RETRATOS POR ESCRITO

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Ilustración de portada L. ALFONSO MARTÍN


RETRATOS POR ESCRITO


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CONSIGNA DEL DOMINGO 2 / MAR / 2014

TRADUCIENDO RETRATOS

Gracias a nuestro Banco de Consignas (BDC) – al que les pido que sigan aportando ideas enviándomelas por mensajito privado – hoy tenemos una muy entretenida, especialmente para esos privilegiados que han desarrollado el arte de mirar. ¿Qué tenés que hacer? 1. 2. 3.

Elegí una foto, un retrato más precisamente. Hacé la descripción en palabras. Al postearla, poné tu texto y la foto que has elegido.

Todos podremos comprobar así, qué tan exacta, conmovedora, original o creativa es tu manera de pasar a palabras la imagen y, quién te dice, si estamos iluminados, hasta podemos entender cómo la mente decodifica, selecciona y agrupa elementos visuales para traducirlos en texto. a) b) c)

Recordá que es descripción, no narración (o sea, NO NOS interesa su historia, sino su rostro). Para que la consigna sea cumplida, necesitamos esa foto real (no como vos te la imaginas en tu cabeza). No hace falta que conozcas a la persona de la foto.

Dudas e inquietudes sobre la consigna (especialmente por los nuevos lipeños, que son muchos): enviarlas por msg privado a los coadmins HT Y SS. ¡Buen finde y que nos divirtamos mucho!

Silvina Scheiner

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Liliana Goijman


RETRATO DE UNA NIÑA

De mirada obediente, elevando sus ojos marrones a la cámara, la niña de carita redondeada y piel clara, parece tener una expresión que mezcla tristeza, miedo y quietud. Su cabello, color castaño claro y lacio, con corte carrè, raya al costado, es sujetado por un gran moño rojo, que hace juego con su vestido cuadrillè y deja al descubierto su frente amplia. Su mentón se apoya sobre sus manitos entrelazadas y dobladas hacia un costado, a modo de sostén de su cabeza.

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Cristian del Rosario


ROSTROS

Estoy sentado frente a ellos, muy cerca, parecen ser dos niños. Ambos miran en la misma dirección hacía mi izquierda apenas registran mi presencia. El más grande sostiene al más chico en sus brazos, los cuales no veo, pues sus rostros, casi pegados, ocupan, en primerísimo plano, la totalidad de mi visión. La luz y las sombras juegan, en ambos, con la brillantez de su piel negra, diseñando extrañas formas casi doradas sobre sus caras. Sus narices son similares, solo varían en su tamaño. Las cejas delgadas y el blanco de los ojos realzan sus iris negros de una oscuridad profunda, como creados en un génesis profano. Allí se acaban las similitudes. Uno tiene la cara limpia y los labios, aun algo húmedos, se nota que no ha sufrido los efectos del sol. El mayor no, su boca de labios coartados, secos, todo su piel esta tiznada por una capa de arena y polvo, tal vez el costo de proteger al más chico. Ha llorado, aún se advierten dos senderos de lágrimas que se abrieron paso por el polvo de su rostro y que se pierden bajo su barbilla. Si bien ambos, como dijimos, miran en la misma dirección, de la mirada del más chico se advierte temor pero del otro, si bien no con valentía, su mirada anuncia que ya ha enfrentado lo que parece amenazarlos. Esta última observación confirma mi primera impresión, parecen dos niños, y lo son por edad, pero uno ya enfrenta el mundo como un adulto.

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Diana Levinton


La desconocida me mira desde el portarretratos. Alguna vez fue parte de mi vida y demasiado pronto dejó de serlo. ¿Quién era? ¿Qué dice esa sonrisa apenas esbozada? ¿Qué me diría si pudiera hablar? ¿Qué le diría yo? Su mirada no me ve y yo no puedo descifrarla. Apenas inclinada, su cara de rasgos simétricos debió haber sido bella. Lo es ahora, sostenida por un cuello que dispara en mí el adjetivo "elegante". Me detengo en la curvatura del mentón, en las mejillas que imagino suaves, en los pómulos que sobresalen lo suficiente como para darle a sus facciones un toque de misterio. La desconocida es un misterio para mí. ¿Quién fue? ¿Quién hubiera sido? Veo su retrato a diario, lo miro intentando darle sonido a su voz, hasta he llegado a acariciar el vidrio que cubre la foto y me ha parecido sentir la tibieza de su piel. He besado ese vidrio y lo he apoyado contra mi mejilla esperando sentir que sus labios me besaban. En vano. Tampoco responde cuando le hago preguntas, cuando le pido que me cuente quien soy yo, quien hubiera sido si ella no fuera una fotografía, si pudiera recordarla sin la ayuda de los portarretratos que la muestran mientras fue, si mi cuerpo pudiera evocar los abrazos que seguramente me dio. Mamá.

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David Haskel


El cabello es negro intenso, desafiando el paso de los años. Y a la vez sedoso y muy cuidado, como dando aviso a las inclemencias de la naturaleza y del hombre de que se puede ser fuerte y constante sin abandonar la pulcritud y la amabilidad. La piel, bruñida y tersa, es del color de la tierra. Al igual que el cabello, marca el punto exacto en que se tocan ternura y fortaleza. Es una piel que dice “aquí estoy” con firmeza y suavidad pero sin extremos: ni el cuero ni la seda. Muestra suficientes surcos y pliegues como para que a nadie queden dudas de lo mucho que se ha vivido. Pero no revela más de lo que hace falta: quien quiera saber sexo, edad y etnia, que se acerque y pregunte. Que para escuchar bien, aquí hay unas orejas de buen porte. Y para hablar, esta boca. Grande, firme, definida, al igual que el mentón. Si tiene que haber delicadeza, que venga de las palabras o del tono de voz, no porque sea lo único que puede dar una boca por pequeñita. Esta boca es potente, tiene presencia, se hace escuchar. Y para miradas, ésta. Con la suficiente dosis de intensidad, de calma, de determinación y también de cuestionamiento. Una mirada clavada adelante. Una mirada que dice que es consciente de que aunque se fue ganando mucha experiencia, lo sabido es nada ante la inmensidad de lo que queda por saber. Los pómulos, al sol y bien prominentes, que aquí no hay miedos ni razones para esconderse. La vincha destaca la figura. Le aporta vivacidad, elegancia y un toque de audacia.1 Y si el rostro emula la tierra, la camisa es del cielo. Por si a alguien le quedaban dudas de que este hombre o esta mujer está en sintonía, en unidad con el todo.

1 ¡Qué horror! Parece una frase de Ante Garmaz. Bromas aparte, estoy entre que me gusta y que me parece demasiado afectado. Me gustaría oir opiniones.

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Angelica Ponce


AUTORRETRATO EN VERSUS

Leer e ir conteniendo el aliento, abrumada por la certeza de lo efímero, de la visión del poeta, y del artista. De la sabiduría antigua escondida en algo más oscuro que la noche. Sentir esa caída final y la comprensión de la soledad y de sus alas. Volver a respirar con una sensación emocionada por la belleza y lo terrible. Soy dragón -según el calendario chino-. ¡Y qué difícil se me hace explicar siempre que los dragones no sólo siembran el terror a hombres y bestias! ¡que no sólo duermen encima de sus tesoros!... Que es mucho más amable parecerse a un delfín y tener la gracia de los felinos... y que no todos soportan la mirada fija del dragón.

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Horacio Tort


Estamos frente al rostro de un hombre sufrido, fuerte a pesar de su delgadez, acostumbrado al trabajo físico y agotador. La coloración más oscura en la piel del rostro en relación con su cuerpo y sus labios partidos me hacen pensar que lo hace bajo el rayo del sol. Por sus facciones podría ser oriundo de algún país de Latino América y su contextura es la de un hombre relativamente bajo. Su cabello está algo desprolijo y su barba crecida, lo que denota que su aspecto no es una prioridad en su vida. Ni joven ni viejo, las arrugas de su rostro dificultan determinar su edad. Pueden ser producto del sol o de sus años. Nariz recta, orejas pequeñas, todos sus rasgos son muy varoniles. Sus ojos y su mirada son quizás lo más llamativo de este retrato. Transmiten una mezcla de dignidad y resignación por la vida que le tocó en suerte. Si bien no se ve qué cuelga de la cinta que tiene en su cuello, todo en él me hace pensar que es alguna medalla religiosa o una cruz.

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Cecilia G贸mez Nale


El pelo largo acomodado para que parezca corto y dé el look que se buscaba en la foto. El peine pasado repetidamente por el flequillo, embadurnado en ¿gel “efecto mojado”? y esos bigotes estiraaaados, estiraaaados hasta hacerlos todo lo largo que pudieran parecer. La barba rala un poco despareja, luego de hacer que los bigotes desafíen la gravedad ¿con un poquito del gel que se usó para el flequillo? Un poquito, nomás: bigote mojado da fea imagen. El pañuelo anudado a los rajes y sin método alguno: nada de moños ni de la prolijidad del flequillo. Claro: entre el flequillo y los bigotes se perdió mucho tiempo. Un chaleco blanco sin botones que oculta la remera blanca con la que debés haber ido a la playa. Ese jean espantoso con corte de pantalón de vestir al que le metiste el dedito en el bolsillo y te da ese aire canchero. El blazer parece pasado por Instagram antes de habértelo calzado. La boca intenta detener una sonrisa que se insinúa rebelde en tus ojos. La picardía se trasluce en esa mirada que delata que sos un caradura de lo más lindo y se te perdona todo. Y la nariz recta y chica, pero que no por eso deja de ser varonil, define la simetría de tu cara, enmarcada por una frente, unas sienes y unos pómulos más perfectos que la proporción áurea. Y yo quiero creer que esta es una foto escaneada de esas que se sacaban en los ’80 y en las que uno se lookeaba a la antigua y después pasaba a comprarla. Pero sos Ciriaco Díaz Vélez (h) y esta foto es de mediados de 1800.

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Caro Barba


Cuando la belleza de los años le gana a la locura de querer ser siempre joven. El cabello que cae sobre su frente la muestra relajada y ausente de cualquier mirada. Cada una de sus arrugas enmarca sus ojos frescos y melancólicos. Sus párpados resaltan sus sutiles pestañas y su maquillaje es sólo un ingrediente que podría ser omitido para seguir describiendo la belleza que tras él se desdibuja. La nariz bellamente imperfecta señala una boca descansada y tranquila. Bellos surcos custodian su boca abriendo paréntesis a ninguna duda. Sus pómulos advierten juventud y fortaleza y su piel parece vestida con la edad equivocada. Observa perdida en la inmensidad de la nada… revelando el instante perfecto que fotografía su mirada.

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Carmen Navajas Rodriguez de Mondelo


Hacía un frío gélido. Era uno de esos días en que el cielo está encapotado, color plata rosada, y el ambiente cargado de iones, costaba respirar. Bajaba por la gran avenida y sentí un calor extraño por la cara; en ese momento empezó a nevar. Caían bolas algodonosas que en poco tiempo alfombraron el suelo... una fuerte tormenta de nieve. Estaba desorientada y me metí en un edificio cuya puerta acababa de abrir un señor. Vi como se quedó en una esquina. Su rostro me sorprendió. Era un señor de avanzada edad y aspecto desaliñado. Llevaba un abrigo de lana grueso y una bufanda oscura y de inmediato percibí su olor alcanforado. Vestía de manera austera. Tenía el pelo erizado como si hubiera estado expuesto a altas dosis de energía, canoso y un poco largo para su edad. Sentí miedo. Su piel era fina y arrugada por los años. Miré para otro lado, pero sentía curiosidad por fijarme en él, giré la cabeza y volví a observarlo. Me fijé en sus ojos, pequeños y angulosos, muy hundidos, le daban un aspecto intelectual e inquieto; como chispa de luz. Tenía marcadas ojeras; quizás por falta de sueño o demasiadas horas de estudio bajo una lámpara de luz tenue. Sus cejas cortas y despobladas le daban un toque cómico. Seguí recostada en aquel rincón esperando que parara de nevar. Sentía la necesidad de observarlo, me daba calidez. Era como si llegaran a mi mente señales olfativas, gustativas, acústicas y táctiles, todas a la vez. Sentía leer su mente, una sensación parecida al enamoramiento. Me di cuenta que estaba provisto de una gran nariz, normal a sus años. Me llamó la atención su pequeño bigote, de pocos pelos canosos, cortos, duros y alborotados, muy descuidado, que le daba un toque de persona desastrosa, original y creativa... rozando con la locura. Tenía una boca pequeña y una amplia frente llena de surcos e imaginé una vida plena, un ser con muchas inquietudes y deseos de saber. Y seguía allí, hipnotizada por su rostro, al que no podía dejar de mirar. En ese preciso instante pegué un brinco y grité de miedo. Abrió la boca y sacó su lengua grande y carnosa. Me sentí avergonzada. Luego me di cuenta que sólo trataba de hacerme reír. Sentí ternura y cariño a pesar de su aspecto un poco grotesco y de su avanzada edad. Él solo quería romper el hielo en ese día de frío gélido. Al día siguiente, cuando estaba desayunando, lo volví a ver. Su retrato enmarcado decoraba la pared en una escena de una película que estaban proyectando en la televisión. Al verlo sentí la sensación de vibrar con él. Mi sueño había despertado en mí algo desconocido pero lleno de VERDAD.

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Antonio LendĂ­nez Milla


TRADUCIENDO RETRATOS

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Atento se le nota al instrumento, al que toma con cariño y habilidad. Fotógrafo profesional que se deleita con su oficio. Retrata la naturaleza. Manos fuertes, delicadas, de dedos largos y grandes, toman la cámara que observan sus ojos con atención. Ojos oscuros de tono marrón, mirada sincera, que comunica con lo que retrata, su gran pasión: la naturaleza. Metido en la charca, con el agua hasta el cuello, para lograr la mejor perspectiva. Cara risueña y bondadosa. Cabeza redondeada. La barba rubia y abundante, si recortar, el pelo de la cabeza del mismo tono, denotan el aliño debido, y sin preocupación de quien se cuida sin dedicarle mucho tiempo. Ni corto ni largo el cabello, peinado hacia delante, sin raya. Un leve flequillo se adelanta a su frente amplia y despejada, como de quien no oculta nada. Su oficio está en mostrarlo todo; así es su mente abierta a conocer y observar todo. Se recrea en lo que hace, y esa forma de comportarse, trasciende en otras facetas de su vida. Cuerpo grande, amplias espaldas desdibujadas por algunos kilos de más. Le gusta comer y no tiene manías. Disfruta de lo que le da la vida. Atlético, aunque no preocupado por la báscula. Metido en el agua, una leve barriga se intuye, no la vemos. Frisa los cuarenta, sin arrugas en la piel, ligeramente bronceada por el sol. Semblante que denota afectividad y cariño por su trabajo. Cara afable y bondadosa. Fotógrafo artista que recoge la naturaleza tal cual ve la vida, con cariño, y delicadeza; mostrando lo más delicado de ella: la belleza. Perceptivo, sensible de lo que le rodea, creciendo y cuidando de sus metas.

2 Frans Lanting. Del reportaje “Beauty of the Beasts”, aparecido en Revista TASCHEN Winter 2012

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MarĂ­a Gabriela Failletaz


RETRATO

Masculino de entre 70 y 80 años de edad. Poco cabello, cano en su totalidad, calvo en la zona frontal. Lleva capelo color blanco en la coronilla lo que indica titulo de papa y no obispo. Cara en forma de aceituna con mentón prominente y papada que se apoya sobre el cuello mao de la dalmática y el alba superpuesta, también en blanco, como símbolo de pureza impuesto por la iglesia católica. Abotonada por delante, el alba muestra botones forrados al tono. Se distinguen dos accesorios que hacen juego cadena de plata que cuelga del cuello y anteojos enmarcados en plateado. Piel caucásica salpicada de manchas pecosas en la frente, con matices rosados, transparencias y enrojecimientos propias de la irrigación sanguínea debido a la marcada expresión facial. De igual manera, los ojos se ven apiñados por detrás de las lentes, entre abanicos de arrugas y destellos de luz. La sonrisa espontánea, simpática y espasmódica, despojada de mesura protocolar, exhibe una dentadura cuidada y pareja aunque teñida de tonos amarillentos, resabios de probable consumo de nicotina. Nariz puntiaguda, amplios pabellones auriculares en asa. Postura corporal erguida con cabeza ligeramente inclinada hacia abajo indican que se encuentra ubicado en nivel superior al auditorio o espectadores. La expresión del rostro muestra templanza y compostura pero a la vez lo envuelve un halo de calidez mundana y carismática propia de un líder.

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Jorge PailhĂŠ


Es un rostro perfecto, si se me permite la subjetividad impropia de una descripción. El cabello -revuelto, rebelde y dorado- no es más (ni menos) que el complemento -otra vez- perfecto para esa sonrisa. La frente es amplia y despejada, los ojos están cerrados a causa de esa risa infinita que Marilyn parece atesorar o querer recordar cuando los tiempos que le toquen vivir no sean tan gratos (pero esto último es una pequeña trampita mía porque la consigna pide sólo descripción y ella en este momento no puede saber -¿o sí?- lo que le pasará en el futuro). Las pestañas enormes y arqueadas protegen los ojos y más aún: los pómulos. Aún en una imagen en blanco y negro, los labios muestran un brillo que permite suponer que esa boca única e irrepetible presenta un rojo carmesí pasional y salvaje. Los dientes -blancos, blanquísimosjuegan un papel fundamental en la construcción de la sonrisa, y los pendientes tienen presencia, destacan cayendo al costado de ese cuello fresco y apacible. ¿Qué decir de la nariz y el mentón? No se me ocurre nada, así que van dos puntos menos en la nota final... Bellos breteles descienden más allá de lo que nos permite ver la foto, lo cual no deja de ser una lástima ¿no?

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Mercedes Ant贸n Cort茅s


Parece una mancha de tinta sedosa y brillante sobre fondo blanco, pero si te fijas, resalta un punto brillante, redondo, sereno. Es el ojo que registra su mirada seria, atenta, de perro que guarda su hogar, que escucha a sus amos. Son sonidos cercanos y por eso las orejas descansan ahora, dobladas, colgantes cómo hojas de sauce. Su perfil por momentos te engaña, parece formal, pero yo, que conozco a mi perra, se que ríe y olisquea su casa con un disimulo que no se contiene cuando sale al campo, o cuando sus amos regresan de cualquier lugar dónde ella no fue. Huele y tal vez relaciona los sitos, las gentes. Por eso la trufa le brilla. Sus patitas blancas desdicen de una cuna de alcurnia, por eso me gusta, me gustaba su mezcla de razas, de amos, de tierras, de campos. Y aunque hace unos días se nos fue Lolita, le dejo estas letras por si acaso los perros tuvieran un alma perruna guardada a lo lejos; no se ve en la foto, pero yo, que conozco a mi perra, casi la detecto.

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Guillermina Silva D Herbil


RETRATO

El fondo se desdibuja como un corto pasado que da paso al futuro. Domina toda la escena sonrisa. La de los labios, que derrama promesas de amor eterno; y la de los ojos, oscuros, hĂşmedos, brillantes, adornados por el arco perfecto de las cejas, herencias de una abuela que nunca conocieron que titilan anunciando deseos de felicidad. La piel se ve tan tersa, tan suave y tan cremosa porque la vida aun es muy nueva y ni el tiempo, ni las penas ni los dolores han podido aun dejar su huella. Y las flores... una ofrenda fresca, alegre y colorida a esta vida que parece ser tan generosa.

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MarĂ­a Ester Arnejo


¿Curiosidad biológica? ¿Siamesas, una 25 años, mayor que la otra? ¿Curiosidad óptica? ¿Un espejo que refleja el recuerdo de un rostro joven o bien la imagen de un rostro futuro? ¿Photoshop? ¿Se ensamblaron dos fotos de diferente época? Realidad: la imagen muestra dos mujeres. A la derecha, una mujer visiblemente bastante más joven que la otra. Posan abrazadas. Se alcanza a ver la mano izquierda de la más joven con sus uñas pintadas de rojo que se apoya sobre la espalda de la otra mujer y el brazo izquierdo de ésta rodeando el cuerpo y apoyado en la espalda de la mujer joven. Se ve alegría. La mujer joven tiene el pelo muy corto, con el nacimiento oscuro y el resto casi blanco. Así se usaba, parece. Su frente es amplia, cejas prolijas que enmarcan un par de ojos verde claros, delineados y apenas sombreados. Su nariz es alargada, de tamaño mediano y armónica con la geometría del conjunto de su rostro. A ambos lados sus mejillas rosadas, suaves tersas y turgentes. La sonrisa amplia deja ver una dentadura casi perfecta. Completa el contorno su mentón tímidamente rasgado. Usa una campera tejida color maíz de la que sobresale el cuello negro de su blusa. Frente a ella, la otra mujer, un rostro parecido, con diferencias que delatan el paso del tiempo, el transcurrir de la vida, bien vivida. Su pelo desordenado, es entrecano y con algunos reflejos crecido hasta la base de su cuello. Usa anteojos de cristales grandes sin marco, sostenidos sobre una nariz prominente pero que no desentona con sus pómulos salientes y el resto de su cara delgada. Su sonrisa deja ver su dentadura blanca y parte de las encías, rasgo inevitable delator del paso del tiempo. Se suele decir que con los años lo único que sube son las encías. Usa sweter estampado de manchas irregulares beige, rojo, blanco, violeta. Esta es la foto y la película al mismo tiempo. Según como se lo mire, del tiempo que pasó o del que va a pasar. En este último caso dependerá de cómo se exprese el ADN de la mujer joven. Qué genes tiene silenciados y cuándo y cómo se activarán.3

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Con María Laura Polo

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Mauricio Castello


TRADUCIENDO RETRATOS

Hombre de mediana edad, formal, resignado posiblemente al verse sorprendido por ese sobrino ladilla que nunca falta o quizás por ese fotógrafo que busca explotar un toque efectista. Lo que sí puedo asegurar que la cinta no es para vendar nada, su humor goza de excelente salud, se nota en ese guiño involuntario.

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Claudia Casta単eda


Ella es Gabriela. No sabe muy bien por qué la rodean las moscas. Su pelo color castaño, peinado hacia atrás deja ver una frente amplia que continúa con dos cejas del color del pelo muy simétricas. Sus ojos color café abiertos de par en par no sólo denotan sorpresa: hay cierto pánico en su mirada. Debajo de sus ojos sorprendidos y algo aterrorizados, hay bolsitas cual sacos de arena para proteger una casa de una inundación. Aunque esas bolsas no son constantes: son el resultado de mantenerse en vigilia por culpa de las moscas que le zumban en sus orejas. Insectos molestos que caminan sobre su nariz algo redonda en la punta y que no le permiten respirar bien cuando caminan en sus fosas nasales. Las orejas de Gabriela son algo pronunciadas y sobresalientes. Esta característica hace que el zumbido de los molestos bichos retumbe aun más en su cerebro y no deje, ni siquiera, que se percate que no debe entreabrir su boca seca y carnosa. En cualquier momento, las moscas dejarán de rodear su pálido rostro y comenzarán a entrar por sus sensuales labios hasta chasquear en su estómago.

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Roberta Garibotti


¡Soy una desacatada! Hay algo que me impulsa a no cumplir consignas. En este caso, se trata de no responder con exactitud a las coordenadas postuladas por los que dan sugerencias y coordinan LIPE, para que los que participamos nos dediquemos a desarrollar ejercicios literarios y de escritura. No elegí una foto de una persona real, es la foto de un dibujo hecho por mi alumna Tiziana de seis años, luego de haber escuchado un cuento que se llama MI ABUELO ES DE COLORES. El personaje es un señor que ve todos los días de distinto color. Suelo dar clase con mi camarita en mano. Tomo fotografías de las producciones de mis alumnitos. Tengo miles, y las guardo cual tesoro. Tienen alma, ingenio, nobleza, don... Cuando Tiziana me trajo su cuadernito para que yo viera su obra, ¡quedé maravillada! Me atrapó ese hombre colorido. Glorié la capacidad de esta niñita, que fue capaz de desafiar cánones rígidos que existen a la hora de retratar la realidad, pintando un rostro multicolor. Me pregunto si las cosas, la gente, el mundo, son como se ven o como los percibe nuestro interior. ¿Veremos el color rojo de{ la misma tonalidad, todos por igual? ¿Hay imágenes idénticas para todos los ojos? Nuestra vulnerabilidad, nuestra emoción ¿modificará eso que observamos, haciéndolo y proyectándolo de distintas formas en nuestra mente? La cuestión es que esta chiquita debe haber hecho este retrato copiándolo de algún registro interno. Su actividad artística tuvo origen en escenas que se movieron en su intelecto, en su alma, en su imaginación, mientras yo leía el cuento del abuelo que ve colores. Quizás su abuelito sea un poco así. O ella lo quiera así, o lo vea de este modo tan multicromático. De algún lugar remoto surgió esta obra, no creo en la nada. Menos cuando se trata de chicos. Tiziana nunca recurrió al tan venerado color PIEL. Todos los chicos intentan aproximarse, con sus producciones, a lo verdadero; lo que objetivamente se presenta ante nuestra mirada de una forma, y que necesitamos estandarizar. Me encantó el permiso que se dio esta criatura para hacer lo que le plazca. Sacarle la lengua a las estructuras rígidas de pensar, dibujar y manifestarse. Locket es un poroto al lado de Tiziana. Ahora, pensándolo bien, no me alejé tanto de la consigna. Es la foto de un retrato. Hago una breve descripción, para seguir cumpliendo con mis queridos Lipeños: Es hombre. Sonríe. Tiene un nudo en la garganta. Sus ojos son de distinto color. A lo mejor vea con cada uno cosas distintas. Parece feliz. Su cerebro se ve negro, pero su sonrisa no es oscura. No posee orejas, no debe necesitar escuchar nada. No está hecho de la misma naturaleza que los otros seres de este mundo, es que está:¿ pin-ta-do! Vive en el arco iris. Flota en la imaginación de almas puras. Su atuendo es azul. Abotonado está su saco. Está vivo. Es más: creo que es eterno.

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Andy Pecas


RETRATO

Ojos negros que en oblicua simetría se dejan enmarcar por unas cejas que no aportan nada. Unas cejas anónimas que no empañan la mirada de bufón. Acompañan en silencio. El mismo silencio que irrumpe en su naricita respingada, de niñohombre que no puede decidir su sino. Las fosas nasales se adivinan palpitantes, dispuestas siempre a husmear más allá de los allares. El mismo silencio que calla su boca semiabierta adornada con tres visibles dientes que enmascaran una mueca de fingida alegría. Cuerpecillo oscuro, casi sin cuello donde percibir que termina esa cara redonda circundada por un cabello castaño demasiado mal cortado, ensanchado por los polos. La vestimenta holgada, disfrazando las formas regordetas que bañan la figura en un tono gris verdoso del que solo asoma, apenas y con pena una pantorrilla interesante que desemboca en las medias arrugadas y en el zapato negro de medida de infante. Pregunta desde su elipsis el por qué de mi contemplación. Le explico, también en un silencio arcaico, que solo estoy traduciendo su retrato.

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De Raedemaeker Sanchu


Almorzaba en la parrillada de la zona, cuando vi a estos personajes desde la ventana. Con el viejo celular fue tomada y así fue que en mis carpetas de imágenes están siempre, y me pregunto qué será de ellos. Descripción: Narices en parentesco, afiladas por cal, arena y agua. Cejas protuberantes, que protegen las miradas de tanto sol. Bocas entonadas de vino en damajuana. La sonrisa del joven, parece la picardía de un niño. La sonrisa del viejo, nos muestra que ha vivido. El ok, fue el permiso a mi atrevimiento. Camisas dignas, porque el trabajo debe ser prolijo. Sweater escote en V, con colores de la tierra que trabajan. Un gorro que llevará, partículas de pensares en cemento. Un instante, un click que aún es para mí, a pesar del tiempo.

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Silvia Terigi


Una mujercita de 22 años, llena de vida y energía en esos ojos que destilan asombro, picardía, paz y felicidad, disfrute. Suave y gran sonrisa natural que contagia desde adentro hacia el que la recibe, intimidante, pícara, seductora con su delicada pose invitando a compartir esa alegría que siente. Frescura en un rostro libre que vive y siente, facciones que definen su carácter, sus ganas de explorar, el detalle de la mano dedo meñique propio de ella y de herencia no poder agarrar el vaso con toda la mano, por delicadeza y costumbre, autenticidad y frescura con las dudas y misterios que demuestran su mirada, pero ávidos por descubrir y vivir .

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Gustavo Pedace


TRADUCIENDO RETRATOS

Los ojos no terminan nunca, son profundos y demasiado vivos. Han visto ya las plantaciones de papas, la mina de carbón y tantos colores como de mil arcoiris. La frente no pudo, no supo, albergar esos conocimientos formales como para ser pastor, ni la magia de las cuentas como para sumarse al otro negocio familiar. Solo tiene lugar para esas dos cavernas que albergan la mirada. Hay desaliño entonces, sin exagerar, apenas falta de pericia en el moño y en el arte de rasurar. Pero lo que hay, sobre todo lo que hay es fiereza. Hay labios que apenas se adivinan pero seguro están finos, apretados, casi sin circulación. Hay músculos que se tensan demasiado para una foto. Seguro en ese instante está prefiriendo un retrato colorido, como uno de los tantos que ya ha hecho, que ha dejado abandonado por ahí, y que lo describe mucho mejor. Es momento de nuevos desasosiegos, de colores que todavía no pudo fabricar, de horas al sol de La Provence, de amigos que no son, de noche, de amores por monedas, de hambre, de beberse la vida. Son pocos años en ese retrato, parecen de un hombre mayor pero no tiene 35 todavía.

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Dicky Schefer


RETRATO

La beba tiene unos pocos días de nacida. Duerme acostada – o cuidadosamente colocada – con el cuerpo sobre una frazada blanca. La ilumina una luz suave que le da contrastes. Su cara está cómodamente girada hacia nosotros. Está descubierta pero su cabeza cuidada con un gorro tejido color lila. Las piernas y pies están enlazados hacia abajo de una forma imposible pero inmensamente tierna, y levantando a mejor altura su cola. De esta postura envidiable resultan algunos pliegues en la espalda, cercanos a su cuello. Un poco más abajo, el hombro, y luego el brazo que se deja posar en la frazada, en simetría con sus piernas. La cara, recostada, es bien redonda, con grandes ojos cerrados y claros, casi sin pestañas ni cejas. En el medio una nariz algo ensanchada y debajo su boca entre los mofletes, linda y lista para mamar en cualquier momento.

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Ser Ros


Dicen que los ojos son el reflejo del alma, cuando veo esta criatura del universo, me transmite el ansia del camino por recorrer, la frescura de los pliegues de sus párpados, la inocencia del porvenir, los hermosos cachetes rozagantes, la salud de esta humilde personita que se asoma a la vida en una búsqueda sin parar. Su boca en un rictus marcado por la simpatía necesita encontrar en un otro el reconocimiento de la expresión singular que une sin distinción alguna. El botón que se asoma en un hálito de vida acompaña el latir de su pequeño corazón. Es un ser de luz divina que se asoma a la vida terrena con un mensaje cíclico, el circulo sin principio y final, el dragón que se muerde la cola, todo se renueva, cumple su ciclo y empieza nuevamente, comienzo y fin, eternidad en un sentido que no alcanzamos a comprender. No importa... ese rostro, esos rasgos son suficientes para no plantearse ni cuestionarse absolutamente ninguna pregunta, el sólo disfrute es suficiente, como él mismo representa, todo goce y aspiración.

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Horacio Petre


TRES VERSIONES DE UN SECRETO I El saco tejido a mano seguro no se lo hizo ella misma… No debe ni saber la diferencia entre las distintas agujas. Su mirada intenta ser dulce, subida sobre esos pómulos exagerados, que más que bella la hacen obvia. Despeinada, ¡Porque eso no es SAUVAGE cogotuda!… intentando seducir con su minisonrisa y esa boquita mentirosa con la que seguro dice tonterías a montones, tan zorrita. Cara de ángel, haciéndose la modosita y robándole marido a las demás…

II Entro a vos, otra vez, por tu mirada, a través de esos ojos tan tuyos de esperanzado azabache. Tu nariz me lleva a seguir mirando tus labios de sonrisa perfecta, de apenas insinuada complicidad. Me hamaco en tus pómulos y vuelvo a tus ojos de inteligencia vivaz, brillando entre tus mechones lacios y salvajes, con tu pera bellamente dibujada, fortísima, y tus labios, abriéndose paso, buscándome una vez más.

III Se trata de un femenino, de altura media, ojos grandes y negros. Pelo lacio, castaño oscuro, boca chica y tez blanca. Lleva puesto un sacón tejido a mano y un sweater de terciopelo. Aguardando instrucciones para proceder. Cambio.

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Mariasi Ca単izal


La rigidez, la inmovilidad y ridiculez de su bigote. Todo el armazón de su pose, su engominada y su saco cruzado, abotonado y con cinturón por encima. Esa mandíbula apretada sin pausa y seguramente sus manos debajo igualmente entrecruzadas. El mentón, sin embargo suave, porta quizás el descanso de su convicción. El pelo que desobedece, no hace más que confirmar sus delirios paranoicos y el apasionamiento de un líder. Su entrecejo ajustado, punto de reunión de esas delirantes ideas y de toda una carga emocional. Sus finísimos labios, sin rastros de humedad por ningún lado, quizás realcen su sequedad. Esa nariz con profundo olfato para estrategias de locura. Y esos ojos, ¡por Dios, esos ojos! Me miran provocándome terror, dolor, espanto, miedo. Veo una mirada despiadada, que de tanto odio que inspira me incita a querer saber por qué.

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Silvia Terigi


Efectivo como su mano derecha indica, siendo zurdo maneja el balón, con fuerza y convicción. Desafía al egoísmo de todo atleta, porque se coloca en situación que siempre asiste y se juega en cada jugada cuando quiere convertir, como cuando asiste o defiende. sus rasgos faciales tienen esa firmeza, tesón, perseverancia, bien estilo italiano, su aguda visión se refleja en que ve todo a su alrededor tipo 360 grados, porque siente en todo su cuerpo y mente la responsabilidad de competir y es feliz ejerciendo ese rol de ejecutor como de líder, su salto da idea de la línea que se eleva su actitud, sin tantas fantasías solo el clásico y limpio toque de jugar para el equipo que lo lleva adentro, es líder pero es de los que más se juega a todo terreno, siendo líder, da grandes mensajes no a los que amamos el basquetbol, ni a los argentinos, es realmente una estrella un talento pero que se construyo con mucho esfuerzo y lo denota en sus músculos, su cuerpo que pasan los años y sigue esforzándose por dar lo mejor que ese talento no es solo una garantía, sino es un desafío constante de entregar lo mejor, la foto refleja el dinamismo que tiene y la resolución de mucho trabajo y convicción, digno de una mente que tiene muchos valores que lo demuestra en todo. Es fuerza, alegría, goce, emoción y aprendizaje permanente. Su gesto con la boca es como si cantara lo que está haciendo, la conjunción de las cejas que demuestran el optimismo frente al desafío, un rostro duro y dulce a la vez, enérgico, soberbio y humilde. Manu es esto y mucho más que un jugador de basquetbol de la NBA. Una verdadera inspiración.

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Malke Matusevich


¿Qué esconde ese rostro lúgubre e impenetrable? Se puede adivinar la genialidad y la locura. Su frente amplia deja ver una cercana calvicie, el cabello un poco ondeado, los ojos muy profundos y hundidos resaltados por abultados pliegues inferiores y pobladas y oscuras cejas. El bigote muy denso subraya la boca, tapa el labio superior y sólo vemos el inferior, tal vez esbozando una triste sonrisa o tal vez un gesto simplemente irónico, parece preguntarse qué demonios hago yo posando para esta foto. Es muy difícil saber qué edad tendría el escritor en ese instante, por supuesto menos de lo que aparenta. Percibo como un halo de tristeza y decepción en su rostro, las cosas no han salido de la forma que él pensaba, tal vez cierta incapacidad para relacionarse con la gente, haber quedado huérfano muy pronto no debe haber ayudado. Intuyo un cierto desafío en el gesto, se muestra pero al mismo tiempo no quiere dejarse ver. Maestro del alma y de los temores más ocultos, mente torturada e inquieta, poeta de los horrores, sólo nos mostró una parte ínfima de los demonios con los que convivía. Oscuro, gótico, tenebroso, romántico, melancólico, siento que esta imagen representa todo esto y que en cualquier momento puede desvanecerse y dejarnos solos ante el misterio…

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Mariangeles Soules


Sentaditos en el piso, los pequeños del jardín permanecían inmóviles escuchando la narración que les estaba contando la señorita; con una suave y cálida voz los hipnotizaba de tal manera que no podían quitar sus ojos de la dulce maestra, la que también captaba la atención de las mamás que allí se encontraban acompañando a los chicos.

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Luis Alfonso MartĂ­n Delgado


No sabes cuánto siento que no hayas podido acompañarme a la exposición. Sé que te hubiera gustado, a pesar de la ausencia de color. Todas las fotos eran en blanco y negro, precisamente porque intentan retratar un mundo sin color, en el que la vida consiste en sobrevivir, a veces sin saber para qué. Según dice su autor ''quiero que la mayor cantidad posible de gente vea mis fotos de manera que no pueda dar vuelta a la cara e ignorar lo que pasa en la otra mitad del mundo''. Una de las fotografías que más me impresionaron fue un retrato. Una persona vista de frente, del inicio del cuello hacia arriba. ¿Hombre? ¿Mujer? No sabría decírtelo. Tampoco su edad. Posiblemente su aspecto no responde al que tiene alguien de su edad biológica en nuestro entorno. Su edad no responde a los años vividos, sino a la intensidad con la que se han vivido. Y tenga los años que tenga ha vivido lo suficiente para poder ser considerado un viejo. O una vieja. Está en esa edad en la que el sexo pasa a ser simplemente género, da igual masculino que femenino. Al final se acaba siendo sólo género humano. Un género con el que se trafica. Sobre un fondo plano de color negro, quizás como todo su entorno vital, destaca un rostro en el que están profundamente marcadas todas las arrugas que un rostro pueda contener en cualquier dirección. Un pañuelo negro anudado atrás rodea su cabeza, posiblemente para protegerla, en absoluto como adorno; está manchado, parece que hace años que está ahí, sin haberse quitado ni lavado nunca. Completa la vestimenta una camisa sin cuello, de color blanco, también con manchas. Pero aparte de lo accesorio, el retrato es el de un rostro erosionado por el paso de un tiempo cargado de falta y privación; por la exposición al sol, al viento y a la codicia de unos semejantes no semejantes. Las arrugas cruzan su frente de sien a sien; las cejas apenas sin pelo; los ojos semicerrados, tan hundidos que el borde de los huesos del arco orbital se marcan en la piel como un abismo; la nariz, posiblemente bien proporcionada hace años y ahora sobresaliente como un pico; la ausencia de carne bajo la piel hundiendo la boca, sin labios, que no parece más que una arruga más, rodeada de todas las posibles arrugas de expresión, sobre todo de silencio; la barbilla saliente, marcando una mandíbula casi desnuda; los tendones del cuello casi fuera de éste, con la piel, vacía y arrugada, descolgada; las orejas se abren a ambos lados de la cara como intentando separarse de ella, atentas a detectar posibles peligros. No es un retrato deseado ni encargado. Es un retrato encontrado, no buscado. Pero que no podía ser de otra manera en su entorno, más negro que blanco. A pesar de todo creo que te hubiera gustado.

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Oscar Boรกn


WALTZ FOR EVANS

Cuando toca Bill Evans, no hay muertos, no hay enfermos. Su cabeza, su cuerpo escondido deja fluir la música de un modo bello, el más bello, pausado, introspectivo. Cuando toca Bill Evans, de noche es más bonito, los vicios son virtudes y las virtudes no importan, si no suenan a música que vuela. Cuando toca Bill Evans, no hay especulaciones financieras ni amorosas. Suena el piano disimulando destreza, entonces los virtuosos escuchan y callan. Cada acorde, cada nota, golpea las cuerdas estremeciendo el aire, el espacio, mágico. Detrás de las gafas, sus ojos denuncian que la música le salvará la vida. Cuando toca Bill Evans.

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Profe Ballรกn


Serenidad, mirada que tranquiliza tras haber visto dolor en tantos años. La sonrisa leve transmite alegría, confianza, aprobación. A pesar del tiempo transcurrido no evidencia cansancio sino satisfacción, por una vida llena de logros. Sabiduría.

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Daniela Acher


El fondo verde, tal vez de una pared pintada. Un manto rojo, raĂ­do por la vida, enmarcando la cara. El pelo castaĂąo, lacio, un tanto desordenado. La frente apenas y las mejillas rosadas. La piel bronceada, tersa, con algo de tierra blanda. Cejas jĂłvenes y pobladas. Nariz recta, al final ensanchada. Labios carnosos, dĂŠbilmente apretados. Y el tiempo, y el dolor, y el asombro, y el miedo, y el mundo todo en el verde agua de su mirada.

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Viviana Goldman


La chola se ha dormido sobre su parva verde. Hay luz de día pero el cansancio la ha vencido. Nadie se animaría a molestar su sueño, aunque ella tenga el mejor perejil, la mejor sandía. Su delantal azul es más opaco que su fresca mercadería. Un pulover viejo de otro azul más gastado aun abriga su piel morena, asoma una manita que sabe de trabajo en el campo. Zapatillas Adidas rotas y sucias parecen haber encontrado su último dueño en estos pies cansados. Con media cara sobre el perejil, descansa el rostro marcado por el sol y los años. El pelo lacio y gris, debajo de un sombrero de copa alta y color crema, bordeado con una cinta azul, al tono. Duerme, vieja, duerme.

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MarĂ­a Guerra Alves


DENISSE

Bella creación de la Naturaleza. Tamaño mediano de una hembra felina joven. Pelo muy limpio, gris y blanco. Bigotes largos, bien formados. Nariz rosada, angulosa. Cola rayada, ubicada al costado de su cuerpo. Orejas atentas a cualquier cosa que pudiera suceder. Ojos grandes, amarillo-verdosos. Parecen delineados por una señorita elegante y cuidadosa de su aspecto físico. Pupilas reducidas a un fino óvalo negro. Mirada que expresa la tranquilidad de un ser que ya no sufre la carencia de satisfacción de necesidades básicas. Veo en ella: luz, paz, felicidad…

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Cecilia Mosto


CONSIGNA RETRATO

Cómo te quiero. Qué lindo sos. Qué poco me pedís. Cómo me mirás. Cómo querés que te mire. Cómo confiás en mí. Qué solo estás.

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EDICIONES LIPE DOMINGO 9 DE MARZO DE 2014



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