FAUNA IBÉRICA / 4 / Por el Dr. Rodríguez de la Fuente
O LIE6UE A SER JEEE DE UNA MANADA DE LDBDS L
o s zoopsicólogos son pacientes investigadores que consagran su vida ai e s t u d i o del alma a n i m a l . La ciencia que c u l t i v a n es ya vieja, pero sus métodos han s u f r i d o un c a m b i o radical en los ú l t i m o s t i e m p o s . Las observaciones clásicas de zoopsicología se realizaban en confortables l a b o r a t o r i o s , donde se sometía a los animales en e s t u d i o a una serie asombrosa de pruebas y de tests. Ratas, conejos, c l i i m p a n c é s , perros y gatos eran i n t r o d u c i d o s en ingeniosos c o m p a r t i m e n t o s laberínticos con semáf o r o s , direcciones p r o l i i b i d a s , zonas azules y desviaciones provisionales, tan complicadas a inesperadas c o m o las de M a d r i d o las de cualquier o t r a ciudad cuya c i r c u l a c i ó n se encuentre en plena fase e v o l u t i v a . Según la rapidez con que ios sujetos de e x p e r i m e n t a c i ó n iban superando las t r a m p a s y novedades del t r á f i c o y c i r c u laban por los complicados i t i n e r a r i o s e n t r e sus comedores, bebederos y dorm i t o r i o s , se les concedían unos d e t e r m i nados niveles psíquicos. N a t u r a l m e n t e , estos estudios referentes a la o r i e n t a c i ó n y la m e m o r i a , se c o m p l e t a b a n con toda una serie de p r u e bas c o m p l e j í s i m a s y hasta m u y d i v e r t i das para ilos investigadores. Los c h i m pancés debían e m p a l m a r tres cañas y subirse sobre un cajón para alcanzar una banana colgada del techo. Las ratas llegaban a tocar una campanilla para ped i r c o m i d a y accionaban una polea para extraer el agua de un pozo. Las carpas pulsaban un t i m b r e con el hocico y recibían una l o m b r i z c o m o p r e m i o .
Con todas estas experiencias se crearon unos a n i m a l i t o s cómicos y aplicados que no tenían ninguna semejanza con sus hermanos salvajes. Sus proezas psíquicas podían quizá manifestar lo que es capaz de hacer un animal en el labor a t o r i o , pero no en plena naturaleza, que es donde su vida se desenvuelva. El p r o f e s o r austríaco K o n r a d Lorenz r e v o l u c i o n ó el c a m p o de la zoopsicología al adoptar un sistema d i a m e t r a l mente opuesto al t r a d i c i o n a l . En lugar de traer los animales a su m u n d o , se fue éi al m u n d o de los animales. Nada de tests, e n c r u c i j a d a s , ni complicados aparatos. Observación detenida, d i -
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El profesor Konrad Lorenz y su famosa hija adoptiva, la oca «Martina».
recta, sin m o d i f i c a r un ápice la conducta de las c r i a t u r a s silvestres. El holandés T i n b e r g e n , el francés Remy Chauvin y toda una generación de jóvenes y tenaces investigadores siguieren los pasos del m a e s t r o g e r m á n i c o . Observar a los ainimales en plena naturaleza concede a la ciencia un aire m u y d e p o r t i v o y agradable. Pero esta i m p r e s i ó n sólo es válida para una corta t e m p o r a d a en p r i m a v e r a o v e r a n o . Porque, la paciencia, la resistencia f í sica, el desprecio de la i n t e m p e r i e y el p e l i g r o de que hacen gala los m o d e r n o s zoopsicólogos, exige de estos h o m b r e s unas cualidades poco c o m u n e s . El biólogo nato ha de ser necesariamente un e n a m o r a d o de la naturaleza. El contact o d i r e c t o con la fauna es para él tan necesario c o m o r e s p i r a r . Y la sensibilidad, imaginación y c u l t u r a de estos investigadores han hecho de algunos de ellos, c o m o el p r o f e s o r Lorenz, b r i l l a n tes escritores, charlistas o realizadores cinematográficos.
EL PROFESOR LORENZ Y SU «HIJA» LA OCA « M A R T I N A » Cuando e l . profesor Lorenz t o m ó la decisión de incubar una decena de huevos de ganso salvaje, ya se hacía cargo de las responsabilidades que este t r a b a j o le iba a acarrear. Pero no podía ni siquiera sospechar que para uno de los pollitos se iba a t r a n s f o r m a r en una m a m á ganso o m a m á oca, c o m o ustedes q u i e r a n l l a m a r l o . Los veinte huevos de la experiencia habían sido repartidos e n t r e una oca doméstica y una pava blanca. La oca incubaría sus diez huevos hasta el nac i m i e n t o de los gansitos salvajes, que tenía la m i s i ó n de c o n d u c i r y c r i a r . A la placentera pava, le ' p r o p i n a r o n el disgusto' de q u i t a r l e los suyos dos días antes de la eclosión para meterlos en una i n c u b a d o r a . Pero es que el profesor Lorenz se disponía a pasar las cuarenta y ocho horas en vela, a n o t a n d o cuidadosamente todos los pormenores del n a c i m i e n t o de los gansitos. Dura-nte la ú l t i m a fase de la observac i ó n , el e x p e r i m e n t a d o r c o n c e n t r ó su atención en uno de los huevos. Fue siguiendo el í m p r o b o esfuerzo del gansito que, con la parte d u r a de la punta del pico, el d i a m a n t e , iba f r a c t u r a n d o la cascara en su polo más o b t u s o , hasta hacerla saltar c o m o una tapa. Secó el pl'umón y las frágiles p l u m i t a s del recién nacido c o m o ;Io hubiera hecho su p r o p i a m a d r e , para t e r m i n a r depositánd o l o b a j o une c o n f o r t a b l e almohada eléctrica donde debía t e r m i n a r el secado. La o q u i t a clavó sus grandes y oscuros ojos, m e j o r d i c h o , uno ds sus o j o s , com o hacen las palmípedas cuando m i r a n con atención, en el corpachón del investigador austríaco e i n m e d i a t a m e n t e e m i t i ó un v i v i v i v i v i . . . de satisfacción, c o m o hubiera hecho b a j o las plumas de
FOTOGRAFÍAS DE PAUl RICKEMBACK - DIBUJOS DE JOSF ANTONIO LAIANDA 98
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la pollada, se sucedieron diariamente. Konrad Lorenz llegó a saber más que ningún otro hombre acerca de las costumbres y el lenguaje de los gansos salvajes. Y descubrió también un fenómeno que llamó la impregnación, y que hoy se acepta umversalmente como una ley: si 'Un animal recién nacido entra en contacto inmediatamente con un ser humano o un individuo de cualquier otra especie y recibe de éste calor, nutrición y defensa, le considerará ya durante toda su vida como a su propia madre y como a un miembro de su propia estirpe.
LOS HERMANOS «SIBILA» Y «REMO» LLAMAN A MI PUERTA
«Sibila» y «Remo», pocos días después de iniciar el proceso de la impregnación psíquica, fenómeno descubierto por el profesor Lorenz y aceptado umversalmente.
Se descubre el fenómeno de la Impregnación su propia madre. Esto recordó al profesor que ya er^i tiempo de reunir al gansito con sus Inermanos, al amparo de ia oca doméstica. Entonces ocurrió lo inesperado. Mientras el doctor Lorenz dejaba su oquita entre las pliumas del ama de cría, la ¡pequeña seguía piando de satisfacción, pero, tan pronto como se alejó a grandes zancadas, la bolita de plumón salió corriendo y, con las ali100
tas entreabiertas, dando trompicones y gimiendo de un modo desgarrador, se metió entre sus botas. Cuando el profesor la recogió, volvió a piar con ternura y alegría. Todos los esfuerzos encaminados a reuniría con los miembros de su propia especie fueron inútiles. Para «Martina», que así llamó el profesor a su hija adopjtiva, no había más madre que aquel ser colosal de anchas espaldas, barba entrecana y un metro noventa de estatura. En el campo, en el despacho, en el laboratorio, el profesor Lorenz tuvo constantemente a «Martina» muy cerca. Le esperaba con infinita paciencia. Y le seguía por todas partes con la misma constancia y fidelidad que sus hermanos acompañaban a la oca doméstica. Le hablaba en el idioma de los gansos, que el sabio iba grabando meticulosamente en sus cintas magnetofónicas. Las excursiones por el bosque, los baños en el Danubio, reunidos con toda
La voz estentórea de Jesús Martín Fernández de Velasco sonó como un trueno, a las siete de la mañana, en el auricular de mi teléfono. Y aunque sé que una l l a m a d a madrugadora de «Chus» lo mismo puede significar un descenso del Duero en piragua que una expedición al Mato Groso o a la Guinea, jamás hubiera adivinado la sorpresa que me reservaba el caballero de Valladolid. —Tengo dos lobeznos para t i ; se los acababan de robar a la loba unos pastores del Bierzo y los ^he rescatado. —^Pobres lobos, perseguidos durante siglos a sangre y fuego... Pero es que ahora mismo salgo para un rodaje, en Credos. —Nada de rodajes, estos bichos están deshidratados, muriéndose de hambre. Sólo tú puedes sacarlos adelante. Cuatro horas más tarda rodaba a ciento veinte por las rectas de Olmedo y Arévalo, con el -Horiqueo desconsolado de dos iobeznos como música de fondo. En el soto de Medinilia, bastión de mi amigo «Chus», se había intentado darles leche de vaca, pero la tomaban muy mal y -ios infelices animalitos perdían vitalidad por momentos. La primavera de finales de mayo se metía a raudales por las ventanillas de mi coche. Coleópteros de élitros metálicos y mariposas amarillas chocaban contra el parabrisas al pasar por los pinares. La mancha viscosa de sus cuerpecülos aplastados se veía en contraluz como -una preparación histoilógica. Miles de 'huevecillos escapaban de los abdómenes grávidos. Fuera, cruzaban los abejarucos y las oropéndolas con avispas y lombrices en el pico para sus pollueios. Y mis lobeznos seguían llamando desesperadamente a su madre. Devorando las rectas de Valladolid me parcataba más que nunca del verdadero significado da la primavera: maternidad, tregua para los cachorros y para las madres, paz para las familias en formación, benignidad para la crianza y educación de los nuevos seres. Pero el lobo no tiene paz ni en primavera; en esta época se le asedia más que nunca; se registra minuciosamente su territorio para descubrir su carnada
y eriermlnarfa. Se trata de acabar, por lodos los medios, con la estirpe del proscrito. Los alJmañeros saben que en prU mavera las lobas son más vulnerabl&s por fa solicitud con que cuidan i su^ pequeños. Y les riEnden trampas, las esperan con escopetfl! cerca de sus cubiles. La caniflda completa y la madre constituyen un verdadero b o t í n ; un cuantioso premio en metálico. Las pobres lobas no íienen tiempo ní para amamantar, van y vienen enloquecidas con l05 lobeznos tiernos y palpltanias colgados de las fauces, Jes cambian de sillo, uno a uno, hasta cinco veces en el día. Los machos tratan de alimentar a su compañera al paso, y, donde la encuentran, regurgitan el contenido del es-^idmago y vigilan mientras la loba come. Esta guerra Implacable termina, generalmente* con la muerte de los lobeznos VJ muchas veces, de la pareja de lobos. Para estos animales la alegre primavera es la época más dramática del año. Muchas veces había tratado de explicarme el origen de este odio milico que el hombre siente por el lobo. Porqua, durante mi infancia, había escuchado innumerables relatos que pintaban al lobo como un carnicero cruel y sediento de sangre. Los pastores de los altos páramos de Burgos me habían contado con toda clase de pormenores algunas matanzas que. por su magnjjud, perte^ nacían ya a la le/enda. Una noche gélida, los lobos escarban con ardor en la pared de un gran corral aislado en el páramo. Trescientas ovejas se amontonan, se apretujan aterrorizadas contra la pared opuesta. Su paso hace saltar la puerta, Én la oscuridad, huyen despavoridas, ladera abajo, como un torrente espumeante. Los lobos les dan alcance, Y matan, degüellan sin cesar, fracturan cuellos sin'detenerse ni a comer. Al día siguiente, entre el pueblo y )a majada, se tiende un serpenteante camino formado por clenio cincuenta cadáveres.
„Rúmulo», «Diana* y "Caperucita Roja-, se muestran tranquilos y satisfechos en el regazo de su madre adoptiva, a la que conocen y aceptan perfectamente como tal.
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Lia lobas no tienen tiempo nJ pai-a amamantar a aua cachorros. Van y vienen enloquecidas, con loa Jobeónos ticrLas lo nos y palpitantes coJiJgados de las fauces, y los cambian de sitio varias veces al día huyendo de la petsecudíin
El lobo, noble, inteligente y poderoso cazador C u a n d o una loba nos roba un cord e r o — m e decTan— se lo lleva v i v o para ensañarse con él antes d e darla m u e r t e Son a s t u t o s , m a l o s , aseguraban; una loba vfeja^ f i n g i é n d o s e cofa y haciendo carantoñas, t i r a del m a s t í n . A la vuelva del c e r r o le esperan dos machos q u e no? m a t a n el p e r r o y de)an el rebaño sin defensa. Sin e m b a r g o , t u a n d o comencé a interesarme por la b i o l o g í a , leí en p u b l i caciones de autores dfgnos de i o d o créd i t o — n a í u r a l í s i a s d e c a m p o — que el lobo era un a n i m a ! n o b l e , c a p a ; d e integrarse en grupos y manadas d e c o m pleja j e r a r q i í i r a c í ó n s o c i a l , lo cual indica u n a l i o d e s a r r o l l o d e la ¡nreligencía. Y en una ocasión, en pleno páramo^ con p r í s m á t k o s de l a r g o alcance, había [ e n i d o une v i s i ó n fugaz, p e r o i n o l v i d a ble, de un v i e j o l o b o . C o r o n ó una loma f r e n t e a m i c ^ s e r v a t o r i o y se quedó como petrificado un instante, m i r á n d o m e . En sus o j o s , de color, de á m b a r c l a r o , había una expresión [an p r o f u n d a de i n r e r r o g a c í ó n y d e t r i s t e z a , que j a m o s se ha b o r r a d o d e m i m e m o r i a . El t r á f i c o d e la Castellana a r r a n c ó d e un m a n o t a z o m i s evocaciones, Pero ya ^abía con toda c e n e j a lo q u e iba a hacer c o n m i s lobeznos. K o n r a d L o r e n í m e había e n t r e g a d o Ifl llave q u e me p e r m i ¡iría p e n e i r a r en el desconocido m u n d o del l o b o . Si haciéndose m a d r e de un g a n s i t o salvaje, el p r o f e s o r austríaco había c o n o c i d o el lenguaje y las cost u m b r e s de los gansos, y o t r a t a r í a de s u s t i t u i r con loda s o l i c i l u d a la loba p e r d i d a p o r mis cachorros y, si aún estaban a t i e m p o d e s u f r i r un proceso de i m p r e g n a c i ó n p s í q u i c a , m e h a b l a r í a n en su i d i o m a , me harían p a r t i c i p e de sus rílQs, c o m o sí yo f u e r a un m i e m b r o de su p r o p i a razaPor p r i m e r a vc^ en mí vida veía la posibilidad de aclarar un misterio que me había v e n i d o a t o r m e n t a n d o desde la i n f a n c i a : ¿era el lobo u n asesino i m p l a c a b l e , cruel y vengativo o un noble y poderoso ca?:\dor c f l f u m n i a d o y perseguid o hasta el e í t t e r m l n i o ? D u r a n t e el v i a j e t a m b i é n tuve t i e m p o de buscar dos n o m b r e s para mis l i i j o s a d o p t i v o s . La h e m b r a se llamaría «Slbilai», en honor a Id perspicacia y fas desa r r o l l a d í s i m a s capacidades para la p r e v i s i ó n que a d o r n a n a las lobas salvajes El m a c h o r e c i b i r í a el n o m b r e de aRemo», el f u n d a d o r de la C i u d a d E t e r n a , a m a m a n r a d o p o r una loba^ft9
El ]oh*^no (omA ávidamente sn biberún eji b n z o ^ de la e^pos!l tleJ Dt, De I» Fuente, DOS LOBEZNOS HUÉRFANOS ELJGEN A SU NUEVA MADRE He de confftsar que, en la crianza de í S i b i l a p y «Remo», m i s obligaciones no f u e r o n [an pesadas c o m o las def p r o f e sor L o r e n í con o M a r t í n a » . En realidad nunca llegué a saborear las delicias de ta m a t e r n i d a d r M e l i m i t é a ser un respetado y q u e r i d o lobo padre Eso sí, p e n d i e n t e , en t o d o m o m e n t o , del bienestar de m i f a m i l i a . Pero estos p o r m e n o r e s ya los irá conociendo el lector si tiene la aina^ b i i i d a d de seguir el r e l a t o de m i experiencia." En la Estación Zoológica del Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Ca?3, t o d o estaba p r e p a r a d o para r e c i b i r 3 ! o í lobeznos: u n a a m p l í a cefiha con rapa p r o vista de una buena cama de bálago, dos biberones, un bote de pelargón. v i t a m i ' naa, f á r m a c o s diversos y una suave esp o n j a para la t t o i l e t t e » M i c k y , m i novia e i m p r e s c i n d i b l e c o l a b o r a d o r a , y el fiel Frutos, m i ayudante, se habían encargado de TodoCuando a b r i m o s el c a j ó n donde habían v i a j a d o los c a c h o r r i t o s , una secreta desilusión se a p o d e r ó de iodos noso t r o s : estaban sucios, malolientes, delgados, con tos o|illos tristes y velados. I n m e d i a i f l m e n i e i n i e n t a m o s darles el b i b e r ó n , pero si 1*5 cogíamos en brazos,
se d e b a t í a n y m o v í a n las pasadas cabecitas con tal energía, que resultaba mal e r í a f m e n t e i m p o s i b l e meterles la letína en la boca. Si los d e j á b a m o s en la cesta, se refugiaban en u n r i n c ó n , g i m i e n do, y hacían caso o m i s o de aquel frasco d o n d e se encerraba su ú l t i m a o p o r t u n i d a d de v i v i r . El i n s t i n t o d e conservación d e los lobeznos se aferraba desesperadamente a la v i d a , pero no conocía más procedim i e n t o que el de Mamar incansablemente a la m a d r e . Un ser cuyo c a l o r , cuyo tacto V o l o r no hallaban sn n i n g u n o de nosotros. F e b r i l m e n t e pensaba yo en lo que hace una loba o una sencilla perra con sus c a c h o r r i l l o s ; les calienta, les a m a m a n t a , les p r o t e g e . . . |les lame! A q u í p o d í a e5(ar la j;lave de nvesTro éxito. Pero no se a l a r m e n ustedes; a f o r t u nadamente no tuve que pasar detenidamente m i lengua por- el sucio cuerpecillo de los lobeznos. Teníamos una esponja y agua tibia Y, con toda m e t l c u f o s i d a d , M i c k y fue acariciando con elfa !a t r l p í t a y, sobre todo, los o r i f i c i o s narurafés de los c a c h o r r í t o s , c o m o habíamos v i s t o que las perras hacen con sus h i j o s . El resultado fue t e a t r a l : al c o n t a c t o de la esponja, húmeda y caliente, í S i b i las y í í R e m o - se r e l e j a r o n y, p o r p r i mera vez, e m i t i e r o n una vocecjia dulce que, c o m o c o m p r o b a m o s más tarde, re-
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La pi^qucña «Sibila^ íic a l l a n t a en La mano mnaferna» p a r a l o m a r el híberñn. Ha aprendido ya a alimentarse como un bebé. flejaba \3 más profunda íatisfacción. CreiniOí que había llegado el momento de ofrecerles nuevainenle el biberón. Esta vez fue muy fácil rnetérselo en la beca, pero ninguno de los dos híio el menor movimiento de succión. Les dejaba Tan indiferenles como meterles un trozo de madera. Y si les echábamos el pefargón en la boca se atragantaban y iDsf'a-n aparatosamente. En nuestros ínierminables manefos con el biberón, notamos que ya apuntaban en SU5 encías los dienlecíí'os y SE nos ocurrid ofrecerles carne, Al fin y al cabo eran carnívoros y sus padres comienzan a darles este alimento en cuanto llenen dientes. Frutos salió forripnrifk ¡* comprar un buen filete magro, mientras mi novia y yo terminábamos ta limpieza de nuestros hijos adoptivos. La carne no les atrajo lo más mínimo. Pese a que estaba perfeclamen]e picada la retenían en la boquita sin tragarla, para terminar devolviéndola —¿Cómo traen los lobos la carne a sus hijos?—me preguntó Micky. —En
el
esiómago—le
respondí—.
lobeznos, que sientt^n p;iíiíín par f\ juepD, se divU'rtcn con N biberón vacio. IJOS
Desde cachorritos, los lobos son m u \ ceremoniosos. "El beso» es uno de los rilijs má-í i m p o t i a n l t s i^n él complicado saludo matutino. A vetees, el besuqueo se hace tan in-sístentE, qve él papá lobo tiene que defenderse como puede de las reiteradas muestr&s de cariño fillaJ. Y si uno de sus hijos se queda dormido sobre su espalda I p i g i n a coniisUB), no debe moverse hasla que la crialura se despierte. > j ^
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"Sibila" y "Remo" eligen a su madre adoptiva
Sin decir L>na palabra mes, Micky, arit e[ asombro de Frutos, comeníó a íscupir sctorfi la carne picada y la mezcló íntegramenie con su saliva, O i r o golpft de teatro: [os cachorros se la bebieron materialmente; ei.c]jllían can de prisa y con lan vtsiblí íalisfacción, qu& no n05 daban tíemi-j de colocar puñados delante de su» liocícoa. Fruto? salió, esta vez voland::j hacía ia carnicería. Se -nos había qu¡t.ido a todos un gran peso de encima.
Cuandü llegan al c\jb\\ devuelve-i la caza que han comido^ en grand^: [raiosLa loba vuelve a masticarlo 't.-lo, para Irirurarto mejor, y se lo va d-s -do a los cachorros.
Sólo entonces me dí cugn'3 de que m i papel en la crianza de 'Slbífao y «Remo* se había decidido aquella mañana. Los lobeznos ya habfan elegido a su madre. HecHos dos boMras se habían quedado profundamente do'nnfdoí sobre el regazo de !^\cky. Para mi -i^via, la ex-
periencia resultó faligosflH pero apasionante. Y, i o b r e iodo, muy Instructiva, Hoy es mi mujer y osla criando d nuestra primera hija, como si no hubiera hecho otra cosa en su vida.
MIS PRIMEROS PASOS EN LA MATERN[DAD ANIMAL En fa primera comida de íSibÜa» y «Remo» tuvimos ya la oportunidad de aprender afgo nuavoí la saliva humana líens un gusto muy parecido a la saliva lobuna. En otro caso no hubiera despertado el apetito de lo^ cachorros. Y tambián nos eapücamos la costumbre que tienen las madres de lodos los puebíos primitivos dei mundo, desde
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Los lobeznos ronroneaban igual que bebés los esquimales a les pigmeos. Mastican cufdadossmenle los alimentos anteí de meierlos en la boca de sus hijos, Y asios aceptan con saTísfacción absolutamente todas las niaieria^ rnaislkadaí por sus progenitoras.
la hora del recreo. Los lobeznoh salen alegremente de su tibio ceslo.
Esta mecanismo para iniciar a los lactantes en la alimentación eAíraldctea, está exiendido en muchísimas especias animales. Los cánidos transportan la carne en el estómago, como hemos visro; los felinos lamen detenidamente la parte de la presa que van a comer sus hijos, los simios llevan los frutos en los abazones o bolsas bucales, los herbívoros mordisquean y ensalivan las primeras hierbas que, muy cerca de sus hocicos, van arrancando y comiendo sus
Con !a nia>or t e m u r d , eRemo» saluila a sa m a d r e adoptiva con t'l hcNO de eada dia, muy contenlü y cariñoso pnr vcrJa de nuevo.
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pecfueñoí. Es algo asi corno si el sabor de la saliva mflterna fuera una luz verde; esio se puede comer. La experiencia de Jos adultos es valiosísima para poner a J05 pequeños a salvo de ingerir SüSTancia^ róxica^ o per[udíc¡ale$. Después de una hora de ínrnovilidad, con fos lobeznos sobre su falda, Micky errips^aha a cansarse, asi que decidimos meierfos en su confortable cesta, equipada con una maniUa elécTrica. A los dos minutos comenzaron a llorar tan dasconsoladámenle como cuando venían en mr cocine. Y no se callaron hasta que MickY meíió la mano bajo la manía y comenzó a ecaridarles. Entonces daban la señaJ de satisfacción: un ronroneo increíblemente parecido al de los bebés humanos, quizá algo más leve y aiiplado. Pero, como ésie, sumamente agradable e incitador a la protección y ia caricia. El llanto» en cambio, un hüíijü, agudo e intermitente, era exrrañamenle desaíonador e inquietante; no se podía aguantar durante unos minutos sin tratar por lodos fos medios de consolar a los lobeznos. Pero esto< al f i n y al cabo, forma parte ele o t r o hermoso mecanismo universal que afecta a los bel^és y a las madres de todas las especies. Todos ios cachorros del mundo^ lo mismo un
perrito que un leonclllo^ un osezno^ un cabrílillo, un boche o un niño, tienan un aspecto fltrayente Cfue mueve a cualquier adulto normal a la caricia y la protección. Su respiración rápida, su ronroneo, su contado nos llena de un placer desconocido que sale de lo más profundo de nuestro ser. Su queja, su llanto, su demanda de auxilio, es como un S. O, S, universal ai que atienden todas las hembras y respetan todos los machos. Esto explica las frecuentes y extrañas adopciones que se descubren cada día. Una perra amamanta un cerdito, una cabra a un macaco, una loba a un niño.,. La Naturaleza pone en juego todos sus recursos para proteger' a los indefensos cachorros, a unos ^eras que, separados de sus madres, están condenados inexorablemente a muerte, Y se necesitan unos lazos muy fuertes, unas leyes universales que saltan por encima de la frontera de las especies, para asegurar la perpetuación de la vida. Conociendo el significado de la saliva materna, el biberón no fue ya problema: Micky metió unos iníiantes la tetina en su boca y los lobeznos succionaron con verdadera ansiedad. Naturalmente, nuestros proyectos de guardar a los cachorros en la enorme y aco-
gedora cesta hubieron de ser cambiados radicalmente. Como siempre tcnEan que estar a la vera de Micky, fes compramos una ees ti i a de mano en la que podia transportarlos cómodamente. Ellos sabían muy bien que estaban cerca d» su madre. Y no hubo problemas en lo que se refiere a la limpieza de la cesta. Estaba generalmente impecabls. A cualquier criador de perros le parecería imposible que dos cachorros de quince días vivieran constantemente en un cestito srn ensuciarlo, pero esto se explica al conocer los ordenados mecanismos que rigen las costumbre^ de los lobos. Cada tres horas, lo mismo de día que de noche, Micky daba a los lobeznos el correspondiente biberón- Antes de hacerlo, les acariciaba tos o r i f i cios naturales con una eiponjita tibia, como lo había hecho «I primer día. Bajo este estímulo, los Jobitos relajaban sus esfínteres y hacían sus necesidadesY, normalmente, si eran estimulados con ta debida periodicidad, permanecían en el cestito perfectamenie limpjos. Es sabido que las madres animales Ingieren esiss sustancias que. a su vez, estimulan su secreción láctea. El pelargón, la carne y las vitaminas hicieron pronto su efecto, rcSibüaj» y aRemo» engordaron y crecieron con in-
En su parcela de la E s í a d ó n loalúeica de la Casa de Campo, los lobeznos saltan de alcería anle el plato de comida que lIcRa.
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I n<r lobexnDü c o m p a r t e n la comida sin pelearse* En el ^ r u p a oxislc un orden social que le^ pone a salvo de cualquier anarquía.
La ceremonia diaria del saludo ritual creíble rapidez y, ^parentemenre, tan felices como si ealuviEran en los monie? del 6¡er;o, Pero había un alimerMo que, para eWoi. era también muy noccsario, Y ése debía de proporcÍDnarselo yo mismo. Era el juego-
TAMBIEN EN LOS ANIMALES EL JUEGO ES ALGO VITAL Se ha comprobado que, en ]os animales, fo mismo que en los seré? humanos, el juego tiene una importancia Vital. Es como una preparación, un entrenamiento para las luchas que deparará la vida. Pero no un entrenamiento limitado a fortalecer los músculos del
que lo pracíica. Es un eiercicío imprescindible para alcanzar el equilibrio nervioso y el completo desarrollo de la personalidad. En los niños, gran parte ,de] juego está complementado por la educación. En ios animales, educación y juego tienen el mismo significado. Lo aprenden [odo jugando. Para ellos, ei aprendizaje es la manera más afegre y divertida de pasar ei tiempo. Un c f c h o r r o aislado de sus semejantes, privado de todas las posibilidadaí de jugar, cae en un marasmo profunde que puede conducirle a la muerte, y, si llega a adulio^ estará seriamente incapacitado para la reproducción y para la convivencia con los miembros de su especie. Pero antes de hablar de los violentos, sorprendentes y^ para mí, didácticos juegos de mis tobos, voy a permitirme una libertad cronológica en el relato. Para completar mi estudio sobre las relaciones sociales de ios lobos, al año siguiente de criar a «Sibila» y «Remou, recibí cuairo cachorros más; les llamamos "Rómuloa, sMoawliit, <iDlana> y "Caperucitav, y eran hijos de dos lobas distintas. Fueron capturados a los pocos días de nacer. Su crianza fue semejante en todo a'la de ^Sibila-* y aRemoj, salvo que, al ser más jóvenes, la impregnación
psíquica fue más perfecta en elioi. Al describir los juegos y costumbres de ios lobos jóvenes, me referiré a estos cuatro cachorros a la vez que a iSibila» y ífRemo», A los dos meses de edad, fos lobeznos soportaban ya muy b¡«n la soledad durante la noche y tomaron posesión de un confortable y soleado cuarto en la Esladón de Zoología. Cada día dormían manos y jugaban más. Había llegado el momento de iniciar- mis obligaciones de papá lobo. En cuanro llegaba a la Estación, a primera hora de la mañana, salían a recibirme a toda la velocidad que les permuían sus patitas, todavía torpes, y tenia lugar la ceremonia del saludo ritual; arrastrándose sobre el vientre se iban acercando a mis pies, ladeando la cabeza y emitiendo una voí característica que podría interpretarse por un h u m . , , , h u m . . . , h u m , , , , h u m , . . , pronunciado con la boca cerrada. Este sonido es ei rnás ¡mporianre para la comunicación oral entre los lobos; como veremos más adelante, el significado varía según su tono y duración / , sobre lodo, con la actitud del cuerpo y la mímica del rostroEi saludo matutino de los lobeznos. postrados ante su padre, que, en su
Los lobos también saben «sonreír»: ésta es la sorprendente «sonrisa del lobo», ese noble animal tan injustamente perseguido. mundo, es a la vez absoluto dueño y señor, podría significar en el 'lenguaje humano: «so^mos tus hijos, tus fieles servidores, perdónanos si hemos hecho algo mal y dígnate jugar con nosotros». Mientras yo permanecía en pie, inmóvil, los gestos de sumisión y los gemidos se iban acentua^ndo, hasta que los pobres lobeznos, torciendo cada vez más el cuello, terminaban tendidos tripa arriba, orinándose de temeroso respeto. Para ellos, mi iinmovilidad debía tener un significado amenazador, doloroso e insoportable. Naturalmente, no volví a someterles a parecida prueba en cuanto me percaté de su significado. Mi respuesta consistía en arrodillarme y permitirles que me dieran un lametón en el rostro. Esta parte del saludo es tan decisiva en los ritos lobunos, que la he llamado «el beso del lobo». Durante toda su vida, mis lobos, cuando me acerco a ellos por primera vez en el día, repiten todo el ceremonial del acatamiento, para termiinar con el beso. Entonces comienzan los juegos, que son sumamente variados. Pero de este tema continuaremos hablando la semana próxima. Félix R. DE LA FUENTE
Desde tiempos remotos, lobos y mastines, enemigos implacables, han escrito páginas épicas e ignoradas en la historia de nuestras serranías más agrestes.