La memoria es un jardín en mi cabeza
La memoria es un jardín en mi cabeza
David Alejandro Pimentel
FÓSFORO
Colección de libros de la caja de cerillos 9 David Alejandro Pimentel La memoria es un jardín en mi cabeza Primera edición: septiembre, 2021 Diseño editorial: Luis Fernando Rangel fosforocuu@gmail.com Fósforo. Literatura en breve. La literatura y las ideas son libres. ¡Que corra la voz! ¡Que ardan los fósforos! Editado y producido en Chihuahua, México.
I. Mi casa tiene un jardín donde viven las flores, los árboles y los insectos. Cuando el sol estira la mano toca con sus dedos los colores y arranca la oscuridad [como una telaraña. Los pájaros bajan al jardín [después de su arduo vuelo. Una rana croa detrás de una piedra, [salta y se mete al río. El río es un espejo que me dice [lo que piensa el agua pero cuando pasa con su longeva corriente [ya no es el mismo. El río y yo también nos parecemos. 7
II. Te sentabas en la banca del gran jardín. Ahí la fuente estaba seca y rota porque hubo una sequía que mató a los animales. Solías estar en las habitaciones de tu padre leyendo citas y fragmentos de libros al azar, siempre en soledad mientras las flores [terminaban marchitándose. El silencio en tu cabeza nos volvía a un recuerdo que perdimos [con el tiempo.
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III. Muchos insectos habitan mi jardín, duermen y sueñan con las flores. Se columpian en las hojas de los árboles, emprenden sus búsquedas en tallos [y raíces de las plantas. Al fondo de esta casa, el jardín es un mundo [diminuto que mis ojos pueden ver cuando las estaciones [cambian. Los insectos son los habitantes en el mundo de este jardín: en el jardín [de este mundo.
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IV. Tu cara se volvió vapor en el sueño que viviste. La duda aun me retumba, me hace repetir si lo que vi es una mentira, [si tú lo fuiste. ¿Quién va a contrariar la memoria? Toda la sombra al fondo de la noche no nos devolvió nuestra forma exacta: [desdibujó los lindes de nuestros cuerpos.
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V. Los árboles son casas que brotan de la tierra: hogar de pájaros sin vuelo. Es el pulmón donde respira mi pulso. Sobre montañas y bajo la tierra los árboles saben nacer hacia arriba y hacia abajo en donde crece el corazón como un fruto [secreto en nuestro cuerpo.
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VI. Recuerdo el día en que pudiste tener una edad para siempre. Nunca pudimos entender la ausencia porque era lo más parecido a ser golpeado [por algo que nos faltaba. Aprender que las cosas se han ido que los pasos no volverán a darse por las mismas [calles polvorientas. Recuerdo cuando escuchamos la palabra Muerte, y con ella repetías el nombre de lo hueco. Esa palabra nunca pudo salir de ti, tampoco pudiste hacerla salir [de tu cabeza: comprendimos que la muerte nunca acaba, [la llevamos para siempre en nuestro intimo lenguaje [que también es el silencio. 12
VII. De la tierra oscura nacen otros frutos escondidos. Hay que abrirla desde el fondo para sentir su lengua sedienta tocando el extremo de la luz. El lenguaje es un fruto escondido en la tierra inconclusa del pensamiento. Toda palabra como un fruto ha de salir al exterior, sólo hay que saber abrir la tierra.
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VIII. Nadie se levanta con su mismo cuerpo [después de mucho, eso me dijeron las fotografías en mi mano [antes de perderse. Acuérdate que un día al regresar un rayo [cayó entre los árboles, incendió las casas a su alrededor. No pudimos hacer nada más [que ver nuestros rostros tocados por la sombra roja al final de la calle. No sé qué nos dijimos esa tarde, pero empezamos a amar tantas cosas que teníamos.
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IX. El río es una nostalgia que nos moja. Se lleva algo de nosotros cuando entramos en él. Su cuerpo de cristal líquido nos dice [qué tan profundo y trasparente es su memoria de peces fugitivos. El recuerdo es un río que corre al interior de mi cabeza cuando quiero saber de lo pasado. Me sumerjo en sus aguas cada vez, y cada vez recuerdo lo que soy y lo que he sido.
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X. Estoy desde la orilla mirando el oleaje caprichoso pero mi cabeza es un contenedor [de aguas detenidas. Entro con cuidado, volteo las rocas y no encuentro otra dimensión para el silencio.
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XI. Las montañas sostienen el cielo con su cuerpo de polvo amontonado. Son gigantes que el viento nunca pudo mover. Al interior de sus venas corre el agua secreta [de su memoria. Han dormido miles de años a nuestro alrededor. Detrás del jardín, a lo lejos, puedo verlas decir secretos a las nubes. Mi padre dice que hay montañas [dentro del corazón, sólo hay que hacer brotar las aguas.
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XII. El tiempo da cuerda a nuestras manos, bombea nuestra sangre. Eso pensamos. Escupo el azar y tiro los dados: el destino es algo que también he de olvidar.
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XIII. Cada mañana el tren cruza este lugar con su música trazada en la memoria. Su silbato nos despierta del sueño apenas sale el sol detrás de las montañas. Su estruendo de máquina veloz es más fuerte que el canto de los pájaros abriendo la boca del silencio. El tren arrastra su insomnio de rieles inconclusos y cruza las calles con su lenguaje de humo entre tambores que se van.
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XIV. Balanceamos el peso de los nombres, los posibles significados de lo incontenible, desmesura que pierde sus bordes. La ausencia quiebra el peso del insomnio y hunde los rostros en las arenas de las playas.
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XV. La lluvia es un pensamiento que cae en el pasado y en otros tiempos que no sabemos. En este sitio ahora cae la lluvia en nuestro cuerpo como un poema que empezamos. Un poema terminado es igual que haber estado debajo de la lluvia [riendo a carcajadas.
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XVI. Tuve el fuego y la noche. En mi memoria todo florecía, florece, he de decir, porque la tierra es longeva, fértil y toda imagen está aún por nacer. El horror ha de nacer en mis ojos y morir en la misma tierra.
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XVII. Donde vivo hay un estanque de agua dulce [y cristalina rodeada de pasto y muchas flores olorosas. Sobre el estanque hay un puente de madera [para cruzar al otro extremo de las aguas detenidas en donde mi rostro algunas veces me regresa la mirada inmóvil debajo del agua. Al interior de su estómago duermen [los peces rojos y dorados, nenúfares, jacintos y una rana enamorada [de su propia trasparencia.
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XVIII. Ya no soy el mismo. No puedo diluirme [en lo que fui. Sé que recuerdas el árbol donde dormían [de noche los murciélagos. Ahí el aire corría en su interior haciendo [la función de los pulmones. Lo sé. Ahora viene a mi memoria [que también es tuya, el recorrido de una serpiente subiendo [desde el tronco. Ahí los frutos carcomidos, nuestros ojos [se encontraron en la altura. Supimos perder el miedo sin darnos cuenta [de que algo en el pecho cumplía sus respectivas mutaciones.
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XIX. ¿Qué se puede decir de los pájaros que no se lo hayan llevado ya sus alas? Brizna de viento y canto acumulado [que han existido para el vuelo y las ramas deshabitadas [de los árboles. Su sombra es llama negra para un sol que no sale [de día. El cielo es un mar de alas y olas. Quien ha visto los pájaros sabe que nadan [por el cielo en busca de una isla en tierra firme.
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XX. Tocamos el fondo de la cicatriz [que nos causaron las caídas. Se abrieron de nuevo y no pudimos cerrarlas. Nuestros pasos se perdieron con los golpes. Una tarde fuimos llevados dentro de un saco igual que un animal ponzoñoso. Forcejeamos. Algo nos llevó en su interior o sobre la espalda. Pensamos que era el fin. Éramos ingenuos. Hasta que se abrió aquella bolsa y pudimos salir de aquel cansancio después de haber agotado [nuestras fuerzas. Entonces lo supimos: estábamos solos [en este mundo.
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XXI. Cuando cae el telón de fondo, surgen la luna [y las estrellas. Me gusta imaginar que las estrellas [son luciérnagas en un gran jardín y que la luna es un ojo luminoso que intenta [mirarnos en su ceguera. Mi madre me contó que la luna hilvana [nuestros sueños al dormir y se esconde tras las nubes mientras las estrellas [del jardín se divierten buscándola en el cielo.
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XXII. Tu padre golpeó muy fuerte a tu madre. Luego nos pusimos a comer como si nada [hubiera pasado. El silencio, lo sé: es algo que no pasa con facilidad [por la garganta. El dolor fue entender que padre no entendía [el dolor de nuestra madre.
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XXIII. En la noche las cosas del mundo dejan de existir: desaparecen de los límites del ojo. Sólo el tacto nos invita a seguir creyendo [en los objetos. Cuando cae la noche los colores de este lugar [se desdibujan: es una sensación parecida a las dudas [que no puedo responderme. Esta oscuridad baja como un manto que cubre [nuestras casas y jardines. La noche jamás desaparece, aunque sea de día. Lo sé, porque al cerrar los ojos, [yo también me encuentro ahí.
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Contenido
La memoria es un jardín en mi cabeza
I
II
III IV V
VI
VII
VIII XIX X
XI
XII
XIII XIV XV
XVI
XVII
XVIII XIX XX
XXI
XXII
XXIII
Veintitrés cerillos altamente flamables
David Alejandro Pimentel
(Chetumal, Quintana Roo, 1994). Egresado de la carrera de Humanidades en la Universidad de Quintana Roo. Es ganador del Con-
curso de Creación Literaria “Jonathan Delgado
Martínez” (2018). Ha sido acreedor de la Beca de Literatura del Festival Cultural Interfaz, Mérida en el 2018. Sus escritos han sido publicados en medios
impresos y electrónicos como Materia Escrita, Gata
que ladra, Sumergente, Cracken Fanzine,Vita et Tem-
pus, Papierówka-zine, Plataforma Colectiva y Vértice
Grupo pirámide. Ha publicado en Antologías como Historia de Cartapacios, Vérsame Mucho de la edi-
torial Plumas Negras, Antología Jóvenes Escritores
Quintanarroenses de la editorial Gazapo, así como
de la Antología de Poesía de la Editorial Ariadna. Están próximamente a publicarse sus poemas en la revista electrónica Círculo de Poesía.
La memoria es un jardín en mi cabeza de David Alejandro Pimentel se terminó de imprimir el mes de septiembre de 2021 en la ciudad de Chihuahua en los talleres de Sangre ediciones por Fósforo dentro de la colección de libros de la caja de cerillos. El tiraje constó de 50 ejemplares.