El Arte de Compartir

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El Arte de Compartir Por: Yehuda Berg Los kabbalistas nos enseñan que para conectarnos con la Luz del Creador necesitamos ser como el Creador. Lo similar atrae a lo similar. Puesto que el Creador da Amor y comparte incondicionalmente, convertirse en un ser que ama y comparte es una herramienta para conectarnos con el Creador. ¿Pero qué significa realmente convertirse en un ser que ama y comparte? Muchas personas piensan que un simple acto de compartir es suficiente, pero no es el caso. Compartir espiritualmente significa que hemos renunciado a algo. De aquí viene la frase "comparte hasta que te duela". Compartir también implica que nos importa tanto que no sentimos que se nos debe algo a cambio. En otras palabras, para compartir realmente como la Luz, esto debe hacerse de forma incondicional, sin ningún interés personal de nuestra parte. Me gustaría compartir contigo la historia de Rav. Aharón de Carlin, quien un día olió el aroma del Jardín del Edén mientras pasaba por una casa. Aquella fragancia era tan fuerte que tuvo que entrar en aquella casa y descubrir de dónde procedía aquel olor tan increíble. Su nariz le guió directamente a una habitación donde vio la vestimenta de un payaso. Le preguntó a su propietario sobre esas ropas y el dueño le contó la siguiente historia:


"Muchas veces intento recolectar dinero para los necesitados. Cuando una persona pobre acude a mí, yo salgo por la ciudad e intento recolectar todo lo que puedo para ella. Una noche, un hombre vino para pedirme dinero y como era habitual salí a recolectarlo, pero por algún motivo aquella noche en particular nadie me ofreció ni un centavo. Al regresar a casa, otra persona vino y me rogó que lo hiciera por ella también, así que volví a salir y volví a fracasar. Un poco más tarde, otra persona acudió a mí para pedirme ayuda y esta vez pude al menos recolectar la cantidad que esa persona pedía. Se la di y caí rendido en la cama, exhausto y dispuesto a dormir". "De repente, alguien llamó a la puerta. Era un hombre extremadamente pobre. Yo quería ayudarle, pero estaba muy cansado y ya había pedido ayuda a todo el mundo que conocía. Él siguió suplicándome hasta que finalmente se me ocurrió una idea. Había un hombre rico en la ciudad que odiaba dar donativos, pero pensé que quizá por esta vez la Luz le impulsaría a hacerlo". "Fui a buscarlo y le encontré en una taberna, borracho. Cuando le conté lo que sucedía, me recordó que él nunca daba donativos. Pero luego añadió: 'Aunque como estoy en un estado de ánimo tan bueno ahora mismo, si haces algo por mí haré una excepción por esta vez. Todo lo que quiero es que te pongas esta vestimenta


de payaso y te pasees por la ciudad". "El hombre rico se rió a carcajadas. Pensaba que nadie sería capaz de hacer algo así, puesto que sería humillado y ridiculizado". Pero pensé: 'Si no lo haces, habrá un hombre pobre que se quedará sin nada'. Así pues, me vestí con el disfraz de payaso. Por supuesto, se rieron de mí, me escupieron y me ridiculizaron. Pero gracias a Dios conseguí el dinero para aquel hombre que lo necesitaba. Al escuchar esta historia, Rav. Aharón le dijo al propietario de la casa: "Si te entierran con esta vestimenta de payaso, tu alma irá directamente al Cielo". La lección aquí es que la Bendición no vino del hombre sólo porque había compartido. ¡Vino desde hasta dónde fue capaz de llegar para compartir! Fue tan lejos de su zona de confort porque le importaba mucho, y lo hizo por un completo desconocido. Esta semana, intenta compartir hasta que te duela. No tenemos que llegar al nivel del hombre de este relato de forma que nos escupan y nos ridiculicen, pero al menos debemos querer alcanzar ese nivel. Todo lo mejor,

Yehuda


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