Colosal

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DeSastre en Colosal Cuerpos Nรณmades


La yurta es un cobijo temporal utilizado por los nómadas en las estepas de Asia Central. La vida nómada de los mongoles obligó a que tuvieran una vivienda para sus constantes desplazamientos. La visita a una yurta implicaba un riguroso ritual protocolario. Se podía ejecutar a una persona por el solo hecho de entrar en la yurta sin haber anunciado previamente su visita. La obra Desatre comienza su primer traslado, su viaje fundante desde la sala laboratorio del PCdV a la sala de artes visuales( 50 metros), porque forma parte de una “ponencia” en el programa de conversatorios de la exposición COLOSAL. La “ponencia visual” de esta obra, contribuye al debate sobre el (d) efecto de las materialidades en la recomposición de la diferencia y en la inflexión discursiva que en estos días tiene lugar en el uso que la autoridad hace de la noción de “zona de riesgo”. Justamente, de lo que se trata en COLOSAL es de poner el foco en cómo pensar el riesgo bajo condiciones discursivas de riesgo, esto porque existe un descrédito tal de la clase política local, que solo el Saber y la Cultura pueden abrigar esperanzas de rearticulación en el trato con las diversas comunidades vecinales de los cerros. Mientras las comisiones políticas se reúnen para discutir sobre como recomponer el tejido social, tras el incendio, hay centenares de vecinos que levantan una estructura como signo de re-soberanización del territorio, redibujando el mapa de las subjetividades del cerro. El poder de la destrucción inevitable del incendio, afecto las condiciones políticas, culturales y económicas de la ciudad. El desastre puso los cuerpos en movimiento y los utiliza como soporte de acción y generador de nuevos tratos. Esta condición no se debe, exclusivamente, al volumen de los movimientos de cuerpos grupales y las condiciones de entorno que movilizan a grandes cantidades de personas. Se trata de un movimiento, de un el éxodo, un nomadismo al que se refiere la obra DeSastre, este trabajo es ante

todo, un nomadismo intelectual y cultural. Un cambio de pensamiento, una mudanza en las formas en que concebimos nuestras relaciones y nuestro territorio, nuestra relación con los demás, nuestra comprensión del mundo y nuestra ubicación en él. Lo nómade implica relativismo y lo transitorio. Los cambios en la composición territorial, social y cultural de la ciudad, nos enfrentan a formas de vida y pensamiento desacostumbradas y diversas. Aquel “otro cultural”, al margen de las sociedades del “modelo”, hoy vive en el seno de ellas, reconfigurando su estructura y sus hábitos. Las bases mismas del pensamiento local, forjadas con esfuerzo durante toda la dictadura militar, se han vuelto laxas e inestables. El incendio desnudo las crisis políticas y sociales que alimentan un estado de conflictividad en el que, “todo lo sólido se quema” Y en concordancia, se desarrolla un sentimiento de transitoriedad que excede los marcos políticos, propagándose hacia los principios y nociones que rigen lo cotidiano. Durante el desarrollo de este proyecto a fines de Julio de 2014, ocurre una noticia que vendría a reforzar estas cuestiones de origen, Juan Francisco Petit está sumariado por Gendarmería de Chile, y arriesga -según los antecedentes que presentó el equipo de asesoría jurídica de la Intendencia Regional de Valparaíso-, la destitución de sus funciones en forma definitiva. Es decir, la autoridad local considero en falta grave al ciudadano Petit, según formulario. El cabo de Gendarmería, Juan Francisco Petit Beltrán, de 36 años. Fue objeto de un operativo de desmontaje y retiro de la vivienda de emergencia que se le había entregado, por ser catastrado como damnificado del incendio del 12 de abril, en el Cerro Las Cañas de Valparaíso. Petit ha sido juzgado sin que la investigación llegue a su conclusión ante Tribunales, como falso damnificado. El cuerpo como primer dispositivo a sido “oficialmente” vulnerado, su vestuario simbólico desmantelado por segunda vez en esta ocasión “oficialmente”. Sin embargo Petit, exhibe los docu-

mentos de la escritura que indica que él efectivamente es propietario de la vivienda de calle Los Alerces 304, del cerro Las Cañas de Valparaíso, y los documentos de evaluación de la Secretaría Regional Ministerial de Desarrollo Social, y del Ministerio de Vivienda, en que figura como damnificado del incendio, más otros junto a fotografías en que se ve quemado su uniforme de Gendarmería producto del siniestro. Conclusión; hoy sólo puede vivir en una carpa, lo que es preocupación de sus vecinos y amigos, que lo conocen desde hace 30 años. Su ex esposa, Pamela, viendo el daño que se le ha causado a sus hijas y a su padre, manifestó su apoyo presentando documentos que acreditan el cese de la convivencia, Es decir su entorno afectivo tejen y visten “oficialmente el cuerpo” de Petit lo que podría al menos despejar la duda sobre lo que sería una rápida explicación: que hayan contabilizado el domicilio de la madre de sus hijos, como un segundo domicilio,- léase sanción por tener mas ropa de lo permitido- para alguien de su rango. No sorprende la indigencia epistemológica, ni el aturdimiento de las autoridades locales, la clave de su éxito es levantar mediaguas, teniendo control de cuantas y a quienes, junto con aplacar toda manifestación de malestar. En este contexto, para el aparato de autoridad, el tejido social significa población satisfecha en los niveles primarios de la vulnerabilidad. Toda discusión sobre planes estratégicos será subordinada al manejo de las tecnologías de gestión autoritarias a que ya nos tienen acostumbrados los ministerios, garantizados por el patrullaje militar. Lo que tenemos es un desbordamiento urbano que termina por imponerse al paisaje como figura de poder. A cada formación social le corresponde el desbordamiento que se merece. Lo que tenemos es una práctica de simulación compensada que ha mutado en política de vivienda en-la-medida-delo-posible. El incendio evidencio la magnitud de esta falsedad, como ejercicio del poder deficiente, donde ya ni


siquiera está disponible la técnica para modelar la puesta en escena, como política de la vivienda faltante. Lo monumental y lo horroroso han pasado a ser las condiciones de percepción de una habitabilidad averiada por las relaciones entre el fuego y el terror de su cercanía. En un escenario signado por la patrimonialidad de los cuerpos en su resistencia máxima, consignar la fortaleza del cuerpo que resiste para cubrir lo que representa. La Autoridad expone la precarización de sus agenciamientos al producir la figura impresentable de su propia autoridad. Es por esto que DeSastre fue construida como un dispositivo que se propone revisar estos fenómenos, sus alteraciones implican la percepción de esa estructura en su historicidad, la inoculación de nuevas necesidades y la reasignación de los grados de urgencia; por lo que esta obra pone el énfasis en el estadio del poder y en las instancias institucionales y subjetivas en las que se decanta, pero también saca a la luz los puntos de fractura de estas relaciones entre las prácticas normativas de subjetivación, las instituciones y los criterios de oficialidad respecto de una emergencia. DeSastre utiliza las técnicas y saberes marginados de la constructivilidad oficial, La yurta es altamente eficiente por miles de años y su construcción es el resultado de saberes y de cultura pertinentes, su construcción participativa garantizan cobijo y resguardo. Por eso DeSastre opera como un dispositivo de contraespacio, es en sí misma un espacio diferente, esos otros lugares, esas impugnaciones míticas y reales del espacio en el que vivimos, generando “un lugar sin lugar”. Los espacios utópicos flotan sin una ubicación espacio-temporal, las heterotopías se construyen en tiempo y espacio real, están en constante transformación, nunca permanecen, son nómades, se desplazan por la cartografía y fluctúan por el territorio a la par de la sociedad que las define. Otra impugnación de lo real que crea “otro espacio real tan perfecto, meticuloso y arreglado cuando el nuestro está desordenado, mal dispuesto y confuso”. Las heterotopías son los lugares reales

donde se cumple la utopía. DeSastre es una construcción heterotopica, un dispositivo de habitabilidad primaria que propone generar tensiones en torno a un criterio histórico, asume operaciones de sismograma del presente ya que en si misma residen iniciativas que re/dibujan las coordenadas cuando es todo uno lo que ha sido afectado, corroborando las sospechas de los más ingenuos. Se emprende así un nuevo viaje de puertos imprecisos, un viaje ausente de cartografía y de brújulas. Un itinerario que implica incluso revisitar territorios ya conocidos, con una mirada “otra” y una mentalidad de apertura. En este camino, la vuelta al paisaje como vía para indagar el presente desde el lugar de la imagen adquiere toda su contundencia. “Estamos desarraigados por representaciones, pero a la vez, estamos arraigados en ellas”. La obra Desastre aporta un nuevo sentido: el arte acción como un dispositivo para interactuar directamente e incidir en las realidades y contextos en los cuales interviene. Desastre en Colosal se ubica en los márgenes del campo del arte, lo que le permite autolegitimarse como disciplina critica de contestación. Una práctica artística que busca contrarrestar discursos de poder y disentir de las lógicas locales dado su carácter transitorio. Es interesante pensarla en los términos de su capacidad de absorber una amplia diversidad de lenguajes, prácticas, discursos y sentidos. Practica mutable porque absorbe todo lo que encuentra: la lingüística, la ciencia de la comunicación y de la conducta, la antropología, el arte, los estudios escénicos, los estudios de género y los estudios sociales, entre otros. La relación que se plantea entre nomadismo y obra implica comprenderla como una práctica artística que requiere condición de presencia, lo que propicia que la misma obra tenga que estar en constante movimiento, trasladándose de un territorio a otro, como obra temporal, como una Yurta Mongol.



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