TUKULPAN ZUGU

Page 1



Exposiciรณn colectiva

Daniela Meliang



Tukulpan Zugu hace referencia al ejercicio propio de la memoria, al diálogo entre temporalidades y espacios, a la recreación y reconstrucción de acontecimientos, y a la proyección de estos mismos en el tiempo. Tukulpan Zugu es memoria, es proceso, es construir historias, es hacerse cargo, es hacer justicia, política, sociedades y culturas. Es rescatar y respetar. Es, también, incluir, asumir. Tukulpan Zugu es memoria, pero siempre viva, siempre en ejercicio, siempre abierta y dispuesta a cambiar, a perder su referencia, a ser apropiada, recompuesta, a ser ficción, a asumirse ficción. Tukulpan Zugu es darle vida a distintos imaginarios y con ellos, formar historias, formar conciencias históricas. Valentina Izquierdo


Tukulpan zugu hace referencia al ejercicio propio de la memoria, dice Valentina en el texto inicial de este libro, al diálogo entre temporalidades y espacios, a la recreación y reconstrucción de acontecimientos. Re crear, re construir. La memoria como almacenamiento de recuerdos. Recordar como Record ar. Grabar y regrabar. Re memorar, re memoria. Convivir constantemente con el pasado, retroalimentarse continuamente de él. Re. Volver y revolver. Recordar tiene que ver con revolver el pasado. Revolver como desordenar, para rebuscar, para reencontrar, en ese espacio-tiempo que habita atrás pero que a su vez habita aquí, ahora, en el presente, que dialoga y convive también con el futuro.

Joselyn Torres

Daniela me explicó con sus palabras cómo entender esto que tenía en la cabeza, esto que había visto, esto que estaba pasando y cómo podíamos encontrar la forma de crear un relato colectivo a partir de eso. Toda imagen nos evoca a algo y nos evoca porque volvemos a encontrar ese algo que reconocemos en nuestra memoria. Entonces la nostalgia es lo que sigue. En una sociedad en confinamiento, estamos constantemente recordando, más que antes, más que siempre, porque al menos hoy y por fin, sentimos pasar el tiempo más lento. Lo que parecen años han sido meses y desde ahí empezamos a perdernos, pero también a encontrarnos dentro de la quietud y el interludio. Y recuerdas. ¿En qué estabas hace seis meses? ¿en qué estabas hace cinco?


Las redes sociales pueden ser una perfecta herramienta para la memoria. Rebuscar qué estabas haciendo tiempo atrás parece una versión tecnológica del sentarnos a hurguetear entre libros de fotos familiares, esos que escondemos por los rincones empolvados de la casa. Es buscar en el feed qué hashtag ocupaste en esa historia que hiciste ese día, esa que dejaste guardada en el archivo de tu Instagram, ni siquiera para que alguien más lo vea, sino para tú misma tener el recuerdo a mano y volver cuando se te plazca. La acción de compartir ese recuerdo me parece revivir la ternura de esa captura, pero también exponer y sobre-exponer un recuerdo casi privado. Tukulpan zugu como experiencia colectiva ha significado sentarnos a observar los recuerdos del otro y desde ahí entonces también indagar en los propios. Ha sido el ejercicio en sí, la acción de poner a trabajar la memoria usando como herramienta y como lenguaje, fotografías ajenas. Fotografías que en su momento fueron registro de otra acción, con otro sentido, con otro contexto –íntimo, social, político, económico– y que por esta ocasión pueden ser expuestas para la recepción de nuevas lecturas y relecturas. Ni tan distinto a subir una foto a Instagram, ni tan diferente a exponer una fotografía momentáneamente en una galería de arte. Ahora viene a quedar en el feed, ahora viene a quedar en el catálogo de esta recolección y este relato colaborativo. Relectura, releer, Leer, re Revisar, reconocer, re vivir La imagen en una fotografía análoga en la actualidad significa usualmente un recuerdo con tiempo, un momento en el pasado que decidiste detener para registrarlo y volver a él en algún momento indeterminado. Crear una fotografía análoga, por lógica técnica material, amerita un proceso desde la captura hasta la exposición en el papel fotosensible. Hoy, la imagen en la fotografía digital que frecuentamos en los medios masivos, apunta más bien al inmediato, a la urgencia del mostrar el ahora a una velocidad ruidosa.


El confinamiento nos ha mantenido en constante convivencia con la virtualidad, con las redes sociales y con el internet en su más amplio esplendor. Esa virtualidad parece ser otra sintonía de vivir la realidad y se muestra como un registro de ella. Queremos capturar y compartir cómo estamos sobreviviendo en la quietud y en la soledad de este extraño momento de la historia, pero también necesitamos evidenciar aquellos sucesos en que muchos se han aprovechado como si nadie los estuviese mirando, como si nadie estuviese presente, sin testigos ni denuncia. Estamos presentes, dice el registro. Estamos presentes y te estamos mirando, dice la viralización de ese registro. Re Revolver, revolucionar, re Evolucionar re La imagen como relato, la imagen como suceso, la imagen como testimonio. Daniela me contaba que toda esta reflexión materializada en exposición de arte, tenía mucho que ver con el despertar de la imagen viralizada en redes sociales como forma de protesta. Bajo el uso de un hashtag o de un challenge, se comienza a masificar una imagen, un texto, un color, un efecto, lo que se haya decidido colectivamente como método de acción. La imagen se transforma en un grito, en una denuncia, un descontento evidenciado en una acción virtual que toma mucha más relevancia cuando gran parte del mundo se encuentra en aislamiento social. Compartimos esa imagen ajena, la hacemos nuestra y la volvemos a compartir esperando que alguien más también siga el ejemplo. Y paralelamente, en ese mismo espacio y tiempo, nos organizamos y difundimos la información que nos invita a tocar la cacerola con una cuchara y hacer ruido por la ventana o, a sacar el parlante que reproduzca tal canción de protesta a tal hora, en cualquier territorio. Esta virtualidad, es por ahora nuestra realidad. En momentos en que la revolución se palpa en nuestros sentidos y prácticamente en todo el territorio, la necesidad de seguir removiendo nos parece vital.


Desordenar para de alguna forma volver a ordenar. Remover como reformar y refundar. Remover como agitar, alterar y conmover. Revolucionar. Pero revolucionar desde la quietud, desde la pieza, desde el escritorio, desde la cama, porque no importa cuánto hayamos juzgado alguna vez los activismos virtuales, en la actualidad se han transformado en una necesidad o en una resolución momentánea a esa necesidad. Reproducir y masificar una imagen es el gesto y la acción más ruidosa que podemos hacer hoy bajo nuestro contexto pandémico apocalíptico. Hoy más que nunca podemos y debemos entender la imagen, cualquiera sea ella, como una declaración. La imagen, la fotografía, es nuestro medio, es nuestro lenguaje y es también la acción misma; detrás de ella hay una idea, un discurso y una experiencia que se refunda cuando alguien más se apropia de ella y se condice también por su nuevo territorio. En épocas de transición, del análogo al digital, de lo conocido a lo novedoso, de lo exterior a lo interior, parecemos indagar en nuevas formas de relacionarnos y continuar haciendo sociedad. Sociedad en movimiento y en evolución que nos exige remover todas nuestras posibilidades para, al menos, tener la sensación de que avanzamos hacía donde queremos. Es en este sentido que la acción de crear y compartir una imagen me parece la revolución misma. Compartir un pedacito de nuestra memoria es el acto político de declarar, de mostrar qué es lo que guardo, por qué lo guardo y por qué hoy lo muestro. El registro de ese recuerdo puede ser de antaño pero también puede ser ese recuerdo inmediato que compartimos con urgencia y necesidad de reacción. Cualquiera sea tu razón, tu idea y tu intención detrás de la imagen, la que enviaste para ser expuesta en esta convocatoria, la que subiste ayer a tus historias de Instagram o la que subirás el próximo viernes como un acuerdo colectivo de protesta, esa es ya tu declaración y tu memoria expuesta que se aferra a la nostalgia de una nueva relectura.



11


12


13


14


15



17


La búsqueda de una lengua, el lenguaje propio de cada expresión, reforzado por un código común: algo que el observador comparte con lo observado: Destruir para crear.

18


19



21


22


23



25



27


28


29



31


32


33



35


Las conchas, las nalkas y las maestras: La porfía tukulpan zugu Gabriel Hoecker Investigador de educación artística y arte contemporáneo Las fotografías que les estoy compartiendo fueron capturadas en diciembre de 2019 en la isla – archipiélago de Quinchao, Provincia de Chiloé, Territorio Chono-Williche. Las protagonistas son conchas, nalkas y maestras. Me gustaría partir la presentación recordando este viaje, que realicé acompañado de personas con las que comparto afecto y complicidad, entre ellas, la ñaña Dani. Traigo a colación este recuerdo porque cada día me convenzo más de que para hablar de lo más complejo, hay que partir de lo más sencillo. O, al menos, de lo que aparentemente lo es. Y por eso hoy, hablaré sobre las conchas, las nalkas y las maestras.

Gabriel Hoecker

El propósito original de este desplazamiento hacia el sur, era realizar un taller de patrimonio y fotografía a maestras unidocentes y multigrado – personas que han sido de las más generosas y sabias que he conocido- y niñes entre seis y once años, de cinco escuelas rurales de las localidades aledañas. Estos establecimientos, para quienes no estén familiarizados, son una parte fundamental en el sistema de la educación pública en Chile. Están ubicados en zonas aisladas geográficamente, y con mucho amor y cuidado, resisten a la discriminación de la burocracia estatal y el imaginario ideológico asociado al progreso y la modernización, al punto de verse amenazadas con posibles fusiones o, derechamente, su cierre. La pandemia ha visibilizado varios testimonios en torno a esto, que lejos de exponer una imagen estetizada de la precariedad, dan cuenta del abandono a estas realidades. Las maestras –así las llama con cariño su comunidad, absolutamente conscientes de esto, nos recibieron desde Santiago con inigualable ternura, agradecidas de lo que les habíamos preparado. Abrieron las puertas de sus escuelas, dejamos las botas de agua en la cajita donde las guardan les niñes junto a la puerta principal y entramos a la sala que todes comparten al alero del fuego de la bosca.


Jamás olvidaré la lección que varios de estes niñes me dieron en el humedal que estaba a medio kilómetro de la escuela. Un par de elles recogió un alga que utilizaban en su casa para hacer shampoo y me lo enseñó enérgicamente. Sabían que había llegado ese momento del año en el que esta alga se asomaba al humedal, cuando el mar se recogía, al reconocer el canto de las aves. Conocían absolutamente todo el funcionamiento de los ecosistemas de su territorio. Las características de cada especie que lo habitaba (y cuando lo habitaba). Y lo explicaban con una sencillez que te hacía parte de su cotidianeidad. Mientras esto ocurría, las maestras se mostraban orgullosas de les estudiantes y me recordaban constantemente que, así como aprendieron ellas, aprenden les chiques. Conocen a sus familias y los problemas que viven. Saben que algunas de sus madres y padres de día trabajan en las salmoneras y en las noches cortan las calles para que se vayan. No idealizan la vida rural, reconocen las historias de violencia que han sufrido, como mujeres, como maestras. Son una familia que resiste con gestos donde lo afectivo y el conocimiento se entrecruzan íntimamente. Me contaban también las maestras, que en algunas oportunidades, algunos se iban cuando eran mayores al continente, a Puerto Montt o más lejos, pero que volvían a abrazarlas cada vez que podían, que volvían a su escuela. Al día siguiente, conocimos al peñi Alfredo Seguel, parte del equipo de la Escuela Superior Campesina Curaco de Vélez, que fue el lugar donde alojamos. Este espacio, es una iniciativa popular que se retomó en los años noventa, tras su cierre durante la Dictadura cívico-militar, y fue fundada por el historiador José Bengoa. Hoy, opera de manera autónoma y autogestionada para la formación e intercambio de conocimientos de diversas personas y colectividades de diferentes partes de Chiloé y el continente. Es una escuela, porque abre un proceso formativo de aprendizaje, pero sobretodo de desaprendizaje, para reaprender en comunidad. En el comedor donde nos compartían cada día un festín que venía directamente del huerto de la casa, abundaban las banderas de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas –ANAMURI-, la wenufoye o la whipala, infografías de investigaciones territoriales, archivos de encuentros, fotos de amigues y una tremenda cocina a leña.


En nuestro día libre, Alfredo cariñosamente nos invitó a conocer algunas playas en los alrededores de Achao. Este regalo, nos ofreció múltiples texturas y tonalidades de verdes, que observamos con pausa y en silencio. La activación de nuestros sentidos, más allá de la visión, fue inmediata. La humedad, esa fresca estabilidad interrumpida por la lluvia, nos situaban en una experiencia particular. En su camioneta, Alfredo nos iba contando parte de la historia de este territorio, las formas de vida que lo han habitado y las maneras en qué hoy se ven amenazadas, principalmente, por la intervención extractivista en la tierra a través de los monocultivos forestales y, por el mar, por medio de la industria salmonera. El equilibrio con el que históricamente se relacionaban las comunidades indígenas y campesinas estaba roto, pero no extinto, nos aclaraba. En este entusiasmo, inquieto y contemplativo al mismo tiempo, nos detuvimos un poco antes de nuestro destino para bajar caminando a la playa. Esa brisa, los olores, las gestualidades de este entorno natural parecen hoy día un sueño. En este escenario, se manifiestan colores con tantos matices que impactan visualmente, formas y tamaños que van desde rugosos líquenes que hipnotizan desde su calma a otros árboles y arbustos que te confrontan con su presencia. De todas las especies, introducidas y endémicas, mi atención se fue a las nalkas. Desordenadas, rugosas, jurásicas, suspendían con ironía esa insistente voluntad de higienización del ser humano por ordenar bajo ciertas jerarquías el paisaje. Pensé en su incivilización, en su barbarie, su resistencia frente al orden organizativo antropocéntrico. Eran divertidas, pero nostálgicas, como las malezas que crecen en las grietas de la ciudad. Sus hojas, pesadas y gruesas, aparecían de la nada y protegían las vertientes vírgenes de agua que Alfredo nos enseñó. Me reía con ellas, entendía su chiste. Para que se esfuerzan tanto en sacarme, si soy la planta madre y volveré. Cuando llegamos finalmente a la playa Conchas Blancas, nos acercamos tímidamente a la arena. Un tipo de arena completamente desconocida para nosotres, pues estaba llena de pequeños y frágiles trozos de conchitas blancas. Como niñes, las tomamos con las manos, con mucha timidez. A los minutos ya nos habíamos sacados los zapatos y las podíamos sentir en nuestros pies, desde la orilla hasta llegar al mar. La transparencia del agua nos invitaba a observarlas, mientras el viento sur y el frío nos advertían ir con calma. La Dani, Carla –quien también nos acompañaba en el viaje y Alfredo, disperses pero juntes, íbamos habitando este lugar, conociéndolo. La Dani se arrancaba con su cámara, registrando esos planos de detalles pequeños que le encanta registrar y compartir. A ratos volvíamos a reencontrarnos, comentábamos lo que sentíamos, nuestros recuerdos, nos reíamos y preguntábamos más por este lugar.


La playa Conchas Blancas, nos decía Alfredo -con una voz profunda y muy didáctica, es un territorio ancestral, que hoy está amenazado. Las capas que ven y los maravillan, es solo un residuo expulsado de lo que alguna vez existió, nos decía. En estos conchales, el pueblo Chono realizaba sus ceremonias sagradas, siempre vinculadas al mar y sus regalos. Comulgaron y convivieron con el kimün mapuche-williche. También pelearon, pero este espacio siempre se respetó como un territorio común de armonía, sueños y sembrado, nos recalcaba Alfredo. Era la manifestación natural de la norma para el cumplimiento de la reciprocidad espiritual, cultural y social. Los Chonos no son un pueblo extinto, nos dice Alfredo, y las conchas, fragmentadas y disgregadas, nos los recuerdan. El dolor, la amistad, la resistencia y la solidaridad están ahí, frente a nuestros cuerpos, interpelando nuestras memorias. Y ahí están las maestras. Y ahí están las nalkas. Y ahí están las conchas. Me permito compartir estas experiencias con ustedes para intentar descubrir y reflexionar desde nuestras historias y la de otres, humanos y no-humanos, el tukulpan zugu. Cuando me presentaron este concepto revisé la interpretación ofrecida por el antropólogo mapuche Héctor Nahuelpan, quien comentó en una columna sobre este término que “las nuevas generaciones asentadas en nuestros territorios– y quienes vienen integrándose– tienen el derecho a dialogar de manera franca con este pasado vivo y con nuestro presente. No sólo para reencontrarnos, convivir y coexistir, sino también para afrontar creativamente estos tiempos de peligro y entretejer creativamente alternativas y nuevos horizontes.” La historia se repite, porfiadamente se repite, nos dice el poeta Elicura Chihuailaf en su Recado confidencial a los chilenos. Pero la memoria, humana y no humana, también es porfiada y en esta porfía, observo las posibilidades emancipadoras que desde la práctica artística es posible activar. Por un lado, esta posibilidad se ve expresada en el ejercicio fotográfico realizado por Daniela, en el que abraza su paisaje cotidiano, su hogar, su ruka y, particularmente, el pewen. En este proceso, fotografío repetidamente el mismo plano 36 veces, sobreexponiendo la imagen a la luz diez veces más. Consecuencia de esta repetición, Daniela logra conseguir un negro profundo similar al de la fotografía inaugural de esta exposición, ahora presentando también la foto anterior, que evidencia el proceso de oscurecimiento.

En este gesto es hallable una capa de zonas grises que dan cuenta de una memoria material, pero sobretodo simbólica. No es el negativo del pewen lo que se representa únicamente en la fotografía, es un lugar de pensamiento en torno a una dualidad que da nombre, desde el arte fotográfico, a aquellas subjetividades que muchas veces no se les ha dado, iluminando identidades innombradas que al reconocerse activamente en su pasado, se cristalizan desde la oscuridad. Este no es el reverso de una historia, es parte de la porfía de esta fotógrafa williche. En segundo lugar, la declaración de abrir colectivamente esta muestra, a una participación horizontal e íntima en tiempos de hipervirtualidad, radicaliza una postura que no limita el tukulpan zugu a la producción artística, poniendo el foco en la recepción y circulación de las imágenes con énfasis en el encuentro, en el trawün. Esta acción política, si lo permitimos, nos comparte un momento a los participantes y espectadores, de vincularnos con las memorias de otres desde registros que nos permiten interpelar nuestro pasado desde lo bueno y lo malo, o cómo situar ambos en un presente confuso y dilatado. Así como las maestras, las nalkas y las conchas, cada una en diferentes espacios y temporalidades, interpelan el suyo. En este horizonte enmarco, y agradezco, la invitación que nos hacen Daniela Meliang y Valentina Izquierdo en esta exposición: pensar a través de la imagen en nuestros tukulpan zugu desde un intercambio afectivo generoso, es la oportunidad de imaginar sobre la porfía de la memoria, en términos individuales, pero sobretodo, colectivos.


40


41


42



44


45



47



49


50


51



53


54


55


56


57


58


59


60


61



63


64


65


Sistema circulatorio, zona de intercambio, laboratorio Xavier Figueroa


67


68


69


70


71



73


74


75


Tukulpan Zugu y los pliegues de la representación Antonio Catrileo Araya Manuel Carrión Lira Comunidad Catrileo+Carrión G.C.A.S LAT

Comunidad Catrileo + Carrión

“Tukulpan zugu es, entre otras expresiones mapuche, ejercitar nuestra capacidad de dialogar con la historia, traer a nuestro presente el pasado vivo, recrear, reconstruir acontecimientos y conocimientos, para explicar el presente, obtener aprendizajes y proyectar el futuro. Tukulpan zugu: un desafío urgente en nuestros tiempos” (Héctor Nahuelpan, 2020)

A partir de la imagen que da inicio al proyecto y obra Tukulpan Zugu de la artista visual y educadora williche Daniela Meliang Antulafken, queremos realizar una doble reflexión: pensar qué implica esta imagen casi completamente oscura, refiriéndonos tanto a su proceso de articulación como a su peso contextual actual donde han circulado imágenes en negro denunciando el racismo contra las comunidades negras e indígenas, a nivel local en Chile/Wallmapu y también donde hoy residimos: en territorio Kumeyaay/ San Diego. Pero también queremos realizar una reflexión de corte especulativo-afectiva a partir de reconocer los vínculos que compartimos como parte de un recorrido que se toca con nuestra propia mapuchidad o indigeneidad. En este sentido, nuestro vínculo de afecto permite que el ejercicio de la memoria, de diálogo con la historia, hoy se active para volver a mirar y revivir momentos que hemos compartido, para trazar una relación crítica con el presente y nuestros devenires con una mirada diferente. Cuando recibimos la invitación que nos hace Daniela para que escribamos sobre Tukulpan Zugu, estuvimos pensando en extenso sobre cómo abordarlo. Porque hablar de nuestras memorias e historias involucra ponernos a dialogar recuerdos, experiencias, kimün. Entre esas hebras de afectos, nos acordamos de cuando nuestra lamngen Daniela fotografió a unx de nosotrxs en octubre del 2018 en Pikunmapu/Qullasuyu arriba de un cerro, con Santiago warria mew de fondo, ardiendo en polvo. Recordamos cómo nos abrió las puertas de su ruka, de su espacio, compartiendo la historia de su territorio y su familia. Recordamos ahora con especial atención cuando nos presentó el pewen de su infancia, y como su conexión con este ahora entendemos como una conexión con pu ngen que habitan con este pewen.


En esa oportunidad nos reunimos para tomar unas fotografías, pero también se convirtió en una instancia de conocer más de nuestras historias y memorias mapuche. Fue inevitable no encontrar muchos puntos en común, de historias borroneadas, de memorias que se han ido convirtiendo con los años en experiencias de autodeterminación, de mirar el mundo con nuestros ojos mapuche, pero también de una memoria champurria popular. En esos cruces se nos presentan estos recuerdos al reflexionar sobre el negro de las imágenes que convoca la exposición Tukulpan Zugu. Esta poética que se escabulle a las políticas de la representación, es más bien una exploración a dejarse tocar por la luz, por el papel, por el tiempo análogo, por su digitalización, por su circulación por internet. Imágenes que comienzan a componer una poética que se pregunta por sus historias champurria, sus historias que se abren a la pregunta por dónde están nuestras memorias, nuestra indigeneidad en la fotografía. Imaginamos este vínculo como un encuentro entre una temporalidad política humana y no-humana vital, que está presente en Tukulpan Zugu. Daniela y su cámara son unas más entre antü, pewen, mapu. Es lo que resulta como registro fotográfico casi opaco: es un testimonio visual del movimiento no-humano vegetal, una cartografía anómica y de baja frecuencia representacional. La imagen casi completamente opaca tiene unos gradientes grises en forma de escamas que se extiende con mayor claridad hacia la izquierda. Parecen plumas, alas o microbios, quizás un abanico que se extiende lentamente. No queda muy claro al observar y resulta una interrogante poder descubrir de qué se trata. Sin embargo, al comprender el proceso que subyace detrás de la construcción de esta imagen particular, es posible establecer una relación entre fotografía y referente, que evita la solución efectiva de la representación y más bien se abre a la deriva infinita de la interpretación. En el relato que la misma lamngen Daniela efectúa sobre el proceso, es donde podemos encontrar un camino para entender que el objetivo no es abrir una deriva infinita para interpretar lo que sea, sino más bien se trata de un procedimiento íntimo de construcción de un recuerdo, de revisión de una relación con la historia propia. Ella nos cuenta cómo fue el proceso de dejar la película al sol, para que las sombras de los árboles y de este pewen en particular tocaran mediante la luz la película fotosensible.


Nos imaginamos el aspecto técnico y creativo que implica una reflexión estética de este tipo, y en ese sentido también vemos a nuestra lamngen Daniela en un proceso de experimentación fotográfica profunda en un nivel material y corporal, donde el error y el ensayo abren los flancos creativos para recuperar la propia memoria así como para construir una fotografía junto al antü.

Nos imaginamos el aspecto técnico y creativo que implica una reflexión estética de este tipo, y en ese sentido también vemos a nuestra lamngen Daniela en un proceso de experimentación fotográfica profunda en un nivel material y corporal, donde el error y el ensayo abren los flancos creativos para recuperar la propia memoria así como para construir una fotografía junto al antü.

En esa oportunidad nos reunimos para tomar unas fotografías, pero también se convirtió en una instancia de conocer más de nuestras historias y memorias mapuche. Fue inevitable no encontrar muchos puntos en común, de historias borroneadas, de memorias que se han ido convirtiendo con los años en experiencias de autodeterminación, de mirar el mundo con nuestros ojos mapuche, pero también de una memoria champurria popular. En esos cruces se nos presentan estos recuerdos al reflexionar sobre el negro de las imágenes que convoca la exposición Tukulpan Zugu. Esta poética que se escabulle a las políticas de la representación, es más bien una exploración a dejarse tocar por la luz, por el papel, por el tiempo análogo, por su digitalización, por su circulación por internet. Imágenes que comienzan a componer una poética que se pregunta por sus historias champurria, sus historias que se abren a la pregunta por dónde están nuestras memorias, nuestra indigeneidad en la fotografía. Imaginamos este vínculo como un encuentro entre una temporalidad política humana y no-humana vital, que está presente en Tukulpan Zugu. Daniela y su cámara son unas más entre antü, pewen, mapu. Es lo que resulta como registro fotográfico casi opaco: es un testimonio visual del movimiento no-humano vegetal, una cartografía anómica y de baja frecuencia representacional.

El procedimiento de captura de luz se vuelve así para nosotrxs, desde un marco de especulación, en un momento de inflexión particular, donde Daniela, el pewen, el papel fotosensible, las nubes, el antü articulan una coreografía particular y específica que entendemos como ceremonia para la regeneración de la memoria.

La imagen casi completamente opaca tiene unos gradientes grises en forma de escamas que se extiende con mayor claridad hacia la izquierda. Parecen plumas, alas o microbios, quizás un abanico que se extiende lentamente. No queda muy claro al observar y resulta una interrogante poder descubrir de qué se trata. Sin embargo, al comprender el proceso que subyace detrás de la construcción de esta imagen particular, es posible establecer una relación entre fotografía y referente, que evita la solución efectiva de la representación y más bien se abre a la deriva infinita de la interpretación. En el relato que la misma lamngen Daniela efectúa sobre el proceso, es donde podemos encontrar un camino para entender que el objetivo no es abrir una deriva infinita para interpretar lo que sea, sino más bien se trata de un procedimiento íntimo de construcción de un recuerdo, de revisión de una relación con la historia propia. Ella nos cuenta cómo fue el proceso de dejar la película al sol, para que las sombras de los árboles y de este pewen en particular tocaran mediante la luz la película fotosensible.

Se establece una geometría y una geo-lógica que va más allá de la tierra, que se conecta con el movimiento del antü y con la temporalidad cósmica de la luz en tanto contacto. Aquí la conexión con pu ngen que habitan con este pewen y este espacio, está dada por una poética fotosintética que se materializa en esta fotografía particular. No se trata solo de un proceso de captura de luz, sino de una artesanía doble que se articula con la luz: 1) En tanto la luz es partícula, toca y remueve los átomos de la memoria, y mientras va saciando el hambre de fotones de una película fotosensible, también va posibilitando otras formas de alimentación para la memoria, que nos conecta con la vida vegetal y una política diferente de la humana. En este caso, se trata de un intento de comunicación con la historia y memoria que el pewen posee, la fotografía así la interpretamos como un gesto de empatía no-humana con una temporalidad vegetal registrada para ser asociada a la propia potencia vital champurria de la biografía. 2) En tanto la luz es también una onda, se comporta como un vector o una veladura que permite hacer reconocibles los contornos y formas de nuestro entorno, o más bien es nuestro ojo el que aprendió a establecer parámetros físicos para aprovechar la luz y hacer sentido del mundo. Como onda expansiva viene viajando desde el antü, como una potencia cósmica veloz que articula un elemento fundamental para la vida y también para la destrucción. Esta resulta ser la conexión que esta fotografía establece con la memoria no solo de Daniela, sino con quienes colaboraron en la convocatoria abierta asociada al proyecto, una invitación para expandir esa misma memoria en un contexto de pandemia global, donde el tiempo se vive de una manera distinta, la muerte y las ceremonias se interrumpen y llevan a cabo mediante adaptación.


Un tiempo donde una imagen en negro, totalmente opaca, totalmente saturada, circula por las redes sociales y por diversos medios de contra-información en todo Turtle Island y Abya Yala. Se trata de la muerte de cuerpos mapuche, cuerpos negros, cuerpos racializados y posicionados estructuralmente mediante una epistemología colonial como explotables y gastables, como si se tratase de un recurso. En este contexto, dialogar con la memoria y la historia mapuche abre una pregunta dolorosa respecto a nuestrxs presxs políticxs mapuche, nuestrxs asesinadxs y perseguidxs. Sin referenciar el horror y la muerte, Tukulpan Zugu establece –mediante la fotografía como proceso no como resultado– un gesto de apropiación técnica que evade la representación indígena existente en el catálogo colonial para establecer un punto de vista mapuche-williche sobre el lugar de la violencia, la colaboración, la comunidad y la propia autodeterminación indígena. Esta doble artesanía cuántica con la luz podemos interprerla como un procedimiento de autodeterminación mapuche particular, que se construye a partir de una relación no solo estrucutrada por un sistema de parentesco humano y/o heterocéntrico (como sería una familia heterosexual) que articula la condición de la autodeterminación indígena en tanto capacidad de establecer un linaje patrilineal donde la reproducción de la especie humana sería el único horizonte ético comunitario unificador. Imaginamos –con nuestro ojo epupillan champurria y migrante– en este gesto creativo y poético presente en Tukulpan Zugu, una pregunta importante por nuestras indigeneidades, nuestras memorias mestizas y blanqueadas, nuestras historias de silencios y de migraciones escondidas. Reivindicar el kimün mapuche, regenerar la epistemología indígena también es un trabajo relacionado a la experimentación y a la búsqueda de lenguajes y formas de parentesco que ofrezcan alternativas al repertorio colonial/moderno. Queremos así imaginar esta acción fotográfica como parte de una ética particular indígena que ve los principios de relacionalidad entre los elementos humanos y no-humanos que constituyen nuestras vidas en comunidad. El proyecto Tukulpan Zugu conecta no solo memorias humanas en el espacio virtual de Galería Panam, sino que lo hace convocando a partir de una fotografía que no quiere comunicar su referente, y al renunciar a la representación directa, abre un espacio para pensar en nuestra propia memoria y presenciar cómo esta se construye siempre en relación a nuestras comunidades.


80


81


82


Los niĂąos me piden hojas y lĂĄpices es tan simple dibujamos: un cordero el sol el rewe atrĂĄs el verde susurra sin prisa nos acostamos y hacemos ruidos de animalitos es tan simple.

83



85



87


88


89


90


91



93


94


95


‘Esta casa que en algún momento fue residida, ahora es solo una ruina, denotando la pérdida de su identidad y de todo lo que se relacionase a esta. Los vestigios del habitar estaban presentes en cada rincón. Platos amontonados, juguetes de niños, prendas a mal traer, entre otras cosas, eran parte de un sentimiento nostálgico que se enmarcaba en el olvido que testimoniaba un evento de carácter muy duro.’’

96


97


98


99



101


102


103


Tukulpan Zugu, ejercicio y recorrido Las imágenes son potentes. Contienen y mantienen momentos que pueden ser ficticios o reales, fragmentos del pasado, proyecciones del futuro, elaboraciones inexistentes, así también como mezclas de temporalidades y espacios. Ellas no son pasivas, nos instan a fijar nuestra mirada, a recorrer una superficie, con sus formas, colores y momentos; a veces las vemos con distancia, otras, nos fijamos en detalles. Las imágenes activan, en quienes las observamos, diversos cruces y conexiones, las leemos, nos las apropiamos y, al mismo tiempo, le inscribimos ideas. La fotografía, en particular, contiene y convive con estas características. Ellas han sido entendidas como fragmentos petrificados de momentos pasados. Nos traen de vuelta historias propias o ajenas y, por su cualidad de reproducción, algunas veces, tendemos a comprenderlas como materiales verídicos, pertenecientes a un momento real en particular.

Valentina Izquierdo

Esto es lo primero que aparece cuando pienso en el trabajo que hemos llevado a cabo y discutido con Daniela. Porque si bien todo partió por el interés de encontrar imágenes fotográficas que dieran cuenta del confinamiento de los últimos meses; a medida que conversábamos sobre esa posibilidad, el mundo seguía produciendo, compartiendo y discutiendo imágenes potentes que, si bien son fijadas o creadas por un sujeto en particular, nos interpelan constantemente y se adscriben en los múltiples contextos de quienes las observamos. Como decía, estábamos en la búsqueda de imágenes representativas o que pudiesen contarnos historias sobre este complejo momento de encierro, miedo y vigilancia, pero, en medio del intento por concretar ideas abstractas, ocurrieron distintos sucesos que fueron representados por imágenes simbólicas, sin referentes concretos. Esas fueron las imágenes viralizadas a propósito del asesinato de un afrodescendiente en manos de la policía estadounidense, una imagen negra viral y digital, que días después tuvo que ser adaptada a nuestro territorio, debido a una muerte dolorosa, poco definida, que duele no solo en su presente, sino que también en relación a una historia compleja y, en muchos casos, olvidada. Esa fue la muerte del werkén Alejandro Treuquil.


A propósito de ello es que Daniela me llamó e instó a que en esta exposición tomásemos una posición con respecto a las imágenes. Porque como mencionaba, ellas no son pasivas, ajenas a realidades y contextos, sino que actualizan situaciones, inscriben momentos en la historia y evidencian discursos. Y en un presente en el que la producción de imágenes se ha vuelto una actividad cotidiana pensamos que es necesario afirmar y poner en discusión esta cualidad de las imágenes. Esto sería, de alguna manera, nuestro punto de partida, que se mezcló con nuestra fascinación por la fotografía analógica, sus procesos de producción, la magia y técnica que ella contiene y refracta. También se sumó la necesidad de hacer de esta instancia un evento participativo, en el que hubiese cabida para distintas miradas que, puestas en conjunto, nos permitieran observar la complejidad que conlleva disponer de imágenes diversas para construir relatos y evidenciar posiciones. Todo esto, además, se sumó al hecho de que esta exposición no se edifica en un espacio concreto ni habitable, físicamente hablando; tal como hemos tendido a vivir a lo largo de la mayoría del 2020, el espacio, montaje y recorrido se han producido en el medio virtual. Esta nueva experiencia para nosotras nos ha permitido jugar, ser cambiantes, contradictorias y exploratorias. Cada semana recibimos imágenes de distintxs autorxs, referentes de múltiples pasados e historias, las que fuimos disponiendo y montando según las necesidades y posibilidades que aparecían en esos momentos. Así se fueron construyendo, casi sorpresivamente, diversos caminos y propuestas de lecturas y observación. Los entre imágenes, es decir, los espacios de pared que quedaban al descubierto en el montaje, comenzaron a convertirse en rutas de recorrido. Sin un inicio o final en concreto, sin un mapa que las fije e inmortalice, la posibilidad de caminar con la mirada se vio supeditada por estos surcos de vacío, de pared digital, por estas líneas confusas, conectadas por fotografías diversas; líneas no rectas ni fijas, sino que, completamente zigzagueantes, efímeras, cambiantes y laberínticas; que nos permiten comprender y vivir un tipo de historia que no inicia ni termina, que se compone de diferentes modos de ver, colores, perspectivas y ediciones de la realidad.

De este modo Tukulpan Zugu se ha erigido hasta ahora. Y tal como lo propone el término, lo que hemos intentado ha sido componer historias que actualizan, dialogan y le hacen justicia a diversos momentos de diferentes vidas. La composición y montaje han sido pensados desde un motivo político, porque al rememorar, al ejercitar nuestra memoria, tomamos una posición respecto a nuestra historia, tanto personal como colectiva. Porque somos seres activos que vivimos de proyecciones, ya sean al pasado o al futuro, y en el cruce de nuestras vivencias con otras (en este caso en particular, de imágenes fotográficas con otras), se construyen memorias, que no inician ni terminan, que se mezclan y confluyen con diversos elementos, que cambian y borran, que se apropian y nombran. Tal como Tukulpan Zugu hace referencia a esa capacidad que tenemos de dialogar con la historia, de pensarla no como una línea recta, en este ejercicio aparecen múltiples líneas, complejas y variables, que nos envuelven y tocan, que nos guían y unen con imágenes, con momentos e identidades. Así queremos pensar la historia, como un ejercicio de colaboración, en el que todxs podemos intervenir, mostrar, escribir, aprender, dialogar y salvar aquello que nos identifica y transforma.


“ Ideas referentes. Recorridos, diálogos, apropiaciones.

…arde fotografía. philippe dubois. hector nahuelpan. daniela meliang. sergio rojas. paula coñoepan. leon gieco. granada colectivo. walter benjamin. daniela catrileo. aliwen. cooperativa atkins. susan buck morss. joselyn torres. enrique antileo baeza. susan sontag. claudio alvarado lincopi. manuel carrion. antonio catrileo. alicia villareal. ronald kay. gabriel hoecker. encuentro fotográfico femenino. etcétera… (la fotografía)…traspasa su tiempo pasajero y caduco, llegando a otro artificial, al presente infinito y sintético. El medio de registro que es el lente, marca y traduce… La compulsión de borrar la mancha obedece a la imperiosa necesidad de obliterar las señas de la presencia precultural del hombre y de fondear su indominable estatura natural. Como arma ofensiva o defensiva la mancha es utilizada para ocultar, para despistar, en definitiva, para que algo o alquien no sea visto. Paños, algodones, trapos, toallas higiénicas, gasas, en fin las varias telas y materias que se utilizan para absorber las excreciones, operan como una especie de receptáculo de las mucosidades, como una suerte de molde de los sudores, podría decirse como un género de negativo de las sangres, donde sus improntas, los garabatos de sus poluciones quedan, aunque sea pasajeramente, retenidas. Articular históricamente el pasado no significa conocerlo ‘como verdaderamente ha sido’. Significa adueñarse de un recuerdo tal como este relampaguea en un instante de peligro (…) ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo si este vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer En estos tiempos peligrosos, donde la modificación curricular busca reprimir la memoria y el diálogo con el pasado para evitar una comprensión crítica de nuestros tiempos y explorar alternativas… Si miramos atrás, nos damos cuenta de que la escritura ha acompañado permanentemente las historias migrantes mapuche en la Capital del Reyno. El recuerdo que se articulan en los relatos que nos cuentan hombre y mujeres ahora en el siglo XXI se entrelaza con las palabras desplegadas en papeles. Contrario a la idea de que los mapuches somos un pueblo relacionado exclusivamente con la oralidad, la escritura nos ha


En tiempos de oscuridad y ceguera recorrí el pasado buscando imágenes que afirman el presente, recolectando pequeños objetos que a la luz de la memoria se convierten en las piezas necesarias para reconstruir la mirada. La subjetividad trama su memoria en relación al espacio que habita. A esto lo denominamos un lugar. No existe un registro objetivo del lugar, sino solo señas, referencias, alusiones a un plano de la existencia que está hecho de huellas que no cesan de articularse en el tiempo, sin pretender confundirse con la verdad. Existimos al abrigo de los lugares. La fotografía como artes de la memoria. En suma, es esta obsesión la que hace de toda foto el exacto equivalente visual del recuerdo. Una foto siempre es una imagen mental. O, para decirlo de otro modo, nuestra memoria sólo está hecha de fotografías. Para ejercer esta facultad del cerebro (que es la memoria), se debe escoger, en un pensamiento, lugares distintos, luego formarse imágenes de las cosas que se quiere destacar, y por último ordenar dichas imágenes en los diversos lugares. Entonces el orden de los lugares conserva el orden de las cosas. Los lugares son las tabletas de cera sobre cuales se escribe; las imágenes son las letras que en ella se traza. La memoria será visual o no será. Pero el ejercicio visual de esta memoria se hará en pensamiento. Aquí radica todo. Y es ahí, como se sospecha, donde el arte de la memoria coincide con la fotografía. Porque la memoria es una actividad psíquica que encuentra en la fotografía su equivalente tecnológico moderno, a todas luces es en el otro sentido como nos interesa la metáfora, como una inversión positivo/negativo: la fotografía es tanto un fenómeno psíquico como una actividad óptico-química. La fotografía: una máquina de memoria, hecha de loci (el receptáculo: la cámara fotográfica, su objetivo y su ventana; caja negra, recorte y rectángulos vírgenes de película; el devanado de la bobina, desfile ordenado de las superficies vacías receptoras) y de imágenes (las impresiones, las inscripciones, las revelaciones, que van y vienen, se suceden sobre las superficies, se desarrollan en copias de contacto). Un mnemo-tecnia mental. Todo está guardado en la memoria sueños de la vida y de la historia, todo está escondido en la memoria refugio de la vida y de la historia. ”














Índice de fotografí fotografías y autores

Natalia Venegas, Victoria, Wallmapu, 2013...............................11,12,13 Adrián Vaché, La Florida, Santiago, Chile, 2017...............................14 Justina Del Pino, Aranjuez, España, 2018......................................15 Jordán Rudy Urrutia Becerra, Santiago, Chile, 2017............................17 Alexandra Psijas Escudero, Santiago, Chile, 2020...........................18,19 Jennifer Lara, Santiago, Chile, 2015..........................................21 Brenda Banda Corona, Providencia, Santiago, Chile, 2018....................22,23 Carolina Silva Cubillos, Valle de Aconcagua, Chile, 2020......................25 Cristian Díaz Ramírez, Lo Miranda y Rancagua, Chile, 2020................27,28,29 Paola Olari Ugrotte, Buenos Aires, Argentina, 2020............................31 Robinson Carrasco, Santiago, Chile, 2020...................................32,33 Gabriel Hoecker, Santiago, 2020/ Isla Quinchao, Chiloé, Chile, 2019........35,40,41 Daniela Meliang, Isla Quinchao, Chiloé, Chile, 2019............................43 Francisca Lira, Chile......................................................44,45 Loreto Vergara, Río Bío Bío, Santa Juana, 2020..................................47 Joselyn Torres, Conchalí, Santiago, Chile, 2019..........................49,50,51 Verónica Garay Reyes, Recoleta, Santiago, Chile, 2017..........................53 Giselle Arias Bravo, Santiago, Chile, 2020.....................................54 Carla Díaz Becerra, Algarrobo, Chile, 1982.....................................55 Arde Fotografía, Santiago, Chile, 2019........................................56 EFFEM, Valparaíso, Chile, 2019................................................57


Cooperativa Atkins, Fragmento de libro Ana Atkins,1843....58,59,60,61 Carlos Del Carmen, Santiago, Chile, 2020...........................63 Pamela Alvarado Álvarez, Santiago, Chile, 2019..................64,65 Luisa León, Laboratorio Xavier Figueroa, 2014...................66,67 Paulina Monteiro, Viña del Mar, Chile, 2020........................68 Cristina Araneda, Santiago, Chile, 2020............................69 Maximiliano Vaché, Rosario, Argentina, 2008........................70 Dominique Parcis, Quillota, Chile, 1986............................71 Paula Coñoepan, Wallmapu, 2015...............................73,74,75 Felipe Valdivieso, Sao Paulo, Brasil, 2012.........................80 Giovanni Contreras, Santiago, Chile, 2019..........................81 Daniela Catrileo, Wallmapu, 2014................................82,83 aliwen, Valparaíso, Chile, 2019....................................85 Camila Abayay, Renca, Chile, 2020............................87,88,89 Marcela Valdés, Talca, Chile.......................................90 Paulina González, Brooklyn, USA, 2019..............................91 Carolina Prieto, Olmué, Chile................................93,94,95 Maria de los Ángeles Velazco, Santiago, Chile, 2019.......96,97,98,99 Elizabeth Alva, Ciudad de México, 2020............................101 Antonio Catrileo y Manuel Carrión, territorio Kumeyaay, San Diego, USA, 2019/2020.....................................102,103


Registro de acciones Daniela Meliang Antulafken

Blanco es lo anterior El blanco necesita de la oscuridad El papel blanco es la nobleza material de nuestro mundo dispuesta a ser manchada para que lo que ahí se dibuje se vuelva sentido y de qué pensar, o simplemente sea el soporte de un deseo sin forma aparente. El negro es escritura, la escritura es negra. El negro traza y elabora nuestros relatos en el papel. El negro la forma más categórica del signo. El negro no quiere ser lo natural de la apariencia de las cosas. Gastón Bachelard

















Exposición colectiva virtual Tukulpan zugu Artista, Daniela Meliang Antulafken Curaduría, Valentina Izquierdo Espacio virtual, Galería PANAM Colaboración, Colectivo Formato Variable Diseño y edición, Joselyn Torres Expositores: Natalia Venegas, Adrián Vaché, Justina Del Pino, Jordán Rudy Urrutia Becerra, Alexandra Psijas Escudero, Jennifer Lara, Brenda Banda Corona, Carolina Silva Cubillos, Cristian Díaz Ramírez, Paola Olari Ugrotte, Robinson Carrasco, Gabriel Hoecker, Francisca Lira, Loreto Vergara, Joselyn Torres, Verónica Garay Reyes, Giselle Arias Bravo, Carla Díaz Becerra, Arde Fotografía, EFFEM Encuentro Fotografico Femenino, Cooperativa Atkins, Carlos Del Carmen, Pamela Alvarado Álvarez, Luisa León, Paulina Monteiro, Cristina Araneda, Maximiliano Vaché, Dominique Parcis, Paula Coñoepan, Felipe Valdivieso, Giovanni Contreras, Daniela Catrileo, aliwen, Camila Abayay, Marcela Valdés, Paulina González, Carolina Prieto, Maria de los Ángeles Velazco, Elizabeth Alva, Antonio Catrileo, Manuel Carrión. Encuentros y conversatorios: Invitadxs: Arde Fotografía, Cooperativa Atkins, EFFEM, Granada Colectivo, Paula Coñoepan, Daniela Catrileo, aliwen, Joselyn Torres, Antonio y Manuel de la Comunidad Catrileo+Carrión, Gabriel Hoecker.




Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.