UCHURACCAY Krajnik
UCHURACCAY Franz Krajnik
Lima, enero de 2018 Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas
© Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) Primera publicación: enero de 2018 Impreso en el Perú – Printed in Peru Autor: Franz Krajnik Fotografía y edición gráfica: Franz Krajnik Asesoría fotográfica: Mayu Mohanna Edición: Diana Félix Corrección de estilo: Jessica Vivanco Diseño: Gabriela Morales Editor del proyecto editorial Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas S. A. C. Av. Alonso de Molina 1611, Lima 33 (Perú) Teléf: 313-3333 www.upc.edu.pe Primera edición: enero de 2018 Tiraje: 1000 ejemplares Este libro se terminó de imprimir en el mes de enero de 2018, en los talleres gráficos de Gráfica Biblos S.A. Dirección: Jr. Morococha 152, Surquillo, Lima - Perú
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) Centro de Información Krajnik, Franz
Uchuraccay / Franz Krajnik.-Primera EdiciónLima: Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, 2018 ISBN (versión impresa): 978-612-318-123-9
1. Ayacucho (Perú: Dpto) 2. Perú 3. Terrorismo 4. Fotografía periodística 5. Víctimas de terrorismo 6. Campesinos 7. Periodistas 8. Violación de los derechos humanos 9. Fotografía documental 10.Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas 303.625 KRAJ
DOI: http://dx.doi.org/10.19083/978-612-318-123-9 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú nº 2017-15909 Registro de Proyecto Editorial en la Biblioteca Nacional del Perú: 31501401701212 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la editorial. El contenido de este libro es responsabilidad del autor y no refleja necesariamente la opinión de los editores.
Franz Krajnik
Prólogo de Salomón Lerner F. e introducción de María Eugenia Ulfe Diseño de Gabriela Morales
A JOSEFINA Y ALEJANDRA; A GESSEL, QUIEN ME ACOMPAÑÓ EN TODO ESTE CAMINO.
EN MEMORIA DE LEVIS
“ME SIENTO CON PENSAMIENTO CUANDO RECUERDO A MI PADRE, MI MADRE Y MI ABUELA ASESINADOS POR SENDERO EN 1983, PERO LA RELIGIÓN ME HA AYUDADO A SEGUIR PARA TRABAJAR POR MI PUEBLO”. EMILIANO CHÁVEZ, EXALCALDE DE UCHURACCAY
“EN MAYO DE 1983, MI MADRE ENCONTRÓ A MI PADRE TIRADO EN MEDIO CAMINO, ASESINADO POR SENDERO. LUEGO, TUVE QUE BUSCARME LA VIDA EN LA SELVA PARA MANTENER A MIS HERMANITOS. TENGO RENCOR TODAVÍA”. GUILLERMO FIGUEROA, POBLADOR DE UCHURACCAY
“TENÍA 13 AÑOS CUANDO ME BALEARON LOS SENDERISTAS. YO SALVÉ DE MORIR, PERO MI HERMANO MENOR NO SOBREVIVIÓ. DESPUÉS LLEGARON LOS MILITARES Y NOS PERSIGUIERON GRITANDO: TERRUCOS DE MIERDA”. ELADIO HUAYLLA, PRESIDENTE DEL COMITÉ DE AUTODEFENSA DE UCHURACCAY
“AHORA SOY FELIZ PORQUE TENGO MI FAMILIA, PERO EN MI CORAZÓN SIEMPRE QUEDARÁ UNA HERIDA ABIERTA POR MI PADRE Y MI HERMANO MAYOR QUE FUERON MUERTOS POR LOS SINCHIS EN 1984, A BALAZOS”. JOEL PACHECO, POBLADOR DE UCHURACCAY
ENTRE LOS AÑOS 1980 Y 2000, EL PERÚ VIVIÓ EL PEOR CONFLICTO ARMADO INTERNO DE SU HISTORIA REPUBLICANA; EN ÉL, MÁS DE 69 000 PERUANOS MURIERON O DESAPARECIERON EN ACCIONES VIOLENTAS COMETIDAS POR GRUPOS TERRORISTAS, FUERZAS MILITARES, POLICIALES Y RONDAS CAMPESINAS (CVR, 2003). AL PIE DEL APU RAZUHUILLCA, A 4 000 METROS SOBRE LAS ALTURAS DE LA PROVINCIA DE HUANTA, DEPARTAMENTO DE AYACUCHO, EL SALDO DEL CONFLICTO FUE DE OCHO PERIODISTAS QUE, JUNTO A SU GUÍA, FUERON ASESINADOS EL 26 DE ENERO DE 1983 A MANOS DE LOS MISMOS COMUNEROS; SIN EMBARGO, POCO SE SABE DE LOS 135 CAMPESINOS DE UCHURACCAY ASESINADOS EN LOS MESES Y AÑOS SIGUIENTES POR PARTE DE SENDERO LUMINOSO Y LAS FUERZAS ARMADAS. HOY, LA COMUNIDAD DE UCHURACCAY SE LEVANTA DE ENTRE LAS CENIZAS PARA CONTARNOS CÓMO SE CONVIVE CON EL DOLOR A TRAVÉS DEL TIEMPO.
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La mirada y el compromiso del fotógrafo Siguiendo la concepción andina del tiempo cíclico, donde el pasado se ubica delante y no detrás (porque se conoce y se ha visto), este notable ensayo fotográfico de Franz Krajnik propone, de acuerdo con sus propias palabras, visibilizar el dolor de aquellas generaciones que cargan en brazos el peso de la muerte. Mientras para muchos Uchuraccay es un lugar emblemático de la violencia política del país, un lugar, por lo tanto, encerrado y olvidado en un espacio determinado de la historia política del Perú, para Franz se trata de una comunidad que aprendió a renacer de las cenizas de la muerte, a la cual llegó como parte de un propio viaje personal con el propósito de averiguar cómo se podía con(vivir)con el dolor. Para poder llevar a cabo su registro, en las condiciones buscadas por el autor, este ha tomado decisiones metodológicas importantes como el uso del blanco y negro; una decisión fundamental, ya que va de la mano con el concepto transtemporal que Franz desarrolla en su libro. Hay fotografías que parecen tomadas no en el periodo de cinco años que Krajnik comenta le demoró desarrollar el trabajo, sino, incluso, de un tiempo previo mucho más antiguo. Franz se conmueve, se identifica ante el dolor de los demás que, como él mismo señala, es el suyo propio. Llama la atención el manejo de la luz, la calidad de los retratos, la cercanía que tiene con sus personajes, la forma en que Franz es aceptado por la comunidad y como, por medio de las fotografías, observamos la vida cotidiana de sus pobladores. La mirada de Krajnik no es la de un extraño. No es la de un viajero. Es la de alguien integrado en Uchuraccay. Franz nos muestra las luces y las sombras de la comunidad, sus escalas de grises. Sus fotografías se complementan con su texto. Son uno solo y van de la mano. El manejo de las atmósferas y sensaciones que transmite son notables. La violencia, el dolor, la ausencia persisten en las imágenes. La postguerra, para aquellos que han sufrido muerte, destrucción, la pérdida de seres queridos, puede ser tan dolorosa como la guerra en sí. Forman parte de un solo proceso. Aquello lo vemos en las fotos. Sin embargo, conviven con risas, alegrías, escenas de siembra, juventud y fortaleza. A partir del dolor, que continua y se mantiene, es que renace la vida. El dolor no se niega, es la herramienta que sirve para continuar hacia adelante. El compromiso de Franz con el país lo llevó a realizar este libro. Para nosotros como Facultad de Comunicaciones de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas es una gran satisfación respaldar y publicar el trabajo de uno de nuestros más destacados docentes de la naciente carrera de Comunicación y Fotografía. Mantenemos y asumimos plenamente nuestro compromiso con nuestro país, sociedad, profesores y alumnos.
Renzo Babilonia
Director de la Carrera de Comunicación y Fotografía Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas 17.
EL TRABAJO
DE LA MEMORIA Salomรณn Lerner Febres*
Cuando una comunidad ha sufrido los embates de la violencia, la memoria se revela como un instrumento fundamental para que ella logre cumplir con las exigencias de la justicia y la paz, deterioradas por el drama padecido y que ha causado, muchas veces, rupturas entre los vínculos sociales e institucionales preexistentes. Cuando la violencia vivida ha manifestado el grado de crudeza que se registró en Uchuraccay, al punto que suscitó el éxodo de sus pobladores por espacio de diez años, el ejercicio de la memoria se constituye como una actividad dolorosa y al mismo tiempo como un desafío moral y político de alta significación. 19.
Uchuraccay es una de las zonas del país más golpeadas por el conflicto armado interno, el más cruento que ha sufrido la república peruana. Es una comunidad de las alturas de Ayacucho que se hizo tristemente célebre a fines de enero de 1983, cuando ocho periodistas y un guía perecieron a manos de los comuneros del lugar. La Comisión Vargas Llosa atribuyó la masacre a la confusión de los comuneros, y a las distancias entre el “Perú oficial” y aquellas regiones del país generalmente olvidadas por el Estado peruano. A poco tiempo de este suceso, 135 pobladores de Uchuraccay fueron asesinados por incursiones de Sendero Luminoso y por la posterior represión militar. El debate mediático y político abarcó el terrible caso de los periodistas asesinados, pero dejó en el silencio lo sucedido después con la señalada comunidad, contentándose muchos con la atribución no reflexionada de un estigma indeleble para ese grupo social.
que sus efectos negativos no vuelvan a acecharnos y podamos llevar una vida plena y razonable con nuestros conciudadanos. Los pobladores de Uchuraccay dejaron la comunidad en la primera mitad de la década de 1980, y retornaron a ella el 10 de octubre de 1993 —según declara el autor del libro—―, después de una década. La experiencia del retorno, luego de una experiencia dolorosa y conflictiva ― —el célebre nóstos de los griegos—―, deja su sello en las personas y en las comunidades. Reencontrarse después de un periodo de exilio, volver a mirarse a los ojos, reconstruir los vínculos de solidaridad que cohesiona las comunidades, constituye un reto decisivo. Un reto que, asumido con compromiso ―—como dan fe los habitantes de Uchuraccay—, puede reestructurar la comunidad en cuanto tal.
El libro de Franz Krajnik se propone retratar de manera reflexiva y emocionalmente concernida la conexión entre el pasado y el presente experimentada por la comunidad de Uchuraccay. Sus fotografías en blanco y negro dan cuenta del recuerdo de la violencia que acompaña a los habitantes de Uchuraccay, pero también recogen las vivencias y las esperanzas de los miembros de la comunidad, encarnadas en diversas situaciones de la vida diaria. Recoge, asimismo, vistas panorámicas a las zonas antigua y nueva de Uchuraccay, y extraordinarios paisajes altoandinos de gran belleza. Krajnik concibe su trabajo explícitamente como un ensayo de memoria. Y lo es, sin duda.
La situación de Uchuraccay es la de muchos pueblos del Perú que enfrentaron el conflicto armado interno. Pueblos a los que el Estado apenas llega o no está presente en absoluto. Pueblos cuyos habitantes no hablan español y que formalmente son parte del “Perú oficial”. El Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación recabó diversos testimonios de víctimas del conflicto que señalan con claridad y con profundo dolor que muchos compatriotas no fueron tratados como peruanos y como ciudadanos cuando denunciaron los actos que padecieron ante las autoridades correspondientes. Su condición de pobres, de comuneros, de campesinos o de hablantes de un idioma andino o amazónico fue asumida por sus interlocutores como motivo para negarles el reconocimiento debido a ciudadanos libres e iguales.
En efecto, el cuidado de la memoria no es solo una exploración del pasado, sino una meditación en torno a la conexión entre el pasado, el presente y las posibilidades del futuro en el curso de la vida de los seres humanos, y también de las instituciones que conforman. Se trata de hacernos cargo del pasado, para aprender de él, para
El ejercicio de la memoria señala esa forma básica de injusticia: la comisión del daño y la condición de víctima hacen patente una situación contraria a las exigencias morales de cualquier forma de humanismo democrático. El punto de partida moral y político de este humanismo es el reconocimiento de la
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dignidad inherente a toda persona humana, el reconocimiento de los derechos fundamentales de todo ciudadano de una república libre. El daño físico y la restricción ilegal de las libertades suponen —parafraseando a Hannah Arendt—― el inadmisible desconocimiento del más elemental “derecho a tener derechos” que asiste a todo ciudadano. El trabajo de la memoria pretende revelar la injusticia como lo inaceptable en una perspectiva moral y política. Su objetivo es servir a la justicia en el proceso de reparación de la víctima y de sanción a los perpetradores. La memoria constituye un primer e ineludible paso en la lucha por lograr justicia allí donde se desató la violencia. Quienes son responsables del daño producido se proponen imponer el silencio frente a los crímenes contra los derechos humanos. El silencio no solo propicia políticas de impunidad, sino también bloquea el aprendizaje moral y político de una sociedad que ha sufrido violencia. La memoria exige nadar en contra de la corriente. Ella cumple un rol transformador en el escenario de las prácticas sociales y las instituciones. La memoria constituye un elemento esencial de cualquier proyecto de reconciliación social. La CVR formuló esta idea en términos de la reconstrucción de las relaciones sociales lesionadas por la violencia y por la exclusión. La recuperación de estos vínculos supone el reencuentro del Estado peruano con las poblaciones altoandinas y amazónicas cuyos derechos no supo proteger. La reconciliación implica, asimismo, la reconfiguración de los nexos entre los grupos sociales y las organizaciones de la sociedad civil (universidades, sindicatos, iglesias, etcétera). Además, invoca la necesidad de la recuperación de los vínculos interpersonales dentro de las comunidades locales que fueron golpeadas por la violencia terrorista y militar. Esas comunidades fueron en su día abandonadas por sus habitantes ―—como Uchuraccay—― para conseguir salvar la vida; la vuelta a la comunidad supone, 21.
entonces, el intento del restablecimiento de la comunicación y la participación de los comuneros en actividades colectivas. Se propone superar las antiguas fracturas y los conflictos para reconstruir la comunidad. Así, pues, la reconciliación exige el trabajo de la memoria. Solo será posible recuperar los vínculos sociales si llegamos a examinar y a comprender qué nos separó o incluso nos enfrentó, si ponderamos la naturaleza y la gravedad de los conflictos que hemos enfrentado, y si discutimos con honestidad las medidas que tenemos que elegir para resolver estos conflictos y así evitar el retorno de propuestas violentas a la comunidad local y a la comunidad nacional. Sin el serio debate sobre la verdad de lo ocurrido no podremos reestructurar las bases de nuestra comunidad. Este estrecho lazo moral y político entre memoria y reconciliación está explícitamente presente en el libro de Franz Krajnik. El autor muestra una comunidad viva que no sucumbe a la tentación de verse doblegada por la experiencia del dolor, un pueblo que enfrenta la desesperanza. El libro examina las diversas facetas de la vida cotidiana de Uchuraccay —el trabajo, la escuela, las celebraciones religiosas, etcétera— que ponen de manifiesto una comunidad que se propone sobrepasar la herencia del dolor. El retrato de los claroscuros de la vida de la localidad, así como la victoria de la vida sobre la muerte a pesar de la tragedia vivida, constituye los temas centrales tanto de las fotografías como de los textos que componen el volumen. En él, y a través de fotografías en las que se establece una especial relación entre hermosura de la imagen, tristeza que nos contagia e información que nos ilustra, Uchuraccay es retratado como un pueblo cuyas esperanzas parecen prevalecer sobre las sombras del miedo y la violencia.
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* Salomón Lerner Febres Es doctor en Filosofía por la Universidad Católica de Lovaina y licenciado en Derecho por la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Ha sido rector de la PUCP durante dos periodos (1994-2004). Actualmente es rector emérito y presidente del Instituto de Democracia y Derechos Humanos (IDEHPUCP) y profesor de Filosofía, Educación, Ética y Metodología de la misma universidad. Además, es presidente de la Filmoteca (PUCP) y presidente de la Sociedad Filarmónica de Lima. Ha sido presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú (2001-2003) y es autor de diversas publicaciones, artículos y ensayos relacionados con los derechos humanos, filosofía, educación superior, globalización y gobierno. 23.
UCHURACCAY
EN BLANCO Y NEGRO English: p. 156
MarÃa Eugenia Ulfe*
El Apu Razuhuillca mira vigilante. Las ovejas corren despavoridas en el campo. La luz se deja entrever en blanco y negro. Las fotografías de Franz Krajnik se alzan en la plaza del centro poblado. El nuevo Uchuraccay yace unos metros del antiguo centro poblado que quedó prácticamente deshabitado luego de los dolorosos sucesos del 26 de enero de 1983. Los primeros meses de 1983 fueron de gran tensión aumentada también por uno de los más duros fenómenos de El Niño, que cada cierto tiempo asola la costa peruana subiendo la temperatura del mar que provoca lluvias, gran calor y huaicos en la costa, y frío y sequías en la zona andina. Kilómetros al sur, los pobladores de Lucanamarca, Sacsamarca y Huancasancos se rebelaban a los líderes senderistas en sus localidades. Fruto de estos enfrentamientos, sufrieron masacres espantosas como actos de represalia. 25.
En diciembre de 1982, el entonces presidente del Perú, el arquitecto Fernando Belaúnde Terry, declaró a varias provincias ayacuchanas en estado de emergencia y autorizó el ingreso de las Fuerzas Armadas. Una nueva distribución geopolítica operó entonces sobre Ayacucho: el Ejército tomaba el control sobre Huamanga y las provincias del sur, mientras la Marina de Guerra del Perú asumía el control sobre la provincia de Huanta y las partes altas del norte ayacuchano —un control compartido también con el Ejército—. El nombre del lugar quedó entrelazado con el caso y con la comisión presidida por el laureado noble de literatura Mario Vargas Llosa. Un trabajo de campo de poco menos de seis horas con intérpretes de quechua bastó para la redacción de un informe (que se conoce como el “Informe Vargas Llosa”) y que reproduce los ya existentes prejuicios en contra de la población indígena (Cristóbal, 2003; Mayer, 1992; Informe final de la CVR, 2003, vol. V, cap. 2: 149-155). Dicho informe reprodujo el paternalismo limeño-céntrico de muchas maneras —las distancias entre un “Perú oficial” y un “Perú profundo”, “separado en espacio y tiempo”, casi viviendo en un tiempo anterior al presente, prístino (Mayer, 1992: 193)—. El caso también coadyuvó a reforzar la metáfora de un campesinado “atrapado entre dos fuegos”, en medio de la insania de una guerra que no entendía. Y reprodujo, de otro lado, nuestro peor racismo y discriminación social. Traigo esto último a colación porque los sucesos en Lucanamarca ocurrieron el 3 de abril de 1983; es decir, poco tiempo después del asesinato de los periodistas y su guía en el paraje cercano a Uchuraccay. Ningún diario local informó de los hechos de Lucanamarca. Las primeras noticias que aparecieron fueron a partir del día 6 de abril y con notas inexactas sobre el número de fallecidos. Es recién a partir de ese momento que Oscar 26.
Medrano viaja a Ayacucho y fotografía a los sobrevivientes en el Hospital Regional de Ayacucho. Entre sus fotografías más emblemáticas quedarían las del señor Edmundo Camana (Ulfe, 2013). En Lucanamarca fueron asesinados 69 campesinos por huestes senderistas. El caso Uchuraccay provocó un álgido debate público que ocupó editoriales en medios escritos como los diarios Marka y El Comercio. Lo peculiar es que tanto grupos conservadores como sectores de izquierda incidían en argumentos que niegan la capacidad de los sujetos de poder tomar decisiones por propia cuenta. Desde la izquierda se manejaba la hipótesis que los comuneros habían sido azuzados por las fuerzas del orden para que atacasen y dieran cuenta de cualquier “visitante” en el lugar (el mismo argumento que he recogido en Lucanamarca) y en el caso de los sectores más conservadores, que era su “natural” alejamiento que haría imposible que estuvieran informados de lo que sucedía —eran ellos “buenas personas”, que a causa de su “ignorancia” no podían actuar o pensar por sí mismos (Informe final de la CVR, 2003, vol. V, cap. 2: 155)—. Sin embargo, las fotografías de Willy Retto encontradas después desbarataron ambos argumentos mostrando la tensión del momento, las discusiones y hasta los atuendos que, más bien, describen pobladores en un constante tránsito con la ciudad. Carlos Iván toma la frase “Jamás tan cerca arremetió lo lejos” como título de uno de sus libros más emblemáticos que estudia el conflicto armado interno (Degregori, 2003). En esta edición, el capítulo de Ponciano del Pino está dedicado a Uchuraccay, autor que a partir del artículo publicado por Mayer (1992) vuelve sobre el paternalismo y el esencialismo desplegado por el informe de la comisión Vargas Llosa dando cuenta precisamente de lo que esta distancia sociocultural significa:
JAMÁS, HOMBRES HUMANOS, HUBO TANTO DOLOR EN EL PECHO, EN LA SOLAPA, EN LA CARTERA, EN EL VASO, EN LA CARNICERÍA, EN LA ARITMÉTICA! JAMÁS TANTO CARIÑO DOLOROSO, JAMÁS TAN CERCA ARREMETIÓ LO LEJOS, JAMÁS EL FUEGO NUNCA JUGÓ MEJOR SU ROL DE FRÍO MUERTO! JAMÁS, SEÑOR MINISTRO DE SALUD, FUE LA SALUD MÁS MORTAL Y LA MIGRAÑA EXTRAJO TANTA FRENTE DE LA FRENTE! Y EL MUEBLE TUVO EN SU CAJÓN, DOLOR, EL CORAZÓN, EN SU CAJÓN, DOLOR, LA LAGARTIJA, EN SU CAJÓN, DOLOR. César Vallejo, Poemas humanos
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Pero hay aquí una doble discriminación. Se habla siempre de la muerte de los periodistas y el guía y muy poco del asesinato sucesivo y aterrador de más de 140 comuneros. La población de Uchuraccay quedó diezmada en las semanas y meses siguientes a los hechos de enero de 1983. Del Pino describe el pavor que sentía la gente de definirse como procedente de Uchuraccay. El nombre no solo quedó atado al caso, sino también a ser señalado como “terruco”. Ello explica que años más tarde cuando a través del PAR se promoviera el repoblamiento y retorno de los migrantes uchuraccaínos, el pueblo se refunde en un nuevo lugar —al lado del pueblo viejo, quemado y destruido—. Refundarse era también una manera de dotarse de una nueva historicidad. De dejar atrás aquello que se desea olvidar y dar pase a una nueva vida. Connerton (2008) describe la importancia del olvido en el ejercicio de la memoria. Se vuelve necesario e imprescindible. Es este tiempo y esta memoria que llevan a Franz, en su propia búsqueda personal, a acercarse a Uchuraccay. Y al hacerlo con él, lo hace a través del lente de su cámara fotográfica. Mirar, a través de su propio marco temporal y espacial, la reconstrucción de un pueblo derruido por años de violencia y discriminación; acercarse a la gente en sus actividades y dar cuenta de sus vidas. Fueron varios viajes y una exposición condensados en este libro homenaje a una población en su propia lucha por recuperar su historia y su memoria. ¿Por qué en blanco y negro? Fue una de las preguntas que más le hicieron los pobladores de Uchuraccay cuando tomó la plaza con sus fotos. En su tesis, Franz recoge el testimonio de Emiliano Ramos, para quien lo que sucedió en Uchuraccay, la muerte de su padre, es un recuerdo gris, en blanco y negro. Hay veces que la memoria funciona en colores. Edilberto Jiménez narra algo similar para el caso Chungui, 28.
mientras dibuja en lapicero los pobladores de Chungui le narran los sucesos de sus vidas e inciden en los colores, en el amarillo de la retama, el viento, el momento del día que trae sus propios colores y los colores del alma como los recuerda. Pero el blanco y negro obedece también a las decisiones del fotógrafo como autor ―a su momento y lo que el viaje implicaba para él―. Si bien las fotografías originales están a color, él las vuelve en blanco y negro como parte del recuerdo de Emiliano, quien en ese momento se conecta con su propia vida.
Referencias bibliográficas Comisión de la Verdad y Reconciliación. (2003). Informe final. Recuperado de http://www.cverdad.org.pe Connerton, P. (2008). Seven Types of Forgetting. En: Memory Studies, 1, 59-71. Cristóbal, J. (2003). Uchuraccay o el rostro de la barbarie. Lima: Editorial San Marcos. Degregori, C. (Ed.). (2003). Jamás tan cerca arremetió lo lejos. Lima: IEP. Mayer, E. (1992). Peru in Deep Trouble: Mario Vargas Llosa’s “Inquest in the Andes” Reexamined. En George M. (Ed.), Rereading Cultural Anthropology. Durham: Duke University Press. Ulfe, M. E. (2013). Dos veces muerto: la historia de la imagen y vida de Celestino Ccente o Edmundo Camana. En Memoria y Sociedad, 17 (34), 81-90.
* María Eugenia Ulfe Antropóloga de la Pontificia Universidad Católica del Perú con Master in the Arts of the Americas, Oceania and Africa de la Universidad de East Anglia (Sainsbury Research Centre), Norwich, Inglaterra (1995). Doctora en Human Sciences de la Universidad George Washington, Washington D.C. Estados Unidos (2005). Actualmente es docente en el Departamento de Ciencias Sociales y coordina la maestría en Antropología Visual y la Maestría en Antropología en la Escuela de Posgrado de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es profesora honoraria en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Cuenta con una serie de publicaciones sobre temas de memoria, etnicidad, violencia y arte. Tiene también un gran interés académico en la metodología, sobre todo en el uso de herramientas audiovisuales en la investigación. 29.
TRANS TEMPORAL ENSAYO DE LA MEMORIA English: p. 158
Franz Krajnik*
Recuerdo aquellos momentos en que mi padre, como muchos otros en la década de 1980, inventaba historias fantásticas para convertir el miedo y el silencio de un apagón, producto de un ataque terrorista, en una verdadera aventura apta para niños, la cual transcurría a luz de vela, en medio de la oscuridad que invadía a la ciudad de Lima. Mis hermanos y yo ignorábamos que en ese instante estaban ocurriendo crueles asesinatos en medio del peor conflicto armado interno de la historia reciente del Perú; en él, más de 69 000 personas1 murieron o desaparecieron entre 1980 y 2000, la mayoría en las zonas más pobres del sur andino, donde el conflicto se vivió entre prójimos (Theidom, 2009). 31.
A partir de la década de 1990, con la violencia y corrupción generalizadas y enraizadas en el Estado2, el malestar era innegable y el país dejó de ser para mí ese mundo de fábula en el que me había protegido tiempo atrás. Con ello inició una etapa de conciencia y búsqueda personal para establecer los hitos de una investigación que años después me llevaría a este libro. La muestra Yuyanapaq (CVR, 2003), que evidencia la gravedad del conflicto a través de la fotografía, me brindó la claridad que necesitaba para establecer el siguiente paso: acercarme, cámara en mano, a las diversas historias de dolor que no coincidían con el Perú de mi infancia, pero que estaban presentes en un país que empezaba a recordar. Sin embargo, no fue sino hasta mediados de 2012 que probé el inmenso vacío que deja la ausencia forzosa, injusta y prolongada de un ser amado. Tal dolor cuestionó diversos aspectos de mi propia identidad y me volcó, casi sin pensarlo, a buscar respuestas en una pequeña comunidad de los andes peruanos: Uchuraccay, ubicada a 4000 m s. n. m. en las alturas de la provincia Huanta, departamento de Ayacucho; para muchos, lugar emblemático de la violencia política en el país; para mí, una comunidad que aprendió a renacer de las cenizas de la muerte, a la cual llegué con el único propósito de averiguar cómo se (con)vive con el dolor. La historia que envuelve a Uchuraccay es quizá la más enigmática del conflicto. Por un lado, están los sucesos del 26 de enero de 1983, fecha en que ocho periodistas, junto a un guía y un poblador, fueron asesinados por cerca de 40 comuneros luego de un diálogo frustrado por el miedo y el desconcierto de un contexto esencialmente violento. Estos hechos fueron investigados por la comisión Vargas Llosa3 como un mito y no como un crimen, y generó una visión romántica y paternalista de Uchuraccay que permitió su estancamiento en el imaginario colectivo peruano, creando un vacío en el tiempo, el cual nos volvió ciegos ante los hechos posteriores. 32.
Por otro lado, entre 1983 y 1984, Uchuraccay se encontraba entre dos fuegos, y 135 campesinos fueron perseguidos y ejecutados sistemáticamente por escuadrones del PCP-Sendero Luminoso, así como por miembros de las Fuerzas Armadas4, quienes en su afán por combatir al enemigo terminaron convirtiéndose también en enemigo. El caos de esta época provocó el éxodo masivo de 300 sobrevivientes y una década de exilio, en la que los pobladores se refugiaban en comunidades y ciudades cercanas donde la resistencia era mayor. El 10 de octubre de 1993, un grupo de 60 pobladores dio inicio al proceso de retorno, que involucraba la reconstrucción de sus vidas y su identidad; esta fecha se ha convertido hoy en el aniversario de la comunidad. No es fácil hablar de Uchuraccay cuando, sin importar lo que se diga, siempre se corre el riesgo de herir susceptibilidades, pues constituye un capítulo abierto en la historia sobre el conflicto armado interno en un país que no termina de reconciliarse consigo mismo. Además, es necesario precisar que el Uchuraccay de esta historia será diferente para cada lector que invierta su tiempo en estas páginas. El Uchuraccay de una generación no será igual al de otra, así como el de los pobladores no será el mismo que el de los familiares de los periodistas. No se trata entonces de hallar una verdad absoluta sobre los diversos hechos ocurridos en Uchuraccay, sino de observar qué se ha hecho con ese fragmento que cada grupo humano ha conservado para sí. Elegir este camino implica renunciar a la pregunta inicial que muchos podríamos hacernos al pensar en Uchuraccay, es decir, preguntarnos exclusivamente por los sucesos que enlutaron aquel 26 de enero. Este planteamiento es válido si partimos de una motivación preocupada en el hallazgo de datos perdidos; sin embargo, su alcance resulta pobre en el tiempo y reduce la historia a un solo hecho, el cual es proyectado peligrosamente como un todo cerrado. Por el contrario, se debe abrir el espectro
a cuestionamientos más profundos sobre los efectos de la violencia a través del tiempo, aquello invita necesariamente a deconstruir el imaginario social creado en torno a Uchuraccay y permite observar la historia como un proceso en tránsito. Debido al sistema de vida occidentalizado, en el que la búsqueda de experiencias impulsa a mirar al futuro, dejando el pasado atrás, nos hemos olvidado que es en realidad el pasado el que está presente en la construcción de ese futuro, siendo la cosmovisión andina la que pone énfasis en la memoria como elemento vivo que rige dicha acción5. Por lo tanto, no es posible separar el dolor que invade a Uchuraccay, ya que es Uchuraccay mismo el que está construido a partir de él; sin embargo, los pobladores lo han dotado de un nuevo significado en las prácticas cotidianas. El dolor de la ausencia es, en todos sus sentidos, la presencia utilizada como motor que impulsa la vida. Un dolor que es rencor, nostalgia y pena, pero que a la vez es trabajo, lucha y amor; un dolor que potencia la vida debido a que no es estático, sino que se mueve en el tiempo para ser transformado y capitalizado por los pobladores en pos del desarrollo de su comunidad. Entonces, la memoria en Uchuraccay es definida por este dolor transtemporal que, al resignificarse (Del Pino, 2003), edifica nuevas narrativas sobre las consecuencias del conflicto, las cuales rompen el silencio de tres décadas de olvido y nos muestran la incansable lucha por la vida en una comunidad que hoy, junto a otras cinco comunidades campesinas afectadas por la violencia, conforma el nuevo distrito de Uchuraccay, evidenciando la relación entre la oscuridad de la muerte y luz de una vida nueva como síntesis de una existencia plena. En los cinco años que me tomó elaborar las imágenes de este libro, cultivé una relación cercana con la población y aprendí a valorar la persistencia de la memoria como proceso activo y 33.
continuo en la construcción de la identidad. Este proceso, al ser fotografiado, implica elecciones metodológicas que vayan más allá de la captura de un instante decisivo6, ya que este recurso pretende fijar un hecho en el tiempo totalizando su sentido; se requiere de una apertura hacia caminos interpretativos más amplios que puedan plantear interrogantes en función a quiénes somos luego de todo lo que ha pasado, lo cual propicia la reflexión y el diálogo sobre las consecuencias del Sasachacuy tiempo (Theidom, 2009) o tiempo difícil y las estrategias de sanación/reconciliación de las poblaciones afectadas. El trabajo propone, bajo una mirada intersticial7, explorar el dolor de la ausencia en Uchuraccay desde una visión personal, subjetiva y sincera ubicada en el pasado-presente-futuro del conflicto, rompiendo así el esencialismo tanático que ha envuelto esta historia en las últimas décadas. Desde que se involucra la subjetividad de la mirada, la búsqueda de imágenes toma un carácter íntimo que va otorgando sentido a aquello que observa apropiándose de lo fotografiado como si se tratase de un espejo (Sontag, 2006). Así, el espacio de espera antes de realizar una fotografía no representa un vacío de sentido por llenar, sino un espacio lleno de sentido, el cual va construyendo la propuesta desde el ensayo fotográfico documental. Ya que las discusiones sobre memoria raras veces pueden hacerse desde afuera, sin incorporar la propia experiencia, creencias y emociones (Jelin, 2012), no puedo más que fotografiar visceralmente mi propio vacío y la oscuridad que lo envuelve, el cual ha sido compartido con los demás aprendiendo, como lo hizo Uchuraccay, a resignificarse en dador y constructor de vida nueva, al igual que aquellas historias fantásticas que mi padre solía contar en medio de la penumbra.
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*1. Cifra de víctimas de la violencia política que maneja la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR, 2003) en su Informe Final. *2. Entre 1990 y 2000, el presidente Alberto Fujimori —ahora preso por delitos de lesa humanidad— vulneró la democracia, las instituciones del Estado y el respeto por los derechos humanos hasta su renuncia desde Japón, a través de un fax. *3. En febrero de 1983, el presidente Fernando Belaúnde Terry creó la Comisión Investigadora de los Sucesos de Uchuraccay, al mando del escritor Mario Vargas Llosa. *4. Uchuraccay fue visitado constantemente por SL y las FF. AA. entre 1983 y 1984, acusando a los pobladores de pertenecer o apoyar a uno u otro bando. *5. Existen numerosos estudios sobre la cosmovisión andina del tiempo (Véase Ansión, 1987; Urbano, 1993; Sosa, 2009; y Zuidema, 2015). *6. El instante decisivo, del famosísimo Cartier Bresson, es la cláusula más perseguida de la historia de la fotografía, la cual coloca la responsabilidad de la carga narrativa en el clímax de la acción. *7. Se hace referencia al momento intersticial, propuesto por Robert Frank en 1958, el cual plantea la apropiación de la carga narrativa por parte del autor, haciendo evidente el nivel interpretativo de la fotografía.
Referencias bibliográficas Cartier-Bresson, H. (2003). Fotografiar del natural. Madrid: Gustavo Gili. Comisión de la Verdad y Reconciliación. (2003). Informe Final [Tomo V]. Lima: CVR. Recuperado de http://www. cverdad. org.pe Comisión de la Verdad y Reconciliación. (2003). Yuyanapaq. Para recordar. Lima: CVR. Del Pino, P. (2012). Uchuraccay: memoria y representación de la violencia política. En I. Degregori (Ed.), No hay país más diverso. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. Jelin, E. (2012). Los trabajos de la memoria. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. Sontag, S. (2003). Ante el dolor de los demás. Madrid: Santillana. Sontag, S. (2006). Sobre la fotografía. México D.F.: Alfaguara. Theidom, K. (2009). Entre prójimos. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. Vargas Llosa, M. (1983). Informe de la Comisión Investigadora de los Sucesos de Uchuraccay. Lima: Editora Perú.
* Franz Krajnik Fotógrafo documental y autor del presente libro. Magíster en antropología visual por la Pontificia Universidad Católica del Perú y licenciado en periodismo por la Universidad de San Martín de Porres. Ganador del VII Concurso Nacional de Fotografía Eugène Courret y el Concurso Internacional del Fotografía De la Memoria y el Olvido, ambos en 2013. Ha sido editor gráfico de sección en el diario El Comercio y coeditor de fotografía en el diario La República, actualmente es docente de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Sus proyectos visuales giran en torno a la vida y la muerte, contemplando la fragilidad del tiempo desde la mirada subjetiva del autor. ORCID 0000-0003-4458-5058 35.
Antiguo Uchuraccay. Ubicado en las faldas de las montaĂąas, contiene las ruinas de lo que alguna vez fue la plaza, hacienda, escuela e iglesia del pueblo, las cuales perduran hoy como silenciosos testigos de la muerte de ocho periodistas, un guĂa y 135 pobladores.
Nuevo Uchuraccay. Construido en la cima de una montaĂąa a partir de 1995, comprende la nueva estructura que toma la comunidad luego del retorno. Alrededor de la plaza de la Paz, se ubica el municipio, la posta de salud, el local comunal y las casas de 400 pobladores.