CREÍ QUE ERA UNA BROMA DE INOCENTES

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CREÍ QUE ERA UNA BROMA DE INOCENTES


Portada Luis Alfonso MartĂ­n


CREÍ QUE ERA UNA BROMA DE INOCENTES


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CONSIGNA DEL DOMINGO 28 DE DICIEMBRE DE 2014 Tema

CREÍA QUE ERA UNA BROMA DE INOCENTES

Ponente

MALKA VICH (MALKE MATUSEVICH)

Estimados habitantes de Lipe, aprovecho la ocasión y propongo lo siguiente: ¿Qué pasa cuando la realidad supera la ficción, cuando no podemos creer lo que nos sucede, cuando todo parece una broma de mal gusto? O, tal vez, creí que era una broma de inocentes y estaba en lo cierto... ¿Y si la consigna es una broma de inocentes?

Feliz vida a todos.

Malke Matusevich

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María Gabriela Failletaz

¡Me acaba de llamar Pablo Miguel al de línea, chicos! Eso es porque hace un tiempo hablamos por privado y yo se lo pasé. Bah, también hubo alguna cosita más, para ser franca, y bueno, la carne es débil... Pero no fue nada duradero... Dice que está arrepentidísimo y que no sabe cómo hacer para entrar otra vez a Lipe Group. Me dijo que me llamó a mí para pedirme un consejo, no porque yo fuese criteriosa sino porque fui la única que no cambió en nada (como que yo siempre estoy igual). O sea, me dio a entender, creo yo, que no voy ni para atrás ni para adelante, que no evoluciono. Así que casi lo mando a la mierda, como imaginarán. Pero al final me dio lástima y le dije: − Mirá, Paul Michael (como le decía yo en la intimidad), la gente valora mucho lo bien que escribís y nadie se olvida cuando dijiste "quererlo mucho" y todos se enternecieron con eso. Todos te aprecian y Petre, por ejemplo, dijo que eras una jugador de toda la cancha, y otros hicieron tripa corazón y también se cagaron en tu indirecta, esa medio chota que te mandaste en tu publicación, no me lo negués, y pusieron, "vamos a extrañar tus textos". Yo te comparé con una estrella fugaz, por ejemplo; estuve bastante poética ¿no? Los lipeños son toda buena gente y te adoran, lo que pasa, Pablito, es que hay un problemita y es que Lipe no existe más ¡Lipe cerró! − ¿Qué?, me contestó azorado y elevando la voz. − Sí. Cuando vos te fuiste la gente empezó a decir: ESTO YA NO ES LO QUE ERA. ¿Pueden creer que se puso a llorar? Y ahí me reí y le dije:

− ¡Pablo, que la inocencia te valga! Y me reí otra vez. ¡Ah... Dice que mañana se inscribe y viene con nuevas propuestas…!

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Fer Iñarra Iraegui

A menos de un mes de su fallecimiento. Como si fuera una macabra broma de los inocentes, descubro con horror que alguien hackeó su cuenta de Facebook y borró todos y cada uno de los comentarios que ella hizo. Sólo quedó la única nota que ella no escribió, la de la misa en su honor. Sólo quedó esa, justo la que no quería retener en la memoria, la que no quisiera haber leído nunca, qué injusticia. Segaron de esta manera, nuestra última posibilidad escrita de retener su historia. Ya no podremos recorrerla y sonreír con sus selfies, con sus consejos para una buena escritura, con sus lugares preferidos para estar, con su torta elegida, con el vinito de las siete, con sus recuerdos de momentos con sus sobrinos o sus amigos del alma, con su pena por los que ya no estaban. Ella había decidido conscientemente abrirse y compartir con nosotros, sus amigos, familia y contactos, personas importantes para ella, nos había abierto esa puerta para que pudiéramos recorrer su vida, sus comentarios, sus alegrías, sus preocupaciones, las cosas que le importaban, sus sueños… esos que ella había querido compartir con nosotros y que la hacían sentirse acompañada en el camino que recorríamos juntos. Alguien que se sintió DIOS, sin medir las consecuencias, con un simple click, nos robó para siempre poder seguir teniendo a Bibi entre nosotros aunque sea por un ratito más… Te extraño.

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Daniel Dionisi

DĂ?A DE LOS INOCENTES

Inocente. Habla como una niĂąa inocente. Camina como una inocente. Se viste como una inocente. Me llama como una inocente. Juega como una inocente. Se acerca como una inocente. Se le cae el bretel del hombro como a una inocente. Se le cae el otro bretel. Me mira como una inocente. Me toca como al pasar, como una inocente. Me mira fijo. Se ilumina como una inocente. Brilla como una inocente. Se sienta frente a mĂ­ como una inocente. Abre las piernas como una inocente. Se enciende como una inocente. Me calienta como una inocente. Se va como una inocente.

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Horacio Petre

NADIE SALE VIVO DE ACÁ

Estacioné el Fiat 1500 en la estación de servicio en la entrada de Salar Escondido. Le pedí que me llene el tanque al del puesto mientras me llevaba los chicos al baño. Me llamó la atención que no saludó ni nada... mirando para abajo todo el tiempo. ¿Tanto le incomodará una mina sola viajando con dos pibes? El viento norte arreciaba, y acentuaba los cuarenta y pico de la tarde de enero, una locura salir así. Unos perros flacuchos y tristones nos husmean, a lo lejos se escucha el mugido de un novillo. Al entrar en el bar a preguntar por los baños no vi a nadie en la barra... Raro... Sonaba en la radio un cuarteto cordobés y en la sanguchera se derretían unos pebetes de jamón y queso junto a unas moscas bailarinas a su alrededor. En la pared principal pintada de celeste rabioso, había unos banderines colgados, un póster descolorido del Pato Donald y otro del equipo campeón de Huracán. A un costado había una foto de Isabelita... yo por las dudas no digo nada. Graciela me indica un pasillo:

− ¡Debe ser por ahí mami! ¡Dale que me piyo...! Enfilamos los tres, a Hernancito de cinco, no me le van a hacer lío por entrar a un baño de mujeres. Los chicos usan el único inodoro por turnos, nos refrescamos con agua de la canilla, me piden gaseosas... Volvemos a la barra. Sigue vacía... Llamo en voz alta a ver si hay alguien, en la radio el noticiero comenta sobre el ejército y el “Operativo Independencia” en el monte tucumano. Volvemos al auto, el empleado no está, me dejó las llaves puestas... Enciendo el motor, el tanque está lleno... ¿A quién le pago? Salgo y grito a ver si hay alguien... Sólo el viento norte responde... en sordina se escuchan cuartetos desde la radio del bar nuevamente. Subo al auto, y los tres estamos nuevamente en ruta. A los veinte minutos de volver a arrancar, siento la voz de Graciela, que horrorizada pega un grito espeluznante. Sin perder el control del volante, miro por el retrovisor para ver qué le pasaba a ella y no puedo dejar de ver una inmensa bola amarilla de veinte metros de diámetro rodando detrás nuestro. ¿Alucinación colectiva? ¿Algo contaminado en

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lo que comimos...? Yo hace rato que no tomo más trips... ¡Pero los chicos también lo están viendo! El cielo se oscureció por completo en segundos... la bola amarilla se nos acerca y abre una bocaza enorme como queriendo engullirnos... la abre y la cierra todo el tiempo... las marcas de la ruta se iluminan, son como lámparas... los chicos lloran a los gritos, intento mantener la calma... y repentinamente, enfrente nuestro vemos unos objetos luminosos de colores fucsias, blancos y verdes... son como medusas gigantes... Todo esto es demasiado para una madre sola con sus hijos en una ruta... Por las ventanillas entran unos ruidos atronadores, indescriptibles... ¿Son ovnis? Desapareció el campo de algarrobos a los costados, me aparecen desvíos y rutas cruzándose, todas con las luces en el medio... si no fuera tan dramático con los chicos aterrados, me la estaría pasando de puta madre... Pero... ¿Y eso...? ¿Qué carajo...? ¡Ay no! ¡Y la reputísi...!

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INSERT COIN

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Aitor Arjol

LAS SETAS INOCENTES

Creíamos que sí. Maldito escarabajo. Mira que fue él. El Pedro. A las ocho de mañana. Recién amaneciendo. Primero haciendo el tonto. El ostentoso. Meneando el caparazón como el culo de una cocinera oscura, de esas que habitan en los malecones. Cantando al son del hielo. Que si por aquí. Que si por allá. Que si venga. Que si tal. Que si cual. Con un aria. Con antenas de tenor. Y va y nos dice. Y nos cuenta. Oigan, que me voy de viaje. Y a dónde pues. A Buenos Aires. Y eso. Pues nada, que me invitaron a la Pampa a dar un curso de boñigas redondas. Joder, y cómo así. Es que soy importante y el papa nos declaró santos de los montes con laderas de una determinada inclinación y como es argentino y de buena nota anoche nos telefoneó a esta sección del bosque y el manso hurón se subió al tronco y tomó el teléfono y era él y me contó y ya saben. Que me voy. Y sí fue. Todas exclamamos y alzamos tanto la cabeza que así nos quedamos. Más tiesas que una cerilla. Y de tanto asomar la testa nos aventó la helada esta mañana y vino el escarabajo de nuevo y feliz día de los inocentes. Pronto aprendió las malas costumbres del hombre. Nosotras, tan ufanas e inocentes.

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M Pilar López O.

Las mellizas juntaron sus cabezas, y soltaron una risita unánime.

− Papá fijo que ni se entera. − Ya, pero como no eches más pasta de dientes, con mamá no va a colar. Estaban inmersas en una complicada operación. Sacar toda la pasta de dientes y mezclarla en un bol con una cantidad de crema facial a determinar. La sacaban de un tarrito de cristal con la leyenda "Amanecer rosado" escrito con letras floreadas en la tapa. Apareció en el desván entre las cosas de la tía abuela Palmira, a saber los años que tiene, pero aún huele débilmente a rosa. A las niñas les parece una inocentada estupenda. Mezclan, prueban un poquito, y finalmente rellenan el tubo con una jeringuilla.

− Ya está, a ver quién se da cuenta antes, apuesto por mamá. − ¿Por la mañana? Está zombi, para nada, ganaré yo, papá lo notará. A las 7 a.m. Alma María cepilla sus dientes con el piloto automático aún puesto (¿No sabe un poco raro esto, como a flores? Estoy dormida aún, por Dios). Pedro va después y no nota nada, está pensando en el informe de Juárez y no está para mucho más. Pasa así el día entero. − ¿Qué hacemos?, pregunta Fabia.

− Pues esperar a ver qué pasa, Si no lo notan no tiene gracia. Y así tres semanas. Hasta que se acaba el tubo y abren otro nuevo y entonces sí. − ¿Qué le pasa a esta pasta de dientes? − ¡¡¡INOCENTES!!!, las dos a coro. No tuvieron mucho éxito. Larga charla sobre el peligro de las cremas caducadas, el envenenamiento por mil antiguos y peligrosos productos sin testar y cosas parecidas.

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Ahí quedó todo. Pero no. Las canas de papá empiezan a desaparecer. Luego mamá descubre que la molesta arruguita esa del entrecejo se está borrando sin botox ni nada, y el odioso rollito de grasa resistente a todo se evapora y ¡Dioses Benditos del Aerobic! se está reubicando un poco más arriba, tanto que las amigas del gym le preguntan si se operó esa Navidad sin decirles nada. Luego papá comenta, − ¿No os parece que mis pestañas han crecido? Pues sí, y el mentón como que se le puso más cuadrado y varonil. Y así, poco a poco, papá y mamá se van transformando en dos bellezones de impresión. No hubo forma de encontrar la crema utilizada, las mellizas tiraron el tarro para ocultar pruebas. Y a saber, porque la mezcla se hizo a ojo... imposible repetir el experimento. Papá se lamenta a veces, "Podríamos habernos hecho ricos". Mamá contesta, "Bah, qué importa, tenemos todo lo que necesitamos". Se contempla el perfil en el espejo. Ninguna de sus amigas se creyó la historia, dos se enfadaron con ella por no compartir la dirección de la clínica. Ahora es locutora fija y se habla de darle un programa para el próximo año y papá suena como nuevo socio del bufete... Luego dirán que el físico no cuenta. Una magnífica inocentada, abraza a sus niñas, "¡Vamos a comer una empanada gigante!". Esto de no engordar es un maravilloso efecto secundario. Esperemos que dure muchos años....

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Julio Fernando Affif

CON CÉSAR MERIDDA

El Día de los Santos Inocentes se llevó a mi gran amigo. No podía ser de otra manera. Era un Santo, era inocente, no por lo tonto, sino por su pureza. Nunca le escuché decir algo impropio. Nunca tuvo un gesto desalentador. Solidario y afectuoso. Era un ángel y está donde debe estar para proteger a todos sus amigos y familiares. Se llamaba César Meridda y la ciudadanía de San Isidro le debe mucho. Esta semana, hasta la nueva consigna, va a ser todo lo que voy a escribir. Descanso y meditación. Tomar fuerzas y seguir.

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Cecilia Pérez

donde ella ve un arcoiris por sobre vagones de coles trayendo niños yo veo un puente mugroso por sobre las vias de un tren atestado de laburantes acomodados como las vacas en los camiones con la etiqueta en la oreja donde ella ve la lluvia que cae bendiciendo yo me digo pero la puta madre me olvidé el paraguas otra vez cuando me invita a mirar como hacen el amor la luz del sol y las hojas de los árboles yo me encandilo molesto y recién levantado me muestra la libélula que atrapó por segundos, fascinada a veces me arrepiento después de decir que son una plaga que anuncian yo que sé se aparece con su plato de arroz y aceite como si fuera un manjar agacha la cabeza cuando le lanzo la lucha de clases cuando digo pero porque carajos me pasa a mi ella me desenrieda los rulos y canta La Cigarra y recién, al recorrerla tan bella y dormida digo despacio QUE LA INOCENCIA TE VALGA Y ME CURE

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Antonio Lendínez Milla

CREÍA QUE ERA UNA BROMA DE INOCENTES

Cuándo perdería la inocencia, el candor de su presencia, aquella clara sonrisa que abierta y clara lucía. Cómo la trataría la vida. A quién imitaría, por seguir fiel a la manada y dejar de confiar en el otro. Comenzaría a guardar, a callar interesadamente, a dejar de ser espontánea, a decir con libertad lo que sentía. Aquel ser original, cuándo se perdería. Lograr la fuerza interior para mantenerse firme, atento y seguro en aquella forma de comportarse, de interpretar su ser genuino y original. Podría significar madurez, plenitud, libertad de sí misma. Cuándo sin renunciar al sentir, al ser que tenía dentro. Poderoso, amable, fuerte, seguro, sabio y cierto. No vendería ya a su verdadero ser por imitar a los otros.

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Cecilia Gómez Nale

- Hola, ¿Gianki? - Sí, soy yo... ¿quién habla? - Eh... no sé si te acordás de mí, Laura. Nos conocimos la otra noche, en Rainbow, en una fiesta que organizaron del colegio de las Teresianas. - Mmm... no sé, creo que no. - Pelo castaño claro, ojos miel, flequillo. Tenía puesto un vestido floreado y bailamos unos cuantos temas. Creo que estabas un poco borracho, jaja... - Laura... Laura... Ahhh, sí, ¡sí! Ahora me acuerdo... ¿Cómo estás? - Bien, bien; ¿vos? - Muy bien. Y... ¿qué hacías? - Vine a visitar a una amiga, acá a una cuadra de tu casa. - Pero... ¿vos sabés dónde vivo? - Jajaja. Sí; me dijiste que vivías en Ciudad de la Paz y Sucre y me diste tu teléfono, que te llamara para que saliéramos... Muy borracho estabas, me parece. Porque me pediste mi teléfono, pero te lo anotaste en la palma de la mano. "Se te va a borrar...", te dije. Entonces, agarraste una servilleta de la barra y me anotaste el tuyo. Y me dijiste que vivías acá. - Y bueno... ¿qué esperamos para encontrarnos? ¿Querés ir a tomar un helado? - ¡Genial! En media hora nos vemos en la esquina de tu casa, ¿te parece? - Sí, buenísimo. - Yo te voy a reconocer, jaja. Por si no te acordás de mí. Colgué el teléfono ya casi sin poder aguantar la risa. Martín y Fer salieron de casa a la media hora. Fueron para Cabildo, y en la esquina de Ciudad de la Paz, Giancarlo estaba mirando para todos los puntos cardinales.

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- ¿Qué hacés, Gianki? - ¡Martincho! No sabés... me llamó una mina hace un rato. No lo puedo creer... Está buenísima. La conocí en la fiesta que organizaron del colegio de Fer... Monísima, eh. Un minón. Vos, que siempre me cargás que no levanto ni las pesas del gimnasio, la ves a esta mina y te morís. - ¿Es de mi colegio...? - No sé, Fer... A tus amigas las conozco... Esta no es de tu colegio. Un vagón. Alta, un lomazo, unas gambas... Yo estaba medio en pedo; pero la mina alucinó conmigo. No me la acuerdo mucho, pero estaba fuertísima. Y vino a lo de una amiga, acá cerca y me llamó para que nos juntáramos. Así que acá estoy, esperándola. La invité a tomar un helado. - Y bueno, te hacemos la pata y te acompañamos... - Noooo... Tómenselas... No, no. Quiero estar solo para cuando aparezca. - ¿Cómo se llama...? - No, no. No les digo el nombre, a ver si la conocen y me hacen quedar mal... Ustedes se la pasan haciendo jodas con tu hermana, Martín; y vos también, Fernanda. Y la mina va a aparecer en cualquier momento. - Pero, ¿vos la conocés, Gianki...? - Sí, Fer... ¿No te digo que era lindísima la pendeja? Im-pre-sio-nan-te... Giancarlo siempre tuvo fama de mentiroso entre los amigos de mi hermano. Y quizás por eso le costaba sostener algo con alguna chica. Hubo una fiesta que organizó el colegio de quien hoy es mi cuñada, pero no hubo ninguna Laura en esa fiesta, ni existía Laura alguna, más que la que creé con mi voz al llamar a Giancarlo por teléfono. Mi hermano y mi cuñada se alejaron unos metros y Fer dijo bajito un "pobre Gianki, me da pena..."; que no alcanzó para que Martín le lanzara el inevitable: - ¡Gianki! ¡Seguí esperando a Laura! - ¿Ehh...? - ¡Feliz día de los inocentes!

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Cecilia Mosto

LA INOCENCIA PERDIDA ANTES DEL RECREO

El título de Lic. en Ciencias Políticas resolvió mi ingreso como docente en el nivel secundario de la Escuela del Sol. ¡Por fin! Trabajar con Mike Swit, que me inspiraba. Inspirar. Conectar. Mover de su lugar a la gente. Cada vez que atravesaba la puerta de esa casa antigua de Palermo era como sumergirme en un océano de energía que me atravesaba y alimentaba la mía con la que sentía atravesarlos. Una corriente sin fin de vida. Corría 1986. Tenía 25 años. Vivía sola en un ph. Había hecho mucho dedo. Había ido a Perú, y leído a Castaneda, a Tolkien. Con un hippismo tardío, representaba la libertad post dictadura sin el plástico de las nuevas generaciones. Había descubierto espacios de motivación que borraban cualquier tipo de frontera. Era gas desplazándome hacia Todo que era posible Empezaba el juicio a las juntas y decidí que todas las clases leeríamos lo más importante de la semana. Un mañana tocó el testimonio de Etelvina Pereyra, cuyo hijo Floreal, secuestrado con ella en 1976 a los 15 años, murió en una sesión de torturas. Su cadáver fue uno de los primeros en aparecer en la costa de Río de la Plata. Era del 61, como yo. …………………………………………………….. Ese día, durante la tercera y cuarta hora, antes del recreo largo, al terminar la lectura, frente a la mirada angustiada de una veintena de adolescentes de la misma edad que tenía Floreal cuando su cuerpo flotaba en el Rio, a los que yo deseaba inspirar, adolescentes con olor a alfajor que intentaban equilibrar un cuerpo sorpresivo, desparejo e injusto,

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dentro de un aula con ventanales a una arboleda de la que me sentía parecida y parte, ese día me convertí en sólido frente al gran dato que reveló, con el impacto de una trompada, de qué sociedad formaba parte. Ese día, antes que pudiéramos escuchar el timbre y los gritos encimados, imaginándome la silueta sobre el barro húmedo de Floreal, que aún no se habría estremecido con el primer amor pero sí con la tortura, abandonó para siempre la inocencia mi cuerpo y mi mirada.

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Carmen Navajas Rodriguez de Mondelo

CREÍA QUE ERA UNA BROMA DE INOCENTES

Rojo, azul, negro, ocre. Cintas adhesivas pegadas en la cartulina gruesa. Un pincel cargado de pigmento se deslizaba, suave y enérgico; iba marcando un recorrido rocoso. Montañas oscuras y pedregosas me ahogaban. Hacía mucho frío, el blanco nieve que cubría el valle me oxigenaba. Y allí estaba yo. El monasterio estaba situado en el nivel más alto. Hombres con grandes cabezas se comunicaban entre ellos. Sus hábitos viejos y andrajosos, llenos de parches, me pesaban. Sus caras azuladas por el frío gélido y un susurro de palabras y palabras me atormentaba. Vi como una madre gritaba a su hijo, que flotaba en el blanco nieve envuelto en una manta sucia. Y allí estaba yo. Me quité la máscara y abandoné a los enanos. Me decidí a subir; envuelta en mi capa con capucha. Cuando llegué al abismo me los encontré. Unos seres blanco nieve, con orejas y ojos brillantes, iluminaron mi mente. Respiré profundamente el blanco de sus cuerpos, mi corazón se expandía. Aquellas manchas oscuras se definían en bellos personajes de otra época. Eran monjes de la edad media. Y allí estaba yo.

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Eduardo Mizrahi

APRENDIZAJE

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El gordito ingenuo se había portado bien, como siempre. Papá todopoderoso lo había premiado con un chocolate. (En rigor de verdad, con el dinero necesario para comprarlo.) Salió disparado rumbo al kiosko de la otra cuadra, a toda máquina, convertido en un velocista del deseo. La vista nublada por la emoción, la imagen del chocolate gigante bailando sin cesar en sus retinas. (El objeto en cuestión era la colección de barras de chocolate compacto que fabricaba el padre de ese tipo que se parecía a Johnny Bravo.) Al llegar a la esquina de Julián Álvarez ya no veía, no escuchaba, no... El Fitito que venía acelerando lo levantó por el aire. El gordito ingenuo voló haciendo trompos sin comprender qué pasaba. Aterrizó tres metros más allá, amortiguando el impacto de los adoquines con el centro de la frente. (Ese chichón es un grato recuerdo del infortunado evento.) Cuando volvió en sí, los anteojos no estaban. No pudo moverse por un rato. Veía sombras extrañas que se acercaban y se alejaban, cosas que se movían... sonidos abotagados iban y venían sin precisión y con una acústica caprichosa, intimidante.

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Supongo que cumple tangencialmente con la consigna, ya que de broma no tiene nada, pero de inocencia y ´pérdida de la misma sí.

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Finalmente percibió la cara de un hombre que le preguntaba a los gritos si se había lastimado. El tipo se agarraba la cabeza, y le explicaba algo de los frenos, de la esquina, de...

− Los anteojos. Traeme los anteojos − contestó el gordito ingenuo. Así fue que aprendió a cruzar la calle.

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Mariángeles Soules

Ella era una adolescente rebelde, inconstante, hija de una familia amiga y con la cual nunca se sabía si estaba diciendo la verdad o mintiendo, pero una chiquilla de un corazón de oro, compañera en todos los momentos difíciles, solidaria con cuanto conocido estaba necesitado. Paula, por darle un nombre, había cambiado de novio varias veces en los últimos tiempos, por eso cuando nos presentó a Juan, este adorable chico, simpático, trabajador y de muy buenos sentimientos, todos rogábamos por dentro que éste fuese el indicado para hacerla sentar cabeza, o sea que se deje de cambiar tanto de novio y se case con alguno de una vez por todas. Pasaron los meses y Paula y Juan seguían con una buena relación y de pronto un buen día ella nos dijo que se iban a casar, algo que a todos nos alegró, pero el problema era que dijo que lo haría el 28 de diciembre y a todos nos pareció una jugada de ella como tantas otras que ya había hecho y que nos estaba haciendo una muy mala broma. Se acercaba la fecha y por ende iban marchando los preparativos de la boda. Que fulanito era el padrino, que menganita la madrina, que si el tío podía hacerle el asado y que si la acompañábamos a elegir el vestido y así transcurría todo con su mayor tranquilidad y nuestras sospechas íbanse incrementando, no podíamos creerle. Y llegó el día, ponernos la ropa con desconfianza, ir a la Iglesia también con desconfianza, todos aquéllos que por razones laborales no habíamos podido ir al Civil. La boda sería a las 20 hrs, ya sentados dentro de la Iglesia y con el novio esperando a un lado, Paulita no llegaba, pasaron las 20 y 15, luego las 20 y 30, y el sacerdote que casó a otra pareja, y los murmullos crecían por todos los rincones de la Iglesia. Pero de pronto se volvió a abrir la puerta central y allí estaba más hermosa que nunca, con su sonrisa angelical, del brazo de su padre y caminando hacia el altar.

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Julio Fernando Affif

LA INOCENCIA

La vida es una inocentada que nos hace creer que somos lo que no somos o que somos más que lo que realmente somos. Y en un divagar recurrente, entre vahos de soberbia y posturas desafiantes, con palabras grandilocuentes y frases altisonantes, nos dejamos llevar a un paisaje inexistente, a una dimensión en la que las fantasías invaden nuestra racionalidad y las voces de la verdad se acallan irremediablemente. Creemos lo que queremos creer, en la búsqueda de una identificación que no es más que la pérdida de la orientación que nos conduce a nuestra verdadera identidad. Y lo más grave es que le creemos al otro y desconfiamos de nosotros mismos. Propensos a sentirnos mancomunados en algún proyecto, abandonamos nuestra individualidad de manera generosa en las manos del primero que tenga la capacidad de seducirnos. Y allá vamos, en la búsqueda inocente del mundo de maravilla que nos aleje de una realidad agobiante y asfixiante, pero que no es otra cosa que la sumisión a una irrealidad que nos somete aún más al agobio y a la asfixia. ¡QUE LA INOCENCIA NOS VALGA!

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Andy Pecas

Gente: Aunque no los conozco (o no a todos, al menos) estoy casi perpleja (por ser elegante, ya que como dije, no los conozco ni sé su modo de ser ni filosofar) por un acontecimiento que me ocurrió en este grupo. Dudé mucho en hacerlo público, ya que desconozco quiénes se tratan, quienes se apañan entre sí o con quienes simpatizan. El caso es que hace un tiempo, el señor Luis Alfonso Martín Delgado, a quien en ningún caso he tratado fuera de este sitio, me solicitó que le enviara la consigna que me correspondía en mi turno. Luego de dar muchas vueltas, opté por un género literario muy respetable y expuse mi consigna de manera impecable. Imagínense mi estupor cuando por respuesta recibo esto: (perdonen que lo transcriba tal cual, pero creo que en estos casos es mejor que todo quede sobre el tapete): "Por favor, cambia la consigna que no es procedente en este grupo". Me quedé azorada y de una pieza. Y le pregunté con toda la amabilidad que me caracteriza el por qué de esa respuesta. Que, vamos, no seamos hipócritas, escribir un relato pornográfico se nos da de maravillas a todos y quien más, quien menos ha leído a Sade, a Houellebecq, o a Dalmiro Sáenz. Bueno, hete aquí que el señor me informa que "él no tendría problemas en aceptar la consigna si éste fuera solo un grupo de mujeres y niños, pero que habiendo hombres masculinos que podrían sensibilizarse ante ciertas imágenes explícitas, no publicaría la que sugerí". Es por esto, señores, que este año no habrá consigna de mi parte. Y también me estoy replanteando seriamente seguir en este lugar en el que, olvidándose de que el Papa es argentino, me someten a estas prohibiciones de la época de la Santa Inquisición. Atentamente

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Luis Alfonso Martín Delgado

Estimadas/os amigas/os de LIPE: Tengo que reconocer que pequé de inocente. Nunca imaginé que lo que se habló en privado pudiera ser sacado a la luz pública sin mi consentimiento y de una manera tan irrespetuosa. Cuando la señora (o señorita, o lo que sea) Pecas me planteó su propuesta de consigna, en un texto cargado de procacidades y con un claro objetivo provocador y pecaminoso, creí conveniente intervenir y ejercer la responsabilidad del cargo de co-administrador que tan inmerecidamente habían hecho recaer sobre mí, protegiendo la inocencia de mis compañeras y compañeros de LIPE. Así, le hice ver que no era éste el grupo adecuado para tan improcedente consigna, sobre todo debido al carácter de fuerte virilidad de sus componentes hombres masculinos; o, al menos, de gran parte de ellos. Por eso le pedí, por favor, que cambiara el tema de su consigna. Ya sé que esto va contra el principio de libertad de pensamiento y expresión que guía todas nuestras participaciones, pero creí mi deber defender la ampliamente demostrada castidad e integridad moral de los componentes de LIPE y evitar que dejara de ser lo que es para convertirse en Lo Indecente Por Escrito. Confieso que tuve que contener mi lengua (virtual) para que no llegara la sangre al río e intenté ser comedido en mi respuesta. Pero al comprobar que mis esfuerzos no han surtido efecto y que, más aún, se me ha puesto en evidencia delante de todo el grupo, no tengo más remedio que presentar mi renuncia irrevocable al cargo de coadministrador y editor del grupo, reconociendo ante todos mi vergonzante comportamiento, así como abandonar el grupo, lo que haré en el momento en que se publique la próxima consigna, una vez que este texto haya sido expuesto al escarnio público de todos los que, con toda la razón, quieran expresar por escrito en los comentarios todo lo que piensan de este lamentable incidente y de quien lo ha provocado, comentarios que me obligaré a leer como castigo antes de salir del grupo. Con la expresión de mi más profundo arrepentimiento, me despido de ustedes para siempre.

P.S. ¡Y si alguien quiere decirme algo, que me lo diga en la cara!

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Horacio Tort

Estimados amigos: Visto y considerando que este altercado entre los lipeños Andy Pecas y Luis Alfonso Martín Delgado ha llegado a extremos irreconciliables, y siendo una situación atípica y que atenta contra el espíritu del grupo, consideré necesario acudir a nuestra fundadora, Silvina Scheiner y Daniela Acher, en su carácter de co-administradora, al igual que yo, para entre los tres tomar alguna decisión que de por finalizado la consabida discusión y tomar las medidas que fueran necesarias. El análisis de la situación se nos hizo algo complicado por convivencia de hechos y rumores cuya veracidad no hemos podido comprobar hasta la fecha. A saber:

Hechos Andy Pecas propone como próxima consigna un relato erótico y en carácter de ejemplo hace llegar un texto a nuestro compañero Luis Alfonso. Rumores Al parecer el texto contenía, lenguaje procaz y descripción pormenorizada de escenas de sexo explicito.

Hechos Luis Alfonso, aun a sabiendas que en LIPE no existe censura alguna, escandalizado ante el texto en sus manos, entre otras cosas, considera que no es LIPE el entorno adecuado para un texto de ese talante Rumores Se dice que se puso tan cachondo después de leerlo que la estuvo persiguiendo a Carmen por toda la casa y que ella se defendió como pudo a fuerza de pincelazos hasta que se quedó sin pinturas y quedó indefensa.

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La imposibilidad de verificar estos rumores nos ata de manos, ya que: 1) Si el efecto que dicho texto tuvo en Luis Alfonso se extiende al resto de los lipeños varones, podremos recibir una catarata de agradecimientos y de quejas por igual de las respectivas parejas. 2) Se desconoce el efecto del texto en las lipeñas, por lo cual existe riesgo de que esta situación se extienda como pandemia Ante tal situación el comité de evaluación erigido a efectos de evaluar esta situación ha decidido solicitar lo siguiente: A Andy Pecas que nos haga llegar el texto, si es posible con algún material fílmico o al menos una grabación del audio como para poder hacer una verdadera evaluación del tenor del texto cuestionado, el cual evaluaremos entre los tres en alegre partusa A Luis Alfonso que por favor se deje de releer el texto una y otra vez y contenga sus impulsos sexuales saliendo a correr los las playas malagueñas y haciendo alguna descarga de energía que no tenga a Carmen como co-participe. A Carmen Navajas que se encierre en su cuarto con doble llave si Luis Alfonso no acata nuestra solicitud.

Dada la urgencia por poner coto a esta situación rogamos hacernos llegar el material cuanto antes (el champagne ya está en el balde, ya cambamos las bombillas transparentes por unas rojas y yo ya me he encomendado a Dios para que me ayude).

Sin más los saludamos con el cariño de siempre Silvina Scheiner Daniela Acher Horacio Tort

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EDICIONES LIPE DOMINGO 4 DE ENERO DE 2015


LIPE


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