Elementos para una pedagogía del lenguaje

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Con respecto al discurso, en este libro se contempla el discurrir humano mediante el juego que crean los enunciados como manifestación concreta de la complejidad del sentido; este poderoso dispositivo de producción e interpretación de sentido no se reduce al uso pragmático del lenguaje. El discurso supone diversos actos típicos de pensamiento (reflexión, razonamiento, inferencia, interpretación, argumentación, etc.), que intervienen tanto en el conocimiento como en la conducta humana; estos se tramitan gracias al proceso de enunciación. El discurso, mediante el cual se ponen en escena las maneras como el signo se refleja, refracta y acentúa, permite la entrada de lleno de los sujetos discursivos cuando hacen sus proferencias: implicaciones, puntos de vista, enfoques, perspectivas, modalidades, etc.

Jesús Alfonso Cárdenas Páez

Elementos para una pedagogía del lenguaje

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esde una mirada pedagógica, este libro reconoce la diversidad semiótica de los lenguajes y de los signos, así como de códigos y textos que se manifiestan en una cultura. Por lo tanto, trata el problema del sentido y de la representación que resultan de la compleja relación psíquica, sígnica y pragmática entre el significado y el significante; esto apunta a los nexos entre el lenguaje con el yo, el otro y el mundo. Esto se puede concebir en términos de subjetividad, intersubjetividad e interobjetividad y que, a la par, se manifiestan en los órdenes expresivo, significativo y comunicativo para dar lugar a las dimensiones estética, ética y cognitiva del ser humano.

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Elementos para una pedagogía del lenguaje Jesús Alfonso Cárdenas Páez


Cataloga c ión en l a f uen t e - Bib l iot ec a C e n t r al d e l a Un i ve r s i d ad Pe d ag ó g i c a Nac i o n al Cárdenas Páez, Jesús Alfonso. Elementos para una pedagogía del lenguaje / Alfonso Cárdenas Páez. – Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2016. 268 páginas. Incluye: Bibliografía Incluye: Índice temático y onomástico. ISBN impreso: 978-958-8908-73-1 ISBN digital: 978-958-8908-74-8 ISBN epub: 978-958-8908-75-5 1. Lenguaje y Educación – Investigaciones. 2. Lenguaje - Enseñanza 3. Lenguaje y Lenguas – Investigaciones. 4. Métodos de Enseñanza 5. Pedagogía. 6. Literatura. 7. Lingüística. 8. Lectura. 8 Metodología 9. Lenguaje y Lenguas – Enseñanza y Aprendizaje. I. Tít 372.6. Cd. 21 ed.

Elementos para una pedagogía del lenguaje © Universidad Pedagógica Nacional © Jesús Alfonso Cárdenas Páez ISBN impreso: 978-958-8908-73-1 ISBN digital: 978-958-8908-74-8 ISBN epub: 978-958-8908-75-5 Primera edición, 2016 Adolfo León Atehortúa Cruz Rector Sandra Patricia Rodríguez Ávila Vicerrectora de Gestión Universitaria Mauricio Bautista Ballén Vicerrector Académico

preparación editorial Grupo Interno de Trabajo Editorial Universidad Pedagógica Nacional Alba Lucía Bernal Cerquera Coordinación Catalina Moreno Correa Edición Fernando Carretero Padilla Corrección de estilo Johny Adrián Díaz Espitia Diseño, diagramación y finalización de artes Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A. Impreso y hecho en Bogotá, Colombia

Luis Alberto Higuera Malaver Vicerrector Administrativo y Financiero Helberth Augusto Choachí González Secretario General

Fecha de evaluación: 19-20 de mayo de 2016 Fecha de aprobación: 08 de junio de 2016 Hecho el depósito legal que ordena la Ley 44 de 1993 y el decreto reglamentario 460 de 1995.


A mi madre María Teresa, por su vida dedicada con amor al cuidado de sus hijos y por ser un faro de bondad que ha iluminado mis días. A Juan Sebastián, una vida que nació a la luz de este esfuerzo y se abrió paso al infinito. A Valentina y Nicolás, mis nietos que apenas despuntan a la vida.



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Presentación

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Hacia una pedagogía del lenguaje Capítulo 1

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El lenguaje y la educación Capítulo 2

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Lenguaje, sentido y aprendizaje Capítulo 3

139

Campo analógico del sentido y el lenguaje Capítulo 4

181

Discurso, acción y práctica pedagógica Capítulo 5

223 237 247 259

Conclusiones Bibliografía Índice temático Índice onomástico

contenido



presentación A

lo largo del siglo xx, el lenguaje despertó interés tanto en el campo científico como en el educativo. En el primero, el lenguaje verbal fue objeto de nuevas concepciones, en especial, desde la lingüística y la filosofía, lo cual condujo al denominado giro lingüístico. Con respecto a lo segundo, los estudios del lenguaje dieron lugar a la lingüística aplicada en la pedagogía y la didáctica. Así, de la mano de los lingüistas se llegó a la fundación de la lingüística como ciencia, lo que develó una visión de mundo según la cual en el lugar más alto de las preocupaciones científicas figuraba la teleología de la forma como manifestación típica de la Modernidad. Por su parte, en la mente de los filósofos se renovaron las preocupaciones por el lenguaje, el conocimiento y la conducta, así como sus nexos con el mundo y con el hombre, claves que se nos revelaron mediante la semántica y la pragmática y diversas manifestaciones de la semiótica y el discurso. Según lo han reconocido diversos analistas, la aparición de la lingüística condujo a una ruptura histórica y epistemológica que, a la vez que construyó un nuevo objeto de conocimiento, la lengua, definió el lugar de una nueva disciplina, la lingüística, en la cual se conjugaron influencias racionalistas y positivistas para organizar la mirada en torno a la forma y al sistema lingüístico, y establecer así una metodología que concedió especial importancia a la visión estática del sistema. Sin embargo, ahí no pararon las consecuencias de este intento científico; gracias a la tricotomía que planteó Saussure para aislar la lengua del lenguaje y del habla como objeto de la lingüística, surgió

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otra disciplina: la semiología, a la cual se le asignó el encargo de estudiar el funcionamiento de los signos en el seno de la vida social. Pero, por igual, emergieron otros enfoques que, como el análisis del discurso, convirtieron al lenguaje en centro de las preocupaciones del siglo xx y en un objeto transversal mediador en la vida cultural y social de los hablantes. Por eso, estas influencias se hacen sentir en diversos ámbitos del quehacer humano, en especial en la educación, donde durante muchas décadas se aplicaron los principios sistemáticos que condujeron al análisis de la lengua al margen del sujeto y a su estudio sometido a los rigores del ordenamiento metalingüístico. Desde el punto de vista epistemológico, este enfoque tiene varias consecuencias; por un lado, se produce una escisión entre el sujeto y el objeto y, por otro, en el orden metalingüístico, conduce a la enseñabilidad del objeto teórico y a la marginación de los asuntos del sentido. Con respecto a lo primero, si bien se reconoce que el objeto no es ni una cosa ni una substancia, y que su constitución pasa por diferentes puntos de vista, el grado de abstracción que se logra lo imposta como una forma absoluta en su ausencia, mientras que el sujeto se constituye en un lugar vacío, previsto ya en el sistema por medio de diferentes índices lingüísticos (pronominal, temporal, por ejemplo) a los que el hablante debe someterse en el momento de usar la lengua. Por tanto, mientras el objeto determina la representación en su transparencia, el sujeto, escindido desde el principio individualista que lo define, sigue siendo problemático. El sujeto queda excluido porque no hay papel que pueda atribuírsele al faltar la enunciación, de modo que, como lo ha propiciado el estructuralismo, y a instancias de la forma, uno de los efectos es el reconocimiento de que el sujeto es ‘sujeto sujetado’. Tal reconocimiento tiene su asidero en el sujeto moderno que se instaura desde la razón, la consciencia y la historia; este sujeto, como pilar ontológico de la comprensión del mundo, entra en conflicto con un mundo cosificado, mecánico y cuantificable, pues frente al pensamiento libre e inextenso emerge una realidad extensa y matemática, tensión que siempre apunta al problema de la representación.

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Este conflicto ontológico nos dejar ver este problema como una manera de mostrar y de ocultar a la vez; como una paradoja entre la presencia y la ausencia, entre las fuerzas que dominan al sujeto (su condición, el medio y sus deseos), con lo cual se revela en su esplendor la tendencia moderna hacia la forma, visible en el hecho de que el sujeto siempre piensa en representaciones en las cuales se hace patente la ausencia. Ahora bien, en el orden metalingüístico, la visión de la lengua se ramificó en dos direcciones; en primer lugar, se orientó hacia la teoría de la lengua (lingüística) como nuevo objeto teórico, al trabajo con el metalenguaje y a la gramaticalización de la enseñanza; en segundo lugar, puso el significado al margen, en virtud de la representación de la verdad y la transparencia de la forma. Esta manera de abordar el asunto generó un discurso pedagógico, cuyo asidero lingüístico abrió el camino a las propuestas provenientes de la psicología. Con ello, se estudió la lengua como una estructura sui generis dada, pero no planteada y, por eso, marginada de lo social, lo cultural y lo histórico. De contera, se desconoció que las configuraciones de sentido que se derivan de aquellos ámbitos se inscriben como experiencias de lenguaje, con lo cual los enfoques, que analizaremos en el capítulo 1, se distanciaron del marco humanístico que los prohijaba y, por tanto, de la incidencia social de la palabra y los valores, asuntos que ponen en evidencia la propuesta de Bajtín (1986b, p. 51), cuando afirma que: Al dotar a la palabra de todo lo que es propio de la cultura, o sea, de todos los valores culturales (cognitivos, éticos y estéticos), se llega con mucha facilidad a la conclusión de que, salvo la palabra, en la cultura no hay nada más; de que esta última no es otra cosa que un fenómeno de lenguaje; de que el científico y el poeta, en igual grado, tienen que ver solamente con la palabra.

Dicha puesta entre paréntesis del sujeto, de la cultura y los valores abrió camino a una enseñanza basada en el exceso normativo y analítico de la gramática y a la impostación del principio de transparencia del significado, por demás moderno en su solidaridad con la verdad logocéntrica. Frente al énfasis prescriptivo (de índole filológico), en la práctica, la lingüística se hizo copartícipe de la representación,

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a la que dio por sentada en sus nexos con la verdad de la ciencia y el acontecer de la vida social, lo cual canalizó el tránsito de la escuela por medio del signo y del logos. Esta concepción formal del signo repercutió en la educación; el enclave referencial y representativo del mundo operó en desmedro de que “el significado referencial se constituye mediante la valoración”, según la apuesta de Bajtín. Adicionalmente, tal orientación olvidó que el lenguaje era una práctica para la vida y una mediación necesaria del aprendizaje, lo que indujo a que fuese convertido en puro objeto de conocimiento y, desde ahí, se decidiera la suerte de la pedagogía consistente en la enseñabilidad teórica de la lengua, la gramaticalización de la enseñanza, el desmedro de los procesos de pensamiento, interacción, lectura y escritura y la puesta al margen del sentido, la cultura, la sociedad y la historia. Este descuido significó pasar por alto que la comprensión de los signos tiene una carga ideológica y está saturada de valoraciones y acentos, tal como lo implica el sentido en términos bajtinianos. Asimismo, tendió un manto de olvido sobre el hecho de que el lenguaje no es un medio neutral ni transparente, sino que está destinado a la expresión de acentos personales y de intenciones ajenas, lo que, mirado desde la mediación, exige dar un vuelco que, a la par que acoge el conocimiento y la interacción, permita apoderarse de la carga virtual de intereses, intenciones y valores que arrastran los enunciados. Supuesta la curiosidad que ha despertado el lenguaje, el libro que el lector tiene en sus manos recoge diversas preocupaciones nacidas de la labor investigativa que, con patrocinio del Centro de Investigaciones (ciup), ha adelantado el autor en la Universidad Pedagógica Nacional, en el transcurso de 22 años; esta línea se conoce, en los anales del ciup, como marco semiodiscursivo y sociocognitivo para la enseñanza del lenguaje; a través de ella, y con base en el proyecto dle-033-99, ha logrado consolidar un ‘marco’ y una serie de enfoques que, socializados en diferentes medios, alimentan una propuesta completa desde la mayoría de los ángulos de la enseñanza del lenguaje, con aciertos y logros y no pocas decepciones con respecto a la pedagogía (campo concreto de atención investigativa) y la didáctica.

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Estos enfoques y propuestas del grupo Elecdis se pueden leer en diferentes publicaciones universitarias (libros y revistas), entre los cuales merecen destacarse Teoría y práctica de la novela: apuntes didácticos y Elementos para una pedagogía de la literatura; este último, curiosamente, ostenta un título similar al del libro presente. Acorde con estos planteamientos, en el primer capítulo, se hace una revisión breve de las miradas tradicionales y se desarrolla una visión pedagógica del lenguaje, en la cual se destacan la concepción como proceso semiodiscursivo y sociocognitivo que debe orientarse al desarrollo de cuatro procesos pedagógicos: pensamiento, interacción, lectura y escritura. Para adelantar estos temas, el autor se refiere a los modelos contextuales y no contextuales de enseñanza y a partir de estos trabaja la relación entre enseñabilidad y educabilidad, para destacar la mediación del lenguaje como factor necesario de una buena educación. En el segundo capítulo, se plantean algunos puntos de vista sobre el papel del lenguaje en la educación. Por un lado, se reflexiona acerca del sujeto, su naturaleza y constitución por el lenguaje; por otro, se retoma el tema de la educabilidad y, en torno a ella, se esbozan algunos nexos con la educación y la pedagogía, para abrir la vía hacia una propuesta de formación en valores y desarrollo de procesos pedagógicos. Al final, se presentan conclusiones de la naturaleza compleja de la pedagogía, y se formulan algunos avances didácticos con respecto a los vínculos del lenguaje con la evaluación y la práctica pedagógica. En el tercer capítulo, se asume como materia de reflexión la problemática del sentido. Por una parte, se destacan las relaciones estructurales, semióticas y discursivas; por la otra, se trabajan sus dimensiones lógica y analógica y su influencia en el aprendizaje significativo, así como la distancia que debe guardarse de las competencias, como asunto de moda de la práctica educativa. En el cuarto capítulo, se acentúa el componente analógico del sentido, con la pretensión de reivindicar su naturaleza frente a los arrestos lógicos del sistema educativo y tender puentes a la pedagogía de la literatura. En torno al asunto, se abordan temas relativos a la naturaleza semiótica de los indicios, las imágenes y los símbolos,

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el razonamiento abductivo y transductivo, el sentido como posibilidad y construcción, y las diversas racionalidades que abren nuevos caminos al planteamiento en la educación lingüística y literaria. En el quinto capítulo, se resaltan algunos elementos relacionados con el discurso, la mediación y la comprensión, necesarios para la orientación pedagógica del lenguaje, y se señalan algunos caminos con respecto a la naturaleza de la práctica y del discurso pedagógico. Dados estos ingredientes investigativos que innovan la mirada pedagógica sobre el lenguaje, este libro también puede servir como manual introductorio de un curso de formación superior de pedagogos del lenguaje, dado que, por cualquiera de los ángulos por donde se mire, siempre hallaremos reflexiones educativas, pedagógicas y didácticas que se han enriquecido con la discusión proveniente de los seminarios de énfasis en lenguaje y educación, del Doctorado Interinstitucional en Educación. Por eso, las tesis expuestas pueden ser útiles a los maestros cuyo propósito sea hacerse a una concepción pedagógica del lenguaje, para enriquecer su mirada acerca de este fenómeno y derivar desde allí un trabajo didáctico que pueda contribuir a mejorar sus prácticas pedagógicas. Este libro no pretende ser directivo; es un mapa o una hoja de ruta que, bien recorrida, ajustando sus piezas y relacionándolas con el quehacer educativo, puede rendir buenos frutos, siempre y cuando los maestros, además de investigar cada uno de los temas y profundizar en ellos, piensen en la bondad de lo pedagógico, la cual debe afianzarse en una epistemología que les permita apoderarse de la realidad compleja del lenguaje y canalizar inquietudes hacia una ética que recorra los caminos dialógicos del sentido. Queda, entonces, en manos del lector esta propuesta compleja por lo demás, pero suficientemente amplia y dispuesta a abrir nuevos caminos a la investigación que el autor y el grupo de investigación Elecdis vienen desarrollando en la Universidad Pedagógica Nacional.

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Con respecto al discurso, en este libro se contempla el discurrir humano mediante el juego que crean los enunciados como manifestación concreta de la complejidad del sentido; este poderoso dispositivo de producción e interpretación de sentido no se reduce al uso pragmático del lenguaje. El discurso supone diversos actos típicos de pensamiento (reflexión, razonamiento, inferencia, interpretación, argumentación, etc.), que intervienen tanto en el conocimiento como en la conducta humana; estos se tramitan gracias al proceso de enunciación. El discurso, mediante el cual se ponen en escena las maneras como el signo se refleja, refracta y acentúa, permite la entrada de lleno de los sujetos discursivos cuando hacen sus proferencias: implicaciones, puntos de vista, enfoques, perspectivas, modalidades, etc.

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esde una mirada pedagógica, este libro reconoce la diversidad semiótica de los lenguajes y de los signos, así como de códigos y textos que se manifiestan en una cultura. Por lo tanto, trata el problema del sentido y de la representación que resultan de la compleja relación psíquica, sígnica y pragmática entre el significado y el significante; esto apunta a los nexos entre el lenguaje con el yo, el otro y el mundo. Esto se puede concebir en términos de subjetividad, intersubjetividad e interobjetividad y que, a la par, se manifiestan en los órdenes expresivo, significativo y comunicativo para dar lugar a las dimensiones estética, ética y cognitiva del ser humano.

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