ADALUZ

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Texto

Mercedes Ant贸n Cort茅s

Ilustraci贸n

Carmen Navajas Rodr铆guez de Mondelo

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Leonarda llegó a su casa y dejó sobre el sofá su bolso de pedrería azul, la carpeta de cuero marrón de Loewe y el maletín negro que usaba por la mañana. Se miró en el espejo de pasada hacia la cocina mientras resonaban en sus oídos los ecos ilusionados de sus hijos recién llegados del colegio. ¿Que hay de comida? ¡Mamá, mamá! ¿Qué comemos hoy? Un almuerzo estupendo hijos, pastel blanco con pasas de Estambulse oyó inventar mientras pensaba en la mejor manera de triturar los restos del arroz blanco y el pollo del día anterior, de forma que conformara una masa que adornaría con esas pasas de Málaga que le habían regalado hacía un año y que parecía iban a durar eternamente. Mientras esto pensaba, terminaba de cambiarse de ropa y guardar apresuradamente el papel de regalo que había comprado en el todo a cien próximo y con el que pretendía envolver los libros de segunda mano que, en perfecto estado, había adquirido en la librería de viejo y con los que simularía recién comprados libros para el segundo de ESO de su hija mayor. En un pis-pas había transcurrido el almuerzo y casi sin descabezar un sueño sonó el teléfono. Leonarda ponte ante la cámara que estamos en el aire. La webcam recibió su imagen tras el tiempo que transcurrió para que ella se pusiera sus perlas azules a juego con el bolso y aquel anticuado chal de su madre, así como la peluca de cabello corto y rojizo mediante la cual se convertía en Adaluz. Detrás, el entramado de ramilletes de colores rosados y naranjas, verdes y amarillos conformando una simulada varita mágica gigante, todo estudiado para ambientar su pose. Miles de telespectadores de aquel programa televisivo de ámbito local, se conectaban a la hora de la siesta para contarle sus cuitas y pedirle consejo. Ella tenía los

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problemas perfectamente catalogados, y casi no necesitaba oír más que el inicio del tránsito de sus clientes, cuando ya tenía la respuesta preparada. Todo lo hacía muy científicamente, no en vano había estudiado Trabajo Social y después, cuando su marido se marchó con la vecina, completó sus estudios con la carrera de Psicología, a la que se acogió para aumentar sus posibilidades profesionales y resolver sus íntimos conflictos. Ello era el motivo de que se pudiera, a día de hoy, permitir ciertos lujos, ya que pasaba una consulta de psicoterapia en un gabinete privado del centro de la ciudad y paralelamente obtenía un sueldo de la administración por su trabajo de Asistente Social para la Diputación. Un trabajo éste último bien pagado pero que la satisfacía escasamente, ya que raramente lograba resolver los problemas insolubles de la población a su cargo. ¡Que no tengo una varita mágica! Se oía decirles a sus tutelados, una y otra vez. En la consulta privada todo era distinto, algo se lograba, algunas veces sus clientes conseguían tomar distancia de sus conflictos y desde esa lejanía ponerle solución o ignorarlos, porque, como ella decía, Para cuatro días que vamos a estar en éste charco no merece la pena preocuparse. En cambio, su programa televisivo como Adaluz le daba muchas sorpresas. Su clientela, salvo raras excepciones, solía ser femenina, y los problemas del amor los más relevantes; algunos eran con los hijos, o el trabajo, o con los padres, pero nada como el tema amoroso y los conflictos sexuales que en aquella pantalla se tocaban de una manera mucho más cruda que en su consulta privada. Y sí, también solía resolver en ese ámbito; podría decirse que allí era donde realmente se comportaba como un Hada Madrina. Finalmente, después de todas esas reflexiones de Leonarda consigo misma, mientras se terminaba de enjaretar la peluca, oyó con asombro como al otro lado del

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hilo sonaba una voz que le resultaba extremadamente cercana... tan, tan cercana, que incluso pudiera tratarse de su antigua vecina y actual mujer de su ex - marido. El problema residía en la desidia de él para con ella. Según la interlocutora, éste parecía ausente, como si ya hubiera perdido todo interés por ella. Adaluz no se amilanó, no en vano era una profesional ante todo, y los temas personales no tenían por qué inmiscuirse en su trabajo. ¿Tiene tu pareja un lunar en la axila con forma de estrella?preguntó Adaluz en un tono distante y científico. Hubo un silencio al otro lado del hilo y luego una voz que parecía mezcla de sollozo con alborozo. Sí, ¡sí que lo tiene! Ahora la voz había enmudecido esperando más datos o instrucciones, se notaba su respiración agitada al otro lado del hilo. Pues prepárale un par de huevos fritos con patatas para cenar, y luego un zumo de naranja natural para el postre. Cuando esto hayas hecho, le pones unos cojines mullidos para que se retrepe y le instas a que se tome un coñac. Sí, sé que te va a decir que no, que no le conviene, que si el colesterol y demás zarandajas. Tú lo convences de que por un día no ha de pasar nada... Y luego, cuando se lo esté tomando te pones a pintarte las uñas de los pies delante de él, veras que la cosa no falla. Estoy segura que está taciturno hace tiempo, como añorante del pasado, es cosa corriente, los hombres a cierta edad añoran cosas que tuvieron los que las tuvieron, y añoran lo que nunca tuvieron quienes se mantuvieron firmes en su línea tradicional. Hazme caso. Ya me contarás.

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Al día siguiente Adaluz, nada más ponerse ante las cámaras recibió la voz de su antigua vecina y, desde hacía ya cinco años, actual compañera sentimental de su exmarido. La voz sonaba emocionada y feliz. ¡Adaluz!, ¡Adaluz! Eres mi salvadora, nunca sabrás cómo te agradezco cuanto me has ayudado, ha sido una formula mágica. Él ha vuelto a pensar en mí, ha dejado atrás esa extraña ausencia, he vuelto a interesarle física y humanamente. Mil gracias Adaluz, eres una verdadera Hada Madrina. Adaluz, al terminar su sesión se quitó la peluca y demás aditamentos para dirigirse feliz a atender sus tareas de ama de casa, ya estaba segura de que su marido no volvería a llamar so pretexto de interesarse por ella y por los niños cómo estaba ocurriendo en las últimas semanas ¡Pues sólo faltaba eso, que quisiera volver con la culpa y las añoranzas a meterse en nuestra vida! Sí, la mía y de mis hijos. De vuelta ahora con los deseos antiguos..., que si los huevos con patatas, que si lo seductor de mis pies... ¡Anda y que se quede con la vecina, que se lo ha ganado a pulso!

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