FÓSFORO Del latín phosphŏrus (lucero del alba) y del griego φωσφόρος —phōsphóros— (portador de luz)
1. m. Elemento químico de núm. atóm. 15, muy abundante en la corteza terrestre, de gran importancia biológica, constituyente de huesos, dientes y tejidos vivos, que se usan en pirotecnia y en la fabricación de cerillas, fertilizantes agrícolas y detergentes. (Símbolo P).
2. m. Trozo de cerilla, madera o cartón, con cabeza de fósforo y un cuerpo oxidante, que sirve para encender fuego. 3. m. Lucero (planeta Venus). 4. Revista literaria. Quémese en caso de emergencia.
Director general: Luis Fernando Rangel Directora de redes sociales y comunicación social: Rebeca Favila Montana Director editorial: Luis Fernando Rangel Directora de contenidos: Johana Rascón Director administrativo: José Arturo Santillanes
FÓSFORO
Consejo consultivo: La caja de cerillos Consejo editorial: Rebeca Favila Montana Luis Fernando Rangel Johana Rascón José Arturo Santillanes Portada: Mariela de la Peña Ilustraciones en interiores: Tania Solis Brenda Cruz Ortega Juan Ramón Flores Fósforo. Literatura en breve. Año uno, número cuatro (número especial), julio-septiembre de 2021. Es una publicación trimestral editada por cuatro fósforos y una caja de cerillos. Contacto: fosforocuu@gmail.com. Editor responsable: Luis Fernando Rangel. Este número se terminó de imprimir en Chihuahua, Chihuahua, México, en el mes de octubre de 2021 con un tiraje de 100 ejemplares. El diseño estuvo a cargo de Sangre ediciones y la impresión se realizó en sus talleres. Los textos y obras son responsabilidad de sus autores y las opiniones expresadas por ellos no necesariamente reflejan la postura de los editores de la publicación. Queda estrictamente prohibido no disfrutar. La literatura y las ideas son libres: comparte, pero da crédito. ¡Qué corra la voz! ¡Qué ardan los fósforos! #LiteraturaQueArde
CONTENIDO 7
Poesía Crecen las flores Alfredo Caro Espinoza
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Lola Aldana Giménez
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Justicia amarilla Fernando Rubín
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Suicidio Ivonne Aguilera
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Matchbox Elizabeth C. Lara
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Quise pintar el Paraíso Giotto di Bondone (traducción de Edgar Trevizo)
Narrativa 21 Súcubos Krsna Sánchez
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Dramaturgia Mu: danza Guly Miller
Ideas Arte poético 31 Aideé Gutiérrez 32
Mi madre abre su bolso Mariana del Vergel
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editorial
Nacimiento | Tania Solis
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Crecen las flores Alfredo Caro Espinoza I Crecen las flores. La tierra es más fértil en Buenaventura. Bajo un cielo azul pálido casi puedo dormir. II Si yo te viera, hermana, me quedaría en silencio. Tú me dirías hermano mío, Yo te diría hermana mía en un llanto absurdo. Si yo te viera como te veo en sueños, podría tener la fe de nuestra madre. Te abrazaría en silencio, y las palabras perderían sentido. Si como en sueños me dijeras que estás bien amainaría el peso de las cosas. Tú me dirías oye hermano. La muerte no tiene sentido. Yo te diría hermana. Entonces tampoco la vida. Diría oye hermana ahora puedo cocinar muy bien para ti pero a mí me gusta el ajo y a ti no. Prometo no usar ajo cuando cocine para ti. Antes no sabía cocinar, pero sabía otras cosas. Sabía trepar árboles, sabía subir desde el abismo y dormir en pisos pálidos. 7
III Sé que recuerdas, hermana, los días en que se te negaban las flores. Metí al hospital un arreglo barato. Tenía chocolates y dulces, pero me las arreglé. No podíamos llevarte flores. Recuerdo que el piso era más frío que la noche, y yo quería llevarte a casa. Quería que la vida no te golpeara. No mereciste mal alguno, hermana. Fuiste vida para tus vivos, mereciste vida. Te llamaban guerrera. Seguro lo recuerdas, pero yo no te llamé así: nadie pide estar en la guerra. Eras la mejor sin quererlo, quién lo querría. Soportaste el peso de nuestro mundo mientras la vida te disparaba en una trinchera de cartón. Ahora, cuando no soporto el peso de mi propio mundo —un mundo tan pequeño— te recuerdo. Siempre te recuerdo, y también tu último día bajo el cielo pálido. Ese día, hermana, espero que lo sepas… Ese día todas las flores fueron tuyas. El pueblo se quedó sin flores, pero tú merecías las flores del mundo que pesaba tanto. 8
No sé qué quiero entender ahora. Se supone que escribo para entender, pero ahora soy un péndulo que oscila. No sé en qué creo, hermana, pero creo que un día voy a verte y te daré un abrazo que lo diga todo. Alguien te envío muchas flores, y recordé el hospital y tu caja. Tu tumba, con todas las flores del mundo. También te diría, hermana, que no estoy tan mal, que a veces puedo escribirte amor sin llanto. Hoy los rituales del dolor son cotidianos, creo que así deben ser las cosas. Perdona si mi amor no fue evidente, hermana. El tuyo lo fue. Te prometo flores. Te prometo algún día amor sin llanto.
Es Licenciado en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. De 2015 a 2018 fue Jefe de Unidad Editorial en la Facultad de Filosofía y Letras de la uach y editor responsable de la revista Metamorfosis. Ha participado en diversos foros estatales y nacionales, y ha colaborado en medios como Circuito Norte y El Heraldo de Chihuahua. Autor del poemario Eva Gúndersen contra los mosquitos (icm Chihuahua, 2017), poemas suyos aparecen en la antología No haremos obra perdurable (Secretaría de Cultura, Sangre ediciones, 2019). Beneficiario en la categoría Jóvenes Creadores del pecda David Alfaro Siqueiros 2018 en la disciplina de poesía. Actualmente es editor, diseñador editorial y tallerista freelance. Es Director General de la editorial Sangre ediciones.
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Lola
Lorenza solía cocinar sopaipillas, empanadas y lasagna con sus propias manos, para todo el que quisiera ir a su casa de visita. Lorenza tenía un quiosco y, si te caías, te regalaba un helado bombón, para que olvidaras el dolor sin darte cuenta. Ella tejía siempre con una aguja metálica de crochet, para que nos abrigáramos con sus gorros en invierno. Lorenza tenía una cartera con cualquier cosa que uno necesitara, como caramelos cuadrados de dulce de leche. Otoño, Lorenza se ha olvidado de casi todo lo que ha sucedido desde el 2016, y cuenta las mismas historias una y otra y otra vez.
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Aldana Giménez
Lorenza aún huele a glicinas, como las que colgaban de su jardín, y ella contemplaba desde el sillón de totora. Pisos marrones, cáscaras de naranja sobre la estufa. ¿Por qué cerraron la puerta del negocio?
Nació en Mendoza, Argentina en 1994. Es diseñadora de interiores. Ha tomado talleres de poesía, experimentación poética, poesía perceptual y actualmente participa de un taller de poesía creativa peruana. Tiene un blog, Mirada de poeta, donde publica sus escritos. También ha publicado en la revista literaria española Valencia escribe y en la web de Falsaria; en Argentina para revista Rumbos de Los Andes y Cima; y para México en el periódico La verdad, Michoacán y en Sangre ediciones, en la sección La letra sangra. A fines de agosto del 2021 participó del 3er Festival internacional de poesía de feipol (Argentina), trasmitido vía YouTube, recitando su poema “Irene”.
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Justicia amarilla Fernando Rubín La primavera es la única estación que ya ha cumplido su promesa Niño ¿parpadeas en tu sueño? ¿supiste cómo reír al revés? Oí que el niño no duerme el niño no quiere comer Oí que brotó la flor rebota con los dioses mis abuelos y los tuyos y los suyos nos trajeron hasta aquí donde lloramos Igual de ciegos cabalgan el mismo elefante
No hubo más herencia
El niño abrazó al verano El niño ha vencido al mundo Vive en Cuernavaca y tiene 23 años. Obtuvo el primer lugar en el Certamen Nacional de Creación Literaria del ITESM, en la categoría de poesía. Puedes leerlo en el sitio web fernandorubin.online
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Suicidio Ivonne Aguilera
Nota introductoria: Este poemínimo no es apto para personas que creen que el pobre es pobre porque quiere, que no trabaja porque no quiere y cree que la meritocracia es lo máximo.
La necesidad de vivir entregando mi tiempo ocho horas al día incluyendo los fines de semana.
Egresada de la Licenciatura en Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ha publicado su obra gráfica y literaria en revistas como Metamorfosis, Materia Escrita, Trepanación, Revista Alcantarilla y Granuja revista.
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Matchbox
Tengo en mi mano un cerillo. Pienso en el final. Desde esa apariencia no es y no somos muy distintos. Somos una diminuta astilla. Nuestros propósitos son dictados por una mezcla de elementos químicos. Una mezcla da forma y fin a nuestra cabeza: Elemento químico de número atómico 15. Símbolo P. Es un no metal que emite luz en la oscuridad. Se presenta en tres formas: ordinario o blanco, rojo y negro. Busco en Google la tabla periódica de los elementos. Ubico el elemento 15, sus colores se parecen a los del amor. Elemento químico de número atómico 6. Símbolo C. Es un no metal cuyo componente es fundamental en los compuestos orgánicos. Las propiedades físicas del carbono varían ampliamente con la forma alotrópica: blando y negro si grafito, transparente y duro si diamante. Sigo buscando elementos para armar el match perfecto. Pienso en la astilla. Tal vez los que sentimos el amor somos sólo el palito de madera que sostiene al fósforo. Pienso en el elemento 6 y su omnipresencia. A veces juego a ser ese pequeño dios: Ser lo suficientemente blanda y oscura para poder escribir sobre la página en blanco. Ser lo suficientemente transparente y dura para compartirlo. 14
Elizabeth C. Lara
Elemento químico de número atómico 1. Símbolo H. En griego, de ὕδωρ hýdōr, genitivo ὑδρός hydrós, y γένος génos «que genera o produce agua». Es el más ligero. Muchos metales pueden sufrir fragilidad en su presencia Ahora pienso en el ambiente propicio para encender un fósforo; debe haber cierta ligereza y fragilidad, no tanta como para humedecer la astilla. Debe haber una voluntad de vida en la misma proporción que de muerte. Elemento químico de número atómico 8. Símbolo O. Su nombre proviene de las raíces griegas ὀξύς (oxys) («ácido», literalmente «punzante») y γόνος (gonos) («productor», literalmente «engendrador»; es decir, “productor de ácidos”. Es de gran interés por ser el elemento esencial en los procesos de respiración de la mayor parte de las células vivas y en los procesos de combustión. Recuerdo los versos e historias de desamor: todos lo confirman: el amor es el mayor productor de ácidos. Curioso que como el oxígeno sea de gran interés por la mayor parte de nuestras células. Elemento químico de número atómico 7. Símbolo N. Del latín nitrum y a su vez del griego νίτρον, “nitro” y geno, de la raíz griega γεν, “generar”. Aire flogisticado. Es un gas inerte: azote (del griego ázoe, que significa “sin vida”). El cerillo sigue en mi mano. En mano de qué dios quién soy un pequeño trozo de madera. Estoy decidida a encenderlo. Tomo la caja medio llena de otros cerillos. 15
Sujeto ese orden y sigo el cauce natural. Una mano aproximándose a la superficie áspera. Sólo es necesaria la fricción. Una mano con una cabeza. Una cabeza que quizá piensa en el final. En las apariencias. En las astillas. En los elementos químicos. En el amor. Enciendo el cerillo. Su luz se apaga antes de que encuentre [algo para conservarla. Las cajas de cerillos deberían advertir: “enciéndase sólo en caso de saber qué hacer con ellos” ¿Era blanco o rojo? Apenas recuerdo. Tengo en mi mano la astilla con un recuerdo luminoso en la cabeza. Sujeto ese orden y sigo su cauce natural. Cierro mi mano. El pedazo de madera se rompe. Pienso en el final en mano de quién soy un cerillo usado y roto.
Poeta, docente ele y Mujer Cangrejo. Es egresada de la Licenciatura en Lengua y Literatura de la uabcs y los diplomados en Creación Literaria y Literaturas Mexicanas en Lenguas Indígenas del inbal. Su poemario Grietas, Premio Estatal de Poesía Joven 2017, fue incluido en la antología Altares (isc, 2018). Algunos de sus poemas se encuentran en Selfie Poética (Los Pinos, 2020) y Novísimas. Reunión de poetas mexicanas (1989 – 1999) (Los Libros del Perro, 2020). Recientemente fue publicada en la revista “Fractal” de San Diego Poetry Annual.
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Quise pintar el Paraíso (fragmento)
Giotto di Bondone (traducción de Edgar Trevizo)
La perra gimotea entre sueños. Está cazando liebres otra vez: sus patas rasgan el suelo, su cola se agita. Pronto despertará y mirará alrededor. Volverá de nueva cuenta a este mundo. Adoro mirar sus ojos. Son de color ámbar, como una copa de Moscatel contra la luz del sol. Quiero ese color para el atardecer en el jardín de Getsemaní. Topacio. Para mi pintura de Nuestro Señor, abandonado y llorando entre las flores.
Es poeta, traductor, editor y promotor de la lectura de poesía, particularmente. Dirige la plataforma Dos Mil Desayunos con Michiko, a través de la cual comparte poemas de todo el mundo, en diversos formatos, muchos de los cuales surgen de su trabajo como traductor y compilador. Es autor de las compilaciones de poesía internacional Wikaráame, Vol. 1 y 2; de la compilación internacional de narrativa brevísima Irétari, y de volúmenes de traducciones de Jim Moore, Anna Swirszczynska, Ono no Komachi e Izumi Shikibu, entre otros. En 2004, su libro Blind Sugar: crónica y delirio de la ausencia, obtuvo el Premio Chihuahua de Literatura. Actualmente dirige Medusa Editores. Sus publicaciones pueden encontrarse en www.medusaeditores.com
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Krsna Sánchez
Auguro | Tania Solis
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Súcubos Vier y Fünf llegaron a través de una brecha espacio-temporal que se desvaneció silenciosamente a sus espaldas. Vestían trajes aislantes y caretas protectoras que dificultaban distinguirlos entre sí, excepto por la diferencia de tamaño. Vier era más alto y corpulento que Fünf. Cruzaron con mucho sigilo el dormitorio en sombras. Alejandro Magno roncaba sobre el lecho, rodeado de tapices babilónicos. Su pesada respiración impregnaba el ambiente con un fuerte olor a alcohol. Dormía profundamente, borracho. —Está más demacrado que la vez anterior —susurró Fünf, mirando su rostro bajo el tenue resplandor de los braseros. —Ponle el excitador —respondió Vier sin hacer caso al comentario —yo me encargo del extractor. Fünf apartó la Iliada de la almohada y colocó una diadema con electrodos alrededor de la cabeza de Alejandro, mientras que Vier le alzaba la túnica para acomodar en su entrepierna un artefacto cónico. Una pequeña luz se encendió en el excitador. Había comenzado a estimular la amígdala cerebral de Alejandro para inspirarle sueños eróticos. —Estuve leyendo —dijo Fünf —él fallecerá esta noche. —Ajá —respondió Vier. —Los historiadores no han descubierto la causa de su muerte, ¿crees que hayamos tenido algo que ver? —Aunque así fuera, no podemos hacer nada. Él es el semental favorito de la clientela. Todas las familias del futuro quieren un hijo del gran conquistador macedonio. El extractor comenzaba a llenarse.
Es un escritor de ciencia ficción, fantasía y terror. Ha ganado premios como el 4° concurso de cuento de ciencia ficción las cuatro esquinas del universo, el Bazar de Horrores en Fobica Fest 2020 en la categoría de cuento y una mención honorífica de la edición xxxiv del concurso nacional de cuento fantástico y de ciencia ficción. Es autor de la plaquette Mundos impostores y del libro Inventamos enemigos más útiles. Ha publicado cuentos en diversas revistas como Espejo Humeante, Primero Sueño, Penumbria, Himen, Teoría Ómicron, Ficción Científica, entre otras. También cuenta con relatos que forman parte de las antologías Liminales, Un grito no nos puede matar, Del futuro y otros menesteres, Las cuatro esquinas del universo: perturbaciones del espacio-tiempo.
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Mu / danza Guly Miller
Viola: Oscuridad. Oscuridad total. Puntos danzantes
que aparecen...
se desvanecen...
Figuras amorfas y flotantes. Nubes que atraviesan mi cerebro, debajo de los párpados. En el negro escenario de mi cabeza se abren los ojos. Luz de día. Incandescente luz de un martes por la mañana. El blanco del techo. La inmovilidad de mi cuerpo recostado sobre el sofá café de la sala. Martes por la mañana. Este (no) es un día cualquiera. El día de hoy nos mudamos. Luis está en el trabajo, los niños en el colegio, y yo pierdo mi tiempo recostada en el sofá café. No me gusta. Este sofá no es mi rincón favorito. A lo mejor es el otro. El sofá amarillo, mullido, que da hacia la ventana, en el que puedo recostarme y escuchar el canto de los pájaros que viene de fuera.
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Pero hoy estoy recostada en el sofá café. El que no promete nada. Cierro los ojos. Así son las despedidas. La oscuridad me envuelve. Qué delicada es la frontera entre el negro y el blanco. Entre existir alrededor de las cosas y no existir. Suspiro. Camino las calles cerca de mi casa. El viento mueve mi cabello, escucho el crujir de las hojas que voy pisando. Estoy cerca de la escuela de los niños, de mi heladería favorita, de la librería de viejo en donde encontré la obra completa de Ionesco. Abro los ojos. Chet Baker. Ese pequeño hijo de puta canta muy bien. Tan bien como para hacerme sentir que mi vida cambiará el día de hoy, que estas paredes se quedarán atrás con todo lo que alguna vez fui y nunca volveré a ser. Su voz y su trompeta cómo me saben a algo que se convierte en recuerdo. Las vibraciones tocan la grieta que siento entre los ojos y el cráneo. Dejo caer mi mano al suelo. Qué humedad la de mis yemas. Retorno a lo oscuro. Cierro los ojos. La tienda de antigüedades, la peluquería, los restaurantes en los que solíamos comer. El teatro, las galerías de arte… … Superficial. 24
Una mujer superficial. Abro los ojos, enfoco la vista: Hoy todo lo que es real me hiere. Si estas paredes pudiesen hablar, ¿qué contarían?: “Aquí vivió una pareja con hijos, abandonan la casa por cuestiones de dinero, aun así, todo está en perfectas condiciones.” ¿Dirían, tal vez, “ella fue actriz, pero su pasión acabó por atraparla en el escenario de esta casa”? ¿Sería interesante decir “el marido desistió de sus sueños porque ‘del arte no se vive’, y comenzó a trabajar en otra cosa, algo que no vale la pena contar”? Incluso podrían decir detalles más precisos, episodios de su vida sólo para profundizar en los personajes: El derrame cerebral de la madre de él, su muerte en el hospital; la carrera que ella nunca terminó ; las frustraciones mutuas, los reclamos, una traición guardada entre la piel de los labios… Los dos enfermos de celos, los dos consumidos profundamente. Siempre los gritos, siempre el llanto; el pan de (casi) todos los días que cesó con el llanto y los gritos de los gemelos, e impuso en sus vidas tedio y hartazgo en lugar de paz. ¿Contarían todo eso? ¿Tendrían el tiempo, las ganas de decirlo? … Quién sabe, los edificios tienen otras prioridades. Nada de esto es relevante, como en muchas otras historias. Qué frío. Es un frío húmedo. De ese que comienza a mojar de a poco. En el negro de mi alma, ni Shakespeare, ni Brecht, ni Beckett. Nadie pudo salvarme. … 25
El frío consume.
La humedad es incómoda al principio.
Luego, se aprende a nadar. Ojalá en mi siguiente vida sea un pez.
Chet, eres un desgraciado, pero tu voz (lo único valioso que tienes), me ha salvado en este último día. … ¿Cómo explicarle a Luis que soy más infeliz ahora que tengo a los gemelos? ¿Cómo decirles a mis hijos que me siento atrapada? ¿Con qué dignidad podría mirar mi vida, mi pasado antes de ellos? No tengo valor para pensar en todas las cosas que por mi familia ahogué. El frío me sumerge en una calma histérica y húmeda. Estoy flotando entre mis lagrimas y el agua, pero lloro en silencio y tranquilamente. No hay nada que decidir. Nos mudamos. Lo dejo todo; todo lo que soy y fui, todo lo que tengo, todo lo que amé y amo, todas las personas con las que he vivido.
Floto.
Y floto. El departamento se llena de agua. Siento el cabello serpentear entre mi cuello y rostro. 26
Floto.
Ya casi tocó el techo. Qué tranquilidad, qué corazón tan hueco, qué alma tan vacía. Nos mudamos. Yo los dejo. Espero que Luis pueda con los niños. Por ellos no me preocupo. En su colegio les enseñan a nadar. Podrán encontrarme, llegar hasta mi cuerpo sin ningún problema, si es que quieren despedirse. Luis no puede, no sabe nadar porque al intentarlo, en el agua se convierte en piedra y se hunde. No sé cómo va a tomarlo. Los caseros van a estar muy molestos. Cobrarán caro porque el suelo es de madera y estará podrido para cuando me encuentren… Ya no importa. El dinero, las cosas materiales, nada de eso es relevante para alguien que se transformará en pez. Este es el papel de mi vida. Me voy siendo Ofelia, salgo por la puerta grande. Soy un pez. Floto entre los pétalos de libros que amé. No tengo flores, pero sí un librero bastante grande. 27
Mis hijos están chicos ahora, pero entenderán la referencia algún día cuando crezcan. . No me odien por esto. Juro que los amé tanto como pude. Intranquilidad, estertores. El aire en pequeñas burbujas que toca el techo. Miedo. Vértigo. Un corazón acelerado. El cráneo que estallará. Quiero huir, pero no hay nada que hacer. Y aparece el azul... el negro... La voz de Chet Baker una tonada de sirena en lo profundo. La oscuridad. Puntos brillantes, la oscuridad debajo de mis párpados la danza de las luces la música de las esferas... Eso es todo. Nos mudamos. Nos vamos todos de aquí. 28
Vacío.
Dramaturga y directora teatral. Egresada Cum Laude de la Licenciatura en Teatro de la udlap (2019). Fue Becaria del Noveno Curso de Creación Literaria de la flm y la uv en la categoría de Dramaturgia (2017) y de pecda Puebla en la categoría Jóvenes Creadores en Dramaturgia (2019). Fue finalista del Premio de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo Trejo por Su obra “Frankenstein o pedazos de mí” (2021), y seleccionada como parte de la decimonovena generación del programa de becas y formación literaria de la Fundación para las Letras Mexicanas (2021). Es fundadora de Trabajos de Amor Perdidos, Colectivo Escénico (2016 a la fecha).
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Arte poético Aideé Gutiérrez
El estilo poético es como un par de zapatos: Todos usamos el que más nos gusta y hace sentir cómodos, además de que nos molesta cuando alguien nos quiere imponer un nuevo estilo al que no estamos acostumbrados. El uso del zapato depende de la conveniencia de cada quien. ¿Vas a tomar una caminata por la montaña o por la ciudad? ¿El camino es sinuoso o te vas todo derecho? La elección del zapato define el propósito con el que se usa, de la misma manera que se escribe poesía: ¿a dónde quieres llegar? Al zapato hay que cuidarlo. No sólo es ponérselo y ya. Debes de cuidar que no se gaste, pulirlos y repararlos si algo se ha desgastado o roto. Cuídate de prestar una atención indebida al poema o sangrará sin semblanza. Una vez supe de un hombre que vestía unos zapatos muy elegantes, pero que le apretaban. Cuando le preguntaron por qué se los seguía poniendo si le dolían los pies, contestó: porque se siente muy bien cuando me los quito. Supongo que lo mismo pasa cuando te das cuenta que el estilo poético que usabas no era para ti y encontraste otro modelo que te calza mejor.
Es egresada de Ingeniería Química del Instituto Tecnológico de Parral. Participó en el taller de literatura “No haremos Obra Perdurable. Introducción a la creación poética”. Además de ser una entusiasta de la ciencia, disfruta de la poesía de John Keats, las artes escénicas y los misterios del universo. Considera que encontrar la unificación de la Mecánica Cuántica con la Relatividad sería un logro sin precedentes aunque por el momento unificar la poesía con la ciencia es suficiente para ella.
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Mi madre abre su bolso como quien se dispone —sin buscarlo— a sacar de él las cuentas del mundo. Abre su bolso y saca tres dulces con una ruidosa y llamativa envoltura abrillantada: me ha atrapado su gesto inesperado a bocajarro. Desde que tengo memoria, nunca la he visto comer algún chocolate, malvavisco o producto de confitería comercial. Retengo los recuerdos un momento y vuelvo a las andanzas: todos los espacios (cumpleaños, posadas, regalías modestas de los restaurantes, salas de espera), todos los “adornos” que dan carácter a las piezas de pan dulce más solicitadas y a los pasteles más tentadores al dedazo o al pellizco, han mantenido una breve y alegre ofrenda para su boca. Y mi madre nunca la ha aceptado, la ha ignorado, o ha decidido, simple y desinteresadamente, pasarla por alto. Reparo en la envoltura plateada y se me hace agua la boca. Reparo también en la sorpresa que me llevó a mí misma al saber que de su bolsa nace mi necesidad de pedírselos, y con ello, mi necesidad de afirmarme en deseo y posibilidad: yo sí puedo comer lo que sus papilas han dejado en el regusto amargo y acre del olvido desde hacía mucho tiempo. Yo sí puedo llevarme a la boca eso que su maxilofacial determina que es un terrible y doloroso plan —decidiendo, cada mes, por ella—. Frente a mi madre, me sorprendo a mí con una suerte de aire altivo. A sabiendas de que conocemos el mundo por las cosas que nos llevamos a la boca, podemos confirmar una relación complicada de aceptación sencilla y con una lógica proporcional: entre menos se conoce el mundo, más amarga y menos ávida se vuelven las ganas de vivirlo; cuántas más veces dejamos de aprehender la Tierra con esa forma en la que un niño se lleva el juguete nuevo, el lápiz, sus secreciones (y las de otros), la madera en la pata de una mesa, la tierra y sus hormigas, las manos a la boca, menos sabemos del mundo y del sabor de todas las cosas que nos van rodeando. El resultado es una insatisfecha y monótona vida de oficinista que se 32
Mi madre abre su bolso Mariana del Vergel
limita al polvo de escritorio y a la infusión con granos de café torrefacto cada tanto y tanto. Los que aún conservan su edad pueril y se encantan de piñatas en sus fiestas, como el primer y único invitado importante —que tiene, por cierto, la consideración de una altura gentil para el cumpleañero—, tienen, en la primera mitad de sus vidas, la posibilidad de ganar la gloria dulce que gozaran luego. La otra mitad deviene por la decisión de añadir, semana con semana, una bolsa de dulces al carrito de compras; ese ir visionado con ansiedad la siguiente vuelta al súper para probar una nueva y atractiva versión de la fórmula de determinado caramelo. Para ser franca, no me parece honrado que las personas no concilien su sentido del gusto con el mundo: probar y dejarse probar; me parece aún menos justo que otras y otros con batas blancas y cubrebocas envíen a las personas de cincuenta o sesenta años al descanso del festín y el deleite bilabial, interdental, alveolar, palatal, uvular, y todo el camino trazado por la articulación de los sonidos del buen comer (al masticar hacemos sonidos) que llega hasta la glotis y avanza hasta lugares insospechados en el placer de la mente; me parece injusto cómo el poder de sus batas puede llegar a hacer convenios con el Instituto Nacional de Salud Pública para sacar comunicados que, a su vez, lleguen a notas de periódicos primermundistas como: Dulces mexicanos consumidos principalmente por niños contienen altos niveles de plomo; noticias que en sus primera líneas conspirativas dictan: Los dulces con concentraciones de este metal pesado por encima del límite son la Rockaleta Diábolo, el Tamarindo, la Ricaleta Chamoy, la Tutsi Pop y la Indy Marimbas. Para ser franca, me atraen las personas que abren y abren y vuelven a abrir un pequeño dulce tras otro, hasta esperar que el breve hartazgo se les pase, para proceder con otros de nuevos sabores a base de azúcar, jarabe de glucosa y novedosos colorantes, como si fueran gritando alegremente por el mundo: “somos suicidas y siempre lo hemos sido / solo los inmortales 33
no se suicidan”; las personas que siempre se aventuran por la compra del sex spanking paletas para adultos; las que no tienen muy presente la diferencia entre pirueta o chupeta o paleta, y la comen sin preocupaciones, arrojados a la salivación. Cuando mi madre abre su bolso se dispone a sacar de él las cuentas de mi mundo vertidas en su contenedor: yo soy la que deseo: yo soy la que saliva a estímulos de alegría ante la lengua, yo soy la que conoce por su boca la alegría dulce y húmeda del mundo. Ella tiene 52 años y me rebasa con treinta largas notas que ha dejado de sentir en sus 17 músculos adormilados. Y justamente por eso reparo en el reflejo de la envoltura metal de los dulces que hay en sus manos: pienso en la persona que no soy, en ese futuro que nunca he conocido: el espejo del metal proyecta mansamente la desfigurada imagen de mi madre. Me hago consciente que palpo cada cosa con su lenguaje. Acaso mañana, cuando vaya de camino al dentista, a lo mejor y rechace la ofrenda de la recepcionista, cuando contenta se me acerque con la canasta llena de colores y yo reconozca que en el fondo, su sabor, no es para tanto.
Estudia Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato. Obtuvo el primer lugar en el tercer Concurso “Mundos posibles” de la FeNaL en la categoría de Poesía. Es fundadora del Encuentro Nacional de Revistas Literarias (enarel) “Fernando Benítez” y directora editorial de la revista literaria Los Demonios y los Días.
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Amaltea | Tania Solis
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Buzo | Brenda Cruz Ortega