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LA MORDAZA (Cuando el teatro nos hizo hermanos). Martín Delgado, Luis Alfonso Pareja Martínez, Alberto Sánchez López, Juan Francisco 6º B / Curso 1972-73
PRÓLOGO Habíamos quedado tres compañeros en reunirnos para charlar y compartir recuerdos sobre la obra de teatro que representamos el año que estábamos en sexto de bachiller, pero la epidemia del coronavirus COVID19 y su consecuente confinamiento frustraron nuestros planes y tuvimos que recurrir a las nuevas tecnologías de la comunicación para compartirs hacer realidad ésta idea. Lo que sigue es una transcripción arreglada de una conversación a tres mantenida en varias sesiones a través teléfono, Whatsapp y correo electrónico. Los personajes que intervienen son (por orden de lista) Martín Delgado, Luis Alfonso (AMD), Pareja Martínez, Alberto (APM) y Sánchez López, Juan Francisco (JSL).
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ACTO I AMD.- El curso 1972-73 significó para nosotros un salto de calidad en el escalafón del alumnado. Estrenábamos el nuevo pabellón, estábamos ya en 6º de bachiller, ¡teníamos 16 años! Bueno, algunos 15, pero eso no tenía importancia, éramos de los mayores. Ya se notaba cierto cambio en el trato por parte de los profesores y de los curas, en parte porque ya no éramos unos niños, en parte porque la sociedad ya estaba cambiando un poco, en parte porque se incorporaron a nuestras clases nuevos profesores con un espíritu y/o unas maneras docentes diferentes. JSL.- Efectivamente, y uno de ellos fue el padre Jesús Pato, que nos tocó ese año como profesor de literatura, un cura de los que se podrían llamar modernos, amante de la cultura, los libros y el teatro, y que procuraba transmitir ese amor a sus alumnos.
AMD.- Como él se encargaba cada año de las actividades teatrales del colegio, nos repartió a cada alumno un librito, (editorial Escelicer, colección Teatro), para que lo leyéramos, analizáramos y comentáramos, y así elegir entre todos qué obra representar. A mí me tocó, no recuerdo si por casualidad o por elección entre las que quedaban libres, La mordaza, de Alfonso Sastre, un escritor del que en ese momento no sabía nada. La lectura de la obra me produjo una impresión muy fuerte porque tenía una forma y un fondo que se abrían a muchas lecturas, así que procuré hacer un trabajo convincente para que fuera la elegida. Recuerdo que hice mucho hincapié en mostrar que se podía poner en escena con muy pocos medios, ya que se desarrollaba en un escenario muy sencillo y apenas necesitaba decorados ni atrezzo. Finalmente salió elegida. No sé si mi trabajo convenció al padre Pato o si ya la tenía en mente y sólo necesitaba un pretexto para decidirse, pero a mí me pareció muy gratificante 5
que fuera mi obra la elegida y en ese momento estaba muy contento y convencido de que lo había sido por mi análisis. Más aún cuando fui uno de los escogidos para actuar en la representación… APM.- Era la primera vez que yo actuaba en una obra de teatro, bueno, de teatro y de cualquier otra actividad artística, exceptuando la Rondalla del Colegio o aquellas parodias que hacíamos con el Boby en la entrega de premios de fin de curso en alguno de los teatros de Málaga. Antes de eso, aparte de las obras de teatro de Estudio 1 en TVE, mi experiencia teatral se reducía a ir al Cervantes con mis padres, y ver a Tony Leblanc, a Marifé de Triana o a Lina Morgan y Juanito Navarro. AMD.- Pues yo todavía tengo un ejemplar del librito y lo leí recientemente. He podido recordar que la obra trataba sobre una familia atemorizada por el carácter del padre, un viejo combatiente de una guerra que, tres años después de terminar ésta, recibe la visita de un extranjero, combatiente del otro bando, que tras pasar por la cárcel, le amenaza de muerte por haber asesinado durante la guerra a su mujer y su hija. El viejo lo mata cuando cree que nadie lo ve, pero su nuera lo vió todo, por lo que la amenaza para que no diga nada. Pero ella con el tiempo acaba contándolo a su marido, Juan, y a toda la familia, a pesar de lo cual no se atreven a denunciarlo, el miedo al padre los amordaza. Finalmente la nuera acaba denunciándolo y lo meten en la cárcel, donde se hace matar en un intento de fuga imposible. Es la liberación para la familia, aunque no todos se lo toman igual.
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ACTO II AMD.- A nosotros tres nos tocó ser hermanos en la ficción teatral. Éramos los tres hijos del personaje sobre el que se centra la acción del drama. Yo era Teo, el hijo mediano, un tipo resentido y crítico con la situación familiar, pero que no es capaz de superar el miedo al padre. En realidad no casaba mucho con el aspecto infantil que tenía yo en esos años, pero me sentía a gusto con ese rol. Recuerdo que Leopoldo, que hacía el papel de comisario de policía, me llamaba ¡el Niño Jesús de Praga…! APM.- Yo era Juan, el hermano mayor, responsable y bueno, cuya esposa es quien se rebela contra la tiranía del padre. Ésta era una de las chicas fichadas para la ocasión. Muy guapa, pero muy mayor, tendría por lo menos ¡18 años! jajajajajaja… JSL.- Y yo era el hijo menor, Jandro, demasiado pequeño como para sentir el pánico que genera el padre. Mi papel era menor, pero también decía alguna cosa fuertecilla. AMD.- Pero no fuimos muchos los escogidos, porque, para dar un soporte más profesional al elenco, el padre Pato recurrió a unos antiguos alumnos que estaban estudiando Arte Dramático para los personajes más mayores, así como para los femeninos. Y eso que en la obra aparecían muy pocos personajes. APM.- ¡Es verdad! Ahora que caigo, aquella representación fue una auténtica coproducción, ya que, aunque la mayoría pertenecíamos al Colegio, algunos de los protagonistas, dos chicos y tres chicas, venían de la Escuela de Arte Dramático de Málaga. Lo que más recuerdo de éllos es ese aire que todos tenían de mayores, que no de superioridad, porque la relación fue muy buena y gratificante. Una imagen a la que yo quería aspirar cuando terminase COU y llegase, como ellos, a ser universitario. Fue una incursión de aire fresco dentro del Colegio de curas donde estudiaba y me había formado durante muchos años. Un reflejo de la sociedad que fuera de él me iba encontrar. Me acuerdo más de ellos, porque nosotros éramos alumnos del Colegio y nos veíamos todos los días, pero ellos venían, como digo, de fuera del Colegio… AMD.- Así que ya sólo faltaba ponernos manos a la obra (nunca mejor dicho), para lo que fue necesario recurrir a otros compañeros del curso para desarrollar los aspectos técnicos de la representación, como los decorados, la iluminación y la ambientación musical. Y no sólo los que aparecen en el cartel de presentación de la obra, sino que colaboraron otros muchos como ayudantes. Recuerdo que ése fue uno de los aspectos que me sorprendió y agradó mucho de esta actividad, el descubrir en esos compañeros habilidades insospechadas que sólo en circunstancias como éstas podían ser conocidas. También el hecho de que participáramos alumnos de los dos grupos de sexto, el A y el B, que a pesar de llevar todo el bachillerato juntos estábamos completamente separados y sin apenas contacto. Los de francés y los
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de inglés. Los rivales en el fútbol. Salvo los que ya eran amigos fuera del colegio, era difícil hacer amistad con otros alumnos de otros grupos.
JSL.- Mi primer recuerdo es de algunos ensayos que hacíamos en el salón de actos. El grupo protagonista hacía la interpretación principal y yo era poco más o menos una figura de reparto. Recuerdo que me dieron el libreto y, sentado en un taburete y en un lateral del escenario, debía leer las situaciones escénicas entre diálogos. Pero entre mi ignorancia y mi afán de participar, incluso leía lo que el autor indicaba a los actores: que si tal personaje hacía pausa o aquel otro esbozaba una sonrisa, etc. y yo decía "pausa" o " sonriéndose..." No recuerdo los nombres de ellos pero el de gafas y barba (Leopoldo García), en un determinado momento se paró y comentó que es lo que había que leer y que no. En fin... AMD.- Yo recuerdo muy pocos detalles de los ensayos, pero sí que había un buen ambiente entre todos. Era muy ilusionante para mí estar en ese ambiente, me gustaba mucho ese trabajo en grupo, con distintas labores, organizándonos entremezclados con los profesores como si fueran uno más. Ahí estaba en la parte artística don Francisco Acedo, al que llamábamos el Boby, por su calva similar a la de Bobbie Charlton, el jugador de fútbol inglés. Y en la parte musical estaba Leopoldo Wegwitz, que también diseñó el cartel anunciador. Por cierto, hace unos días lo llamé para preguntarle sobre eso y me dijo literalmente: LW.- Pues sí, el cartel lo hice yo (no se lo digas a nadie jajajaja…) y también puse la música; creo que eran piezas de Grieg y Rimsky Korsakov. ¡Qué tiempos!
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APM.- ¡Es verdad! Recuerdo que Leopoldo me explicaba la idea que tenía del sonido que iba a poner en la obra cuando paseábamos después de comer por los campos de olivos y almendros del Colegio mientras esperábamos a que llegasen los autobuses; en aquella época teníamos clases por la tarde todavía. El recuerdo global de aquella experiencia es una cosa y referir anécdotas y detalles de cómo se desarrollaron los hechos es otra. Yo tengo más un recuerdo de aquello como una experiencia inolvidable y muy gratificante en todos los aspectos.
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ACTO III AMD.- Menos mal que la obra se representaba como una lectura dramatizada, es decir, se actuaba a la vez que se leía el libreto, así que no fue necesario memorizar el texto, si no hubiera supuesto un esfuerzo extra. Finalmente se optó por representarla en el hall de acceso al salón de actos, en un formato de café-teatro, que estaba de moda en aquellos tiempos. Eso permitía estar muy cerca del público, lo que quitaba un poco la carga de estar subido a un escenario. JSL.- Del día de la interpretación recuerdo mis muchos nervios y que un momento de la interpretación, con la chica de mechas blancas, mi madre, en un alarde de profesionalidad incluso llegué a hacer unos pucheros por exigencias del guión... Más me hubiera convenido hacer un destape, que ya empezaban, ja, ja, ja. APM.- Yo recuerdo el follón que se montó con el spray para pintar de blanco los pelos de Víctor, el padre, y de Paloma, la madre. No es que estuviera muy conseguido, pero daba igual, como el hecho de leer el libreto durante la representación o montar el escenario en el hueco de una escalera, todo daba igual… El Teatro es el Teatro, y la ilusión era el motor que nos impulsó a todos a llevar a cabo aquella hazaña. Aunque, más bien pienso que fue el Padre Pato quien hizo que esa ilusión formara parte, para siempre, de nuestras vidas. ...¡Alfonso!, esa foto donde nosotros dos, Juan y Teo, frente a frente, estamos en pleno duelo interpretativo, mientras Maria José / Luisa se encuentra abatida, como no queriendo escuchar lo que nosotros estábamos diciendo, es brutal….jajajajajaja…
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AMD.- Durante la representación recuerdo que hubo momentos de mucha intensidad dramática. El nivel de dominio del padre sobre toda la familia, los enfrentamientos entre los hijos y de éstos con el padre, el asesinato, la investigación policial… Mi personaje tenía momentos muy fuertes, como decirle a su padre ¡te odio!, lo que me dio un poco de apuro, porque mi padre asistió a la representación. JSL.- Mis padres, ya fallecidos, también estuvieron presentes, lo que hizo que estuviera algo más nervioso durante la representación. Cuando acabamos la representación recuerdo que me sentí muy feliz y contento de cómo se había desarrollado todo. APM.- Si, a mi me pasó algo parecido, el hecho de ver a mi padre y a mi madre allí, viéndome actuar, supuso para mí un ejercicio de superación personal muy grande. Es verdad que la obra tenía mucha fuerza dramática… Todavía me recuerdo diciendo ¡padre ha muerto!... ¡padre ha muerto!... lo cual me resultaba rarísimo porque en Andalucía no hablamos así, habríamos dicho ¡papá ha muerto!… ¡papá ha muerto!, o algo asi…¿no?
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ACTO IV AMD.- Al final obtuvimos un gran éxito de crítica y público, como se suele decir en las crónicas teatrales de la prensa. Todo salió según lo previsto y el público quedó encantado. Qué remedio, eran casi todos familiares de los intervinientes... Y nosotros tan felices, porque el esfuerzo de todos había merecido la pena. Tras el cierre, nos fuimos a una venta en el Puerto de la Torre a celebrar el estreno, como los artistas de verdad. JSL.- Pues a mí, el padre Pato, al terminar la representación, me dijo que iríamos a un lugar cerca del Convento del Carmen. Me costó un huevo convencer a mi padre para que me llevara allí; eso sí, tardamos mucho en llegar. Cuando llegué no había nadie. Me sentí frustrado y acomplejado porque nadie me había esperado. Al siguiente día de clase, al comentarlo con el Pato, quitándole importancia, me dijo que decidieron irse a otro sitio; como entonces no había móviles… APM.- ¡Vaya hombre!, esas cosas no se olvidan, ¿verdad? Son como pequeños traumas infantiles, ¿no? Recuerdo que fuimos todos en una furgoneta, ¿no es así?, lo que no sé es de quién era el vehículo… Pero lo que sí tengo que agradecer al padre Pato es que nos inoculara esta afición teatral en nuestra alma, no sólo como espectador, sino como futuros amantes del mismo, que es como me siento hoy en día. He asistido a algunas clases de teatro en los últimos años, y eso se lo debo, en parte, a La Mordaza, una obra reveladora, que está vigente hoy en día donde la libertad sigue teniendo muchas caras.
AMD.- En resumen, a mí me pareció una experiencia muy interesante. Nos sirvió para conocernos un poco más, sobre todo a aquéllos con los que no teníamos un contacto 12
diario, los del grupo A. Descubrimos que había compañeros con aspectos muy interesantes y que podíamos hacer cosas juntos, cosa que no era fácil descubrir. También nos acercó mucho a la figura del padre Pato, que en realidad ya era un tipo muy cercano y simpático con los alumnos. El resultado fue tan bueno que nos dedicaron una página completa en la revista de ese año.
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EPÍLOGO APM.- Yo sigo guardando un grato recuerdo de los compañeros que vinieron de la Escuela de Arte Dramático por lo que voy a explicar ahora. Fueron dos coincidencias que guardo en el recuerdo y que relaciono, como un antes y un después, con lo que fue la experiencia teatral de la que estamos hablando; como cerrar el círculo a un hecho inolvidable como fue la representación de la La Mordaza. María José, la que era mi mujer en la obra teatral, y que no me hubiera importado que lo hubiese sido en la vida real, fue de esos amores del Capitán Brando que algunos hemos tenido cuando pasamos de la infancia a la adolescencia. Para más inri, estudiaba Medicina, que era lo que yo quería hacer y, como todos sabéis, acabé estudiando. No lo vais a creer, pero la volví a ver de nuevo en una Feria de Sevilla, cuando yo estaba haciendo el MIR de Otorrinolaringología. Fue entrando en una caseta de la feria. Me dijo que estaba trabajando en Canarias o Tenerife, no recuerdo bien. Nos saludamos y hasta ahora. A Víctor lo recuerdo con barba y su melena a lo Patxi Andión, muy de moda en aquella época; tenía pinta de hacer asambleas estudiantiles y correr delante de los grises. Trabajaba en la construcción para pagarse los estudios. En aquellos tiempos era todo un símbolo revolucionario. Pues resulta, que hace 20 años apareció en mi consulta del Hospital de Antequera y lo reconocí. Estuvimos hablando y se acordaba perfectamente de aquella experiencia teatral. Me dijo que trabajaba como profesor en un Instituto que estaba por Ciudad Jardín. No sé cómo apareció por allí, pero sí que me dio mucha alegría verle. AMD.- ¿Y sabéis algo del padre Pato? Me enteré de que había colgado la sotana y se había casado. APM.-Si, es cierto. Lo volví a ver con su mujer aquí en Málaga muchos años después, en una comida que organizó Rafa Prado en Casa Pedro con antiguos compañeros de teatro de otros cursos superiores del colegio. Lo lleve a él y a su esposa en mi coche y tuve la oportunidad de hablar de aquellos tiempos. Vivía en Madrid y me dijo que tenía algo así como un museo rodante, dedicado al cine y al teatro. El pasado resiste en la memoria, pero también es olvido…
TELÓN
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Mรกlaga, abril de 2020
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