Un Mar de Historias Relatos ilustrados de Isla Navarino por Eileen Leyton, Catalina Concha y Francisca Villal贸n
Obra Financiada por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes Convocatoria 2011
Un Mar de Historias Publicación y antecedentes www.mardehistorias.cl Investigación Eileen Leyton Antropóloga U. de Chile Catalina Concha Antropóloga U. de Chile Francisca Villalón Diseñadora U. Diego Portales Redactado por Eileen Leyton Catalina Concha Ilustrado por Francisca Villalón Diseñado por Francisca Villalón Impresión Grafic Suisse Primera Edición Septiembre 2011 500 ejemplares ISBN 978-956-345-564-9 Fondart Regional de Magallanes y la Antártica Chilena Modalidad Conservación y Promoción de Patrimonio Inmaterial Folio Nº 21651-8
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Agradecemos los valiosos
Colaboradores
comentarios de
Gobernación Provincia de Antártica Chilena
Catherine Thomann
Ilustre Municipalidad de Cabo de Hornos
Eduardo Concha
Distrito Naval Beagle
Manuela Méndez
Instituto de Ecología y Biodiversidad
Luna Marticorena
Parque Etnobotánico Omora
Carolina Leyton
Museo Antropológico Martín Gusinde Museo Regional de Magallanes Biblioteca Pública Nº 12 de Puerto Williams
Los relatos de este libro están basados en las viviencias e historias de
José Catrín “el Papito”
Oriundo de Chiloé, llegó en la década de los 70 a Puerto Toro, donde ha vivido con su esposa Sonia Cárdenas. Es pescador y un personaje conocido de la zona.
Sonia Cárdenas
Nacida en Róbalo, y pasó su infancia en Caleta Sonia. Es de las fundadoras de Puerto Toro, y actualmente con su esposo e hijos son la única familia civil que allí habita.
José Catrín Cárdenas
Hijo de José Catrín y Sonia Cárdenas, desde sus pocos meses de vida ha habitado en Puerto Toro, donde hoy se desempeña como empleado municipal.
Charlie Porter
Explorador, geólogo, montañista y kayakista estadounidense.
Oritia Muñoz Manquemilla
Oriunda de Chiloé, vive en La Estrella.
Cecilia Mancilla
Hija de “el Padrino”y Adela Oyarzún, vivió en Caleta Eugenia, y hoy es empresaria turística en Puerto Williams.
Susana Martínez
José Oyarzo “tío José”
Alejandro Nielsen “el Gringo”
Martín González
Miembro de familia pionera de la zona, vivió en Kanasaka, y hoy trabaja en el Museo Martin Gusinde.
Antiguo poblador de Kanasaka, Isla Bertrand y Tansuani y profundo conocedor de la zona.
María Alvarado
Encargado de la Biblioteca Pública de Puerto Williams, trabajó en el Museo y en el internado.
Descendiente yagán, hijo de Úrsula Calderón y José González, navegante y artesano.
Eugenio Berrios
Oriunda de Chiloé, vivó en Wulaia, y hoy es la única habitante de Lum.
Ex marino, miembro de la Hermandad de la Costa, trabaja en Chilexpress.
Julia González
Marco Arellano
Lidia González
Héctor Pascual de Fátima Soto “Sotito”
Descendiente yagán, hija de Úrsula Calderón y José González, artesana y promotora de la cultura yagán.
Descendiente yagán, hija de Cristina Calderón y Teodosio González, actualmente concejal de la comuna de Cabo de Hornos.
Héctor Maluenda “Toño”
Hijo de las primeras familias navales de Puerto Williams, hoy trabaja en aerovías DAP.
Capitán de Navío, Comandante del Distrito Naval Beagle y de la Gobernación Marítima de Puerto Williams.
Oriundo de Talcahuano, trabajó como jornal en la Armada, es pescador y tesorero del Sindicato de Pescadores.
Cristián Donoso
Explorador santiaguino, kayakista y empresario turístico. Radicado recientemente en Puerto Williams.
Nuestro cariño a Lali, Rodrigo, Ronnie, Luna, Meli, Manu, Javier y Cristóbal por acogernos y llenar de cálidos recuerdos este viaje.
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A nuestras familias
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Presentación “Desde el sur del Golfo de Penas, islas de las más caprichosas formas se desprenden del continente, debido a antiguos y extraños cataclismos. Un dédalo inmenso de canales serpenteantes sorprende al viajero, que va encontrando rutas torcidas, islotes altos, coronados de intensa vegetación, ensenadas enormes, con extensas playas, ventisqueros que arrojan lentamente al mar sus hielos milenarios, acantilados donde rebotan los vientos incesantes. Luego mar llama; olas azules; escarceos. Y a menudo la lluvia, que cubre el paisaje con cendales grises, impenetrables.” (Osvaldo Wegmann)
A través de este libro nos dirigimos al sur profundo del mundo, a la Comuna de Cabo de Hornos en la Región de Magallanes y la Antártica Chilena, donde los últimos atisbos de la Cordillera de los Andes se asoman en el archipiélago de Tierra del Fuego. Este laberinto de islas y canales fue declarado Reserva Mundial de la Biosfera por su prístina naturaleza, rica biodiversidad y por ser el hábitat más austral de muchas especies, incluso de la humanidad. Hace siete mil años se inicia la historia humana en las Islas Australes en cuerpo del pueblo yagán, nómades del mar que fueron los primeros pobladores y navegantes que arribaron a esta aislada zona del país. Pero su forma de vida, así como la de quienes les han sucedido, es desconocida para muchos de nosotros, e incluso invisibilizada cuando creemos que Chile acaba en Punta Arenas. Por eso los invitamos a través de este libro a recorrer más allá, y darle vida a esas islas que en los mapas se desdibujan con formas imprecisas y anónimas.
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Para adentrarnos en el patrimonio natural, cultural e histórico de este confín del mundo, emprendimos nuestro viaje a Isla Navarino. Al penetrar en este pueblo inserto en tan compleja geografía con el fin de imbuirse en la identidad cultural de su gente, resultó ineludible poner el foco de atención en el territorio en que se emplaza. Habitar un lugar es cargarlo de experiencias, sensaciones y significados que van dando forma a la memoria colectiva que funda la identidad del grupo. En este territorio es justamente el lugar donde se inscribe el pasado y la memoria de los protagonistas de esta obra, los pobladores de la Isla. En Isla Navarino el mar se impone como escenario fundamental de la vida. Siempre ha jugado un rol preponderante dentro del territorio, y por tanto, en la configuración identitaria de sus habitantes. Pero su relevancia se fundamenta no sólo desde su carácter concreto, sino como un espacio apropiado y valorizado simbólica e instrumentalmente, según las distintas formas de habitar el territorio y de vivir la cultura de los pobladores. Por este motivo, el mar es el elemento clave para acceder a sus recuerdos y develar su identidad territorial. En nuestro andar por esas tierras, conversamos con sus habitantes, algunos nacidos y criados ahí, otros llegados en distintos momentos de sus vidas por los más diversos motivos. Conocimos quiénes son, y nos contaron vivencias y experiencias significativas de sus vidas, y otras tantas historias que supieron por otros. De esta manera entramos en el juego de evocaciones y olvidos que ellos hacen del pasado, los que conforman la memoria colectiva que funda su identidad. En efecto, es la memoria colectiva la que permite vincular de manera significativa los procesos históricos comunes con la biografía personal y las identidades individuales de los pobladores. Por lo tanto, memoria e identidad establecen un lazo indisoluble: no puede existir una identidad sin memoria, ni una memoria que no produzca una identidad. He allí la justificación del porqué apelamos a esos recuerdos y lugares de memoria en nuestras pesquisas.
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Pero el lenguaje también se mueve en el campo de lo no discursivo, por ello a la oralidad sumamos otro ingrediente: la ilustración. Esta forma de expresión es uno de los primeros lenguajes del ser humano, y actúa como reserva de la historia cultural y social. Entonces junto con relatarnos sus experiencias, los pobladores se animaron a desplegar su imaginación y, con lápiz y papel en mano, realizaron sus propios dibujos. A través de estas ilustraciones lograron describir gráficamente las imágenes, sensaciones y situaciones de los recuerdos que nos relataron. Estos dibujos, el paisaje y las historias de los pobladores sirvieron de inspiración para este libro, en el que pretendemos mostrar los colores, apreciaciones, inquietudes y problemáticas de esta tierra a través de la voz de sus propios pobladores. Si bien en muchos casos decidimos presentar los relatos de forma anónima y no literal, siempre procuramos respetar los ritmos, modos de hablar, y sobre todo, la esencia de sus autores. Asimismo, podrán encontrar fracciones de los dibujos originales a lo largo del libro, especialmente en el capítulo dedicado a los niños de Navarino y en el glosario. Pero es principalmente a través de las pinceladas y acuarelas de nuestra ilustradora, que se buscó dar vida a lo relatado por los pobladores, y de alguna forma también plasmar lo experimentado por nosotras mismas en nuestra travesía por Isla Navarino. Como este libro no aspira a ser una reconstrucción histórica de la Isla, nos dejamos llevar por el sentido del tiempo y del espacio que los mismos habitantes le dan a sus recuerdos. En definitiva, es el tiempo de la memoria, que no es necesariamente lineal ni cronológico, el que orienta la elaboración de ocho capítulos que toman un período histórico o un hito relevante para agrupar los relatos, todos ellos brevemente reseñados en su inicio para ponerlos en su contexto histórico, social y cultural. Así dimos forma a este libro en el que el resultado es un ordenamiento de la experiencia común según sus propios términos. Los invitamos ahora a sumergirse en este mar de historias que los llevará a conocer diversas experiencias de quienes han decidido, o bien les tocó, vivir en el último rincón del país. Así empieza la aventura de descubrir la memoria e identidad de uno de los pueblos del fin del mundo.
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capítulo i
Espíritu Navegante u “Es un laberinto de canales y es un paisaje que está lleno de misterio, lleno de rincones. Eso te mueve a soñar... el misterio es un imán fuerte, un imán que apasiona, un imán para el espíritu. Uno piensa qué habrá más allá de ese canal, después de esa vuelta.” (Cristián Donoso)
Avanzando hacia el sur el continente americano se sumerge y disgrega en cientos de islas e islotes azotados por el mar y las hostilidades del clima. Ahí, donde uno pudiese imaginar que la existencia se acaba, desde hace miles de años han llegado navegantes que, arrastrados o atraídos por la compleja y misteriosa geografía, han llevado vida humana al extremo más austral del mundo. Los primeros navegantes de las llamadas Islas Australes fueron los yaganes, quienes se trasladaron por los canales en sus frágiles canoas de corteza de árbol, llevando una vida itinerante entre las distintas islas donde hacían puerto y se asentaban temporalmente. Esto sólo pudo ser posible gracias a su fortaleza y profunda compenetración con la naturaleza. La soledad de los yaganes fue interrumpida siglos más tarde con el arribo del hombre blanco en expediciones que desafiaron el embravecido mar con nuevos instrumentos de navegación como la brújula y el cuadrante, y otros tipos de naves como la carabela, el bergantín y la fragata. Ya en el siglo XIX llegaron a esos inusitados parajes misiones evangelizadoras y buscadores de
oro que fueron conformando los primeros asentamientos de inmigrantes europeos en la zona. Así se inició una vida estanciera que aumentó y reorientó los flujos de tránsito por los canales, sumándose a estas excursiones población chilota y tripulantes de embarcaciones loberas y balleneras extranjeras. La población originaria yagán fue siendo desplazada y consigo sus canoas, que fueron reemplazadas por botes de madera a remo y vela, cúteres y goletas, los cuales a su vez fueron sustituidos posteriormente por las lanchas y botes a motor que se usan hasta hoy. En las heladas aguas del fin del mundo, no sólo las formas de navegación han ido evolucionando y modernizándose, sino también se han ido sumando centenares de navegantes que por diversos intereses –científicos, expedicionarios, deportivos, laborales, entre otros– han enfrentado el desafío de surcar los canales más peligrosos del mundo. Muchos no sobrevivieron a la travesía, y son innumerables las historias de naufragios en esas aguas. Pero sin la valentía de todos aquellos hombres y mujeres que han navegado los mares australes, la vida en estas latitudes no habría sido posible y las desperdigadas islas llorarían en soledad su abandono.
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Arrastrados por el viento “… esta gente que vivía acá es la que más sabía del mar, porque no tuvo avión, no tuvo auto, sólo tuvo bote y muchos de ellos viajaron de Chiloé en su chalupa, llegó acá porque el viento viene del noroeste y no pudo volver a su hogar, estuvieron obligados a quedarse y se casaron con yaganas acá, y muchas de estas familias son mitad chilote y mitad yaganes, y yo he conocido a todos estos viejos.” (Charlie Porter)
“Lo malo acá es que cuando se viene malo, se viene de repente, es muy cambiante, en un rato tenemos norte, tenemos surweste, de repente cambiamos al este y bueno ¿en qué quedamos? Pero yo le tengo respeto al mar, no miedo, porque cuando se pone malo y estoy trabajando, me vengo. Y mis compañeros de las otras lanchas me dicen ‘shi y eso que erís pescador’. Pero el mar y el cementerio está lleno de pescadores valientes.” (“Sotito”)
“Hay que conectarse fuertemente con la naturaleza. No consigues nada oponiéndote a ella, tienes que fluir con ella.” (Cristián Donoso)
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Pájaros, nubes y viento “El tío José González. A él yo lo admiraba demasiado por las historias que me contaba. Sin tener ningún instrumento para medir el tiempo, él sólo por el mar, por el vuelo de los pájaros que están en el mar, las gaviotas, los albatros, él sabía cuándo iba a venir viento fuerte, cuando iba a cambiar el viento, y muchas cosas. Muchas veces me senté en la Isla Button con él, y él sólo miraba el mar y te contaba miles de cosas. Siento que con él se murió harta parte de la historia, él fue canoero, él cazaba nutrias, siempre anduvo arriba de un bote, siempre. Yo creo que eso también lo hizo ser muy sabio.” (Lidia González) “Esas cosas uno las aprende todas… el movimiento de las nubes, la acumulación de las nubes, la posición que tienen, uno las va viendo y va viendo en qué intensidad va a venir el viento, cómo va a venir, si es lluvia o viento. Yo no uso ninguna máquina ni siquiera carta.” (Martín González)
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De navegante a navegante Cuando andas en kayak haciendo largas travesías, uno se empieza de alguna manera a sentir hermanado espiritualmente con estos antiguos canoeros porque estás viviendo la misma experiencia que ellos, o sea, contemplando el paisaje de la misma manera, a la misma escala, enfrentando los mismos problemas. Mi situación es aproximada, pero también es alejada porque todo lo que yo traigo lo traigo de afuera: un kayak de Alemania, un teléfono satelital de Estados Unidos, la mejor cadena tecnológica que hay en el mundo para este tipo de expediciones. No son cosas del paisaje, no es cosa que me hayan tirado desnudo acá y yo haya armado mis cosas y haya salido a navegar. Pero ellos usaban todo de la naturaleza, y el impacto que dejaron es bajísimo. Estaban conectados con el medio de una manera simbiótica y sustentable en el tiempo, tenían una relación con la naturaleza que les hubiera permitido seguir existiendo de esa manera por miles y miles de años más. Eran parte del ecosistema, totalmente en equilibro. Quizás son valores que tenemos que cultivar un poco porque se opone a nuestra visión occidental del progreso sostenido, la depredación sostenida de la naturaleza, de la ambición como valor, como cosas deseables. Y eso nos está conduciendo a una crisis mundial. 14
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capítulo ii
Estancias Desde fines del siglo XIX, en las Islas Australes se estableció una estructura estanciera campesina formada por lo que quedaba de la diezmada población indígena y los inmigrantes que arribaron a la zona, vale decir, ex misioneros, buscadores de oro, comerciantes, colonizadores, navegantes y posteriormente chilotes. Santa Rosa, Yendegaia, Lewaia, Isla Bertrand, Isla Picton, Kanasaca, Puerto Eugenia –entre otros– fueron los principales centros habitados, junto con los asentamientos de familias yaganes especialmente en Mejillones. Sin embargo, en aquella época fue el poblado argentino de Ushuaia el principal referente y abastecedor de la zona, por donde se transitaba constantemente sin restricciones fronterizas. La estructura estanciera tuvo a la ganadería ovina y al negocio de la lana como actividad económica predominante. Además eran importantes los ingresos derivados de la comercialización de aceite de ballena extraído cuando alguno de estos animales varaba, y de pieles de lobo y nutria obtenidas por medio de la caza, actividad que permitió conservar las antiguas prácticas de circulación por los canales. En todas estas tareas la mano de obra era fundamentalmente yagán, quienes convivían y compartían con las familias de estancieros. Los niños que vivían en las estancias participaban en algunas de estas labores y se educaban con profesores ambulantes que se asentaban temporalmente en las islas, situación que cambió desde mediados del siglo XX cuando los niños se trasladaron al internado que estableció la Marina en Puerto Williams.
Para vivir, los estancieros sembraban verduras, carneaban animales y pescaban, y lo que no tenían (alimentos en conservas y cigarrillos fundamentalmente) lo encargaban en grandes cantidades a lanchas pesqueras que se dirigían a Punta Arenas. Para abastecerse en Ushuaia o para hacer otras diligencias, los estancieros se transportaban en botes a remo y vela, formando así un circuito de comunicación entre islas. Además, en esa época también circulaba el escampavía Micalvi, posesión de la Armada Chilena que hacía el régimen de transporte de Isla Navarino a Punta Arenas una o dos veces al año. Este barco a carbón podía demorar casi un mes en su recorrido durante el invierno, porque navegaba solamente con luz de día y a cerca de tres o cuatro nudos de velocidad. Una vez terminada la temporada de pesca ya no transitaba ningún barco, y los pobladores debían cuidarse del desabastecimiento... y de la soledad. La forma de vida de las estancias comenzó a decaer en la década de los 50 con el establecimiento de la Base Naval en Puerto Luisa –actual Puerto Williams– que concentró la población de forma progresiva. Sin embargo, no fue hasta fines de los años 70 que el período estanciero terminó definitivamente.
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Recuerdos de infancia En esos tiempos estaba sola porque mi papá estaba en Radapicton y había una sola casa que era del ovejero que estaba ahí. Yo era feliz en ese tiempo, tenía un gato regalón, un muñeco, inventaba mis historias ¡y era tan feliz! Mi mamá escuchaba las telenovelas en la radio, teníamos señal argentina y seguíamos una serie. Con mi papá jugábamos a las cartas en las noches y también me llevaba andar a caballo, y recolectábamos frutillas y calafate en verano. Mi mamá me arreglaba los tarros de leche, le hacía un hoyito y le ponían un mango para que pareciera un canasto, yo creo que lo hacía por mi monería. Tengo los mejores recuerdos de vida familiar, de vida tranquila.
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Niño Bagual pa’l monte Como gente que crece solo, no ve gente, es medio salvaje, medio bagual po. Yo que era mayor, era más entradora, los otros hermanos nadie salía, cuando había gente se arrancaban al monte. Una vez vi a mi hermano que era chico arrancando a puros calzoncillos cuando vio el buque que venía llegando, y yo fui atrás de él a buscarlo con la ropa en la mano y con los pantalones. Fui a parar allá arriba y le dije “bajemos no más, si son marinos, si yo los conozco, no hacen nada. Ya, bajemos a conversar con ellos”. Pero él arrancaba.
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Haciendo puerto en Kanasaka Cuando estábamos allá en Kanasaka llegaban muchas canoas, llegaban muchas canoas, llegaban yaganas, muchas en ese tiempo, había yaganas guapitas. Los yaganes que llegaban a Kanasaka era porque era puerto, armaban sus carpas y se alojaban ahí, en sus ranchas. Pasaban días porque traían víveres, de todo, porque les traían de Ushuaia. Pasaban unos días, y como éramos cabros jugábamos todos juntos. Después una peste de una enfermedad que hubo atacó a los yaganes y murieron muchos.
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Error de cálculo En mi familia éramos 13 hermanos ¡Qué cantidad! Y eso que los viejitos no dormían juntos como matrimonio. Dormían separados, como la casa es grande, piezas grandes y hartas piezas, y yo decía ¿cómo los viejos están separados?, pero bueno. Un día le pregunté a la vieja ¿Oye vieja, y tú no sentías dolor al parir? porque tantos hijos que tuvo, como una conejita. Ella decía que con el tiempo ya no se siente el dolor, pum pa’ fuera nomás.
En esos años se iba a parir a Punta Arenas y luego se volvía. Llegar eran varios días de viaje, no habían muchos barcos, y no llegaban aviones. Una hermana mía nació en el Micalvi. Mi vieja se olvidó de la fecha, calendarios tampoco habían, fue así que se olvidaron de contar. Un día la vieja decidió partir a Punta Arenas, pero no alcanzó a llegar y parió sin doctores ni anestesia en el mismo Micalvi y los de la Marina tuvieron que asistirla... porque mi vieja tuvo la guagua ahí, Marina se llamó. 21
Caiquén por pollo Desde muy chica me gustó remar y mi papá era carpintero, hacía construcciones de lancha artesanal, y me hizo una vez un pequeño bote que era cortito, con unos remos. Al frente de Caleta Eugenia hay dos pequeñas islas, una isla chica y una más al fondo. Yo cruzaba en mi bote y en tiempo de noviembre y diciembre veía todos los caiquenes echaditos así, las hembras. Mi mamá en la casa criaba gallinas y un día se me ocurrió que yo podía llevar los huevos de la gallina a la isla, y si encontraba un nido con cuatro huevos de caiquén, le sacaba los cuatro y le ponía cuatro de gallina, porque cuando son seis o siete están malos porque están en gestación, pero si encontraba cuatro estaban buenos, entonces me los llevaba para mi casa y me los comía.
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Yo contaba 21 días, los caiquenes anidaban los huevos de gallina, siempre dejaba una marca, me iba a pegar una vuelta, pasaba por fuerita y miraba, si estaba echadita no la molestaba y seguía. Al día 21 llevaba mi cajita y todas mis cosas para llevarme los pollos. Muchas caiquenas ya tenían sus pollitos y los tenían cubiertos, otras estaban picando los huevos, así que ahí me quedaba hasta que salieran todos. Que linda la sensación de contar día a día y recibir todos mis pollos, y verlos… cuando son chiquititos están locos hacen pi pipipi. En ese tiempo no se hablaba de la extinción de los pájaros, no es como ahora, a las niñas les digo que los huevos no se molestan y que a la gallina tampoco.
Vela de jerseys Mi hermano mayor que es Nielsen, ese nos cuidaba a nosotros cuando éramos chicos, cuando los viejos partían a Punta Arenas. Éramos muchos hermanos ¡y hacíamos cada embarrada del porte de un buque!, tantos cabros, todos nos llevábamos por un año casi, era una pandilla. Por eso mi hermano tenía un rebenque detrás de la puerta de la cocina, en la salida pa’l campo, ahí dejaba el rebenque, que era como una correa de cuatro patas, de vacuno lo hizo el viejo, ese era un castigo. Un día mi hermano dejó un bote fuera de la casa
pa’ allá, donde hay un cementerio yagán, ahí lo dejó en una bahía, y a una hermana se le ocurrió: “agarremos el bote, nos vamos para el Murray, para el PVS”, que es donde pasan los marinos. Y dejamos a la hermana más chiquitita de 6 años, el chongo, y se fue llorando a acusarnos con “el Gringo”, así le decimos a nuestro hermano, y de repente el Gringo se dio cuenta que el bote pasó. El bote era a remo, pero como había vientecito, hicimos la vela del bote a puro jersey, nos sacamos los jerseys y los amarramos todos por las mangas así para abajo,
le pusimos cuatro o cinco jerseys, y así agarra vuelo. Todo esto por la locura de las hermanas mayorcitas de pinchar con los marinos, y yo como tontita les seguí el viaje. Hasta que mi hermana dijo “volvamos mejor porque viene mucho viento y nos vamos a dar vuelta y vamos a morir todas” y volvimos pa’ la casa. De repente miro a mi hermano y le veo el rebenque ahí. “Baja tú primero” me dijeron, ¡y la que me dio! Estuvimos como un mes sin podernos sentar, nos dejó todas molidas. Pa’ nunca más hermanito, pa’ nunca más. 23
Indios con plumas Nos criamos nosotros solos y los Martínez que vivían pa’ allá, pero vivían pa’l otro lado. Mi papá era como capataz, cuidaba la estancia en Eugenia y contrataba gente, pero eran puros indios de río Ukika, porque esa gente cumplía. Nosotros vivíamos abajo y ellos tenían un rancho y con mis hermanos nos fuimos a meter ahí para adentro. Mi mamá nos prohibía meternos ahí, pero éramos chicos nosotros, los fuimos a visitar al rancho, menos mal que salimos arrancando debajo de la carpa, si no nos agarran a palos. Es que nosotros éramos blancos y ellos eran puros indios, medios con plumas, me acuerdo que usaban plumas, llevaban un cordero y decían que no querían esa carne, que esa carne no comían, ellos comían los pájaros que volaban, caiquén, lobos, comían ellos. Antes ellos no eran con la gente blanca, la gente blanca es como nosotros así ¿cierto?, ellos nos decían blanco.
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Tutu tutu tutu… volvía el Micalvi Nosotros no teníamos radio, si había enfermos mi papá salía en chalupa a avisar, porque no era lancha, antes era chalupa con dos puntas. En esos tiempos había un barco, el Micalvi, está en el club de yates ahora… Es a carbón, vieeeejo, hacía tutu tutu tutu. Pasaba a buscar marinos a William, a las estancias, a Picton, pasaba a Eugenia, venía de Windhond, y después venía a recogernos porque mi papá llamaba con humo. Me acuerdo que el Micalvi pasaba y mi papá hacía tres humos pidiendo auxilio, como los indios: uno, dos, tres. Tres humos y el Micalvi tutu tutu tutu, se volvía por nosotros... Estábamos 15 días en el puerto esperando buque, porque iba pasar el Micalvi. Éramos cabros chicos, teníamos que subir una escalera de gato tremenda de grande, todo encordado para arriba de soga, eso si que es sufrirla subir pa’ arriba, y los marinos te subían. Y se iba el Micalvi tutu tutu tutu. Y nosotros igual que los baguales, como crece uno acá, nadie quería hacer pichi, nos aguantábamos, mi hermana aguantó dos días sin hacer pichi porque tenía vergüenza, pensaba que los marinos la iban a ver. Cantaban ellos y yo los escuchaba todos los días: dale acordeón, guitarra y cantando ellos, un artista, y nosotras chiquititas empezábamos a mirar todo desde arriba, “baja mi chiquilla”, pero yo estaba muy chica. Yo quería bajar, pero mi mamá nos retaba, no bajábamos nosotros, de ahí nomás mirábamos, no íbamos na’ lejos.
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Capítulo III
Marina Las Islas Australes se encontraron por mucho tiempo en un casi absoluto abandono, de no ser por naves de Marina que cumplieron el rol de vincular y abastecer a las colonias asentadas en la zona, y de realizar algunas tareas científicas de levantamientos hidrográficos. Es recién a fines del siglo XIX, a propósito de la fiebre aurífera en Picton, Nueva y Lennox, que se promueve la colonización y el desarrollo de la región insular magallánica bajo el amparo del Estado chileno. Este proceso se consolidó al acercarse los años en que se revisarían los conflictivos tratados limítrofes entre Chile y Argentina por el Canal Beagle. El gobierno central encargó a la Armada levantar una Base Naval para así conformar un poblado en la región que funcionara como centro administrativo, económico y militar, y que a su vez permitiera reorientar a los pobladores hacia Chile para así acabar con la influencia que ejercía Argentina a través de Ushuaia. Para tal efecto se escogió al entonces llamado Puerto Luisa, donde estaba el aserradero de la estancia Róbalo. La ciudad se fundó en noviembre de 1953, al año siguiente arribó la primera dotación naval, y en 1956 se adoptó el nombre de Puerto Williams. La Base Naval trajo consigo la instalación de Puestos de Vigilancia y Seguridad (PVS), Gobernación Marítima y Capitanía de Puerto, además de aportar al poblado un hospital, correo, registro civil, un aeródromo, una escuela con régimen internado y un supermercado naval.
Con el aumento del tráfico marítimo se mejoró el abastecimiento de productos, y debido a las rudas condiciones de la zona, se entregó de forma gratuita a los marinos y trabajadores algunos insumos como gas, leña, petróleo y transporte –entre otros–, lo que se hizo extensivo al resto de los pobladores. Todos estos servicios y regalías entregados por la Armada fueron concentrando a los habitantes de la zona en Puerto Williams. Y en un sector aledaño se levantó Villa Ukika, que compuso el corazón de la población yagán. Así se fue consolidando un núcleo urbano en permanente cooperación entre civiles y marinos, que trajo consigo abundancia y bienestar. Esta situación cambió a mediados de los 80, cuando el control político y social que tenía la Armada se comenzó a disolver a partir de un cambio de orientación de las políticas públicas en el país. La Armada fue dejando progresivamente su labor asistencialista, al traspasar las tareas del ámbito social a los servicios públicos y al sector privado. Como consecuencia en el ámbito económico, los pobladores perdieron las regalías y empeoraron su calidad de vida; y en el ámbito social, se produjo una separación del mundo naval respecto del civil. Todo lo anterior transformó profundamente el modo de vida local. Este fenómeno tuvo como correlato una disminución sostenida de las dotaciones navales, y un cambio en la orientación de esta institución: la misión de la Armada cambió de ser administradora y base de la cohesión social de un pueblo, a desempeñarse como Alcaldía de Mar cuyas funciones son básicamente de control marítimo y ejercicio de la soberanía.
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Desde cero Mi padre era marino y él fue parte de las primeras cinco familias que se instalaron en ese tiempo, que los designaron, y compuso la primera dotación en Puerto Williams de la parte naval. Él llegó cuando estaban construyendo las primeras cinco casas, de las que hoy en día se mantienen vigentes dos. El año pasado murió el último de estos cinco personajes. Esa época... muy remoto... lo que más me acuerdo es del factor climático, especialmente en el invierno. Acá nevaba sobre el metro y medio de nieve. Tú verás que las ventanas de las primeras casas están a una altura de dos metros 20, dos metros 40, justamente la nieve llegaba hasta debajo de la ventana. Y técnicamente se hacían casi túneles para poder caminar en esa época.
Antiguamente se construían chocitas donde los marinos vivían con sus familias, sobre todo los marinos jóvenes porque no había capacidad de casas fiscales para sostenerlos. Por eso si vemos en el pueblo sitios que, además de la casa principal, tienen dos o tres casas en el patio, es porque en aquel entonces había mucha demanda de viviendas por parte de la Armada. 28
Antes, en Cabo de Hornos, la casa antigua estaba amarrada para que no se la lleve el viento. En cambio ahora es una casa de última generación, y hay hasta un stand que vende souvenirs a los miles de turistas que van a esas islas.
Hasta el fin del mundo Yo diría que la relación que el marino tiene con el mar es un estilo de vida, una forma de vida. Es mucho más que una profesión, mucho más que un quehacer, involucra las 24 horas al día y los siete días de la semana. Es un compromiso vocacional que incluye a toda la familia. Venir a aislarse a Puerto Williams es un desafío importante y tiene implicancias notables, especialmente sobre las señoras, la mayoría son profesionales y el campo laboral que ellas persiguen no está. Acá hay un solo colegio. Para qué hablar del clima, el invierno es duro. En esta zona hay lugares de difícil acceso a la navegación donde hay que hacer control de tráfico marítimo, y actualmente hay marinos que viven sólo con sus familias en ciertos sectores de la isla como Snipe, Puerto Toro, Corrientes, Hornos. Entonces la Marina es una manifestación extrema de compromiso al quehacer de acá. 29
Bautizo de fuego El hombre caminaba ansioso por Puerto Williams en dirección a la guarida. En una caleta provisoria se encuentra con un verdadero antro de piratas, era la Hermandad de la Costa que lo esperaba para realizar su bautizo de fuego. Perdió la noción del tiempo y el espacio, se sentía en un antiguo buque velero de piratas donde comenzó a vivir aventuras marineras entre oraciones y cantos al mar. Fue una experiencia que lo marcó para siempre. Ni él ni ninguno de los presentes revelará detalles de lo que allí sucedió, sólo podrá saberlo aquel que sea invitado a ser parte de la Hermandad. De este honor pueden gozar sólo aquellos con el coraje de sortear los obstáculos y desafíos de quienes arriesgan su vida navegando. Son justamente esas vivencias las que los unen en un círculo de camaradería para profesar un culto al mar, porque el mar es un todo que los alimenta y los nutre de vida.
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El buque feliz Un buque destructor que participó al término de la segunda guerra mundial y luego fue comprado por Chile a los Estados Unidos. Tenía un espíritu muy especial, muy especial, cuyo nombre es Portales. En la cubierta del buque jugábamos vóleibol, claro que la pelota la amarrábamos porque con un remache podía caer al agua, andaba el cordel para todos lados, era re divertido. El buque Portales tenía hasta una cueca. Nosotros teníamos alma portaliana, tenía una mística, un espíritu que perdura hasta los días de hoy, los almirantes, comandantes, oficiales que pasaron por ese buque lo recuerdan como algo así ¡chuc!, una cuestión propia, que te llega al alma. De todos los años en la Armada y haber navegado en muchos buques más modernos, ese es el que me marcó a mí y lo peor que me pudo pasar es ver una foto de cuando el Destructor Portales se estaba hundiendo.
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Al amparo de la Armada Los más antiguos recuerdan con nostalgia esos años que no volverán. Añoran cuando la Armada era el padrino de toda la comunidad civil, que no era mucha, “a nosotros los pobladores, íbamos al almacén y nos daban lentejas, porotos, azúcar, hasta pan nos daban. Eso cambió en el gobierno del señor Pinochet, ahí se quitaron muchas regalías”. En ese tiempo se entregaba luz, agua, gas y leña gratis, pero ese no es rol de la Marina, lo tuvo que asumir por una necesidad extrema, una cosa muy excepcional. Poco a poco se ha desligado de responsabilidades que hoy las tienen empresas privadas y que recaen en la Gobernación, quizás no a la velocidad que se quisiera, pero se está haciendo.
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Señal de retirada
Marinos en su lugar
Antiguamente todo el mundo se trasladaba a Punta Arenas en buque de la Armada, ahora se ha prohibido a la Armada llevar civiles en buques, así como se prohibió comprar en el supermercado naval, pero esas cosas no nacen de la Armada, sino más bien de una petición que hace un grupo de comerciantes de acá. Pero también de alguna forma esto de la libre competencia permitió que el mercado local resurgiera.
Antes había más apoyo de la Armada, mandaban helicópteros, abastecimiento. Pero ahora los marinos se independizaron de los civiles, los civiles ahora se tienen que rascar con sus uñas. Tanto se independizaron que yo conozco a toda la gente de acá, salvo a los marinos. Ellos están cuatro años o cinco años, pero yo conozco a muy pocos marinos porque casi no vienen para acá, viven retirado, tienen su lugar en la parte de allá de William.
La Armada se ha ido desmilitarizando, hay menos gente de la Armada, se han desmantelado muchos equipos y armamento, y se han reducido las dotaciones de gente naval. Eso es una señal.
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Capítulo IV
En el Mar La preponderancia del mar en la zona más austral de Chile se hunde en la noche negra de los tiempos, desde que los pueblos canoeros lo recorrían hace miles de años con sus familias en sus embarcaciones. Posteriormente surcaron esas aguas los inmigrantes y colonos; luego llegó la Marina a recorrer los canales para establecer soberanía chilena, junto a los pescadores que buscan en él su sustento y el de su familia. Actualmente, el rol del mar para la población de Isla Navarino es multifacético: es una fuente de recursos para aquellos que se dedican a la pesca de la centolla y el centollón, un bonito paisaje para salir al aire libre, una oportunidad de entretenimiento, de hacer deporte y un medio de navegación para hacer expediciones. Pero el mar, actor principal tanto de esta obra como de los recónditos parajes que busca dar cuenta, es un personaje extraño, misterioso y caprichoso. Siempre cambiante, nunca se sabe qué ocurrirá detrás de cada ensenada, o cómo estará la marejada con el correr de las horas. Ante los riesgos del mar un poblador nos dice “No pasa nada, no tengo miedo. Nacido en el mar”. Así es como la gente “nacida en el mar” argumenta su valentía, otros lo hacen en su experiencia o en su sed de aventura. Y así mismo es como este territorio está lleno de historias, algunas reales, otras fantásticas, historias que son parte de la vida de muchos de los pobladores de Isla Navarino quienes, según sus intereses o sus condiciones de vida, se lanzan a la aventura de navegar en estas aguas.
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Cápsula de tiempo Normalmente si tienes un barco perdido dejas en la cumbre una cápsula de tiempo, es como el correo antiguamente, siempre dejas cosas en un punto, en otro punto, en otro punto. Cuando viene otro barco se ancla y va arriba a la cumbre a ver si alguien dejó un mensaje. Cuando estaba tomando datos en una cumbre con un GPS para hacer un estudio, yo no encuentro mensaje de Magallanes, pero encuentro mensaje del Beagle, que fue una expedición inglesa al mando del comandante Phillip Parker King. Cuando subí yo este cumbre sabía que también Magallanes caminó por arriba para ver si puede salir del estrecho. Yo estaba en cumbre mirando y encuentro un pedazo de madera, es muy extraño porque
los últimos árboles están doscientos metros más abajo y cómo vamos a tener madera más arriba. Hice vuelta tabla y dice “Pray let these remain, Phillip Parker King Majesty surviying vessel adventure”, probablemente 1828. Debajo de esto hay dos platos puestos en un borde y todos estaban escritos “Long Live his Britannic Majesty… Phillip Parker King, Fitz Roy papapa”. Fue el carpintero del barco que hizo todo esto bien hecho. En otro plato, de estaño, que fue de los suboficiales, por supuesto el carpintero no trabaja por ellos, ellos mismos hicieron su plato. Fue una cápsula de tiempo de plomo, redondo tubo, casi cilíndrico, después con todos los permisos que corresponden lo llevamos a Washington para ver con rayos X que tienen los Smithsonian y ver todas las cosas de dentro. Papeles, monedas, joyas, todo esto metido en guantes de cuero de oficiales que enchicó mucho en tiempo. Todo con arena, que cuando se soldó plomo no se calentó otra parte porque es como un aislante. Hallaron botella, y dentro todo un pergamino en tinta de acero, no solamente las cosas del Beagle, ellos mismos encontró otras cápsulas de Bougainville y Antonio de Córdoba que es mucho antes del Beagle. Esto fue el internet, el correo de antes, de la época sin computadores, en la cumbre principal, obvio encima de un buen lugar. Es como el internet café.
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Ovejas al agua Una vez yo iba a comprar cordero al otro lado, a isla Picton. Yo tenía un bote abierto con motor re chico, íbamos cuatro en el bote, y yo nunca me imaginé, pero agarró un vientazo. Cuando hay viento acá es malo, se hacen esos tipo remolinos que te puede dar vuelta. Además que se nos venía la noche, y ahí en la playa... ¡sálvese quien pueda! Y no teníamos ni radio, nada. Yo traía treinta ovejas en el bote y con el vientazo ese, entraba, entraba agua, le entraba a la proa y a la popa, y había que botarle el agua, botarle el agua, botarle. Había que botar la carga para poder sobrevivir, así que todas las ovejas al agua nomás, botarlas nomás, obligados a tirarlas al agua. Las ovejas estaban vivas y todas al agua, o casi todas. Al final habían como 20 ovejas muertas en la playa. Queríamos llegar a Caleta Piedra con las 30 ovejas que habíamos comprado, pero llegamos con ocho. Es que aquí han pasado hartas historias de barco y lanchas que se están hundiendo, y así uno ve la gente botando agua y botas pa’ afuera para salir vivos de la cuestión nomás.
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La porfía Estaba con mi amigo Chacón y teníamos un bote chiquitito, de siete metros y un motor Mercury de 7.5. Estábamos llenitos con centollón y nos quedaba un juego de trampas de centollón por sacar del mar. Empezamos a levantarlo, y de repente miramos hacia arriba, vimos que venía malo y dijimos ¿alcanzamos? Alcanzamos. Pero resulta de que no alcanzamos na’. Es que aunque sabíamos que venía fuerte, no pensamos que se iba a poner malo tan pronto. Entonces nos pescó el temporal y nos quedamos tambaleando en el mar por no haber dejado el juego, y ahí para tratar de arreglar la cosa, tuvimos que tirar el juego de trampas mientras se nos metían las olas adentro. Los centollones tuvimos que botarlos porque tuvimos que sacar el agua a baldes, iba agua y centollón, agua y centollón. Fue grande nuestra alegría cuando le ganamos a las olas, pero tuvimos que botar casi toda la carga por la porfía.
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Buzo a palos Antiguamente, uno de los temas más graves era el de los buzos, porque no había buzos autónomos, se usaba buzo de escafandra. En el sector de Navarino una persona bajó con escafandra y tuvo un problema con el suministro de aire. Decían que la persona se hincha y revienta por dentro, pero al final se infla la persona y sale como un torpedo hacia fuera. Una de las maneras de que el
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buzo no salga disparado era que cuando iba a salir había otra persona pendiente con un remo. Entonces salía la escafandra y le pegaban con el remo, golpeaban el casco para que la persona en vez de seguir hacia arriba, volvía al agua y después lo sacaban, porque o si no, salía como torpedo. Es como golpear la cerveza cuando sube, algo así.
El Padrino Le decían “El Padrino”, era muy conocido en el pueblo, fue uno de los pioneros de acá de Puerto Williams. Tenía mucha dinámica con los niños, los jóvenes y los abuelos, tenía mucha llegada con todas las personas y por eso después era padrino de muchas familias y muchos niños. El Padrino navegó mucho, conoció mucho los canales, profundo conocedor de la isla, tenía muchas historias, para escribir libros y libros. En su tiempo joven, cuando tenía 22 o 23 años, navegó con un señor que era un pirata, se llamaba Pascual Rispoli. Ellos se dedicaban a la caza de la nutria y todo eso, y hacían puras cosas como trampa. Entre tantas de esas cosas, ellos sacaban las balizas e indicaban otra cosa para engañar a los otros que venían detrás. Las balizas son una cosa de madera que no alumbra, pero que están en una isla o un pequeño islote porque indica a los viajeros. Es una especie de faro, pero sin luz. ¿Para qué cambiaban las balizas? Para que no les pillen las mercancías que les vendían a sus clientes en Punta Arenas. Así se tomaban la isla de Los Estados que queda fuera de acá, del lado argentino, y cambiaban las balizas como que eran chilenas para que la gente se pierda, sólo para despistarlos. En su juventud no dimensionaban el riesgo, pero tantas veces que hicieron eso, hasta que los pillaron y los llevaron presos a Ushuaia. El viejito dueño de la barca, que se llamaba La Domitila, estuvo en el presidiario con toda su gente, todos sus tripulantes, el Padrino también, hasta que el caballero murió en Ushuaia. En esos años no había acceso a nada, quizás esa era su forma de entretención. 41
Cuando suene la campana Mi mamá se llama Cristina y es la última yagán hablante. Hace unos dos o tres años se enfermó y el doctor se asustó porque pensó que podía tener una complicación mayor y obviamente que mi mamá acá para ellos es “la abuela” y se extreman en recursos para atenderla. Entonces como vieron que estaba mal dijeron que hay que sacarla de Williams, pero no podía entrar ningún avión por ese temporal que había, entonces la Armada dispuso una de las lanchas rápidas para evacuarla a Ushuaia, entonces tomamos un par de cosas y salimos. Antes de llegar al faro que está al frente, el barco se empezó a menear, se empezó a mover de tal forma que yo no podía caminar, como que gateé en el suelo tratando de buscar un lugar donde sentarme, mientras mi mamá iba conectada por todas partes con un montón de tubos. Y me ve un marino y me dice “no te preocupes, acá cuando el mar se pone bravo bravo suena una campana que está arriba, al escorar el barco la campana va a sonar sola, y ahí hay que preocuparse”. Resulta que a los 10 minutos suena la campana, y él me miraba “pa’ qué le habremos contado” habrá pensado, pero ¿saben qué? me tranquilicé, será por la confianza que vi en ellos, súper tranquilos. Cuando llegamos a Ushuaia y la ambulancia esperaba a mi mamá, no me van a creer, pero llegamos allá y mi mamá no tenía nada. ¡Nada! Igual llegaron todas las amigas que tiene allá, estaba lleno de señoras y ella feliz.
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Alerta de Tsunami Sonia: Con la alerta de tsunami, yo lo que más pensé fue los nietos. Todos viendo la tele porque no paraban las noticias, habló harto la Consuelo y otro de bigote, flaco. Yo llegaba a llorar porque Catrín tiene un motor negro que le costó harta plata. Catrín: La Sonia decía “toda la plata que tenemos invertida ahí”. Sonia: Hasta que Catrín dice “sabe que más, me llevo el motor pa’l cerro”. Y Catrín lo llevó pa’l cerro. Yo le dije “bueno, si uno está pa’ morir va a morir donde esté”, pero yo pensaba más en los hijos. José me dijo “mamá vamos pa’ arriba” y pescamos todo esto y lo llevamos en la carretilla. Tenemos dos carretillas, llevamos una y una, todo pa’ arriba, la radio también y la tele, partimos con toda la cuestión. Catrín: Yo llevé las lanchas, no durmió nadie. Sonia: Catrín sacó la cuenta que más de 3 metros subió la marea. ¡Amaneció midiendo la marea!
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Noche en alta mar Llegamos en kayak a una isla que estaba llena de pingüinos dentro de un bosque, eran como duendes metidos debajo de las raíces. Era tan especial que nos volvimos locos sacando fotos, filmando, viendo los pingüinos y empezó a pasar la hora. Nos subimos a los kayaks, pero ya estábamos más o menos críticos porque se estaba haciendo tarde. Íbamos navegando y justo empieza a correr un viento súper fuerte del norte que nos iba separando de la costa. Estábamos en eso, y se hizo de noche en el mar. Una noche, la noche más oscura que te puedas imaginar. Pusimos un kayak al lado del otro y yo puse un mosquetón que unía unas cuerdas, nos envolvimos con una lona que teníamos y cruzamos los remos. Era como un catamarán, se movía, así que teníamos los codos apoyados en los remos como para darle cierta estabilidad a la estructura. El viento seguía corriendo norte, entonces teníamos unas olas grandes y largas que venían de este lado, y una ola corta que venía del norte. Cada cierto rato el viento que venía del norte nos empujaba para el sur, y a medida que estabas más al sur, la ola que venía de acá era más grande. Lo que teníamos que hacer era separar los kayaks sacando el mosquetón y remar hacia la costa. ¡Pero no veíai nada! Entonces teníamos que ir con los pitos, tocándolos, para cachar más o menos dónde estaba el uno del otro. Yo iba siguiendo a mi compañero y a veces nos separábamos un poco y ahí empezábamos a tocar el pito para encontrarnos. Hasta que nos acercábamos más y volvíamos a armar el catamarán, y el viento nos volvía a sacar. Y así estuvimos toda la noche. A ratos dormía, apoyado en el kayak. Era una mezcla entre sueño y realidad, estabai como flotando. Empezó a amanecer, y fue loco, porque nos dimos cuenta en la situación en la que estábamos, el tamaño de la ola que teníamos era gigante, monstruosa. Luego de una maniobra bien complicada logramos salir, ahí nos fuimos al saco y a dormir todo el día. 44
Lobo en el bote De repente fui al muelle y no sé si era pingüino o lobito chico que se fue a acostar al lado del motor, cagao de frío. Y eso es raro porque que se meta un lobo ¡nunca po huacha! Y me dijeron “va a morir Papito, va a morir”, porque cuando suben al lado de la playa anuncian muerte. Yo le decía “ya vamos, vamos lobito” y después es como que dijo “ya, voy saliendo” y salió. Trataron de ir a sacarle fotos, la filmadora, todo. Y yo les dije “no lo molesten” porque lo molestaban y dormía el hueón ahí, miraba nomás... “¿Qué le pasa mi lobito?”, digo yo, “¿Está enojado?”. Y salió al lado mío como un perrito.
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Capítulo V
Beagle, la Manzana de la Discordia Debido al potencial estratégico del canal Beagle, entre los años 1978 y 1983 se desencadenó el conflicto limítrofe entre Chile y Argentina por las islas Picton, Nueva, Lennox, otros islotes y su espacio marítimo adyacente. Si bien el pleito tenía antecedentes hace mucho tiempo atrás, ya que el primer tratado limítrofe fue firmado en 1881 y los primeros incidentes ocurrieron en la década de los 50, fue en el período de fines de la década de los 70 que la disputa alcanzó su punto álgido. Luego de una seguidilla de acontecimientos que auguraban el conflicto, en el año 1971 fue firmado por ambos países el acuerdo de aceptar el arbitraje británico, cuya resolución finalmente fue rechazada por la Junta Militar argentina el año 1977. En ese momento se pusieron más tensas las relaciones fronterizas, por lo tanto este período estuvo marcado por el enfrentamiento armado, el despliegue de tropas con fines bélicos y el estado de excepción, en el cual la población civil estaba sometida a un toque de queda, debían cubrir las ventanas en la noche para no ser visibles y realizar ejercicios de emergencia. Si bien la guerra no llegó a estallar porque ambos gobiernos aceptaron la mediación de la Santa Sede en la década de los 80 poniendo fin a la disputa, igualmente en esos años en la isla se vivía un ambiente beligerante. Las consecuencias más importantes de este conflicto fueron, en primer lugar, que marcó una diferencia fronteriza entre ambos países que antes era prácticamente inexistente, y exacerbó las identificaciones de carácter nacional. En segundo lugar, la ocupación de la isla por los contingentes de hombres –junto a otros factores– terminó con la actividad estanciera puesto que las tropas depredaron el ganado que había en las islas. Esto último, sumado a otras circunstancias, hizo que la vida en la zona se empezara a concentrar definitivamente en Puerto Williams.
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Con las botas puestas El 78 yo estaba bajo el techo de la Armada, de jornal a trato. Estábamos durmiendo literalmente con las botas puestas, solamente había que apretarlas, el fusil en la cabecera y el casco. A las cuatro de la mañana sentimos un golpe en la puerta ¡a levantarse! Bajamos al patio de la comandancia donde se hizo una ceremonia, un juramento a la bandera. Hubo amigos marinos que se embarcaron en el Castor, un buque de Armada, en dirección oeste. A mí me correspondió irme al este a cubrir puestos en tierra. Éramos una partida de avanzada. Pasé hambre, pasé frío. Nosotros no sabíamos... como mirábamos al enemigo al frente, ellos nos miraban a nosotros. Pasaron los días y pasaron los días, y gracias a Dios no pasó a un enfrentamiento. Nosotros volvimos acá muy bien y retomamos nuestro trabajo, pero todavía no llegaban nuestros amigos. Le preguntamos al suboficial “Bueno ¿y cuándo llegan los cabros?” “Ya van a llegar”. Ya faltaban como cuatro días para la navidad, cuando en la tarde, como a las seis o siete, vimos al Castor asomando allá. Ahí se alegró el corazón ¡qué ansia de ver a los amigos! Y me quiebro al recordarlo porque cuando uno convive, sobre todo en una guarnición, hay algo más cerca. Se desembarcaron, venían barbones porque les tocó harto tiempo, y cuando llegaron nos abrazamos, se nos cayeron las lágrimas ¡y después celebramos!
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Bunker
Viendo la guerra pasar Estábamos en Eugenia, en los límites con Argentina, y al frente llegaban las lanchas y disparaban, estaba lleno, lleno. A veces llegaban lanchas chicas negras de guerra argentinas, los aviones a cada rato pasaban, y también veíamos los buques de la Cruz Roja con los enfermos. Mi chico era chico, yo tenía un bolsito con leche, azúcar, preparada para arrancar al cerro ¡cuándo nos iban a pillar! Es que uno mismo tenía que estar alerta, mientras otros se hacían los corajudos. Mi marido tuvo que irse,
los civiles, los de la Armada, todos tenían que meterse a la guerra no más. En las trincheras estaban los milicos, iban en esos grandes que se meten al mar, oruga ¿cuánto que se llama? Ah, anfibio. De repente traían a bordo sus fiestitas, llegaba la lancha verde de los argentinos tocando música y los chilenos también andarían ahí en su partuza. Acá se ve todo, no pasa ningún buque, ninguna lancha que uno no lo vea, pero nosotros no teníamos na’ susto.
Para el año 78, en el conflicto con Argentina, era complicada la vida igual acá. Habían como 5 mil hombres, militares, de infantería, marina, lleno. Yo veía que era una plaga haciendo sus carpas, arreglando sus materiales, veía una cantidad impresionante de chicos, pero jovencitos, del servicio militar yo creo. Yo era chiquitita y estaba en el internado en ese tiempo, y los fines de semana yo iba a una casa de los que eran mis padrinos, y en ese tiempo las casas tenían que estar todas con vela, sin luz, y con frazadas en las ventanas, o sea, Puerto Williams no existía, todo oscuro sin luz, el pueblo se escondía. Y se tocaba como una alarma, que es el pito de la Armada, y cuando lo tocaban tenías que salir e irte a los bunker que tendrían capacidad para unas 80 ó 100 personas, eran grande, con camarotes. Quedaban por el lado de arriba, y hoy en día yo extraoficialmente supe que todavía existían, pero esas son como cosas secretas. En ese tiempo hacían ejercicios, por ejemplo, estábamos durmiendo y tocaban la alarma y tú automáticamente sabías que tenías que tomar una toalla y una linterna, no sé para qué, pero eso tenías que tomar porque eso era lo que las tías te decían que tenías que hacer, y uno hacía como juegos, lo tomaba como chiste no más, uno lo pasaba bien. Igual hace un tiempo tocaron la alarma por un incendio y me vino una cosa en el cuerpo... No es un trauma, pero tengo que reaccionar.
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YamĂĄlisa es sentir la ausencia de un amigo y desear su regreso, aquĂ es la pena de un pueblo que va perdiendo su cultura, y quiere volverla a revivir.
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Capítulo VI
Yaganes En sus orígenes, los yaganes fueron nómades del mar que navegaron por los canales del sur de Tierra del Fuego, entre el Canal Beagle y Cabo de Hornos, en busca del sustento obtenido por medio de la caza y la recolección. Para ello se adaptaron de manera casi increíble a las rudas condiciones de su entorno, resistiendo las bajas temperaturas semi-desnudos y con ayuda de escasos elementos como aceite, grasa y pieles de lobo marino, y el imprescindible fogón, que mantenían siempre prendido en sus canoas y chozas. Con la llegada de inmigrantes europeos a fines del siglo XIX, principalmente en misiones anglicanas, el pueblo yagán se vio afectado por enfermedades desconocidas (sarampión, viruela y tuberculosis) que causaron oleadas de muertes; y la reducida población restante se enfrentó a prácticas propias de la cultura occidental. Ambos factores fueron determinantes en la progresiva pérdida de su cultura, marcada por el paso del nomadismo a una vida sedentaria basada en la ganadería. Muchos yaganes trabajaron en estancias a cambio de un salario o víveres, donde convivían con las familias estancieras; mientras otros formaron pequeños asentamientos propios, como Pantalón del Weste, Puerto Toro, Isla Mascart y Canacus. Pero al finalizar las misiones se concentraron en Bahía de Mejillones, pequeño caserío que se convirtió en un reducto cultural, donde mantuvieron tradiciones y prácticas ancestrales como la ceremonia del Chiejaus y la lengua yagán. Con el establecimiento de la Base Naval, los yaganes de distintos sectores se trasladaron masivamente hacia Puerto Williams incentivados por la posibilidad de abastecimiento y el acceso a servicios otorgados por la Armada. Así, fueron destinados al sector oriental del río Ukika, a un kilómetro de la
Base Naval, donde les instalaron casas que conformaron a inicios de 1960 la denominada Villa Ukika. Desde ese lugar pudieron acceder a educación, servicios de salud y bienes materiales que mejoraron sus condiciones de vida. Pero si bien la villa fue el último reducto yagán, con los años intensificó el proceso de mestizaje y asimilación cultural, consolidando la transformación cultural en curso. Con el término de las prácticas asistencialistas de la Armada en los 80, cambiaron significativamente las condiciones de vida de la comunidad indígena. Paulatinamente se diluyó el vínculo con los marinos y los demás civiles, e incluso fueron objeto de prácticas discriminatorias. Los nuevos empleos y actividades económicas los dejaron con la pesca como casi única alternativa de sobrevivencia, situándose en el estrato social más bajo, llegando a vivir en precarias condiciones. De este modo, los descendientes yaganes que habitaban Villa Ukika afrontaron un aislamiento, tanto geográfico como social. Este escenario cambió de la mano de la Ley Indígena en 1993, con el reconocimiento de la comunidad yagán como pueblo originario. Con esta ley surgieron políticas de protección y beneficios –como becas de educación o proyectos de desarrollo productivo– y se fomentó especialmente el turismo, que cautivó el interés de visitantes, periodistas e investigadores que llegaron a convertir a los propios yaganes en objetos turísticos. Pero pese al aumento de beneficios otorgados por el Estado, hasta el día de hoy no se han implementado políticas públicas que hayan logrado revertir plenamente su condición de pobreza ni la avanzada pérdida de su cultura.
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En el árbol familiar
Kaitek resplandor de luna
Mi mamá es descendiente de canoero, todo su pueblo es del mar y vivían de un lado para otro, pero a ella no le gusta navegar y nunca le ha gustado. De chica navegó mucho un tiempo, pero después estuvo más establecida, no anduvo tanto en canoa o en chalupa, como ella dice. Pero mi tía sí, mi tía vivió arriba de una chalupa, porque mi tío era canoero, era nutriero, cazaba nutria, entonces su vida era esa. En mi familia nos dividimos en dos, pero somos una misma familia: los hijos de mi mamá, de la Cristina, y los hijos de la Úrsula. Los hijos de la Úrsula son súper diferentes a nosotros, aunque somos primos hermanos. Ellos son buenos para navegar, son artesanos que hacen todas sus cosas, canastos, canoas y todo lo que los mandes hacer, y son muy hábiles con las manos. Y nosotros los hijos de la Cristina no tejemos, no hacemos nada. Yo le digo en broma a mi mamá “defraudaste a tu raza”, pero es que mi mamá fue distinta no más.
Bahía de Mejillones nos dio la bienvenida en una mañana en que las nubes grises se entremezclaban con las montañas, y tal como dejaron caer algunas gotas de agua, se abrieron para filtrar los rayos de sol que iluminaron las apacibles aguas del Canal Beagle. Cuando caía la tarde, desde el camino Julia y las niñas salieron a nuestro encuentro. Luego, asomó en el cielo la luna llena. Julia nos había contado que desde muy antiguo en noches como esas las mujeres yaganes se bañaban desnudas en el mar para renovar energías y sanarse de cualquier enfermedad, y esa noche no sería la excepción. Parecía una locura adentrarse en las oscuras aguas del canal Beagle, pero esa tradición yagán ejercía una misteriosa atracción sobre nosotras. Sabíamos que participábamos de un rito rodeado de un aura de solemnidad, que nos dio la entereza y el coraje necesarios para darnos ese baño medicinal. Nos sumergimos en el mar iluminado por el resplandor de la luna. El frío intenso nos penetraba y nuestros cuerpos lo combatían tiritando incansablemente, mientras rebotaban en la noche los sonidos disonantes de nuestras mandíbulas castañeando entre profundas respiraciones. De pronto, un intenso calor interno nos llevó a la calma. En ese momento, sólo teníamos nuestra respiración... Sólo teníamos nuestra respiración.
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Antepasados... entre piritas y canoas Los yaganes más antiguos que conocí fueron el abuelo Felipe, la abuela Rosa, la Úrsula, y la Cristina que vive hasta hoy día. El abuelo Felipe sabía mucho y contaba mucho sus historias, me contaba cómo trabajaban las cáscaras de árbol para construir sus canoas. Sacaban la corteza del árbol en el mes de septiembre porque en la primavera se suelta y da la horma inmediatamente. Me decía “la técnica nuestra antiguamente era con barba de ballena, cuando nosotros carneábamos las vísceras de los mamíferos, las estirábamos y las dejábamos colgadas, y antes que se secaran, las empezábamos a trabajar porque cuando se secaban se recogían y apretaban la corteza”. Finalmente, sellaban las canoas con aceite de lobo, que era una pasta como la estopa para los botes. Ese viejito sabía mucho. Generalmente en las canoas se conducía la familia, hasta cuatro personas, y en el centro la fogata. Los niños estaban a cargo de que la fogata no se apagara nunca, entonces iban con las piritas, esas piedras que con roce producen chispas. Buscaban palos con líquenes, o injertos como le llaman ellos, y los ponían a tal altura que se calentaban las piritas y daban chispa, pero costaba mucho. Por eso los yaganes tenían siempre una fogata encendida. Cuando estaban en tierra hacían sus rucas, eran cónicas y las tapaban con cuero de lobo y ramas. Las cáscaras o conchas de lo que comían las iban dejando alrededor de la ruca, y eso les iba sirviendo como una especie de abrigo, por eso donde vean montículos en la isla es porque había una ruca. Todas esas cosas las contaba el abuelo Felipe. La abuela Cristina aprendió harto con él, porque hoy día ellos aprendieron de su cultura a través de las historias, ellos no vivieron lo que vivieron sus antepasados. Las historias y el museo les sirvieron para recordar su historia. 54
Enloqueciendo Andaba mi hermano navegando con un caballero cuando se bajó en una isla. De repente, no se sabe por qué, el bote se empezó a ir para atrás, y mi hermano le decía “oye rema, para, vente para acá”, pero su compañero nunca le hizo caso, y el bote se fue y se fue y lo dejó ahí. Esperaron a mi hermano en la tarde y no llegó, al otro día tampoco. Dieron cuenta a las autoridades marítimas, lo empezaron a buscar. Mi hermano estuvo tres días y se estaba volviendo loco, porque era una isla chica y las olas golpeaban las rocas y se despertaba, y de repente estaba medio inconsciente porque tenía hambre y sed. Así dormitaba cuando escuchó una chumasera, que es donde va metido el remo, y cuando remas, suena. Y dijo “mi tío José”, porque mi tío José era el único hombre que surcaba todo el Canal Beagle a remo, sin motor. Entonces mi hermano empezó a gritar y mi tío lo encontró. Si no hubiese sido por mi tío, que andaba por ahí de casualidad, quizás lo hubiesen encontrado, pero tarde. Nunca pudimos saber porqué pasó toda esta historia, la embarcación en la que andaba mi hermano la encontraron dada vuelta, pero el cadáver del caballero nunca apareció.
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Exhibición en Villa Ukika El error social grande que se hizo fue ir a desterrar a los aborígenes a Villa Ukika, porque quedaron discriminados, y eso sigue hasta hoy día. Podemos decir que siguen identificados, incluso ese kipa àkar, la construcción donde venden artesanías, yo pienso que también los separó y fue seguir usándolos para el turismo. Antes, en los años 76, 75, 80, se llevaba a los turistas a Ukika, yo mismo como encargado del museo llevaba a los turistas, o sea, se usó también como exhibición, se tomaban fotos. Después ellos empezaron a cobrar por las fotos, a cobrar por las entrevistas. Hoy en día el turista todavía va a ver a los descendientes que viven allá, va a conversar con la abuela Cristina. Pero como ellos cobran hoy en día, se ha dejado un poco esa entrevista de turismo. Igual hay gente que les toma fotos. Cuando tuvieron más ayuda fue cuando ya se retornó a la democracia y asumió don Patricio Aylwin y creó la Ley Indígena. Ahí les creó el apetito, porque al 73, 74 ellos tenían vergüenza de decir que son indios, que eran yámana. No les gustaba hablar y por eso fueron perdiendo su lengua. Pero salió la ley, y todos los que se habían casado con descendientes indígenas no tuvieron vergüenza ¡parece increíble! Y ahora están haciendo uso de todo lo que les da la ley indígena.
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Rescate Para los yaganes y pueblos originarios, lamentablemente si no es cero, es muy bajo el uso del mar, fundamentalmente asociado a la pesca y lo hacen para ganarse la vida. Ya se alejó como era en un inicio, que era una parte intrínseca de los yaganes, navegar era su forma de vida, pescaban, arponeaban... pero esa cultura ha tendido a desaparecer. El idioma, por ejemplo, hay una señora que clama ser la última yagán, pero el idioma si no hay con quien conversar, se pierde. Y lamentablemente en el colegio no se enseña yagán, desconozco los motivos. Nos guste o no, todo redunda en medios, si a la gente acá no se le da algún tipo de sustento, es obvio que tiene que buscar algo que hacer, pero eso distrae la atención en cuanto a dedicarse a la cultura, dedicarse a enseñarle a los niños, a hacer exposiciones, hacer algún tipo de infraestructura en lugares arqueológicos. Sería conveniente generar una política de Estado para de alguna forma rescatar esa cultura.
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Sin tierra en los zapatos A veces mi mamá no puede entrar a algún lugar porque ahora es recinto privado, ella alega y dice “pero si esta es mi tierra”. Hay tantas personas que vienen acá y le dicen La Abuela, como si fuera un personaje. Por ejemplo, en un programa la periodista dice “estoy orgullosa de haber estado con parte de la historia de Chile”, claro, pero la historia de Chile no tiene ni siquiera tierra en los zapatos. Mi mamá no quiere una estancia, quiere el sector donde nació, porque ahí están sus recuerdos y las cosas que no se compran con nada más. Las autoridades tienen que ser consecuentes, mi mamá es la última hablante -porque si bien nosotros le hemos hecho empeño hablamos puras palabras cortadas- entonces se muere mi mamá y se muere una lengua. Eso es súper importante, no es algo menor, pero hay mucho discurso y poca acción. Por eso mi mamá a veces se aburre “¿por qué me vienen siempre a preguntar las mismas cosas si nadie finalmente escucha lo que yo quiero?”. Igual tiene razón. Yo conocí un viejito que era de la comunidad kaweskar, que es otro pueblo originario en Magallanes. Él era muy de piel con su gente, y aunque no seamos la misma raza, somos sus hermanos. Andaba tan de indigente en la calle que me daba pena, y dije una vez “¿Ustedes qué esperan, que don Alberto Achacaz muera y cuando muera hagan una tremenda ceremonia y se llene de miles de personas? ¿Por qué no se preocupan hoy día que vive en una mediagua miserable, que tiene cortado el gas y el agua, para que viva dignamente ahora que está vivo?”. Hasta que don Alberto se enfermó de una neumonía, nadie lo cuidó, ahora está muerto. Él era parte de la historia de los kaweskar, él era todo un personaje, yo lo sentí mucho, tuve mucha pena de que eso pase. Después que las personas ya no están no sirven los homenajes y esas cosas, sirven hoy en día.
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Capítulo VII
Mar al Límite estanciera. Posteriormente, los servicios públicos intensificaron los cambios normativos, ya que junto a la Municipalidad y la Gobernación llegaron instituciones como el SAG, CONAF y Sernapesca, y con ellas nuevas regulaciones a la vida local, que si bien muchas de ellas oficialmente ya existían con anterioridad, en la práctica no se llevaban a cabo.
Las diferentes dinámicas de Isla Navarino se han construido desde tiempos inmemoriales a partir de su carácter de archipiélago. Este territorio, en el que la cordillera de Los Andes se sumerge dejando cientos de islas e islotes, tiene al mar como la principal fuente de recursos y es imprescindible la navegación de sus aguas para transitar por él. Así es como desde el comienzo los pueblos originarios que allí habitaron, Yagán, Kaweskar, Selk’nam y Haush, basaron parte de su sobrevivencia en los productos del mar y se movilizaron e hicieron uso libre de las aguas del extremo austral. Luego, con el arribo de personas foráneas que trajeron otras técnicas de navegación, si bien muchas de las prácticas ancestrales se perdieron -tanto por asimilación como por imposición de la influencia occidental en la zona- éstas no afectaron la vida marítima. De hecho, los inmigrantes, colonos, yaganes y pobladores del período de las estancias circulaban sin trabas entre los canales de manera habitual, ya fuera para pescar, cazar o movilizarse a otra caleta o isla.
Actualmente en la zona convergen normativas nacionales y otras específicas para la zona, que provienen de los intereses de distintas instituciones como Medio Ambiente, Sernapesca, Serviu, Subsecretaría de Defensa, Bienes Nacionales, Dirección General del Territorio Marítimo y de Marina Mercante, que afectan el uso del mar. La responsabilidad de hacer valer todas esas normativas recae en un solo organismo: el Distrito Naval Beagle. Entonces son las autoridades navales las encargadas de interpretar esas leyes y hacerlas cumplir en la zona según su criterio, que para el caso alcanza su más estricta lectura.
Las regulaciones del uso del mar comenzaron con la prohibición de la utilización de canoas por parte de Carabineros de Chile a razón de su peligrosidad para la navegación en esos mares. Más tarde, en la década de los 70 los pobladores se vieron impedidos de circular libremente por sus rutas de navegación producto de la presencia y regulación de las autoridades marítimas ante las disputas entre Argentina y Chile por la hegemonía de la región insular, y en consecuencia, tuvieron acceso controlado a puertos argentinos, especialmente Ushuaia, que fue el principal centro de la vida
De este modo, las regulaciones a la navegación que se comenzaron a aplicar en el sector, como licencias de navegación, permisos de zarpe, equipamiento de naves y cuotas de pesca, cambiaron de forma definitiva la vida en los canales australes. Si bien la aplicación de estas leyes y reglas de carácter nacional tiene como objetivo resguardar la vida de los pobladores y/o del ecosistema, con ellas también se coartó el acceso a recursos básicos, y se restringieron o finiquitaron prácticas de comercio y navegación tradicionales.
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Antes éramos libres
Otra cosa es de Chiloé al sur
“Antes uno agarraba su bote y partía para Ushuaia, llegaba y caminaba por todos lados, nadie te decía nada, ahora tiene que entregar 50 mil papeles para poder ir, hay que andar con más cuidado.”
“Yo creo que de Chiloé al sur, el pueblo que está a orillas de mar que menos relación tiene con el mar es Puerto Williams. Creo que es uno de los pocos puertos donde uno mira hacia el mar y no ve actividad, no ve gente en el agua. Antes que llegaran los marinos y que hubiera toda la conectividad que hay ahora, había gente que vivía en los canales. A esa gente la fueron sacando de a poco y la metieron en Williams por razones de estrategia militar. Este es un relicto de la época de la guerra y el mismo pueblo nació ante la necesidad de tener una presencia por razones geopolíticas. Es el pecado original de Williams, y toda su vida tiene incorporado ese pecado, de ser en función de objetivos geopolíticos y estratégicos. Así se ha ido estrangulando la relación del hombre con el mar. Se ha ido constriñendo hasta dejarla casi reducida a nada.”
(Alejandro Nielsen) “Mi mamá el otro día me decía ‘antes éramos libres, yo era libre, navegábamos a Ushuaia, íbamos a comprar, volvíamos, hacíamos nuestra vida súper libres, éramos amigos entre todos, nos ayudábamos, y ahora con esas reglas, que no se puede ir para allá porque es otro país, y ahora que la policía, que la aduana, que el SAG, todas esas cosas’. A ella eso le incomoda, ella no lo entiende, quizás es necesario hoy día, pero no lo entiende, igual que mis hermanos, sobre todo los que tienen más edad.” (Lidia González Calderón)
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(Cristián Donoso)
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“Hay una serie de normas, normas que existen a lo largo del país, que no son normas especiales. En el ámbito marítimo, nosotros hacemos cumplir la ley que escribe el Poder Legislativo. La pasa, nosotros la leemos, la interpretamos y la hacemos cumplir.” (Comandante Marco Arellano) “Es en todo Chile, pero acá todas las normas se aplican en su interpretación más estricta.” (Cristián Donoso) “Esa es una norma generalizada, pero hay personas que están a cargo de eso y depende de ellos.” (Héctor Maluenda)
Regulación Litoral Las actividades del mar no están reguladas solo acá sino en todo el litoral, en todas partes del mundo. La vida en el mar es arriesgada, principalmente acá en la zona porque las condiciones climáticas son bastante adversas. Acá ha habido tragedias como en ninguna parte, es donde hay más accidentes marítimos, gente ahogada, buque o yate dado vuelta. No sabes en qué minuto se lanza una ráfaga de viento incontrolable que podría de alguna forma poner en riesgo la vida de la gente que va a bordo. Antes que llegara la Armada acá salían a pescar en los botes a remos sin ninguna seguridad, tomaban los botes y salían. El rol de la Armada tiene que ver justamente con la seguridad del mar, entonces las embarcaciones que se hacen a la mar tienen que cumplir ciertas normas de seguridad mínimas, que son las que les permiten subsistir en un caso de catástrofe o por lo menos dar aviso de que tienen una emergencia. 64
Casco Blanco Yo soy pescador, tengo mi permiso que me da el servicio Sernapesca para ir y sacar la centolla y el centollón. Yo no encuentro que haya restricción, la autoridad marítima está para fiscalizarme y para ver si acaso cumplo con las exigencias de navegabilidad. No me molesta que ellos me fiscalicen porque velan por la seguridad personal, me están cuidando a mí y cuidando a mi familia, eso para mi bien. A veces hay compañeros que van sin salvavidas, entonces ahí es donde la autoridad marítima raya la cancha. Ahora, que en veces los compadres de la autoridad marítima se colocan el casco blanco y el bastón al lado... y no sé qué se creerán, es como ir desde ya enfrentando a la persona. No hay mejor vínculo que ir de buena forma. Tienen que fiscalizar, si para eso están, pero saber fiscalizar. 65
Añoranzas La Armada es la que controla el mar y nos tienen como en régimen de ellos, como si fuéramos uniformados, o algo así. Pero nosotros somos civiles, no tendrían por qué tanta exigencia. Me dicen si no tengo salvavidas, si no tengo esto... ¡si yo antes navegaba así no más y no me pasaba nada! Mi tío José navegaba a remo estas islas, nunca le pasó nada y no se murió en el mar, porque él sabía.
Extinción en el mar Acá los yaganes no pueden navegar porque no pueden pasar una prueba, no tienen una licencia y el barco no cuenta con todo el instrumental, siendo que ellos navegaron libremente 6.000 años en esta zona. Antes de que se construyeran goletas en Europa, ya aquí se navegaba. Miles de años antes que la Armada existiera, ellos ya navegaban. Entonces que de repente venga un poder y les diga que es lo que tienen que hacer y cómo tienen que hacerlo, y les impide vivir de acuerdo a las formas de vida que tenían, creo que atenta contra sus derechos como pueblo originario. 66
Hace mucho tiempo ya uno no puede andar llevando pasajeros, tiene que estar con un cargamento de salvavidas, luces, bengalas y tanta cosa que piden. Y en botes chicos no se puede andar trayendo todas esas cosas. Además ellos tienen que saber todo donde anda uno, uno tiene que andar diciendo todas esas cosas. Y bueno, hay que tratar de cumplir no más, porque o si no, lo multan. Eso es molesto para mí. Para otras personas a lo mejor no. A las mujeres no les permiten andar navegando en la embarcación, a los niños tampoco. Y esto yo lo he visto en esta sola parte, porque yo he navegado para arriba en Aysén, Chacabuco y las familias completas andan navegando y trabajando. Las familias acá no las podemos llevar, cosa que antes hacíamos permanentemente. ¡Toda la vida! Me gustaría volver a andar de esa manera.
“… hay que defender a los humanos a veces cuando su tradición se está extinguiendo, hay cosas que vienen de Europa, y ahora esta gente no tiene forma de ganar plata y de mantener sus tradiciones, pero si son cazadores hay que entenderlo, esas son ideas del hombre blanco. Ellos saben su pega y hay que dejarlos, hay que ver la balanza, es la cultura.” (Charlie Porter)
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Capítulo VIII
Pequeñas Historias de Mar En esta tierra recóndita, no sólo los adultos tienen buenas historias que contar. Niños y niñas también fueron parte de la reconstrucción de este imaginario colectivo de Isla Navarino a través de espacios de encuentro y conversación. El primer taller se realizó con los cinco estudiantes de la Escuela de Puerto Toro, escuela multigrado del poblado más austral del mundo; y el segundo convocó a veinticinco niños y niñas de Puerto Williams, de entre cuatro y diez años. En estos talleres los niños contaron y dibujaron sus historias de mar, para así -a partir de sus infantiles trazos y escritos- llenar de color y vida los relatos del mar que sabían o bien inventaban. En sus relatos se da a conocer no sólo su flagrante imaginación, sino también su entorno y forma de vida: juegos, paseos, naturaleza, animales y pájaros dan cuenta de lo que es vivir la niñez en un lugar apacible como Isla Navarino, donde conviven día a día niños y niñas oriundos de la isla con aquellos que el destino llevó a esos parajes. Y aunque para los hijos e hijas de marinos esta experiencia sea momentánea, a su corta edad representa gran parte de sus vidas. De esto modo, las historias vividas en estas tierras se entremezclan con las traídas de otros mares dando forma a los dibujos, vivencias y relatos de las siguientes páginas.
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Dientes de Navarino Había un hombre que era súper fuerte, y entonces un día apareció un gigante que tenía los dientes filosos y chuecos. Entonces estaba atacando a la ciudad, y el hombre escuchó las personas corriendo, fue y vio al gigante, que era súper graaande. Entonces peleó con el gigante para que se fuera. Defendió el pueblo e intentó que el gigante se fuera. El gigante, como lo único fuerte que tenía eran sus dientes, cuando el hombre le pegaba con su espada, él colocaba sus dientes y no le hacía nada de daño, pero los tenía que colocar abajo en el piso. Así, como el hombre sabía eso, cuando iba a pegarle en los dientes le cortó los molares y se le salieron los dientes, y se quedaron en una parte como unas montañas. Entonces el gigante quedó botado y quedaron esos dientes porque no los pudieron sacar de ahí, por eso le dicen los Dientes de Navarino. Cristóbal 70
Pez Espada Había una vez un pez espada, un pez pequeño y un pez tiburón. Afuera había un niño en un barco que quería luchar con ellos. Luego hubo una tormenta con sol, cuando pasó esto una ola se levantó y el niño recogió al pez espada y se lo llevó a su piscina. Y luego el pez no tenía suficiente espacio para nadar, entonces lo devolvieron al mar. Y ahí andaba una sirena. Y vio un tiburón, y le dijo “tranquilo”. Y de pronto vio un caracol que estaba afuera del mar, y le dijo “ven”. Y cuando le dijo “ven”, se sentó la sirena. De pronto, había un fuerte viento. Y eso es todo. Valentina
El pájaro Martín pescador Yo en Puerto Williams un día fui al lago Los Castores y había un pájaro que era súper bonito, estaba colgado en un palito. Y después fuimos a los yates y también lo encontramos, y mis amigos dijeron que se llamaba Martín Pescador. Ese pájaro se parecía al pájaro carpintero porque era pelucón… hacía prrrrrrrrrrrrrri. Pescan en el mar, por eso se llama Martín Pescador. Elías
El color del mar Se salió el mar. El mar subió bien alto hasta las nubes. Después el mar se cayó al agua donde estaba y después se convirtió así de este color. Salvia 71
Enwa y la canoa sagrada Había una vez, en una isla muy remota, una mujer yagana que era hija del hijo del jefe de la tribu. Ella se llamaba Enwa y era muy lista y hermosa, pero con unos celos que si alguien tenía algo con valor, se lo iba a robar altiro. Un día a Enwa le tocó casarse con Inuri-Ka, un príncipe delicado y lindo, pero Enwa no quería casarse con él y se fue al bosque. Caminó y caminó y luego vio un árbol, y en verdad era el árbol sagrado, pero Enwa se confundió con un coigüe y cortó el árbol, transformó el árbol en una hermosísima canoa y huyó en ella. Finalmente llegó a Puerto Toro a vivir con los descendientes de ella y vivió muy feliz con su canoa, ahora sagrada. Francisca
Canción para tranquilizar el mar Los yaganes, para pasar el Cabo de Hornos, cantaban una canción. Es como enredada, en yagán, pero se trataba que estaban como hablando con el mar para que se tranquilizara, para que ellos pudieran pasar. Y el viento también. Algunos pasaban, y algunos morían. Rocío 72
La primera vez que navegó Yo quiero contar una historia de cuando mi papá estaba navegando por primera vez, y se le murió su mamá. Yo no conocí a mi abuelita. Mi papá iba navegando en un barco y después lo llamaron por teléfono, y le dijeron que mi abuelita se había muerto. Ella estaba en Lota, y ahí también hay mar, entonces ella estaba cerca de la orilla del mar y se empezó a caer y se murió. Después la encontraron. Dámaris
El hombre que encontró oro Había una vez un hombre en una isla, y en la isla hizo una casa y buscó comida. Encontró una mina y tenía mucho oro. Hizo una caña de pesca y pescó un pez, hizo una fogata y después empezó a trabajar día tras día y tuvo mucho oro. En una balsa vino más gente, vino a la isla y él su oro lo vendía y las personas tuvieron oro y todos felices para todos. Vicente
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El paseo - Salimos a pasear con la profesora ¡y se acuerdan que vimos una nutria! - Profesora: No, no era una nutria. - Era un visón. - Si te muerde, después pasas la noche y amaneces como muerto, porque muerde y empieza a afectarle todo el cuerpo y se muere. - ¿Es venenoso? - Si. - Profesora: Nosotros íbamos por el faro y en la roca había algo negro y brillante, era el visón. - Y puras focas. - Y también apareció un lobo, los pescadores lo encontraron cuando estaba nevado. - Y un tío lo quería colocar en el generador de allá abajo porque estaba enfermo, porque un doctor de carabineros dijo que estaba enfermo. - Subió hasta el motor y después lo bajaron. - No se podía mover estaba a punto de morir. - Después pasó la noche y amaneció como muerto. - Y después se fue solo. - Y pensó que yo era su compañero, porque yo me agachaba y se venía justo pa’ mí, y yo me escondía detrás de mi mamá. Después pasé corriendo donde un tío que estaba tomando fotos y después me moví lentito y desde ahí nomás lo vi. Le tocaba la piel y era áspero. - Como las esponjas. - ¡Y cuando apareció un pingüino rey! - Que tenía los pelitos parados. - Cuando fuimos a la Caleta Piedra. 74
- Era pingüino nomás, no era rey. - Tal vez se creía rey. - Y cuando apareció el pingüino rey había toninas, que son parientes de los delfines, pero no son delfín. Y el pingüino se fue al agua y cuando se fue al agua nadó así pum pum pum, como los sapitos con las piedras, así saltaba. - En Chiloé hay un montón de lobos, se le llama la Isla Piedra y se ponen todos los lobos ahí. - Pero estamos hablando de acá. Niños Escuela Puerto Toro: Julisa, Bayron, Ignacio, Iván y Camilo. Profesora: María Eugenia Urrutia
El buque de guerra
El Pirata
Había una vez un buque que iba a la guerra. Luego, a kilómetros, vio a otro buque y se asustaron mucho y comenzaron a tirar muchas balas. Finalmente hundieron el barco y ganaron.
Había una vez un pirata que se robó un crucero y se lo llevó a la vereda de Puerto Williams. Se robaron las joyas y los caballos. Luego se llevaron al barco a una casa abandonada. Constanza
Catalina
El Lan En el 1989 vino un Lan. Pero se cayó porque se echó a perder el motor y desde ese día no ha llegado ningún Lan, y se espera el momento. Scarleth
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Conclusiones En el frío austral se gestaron estas historias de vida, anécdotas y testimonios que condensan las impresiones y vivencias de los habitantes de estas remotas islas, en las que convergen indígenas, expedicionarios, misioneros, científicos, aventureros, marinos, deportistas, empleados públicos, profesionales y otros personajes que a lo largo de la historia han dado vida a Navarino, que en su calidad de isla ha tenido siempre al mar como actor omnipresente. Desde los primeros pobladores indígenas hasta hoy en día, las personas han debido recurrir al mar ya sea como transporte o como sustento, siendo parte clave en la generación del imaginario y de la expresión de la vida de este pueblo. Por lo tanto, el mar es un elemento sustancial de su memoria colectiva y una dimensión esencial de la identidad cultural de Isla Navarino desde tiempos inmemoriales. Pero al avanzar por esta trayectoria, resulta evidente que la relación con el mar ha sufrido un importante cambio en los tiempos recientes. Hoy en día, gran parte de la población civil no se relaciona directamente con estas aguas más que como parte del paisaje, ya que las regulaciones marítimas restringen su uso a quienes cumplen funciones en mar, principalmente pescadores, expedicionarios y deportistas que deben regirse por un estricto control marítimo. Esta situación emerge en los discursos de algunos de sus pobladores como un problema latente que no podríamos dejar pasar. Es importante mencionar este tema porque desde los pueblos originarios hasta el fin del período de la vida estanciera, la historia de Isla Navarino sólo puede entenderse en relación con las islas e islotes aledaños, vale decir, como parte constitutiva del archipiélago que la circunda. En las Islas Australes se configuraron flujos de circulación por los canales, sistemas económicos complementarios y relaciones sociales que superaban sus propios límites, e incluso los del país. Es tan sólo hace un par de décadas que la isla tomó protagonismo casi absoluto al concentrar la población en Puerto Williams y aplicar regulaciones marítimas a cargo de la Armada. Esto ha tenido como correlato la atomización de la vida en cada isla, restándole importancia a la movilidad y a las travesías marítimas para la vida en estos canales. 77
Es indudable que un pueblo navegante privado de navegar pierde no sólo un medio de subsistencia, sino también una cuota muy importante de su identidad. Esto resulta particularmente álgido en el caso de los yaganes que, habituados a circular libremente por la zona durante más de siete mil años, hoy están impedidos de expresar una parte inherente de su herencia cultural. Para concluir quisiéramos volver al punto que orienta este trabajo, intentar descifrar qué es lo que constituye la identidad de Isla Navarino. La pluralidad de los discursos plasmados en estas páginas nos devela que no existe en Isla Navarino una identidad única. Basta recorrerla para ver que la ocupación del espacio lo corrobora: uno puede distinguir con relativa claridad sectores habitados por distintos grupos sociales –marinos, pescadores, empleados públicos y descendientes yaganes– que coexisten en la isla en una marcada segregación social. Esto nos refleja la diferenciación interna de colectividades que, más o menos conscientemente, van configurando identidades específicas. A lo que podemos sumar, que buena parte de la población no es oriunda de la zona, como por ejemplo, los marinos y sus familias que van rotando en la isla y permanecen por pocos años. Por lo tanto, distintos sectores de la población no comparten experiencias ni rasgos culturales comunes que hacen las veces de raíz de las comunidades. En consecuencia, de esta amalgama de grupos sociales no deriva un discurso identitario único y hegemónico, sino más bien fragmentos unidos por los hilos de la cultura, la geografía o la historia compartida que los dotan de sentido. De este modo, tomando esos fragmentos, la memoria va construyendo representaciones compartidas del pasado que a partir de un conjunto de significados le asignan un lugar y un tiempo a sus recuerdos, permitiendo a los miembros de la comunidad vivir, recrear y pensar su realidad colectiva pasada, presente y futura.
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Resulta claro ya a estas alturas que la respuesta a nuestra pregunta no es unívoca, ya que la isla desde sus orígenes estuvo marcada por un estilo de vida en movimiento, siendo receptora de grupos familiares itinerantes y de diversas oleadas de inmigrantes. Sin embargo, es posible vislumbrar un hecho que conecta a esta diversidad de personas, y es la experiencia de vivir al fin del mundo. Esta experiencia significa enfrentarse al aislamiento y condiciones climáticas extremas, pero también rodearse de un paisaje natural que engalana con la belleza de aguas cristalinas, pájaros silvestres, bosques nativos que tiñen de colores las montañas, a veces iluminados por el brillo del sol o cubiertos por el manto blanco de la nieve. Todo esto vuelve imposible que sus pobladores no establezcan una estrecha relación con el entorno, que aunque se exprese de diversas formas, genera una alta valoración del patrimonio de la prístina naturaleza que los acoge. La que debe mucho al pueblo yagán, que por miles de años mantuvo una relación simbiótica con la naturaleza generando bajo impacto en el medio ambiente. Pero paradójicamente hoy la cultura de este pueblo está al borde de la extinción. En este sentido, es apremiante el revivir la cultura de un pueblo que, viviendo en precarias condiciones y privado de realizar prácticas culturales que le son propias, hoy se encuentra agonizante. En definitiva, vemos que la identidad territorial une a los pobladores de Isla Navarino en la valoración de su patrimonio natural y cultural, cuya conservación no es sólo tarea de sus habitantes, sino que es una responsabilidad de la sociedad en su conjunto. Por nuestra parte, a través de este libro buscamos dar un pincelazo del patrimonio intangible que se alberga en la gente que habita en la tranquilidad de esta tierra recóndita y misteriosa.
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Glosario Isla Navarino: Ubicada en el archipiélago de Tierra del Fuego, a los 55º 04’ 59” latitud sur. Tiene una superficie de 2.473 km² que alberga a alrededor de tres mil habitantes, la mayoría concentrados en Puerto Williams, su principal poblado. Puerto Navarino, Santa Rosa, Mejillones, Puerto Williams, Villa Ukika, Caleta Eugenia y Puerto Toro: Han sido los principales poblados de la costa norte de Isla Navarino. Wulaia, Douglas, Bahía Windhond, y Caleta Sonia: Fueron los centros habitados más importantes de la costa sur, actualmente casi despoblados. Isla Button: Ubicada en el Canal Murray, al poniente de Isla Navarino, frente a Wulaia. Fue un asentamiento yagán, conocido por la mítica historia de Jemmy Button, joven aborigen llevado a Inglaterra por una expedición. Kanasaka y Tansuani: Bahías de Isla Hoste, en el archipiélago de Tierra del Fuego, al occiente de Isla Navarino. Isla Bertrand: Ubicada al sur de Isla Navarino. Picton, Nueva y Lennox: conocidas como las islas del Beagle, cautivaron interés por hallazgos de oro a fines del siglo XIX. Se ubican en una posición interoceánica estratégica en el extremo oriental del Canal Beagle, siendo objeto de disputa entre Chile y Argentina.
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Faro: Torre alta en las costas, con luz en su parte superior, para que durante la noche sirva de señal a los navegantes.
Caiquén: Ganso salvaje que vive desde Colchagua hasta Tierra del Fuego, donde es muy abundante.
Baliza: Señal fija o móvil que se pone de marca para indicar lugares peligrosos o para orientación del navegante.
Martín Pescador: Ave de pequeño tamaño, de plumaje brillante, que vive a orillas de los cursos de agua y se zambulle con rapidez para capturar pequeños peces.
Chalupa: Pequeño bote abierto manejado con remos. Canoa: Embarcación de remo muy estrecha, generalmente de una pieza, sin quilla y sin diferencia de forma entre proa y popa. Kayak: Embarcación deportiva cubierta en la que va sentado el tripulante con una abertura que se ajustan a su tronco, y utiliza remos de dos palas. Yate: Embarcación deportiva o de recreo, de vela o a motor. Escafandra: Aparato compuesto de una vestidura impermeable y un casco perfectamente cerrado, con un cristal frente a la cara, y orificios y tubos para renovar el aire, que sirve para permanecer y trabajar debajo del agua.
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Tonina: Especie de delfín más pequeña del mundo que habita el extremo austral de Chile. Esta especie única actualmente está amenazada. Bagual: Animal que se vuelve salvaje cuando pierde contacto con los humanos. En Navarino hay ganado y perros baguales que viven en los montes, y sus crías son baguales también. Se puede aplicar en sentido figurado a una persona.
Principales expediciones por la zona Phillip Parker King, australiano. 1826 – 1830 Robert Fitz Roy, inglés. 1826 – 1830 / 1832 - 1834 Charles Darwin, inglés. 1832 – 1934 Thomas Bridges, inglés. 1863 – 1869 Cabo de Hornos: Cabo más austral del archipiélago de Tierra del Fuego. Marca el límite norte del paso Drake que separa a América de la Antártica, y une el océano Pacífico con el océano Atlántico, y cuyas aguas son particularmente peligrosas. Káitek: Palabra yagán que significa luz o resplandor. Yamalisa: Palabra yagán que significa sentir la ausencia de un amigo y desear su regreso. Conchal: Cúmulo de conchas e instrumentos alfareros y de pesca propio del Chile prehispánico. Ruca o Àkar: Vivienda de los aborígenes pampeanos o patagónicos. Kipa Àkar: Taller de artesanos yaganes para fabricar y vender artesanías, ubicado en Villa Ukika, Puerto Williams. Chiejaus: Rito yagán que marca el paso a la adultez, éste es realizado en una choza ceremonial homónima, hecha de varas de árboles cubiertas por ramas de coigüe. 83
Lancha: Barca grande impulsada por una vela y remos, y a veces con motor. Es la mayor de las barcas que pueden llevar a bordo los buques para su servicio. Coloquialmente también se le dice lancha a cualquier bote pequeño descubierto. Centolla: Crustáceo decápodo marino, braquiuro, de caparazón casi redondo cubierto de pelos y tubérculos ganchudos, y con cinco pares de patas largas y vellosas. Vive entre las piedras y su carne es muy apreciada. Centollón: Especie dentro de la familia de las centollas, que se diferencia de éstas por su menor tamaño y peso. Se distribuye desde Chiloé a Cabo de Hornos, pero la pesquería se desarrolla exclusivamente en la XII región. Tanto la centolla como el centollón están en riesgo por lo que su extracción está regularizada. Trampa: Único arte de pesca autorizado para la captura de centolla y centollón luego de la prohibición de uso de red en el Canal Beagle en los 70. Tienen forma de jaula, con fácil entrada y difícil salida para la presa, usando carnada para atraerla. Las trampas actúan en conjuntos o “juegos”. Bengala: Varilla con pólvora en uno de los extremos, que al arder produce chispas y una luz muy viva. Es una señal de socorro de la que disponen las embarcaciones para facilitar su ubicación y rescate. Permiso de zarpe: Autorización brindada por la autoridad marítima para que un barco salga del lugar donde está fondeado o atracado, indicando nombre y características de la nave, carga, ruta de navegación, velocidad, próximo puerto y bandera. 84
Distrito Naval Beagle y Gobernación Marítima de Puerto Williams: Entidades de la Armada de Chile que pertenecen a la Tercera Zona Naval, ambas a cargo de la misma autoridad marítima, el Comandante. Actualmente tiene una dotación de cerca de 290 marinos, cuyas funciones abarcan desde el sur de Bahía Cook hasta antes de la Antártica Chilena. PVS: Puesto de Vigilancia y Seguridad.Instalación fija terrestre, ubicada a inmediaciones de la línea demarcatoria de frontera, cuyo fin es la observación sistemática y permanente del espacio fronterizo del Estado y efectuar control policial. Hermandad de la Costa: Organización no gubernamental sin fines de lucro con representación en distintas partes del mundo y Chile. Su voluntad es fomentar el acercamiento al mar mediante el estudio científico, el trabajo y los deportes náuticos, en una cofradía de hombres orientada al bien y la fraternidad. Buque: Barco con cubierta o cubiertas que por su tonelaje es apto para actividades marítimas importantes. Carta de navegación: Representación gráfica a escala de una porción de la superficie del mar y costa adyacente. En ella se indican las profundidades del mar y los objetos que puedan servir de referencia al navegante.
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Autoras Eileen Leyton Faúdez Antropóloga Social de la Universidad de Chile y Diplomada en Políticas Sociales de la Universidad Alberto Hurtado. Trabaja en temas de participación ciudadana, desarrollo local y en rescate de historias familiares y de vida.
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Catalina Concha Olivares Antropóloga Social de la Universidad de Chile. Trabaja temáticas relacionadas con la promoción de tecnologías y modos de vida no convencionales.
Francisca Villalón Oliger Diseñadora Gráfica e Ilustradora de la Universidad Diego Portales, participó en el taller de ilustración de Montt y Olea. Creadora de la oficina Loycas Diseño, se desarrolla en temas medioambientales y de deportes al aire libre.
Indice Presentación 7 Espíritu Navegante 11
Arrastrados por el viento Pájaros, nubes y viento De navegante a navegante
Estancias 17
Recuerdos de infancia Niño Bagual pa’l monte Haciendo puerto en Kanasaka Error de cálculo Caiquén por pollo Vela de jerseys Indios con plumas Tutu tutu tutu… volvía el Micalvi
Marina 27
Desde cero Hasta el fin del mundo Bautizo de fuego El buque feliz Al amparo de la Armada Marinos en su lugar Señal de retirada
En el Mar 35
Mar al Límite 61
Cápsula de tiempo Antes éramos libres Ovejas al agua Otra cosa es de Chiloé al sur La porfía Casco Blanco Buzo a palos Regulación Litoral El Padrino Extinción en el mar Cuando suene la campana Añoranzas Alerta de Tsunami Noche en alta mar Lobo en el bote
Pequeñas Historias de Mar 69
Beagle, la Manzana de la Discordia 47
Con las botas puestas Viendo la guerra pasar Bunker
Yaganes 51 En el árbol familiar Kaitek resplandor de luna Antepasados... entre piritas y canoas Enloqueciendo Exhibición en Villa Ukika Rescate Sin tierra en los zapatos
Dientes de Navarino Pez Espada El pájaro Martín pescador El color del mar Enwa y la canoa sagrada Canción para tranquilizar el mar La primera vez que navegó El hombre que encontró oro El paseo El buque de guerra El Pirata El Lan
Conclusiones 77 Glosario 81 Autoras 86 Referencias Bibliográficas 88 87
Referencias Bibliográficas
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MARTINIC, Mateo. 1973. Crónicas de las tierras del sur del Beagle. Editorial Francisco de Aguirre S.A.: Buenos Aires.
SUBERCASEAUX, Benjamín. 1992. Chile o una loca geografía. Editorial Universitaria: Santiago.
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