La fotografía como dispositivo pedagógico Diálogos Virtuales sobre la práctica fotográfica y la práctica pedagógica Daniela Meliang Antulafken
Koneltun zugu
“Las imágenes no solo activan las emociones o la afección, sino que están ahí para ser miradas; es decir, facultan al observador a resignificarlas constantemente. Esto es fundamental si partimos del supuesto que un crítico es aquel que es capaz de mirar su entorno, generando una lectura de aquello, para luego darle significancia. Pero para esto se deben tomar en cuenta a las imágenes como instrumento válido de construcción de conocimiento, al igual que el lenguaje oral o escrito, sobretodo en una época en donde el tráfico y la transferencia de imágenes es indiscriminada, tanto en su cantidad como en su diversidad”. Andrea Jösch. La función crítica de la fotografía: por una pedagogía de la mirada. Escribo situándome como mujer williche, artista visual, azentufe y kimeltuchefe, fotógrafa y educadora champurria que se formó en la práctica, aprendiendo de los conocimientos y generosidad de sus compañeras y amigas. Escribo en femenino; escribo como aprendiz; escribo desde el afecto; escribo desde la sororidad; escribo desde el sur; escribo desde lo descolonial; escribo desde el confinamiento; escribo para compartir este documento de saberes colaborativos.1 Con estas primeras palabras busco relevar la importancia de la fotografía en la educación artística, trabajando desde nuestro contexto, como aprendiz, enfatizando en la pedagogía feminista descolonial, y los saberes propios de mujeres fotógrafas que se vinculan con la educación no formal. Debo reconocer y evidenciar que este ensayo que leerán a continuación es un desafío. Considero la fotografía como mi lenguaje. Es el medio que tengo para comunicarme y hablo de ella como un dispositivo pedagógico, puesto que la entiendo como una herramienta que se dispone para todas. Hoy ya no es un saber de algunas, sino que estamos en una era donde todas somos fotógrafas, todas podemos contar historias a partir de este dispositivo. Es un medio de comunicación de masas. Debemos apropiarnos de esta condición a nuestro favor. La fotografía se ha convertido en una extensión de nuestro cuerpo, biografía e historia.
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El presente ensayo fue realizado en el marco de las Jornadas de Capacitación para Mediadores Culturales realizado por el Área de Educación y Extensión del Centro Cultural La Moneda durante el mes de junio, 2020.
Kiñe Pedagogía de la Mirada “La humanidad persiste irremisiblemente en la caverna platónica, aún deleitada por costumbre ancestral, con meras imágenes de la verdad. Pero educarse mediante fotografías no es lo mismo que educarse mediante imágenes más antiguas, más artesanales”. Susan Sontag. Sobre la Fotografía.
La Fotografía como Dispositivo Pedagógico es el nombre que decidí darle a este ensayo a partir de un desglose que hace la Educadora Maite Angulo en “Ni arte ni educación: Una experiencia en la que lo pedagógico vertebra lo artístico”, documento desarrollado por el Grupo de Educación del Matadero Madrid el año 2017, exponiendo qué es lo que conlleva una exposición para el área de educación de una institución cultural. En esta instancia se replantean términos, formas de hacer, protocolos y prioridades, en donde un artista ya no es más un artista, sino un agente de producción. Una exposición ya no es una exposición, sino una experiencia vertebradora, un experimento, un conjunto de encuentros, investigaciones, talleres y seminarios. El público es productor y creador. El espacio expositivo, un lugar para estar, habitar, investigar, experimentar, un parque de juegos e incluso una plaza, y de esta forma la obras ya no serían obras, sino dispositivos pedagógicos. “Un dispositivo pedagógico es un mecanismo o artificio expuesto con claridad qué sirve para enseñar y educar”. Por lo menos según la RAE. No digo que lo que expone Maite sea la verdad absoluta, pero sí es un acercamiento importante a nuestra realidad, puesto que el trabajo que realiza el área de educación ante una exposición, es un trabajo que implica deconstruir cada uno de sus procesos, incluso a nosotras mismas como educadoras. Existe poca información y experiencias sistematizadas vinculadas a la fotografía como una herramienta pedagógica, pero la investigación que he realizado me llevó a una tesis de Andrea Jösch en donde hace una referencia a la educación fotográfica, como la pedagogía de la mirada. “Las imágenes fotográficas se han ido construyendo para establecer patrones sociales, culturales e identitarios que nos han formateado y domesticado la mirada, hasta llegar al punto de estandarizarnos por medio de la apariencia e ignorancia visual, proponemos centrar los esfuerzos en establecer una pedagogía de la mirada en los procesos formativos de públicos. Esto con el propósito de fomentar un sistema de enseñanza de la visualidad que nos permita discernir críticamente entre la realidad y la ficción, para generar metodologías capaces de movilizarnos a través de sistemas que cultiven la duda y la incertidumbre como métodos de aprendizaje para el conocimiento del siglo XXI”. De este modo, “la formación artística es un eslabón importante para acceder a herramientas y metodologías que apunten a una formación integral y humanista [...] que se haga cargo de la sociedad de la incertidumbre en la cual vivimos y que insista en las capacidades creativas individuales y colectivas en cuanto a la innovación, la colaboración y reflexión con nuestras realidades locales y culturales”. Por
tanto “[…] la imagen interfiere y se apropia no sólo desde el ámbito de lo estrictamente artístico, sino desde el contexto cultural. Lo que se pretende es entender el problema de la visualidad como un espacio de construcción social, que se compone de distintos órdenes, ya sean éstos geográficos, sociales, económicos, políticos, artísticos y/o comunicacionales”. (Jösch, 2014)
Epu Saberes colaborativos de mujeres fotógrafas educadoras "Sororidad: Cualidad o condición (-idad) de pertenecer a una hermandad (soror) entre mujeres que se alían para apoyarse y combatir la discriminación y los problemas compartidos por el hecho de ser mujeres. En el mundo del arte, debido al narcisismo asociado a la figura patriarcal del artista no es algo fácil de lograr. Sin embargo la alianza sostenida es lo que permite modificar relaciones de poder sistémicas.” Andrea Giunta. Feminismo y arte latinoamericano.
Este capítulo es el resultado de diálogos virtuales sobre la práctica fotográfica y la práctica pedagógica que tuve junto a las integrantes de distintos colectivos de mujeres fotógrafas como -Cooperativa Atkins, Arde Fotografía, Granada Colectivo y EFFEM, Encuentro Fotográfico Femenino-, con el objetivo de sistematizar las prácticas que se están llevando a cabo hoy en día, y que surgen de la necesidad de formarnos desde un lugar paralelo a la academia, conociendo los intereses, intenciones y búsquedas colectivas, mediante el quiebre de esa relación individual de antaño de fotógrafa y aparato fotográfico, generando encuentros que convocan a crear comunidad, a dialogar de manera horizontal, a hablar desde las experiencias. De esta forma, les propuse una escritura que nos mantenga al margen de la institucionalidad, buscando una letra íntima, sincera, como la de la carta, diario o bitácora, tomando como referencia las siguientes preguntas:
¿Cuál es el rol pedagógico de la fotografía? ¿Qué las inspiró a trabajar de forma colaborativa la práctica fotográfica con la práctica pedagógica? De acuerdo a su experiencia y saberes como mujeres fotógrafas educadoras, ¿de qué forma activan el trabajo visual como una construcción de conocimiento?
Cooperativa Atkins La fotografía es una de las disciplinas que se aprenden a partir de la experiencia; de equivocarse, de hacer pruebas, fallar y acertar. El rol pedagógico tiene que ver con experimentar a modo de taller. Convocar a un conjunto de personas, cada una con una visión y búsquedas personales, es insumo para la generación de conocimiento. En este sentido, la pedagogía fotográfica toma una figura horizontal, donde todos contribuimos al trabajo de los demás, al poner sobre la mesa saberes personales que se comparten. A veces, sólo el comentario de otro puede servir como disparador de alguna idea personal. Según la experiencia de una de nuestras compañeras, el motivo por el cual se interesó en el estudio de la fotografía se debe a un sentir profundo de misterio por su lenguaje, sus símbolos y las señales que le entregaba. El hecho de observar y relacionar elementos estáticos dentro de una imagen es un juego que ciertamente si no se guía puede quedar en un entendimiento muy superficial del mundo, ya que no todo lo que vemos es la realidad sino también todo lo que se escapa de nuestra visión. El rol pedagógico de la fotografía (así como toda pedagogía) es darte una opción, capas de realidad, versiones infinitas de cómo armarla y desarmarla. Es una ventana que no descarta, sino que es puente. La práctica colaborativa siempre es pedagógica. Viene dada precisamente por la necesidad de solidarizar saberes y experiencias. Desde la primera reunión, implicó enseñar desde la individualidad el trabajo personal e íntimo hacia nuestras compañeras. Nos animamos a trabajar como Cooperativa específicamente por aquella cooperación dentro de la disciplina; lo que no sabe una lo sabe la otra y así se va generando un aprender colaborativo muy fértil. La práctica pedagógica queda como una resultante de nuestros encuentros, de sacar fuera del taller lo que nos ocurre a nosotras cuando nos juntamos. Es una extensión de ese compartir. Las artes visuales hacen sentido a través de, precisamente, la visión. El ojo es un órgano que se entrena, sobre el que hay que insistir. Esta es para nosotras, la mejor herramienta. Compartir referencias, observar y preguntarse, es la vía más eficiente para aprender. Después cae lo que tiene que ver con la técnica, con cómo llegar a un resultado. Pero la fotografía es imagen, y no existe una receta estricta, es muchísimo más de intuición. Al revisar el trabajo de un otro con atención, esa intuición se va puliendo, casi por osmosis. Ese conocimiento se construye día a día con la insistencia de “ver”.
Arde Fotografía Como colectivo nos interesa conocer distintos puntos de vista que estén traducidos en imágenes y no solo texto. Creemos que la fotografía y el arte en general te permite conocer formas distintas de pensar y de mirar. En este sentido la foto es muy personal, lo que hace que existan muchas miradas, hay una diversidad de miradas del mundo, de lo que nos rodea. Es también un espacio para ver otras realidades. El mundo es visual y hoy día una imagen tiene mucha relevancia. Por ejemplo, con lo que pasó recién de George Floyd, que a partir de una imagen se destapó una olla que estaba a presión hacía muchísimos años. Entonces, creemos que la foto en sí misma tiene un poder de concientización ligado a lo emocional muy potente.
Aparte de eso, nosotras vemos la fotografía no sólo como un fin en sí mismo sino como una herramienta. Si vemos la foto en otra arista, como una herramienta o metodología, es interesante porque te permite, por ejemplo, conocerte, sanarte, terapéuticamente hablando. Es un reflejo de cómo observamos o cómo nos relacionamos con el mundo. La importancia que tiene eso es cuando nos damos cuenta que otros ven algo distinto a ti, eso te conecta inmediatamente con otra realidad, con otra mente pensante. Los niños, por ejemplo, ven una imagen y enseguida te pueden comunicar algo, o pueden aprender a partir de una imagen. Y esto se conecta con la segunda pregunta. Nosotras entregamos un punto de vista a través de la selección de material tanto de nuestro trabajo como de otres fotografes, y vamos develando nuevas miradas, nuevas realidades, nuevas sensaciones que compartimos a la comunidad. En el seleccionar hay algo con la relevancia de tus fotos, hay muchas fotos dando vueltas. Uno se pregunta eso. En especial en tiempos como estos o en el estallido. No nos interesa transmitir una verdad, no nos acomoda tanto el término pedagógico, sino que más lo experiencial y el compartir, porque eso tiene que ver con conocer distintas realidades y miradas. Como hay miles de miradas, hay miles de formas de hacer fotos. Por ejemplo, nosotras hicimos un laboratorio, una jornada de un día, donde nos reunimos 15 personas, en una casa, hicimos una introducción, compartimos referentes para sacar las emociones y cómo el exterior influye en ellas. Nos importa generar un relato desde la intuición y los afectos, porque eso fue lo que nos unió. Conectarse con los afectos, la emoción, para hacer un comentario. Nosotras teníamos una forma de hacer foto de manera individual, un tanto alejada de la academia y de la estructura, nos encontramos y nos dimos cuenta que trabajamos parecido y podía ser bueno compartir, somos 5 y ahora somos amigas, fue muy lindo cómo se formó eso porque cada una está con una inquietud de dedicarse a la fotografía, pero a todas nos movía la intuición, como el fotografiar desde la intuición, desde el sentir, desde la emoción y no tanto como una cosa de cabeza. Y siempre cuando algo es colaborativo, empieza a tomar una perspectiva que no es homogénea ni hegemónica, no es una sola forma de entender las cosas o de tener un conocimiento, entonces eso es lo interesante de trabajar en colectivo, te enfrentas a distintas perspectivas y van dialogando, generando una comunidad muy nutritiva para el proyecto que uno quiere realizar. De esta forma empezamos a elaborar proyectos en común. El primer trabajo fue una exposición, el que fue un proceso trabajar en conjunto una temática. No nos casamos con ninguna verdad con respecto a un conocimiento en específico. Lo que nos inspiró a trabajar en colectivo fue el querer nutrirnos de otras miradas y poder trabajar de forma horizontal. A nosotras siempre nos ha unido el feminismo, siempre hemos tratado de trabajar desde la horizontalidad, todas cuentan, todas son un aporte. Intentamos generar un espacio donde confluyen las distintas miradas, dando a conocer referentes, reflexiones, poesía, textos que nos mueven y nos conmueven para hacer pensar en imágenes tanto a nosotras como a otras personas.
Nuestra forma de trabajar nace a partir de lo que nos pasa a cada una en su interior con respecto a lo que pasa afuera, en este sentido el exterior influye mucho en nuestro interior. Y ahora que el contexto es más fuerte, desde el estallido social al covid, o la crisis medio ambiental, nuestros trabajos van cobrando un discurso más político. Pero siempre hablando desde el interior, desde esta emoción que nos pulsa, en el fondo, desde ahí hablamos. Nos mueve hablar desde lo que sentimos con respecto al contexto en que vivimos, no podemos obviar eso. Intentamos trabajar desde la horizontalidad y transversalidad nuestros proyectos, como una especie de “servicio” o herramienta, que sea útil, que inspire. En este sentido nos parece importante la herramienta de las redes sociales que es nuestro medio para comunicarnos con más gente y que sea una inspiración para otros. Esto no es lineal es circular, es horizontal es transversal y eso es clave.
Granada Colectivo Como rol pedagógico, creemos que la fotografía puede generar una mayor sensibilidad al crear un relato visual propio, con un sentido creativo y que permite un vínculo con el entorno y su realidad. Por otro lado, desde nuestra experiencia, ese rol pedagógico surge en el cruce que se puede generar al vincular la fotografía a otros oficios o prácticas, como por ejemplo, lo editorial, audiovisual, técnicas experimentales, etc. Más allá de la inspiración a unir la práctica fotográfica con una práctica pedagógica, no hemos realizado talleres en torno a la fotografía propiamente tal, sino más bien, hemos intentado mezclar diferentes técnicas que hilen el conjunto de imágenes fotográficas para crear nuevos relatos, en formatos distintos, que permitan ampliar el universo de prácticas colaborativas que no excluyan a un público autodidacta o no cercano al quehacer fotográfico. Hemos realizado diferentes talleres de autopublicación experimental con enfoque de género abordando un discurso feminista, con diversos públicos que no necesariamente están ligados directamente a la práctica fotográfica. En estas instancias se genera la posibilidad de crear narrativas visuales en torno a la experiencia personal de cada participante con su contexto de vida, que en su mayoría han sido testimonios de mujeres de distintos rangos etarios. Dentro de la dinámica de estos encuentros iniciamos con una presentación y análisis de referencias visuales y de formatos, dando paso a la etapa de experimentación y edición de las imágenes a trabajar, donde la exploración visual surge de la espontaneidad de cada participante sin ningún parámetro restringido, sí facilitándoles consejos e ideas para el proceso de su publicación. Durante estos procesos de trabajo existen intercambios de conocimientos colectivos que permiten que la instancia de creación individual se retroalimente de la experiencia de les otres participantes.
EFFEM Para nosotras, crear un punto vista desde la propia realidad vivida, logra generar un posible discurso crítico o de reflexión para quien recibe el conocimiento - enseñanza. Y al acompañar los procesos de aprendizajes con las herramientas que se van entregando, potencia la creatividad y visión personal, para que el resultado de un proyecto, serie o fotografía sea la deseada. Creemos que es necesario compartir nuestros propios procesos creativos con más mujeres que estén interesadas en la fotografía. Es por ese motivo que decidimos crear este encuentro, el cual tiene como finalidad formar a mujeres en la fotografía y las artes en general. Y el ser una instancia gestada por mujeres, para mujeres, genera una confianza y vínculo único el cual sirve para que el aprendizaje sea recibido de manera más amigable. Cada instancia de residencia o encuentros gestionados se trabaja en un área de la fotografía, como herramientas técnicas y discursivas para crear una narrativa visual. Por lo tanto, la construcción del conocimiento como de las temáticas a trabajar - experimentar, está siendo activadas constantemente. También el residir por varios días o estar una jornada completa junto a tus pares, donde se respira fotografía, donde el espacio que se habita te entrega distintas formas de luces y diversas composiciones, activan la visual para que, de forma tanto personal como colectiva, se genere una construcción de distintas etapas del conocimiento.
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Somos hijas de la pedagogía tóxica, término acuñado por María Acaso (2012), de esa pedagogía que continúa formando y educando, esa pedagogía hegemónica, que solo busca entregar y entregar información para no pensar por nosotras mismas, que dice que la verdad es una y, por lo tanto, tenemos una forma de actuar y relacionarnos, porque las reglas ya están determinadas y no hay posibilidad al cambio. Arde Fotografía menciona que no se sienten cómodas con el término pedagógico, y la verdad es que tanto para las integrantes de estos colectivos como para mí, tampoco es cercano. Pero hoy tenemos la posibilidad y responsabilidad de deconstruir cada una de las prácticas que se realizan en este territorio. El solo gesto de colectivizarse rompe con la formación impuesta. Es por esto que considero que la práctica pedagógica vinculada a la fotografía, nos permite expresar y comunicarnos desde las emociones, desde nuestros sentires y nos permite liberarnos de la violencia patriarcal que no culmina, y que la difusión de imágenes nos permite evidenciar. Es importante que todas, en estos cuatro testimonios de formas de trabajo, den cuenta del acompañamiento en los procesos narrativos visuales de mujeres, que no necesariamente están ligadas a la práctica fotográfica. Cooperativa Atkins se define desde la horizontalidad, desde una práctica colaborativa, así también
desde la solidaridad y la cooperación. Arde fotografía, en la misma línea, habla que la foto es una herramienta que nos permite mirarnos y sanarnos. Por ejemplo, el limitar a la sociedad a ciertos estereotipos genera una constante inseguridad corporal, en relación a nuestro aspecto físico. Fotografiarnos nos hace mirarnos desde otras perspectivas, nos hace reafirmar quiénes somos, querernos y valorarnos. Por otra parte, mencionan también que la fotografía nos permite conocer distintas miradas y realidades. A modo de ejemplo, si nos reunimos todas en un lugar cualquiera, como Isla Mocha, siendo cinco, diez o más de veinte personas, los resultados individuales de ese registro fotográfico capturado serán completamente diferentes, distintas imágenes, encuadres, ángulos, luces y escenarios, ya que una foto es el resultado de una mirada en particular. La fotografía viene a ser una extensión de quiénes somos y de cómo miramos. Es, por lo tanto, diversa. Granada colectivo, por otro lado, nos comparte que, de acuerdo a su experiencia, han organizado jornadas con mujeres que no se vinculan directamente a la fotografía, y que desde una perspectiva de género han elaborado una escritura visual que da cuenta de su vida y conocimientos, generando intercambios de saberes colectivos. Acá, lo importante no es la fotografía ni los diversos materiales que utilizan, sino ese contenido que germina: el compartir, el dialogar, el escuchar y dejar testimonio. Es la experiencia. EFFEM, en tanto, también genera instancias de encuentros formativos -de hecho, participé de dos de ellos. Estos encuentros están dirigidos a mujeres que se vinculan de forma profesional o autodidacta con la fotografía, a través de jornadas de diálogos y experimentación, compartiendo procesos creativos y elaborando discursos críticos. Es por esto que, vinculado a todo lo anterior, “es esencial volver a entender la importancia de la crítica y la política de la mirada y de su potencial simbólico. Ver las imágenes no como simples ilustraciones, propagandas, visualidades ingenuas, sino como potencialmente ideas, herramientas de activación crítica y posibilidades de generación de conocimientos.” (Jösch, 2014). La fotografía como idea, como herramienta de activación crítica, creativa y de generación de conocimientos permite el encuentro, desde la diversidad de miradas, identidades y realidades. Ligada a las emociones, también nos permite compartir cómo sentimos, cómo interpretamos y cómo narramos. Algo que me llamó la atención, es que los dos primeros colectivos hablan de la intuición. La fotografía, en primera instancia, es intuitiva, ya sea por encuentro azaroso o forzado con lo retratado. Me refiero a que ese momento único en que tomamos la decisión de obturar nuestro dispositivo fotográfico se debe a que nos encontramos con un encuadre que nos evoca algo, y ese algo es un recuerdo de un paraje similar, de una textura similar o de una sensación similar, y que tiene directa relación con nuestra experiencia, con momentos que hemos vivido. Son sensaciones y emociones que se encuentran al instante de decidir apretar el gatillo. Recuerdo cuando trabajé con les chiques de segundo ciclo de la Escuela Amaranta Gómez, ubicada en una junta de vecinos en la Villa Olímpica de Ñuñoa –lugar de encuentro para la comunidad escolar y
vecinal–, mi primer desafío fue incorporar el lenguaje inclusivo. Recuerdo que me encontré con elles por primera vez a fines del año 2018, luego de intensas jornadas para profesores en el Centro Cultura La Moneda en las que se trabajaron distintos ejes y lineamientos de apoyo docente. En una de esas jornadas se abordó la temática de género, y el profesor de les chiques, Pedro, nos invitó a la escuela, lugar en el que implementa las estrategias compartidas en la jornada. Fuimos muy temprano. Estaban comenzando la clase de Historia, hablando justamente de estereotipos. Me sorprendió su participación y motivación. Nos invitaron a participar y terminamos trabajando de forma grupal nuevas narrativas, en donde elaboramos un cómic. Sentí un gran vínculo hacia elles. Les encantaban las artes y consideraban que era el medio para manifestarse. Fue tal mi motivación e inspiración, que al año siguiente iniciamos un trabajo en conjunto con el ramo de Formación Ciudadana, lo que culminó en un taller de artes visuales que fue co-diseñado por les chiques y yo. Dibujamos, fotografiamos y jugamos. Lo que más les gustaba era retratarse. Pero, lo más importante, eran esas conversaciones que surgían al final de cada jornada. Ese era el momento en que compartían cómo era su relación con las fotografías que habían en su álbum familiar; esas memorias que habían construidos sus padres, pero que no se reconocían en esas imágenes. Recién en la escuela y en los retratos capturados por sus compañeres se sentían elles mismes. Lamentablemente nuestro encuentro terminó cuando tuve problemas de salud, sin poder retomar más tarde. Tan solo queda el recuerdo que espero sea mutuo.
Küla Pedagogía feminista descolonial “Hay que considerar que hemos sido todas educadas bajo feminismos súper blancos y occidentales. En esa perspectiva, es fácil reconocerse en esa blanquitud, en ese lugar occidental, sin pensar en los territorios que estamos pisando y en la genealogía de nuestras propias memorias y cuerpos.” Daniela Catrileo. Entrevista radio Universidad de Chile.
Uno de los propósitos de este documento, es alejarme lo más posible de las referentes del norte, lo que se hace muy complejo, puesto que la educación que me ha formado y la que sigue formando en las aulas del país son palabras que vienen de bocas que se encuentran en contextos y tiempos muy distintos al nuestro. Es un síndrome que se vive en varios ámbitos y que nos plantea el desafío de despojarnos, independizarnos. Con esto no digo que no debemos leerlos, sino que tenemos la misión de generar contenidos desde acá, leer las referencias locales, latinoamericanas. Sino, en nuestras prácticas existirá una ausencia permanente que no queremos ver, ya que nos posicionamos desde las experiencias de otros cuerpos. Cuerpos ajenos. Debemos descolonizar la palabra y el pensamiento.
La pedagogía descolonial o pedagogía de la periferia, parte de la noción que el colonialismo nunca terminó, sino que fue modificado o, más bien, embellecido por el eufemismo de la modernidad. Para para Iris Hernández Morales, docente e investigadora, “el fin del colonialismo político no significó el fin del colonialismo en las mentalidades y subjetividades, en la cultura y en la epistemología, definiendo que las relaciones aún fluyan desde arriba hacia abajo, es decir, y para efectos de esta síntesis, omitiendo las relaciones de dominación/subordinación que sostienen este flujo y que amparan los límites curriculares”. (Hernández, 2019). De esta manera, la pedagogía debe manifestarse desde lo descolonial, valorando y reconociendo a las distintas comunidades indígenas como pueblos vivos y contemporáneos, “enmarcada en lo curricular […]. Basta mencionar que el abordaje de temáticas asociadas a comunidades indígenas se suele realizar en pasado, es decir, se cuenta una historia sobre indígenas que vivían o hacían. Así se niega su co-presencia con las sociedades modernas, borrando el conflicto político histórico y fortaleciendo su construcción como sujetos retrasados o no modernos, lo que no podría ser sino a través de un proceso de jerarquización cognitiva”. (Hernández, 2019). En este sentido, una pedagogía feminista descolonial busca generar diálogos que valoren a la mujer en la historia desde sus saberes populares, indígenas, campesinos y académicos, siendo todos estos igual de relevantes entre sí. Tiene como prioridad indispensable, también, generar conocimientos de género, clase, raza, sexual, político y social, ya que están interrelacionadas en una educación y formación. Se entabla, además, una relación horizontal entre la educadora y la educada, cuyo rol de aprendiz es mutuo, desde la pedagogía dialógica, en donde el diálogo adquiere un rol protagónico. Ambas hablan y ambas escuchan. Y, por supuesto, esta pedagogía se mueve desde el respeto de la diversidad de conocimientos de las personas por igual. En esta línea, Pañuelos en Rebeldía es un equipo de educación popular argentino que viene desarrollando su práctica política pedagógica desde hace unos años atrás. Se autodenominan Educadoras Populares, puesto que mencionan que debe haber un diálogo constante entre el saber académico y el saber popular. De esta forma, mencionan que “teniendo en cuenta el contexto actual, se visualiza la necesidad de considerar a la educación popular como una pedagogía de la rebeldía, de la resistencia, del acompañamiento, del diálogo, de la pregunta, de la indignación, del compromiso que sirva como herramienta de liberación y promueva las potencialidades y el protagonismo de los movimientos sociales que luchan por la emancipación”. (Korol, 2007). En su libro “Hacia una educación feminista: géneros y educación popular”, cuentan sobre sus experiencias que han ido construyendo junto a comunidades de mujeres. “Decidir sobre nuestros cuerpos es decidir nuestros sueños. Es luchar por la libertad, por la diversidad, por la autonomía. Es cuestionar el poder instituido y salir del ámbito privado al que quieren confinarnos, es hablar de deseo y ejercerlo. En definitiva, se trata de ser cuerpos y subjetividades en rebeldía”. (Korol, 2007). Para ellas, “la pedagogía feminista tiene una de sus claves en el encuentro de la memoria no sólo de las opresiones, sino también de las resistencias. Pedagogía que prefiere el testimonio al silencio de los textos. Testimonio colectivo, hecho de muchas memorias, capaces de afirmar o de cuestionar identidades”. (Korol, 2007). Una palabra en mapuzungun que aporta en esta línea es tukulpan, que quiere decir recordar o rememorar. Para enunciarse desde la pedagogía descolonial es importante que surja desde tukulpan zugu, una forma de ver la cultura y el patrimonio desde el presente. “Tukulpan zugu es, entre otras expresiones mapuche, ejercitar nuestra capacidad de dialogar con la historia, traer a nuestro presente el pasado vivo, recrear, reconstruir acontecimientos y
conocimientos, para explicar el presente, obtener aprendizajes y proyectar el futuro. Tukulpan zugu: un desafío urgente en nuestros tiempos, que permitirá transitar desde la demanda de obligatoriedad de la historia a la transformación del currículum y a una reflexión profunda del sistema educativo. Como parte de este desafío, complejo y no exento de adversidades, el debate deberá abrirse para hacerse cargo del genocidio, la colonización, el despojo, el racismo implícito y naturalizado en la formación del Estado chileno y sus instituciones educativas en nuestros territorios. Como parte de este desafío, es urgente que las nuevas generaciones se dispongan a reconocer que a pesar del genocidio y la colonización, los pueblos indígenas y el pueblo mapuche somos pueblos vivos; no identidades petrificadas que han tributado al relato del mestizaje que funda el nacionalismo chileno. Es el desafío de auto-reconocernos en que tenemos un idioma como el mapuzugun, y no un dialecto; disponerse a asumir que no pertenecemos al lugar social y de subordinación que nos han asignado, como sirvientes, peones, excelentes jardineros (al decir de Villalobos), empleadas domésticas, terroristas o apéndices de una historia chilena suplantadora que se reproduce en nuestros propios territorios. Es el desafío de disponernos a conocer nuestras diversidades y contradicciones, la importancia que alberga la defensa de la vida en nuestra historia y la irrenunciable lucha por la libertad y la descolonización de la cual nos sentimos orgullosos”. (Nahuelpán, 2019). Para ir finalizando este capítulo, y a propósito de todo lo expuesto, le quiero pedir a quien lea esto, que se preocupe e investigue al momento de hablar sobre las comunidades indígenas. He escuchado a distintas personas, incluso mediadoras y educadoras, referirse a mi pueblo como tribu o etnia. Ante esto les digo que la forma correcta de referirse es Nación. Nuestra lengua es un Idioma, no un dialecto. No somos araucanos, sino Mapuche. Y no somos ni chilenos ni argentinos. Somos Mapuche. El 20 de junio en la víspera al Wiñol tripantu o inicio de un nuevo ciclo, se lanzó Yene, revista de arte, pensamiento y escritura de Wallmapu y Abya Yala, una iniciativa del colectivo mapuche feminista Ragñintuleufu, quienes manifiestan que este nuevo medio tiene el objetivo de “pensar, profundizar y dialogar frente a las múltiples esferas de la crisis que nos movilizan desde el wallmapu y la diáspora”. (Editorial revista Yene, 2020). En su número kiñe pueden encontrar distintos escritos desde Puelmapu, Ngulumapu y Fütra Warria.
Cara Visible-Mediadora-Formadora-Guía-Tallerista-Facilitadora-Monitora-Profesora-Profe-DocenteMaestra-La niña mediadora-Entretenedora-Cuidadora-Acompañante de visitas-Gestora culturalPuente-Amiga-Mediadora Docente-Tía-La tía del museo- Señora-Señor-Señorita-Fotógrafa-ArtistaPedagoga-Educadora-Chica-Niña-Sabelotodo-Asistente de sala-La que no sabe lo inventa-La guardiana de las obras-
Hice una recopilación de los nombres por los que suelen llamarnos en instituciones culturales, algunos chistosos, otros obsoletos y algunos ofensivos. La educación artística no formal tiene la misma relevancia que la educación formal, pero en el actual currículum, las artes han sido consideradas como un conocimiento de segunda categoría, prácticamente innecesarias y optativas, cuyo objetivo radica en crecer y no saber pensar por nosotras mismas, sino dedicarnos a reproducir lo que otros dicen. Al repensar el nombre que quiero llevar como trabajadora de las artes y las culturas que se desenvuelve en la educación no formal decidí situarme como educadora, despojándola de toda
concepción que existió hasta un segundo atrás, definiendo educadora como una persona que ejerce un rol político, que le interesa el desarrollo de las artes en las personas como prioridad, que se considera una aprendiz y que se desenvuelve desde ese lugar, otorgándo todos los medios y referencias posibles, acompañándo en este proceso, validando continuamente los saberes de los niños, jóvenes y adultos. Nos relacionamos desde la horizontalidad, puesto que nuestro rol se inscribe en sentires, comunidad, libertad expresión y derechos humanos, cuyo objetivo es la autonomía del pensamiento y del cuerpo; trabajando con herramientas que favorezcan el desarrollo social, político, personal, colectivo, sensorial y afectivo; generando experiencias integrales que los interpelen y potencien en sus intereses, donde el interior y el exterior dialogan constantemente, estando presente el contexto y las problemáticas sociales.
Meli Aislamiento social y memoria “Leer la fotografía como performance y como memoria de lo múltiple es hacer de la fotografía un síntoma de una vida que resiste y sobrevive en el registro” Alejandra Castillo. Imagen, cuerpo.
¿Qué fotografías tomamos, compartimos y miramos en estos días de aislamiento social? La fotografía se vincula tautológicamente a la memoria y a la verdad, pero desde la era de la Postfotografía -término acuñado por la academia desde mediados de los años noventa-, cuya aparición está directamente relacionada a la aparición de la Internet, redes sociales y celulares con microcámaras incorporadas, o más bien, cámaras fotográficas que nos permiten hacer llamadas como dice Joan Fontcuberta (2015), se rompe y desestima a la verdad, debido a que nos encontramos en una época en donde existe una excesiva circulación de imágenes, aflorando una tergiversación de información, principalmente por intereses político. Un ejemplo es el actual concepto de fake news o noticias falsas, que representa una devastadora estrategia comunicativa que sólo logra confundir a las personas en tiempos complejos. Un par de semanas atrás, leía un artículo en la plataforma virtual El Mostrador que tenía el siguiente enunciado: “El encierro impacta en la capacidad de la memoria de construir recuerdos”. (Sandoval, 2020). Si bien, algunas cumplimos prácticamente tres meses en confinamiento, esta es una realidad para pocas. El habitar el mismo espacio, contemplar parajes íntimos similares, tener una rutina acotada, convivir contigo misma, con una o varias personas las 24 horas, no detonan un acontecimiento “importante” para marcarlo como hito que podamos recordar al final de esta experiencia ensimismada. “El encierro, la rutina y la reducción de las interacciones sociales por la pandemia del covid-19 están provocando impactos en la capacidad de la memoria de construir nuestros recuerdos. El cerebro es capaz de identificar hitos y construir una línea de tiempo para nutrir la denominada memoria episódica, un mecanismo relacionado con el recuerdo de momentos, lugares, emociones y detalles de contexto que se pueden evocar de forma muy nítida”. (Sandoval, 2020). De alguna forma la fotografía se ha convertido en un medio que nos permite hacer un registro constante
de lo que hacemos a diario para no olvidar. Las amantes de la fotografía tenemos la habilidad de viajar en el tiempo y rastrear los recuerdos desde las imágenes que capturamos. Partimos y regresamos al pasado. Han surgido distintas iniciativas desde colectivos fotográficos para formar una memoria colectiva de la pandemia, como lo hace la comunidad colectiva Mirada de Mujer, quienes realizan una invitación a generar un álbum con autorretratos realizados en cuarentena, o la Bitácora de una pandemia, realizada por la Cooperativa de Fotógrafas, que muestra los resultados de talleres de fotografía vinculados al contexto que vivimos. Están también las jornadas de charloteo que realizó EFFEM durante el mes de mayo, para continuar con el diálogo y la reflexión entre mujeres que se vinculan a lo visual, entre otras iniciativas en la región. Vivimos en un país cuya sociedad tiene mala memoria, lo que me hace pensar que llevamos años encerradas y que, recién el 18 de octubre del 2019, empezamos a asomar nuestro rostro hacia la ventana, comenzamos a mirar hacia fuera, a mirar a la vecina, a ampliar el horizonte, a dialogar con las otras, como consecuencia de un hecho histórico en particular. Nelly Richard menciona que “en un país como Chile donde el recuerdo colectivo fue confiscado por un aparato oficial del ocultamiento del pasado y de expropiación histórica de las señas de identidad nacional, resucitar los documentos que testimonian ese pasado equivale a desenterrar la noticia de una temporalidad censurada y a reinterpretar la memoria nacional en los lapsus fotográficos de sus retratos populares y escenas cotidianas”. (Richard, 1986). Así, “esta otra relación re-traza el relato de la memoria en el dispositivo fotográfico, en la fragmentariedad del archivo y en la posibilidad de otra idea de democracia. Si a la lógica estatal de las democracias consensuales le es propio el aparato del museo, a la lógica fragmentaria del archivo de la memoria le será consustancial la fotografía. La vida insistiendo, paradójicamente, en la artificialidad del dispositivo técnico. La fotografía como una política de interrupción a la lógica estatal de clausura de los cuerpos y sus memorias insepultas.” (Castillo, 2015).
Wechun zugu “Quien enseña aprende al enseñar y quien aprende enseña al aprender”. Paulo Freire. Pedagogía de la autonomía.
Si bien el objetivo de estas conversaciones es poder vincular las prácticas asociadas a la fotografía que se llevan a cabo actualmente, es también un material de apoyo para cada una de nosotras, para la comunidad de fotógrafas educadoras y para todas a quien le pueda servir.
La fotografía es una gran herramienta pedagógica y artística, que permite la libertad creativa y la libertad de expresión, la que debemos tomar para contar nuestra verdad. Debo finalizar invitando a todas a escribir, a sistematizar sus trabajos, a elaborar palabras que sean nuestras, que nos identifiquen, a entablar una pedagogía feminista desde el extremo sur, apelando a nuestro contexto, a nuestra realidad, a nuestras genealogías, a quienes somos, respondiendo a lo que queremos construir, sin perder jamás la esperanza.
Pu Mañumtun Cooperativa Atkins Arde Fotografía Granda Colectivo EFFEM Encuentro Fotográfico femenino
Futrä Warria, junio del 2020. A 8 meses de la revuelta.
Bibliografía
Acaso, María. (2012). Profesoras contra la pedagogía tóxica. Castillo, Alejandra. (2015). Imagen, Cuerpo. Catrileo, Daniela. (2018). Entrevista en Radio Universidad de Chile. Disponible en: https://radiojgm.uchile.cl/daniela-catrileo-poeta-mapuche-el-feminismo-no-necesariamente-estasalvando-a-todas-las-mujeres/ Freire, Paulo. (1996). Pedagogía de la autonomía. Giunta, Andrea. (2018). Feminismo y arte latinoamericano. Hernández, Iris. (2019). Hacia un currículum feminista descolonial. Revista Nomadías. Número 28, diciembre 2019. Jösch, Andrea. (2014). La función crítica de la fotografía, por una pedagogía de la mirada. Tesis para obtener el Magíster en gestión cultural en la Universidad de Chile. Korol, Claudia comp. (2007). Pañuelos en rebeldía: Hacia una educación feminista, géneros y educación popular. Editorial El Colectivo, Buenos Aires. Nahuelpan, Héctor. (2019). Comunidad de Historia Mapuche. Centro de Estudio e Investigación Mapuche. Disponible en: https://www.comunidadhistoriamapuche.cl/tukulpan-zugu-dialogar-con-lahistoria-en-tiempos-de-peligro/ Richard, Nelly. (2007). Márgenes e instituciones. Sandoval, Luis. (2020, 27 de mayo). COVID-19: El encierro impacta en la capacidad de la memoria de construir recuerdos. El Mostrador Cultura. Disponible en https://www.elmostrador.cl/cultura/2020/05/27/covid-19-el-encierro-impacta-en-la-capacidad-dela-memoria-de-construir-recuerdos/ Sontag, Susan. (1977). Sobre la Fotografía. Editorial revista Yene (2020, 20 de mayo) https://yenerevista.com/no-kine/ Angulo, Maite. (2017). Capítulo VI: “Estar, transformar, activar”. “Ni arte ni educación, Una experiencia en la que lo pedagógico vertebra lo artístico” Grupo de educadores Matadero de Madrid. Fontcuberta, Joan. (2015). La furia de las imágenes.