Muestra de Antología Petenera

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PETEN ITZÁ, EDITORES Selecciones del Periodismo Petenero ® 2014, Marco Puga El presente trabajo editorial es una compilación de artículos publicados por el Autor en diversos medios de prensa.

Primera Edición, diciembre de 2014 Portada y edición: Franklin Marroquín www.mismargt.com Impreso en Guatemala Por Imprenta Offset “Camajá” Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, eletroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la editorial.


Para Roberto, Alejandro y Marianne.



C O N T E N ID O

El Conjuro ............................................................................. 11 Examen Final ........................................................................ 17 El arcángel que apaga los luceros...................................... 21 El escriba que vino del frío ................................................. 29 Un irlandés en la corte del Itzá .......................................... 37 Una nueva visión de los antiguos mayas ......................... 45 Superestados mayas ............................................................ 53 En busca del Sitio Q ............................................................. 63 La última estela descubierta en Tikal .............................. 65 Los Uuáas.............................................................................. 67 Bajo el almendro .................................................................. 68 Para morir de risa ................................................................ 68 Historia de un desencanto .................................................. 71 Memorias de Yaxhá ............................................................ 85 La Pluma Exótica de Frank Boburg .................................. 89 El botón del silencio ............................................................ 93



N O T A D E L E D IT O R Iniciamos con esta selección, una serie dedicada a compilar lo más representativo del periodismo petenero cuya historia arranca con la publicación de La Estrella Polar, semanario que vio la luz pública en 1900. Desde entonces, un reducido número de tabloides como Tayasal, Chaltunhá, Petén en Marcha, y El Reportero, entre otros, tuvieron una vida más bien efímera aunque dejaron una impronta indeleble en los anales de la tierra de los mayas. Sin embargo, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que las contribuciones más intemporales se hallan dispersas en las páginas de la histórica revista Petén Itzá, la publicación más longeva de la región, cuya edición inaugural data del 14 de febrero de 1937.


Desde 1975, Marco Puga se convierte en uno de los colaboradores más entusiastas de la revista, habiéndose producido bajo su dirección seis ediciones, entre las que destadestacan las de los aniversarios de oro (1987) y diamante (2012) que marcan un hito en el diseño y estilo de la publicación. Para los efectos de esta colección, hemos seleccionado 15 textos que aparecieron originalmente tanto en Petén Itzá como en otras revistas, y siguiendo de cerca el esquema y el criterio de importancia que las propias revistas les asignaron, los hemos agrupado en Artículos, Crónicas, Reportajes, Entrevistas, Notas y Viñetas, sin apegarnos a un orden cronológico. Como lo ha señalado el doctor Norman Schwartz, Petén Itzá creó una comunidad de lectores que rebasa los límites de la comunidad petenera. Acorde con los postulados de la revista concebidos en defensa de un abstracto sentido de la libertad y la justicia, las piezas que aparecen en este volumen, ofrecen un discurso coherente y una actitud particular hacia el Petén, consagradas a aumentar la apreciación de aquella trascendental empresa colectiva.


CUENTO

El Conjuro Don Pedro Lezama solía afirmar con gran solemnidad, que todas las historias oficiales son patrañas y que, en honor a la verdad, hay que depurarlas todas. A guisa de ejemplo citaba el Acta de Independencia, “que no es acta, ni es de independencia”. Se apoyaba en los hermanos Leonardo de Argensola para acentuar: “Pasa como con ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo ni es azul”. Desmitificador implacable, a don Pedro le fascinaba desmenuzar los textos históricos con ojo crítico y lengua mordaz. El vicio de mentir es uno de los siete pecados capitales, sentenciaba, y como todo pecado, conduce a la muerte. Véase, si no, esto que aconteció hace trescientos años. Agotado el recurso de la Leyenda Negra, los cronistas encontrarían aquí, una riquísima veta de cuya industria de cuya industria saldrían la inverosímil adoración del caballo de piedra y los prodigios metafísicos del gran Brujo del Itzá. Al desgarrado ego de los padres Fuensalida y Orbita debemos la leyenda del corcel de Cortés. La otra, menos conocida, a la superstición de los celadores del Presidio de los Remedios. Y sin más preámbulos, procedía a relatarla, más o menos, de este modo. MARCO PUGA

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Al día siguiente de caer preso, Aj Kin Kan ´Ek, sumo sacerdote, mandó por el padre Juan de Pacheco con la urgencia de rendirle una confesión. Ajaw Kan ´Ek, su primo hermano, con tal de evitar que le quemaran las plantas de los pies, lo había implicado en la ejecución y antropofagia del capitán Juan Diego de Velasco y Fray Juan de San Buenaventura, cabezas ambos, de la última y fatídica expedición enviada por la Audiencia de Santiago. Allí nomás, en el islote del sur, donde ahora se yergue el parque Concordia, aparecieron los cráneos destrozados, así como las tibias, clavículas, costillas, falanges y peronés… Y como suele suceder con los menos fuertes, las mutuas imputaciones no se hicieron esperar. Quien fuera, hacía poco, sol y brújula del Kan ´Ek, supremo rey del Petén, tendría, cuando menos, una vela en aquel entierro. Evaluada, pues, la trascendencia del asunto, cumplidas las consultas burocráticas de rigor y otorgada la venia imprescindible del señor de Ursúa, ya mediado el día, el vicario del Itzá, entró, incrédulo, en el calabozo. Encontró al sacerdote empapado como un hisopo. Un soldado le dijo que en ayunas y desde muy temprano se había puesto en trance. Llevaba horas lanzando alaridos y silbidos espeluznantes. Como energúmeno se arrojaba al suelo, una y otra vez, e incorporándose como tremenda agilidad, se echaba desesperado a danzar en círculos mientras pronunciaba una suerte de letanía, con imprecaciones, cánticos y jaculatorias. Pacheco sabía que una ceremonia con precipicios, como decían los españoles, era signo inequívoco de calamidad. Por eso, a pesar del sofocante calor de abril y del hambre que le atenazaba el bajo vientre, el cura ordenó traer de 12

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EL CONJURO

inmediato a Ix Pana, mujer del Kan ´Ek, encadenada en el reducto contiguo, para que sirviera de intérprete. El chamán niega, explicó Ix Pana, con sarcasmo, haber sido cómplice en las muertes de la gente de Yucatán y Guatemala. Dice que los matadores fueron Kan Ék, los Chatá, los Tut y los Kixchán. Y que se los comieron asados y cocidos. Y que en venganza por los azotes que le han dado, hoy mismo ustedes verán su poder, antes de que entre la noche. A la hora nona, entre las dos y tres de la tarde, los postes, vigas y travesaños comenzaron a crujir, y las hormigas, alborotadas, a caer desde el techo de guano, aguijoneando al cura a través del sayal. Irritado, el vicario Pacheco abandonó la prisión y se internó en el viejo adoratorio que desde los Idus de marzo alojaba la capilla. Entre vísperas y completas, esto es, alrededor de las cinco de la tarde, el grueso toldo de la negrazón que apareció por el sur, fue cubriendo los confines del horizonte, ocultando los rayos crepusculares del sol, hasta encapotar por completo la comba del cielo. Se levantó entonces una tempestad horrenda. Se desataron los vientos. En medio de una furia de latigazos y remolinos espeluznantes, las aguas embravecidas parecían fundirse con las nubes. Los truenos retumbaban como cañones descomunales haciendo temblar la tierra. Un incesante estallido de rayos y centellas asoló desde las alturas aquella isla remota que no parecía sino el verdadero centro del infierno, pues tronchaba los árboles, desencajaba las casas, echando más de doscientas de las de paja y madera por el suelo, destrozándolo todo. En este punto, don Pedro hacía una pausa, no solo para acentuar los efectos dantescos del relato, sino para dar MARCO PUGA

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tiempo a que uno pudiera aprehender aquél enjambre de visiones apocalípticas y conectarlo con los encantamientos del conjurado. Pero esta vez, un gesto de impavidez bastó para negarle el beneficio de la duda. ¿¡No me crees!? A las pruebas me remito. Y tomando un gastado ejemplar de pasta dura, edición de Pineda Ibarra de la Relación de la Conquista de la Provincia del Itzá, de Juan de Villagutierre y Sotomayor, me lo pasó con instrucción de abrirlo en la página 476. Ahora léeme el último párrafo, alto y fuerte. Y viéndose los nuestros en tan grande aflicción, recurriendo a Dios por la intercesión de su santísima Madre de los Remedios y rezando delante de su imagen las letanías y exorcizando los padres curas la tempestad, se acabó de serenar y de desvanecerse el nublado a las tres de la mañana, dejando destruida la mitad de la isla, las casas arruinadas y todo desbaratado. La mirada de don Pedro se había vuelto adusta. Estiróse con parsimonia los bigotes retándome a lanzar una última estocada. Luego entonces, ¿le regatea usted al Kin Kan Ék el crédito por los artilugios de la tempestad? Adjudicarle al brujo la manufactura de la tempestad no es más que una pamplina de la soldadesca ignorante y de la curia charlatana que raras veces se queda atrás. Nadie puede caminar sobre las aguas. Nadie puede multiplicar los panes y los peces, ni transformar el agua en vino, ni atajar la tromba ni al huracán. 14

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EL CONJURO

Entonces… Lo que sí se puede es crear tales ilusiones por vía de hipnosis individuales y colectivas. He allí el mérito inconmensurable de nuestro Señor Jesucristo. En conclusión… Este otro brujo sabía leer el tiempo y las estrellas. Era su oficio pronosticar con certeza para mantener al populacho en vilo. Sabía, además, leer los textos jeroglíficos. ¿No lo ves? Todas las evidencias están allí. Había un calor infernal; los zompopos estaban inquietos, los maderos rechinaban, se impuso la calma chicha que siempre precede al temporal. Más claro no canta un gallo: el sacerdote capitalizó las señales y acto seguido, intimidó al cura y a la guarnición, como los misioneros que se atribuían la conjunción de los eclipses. ¿Y en qué paró Kin Kan Ék? En lo que paran los charlatanes de su calaña. La temeridad es mala consejera. Después del incidente lo sometieron a un bautizo forzado; cambiaron su nombre por Francisco Nicolás Canek; le impusieron un ridículo vestido español; lo entregaron al general don Melchor de Mencos, y en el camino a Santiago de Guatemala, a las afueras de Cahabón, fue envenenado, muerto y sepultado. Lo faltó quien se tragara la especie de que lo habría diezmado la peste. Lo triste de esta historia es que se llevara a la tumba las claves para descifrar la epigrafía de sus ancestros. Y con ellas, acaso, también el potaje para fabricar tempestades.

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CUENTO

Examen Final Para que Salamanca invista al profesor Cambranes con la toga doctoral, éste debe primero resolver un problema de estrategia detectado por el tribunal examinador en su enjundioso trabajo de tesis sobre la conquista del Petén. La controversia deviene de los siguientes hechos. En vísperas de la invasión, cien doncellas desembarcan desnudas en Nictún, donde acampan los españoles; entran en las tiendas del real y tratan de excitar a los soldados. Pero el general Ursúa ha amenazado con pena capital a quien se deje seducir. Al cabo de dos horas, vuelven frustradas a la isla. Un día después, el holocausto. A fuego y espada se extinguen veinte mil almas y cincuenta siglos de historia. Ahora, la terna quiere saber el motivo, no del conquistador (que nadie duda), ni de los comandantes del Itzá (que todos presumen), sino de las vírgenes nativas que protagonizan este ignorado capítulo. A saber, en trescientos años, solamente tres autoridades se han pronunciado. El escribano de cámara del Archivo de Indias, don Juan de Villagutierre y Sotomayor: “Dieron los indios infieles en enviar mujeres solas en canoas con la perversa intención de que se desmandasen los soldados del real y cediesen a MARCO PUGA

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las impudicias de las indias, para que tuviesen pretexto y así romper sobre los nuestros.” El abad de Barosoayn, don Francisco de Elorza y Rada: “Inducidas por sus padres, las bárbaras mujeres llegaron compuestas, trenzadas y aderezadas. Pero no logró el Demonio el efecto de su astuta tentación; que como el Cielo guiaba la causa de los españoles, daban en vago los ardides del común enemigo y fueron en cambio recebidas con recato, honestidad y modestia conveniente al Servicio de Dios.” La tercera es fuente contemporánea y aunque muestra mayor simpatía por los vencidos, la distancia de tiempo y espacio no deja de despojarle del contexto que nace de la tradición y la idiosincrasia, el norteamericano Grant Jones: “La visita puede verse como parte de la estrategia de los Mayas de Nojpetén, dirigida a reducir la amenaza de una agresión inminente. Pero debido a la escasa información, es imposible saber si las mujeres fueron enviadas para sofocar la volátil situación, o si simplemente desplegaban el deseo de fustigar a los españoles, a sabiendas de que la campaña les había obligado a soportar una prolongada abstinencia.” Confrontado, pues, con los datos anteriores, Cambranes ensaya con aplomo esta respuesta: “El método científico nos impulsa a descartar por tendenciosas las dos primeras versiones. En ambos casos está latente la inclinación de justificar tanto al conquistador como al misionero. La tercera es más objetiva pero no toma en cuenta el clima de tremenda agitación y zozobra que impera en la isla como consecuencia de la guerra civil interna que, debido a dos circunstancias implícitas en la historia oficial, ha paralizado la defensa de Nojpetén. Una: la fallida tentativa diplomática del Ajaw Kan Ék para persuadir a Ursúa de abortar el plan de inva18

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EXAMEN FINAL

sión, ha provocado no solo la ira de los guerreros del Itzá, sino también la caída del gobernante y su deserción. Dos: la prédica incendiaria del Ajaw Kin Kan Ék, sacerdote que hace suyo el pronóstico del Chilam Balam e insiste que “¡Amanecerá el mundo solo para los que crean en la fusión de las sangres y en el brote de una nueva estirpe dentro de otro Katún!” Por tanto, concluye el doctorando, las vírgenes del Itzá toman la iniciativa de emprender la insólita misión de sacrificarse ante el Conquistador, con la esperanza de evitar el vejamen ominoso al que se saben condenadas como despojos de guerra, con el objetivo de impedir que las generaciones que desciendan en la isla, dentro de otro katún, fueren fruto del oprobio. Silencio en la sala. La terna se retira para deliberar.

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CRÓNICA

El arcángel que apaga los luceros País del pavo azul y del venado/ ¡Cabalístico mundo…/ hoy en el lamento patrio convertido… 1951. Desciende el C-47 el sábado 27 de octubre al mediodía. En el aeródromo de Santa Elena, la comitiva es bienvenida con cálidos elogios. La banda local los saluda: “Ay, amor, ya no me quieras tanto”. El conjuro está sellado. País… / donde la eternidad es habitante/ de ciudades construidas sobre flores… Llenos de regocijo desembarcan en la isla; el éxtasis contemplativo de las maravillas de esta exuberante parcela y la belleza de la “Perla de los Itzaes” hace traslucir en sus rostros una amalgama de emociones, desde la alegría hasta la más completa satisfacción de una lejana inquietud espiritual. Por robarles las voces los del canto apagado… Se instalan en la plaza mayor pero un chubasco les obliga a cantar en la escuela de niñas. Como impulsada por una

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fuerza sobrenatural, su música expresa un delirante arrobamiento: Es como estar cerca del Cielo, dicen los peteneros. Por robarles instrumentos/ los ecos cazadores de sonidos… Lluvia de aplausos para Lily Andreu; para la exquisita diva del tanto Zoila Luz Estrada; para el entrañable Paco Pérez. La voz de German Bayer está atrapada en alguna oscura catacumba en las entrañas de la antigua NojPetén. Queda en lago de llanto/ una isla de piedras y lamentos,/ de piedras, lamentos y gemidos… Termina el concierto con un número extra, La Llorona, dedicada con todo cariño, dicen ellos, a la ciudad de Flores, sin sospechar que el lloro será general. Queda en lago de llanto/ una isla…/ y un puñado de jóvenes estrellas/ de ceniza y de sueño/ entre las cuatrocientas luces bellas… El cielo barrunta tempestad. Son las 5:30 y el despido de la tarde inverna dibuja las siluetas de la noche que llena de penumbra las almas antes bañadas de luz. Previo a marchar, cuatro damas se separan rumbo al templo. Lily Andreu entre ellas. Van en pos de la oración. Se arrodillan en los reclinatorios. Zoila Luz se postra al pie del Cristo Negro en el altar mayor adornado con flores y guirnaldas; son las vísperas del día de Cristo Rey. Concluida la plegaria retornan al grupo: “¡Hasta luego, compañeros!”

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EL ARCÁNGEL QUE APAGA LOS LUCEROS

Con nostalgia el pueblo los ve partir, Unos siguen con la troupé porel embarcadero hasta el campo de aviación; otros observan en las playas; los demás buscan las alturas de la plaza amurallada para contemplarlos mejor. Los viajeros cruzan por última vez las encrespadas aguas del Petén Itzá. Pero callad, no nazca del empeño/ de huir de la realidad más desconsuelo… Antonio Almorza empuña ahora la pluma: Son las siete menos cuarto de la noche. Ordenadamente van subiendo mis compañeros a la nave trágica. Yo el penúltimo como jefe de la delegación. No vienen pianos ni animales. Solo traemos de sobrecarga la satisfacción del deber cumplido. Los motores empiezan a trepidar. Algunos muchachos cercanos a mí improvisan con los estuches de sus instrumentos una mesa de centro y se disponen a jugar una partida de naipes. Roncan los motores con mayor fuerza. Mis ojos se clavan en los de Mario Lara. Su angustia me causa angustia también a mí porque sé que no le gusta volar. Ha desaparecido su contagiosa sonrisa. Retumban los motores, el avión se desliza sobre la pista y sentimos el jalón del despegue. Ya estamos en el aire. Noventa segundos de vuelo, quizá menos, y el avión comienza a zozobrar. Nuestras miradas atónitas se encuentran por MARCO PUGA

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última vez, calladamente, sin gritos. Tiembla la nave y en la cara de Mario adivino la tragedia. Por la ventanilla derecha veo el motor envuelto en llamas. Me asusto terriblemente. Las sacudidas son ahora más violentas. Sentimos al avión chocar contra los árboles. Y el pájaro gigante ardiente harapo/ sobre troncos de árboles quebrados,/ en un mechón de fuego… Doña Felícitas Baldizón, recuerda: Estamos frente al fogón preparando la cena. Cae una llovizna helada. Oímos el retumbo de los motores allá en la lejanía. Nos persignamos y los encomendamos a Dios. Segundos después, el estruendo, como si mil recipientes de hojalata fueran estrujados por la mano de un coloso. ¡Cayó el avión!, gritan en las calles. Bajamos presurosas a la playa sur. Las mujeres se golpean el pecho; los hombres rasgan sus vestiduras. Una hoguera gigantesca chamusca las nubes y tiñe al Petén Itzá con el color de la desolación. -Oh, raíces de los dioses rampantes,/ de las ciudades cósmicas, heladas!/ Corazones en brazas de rubíes,/ de virtuosos, bohemios y anhelantes,/ alumbrarán las selvas por edades… Muy cerca de la cola, al lado de Salomón Argueta, Zoila Luz Estrada, observa: El motor derecho explota. El avión se ladea y choca contra los árboles. Después, no recuerdo más. Cuando despierto me encuentro con el silencio y la oscuridad. Está lloviendo a cántaros. Mi reposa reposa sobre algo. Hablo en voz alta: “Dios mío, ¿qué estoy haciendo aquí? Entonces ese 24

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algo debajo de mí comienza a apartarse. Se arrastra y me dice: “No tema, Zoilita, el avión cayó, estamos solos… pero confiemos en Dios que ya van a venir por nosotros”. Todavía no lo reconozco y pregunto: “¿Quién es usted?” Solo veo oscuridad y siento deliciosa el agua que cae. No siento dolor. Silencio. Él nada dice. Al cabo me vuelve a hablar: “Hágase para acá bajo el árbol para no mojarse”. Veo venir una luz de linterna y descubro que mi compañero es Salomón, recostado en un árbol. Sin duda por haber caído sobre él yo no sufrí daño alguno. Lo van a levantar pero caballerosamente me cede su lugar. Viene mucha gente al rescate. Me trasladan en un picop al Hospital e San Benito donde me preparan los padres Arbizú y Próspero Penados del Barrio. Me curan las heridas y me pasan a una sala donde reconozco a Lily. Le hablo pero contesta solo incoherencias. Vienen de nuevo los padres, están con ella un rato y finalmente le cubren la cara. Más tarde siendo pánico de abordar otro avión. Me suben junto con Antonio Almorza a quien no logro reconocer pues tiene la cara quemada e hinchada y cubierta de vendas. Me inyectan y entro en un sueño profundo.

Cabeza de la sombra ya sin dueño,/ el Arcángel que apaga los luceros/ cuando iba entre la luz cayó en el sueño… El Petén llama urgentemente. Lleva el éter un mensaje fatídico pero las señales no llegan con claridad.

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62 años después de la tragedia, don Ramón Canek Burgos, poco antes de su muerte, nos deja este relato: Estaba yo de turno en la oficina de telégrafos pero no perdí ocasión de subir a la plaza mayor para observar la partida. Un grueso toldo de nubes negras se extendía hasta el horizonte. El avión se detuvo para calentar motores en el extremo oeste de la pista. Luego comenzó a desplazarse, cobró velocidad y levantó el vuelo. Súbitamente se oyó la explosión. Trazando una estela de humo, la nave se ladeó hacia la derecha y desapareció entre los árboles. Una inmensa hoguera se levantó hasta tocar el cielo. Con el corazón a todo galope bajé corriendo y puse a funcionar los aparatos. Llamé con urgencia a la central, pero una armónica de Radio Ciros estaba interfiriendo la frecuencia de 4710 kilociclos en ondas cortas de la estación de Flores. Don Margarito Muñoz Cruz recibió las señales ininteligibles y al cabo de dos horas de estar insistiendo, se comunicó con los operadores de TGW. Óscar Markward contestó el teléfono y llamó a Carlos Talavera, locutor de turno en la Ciros, rogándole apagar el aparato. A las 9 de la noche se escucharon diáfanos los detalles de la tragedia. Una fuerza de rescate integrada por jóvenes de la isla, había cortado largos palos para extraer de las llamas los cuerpos calcinados. Muchas de las víctimas todavía estaban vivas y se lamentaban del dolor. Entre los peteneros que rescataron del fuego a las víctimas estaba don Santiago Puga Reynoso, QEPD, quien encontró a Zoila Luz Estrada y Antonio Almorza, los únicos que se salvaron. Me contó don Santiago que Zoila Luz, con 26

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EL ARCÁNGEL QUE APAGA LOS LUCEROS

graves quemaduras, había caído sobre Salomón Argueta quien no permitió que lo auxiliaran a él primero. “Primero usted, Zoilita”, repitió con determinación y cuando los llevaban al Hospital de San Benito, pidió que los treinta quetzales que cargaba en el bolsillo fueran entregados a su esposa. A las once de la noche, después del aguacero, dos aviones de Aviateca surcaron los cielos nocturnos aterrizaron en Santa Elena y transportaron de vuelta a la capital los cuerpos de las 25 víctimas y a los dos sobrevivientes. La conturbada Guatemala inundó las calles vestida de negro. De juventud un ramo/ nos exigió el destino/ ¡Ayúdame a llorar lo que más amo!/ Aquella juventud que fue la mía/ con ellos se quebró sobre palmeras,/ bambú de luz de fuego, entre nopales,/ guayacanes y pinos…/ ¡Ayúdame a llorar por ese día! Afloran mil conjeturas y el Ejército se ve precisado a informar: “…el accidente se debió a la pérdida de potencia del motor derecho en el momento crítico del despegue… al desintegrarse la estructura de las alas donde van alojados los tanques de combustible, la gasolina se desparramó produciéndose el incendio por corto-circuito al romperse las líneas del sistema eléctrico… se encontró como la causa probable de la pérdida de potencia del motor, un cilindro descabezado, lo cual da lugar a trepidaciones, llamas y explosiones por la toma de aire del carburador… este dictamen es solamente una hipótesis…”

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¿A qué buscar la causa? ¿Quién ha vuelto/ de la mágica cuna donde nace/ el asombro de la pelota de hule?/ Todo vaga suelto/ en la selva temible y se deshace./ Pedregales de luto en los que pule el dardo de su pico el ave fiera./ El viaje es sin regreso./ Se penetra y jamás se vuelve fuera. Con extractos de Elegía para virtuosos, bohemios y anhelantes de Miguel Ángel Asturias, y Testimonios de Antonio Almorza, Zoila Luz Estrada, Felícitas Baldizón y Ramón Canek Burgos.

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REPORTAJE

El escriba que vino del frío E N L A S O L E D A D D E S U E S T U D IO , E L E P IG R A F IS T A S O V IÉ T IC O S E IM P U S O U N A M E T A Q U E P A R E C ÍA IM P O S IB L E : R E S O L V E R E L M IS T E R IO D E L A E S C R IT U R A M A Y A

En las postrimerías del primer gobierno de la nueva era democrática, la primera dama Raquel Blandón, tuvo una genial idea: invitar al epígrafo soviético Yuri Valentinovich Knorosov a visitar Tikal y estudiar en Guatemala por espacio de varios meses, con todos los gastos pagados. Era una forma extraordiaria de estrenar las recién establecidas relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, interrumpidas por más de 40 años. Se acercaba la época navideña de 1990 cuando el gobierno soviético concedió al ilustre académico la licencia que tanto había anhelado. Tres décadas antes, el señor Knorosov había descifrado el código fonético de la profundamente misteriosa escritura de los mayas antiguos, sin haber MARCO PUGA

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salido del aislamiento de su estudio en la ciudad de Leningrado. En 1969, en plena guerra fría, el epígrafo norteamericano Michael D. Coe, tuvo el privilegio de entrevistar a Knorosov en la oficina de Instituto Etnográfico que este compartía como con otros 4 colegas. Lo describe en un artículo publicado por la revista Archaeology, como un hombre impresionante, de cabellos grises severamente peinados hacia atrás, y con ojos de azul zafiro escondidos casi por unas cejas densamente pobladas. Gracias a Knorosov, los expertos ahora saben cómo sonaban losglifos que fueron esculpidos por los escribas de la antigüedad, en contraste con una silente interpretación de sus rasgos visuales. El enorme mérito de Knorosov radica en haber demostrado que los escribas mayas escribieron silábicamente, no alfabéticamente, cada glifo representando una consonante seguida por una vocal. Muchas palabras mayas son construidas con sílabas mediante una combinación de consonante – vocal – consonante. Por lo general eran escritas con dos glifos pero con la vocal del segundo glifo enmudecida, Esta aproximación se rige por el principio de “Sinarmonía” según el cual, la segunda vocal silenciosa en estas combinaciones con frecuencia repite la vocal del primer glifo. Así explica el señor Coe que la palabra con la que los mayas denominaban al quetzal era la monosilábica kuk, pero la escribían con dos glifos ku, de modo que la segunda u no se pronunciaba. Esta solución es hoy universalmente aceptada pero los expertos de occidente la rechazaron de plano cuando Knorosov la formuló por primera vez. De

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hecho, el decano de los mayistas, J. Eric Thompson, se convirtió en su más furibundo detractor. En 1947, la carrera de Knorosov se vio en una encrucijada. Su maestro, el arqueólogo orientalista Sergei Tobarev lo intimó con una propuesta calcada en el pesimismo del mayista alemán Paul Schellas, quien había declarado dos años antes, que el desciframiento de los glifos mayas era imposible. Tobarev retó a su pupilo en estos términos: “Si crees que cualquier sistema de escritura producido por humanos puede ser leído por humanos, ¿por qué no tratas de leer los glifos mayas?” Knorosov aceptó el desafío y lo convirtió en su investigación doctoral, la cual culminó graduándose magna cum laude en Ciencias Históricas en 1955. Knorosov centró sus esfuerzos en comprender el trabajo de Fray Diego de Landa, el inescrupuloso misionero franciscano que en un auto de fe, en 1552, lanzó a la hoguera innumerables textos jeroglíficos que resumían el acervo escrito de la civilización maya. Juzgado en España en 1564, fue sancionado por tortura y abuso de autoridad y en sus años de exilio escribió la “Relación de las cosas de Yucatán”, que constituye la fuente más importante sobre los mayas de las tierras bajas. El original se perdió pero una copia condensada fue descubierta en Madrid en 1862, por el abate Brasseur de Bourbourg quien la dio a la imprenta. El libro es rico en detalles sobre la vida de los mayas en vísperas de la conquista, además explica cómo funciona el calendario maya y suministra los glifos que representaban a los días y los meses. Landa consignó también información de crucial importancia utilizada por Knorosov para culminar con éxito su MARCO PUGA

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hazaña epigráfica. Contiene la descripción del sistema de escritura maya, aunque con un error de fondo. Landa prsenta 27 signos que según él formaban parte del alfabeto maya y agrega tres ejemplos de cómo se hilvanaban las palabras y las oraciones. El método fonético permaneció en la oscuridad hasta que 100 años después, Knorosov detona una bomba cultural en la forma de un artículo escrito en 1952 y publicado por la Sovietskaya Etnografia. En ese artículo Knorosov rechaza diversas conclusiones compartidas por los mayistas de la época. Refuta, por ejemplo, el enfoque evolucionista sobre el desarrollo del lenguaje al que era afín Sylvanus Morley, y que postula que la escritura ha transitado por varias condiciones o estadios, comenzando por el pictográfico, luego con el ideográfico (según el cual una idea u objeto es representado por un signo sin referencia pictográfica alguna) y finalmente se desplaza hasta llegar al fonético (según el cual un signo representa un sonido). Incorrecto, tronó Knorosov. Estos estadios coexisten en los primeros escritos de Egipto, la Mesopotamia y la China, los cuales, como ocurre con el sistema maya, son auténticos jeroglíficos. Es decir, son típicos de aquellas sociedades-estados donde constituían un monopolio de los escribas y sacerdotes. En tales sistemas, un ideograma podía tener un valor tanto fonético como conceptual; podía contener signos fonéticos y hasta signos claves o determinativos con valores conceptuales exclusivamente, que no se pronunciaban. Knorosov se concentró enseguida en el “alfabeto” de Landa, argumentando que no se trataba de un alfabeto sino de un silabario. Un silabario en este caso, con32

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siste de un listado de signos que representan combinaciones de consonantes y vocales y no letras individuales. Landa registró cinco de “aquellas” letras como combinaciones de consonantes y vocales. Knorosov dijo que el signo señalado por Landa como perteneciente a la letra “l”, representaba en realidad a la sílaba “lu”. A pesar de que los enconados ataques contra los descubrimientos de Knorosov no se hicieron esperar, un grupo de lingüistas norteamericanos vio la lógica de esta novedosa aproximación y reaccionó de una manera menos hostil. El epigrafista David Kelley aceptó algunos de los hallazgos de su colega soviético y aplicó esta metodología a las inscripciones de Chichén Itzá, revelando al mundo el nombre de uno de sus más grandes caudillos: Kakupacal, que al español se traduce como “Escudo Feroz”. Fue un avance apabullante y la situación de la epigrafía maya cambió para siempre. La ópera magna de Knorosov, Pis´mennost´Indietsav Maiia (La escritura de los indígenas mayas) apareció en 1963. Se trata de un impresionante volumen que cubre todos los aspectos de la historia y la antropología maya, e incluye un catálogo de 50 glifos básicos con su pronunciación e interpretación. En 1967, Tatiana Proskouriakoff propuso, basada en Knorosov, que los datos de Piedras Negras registraban la historia humana y no solo asuntos religiosos y astronómicos como sostenían Thompson y sus adláteres. Mientras tanto, una nueva generación de epigrafistas mayas apareció en los Estados Unidos, Guatemala, Canadá y Europa, inspirada por la metodología knorovsiana. MARCO PUGA

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La vindicación final de Knorosov vendría en 1979, cuando en el marco de la conferencia titulada “Fonética en la Escritura Maya”, Lylle Campbell, una de las organizadoras del evento, declaró en el discurso de apertura: “Ningún lingüista maya que se precie de serlo, abriga duda alguna de que la hipótesis fonética fue originalmente estructurada por Yuri Knorosov. A partir de ese momento, la fama de Yuri Konorosov creció inconmensurablemente en el mundo académico. Sin embargo, el ilustra epigrafista tuvo que esperar veinte años más para que le llegara una invitación oficial para visitar, por primera vez en su agitada vida, el corazón de la tierra de los mayas. El gobierno soviético reaccionó con simpatía a la invitación de la primera dama guatemalteca, Raquel Blandón, y las visas de salida se materializaron. Knorosov y acompañantes aterrizaron en el aeropuerto internacional de La Aurora en la Navidad de 1990 y fueron bienvenidos con brazos abiertos. Pero pese a los nuevos vínculos diplomáticos de Guatemala con la Unión de repúblicas Socialistas Soviéticas, la guerra fría aun no había concluido. Después de visitar Tikal y Uaxactún y de recibir la Orden del Quetzal de manos del presidente Vinicio Cerezo, vino el traspaso del poder y asumió la presidencia el señor Jorge Serrano Elías. A mediados de enero, una voz anónima amenazó a Knorosov por la vía telefónica y le señaló un plazo de 72 horas para abandonar el territorio guatemalteco, so pena de ser asesinado. Los amigos del académico consiguieron esconderlo en un lugar seguro, mientras gestionaban la visa mexicana, la 34

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cual obtuvieron 15 días después. La demora se debió a que Knorosov viajaba con pasaporte oficial. Un día del mes de febrero, Knorosov volvió a pisar suelo soviético, vía México y Cuba. Y con el pesar de su frustrada visita falleció en 1999. La última paradoja: el hombre que devolvió la voz a los antiguos escribas del Mayab, ya no pudo volver a poner pie en los templos y palacios cuyos secretos le dieron el motivo que necesitaba para perseguir la clave del Mundo del Misterio Verde que un buen día tuvo el privilegio de descifrar. *Con datos de Michael D. Coe, Galina Yershova y del guatemalteco Guillermo Ovando.

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REPORTAJE

Un irlandés en la corte del Itzá En 1937, la revista Petén Itzá publicó un listado de jefes políticos, comandantes de armas, corregidores y gobernadores de este departamento desde 1826. Es un listado incompleto a juzgar por un artículo firmado por Robert Brunhouse en la fascinante colección de retratos publicada bajo el título de “En busca de los mayas, los primeros arqueólogos (Ballantine, tercera impresión, enero 1990)”. Junto a las semblanzas de Antonio del Rio, Guillermo Dupaix, Jean Frederic Waldeck, John Lloyd Stephens, Charles Etienne Brasseur de Bourbourg, Augustus Le Plongeon y Eduard H. Thompson, todos ellos pioneros de la arqueología maya, aparece la historia del señor Juan Galindo, un oscuro personaje que, gracias a las investigaciones de Ian Graham, sale ahora de las tinieblas para ocupar su lugar en la galería política del Petén.

DE SANGRE ESPAÑOLA John Galindo nació en Dublín, Irlanda, en 1802. Hijo de Filemón Galindo, actor de mediano talento del teatro de Bath y de Catherine Gough, de reconocida familia angloirlandesa venida a menos y cuyas premuras económicas la MARCO PUGA

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presionaron a buscar trabajo en las tablas. El apellido Galindo denota el origen ibérico de sus antepasados quienes, desde principios de 1700, habrían partido hacia las islas británicas en búsqueda de mejores horizontes. Filemón y Catherine se conocieron en 1790 y contrajeron matrimonio en 1801, cuando aquel frisaba los 31 años. Se sabe que Filemón fue un joven inestable. Se vio envuelto en amores con la actriz Sara Siddons, 17 años mayor que él, y una serie de escándalos de esa naturaleza perturbó la tranquilidad de su familia. Un manto de niebla recubre sus años mozos. Nada se sabe de su educación, salvo que aprendió francés y desarrolló ciertas habilidades como dibujante. Hay quienes aseguran que en 1818, recién cumplidos los 16 años, Juan se sumó a la expedición de Lord Cochrane, convertido comandante naval que luchó por la independencia de Chile. Lo más probable es que haya marchado a Jamaica donde un tío suyo tenía una plantación de azúcar. Allí vuelve a desaparecer hasta 1827, cuando viene a Centroamérica.

A V E N T U R E R O Y P O L ÍT IC O Poco después de su llegada a Guatemala su carrera política comienza a cobrar vuelo. Se aloja en la casa de John O¨Reilly, el cónsul británico, a quien sirve como secretario y traductor. Luego pasa a ocupar la superintendencia del Puerto de Itzapa y recibe los despachos de mayor del batallón de Honduras. En 1829 e une al ejército invasor del general Morazán y brinda decidido apoyo a la Federación Centroamericana.

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UN IRLANDÉS EN LA CORTE DEL ITZÁ

Por aquellos días revive la Sociedad Económica de Guatemala, entidad que lo contrata para traducir libros del inglés al español. En 1830 envía a Londres varias muestras de quina extraídas de las selvas del Petén, para determinar la calidad comercial del producto. En 1831 es nombrado gobernador del Petén donde descubre el enorme potencial de recursos naturales quela región posee. Por propia iniciativa realiza un viaje de exploración por el Usumacinta, donde se entera que hacia el occidente existen vestigios de ciudades antiquísimas. Viaja, pues, en aquella dirección y llega a Palenque en abril de ese mismo año. Este encuentro con los remanentes de la ciudad maya, produce en él un cambio repentino. Sus intereses ya no volverán a ser los mismos. Su atención se aleja de la economía para concentrarse en la arqueología. Ya no le importa el lucro personal; sueña más bien con el aplauso del mundo el cual intentará ganar mediante la revelación universal de las antiguas glorias mesoamericanas.

EXPLORADOR Y ARQUEÓLOGO En el entusiasmo de su primera incursión, Galindo compone una descripción de sus descubrimientos y envía el manuscrito a Europa. Un periódico londinense da cabida a sus reportes. Otro tanto hacen la Sociedad Geográfica de París, un periódico neoyorquino en lengua francesa y la Real Sociedad Geográfica. El reporte describe los edificios principales, su orientación y medidas, incluyendo un plano y varios dibujos de las decoraciones. Resaltan las figuras de estuco que dieron fama al sitio. Galindo pone en evidencia su esfuerzo por apartarse de toda consideración dogmática y no deja lugar a MARCO PUGA

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dudas sobre su pleno convencimiento de la superioridad de la civilización maya con respecto a las antiguas culturas del continente americano. Vale la pena enfatizar que pese al genuino interés que manifiesta por las ruinas, Galindo deja sin explorar los centros arqueológicos del Petèn, con excepción de la isla de Topoxté, en el lago Yaxhá donde lo deja maravillado “una torre de 45 pies completamente distinta de la torre de Palenque”. Considera que es de construcción más reciente puesto que “todavía conserva los marcos de las puertas y otras piezas de madera”. Con el objeto de impresionar a los ingleses sobre la naturaleza singuarde sus descubrimientos, envía una colección de artefactos a la Sociedad Real de Londres, en el otoño de 1831, hecho que quedará registrado e la revista Petén Itzá, un siglo más tarde. La muestra consiste de “4 jeroglíficos del Templo de las Inscripciones de Palenque, una vasija y varios bustos de mármol provenientes de Yaxhá”. Al parecer Galindo consigue un objetivo y en 1834, la revista de Arqueología publica los dibujos de la muestra así como una carta firmada por el propio gobernador.

L A M IS IÓ N S U IC ID A Antes de que pudiera profundizar más en sus excursiones, el gobierno vuelve a reclamar sus servicios. Se le encomienda la misión de traer a los Lacandones de vuelta al territorio petenero. Galindo logra establecer con ellos un acuerdo que resultará inútil. Por ello, cinco años más tarde, se vuelve a negociar un tratado distinto. A raíz de un ataque rebelde a la ciudad de Omoa, Honduras, Galindo es enviado a Belice para pedir ayuda a los 40

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ingleses ofreciéndoles a cambio varias concesiones comerciales. Pero vuelve a fracasar. Acosado por esta mala racha, se une al Ejército de Guatemala, captura el puerto de Trujillo y recibe una condecoración por sus servicios. Juan Galindo alcanza la cúspide de su carrera en 1834. Se le conceden vastas extensiones de tierras en el Petén, emprende una riesgosa misión diplomática en Inglaterra y se le permite abrazar de nuevo su verdadera pasión, la arqueología. El gobierno guatemalteco, efectivamente, le concede en usufructo un millón de acres en la zona oriental del Petén y parte de Belice con fines de colonización. El presidente Mariano Gálvez pretendía que Inglaterra reconociera los derechos de Guatemala sobre el territorio en disputa. Galindo, por supuesto, se percató perfectamente bien del juego y sabía que su misión consistía en convalidar el reclamo no solo por el honor de su país adoptivo sino también para compensar a la Nación por las riquezas que esperaba extraer de sus extensas concesiones. Así, Galindo celebró el reto y lo abordó con entusiasmo. Pero cometió un error de cálculo que echaría por tierra sus sueños de grandeza. En sus días con O´Reilly, oyó decir a este funcionario que Inglaterra tenía intenciones de reconocer los derechos de Guatemala sobre una parte de Belice. Muy confiado, Galindo se dirigió a Belice donde se topó con la negativa rotunda de los ingleses. Con ingenuidad pensó que se trataba de pura ignorancia de la oficialidad británica y por tanto el asunto debía ser tratado directamente en el “Foreign Office” en Londres. Acto seguido partió y con grandes expectativas.

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PERIODISMO PETENERO

L A P É R F ID A A L B IÓ N A su arribo en Londres, Galindo habría de encontrar una atmósfera hostil en los medios diplomáticos. Esto se debió a que el nuevo cónsul británico en Guatemala, el señor Frederick Chatfield habiendo desarrollado un odio irracional hacia Galindo y tras colectar toda la información adversa que pudo contra él, la había hecho llegar a la oficina de relaciones exteriores de Londres. Aquellas cartas habrían de jugar un papel preponderante en el desplome de la imagen de Galindo sobre todo en esfera diplomática. Muy seguro de sí, Galindo dio inicio a su viaje en enero de 1835. A sabiendas de que los estados Unidos estaban interesados en la construcción de un canal interoceánico o de una línea férrea que atravesara el istmo, se detuvo en Washington para negociar el apoyo gringo para el establecimiento de una nueva frontera contra los avances ingleses. Por supuesto, jamás logró siquiera un punto a su favor. Al llegar a Nueva York en mayo, puso al corriente al Secretado de Estado Forsyth acerca de su misión. El 25 de junio Forsyth le concedió una entrevista, pero tomó todas las precauciones del caso y así consignó en la agenda que solamente se tratarían los asuntos relacionados con una ruta a través de Honduras. Galindo le hizo llegar un legajo con el proyecto centroamericano y otros documentos relacionados con la controversia guatemalteca por Belice. Después de hacerlos traducir debidamente, Forsyth devolvió los originales con una nota nada comprometedora. Y después de la entrevista, Galindo zarpó rumbo a Londres con las manos vacías.

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En Inglaterra le esperaba la mayor de las decepciones. Tras encontrarse con Lord Palmerston en varias ocasiones no oficiales, Galindo finalmente se dio cuenta que Inglaterra no tenía la más mínima intención de abandonar sus dominios de Belice. Decepcionado escribió una diatriba contra Inglaterra y la hizo llegar a la cancillería guatemalteca. Copia de su reporte retornó muy pronto a Londres y Palmerston, enterado de que se había suscitado una general animadversión contra el propio Galindo, aceptò concederle a éste una última entrevista para asestarle el tiro de gracia. A saber, por haber nacido británico, Galindo no podía representar a una “potencia extranjera” (el entrecomillado es nuestro). Esta interpretación sugerida por Chatfield, marcó el final de su carrera diplomática.

L O S Ú L T IM O S D ÍA S Abrumado porque la poderosa Inglaterra le había coartado su intento de reclutar colonos para traerlos al Petén, Galindo volvió a Guatemala en 1836. Para entonces eñ panorama político había cambiado drásticamente y le fue imposible encontrar en el nuevo Gobierno el apoyo que antes le habían brindado Gálvez y Morazán. Chatfield aseguró a su Gobierno que Galindo había procreado un hijo con una petenera, pero no existe evidencia alguna al respecto. Desesperado, Galindo intenta en 1839 avivar los ánimos contra Inglaterra pero ya nadie le hace caso. Se enrola en lo que queda de las fuerzas de la Federación, bajo el mando del liberal Trinidad Cabañas, quien intenta restablecer el régimen de Morazán en Honduras. En enero de 1840 son derrotados por una fuerza combinada de Honduras y MARCO PUGA

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PERIODISMO PETENERO

Nicaragua, cerca de Tegucigalpa y Galindo cae asesinado en un intento de fuga. Aparte del oportunismo político que marcó su carrera en el istmo, Galindo, como americanista aficionado, hizo una modesta contribución en un intento por que las antigüedades de Mesoamérica fueran examinadas con mayor detenimiento por los académicos de aquella época. Sus manuscritos sobre Palenque, Copán y Topoxté, así como una serie de mapas y dibujos debidos a su pluma se encuentran en la Biblioteca Nacional de París, donde atrajeron la atención de dos estudiosos, a saber, E.T. Hamy en 1880 e Ian Graham hacia principios de 1970. El arqueólogo escocés Graham compiló los datos más importantes que integran el cuerpo de este artículo y entregó el original de su trabajo a Robert Brunhouse, en calidad de préstamo, quien lo plagió íntegramente y lo dio a la estampa en 1973, si otorgarle los créditos que aquél merece. Como señaláramos al principio, en la nómina de la revista Petén Itzá número 1, del 1937, aparece que en 1830 fungía como gobernador del Petén el señor Cleto Ordóñez. Según esta fuente su sucesor habría sido Manuel Ozaeta, otro personaje no menos pintoresco, quien asume en 1839. Gracias, pues, a la acuciosidad del señor Graham, se ha llenado otro vacío en la fascinante y poco conocida historia del Petén.

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REPORTAJE

Una nueva visión de los antiguos mayas U N A V E Z S U P E R A D O E L M IT O D E U N A ID ÍL IC A S O C IE D A D D IR IG ID A P O R A F A B L E S R E Y E SSACERDOTES, LOS NUEVOS EXPLORADORES ENSAMBLAN AHORA EL ROMPECABEZAS DE U N A C IV IL IZ A C IÓ N V E R D A D E R A M E N T E C O M PLEJA Las inscripciones tratan primordialmente sobre cronología, astronomía y asuntos religiosos… No cuentan historias de conquistas reales o de ogros imperiales… son tan impersonales, que hasta resulta probable que ningún glifo individualizando a hombre o mujer específicos, fuera alguna vez grabado sobre los monumentos mayas. Sylvanus Morley (los Antiguos Mayas, 1948) Cuando la revista Petén Itzá vio por por primera vez la luz pública un 14 de febrero de 1937, el Mundo Maya presentaba un rostro muy distinto al de hoy. Los mayistas de MARCO PUGA

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mayor renombre en aquellos días eran dos exploradores muy conocidos en la isla de Flores, Sylvanus Griswold Morley y J. Eric S.Thompson, cuyas hipótesis predominaban en los estudios arqueológicos incipientes de la época. Las mayorías de los mayas, creían ellos, eran campesinos devotos que practicaban una agricultura de corte y quema, radicados en pequeños pueblos dispersos en las periferias de los grandes templos. Bajo la guía de reyes-sacerdotes de carácter gentil y desprovistos de ego, se dedicaban a orar y a construir templos. Esta visión utópica de la civilización maya siguió vigente hasta que una nueva generación de exploradores asumió el relevo en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. A diferencia de sus predecesores preocupados solo en descubrir templos y tumbas, los arqueólogos de la posguerra se enfocaron en la forma de vida de la gente común, aquella que sobrellevó la carga de edificar los grandes sitios. El señor José Antonio Ortiz Contreras recuerda que fue a principios de 1950 cuando las Universidades de Tulane, Harvard y Pennsylvania, emprendieron la tarea sistemática de cartografiar diversos sitios, entre estos, el de Tikal. “El resultado fue la revelación de miles de pequeñas estructuras que rodeaban los complejos piramidales, cosa que demostraba que las ciudades mayas eran metrópolis bulliciosas y agitadas, y no centros ceremoniales vacíos, reservados para la clase sacerdotal”. A raíz del desciframiento gradual de los jeroglíficos, que comenzó en 1960 gracias al trabajo pionero de Tatiana Proskouriakoff y del epígrafo de origen ruso, Yuri Knorosov, como si tratara de un castillo de arena, la idea de una 46

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sociedad mística y espiritual de los antiguos mayas, comenzó a derrumbarse. Y a pesar de que la descodificación de las inscripciones mayas dista mucho de haber terminado, el arqueólogo Rolando Torres, del Centro Universitario del Petén, estima que el 60% de los jeroglíficos se pueden leer con algún grado de certeza. Conocemos, dice, los nombres de los personajes que fueron responsables de haber erigido los grandes edificios, así como los de aquellos enterrados en las tumbas reservadas a la realeza. Las inscripciones dejan claramente establecido que los gobernantes no se dedicaban a materias esotéricas ni a llevar registros calendáricos, sino a actividades que perseguían

su

engrandecimiento

personal.

Como

buenos

ególatras, guerreaban sin descanso, capturaban y sacrificaban prisioneros como medio seguro para incrementar su propio prestigio. Analizando los patrones de asentamientos humanos, los arqueólogos estiman que en el año 600 d.C., la población alcanzó una densidad de 600 almas por kilómetro cuadrado, en un área de 36,000 kms. cuadrados que abarcaban el norte del Petén y las regiones adyacentes de México y Belice. Se trata de una cifra exorbitante solo comparable con el de las zonas rurales más populosas de la China actual. La agricultura de corte y quema sería insuficiente para sostener multitudes de tal magnitud. Los mayas debieron volcarse a desarrollar técnicas agrícolas alternativas habilitando cerros (por medio de la preparación de terrazas) y de humedales, La combinación de técnicas empleadas es aun materia de debate.

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La explosión demográfica requiere también de una interpretación adecuada en el marco del colapso maya del siglo IX. En 750 d.C. la población maya llegó a su apogeo. Pero en las décadas siguientes decreció. Cien años después, en 850, las dos terceras partes había abandonado las tierras bajas y en 1100, el resto había desaparecido. Sería ingenuo atribuir la hecatombe a una sola causa. Lo más probable es que el crecimiento ininterrumpido de la población, orillara a los mayas a una situación tan peligrosa al extremo de que cualquier desastre (como sequías, erosión del suelo o disturbios sociales) pudiera acelerar el declive. Un sector de esta disciplina se ha venido concentrando en el estudio de las capas no elitistas de la sociedad maya, Y así concluye estimando que hasta un 90% de a población estuviera dedicada a algún tipo de producción agrícola, aunque también existen evidencias de actividades especializadas como el caso de la producción de cerámica, labor que estaría encomendada a las clases medias. Los trabajos más interesantes se refieren a la organización política de los mayas, cuyos avances derivan del desciframiento de los textos jeroglíficos. En 1970 se solía pensar que solo unas pocas ciudades servían como centro de estados regionales. Una década más tarde, en 1980, los académicos consideraban a los grandes centros como ciudadesestado, con límites territoriales de control político. Algunos dicen haber descubierto vínculos jerárquicos entre gobernantes de diferentes ciudades. Para ellos la historia del Período

Clásico

está

marcada

por

la

desenfrenada

competencia entre dos superpotencias, Tikal y Calakmul. Esta última era un sitio extenso, ahora en territorio mexi48

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cano muy cerca de la frontera con Guatemala. Como resultado de una estrategia muy bien concebida, Calakmul consiguió celebrar numerosas alianzas en los siglos VI y VII, y una vez fortalecida con estas adiciones, atacó Tikal y diezmó severamente su poderío. Y no fue sino hasta llegado el año 682, que el denominado Gobernante A (hijo del rey de Tikal sacrificado durante la última invasión) asumió e trono de Tikal y emprendió su reconstrucción. La mayor hazaña del Gobernante A fue la captura y sacrificio del rey de Calakmul, y la construcción de los templos de la plaza mayor. La desaparecida Linda Schele se distinguió por su apasionado esfuerzo de popularizar los resultados del desciframiento de los jeroglíficos. De una manera vívida y emotiva, Shele relató de una forma inusual la concepción que los mayas tenían del mundo y de la vida. En su libro titulado “Códice de Reyes”, recrea el funeral de Pakal, cuya tumba en el Templo de las Inscripciones de Palenque, es el más famoso de los entierros mayas. Schele enfocó sus estudios sobre os aspectos ideológicos que consideró fundamentales para la cohesión de los pueblos mayas. Algunos investigadores han adoptado una visión más materialista relacionada con los gobernantes mayas. La ideología, dicen, era manipulable y se la podía ajustar a los objetivos de los poderosos hasta el punto de la “persuasión forzosa” por medio de las armas. La guerra fue un fenómeno común en el Período Clásico y tenía como corolario la captura y sacrificio de prisioneros pero en un ambiente de fanfarria. Mas, ¿eran los sacrificios la razón principal de aquellas guerras? ¿o se trataba más bien del envoltorio ceremonial que servía para ocultar otros motivos más terrenaMARCO PUGA

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PERIODISMO PETENERO

les como el acopio de tributos y las ampliaciones territoriales? A lo mejor la guerra perseguía una combinación de ambos. A pesar de los enormes avances registrados en las páginas de la revista Petén Itzá, en los últimos 75 años, persiste aun la inquietud generada por un cúmulo de preguntas sin respuesta. Un cuadro más completo sobre la visión de la cultura maya, reclamaría una explicación satisfactoria a cuestiones tales como estas: ¿De qué manera se integraban al entramado social, las gentes comunes que proveían de alimentos a las clases altas y aportaban la mano de obra necesaria para realizar las grandes obras? ¿Cómo ejercían el dominio de la tierra? ¿Era por un sistema de tenencia privada o familiar o comunitaria? ¿Y qué decir de la vida religiosa de la gente común? Es un hecho que hasta en las comunidades más pequeñas había templos piramidales coronados por estructuras religiosas de carácter temporal. ¿Eran las ceremonias que allí se celebraban, un reflejo a escala de las que tenían lugar en los grandes templos? ¿O había cultos reservados para los más pobres? ¿Era gente noble la que conducía las ceremonias o enviaban a “sacerdotes parroquiales” entrenados para ejecutar ritos que requerían de algún tipo de ordenación? El meollo del problema estriba en comprender hasta qué punto la vida de las mayorías estaba separada de las clases altas. Ya no resulta provechoso examinar cada sitio en forma aislada. Más allá de las grandes urbes hay cientos de sitios y extensas vecindades de tamaño intermedio entre un sitio y otro, que cuentan con templos y palacios de piedra cuya construcción implicó inversiones considerables de mano de 50

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obra, pero que carecen de inscripciones que nos pudieran revelar los nexos que los comunicaban con los grandes gobernantes. ¿Pertenecían los administradores de estos sitios a la élite gobernante? De ser así, ¿quiénes eran? ¿Acaso miembros de las grandes familias reales… hijos y sobrinos privilegiados con concesiones apartadas? ¿O se trataba de señores de la localidad que gobernaban territorios otrora pertenecientes a sus familias, mucho antes de que los poderosos accedieran al poder? Sabemos por las inscripciones que las familias gobernantes se relacionaban casándose y peleándose entre sí. Y si existían alianzas

y rivalidades

remotas, ¿cómo funcionaban? ¿Qué tan fuertes eran las superpotencias como Calakmul, Caracol y Tikal? Los textos sugieren que los gobernantes aliados reconocían la autoridad de los grandes centros hegemónicos, ¿pero qué tanto dependían de éstos? Las respuestas seguramente saldrán a luz en los próximos 75 años, conforme los investigadores, con intereses y herramientas diferentes penetren en nuevos ámbitos del misterio maya. Por ahora, los sitios mayas, salvo en época de crisis o por desastres provocados a propósito, atraen a cientos de miles de turistas. Nuevas rutas nos comunican con sitios antes inaccesibles, como La Corona y Cancuén. En tanto que las nuevas vías despiertan preocupación debido a su innegable impacto ambiental, podemos afirmar que el turismo es menos dañino que los métodos de corte y quema de la agricultura y ganadería tradicionales. No obstante el colapso de los mayas clásicos, a la luz de la devastación que hoy día sufre la selva maya, es un ejemplo del precio que hay que pagar por os abusos que se cometen contra e ambiente. MARCO PUGA

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Ojal谩 y os encargados de resguardar lo que aun nos queda de la selva tropical, aprendan la lecci贸n que en carne propia padecieron estos pueblos antiguos.

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REPORTAJE

Superestados mayas ¿ C Ó M O C O M P E T ÍA N L O S R E IN O S P O D E R O S O S PARA MANTENER BAJO CONTROL A LOS H A B IT A N T E S D E L A S T IE R R A S B A J A S M A Y A S D U R A N T E E L P E R ÍO D O C L Á S IC O ? Resplandeciente en pieles de jaguar, penachos de quetzal y cascos moldeados en formas fantásticas, los guerreros mayas salen rumbo a la batalla durante un día a menudo ordenado por la posición de Venus en el cielo crepuscular. Conducidos por gobernantes ataviados como dioses, buscan capturar y sacrificar a sus enemigos en una nueva promulgación de sus mitos sagrados. Según muchos eruditos, tales creencias religiosas motivaron las guerras mayas, La más reciente investigación epigráfica sugiere que muy poca atención se ha venido dedicando a objetivos más prácticos, como que las guerras también fueron desatadas para conquistar y controlar reinos rivales. La primera pista para comprender la organización política del Período Clásico apareció en 1958 cuando el mayista Heinrich Berlín identificó lo que él dio en llamar glifos emMARCO PUGA

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blema. Encontrados en inscripciones a lo largo y ancho de las tierras bajas del su, estos glifos consisten de un signo principal, por lo general colocado en la lado inferior derecho, conectado con dos elementos más pequeños. Berlín notó que mientras los elementos más pequeños permanecían relativamente constantes, el signo principal cambiaba de sitio en sitio. El glifo emblema de Tikal contiene un elemento principal que representa un nudo de cabello, mientras que e de Palenque se basa en un hueso altamente estilizado. Berlín propuso que los signos principales identificaban a ciudades individuales, sus dinastías dirigentes, o a los territorios que ellos controlaban. Entre los descubrimientos más interesantes de Berlín estaban cuatro glifos emblema que correspondían a Copán, Tikal, Palenque y a una ciudad desconocida representada por la cabeza de una serpiente agrupados en una inscripción de la Estela A de Copán. Nuevos desarrollos sugirieron que estas ciudades fueron las capitales de cuatro estados grandes y poderosos, cada uno de ellos alineado con uno de los puntos cardinales, y a pesar de que muchos estados pequeños tenían sus propios glifos emblema, las inscripciones parecen indicar que no se trataba de entidades independientes sino de provincias adscritas a un estado más poderoso. No obstante, los estudios arqueológicos más recientes, en especial los que provienen del desciframiento de los jeroglíficos, ofrecen un panorama distinto. Ahora se sabe que los glifos emblema representan los títulos de los reyes mayas y los describen como personajes de origen divino. Un diagrama que recopila los distintos glifos emblema, elabo-

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SUPERESTADOS MAYAS

rado por la Universidad de Calgary, revela que en las tierras bajas coexistían 40 reinos diferentes. Los glifos emblema parecen demostrar que era práctica común que los reyes mayas reclamaran un rango político similar, sin importar la dimensión de sus ciudades. Esto lleva a los eruditos a pensar que los reinos mayas, aun los más portentosos como Tikal o Palenque, eran entidades inestables regidas por gobernantes importantes desde el punto de vista ritual, pero políticamente débiles. Esta visión es compatible con la interpretación de las guerras como actividades en pequeña escala y con fines predominantemente rituales. Las inscripciones que perduran hasta el día de hoy parecen confirmar esta hipótesis puesto que nunca registraron alguna conquista que permitiera la absorción de un estado por otro, lo que nos permite pensar que los estados mayas eran demasiado débiles como para involucrarse en una guerra de expansión territorial. Con todo, estas reconstrucciones son insuficientes para explicar por qué algunas ciudades son más grandes que las demás. ¿En qué sentido podían ser igualitarias estas unidades tan dispares? La idea de que la autoridad central fuera inefectiva encuentra su más contunden contradicción en la dimensión de las obras públicas: masivas construcciones piramidales, murallas defensivas de varios kilómetros de extensión, y una intrincada red de calzadas y carreteras, que demandaron un trabajo centralizado en su planificación y en el control de la fuerza laboral. Pero quizá la evidencia más apabullante del nivel que los mayas alcanzaron en su sistema de organización política proviene de la nueva in-

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formación descubierta en los datos jeroglíficos por mucho tiempo inadvertidos. Las relaciones entre subordinados y superiores en el marco de un reino determinado se expresaban en términos posesivos. De ahí que sahal, el término con que se designaba a un oficial del rey, se conjugaba en u-sahal que significa “el sahal de”, Los glifos también nos revelan que la misma relación de subordinación existía entre reyes de estados diferentes, donde el rango más alto de ahaw, “señor” o “gobernante”, mediante la adición del prefijo y, se convierte en y-ahaw que significa “l señor de “, o sea su vasallo. Otras evidencias parecidas aparecen en aquellos pasajes que registran la ascensión de los reyes. Algunas expresiones contienen frases secundarias aportando el nombre glifo emblema de un gobernante extranjero. Dicha frase es introducida por una cláusula que muchos epígrafos traducen como “bajo los auspicios de”, aunque la traducción más aceptable sería u-kahiy, que literalmente quiere decir “fue hecho por él”. Si se combinan estas frases con textos del Período Clásico que documentan otras formas de intercambios diplomáticos como visitas, obsequios, actividades conjuntas y hasta matrimonios, se establece que los contactos jerárquicos formaban parte de las relaciones que se remontaban a varios períodos generacionales. Algunas naciones aparecen más dominantes que otras y dan la impresión de haber manipulado a las más débiles. Este análisis se basa en aquellas inscripciones que describen conflictos. Son raros los registros relativos a las guerras desatadas entre estados que mantuvieron nexos políticos. 56

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Los aliados solían adoptar como enemigos a los adversarios del estado al que rendían vasallaje. Estos patrones apuntan hacia la existencia de una agrupación de estados durante el Período Clásico, entre los años 600 y 900, que no compartían el poder en condiciones igualitarias. Debido a su tamaño y al grado de riqueza arquitectónica alcanzada, ciertas ciudades como Palenque, Copán y Toniná, eran reputadas como fuerzas dominantes. En las riveras del rio Usumacinta que divide a México y Guatemala, la situación política aparecía aun más complicada. Los registros jeroglíficos e iconográficos sugieren que Piedras Negras detentaba el poder hegemónico y mantenía subyugados a los estados vecinos incluyendo a Yaxchilán. Las inscripciones del área contienen referencias a otras ciudades grandes en el Petén, donde se asentaban poblaciones y reinos más influyentes. Tikal emergió como uno de los grandes centros de poder durante el Período Clásico Temprano (300 – 600 d.C.). Las inscripciones de esta época se concentran en aspectos cronológicos y genealógicos y casi nada dicen de los asuntos políticos. Las relaciones entre sitios tales como Bejucal y Motul de San José indican que otros reinos cercanos mantenían relaciones estrechas con Tikal y Uaxactún. Las inscripciones en la Estela 6 y el Altar 21 en Caracol, Belice, evidencian que la influencia de Tikal en ese mismo período, se extendían allende el territorio del Petén, y que en 553 ascendió al trono de Caracol el rey Yajaw Te´K´inich, bajo la advocación del gobernante de Tikal. En los años siguientes, sin embargo, las relaciones entre ambas naciones se desintegraron. El MARCO PUGA

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Altar 21 registra el conflicto entre ellos, posiblemente un ataque contra Caracol en 556, y la derrota de Tikal en 562, por otro reino cuyo nombre permanece ilegible. En los siguientes 130 años no hubo en Tikal ninguna erección de monumentos fechados, pero las inscripciones de otros sitios de la región hablan del aislamiento diplomático y del estado de guerra en que mantuvo con cada uno de los estados vecinos, sin excepción, todos los cuales eran aliados o vasallos del reino de Calakmul. Descubierta en 1931, en la selva tropical lluviosa del sur de Campeche, México, Calakmul sigue siendo el sitio más remoto y menos visitado del Mundo Maya. Las excavaciones conducidas por la Universidad Autónoma de Campeche y por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, han revelado los restos de una gran metrópoli. Con más de 6000 estructuras, es impresionante la concentración que tiene de edificios palaciegos y de reservorios artificiales, Aunque sus monumentos están severamente erosionados, conserva 115 estelas, sobrepasando a cualquier otro sitio maya de su categoría. Sele asocia con el glifo emblema que representa la cabeza de una serpiente. Calakmul adquiere notoriedad en los registros jeroglíficos, al final del Período Clásico Temprano, cuando en 546 d.C., un gobernante del Naranjo accedió al trono “por obra de” un rey de Calakmul. Esta relación, sin embargo, cayó en deterioro en 631, cuando Calakmul se alió con Caracol para derrotar al Naranjo. Calakmul atacó a Palenque en dos ocasiones, la primera en 599 y luego en 611, para o cual tuvo que desarrollar una campaña extensa que abarcaba unos 225 kilómetros de 58

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distancia. Muchas de las maniobras políticas de Calakmul parecen haber estado dirigidas contra Tikal, a la que atacó en 657. Su influencia sobre las tierras bajas estaría demostrada por su implicación en la ascensión de dos gobernantes del lejano reino de Cancuén en 656 y 677 y de dos reyes de El Perú en fechas desconocidas. Debido a la utilización de las expresiones y-ahaw, los expertos deducen que los gobernantes de Calakmul controlaban a Malah Ka´an K´awil, el gobernante I de Dos Pilas, alrededor del 68, y a su nieto Ardía Humeante, rey del Naranjo, a partir del año 693. Tenía nexos con caracol ny Dos Pilas y establecieron alianzas matrimoniales con El Perú, Yaxchilán y Naachtún. También participaban en rituales asociados con la designación de herederos en Dos Pilas –emparentados con la familia real de Tikal- y probablemente en Yaxchilán. Existen indicios de que as autoridades de Piedras Negras rendían cuentas a las de Calakmul y una frase de difícil traducción fechada en 51 podría referirse a relaciones del tipo y-ahaw entre los dos estados. Ya mediado el siglo VII, Calakmul se convirtió en el reino hegemónico de las tierras bajas de los mayas y centro neurálgico de una extensa red de estados afiliados y de vasallos. A pesar de su preeminencia, fue incapaz de someter alguna vez a su gran rival, Tikal, cuyo nuevo rey Hasaw Ka´an K´awil, le asestaría e breve, un golpe crucial. De acuerdo con una inscripción en el dintel del Templo I, Tikal derrotó a Calakmul el 5 de agosto de 695 y probablemente capturó y ejecutó a su rey, el gran Garra de Jaguar. Enseguida Tikal atacó con éxito a los dos aliados más cercanos a MARCO PUGA

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Calakmul, El Perú en 73ny el Naranjo el año siguiente. A modo de celebración, Tikal se embarcó en un programa centenario de construcciones monumentales que dio como resultado la grandiosa arquitectura que podemos apreciar hasta el día de hoy. A pesar de esta resurreccción y rejuvenecimiento de Tikal, los días de los superestados y de las grandes agrupaciones políticas estaban contados. Los intercambios diplomáticos entre los grandes centros desaparecen de los registros escritos a mitad del siglo VIII. Significativamente el declive de estas redes constituye el primer signo de un resquebrajamiento político de amplio espectro y los otrora estados dóciles y silenciosos comienzan a imponer sus propias dinastías a consecuencia de lo cual las guerras se intensifican. En el siguiente siglo, la desintegración política y una creciente presión contra el medio ambiente, junto a los fenómenos de sobrepoblación, disminución de recursos y una posible sequía, aceleran el colapso de la Clásica Civilización Maya en las tierras bajas. El cuadro emergente no se corresponde con el de una administración centralizada de estados regionales, ni con un vacío político poblado por estados débiles. Más bien parecería que un puñado de reinos fuertes sujetaban a otros reinos menores diseminados en su área de influencia inmediata, un sistema típico de la antigua Mesoamérica. Los reinos mayas nunca consiguieron alcanzar el grado de centralización desarrollado por el imperio Azteca del siglo XV, pero su estructura y sus estrategias políticas revelan un paralelismo interesante. El imperio Azteca consistía 60

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de una confederación más o menos disoluta de reinos subyugados. Sus conquistas no eran consolidadas por una ocupación militar o administradas desde Tecnochtitlán. Los gobernantes locales eran reinstalados en sus puestos y se les permitía seguir gobernando sin mayores interferencias. Sus sucesores eran confirmados en sus cargos por el emperador Azteca en ceremonias que recuerdan a los eventos del ukahiy del Período Clásico Maya. La consecuencia más importante de toda conquista Azteca era de orden económico a través del pago de tributos, y de orden político a través de la transformación de los líderes locales en vasallos del emperador. Una vez que su poderío quedaba demostrado, los Aztecas procedía a intimidar a otros estados persuadiéndolos de someterse bajo su dominio sin tener que utilizar la fuerza. Los académicos sospecha que los mayas clásicos siguieron el mismo patrón: un complejo entramado de señoríos y vasallajes, de vínculos de realeza y un sistema de obligaciones, donde los fuertes se imponían para dominar a los débiles.

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NOTAS

En busca del Sitio Q En febrero de 1996, el ambientalista Santiago Billy descubrió por casualidad un sitio arqueológico cercano a un tributario del rio San Pedro. Billy conducía a u grupo de observadores de aves que exploraban nidos de guacamayas. Sin pérdida de tiempo Ian Graham y David Stuart del Museo de Arqueología de la Universidad de Harvard, viajaron allí para cartografiar el área y documentar las inscripciones que pudieran ser halladas. El sitio había sido saqueado por los depredadores de piezas mayas y debido a que predominaban cinco edificios en fila que remedaban la imagen de una diadema, Graham y Stuart la bautizaron con el nombre de La Corona. Los académicos encontraron claras referencias a un personaje identificado como “Gran Pavo”, un jugador de pelota mencionado en un panel labrado que se encuentra en el Museo de Arte de Chicago. Se desconoce de donde provino el mencionado panel, pero parece formar parte de otros monumentos similares que se conservan en diversas colecciones americanas y europeas. En algunos de esos paneles está esculpido el glifo emblema que representa una cabeza MARCO PUGA

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de serpiente y los textos que comienzan en varios de ellos continúan en otros paneles del mismo conjunto. El epígrafo Peter Mathews denominó el sitio de origen de estos paneles con la letra Q que simboliza la interrogante “Qué”. También sostienen los expertos que las inscripciones de La Corona contienen claras referencias a los eventos políticos de la ciudad identificada con el glifo emblema de la cabeza de serpiente. El mismo glifo aparece repetidas veces en Calakmul, unos 60 kilómetros al norte de La Corona, en territorio de Campeche, México. Muchos epígrafos concuerdan en que Calakmul es el sitio identificado con el gifo emblema cabeza de serpiente, debido a que las inscripciones allí lo muestran como una entidad soberana, en tanto que en otros sitios de las tierras bajas mayas, lo identifican como una potencia extranjera. Calakmul, sin embargo, ha sido explorada intensamente y no existen indicios de que hayan existido allí paneles del tamaño de los extraídos del sitio Q. Es por ello que los mayistas piensan que La Corona podría ser el sitio Q, pero hasta el momento no se han hallado evidencias conclusivas.

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NOTAS

La última estela descubierta en Tikal Una estela que representa el retrato de K´an Ak, el doceavo gobernante de Tikal, ha sido el más reciente descubrimiento de este clásico sitio arqueológico en más de cuarenta años. Desenterrada en la Acrópolis del Norte, el monumento muestra al rey sosteniendo un cetro en forma de serpiente, signo distinto del poder, y tiene a sus costados las efigies de su padre y de su abuelo. Las figuras aparecen acompañadas por un texto jeroglífico severamente erosionado que contiene 90 glifos que comienzan con una dedicatoria fechada el 20 de junio del año 468 d.C. y describen los eventos más sobresalientes en la vida de K´an Ak, incluyendo su acceso al trono el 2 de agosto de 458, 15 días después del enterramiento de su padre Sian Ka´an (Cielo Tormentoso). Según el epígrafo guatemalteco Federico Fahsen, el monumento conocido como Estela 40, parece haber sido tallado por el mismo escultor que erigió la conocida Estela 31 que muestra la figura de Sian Ka´an. “Mientras el texto MARCO PUGA

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de a Estela 40 carece de los finos detalles de la Estela 31, las figuras talladas son extraordinarias ha dicho e señor Fahsen. El monumento fue encontrado por un equipo de excavadores encabezado por Juan Antonio Valdés, entonces Director del Instituto de Antropología e Historia de Guatemala. La Estela 40 puede ser apreciada en el Parque Nacional Tikal.

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VIÑETAS

Los Uuáas Llovía recio la tarde que Belarmino murió. Tronaban los pobres techos de zinc bajo el embate del diluvio y el ventarrón helado se colaba bravo por las rendijas apagando las velas que Emiliano, necio, volvía a encender. Solo Emiliano y Pedro, su sobrino, nos acompañaban en aquella hora de pesar. A media noche pasó la tempestad. Las calles quedaron sumidas en un silencio de sepulcro. Salimos por provisiones creyendo que otros vendrían al velorio, pero nadie quiso abrir. Más o menos a las dos oímos claritos los pasos de un grupo que subía por el callejón de don Tirso. Son los Uuáas que vienen de Cobán, dijo Pedro. Y fue corriendo a ver que le vendieran café. Volvió pálido y frío. Un raro espasmo lo sacudía con violencia. Son ellos otra vez, dijo Felicitas, y con su mantilla le enjugó el sudor que le anegaba la frente. Le colgó un escapulario y le hizo beber de una jícara con agua de brazas, que según dicen, es buen remedio para aliviar del espanto. Clareaba cuando lo contó. Poco antes de llegar a la casa de doña Tula les había dado alcance. Vestían cotones. CaMARCO PUGA

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minaban despacio rumbo al templo, balbuciendo muy quedo como hacen los monjes cuando van en procesión. ¿Traen café? Por vida suya, véndanme algo de café. Hay un difunto en casa y la noche todavía no se va. El que iba de último se detuvo. Dio vuelta echando atrás la capucha. La luna iluminó difusa aquél rostro descarnado y desde el abismo de sus cuencas dos ojos vidriosos se le clavaron tan hondo que jamás los pudo olvidar.

Bajo el almendro ¿Te vas a dar algo Tirso? ¿Algo… como qué? Un par de pomos digo yo. Ahorita no tengo tiempo. ¿Y por qué no? Porque ya me voy a mi finca. ¡Finca! ¡Un medio afriate que tenés, con una mata de chile que ni pica!

Para morir de risa Sí, confirmó el cronista, prendiendo la Mont Blanc del bolsillo de la camisa. Este es el país de los grandes contrastes. Mire usted si no: mientras la loba de Italia se enseñorea sobre las plazas del Centro Cívico, en pleno corazón de la ciudad, al valiente Tecún, héroe máximo, lo relegan al zoo68

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PARA MORIR DE RISA

lógico. Como este, prosiguió, dando los últimos toques a la rosa roja que llevaba en la solapa, hay mil y un ejemplos que corroboran la regla, mas baste para muestra un botón. Salgo yo del “Decano” y me topo con la infausta noticia. Acaban de fallecer dos campeones; el de lucha libre Máscara Nergra, y el de las letras nacionales, Virgilio Rodríguez Macal. El primero arrebata por tres días los títulares y las secciones deportivas. El segundo, laureado novelista, ni jota. Una esquela, una gacetilla, nada. Se celebran las exequias. Ambos serán inhumados en el camposanto al final de la calle 20, por entonces no había más. Y aquí viene la mera decepción. Por un lado, miles de fans se vuelcan a las calles en manifestación de duelo. Visten de luto riguroso y se disputan el honor de tocar por última vez la caja de Máscara Negra. El soberano llora a moco tendido la partida del rudo charro. No hay en cambio, uno solo de los viejos y caros lectores para cargar en hombros la urna del insigne. Y así, el carro funerario enfila lento hasta el pie de una fosa olvidada. Los parientes más cercanos unen fuerzas y depositan los restos ensu última morada. Afuera quedan también sepultos en la ignorancia y el olvido, los lagos sagrados y los altos guayacanes que Virgilio tanto amó.

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ENTREVISTA

Historia de un desencanto Cuatro meses antes de su muerte, el distinguido escritor petenero, don Alejandro Martínez H., aceptó concederme, en su casa de la ciudad de Guatemala, una entrevista que –cosas del destino- habría de ser la última de su fructífera carrera. Fue, como era el caso, una conversación en profundidad.* Pese al estado delicado de su salud, que restaba vitalidad a su voz, don Alejandro intuyó la importancia de aquel ejercicio y decidió llevarlo adelante con el objetivo de dejar para la posteridad su visión acerca de una etapa particularmente oscura de nuestra historia contemporánea. Durante las dos horas que duró el encentro, estuvo con nosotros su esposa, doña Chevita, cuya aportación resulto muy significativa por cuanto que sus breves intervenciones sirvieron al entrevistado como una especie de aide memoire, valiosa auxiliar que le permitió clarificar sus recuerdos y conceptos. *La entrevista quedó grabada en audio cassette, pero al caer en desuso este soporte fue depositado en los archivos

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de Radio Tikal, donde, debido a la humedad propia del clima del Petén, sufrió un deterioro irreversible. Procedo ahora a transcribir la parte medular de la grabación. -¿Cómo recuerda usted al Petén? -Son recuerdos muy agradables. El Petén que yo viví en mi niñez era tan tranquilo, tan paradisíaco en su belleza natural que bien podría ser comparado con un país de utopía. Claro que los problemas nunca faltaron, pero éstos en su mayoría fueron siempre de orden político. Por lo demás, qué se podría de una diminuta isla bajo el sol, enclavada en uno de los lagos de agua dulce más majestuosos del mundo, donde todo era parejo, desde la arquitectura de las casas, hasta la vestimenta; un lugar donde no había mayores diferencias entre ricos y pobres. Era en verdad, un exótico modelo de democracia en su forma más primitiva o rudimentaria. -Problemas políticos… ¿podría elaborar? -Bueno, para quienes conocen de cerca la historia del Petén, tan dramática como apasionante, no constituye ninguna novedad la contradicción que se dio en nuestra tierra desde la invasión española: la vida parroquial se desenvolvía en un marco de paz, tranquilidad y armonía, pero paralelamente las relaciones de aquel pueblo con el poder gobernante siempre estuvieron plagadas de aristas. Es una historia llena de abusos, de opresión, de desencanto y de crimen. En distintos niveles de intensidad, desde luego, pero el juicio vale tanto para el genocidio cometido por don Martín de Ursúa, como para los actos de corrupción del último promotor del Fydep, sin olvidar el rosario de vicisi72

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tudes padecidas con estoicismo por el pueblo. Estos atropellos fueron especialmente crueles a la vuelta del siglo XX y a resultas de ello hubo un desmembramiento doloroso puesto que más de la mitad de la comunidad petenera buscó alivio en el éxodo hacia Belice. -¿No fue aquel un período particularmente interesante? -Yo diría que eso depende mucho del lente con se mire. Para mí, pues sí, indudablemente que interesante sí que lo fue. -¿Por qué? -Porque yo fui uno de los poquísimos privilegiados por el régimen de aquél entonces. -Privilegiado… ¿en qué forma? -Vea. Mi padre, quien tenía el mismo nombre que yo, Alejandro Martínez, fue desde muy temprano adoptado por el licenciado Clodoveo Berges Penados, aquel intelectual de altos vuelos que se significó como uno de los puntales de la cultura petenera. Pues bien, don Clodoveo fue durante 22 años, como bien lo decía la conseja popular, el sota, caballo y rey del Petén. Él se preocupó por mi educación. Y yo sentía por él una genuina admiración que terminó por despertar la simpatía de “Papaíto”, como entonces le llamábamos, lo que con el tiempo llegó a pesar lo suficiente como para convertirme en su favorito. -¿Quiere esto decir que fue usted un hombre de confianza de don Clodoveo? -Hasta cierto punto. -¿Hasta qué punto? -Hasta donde se puede tener confianza en un niño. No hay que perder de vista que yo nací en 1906, un 11 de enero, MARCO PUGA

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y aunque él me conocía porque su relación con mi padre lo convertía de hecho en mi abuelo, no sino hasta cuando yo cumplí 8 años que él comenzó a verme con interés. La cosa ocurrió así: durante una de sus rutinarias visitas a la escuela de varones de la isla, don Clodoveo me oyó recitar un poema de carácter patriótico. De tímido no tenía yo un pelo y mi desparpajo lo tomó por sorpresa. Desde aquél momento decidió animarme a aprender más poemas de la misma tónica con el objeto de que saliera a declamarlos durante las fiestas patrias. De tal suerte que, siempre a su favor y conveniencia, me volví una especie de propagandista. -¿Aprovechó usted esa circunstancia? -¿Cómo así… no le entiendo? -Pregunto si tomó usted ventaja de aquella relación de simpatía para acercarse más a don Clodoveo, obtener de él algún favor, conseguir que le revelara alguna información más, digamos, confidencial. ¿Le confió don Clodoveo algún secreto? -Me confió el telégrafo y eso creo, era un secreto y de los gruesos. -O, quizás, una máquina de secretos… -Él me confió el telégrafo porque tenía ciega confianza de que sería yo una tumba. Fui por ello un testigo mudo de su tribulación. Me refiero a los días que marcaron la caída del régimen. Ese tipo de secretos. Información más íntima sobre su vida la compartió, en cambio, con mi padre. Mi padre, más tarde, la compartiría conmigo. Y fue así como llegué a saber cosas interesantes que ahora, vengo a caer en la cuenta, explican el por qué de su recia personalidad.

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-¿Por ejemplo…? -La historia comienza con el descubrimiento de don Clodoveo por el presbítero Manuel Salvador González. Asombrado por la inteligencia superior de aquel niño, el sacerdote jesuita decide llevárselo en 1867 para que continuase estudios en Quetzaltenango. En Xela, Clodoveo Berges es víctima de la discriminación que por entonces se practica con mayor crueldad contra los estudiantes pobres que llegan de las otras provincias. Los estudiantes se agrupan en clanes y en uno de ellos coincide y traba amistad con Manuel Estrada Cabrera, “el hijo de la Bolichera”, quien con el correr del tiempo cobrará caro los insultos. Los estudiantes se gradúan de abogados, se trasladan a la capital donde ejercen y entran en la política. Manuel Estrada Cabrera asciende a Ministro de la Guerra y cae asesinado el presidente Reyna Barrios. El Consejo de Estado busca un sustituto y decide postular como primer designado, ¿adivina usted a quién?, pues nada menos que a don Clodoveo Berges, a quien llaman para plantearle la propuesta oficial. Pero antes de la audiencia, Estrada Cabrera convoca a su despacho a don Clodoveo, lo pone al corriente de lo que va a suceder y le pide declinar su postulación, proponiéndolo a él para ocupar la Presidencia. Don Clodoveo, sin aspiraciones políticas elevadas, accede. El Consejo de Ministros acepta la sugerencia, quizá percibiendo en el fondo el desplazamiento de una mano siniestra, y Estrada Cabrera es ungido como Primer Magistrado de la Nación. De inmediato el nuevo presidente invita a su incondicional amigo a ocupar el cargo que más le agrade: Presidente de la Corte suprema de Justicia; Ministro de Estado; Registrador General de la PropieMARCO PUGA

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dad… Don Clodoveo responde que todo lo que él quiere es volver a su tierra natal. Y así, de un plumazo, es investido como Jefe Político y Comandante de Armas Departamental, Administrador de Rentas, Juez de Primera Instancia, Juez de Paz y media docena de títulos adicionales, entre ellos el grado de coronel. Omnipotente regresa al Petén donde gobernará los siguientes 22 años con puño de hierro. -¿Esto se lo dijo don Clodoveo al padre de usted? -Así es. Y mi padre me lo dijo a mí. Y ahora yo se lo digo a usted para su publicación. -¿Figura este pasaje en alguna Historia? -No que yo sepa, pero no por ello deja de ser verdad. -¿Y cuál es la verdad acerca de lo que don Clodoveo hizo con el poder absoluto de que estuvo investido? -La verdad es que hizo cosas buenas y cosas reprobables. Estas últimas, por desgracia, son inherentes a todo aquel que ejerce el poder sin más limitaciones que las de su conciencia. Pero ya verá usted cómo habría de reaccionar el pueblo cuando pusiera en la balanza los actos buenos y malos de don Clodoveo. Nada más vayamos por partes para que el asunto se comprenda mejor. Veamos primero sus buenas acciones. Quizá lo más importante haya sido el celo que demostró por mantener íntegro el territorio petenero. Repelió las invasiones mexicanas de 1916 y 1917 y mantuvo a raya a los piratas ingleses que intentaban violar el territorio nacional para expoliarlo de sus maderas preciosas. Además dio un impulso vigoroso a la educación. Veló porque los más sobresalientes partieran a continuar estudios en Cobán, en la ciudad capital y en Quetzaltenango; introdujo una férrea disciplina en las escuelas y acabó con analfabe76

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tismo. Fue célebre su moción a la Municipalidad de Flores de 1882, sobre todo porque rompía con las expectativas de una relación paternalista con respecto al gobierno central. El Petén, dijo, y particularmente la ciudad de Flores, lo debe esperar todo de sus propios esfuerzos. Pasemos ahora a los actos que convulsionaron al pueblo. De todo esto hablo en detalle en mi libro “Petén Itzá de mis recuerdos” que constituye mi legado a as futuras generaciones, pero que ahora me permito resumir. Sn del todo ciertos los vejámenes públicos a los que sometió a sus opositores o a quienes se atrevieron a desafiarle. A la orden del día estuvieron los lúgubres bandos convocando a los isleños a concentrarse en la plaza mayor para presenciar el tormento de algún disidente político en el peor de los casos, o de algún sindicado por actos de desobediencia, injuria o por meras faltas intrascendentes. Don Federico Cano, doña Cupertina Soberanis y una señora de Frutos, para mencionar solamente tres, sufrieron el escarnio en carne viva. No conforme con descargar palos sobre sus espaldas desnudas, a la ignominia había que añadir el ensañamiento de frotar la piel reventada con puños de sal. Los gritos desgarradores eran el medio más eficaz para difundir el terror. Eran, en fin, espectáculos de espanto, parecidos a las ejecuciones medievales. Fue además muy duro con el pueblo al que tachó por su fanatismo religioso. Qué pueblo en un aislamiento de siglos no se aferra a la religión amedrentado por los desastres naturales.

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-¿Y este pueblo cómo lo juzgó al final del día? -Con generosidad y benevolencia. Recuerdo que toda la isla se reunió en el Palacio de Gobierno, como se denominaba a la sede de la Gobernación. La noche del 14 de abril de 1920 era la culminación de la “Semana Trágica”. Había sido un día extraordinariamente largo para mí. Como dije, don Clodoveo me había encomendado vigilar de cerca el telégrafo. “Si trasmiten algo urgente, despiértame a como de lugar”. Pero Papaíto, contesté yo, usted tiene el sueño muy pesado. “No importa”, respondió. “Baja corriendo a mi casa, toma una piedra y dale duro a la puerta. Derríbala si es necesario”. Pues estaba yo bien dormido, cuando a las dos de la madrugada comenzó a zumbar el aparato. Había unas grandes pilas de níquel y cobalto que duraban meses en extinguirse. Hasta sabía yo combinar aquellos químicos verduscos para recargarlas. Bueno, pues, me levanté. Aturdido, agarré papel y lápiz y comencé a tomar nota. Por instrucción de don Clodoveo, don Ángel Castellanos me había enseñado la clave de Morse. Había sido un magnífico maestro pues al cabo de pocas semanas llegué a dominar a tal punto los símbolos telegráficos que le solía yo transmitir el contenido de los periódicos atrasados que nos llegaban, mientras él se regodeaba orgulloso en su hamaca en plena oficina de correos. Por todo ello no me costó trabajo alguno interpretar las señales que surcaban el espacio aquella noche de pesadumbre. Primero entró un mensaje del presidente Estrada Cabrera fechado en La Palmita, por medio del cual se despedía de su íntimo amigo, don Clodoveo Berges, y le decía que debido a la traición de sus amigos y del pueblo, se veía forzado a dejar el cargo. Por último, le agradecía 78

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su fidelidad y le deseaba los mejores parabienes. Enseguida entró otro mensaje, éste iba firmado por los diputados de la Asamblea Nacional Constituyente donde desconocían al gobierno de Estrada Cabrera y sus adláteres. Tomé el papel y hecho una tromba, con el corazón a todo galope, bajé a grandes zancos los escalones que comunicaban a la oficina de correos y telégrafos con la playa mayor. Tropecé en la oscuridad y caí. Sobándome la pierna bajé corriendo hasta la casa de don Clodoveo. Agarré una piedra y comencé a golpear la puerta con tanta fuerza que la hermana de don Clodoveo se despertó y ordenó furiosa a los soldados que custodiaban la cuadra para que me aprehendieran. En eso el licenciado Berges se asomó enfundado en unas pijamas blancas cubriéndose la cabeza con una caperuza para protegerse del sereno. Le entregué el telegrama. Levantó el candil, se ajustó las gafas y lo leyó despacio. “Vayan a dormir”, nos dijo al cabo, “ya todo ha terminado”. Durante el día hubo intranquilidad por todos lados. La gente levantaba bolas a granel. Todo mundo quería saber qué estaba pasando y, más importante aun, qué iban a hacer con don Clodoveo. Así, a las ocho de la noche convergió el pueblo en la Plaza Mayor para celebrar un cabildo abierto. Llegó don Clodoveo y tomó asiento al frente del Palacio de Gobierno. Se le veía agobiado, silencioso, más serio que de costumbre. Acaso demasiado triste, Me rompió el corazón verlo en aquel estado lamentable. Y mientras los oradores hablaban de un nuevo período de democracia, de revolución, de constitucionalismo, en mi mente de niño repasaba yo aquellos heroicos versos que a “Papaíto” tanto le habían gustado. En esas estaba cuando tomó la palabra un concejal, MARCO PUGA

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ya no recuerdo su nombre, y dijo que a pesar de los desatinos cometidos durante la administración del licenciado Berges, el pueblo petenero veía en él a uno de sus hijos más preclaros y de noble corazón. Que sus actos y decisiones fueron hechos con la intención de reivindicar al Petén y de darle el lugar que merece, a través de la educación de las nuevas generaciones de peteneros. Y que no habiendo en el espíritu del pueblo ánimo de venganza y sí mucho de consecuencia, era el caso permitirle vivir tranquilo y dejarle a la historia la carga del juicio final. Y ahí, arrinconado tras una columna, detrás del gentío que también había enmudecido, me comenzaron a resbalar las lágrimas hasta que avergonzado de mi debilidad, di la vuelta y me fui a la cama. -¿Cómo termina la historia del licenciado Berges? -Don Clodoveo ya no pudo seguir en la isla. Debe ser muy duro para un hombre descender al nivel de la gente común después de haber disfrutado de tanto poder. El caso es que enfermó. Sufría intensos dolores a causa de unas llagas que se le formaron en la planta de los pies. El doctor Boburg lo curaba todos los días. Pero decaído y sin poder caminar, dispuso volver a la ciudad de Guatemala, donde al poco tiempo el general José María Orellana le pidió hacerse cargo del Ministerio de Hacienda y crédito Público, cartera que no quiso aceptar debido a que su organismo estaba muy deteriorado. Auxiliado, pues, con los últimos sacramentos, don Clodoveo Berges murió el 24 de septiembre de 1924. Tenía 66 años y había dejado un considerable donativo en dólares para los hospitales del Petén y Quetzaltenango. Pero lo más curioso de este caso es el hecho, digno de figurar en las Vidas Paralelas, que tanto el licenciado Berges 80

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como el licenciado Manuel Estrada Cabrera, nacieron el mismo día, se graduaron el mismo día, subieron al poder y fueron desentronizados el mismo día y finalmente bajaron a la tumba el mismo día, solo que don Manuel Estrada Cabrera fue inhumado en Quetzaltenango, mientras que don Clodoveo Berges Penados lo fue en el cementerio general de la ciudad de Guatemala donde descansan sus restos mortales. -¿Fue aquel donativo en dólares todo lo que don Clodoveo legó al Petén? -No. Don Clodoveo Berges sigue siendo hasta el día de hoy, según mi humilde criterio, el mejor escritor petenero. Y lo digo así, porque no ha sido superado su talento para las letras. Su estilo sobrio, mesurado y pulcro, puede apreciarse con sumo claridad en algunos capítulos que le fueron plagiados. Yo tuve la suerte de tener alguna vez entre mis manos un manuscrito debido a su pluma, el que más tarde fue enriquecido por la brillante pluma de otro petenero insigne, don Julián Pinelo, por eso sé de que estoy hablando. -¿Qué tipo de manuscrito? -Era un libro de historia, pero si me permite, preferiría cambiar de tema porque no es mi intención herir susceptibilidades y menos la memoria de gente que ya no se puede defender. -Hábleme de su trabajo como periodista. -Mire, todo mi libro autobiográfico gira en torno a mi trabajo periodístico de modo que ahí encontrarán las generaciones futuras la reconstrucción de lo que fue el Petén desde mi nacimiento hasta mi retiro en 1960. Para no caer en redundancias solo me permitiré esbozar un sumario de lo más destacado que contiene. Está ahí la narración en detalle MARCO PUGA

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de lo que pude apreciar en don Clodoveo Berges. Está también el segundo incendio que devastó a la isla de Flores; la llegada del primer avión; el vuelo de Carlos Lindbergh; el primer encuentro de fútbol que se celebró en La Libertad; las intimidades sobre la fundación de la revista Petén Itzá; la inundación de los años treinta; el primer accidente aéreo que costó la vida a 27 jóvenes artistas, etc. -La revista Petén Itzá… -La revista Petén Itzá fue una iniciativa mía. No hubo tales fundadores. Yo consideraría cofundador únicamente a don Tirso Morales Baldizón pues fue él quien me brindó todo su apoyo al extremo de haberse quedado trabajando conmigo hasta altas horas de la noche, puliendo, editando artículos mal redactados, porque, como usted se puede imaginar, en aquella época nadie sabía en el Petén sobre técnicas de redacción y nosotros lo único que podíamos hacer era copiar el estilo de otras publicaciones como Bohemia y la revista Life que comenzó a salir en 1936. Tuvimos la gran suerte de contar con un excelente fotógrafo, don Víctor M. Vadillo y con el apoyo y simpatía de los linotipistas de El Imparcial cuyas máquinas eran nuevas. Creo que a eso se debe principalmente que aquellos primeros cuatro números llamaran tanto la atención al extremo de que muchos los consideran superiores a todo lo que se haya hecho hasta la fecha. Debo confesarle, sin embargo, que siento mucha admiración por los nuevos periodistas. Sé que la revista tiene un gran futuro y me causa enorme satisfacción saber que su cometido se está cumpliendo. -¿Qué cometido es ese?

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HISTORIA DE UN DESENCANTO

-Perpetuar la historia del Petén. Pues no puede haber pueblo sin historia. La misión de la revista es la de dar testimonio a las generaciones futuras de las grandezas y miserias de nuestro pueblo para que este pueblo tan amenazado por un cúmulo de circunstancias propias de esta época, no vaya a disolverse, como está llamado a desaparecer todo individuo, en el laberinto sin fin del Universo.

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ENTREVISTA

Memorias de Yaxhá E n tre v is ta co n d o n P a co M a tu s El 13 de marzo de 1697, a las 8:00 a.m., el ejército ibérico invadió la isla de NojPetén, capital de la nación Itzá y masacró a sus habitantes. Ajaw Kan´Ek y su familia habían desertado buscando refugio en la montaña. Un mes más tarde, Ajaw Kan´Ek, sus sus hijos varones y su primo hermano, el sumo sacerdote Ajaw Kin Kan´Ek, cayeron prisioneros. La hija del gobernante Itzá fue la única de la familia real que consiguió escapar, poniéndose a buen recaudo en los antiguos templos y palacios de Tikal. A principios de 1922, con ocasión de los ritos bautismales de don Francisco Matus Puga, en la laguna de Yaxhá, una descendiente directa del noble linaje del Kan´Ek, entra en escena en un raro episodio de la apasionante historia del Petén. ¿Dónde nació usted don Francisco? En la laguna de Yaxhá, en 1921, un año después de la caída de Estrada Cabrera. Mi padre, Francisco Matus Castellanos y mi señora madre, Teresita Puga, se ganaban la vida MARCO PUGA

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cosechando maíz, criando marranos y horneando pan. Yaxhá era por esos días un campamento muy animado donde pernoctaban los comerciantes que intercambiaban mercancías entre el Petén y Belice. De aquí llevaban botas, macasinos (mocasines), jabón, miel, manteca, ganado… Y de Belice traían casimires ingleses, edredones de seda, clavos, finos licores, lámparas y hasta láminas de zinc para techar las casas de la isla de Flores. Eran caravanas de 200 mulas y había que tener alimento suficiente, pues pasaban por Yaxhá cada semana. Era un lugar muy hermoso y fui muy feliz los primeros 14 años de mi vida, hasta que los Gobiernos cerraron la frontera asestándole a Yaxhá el tiro de gracia. ¿Alguna anécdota…? Me contaba mi madre que acababa yo de cumplir un año cuando se asentó en nuestro campamento una comunidad de itzaes. Venían huyendo de Tikal, donde se habían escondido desde los días de la conquista. La razón del nuevo éxodo obedecía a que en Tikal se estaba desatando una plaga de murciélagos que acabaría con todo, especialmente con las aves de corral. Entre los refugiados venía una venerable anciana que me adoptó convirtiéndose en mi madrina, la señora Pastora Canek. Con ocasión del equinoccio de verano de 1922, doña Pastora ordenó a su gente preparar cinco calderos con bollos, pues iba a aprovechar las efemérides para celebrar la ceremonia de mi bautizo según el rito Maya-Itzá. Llegado el día y vistiendo sus ropas de gala, doña Pastora esperó el momento de la salida del sol para entonar sus cánticos en lengua maya. Luego me cargó; me sostuvo con el brazo izquierdo, colocándome a horcajadas sobre sus 86

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MEMORIAS DE YAXHÁ

caderas, o como decíamos entonces, en posición de “jache”. Con la mano derecha blandía un machete al tiempo que rezaba, mientras doña “Grabiela” traducía: “Dice la Pastora que Paquito va a ser diestro con el machete y buen tumbador de milpa”. Hizo lo propio con un hacha y por último disparó con una escopeta. Doña “Grabiela” interpretaba: “Dice la Pastora que Paquito va a ser muy hábil con el hacha y buen cazador de venados”. Además de sacerdotisa, mi madrina Pastora era magnífica curandera. Le decían la doctora invisible. Cierto día mi padre amaneció retorciéndose por el dolor que le causaba una muela cariada. Doña Pastora lo acostó en la cama, lo hipnotizó y le impuso las manos. Al cabo le dio instrucciones a mi madre: “El señor va a dormir todo el día y va a despertar hasta las diez de la noche y esa muela nunca más le va a molestar”. Efectivamente mi padre durmió como un lirón y a la hora indicada despertó y escupió la muela. ¿Qué edad tenía doña Pastora? Tenía 150 y falleció en Yaxhá en 1936. Ella aseguraba que su madre había vivido más de 164 años y que era la hija del Rey Canek. Cuando doña Pastora estaba postrada en su lecho de muerte, me mandó llamar y me regaló unos pendientes, un collar y un brazalete de jade imperial. Me dijo: “Esta es tu herencia”. Pero como yo era muchachito y esas piedras no tenían para nosotros ningún valor, las perdí. Pero lo que nunca voy a perder es la admiración y el cariño que aun siento por aquella extraordinaria mujer.

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CRÍTICA LITERARIA

La Pluma Exótica de Frank Boburg “Hasta el apellido es exótico”, dijo León Aguilera, redactor jefe de El Imparcial, cuando en 1968 salieron de las prensas de Unión Tipográfica los primeros cuentos del entonces novel escritor petenero Frank Boburg publicados por el periódico mensual Petén en Marcha. Sin exagerar, si aquellos relatos henchidos de clorofila resultaban extraños al lector culto de la ciudad, para los que amábamos a Dios en la profundidad de la selva eran auténticos enigmas duros de descifrar. De la mano de un Robert Kreely virtualmente desconocido en Latinoamérica, al señor Boburg le pareció acertada aquella fórmula de la brevedad, cosa que aquí terminamos confundiendo con la avaricia. Era una especie de economía borgiana que provocaría de inmediato la antipatía de quienes preferían consumir papilla literaria de fácil asimilación. A base de jornadas interminables, tecleando en la vieja y ruidosa Remington modelo de la década anterior, Boburg había conseguido pulir un estilo directo y coloquial asombrosamente escueto, que haciendo alarde de un humor histriónico, acaso inspirado en Mark Twain, demandaba, no MARCO PUGA

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obstante, de su audiencia cautiva, mayor capacidad de abstracción, cosa que muchos jamás le perdonarían. Decidido a materializar su incuestionable vocación de escritor, cambió su ambiente de trabajo y se marchó a la ciudad de Guatemala donde en abril de 2011 dio a la estampa su primera colección de cuentos inéditos titulada La Casa # 25, compuesta desde una perspectiva diferente y con pulso menos tenso, fruto quizá de una nueva condición de madurez.

P re fie re e l v e rb o a l a d je tiv o La materia prima de los cuentos y toda la obra de Frank Boburg es la comunidad petenera. Como consecuencia de un aislamiento de tres siglos, el pueblo petenero que surgió de la invasión española de 1697 adquirió connotaciones propias, distintas del resto del país, visibles en el habla, en la música, en el arte culinario, en la tradición oral, en las costumbres, en la idiosincrasia, en fin, en todos aquellos elementos que integran el concepto de cultura. Y mostrar al mundo las grandezas y miserias de la vida cotidiana tal y como discurría en el seno de la isla, supuso una serie de riesgos que Frank asumió con entereza y sin amaneramientos. “La misión del escritor”, sentenciaba, “consiste no en emitir juicios de valor sino en erigir un espejo donde el pueblo pueda verse reflejado”. Principio éste más fácil de enunciar que de cumplir. Su narrativa, entonces, se enfocó en un destinatario definido con absoluta claridad. Pero su nueva ubicación geográfica le habría de conminar a emprender el camino hacia un cosmopolitismo más pronunciado. Eso sí, sin sacrificar 90

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LA PLUMA EXÓTICA DE FRANK BOBURG

los rasgos estilísticos que ha venido desarrollando con tesón en los cuatro últimos decenios: oraciones y párrafos breves para cercenar toda excrecencia artificiosa y conferir al texto un diseño atractivo que anime a hincarle el diente; preferir el verbo al adjetivo y reservar este para el momento en que la pincelada de color se vuelve de verdad imprescindible; la onomatopeya y la técnica cinematográfica para conservar la eufonía y la continuidad en el retrato de un pueblo que creció afinando más el sentido del oído que el de la visión o el de la lengua.

L o s in q u ilin o s d e la c a s a 2 5 No falta en el Amarcord de Frank Boburg el nutrido desfile de personajes fellinescos de la talla del maestro Archi, un efusivo cuyo apodo provino de las tiras cómicas y que solo en una ocasión dio pie con bola; o el juez que calzaba sandalias y que incitó a su propio linchamiento; o las estrategias de mercadeo del checo Vaclav Masek quien, entre otras cosas, bautizó al Ahorcado con el nombre de Santa Elena. Aquí, codo con codo conviven Nerón, Calígula, Barrabás y Judas juntos. Abundan los pantallazos vernáculos como los de las cantoras del templo que entre más decibeles ponían a sus gargantas, mayor público atraían a misa; el músico de capilla, melómano, pagano, laico y liberal; la españolísima maña de zampar motes que la víctima no se quitará ni aunque la bañen con toda el agua de la laguna; los métodos terroristas de Federico Ponce Vaides y las carcajadas que arrancaban a la chiquillada las destrezas del payaso Mejía.

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L o s m a n u s c rito s La novela de la que Frank Boburg se sintió siempre satisfecho es La olla de grillos. Pero junto a ella, existen otras cuatro que siguen en espera de ser descubiertas por un buen editor: Reginaldo, Malhaya feliz, Unos cuantos tipos de cuidado y Bandera verde. La olla de grillos responde al modelo de la novela total en el sentido de que intenta comprimir el universo del misterio verde en la forma de un calco de la vida en la isla de Flores. Una obra así de ambiciosa demandó de su autor tener que conducir varias investigaciones antropológicas colaterales. De una de ellas surgió Cómo hablan los peteneros, ensayo fundamental que inspiró la compilación del vocabulario de petenerismos donde se funden expresiones castizas con términos extraídos del idioma maya itzaj. El caso es que las obras más importantes de Frank Boburg siguen en espera de encontrar un buen editor.

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MISTICISMO

El botón del silencio El mayor temor del ser humano es la muerte. Con la explotación del miedo a la muerte, las grandes religiones y las sectas y los políticos han amasado fortunas enormes. La ansiedad y la desesperación generados por las visiones apocalípticas de un mundo que se aproxima con celeridad a un cataclismo sin precedentes, nos revelan un panorama sombrío de sobrepoblación, hambre, graves catástrofes por alteraciones

del

clima

y

el

creciente

peligro

de

una

conflagración nuclear. Frente a este cuadro patético de un futuro sin esperanza, se han alzado las voces de científicos y filósofos proponiendo una solución que haga viable la continuidad de la existencia sobre nuestro cada vez más exhausto planeta. La necesidad de abolir las fronteras, dicen, puede lograrse mediante la instauración de un solo Gobierno mundial de carácter funcional. Pero para ello se precisa primero romper los esquemas mentales con los que hemos sido condicionados desde tiempo inmemorial por los sistemas políticos, educativos y religiosos. Esto significa que la educación, tal como ahora se la concibe, se quedaría sin sustancia, y las MARCO PUGA

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religiones se fundirían en una única religión sin lucro ni fundamentalismos, comprometida con el anhelo de religarnos con la verdad, la naturaleza, la vida, el universo… en fin, con todos esos conceptos que son sinónimos de Dios. El problema es, pues, educativo. La perpetuación de la humanidad descansa en la formación de un hombre nuevo, es decir, de un verdadero ser humano. Y esto no será posible si se nos sigue persuadiendo desde la cátedra, el púlpito o los medios de comunicación, que el objetivo de la vida consiste en alcanzar el éxito material a través de la competencia despiadada y de una injusta y desproporcionada acumulación de la riqueza. Y este cambio de mentalidad, solamente puede darse, si se le transfieren a cada individuo la sabiduría y los elementos esenciales para alcanzar la iluminación interior. Los seres humanos más trascendidos de nuestra especie, Jesucristo, Gautama Buda, Lao Tze, Krishnamurti, Sri Aurobindo, Bhagwan Shree Rajneesh más conocido como Osho, fueron fenómenos aislados que aparecieron con una misión específica que el mundo necesitaba con urgencia en un momento determinado de su evolución. La meta es, pues, librarnos del egoísmo, la ambición desmedida y la ignorancia, para que cada hombre y cada mujer, pueda crecer hasta alcanzar la iluminación, que comienza cuando se aprende a neutralizar a voluntad la interferencia de la mente, como quien apaga el botón de un receptor de radio, para expeditar el desarrollo de la consciencia.

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