis, los países endeudados habían realizado pagos cuantiosos-, el desarrollo de nuevos productos financieros y el

38 Cf. Guillermo Rozenwurcel y Marcelo Sanchez, “El sector externo argentino desde la crisis de la deuda”, Ciclos en la historia, la economía y la sociedad Nro. 6, 1994.

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fuerte diferencial de tasa de interés en relación a los EE.UU.39. Esto abrió el camino para las políticas neoliberales del gobierno de Carlos Menem, con absoluta aceptación del Consenso de Washington y de sus reglas propiciadas por el FMI y el establishment financiero internacional y local. A fines de 1989, ya durante el gobierno de Menem, se desató una nueva ola hiperinflacionaria, producto de una drástica devaluación y del descontrol económico, que superó 2000% en 1990. Esto dio lugar a la implementación al Plan Bonex, en enero, que congeló los depósitos a plazo de los ahorristas. Luego de un pequeño reintegro en efectivo, esos depósitos y los títulos de la deuda interna del Estado se convirtieron en bonos denominados en dólares, a rescatar en diez años. La “punción monetaria” acarreó pérdidas a los depositantes, redujo la liquidez y profundizó la recesión, pero la hiperinflación recortó fuertemente la deuda pública en pesos. Otras medidas sucesivas buscaron sanear las finanzas públicas preparando la etapa posterior que llegaría con la asunción de Domingo Cavallo como ministro de economía, en enero de 1991. Las brevas se hallaban maduras para un plan económico a medida de la ortodoxia neoliberal. Su objetivo aparente era frenar la inflación, en el marco de fuertes compromisos externos que venían del endeudamiento inaugurado por la dictadura, e implementar las reformas estructurales del Consenso de Washington. El régimen de convertibilidad, en verdad un tipo de cambio fijo entre el peso y el dólar de 1 a 1 que no respondía a la paridad del poder adquisitivo entre ambos países y permitía la conversión inmediata de pesos a dólares, otorgó al principio cierta estabilidad de precios e impuso un corset monetario, porque el aumento de la base quedaba sujeto al ingreso de divisas. Pero a medida que el contexto internacional empeoró, los inversores desconfiaron de la capacidad de Argentina para superar la recesión; a su vez 39 Mario Rapoport,“El Plan de Convertibilidad y la economía argentina (1991-1999)”, Economia e Sociedade, Revista do Instituto de Economía.Univ. de Campinas, Brasil.

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el país carecía de instrumentos de política monetaria y fiscal para enfrentarla, y se formó un círculo vicioso que condujo a una profunda depresión. La salida de capitales aumentó aún más las tasas de interés y el endeudamiento, cuya perversa dinámica llevaría finalmente al default en diciembre de 2001.40 El 7 de abril de 1992, la Argentina ingresó al Plan Brady, una reestructuración de la deuda conducida por el FMI que básicamente consistió en cambiar deuda pública bancaria en situación irregular que debilitaba el patrimonio de las entidades acreedoras, por bonos garantizados por el Tesoro de los Estados Unidos. Una parte de los bonos Brady argentinos se aplicó a pagar intereses, además de un pago en efectivo, saldando atrasos incurridos desde 1988. Además, esta reconversión de las deudas dificultó desde entonces identificar su ilegitimidad. Los bonos pudieron utilizarse como parte del pago de las privatizaciones, generando un excelente negocio privado a costa de menguar el patrimonio social. Con el plan Brady, las privatizaciones de los principales activos estatales y la del sistema previsional, el por entonces ministro Cavallo preveía “que la deuda bruta pública se estabilice en valores nominales en torno a los 46.000 millones de dólares, para comenzar a reducirse hacia 1997. Hacia el año 2000 es posible proyectar una relación deuda bruta pública/PBI del orden del 15,4%”. Fiel al precepto de que nadie es profeta en su tierra, sostenía que “neta de reservas y de garantías compradas con motivo del Plan Brady, la deuda pública será insignificante hacia fin de siglo.”41 En estas condiciones, se volvió a disparar una nueva corriente de endeudamiento, público y privado, cuya incidencia en expandir la producción fue tan escasa como en la segunda mitad de los ‘70. Por el contrario, alimentó una prolongada burbuja

40 Pierre Salama (1999), p. 14 41 Domingo Cavallo, “La reforma económica: volver a crecer”, en Informaciones del exterior, KAS, 1994, p. 37.

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especulativa, financió cuantiosos déficits comerciales y de cuenta corriente, y otra fuerte fuga de capitales. CUADRO 9 Argentina. Deuda externa bruta, intereses pagados y fuga de capitales, 1991-1999 Millones de dólares

Datos al 31 de diciembre de cada año. Fuente: Elaboración propia con datos del Ministerio de Economía. En lugar de iniciar una curva descendente, la deuda externa pública casi se duplicó, y la deuda privada se multiplicó por 14 entre 1991 y 1999. La deuda externa total creció un 127%, al 10,8% anual acumulativo entre 1993 y 2001.42 Los intereses pesaban cada vez más en las cuentas públicas y del sector externo, sumados a la remisión de utilidades de las empresas extranjeras, generaron un creciente drenaje de divisas. 42 Matías Kulfas y Matías Schorr, La deuda externa argentina. Diagnóstico y lineamientos para su reestructuración. CIEPP-OSDE, 2003, p. 25.

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Al inicio de la convertibilidad, el problema no se apreció en su magnitud, ya que las privatizaciones generaron ingresos en la cuenta capital, y fortalecieron las reservas. Pero, liquidadas las empresas públicas y, sobre todo, tras la crisis de México en 1994, el endeudamiento comenzó a mostrar su faceta más negativa. La sobrevaluación del peso agregó un problema, abaratando las importaciones y dañando la competitividad de las ventas al exterior y de la producción industrial argentina. De esta manera el ingreso de divisas por exportación mermó, la salida por importaciones creció, y la dependencia de los préstamos internacionales fue cada vez mayor. Desde 1994, las condiciones del mercado de capitales empeoraron. La crisis mexicana (“el efecto tequila”) impactó fuertemente en la Argentina. El alza de la tasa de interés en los Estados Unidos revirtió los flujos de dinero, el sistema bancario perdió depósitos rápidamente, la bolsa se derrumbó y las reservas cayeron, en el intento de salvar a varias entidades financieras de la bancarrota. El resultado fue una reestructuración del sistema financiero, con una banca más concentrada y extranjerizada, que cumplió un papel muy importante en el crecimiento de la deuda externa, como agentes de colocación de bonos de deuda pública. Desde 1994 el crecimiento económico fue errático, y a partir de 1998 comenzó una pertinaz recesión extendida durante los siguientes cuatro años. El ingreso de divisas por las privatizaciones y la inversión extranjera directa se minimizó, el endeudamiento era la casi exclusiva fuente de dólares, dinámica que llevó la deuda pública en ese año a 90.000 millones de dólares. En el año 2000 la deuda externa bruta, pública y privada superó los 150.000 millones de dólares, en tanto se acentuaba la fuga de capitales que llegó a acumular 115 mil millones.43 El contexto internacional de las crisis: asiática, rusa y de otros países tampoco era favorable. Era evidente que el deterioro de las cuentas públicas, a pesar del ajuste permanente, y el endeudamiento nuevo surgían de 43 Ver Eduardo Basualdo, Acerca de la naturaleza de la Deuda Externa y la definición de una estrategia política, FLACSO, Buenos Aires, 2000, p. 34.

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la imposibilidad de atender el servicio de la deuda. La crisis interrumpió casi totalmente el flujo de fondos frescos a los países periféricos. El año 2000, ya con el gobierno de De la Rúa, surgido de la alianza entre el radicalismo y otras fuerzas políticas, cerró con una deuda pública bruta de 128.018 millones de pesos, casi totalmente en moneda extranjera. El Estado se encontraba agobiado por una cuantiosa deuda externa que, a fines de 2001, superaba los 160.000 millones de dólares, incluyendo los bonos y letras de deuda pública en dólares en manos de las entidades financieras que el gobierno convirtió en préstamos garantizados con la recaudación de ciertos impuestos. Los intereses de la deuda pública se habían duplicado en cinco años; el 22% del gasto público debía destinarse a ese rubro. De la Rúa mantuvo la convertibilidad, para ello profundizó el ajuste fiscal, con José Luis Machinea y luego Ricardo López Murphy (que a los 15 días debió renunciar) en el ministerio de economía, a través del aumento de impuestos a los sectores medios, la rebaja de salarios y jubilaciones, la ley de flexibilización laboral y otras medidas, lo que redujo la demanda interna y agravó la situación. Asimismo, decidió aliviar al sector privado del peso de una hipotética devaluación y un default. Así a partir del año 2000 se permitió la cancelación de pasivos tributarios con títulos de la deuda pública, cotizados por debajo de su valor nominal y reconocidos por el Estado a su valor pleno. La desconfianza en el desalineado tipo de cambio y en la capacidad de repago de los compromisos adquiridos terminó por sacar al país del mercado de capitales, donde solo le ofrecían tasas de interés de dos dígitos. Ante la crisis en ciernes, con una acelerada salida de depósitos y fuga de divisas, en diciembre de ese año, el gobierno organizó junto al FMI la ingeniería financiera denominada blindaje, mientras organizaba un canje de bonos a mayores plazos. El organismo multilateral, junto con otros gobiernos y algunos bancos pusieron a disposición líneas de crédito por 40.000 millones de dólares a cambio de seguir el programa económico de ajuste ortodoxo. Pero la operación acrecentó la desconfianza, 101


y las medidas profundizaron la recesión. Cavallo, que había retornado al ministerio de Economía estableció el déficit cero, que contrajo aún más la actividad económica y los ingresos fiscales, y realizó un ruinoso megacanje de títulos soberanos. Esta operación no buscaba finiquitar el problema de la deuda, sino alargar los vencimientos a cambio de conceder títulos con mejores condiciones. Las tasas de interés implícitas resultaron altísimas, llevando incluso a disputas judiciales debido a las acusaciones de ilegalidad.44 Al deterioro de las finanzas nacionales se agregó otro problema: las disputas con las provincias, en crecientes dificultades para financiarse mientras que el gobierno central les reclamaba eliminar sus déficits y les recortaba las transferencias por coparticipación. El conflicto se alivió parcialmente a través de la emisión de cuasimonedas, que incrementaron la liquidez pese a la escasez de dólares, base de emisión de dinero primario. Esto contrariaba los intentos de dolarización propuestos por sectores del establishment argentino y estadounidense, ya que las cuasimonedas implicaba el deceso de hecho de la convertibilidad. El régimen alcanzó su punto final en 2001, con la permanente caída de las reservas internacionales del país, que debían respaldar la base monetaria. La fuga de capitales del sector privado no financiero fue en ese año de 30 mil millones de dólares. En este contexto, el gobierno decidió una serie de medidas que entraron en vigencia el lunes 3 de diciembre del 2001. Las principales disposiciones del “corralito” limitaron los retiros de las cuentas bancarias a 1.000 pesos o dólares en efectivo por mes, a razón de 250 semanales; restringieron la compra de divisas para viajes fuera del país y prohibieron las transferencias de divisas al exterior, con algunas excepciones. La política económica basada en el endeudamiento externo y la liberalización de todas las variables salvo dos, el tipo de cambio y la base monetaria, quedaba acorralada, con la idea de ganar tiempo para completar 44 Mario Cafiero, Deuda externa Argentina: evolución y determinantes, Buenos Aires, 2002.

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el canje de la deuda. Pocos días después, el FMI anunció que no liberaría el desembolso esperado de 1.264 millones de dólares, esto allanó el camino a la cesación de pagos. El esquema de la convertibilidad resultó un simple espejismo basado en falsas premisas: la Argentina no es Estados Unidos ni emite dólares y terminó con una crisis formidable. La responsabilidad del FMI en la crisis argentina es uno de los ejes de discusión de la problemática de la deuda externa. Durante años el organismo elogió las políticas del país, cuya economía estuvo bajo una continua auditoria de los técnicos del Fondo45. Los términos de la relación son por demás significativos: la deuda del sector público con organismos internacionales (FMI, Banco Mundial, BID y otros) sumaba 31.849 millones de dólares al 31 de marzo de 2002. Esta situación motorizó la discusión sobre la necesidad de contar con un mediador neutral, dado que el habitual interlocutor, el FMI, era también parte principal como acreedor en las negociaciones46.

45 Michael Mussa, La Argentina y el Fondo: del triunfo a la tragedia, Planeta, Buenos Aires, 2002. 46 Kunnibert Raffer, The final demise of unfair d***ebtor discrimination? Comments on Ms. Kruegers Speeches, Vienna, 2002.

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CUADRO 10 Argentina. Deuda externa total (Pública + privada + sector financiero) por gobierno, 1976-2001

Fuente: Elaborado con datos del Ministerio de Economía. La crisis económica más dramática de Argentina, fue acompañada por una crisis política y un estallido social, el 19 y 20 de diciembre de 2001, que obligó a renunciar al presidente De la Rúa. El 21 de diciembre no se atendieron los vencimientos del día, y el 23, primer día de su brevísimo mandato presidencial, Rodríguez Saa anunció la suspensión del pago de la deuda externa. La convertibilidad se derrumbó también, y el 10 de enero de 2002 se estableció el “corralón”, reprogramando las fechas de devolución de los depósitos a plazo fijo. Era necesario desdolarizar, un proceso muy complejo y conflictivo. A comienzos de febrero de 2002, el gobierno flexibilizó ligeramente el corralito y decidió algunos rasgos centrales de la pesificación. Las deudas en dólares de las empresas, grandes y pequeñas, se pesificarían a un tipo de cambio 1:1; los depósitos fueron pesificados a 1:1,4; se instrumentó una opción de bonos 104


en dólares por depósitos menores a 30.000 dólares, y una pauta de in dexación para los depósitos y créditos pesificados. Los bancos serían compensados por la pesificación asimétrica de débitos y créditos, de modo que las pérdidas se socializarían. La pesificación benefició a algunos sectores económicos y perjudicó a otros, sobre todo los de ingresos fijos. La moneda se devaluó fuertemente, a mediados de 2002 el tipo de cambio se estabilizó en 3,5 pesos. Por lo tanto, el PBI calculado en dólares nominales se redujo a la tercera parte, de 270 mil millones de dólares a 90.000. Como resultado de este fenómeno y de las compensaciones, reestructuraciones y programas de salvataje al sector privado, en 2002 la deuda pública alcanzó un récord histórico de 140% del PIB. Más de la mitad de la población estaba sumergida en la pobreza, y un cuarto en la indigencia. El desendeudamiento de 2003-2015 y los canjes de la deuda

En 2003, con la llegada a la presidencia de Néstor Kirchner, la posición externa mejoró paulatinamente, con un régimen cambiario de flotación administrada, acompañado por un incremento del precio de los productos exportables y un nuevo proceso de industrialización y de crecimiento. El gobierno inició una difícil negociación con los acreedores, que condujo a la reestructuración de la deuda externa en 2005, logrando reducir la deuda pública total nominal en un 43%, con la aceptación del 76% de los acreedores. Los organismos internacionales recibieron tratamiento preferencial de sus acreencias, sin quitas ni períodos de gracia. Sin embargo, su intransigencia ante las medidas sociales y presupuestarias más elementales se tradujo en roces cada vez más frecuentes con el gobierno. Finalmente, en septiembre de 2004 el gobierno suspendió el programa con el FMI, quien pretendía conducir la renegociación de la deuda externa en condiciones desbalanceadas a favor de los acreedores. Por esa razón, en enero de 2006 Argentina canceló anticipadamente la deuda con esta institución por 9.800 millones de dólares. Esta medida tuvo como principal objetivo desarticular la dependencia del organismo 105


internacional para obtener mayor soberanía en la política económica. El desendeudamiento con el sector privado iniciado durante el gobierno de Néstor Kirchner y continuado por Cristina Fernández disminuyó notablemente el monto de la deuda externa con esos acreedores. La cancelación de capital e intereses desde 2003 fue cubierta con las divisas obtenidas del superávit comercial alcanzado en los primeros años y, a partir de 2010, sumó la utilización de un fondo de desendeudamiento creado con las reservas excedentes del Banco Central. En este lapso Argentina tomó muy poco financiamiento externo y solo realizó emisiones bajo la legislación nacional. La deuda pública en moneda doméstica con el sector privado se redujo por diversas razones, como la eliminación de las AFJP y la recompra de deudas por medio de distintas agencias gubernamentales, aprovechando la caída de los títulos públicos, “convirtiendo al propio Estado en el principal acreedor del deuda pública en moneda doméstica”.47 En mayo de 2010 se reabrió el canje, la aceptación acumulada aumentó al 92,4% de los acreedores, con una nueva reducción de la deuda externa de U$S 4.379 millones. El 7,6% restante representaba un total de 26.500 millones, una parte de esos tenedores inició una demanda judicial en Nueva York, cuyo resultado fue el fallo del juez Griesa del que hablaremos en el próximo apartado. Esta política y las altas tasas de crecimiento económico, permitieron a la Argentina pagar a partir de 2003 unos U$S 190.000 millones de dólares, de los cuales U$S 100.000 fueron en moneda extranjera. Por esa razón, la deuda total sobre el PIB, que era de 166% en 2002 se redujo al 53% a fines de 2015 y la deuda externa pública bajó al 16%. A su vez, el ratio entre la deuda externa y las reservas internacionales disminuyó de 8,4 veces en 2002 a 2, 5 en 2015, según datos de la Secretaría de Finanzas. En 2013 y 2014 se regularizaron otras deudas. Por un lado, se 47 Juan Matías De Lucchi, “Macroeconomía de la deuda pública. El desendeudamiento argentino (2003-2012)”, Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina, Documento de Trabajo 53, 2014, pp. 51-64.

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pagaron con bonos U$S 677 millones de dólares por laudos de arbitrajes del CIADI favorables a las compañías accionantes; y U$S 5 mil millones de compensación por la expropiación del 51% de la hidrocarburífera YPF, en el ámbito del CNMUDI. También en 2014 se concretó el arreglo con los 16 países acreedores del Club de París, por U$S 9.700 millones; todas las cuotas se abonaron hasta que la siguiente administración solo pagó el mínimo en 2018 y 2019, quedando pendientes 1.900 millones de dólares más los intereses punitorios, que en 2020 escalaron del 3 al 9% anual por esa demora y deben renegociarse. En 2015 la deuda externa ya no era un problema central en la economía argentina, como lo fue desde la última dictadura, solo quedaba por resolver la cuestión de los fondos buitre. GRÁFICO 1 Argentina. Deuda Externa pública y su relación con el pbi, 1994-2015

Fuente elaboración propia con datos del Ministerio de Economía. 107


La acción de los fondos buitres

Desde 2002 arreciaron los juicios de los tenedores de bonos en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania e Italia. Los tribunales rechazaron la mayoría de los reclamos grupales, pero acogieron los de bonistas individuales, entre ellos estaban los fondos buitre comandados por NML Capital, domiciliado en las islas Cayman, y controlado por Elliot Management perteneciente al magnate estadounidense Paul Singer, íntimamente ligado al partido republicano como lobbysta y financista de campañas electorales. Los 48,7 millones que le costaron los bonos a NML le dieron una ganancia de 1600%, gracias a una acción legal violatoria de principios jurídicos. De hecho la sección 489 de la ley del poder judicial de Nueva York, basada en la doctrina Champerty considera “ilícita la compra de deuda o documentos de créditos vencidos con la intención de interponer una acción judicial contra la misma”.48 Pero, sentando un precedente funesto, la demanda de Elliott contra Perú logró un fallo favorable en la segunda instancia, poniendo en juego todas sus influencias, que convalidó sus pretensiones y llenó de incertidumbre las reestructuraciones de deuda soberana. El juez Griesa del distrito de Nueva York sentenció a favor de los fondos buitre con una interpretación retorcida de la cláusula pari passu (igual tratamiento a todos los acreedores), y en 2012 ordenó a la Argentina que al servir los bonos ya reestructurados pagara a los buitres el valor pleno de sus reclamos. Las instancias judiciales superiores neoyorquinas confirmaron este fallo, que en 2014 quedó firme. Pero, si el país lo obedecía, la reestructuración se hubiera desplomado por la cláusula RUFO de los bonos canjeados, que obligaba a otorgar un tratamiento igual a todos los acreedores. De manera que Argentina depositó en fecha el pago a los bonistas del canje, que quedó congelado en el banco depositario, a pesar de los reclamos de quienes debían recibir esos fondos. 48 Romina Kupelian y María Sol Rivas, “Fondos buitre. El juicio contra Argentina y la dificultad que representa en la economía mundial”, Documento de Trabajo 49, Cefidar, Buenos Aires, 2013, p. 92.

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Argentina logró que en septiembre de 2014 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobara masivamente (124 votos positivos, 41 abstenciones y solo 11 negativos) una resolución que recogía su propuesta de un marco internacional para las reestructuraciones de deuda soberana que impidiera su bloqueo por parte de grupos minoritarios de acreedores. Este triunfo, sin embargo, no alteró las posiciones de los buitres, que jugaron sin disimulo en las elecciones generales de octubre de 2015 a favor de las candidaturas más favorables a sus intereses, que resultó victoriosa. Un nuevo ciclo de sobreendeudamiento: 2015-2019. El macrismo

La deuda externa pública aumentó en una magnitud inusitada, 83%, en los cuatro años del gobierno de Cambiemos y volvió al primer plano de los problemas de Argentina. Como el PIB cayó 4% en ese lapso, la capacidad de pago del país se deterioró gravemente. Ya a principios de 2018 se perdió el acceso a los mercados de capitales. Pero el FMI salió al rescate con el mayor stand by de su historia, de 56,7 mil millones de dólares, 11 veces la cuota argentina, aumentando aún más la deuda. Pese a que en julio de 2018 los técnicos del organismo consideraban que “la deuda es sostenible pero no con alta probabilidad”, igualmente el FMI desembolsó 44,5 mil millones de dólares hasta julio de 2019, muy cerca de las elecciones primarias celebradas en agosto. Esto despertó suspicacias acerca de un apoyo interesado del gobierno estadounidense a través del organismo. En septiembre de 2019 el país cayó en default técnico de la deuda de corto plazo, cuando el ministerio de economía empezó a reperfilarla para alargar sus plazos de pago. En diciembre, la deuda del gobierno nacional representaba el 89,4% del PIB, muy encima del umbral crítico para países emergentes y del 52,3% de fines de 2015, cuando comenzó su mandato. La deuda pública en moneda extranjera ya era el 77,8% del total. Como es habitual, la deuda no robusteció la capacidad productiva ni de pago del país, sino que, como en los ciclos anteriores, proveyó dólares para fines especulativos, para atender los servicios crecientes de 109


la propia deuda, y para sostener el déficit comercial causado por la sobrevaluación del peso que abarató las importaciones y solo cedió ante las devaluaciones y la fuerte caída de la demanda. Este aumento de la deuda externa pública transitó tres etapas. En la primera, de diciembre de 2015 hasta abril de 2016, la deuda se utilizó para abrir la cuenta capital, eliminar las restricciones a la compraventa de moneda extranjera y pagar a los fondos buitre. La Ley de normalización de la deuda pública y de recuperación del crédito (27.249) aprobó emitir 16.500 millones de dólares bajo jurisdicción extranjera, la mayor operación del año en mercados emergentes, y abrió la segunda etapa, de montos desmesurados. La deuda externa pública aumentó en 87 mil millones de dólares entre 2015 y 2019. Entre los instrumentos emitidos se destacan los bonos en divisas, cerca de 40 mil millones de dólares en 2016, 18 mil millones en 2017, entre ellos un bono a cien años a una tasa altísima, de 7,125%, cuyas condiciones y opacidad desataron múltiples denuncias judiciales, y 11 mil millones a principios de 2018. El endeudamiento permitió reimplantar un modelo basado en la valorización financiera y la renta de los recursos naturales, y a facilitar la redistribución regresiva del ingreso bajando impuestos a sectores rentísticos y reduciendo salarios reales y jubilaciones. La tercera etapa comenzó en marzo de 2018, tras una colocación fallida de bonos y una persistente salida de capitales. El gobierno solicitó un stand by al FMI, aprobado en junio, con un importante desembolso inicial, ampliado en octubre, y desembolsado en un 80% hasta julio de 2019, para llegar a las elecciones primarias de agosto de 2019 sin grandes sobresaltos. Pero esto era imposible, idénticas políticas llevan a idénticos resultados, y el liberalismo remozado estragó a la Argentina una vez más. El ajuste fiscal en toda la gestión macrista -excepto en 2017, año de elecciones legislativas- reforzado por las condiciones del programa del FMI, junto a las tasas de interés estratosféricas, las tarifas altísimas de la energía, el atraso salarial y el desempleo, desplomaron la inversión, el consumo y la producción, sobre todo la industrial, que cayó 14% en esos años, afectada también por las importaciones. En el mismo período, 110


a contrapelo de la teoría ortodoxa, con política monetaria ultra conservadora la inflación promedió dos dígitos altos (40%), y en 2019 llegó a 53%. La deuda se tornó impagable, los intereses ya representaban un quinto del gasto público, como en 2001. En julio de 2019 el análisis de sustentabilidad del FMI acerca de la deuda pública argentina pintaba en rojo doce de sus trece variables. La deuda era muy elevada, decía, con un enorme porcentaje en moneda extranjera y de vencimientos en el corto plazo; una devaluación importante, una caída del PIB, un aumento de las tasas de interés podría causar serios problemas de solvencia. Todo ello ocurrió en 2019: el tipo de cambio pasó de 38 a 63 pesos por dólar entre enero y octubre; el PIB cayó continuamente (-2,2% en el año), y la tasa de interés de referencia alcanzó 83% en septiembre, cuando el gobierno empezó a reperfilar las letras tras su derrota en las PASO. A pesar de su ideología libremercadista, la rápida caída de las reservas obligó a limitar la compra de divisas. La gran deuda externa hubiera justificado profundizar el modelo de capitalismo salvaje en caso de ganar las elecciones, pero también condicionaría al próximo gobierno si las perdía, como efectivamente ocurrió. La oposición caracterizó como “tierra arrasada” la situación económica y social que encontró al asumir el poder el 10 de diciembre.49

49 Tierra arrasada es el título de un documental argentino de Tristan Bauer que analiza los 4 años del macrismo.

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CUADRO 11 Argentina. Deuda externa 2015-2019 Millones de dólares

Fuente: Elaborado con datos de la Dirección Nacional de Cuentas Internacionales, INDEC. La jurisdicción del pago de la deuda

Lo que está en juego, además de la jurisdicción sobre la deuda soberana, es el derecho de los deudores a reestructurar sus deudas de modo sustentable -imposible cuando el acreedor fija las condiciones y además las cambian en su beneficio-, y la naturaleza de las políticas macroeconómicas que acompañan el desendeudamiento. La globalización financiera pone en juego la soberanía jurídica de los Estados, imponiendo la voluntad de los acreedores, al obligar a los países deudores a renunciar a su condición de soberanos en la emisión de sus deudas y a someterse a las reglas de derecho privado de otros países. Permite así la acción legal de los fondos buitre, que reemplazan a las viejas cañoneras europeas o a las tropas de invasión estadounidense. Esto crea una situación privilegiada para los acreedores que piensan con ello asegurar el 112


reembolso de sus préstamos procuran ganancias extraordinarias, a través de una justicia permeable a sus influencias. Las renegociaciones de 2020

Al asumir, el nuevo presidente Alberto Fernández, del Frente de Todos, anunció que buscaría una renegociación sustentable de la deuda. Pero primero era necesario “poner a la Argentina de pie”, a través del crecimiento económico; ello requería prorrogar por algunos años los pagos de la deuda y alcanzar un perfil de vencimientos más razonable que el heredado, que concentraba pagos por 200 mil millones de dólares entre 2020 y 2023, equivalentes a más de medio producto bruto. Martín Guzmán, economista especializado en reestructuraciones de deuda soberana, estrecho colaborador de Joseph Stiglitz, fue designado como ministro de economía. Pronto el Congreso aprobó la ley de restauración de la sostenibilidad de la deuda pública externa, y Guzmán inició un minucioso trabajo para convocar a los acreedores y elaborar una oferta de canje. El presidente obtuvo el apoyo político de los gobiernos europeos, como Alemania, España, Francia e Italia, del Papa Francisco, y algo más tibio del presidente de Estados Unidos Donald Trump. También el FMI realizó una declaración favorable al país el 19 de febrero, tras la visita a Buenos Aires de una misión del organismo: “la deuda argentina no es sostenible. En consecuencia, se requiere de una operación de deuda definitiva, que genere una contribución apreciable de los acreedores privados”. Simultáneo a los preparativos para renegociar la deuda, en los primeros meses de 2020 la pandemia del coronavirus se expandía en todo el planeta y en marzo llegó a la Argentina. Para limitar su avance, como en la mayoría de los países, el gobierno dispuso el aislamiento social obligatorio, excepto para actividades esenciales, y una serie de medidas para paliar el desplome económico, acorde a las recomendaciones de gastar, emitir y subsidiar formuladas por los organismos internacionales. Así, la capacidad de atender la deuda se deterioró fuertemente. Por un lado, los recursos del Estado disminuyeron, porque la recaudación tributaria y de seguridad social 113


dependen del nivel de actividad y del empleo, muy afectados. Por el otro, el gasto público crece para sostener la economía y la emergencia sanitaria. El margen para atender la deuda se contrajo aún más. El ministro Guzmán presentó la oferta de Argentina el 17 de abril de 2020, compuesta por diferentes menúes de bonos, que incluyen una quita promedio del capital reducido, de 5,4%, un período de gracia de tres años, intereses en torno al 2% en los primeros años, acorde a las bajísimas tasas vigentes en el mundo, incluso negativas, y luego crecientes hasta 5%, y alargamiento de los plazos, que varían según los bonos de que se trate. Los acreedores, liderados por los fondos de inversión mayores del mundo50, rechazaron la propuesta, aduciendo, entre otras críticas, que era unilateral y que no se los había escuchado. Pero esto es falso, como testimonian las comunicaciones intercambiadas entre el ministro y los representantes de los acreedores, que incluyen una agresiva propuesta de Black Rock, el mayor tenedor de bonos, para cobrar en efectivo y en especie, rechazada por Argentina. La idea de cobrar en especie se parece demasiado a la desposesión de activos totales que ya sufrió el país en las décadas de 1980 y 1990. De hecho, Cholvis señala que en la cláusula de prórroga de jurisdicción a favor de tribunales extranjeros autorizada en la ley de pago a los buitres se omitieron los bienes del artículo 236 del Código Civil y Comercial de la Nación, del listado de bienes respecto de los cuales Argentina no cedería inmunidad. Estos bienes “son aquellos como el oro, la plata, el cobre y las demás sustancias minerales y fósiles que integran el código de minería. Aquí están englobados el litio, el petróleo, Vaca Muerta y los distintos recursos minerales que tiene la Argentina. Además de estos bienes en el inciso último de este articulo 236, están los bienes públicos del Estado nacional provincial y municipal. 50 Existen tres grupos ad-hoc de acreedores autoconvocados que reúnen alrededor del 40% de los tenedores de deuda: el Grupo de Tenedores de Bonos, el Comité de Acreedores de Argentina y el Grupo de Tenedores de Bonos de Canje, y también otros acreedores que no se sumaron a estos grupos. Los principales fondos acreedores son BlackRock, Greylock,, Pimco, Templeton, Ashmore, Fidelity, Monarch, HBK Capital Management, Cyrus Capital Partners LP y VR Capital Group, y otros.

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Como las empresas del Estado, por ejemplo, Aerolíneas e YPF. Por este articulo 236 los recursos naturales y los bienes del Estado quedan en garantía de este endeudamiento”, afirmó el presidente del Instituto Sampay, quien denunció judicialmente la decisión de garantizar la deuda pública con los bienes mencionados. En estos tiempos de alza de las deudas soberanas por causa del coronavirus, el caso argentino tiene importancia estratégica para orientar las futuras renegociaciones. Así lo declaró el 6 de mayo, un texto firmado por 135 académicos de prestigio internacional, incluyendo Premios Nobel, entre ellos Joseph Stiglitz, Edmund Phelps, Carmen Reinhart, Jeffrey Sachs, Thomas Piketty, Kenneth Rogoff , Carlos Ominami, y muchos otros, titulado “Es esencial la reestructuración de la deuda privada argentina”. Allí afirman que “solo una economía que crece de manera sostenible puede cumplir con el acuerdo con los acreedores privados permite ganar tiempo y recursos para financiar la recuperación. Fue posible por la decisión del gobierno de articular un frente nacional e internacional de apoyo y por el respaldo del FMI, con el que ahora se comenzará a conversar. En este contexto, la toma de deuda para recomprar deuda aparece como una alternativa posible. El acuerdo para la restructuración de la deuda con los sectores privados del 4 de agosto de 2020

Tras un día de rumores y saltos en los mercados financieros, finalmente el gobierno emitió un comunicado anunciando el acuerdo con los acreedores de deuda, aunque aún falta formalizarlo y conocer los detalles legales. La reestructuración abarca 66 mil millones de dólares (el 63% corresponde al gobierno de Macri y el resto son bonos emitidos en los gobiernos de ambos Kirchner a cambio de deuda defaulteada en 2001). En el terreno resbaloso de las altas finanzas nada puede darse por terminado hasta que efectivamente lo esté, por esa costumbre de “correr el arco” para lograr alguna ventaja del apuro o la necesidad, o simplemente ganar por cansancio. Pero cualquiera fuera el número exacto de cierre de la reestructuración, entre los 53,5 dólares de valor presente neto 115


por cada 100 que ofertó la Argentina en la SEC (el equivalente a la Comisión de Valores de Estados Unidos) el 21 de julio pasado, y los 56,5 dólares que reclamaban los acreedores cartelizados, el arreglo por apenas arriba de 54 representa un ahorro importante de salida de dólares y de recursos fiscales a pagar en los próximos años, calculado en algo más de 30 mil millones. Es innegable que la negociación del lado argentino demostró conducción política y estrategia, con objetivos definidos: la sustentabilidad de la deuda y un tiempo de gracia para reactivar la economía; crecer antes de empezar a pagar intereses menores y amortizaciones a plazos más largos, y aliviar el esfuerzo fiscal sobre una población ya muy castigada por la recesión, la caída del empleo y de los ingresos en los años macristas. Esos objetivos fueron sostenidos con tenacidad y paciencia budista a lo largo de todo el proceso, a pesar de las presiones recibidas desde varios flancos, donde operan a veces sueltos y otras coligados, opositores duros, grupos empresarios, medios de comunicación, acreedores de alto perfil y sus representantes, a través de descalificaciones, información falsa, intentos de eyectar funcionarios para imponer otros afines a sus intereses, y demás tretas non sanctas. El gobierno buscó alinear apoyos de adentro y de afuera: los gobernadores, los sindicatos, los empresarios, los partidos políticos, algunos gobiernos europeos (Alemania, España, Francia e Italia), un tibio Trump, el Papa Francisco, economistas extranjeros de primera línea y variado plumaje, y economistas de adentro que quisieron apoyar. También consiguió que el FMI certifique la limitada capacidad de pago del país y exhorte a los acreedores a flexibilizar sus posiciones en un “proceso colaborativo de compromiso para maximizar su participación en la operación de la deuda”. De nuevo, aquí se conjugó el crochet político del presidente Fernández con los contactos estrechos con el laureado Nobel y ex Banco Mundial Joseph Stiglitz, mentor del ministro Guzmán, pero también visitante frecuente de Argentina en tiempos de Cristina Fernández de Kirchner, y el viento a favor de Kristalina Georgieva, también ex Banco Mundial. Hay que recordar que como flamante directora gerente del 116


FMI Georgieva recibió la papa caliente de un stand by exorbitante e impagable, otorgado por pura presión de Estados Unidos para favorecer la elección de Macri, como reveló Mauricio Claver Carone, asesor de Trump, en una videoconferencia con el Consejo Chileno para las Relaciones Internacionales. Dado que el Estado tiene un bolsillo único, y que el FMI no realiza quitas ni condona deudas a países de ingresos medios como Argentina, su posibilidad de resolver sin un gran costo en su reputación esta nueva irregularidad del organismo es buscar una solución en la que ellos y el país no queden demasiado mal parados, algo muy difícil en los términos clásicos de los programas del Fondo. A esto se agrega que la pléyade de países deudores al borde del default pone al caso argentino en el candelero, y mucho más en plena pandemia. Esto abre la posibilidad de que el país sea –otra vez– laboratorio de ensayo global en materia de deudas soberanas a través de un programa de recompra para reducir la deuda. Cuando un Estado tiene un excedente de presupuesto, puede aplicarlo a recomprar sus títulos de deuda a precios de mercado. Son operaciones conocidas, muy utilizadas en las grandes empresas, solo que, como los déficits fiscales son más frecuentes que los superávits, rara vez se aplican en los países. Por ejemplo, Argentina implementó programas de recompra de deuda desde 2004, por montos relativamente pequeños, de modo de anticipar la cancelación de los servicios que deberían afrontarse en el futuro. La recompra de deuda también puede financiarse con fondos prestados. Por ejemplo, si los bonos de un país en crisis bajaron al 30% o 40% de su valor nominal, puede sacarlos de los mercados a ese valor, pagarlos con un préstamo, y de esa forma reducir su endeudamiento. Alarmado por el monto enorme que más de cien países de ingresos bajos y medios deben pagar este año, en plena crisis del coronavirus, para atender su deuda, el viernes 31 de julio Stiglitz publicó un artículo con el economista bengalí Hamid Rashid donde sugiere que el FMI instrumente un programa voluntario de recompra de deuda soberana para aliviar la carga de la deuda y la exposición de los países a acreedores privados peligrosos, 117


como los fondos buitre o los fondos muy agresivos. Esto también evitaría, agregan, “los duros términos que generalmente vienen con los canjes de deuda”. Este artículo menciona el caso de Argentina: “La historia muestra que para muchos países una reestructuración de deuda demasiado pequeña, demasiado tardía, prepara el escenario para una nueva crisis. Y la larga lucha de Argentina para reestructurar su deuda frente a acreedores privados recalcitrantes, de visión corta, obcecados y de corazón duro muestra que las cláusulas de acción colectiva diseñadas para facilitar las reestructuraciones no son tan efectivas como se creía.”51 “En este momento excepcional, -continúa el artículo- la propuesta de Argentina también presenta una oportunidad para que la comunidad financiera internacional demuestre que puede resolver una crisis de deuda soberana de manera ordenada, eficiente y sostenible. La ausencia de un marco legal internacional para la reestructuración de la deuda soberana no debería privar a los países endeudados de la posibilidad de proteger a su pueblo y proporcionar una recuperación económica durante la mayor crisis global en nuestra memoria.” Las regularidades de la historia, como las de la deuda externa argentina, a veces se quiebran a partir de hechos totalizantes, como una guerra o una pandemia, en palabras de Ramonet, que remodelan el tablero de las relaciones de poder y renuevan los ciclos de acumulación. Las negociaciones recién comienzan, Argentina ha demostrado su voluntad de pago de la deuda, pero necesita tiempo para recuperar su capacidad de atenderla. Los acreedores juegan a lo de siempre, pero los tiempos han cambiado. Resultados del acuerdo: 1. El alivio de pagos para los próximos 5 años suma 42.500 millones de dólares 2. La quita de la deuda es del 1,9%, sin embargo, se extiende del nuevo perfil de vencimientos de capital y habría un período de gracia entre 1920 y 1923. 51 Joseph Stiglitz y Hamid Rachihd, “Como evitar la inminente crisis de deuda soberana” Portal de Proyect Sindicat, 31 de julio de 2020.

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3. La tasa de interés de los nuevos bonos será en promedio del 3,07 % anual, mientras que la anterior era del 7%. 4. En los próximos cinco años los pagos de la deuda serán 44.300 millones de dólares. Cuando el monto original era 30.200 millones 5. En este proceso de restructuracion se pagaron las comisiones más bajas de la historia emisión de deuda: Macri pagó del 0,14 al 0,18 5 % y en este acuerdo será del 10%.52 El acuerdo con los fondos privados no implica el tener resuelto el problema de la deuda externa, porque aún resta negociar la cuantiosa deuda con el FMI. Los temas se resignifican y el público se renueva, cómo dijo una anfitriona de almuerzos vitalicia de la televisión argentina banalizando el caso. Por eso, es mayor el interés de repensar la enorme deuda externa que creó la última dictadura, siguió creciendo en democracia hasta el default de 2001, y más recientemente con el macrismo, Tras alcanzar cifras razonables antes de esta última experiencia, nuevamente la deuda está en la zona roja, estrecha nuestro presente y amenaza robarnos el futuro. ¿Es inevitable volver a ser esclavos en la prisión de deudores? Recorrer la historia de la deuda no es masoquismo sino memoria necesaria de un pasado nefasto, para no repetirlo, o, al menos, para reavivar la conciencia de lo que significa un endeudamiento desmesurado, el retorcido camino de las renegociaciones interminables y los jirones de las vidas y bienes sacrificados en esas batallas, donde a menudo acecha el fuego amigo de los argentinos que sirven a los poderosos intereses financieros internacionales. Porque el despojo de los bienes del deudor siempre acompaña al sobreendeudamiento. Argentina ya lo vivió en los años neoliberales, que la condenaron, como un país vencido, a transferir continuamente valor a los acreedores, extraído del trabajo de sus habitantes, para atender deudas que sólo sirvieron 52 Alfredo Zaiat “El acuerdo para salir del default y una historia que se repite”, Página 12. 8-9-20. Pablo Manzanelli, “El canje de la deuda” CIFRA, agosto de 2020.

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para sostener programas económicos inviables, enriquecer a los especuladores, fugar capitales y pagar intereses y comisiones a una miríada de intermediarios. El desarrollo quedó en suspenso, la población en la penuria y la austeridad y la represión fueron las únicas respuestas a cualquier necesidad o reclamo populares. Por la coerción de la deuda los sucesivos gobiernos argentinos, algunos de mala gana y otros con entusiasmo, adhirieron al credo neoliberal y a sus reformas, que aseguran la desposesión continua de las mayorías para remunerar eternamente al capital. En lo que constituye un bucle perverso, se toman nuevas deudas para reembolsar las antiguas, proceso que se vuelve a repetir sin fin. Precarizar el trabajo, reducir los salarios y la seguridad social, desbaratar la educación pública y la salud, achicar el Estado y la Nación forman parte de ese despojo. Casi todas las empresas estatales pasaron a manos extranjeras o mixtas, aun en sectores estratégicos y de bienes imprescindibles, y quedaron sujetas a maximizar las ganancias de los accionistas, indiferentes por definición al destino del país y de sus habitantes, mucho más si los reguladores ocupan los dos lados del mostrador. El peligro se cierne ahora sobre el control de los recursos naturales, como el agua, el petróleo, el litio, y todavía quedan otras joyas codiciadas, cómo los grandes bancos públicos, las empresas recuperadas de administraciones privadas irresponsables o fraudulentas, la soberanía de la moneda, la proyección antártica. A esto se agrega la puja por influir en el posicionamiento del país en la disputa hegemónica entre Estados Unidos y China, que además de cuestiones políticas y estratégicas, lejos de ser una cuestión abstracta atañe a intereses bien concretos. De ellos dependen, por ejemplo, las decisiones sobre las obras de infraestructura que se realizarán o no, su financiamiento y las empresas incluidas o excluidas para su concreción. Recordemos que, tras el default de 2001, en lo peor de la crisis, famosos popes de la academia y de think tanks argentinos e internacionales propusieron declarar al país como Estado fallido, entregar su administración a jurisdicción extranjera y sustituir el peso por el dólar estadounidense. En suma, aprovechar la 120


postración a la que llevaron las malas políticas para descuartizar a la República y repartir sus despojos entre los acreedores y sus socios. Afortunadamente, en 2002 estas voces no lograron imponerse, aunque sus intenciones de dar el golpe de gracia al país quedaron desembozadas53. Hoy nuevamente, en medio de un endeudamiento enorme e inusual directamente con el Fondo Monetario Internacional, a quien el gobierno de Macri recurrió tras saturar los mercados voluntarios de deuda, en gran parte para financiar las elecciones de 2019, se alzan similares sugerencias envenenadas. Es el pasado zombie que vuelve. Ex funcionarios y teólogos del neoliberalismo, sacan de la galera como frescas, vetustas medidas de liberalización de la economía que ya se aplicaron con obsesión y sólo apuraron el fracaso y la crisis. Aparecieron, asimismo, flamígeros extremistas, aún más talibanes del mercado, decididos a llevar hasta sus últimas consecuencias el darwinismo social contra una población a quien culpan por existir, respirar, querer comer, educarse y trabajar dignamente. Pobre Argentina. Pero Argentina no es insignificante, tiene recursos productivos, una población educada y joven, su producto bruto ocupa el puesto 28 entre los 230 países del mundo, 8 por su extensión geográfica, 47º por sus exportaciones, aunque su ingreso por persona la remite al lugar 89º, y señala su gran debilidad: el subdesarrollo y la desigualdad, que el sobreendeudamiento empeora. En suma, el nuevo gobierno nacional, tendrá que afrontar el problema de una deuda externa que ha sido llevada más allá de la capacidad de pago del país, de un aparato productivo en crisis y de una población fatigada por el ajuste, la desesperanza, y ahora por la pandemia, y todos ya conocen el final de ese camino de persistir en él.54

53 Mario Rapoport y Guillermo Vitelli denunciaron y respondieron a estas declaraciones, en “Los que quieren hacer del país una colonia”, Clarín, 1 de agosto de 2002. 54 Ver especialmente el seguimiento maduro y preciso de la coyuntura por Alfredo Zaiat en Página 12.

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Seis grandes cuestiones sobre la deuda externa: una síntesis

El problema de la deuda externa ha sido siempre uno de los ejes centrales de debate en nuestra sociedad y su resolución un factor determinante en la evolución de nuestra economía. Sin embargo, la forma en que generalmente se ha abordado esta temática, principalmente en los grandes medios de comunicación, descuida cuestiones esenciales que vamos a plantear brevemente teniendo como eje que el fenómeno del endeudamiento excede el ámbito de una mera relación contractual entre deudor y acreedor, e involucra el funcionamiento general del sistema económico internacional, de las economías nacionales y de las relaciones asimétricas que se entablan entre los países centrales y de la periferia. Esas cuestiones intentan ayudar a una comprensión más profunda sobre el proceso de endeudamiento externo de países como la Argentina. Primera cuestión: los ciclos de endeudamiento

Desde los primeros años de vida independiente, préstamos o créditos provenientes del exterior, fueron acumulándose y con ellos la incapacidad de pagarlos. Problemas fiscales y endeudamiento han ido entrelazándose estrechamente, y se potencian de manera recíproca. Los ciclos económicos internacionales de expansión y crisis tuvieron en el endeudamiento externo argentino un mecanismo principal de transmisión, generado tanto por la coyuntura interna, como por la externa. La corrupción le dio al endeudamiento matices políticos, mientras se negociaban y renegociaban créditos a tasas elevadas y lesivas para la soberanía nacional. Las reglas impuestas por los acreedores condicionaron las políticas económicas locales, de manera que esos financiamientos, que supuestamente debían servir para suplir la falta de capital interno para el desarrollo, terminaron convirtiéndose, en cambio, en una traba mayúscula a fin de lograr ese objetivo. La forma en que los préstamos fueron contraídos, además de no sumar recursos a la producción, distrajeron una parte sustancial de las disponibilidades de 122


capital hacia la especulación, la fuga de capitales y el consumo suntuario, y aumentaron sustancialmente el gasto público con el pago de los intereses de la deuda, privando de fondos para otros destinos a la nación y a las provincias. En la medida en que las obligaciones financieras con el exterior no se anudaban con un fortalecimiento del aparato productivo, desencadenaban al fin de cada ciclo de endeudamiento profundas crisis monetarias, fiscales y de balance de pagos, que invariablemente daban lugar a políticas que forzaban ahorrar “sobre el hambre y la sed del pueblo argentino”, como lo expresó dramáticamente el presidente Avellaneda en uno de tales episodios. Hubo, como señalamos, tres grandes ciclos de endeudamiento en nuestro país: el primero entre los años 70’ del siglo XIX y la década del 30’ del siglo XX dio lugar a fuertes crisis financieras y defaults, como en 1873, 1885, 1890 (la más importante) y 1913. En este largo período, incluyendo crisis y recuperaciones, se produjo un crecimiento productivo, pero volátil, aprovechado sobre todo por ciertos sectores sociales y económicos, la llamada élite terrateniente, en el marco de un modelo agroexportador limitado y dependiente, que terminó de hundirse con la crisis mundial de 1930. El segundo ciclo comenzó a partir de la última dictadura militar, que impuso el terrorismo de estado junto a la apertura completa de la economía y asumió los principios del neoliberalismo endeudando al país y produciendo la profunda crisis de 1980-81. Una política económica similar fue aplicada con la llegada de la democracia, especialmente con los gobiernos de Menem y De la Rua. Se llegó a vender para el pago de la deuda activos fundamentales del país, hubo dos fuertes hiperinflaciones en 1989 y 1990, y finalmente con la absurda paridad peso-dólar y la ley de convertibilidad de Cavallo terminaron congelándose los depósitos bancarios y no pudo frenarse el déficit de las cuentas fiscales produciendo el default de 2001. El tercer ciclo iniciado por el gobierno de Macri, a contrapelo de las políticas de desendeudamiento del kirchnerismo, empezó con el pago a los fondos buitre y se completó con un nuevo y 123


masivo endeudamiento, en especial con el FMI. En todos estos casos ese endeudamiento no estuvo ni por asomo destinado a fines productivos, sino que, por el contrario, financió una gigantesca fuga de capitales con tasas de crecimiento nulas o negativas para cada uno de estos últimos dos períodos tomados en su conjunto. Segunda cuestión: rol de los acreedores

El problema de la deuda externa es generalmente tratado desde el lugar del deudor, pero es necesario analizarlo también, y principalmente, desde el ángulo del acreedor y de las causas por las cuales los flujos de capitales llegan a un país, así como de la rentabilidad que se espera de ellos. La deuda de países como el nuestro es necesaria para los intereses de los capitales que sobreabundan en el norte y se reciclan buscando nuevas oportunidades de rentabilidad, ayudados por las políticas de apertura y desregulación en los lugares donde esos capitales se colocan. Constituye, al mismo tiempo, una herramienta de disciplina económica por parte de los organismos financieros internacionales y, sobre todo, una vía de escape del ahorro interno por parte de las elites locales, que llamativamente no invierten en el país, sino que prefieren guardarlo bajo el colchón, en los bancos o en paraísos fiscales. Este financiamiento sirve además para descargar crisis sistémicas en los países periféricos, como ocurrió en los años 70 cuando llegó un aluvión de dólares baratos, que respaldaron dictaduras militares en América Latina, como las de Pinochet y Videla, y produjeron la crisis de la deuda de los años 80, ya con dólares caros como resultado del aumento de las tasas de interés en Estados Unidos. El financiamiento internacional es funcional a las necesidades de los acreedores. Madeleine Albright, Secretaria de Estado de Clinton llegó a afirmar: “Las actividades cubiertas por el financiamiento externo contribuyen cada día a la defensa de los valores, la seguridad, la libertad y la prosperidad norteamericanas. Ayudan a crear nuevos empleos al expandir las exportaciones de nuestros bienes y servicios y otorgan ventajas a nuestras 124


empresas en el mercado global”. Los datos son, por otra parte, significativos: después de la crisis de 1982 y hasta el año 2000, América Latina devolvió casi cuatro veces el total de su deuda, aunque el montante de la misma se elevó a más del doble. Tercera cuestión: la soberanía de los países55

Como ya lo señalamos la soberanía jurídica de los países endeudados está en juego. Así, se reactualiza una doctrina argentina sobre la deuda enunciada a fines del siglo XIX y principios del XX por los juristas Carlos Calvo y Luis María Drago. Calvo, en su obra Derecho Teórico y Práctico, 1868, establece dos principios básicos: los Estados soberanos gozan del derecho de estar libres de cualquier forma de interferencia por parte de otros Estados; y los extranjeros tienen los mismos derechos que los nacionales y, en caso de pleitos o reclamaciones, tendrán la obligación de utilizar todos los recursos legales ante los tribunales locales sin pedir la protección e intervención diplomática de su país de origen. En consecuencia, los pleitos con ciudadanos extranjeros deben necesariamente sustanciarse en tribunales locales. Muchos países latinoamericanos incluyeron esta doctrina en sus constituciones o leyes, pero Estados Unidos la rechazó, por entender que amenazaba sus propiedades en el exterior.56 La doctrina Drago, que rechaza el uso de la fuerza para resolver estas cuestiones, surgió en 1902 debido al bloqueo de puertos de Venezuela por parte de Alemania, Italia e Inglaterra. Lo hicieron a pedido de sus empresas e inversores por deudas 55 Ver Mario Rapoport, “La deuda externa argentina y la soberanía jurídica: sus razones históricas”, en Ciclos en la historia, la economía y la sociedad 2014. Año XIII, Vol. XII, 42-43, 2014, IDEHESI. UBA-CONICET; Mario Rapoport, Parece cuento que la Argentina aún existe, La crisis de la globalización neoliberal en en espacio del mundo y de la historia, Buenos Aires, Ed. Octubre, 2020, Cap. IV donde transcribo parte de mi exposición en el Congreso de la Nación sobre este tema.También hice trabajos conjunto a con Andrés Musacchio. 56 Véase Francesco Tamburini, profesor de la Universidad de Pisa: “Historia y destino de la ‘doctrina Calvo’: ¿actualidad u obsolescencia del pensamiento de Carlos Calvo?”, Revista de de Estudios Histórico-Jurídicoº 24, Valparaíso, Chile, 2002.

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que el gobierno venezolano consideraba un asunto interno y como tal de competencia de los tribunales locales. Con motivo de esa intervención militar europea, el Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, Luis María Drago envió una nota el 29 de diciembre de aquel año a su embajador en Washington, Martín García Mérou, declarando que la deuda de un Estado no puede ser argumento para justificar la agresión militar ni la ocupación de su territorio. Esta es la doctrina Drago, que se fundaba en el apoyo que presuntamente debía brindar Estados Unidos con la aplicación de la doctrina Monroe, dirigida contra la injerencia de poderes extranjeros en toda América. Pero Drago no consideró que el nuevo y poderoso enemigo en el cobro compulsivo de las deudas era la misma potencia del norte, con sucesivas intervenciones de Washington con ese propósito en diferentes países de la región que lo demostraron bien pronto.57 La dictadura quebró esta doctrina, permitiendo la jurisdicción extranjera para contraer deuda externa. Asimismo, como parte de las transformaciones estructurales, en 1991 Argentina adhirió al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI), una agencia del Banco Mundial, a la que cedió la soberanía jurisdiccional del país en pos de atraer inversiones extranjeras, en oposición a las doctrinas Calvo y Drago. Cuarta cuestión: el rol de los flujos externos de capital

Del modo en que llegan y se utilizan los flujos financieros del endeudamiento externo resultan altamente inestables y pueden causar serios daños en las economías de los países en desarrollo. Sean fondos provenientes de los mercados de capitales con fines especulativos, o las IED (Inversión Extranjera Directa) que por lo general no son de riesgo.

57 Véase Eduardo Zalduendo, La deuda externa, Depalma, Buenos Aires, 1985, pp. 7-13. La convención Drago-Porter preveía la activación de un mecanismo de arbitraje político entre sus Estados signatarios que precediera el eventual uso de la fuerza por uno de ellos o por una coalición. Ver Christophe Ventura, “Dettes souveraines, mécanisme européen de stabilité, pacte budgétaire”, en Mémoire des luttes, París, abril de 1912.

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Por un lado, gran parte de los flujos que ingresan parten de vuelta en forma de pago de intereses, beneficios repatriados y fuga de capitales. Por otro, los “donantes”, que, al mismo tiempo son los principales acreedores, terminan llevando dinero a los países periféricos para que éstos puedan satisfacer el pago de su deuda y así de seguido. El “endeudamiento eterno”, para los acreedores, es una forma de vivir de rentas, en un sistema dominado por el sector financiero internacional, principalmente norteamericano, y de tener atada a la periferia a sus necesidades. Quinta cuestión: los organismos financieros internacionales

Los organismos financieros internacionales creados en Bretton Woods hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial, se inspiraron en fines muy distintos a los de su funcionamiento actual. Una de las razones principales de su creación fue la gran crisis económica de los años ‘30 que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Entre las principales causas atribuidas al desencadenamiento de la crisis se hallaba el desorden monetario que la precedió y la ausencia de organismos internacionales para poder controlar los movimientos de capitales especulativos, que terminaron produciendo una debacle en la bolsa de Nueva York. Otra razón fundamental era ayudar financieramente a la recuperación de los países afectados por la guerra y a todos aquellos que sufrieran dificultades en su balanza de pagos, contribuyendo a financiar políticas expansivas. Pero esos organismos, el FMI y el Banco Mundial, estuvieron desde un principio controlados en su administración por los gobiernos de los países que aportaron más dinero: EE.UU. y Europa Occidental, que se repartieron la presidencia de cada uno de ellos y condicionaron sus políticas. En segundo lugar, los propósitos iniciales se alteraron y ambos se transformaron en verdaderos “guardianes del dinero” de la comunidad financiera internacional, ayudando a fomentar los capitales especulativos y las políticas de ajuste en los países periféricos para garantizar el pago de sus deudas. Esos organismos han sido en gran parte 127


responsables de la crisis mundial de 2008 y sus recomendaciones fueron altamente perjudiciales para los países deudores. Sexta cuestión: las posibles soluciones

Un ejemplo histórico, que nos concierne es el relato de Henry Shepherd que hizo un informe sobre la crisis del 90 y la salida del default para la Secretaria de Comercio de Estados Unidos. Shepherd dice: Argentina tuvo dos soluciones. O hacerlo a través de un oneroso crédito puente que ya en 1891 había pactado Carlos Pellegrini con Lord Rothschild según el cual para su pago se comprometían entre otras cosas los ingresos de la aduana que servían como garantía. El crédito que tenía también como objetivo salvar a la casi quebrada Baring Brothers, la principal compañía financiera británica y en parte causante de la crisis resultó oneroso y un total fracaso. O hacerlo de una manera distinta, respetando intereses nacionales. La solución vino dos años más tarde con Juan José Romero, el ministro de hacienda del presidente que sucede a Pellegrini, Luis Sáenz Peña, que tenía otra filosofía. Romero apoyado por su presidente decía que no había que pagar deuda vieja con deuda nueva y establecía unas pautas parecidas a los canjes del 2005 y el 2010. fijó un monto anual de pagos por 5 años postergando una parte de intereses y amortizaciones, y estableciendo quitas que fueron aceptadas por los acreedores, esto permitió que en 1897 antes aún de haber pasado los 5 años salir del default y poco después el retorno de capitales a la Argentina. Claro que el costo político que le hizo pagar a Sáenz Peña el poder concentrado de Roca y Pellegrini derivó en su prematura renuncia y su reemplazo por José Evaristo Uriburu del riñón del roquismo. Pero, del default se salió con una formula parecida a los canjes del kirchnerismo, y no con un nuevo endeudamiento. Las actuales negociaciones por la deuda siguen este último camino.

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Conclusiones

El proceso de endeudamiento externo responde más a necesidades intrínsecas de las economías centrales que a las de los países periféricos y, al mismo tiempo, acentúa la volatilidad de nuestras economías y su vulnerabilidad externa y consolida la dependencia económica. Sólo la búsqueda del desarrollo por medio del ahorro interno, la existencia de controles que permitan recibir un financiamiento externo productivo, y evite que las divisas obtenidas directamente o por los exportadores se fuguen a los paraísos fiscales, y la existencia globalización financiera”.58 El endeudamiento externo ha sacrificado cada vez más la soberanía jurídica de los países deudores a los intereses de los acreedores. Esto benefició a un nuevo tipo de piratería financiera de formas aparentemente legales promovida por los fondos buitres. Por las perturbaciones que inducen en los procesos de reestructuración de las deudas soberanas, la solución radica en eliminarlos del escenario económico mundial, y recobrar plenamente nuestra soberanía jurídica. Es necesario un profundo cambio en el sistema monetario y financiero internacional, que limite los intentos de aquellos sectores con influencia en las grandes potencias, para condicionar las políticas económicas de otros países o, incluso, para tratar de boicotear o voltear gobiernos, esta vez mediante golpes económicos o a través del lawfare. El punto esencial pasa por encarar propuestas de desarrollo de mediano o largo plazo, y eliminar de una vez por todas los residuos de políticas perimidas. Para ello deben trazarse líneas que hagan posible sostener en el tiempo, sin el peso opresivo del endeudamiento externo, los pilares de una nueva infraestructura, una industria eficiente, de alto nivel tecnológico y ambientalmente sustentable, y una redistribución progresiva de ingresos. La verdadera democracia no sólo debe ser política,

58 Carlos Marichal, “Argentina y el juicio del siglo en los Estados Unidos. El regreso de las deudas externas”, Página Popular, 8-7-2014.

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y verdaderamente representativa, sino también social y económica. Un país que dé oportunidades a todos por igual, brindándoles los mismos instrumentos iniciales para desarrollar sus potencialidades: educación, salud, conocimientos técnicos, principios morales, nociones sobre lo nacional y sobre el mundo. Para ello es preciso que nuestras políticas económicas estimulen la generación del capital interno necesario u obtengan un financiamiento que garantice el crecimiento de las actividades productivas y no la especulación o la fuga de capitales. En el fondo de la puja con los sectores minoritarios que calzaron a la Argentina en el chaleco de fuerza de la deuda, una constante de la historia nacional, hay una batalla cultural para que la mayoría de la población adquiera conciencia de este hecho. Esto supone crear un tipo de vinculación con el mundo a partir de los intereses de esa mayoría, lo que supone reforzar en primer lugar la identidad nacional, que es lo que permitirá negociar lo que se necesita del exterior con una perspectiva soberana, muy diferente a la del pasado.

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Deuda y defaults Alfredo Zaiat

Cuando se declara la cesación de pago de deudas o se precipita una crisis financiera global la pregunta para empezar a entenderla no es ¿cuál ha sido la causa?, sino ¿por qué sorprende que se haya desencadenado la crisis? Un ejercicio de lógica ayuda a encontrar la respuesta. La bomba es lanzada por A hacia la cara de B, B la ataja y se la tira a C, luego C a D, y así hasta que, Y la hace estallar, finalmente, en el rostro de Z. ¿Quién es el culpable de la explosión? ¿A o Y? A es la causa remota; Y, la causa próxima. Cuando un país anuncia el default, o las cotizaciones de acciones y bonos caen mucho hasta definir un crac bursátil, o decenas de bancos quiebran, intentamos encontrar el origen del derrumbe de ese mundo financiero que no deja de prometer la cadena de la felicidad. En todas las grandes crisis financieras de la historia, la especulación y la expansión desenfrenada de la deuda son la raíz (la causa remota) de las cesaciones de pagos (la causa próxima) y de la debacle de las finanzas y la economía. Charles P. Kindleberger explica que el exceso especulativo, al que nos referimos en forma concisa como manía, y la revulsión a este exceso en la forma de crisis, crac o pánico demuestra ser, si no inevitable, al menos, históricamente común.59 Argentina fue uno de los principales países protagonistas de la burbuja especulativa de la deuda latinoamericana desarrollada desde mediados de la década del ‘70 hasta su estallido a fines del siglo XX. La globalización financiera, lejos de contribuir a la financiación del desarrollo, conspiró contra la estabilidad necesaria para dinamizar el crecimiento económico. Esto explica, entre otros factores, que las tasas de crecimiento de la economía mundial 59 Charles P. Kindelberger, Manías, Pánicos y Cracs. Historia de las crisis financieras, Barcelona, Ariel, 2012.

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anterior a la ola liberalizadora iniciada en los años ’70 haya sido mayor que el crecimiento promedio de las siguientes tres décadas. Reinhart y Rogoff60 detallan una muestra de 66 países de los cinco continentes, representativa del 90 por ciento del PBI mundial, contabilizó 127 episodios de default en el período 18001945, con una duración promedio de seis años. De 1946 a 2006, la cesación de pago de deudas se repitió 169 veces, de lapso medio de tres años. El inventario abarca también de 1300 a 1799, cuando países europeos considerados hoy muy ricos, Alemania, Francia, contabilizaron varios defaults, al igual que Austria, España y Portugal. Estados Unidos no declaró formalmente el default, pero alteró en dos oportunidades la paridad del dólar con el oro, en 1933 y 1971, lo que implicó pagar su deuda con una moneda depreciada, que, en los hechos, fue una quita de capital a los acreedores. Los defaults de deudas externas de 66 países están distribuidos en 13 africanos, 18 latinoamericanos, 12 asiáticos, 19 europeos, además de Norteamérica y Oceanía. Las cesaciones de pagos han sido la norma a lo largo de la historia mundial. Entre 2003 y 2007 no hubo declaración de defaults. Fue un típico respiro, una tregua, luego de una larga Crisis previa de la deuda, y desde entonces se ha iniciado una nueva ola. Un factor distintivo que recorre la historia del capitalismo es la persistencia de acontecimientos de default. Ocurrieron en diferentes etapas, desde la formación de los Estados nacionales, el mercantilismo, el capitalismo moderno hasta la globalización financiera. El fenómeno de los defaults más bien pareciera un rito de pasaje universal para casi todos los países mientras transita el camino desde la condición de emergente a la de desarrollado. Francia defolteó los pagos de su deuda externa ocho veces entre 1558 y 1788, mientras que España lo hizo seis entre 1557 y 1647. En esa época los defaults eran tan usuales que los reyes franceses 60 Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, Ocho siglos de crisis financieras. Historia mundial de los defaults, México, Fondo de Cultura Económica 2011.

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ejecutaban a sus acreedores (bloodletting) como estrategia para reestructurar deudas. El ministro de Finanzas francés Abbe Terray entre 1768 y 1774 reivindicó que los gobiernos deberían defoltear una vez cada cien años, a fin restaurar, decía, el equilibrio. Con esos antecedentes, Reinhart y Rogoff afirman que no sería justo calificar a ninguno de los mercados emergentes de hoy con el título de defolteador serial. Desde 1800 los datos son más completos para poder agrupar los episodios de cesación de pago en cinco ciclos. 1°. Desarrollado durante las Guerras Napoleónicas, período muy importante puesto que sólo en el peor momento de la crisis de la deuda de países latinoamericanos en 1980 se aproxima a los niveles de defaults de comienzos de 1800. 2°. Transcurrió de 1820 hasta finales de 1840, cuando cerca de la mitad de los países del mundo estaban en default, incluyendo a todos los de América latina. 3°. Comenzó a principios de la década de 1870 y duró aproximadamente dos décadas. 4°. Arrancó con la Gran Depresión de los años ’30 del siglo pasado y se extendió hasta principios de la década del ’50. En los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial se produjo el pico más grande en la historia moderna, cuando los países que no pagaban o estaban reestructurando sus deudas representaron el 40 por ciento del Producto Bruto mundial. Esto se explica por la guerra, pero también por el arrastre de la crisis económica del ’30. 5°. La última etapa fue entre los años ’80 y ’90 en los países en desarrollo, con el caso argentino como el más notable. Si bien fue el incumplimiento de deuda más estruendoso por su magnitud de comienzos del nuevo siglo, Argentina no se ubica al tope histórico del ranking de países defolteadores de la región. Desde su independencia, Argentina defolteó ocho veces, incluyendo el último concretado durante el gobierno de Mauricio Macri; Brasil lo hizo en nueve oportunidades desde que se liberó del Imperio portugués; México en ocho; y Venezuela en diez. Ecuador, México, Perú, Venezuela y Nicaragua estuvieron en cesación de pagos o reestructurando deudas más del 40 por ciento 133


de los años transcurridos desde que lograron la independencia. Argentina, 32 por ciento. En Europa, España defolteó el record de trece veces; Alemania y Francia lo hicieron ocho veces cada uno. Grecia, cinco desde 1829, y más del 50 por ciento de los años estuvo en default o reestructurando deuda. En 2012, sumó el sexto episodio. Pocos países no han defolteado formalmente su deuda. Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Bélgica, Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Corea del Sur, Singapur. Algunos de ellos lo hicieron de hecho, como Estados Unidos, cuando rebajó el contenido de oro de la moneda en 1933 o cuando suspendió la convertibilidad en el siglo XIX durante la Guerra Civil, y luego otra vez más en agosto de 1971. Una de las enseñanzas de todos los defaults es que muestra la correlación entre la libre movilidad del capital y la ocurrencia de crisis bancarias y de deuda. Las cesaciones de pagos son una expresión de la volatilidad de los flujos de capitales y se precipitan por un shock externo, como puede ser el alza de la tasa de interés internacional, la caída de los precios de materias primas o el estallido de burbujas especulativas, poniendo en evidencia la vulnerabilidad de las economías. Los defaults han permitido reestablecer el curso de la acumulación del capital a lo largo de prácticamente toda la historia del capitalismo, como explicaba el ministro francés Abbe Terray. Los ciclos económicos están marcados por períodos de intensa acumulación, que llevan a la sobreexpansión, empujada por el crecimiento del crédito y el aumento de los flujos de capitales. Las crisis bancarias y de deuda se deben a entonces que las fases alcistas son seguidas por crisis de sobreproducción, con violentas caídas de los precios y los valores. El recorrido de la deuda externa argentina tiene rasgos similares a lo largo de toda su historia, desde el primer empréstito otorgado por los ingleses de la Baring Brothers en 1824 hasta el Megacanje de deuda diseñado por Domingo Felipe Cavallo en 2001, última estación previa al default.

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Las características son: • El pago de sobre tasas de interés. • Operaciones financieras poco transparentes y corrupción de banqueros y funcionarios. • Definición de cláusulas condicionantes de la política interna por parte de bancos acreedores, primero, y del Fondo Monetario Internacional, después, organismo que actuó como auditor de los acreedores. • El desvío de fondos obtenido de los préstamos hacia otros objetivos no previstos al momento de solicitar el crédito externo. • La aplicación irregular de los recursos obtenidos. • Ser el canal de alimentación para la especulación financiera y la fuga de capitales. La deuda, posterior default y finalmente refinanciación de esos pasivos es un recorrido que expone el profundo factor perturbador de los regímenes neoliberales en la economía argentina, que tienen como expresión crisis financieras que terminan siendo una pesada herencia para el bienestar colectivo de generaciones de argentinos. El ciclo de endeudamiento iniciado con la dictadura militar de 1976 es una referencia ineludible para comprender cómo participa la deuda en la reestructuración económica y social de un país. También cómo facilitó la incorporación de la economía nacional en el ciclo de transformación del funcionamiento del capitalismo a nivel global con la desregulación de los sistemas financieros. El último y vertiginoso ciclo de endeudamiento se desarrolló durante los cuatro años del gobierno de Mauricio Macri, que terminó en default. Cesación de pagos que el gobierno de Alberto Fernández resolvió con la reestructuración de la deuda con los acreedores privados y con el Fondo Monetario Internacional. La deuda se convierte en el principal condicionamiento de la política económica, cumpliendo un papel decisivo para imponer un nuevo régimen social de acumulación de capital. Este se basó en la especulación financiera y la fuga de capitales, desplazando a la generación de recursos generada por el aumento de la producción de bienes y servicios.

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Una visión provincial Pablo Julián López

Quiero centrar esta intervención en la cuestión de la deuda, el rol que la deuda ha tenido en la economía argentina en los últimos 40 años. Porque, si bien las raíces del insuficiente desarrollo de nuestro país pueden buscarse en el siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, este había comenzado a subsanarse en la década del cuarenta, y en las décadas subsiguientes, con el proceso de industrialización. Pero se truncó con la arremetida de las políticas neoliberales desde 1976 en Argentina. Esta hipótesis que planteo contrasta frontalmente con uno de los mitos o frases hechas más fuertes que ciertos sectores de la derecha argentina vienen instalando en la discusión pública en los últimos años. El argumento base es que la Argentina truncó su desarrollo a partir y por causa del peronismo y de las políticas “populistas” de los últimos 70 años, pasando por alto tanto datos concretos de la historia económica argentina, así como un análisis preciso de qué tipos de gobiernos tuvimos en esos 70 años, en donde por cierto no fue el peronismo el espacio político que gobernó la mayor parte de estos años. Para desmontar esa mirada simplista basta con repasar algunos datos: El PIB per cápita aumentó un 80% entre 1945 y 1974, mientras que entre mediados de los 70 y 2002 cayó 12%. Entre 2003 y 2015 en cambio el PBI per cápita creció un 50%. El PIB industrial creció entre 1945 y 1974 en 311% y luego cayó un 15% durante el largo período neoliberal, entre 1976 y 2002. Entre 2003 y 2015 el PBI industrial creció un 77% a pesar de ser un mundo y una Argentina completamente diferentes, con la desestructuración del mundo industrial clásico. Como consecuencia de ello, empeoró notoriamente la distribución del ingreso (el índice de GINI empeoró en un 50% entre 1975 y 2000). La tasa de desempleo pasó de valores por debajo del 4%, a valores promedio de 12% en la década del noventa. Ambos indicadores mejoraron en el interregno 2003-2015 136


Lo cierto es que el estancamiento argentino comenzó a partir de la última dictadura militar y los esfuerzos notorios que hubo en el medio (2003-2015) fueron tirados por la borda en los últimos cuatro años. Son las políticas neoliberales las que han provocado esta “decadencia”. Y estas políticas han descansado recurrentemente en el endeudamiento externo. Desde mediados de la década del 70 a la actualidad, en estos últimos 40 años, pueden reconocerse tres ciclos importantes de endeudamiento en nuestro país. El primero, entre 1976 y 1982, comenzando con el golpe militar y que culminaría con la crisis de deuda de comienzos de los ’80. El segundo, el ciclo de endeudamiento que va entre los años 1993 y 2001, que se inicia con el Plan Brady y termina en la crisis con default de 2001/2002. Por último, el más reciente, entre los años 2016 y 2018. Todos estos ciclos terminaron en default y reestructuración, pero la salida de estos ciclos no fue igual, y he aquí uno de los puntos principales a dejar en claro: la forma en que se resuelven las crisis de deuda condiciona fuertemente cómo será la etapa posterior de la economía argentina, qué características tendrá, y si habrá recuperación y mejora de los indicadores económicos y sociales o no. El ciclo que terminó en el 82/83 no lo hizo con un default abierto y generalizado, sino que se transitó con “moratorias silenciosas” y fuertes condicionamientos para implementar políticas de austeridad. El resultado fue que la deuda no se reestructuró y la década del ochenta se perdió en América Latina en materia de crecimiento y desarrollo. Cuando finalmente se reestructuró la deuda, fue tarde y mal con el Plan Brady a principios de los noventa (fenómeno al que la literatura llama: “too little, too late”). En definitiva, la salida de esa crisis de deuda fue tan débil y condicionada por la implementación de políticas de austeridad, que el resultado terminaría siendo, a la postre, un nuevo ciclo de endeudamiento, con recesión, desempleo y crisis. Y un nuevo default. La “solución” a la crisis de deuda de principios de los ochenta no fue tal, razón por la cual el desempeño de la economía sería decepcionante en los años posteriores y culminando en una 137


nueva crisis de deuda. Muy distinta fue la reestructuración de la deuda posterior al default del 2001, llevada adelante con los canjes de 2005 y 2010. Aunque llevó tiempo, no fue poco el alivio que se logró y permitió el proceso de crecimiento más vigoroso de la historia reciente de nuestro país. La clave fue, contrariamente al default anterior, una reestructuración profunda, con una quita de magnitud, y con la búsqueda de recuperar la sostenibilidad de la deuda como horizonte, sin aceptar condicionamientos ni medidas de austeridad. Esta salida es la que habilita un período de crecimiento económico inédito con un Estado con la decisión y el espacio fiscal para intervenir en motorizar y apuntalar el proceso. En esos años, el nivel de deuda pasó de representar el 150% del PIB (prácticamente toda en manos de privados y una parte muy significativa en moneda extranjera) a niveles en torno al 40%, con una parte importante en pesos y en manos del sector público. El desendeudamiento con privados en moneda extranjera se redujo de manera impactante, pasando de representar el 75% del PBI en 2003 a ser de tan sólo el 7,5% para 2015. En ese mismo período el PBI creció en promedio 4,5% anual (2015, vs.2020) El proceso de endeudamiento 2016-2018, que terminó con el “default virtual” del 2019 fue el más acelerado del que tengamos memoria y se expresó tanto en el nivel de deuda, como en la dinámica y la composición. Cuando en abril de 2018 sobrevino un shock externo, Argentina era altamente vulnerable. ¿Cuál es la razón por la que Argentina cayó en default? La Interpretación liberal vuelve una y otra vez sobre el mito del déficit fiscal como aquello que “obliga” al Estado a contraer deuda. Esa deuda que se toma conduce luego a un default. Este mito viene de la mano de otro: el endeudamiento evita ajustar (hasta que explota). En los hechos, lo que sucedió no fue eso: el gobierno logró conjugar dos de las premisas preferidas de los enfoques liberales: ajustar y endeudar, que no sólo no fueron contradictorias sino que fueron compatibles y simultáneas. En nuestra interpretación, la causalidad es inversa: a la larga, el déficit es hijo de la deuda, como lo muestra el porcentaje del 138


PBI destinado al pago de los servicios de deuda, que pasó del 10% en 2015 al 19,9% para 2019. Esto lleva a ajustar para poder pagar la deuda. A esto lo podemos llamar “la trampa de la austeridad”. En la actualidad estamos atravesando un nuevo proceso de reestructuración. Como señalamos, el resultado del mismo condicionará lo que sucederá en la próxima etapa. La reestructuración de la deuda en moneda extranjera ley de Nueva York reciente fue rápida y contundente: permite un alivio enorme, un ahorro de USD 37.700 millones hasta 2030. La tasa de interés se redujo desde el 7% promedio al 3,07% luego del canje. Es importante destacar, en el camino de revalorizar el mercado de deuda local, que la deuda en dólares bajo ley local recibió un trato semejante. Resta una parte importante, que es la negociación con el FMI y cuyo resultado será significativo para los años venideros. El acuerdo con el FMI debe contemplar estos antecedentes históricos. Nuevamente: el modo en que culmina el proceso de reestructuración argentino condicionará la etapa que recién está comenzando. Todo indica que el enfoque que se está aplicando se parece mucho más al de la reestructuración post 2001 que a la “salida” de la crisis de deuda del ‘82/‘83. La sostenibilidad a la cabeza, para no condicionar la capacidad del Estado para desplegar las políticas que favorezcan el crecimiento y el desarrollo, mejoren la distribución del ingreso, generen empleo y combatan la pobreza. Me toca vivir las consecuencias en la Provincia de Buenos Aires de esta política de endeudamiento masivo implementada por el último gobierno. La PBA fue el “mejor alumno” de la Nación. La gestión Vidal no sólo no se diferenció, sino que tuvo una estrategia aún más agresiva en su política de sobreendeudamiento: Mientras a nivel nacional el porcentaje de la deuda nominada en moneda extranjera ascendía al 77% del total para el IV trimestre de 2019, ese número se ubicó en torno al 84% en la Provincia de Buenos Aires para la misma fecha. Esto para una Provincia que obviamente no genera recursos en moneda extranjera. En relación a la “vida media” de la deuda de Nación, la misma 139


se acortó un 12% en cuatro años, mientras que el plazo de pago promedio de la deuda de la Provincia se redujo en un 38% para el mismo período. El peso de los intereses de la deuda sobre los recursos corrientes tuvo un fuerte incremento en cuatro años hasta alcanzar en la PBA casi al 20% de los recursos netos de coparticipación. Desde la Provincia de Buenos Aires estamos encarando un proceso de reestructuración de la deuda en moneda extranjera siguiendo los lineamientos del Gobierno Nacional, que permita recuperar la sostenibilidad de la deuda y generar el espacio fiscal necesario para encarar las enormes necesidades que tenemos hoy en la Provincia. Para terminar, quiero señalar algunas puntas o ideas que tienen que ver con la manera en que estamos pensando y a la vez diseñando la recuperación posterior a esta “doble crisis”, la crisis heredada del descalabro que dejó la gestión anterior, y la crisis fruto de la pandemia mundial, que amenaza con ser la más grave en 100 años: Un acuerdo de reestructuración exitoso genera espacio para que el Estado intervenga activamente en la necesaria recuperación económica. Es decir, generar espacio fiscal para una política expansiva que ponga a andar la rueda del consumo, la inversión y la producción. El estado tiene que asumir un rol central en la recuperación económica. Cortar con las políticas de austeridad es fundamental para comenzar a salir. Debemos convertir a la “sostenibilidad de la deuda” en una política de Estado. Nuestro enfoque respecto del financiamiento de la actividad del estado es de “Financiamiento responsable”. Centralmente, esto quiere decir: reducir la exposición al endeudamiento en moneda extranjera, desarrollar el mercado de pesos, diversificar las fuentes de financiamiento, utilizar el endeudamiento para inversión de capital, y profundizar la relación con los organismos multilaterales, que presentan condiciones muy ventajosas respecto de las de mercado. Dos ideas de la economista ítalo-americana Mariana Mazzucato para pensar la etapa que se abre: 1) el Estado tiene que 140


estar presente, pero como héroe, no como el que paga los platos rotos por el sector privado asumiendo costos, pero sin obtener beneficios que serán, en última instancia, para toda la sociedad. Tiene que tener un rol impulsor y dinamizador de la economía. 2) Por último, “No debemos volver a la normalidad porque la normalidad es lo que nos trajo hasta donde estamos”, que sirve como referencia para pensar cómo construir la pospandemia, por ejemplo, en términos de rol del estado, sistema tributario, la cuestión medio-ambiental, entre otras cuestiones.

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Deuda externa y concentración mediática María Seoane

Acá nos convoca el tema de la deuda externa. Estuve reflexionando, como periodista y comunicadora sobre este tema. En Argentina tiene una contracara que es interesante analizar. La deuda comunicacional de la democracia argentina está ligada a lo siguiente: cada período neoliberal, cada período de endeudamiento externo, le correspondió una concentración mayor de los grupos mediáticos y la consolidación de un grupo como el jugador más importante. En nuestro caso es el Grupo Clarín. ¿Pero por qué nos llama la atención si hay otras empresas que se reconcentran? Cómo la de lácteos, o cárnicas, o del acero. Nos llama la atención por una razón sencilla: Las empresas de medios no producen chorizos ni sachet de leche ni tornillos, producen creencias, producen subjetividad. Están vinculadas a la libertad de las personas para informarse y elegir sobre esas informaciones vías de acción o criterios a ser adoptados en su vida. En ese sentido, la concentración empresarial en esas empresas es crítica. Por eso existe una intención cada vez mayor a nivel mundial, como pasa con el caso de Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft, llamado GAFAM, de regular su existencia en la medida que producir subjetividad se afecta la libertad de elegir de las personas, se condiciona el comportamiento de los individuos y las sociedades. Se puede elegir comer o no comer un yogurt determinado, o una marca de mayonesa, pero si hay una insidia en la producción de información no veraz sobre la cabeza de los ciudadanos, la conducta de estos va a ser sesgada en su libertad de decidir sobre un acontecimiento mayor, como elegir un candidato que gobernará su país y la vida de millones de ciudadanos. El primer nivel destacado de concentración mediática se produjo por el arribo brutal del neoliberalismo durante la última dictadura militar. En ese momento, el principal grupo de medios de este país, Clarín, y La Nación se transformaron con el Estado en socios de la única empresa productora de papel de diario: 142


Papel Prensa. El papel de diario se debía importar por lo cual tener una empresa de fabricación propia, si no está regulada, es lo mismo que controlar el desarrollo de la competencia. Esto pasó en la dictadura con mucha claridad, más allá de que comenzó el reinado del capitalismo financiero, dos empresasque además eran proto socias- se transformaron en árbitros, asociadas con el Estado, de la política y la subjetividad de la sociedad argentina. Luego vino el período de Raúl Alfonsín que intentó corregir esos males de la democracia al establecer que esas empresas no podían fijar el precio del papel. La llegada de Alfonsín implicó también un tironeo sobre la construcción de subjetividad política respecto a la concentración mediática que se daba en ese momento. De cualquier manera, cuando llega el menemismo se produce un nuevo giro en la concentración. Con la privatización de los canales y además con la eliminación de la cláusula que impedía que los dueños de Papel Prensa no pudieran fijar el precio del papel de diario aleatoriamente. El Estado, ante la asociación creciente de Clarín- La Nación quedó como socio minoritario. En el menemato se eliminó el control de las licencias de televisión, se privatizaron los canales, se eliminó el rol del Estado para fijar el precio del papel. Mientras Clarín se transformaba en una corporación también ocurría que llegaban a tener 191 licencias de televisión. Al mismo tiempo podían crecer en todo el territorio nacional con una competencia que muchos tildaron desleal respecto de los pequeños jugadores en cuanto a la extensión de la red de internet y televisión. Con la llegada del kirchnerismo se discute la ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, más conocida como Ley de Medios, que intenta poner límite a esa situación. Porque las empresas de medios se transformaban además en jugadores internacionales a través de un proceso de integración con fondos de inversión. Diversificaban su negocio al área de la agroindustria y al área de las finanzas. Había una concentración mediática en la producción de creencias y subjetividad y al mismo tiempo una extensión y una integración horizontal con otras empresas de otras características. Al llegar el año 2010 el 143


grupo Clarín estaba integrado con grupos financieros y con grupos de agroexportación. El tema más serio que se encuentra cuando se habla de deuda externa es la deuda interna que refleja esa concentración mediática en la Argentina. Una deuda que se transforma cada vez más en impagable, donde el Estado es un Estado que pasa a ser administrador de esa deuda, como administrador de los deudores, más que desarrollador. Eso se corresponde también a un monopolio del pensamiento, a un monopolio de las subjetividades. En la medida en que el lugar donde se emite ideología y cultura está absolutamente monopolizado por empresas que tienen intereses horizontales en otras áreas por la cual pueden influir en la sociedad. El arribo del macrismo, lo que podría llamarse la tercera ola neoliberal en la Argentina- la primera se inició con la dictadura, la segunda en la era Menem, y la tercera con la llegada de Mauricio Macri al poder en 2015- se produce en un momento de necesidad de ciertos poderes concentrados del mundo financiero. Es el capital financiero el que insiste masivamente y el que sostiene, a través del pacto de Macri con Clarín, la influencia sobre la sociedad para generar un voto positivo para Mauricio Macri. Allí aparecen con intensidad en estas tierras las llamadas fake news y el también el llamado lawfare, degeneraciones políticas profundísimas de la comunicación, de la estructura de comunicación de las sociedades. Por eso son preocupantes, porque la manipulación de la subjetividad es mucho más importante que manipular las preferencias por una marca de mayonesa. Lo que podemos decir es que con la llegada del macrismo en 2015 se produce no solamente la mayor deuda externa en el menor período de tiempo de la historia argentina- 37% en 2015 pasa al 76% en 2019-, sino también la mayor concentración mediática en la historia argentina. Se produce el desguace de los medios estatales, el Estado se queda sin reacción, la concentración de medios tiene un cross-media de casi 60%, donde un grupo controla el 40% del mercado. Cuando analicemos la deuda externa y la historia de la misma, hagamos paralelamente una historia de la concentración mediática en Argentina porque esta última es hija directa de 144


esa deuda externa, devenida en interna no sólo por los costos materiales sobre la sociedad, sino por la influencia decisiva sobre la capacidad de los ciudadanos de elegir con información veraz. Es decir, en la afectación directa de su derecho humano a ser libres.

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Educación y deuda externa Mario Oporto

Me voy a referir a la salida de la crisis argentina o de la crisis sanitaria más la crisis económica y la consecuencia social que tiene la pandemia y la cuarentena desde una mirada educativa. Para ello, sobre el final, voy a particularizar la mirada educativa y hacer una propuesta y desarrollaré mi exposición alrededor de los fundamentos que la justifican. El marco en el que quiero desarrollar la propuesta es, por un lado, reafirmando seis puntos que creo que son esenciales para este encuentro. En primer lugar, decir que de la crisis no se puede salir cediendo democracia, por lo tanto, hay que profundizar la democracia, no sólo la democracia política sino también la democracia social y la democracia económica. En segundo lugar, creo que hace falta una democracia de alta energía en donde no se necesite que haya una crisis cada vez que queremos realizar cambios profundos. En este sentido, la educación tiene mucha responsabilidad en la profundización de la democracia. En tercer lugar, de la crisis no se puede salir cediendo justicia social a costa de incrementar las desigualdades. Esta posibilidad de igualitarismo va a tener que ser clave en las oportunidades laborales y formativas. En cuarto lugar, plantear que de la crisis se sale produciendo, y que, frente a la especulación o la fuga de capitales, como ya lo dijo el presidente en el inicio de su mandato, es necesario plantear un modelo de desarrollo nacional, un modelo productivista y capacitador. Finalmente, como bien señala el documento de base, de la crisis se sale profundizando la batalla cultural. Y cuando decimos batalla cultural estamos planteando una cultura emancipadora frente a lo que podríamos llamar el colonialismo mental, un proyecto educativo que ayude a romper con este tipo del colonialismo. Por lo tanto, cuando uno piensa una escuela 146


excelente la tiene que pensar en ese marco, porque, también, puede ser una escuela de presunta excelencia que enseñe cediendo nuestra identidad cultural. Es en este contexto y lo quiero poner en agenda pública, que la Argentina tiene que pensar una política de población profunda. Sé que la población es producto del desarrollo, pero no hay salida de la crisis si la población no es también sujeto del desarrollo. Políticas de población que planteen políticas de salud reproductiva, frente a la mortalidad evitable, y, por supuesto, políticas frente a los movimientos poblacionales y las migraciones, pero también de redistribución de la población, porque en esta crisis. lo que ha mostrado la pandemia en particular, es la explosión de las megalópolis y el mal vivir de las mismas. Una mirada particular sobre la estructura etaria de nuestra población nos va a llevar a mayores políticas de previsión social. Por supuesto que esto implica un cambio en la educación pública, agenda que teníamos desde antes de la pandemia y que sigue viva tras ella, aún cuando se le han agregado problemas nuevos. Estoy hablando de educar para la producción y el trabajo, educar para la convivencia social, educar para la democracia y el federalismo, educar para una mirada latinoamericana, de nuestra cultura, y educar para la ciencia, la innovación y la tecnología. Esto nos lleva a replantear, por otro lado, nuestro tipo de inserción en el mundo, con un alto grado de rebeldía. Dicen que ser rebelde no garantiza el éxito, pero ser obediente garantiza el fracaso. En cambio, tenemos que insertarnos en el mundo con ideas propias. El concepto tradicional de los economicistas sobre sustitución de importaciones también cabe para las ideas. Tenemos que hacer sustitución de importación de las ideas con una mirada amplia que me hace recordar una frase extraordinaria de aquel pensador argentino que fue Manuel Ugarte: “ni internacionalismo ciego ni nacionalismo cerrado”. Esto implica, a mi entender, salir de la crisis con un proyecto nacional fuerte que movilice los recursos naturales, que fomente empresas inclusivas, que capacite a los trabajadores, que innove y experimente 147


en las instituciones, siguiendo la orientación inevitable de la globalización, pero sin dejar que nos exijan subordinación. Saber que no hay un solo camino ni caminos predeterminados, que uno tiene que construir sus propios caminos. Volviendo a las frases de la historia, cómo aquella tan repetida de Simón Rodríguez: “o inventamos o erramos”. De este modo es posible replantear de una manera distinta la cuestión económica y extraer de allí una propuesta: Privilegiar la capacidad productiva: sabemos que con los productos primarios no alcanza, poco valor agregado no es suficiente. Las transferencias sociales hacia los sectores más pobres son urgentes, pero tampoco son suficientes. La distribución del conocimiento si no llega a todos los jóvenes y, fundamentalmente, a todos los trabajadores tampoco es suficiente. Y la industrialización convencional tampoco es suficiente. Por lo tanto, creo que hay que privilegiar la capacidad productiva, que la mayor parte de la fuerza de trabajo de la economía informal vaya ingresando a la economía formal. Que las pequeñas y medianas empresas y sus trabajadores no queden en la retaguardia de la innovación tecnológica. Esto implica una revolución en la educación pública y, además de eso, darle nueva vida al federalismo. Un proyecto productivo federal: es muy auspicioso que el gobierno nacional y el presidente estén pensando en un proyecto productivo federal que parta desde las provincias hacia el centro. La clave del federalismo y la cooperación vertical y horizontal entre las provincias y entre los municipios es fundamental. Esto implica también un repensar el Estado, la formación de cuadros, la eficiencia administrativa y, fundamentalmente, la innovación experimental, dentro de lo que yo podría denominar un federalismo cooperativo y cooperador que también desconcentre a la megalópolis. La formación profesional: por todo esto, la propuesta incluye hacer visible y privilegiar el lugar que merece en cualquier proyecto nacional la formación profesional, como tercer salida para los jóvenes además de la universitaria y de la técnica terciaria 148


y que sea en un sistema navegable, de puentes de ida y vuelta, donde quien recorre el trecho de la formación profesional pueda tener articulación con el sistema superior tanto universitario como terciario pero también navegación de vuelta para aquellos que recorriendo el terciario y el universitario y estén a punto de abandonarlo que no derrochen lo que han acumulado como experiencia y puedan recorrer también la formación profesional. Por otro lado, la articulación en el marco de la obligatoriedad en la secundaria de la formación profesional con la educación secundaria dando títulos intermedios, acreditando, generando posibilidades que no generen caminos únicos ni cerrados. Una gran articulación con el sistema productivo: con ese amplio sistema que ofrece formación profesional, desde la educación, desde el trabajo, desde el desarrollo social, desde la cultura, pero también desde la empresa, el sindicato y la iglesia. Y es bueno aquí señalar que la experiencia sindical ha sido destacada en lo que hace a la formación profesional. Por lo tanto, creo que el camino de la salida de las crisis es, entre otros, un sistema integral de formación profesional. El Plan contra el hambre es un plan urgente y extraordinario y planteado en los marcos que el presidente ha desarrollado, pero sabemos que el éxito del Plan contra el hambre es que el plan se termine. Pero el plan estratégico es un plan épico, es un plan para generar el entusiasmo político en la democratización de la sociedad que necesitamos para salir de la crisis, para contribuir a la transformación y al desarrollo de la matriz productiva mediante un nuevo modelo de organización y gestión de articulación entre la educación y el trabajo. Está dirigido a la capacitación de los jóvenes y de los trabajadores argentinos.

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Cine, economía, inflación y deuda Jorge Maestro

Cuando se me invitó a que investigara si el cine argentino exploró el tema de la Economía y la deuda externa, encontré películas que trataban a veces directamente y otras de manera circunstancial cuestiones vinculadas con estos temas. A lo largo del foro pudimos ver fragmentos de varias de ellas cuyas historias se ubican dentro del contexto de la cuestión económica de la época. Así es como en 1936, en plena depresión de los ’30, PUERTO NUEVO, una comedia musical dirigida por Luis César Amadori y Mario Sóffici puso el acento en la crítica social mostrando por primera vez la vida de los desocupados en una Villa Miseria. En los años 40 los problemas económicos de la clase media argentina empiezan a reflejarse también en el cine. Cabe señalar que, en 1942, la cantidad de huelgas y huelguistas creció bruscamente. Esas huelgas se reflejan en ELVIRA FERNÁNDEZ VENDEDORA DE TIENDA, de Manuel Romero de 1942 cuando los empleados de una Tienda reaccionan ante los despidos injustos y el acoso laboral ejercido por parte de los jefes de sección que representan al patrón. Las mujeres, mayoría entre los empleados inician una huelga. Pocos años después, en 1948, LUCAS DEMARE, estrena LA CALLE GRITA. La película narra una historia de amor en el contexto de la carestía de la vida y el problema del endeudamiento de la gente. Un asunto que preocupaba al gobierno en ese entonces y que por entonces comenzó a acuciar a los argentinos, que poco y nada sabían del peso de inflaciones y dudas. La CALLE GRITA cuenta con ironía la situación de un famoso financista que no puede ordenar los problemas económicos de un modesto hogar. Su planteo de que los sueldos no alcanzaban hasta fin de mes era inédito en el cine argentino y uno de los contados ejemplos de compromiso con la época. 150


En 1954 se filma MERCADO DE ABASTO. La película narra algunos aspectos del imaginario social peronista: La armonía de una comunidad donde existen las diferencias sociales y de identidad, pero que se organiza a partir del trabajo que dignifica a quienes la realizan. El protagonismo de la mujer en la figura de Tita Merello. Y la toma de conciencia del personaje de Pepe Arias, un comerciante que evade impuestos y se niega a pagarlos a pesar de que el inspector de rentas, intenta convencerlo del carácter justo y redistributivo del accionar del Estado, mostrándole que más allá de la micro sociedad en la que vivimos diariamente, hay una comunidad más amplia que se articula a través del Estado que con sus políticas de recaudación y gasto público es el que se encarga de garantizar a todos el bienestar. Luego de atravesar un cine más intimista en los años 60, con algunas excepciones como los films de Fernando Birri con el documental TIRE DIÉ y LOS INUNDADOS, en 1974 se estrena QUEBRACHO. Una película que se torna esencialmente como un testimonio documental más que como cine dramático. QUEBRACHO cuenta en tres épocas la historia de La Forestal y la explotación en los quebrachales en el Chaco, destacando la hegemonía del extranjero en las élites económicas y las empresas nacionales con sus respectivos socios locales. La película mantiene una inquietante vigencia al exponer con claridad los mecanismos de dominación que las potencias del mundo siguen imponiendo aún hoy a países emergentes y dueños de materias primas, como la Argentina. Es en 1982 cuando Fernando Ayala, con libro de Jorge Goldenberg y Oscar Viale realiza PLATA DULCE. En el contexto histórico de la patria financiera, se instala la historia explorando la relación de los dos cuñados: Molinuevo (Julio de Grazia) que representa al hombre simple, honesto que se resiste al cambio, y Bonifatti (Federico Luppi) que opta por la “nueva Argentina”. La historia, que arranca con el triunfo argentino en el Mundial del 78, transcurre en el marco de una época donde el ministro 151


de Economía de la dictadura: Martínez de Hoz, impuso una “reforma” que impulsó la especulación financiera en la que miles de ahorristas recorrían el centro bancario cotejando las tasas de cada banco para decidir dónde colocar la plata. Sobre esta misma cuestión el director Diego Musiak filmó en el 2000 el documental LA MAYOR ESTAFA AL PUEBLO ARGENTINO que narra la denuncia que hizo Alejandro Olmos a Martínez de Hoz y otros funcionarios del Gobierno de la última dictadura militar que con las políticas neoliberales llevaron al país de la profundización industrial a la especulación financiera, generando una deuda externa que no era otra cosa que una gran estafa. Como dice el personaje de Arteche en PLATA DULCE se trataba de “un enorme cambio, porque estábamos entrando al mundo”. (Un discurso que suena muy parecido al que escuchamos en el país entre diciembre de 2015 y diciembre de 2019) Para concluir podemos decir que muchas películas argentinas exploraron temas económicos y de la deuda externa. Desde 1936 en adelante trataron asuntos como la desocupación, la carestía de la vida, la inflación, la evasión impositiva y las políticas neoliberales. Hagamos un último recorrido visualizando una serie de fragmentos de ese cine que hemos mencionado. A continuación, veremos frases y diálogos significativos de esas películas con imágenes que la representan, así como otras fotos o pinturas de artistas de época.

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Elvira Fernández, vendedora de tienda (1942) de Manuel Romero

Descripción La hija (Paulina Singerman) de un millonario investiga encubiertamente las injusticias que ocurren en su tienda. Fecha de estreno inicial: 1 de julio de 1942 Director: Manuel Romero Guion: Manuel Romero Idioma: Idioma español Música compuesta por: Rodolfo Sciamarella, Alberto Soifer, Bert Rosé Reparto: Paulina Singerman, Tito Lusiardo, Juan Carlos Thorry, Sofía Bozán -Muchachas, muchachas. Nos veremos en la ventanilla de pago. Creo que hay lío. -Qué pasa. -Corren los rumores de rebajas y despidos. Parecen que despiden a los 50 trabajadores más antiguos. -Pero eso es una canallada. -Esos perros que nos odian.

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-Saben la novedad? -Sí que despiden a 50 y rebajan los sueldos. -Hay que protestar. Iniciar un movimiento. -La gente necesita vivir y está acobardada. -Eso lo veremos. Vamos a cambiarnos chicas y a cobrar. -¡Que nos oigan! -Cálmense. No ganarán nada y se comprometerán ustedes. La calle grita (1948) de Lucas Demare

Escena clave entre Ángel Magaña y Enrique Muiño.

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-Yo tengo un déficit, Doctor. (Ángel Magaña) -¿Un déficit? (Enrique Muiño) -Sí, Doctor. Un déficit horrible. Horrible. (Ángel Magaña) -Un déficit se arregla pensando, no llorando. Veamos. (Enrique Muiño) -Es que voy a casarme, Doctor. (Ángel Magaña) -Ah. ¡El amor! (Enrique Muiño) -Distribuimos los gastos renglón por renglón... (Ángel Magaña) -¿Qué pasa? ¿Se acabaron los renglones? (Enrique Muiño) -No. La plata se acabó. (Ángel Magaña) ... -¿Dónde está el entierro, digo, el error? Ustedes ganan 400 pesos mensuales, ¿verdad? 400 pesos mensuales significan 13, 33 por día. 13, 33 por día son 399, 90 al mes. Sobran 10 centavos. No le di dije ya le sobra plata (Enrique Muiño) -Ahora se aplica la tabla. 20% para el alquiler, es decir, 80 pesos. (Enrique Muiño) -¿Usted ha visto alguna vez un departamento por 80 pesos? ¿Dice su tabla dónde está? (Ángel Magaña) -Mi tabla no, pero el diario sí. (Enrique Muiño) Enrique Muiño visita la casa alquilada por ángel Magaña -Dígame, eso en el dormitorio, ¿qué son? (Enrique Muiño) -Los caballos del corralón. Patean un poco. (Ángel Magaña) -¿Pero si uno está durmiendo y el caballo patea? (Enrique Muiño) -Los corremos un poco. Además, uno se acostumbra a todo. (Ángel Magaña) -A lo malo no se acostumbra nadie. (Enrique Muiño) -¿Y? ¿Qué quiere por 80 pesos? (Ángel Magaña) ... -Como verá tengo aquí todos los informes precisos. El alquiler parece intocable. (Ángel Magaña) -Ya se lo había dicho yo sin necesidad de esos informes. Hay que andar por la calle y enterarse. (Enrique Muiño) -No hace falta. Donde puede haber una disminución es aquí. Se me ocurre que la verdurita se podría suprimir. Me complica 155


el cálculo. (Enrique Muiño) -Pero si la suprime me complica la comida. (Ángel Magaña) -Es carísima (Enrique Muiño) ... -Permiso. (Ángel Magaña borrando ese rubro del pizarrón donde está copiada la tabla que hizo Enrique Muiño). -¿Qué hace (Enrigue Muiño) -Subió la papa. (Ángel Magaña) -¿Cómo?(Enrique Muiño) -Subió. (Ángel Magaña) Mercado de Abasto (1955) de Lucas Demare

-Acá para la casa, para tus gastos, y el resto guárdalo ahí. ¡Ah! Pero en efectivo, ¿eh?, nada de depósitos. (Pepe Arias el amigo que maneja el dinero de los puestos del abasto aconsejando a Tita Merello) Llega el inspector de impuestos 156


-Buenas tardes. (El inspector de impuestos) -Usted, otra vez. (Pepe Arias) -¡Cómo anda esa salud? (el inspector de impuestos) -Mejor que nunca. Y espero que no venga a estropeármela (Pepe Arias) -Por favor, no empiecen a discutir (Tita Merello) -Al contrario, señora. Vengo a ahorrarle un disgusto. Si usted no arregla hoy mismo su situación, tengo orden de pasar el expediente a la oficina de asuntos legales (el inspector de impuestos) -Por mi puede pasarlo a la Suprema Corte. (Pepe Arias) -Mire que con los abogados no se juega, además, se han obtenido estos comprobantes de operaciones hechas por usted. (el inspector de impuestos) -A ver... Veo que hay algunos delatores. Pero me nefrega. Ustedes tendrán pruebas, pero yo no tengo un solo centavo a mi nombre. Se van a quedar con las ganas.! (Pepe Arias).

Una araña pollito picó al hijo de Tita Merello que yace desmayado en el piso. -¡Hijo! ¡Hijo! (grita desesperada Tita Merello) Ya en el hospital... -Y Doctor, ¿cómo está? (Pepe Arias) 157


-Ha sido una gran suerte traerlo enseguida. Lo demás lo hicieron el pulmotor y la transfusión de sangre. Puede estar contento amigo. (el médico) -Doctor. Yo sé que lo que han hecho por mi hijo no tiene precio y que además no se puede pagar porque aquí no se cobra, pero por lo menos quisiera gratificar al que dio la sangre que lo salvo (Tita Merello). -Vaya a saber quién es. (el médico) -¿Cómo? ¿No lo conocen? (Pepe Arias)) -No. El que da su sangre no sabe cuándo va a ser utilizada ni a quién va a salvar. Es una persona generosa a la cual lo único que le interesa es a hacer el bien y ayudar a sus semejantes. Agradézcaselo desde el fondo de su corazón y para él será suficiente. (el médico) Pepe Arias dirigiéndose al inspector de impuestos que está también en el hospital -Ya sé lo que está pensando. Vaya mañana por mi escritorio que voy a poner los impuestos al día (Pepe Arias) Quebracho (1974). De Ricardo Wullicher

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La Forestal, o “The Forestal Land, Timber and Railways Company Limited”, nació en 1872 y se instaló oficialmente en Santa Fe (Argentina) en 19068, aunque ya actuaba desde hacía dos décadas a través de Murrieta y Cía, con sede en Londres. Es una empresa argentina de origen y capitales extranjeros, en especial ingleses, pero también franceses y alemanes. Fue una compañía hegemónica a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en el norte de Argentina y el Chaco, construyendo numerosos pueblos, fábricas y largas vías férreas para su comunicación y transporte industrial. En estos pueblos los trabajadores pagaban con pagarés y vales de la propia empresa, con su propio economato, donde nuevamente sacaba ventajas económicas la dirección patronal. Tuvo buenas relaciones con los diferentes gobiernos argentinos a los que solicitaba apoyo para la represión de los trabajadores, así como la posibilidad de comprar tierras públicas a precios ridículos. Al tener sus propios pueblos, economías, economatos, y hasta moneda propia, era una especie de “Estado dentro de un Estado”. En un momento dado obtuvo su propia gendarmería armada con lo que reprimió a los propios trabajadores. Estos eran la “gendarmería volante” o los “cardenales”, que obtuvieron la legitimización del gobierno provincial para actuar.

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Trabajadores de la forestal.

Escena clave del film entre un abogado defensor de los trabajadores (Lautaro Murúa) y un gerente de La Forestal (Héctor Alterio).

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Alterio se entrevista con Murúa, su intención es echarlo de la empresa -El año pasado la Cía exportó 80000 toneladas de rollizo y ciento cincuenta mil de tanino lo que da una ganancia aproximada de 3.000.000 de dólares, esto es sólo lo que la compañía sacó el año pasado. (Héctor Alterio). ¿Cómo repartimos esos dólares? (Lautaro Murúa). -No vine a hablar de economía. (Héctor Alterio). -Buenos hablemos de la naturaleza. En 5 años la compañía ha talado un 1.250.000 hermosos arboles de quebracho, únicos en el mundo, y no han plantado ninguno. -No tiene sentido tardan 100 años para crecer. (Héctor Alterio) -Entonces ustedes ya no están aquí y esa tierra no sirve ni para la agricultura ni para la ganadería. (Lautaro Murúa). -La Cía utiliza la materia prima donde la encuentra. La razón es que esta es una explotación industrial como cualquier otra, no hablemos de dinero. (Héctor Alterio). -Recuerde que en toda área de desarrollo económico hay una entrada y una salida. Una vez adentro, bloquea la entrada, y controla todo el proceso, aunque no sea todo suyo. (Héctor Alterio). -La Argentina no es protectorado inglés. ¿Qué seguridad hay que puedan continuar el desarrollo? (Lautaro Murúa. -Si comprende lo que le explicaré, eso ya no tendrá importancia. Se debe controlar el territorio por otros medios, como transportes, petróleo, alimentos y fuentes financieras. Son fundamentales y los mantenemos bajo nuestro control. Recuerde que son los recursos básicos para el desarrollo económico. (Héctor Alterio). ... -Tenemos el poder sin los problemas de tener que gobernar. Nuestro poder hace que las cosas se pongan en marcha. (Héctor Alterio).

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Plata dulce (1982) de Fernando Ayala

Reparto Federico Luppi, Julio De Grazia, Gianni Lunadei, Alberto Segado, Adriana Aizemberg, Alberto Busaid, Nora Cullen... Sinopsis Un hombre se encuentra con un ex compañero de la colimba que le ofrece un negocio redondo. La “plata” comienza a venir a raudales, pero las cosas cambiarán de un día para el otro. (FILMAFFINITY )

-¿Sabes lo que es realmente difícil, querido Carlos Teodoro? Es asumir que estamos entrando a un nuevo país, pero un país nuevo de verdad, ¿me entendés? Se trata de un enorme cambio porque estamos entrando al mundo. (Federico Luppi). -Sí, lo que decís es todo fenómeno. Pero, ¿nosotros qué ganamos? El Rubén y yo. Porque vamos a tener que parar la producción. (Julio de Grazia). ... -¿Qué hago si tengo que vender el taller? ¿Qué hago? (Julio de Grazia). -Hace trabajar la guita. O metete a importar. (Federico Luppi). -¿Importar? ¿Yo? ¿Y yo que sé de eso? Pero mirá lo que dice. No, viejo, no. Maquinarias son maquinarias. Botiquines son botiquines. Están ahí, los podés ver, los podés tocar. ¡Qué importar! (Julio de Grazia). ... -Solamente hay una respuesta. Libertad. Libertad completa. Libertad 162


en el pleno sentido de la palabra. Si queremos un mundo libre, tenemos que luchar por una economía libre. (Federicio Luppi). UN TIEMPO MÁS TARDE FEDERICO LUPPI ENTRA EN BANCARROTA.

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Tercer panel: Sujetos y subjetividades en el mundo pandémico y pospandémico Documento de base: La peste negra, la gran depresión del siglo XIV y el coronavirus Mario Rapoport



La actual pandemia internacional no es ajena a la crisis económica mundial cuyos orígenes pueden remontarse a fines del siglo XX e inicios del siglo XXI en Estados Unidos con las crisis de las punto com, de Enron y de otras empresas, cajas de ahorro y bancos; crisis financieras que repercuten en el mundo hasta el estallido de la crisis mundial de 2008. Estas crisis van acompañadas de sucesos luctuosos: las sucesivas guerras en Asia y el medio oriente, las ocupaciones militares, sobre todo por parte de Estados Unidos; el terrorismo y el ataque a las torres gemelas, precedidas en nuestro caso por el atentado a la AMIA y a la embajada de Israel, repetidos luego en Europa. Las extremas desigualdades sociales, el hambre y las enfermedades en gran parte del mundo, representan por sí mismas millones de muertos. Posiblemente no tanto como el desgraciado siglo XX con la gran depresión de los años 30, las dos guerras mundiales, el holocausto, los distintos episodios de la guerra fría y especialmente la guerra de Vietnam. En todo caso, con esta nueva peste que sufrimos los problemas actuales pueden quizás aceptar un ejercicio de comparación con las desgracias de fines del siglo XIV que significaron el principio del fin de un modelo económico el feudalismo (aunque hubo que esperar varios siglos para su caída definitiva) y el nacimiento del mundo moderno, lo que los marxistas llamaron la transición del feudalismo al capitalismo. En ella se combinó la peste negra de 1348 que asoló varios años a Europa con la agonía económica de un sistema que había dejado de funcionar. Los cambios climáticos, el desequilibrio entre población y recursos naturales (que se expresaron en la gran hambruna de 1315 a 1317), la guerra permanente, la competencia entre los nuevos estados emergentes y la crisis de la deuda pública y privada constituyen también algunas características de nuestro siglo. Como señala el gran historiador belga Guy Bois,61 “queda por apreciar la conmoción (específica) provocada por la 61 Guy Bois, La Gran Depresión Medieval: Siglos XIV-XV. El precedente de una crisis económica Universidad de Valencia-2001.

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Peste Negra: una cuestión inmensa, a menudo inaprehensible y no obstante esencial. Una sociedad no pierde impunemente una fracción semejante de su población en unos meses sin ser sacudida cultural, social y materialmente. La dificultad del análisis se refiere al hecho de que los efectos más inmediatos no son necesariamente los más decisivos. En la estela de la epidemia se inscriben manifestaciones aberrantes que atestiguan sobre todo el desconcierto general. La peste agravó y prolongó de manera manifiesta la decadencia que sufría la sociedad occidental. Por un lado, la economía señorial, muy dependiente de la mano de obra asalariada, sufrió un golpe severo cuando ésta se volvió más escasa y más cara. Más grave aún: el impacto demográfico acentuó los efectos depresivos del impacto fiscal. Con el resultado de un hundimiento de la producción, y por tanto, del consumo. La epidemia no actuó como un factor aislado o aislable, se enmaraña con otros factores cuyos efectos amplifica.” Es preciso señalar que muchos fenómenos actuales, pese a las impresionantes transformaciones económicas y tecnológicas producidas desde la revolución industrial. se parecen a los de ese capitalismo mercantil del fin de la Edad Media. El incremento exponencial de la deuda en las distintas ciudades fue su principal característica. Como señala un catedrático español Antoni Furio Diego62 entre el 40% y el 80% del gasto público de las principales ciudades españolas en el siglo XIV estaba destinado a pagar intereses. Esto obligaba a crear nuevos impuestos, pero gran parte del esfuerzo fiscal iba manos de financistas y mercaderes que invertían en la deuda pública como hoy lo hacen los fondos de inversión. Todo ese mecanismo se basaba en las exigencias de las monarquías por los mayores gastos bélicos y por el desarrollo de los mismos estados, donde predominaban los gastos improductivos y el lujo. A esto se agregó una fuerte burbuja inmobiliaria que provocó el alza de los precios de la tierra y finalmente desordenes monetarios con grandes devaluaciones. En algunos países como

62 El País, 8-1-2012.

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en Francia la moneda perdió el 50% de su valor. La peste llegó con su terrible impacto que diezmó a la población europea (unas 25 millones de personas) agudizando la depresión. Quizás el ejemplo más singular de la sociedad de la época nos la da una obra teatral de Shakespeare, “El mercader de Venecia”, publicada en 1600 pero cuyo pasaje “una libra de carne” está basado en un relato “primera historia del cuarto día” que integra Il Picorone de Giovanni Fiorentino, obra que data a su vez de 1378, en plena depresión y con las secuelas de la peste negra. Podríamos trasladar estos hechos a la época actual, cuya sociedad vive una especie de nueva Edad Media, en la que algunos llaman “Aldea Global”. La globalización neoliberal con el desarrollo de la informática, las comunicaciones y los transportes borraron la barrera de los países y junto a ellas también a muchas de las características benéficas de los estados de bienestar, creados luego de la Segunda Guerra Mundial. El mundo de las finanzas superó al de la producción y el trabajo, que predominaba en las primeras décadas del siglo XX, y la economía comenzó a transformarse, como señala Keynes, en una economía casino. Los Estados dejaron de jugar un rol protector como en el pasado y las fuerzas del mercado pasaron a dirigir los proyectos nacionales. La gran movilidad creada por las nuevas tecnologías comenzó a derrumbar las instituciones públicas y el mundo se convirtió en un bloque comandado por las grandes potencias y corporaciones que impusieron sus condiciones. El nuevo mapa queda dividido en dos partes: por un lado, un puñado de individuos y familias enormemente ricos, por otro, el resto de la población, clases bajas y medias que van de la extrema pobreza a una vida insegura de trabajos inestables, pesares y algún bienestar. ¿En cuánto se volvió a parecer, con un nivel de recursos y tecnología tremendamente mayor, a la vieja edad media de grandes propietarios de la tierra, una aristocracia sólo interesada en la fortuna y el poder y una población de sirvientes, que no sólo labraban la tierra para sus patrones sino que también les proporcionaban el dominio de sus voluntades? Los actores pueden haber cambiado pero aquella sociedad, mucho 169


más primitiva, padeció como consecuencia de este esquema estancamiento técnico y productivo, gastos desorbitados, incremento de la deuda de ciudades y habitantes, burbujas inmobiliarias, caída de la producción y de los precios agrarios, guerras permanentes, contracción de la demanda, especulación desenfrenada y crisis monetarias. Ahora, de la crisis mundial emerge una nueva peste, el coronavirus, de daños incalculables, que cierra las fronteras de los países y pone al mundo en cuarentena. ¿Qué parte de esta historia se debe a esta peste y que parte le corresponde a un capitalismo depravado y antidemocrático donde muy pocos viven en esferas tremendamente superiores al resto? Una importante revista económica norteamericana American Affairs publicó recientemente un artículo titulado “La deriva americana hacia el feudalismo”. En Estados Unidos los ultra ricos representan una emergente aristocracia global o más bien una nueva oligarquía. Pero para hacer la comparación más nítida, los grandes propietarios de tierras en ese país crecieron una 50% entre 2007 y 2017, sobre todo en el sur y en el oeste, y poseen en su conjunto 27 millones de acres, el equivalente de dos estados combinados, Maine y New Hampshire. Por otra parte, esos terratenientes ya no se asocian exclusivamente con Wall Street sino con las megatecnólogicas firmas del Silicon Valey (Amazon, Apple, Facebook, Google, Microsoft y Netflix) donde anida el nuevo poder americano.63 La mayoría de los países del mundo tienen que defenderse de los efectos dañinos de políticas neoliberales que desfinanciaron su salud y su educación, redujeron sus salarios e incrementaron la desocupación, haciendo sufrir a países como el nuestro una gigantesca deuda externa creada artificialmente por los dueños del poder de aquí y de allá. Endeudamiento en el que el ciudadano común no tuvo nada que ver, pero de todos modos debería pagar, así como debe enfrentar los efectos de una enfermedad mortal que nos acecha. 63 Joel Koptkin, “American Draft toward feudalism”, American Affairs, Volume III, Number 4. pp.97 a 107.

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Keynes se planteaba lo mismo frente a la crisis de los años 30. “Los principales inconvenientes de la sociedad económica en que vivimos -dice- son su incapacidad para procurar la ocupación plena y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza y de los ingresos”. Según él, el problema del capitalismo era que el mercado no podía asegurar la demanda necesaria, generando desocupación y marginalidad, situación que “el mundo no tolerará por mucho tiempo”. Y ante tal diagnóstico debería ser el Estado el encargado de lograr el pleno empleo: incrementando el gasto, manteniendo bajas tasas de interés para alentar la inversión, reformando el sistema fiscal, mejorando la distribución del ingreso y regulando el comercio exterior. En su opinión concluía: “el capitalismo internacional no fue un éxito.” Pero cuando se preguntaba cómo reemplazarlo no tenía una respuesta fácil. Resulta imprescindible “no estar a merced de fuerzas mundiales que se esfuerzan en instaurar un equilibrio general conforme a los principios del laissez-faire, o a los informes financieros provenientes de la opinión de Wall Street”. Por eso, es necesario en esta etapa de transición una mayor autosuficiencia nacional. Aunque crítico de la experiencia rusa, reconocía que cuando un país se encaminaba hacia esa autosuficiencia se requería encarar una planificación de la economía interna, pero en forma progresiva, no brutal. Proponía un “vivir con lo nuestro” a la británica.64 El coronavirus nos sirve de lección en este sentido. Cada país se defiende por sí mismo, no puede utilizar totalmente las cadenas de producción y comercio mundiales. En cambio, esta peste muestra que la globalización sin fronteras ni Estados perjudica seriamente. Se hace preciso el retorno de los Estados de Bienestar de la posguerra que no dejen privada a la población, como en Estados Unidos, por ejemplo, de un sistema de salud, que hoy que no puede contener la propagación del virus en ese país. Ya dejó de ser un virus chino como lo proclamaba Trump y pasó a ser una peste global, que cada país debe tratar 64 J. M. Keynes, “National Self-Sufficiency, The Yale Review, vol 22 Nro. 4, junio de 1933. p,755-769,

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de conjurar por sí mismo cerrando sus fronteras y poniendo a sus habitantes en cuarentena. Pero esto sólo no basta, también se necesitan cambios drásticos en el orden económico y financiero mundial con un freno a esta pseudo globalización basada en el neoliberalismo de la que aprovechan unos pocos, no impide las agresiones y las guerras, contribuye a acentuar las desigualdades y ayuda a diseminar la nueva pandemia. Entre otros, un control de los capitales y una especie de “vacuna universal” contra los fondos buitres, que obligue a la reestructuración de las deudas existentes creadas en gran parte artificialmente, y su no dependencia, como preconizaba José María Drago, de la jurisdicción de los acreedores. Según una revista económica francesa este episodio “podría modificar la mirada que se tiene sobre los riesgos del aprovisionamiento y la organización mundial de la producción”. En efecto Europa no posee, para toda una serie de sectores, el dominio de su autonomía. Una cuestión que nosotros debemos dilucidar frente a la enfermedad y la crisis, ambas importadas. ANEXO Algunas de las pandemias que asolaron a la humanidad

Lo natural es el microbio. Lo demás, la salud, la integridad, la pureza, si usted quiere, son un resultado de la voluntad, de una voluntad que no debe detenerse nunca. Albert Camus, La Peste, 1947 Se habla de pandemia cuando una infección alcanza todos los continentes del planeta y los contagios dejan de ser importados para ser transmisiones locales. Además, mientras una pandemia se extiende a muchos países y ataca a muchos individuos en una región, una epidemia hace referencia a una enfermedad que azota un gran número de personas o animales en un mismo lugar en un período determinado.

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Peste Antoniana o Peste de Galeno 165-180

Esta pandemia —de viruela o sarampión, aún no hay consenso entre historiadores— afectó al Imperio Romano. Se la conoce como peste antonina por el nombre de la dinastía reinante en Roma en ese momento. La infección se habría desatado tras el regreso de tropas que habían combatido en Medio Oriente. Llegó a matar a un tercio de la población en algunas zonas. Plaga de Justiniano 541-542

El epicentro del brote fue Constantinopla —hoy, Estambul—. Su nombre proviene del emperador Justiniano I, que gobernaba el Imperio Bizantino por aquella época. Se cree que fue una plaga de peste bubónica, que fue determinante en la caída del Imperio Bizantino. Además, alcanzó algunas partes de Europa, África y Asia. El emperador Justiniano I también contrajo la enfermedad, pero sobrevivió. Acabó con una cuarta parte de la población el Imperio. Peste Negra 1347-1351

La epidemia llegó a Europa procedente de Asia, a bordo de barcos que realizaban rutas comerciales, transportando animales y personas infectadas. El origen de la enfermedad se encontraba en las pulgas de las ratas que se hallaban de manera frecuente en los barcos mercantes. Los puertos, que eran grandes centros urbanos en ese momento, fueron el caldo de cultivo perfecto para que los roedores devastaran tres continentes a su paso. La enfermedad mató a casi un tercio de la población europea y es una de las peores epidemias de la Historia. El continente europeo tardó 200 años en recuperar su nivel anterior de habitantes. Incluso algunas regiones —como Florencia y sus alrededores— tardaron hasta el siglo XIX. Viruela 1520

La viruela existió durante siglos en Europa de forma controlada. Sin embargo, con la llegada de los conquistadores a América a partir del siglo XVI, la enfermedad se propagó por el 173


nuevo continente y mató a millones de personas. Fue introducida primero en lo que actualmente es México por los españoles y fue determinante en la caída del Imperio Azteca. Cólera 1817; 1829; 1852; 1863; 1881-1896; 1899-1923; 1961-1975

Entre los siglos XIX y XX, hubo siete grandes brotes de cólera que se extendieron por todo el mundo. La falta de tratamiento de los excrementos humanos y la ausencia de agua potable, entre otras, son los principales responsables de la propagación del cólera. Esta infección intestinal suele aparecer todavía hoy en zonas de guerras o desastres naturales, donde las condiciones de higiene no son garantizadas. Fiebre amarilla (fines de 1800)

Los científicos consideran que se originó en África. El virus y el vector, el mosquito Aedes Aegypti, llegaron al continente americano a partir de los barcos de comercio de esclavos. Durante el siglo XIX, se produjeron importantes brotes en América y en Europa. Gripe española 1918-1919

Fue la primera pandemia causada por el virus de la gripe, el H1N1. Esta epidemia de gripe se extendió por todo el mundo al final de la Primera Guerra Mundial. Los países en guerra no quisieron informar para no alarmar a la población, pero España sí lo hizo y de ahí su nombre. No obstante, la enfermedad no se originó allí. Este tipo de gripe se extendía rápidamente en el frente de guerra y afectaba sobre todo a personas jóvenes Gripe asiática 1957

Si la gripe rusa (1889-1890) fue la primera pandemia de gripe A, la asiática fue la segunda. El virus se identificó por primera vez en Guizhou, China y se propagó a Singapur. De allí, a Hong Kong y, luego, a los Estados Unidos.

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Gripe de Hong Kong 1968-1970

Fue la tercera de esta serie de pandemias. El primer registro del brote en Hong Kong apareció *el 13 de julio de 1968, y a fin de mes ya había llegado a Vietnam y Singapur. Sida/VIH 1981

A día de hoy, casi cuarenta millones de personas en todo el mundo son portadoras del virus VIH, que provoca el SIDA. La mortalidad ha disminuido gracias a los tratamientos. SARS 2002

El Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS, por sus siglas en inglés) es una enfermedad provocada por un coronavirus distinto del causante del COVID-19, el SARS-CoV. El virus surgió en murciélagos de herradura que habitan en cuevas de la provincia de Yunnan, y de allí pasó a los humanos. De todos modos, no se han reportado nuevos casos de SARS desde 2004. Gripe A/Gripe porcina 2009

Se trata de una nueva cepa de H1N1, que se originó cuando los virus de las gripes aviar, porcina y humana se combinaron con un virus de la gripe porcina euroasiática, razón por la que se la conoce como gripe porcina. El brote apareció en cerdos de una región del centro de México, y a partir de allí se propagó. Ébola 2014-2016

Es una fiebre hemorrágica viral que afecta a los humanos y a otros primates. El de 2014 fue el brote más generalizado de la enfermedad en la historia. Los primeros casos se registraron en Guinea en diciembre de 2013, y de allí se propagó a Liberia y Sierra Leona, donde causó devastadores efectos humanos y materiales.

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Los protocolos de un nuevo mundo: presencialidad y virtualidad Horacio González



En la literatura universal algunos de los libros más notables son Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides, Diario del año de la peste de Daniel Defoe y La peste de Albert Camus. Me parece un encuentro inspirador, sobre todo por la modalidad que adquiere en este momento en que se exigen tecnologías mediadoras en el uso de la palabra, en el uso de la expresión, en el uso de la enseñanza, en la práctica del psicoanálisis e incluso en las expresiones gestuales del saludo interpersonal. No me parecen temas que puedan ser reducidos a una humorada, aunque también tienen algo que inspira la reflexión sobre la vida cotidiana y sus pequeños absurdos que de algún modo la mantienen viva. Pero a partir de las pequeñas observaciones que vamos haciendo todos respecto a cómo se va intermediando en nuestras vidas, en nuestras profesiones y en relación a todo lo que hacemos que implique la materia conversacional, los mediadores tecnológicos que están apareciendo merecen la pregunta de en qué sentido van a continuar, cuáles de ellos van a continuar, cuáles van a ser los protocolos bajo los cuales se van a regir; y la palabra protocolo, por otro lado, ingresó abruptamente en nuestro diccionario como una suerte de metodología de uso de cualquier discusión, cualquier tipo de instrumental y cualquier tipo de conducta humana, por lo tanto hay una ritualización general de las acciones que antes considerábamos más o menos regidas por un espíritu de espontaneidad o una ritualidad que no aparecía en primer plano sino que aparecía interpretada bajo la complacencia de todos los interlocutores como las reiteraciones necesarias que hacen posible la eventual aparición de alguna novedad en el tejido de nuestras relaciones. Creo que la vida política argentina, la vida parlamentaria, la vida educacional, se han resentido mucho en los últimos tiempos, y no sólo se han resentido por la mera observación empírica que todos podemos hacer de esa profunda dañosidad que está implicada, cuando vemos las discusiones sobre cómo hacer una reunión parlamentaria es precisamente una discusión política sobre cómo se utilizan instrumentos de presencialidad o de la condición remota de la interlocución. La distinción entre presencialidad y la acción remota también 181


es novedosa si bien hace muchas décadas la vida del lector contemporáneo fue invitada a tener su actividad en términos de las novedades que traía la informática, la digitalización. La pregunta que, en estos breves minutos con los que contamos, me parece destinada a provocar un debate futuro es cómo van ingresar estas tecnologías en nuestra vida cotidiana, cómo van a aquedar situadas, cuáles de ellas deberíamos apartar en una discusión política profunda, que no desmerezcan los logros tecnológicos ni sustituyan artificiosamente con ello lo que de por sí se presenta como lo que constituye lo humano sin más. Es decir, su capacidad de crear sentido a través de una presencialidad que antes de las grandes modificaciones tecnológicas no precisaba ser mencionada como tal porque se daba como de hecho en términos de una ontología de la presencia. Como la filosofía contemporánea en las últimas décadas, por lo menos en las cuatro, cinco, últimas décadas, consagró el concepto de metafísica de la presencia con cierta suspicacia y con la posibilidad de dejarlo de lado en nombre de acciones humanas que encontrarían su sentido en algo que no puede ser penetrado directamente, la metafísica de la presencia condenaba el acceso al sentido directo e inmediato. Personalmente no me parecen mal los logros de la filosofía o estos ensayos de crear conceptos porque están en juego grandes filósofos que todos respetamos. Lo que me parece paradójico es que hay observaciones, cuando son provistas por estas grandes personalidades de la filosofía contemporánea, que reaparecen restringidas a una dimensión mucho menor si entendemos por metafísica de la presencia una crítica hoy. Presencia en actos públicos, presencia en actos como estos. Y, al mismo tiempo, tomar estos nuevos modos de la tecnología del uso de la palabra como auxiliares necesarios, por eso no quiero de ninguna manera incurrir en una sospecha, la de que los nuevos avatares tecnológicos de la humanidad arruinen nuestra vida. No la van a arruinar porque nunca ha pasado eso y siempre que hubo un capítulo nuevo de las tecnologías hubo personas que protestaron. Cuando se construyó el Obelisco casi todos los escritores argentinos protestaron, cuando se construyó 182


la Torre Eiffel también los grandes escritores de Francia de aquel momento, André Gide, Anatole France, todos dijeron se acabó el mundo. No vamos a decir se acabó el mundo porque aparecen tecnologías, pero establecer un estado de preocupación respecto a si esas tecnologías originan grandes corporaciones de negocios, si originan ideologías de corte filosófico que desmerecen la plenitud de la praxis humana. Esas dos cuestiones deberíamos cuestionarlas sin cuestionar las tecnologías que tendrían que ser heredadas por un mundo político y social democrático, más sensible y que tenga como principal estatuto los días tan amenazadores que corren, hay que decirlo de manera explícita en cualquier reunión, me parece, hay un lento golpe de estado que se está preparando en la Argentina, que no se dará ahora y quizás no se dará nunca, pero hay una especie de masa aceitosa y viscosa que está preparando la participación de muchas personas que precisamente no creen estar participando en eso. Las personas que piensan que su pasión política puede estar por encima de tecnologías, protocolos y ciencias, y ahora las estoy sosteniendo de una manera más explícita, en realidad no están haciendo política, están expresando de una manera muy equívoca, muy trastornada, vinculada a ciertas psicosis, algunos la llaman negacionista, lo cierto es que hay una disposición en las personas que participan en estos actos a cierta anulación conspiracionista, a evidencias de la realidad que están presentas en las viejas tradiciones filosóficas, ya sean de origen materialista dialectico, de origen idealista, de origen fenomenológico, de origen existencialista, deconstruccionista. Entonces tenemos que defender esas grandes tradiciones filosóficas para reanimar una política respetuosa de la ciencia que, al mismo tiempo, tenga en cuenta que no se puede protocolizar la vida ni convertir la conversación, la lectura, la escritura y la enseñanza en un sistema de mediaciones tecnológicas que finalmente va a hacer que ingenieros informáticos dirijan el mundo y que la política esté atravesada por problemáticas de esa índole. Tenemos un doble problema. Investigar con más precisión 183


quienes son los que suponen que en nombre de la libertad puedan darse el lujo de pasar por alto peligros efectivos que corre la humanidad. Y, en segundo término, hay problemas efectivos que corre la humanidad, entre ellos están también los que provienen de lo que no podemos saludar de una manera literal y unívoca que son las grandes modificaciones tecnológicas que, si prosperaran ellas solas, sin que hubiera una sensibilidad política que orientara, que interpretara, que le diese significado a todas estas grandes innovaciones, evidentemente también, terminarían en una asfixia de la creación literaria, artística y política.

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Subjetividad y discursos en el escenario de la pandemia Federico L. Schuster

Que el mundo humano y social es una combinación compleja de materialidad y cultura es a esta altura del desarrollo de las ciencias sociales una obviedad. Aún así, muchas veces en los análisis repetidos (particularmente en los de sentido común, pero también a veces en los académicos y científicos) se asumen abordajes unilaterales, ya sean puramente materialistas o culturalistas. La actual pandemia de Covid-19, como cualquier acontecimiento de relevancia extraordinaria, revela el carácter de la realidad de modo franco. Los enfoques que genéricamente hemos dado en llamar culturalistas abarcan una amplia gama de ideas que incluyen algunos psicologismos, ciertas expresiones absolutistas de la hermenéutica, los simbolismos y los culturalismos, en sentido específico. En síntesis, se trata de perspectivas intelectuales que subordinan las dimensiones materiales de la vida social y humana (y a veces, incluso de toda la realidad) a formaciones simbólicas, semiológicas, discursivas, hermenéuticas o culturales. En sus versiones más extremas, directamente niegan la existencia de toda materialidad. Los materialismos son la expresión opuesta de esta batalla de extremos. Para tales enfoques, la cultura y los símbolos son dimensiones derivadas o superestructurales de las bases materiales de la vida social. De igual modo, en sus versiones más radicales, se niega toda entidad a cualquier forma ajena a la materialidad. La pandemia nos ha enfrentado de modo crudo con la facticidad, con la materialidad de lo real, con los límites de simbolismos e interpretaciones y lo ha hecho de un modo peculiar. La materialidad del virus es dura; por más ideas o interpretaciones que podamos tener, cuando el virus interviene produce efectos en el organismo imposibles de detener sin intervenciones materiales (biológicas o médicas). A la vez, sin embargo, la contundencia del virus no está asociada con su tamaño o su dureza. Se trata de una entidad tan pequeña que 185


resulta invisible al ojo humano. Su realidad es, no obstante, incontestable. Frente a la facticidad del virus caen todas las visiones del relativismo cultural extremo. Resulta claro que no debería ser posible decir cualquier cosa en relación con él. Si bien sabemos que esta máxima no ha sido universalmente considerada y que, por el contrario, el desborde interpretativo también apareció en estas circunstancias, la daremos por cierta y nos ocuparemos de su opuesto, el materialismo radical o reduccionista. El virus es en sí y por sus efectos materialmente real. El modo en que las personas nos relacionamos con él es igualmente real. Es decir, que lo que hagamos en relación con el virus no dependerá sólo de la materialidad de éste, sino también del modo en que nosotros nos pensemos en el mundo. Circunstancias muy elementales, como si aceptamos el aislamiento o el distanciamiento social (según sea el caso), si usamos tapabocas, si aceptamos vacunarnos y con qué vacunas y tantos otros comportamientos sociales de incidencia decisiva no sólo en nuestras vidas simbólicas, sino también en los efectos materiales de nuestras relaciones mutuas, tanto como de los efectos del virus sobre el conjunto común del mundo social. Si asumimos en nuestras interpretaciones que el virus es un invento para someternos y que en consecuencia hemos de rebelarnos contra los modos en que ese sometimiento opera, o que el virus es ficticio o cualquier idea semejante, es probable que decidamos rechazar las formas de aislamiento social previsto. El resultado colectivo será una mayor circulación del virus y un mayor daño al conjunto, aunque no necesariamente a cada una de las personas que toman tales decisiones. Es decir, que el virus es fáctico, real y material y marca el límite de las interpretaciones. El modo en que nos relacionemos con él y actuemos y, a partir de eso, el modo en que seamos en el mundo en situación de pandemia estará limitado por la materialidad del virus, pero construido por nuestras interpretaciones de los hechos. Ahora bien, ¿cómo se construyen tales interpretaciones? Las interpretaciones pueden ser singulares, pero en definitiva adquieren su sentido en estructuras discursivas. Cada estructura 186


discursiva (o discurso, las llamaremos en lo que sigue) es un sistema de patrones o reglas de interpretación. De modo que un mismo discurso podría manifestarse en la práctica en interpretaciones diversas, aunque todas ellas habrán de responder a la misma lógica de configuración. Cuando nos encontramos con discursos altamente consolidados y desarrollados, con un alcance social de mediano a alto, lo llamamos ideología. Así, las ideologías son discursos establecidos, de amplia circulación. Este rápido esquema nos permite entender las derivas complejas de los procesos discursivos e ideológicos. Los materialismos son la expresión opuesta de esta batalla de extremos. Para tales enfoques, la cultura y los símbolos son dimensiones derivadas o superestructurales de las bases materiales de la vida social. De igual modo, en sus versiones más radicales, se niega toda entidad a cualquier forma ajena a la materialidad. Les sujetes nos somos sin discurso. Somos cuerpos en el espacio – tiempo (la dimensión humana de la materialidad), de eso no cabe duda, pero sólo somos sujetos cuando nos apropiamos discursivamente de nuestra corporalidad. Somos cuerpos con lenguaje. El lenguaje es la herramienta con la que nos reconocemos y reconocemos el mundo y nuestro lugar en él. De modo que podría decirse que, así como somos cuerpos (porque eso es lo que somos, ante todo) no somos sin lenguaje y, por ende, no somos sin interpretación. El solo hecho de que nuestro mundo se ordena y se nos hace propio con y en el lenguaje señala el factum de que ya allí hay interpretación. Porque un lenguaje lleva en sí un determinado modo de dar orden al mundo (al ser, si se quiere) y, por ende, una interpretación del mundo (del ser) o al menos una orientación interpretativa. En la medida en que nuestra subjetividad se va configurando -en el proceso social de su constitución- el lenguaje se va organizando en modos de decir, que luego son modos de organizar los hechos, interpretaciones y, finalmente, discursos. Es a través de los discursos, las formas en que el lenguaje se estructura en sistemas organizados de decir, que nos situamos en el mundo y actuamos en él. La serie lenguaje, interpretación, discurso, ideología describe el proceso histórico 187


con el que un cuerpo arrojado al mundo deviene sujete social. Así, podrá abordarse una ardua y compleja cuestión: ¿De dónde vienen los discursos? ¿Son creaciones subjetivas, de individuos o grupos, con autonomía, libertad y capacidad de conciencia plena? ¿O son el producto de estructuras trascendentes y nosotros sólo nos apropiamos de uno u otro discurso? La respuesta deviene relativamente sencilla. Los discursos son productos humanos. No se auto producen, aunque habrá que decir que como tienen reglas de estructuración, sí adquieren cierta autonomía. Por sus reglas, los discursos son estructurados y estructurantes. Porque las reglas ordenan los discursos, pero al mismo tiempo son generativas de las condiciones de su propio desarrollo. Volvamos, sin embargo, al punto, los discursos son el producto de sujetes, pero una vez generados en sus bases se da lugar a un doble proceso constitutivo. Uno estructural, el de las propias reglas de producción y reproducción del discurso y otro social, el de su circulación y apropiación. En tanto les seres humanes necesitamos de los discursos para definirnos, para establecer nuestro ser en el mundo (y nuestro estar en él), nos apropiamos de alguno/s de ellos y sobre él configuramos nuestra interpretación de sentido. En el proceso de apropiación, proveemos al discurso de cierta especificidad y tono, lo hacemos nuestro. Así, puede parecer (y podemos creer) que somos nosotros les creadores del discurso, que nosotros pensamos por cuenta propia. Por supuesto que lo hacemos, en mayor o menor medida. Mayor, cuanta más capacidad crítica tenemos de los discursos que asumimos, menor cuando tendemos a replicar los discursos (casi) mecánicamente. Así, si hiciéramos una recopilación de los discursos circulantes en un medio social, dejando de lado las diversidades adjetivas y concentrándonos en sus patrones principales y ordenadores, hallaríamos que no son muchos los discursos que circulan al mismo tiempo y que lo que llamamos pensar por cuenta propia es bastante menos de lo que solemos creer. Queda para otra ocasión discutir cómo podría hacerse para alentar que ese pensamiento autónomo se incremente. Primero habría que discutir si eso es posible y después, si resulta valioso. Esos dos debates ya nos 188


llevarían en sí mismos un trabajo entero. Sólo anticipo que mi respuesta es afirmativa a las dos preguntas, aunque no tengo aquí tiempo para justificarla. En un posible escrito en que pretendiera defender tales posiciones argumentaría a favor del papel de la educación, entre otros. No será aquí. Queda claro, entonces, que hablar de discurso o de sentido no es hablar de algo decorativo, adjetivo o añadido, sino de una dimensión que nos constituye como sujetes y subjetividades. Una vez que hemos dejado establecido este múltiple y complejo cuadro de asunciones, podemos entrar al cierre de nuestra intervención en este Foro. Espero se entienda ahora que es y será imposible, en la pandemia tanto como en la pospandemia (si es que tal cosa existe, quizás nuestros lectores del futuro sonrían al leerlo) comprender y abordar el tratamiento de sus dimensiones sociales sin considerar los modos en que las personas son constituidas y se constituyen (en entramada dialéctica) por los discursos que asumen y apropian. Por supuesto que como sujetes sociales con pretensión crítica podemos poner en cuestión los discursos circulantes y también como intelectuales y científicos, pero si algo no podemos dejar de hacer en tales condiciones es estudiar y reconstruir las ideologías y los discursos sociales circulantes, para entender los modos en que les sujetes se sitúan en el mundo y qué nos cabe esperar en los contextos reales. Las consideraciones de las personas sobre virus, tapabocas, distanciamiento social o vacunas no son aisladas o al menos nosotros no podemos tratarlas así. Hemos de considerarlas en el marco de los sistemas discursivos en que se incluyen. Tales sistemas discursivos pueden analizarse por distintos factores: a) Sus reglas (generativas) de construcción. b) Su circulación social. c) Sus variantes posibles o existentes. d) Sus efectos. Este último punto es sumamente importante, porque hoy (quizás más que en el pasado) resulta particularmente relevante considerarlo. En los tiempos presentes existe una valoración hiperbólica de la actitud crítica, la autonomía de pensamiento y la 189


reflexividad. Puede parecer extraño a la luz de lo que expusimos más arriba, pero no es contradictorio con ello. Que les sujetes se asuman critiques no quiere decir que lo sean efectivamente. U. Beck, A. Giddens y S. Lash (1994)65 llamaron a ese fenómeno modernización reflexiva hace ya más de veinticinco años. Es decir, que la sociedad de la autonomía crítica de les sujetes es un proceso colectivo y social de alcance estructural, mal que nos pese. Cuando analizamos los discursos circulantes, podemos ver que a veces variantes diversas pueden tener efectos semejantes, aun cuando puedan parecer incluso contrarias. Esto se complejiza en la medida en que, sin llegar a asumir teorías conspirativas (que rechazamos fervientemente), es indudable que hoy existen usinas de generación discursiva muy poderosas. Grandes corporaciones de distinto tipo tienen gracias a su manejo de las redes y la tecnología la posibilidad de producir, distribuir y muchas veces instalar discursos sociales. Por supuesto que tal proceso no es nunca lineal ni automático y que el éxito de tales intervenciones no está de suyo garantizado, pero no cabe duda de que la potencialidad de influencia que tienen supera largamente a la de cualquier otre ser humane o grupo del planeta. Especialmente cuando tienen lugar de modo sistemático y recurrente, situación que tiende a ser la norma. De modo que ese es el escenario que tenemos en la actual pandemia y el que seguiremos teniendo en la ansiada pospandemia. Un mundo que, como siempre y particularmente en los últimos dos siglos, es habitado por personas que requieren entender quiénes son y qué hacen en él y para eso construyen o se apropian (o ambas) de discursos que les permiten construir el sentido del mundo y el propio en él. Sin ese sentido, no habrá de comprenderse ni quiénes somos ni qué sucede. Desde ya que no todo es sentido; lo dijimos al comienzo de estas páginas, pero 65 U. Beck, A. Giddens y S. Lash (1994). Reflexive Modernization: Politics, Tradition and Aesthetics in the Modern Social Order. Stanford, CA: Stanford University Press. Trad. Española (1997). Modernización reflexiva. Política, tradición y estética en el orden social moderno. Madrid: Alianza Ed.

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nada (humano) es sin sentido. El mundo en el que vivimos ha sido sacudido por un cataclismo, un evento monumental nacido de una pequeñísima entidad biológica. No obstante, con toda su disrupción, que no ha sido poca desde ya, el mundo revelado por la pandemia de Covid-19 es una expresión estallada y reconfigurada del mismo mundo que teníamos el día anterior. Se trata de un mundo nuevo y diferente, pero la materia con que está hecha es la que ya le daba forma en 2019, antes del comienzo de la pandemia. El elemento nuevo es el virus. No es poco, por supuesto.

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Subjetividades en la pandemia Silvia Ons

La cuarentena nos conduce a una reflexión relativa al tiempo, y a las vivencias que surgen cuando se suspende la proyección sobre el futuro. Los pronósticos sobre el mañana existen, ya sean los de Žižek cuando plantea la necesidad de una nueva era que modifique al capitalismo actual, ya sean los del filósofo coreano Byung-Chul Han quien predice que nada de ese régimen va a cambiar, o los de los economistas argentinos que anticipan cambios necesarios en los hábitos debidos a la crisis reinante. Pero las hipótesis se levantan sobre un suelo incierto y sobre un futuro aplazado y es así como lo experimentan las personas que no son filósofos, ni sociólogos, ni economistas y que no conjeturan teorías sobre el porvenir. Es así que, deteniéndonos en las experiencias de estos sujetos, lo que observamos es una interesante retracción en el pasado donde surgen recuerdos vívidos, como si esa suspensión sobre el futuro les otorgase una intensidad y un peso nunca experimentado. Así, por medio de Internet la gente restablece lazos incluso lejanos acompañados por reminiscencias de detalles sobre esos vínculos, como si la memoria adquiriese una dimensión insólita. Afloran sueños que se remontan a la infancia y también habilidades aprendidas en esa época o aquellas dejadas de lado por el ajetreo de la vida moderna. Cocinar, limpiar, hacer presente lo que enseñó la abuela, recrear trabajos manuales, traer a la memoria aquello que alimente los recursos necesarios cuando falta a lo que se apela habitualmente. Obsérvese la cantidad de fotos de la infancia y de sucesos remotos que hoy abundan y se multiplican por Internet. Antaño las paredes de las casas eran revestidas por retratos familiares que la costumbre minimalista eliminó, y que ahora se han desterrado de los cajones para volver a exhibirse en la pantalla virtual. Esta suerte de retroacción sobre el pasado, nos conduce a las ideas del psicoanálisis sobre la temporalidad y el valor otorgado

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al après-coup66 en el que determinados momentos del presente reviven lo pretérito olvidado. Esos momentos tan cruciales son aquellos que introducen un corte ya sea por una situación traumática, por un acontecimiento que no sigue un orden previsto, en suma, por todo aquello que conmociona nuestra cotidianidad y hace presente el pasado que se actualiza y adquiere esa inusitada densidad. En este caso que nos ha tocado vivir es el corte ligado al confinamiento por la amenaza del virus quien generó en muchos sujetos la emergencia de recuerdos en los que se resignifica el pasado en el presente. Para el psicoanálisis el tiempo no es lineal, y su enfoque sobre el mismo trastoca las categorías que lo precedieron, ya que las categorías temporales que descubre son la repetición, el retorno de lo reprimido, la noción de après-coup, la atemporalidad del inconsciente. Es así que hoy revisten tanta actualidad estas nociones que modificaron de manera radical el concepto de “flecha del tiempo” acuñado por Arthur Eddington como tiempo ligado a una direccionalidad que discurre sin interrupción desde el pasado hasta el futuro, pasando por el presente de manera irreversible. Tanto en la obra de Freud como en la de Lacan, el tiempo no opera como una flecha, es decir como una línea unidimensional y son las escansiones, los cortes, los momentos en lo que algo se detiene aquellos que resignifican lo vivido. Pero en algunos, lejos de tal retroacción sobre el pasado y de reflexión sobre lo vivido operó más bien el imperativo a desafiar bajo la égida del derecho a la libertad. Sabemos que nuestra libertad está restringida desde que nacemos, no elegimos a nuestros padres ni nuestro código genético, ni el día de nuestra muerte, ni las múltiples contingencias de nuestro destino. Sin embargo, hoy más que nunca se reivindica una libertad sin ambages, fuera de cualquier tipo de condicionamiento, exenta de influencias, ignorante de sus límites. Se repudian así las determinaciones que 66 El après-coup designa acontecimientos, impresiones o huellas que pueden no adquirir todo su sentido, toda su eficacia, sino en un tiempo posterior al de su primera inscripción.

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exceden el campo de las elecciones yoicas: desestimación del inconsciente, negación de la extimidad del cuerpo, increencia relativa a la muerte, etc. Tales rechazos se alistan con las premisas liberales relativas a considerar al Estado como un organismo de coerción respecto a las libertades individuales. Es que, como bien lo desarrolló Aníbal Leserre67, el neoliberalismo cual Hidra no sólo se reproduce sino que tiene un poder omniabarcante con incidencia en nuestra clínica. Actualmente se hacen muy patentes tales utopías cuando en medio del pico de la pandemia del Covid que nos asecha se enarbola una libertad limitada supuestamente por el gobierno. Vemos en esa suerte de empuje colectivo a celebrar reuniones, sacarse el barbijo, estrechar los cuerpos desmintiendo la realidad del virus, la manera en la que la voz de la libertad no es más que el empuje a gozar bajo la orden del superyó epocal. Allí donde el sujeto se cree libre, es allí donde está más sujetado. Máximas liberales son a veces levantadas por los mismos movimientos progresistas, que tiran por tierra cualquier determinación atribuyéndola a un pasado que debe ser superado Es común establecer una contraposición entre el Superyó freudiano que impone una renuncia al goce, y el actual -tan sabiamente anticipado por Lacan- que ordena gozar. Sin embargo, podemos entrelazarlos ya que el deber de gozar como una suerte de mandamiento epocal que invade nuestro mundo y que tan bien se ajusta a la economía capitalista de consumo, también impone abdicar de aquellos goces singulares no regidos por ese imperativo. La situación presente de cuarentena muestra muy bien la cuestión planteada, ya que aquellos sujetos que han encontrado en su vida goces singulares no regidos por el consumo, son los que mejor la viven. Alejados del “hay que ir de vacaciones”, “hay que comprar en las tiendas”, “hay que vivir nuevas experiencias”,” “hay que viajar”, “mejorar las finanzas”, “conocer más y más personas por tinder”, etc., son indiferentes

67 Leserre, Aníbal, La hidra neoliberal, Bs. As., Grama, 2019.

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ante esas limitaciones que vive la corriente general. Por supuesto que me refiero a determinadas clases sociales y no a los pobres que hacinados y sin recursos ven mucho peor la cuarentena.

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Pandemia, cuidados y amenaza de muerte María Pía López

Pensando en esta experiencia de la pandemia y del aislamiento social preventivo y obligatorio, con lo que la pandemia significa de amenaza de muerte, y, como dijo Horacio, la vida mediada y encerrada en los hogares. En términos personales yo vengo sintiendo la ausencia de imágenes de la calle, imágenes de la ciudad, cada tanto tengo que volver a salir al espacio externo para que mi cabeza tenga otras imágenes que no son las internas de la vida hogareña ni las provistas por una pantalla. Hay algo de pérdida de la realidad en esa ausencia que hace tambalear el mismo modo que pensamos, escribimos, hablamos, nos vinculamos, porque falta eso, una amiga dice falta mundo, y falta esa exterioridad y ese roce en el cual nos definimos como sujetos, sujetas con otres siempre. Esas experiencias son muy nuevas y vamos a tardar mucho tiempo en pensar de qué modo nos afecta estar desarrollando nuestras tareas de enseñanza, nuestras discusiones políticas, nuestros trabajos, nuestras reuniones sin lo que llamamos presencialidad. Pero esos efectos, en principio, no dejan de ser angustiantes. Angustia por la pérdida de mundo y también la angustia de algo que se pone en escena bruscamente como una amenaza de muerte de un nuevo tipo. Trataría de pensar este momento a partir de los modos en que asumimos el carácter angustiante de una amenaza de muerte que toma otros aspectos y que al mismo tiempo conduce a las poblaciones a tener prácticas, modos de encuentro, de conversación y de racionalidad distintas a las que venían sosteniendo. Cuando comenzó la pandemia circuló la idea de que algo de la irrupción de la supuesta normalidad debía ser bienvenida porque sabíamos que eso que llamábamos normalidad no era otra cosa que una lógica de capital desatada, de acumulación sin precedentes que tomaba bajo su control todas las especies vivas existentes y no tenía ningún prurito en destruir sus propias condiciones de reproducción. Esto que se venía sosteniendo claramente desde los feminismos, desde los ecologismos, los movimientos juveniles, que era que la lógica 196


de acumulación de capital estaba poniendo en crisis de modo absoluto y dramático las condiciones de reproducción de la vida a lo largo de todo el planeta. La pandemia le dio un giro dramático a lo que los incendios ya venían mostrando, a lo que las destrucciones sistemáticas de las tierras en pos del corrimiento de las fronteras agrícolas y la expansión productiva venían exponiendo. A la vez se pasó de catástrofes localizadas a una de orden global. La pandemia pone en escena una transformación inédita en los modos de vida y en los modos de muerte de las poblaciones. En ese sentido quería recordar como lo discutimos al principio, hace siete meses. Hubo muchas personas que pensaron que se podía afrontar de modo, diría, optimista, me encuentro entre ellas, es decir, diciendo quizás este corte nos obliga a pensar de modo nuevo las condiciones de reproducción del capital y nos permita pensar otras formas de vida, a otra escala, con un pensamiento respecto a las otras especies, que nos permita revisar críticamente eso. Algunos filósofos escalaron abruptamente la loma del optimismo diciendo quizás esto es el fin del capitalismo. Ese optimismo que tuvimos al principio creo que se fue esfumando. Lo que fue pasando en estos meses fue, por el contrario, el crecimiento de las derechas, las derechas mundiales fueron creciendo en formas organizativas, en el modo en que ocuparon las calles, en el modo en que concibieron sus propios argumentos y en la postulación de un conjunto de una alternativa frente a la situación que es una alternativa mortuoria. Lo que hicieron las derechas, y lo hicieron ganando las calles, lo hicieron produciendo una serie de argumentos, con la desinhibición de quienes pueden actuar en un contexto de amenaza de muerte haciendo de eso una agenda política y eso las derechas del mundo lo saben perfectamente. Si hay algo que saben hacer es agenciar el miedo y convertir ese miedo en insumo para formas totalitarias de existencia. Y lo que hacen estas derechas que hoy toman la calle, no sólo en la Argentina sino en todo el mundo, es precisamente hacer pie en esa amenaza y convertirla en programa. Pensemos hasta qué punto hubo retroceso en estas 197


discusiones, no sólo no estamos discutiendo al capitalismo, sino que no podemos aprobar un impuesto extraordinario a las riquezas de los ultramillonarios, en el punto en que estamos donde ha habido un desarrollo argumentativo y organizativo de las derechas y de parte de los movimientos democráticos y populares ¿qué hubo? Una acentuación imprescindible en la lógica de los cuidados. Porque ante la amenaza de muerte, desde las militancias y compromisos populares se reaccionó afirmando la idea de los cuidados en un sentido muy amplio, la idea de los cuidados como política del gobierno, de las propias agencias políticas que nosotros sostenemos. No salimos a la calle porque creemos que es prioritario defender las condiciones de atención frente a la pandemia. Ese no salir a la calle es la contracara del salir a la calle de quienes agencian el miedo a la muerte y lo convierten en programa político. Muchas de las políticas estatales están abocadas a atender las condiciones de emergencia sanitaria y alimentaria es la estructuración de política de cuidado y es también el esfuerzo de miles de militantes y activistas sociales de todas las organizaciones sosteniendo ollas populares, poniendo en el corazón de las organizaciones la cuestión del cuidado de la vida. Es decir, mientras hay una lógica de acentuación de la puesta en riesgo de las condiciones de vida, de este otro lado dijimos la vida es central, tenemos que cuidar la vida y todas las energías militantes, políticas y sociales están volcadas hacia allí. Esto que es imprescindible y es parte de una inteligencia colectiva al mismo tiempo me parece que corre el riesgo de no vincular la cuestión del cuidado a otro horizonte de posibilidades, es decir, cómo salimos de la cuestión de la afirmación de la vida hacia otro plano que es el que apareció como consigna muy clara en la rebelión de Chile del año pasado que fue pelear hasta que haya una vida digna de ser vivida. Me parece que nosotros tenemos ese desafío que es ir desde la reproducción de la vida, el cuidado de la vida, tal como existe, hacia la pelea por una vida digna de ser vivida. Algo tenemos que hacer con la reflexión política respecto de las condiciones del miedo. Es decir, cómo hacemos para poder vincular esta lógica 198


del cuidado que están sosteniendo todas las militancias dentro y fuera del estado, porque hoy diría que hay muchas militancias dentro del estado y muchas militancias sociales fuera del estado, que están trabajando en el mismo sentido que es cuidar la vida. Cómo hacemos para poder vincular ese cuidado de la vida con la lógica de la desobediencia. Porque esa lógica de la desobediencia es central para discutir las condiciones que produjeron la pandemia y la destrucción sistemática de las condiciones de la reproducción de la vida que es lo que venimos llamando capitalismo, neoliberalismo, etc. Hoy cuando discutimos la toma en Guernica y las formas de habitar estamos discutiendo todo este conjunto de cuestiones, cómo volvemos a pensar esa trama con todas las dimensiones que requiere pensar la vida en su conjunto. Cómo hacemos eso en un contexto de amenaza de muerte muy amplio, cómo hacemos para que nuestras políticas, que son políticas del cuidado, no sean políticas del miedo. Cómo hacemos para que nuestras políticas no sean de quedarnos quietos, quietas, ante la amenaza porque creemos que ese es el modo de evitar que la muerte llegue a nosotros. Me acordaba ayer de un cartel que una vez vi en el parque nacional de las Cataratas de Iguazú que decía: si aparece un tigre quédese quieto. A mí me pareció un cartel genial. Porque nadie se queda quieto si viene el tigre. Ante las derechas lo único que no podemos hacer es creer que son solo un tigre que será calmado por nuestra quietud. Lejos de quedarnos inmóviles, de lo que se trata es de seguir pensando y tramando, sin miedo a los antagonismos, sin olvido de la conflictividad y con especial dedicación a dejar emerger lo nuevo.

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El asesinato de la madre Alicia Stolkiner

Cuando trabajamos en investigación para pensar los procesos de salud/enfermedad /atención- cuidado y dentro de ellos lo singular de las dimensiones subjetivas, seguimos un modelo de abordaje interdisciplinario que toma como referencia el método de estudio de sistemas complejos que desarrolla Rolando García. Trabajamos intentando articular metódicamente niveles y dimensiones de análisis. Los niveles tienen que ver con lo macro, lo meso y lo micro y le hemos agregado además líneas temporales que piensan largas, medias y cortas duraciones, pero esto lo tenemos como horizonte porque de momento no hemos introducido historiadores. Las dimensiones consisten en la articulación entre la dimensión económica en el sentido más amplio del término, la institucional, y la de la vida cotidiana68. La vida cotidiana la consideramos el lugar donde se particulariza lo genérico social y donde se concretan en prácticas dispositivos que son productores de subjetividad. Voy a tomar una definición de Agamben69 de subjetividad donde afirma que una subjetividad se produce cuando el viviente entra en contacto cuerpo a cuerpo con los dispositivos que le ha sido dado atravesar, entre ellos, el lenguaje. Se trata, en nuestros estudios, justamente de esos dispositivos de producción de sentido y de producción de discurso en los que se plasman las prácticas en los sistemas de salud en el más amplio sentido de término. Un sistema de salud es mucho más abarcativo que el sistema formal de servicios de salud. Un sistema de salud es el conjunto de discursos, prácticas, instituidos, instituyentes y tensiones que una sociedad produce o contiene en referencia a los procesos de salud enfermedad y 68 Esta propuesta metodológica que planteamos desde el primer proyecto de investigación está contenida ya en texto Stolkiner A. : Tiempos posmodernos-Procesos de Ajuste y Salud Mental”. En el libro “Políticas en Salud Mental”. Compiladores Osvaldo Saidón y Pablo Troianovsky. Lugar Editorial. Buenos Aires, 1994 69 Giorio Agamben: Profanaciones, Adriana Hidalgo Ediciones, Buenos Aires, 2005.

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su atención y cuidados. En ello entran las prácticas formales y las informales y cotidianas. Eduardo Menéndez suele señalar que la mayor parte de los cuidados de salud suceden fuera de sus instituciones formales, en los hogares. Por cierto, tienen una importante marca de género siendo prácticas hegemónicamente protagonizadas por las mujeres. Lo que la pandemia evidenció es que los cuidados del conjunto de la sociedad, las prácticas destinadas a evitar la circulación del virus, eran una base fundamental de la evolución de la morbimortalidad. No eran reemplazables por los cuidados médico-hospitalarios. Desde que comenzó el episodio del aislamiento social, preventivo y obligatorio, para pensar en las problemáticas de sufrimiento psíquico hicimos hincapié en la alteración radical de la vida cotidiana. Porque es la organización temporo-espacial de la vida cotidiana donde de alguna manera se particulariza lo genérico social, el ámbito de nuestras singularidades, nuestros vínculos, nuestros consumos. La cotidianeidad del trabajo, del descanso, de la recreación se vió radicalmente alterada. Esto articuló con las instituciones: formas familiares, instituido de procesos educativos para distintos grupos etarios, organización del trabajo, relación con lo político y lo estatal, etc. Y a su vez con lo económico en una sociedad que ya venía de un proceso de estrés económico previo que se vio agudizado por las condiciones de la pandemia a nivel local y mundial. Anclar en la observación de la vida cotidiana no deja de tener en cuenta los otros niveles y dimensiones. Una de ellas, absolutamente macro, dado que se trataba de un fenómeno a nivel global y que algunos autores consideran una Crisis Civilizatoria. definiendo desde nuestro método considerábamos la pandemia de COVID19 como un acontecimiento que precipitó el desequilibrio catastrófico de un sistema que ya estaba en altísimos niveles de inestabilidad. Y ese altísimo nivel de inestabilidad lo podemos señalar en el ámbito de lo económico, lo político y de las formas de ordenamiento social. En el marco de lo económico porque la forma de producción, acumulación y concentración de la economía mundo parece haber entrado en una faz catastrófica 201


global incluyendo la crisis ambiental. En el marco de lo político porque se termina de caer la geopolítica con que se distribuyeron el mundo las fuerzas triunfantes de la Segunda Guerra en la mitad del siglo pasado y la hegemonía que se organizó a partir de ello. Y en el marco específico de la problemática de salud porque hubo un período de gracia para la humanidad donde la ciencia dio respuesta con los antibióticos, las vacunas, etc, y se pensó que se habían superado las grandes epidemias infecciosas. Ese período de la posguerra, el más largo del capitalismo sin crisis, hasta mediados de los 70 donde a partir de la crisis del petróleo comenzó una transformación o fase que suele denominarse como financiarización o neoliberalismo. A partir de allí, ya en 1980 apareció la primera pandemia “emergente” la de HIV-SIDA, se sucedieron las enfermedades reemergentes, por ejemplo, el Cólera, y volvieron a escena algunas que se consideraban muy disminuidas como la TBC. Nunca se pudo prever tanto una pandemia como esta, y se pueden prever las próximas si las condiciones no se modifican. En 1966 la recientemente nacida Organización Mundial de la Salud, cuando representaba los estados del mundo de manera igualitaria en base a una estructura que se armó en la posguerra a fin de aunar esfuerzos para mejorar la salud de la población mundial, inició la campaña contra viruela. Y por primera y única vez una enfermedad de transmisión infecciosa fue absolutamente erradicada en una campaña consistente en vacunar casi a toda la humanidad y que terminó en 1980. Apenas un año después, en 1981 comenzó la primera pandemia de una enfermedad emergente absolutamente nueva y probablemente producida por el desequilibrio en el contacto entre el hombre y la naturaleza, la de HIV-Sida. Tuvo un impacto en la vida, en los discursos y en las prácticas al afectar como una de sus formas de trasmisión a la sexualidad. Hasta la fecha ha producido alrededor de 40 millones de muertes y sigue siendo uno de los problemas de salud pública más graves del mundo, en particular en los países de ingresos bajos

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y medianos pese a que se descubrieron tratamientos eficaces.70 También volvieron las enfermedades llamadas reemergentes que se suponían controladas o erradicadas y las nuevas emergentes, como la Pandemia de H1N1 o Gripe A de 2009 en un circuito cada vez más rápido. La aparición de la pandemia desenmascaró en qué medida el abandono de la idea de salud como derecho nacida en los estados sociales de la posguerra y a subsunción de sus servicios a la lógica de mercado en los modelos de estados neoliberales, había logrado la fragilización de los sistemas de respuesta de atención de la salud formales de países que habiendo tenido buenos sistemas de atención los habían visto fragilizados por las reformas promercado neoliberales. La veloz llegada de la infección los desbordó rápidamente de manera dolorosa, tal el caso de Italia. La deficiente capacidad de respuesta de los servicios de salud sometidos a lógicas de mercado tuvo su mayor exponente en el caso de Estados Unidos de Norteamérica. Luego la batalla corporativa alrededor de las vacunas y la competencia mercantil por las patentes es una muestra más de que los mercados dejados a su libre objetivo no suelen ser la mejor respuesta ante las catástrofes y las crisis. El Complejo Médico Industrial Financiero se transformó en un actor supranacional en el campo de disputa geopolítica. Cuando algunos colegas del campo del pensamiento médico social hablan de crisis civilizatoria, suelo decir metafóricamente que Occidente asesinó a su madre. El símbolo del asesinato de la madre es el sacrificio de Grecia después de la crisis del 2008. Porque no sólo se sacrificó un país, sino que se sacrificó una democracia occidental en el lugar mismo donde había nacido la idea. Un gobierno elegido democráticamente por amplia mayoría y con una decisión tomada en un plebiscito debió ceder ante la violencia financiera, con un sufrimiento posterior indecible. En un solo paso sacrificaron un pueblo, y enterraron una parte de la fe en la democracia, libertad y república allí donde había nacido 70 OMS: 10 Datos sobre VIH.SIDA https://www.who.int/es/news-room/facts-in-pictures/detail/hiv-aids

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en occidente. Para que veamos la violencia discursiva: los países deudores en ese momento en la UE eran Irlanda, Grecia, España y Portugal, la sigla con que se pasó a identificarlos ordenando – no sin intencionalidad—sus iniciales fue PIGS (“cerdos”). Se acusó al pueblo griego de despilfarrador y poco productivo. Se lo culpabilizó como sociedad para justificar el sacrificio. De paso señalo el uso de la culpa un componente subjetivo importante en la cultura occidental. Cuando un sistema entra en crisis catastrófica obviamente lo hace desde el lugar de las condiciones preexistentes, pero eso puede significar un ciclo y una vuelta que produzca la transición hacia otro sistema o puede volver a las formas más duras del sistema anterior, el proceso que se ha desencadenado con esta pandemia es una jugada de final abierto. En términos de producción de subjetividades voy a usar una metáfora: en el techo de la Capilla Sixtina está esa impresionante imagen de Dios entronizando a Adán sobre la tierra, esa imagen que plasma en parte la idea de sujeto moderno que se derrumba. La categoría individua está en revisión. La pandemia coloca en tensión la primacía del individuo y su modelo de sociedad nacido con la modernidad capitalista con la necesidad de pensar subjetividades singulares en la lógica de lo colectivo. No hay salidas o soluciones individuales. Y esto plantea revisiones inclusive de lo político entendido como puja por modelos de sociedad. Se plantea una profunda tensión entre esta concepción del sujeto individual que, como señala Foucault no es natural sino el producto de una acción disciplinaria y formas de pensar subjetividades diversas con mayor dilución del yo que está híper inflacionado en esta época y en nuestra cultura. Subjetividades donde se priorice lo colaborativo sobre lo competitivo, con mayor capacidad de armar redes, de reconocerse como parte de colectivos. Y esta es una tensión que está planteada exactamente en este momento y en este terreno. Lo vemos todos los días en debates específicos sobre los cuidados y la pandemia. Los que vociferan contra las medidas de cuidado porque “vulneran la libertad individual” considerada un valor máximo. 204


Voy a traer una cita de Terry Eagleton en su fascinante texto sobre la cultura del terror y donde lo liga intrínsecamente con el concepto de libertad del individuo, allí donde dice que “la libertad burguesa o de mercado es una libertad negativa que no conoce ni vínculos ni límites inherentes. Claro que puede ser contenida desde fuera, pero un poder impuesto nunca es el más eficaz. Debido a esta falta, no sólo de vínculos y límites, sino también de un origen y un fin inherente, esta libertad es según Hegel en Fenomenología del Espíritu una especie de terror o de furia, de furia sublime”71. Y ahí liga directamente esta concepción idealista de libertad con el terror. El límite externo a esa libertad en expansión infinita, la barrera, terminan siendo los otros y por ende está contenida en potencia su destrucción o su anulación. Si en cambio pensamos que no existe el dualismo “individuosociedad” sino que se trata de un singular único constituido por el otro, forjado con la materia de lo genérico, entonces la libertad es un margen que solo puede ampliarse colectivamente y cuyo límite le es ya intrínseco. Y al decir el otro y lo otro quizás estamos hablando de la vida en general. El límite a la expansión de lo humano sobre el ambiente, considerado en la cultura occidental moderna, a diferencia de otras, como “recurso” parece haber ya estallado. Por cierto, esto también plantea una tensión entre los “derechos individuales” y los “derechos sociales” que se refieren a colectivos humanos y que se desarrollan en occidente a partir de los modelos de estados sociales o de bienestar. Los derechos individuales no se inmutan ante la excepción, ha sido un logro reciente que las mujeres puedan votar o hacer uso de sus recursos por poner un ejemplo. Estados Unidos se constituyó como nación con una doctrina liberal avanzadísima sin liberar a los esclavos, lo cual se logró por guerra civil y continuó asignándole a sus descendientes una notable insuficiencia jurídica hasta el siglo XX. En nombre de los derechos individuales y su potencial excepción, se legitiman desigualdades profundas de derechos 71 Eagleton Terry: Terror Sagrado- La Cultura del Terror en la historia, Ed. Complutense, Madrid, 2007. Pag. 17

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inclusive a la vida. Lo que se naturaliza en su nombre son privilegios, si un derecho no alcanza a todos es un privilegio y eso lo hace en sí un núcleo de terror y de violencia. Se naturaliza que hay vidas que valen menos que otras, vidas que, como diría Judith Butler, no merecen ser lloradas72. Esto deviene directamente en el terreno de la salud porque la frase esgrimida políticamente por algunos respecto a la pandemia: “que mueran todos los que tienen que morir” desnuda al que la enuncia, porque lo hace en tercera persona. El enunciador se exceptúa del lugar de los muertos posibles porque, piensa, supone o tiene la ilusión de que está por fuera del riesgo y que las otras vidas, esas que van a morir, no merecen ser objeto de duelo volviendo a Butler. Entonces, lo que está en juego en este contexto en términos de salud es básicamente el antagonismo central en esta época entre aquellas fuerzas que pujan permanentemente y de manera suicida a esta altura de la situación por una concentración y una acumulación cada vez mayor de la ganancia sin límite y aquellas fuerzas que se nuclean en defensa de la vida. Matar a la madre también incluye ahora a la naturaleza. Pensar hoy implica una serie de descentramientos: del pensamiento occidental eurocéntrico, del antropocentrismo, del androcentrismo y podríamos seguir. Estos descentramientos implican comenzar a incorporar otras teorías y otras miradas, hasta ahora subalternizadas. Por cierto, tampoco se trata de tirar por la borda todo constructo moderno, todo producto de la ciencia o la racionalidad misma. Hay una tensión en al campo de la salud entre ciencia y vitalismo, o entre positivismo y romanticismo, hay que superar tal antagonismo. Como diría Walter Benjamín se trata de logar “una reconstrucción teórica de la modernidad que al mismo tiempo dé cabida al ideal de reconciliación entre el ser humano y el mundo” Finalmente, después de un largo rodeo, finalizaré con un punteado rápido de cómo punteamos algunas categorías para

72 Butler Judith: Marcos de Guerra-Las vidas lloradas, Ed. Paidos, Madrid 2010.

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pensar la problemática de la pandemia en términos de salud mental a partir de este marco más amplio: la primera decisión fue no utilizar categorías psicopatológicas prexistentes sino la de “sufrimiento psíquico” tal como lo plantea la Ley Nacional de Salud Mental. Entonces trabajamos con algunos ejes que dejaré enumerados: • Ruptura de la cotidianeidad y caída de previsibilidad de futuro • Duelo • Esfuerzo adaptativo • Fragilidades y desamparos • Nuevas sensibilidades, reformulación de lazos, acciones solidarias • Enojo, furia violencia, y su captura. • Negación, renegación, naturalización.

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Lecciones de la pandemia para el futuro de la escuela: la alfabetización digital Silvina Gvirtz

1. La situación de los sistemas educativos en pandemia La pandemia jaqueó a los sistemas educativos del mundo entero. En junio del 2020 más de mil millones de estudiantes estaban sin clases presenciales. A mitad de octubre casi 600 millones (UNESCO, 2020). La apertura y el cierre de las escuelas se sucede intermitentemente al día de hoy y las políticas respecto del tema son muy variopintas en las distintas latitudes. Esta situación en la que las escuelas se ven obligadas a desempeñar todas o parte de sus tareas a distancia, ha profundizado aún más las desigualdades educativas. Según datos de la UNESCO, al 2020, sólo la mitad de los estudiantes tienen acceso a internet y otra mitad no cuenta con computadoras en sus hogares. A pesar de lo antedicho el 90% de los países latinoamericanos incluyeron plataformas online como una de las principales respuestas a los problemas de la no presencialidad. Lo cierto es que se estima que no más de un 20% de la población en América Latina ha podido tomar clases sincrónicas utilizando plataformas como Zoom (UNICEF, 2020). En paralelo, los debates educativos en nuestro país a un año de la pandemia, suelen reducirse a una discusión bastante maniquea sobre si se debe regresar a clases presenciales o no. Las proclamas a favor y en contra, monopolizan el debate público. En un rincón están quienes pretenden volver al paraíso perdido de la pre-pandemia (que ya daba cuenta de serios problemas tanto en términos de calidad como de la justicia educativa). En el otro, quienes priorizan y monitorean la evolución de la pandemia e incluyen la posibilidad de volver con el modelo híbrido según la coyuntura lo permita. 208


Ninguno de actores “a favor o en contra” niegan la necesidad de inclusión de la tecnología en la escuela. No obstante, poco se reclama, mediáticamente, la inclusión de tecnologías y saberes vinculados a la alfabetización digital, lo que representa un serio problema que enfrenta una mayoría de los estudiantes. En este artículo analizaremos esta problemática, entendiendo que una mirada estratégica sobre el presente y el futuro de la escuela no puede desconocer la necesidad de inclusión de las TICs y de los saberes asociados a ellas. 2. El acceso a las tecnologías y a la alfabetización digital: un diagnóstico En la actualidad, en nuestro país podemos distinguir dos tipos de brecha educativa que se han profundizado y visibilizado con la pandemia: A. de acceso a la tecnología. B. de acceso a saberes socialmente significativos. En cuanto a la brecha de acceso a la tecnología podríamos distinguir 3 grupos de estudiantes: • Los conectados: Según el Observatorio de argentinos por la educación, en Argentina, aproximadamente un 20% de los estudiantes tienen acceso a internet y dispositivos electrónicos de calidad suficiente para tener clases de forma sincrónica y asincrónica. Tomar clases de modo sincrónico implica comunicación en simultaneo entre docentes y estudiantes. Se trabaja a través de diversas plataformas y con en el horario escolar. Esta modalidad es un tipo de presencialidad en línea. Uno de los desafíos que tiene este porcentaje de estudiantes es que, como señala Cobo en varias de sus disertaciones, las “nuevas tecnologías” deberían acompañarse de nuevas pedagogías. Lo que se puede observar en el marco de la pandemia es carencia de preparación de muchos docentes (aún en el nivel universitario) para implementar nuevas pedagogías. En síntesis, las clases 209


magistrales (docentes que dictan cátedra y estudiantes que escuchan o simulan hacerlo) siguieron formando parte central de las estrategias de enseñanza de “los conectados”. • Los semi-conectados. En este grupo se incluye a una gran mayoría de los estudiantes latinoamericanos. Trabajan con tecnología, pero de modo asincrónico. Es decir, docentes y estudiantes no tienen una conexión en simultáneo. Según datos del Observatorio de Argentinos por la educación, un 60% de los estudiantes de nuestro país trabajó de este modo, utilizando mayoritariamente Whatsapp o Facebook (Observatorio de argentinos por la educación, 2020). El desarrollo de la escolaridad bajo esta modalidad implicó transformaciones mayores tanto en los contenidos como en los modos de comunicación. La comunicación verbal se reemplazó, en gran medida, por la escrita, cuyas reglas son muy diferentes. El pasaje de un tipo de comunicación a otra no estuvo exento de problemas para los docentes porque exigió de complementación oral-escrito en la tradición presencial hacia lo escrito casi con exclusividad en las clases en pandemia. • Los desconectados. Este último grupo incluye dos subcategorías. Aquellos que trabajan con lo que en la primera mitad del siglo XX se denominó “educación a distancia”. Incluye a estudiantes que no tienen dispositivos tecnológicos como celulares, computadores o tabletas que permitan una comunicación con el o la docente del curso. En esta categoría la comunicación docente-familia es presencial y se produce una vez cada quince o veinte días, al momento de retirar los bolsones de alimentos. En estos encuentros se lleva y se trae tarea, se retiran libros y/o cuadernillos, y se establecen pautas de estudio para las semanas que siguen. El último sub-grupo (en el marco de los que denominamos “los desconectados”), según el comunicado de prensa de UNICEF el 26 de agosto del 2020, no es menor a un 9% de los estudiantes 210


para América Latina, comprende a los y las estudiantes que no continuaron los estudios. La gran mayoría de estos niños, niñas y jóvenes se encuentran por debajo de la línea de pobreza cuando no, de indigencia. La segunda brecha educativa, no menos significativa que la primera, se observa en relación al acceso a aprendizajes socialmente significativos en general y a la alfabetización digital en particular. Desde los comienzos de la pandemia hemos asistido a una rápida respuesta por parte de los docentes y las escuelas. Con tanta diversidad de acceso a la tecnología, con la sorpresa y la imposibilidad de previsión, los profesores comenzaron a enseñar lo que podían con los recursos que tenían a mano. La velocidad de acción necesaria a principios del 2020 dio poco tiempo para repensar la necesaria selección de contenidos que debía realizarse ante la ausencia de presencialidad. Intentar enseñar los mismos contenidos que en los tiempos pre-pandemia resultaba una quimera. Rearmar tiempos y planificaciones para trabajar en el marco del COVID-19 no resultó tarea sencilla para los docentes, ni para las instituciones y tampoco para los ministerios. En simultaneo a la necesidad de repensar los aprendizajes prioritarios para las disciplinas nodales, se presentaba como imperioso revisar conceptualmente el modo, en el que iban a integrarse a la escolaridad, las tecnologías que comenzaron a utilizarse para la comunicación. En muchas oportunidades las TICs aparecían como una herramienta neutra para el trabajo pedagógico, apenas un medio para aprender otros temas. Sin embargo, como señala Cobo (2019), un especialista en el tema, la luna de miel con internet está llegando a su fin. Más de 20 años después de su masificación ha dejado de ser considerada una herramienta necesariamente de inclusión y está siendo considerada como un instrumento de comunicación e información, pero también de control y manipulación. Harari en su libro “21 lecciones para el siglo XXI” sostiene que el interés 211


de las empresas en “captar nuestra atención al proporcionarnos de forma gratuita información, servicios y diversión va más allá de vender los anuncios. El interés está en la acumulación de cantidades de datos sobre nosotros mismos, que valen más que cualquier ingreso publicitario. No somos sus clientes somos sus productos” (2018, pág. 101). En paralelo a este desconocimiento sobre las implicancias de la tecnología, se argumenta que los niños y jóvenes en general son nativos digitales. Esta categoría es, como subraya Cobo (2019), por lo menos cuestionable. Sin duda, los niños y jóvenes que tienen acceso, desde su nacimiento, a las mismas, tienen un manejo instrumental destacable. No obstante, el manejo instrumental no los convierte en consumidores inteligentes y mucho menos en productores de TICs. Es por ello que la escuela se vuelve cada vez más en una institución central en la distribución de saberes socialmente significativos. Es por ello que la alfabetización digital debería convertirse en uno de los nuevos aprendizajes prioritarios. Esto no sólo porque un manejo inteligente de la tecnología les puede ofrecer mayores oportunidades en el mundo laboral sino también para formar ciudadanos críticos y jóvenes con una mejor calidad de vida y para ganar soberanía en un área tan cara a sociedades del conocimiento como la nuestra. 3. La necesidad de la alfabetización digital: una mirada hacia el futuro La alfabetización digital será posible si y solo si el Estado garantiza el acceso a los niños y jóvenes que no cuentan con un dispositivo ni con internet. Para ello las políticas en modelo uno a uno son indispensables. Es decir, necesitamos diseñar una estrategia que garantice que, tanto en la escuela como fuera de ella, los estudiantes puedan acceder a la tecnología. El viejo modelo del laboratorio informático es insuficiente en esta década. Como señalan Burbules y Callister “es evidente que resolver sólo los problemas técnicos de poner las aulas (o las casas) online no será suficiente si los usuarios no cuentan también con una 212


oportunidad de desarrollar aptitudes y actitudes necesarias para aprovechar el recurso” (Burbules y Callister, 2001 Pág. 43). Tener un dispositivo y conexión a internet es condición necesaria, pero no suficiente. No alcanza para estar integrado a este mundo, cada vez más exigente: “Si un usuario no logra participar eficazmente de todas las oportunidades que ofrece internet, no se puede decir que tenga “acceso” a la Red, aún cuando posea un ordenador y esté conectado; los usuarios que no consiguen que se preste atención a sus ideas y opiniones, ni distinguir lo útil de lo inútil carecen de “credibilidad” y de los medios para evaluar la credibilidad de lo que encuentran” (Burbules y Callister, 2001, Pág. 44). Por ello, es función de la escuela brindar una formación completa y exhaustiva en alfabetización digital, de modo tal que se evite la profundización de brechas entre sus estudiantes y se generen nuevas oportunidades en su beneficio. Es preciso que se abran espacios curriculares específicos para trabajar temas como programación y robótica. Si lo que queremos es empoderar a nuestros estudiantes y que estén en mejores condiciones de ejercer sus derechos al momento de usar las nuevas tecnologías, es imprescindible que tomen conciencia de que, en internet, hay que aprender a hablar el lenguaje de la red para poder utilizarlo a nuestro favor y no resignarnos a ser meros “vasallos de datos” (Cobo, 2019), de eso se trata programar. En pocas palabras, programar en informática es conocer el lenguaje de las computadoras y saber cómo darle órdenes. La sintaxis de este lenguaje -o quizás deberíamos decir estos lenguajes, ya que no hay uno solo- utiliza un vocabulario y un conjunto de reglas más reducido que nuestros idiomas, lo que lo hace, a primera vista, más simple. Sin embargo, estas pocas reglas son muy estrictas y hay que seguirlas al pie de la letra para que la computadora las interprete correctamente. Programar, en este 213


sentido, es un arte, y como todo arte requiere de un aprendizaje. Mientras tanto poco o nada se habla en las escuelas sobre inteligencia artificial, algoritmos, Big Data, software libre o código abierto, y tampoco se trabajan temas vinculados a noticias falsas y sobreabundancia de información en las redes. Solemos hablar de “la nube” pero, como señala Zuazo: Internet es cooperación pura, desplegada en una enorme estructura asentada en edificios en la tierra, pero también conformada por tubos recorriendo todos los kilómetros necesarios para conectar el mundo. La base de todo ese trabajo, de esas millones de conexiones diarias que nos unen, es física. Son tubos y cables —submarinos y terrestres— instalados por corporaciones o por países que dan la infraestructura necesaria para que esos contactos sucedan, para que los datos viajen, vuelen por las arterias y venas de la bestia. Son redes que corren debajo de nosotros, en la calle por la que caminamos todos los días, al costado de nuestro escritorio. Son tubos anchos debajo de la vereda o de una ruta, caños más pequeños que llevan cables a nuestra manzana y otros más conocidos por todos (negros, del diámetro de un dedo meñique) que hacen que otro cable se ensamble en el router que tenemos al lado y la señal aparezca. (Zuazo, 2018). No vemos a internet, pero no porque flote invisible en el cielo cual nube, sino porque está oculta debajo de nuestros pies o sumergida en el mar. 4. A modo de conclusión Pensar en políticas educativas que mejoren la calidad de los aprendizajes de todos y todas no debería reducirse al debate binario de Clases presenciales si o clases presenciales no. Cuando el debate se concentra en ello, se da por supuesto un acceso pleno de todos y todas a las TICs (entre otras herramientas didácticas). En estos casos la disputa no es por mayor justicia educativa. La 214


puja por volver a las aulas presenciales, para una gran mayoría, sin conexión a internet, sin computadoras o dispositivos digitales y sin libros, es insistir en la sedimentación de viejas políticas/ estrategias, que ya antes de la emergencia sanitaria estaban mostrando la carencia de su alcance. Por el contrario, creemos necesario generar consensos y políticas que trabajen sobre la necesidad de repensar el sentido de la escuela y su direccionalidad. Es la oportunidad para cuestionar y reconfigurar nuestras formas: qué contenidos, qué organización escolar y qué justicia educacional (en el acceso y en los saberes).

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BibliografÍa aclaratoria del último apartado:

Burbules, Nicholas y Callister Thomas (2001) Educación: Riesgos y promesas de las nuevas tecnologías de la información, Granica: Buenos Aires, Argentina. Cobo, Cristóbal (2019) Acepto las Condiciones: Usos y abusos de las tecnologías digitales, Fundación Santillana: Madrid, España. Harari, Yuval Noah (2018), 21 lecciones para el siglo XXI, Debate: Madrid, España. Observatorio de argentinos por la educación (2020) Dispositivos y medios de comunicación para mantener el vínculo pedagógico en cuarentena en La educación argentina durante la pandemia COVID-19. Recuperado de: https://cms. argentinosporlaeducacion.org/media/reports/Dispositivo_sy_ medios_de_comunicacion_ArgxEdu_pandemia.pdf Observatorio de argentinos por la educación (2020) Frecuencia y fines del vínculo pedagógico en cuarentena en La educación argentina durante la pandemia COVID-19. Recuperado de: https://cms.argentinosporlaeducacion.org/media/reports/ Frecuencia_fines_vinculo_pedagogico_cuarentena_.pdf UNESCO, (2020) Covid-19 impact on education, Recuperado de: https://en.unesco.org/covid19/educationresponse el 6 de octubre del 2020. UNICEF (26 de Agosto del 2020), COVID-19: At least a third of the world’s schoolchildren unable to access remote learning during school closures, new report says, recuperado el 1º de febrero del 2021 en https://www.unicef.org/press-releases/covid19-least-third-worlds-schoolchildren-unable-access-remotelearning-during

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UNICEF (2020), Promising practices for equitable remote learning Emerging lessons from COVID-19 education responses in 127 countries, recuperado de: https://www.unicef-irc.org/ publications/pdf/IRB%202020-10.pdf el 1º de febrero del 2021. Zuazo, Natalia (2018) Guerras de internet, Debate: Madrid, España.

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La conciencia de la contemporaneidad Alejandro Grimson

Ha habido aportes muy impresionantes, con grandes pinceladas para pensar el presente, el futuro, en términos de los desafíos que tenemos. Sobre eso quisiera agregar solamente un elemento que tiene que ver con la dinámica más propia, más elemental, de la globalización, ni siquiera diría de la globalización neoliberal sino de la globalización en el sentido que le daba, por ejemplo, David Harvey en La condición de la posmodernidad, cuando decía que la globalización era compresión espacio temporal, es decir, un mundo más chico, un mundo más cercano, un cambio drástico de las categorías de tiempo y de espacio y cómo la pandemia irrumpe sobre el corazón de esa dinámica. Porque ese mundo que se había empequeñecido se hacía más transitable a velocidades inusitadas para épocas pasadas de pronto cambia drásticamente, se cierran las fronteras, se interrumpen los vuelos, se exigen cuarentenas para entrar a países y por lo tanto el mundo se hace distante, se hace inalcanzable en otro lugar y ni siquiera en algunos casos hay temporalidades calculables de cuánto podría implicar trasladarse de un lado a otro del planeta porque en algunos casos ni siquiera es factible imaginar. Al mismo tiempo, en aquellos años, y estoy hablando de un cuarto de siglo atrás posiblemente, Marc Augé señalaba otra característica de la globalización, él hablaba de la conciencia de contemporaneidad y en este caso la pandemia produce un efecto inverso, es decir, hay una radicalización de la conciencia de contemporaneidad porque la conciencia de contemporaneidad de los 90, de los 2000, era la conciencia del atentado a las Torres Gemelas, de la caída del Muro, de la invasión a Afganistán o a Irán o a Iraq, de las guerras del Medio Oriente, pero justamente la pandemia plantea una conciencia de contemporaneidad de otro orden porque es justamente el mismo virus el que se expande y, aunque hubo una cierta de sucesión en algunos sentidos, las segundas olas plantean la permanencia de la pandemia en el mundo. Ahí hay dos elementos que, por un lado, habían ido modificando las subjetividades contemporáneas de 218


distintas maneras y que nuevamente la irrupción de la pandemia vuelve a plantearles otras reconfiguraciones. Ahora me interesaba especialmente retornar sobre las dinámicas que se venían produciendo desde hace unos cinco años atrás, respecto del crecimiento de los discursos del odio en términos de movimientos políticos. Si uno mira unos años atrás uno ve el crecimiento electoral de movimientos políticos basados en la xenofobia, el racismo, la misoginia, la persecución política, distintas formas del odio en distintos países de América, de Europa, etc, en algunos casos con triunfos electorales, en otros con avances muy significativos y por supuesto con un aumento de la actividad pública. Lo que vemos con la pandemia es su radicalización. Muchas veces se cree que es un fenómeno argentino, o que es un fenómeno argentino del 2020, pero en realidad por un lado tenemos esta dimensión global que realmente el odio está expandido por el planeta, la ultra derechización de la derecha se expande por el planeta. Y por el otro lado, en el caso argentino y del mundo hay una historia del odio y una historia de los estallidos del odio que habría que reconstruir para comprender más cabalmente cómo se están reconfigurando estas subjetividades y los desafíos que plantean. En Argentina estamos muy lejos que sea la primera vez que vemos movimientos del odio de estas características, y en el mundo también. Cada vez se hace más urgente una historia del odio. En ese sentido hay un elemento que me parece bastante evidente que tiene que ver con la relevancia de las presencias de las crisis y me gustaría usar la palabra crisis en un sentido un poco más conceptual que como estamos acostumbrados a usarla en la calle, en el sentido de la crisis como una interrupción. Una interrupción de la cotidianeidad, de los sentidos comunes, de lo que se consideraba entre comillas normal, una interrupción de la previsibilidad. En ese sentido, obviamente, es un lugar común decir que estamos en un incremento brutal de la incertidumbre a nivel global y a nivel nacional. Y ahí se conecta con muchas cosas que se han planteado acá. Solo quisiera señalar esta contemporaneidad entre incertidumbre y miedo, odio, y sus relaciones con las redes, con las tecnologías. Todo esto está 219


vinculado a la constitución de las subjetividades contemporáneas, pero quisiera agregar un elemento, o una dimensión que son otras subjetividades. Todos sabemos que estas subjetividades de las que estábamos hablando en estos casos, de las subjetividades del odio, de una derecha ultra derechizada, o de los movimientos de odio en distintos países del mundo, son relacionales inexorablemente, no actúan en el aire, actúan en un contexto y actúan en relación a otras subjetividades. Toda subjetividad es intersubjetiva por definición. La pregunta, entonces, es que lo otro del inter. Del otro lado de esa frontera política y de esa frontera cultural hay incertidumbre. Una incertidumbre pasmosa, angustiante, desoladora, vinculada también a los papeles imprevisibles del capital financiero y de la rentabilidad financiera a nivel global. Una incertidumbre vinculada a las dinámicas de un Estado que pretende en muchos países diluirse. Ahora, pandemia de por medio, pareciera que hay algunas discusiones sobre el papel del Estado que están un poquito más apagadas, como el tema de la salud pública, pero como bien se dijo acá se cuestiona el papel del estado en las restricciones para la movilidad de personas porque atentarían supuestamente contra la libertad. Se encuentran nuevos cuestionamientos, y ya reaparecerán los viejos, ya lo sabemos. Pero me parece, insisto, que las subjetividades más comunitarias, más vinculadas a la solidaridad, a procesos populares, no pueden no haber impaciencia, no pueden no haber algo relacionado con la incertidumbre. Ahí tenemos que pensar cómo se plantean estas relaciones, estos desafíos. Porque, por un lado, se corre el riesgo en algunos países, pocos, donde pueda haber gobiernos de esas características, donde la incertidumbre pretende cerrarse a través de la ansiedad y de la impaciencia que deviene en cierto sentido más inviable que nunca en torno de la realidad global del mundo y de lo que implica la pandemia, la crisis. También otra forma de cerrar la incertidumbre podría ser certificando que la pandemia garantiza una frustración y clausurando un sentido que está abierto, que está en disputa, que está tensionado, que está justamente atravesado por todas estas incertidumbres. Clausurar 220


esa disputa, clausurar esas complejidades podría vincularse a una profecía autocumplida donde uno se reencuentra con su propia frustración creyendo que así puede resolver su problema, que es un problema subjetivo muy potente como decíamos del mundo contemporáneo que es como decíamos la incertidumbre. Me parece que en todos los casos es realmente impresionante la incisiva perturbación que genera la presencia de otros. En estos contextos de incertidumbres, la certidumbre se encontraría o podría generar la ilusión de encontrarse justamente en un espacio de homogeneidad. Y en contextos de hegemonía neoliberales tan abrumadores solo articulaciones de heterogeneidad pueden eventualmente y solo en algunos casos y solo a veces y solo en la minoría de los países y así sucesivamente, establecer límites a la lógica neoliberal, eventualmente ganar elecciones, gestionar el estado, etc. y solamente una heterogeneidad que sea consecuente consigo misma podría lograr eso, pero al mismo tiempo es evidente que no deja de generar perturbación en términos de las subjetividades. Y lo digo en términos no sólo de las razones sino, sobre todo, de las emociones. Porque la crisis genera desestabilización, la pandemia genera desestabilización y la heterogeneidad siempre genera desestabilización salvo que haya otros parámetros que permitan imaginarla de otra manera. Si no genera incertidumbre en relación a la convivencia en la sociedad, democrática, acerca de la conflictividad, de las dinámicas de la conflictividad y eso puede suceder de cualquier lado de la frontera política. Entonces es un desafío importante para pensar porque, por un lado, yo creo que solo vamos a ver crecer a los movimientos de odio, de la ultra derechización de la derecha, y, por otro lado, está en debate en el mundo cuáles son las subjetividades populares capaces de ponerles límites a esas derechas y a esas nuevas formas de las derechas. Yo creo que es fundamental abordar ese debate para que podamos pensar colectivamente cómo una multiplicidad puede devenir o no unidad para frenar un avance y para imponer un retroceso de las voracidades neoliberales, de las rentabilidades financieras individualistas que intentan imponerse sobre el planeta, e incluso destruirlo. 221


AVE DE PASO Coronavirus, ave siniestra, reina de la oscuridad viniste para llevarte contigo a cada ser humano que encuentras abandonado por los ángeles los besas a hurtadillas con tus labios húmedos de murciélago en el borde del gran sendero de la globalización donde los negociantes de la caza al tesoro fumigan el clima con el perfume de sus billetes verdes y encienden pequeñas antorchas para iluminar la ambición de los hombres que se dirigen sin saberlo hacia fosas comunes cavadas de prisa en falsos paraísos artificiales Pero al despertar con angustia de la intimidad de los sueños las pesadillas más atroces serán meros fantasmas de las películas de terror y el sol que se despereza con su timidez mortecina en un run run lejano de barbijos y delantales volverá a resplandecer en los rostros quemados por la angustia y barrerá las sombras que ahora nos acechan engendradas por barbaridades humanas que desprecian la naturaleza Es hora que te alejes de nosotros Oh! Ave maldita cómo si sólo fueras una simple ave de paso M.R.

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Biografías

Mario Rapoport es economista político, egresado de la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Historia de la Universidad Paris I-Sorbona, Francia. Es profesor emérito de la UBA y del ISEN (Instituto del Servicio Exterior de la nación) que pertenece al Ministerio de Relaciones Exteriores, Dr. Honoris Causa de la Universidad Nacional de San Juan e Investigador superior del Conicet. Trabajó como director, profesor e investigador en instituciones prestigiosas del país y del exterior, EEUU, Canadá y varios países europeos, asiáticos y latinoamericanos. Además de su reconocida Historia económica, política y social de la Argentina 1880-2013 (reedición 2020), y una gran cantidad de artículos y ensayos, con premios nacionales e internacionales (Nacional, José María Rosa, del Ministerio de Cultura de la Nación), Houssay del Conicet), James Alexander Robertson Memorial (de la Asociación de historiadores latinoamericanistas de EE.UU. y otros), tiene más de treinta libros publicados, entre los últimos: Parece cuento que la Argentina aún exista. La crisis del neoliberalismo en el espejo de la historia y del mundo (2020), Política Internacional Argentina (versión actualizada, 2020), Bolchevique de salón. Vida de Félix J. Weil, el fundador argentino de la Escuela de Frankfurt (2014), En el ojo de la tormenta. La economía política argentina y mundial frente a la crisis (2013). Es cabeza de la escuela socio-histórica argentina de relaciones internacionales. Bolchevique de salón, Vida de Félix Weil (premio Nacional, 2013). Autor y expositor de los Documentos de base de los tres paneles. Ha sido nombrado miembro del directorio de Fondo Nacional de las Artes (2020-2023). Expositores Primer Panel:

Leandro Morgenfeld es Profesor y Licenciado en Historia, Especialista y Magíster en Historia Económica y de las Políticas 225


Económicas, y Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Se desemeña como Profesor en la UBA y como Investigador Adjunto del CONICET, además de co-coordinar el GT-CLACSO “Estudios de Estados Unidos”. Su primer libro fue El ALCA: ¿a quién le interesa? (2006). En 2011, publicó Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas (1880-1955), en 2012, Relaciones Peligrosas. Argentina y Estados Unidos. En 2018 salió su último libro, Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina. Beatriz Figallo es Doctora en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid e investigadora del CONICET. Miembro de la Academia Nacional de la Historia de la Argentina, profesora en universidades argentinas y extranjeras, sus investigaciones se refieren a la historia internacional de la Argentina en sus vínculos con el espacio iberoamericano, en torno a cuestiones como las guerras, los exilios y la circulación de ideas y actores. Algunos de sus libros son: Desarrollismo, franquismo y neohispanidad. Historias conectadas entre España, América Latina y Argentina (2018), Argentina-España, entre la pasión y el escepticismo (2014), Los asilos de la guerra civil española (2007), El Protocolo Perón-Franco (1992). Noé Jitrik es autor de numerosos trabajos críticos sobre literatura latinoamericana, teoría literaria e Historia de la Literatura. Asimismo, escribió libros de poesía, novelas y ensayos diversos. Historia e imaginación literaria, Suspender toda certeza, El ejemplo de la familia, Textualidades vertiginosas, Historia crítica de la literatura argentina y Panorama histórico de la literatura argentina son algunas de sus obras. Fue profesor en universidades de Argentina (Córdoba, Buenos Aires), México (El Colegio, UNAM y otras), Uruguay (UdelaR), Estados Unidos (Indiana y California), Francia (Besançon). A lo largo de vida recibió diversos premios (DHC en México, Uruguay y Argentina: Mendoza y Tucumán), Francia (Chevalier des Arts et 226


des Lettres), México (Premio Xavier Villaurrutia e Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña). Telma Luzzani es Licenciada en Letras, escritora y periodista. Por más de 20 años trabajó en el diario Clarín donde realizó coberturas de hechos históricos como la caída de la Unión Soviética, el pasaje de Hong Kong a China y la guerra entre Líbano e Israel y fue jefa de edición de la sección internacional. Co conductora el programa Visión 7 Internacional en la Televisión Pública de Argentina, en la actualidad conduce “Voces del mundo” por radio Cooperativa. Es autora de Todo lo que necesitas saber sobre la Guerra fría (2019), Territorios vigilados: cómo opera la red de bases norteamericanas en Sudamérica (2012), Venezuela y la revolución: escenarios de la era bolivariana (2018). Adrián Pablo Cannellotto es Magister en Relaciones internacionales por la Universidad Complutense de Madrid, Diplomado en Políticas y economía por IDAES-UNSAM y Licenciado en Filosofía. Actualmente se desempeña como Rector de la Universidad Pedagógica Nacional, además de ser Profesor e+ investigador de la UNIPE y de la UNSAM. Escribió “El fantasma en la máquina. Sobre la formación de los agentes estatales” (Hydra, 2017), “¿Qué se espera de la universidad?” (Le Monde diplomatique, 2019), “Política educativa: ¿tecnologías sin ideas?” (Le Monde diplomatique, 2017). María Belén Bogado es Master en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y egresada del Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Se desempeña como Directora General de Cooperación Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina desde diciembre del 2019. Autora de Tesis de ascenso: Política exterior argentina y derechos humanos. De la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad. Importancia para la Argentina (2014). Pedro Brieger es periodista y sociólogo, titular de la cátedra 227


“Sociología de Medio Oriente” en la Universidad de Buenos Aires y colaborador con numerosos medios de comunicación escritos, de radio y de TV, por los que ha recibido numerosos premios. Es autor de varios libros sobre temas internacionales, entre ellos: ¿Adónde va Nicaragua? (1989), Medio Oriente y la Guerra del Golfo (1991), Los últimos días de la URSS (1991), ¿Guerra santa o lucha política? (1996), ¿Qué es Al Qaeda? (2010) y La encrucijada española (2015). Brieger es el creador de NODAL, el primer portal dedicado exclusivamente a la información de América Latina y el Caribe. Segundo Panel:

Noemí Brenta es economista, investigadora y docente. Doctora en Economía por la Universidad de Buenos Aires, se desempeña como subdirectora del Centro de Investigaciones de Historia Económica, Social y de las Relaciones Internacionales y docente de estas materias en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y en otras universidades nacionales. Coordinadora académica e investigadora del Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales del Conicet, y profesional principal de este organismo. Ha dirigido y participado en numerosos proyectos de investigación, y publicado artículos en revistas especializadas, y varios libros. Entre ellos se destacan la Historia de las relaciones entre Argentina y el FMI (2013) y la Historia de la deuda externa argentina. De Martínez de Hoz a Macri (2019). Alfredo Zaiat es Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Desde 1987 trabaja en Página/12 donde es jefe de la sección Economía y del suplemento económico Cash. En radio conduce desde hace 20 años el programa Cheque en Blanco, ahora en Futurock. Participa en el cuerpo docente del “Programa Amartya Sen” FCE-UBA, dirigido por Bernardo Kliksberg. Además fue investigador en el Centro de Estudios de Economía Internacional del Instituto de Investigaciones Económicas, en la 228


Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Ha publicado los libros ¿Economistas o astrólogos? (2005), Historia de la Economía Aentina del Siglo XX (2007), junto a Mario Rapoport, Economía a contramano (2012), Amenazados. El miedo en la economía (2015) y Macrisis. Otro fracaso del neoliberalismo en Argentina (2019). En 2017 recibió el Diploma Premio Konex como uno de los cinco mejores analistas económicos de la última década en la Argentina. Pablo Julio López es economista, docente y funcionario público. Desde diciembre de 2019, es el Ministro de Hacienda y Finanzas de la Provincia de Buenos Aires. Ha ocupado diversos cargos en la función pública nacional durante el segundo mandato presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, entre los que destacan haber sido Director del Banco Central de la República Argentina y Secretario de Finanzas de la Nación, entre otros. Se desempeñó como investigador del Conicet y ha publicado diversos artículos de investigación, divulgación y notas de opinión, relacionados con deuda externa, financiamiento​ y desarrollo económico​. Ex Director del Departamento de Economía, Producción e Innovación Tecnológica en la UNPAZ, es profesor adjunto de macroeconomía y de microeconomía en la UBA e investigador asesor en el proyecto “Ideas, políticas e instituciones en el desarrollo industrial de la Argentina (19302015)”, bajo la dirección de Dr. Marcelo Rougier María Seoane es periodista y escritora, dirige el Centro Cultural Caras y Caretas, es asesora periodística y editorial de la revista Caras y Caretas y directora de contenidos editoriales del Grupo Octubre. Fue directora de Radio Nacional y trabajó en medios como Noticias, Sur, El Periodista, Qué y Clarín. Fue consultora y analista de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. Entre sus libros se cuentan Todo o nada (1991), El burgués maldito (1998), El saqueo de la Argentina (2003), Nosotros (2005) y El enigma Perrotta (2011). En colaboración con Héctor Ruiz Núñez, escribió La noche de los lápices (1986); con Oscar Martínez, Menem: la patria sociedad 229


anónima (1989); con Vicente Muleiro, El dictador (2001); con Mario Rapoport, Buenos Aires, historia de una ciudad (2007); con Felipe Pigna, La noche de la dictadura (2006) y La noche de los bastones largos (2006); y con Víctor Santa María, Eva Perón. Esa mujer (2007), El Cordobazo, los 20 días que conmovieron a la Argentina (2009) y La tragedia y la comedia en la Argentina (2008). Codirigió el documental Gelbard, la historia secreta del último burgués nacional (2006) y dirigió el largometraje de animación Eva de la Argentina (2011). Recibió varios reconocimientos nacionales e internacionales, como el Premio Konex y el Premio Internacional de Prensa Rey de España. En 2019, la Legislatura porteña la reconoció como Personalidad ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Mario Oporto es Profesor de Historia y político. Actualmente se desempeña como docente en las Universidades Nacionales de La Plata, Lanús y Rafaela, y como asesor en la Universidad Pedagógica Nacional. Co-director del grupo de investigación sobre “La enseñanza de la historia y la geografía latinoamericana y caribeña: descolonización del saber y reconfiguración de identidades territoriales” de la Universidad de Lanús. Ejerció diversos cargos en la provincia de Buenos Aires: Subsecretario de Educación (1999-2001), Director General de Cultura y Educación (2001-2005 y 2007-2011) y Jefe de Gabinete de la Provincia de Buenos Aires (2005-2007). Fue también Diputado de la Nación por la misma provincia (2011-2015) y Subsecretario de Población de la Nación (1992-1995). Escribió el libro De Moreno a Perón. El pensamiento argentino de la unidad latinoamericana (2010) y numerosos artículos en revistas especializadas y en la prensa. Jorge Maestro es autor, dramaturgo, docente. Con más de cuarenta años de trabajo en la escritura audiovisual en Argentina, México y Chile, fue ganador de diferentes premios como Martin Fierro, Konex, Argentores y Midia, aclamado como uno de los creadores de más de cincuenta series y telenovelas. Es Presidente 230


del Consejo Profesional de Televisión de la Sociedad General de Autores de la Argentina (ARGENTORES) y miembro del directorio del Fondo Nacional de las Artes en el área audiovisual. En 2019 fue galardonado como Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Es titular en la cátedra de Guión en la Carrera de Artes Audiovisuales en la Universidad Nacional de La Matanza. Tercer Panel:

María Pía López es socióloga y doctora en Ciencias Sociales, también es escritora de novelas y activista política. Fue editora de revistas de crítica cultural y política, como El ojo mocho y La escena contemporánea. Algunos de sus libros son: Hacia la vida intensa. Una historia de la sensibilidad vitalista y Yo ya no. Horacio González y el don de la amistad. Su primer libro de ensayos fue Mutantes. Trazos sobre el cuerpo, el último, Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates. También se dedicó a prologar y analizar las obras de José Carlos Mariátegui y de Leopoldo Lugones. En 2020 se editó su primer libro en inglés, Not One Less: Mourning, Disobedience and Desire. Desde 2010 escribió una serie de novelas, centradas en la experimentación de lenguajes antes que en la narratividad: No tengo tiempo, Habla Clara, Teatro de operaciones y Miss Once. Dirigió desde su inicio el Museo del libro y de la lengua de la Biblioteca Nacional. Actualmente es Secretaria de Cultura y Medios de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Silvia Ons es psicoanalista, analista miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, responsable de la dirección del Departamento de Psicoanálisis y Filosofía del Centro de Investigación Clínica de Buenos Aires. Ha sido directora y fundadora de la revista Dispar, de cuyo Consejo Editorial forma parte. Fue profesora titular de la cátedra de Psicología Profunda de la Universidad del Salvador y ha desarrollado un amplio 231


recorrido docente en carreras de grado y posgrado. Actualmente se desempeña como docente del Instituto Clínico de Buenos Aires y es miembro de la Dirección Ejecutiva del Instituto Oscar Masotta. Es autora de los libros Placer y bien. Platón, Aristóteles y Freud, y Una mujer como síntoma de un hombre. En Paidós ha publicado Violencia/s, Comunismo sexual, Todo lo que necesitas saber sobre psicoanálisis, Amor, locura y violencia en el siglo XXI y El cuerpo pornográfico. Ha escrito numerosos trabajos para revistas nacionales y extranjeras especializadas en psicoanálisis y ha publicado artículos de su especialidad en diarios como Página /12, Perfil y la revista Noticias. Silvina Gvirtz es doctora en Educación por la Universidad de Buenos Aires, investigadora del CONICET y profesora titular de la Universidad Nacional de San Martín. Se desempeña en la actualidad como secretaria de Ciencia, Tecnología y Políticas Educativas en el municipio de La Matanza. Fue directora de la Maestría en Educación de la Universidad de San Andrés, directora general del Proyecto Escuelas del Bicentenario y directora general ejecutiva del programa Conectar Igualdad, que promueve la inclusión de las nuevas tecnologías en la escuela secundaria. En el 2012 se desempeñó asimismo como Directora General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, sucediendo a Mario Oporto. Ha escrito una veintena de libros que fueron traducidos a varios idiomas, más de 100 artículos en revistas de divulgación científica de Argentina, Brasil, Chile, Inglaterra, Francia, Italia, España y los Estados Unidos. Decálogo para la mejora escolar es su último libro, junto con Victoria Abregú y Carla Paparella. Alicia Stolkiner es licenciada en Psicología, especializada en Salud Pública con orientación en Salud Mental y asesora ministerial. Es profesora titular de la cátedra de Salud Pública y Salud Mental de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, y profesora del Doctorado Internacional y de la =Maestría en Salud Mental Comunitaria de la Universidad 232


Nacional de Lanús, además de otros posgrados nacionales y extranjeros. Es investigadora, directora de Proyectos de Investigación UBACyT de la Universidad de Buenos Aires y de otras entidades del país y el exterior. También se desempeña como coordinadora del Equipo Interdisciplinario Auxiliar de la Justicia de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad, de la Secretaría de Derechos Humanos. Fue coordinadora del Nodo Argentina de la Red de Investigación en Sistemas y Servicios de Salud del Cono Sur, y presidente de la International Association of Health Policies. Es miembro de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social desde 1986. Federico Schuster es licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y PhD en Teoría Política y Social por la Universidad de Essex, Gran Bretaña. Ha sido decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires durante los períodos 2002-2006 y 2006-2010 y Director del Instituto de Investigaciones Gino Germani de esa facultad. Actualmente es profesor titular en Filosofía y Métodos de las Ciencias Sociales en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y Director del Grupo de Estudios sobre Protestas Sociales y Acción Colectiva del Instituto Gino Germani. Entre sus libros se cuentan: Filosofía y métodos de las Ciencias Sociales, Tomar la palabra, La huella piquetera, Epistemologías de la subjetividad, La invención política del futuro y Relato del presente. La protesta social en la argentina desde el 19 y 20 de diciembre de 2001. Horacio González, Fallecido recientemente a causa del coronavirus, Horacio merece un homenaje especial como uno mayores intelectuales progresistas de la Argentina y es un honor que haya podido participar en este foro antes de su muerte. Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de San Pablo, docente, investigador, ensayista. Fue profesor de Teoría Estética, de Pensamiento Social Latinoamericano, Pensamiento Político Argentino y dictó clases en varias universidades nacionales, entre ellas las de la ciudad de La Plata y Rosario. Referente del grupo 233


de intelectuales Carta Abierta, entre 2005 y 2015 se desempeñó brillantemente como director de la Biblioteca Nacional. Su labor como editor de la revista de crítica política y cultural El ojo mocho fue celebrada y admirada. Publicó novelas, aguafuertes y libros de ensayos. Entre ellos, que suman más de una docena, se encuentran Paul Groussac: La lengua emigrada, Las hojas de la memoria. Un siglo y medio de periodismo obrero y social, Lengua del ultraje. De la generación del 37 a David Viñas y Genealogías. Violencia y trabajo en la historia argentina. Su actividad se completó con innumerables artículos en revistas científicas y periódicos, donde sus profundos análisis de la coyuntura política y social llegaron a amplios sectores de la población y al ámbito internacional. Alejandro Grimson es doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia, profesor titular de la Universidad Nacional de San Martín e investigador del CONICET. Entre sus numerosas publicaciones se destaca Los límites de la cultura que obtuvo el Premio al Mejor Libro Iberoamericano otorgado por la Asociación de Estudios Latinoamericanos en 2012. Otros de sus libros son Mitomanías argentinas. Cómo hablamos de nosotros mismos, Mitomanías de la educación argentina, escrito en coautoría con Emilio Tenti Fanfani, Mitomanías de los sexos, escrito en coautoría con Leonor Faur, ¿Qué es el peronismo?. Integra en la actualidad el Consejo de Asesores del presidente Alberto Fernández, y está a cargo del programa Argentina Futura, una iniciativa que busca pensar el país con planes de mediano y largo plazo. El futuro después del COVID-19 es el último libro digital que editó, donde cerca de treinta intelectuales argentinos reflexionan sobre la pandemia que azota el mundo.

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