Aguirre, Sergio,1961El hormiguero,/ SergioAguirre ; ilustracionesPez.Bogotá; Grupo Editorial Norma, 2009. 104 p. , il. ; 20 cm. - (Coleccióntorre de papei.Torre amarilla) rsBN 978-958,45-17 62,3 1. Novelajuvenil argentina2. Novelade suspensoI. Pez,i1.II. Tít. lll. Serie. 1863.6cd 21 ed. 41197051 CEP-Bancode 1aRepública-BibliotecaLuis Arango
Contenido
O 2008 SergioAguirre O 2009 Editorial Norma -Avenida El Dorado No. 9O10, Bogotá, Colombia Reservados todos los derechos. Prohibida la teproducción
total o parcial de esta obra sin
permiso por escrito de la Edito¡ial. Impreso porr Nomos Impresores Impreso en Colombia www.librerianorma.com Febrero 2009 Ilusración de cubie¡ta: Pez Elaboración de cubierta, diagramación y armada, Daniela Coduto
c.c. 28000392 -45.17 ISBN:978-958 62.3
Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14
9 11 $
t9 73 27 3l 35 4I 45 47 51 55 59
Capítulo r5 Capítulo 16 Capítulo r7 Capítulo 1B Capítulo 19 Capítulo z0 Capítulo ZT Capítulo 22 1t Capítulo L . ) Capítulo 24 Capítulo z5
63 67 7T 73 77 81 B5 89 93 97 99
"(Jna hormiga sola no podría considerarse que tiene algo específicoen su mente. Varias hormigas juntas, rodeando una presa, parecerían tener una idea en común. Pero recién cuando se ve la sombra de miles de hormigas cubriendo el suelo del bosque, es cuando se puede percibir alaBestía." Lewis Thomas
Ala queridamemoriade mí padre.
1 día que Omar se fue de vacacionesa la casade su tía Poli, en el campo, amaneció lloviendo. La terminal de ómnibus estaba repleta de gente y la madre de Omar un poco angustiada. Era la primera vez que su hijo se iba de la casa por muchos días. Subieron juntos al micro y, despuésde encontrar la butaca, lo abrazó,1o besó una vez más y le dijo: -Si extrañás, te volvés. Eso era exactamente1oque el padre de Omar no quería que ella dilera. Cuando su madre se bajó, Omar comenzó a buscarla entre la gente que habia rodeado el
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micro saludando a los que partían, pero no la veía por ningún lado. ¿AdOnde se habia metidol Cerra¡on la puerta del ómnibus. Recién cuando se puso en movimiento y se alejabade la plataforma, Omar vio que alguien pegabasaltitos con el brazo en alto. Le pareció que era su mamá, porque esa mujer también tenía una campera azul. Levantó la mano para saludar, pero el ómnibus ya giraba y esa mujer desaparecióde su vista. La tía Poli vivía en Obispo Trejo, en un campo que había comprado cuando regresóa Córdoba. Nadie de su familia la había visitado, hasta ahora. Al padre de Omar se le ocurrió que su hi¡o podia pasarsusvacacionescon ella. Su madre no estabasegura. Hacía algunasnoches habían discutido fuerte. Ella decía que no era una buena idea que fuese solo. Él insistía que a esa edad ¿l pasaba temporadas en el campo de su abuelo, y que era algo natural, saludable. Dijeron offas cosasque no alcanzó a escuchar. También Omar se sentía raro al irse de su casa,de vacaciones,solo.Todo eso1ohabía puesto un poconeruíoso, Pero no quiso demostrarlo. Y ahora, en el ómnibus, recordó una cosa que su padre había dicho aquella noche, "No puede pasarlenada".
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mar se bajó del ómnibus y miró hacia todos lados. Se suponía que su tía Poli lo espefaDa. Pero allí no había nadie. El ómnibus arrancó. La terminal de Obispo Trejo era una galería techada y dos bancos' Enfrente se veían algunas casasy un colegio rodeado de árboles, desierto en esasiestade verano. Las calleseran de derra y tenían algunas lagunas de,la lluvia de esa mañana' Támpoco había nadie en las calles. Omar se quedó en la terminal, de pie, con la mochila en la mano, pensando que no tenía que preocuparse.
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Arriba el cielo se había despejado en parre, pero unas nubes poderosas amenazaban más lluvia. ¿Algo había salido mal? ¿Porqué su tía no estabaahíl DecidiO tranquilizarse, pensar en otra cosa, en la tía, que vendría de un momento a otro. A la tía Poli la habia visto una sola vez, cuando era chico, en el velorio del abuelo. La recordaba linda, con el pelo largo, más joven que su mamá y las otras tías, y distinta. Esa tarde lo habia abrazadoy le habia dicho que se podía llevar adentro a los que queremos. Que lo único que hacían los muertos era dejar de estar afuera. Su mamá, en cambio, le dijo que el abuelo se había ido al cielo, y que tenía que ser fuerte. La madre de Omar nunca se había llevado muy bien con la tía Poli. Aunque eran hermanas, eran totalmente diferentes. Omar habia escuchado que cuando la tía era joven se hizo hippie. Entonces decía que todos estaban equivocados,que la vida tenía que vivirse de otra manera, y un día se fue de la casa. Su madre le contó que el abuelo llamó a la policía y la trajeron, pero que a los dos días se fue de nuevo, y ya no volvió. Con los años se supo que había vivido en una colonia de indios mapuches, en el sur, que había aprendido a fabricar instrumentos musicales, y que habia trabajado para una fundación que protegía las ballenas.
"Y vino para enterrarse en esecampo, más sola que un perro", dijo su mamá una vez. En ese momento vio que se acercabaun sulky tirado por un caballo marrón. Arriba venía una mujer. Omar se quedó quieto. Habían pasadoaños desde que la había visto, pero esta mujer no se parecíaa su tía Poh. Sin embargo,el sulky era lo único que se movía a esahora en Obispo Tiejo, en dirección a é1,y ella estabasonriéndole: -¡Omar! Como llevaba un sombrero, atado con un pañuelo, Omar no veía bien su rostro. Pero esamujer era gorda, y estabaseguro de que su tía era delgada. El caballo se detuvo y resopló. -¡Disculpame la demora! Esperono haberte preocupado...-exclamó ella mientras sebajaba del sulky con dificultad. Entonces se acercó y después de mirarlo un instante, dijo: -¡Mirá que estásgrande..! Y lo abrazó. No era como la recordaba, peto era ella.
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I lt-r^ casade la tÍa Poli estabaen el medio de un campo, el único en la zona que había conservado el monte. Los otros campos eran sembradíosy todos tenían un nombrer "El Fuertecitot',"La Deseada","Los Sauces". También el de la tía: "El Refugio". Desde el portón de entrada hasta la casa había que atravesarun largo tramo de huella, rodeada de monte espeso. Cuando se bajaron del sulky, aparecióun perro negro moviendo la cola. Era un perro flaco, bastantefeo, pero a Omar le pareció lindo. -Él Roberto -di¡o la tía Poli mientras "r bajaba una pila de cartonesde huevosvacíos-.
Vive conmigo desde el año pasado.Lo dejaron tirado en el medio de la ruta. Gente desaprensiva... El perro llamado Roberto comenzó a olfatear a Omar, que pensaba en esa palabra que nunca había escuchado,desaprensiua. -¿Novedades durante mi ausencia,Roberto? El perro la miró y corrió a su lado mientras ella caminaba hacia la casa.La tía caminaba raro, como en puntas de pie. La casaera muy sencilla, y Omar se quedó mirando el techo. Parecíade tierra. Incluso vio que algunas plantas nacían de él: -¿Tía, el techo es de tierra? -De adobe -aclaró la tía.- Toda la casaes de adobe.Y mira al norte, como la del hornero -dijo en tono de broma.- Tiene sala y tiene alcoba... -y se echó a reír. A un costadohabía dos construcciones,más pequeñas,y un galponcito que parecía la casita del caballo. Támbi¿n vio un aliibe, árboles frutales y, más allá, el gallinero y una huerta rodeada por tejido. Del otro lado se veÍa un gran algarrobo,y debajo un horno de barro y una mesade madera. Omar escuchabaun bramido, un sonido de motor, en algún lado: -lQué es eseruido? -Es el generador -di;o ella señalando a un costado de la huerta. Pero allí Omar no veía nada.- Está en un pozo, adenffo de un cajón, para que no moleste.
-iQué le parece la visita, Roberto?-le preguntó la tía al perro mientras abría la puerta.¿Sevan a hacer amigos? A Omar le gustabala voz de su tía, la forma que tenía de hablar. Le parecía graciosa.No tonta, graciosa. Entraron a la casa. un rico aroma a comida sorprendió a Omar. Támbi¿n le llamó la atención la cantidad de cuadros y adornos que había. Vio dos objetos de madera y tardó en darsecuenta de que eran lámparas. Nunca habia visto lámparas con esasformas. -Vení, vamos a la cocina -dijo ella. La cocina era bastante grande. Una hilera de cacharros y utensilios pendía sobre una mesada de piedra. Y en lugar de una pileta había un fuentón de lata. Algo hervía en una olla negra, -Estoy preparando Llnacena especialpara esta noche, como bienvenida -dijo la tía, y mencionó el nombre de una comida total' mente desconocidapara Omar. -¡Ah! ¡Qué cansada...!Vení,charlemosun ratito -ella se desplomó sobre una silla. Omar no sabía de qué hablar con la tía, pero no hizo falta, porque ella empezó a contarle que una vez conoció a un indio que cuando estabacansado se sentaba sobre una piedra un rato largo, y al levantarse decía que ahora era la piedra la que estabacansada. no é1.
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-¡indio loco! -dijo, y lanzó una carcajada. La tía tenía una linda risa. Omar se sorprendió riéndose, también. No sabíasi por el indio o por la risa de la tía, Después ella le contó que fabricaba lám. paras de madera que se vendían en la capital. -Pero estoy harta de hacer siempre las mis. mas. Ahora que estásacáme podrías dar algr.rnas ideas, inventar formas nuevas,¿tegustaría? En ese momento Omar pensó que no iba a extrañar su casa. Que no iba a extrañar para nada. -¿Querés conocer tu cuartol -le preguntó la tía. Su cuarto era pequeño. La cama tenía un acolchado rojo y verde, tejido por los indios seguramente,pensó Omar. -Este lugar es tuyo. Acá nadie te va a molestar. La tía volvió a la cocina. Omar se sentó en la cama y observó la habitación. Recién notaba que el piso era de ladrillos. Entonces vio una hormiga. Estabasola. Iba y venía, como si se hubiese perdido. Pero en ese momento a Omar no le llamó la atención. No le llamó la atención en absoluto.
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n la casade la tía Poli el día comenzaba a las ocho de la mañana, con el desayuno. Despuésle seguíanlas actividades,que eran variadasy dependían del dia. Los lunes, miércoles y sábadosse iba al pueblo, donde la tía hacía el reparto de los huevos que recogíade su gallinero. Uno de los medios de vida de la tía Poli era vender huevos a los almaceneros. Los otros días se dedicaba a atender la casa, la huerta, las gallinasy a la fabricación de las lámparas. En el pueblo también se ocupaba de hacer trámites, "diligencias" las llamaba, para "gente que no se puede defender sola".
Aunque a vecesel trabajo era mucho, Omar percibía que la tía Poli no se quejaba, siempre hacía las cosascon ganas.
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Desde el primer día 1o incluyó en los quehaceres diarios, las cosasmás simples, al principio: tender las camas,barrer el piso de la casa, sacar agua del aliibe para mantener lleno el fuentón en la cocina, el bebedero del caballo y la lata del perro Roberto' Aunque en su casa Omar protestaba cuan' do le pedian que hiciera cualquier cosa,ayldar a la tí¿rPoli lo entretenía' le gustaba' I.Jn momento especial del dia era cuando hacía de comer. A la verdura la cortaban fresca, de la huerta, y al pan 1o amasaba ella misma una vez a la semana.Y mientras el pan estaba en el horno, seguíaamasando para hacer tallarines, que despuéssecabaal sol. La tía Poli ponía mucho énfasisen la comida. Mientras su mamá se preocupaba por estar delgada,a la tía no le importaba para nada ser gorda. La tarde del segundo día conversabanen la cocina mientras la tía molía maíz en un mor' terito. Omar estabasentado al lado de la ven' tana. Desde allí podía ver' a pocos metros, un árbol seco,"muerto de viejo", di¡o la tía. Pero Omal la miraba a ella, que le contaba de un episodio en el sur, cuando vivía en un pueblito
y con sus habitantes armaron un cordón humano para proteger el bosque. lJna empresalo quería talar. Hubo gritos y amenazashasta que en un momento se dio ta orden de que las máquinas avanzaran, seguros de que ellos se iban a correr antes de ser aplastados.Pero no 1o hicieron. Aunque ya tenían las máquinas encima, se quedaron quietos, pegadosuno junto al otro. Y las máquinas, finalmente, se detuvieron cuando estaban a sólo diez centí' metros de sus cuerpos. Diez centímetros. En ese momento del relato, Omar percibió un movimiento, afuera. El árbol, que antes estaba muerto, parecía lleno de hojas agitándose. En menos de cinco minutos se había llenado de pájaros. -¡Mirá, tíal La tía se asomó, y dijo: -Ya son las seis. Entonces tomó el mortero con susdos manos y salió. Comenzó a esparcir el maíz en la tierra y con un breve alboroto los pájaros bajaron a comer cubriendo ahora el suelo y dejando el árbol nuevamente desnudo. -¡Aparecieron todos juntos! -dijo Omar a través de la ventana. -Saben que es la hora... -¿Cómo saben? -Será por la luz, un reloj interno... no sé. Y allí estabantodos esospájaros de diferentes tamaños y colores, comiendo, uno junto al otro sin molestarse.
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Omar no salió. Los pájaros no le gustaban desde que escuchó que descendían de las víboras.
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Para Omar estaba claro que la tía vivía en contactocon la naturaleza. Recordó que en la discusión de sus padres,su papá habia dicho esa frase, "Contacto con la naturaleza." Y también recordó lo aue había dicho su madre, una vez: "La loca de la naturaleza." La noche en el campo era increíblemente silenciosa.A travésde la ventana, Omar observaba el cielo cubierto de estrellas.Antes de dormirse pensó en los pájaros, en esaprotesta en el sur, en 1oque la tía era capazde hacer.No pensó mucho más que eso, porque se quedó dormido. Más tarde, en plena madrugada, algo 1o despertó. El perro gemía.
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omo era sábado,había que ir al pueblo. Antes de salir fueron a buscar los huevos. Era la primera vez que Omar iba al gallinero. Entraron y la tía comenzóa recogerlosmientras los contaba.Decía algosobreuna gallina que no había puesto ninguno, pero Omar sólo presta. ba atención al gallo, un ejemplar dorado, con cafa cle pocos amlgos. -No 1o mirés mucho porque no le gusta -le advirtió la tía, pero era tarde, El gallo avanzabavelozmente hacia é1. De un salto la tía Poli se interpuso entre el gallo y Omar y con un cartón espantó al animal, que corrió hacia el fondo del gallinero y desde allí volvía otra vez en posición de ataque. 1
-Mejor sali -dijo la tía. A Omar nunca le había pasado algo así con un animal. El gallo, la situación, 1o habían impresionado. Pero trató de que su tía no se diera cuenta. Por otra parte, le había gustado que ella 1o defendiera. Despuésde todo, é1era el sobrino. Si la tía no tenía hijos, pensabaOmar, él era una especie de hi¡o. La tía ató el caballo al sulky y partieron. Cuando enffaban al pueblo, Omar vio que ella hacía mala cara al pasar por una casa. -lQué pasa, tíal -Nada, ver esos árboles podados... Omar vio que la casatenía sus dos árboles podacloscasi hasta el tronco y que de la punta aparecían apenas unos brotes verdes. -No entiendo de dónde sacala gente que podar así es bueno -agregó la tía. Cada invierno, el padre de Omar podaba los árboles de la vereda,por eso se mantuvo callado. -No solamente quedan espantosos-ella continuó-, sino que es totalmente innecesario... Ah, para qué voy a hablar -hizo un gesto de fastidio.- Me pregunto si a la gente que poda le gustaría que todos los años la cor' taran un poquito -di1o, y de pronto tio, con su risa linda. "Gente desaprensiva",pensó Omar.
Dejaron el sulky frente a la plaza. -Primero vamos a hablarle a tu mamá, des' pués tengo que ir a los almacenesy al juez de paz. Vos hacé 1o que quieras...-di¡o la tía. Fueron a las cabinas telefónicas, que esta' ban en la vereda del correo, cruzando la calle. La tía aguardó afuera mientras é1hablaba por teléfono. Atendió la madre, ansiosa, esperando su llamada. "¿Estátodo bien?", le preguntaba, y él respondía que sí. Le contó que esa tarde iba a bañarseen una represaque había en el campo de la tía, que se estabadivirtiendo. Ella le pidiO, otra vez, que se cuidara, que estuvieseatento. Omar recordaba que en la discusión de aquella noche, le había dicho a su padre, "No me deja nada tranquila que estén allí solos, aisladosde todo, en el medio de ese monte", Con la tía quedaron en encontrarse en la plaza,al mediodía. Omar fue a dar una vuelta por el pueblo. Era pequeño y en menos de una hora ya 1o había recorrido. Le gustaba Obispo Trejo, no sabíasi porque le gustabao porque estabaen un lugar distinto a su casa' Notó que 1omiraban. Peroera lógico' pensó, porque era un forastero. También advirtió que no habia sulkys. Había bicicletas, autos, camionetas y una que otra moto. La tía Poli era la única que andaba en sulky.
Fue en esepaseo que Omar vio aquel negocio con el cartel de chapa negto y letras amarillas que decía: VIVERO.
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De regreso,Omar se acordó de la conversación con su madre. Pensabaen los peligros.Se le ocurrió preguntar: -¿Hay pumas por acál -No creo que queden. Entre la tala y los cazadoreslos han diezmado... Diezmado.Omar imaginó que esa palabra quería decir matado, o más, liquidado. Que despurisde eso no quedaba nada. -¿Y'nunca te dio miedo encontrarte con un puma, tía? Ella esbozóuna sonrisa,una sonrisa que Omar no comprendió, -H"y cosaspeoresque un puma.
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n los días que siguieron Omar aprendió otras cosas.Hacer fuego en el horno de barro, cebar mate y cortar leña, con una técnica que le había enseñado la tía Poli. También aprendió a sembrar, a atar el caballo al sulky y a llevar las riendas cuando iban al pueblo. Nada del otro mundo, pero ahora, si quería,estabaen condicionesde vivir solo, le diio la tía. En la casano había televisiónni radio. Só1o un tocadiscosviejo y un montón de discos negrosque la tía cuidabacomo si fueran de oro. Omar nunca había escuchado esa música, la música de la tía, pero con el correr de los días algunas canciones terminaron gustándole.
Ella ponía discosdespuésde la cena.Y tenía la costumbre de tomar café mientras armaba su cigarrillo para fumar. Decía que a los comprados les ponían muchos químicos, mucha porquería. Y charlaban, de lo que había pasado en el día, o de cualquier tema. La tía siempre decía cosas,cosasque a él le parecían importantes. Hablaba de la vida, de la supervivencia, de las dificultades del plane' ta, del amor. Hablaba de una manera que Omar no había escuchadoen su casa.De una maneraque no conocía. Con Roberto jugaba casi todas las siestas'y si hacía mucho calor iban a la represa.Roberto sabía nadar. La tía decía que todos los perros saben nadar. Sin embargo, Roberto sabía hacer una cosadiferente a los otros: abrir la puerta de la cocina. Del picaporte, como una petsona. No era muy obediente. Omar pensabaque no entendía.Segúnla tía Poli, Roberto sí entendía, pero sólo hacía lo que le interesaba. Su cucha estabaal lado del gallinero, "por los zorros", decía la tía. Pero a Roberto le gustaba dormir en el ffapo para limpiarse los pies, bajo la puerta de la cocina, afuera,en la galería. Una tarde la tía volvió del gallinero con todos los cartones de huevos vacíos: -Las ponedoras están vagas,no sé qué les pasa-dijo.- Y yo también. fuí que vamos a dar un paseopor el monte. ¿Téparece?
A Omar le resultaba incómodo caminar en el monte, enffe la malezay las ramasde los espinillos, tan bajas.De pronto, algo le cubrió la cara. -iAhhhg..! Era una tela de araña. Despuésde despegár' sela del rostro, Omar comenzó a destruirla. -¡Bueno, no hacefalta destruir todo...l-dijo la tía Poli.- Es la casade la araña. Ella no que' ría molestarte. No sé cuál es la razón para romperla así, ensañarse... Por el tono en que la da dijo eso Omar no se sintió retado, pero se dio cuenta, se dio cuenta perfectamente, de que el asunto era serio. Más adelante percibieron un olor. Un olor fuerte y desagradable.Provenía de atrás de unos matorrales. -Es un animal muerto -dijo la tia. Dieron unos pasoshasta que pudieron verlo. Adentro estaba todo comido. Se alcanzaban a ver algunas costillas,y había una nube de mos' cas, zumbando alrededor. Por los dientes, a Omar le pareció un conejo. -Una liebre -dijo la tía. -¡Se lo comieron todo!-exclamó Omar.¿Quién pudo hacer esto/ -No sé... -Pobrecito... -dl¡o Omar y la miró. Ella se encogió de hombros' en un gesto que él entendió como: 'Así es la naturaleza".
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A la tarde estabantomando mate en la coci' na. Hablaban de la contaminación. Y la tía le contó de una nube tóxica, una nube tremenda que se había escapadode una ciudad rusa, hacíaya muchos años.Y cómo e[ viento la des' plazó pror el continente, envenenando todo 1o que encontraba a su paso. -Todavía el planeta está pagando por ese accidente...-dijo ella moviendo la cabeza. -¿Y qué se puede hacer tía? -Dejarnos guiar por la naturaleza. Confío en que ella encontrará la forma... no sé. Omar no entendió qué quiso decir su tía Poli. Le habia pasado antes. Pero le gustaba que dijera que no sabía,que se hicierala que no sabía. Porque sí sabía. El tenía esa sens& ción, y era una sensaciónverdadera. En eso abrieron la puerta. Era Roberto. -¿Por donde anduvo, Roberto? ¿Haciendo sus cosasJ-le preguntó la tía. El perro Roberto movió la cola dos vecesy se echó al lado de la mesada. -La otra noche me pareció que el perro estaballorando -comentó Omar. -¿Roberto? -Sí, lo escuchédesdela cama. -Mmm... -¿No sabésqué le pasaba,tía? -Habrá tenido una pesadilla. -¿Una pesadilla? -¿No sabíasque los Perros sueñan?
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na siestaOmar se metió en el monte, solo. Tomó por el sendero que conocía, pero despuésse desvió' Era impresionante la canti' dad de caminos que había en el monte, de todos los tamaños. La noche anterior hablaban de las lámpa' ras con la tía, que quería ideas nuevas' En pocos días tenía una entrega.A é1 no se le hnbiur-tocurrido muchas cosas.Por eso ella le aconsejóque fueseal monte y que buscase' Algo, la forma de una rama' le podía sugerir una idea. Se había pfopuesto encontrar una buena forma, distinta, algo que la tía no hubiera
??
visto antes. Quería sorprenderla, dejarla con la boca abierta. Caminaba obseivando las ramas secasen los árboles, y tarnbién en el suelo, las que ya habían caído. Por eso vio la huella. Parecíade una bicicleta, pero eso no podía ser.Allí no había ninguna bicicleta. ¿Lahuella de una víbora1 'lhmpoco. La huella de una víbora tendría curvas y esta era recta, totalmente recta. Hacía un rato que estaba en el monte y ya se dab,acuenta de que no era tan fácil hallar una rama interesante, algo que pudiera servir para una lámpara. En eso pensabacuando le pareció ver, en los relievesde la corteza de un árbol, un paisaje. Arriba se formaban dos montañas, y debajo otras figuras. Primero vio una casa.Después,un hombre y una mujer. La mujer no era exactamente una mujer. Era una mujer, pero estaba deformada. La casatampoco podía distinguirse bien. Y al hombre le faltaba un brazo. Corrían. Parecíanhuir de la casa,aterrorizados. No era una linda forma para una lámpara, pensó, A la tía no le iba a gustar. Ella tampoco trabajaba con partes vivas de los árboles. Y ese árbol estabatotalmente vivo. Además, no quería que su tía pensaraque él veía cosas.
Al dia siguiente fueron al pueblo. Omar acompañó a la tía a un almacén,y pasaron frente a la iglesia. La iglesia de Obispo Trejo era enorme. De ladrillos rojos y un campanario a la izquierda. Cuando cruzabanpor el frente, Omar se persignó, pero la tía Poli pasó como si nada. La tía Poli no creía en Dios. Creía, decía,en la naturaleza.Ante esto, Omar pensabaque la tía no pensaba que al.guientendría que haber creado la naturaleza.Pero no dilo nada. A diferencia de su madre, con quien tenía discusiones, nunca se le habría ocurrido contradecir a la tía Poli. No porque le tuviera miedo. Ella no parecíade las que pudieran enojarse. O al menos no se lo imasinaba. A la vuelta iban despacio,porque hacía calor. La tía Poli decía que no hacía falta esforzar al animal con esa temperatura. Faltaba poco para llegar cuando Omar vio, a cierta distancia,una línea negra que cruzaba el camino de tierra. No dijo nada hasta que estuvieron más cerca. Pero aún no podía dis. tinguir qué era eso. Necesitóestarcasiencima para darsecuenta. Entonces señalóesalínea recta,viviente, y dijo, -¡Mirá tía, hormigas...!
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Omar se le ocurrió que Podía hacerle un regalo a la tía. Una cosa que le gustara mucho. ¿Peroqué? Algo de la naturaleza' A su mamá y a sus otras tías les encantabanlas flores, los jardines' La tía no tenía jardín. Eso era. Plantasque den flores para que la tía Poli tenga su jardín' R e g a l oJ e é 1 . Prefirió no contárselo a su madre. El nunca le había hecho un regalo a ella de esta manera' con su propio dinero, Porque sí. Sospechabaque su mamá tenía miedo de que la tía Poli le gustara más que ella. Que le
gustara,no que la quisiera. Pensaba que su mamá debía estar celosa.¿Creíaque él hubie' se querido que ella fuese como la tía Poli, que no lo controlaba?¿Esocreía? En el pueblo, despuésde hablar por teléfono con su madre, fue al vivero. Desde la vereda, Omar vio una hilera de plantas debajo de un cartel que decía "Rosales".Las rosaseran las favoritas de las mujeres. No se podía equivocar. Las plantas eran muy pequeñas. Con el dinero que tenía le alcanzabapara comprar quince. Un jardín entero. Entró. Un hombre de bigotes, en el fondo del negocio, estabaagachadosobre un cajón de tierra. Omar saludó pero el hombre no respon dió. Recién despuésde un momento se levantó y se acercó a é1. -Buenos días -saludó otra vez Omar.- Estoy buscando plantas de rosas, para un regalo. Quince, de distintos lolores. El hombre lo miró sin decir una palabra. Fue hasta la fila de plantas y separó quince. Omar se preguntó cómo sabía de qué color era cada una, si aún no habían florecido, pero decidió callarse.Despuéssacó el dinero para pagar. -¿Y cómo vas a llevar esto?-la voz del hombre era áspera,desagradable. Omar no había pensado en eso: -No sé...
El hombre caminó hasta el fondo y desde allí volvió con un cajón de madera que dejó en el suelo. -Ponélas ahi -di¡o, y volvió a lo que estatra haciendo. Omar acomodó las plantas, se puso la mochila al hombro, tomó el cajón con las dos manos y salió. Estaba contento, pensaba en la cara que pondría la tía cuando las viese. Esperó en el sulky poco más de media hora cuando la vio venir, caminando a su estilo, entre la gente. Había mucha gente a esa hora en la calle. Al lado de las otras mujeres del pueblo, Omar se daba cuenta, la tía era rara, -Bueno, listo... -dijo ella cuando subió al sulky. -¡Mirá tía, te compré un regalo!,¿tegustan? La tía miró el cajón con las plantas y sonrió apenas. Omar tuvo la impresión de que no estabamuy contentat -¿No estáscontenta, tía? -Claro que sí...-ella le pasó una mano por el pelo. -Ahora son chiquitas, pero van a crecer. -Por supuesto. -¿Las plantamos cuando lleguemos? Ella miró el cielo, -Me pareceque estanoche llueve. Es mejor mañana, con la tierra húmeda.
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Cuando llegaron a la casa,Omar dispuso las plantas al costado del al;ibe, sacó agua y las regó. Opinaba que la tía no estaba entusiasmada porque los rosalesaún eran muy pequeños. Pero cuanclo los quince crecieran, cuando se desarrollaran y florecieran, con rosasde todos los colores, iba a ser maravilloso. Esafue una noche calurosa.Sacaronlas reposerasa la galería.En el horizonte, cada tanto, se veían los relámpagosde la tormenta que se avecinaba. Pero aún estaba todo calmo y sólo podían escucharselos grillos cercade la casa. Omar pensabaque la tía tenía razón, con la tierra húmeda iba a ser más fácil plantar las rosas)y si era barro mejor. En la charla de esa noche, ella le contó que una vez había ayudado a una india a robar una oveja. La mujer estaba convencida de que esa oveja era la reencarnación de su hilo muerto. Las descubrieron.El dueño del campo fue a la casade la india, indignado. La india lloraba a lágrima viva, y mientras ambos tironeaban de la oveja, la tía, a los gritos, 1o acusaba de quitarle el hi¡o a esamujer. Ella sonrió, con aire de nostalgia: -Recuerdos de mi etaoa mística... -¿-fu etapa mística? -Sí, tuve mi etapa mística, mi etapa d e pintora, mi etapa de luthier, mi etapa d e Greenpeace.,.y así. -¿Y ahora en qué etapa estás,tía/
Ella miraba hacia el monte, por 1o que Omar no podía ver su rostro, pero despuésde un breve silencio escuchó, -No sé cómo llarrrarla.
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a O m a r d e s p e r t óa l a m a ñ a n a Uuando siguiente, se asomó por la ventana y vio que la tierra estabaseca,igual que el dia anterior. La tormenta había sido sólo una amenaza. "No importa", pensó. Iba a regar todo lo que hiciera falta para plantar esos rosales, como si hubiera llovido. La tía no estaba. Había salido temprano a despacharlas lámparas.Omar decidió no esperarla. Iba a hacer todo el trabajo solo, para darle la sorpresa.Tomó la pala y fue hacia el aliibe. Al llegar, se detuvo de golpe. No 1o podía creer. Miraba una v otra vez lo que habia
quedado de su regalo,y en ese momento sintió que iba a llorar. Los rosales,Ios quince, estaban totalmente peladcss.
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Eran las hormigas.No tenía ninguna duda, los habían comido las hormigas. Malditas. Comenzó a buscar alrededor del aljibe, pero no encontró nada. Tampoco bajo los árboles lrutales.Al parecerlos hormigueros no estaban por ahí. En su búsqueda se aproximó al gallinero, pero no se acercó mucho. Desde adentro, el gallo 1o miraba. No tenía más remedio que esperar a la tía. Ella sabríacómo encontrar el hormiguero, frenar a las hormigas. La tía llegó recién cercadel mediodía. Omar salió corriendo a recibirla: -¡Tía! La tía Poli bajó del sulky, alarmada por los gritos: -¿Qué pasa? -¡Los tosales,se los comieron a todos...!
-oh...
-¡No dejaron nada...! La tía Poli fue hacia donde estabanlos rosales,y miró el desastre.No tenían ni una hoja. Eran quince esqueletitos.Suspiró:
-Yo sabíaque esto iba a pasar...Los rosales son los favoritos de las hormigas -dijo, y dio media vuelta rumbo a la casa. -¿Y qué hacemosahora?-le preguntó Omar. La tía hizo el mismo gesto que hacía su madre cuando no había nada para hacer y entró a la cocina. Omar la siguió: -Tía, ¿no te pafece que habría que controlar el tema de las hormigas? La tía había empezado a llenar el fuentón con agua: -¿Controlarl -Sí. Si querés yo puedo ocuparme de eso... Ella se quedó mirándolo un instante, sonrió y, antes de salir a buscar otro balde con agua, le dijo: -Y a vos, ¿quién te controla? Omar no entendió qué había querido decirle su tía. No entendía si era un sí o un no. Entonces decidio hablar de nuevo y ser más claro. Cuando ella volvió, le dijo, -Si querés compro gamexaney les echo. La tía se detuvo, como si no pudiera creer 1o que acababade escuchar. Se había puesto seria, de pronto, y Omar percibió un ligero temblor en su mano cuando le dijo, -En esta casano entran químicos. Su voz habia cambiado. -Yo oensé...
Omar sintió, por primera vez, que ella lo mirabr como si fuera un enemigo: *¿Vos te volviste ioco?
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I \l final la tía Poli era tan ecológica,tan defensorade la naturaleza,pero los rosalesque él le había regalado, que también eran de la natural.eza, no le importaron para nada. Si por é1fuera, todas las hormigas podían morirse. Si por é1fuera, las mataría.
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en silencio, y despuésde fll-orzaton la siestala tía perrnanecióen el tallercito' trabajando. Pero a la hora de la cena ya era la misma de siempre. É1 t-ror. sentía el mismo. Pero trató de que ella no se diera ctlenta. Despuéscleservir el café,la tía apareciócon un libro: -Mirá -le di¡o.- Tengo esto para que leas soble las hormigas. Era un libro viejo, y en la portada clecía:El mundo de Lashormigas. -Aunque r1o parezca,las horrnigas tienen muchos efectosbenéficos para el planeta'..
-ella comenzó a decir, pero de repente se calló, tomó la mano de Omar entre las suyas' y le clijo: -Lamento mucho el modo en que te hablé hov.
Índ.ice Introducción.................
........5
Historia de las trormigas...............'.. .'..1'2 Hormigas: el otro mundo.......................25
4S
Esanoche, en la cama, Omar hojeó el libro. Primero miró los dibujos. Tenía sólo tres, hechos en tinta, con muchos detallest Vio un ejemplar de hormiga cuya cabezaera cuatro veces más grande que el cuerpo. Y 1o más grande de la cabezaeran las mandíbulas. Vio otro ejemplar con alas. Era una reina, y estabavolando. La boca semejabaun pico enorme. Y en sus patas llevaba otras hormigas, pequeñas,"obreras". Vio una casa dibujada y debajo un hormiguero del triple de su tamaño. Mostraba la proporción antes de que la casaquedara ente' rrada en el hormiguero, despuésde una lluvia de nueve días, en 1907, en China. Todos sus habitantes habían muerto. Despuésde ver los dibujos, Omar buscó en el índice. Leyó:
El hormiguero..............
.......37
Hormigas
y medio ambiente..... .............52
Hormigas
invasoras....
Especies peligrosas...
........67 ....'.....81
. 1 R e l a c i ó n c o n o t r a s e s p e c i e s . . . . . . . . . . . . . ' . .1.O
En ningún lado decía cómo matarlas. Pero no importaba. É1 las iba a buscar y las iba a encontrar.
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Y dice también que son del mismo I tipo de las abejasy las avispas-comentó Omar en la cena. Quería que la tía supieseque él leía el libro, que estaba ínteresado. -Especies organizadas..'-comentó ella mientras llegaba con la fuente humeante a la -
mesa. -¿Y sabías que hay más hormigas en el mundo que sereshumanosl ¿Y que si quisie' ran, si tuvieran la inteligencia, podrían liqui' darnos? La tía rio, como si esole parecieraridículo. O como si fuera diuertido.Omar la observaba mientras ella servíala comida.
La tía se reía, pero en el libro él habia leido cosasde las hormigas que no eran para reír. El clia siguiente era día de amasat'y Omar frre a buscar leña al monte, encendió el fuego en el horno y ayudo a la tía a estirar la masa, porque ella había amanecido con dolor de espalda. Despuésse ofreció para remover la tierra de la huerta y recogerhojarascay palitos para el pozo de humus. Habia empezado a buscar el hormiguero. El tibro explicaba que había de muchos tipos. ,{lgr-rnosestaban hechos de hojitas y palitos, pero otros, los más dificiles de hallar, eran apenasuna grieta, un huequito perdido en la tierra. Y por dentro podían ser colosales. Cuando al otro dia hablo por teléfono, su madre se dio cuenta de que le pasaba algo. Pero él decidió no contarle nada. Ni del regalo ni de nada. No l-rabíaplaneado ir al vivero' pero cuando salió de las cabinasfue directamente hacia allí. Entró. El hombre estabadetrás del mostra' dor. Omar saludó y dijo, -¿Sabe qué pasó?Las hormigas se comieron todos los rosalesque llevé el otro día... El hombre permanecióen silencio. -Quería preguntarle si hay alguna forma natural de combatirlas. Algo natural -remarcó.
-¿Natural? -a Omar le pareció que el hom' bre había sonreído al decir esapalabra. Entonces abrió un armario de madera medio destartalado.Sacó una bolsa de nylon llena de un polvo rojo y se acercó a Omar. Le tomó el brazo,le puso la bolsa en la palma de la mano, y le dijo en voz baja: -Esto. En el viaje de regresola tía Poli le contaba del proyecto nuevo para hacer conservas,y del anterior, que había fallado. Le decía que estavez iba a empezar por los pimientos. Pero Omar iba en silencio, con la vista en el camino. No podía mirarla. En su cabezasólo daba vueltas el veneno, la bolsa de polvo rojo sin marca ni nada que llevaba en la mochila y la conversa' ción que había tenido en el vivero: -Pero estoes...químico -habia dicho Omar con la bolsa en sus manos. Como única respuesta,el hombre tomó un jabón y dio unos pasosen dirección a un grifo que estabaentre las plantas. ¿Despuésde tocar eseveneno habia que lavarselas manos?¿Eso le quería decir? -Mi tía cree que está mal matar a otros seresvivientes... -continuó Omar. El hombre no 1o dejó tetminar: -¿A las hormigasl Las hormigas,si pudieran, te comerían.
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{i L*T A .f,."y qr" atacar el hormigtrero, Nrr directamente", había .licho el l-ron-rbre. perder el tiempo espolvoreandolos caminit,rs, las plantas. Encontrarlo y llenarlo de t'enencl, poco a poco, para clue entre la mayor crrtlticlaclposible. A Omar se le había ocurricloque adetliis era Lula bttena iclea colocar Llna pieclra enctma, asíno podrían salir.Las horrnigasno eran tan fuertes com() para lnover una pieclra. La tía no se enteraría.La tí¿ini se claría cuenta.
-¿En qué estáspensandol -escuchó la voz de ella, a su lado. -En las conservas'en lo que vos decías"' Omar estabapensando en dejar la mochila en su cuarto hasta que ella se acostara a dor' mir. Entonces elegiría el mejor lugar para escon' 56
der el veneno. Un lugar seguro' -¿Seguro? -Sí, pensaba que vas a necesitar muchos -se le frascos p"t^ g,-,"tdar los pimientos"' ocurrió decir a Omar. -Para esotengo una idea -dijo la tía y comenzó a contársela. Est¿rbanllegando a la enmadade "El Refugio"' A esahora el monte seveíatodo del mismo colot, algo desteñido por el sol del mediodía' Una bandada de palomas cruzó el cielo' Guardar el veneno presentabaun proble' ma: necesitabaun lugar seco,protegido de la lluvia. Pero no podía guardarlo en la casa' Tampoco en el tallercito ni en la piecita de las herramientas.La tía andaba por allí' Tenía qlre encontrar otro lugar... Bajó del sulky con la mochila bien sujeta a su cuerpo. La tía caminaba hacia la casa' preguntánJole cosasa Roberto. Omar observaba álred.dor. Veía el aljibe, el gallinero, el pozo de humus, la leñera'.. el horno. Airn faltaban cinco días para que se abriera el horno.
-Bueno, me voy a acostar un ratito -dijo finalmente la tía, despuésdel almuerzo. Omar esperóen la cocina.Sin hacer ruido' atravesó el pasillo hasta su dormitorio' Vio que la puerta del cuarto de ia tía estabaentreabierta. Se asomó. Dormía' Fue a su cuarto, sacó la mochila de debajo de la cama y salió de la casa. El horno era de barro, con la forma de un iglú. Al frente tenía dos puertas de chapa, cerradascon un pasador.Corrió el pasador,las abrió y sacó la bolsa de veneno de la mochila con mucho cuidado. La sentía en sus manos' blandita. Y le dio miedo de que pudiera romperse. Ese nylon parecía muy delgado. La dejó bien en el fondo. Cerró las puertas, y antes de correr el pasa' dor, sintió que no estabasolo. Allí había alguien más. Y giró la cabezahacia donde percibía esa presencia. Roberto 1o estabamirando'
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I--rl libro iba a ayudarlo a encontrar el hormiguero. Con lo que habia leido, por ejemplo, ya sabíaalgunascosas. Leyó que durante el vuelo nupcial la reina debia encontrar un lugar. Un lugar propício, protegido. Allí comienza a poner confortable, los huevosy a formar su colonia. Con el tiempo, esapequeñacolonia se transforma en Llna sociedad.Hay hormigas obreras,guerreras, exploradoras... La pregunta era: ¿enqué lugar,de todos los lugaresde la casade la tía, había deciclidola reina formar su colonia?
Una pequeña fisura en el suelo, el leve intersticio que separa una piedra de la tierra, podía ser la boca del hormiguero. La entrada del hormiguero se llamaba
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boca. Primero habia que encontrar una boca activa. Una boca activa, según el libro, perte' nece a un hormiguero habitado y se reconoce porque alrededor la tierra está ligeramente removida. Buscó cerca del aljibe, de la casa,levantó piedras, revisó debajo de los arbustos' Iba de aquí para allá con la esperanzade tener suerte y encontrarlo de un momento a otro. Pero eso no ocurrió. Cc¡ntinuó buscando, hasta que en un momento se dio cuenta de que se fijaba en los mismos lugares, una y otra vez. Estaba per' diendo el tiempo. Necesitabaorganizarse.Si continuaba así, no iba a terminar nunca. Esa tarde la tía le preguntó si tenía ganas de ayudarla con las lámparas nuevas. Fueron al tallercito. Estaba lleno de herramientas, pintu' ras, maderas...A Omar le dio un poco de pena ver el esfuerzoque hacía la tía para sentarsey acomodar su cuerpo entre todos esosüastos. -Esto me ha quedado chico... -comentó ella antes de mostrarle una rama que estaba sobre la mesa:
-¿No parecen los cuernos de un ciervol -dijo, y le contó la historia de un hombre que había conocido en el sur. fjn cazador de ciervos, por lo tanto alguien no querido por la tía. Despuésde una denuncia, esehombre comenzó a molestarla. La había apodado "la Verde", y, cada vez que se la cruzaba en el pueblo, disimuladamente le hacía alguna burla. Una amiga de la tía, que era fotógrafa, no podía soportar esa situación y un día decidió hacer algo. Sin que é1 se diera cuenra, le tomó unas fotos, las amplió, y a cada una le trucó unos cuernos de ciervo que la tía había hecho en madera. Al otro día a la mañana, el pueblo amaneció con las fotografíasde ese hombre en cada poste de la calle principal. En todas sonreía,con sus cuernos,y abajo podía leerse,"Temporada de Caza". La tía lanzó una carcajada que estremeció a Omar, que comenzó también a reír. Y por un rato, ninguno de los dos pudo seguir hablando. -¡Después nos dio miedo de que nos metieran presas...!-dijo la tía, cuando se recuperó.- A los días supe que intentó ir a mi casa,en el bosque. Para pelearme,supongo. Pero nunca llegó. Al parecer,en el camino tuvo un accidente. Un enjambre de avispas1o había atacado. Los que lo vieron dicen que cuando pudo salir del bosque ya era una bola de carne. Omar trató de imaqinarlo.
-¿Semurió? *Sí, pobre...
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Un incidente ocurrió esanoche. Fue en la cocina. La tía Poli terminaba de cocinar y, mientras sacabala olla del fuego, preguntó: -¿No vio donde puse el colador, Roberto? Roberto la miró. Y a Omar le pareció por un momento, un momento muy fugaz,que el oerro iba a contestarle.
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se desató antes cle que se
acostaran. Primero. las ráfagas del viento, cada vez más fuertes, los l-rabíanobligado a cerrar toclas de las ventanasde la casa.Después,el sor-riclo los truenos que se acercaban,como los pasos de un gigante. A cada golpe, las paredesse estlemecían, y el agua caía con una fuerza increíble. Omar se levantó y encenclióuna vela.Miró el techo. Se pregur-rtósi los techos de adobe podían convertirse otra vez en l¡arlo. Cayó ur-r rayo en algún lugar, cerca.
La tierra tembló. El cielo parecíaromperseen pedazos,y Omar tuvo miedo de que la casapudiera venirse abajo. Se acostó nuevamente, y comenzó a rezat hasta que se durmió. 64
A la mañana siguiente,se asomó por la ven' tana y vio el paisaje,despuésde la tormenta. La tía Poli no estaba en la galería. La escuchaba por el gallinero, martillando algo. Cuando salió de la casa,observó las ramas de los árbo. les arrancadaspor la tormenta. La tierra, en partes, era un lodazal. Esperabaque los cami' nos de las hormigas no se hubieran borrado. -Ojalá esto no sea un temporal... -di¡o la tía, que estabaen el gallinero, reforzando unas maderas. -¿Un temporall -Sí, que empiece a llover así todos los días. Pasaronel resto de la mañana arreglando los desmanes que había provocado la tormenta, cocinaron y, antes de sentarsea la mesa, comen' zó a llover de nuevo. -Anda a dormir si querés, tía. Yo me encargo de los platos -le dilo Omar después del almuerzo. -Ah, cómo te voy a extrañar cuando te vayas.".-ella le pasó la mano por el pelo y fue a su dormitorio. Mientras lavaba los platos, Omar se preguntaba si el veneno se habría mojado. No,
eso no podía ser. LIn buen horno debía estar perfectamente cerrado, había dicho la tía. Eso no era un problema. El problema ahora era que sólo le quedaban tres siestas para hallar el hormiguero y estaballoviendo. Fue a su cuarto y tomó el libro. En el capítulo sobre tipos de hormigueros decía que la mayoría se hallaba bajo la tierra. Pero que algunas especieshabían aprendido a ocultarsemejor. A perfeccionarel sitio adonde lo construían. Había capacesde hacerlo adentro de un árbol, por ejemplo. Aprovechaban sus cavidades naturales cuidando de no dañar la circulación de savia.Porquesólo estandovivo, el árbol les proveía de las condiciones de temperatura y humedad que necesitaban. I.Jnavez la tía había mencionado algo sobre "colaboración entre las especies".Las especles que se ayudan entre sí. El hormiguero, leyó, debía mantener una temperaturaconstdnte. Eran casi las cinco de la tarde y la tía no se levantaba.La lluvia había parado, y Omar aprovechó para ver el veneno en el horno. Estaba por abrir las puertas cuando escuchó que se acercabaRoberto. Y no le sacabalos oios de encima. ¿Qué queríal ¿Queríajugar? -Ahora no. Roberto.
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Entonces abrió las puertas' y un frío reco' rrió st.iespalda.un fuerte olor a gamexanesalía clel hotno. en el olor. No había peus¿rclo
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cerró las puertas del horno. que Ténía ser cuidadosoy encontrar el hormiguero 1o antes posible. Ahora disponía de una información nueva. No sólo había que observaren la tierra. Según el libro, el hormiguero podía estar en cualquier lado. Tener otra forma. El camino de las hormigas aparecióen el lugar menos esperado,a Llnos metros de la galería. Habia pasado un montón de veces por ahí, y no lo habia notado. Era un surco
escondido entte el céspec1y que nacía de repente, de la nada. Lo habían hecho las hormigas, sin dudas. Aunque allí no veía ni una hormiga. Eso podía significar dos cosas,que no habían salido por la lluvia o que se trataba de una especie 68
noctufna, Lo siguió. A veces desaparecíaentre los pastizales,y aparecíaun poco más adelante. El agua no 1o habia dañado. Era un surco firme, compacto. Y se dirigía hacia el monte. En eso vio que Roberto se acercaba,olfate' ando el camino. Omar se acordó de esoscua' dros donde aparece un cazador con su perro. ¿Podían los perros oler las hormigas? ¿Qué quería Roberto? -Volvé a la casa.La tía ya se va a levantar... Roberto se detuvo, giró sobre sí mismo dos vecesy se sentó. No volvió a la casa.Desde allí sigr-rióa Omar con la mirada, hasta que 1ovio entrar al monte. Aclentro el camino se hacía más profundo, más grande. En tramos permanecía escondido enffe la vegetación, y más adelante asomaba otra \,r2. Así, hasta que se perdió bajo la espesa hojarascade un bosque de espinillos. Y desapareció. Omar comenzó a buscarlo en el suelo remo' viendo las hojas, por todas paftes. Pero no habia más rastros del camino.
Y mientras 1o buscaba encontró, a pocos metros, el segundo cuerpo' Al principio creyóque era un pedazode tela mojado en el suelo. Pero despuésle vio los huesos,y despuésla cabeza,los dientes. Pertenecía a la familia de los ratones' pero este era enor' me. Só1ole quedabael cuero y algunosvestigios de carne. No estabapodrido, estabafresco. Esa noche, en su cuarto, Omar escuchóun ruido en el monte, un grito. Era el grito de un animal. "sonidos que vienen del monte", había dicho la tía, alguna vez. Ahora los escuchaba. No quería apagarla vela. Tomó el libro de la mesita, lo abrió en cualquier página y leyÓ: "La picadura de muchísímdspuedematar' Y si quieto,Io deuoranqtiuo." uno permanece "Son pequeñas,de un negrobril"l'ante,y uiajan en ríosa\retddísimos.Parecenuna serpiente'du'n' que de día no se I'aspuedet'er. Sólo sal'ena cazar de noche." por todas "ALinvadir una casa,sedesparraman de hambre,buscandoun pdrtes,comoenloquecidas seroivo que dettorar.No hay hueco,agujeroní ren' dija, por dngostúque sed' dondeLashormigascar' níuorasno se PreciPiten'"
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el lnonte, apaL A si una nochc, ,-les.le recía algo y la tía estabasola? Si en esa zona habían talaclolos bosques, todaslas especiestenían qlle estar en el monte. El único lugar Pararefugiarseefa el campcr cle la tía.
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l-¡ f-Lt otro día amaneció con un sol bri' llante. La tía había ido al gallinero a recoger los huevos mientras Omar terminaba el desa' yuno, en la galería. Se levantó para dejar la taza y vio una m a n c h i t ao s c u r a ,e n e l p i s o ' L a m a n c h i t as e movía. Se agachópara verla. Eran hormigas. Muy pequeñitas. Se desplazabanrápidamen' te, caminando y girando de una manera extraña.Tiasladaban,como en tln cortejo fúne' bre, el enorme cuerpo de un cascarudo'que se resistía. Omar miraba Ia escena. No eran ellas.
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I Ll otro día amaneció con un sol bri' llante. La tía habia ido al gallinero a recoger los huevos mientras Omar terminaba el desa' yuno, en la galería. Se levantó para dejar la taza y vio una manchita oscura,en el piso. La manchita se movía. Se agachó para verla. Eran hormigas. Muy pequeñitas. Se desplazabanrápidamente, caminando y girando de una manera extraña,Trasladaban,como en un cortejo fune' bre, el enorme cuerpo de un cascarudo,que se resistía. Omar miraba la escena. No eran ellas.
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Según el libro, no eran las hormigas que salen de día las que tenían que preocuparlo, sino las otras. Las que salen por la noche.
-Llegaron ayer a la tarde. Están hermosos. -Realmente... -di¡o la tía cuando los vio. Y agregó, cambiando de tono:- Habl¿ de nuevo con el juez por el asunto de las fumigaciones.Él dic" que para eso hay que juntar
La tía se acercabacon los cartones de huevos, -Omat, ¿me harías el favor de atar el caba'
firmas... -Es una suette que haya gente como usted, que se ocupe de esascosas...-dl1o rápidamen' te la mujer, y a Omar le pareció que no quería hablar de ese tema. Entonces 1o miró y dijo: -Anda acompañada, por Io que veo. -É1 Omar -dl;o la tía, pasándole un "r brazo por el hombro.- Mi sobrino querido. La anciana lo observó atentamente: -Ya es un hombre...
llo al sulky/ Estoy casi lista. En el pueblo, Omar entró a las cabinasjunto con la tía. La últimavez su mamá le había dicho que quería hablar con ella. Primero 1o hizo él' Después le pasó el teléfono a la tía y salió a la vereda. Se sentó en el cordón, a mirar la plaza.Se sentía inquieto. No había pasado mucho tiem' po, pero le pareció que la tía se demoraba y de nuevo entró a la cabina' Entonces alcanzó a escuchar que ella decía: --Te digo que nada. Nada fuera de 1onormal' Cuando salieron de ahí, la tía le pidió que la acompañara a la verdulería. Había encargado un cajón de pimientos amarillos, porque de esos no había sembrado en la huerta. "Van a quedar lindos los tres colores en el frasco", le dijo' A1 negocio lo atendía una anciana, tan ancia' na, que a Omar le sorprendió que pudiera estar de pie. -;Doña Vicenta! Vengo a buscar los pimientos.,. La mujer le sonrió y señalóun cajón que aún estabasin abrir:
A la vuelta pasaron frente al vivero' El hombre estabaapoyado en un poste, al lado del cartel. Sin mirarlo, la tía Poli preguntór -¿El te vendió las plantasl _Sí. -¿Por? -preguntó Omar. Ella demoró en contestar: -Alguna vez tuvimos diferencias. Como hacía calor, esedía almorzaron una ensalada.Omar habia cortado la verdura de la huerta, y, mientras la lavaba, ella le dijo: -No hace falta tanto, Omar, un poquito de tierra del campo no va matar a nadie...
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Omar dewió la üsta hacia la ventana. Afuera, el sol del mediodía caía perpendicular sobre el horno. -¿No le parece, Roberto? -continuó la tía. Roberto acababade entrar a la cocina con la lengua afuera. Se lo veía acalorado, y fue a echarseen el rincón que le pareció más fresco. -lTiene la lata llena? Cuando la tía preguntó eso, Omar la miró y notó que en el cuello tenía un lunar. No le habia visto ese lunar antes. -Ya me fijo, tía -Omar salió a la galería. La lata de Roberto estabahasta la mitac. -Todavía tiene -dijo cuando entró, y al ver de nuevo a la tía, el lunar ya no estaba. Los lunares no se mueven. ¿Y si eso no era un lunar? Recordó a las hormigas exploradoras. Las que andan solas, decía el libro, encargadasde buscar lo que pueda servir de alimento para el hormigueroy dar el aviso.
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mar se metió en el monte. Avanzó hasta ilegar a la zona donde se perdía el camino. Recomenzó la búsqueda. Era un trabajo para hacer con rastrillo, se daba cuenta. O con una pala. Se acordó de que el libro decía que si se enconffaban dos bocas activas se podía, con una pala, trasladar hormigas de un hormi' guero a otro. Entonces los dos bandos pelea' rían y se acabarían entre ellas. Lo imaginaba como una batalla de la época de los romanos, una cruzada violenta aden' tro de los túneles del hormiguero, un caosque terminaría diezmándolas a ellas mismas.
Cuando se cansaba de estar agachado se ponía de pie y daba unos pasosobservandoel terreno. I.Jna "vista aérea". Su padre tenía un libro cle fotografíastomadas desde los aviones. "Hay cosasque no se pueden ver porque están muy cerca", le habia dicho cuando se 1o -ta
mostró. Más adelante algo llamó su atención, entre los troncos de los árboles. Parecíauna choza abandonada. Estaba completamente cubierta de enredaderas.I.Jn cuerpo de hojas. LJna maraña. ¿Qué era eso? Iba a tocarlo, pero prefirió ser cauteloso.¿Y si era el hormiguero/ Era muy grande. Caminó alrededor. La única forma de ver qué había adenffo era arrancando una parte de la enredadera. Acercó una mano. Apartó unas hojas. Y rápidamente sacó la manode ahi. Comenzó a retroceder.sin deiar de mirarlo. ¿Qué era eso? Si se apuraba podía buscar el machete y volver antes de que la tía se levantara. No iba a tocarlo con la mano otra vez. Tenía que cortar las hojas y ver. Si esa cosa era el hormiguero habia que tener cuidado.
Omar entró a la piecita de las herramientas y estabaa punto de agarrar el machete. - ¿Buscásalgo? Era la voz de la tía Poli, detrás de é1. Omar se dio r,rreltarápidamente. -No... nada, tía -se apresuró a decir. Pero sintió que la cara se le ponía colorada, caliente. La tía 1o miró, algo intrigada: -Vení, vamos a tomar unos mates. Ella puso el agua al fuego. Se sentaron en la galeríay le dijo: -Té noto preocupado. ¿Pasaalgo? Omar no sabía qué contestar. Se quedó mirándola, hasta que dijo, -Estaba pensando que cuando me vaya te vas a quedar sola. Ella pareció sorprendida con la respuesta. -No sé...miedo de que te pueda pasar algo -agregó Omar. La tía sonriór -¿Y qué podría pasarme? En ese momento Omar veía el horno bajo los rayos del sol. Pensabaen la temperatura, hasta cuánto podía subir allí adentro. -Yo siempre he vivido sola... -ella continuó.- Y nunca me pasó nada malo. No tenés por qué preocuparte. La tía le acarició la cabezacon la mano: -Vos pensásdemasiado, me parece.
Recién ahora se daba cuenta. La tía nunca había tenido miedo. Ella no percibía el peligro. Se acordó de las máquinas a diez centímetros de su cuerpo. ¿Cómo sabe uno si está en peligro? 80
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mar leyó otra vez el capítulo sobre hormigueros. Buscaba una descripción seme' jante a 1o que estabaen el monte. Pero no la encontró. El hbro sólo decía que muchos hormigueros podían tomar cualquier forma. Y él pensaba que había vida allí adentro. Si era el hormiguero,con esetamañopodía tener muchas bocas. Tal vez necesitaramás dosis. La tía le estabaenseñandoa Omar a pelar tunas, al día siguiente en la cocina, cuando Roberto abrió la puerta y entró. Se lo veía inquieto. Iba de acápara allá,y si se echabaen
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algún lugar enseguida se levantaba. Parecía incómodo en todos lados. - iQué le pasa,Robertol -preguntó la tía. Omar hubiera dicho que estaba nerc.)ioso. -¿Tiene calor? Roberto se acercó a ella moviendo la cola. La tía lo tomó del hocico y le murmuró cosas en la oreja, como si le contara un secreto.Y de pronto preguntó: -jQué van a hacer a la siesta? Omar no esperabaesa pregunta. -Con estecalor podrían ir a la represa,¿no? -ella continuó. -Sí, es una buena idea -dijo Omar. -¿Ahora está contento, Roberto?
instante observando en dirección adonde Omar habia desaparecido.Comenzó a gemir, y otra vez a dar vueltas alrededor de la represahasta que, finalmente, se lanzó al agua y comenzó
Mejor era ir primero a la represa,a jugar al ahogado. Y después ir a ver el hormiguero' Estar con Roberto era una complicación. Tenía que hacer que se portata bien, que no fuera a provocarlas de alguna manera. Cuidarlo. Hasta ahora todo lo que habían comido esas hormigas era del tamaño de
que llorabas... Omar se detuvo. El perro también, y giró para mirarlo, moviendo la cola. -¿Soñaste1 Omar se agachó, le tomó el hocico entre sus manos, 1o miró a los ojos y le preguntó
Roberto. Omar dejó el machete en una orilla de la represa,sesacólas zapadllas,se metió en el agua y nadó. Cuando llegó a la mitad, gritó: -¡Roberto, me ahogo...! Roberto levantó las orejas y vio cómo Omar se hundía en el agua, Comenzó a correr alre' dedor de la represa, alterado. Se detuvo un
a nadar. Ya estaballegando al lugar donde lo había visto por última vez, cuando aparecióla cabeza de Omar, que le dijo: -iAh!, cómo tardaste... Ya iban por el monte, en dirección a la zona del hormiguero. Omar miraba las huellas de las patitas de Roberto, que iba delante de é1,recién marcadasen el sendero de tierra. De repente, le preguntó: -¿Qué pasó esa noche, Roberto? La noche
nuevamente: -Y si no soñaste, ¿qué Pasó esa noche, Robertol
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erca del hormiguero, aminoraron la marcha. Omar le di¡o a Roberto que se quedara detrás de é1.Aunque fuese de día y no hubiera peligro, quería tomar precauciones. Fijarsepor dónde pisaban. Se detuvo frente al hormiguero. Ahora le parecíamás grande, una especie de monstruo. Un monstruo dormido. Imaginó a todas las hormigas ahí adentro, como en una ciudad. Y aunque no pudieran verlo, pensó, tal vezya sabíanque é1estabaallí, en eseprecisomomento. Había leído que la vista de las hormigas era mny pobre, porque perciben el ambiente
a través de las antenas' en una extraña combi' nación de olfato y tacto. Para el hombre los olores son vacíos,decía el libro' Pero no para las hormigas. Las hormigas pueden distinguir la
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figura de ciertos olores. A ellas no les hacía falta verlo. Con mucho cuidado tomó el machetey cortó las primeras hojas. Poco a poco, 1o que estaba debajo fue quedando al descubierto. Omar nunca habia visto algo así,y demoró en comprender qué era. Habia sido un árbol. Al parecer,una canti' dad asombrosade raícesde todos los tamaños lo habían abrazado hasta estrangularlo. Y des' pués continuaron amarrándolo y amarrándo' se a sí mismas, una y otfa vezrcomo si fuera el trabajo de un empaquetador que ha enloquecido. Ahora era en un engendro' un error de la naturaleza. ¿A eso la tía llamaba "Colaboración entre las especies"? Siguió cortando hojas. Buscaba algún rastro de las hormigas' una fisura en la madera, un hueco por donde pudiesen entrar. Si no encontraba la boca iba a ser imposible colocar el veneno, conseguir que el veneno las tocara. Entonces recordó que las hormigas también construían sus caminos bajo tierra. Túneles. Eso podía explicar por qué el camino desapa' recía antes de llegar al hormiguero. Y cómo habían logrado ocultarle la boca. Entraban Por debajode la tierra.
Las hormigas eran muy inteligentes,no había duda. Habían sabido encontrar un lugar seguro, confortable, protegido. Iba a venir con la pala para hacer un trabajo bien hecho. Cavar, encontrarle la boca y 11enarlo de veneno. La tía no podía seguir viviendo con ese peligro cerca de la casa. -Vamos, Roberto... Roberto movía la cola, parecía A la r.'r-relta contento de regresar.Se había levantado un poco de viento, que hacía susurrar las hojas más altas de los árboles. Dos pájaros cruzaron volando, muy cerca "Deben ser las seis", de su cabeza.¿Palomas1 pensó. Levantó la vista y vio el cielo, celestea esahora. Se imaginaba a la tía dando de comer a todos los pájaros. Tal vez por eso miró en dirección a la casa. Entonces vio el humo.
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Cuando
Omar empezó a correr, Roberto levantó las orejas, desconcertado. Pero ahora corría delantede é1,como si hubiera entendido. En la cabezade Omar sólo aparecía,de dife rentes formas, el rostro de la tÍa Poli. [a tía Poli cuando le dio las riendas del sulkv, la tía Poli contándole una historia en la galerÍa,la tía Poli a la hora del café,riendo sin parar... La tía Poli envuelta en una nube roja. El viento soplabadel este.Si la bolsa explotaba, la nube saldría e iría clirectamentea la casay de ahi pasaríaal gallinero.
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¿Adónde estaba la tía?Aún no alcanzabaa verla, ni al patio, ni al horno, nada de lo que estabaocurriendo... A medida que se aproximaba sentía su corazón retumbándole en la cabeza.Roberto sehabía alejado bastante y ya rodeaba la casadesapareciendo también de su vista. Cuando llegó 1oprimero que vio fue a la tía, viva, limpiando la mesa de madera. Roberto ya estaba a su lado. Detrás, el fuego había prendido bien y las llamas eran altas.No era el horno. Gracias a Dios no había encendido el horno. Omar se acercó. Su corazón aún latía tan fuerte, que creyó que ella tarnbién lo iba a escuchar, -¡Tía! ¡Qué estáshaciendo, tía! Ella retrocedió, un poco sorprendida por la aparición repentina de Omar: -Estoy por asar los pimientos... -dijo.Escuché que a la parrilla quedan más sabrosos. Omar veía cómo el viento empujaba las llamas hacia una de las paredes del horno, que comenzaba a calentarse. -¿Querés que te ayude? -Me encantaría porque la columna me está matando -diio la tía, tocándose la espalda.Los voy a buscar... Fue hacia a la cocina. Omar esperó que ella entrase. Roberto la seguía.Apenas traspasaron la puerta, Omar abrió el horno, tomó la bolsa v corrió hacia el otro lado de la casa.La
llevaba con las dos manos extendidas,lejos del cuerpo. La bolsa estabatibia. La depositó en el suelo con mucho cuidado, bajo la ventana de su habitación. Volvió al patio. La tía ya había dejado sobre la mesa la bandeja con los pimientos, ordena' dos en hileras de tres colores y se iba a buscar la parrilla a la piecita de las herramientas. Omar aprovechó el momento para ir a la cocina y sacar otra bolsa, una más gruesa' Despuésfue a su cuarto, y a travésde la ventana levantó el veneno. Lo puso en la bolsa nueva' que cerró con un nudo fuerte, y la guardó en la mochila. En un descuido de la tía, recogió el mache' te que había tirado en la carrera,y el resto de la tarde se quedo ayudándola con los pimientos. A cada rato le volvían a la mente las imágenes de 1o que podría haber ocurrido. Imágenes que le congelaban la sangre.Él tto había pensado en eso. En el peligro de tener eseveneno en la casa. La próxima vez que fueran al pueblo iba a hacer 1o que había decidido. Devolverlo v listo. Faltaban pocos días para que se termina' ran sus vacaciones, y ahora tenía que irse dejando a la tía con esashormigas cerca.No iba a poder liquidarlas, antes de que volviera a quedarse sola.
¿Latía Poli nunca había tenido novio? De pronto se acordó del hombre del vivero. ¿Qué había pasado entre ellosl ¿Qrlé eran diferenciasT
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T) l--t I. or la noche a la tía se le había pasado por completo el dolor de espalday estabade buen humor. Despuésde comer puso uno de sus discos y 1o invitó a bailar: -Te voy a enseñar un paso de mi época. Tomaron el café y un licor de menta que la tía había preparado y que se servía frío. Como en los primeros días,se rieron de cual. quier cosa. Antes de acostarse,ella le pidiO que apaga. ra el generador. Omar salió y caminó en dirección al pozo del motor. El pasto ya estabalevementehúme. do por el rocío, y apenasestuvo con los pies
sobre la tierra, en la noche oscura' volvió a pensar en las hormigas. Llegó al pozo, apagó el motor y apuró el paso plrra regresara la casa. A ellas no les hacía falta verlo. 94
En el pueblo, a media mañana, Omar fue a las cabinas y habló con su madre. Estaba preocupada. Le preguntó como cinco vecessi estaba bien. Quería hablar de nuevo con la tía, pero elle dijo que ahora ella no podía. Su madre tenía miedo. Su madre tenía miedo desde el principio. -Se 1o devuelvo porque no encuentro el hormi¡¡uero -di¡o Omar más tarde, entregán' dole la bolsa al hombre del vivero. El hombre no hizo ningún gesto, como si eso no 1o hubiera sorprendido' La recibió, fue al armario y la guardó. -¿Y qué vas a hacet ahora? -No sé...-dl¡o Omar. -Porque las vas a terminar encontrando -el hombre afirmó Omar no supo qué responder. Entonces el hombre metió la mano bajo el mostrador, sacó otra bolsa y se la entregó: -Esto les encanta. Eta una bolsa blanca, con rayasazules.Tenía marca) y era más pesadaque la anterior. -lqr ponés en el caminito... Al tacto parecía alimento para pájaros'
-Ellas solas se 1o llevan a Ia casita'.. Y entoncesOmar vio, por única vez,a ese hombre sonreír: -Y ahi adentro... ¡pum!
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mar examinó el camino oara decidir en qué tramo pondría el veneno nuevo. El cebo era seguro. El hombre había dicho que liberaba susgasessólo adentro del hormiguero. Lo demás no corría peligro. Cuando llegó a la zona de los espinillos, observó que el camino de las hormigas se abría en dos. No habia reparado en eso antes. ¿Cómo podía ser que no 1o hubiera visto?¿O era nuevol Lo siguió un poco, desorientado.El camino parecía tomar otra dirección. ¿Ibao veníal No importaba.
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Las hormigas pasaban por ahí. Eso era 1o importante. Qtr" pasarany se llevaran el veneno al hormiguero. Se arrodilló junto al camino, en la parte donde se bifurcaba. Abrió el paquete y distri. buyó todo el contenido a 1o largo. Era granu. lado, amarillo. Esa noche iban a ver. Desde allí, a no más de diez metros, podía verseel hormiguero. Se preguntaba por dOnde iría el camino, bajo tierra, que llegaba hasta sus bocas. Imaginó a las hormigas esa noche, ahí adentro, oscuro, repleto de veneno, sin aire y sin salida. Y si ese no era el hormiguero, tampoco importaba. Pensó: "Ellas solas se 1o van a llevar a su casita. esté donde esté".
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sa noche cenaron temprano. La tía Poli parecía cansada y se fue a dormir sin tomar el café. Omar se quedó un rato en la galería. Miraba hacia el monte, y la zona del cami. no. Las hormigas debían estar trabajando, pensó, o listas para comenzar. El veneno ya habia sido puesto. Ahora tenía que tranquilizarsey esperat. Roberto estaba a su lado, echado en el trapo de la puerta. -¿Cuando yo me vaya,vos la vas a cuidar a la tíal -le preguntó.
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Antes de irse a dormir, buscó la linterna en la cocina para ir al pozo del motor. Esa noche el cielo estaba cubierto de estrellas. Cuando pasó al lado del al¡ibe, iluminó el lugar donde aquella tarde había acomodado los rosales. Llegó al pozo y apagó el interruptor. La casaquedó a oscuras. De regreso, iluminó nuevamente el aljibe. Si el hormiguero estaba en el monte, lcómo habían hecho las hormigas para descubrir los rosales,tan rápidol Entró a la cocina y cerró la puerta. Roberto no se había movido de ahi. Dejó la linterna sobre la mesaday fue a su habitación. No podía dormirse. Hacía varios días que no estabatranquilo, se daba cuenta. Su mamá hubiera dicho, "un poco nerqtioso". No dejaba de pensar en las hormigas, en el jardín de la tía, en el camino, tan cerca de la casa. Hasta que se quedó dormido. ¿Oyó que Roberto lloraba? Omar se incorporó, sobresaltado.No seveía nada. Se mantuvo quieto, atento al menor ruido. Encendió la vela. Bajó de la cama, y se asomó por la ventana. Alcanzó a distinguir, bajo la puerta de la galería, algo más oscuro, una sombra negra. ¿Robertol Decidió ir a buscar la linterna a la cocina. Ver dónde esaba Roberto, qué estabapasando.
Abrió la puerta de su cuarro y salió. Laluz de la vela, en lugar de iluminar, llenaba de sombras el corredor. Sombras que se movían al compásde sus pasos. Llegó a la cocina, tomó la linterna con las dos manos y la encendió. Recién entonces las pudo ver. Entraban por la puerta de la galería, que estabaentreabierta. Cruzaban como una víbo. ra, enorme, brillante, el piso de la cocina. Iban hacia los dormitorios. ¿Quién abrió la puerta? Omar trató de llamar a la tÍa, gritar, pero de la boca no le salíaningún sonido. ¿Y Roberto? ¿DOndeestabaRoberto? Iluminó hacia la puerra. Alcanzó a ver un pedazo del trapo, vacÍo. Roberto no estaba alli. En su lugar, sólo veía el cuerpo de esabestia. Entonces percibió las dos direcciones,por el color. Una negra,que salía.La otra, de regreso, adornada con una guarda amarilla. El veneno. Lo traían. Entonces oyó el gemido, a su derecha,abajo. Era Roberto. ¿Qué le estabanhaciendo/ Lovio, guarecidobajo la mesada,inmóvil, distinto. Sólo las miraba pasar,como si no pudiera hacer nada, o no hubiera nada para hacer. Él tenía que ir al cuarto de la tia, salvarla. Se pegó a la pared, por el cosradoizquierdo del pasillo. Eso se movía contra la pared opues, ta. Las siguió con la linterna.
Entraban a la habitación de la tía. El círculo de luz iluminó una franja del piso. El cordón se iba deslizando por el medio de la piezay despuésse perdía en la oscuridad. Abrió la puerta un poco más. Distinguió el pelo de la tía, que estabaacostadacon la cabeza r,rrelta hacia la pared. Y vio que las hormi. gas subían a la cama, rápidas, nerviosas, iban por las sábanas,por la almohada, a la cabeza. A la cabezade la tía. Omar quiso gritar pero no pudo, algo le tapaba la garganta del miedo. Entonces vio que la tía se movía. Muy lentamente comenzabaa girar la cabezahacia donde é1 estaba, hasta que sus ojos, que estaban abiertos, lo miraron. Era una mirada fea. de dolor, como si ella nunca hubiera querido que él la viese así. Pero en ese momento no podía hablar. A esahora de la noche el hormiguero estabatrabajando, y ella tenía la boca negra y abierta, completamente activa.
AGRADECIMIE,NTOS
A Horacio Quiroga, por suslíneas,que Omar lee en El mundode las lrcrmigds,y que pertenecen a "El hombre ante los animales salvajesCacería del hombre por las hormigas", publicado en Billiken, en 1924. A mis amigos, por sus lecturas tan valiosaspara mí. Y mi gratitud sin fin para Liliana Machione y Miguel Angel Sánchez,sin cuya ayuda no podría haber escrito esta novela.
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