QUÉ DIRÍA X SI SE LEVANTARA

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¿QUÉ DIRÍA / HARÍA X SI SE LEVANTARA?


Ilustraci贸n de portada L. Alfonso Mart铆n Delgado


¿QUÉ DIRÍA / HARÍA

X SI SE LEVANTARA?


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CONSIGNA DEL DOMINGO 29 / JUN / 2014

¿QUE DIRÍA / HARÍA XXX SI SE LEVANTARA? Esta mañana, escuché por radio la entrevista a un hombre que luego de estar 15 años en coma, en Madrid, un día despertó. Lejos de hacer una reflexión profunda sobre el sentido de la vida, etc. etc., que es a donde la periodista quería llevarlo - él se mataba de risa comentando sobre la medida de la computadora que él programaba antes de caer en coma, los cambios automáticos de los autos y esto de "hablar solo por la calle", en alusión a los móviles y el manos libres. Para esta semana, les propongo imaginar qué diría o haría, quien quiera que sea, si te viera hoy, a vos, o a alguien de tu entorno. No tiene que ser un personaje famoso - o sea, la típica... si Mozart escuchara a Los pibes chorros 1 - puede ser cualquiera, un desconocido, un miembro de la familia. Esto no es nuevo. Umberto Eco tiene un artículo pequeño muy conocido donde mira la tierra como si fuera un extraterrestre. En fin, ya todos saben de sobra cómo pensarlo. Buena semana para todos.

Silvina Scheiner

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Para los extranjeros: Los pibes chorros es un grupo de música de dudosa calidad cuyos integrantes son supuestamente chicos que roban.

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Eduardo Mizrahi

NADA SUCEDE

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¡Qué hermosa ciudad es Mar del Plata! En invierno, claro. Porque en verano es un hormiguero. Millones de turistas rebotan en la peatonal del centro y se apiñan en las playas como abejas en una colmena. Es cierto que hay reductos exclusivos para pudientes, allí el panorama cambia. El entorno deja de chorrear grasa y se barniza de elegancia y altanería. De gente bien, gente como uno. De gente de mierda. El verano en la playa es contradictorio. Relajado y aburrido. Apacible y violento. Por suerte, Mar del Plata es mucho más que un destino turístico con lobos marinos, casino y gastronomía barata. Es una ciudad importante, con todo lo que ello implica. Colectivos, cemento, gente. Mucha gente. ¿Qué más podemos pedir para desconectarnos de ese infierno que es Buenos Aires? ¿Palmeras? ¿Silencio? Por favor... la vida está en otra parte. ¿Y dónde está la vida de un niño de doce años si no es en una consola de videojuegos? ¿En los libros? ¿En los picaditos de la plaza de la esquina? ¿En las charlas con amigos? No señor, de ninguna manera. En ese templo de los fichines que se llama Sacoa. Estamos hablando de una época en que la aventura no llegaba enlatada a domicilio. Para jugar, había que salir a la calle y ver qué pasaba afuera. Y afuera siempre pasan cosas. ¿Y qué pasó ese día? Nada del otro mundo. Estaba sentado en mi juego favorito, de autos deportivos. Era algo así como un sillón de plástico y madera, con pedales al alcance de los pies, una palanca de cambios al alcance de la mano derecha y un volante en el frente. Detrás del volante, una pantalla en la que se 2

Me parece que la consigna semanal se encima un poco con anteriores muy recientes, por lo menos en lo que respecta a lo que yo escribí. Permítanme entonces tomarme la licencia de volver sobre la anterior, tomando en cuenta el relato del estimado Petre.

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desplegaba un circuito callejero de autopistas y rutas que había que surcar en un modernísimo auto rojo acompañado de una rubia a la que se le volaban los pelos. ¡Que levante la mano el que crea que es un mal programa! ¿Nadie? Pues entonces seguimos. Esas máquinas funcionan con fichas que se compran en la caja. Sacoa es gigante, abarca casi media manzana. Como los fichines suelen descomponerse, varios mecánicos circulan entre los niños que juegan para solucionar los problemas que van surgiendo, que pueden ser varios. Sentado en el auto, al lado de la rubia, ansioso por comenzar el periplo, introduzco la ficha en la ranura que dará rienda suelta a la magia. Nada sucede. Presiono el botón que debería solucionar el inconveniente. Nada sucede. Aguardo unos instantes, debo haberme equivocado en algo. Nada sucede. Me doy vuelta para ver si algún mecánico se encuentra en las inmediaciones. Nada sucede. Veo a lo lejos a mi salvador, revoleo los brazos como un frenético. Algo sucede. Viene hacia mí un mecánico, de rasgos indígenas y aspecto descuidado. Habla mal y huele feo. Y nada de eso me importa, el aspecto de mi salvador me importa tres carajos. Sonriendo con toda la cara, le digo: - ¿Sería usted tan amable de ayudarme? Puse la ficha y no pasa nada. El tipo me mira como si estuviera viendo un unicornio en pelotas. Le pega un puñetazo fenomenal al buzón en donde caen las fichas luego de pasar por la ranura e inmediatamente el juego comienza.

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Antes de retirarse presuroso me dice: - Pendejo ¿No sabés poner la ficha? ¿Qué sos, judío? Me quedo petrificado. No puedo hablar, pensar, moverme. Es la primera vez que soy insultado utilizando mi orientación religiosa de manera despectiva. No será la última, pero a partir de ésta ya sabré como responder estos atropellos. Pero nada sucede, el auto rojo, la rubia y la autopista, me miran preguntándome si soy judío o sé poner la ficha en la ranura. Y nada sucede.

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Cristian del Rosario

QUÉ DIRÍA SI… SE LEVANTARA…

La rigidez de todo el cuerpo. Ese frio, nunca sentido antes. La percepción de verme ahí, traslúcido, quieto, inmóvil. La muerte es así. No es gloriosa, de ángeles de la guarda que te pasan a buscar, de luces al final de un túnel. No, solo una masa de carne rígida y blanca. Qué mierda es la muerte. ¿No habría chances de volver? Puta, me quedaron cosas sin hacer, sin ver, pero, sobre todo, sin decir, calladas por miedo, vergüenza o por el sólo hecho que siempre uno cree, que hay tiempo. Y todo ese día me la pasé preocupado por el vencimiento de la demanda del Banco, qué boludo soy… o fui. ¿Nunca más los iba a ver…? Una chance, solo una chance quiero de veinticuatro horas más. Para decir lo que me faltó decir, que les quede claro lo que los amé y disfrutar de ellos un rato más, sabiendo que es la última vez. Doy lo que sea por esa chance. Pero... espera... ¿cómo es este estado de conciencia? ¿me hablo a mí mismo?... no estoy muerto, entonces… Me desperté en el medio de una fiesta, medio alcoholizado, no recuerdo como había llegado ahí, nadie se dio cuenta de mi "siesta"... no ubicaba a mi mujer; sí estaba Alejandra, una de mis primeras novias, habían pasado muchos años sin verla. Ahí estaba bailando, me gustó verla así, porque lo último que supe de ella, era que estaba muy mal, muy enferma. Pero ahí estaba, divertida, a los saltos, la misma Alejandra que conocía. Su tío me sonreía desde un rincón, se me acercó. - ¿Cómo estás? - me dijo, siempre fue un tipo simpático, sabía que yo le caía bien. 8


- Bien, medio dormido medio borracho... - contesté. - Ok, te cuento directo, ¿la ves a Alejandra?... bueno en realidad está muerta, ella no lo sabe, si vos mantenés el secreto, podés tener lo que quieras... Ahí de repente, me acordé, el tío de Alejandra, a quien ella adoraba y él a ella, había muerto hace más de un año... un cáncer fulminante... Entonces, ¡¡¡no me había despertado!!!... estaba aún dentro de otro sueño, cerré los ojos con fuerza... Cuando los abrí, me desperté en mi cama, junto a mi mujer, estaba helado, ella, sin querer, me había destapado en la noche y yo estaba tiritando de frío, quieto casi en posición fetal. Una angustia profunda me impedía respirar bien. Eran las cuatro de la mañana, fui hasta la habitación de mis hijos y ellos estaban bien, al pasar por el escritorio estaba la contestación de la demanda que vencía en las primeras horas de la mañana. Creo, que es eso lo que me puso nervioso. Volví, me acosté abrazando a mi mujer; menos mal, todo fue un mal sueño y volví a dormirme. Veinticuatro horas después me di cuenta de que no. A pesar de ser abogado, no supe reconocer el último pacto que suscribí en mi vida.

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Roberta Garibotti

YO VEO AL FUTURO REVIVIR EL PASADO O LO QUE PENSARÍA SI LOS ENCONTRARA

Pusieron fecha y hora. Acordaron el encuentro. Ese día exacto se reunirían los dos que fueron y los dos que son. Quisieron encontrarse en ese momento de la historia de amor, esa mañana en Constitución, donde tomaron el tren que los llevaría a Spegazzini, para saborear un día entero de pasión y enamoramiento en la vieja quinta familiar. No fue fácil entender que el tiempo no era real, no había nada que lo garantizara. Imágenes frágiles de lo que fue. Sólo eso. Se vieron jóvenes, ilusionados, con ganas de besos y caricias. Cuerpos sanos, fuertes, agitados por tanto desearse. Lo raro era no poder interrumpirlos y preguntarles qué idea tenían del futuro en ese momento. El viaje en tren fue corto; cortísimo. Ellos sentados en un asiento, ella sobre la falda de él. Los otros, los de ahora, miraban la escena desde los lugares de enfrente, cada uno en un sillón individual. Individual era la vida que en el presente tenían: cada cual con sus labores, sus apuros, su vida… No dejaban de besarse, los de ayer, los de antes. Ella irradiaba felicidad, él se mostraba enamorado y perdido en la cara de esa niña mujer. ¿Qué es lo que desencadena tan intenso romance en costumbre, en ritual de almuerzo y cena? No podían responder esas preguntas, estaban perturbados con esa ilusión que se fue desvaneciendo. Verse a ellos mismos, en la misma habitación, un día de mayo nublado, calentados por una estufa eléctrica que alimentaba el gozo, fue nostalgia pura atragantada, que no deja siquiera hablar. El amor duró toda una tarde entera. Mirándose a sí mismos en una cama incómoda, 25 años atrás, quizás el día más feliz de su vida juntos; observando cómo el tiempo limpia todo, lo gasta y lo purifica.

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¿Cómo volver a ser esa joven llena de sangre, que explota en cada orgasmo como cuando rompe una ola? ¿Cómo intentar volver a ese cuerpo de muchacho vigoroso, lleno de risas, sin nada que lamentar, ni mucho que perder? Toda una larga tarde siendo espectadores de cuerpos hamacados, cuerpos que fueron y se fueron para siempre. Urgía volver al ahora, y así lo hicieron. Tomaron el tren de vuelta, pero solos. Se miraron con vivo dolor, añoraron esas tardes de amor sin miedo, ni apremios. Buscaron un lugar cerca de la ventanilla, miraron hacia el mismo horizonte de casitas que pasan rápido y árboles que pinchan el cielo. Él le dio la mano, jugó con su anillo. Los dos supieron que estar juntos era un acierto.

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Horacio Petre

FIN DEL MUNDO DEL ROCK

Tras quince años de coma, Carlos Alberto Spicciafuoco despierta de su letargo en pleno 2014. Amigos y conocidos van a verlo al sanatorio y así Carlos se va enterando de las novedades ocurridas en los últimos años. Lo primero que le comentan es que en sólo tres días jugarán la final del mundial con Alemania y que vienen de ganarle por penales la semifinal a Holanda justo mientras él despertaba… Le comentan también el histórico 7 a 1 que padecieron los organizadores a manos de los teutones lo cual genera especial regocijo en Carlos Alberto. Aturdido, enterándose de múltiples otros cambios, se le ocurre preguntar por su trabajo y el estado del mercado discográfico (Carlos es ingeniero de sonido, agente de marketing en una discográfica y especialista en computación), todo lo cual trae subrepticiamente caras largas y un pesado silencio... No es otro que Esteban, su amigo de toda la vida, quien le comenta sobre la debacle de las compañías de discos, la revolución de internet, los mp3 y las bajadas masivas de archivos a comienzos del milenio, o sea, muy poco después de su entrada en coma. De regreso en su casa, y ya repuesto del jet-lag de 15 años, Carlos Alberto nota que a pesar de todo, el rock continúa manteniéndose alto entre las preferencias del público. Se dispone entonces a hacer un estudio meticuloso de todos los patrones compositivos de esa música. Considerando todas las piezas dentro del género desde mediados de los cincuentas hasta el 2014, la cantidad de temas es tan apabullante, que se empiezan a agotar las posibilidades matemáticas de acomodar notas y tiempos dentro de los compases clásicos de rock sin repetirse… Carlos, evaluando todo esto se pone al día con la informática y se dedica a procesar, digitalizar y analizar todos los riffs de música rock ya escritos y publicados. Dos meses y medio después se siente poseedor de la mayor data posible y construye un software que le permite, al pasar el sonido de un instrumento o su notación, detectar si esa sucesión de notas ya existe o es nueva. Comunica esto a través de las redes sociales y en semanas se viralizan sus conceptos y estudios… Crea una página interactiva, con un soft de acceso libre (Muse) a través del cual es muy sencillo detectar si un riff o 12


melodía simple ya fue escrita antes. Jagger, Mc Cartney, Jimmy Page, Bono, Thom Yorke, Prince y montones de íconos de la cultura rock se interesan en esta suerte de filtro de la creatividad sonora. Inmediatamente su página se convierte en cita inmediata de todas las nuevas composiciones de miles de artistas en todo el mundo. La comunidad rockera empieza también a ponerse nerviosa, pues si bien está la opción de tocar sólo covers, muchos quieren seguir siendo originales, inventando piezas nuevas. En el medio del pánico y la angustia generalizados, Carlos Alberto (que continúa con sus análisis y estudios) establece que quedan aún sin repetirse la posibilidad de mil treinta y cinco (1.035) riffs nuevos por componer… Luego de esta eximia cantidad, estarán todos condenados a repetirse inexorablemente. El estupor, primero, y una pesadumbre y desasosiego brutal luego, se apoderan del ánimo de músicos y melómanos del mundo entero. Unas semanas más tarde, en las afueras de Lyon, Francia, Aristide Dupont, inventa sin saberlo el último riff, que una vez introducido en su compu, y pasado por el filtro Muse, genera la alarma generalizada en los sistemas de almacenamiento de temas compuestos. El soft interactivo de Carlos Alberto, indica que no quedan más posibilidades de piezas nuevas, ya están llenos todos los casilleros posibles de interacción de notas, silencios, tiempos y compases. En ese instante, colapsan todas las redes de computadoras en el mundo y un terremoto demencial sacude al planeta. En medio del apocalipsis y desorden generalizado, todas las guitarras eléctricas de todos los estudios, salas de ensayos, locales de música y domicilios particulares se empiezan a transformar subrepticiamente, y para horror de la humanidad, en horribles hachas mutantes. Esbeltas, sanguinolientas, salen por millones de su letargo a cortar las orejas de todos los habitantes del planeta.

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Mariano Durlach

15 AÑOS DESPUÉS

Lo poco que conozco de la historia del tango es que nació o prosperó en los arrabales porteños describiendo en sus letras la vida del malandraje, las peripecias de estafaos, burreros y escolaseros, todos antivalores para la sociedad de aquella primera mitad del siglo XX. ¿Qué pensaré, qué sentiré si dentro de 15 años despierto y veo que mi hijo triunfó en Tokio con un restó que ofrece un espectáculo de cumbia villera?

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Javier Cárdenas

GALLARDO

El caballo blanco siente el esfuerzo. Empapado en sudor, la boca espumosa, los músculos doloridos. Es que su jinete, hace horas que lo exige, forzándolo más allá de sus límites. Han marchado toda la noche, atravesando campos, montañas y arroyos. Ahora, su destino se presenta frente a ellos. Un enmarañado bosque, donde no hay senderos. El animal titubea y el jinete lo azuza, empujándolo aún más. Penetran la espesura al galope, hiriéndose con las zarpas y las ramas bajas. Una bandada de pájaros negros huye a su paso, sus graznidos reverberan en la sórdida penumbra. El alba se aproxima, eso lo sabe el animal, y quizás con el día llegue el descanso, la ración de pasto y el agua. Cuando el jinete se apea de su montura, el caballo presencia la extraña escena, inquieto. En un ataúd de cristal, bajo un árbol florido, descansa una hermosa joven. Junto a ella, siete apesadumbrados enanos la veneran. El príncipe camina hacia el sarcófago y ninguno de ellos se interpone. Con cuidado, retira la tapa de cristal, obnubilados sus ojos y su corazón ante semejante belleza. Se inclina y, delicadamente, la besa en los labios. Los hombrecillos observan, sin intervenir. Cuando el embelesado príncipe separa sus labios de los de ella, puede ver que parpadea, despertando de su embrujo. La princesa, con una sonrisa, se funde con su mirada, murmurando con ternura: - Al fin, amor mío...

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Daniel Goldenberg

LO IMPORTANTE, POR ESCRITO

Nos detuvimos al costado de la ruta en el cruce con un camino rural. Mi amiga apoyó su bici en el poste del cartel desvencijado que, señalando hacia el interior del camino de tierra, rezaba a medio despintar: BAÑUELOS DE BUREBA - 2 Km Un segundo cartelito más chico y a punto de desenclavar del mismo poste podrido que el otro, agregaba: POSADA PARA PEREGRINOS Andrea suspiró y se sentó a concentrarse muy tranquilamente en cada sorbo de agua de su caramañola. - Estamos exactamente a mitad de camino entre Barcelona y Santiago de Compostela - susurré con el mapa desplegado sobre el manubrio de la bicicleta sin hacer demasiado esfuerzo para que mi compañera de ruta me escuchara. - ¿Entramos al pueblo? - me preguntó ella sin mucha convicción de su parte. - Dale. Me pica el bagre y muero por una cerveza - decidí yo. - Pero qué cosa con esos términos de mierda..."Me pica el bagre", ¿qué coño significa eso en argentino? - me espetó la catalana con esa vitalidad que me enamoraba a cada frase. - Nada, que tengo hambre. Dale, arranquemos que el día es corto, che. - Bueno, che. A instancias de Andrea, habíamos emprendido poco tiempo atrás el Camino de Santiago - uno de los tantos posibles - en bicicleta, desde Barcelona. Un proyecto amablemente postergado por ella a la espera de que mis desavenencias económicas se sintonizaran lo mínimo como para poder viajar a España. El pueblito era el típico caserío antiguo, similar a otros por los que nos habíamos desviado de la ruta principal tantas veces durante la primera mitad del viaje. Al momento de ingresar en la primera calle, una camioneta que salía del pueblo nos saludó con un par de bocinazos 16


rítmicos muy simpáticos. En la puerta del vehículo pude leer: "Ayuntamiento de Burgos". Salvo la camioneta y una señora con un pañuelo en la cabeza, que caminaba seguida de un perro flaco, no nos cruzamos con nadie en la primera cuadra. La vieja nos miró con una desconfianza a punto de persignarse. El cartel de "Posada" nos ordenó detenernos. Apoyamos nuestras cabalgaduras contra la pared y entramos. - Buen día - saludó mi compañera al hombre detrás del mostrador. - Bienvenidos - dijo el viejo sin demasiada convicción - ¿Peregrinos? - Peregrinos a pedal - le mandé yo haciéndome el simpático. - Muy bien, es bueno para la salud del cuerpo y del espíritu. ¿Qué vais a beber? - Una cervecita... y algo para comer. ¿Cuántos habitantes tiene el pueblo? No hemos visto muchos. - Alguna vez fuimos más de doscientos. Ahora en estos tiempos sólo quedan treinta. En el verano algunos más, cuando llegan los parientes de vacaciones. Hasta ese momento sólo estamos estos pocos viejos nada más. Ya no quedan jóvenes ni niños en el pueblo. - ¿No hay niños? - pregunté yo completamente extrañado. - Ni uno solo, desde hace mucho tiempo. - Qué pena, o qué tranquilidad, vaya uno a saber - intervino Andrea rompiendo el clima de misterio que empezaba a rondar en torno al asunto. - Estos días hay bastante movimiento - continuó el posadero mientras destapaba una botella de cerveza - Encontraron no lejos de aquí, en una cuneta, restos humanos de la época de la guerra civil, de 1936 precisamente, y están haciendo excavaciones oficiales. Los del ayuntamiento, que acaban de irse, dijeron que hoy es el último día de trabajos y la vuelven a cerrar. - ¿Qué significa "cuneta" aquí en España? - le pregunté por lo bajo a mi amiga, disimulando mi ignorancia sobre la aplicación del término en estas latitudes. - Es lo mismo que en tu país. Se refiere a una zanja al costado del camino. En este caso seguramente usada como fosa común para el entierro de fusilados anónimos en la guerra civil. - dijo ella en un tono que percibí casi como una disculpa.

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- ¿Están trabajando ahora mismo allí? - le pregunté al viejo. - Sí, hasta hoy por la tarde. - ¿A qué distancia queda eso de acá? - A unos 4 kilómetros siguiendo el camino por donde entró. Es el paraje de La Pedraja. Pero no tiene caso que vayáis - aclaró el hombre - Los guardias civiles no os dejarán acercarse al vallado. - Igual me voy a pegar una vuelta un ratito - lo desafié yo - ¿Vamos? - le propuse a Andrea. - No, ve tú si quieres. Yo me quedo a pegarme una siestita aquí nomás. - Ok, vuelvo en un rato, entonces - dije apurando el vaso de cerveza y apoyándolo estrepitosamente contra la mesa de madera derrochando inútilmente un gesto de masculinidad cliché, de esos que no le mueven un solo pelo a la catalana. Desenganché las alforjas de la bici y puse rumbo hacia el lado opuesto del pueblo. Un edificio algo más grande que las casas, con claros signos de deterioro, sugería la posibilidad de una antigua escuela ya en desuso: una escuela sin niños. No me crucé con nadie hasta dejar atrás el caserío al menos dos kilómetros. Las lomas constantes hacían del terreno un permanente sube y baja que me recordaba a las cuchillas uruguayas. Al emerger de uno de los valles entre lomas, divisé a pocos metros una figura masculina que caminaba a paso ágil. Iba vestido como un viejo, pero por la soltura con la que se movía, era evidente que se trataba de un hombre joven. Llevaba unos pantalones anchos y de tiro alto que no veía desde que mi abuelo me cargaba en brazos. Un saco polvoriento y un sombrero a lo Indiana Jones completaban el look casi tan pintoresco como el mismo pueblo. - Buen día amigo. ¿Va hacia la excavación? - saludé preguntando. - Buenos días, hacia allá voy exactamente a despedir a unos amigos antes de que terminen los trabajos - me respondió el hombre, que no superaba los treinta años y tenía una mirada penetrante y claramente inteligente. - ¿Sudamericano? - me preguntó sin necesitar más palabras de mi parte para percibir que yo no era español. - Argentino indisimulable - respondí mientras me bajaba de la bicicleta de un salto.

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El muchacho sonrió, y sin dejar de caminar, se marcó unos pasos de tango con una gracia que sería la envidia de Tito Lusiardo. - Antonio Benaiges, a sus órdenes. Catalán indisimulable y maestro del pueblo – se presentó ofreciendo la diestra. - ¿Qué hace un catalán indisimulable por estos montes? Al revés que Joan Manuel Serrat que dejó esos montes y se vino al mar, vos dejaste el mar y te viniste a estos montes - comenté yo celebrando mi ocurrencia con una sonrisita un poco estúpida. - ¿Quién es Joan Manuel Serrat? - preguntó el maestro con una seriedad que no dejaba lugar a duda de que realmente no tenía noción de quien era Serrat - Serrat, ¡el cantautor catalán! Tu nombre me sabe a hierba... laralaralara... ¿no? ¿en serio no lo conocés? - Que no. Que ni puta idea de quién es. - Bueno, no importa. ¿Qué haces entonces por estos rumbos lejos de Cataluña? - Vine a ocupar el puesto vacante de maestro rural desde hace dos años. - Pero el hombre de la posada me dijo que en este pueblo no hay niños. - Pero hombre, claro que hay niños. Que no los veáis en las calles no quiere decir que no los haya. Están en sus casas y fincas trabajando la tierra y ayudando en los oficios de sus padres. Es toda una batalla por ganar el convencer a esas familias cada día de lo conveniente de enviar a sus críos a la escuela. Dejarles su mismo destino como legado les parece su mejor herencia. Pero para mí está claro que el miedo al cambio, y más todavía el miedo a un cambio radical por parte de sus propios hijos, es lo que los domina. Toda una lucha día a día para lograr que asistan a clases. Los niños encantados, los familiares no tanto. Sobre todo por mis métodos de enseñanza. - ¿Y cuáles son esos métodos? - interrogué mientras caminábamos a la par, yo empujando la bici. - Utilizo una metodología innovadora: la pedagogía Freinet. Su objetivo es que los niños aprendan haciendo y hagan pensando. Una escuela para el pueblo, para la clase trabajadora, con intereses populares, con una

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cultura democrática y participativa, sin imposiciones externas, sin la domesticación de la escuela capitalista, sin notas de obediencia. 3 - Interesantísimo - interrumpí yo con sincera curiosidad - Contame más. - Un aspecto central de nuestra escuela gira en torno a la imprenta que tenemos: Lo importante, por escrito. La imprenta en la escuela es una ventura. Libera al niño de su peor enemigo: el maestro. Hablo en serio... El maestro tiene que demostrar que educa. El niño tiene una personalidad, tiene valores propios y característicos. Educar ha de ser algo que respete estos valores, que no los falsee o reduzca. En nuestra escuela cada niño elabora sus propios textos sobre los temas que a ellos mismos les interesan, no los que les impone la letra que con sangre entra, y los plasman desde sus visiones personales. Su propia historia local, sus propios hechos. Todo aquello que impacta profundamente y por si mismo en sus corazones: El día que parió una burra y todos fueron testigos del nacimiento del borrico. El día que vino al pueblo un retratista de Briviesca a hacerles una fotografía grupal. El mar. Ninguno de ellos ha visto el mar con sus propios ojos. Solo lo imaginan por medio de imágenes en libros de la escuela, y por mis propios relatos sobre mi tierra, Tarragona: "El mar es muy grande y para pasar a otro pueblo hay que pasar en barco"; "En el mar habrá más agua que toda la tierra que he visto", "El mar será muy grande, muy ancho, muy hondo. La gente va allí a bañarse. Yo nunca he visto el mar. El maestro nos dice que iremos". Así es. Este año les prometí que los llevaría a percibir el mar con sus propios sentidos, más allá de la imaginación. En cuanto acaben los trabajos de cosecha en la finca familiar en la costa, los llevaré. Están muy emocionados con la idea. Sólo queda arreglar algunas cosas. Sobre todo convencer a las familias. Lo más difícil de todo. - Es maravilloso lo que haces acá - comenté yo absolutamente sorprendido de haber encontrado un personaje de este tamaño en un

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Conceptos sobre la Pedagogía Freinet extraídos de Wikipedia

http://es.wikipedia.org/wiki/Pedagogía_Freinet El nombre y la historia de Antoni Benaiges i Nogués es real, y fue recientemente rescatado del olvido no solo provocado por el asesinato impune, sino además por haber sido borrado posteriormente de los registros oficiales. Su título de maestro fue revocado post mortem y eliminado (sin éxito) de las nóminas oficiales. Luego de ser torturado, sus dientes arrancados y paseado desnudo por el pueblo para su escarnio, fue fusilado por el fascismo español en 1936 junto con otros compañeros de ideas republicanas en una fosa común en cercanías de Burgos. Ese año de 1936 postergó sus vacaciones a Cataluña para quedarse a organizar la excursión de sus alumnos para conocer el mar, pero el inicio de la guerra civil y sus purgas ese mismo año, acabaron con su vida. Nunca pudo cumplir la promesa de llevarlos a conocer el mar. El recorrido en bici por el Camino de Santiago es ficción. Por el momento.

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paraje solitario como ese - Qué suerte que el gobierno actual apoya estas iniciativas ¿no? - Por ahora sí, pero el pronóstico no es demasiado alentador. Creo que se avecinan tiempos oscuros contra los que deberemos luchar con todas nuestras fuerzas para que la inteligencia sobreviva a la ignorancia definitivamente. - Todo es cíclico, que difícil es mantener a las buenas ideas con vida filosofé yo sin mayor convicción. - Una lucha sin cuartel a la que debemos apostar la propia vida concluyó el maestro. La charla se interrumpió al mismo tiempo que llegábamos a la excavación. Una docena de personas incluyendo un par de guardias civiles merodeaban el lugar. Antonio se acercó con el paso seguro del que sabe que su presencia es bienvenida. No saludó a nadie ni nadie lo saludó a él. Imaginé este silencio como una muestra de respeto hacia los que yacían anónimos en la fosa. Mi presencia tampoco llamó la atención. Siempre tuve el don de pasar desapercibido en ciertas situaciones simplemente por saber mimetizarme por naturaleza con el entorno. Pero esta vez deduje que la clave era haber llegado en compañía del maestro del pueblo. Antonio se paró en el borde de la fosa y cruzó las manos por delante. Estaba serio como un sepulcro. Caminé a lo largo de la fosa. En el interior, separadas por espacios casi iguales, se encontraban decenas de cajas de plástico transparente conteniendo restos de huesos humanos. Algunas parecían contener otros objetos, como zapatos o botas. Un hombre recostado dentro de la fosa trabajaba delicadamente con un pincel sobre algo que asomaba semienterrado. Parecía un fémur. Un anciano regordete con aspecto de turista se detuvo a mi lado, me miró asintiendo levemente con la cabeza pero permaneció en silencio un rato. - Aquí está enterrado el maestro del pueblo. Mi maestro. No puedo recordar su nombre - declaró el viejo regordete, al cabo de unos minutos, en un tono lo suficientemente alto como para que todos los presentes lo escucharan de una sola vez. Todos interrumpieron sus tareas repentinamente y se quedaron paralizados mirando al hombre que había hablado. Di la vuelta para mirar a Antonio, pero el maestro ya no era el mismo. No lucía su traje pintoresco ni su sombrero de ala. En cambio estaba semidesnudo y con los ojos vidriosos. La sangre le manaba por la boca que me sonreía triste y claramente desdentada a fuerza de tenazas. - Por favor mi amigo, no olvide mi nombre: Antoni Benaiges i Nogués. Catalán. Maestro de escuela. ¿Usted conoce el mar?

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Antonio Lendínez Milla

QUÉ DIRÍA SI ME ENCONTRARA DE NUEVO CON ÉL

De pronto, se le abrió la posibilidad de vivir otra nueva vida. La que él quería, sin miedos; sacando de sí mismo lo que sentía estaba oculto y se había negado durante toda la vida. Aquella enfermedad venía con ese aviso. - O cambias o te quito de en medio. No tenía sentido la vida resignada que llevaba. Sentía como si ésa no tuviera razón para seguir siendo. Había luchado por sus hijos, había luchado por su pareja. Ya no había más razones para aquella existencia. Se dejaba llevar por sus circunstancias. Su pareja no funcionaba. Eran un ejemplo. Mas él sabía y notaba que ella hacía tiempo ya que no se sentía a gusto. Estaba pasivo, no reaccionaba. La enfermedad se presentó como un dilema. - Elige, pero no te engañes, sé leal a tu elección. No pretendas engañar a nadie. Sabía que la verdad y la libertad eran la solución. Tenía que resolver su vida. No tenía ningún sentido continuar en aquel autoengaño. Iba a ser valiente, con todas sus consecuencias, creía firmemente en la libertad, en el respeto al otro, a su propio respeto; el que no se había propiciado durante toda su vida. Miedos y cobardías, se repetía: ¿para qué servían? Estaba cansado, sin alicientes. Pensaba, una y otra vez, que quería a su pareja, mas sentía en el fondo que no era verdad. Era una rutina, un querer mantener algo que hacía aguas. No sentía correspondencia. Cuando algo no te responde es que hay indiferencia. No hay interés. - No te quiero como tú quieres que te quieran. A veces le contestaba ella ante sus insistencias. – No tendrías que estar conmigo. Ésa era la respuesta. Seguía sin entender. Continuaba pasivo. Era inseguro y dependiente del amor de su pareja. Pero, si no había ahí correspondencia ¿qué había? ¿Qué sostenía aquello? Ambos habían luchado por la relación. Se complementaban. Tal vez la complementariedad en la pareja no es la mejor forma de relación. Apelaban al vacío existencial del ser humano. Un vacío creativo, no entendido como tal en esta existencia, sino más bien como falta y necesidad de colmo, de plenitud. Amor como vacío, o como colmo. Darse o recibir. El zigzag de la vibración vital. El eterno dilema. Si o no. Ser o no ser. Ser o no estar; esa sutil apreciación que permite nuestra lengua: estar en el ser. Estar en el ser y su equilibrio: vivir. Cuando me encontré con él, diez años después. Me habló de todo eso. Sabía que la vida le había dado la oportunidad de cambiar, de ser otra 22


persona. De ser leal a sí mismo. De ir por dónde quería ir. De hacer lo que quería hacer. Estaba creciendo en el camino. Dominaba sus silencios, hablaba pausadamente. Expresaba lo que quería decir en equilibrio; considerándolo todo, mirando a los ojos, atendiendo a cada momento. Me dio un abrazo intenso, que noté sentido y con afecto, con amor, diría incluso. Me alegré mucho por él; siempre lo vi como lo que me manifestó, con su seguridad abierta. Noté, sin embargo, que todo lo que de él todos sabíamos, él por primera vez se lo estaba creyendo. Había roto toda una creencia que le había hecho mucho daño, y a la que al fin él, consciente, había puesto remedio.

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Paula Ancery

QUÉ DIRÍA CARMEN SI SE LEVANTARA

- ¿Pero cuándo se va a morir ese viejo de mierda? ¿Es inmortal? - Con el dato “viejo de mierda” no lo vamos a ubicar fácilmente, abu… - ¡Perón! - Perón ya se murió, abu: tres años después que vos. - ¡Pero si están diciendo que se cogió a las pibas de la UES! ¡Lo leí en el diario de esta mañana! - Ah, sí, abu: porque el gobierno es peronista. ¡Pero qué vocabulario! Me habían dicho que vos eras tan modosita… - Callate, pendeja. A ver si no puedo volver de la muerte para hablar como se me cante. ¿Cómo que Perón se murió hace… cuarenta años, y el gobierno en 2014 es peronista? - Y sí, abu. El movimiento sobrevivió al líder, pero igual Perón sigue siendo el faro señero… - ¿¡TENGO UNA NIETA PERONISTA!? - Yo no soy peronista, abu. Pero la Argentina sí. Bueno, toda la Argentina no. Pero la presidenta… - ¡No me digas que Isabel sigue siendo la presidenta! - No, no, abu. Isabel no. La presidenta ahora se llama… - ¿Isabel tampoco se murió? - Eeeeh… Pará… me parece que no… No. Pero tenemos una presidenta, otra. Una mujer elegida democráticamente, que… - Dejá, mirá. Dejame, que ya bastante me los aguanté a esos… esos… mejor no lo digo. Linda mujer te hiciste vos. Lástima que andás con la cabeza hecha un nido de caranchos, se nota que sos hija de tu madre. - Es curioso que me lo digas, porque ella siempre me dice lo mismo. Se nota que es hija tuya.

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- No, pero tu madre se viste de otra manera. ¿Por qué andás con esa facha, me querés decir? - Porque estoy de entrecasa, abu, pero para salir yo no me visto como mamá. Me gusta usar tacos altos, y maquillarme, y… - Pero pasás demasiado tiempo en tu casa, por lo que se ve, porque si a esta hora andás con esa pinta… - Ah, eso sí. Pero es porque yo laburo en mi casa. Ahora que lo pienso, ¡igual que vos! - ¡No! ¡Mi nieta se dedicó a coser para afuera! ¿Pero quién carajo te enseñó? ¡Si yo a propósito no quise que tu madre aprendiera a coser ni un botón, para que no se pasara el día encorvada arriba de la máquina! - No, no, yo no coso para afuera, abu. Yo trabajo de… - Vos te pasás el día encorvada arriba de la máquina, ¿sí o no? - Bueno, sí; pero… - Dios mío, ¿para eso volví? ¿Dios me trajo de nuevo para que yo comprobara que la historia se repite, y se repite? - No, abu. Probablemente te trajo para que conocieras a tu otra nieta, que nació después. Y ahora también tenés una bisnieta… - ¿UNA bisnieta? ¿Pero qué hizo tu madre con ustedes? - ¡Sí, UNA bisnieta, abu! ¡Vos también tuviste UNA hija! - Sí, pero porque yo enviudé joven. ¿Vos enviudaste? - Mal podría, abu. Yo no me casé. - Noooooo… - Y, sí. No. - Decime, ¿no te habrás enamorado de un casado, vos, no? - No, abu. Yo tengo pareja, pero él no tiene esposa. Bueno, me tiene a mí. Pero no estamos casados. - ¿Viven juntados? - No. Vivimos cada uno en su casa. - ¿Y eso qué tiene de pareja?

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- Será que estamos a la par. Él en su casa, yo en la mía. -… - Par, par-eja. -… - Abu, ni siquiera me preguntaste cómo se llama tu otra nieta. - ‘Perá. Para eso ya va a haber tiempo. Pero vos, ¿me estás tomando el pelo? ¿Te pensás que yo volví para ser la misma vieja pelotuda que era cuando me morí? - No, abu. Si vos no eras vieja cuando te moriste, ¡tenías 58! - Entonces callate. Y escuchame bien. Estás entreverada con un tipo que ni es tu marido ni vive con vos. Escuchame lo que te digo, nena: luchá por tu amor. - ¿Contra quién querés que luch…? - Callate y escuchá. Es importante lo que te digo. No renuncies al amor. El amor nunca es pecado. Por más que los hijos de él te puedan decir que estás destruyendo un hogar, si él está con vos, si él es bueno con vos y te cuida es porque te quiere, y si te quiere… - Abu, los hijos de él no me dicen nada… - Lógico: no te aguantan. Pero oíme, hay cosas mías que vos no sabés, porque pasaron antes de que vos nacieras. Ni siquiera tu madre lo sabe; pero yo, cuando ya hacía muchos años que se había muerto tu abuelo… - No, no, esperá vos ahora, abu. Mamá algo sabe, pero nunca lo tuvo muy claro. Vení que voy a anotar todo, así de paso te muestro como escribo rapidito, encorvada arriba de la máquina. - Ah, ¿una máquina de escribir, era? - Algo así, ahora te muestro. Entonces, ¿cómo se llamaba el muchacho?

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Dicky Schefer

EL MANDATO - 15 YEARS LATER

Cuarto privado de sanatorio. El médico joven de anteojos que me llamó por teléfono para avisarme, nos deja solos después de comprobar discretamente mi reacción. Estoy parado a los pies de la cama alta, sonriendo a la inglesa - acá no pasa nada. Mi viejo está con los ojos bien abiertos, atento, también sonriente, pero diferente sin el bigote. - ¿Qué hacés vestido así? ¿No fuiste al banco hoy? - Me lo tira como un jab a la mandíbula. Su voz es más ronca, pero habla normal, quizá como con la boca un poco seca. Por lo demás, está más canoso, pero eso es todo lo que noto. - No trabajo más en el banco, viejo. Y ahora la corbata casi no se usa. - ¿No? ¿Y cómo mantenés a tu familia? - Tenemos un estudio económico. Nos va bien, trabajamos mucho. Tenemos clientes. - ¿Cómo te sentís? - le tiro, más para cambiar de tema que por interés genuino. Conozco dónde lleva esa ruta. - ¿Las chicas están bien? Traemelas de a una - y agrega, cambiando al inglés - Contrabandeame whisky si podés, ja ja… Yo se la sigo en inglés - Si, viejo. Dale. Están distintas las chicas, más grandes. Alguna tiene tetas ya. Y hay una más que no conocés. Te va a gustar. - Estudio económico, me imagino. ¿Cómo está el dólar?... Y las acciones de Alpargatas ¿subieron? - Dale, si nunca me das bola con eso. Me preguntás por educación y después hacés lo que te parece. - ¿Entonces no vas a ser un businessman, al final?

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Andrea Goldberg

Si se levantara hoy mi Abuela Margarita me diría: - ¡¡Mañana Vamos A Ganar!! O tal vez no ganemos, pero shhhhhh, no llegaron a jugar la final de la copa del mundo en su casa... YA ganamos.

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EDICIONES LIPE DOMINGO 13 DE JULIO DE 2014



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