El Pentagrama

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/ 23 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ EL ESPECTADOR / LUNES 2 DE NOVIEMBRE 2015

EL PENTAGRAMA PARA LEER EL FESTIVAL

El Pentagrama es el periódico oficial del Cartagena Festival Internacional de Música, creado en alianza con El Espectador, para conocer sobre las novedades, los músicos, los conciertos y las actividades que se programarán durante los nueve días del evento. Adquiéralo del 8 al 16 de enero de 2016 en los puntos de información del Festival o con El Espectador a nivel nacional. En enero se cumplirán diez años de este encuentro artístico y educativo, y nos complace, en esta nueva edición de El Pentagrama, contar la historia de lo que será Hacia tierra firme. Transmitiremos nueve conciertos en diferido por NTN24 y Nuestra Tele Señal Internacional.

Conozca nuestra programación en: www.cartagenamusicfestival.com. Síganos en nuestras redes sociales, Facebook, Twitter e Instagram. #HaciaTierraFirme #10AñosdeFestival

ElPe n t a g ra m a ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ CON UNA DÉCADA DE HISTORIA, el Cartagena Festival Internacional de Música bucea “Hacia tierra firme” para celebrar el encuentro sonoro entre Europa y América. Por DIEGO FISCHERMAN * Foto: FUNDACIÓN SALVI

Dos voces, una travesía En la novela Concierto barroco Alejo Carpentier describe un encuentro musical en la Venecia de mediados del siglo XVIII. Se trata de un encuentro imaginado, desde ya. Pero hasta cierto punto verosímil: Vivaldi, Händel, Scarlatti y un indiano, servidor de un señor colonial que ha viajado a disfrutar del carnaval y que, como el ángel de la Catedral de Santiago de La Habana, toca las maracas. El Gloria de Vivaldi y la Misa de Domenico Zipoli –el compositor toscano que llegó a América del Sur junto a los jesuitas y compuso lo más importante de su obra en la actual provincia de Córdoba (Argentina)– inaugurarán la décima edición del Cartagena Festival Internacional de Música, con la dirección de Rinaldo Alessandrini. Una parte del viaje, que comenzó hace un poco más de cuatro siglos y que, como tantos otros viajes, ya había comenzado mucho antes. Tal vez, en las primeras canciones que alguien escuchó de otros y transformó a su manera, sin siquiera saberlo, y cantó a su vez, para que otros escucharan y cantaran y fueran también escuchados, en océanos y puertos y ciudades; en bailes y

en iglesias, en cortes imperiales y en fiestas populares. De aquel concierto ficcional, en un carnaval veneciano del barroco, a éste, tan real, en que esa estética se encarnará frente al Caribe, en las lejanas tierras de aquel indiano, media una distancia hecha de encuentros y confluencias. De conciertos, en el sentido más estricto de la palabra. Y, sobre todo, una profunda voluntad de ponerla en escena; de convertir en objeto de la mirada –y de la escucha– esos sortilegios que resultan de poner a Vivaldi junto a Zipoli –y el Caribe como fondo, un dato nada menor– o, tal como el violagambista y director Jordi Savall ha convertido casi en su marca de fábrica, en la metáfora del Mediterráneo –y luego del cruce del Atlántico y los contactos entre Europa y América– como territorio de la multiculturalidad. Y es que la cultura se parece mucho más a los líquidos que a los sólidos. Allí donde hay grietas, pequeños declives o el más mínimo espacio, habrá algo que lo ocupe. Y, de una manera un poco mágica –aunque realista–, será la cultura la que muchas

veces acabe diciendo la verdad y transgrediendo incluso los designios del poder. El cristianismo nacido en las colonias de Judea o las lenguas de los bárbaros transformando para siempre al latín, esos ejemplos de cómo el conquistador fue conquistado por sus conquistas, no resulta tan diferente de las maracas indianas. O de los acentos y polirritmias de la chacona, esa danza nacida aparentemente en las Indias Occidentales y con una posterior prosapia europea que llegaría desde Monteverdi, Händel y Johann Sebastian Bach hasta el contemporáneo György Ligeti. Con una década de historia en su haber, el Festival buceó en esos espacios en que la coincidencia de dos voces produce una tercera distinta, absolutamente nueva y reveladora. Y en esta edición celebratoria, como si se tratara de una muñeca rusa –esas que encierran en su interior a una igual que a su vez contiene a otra donde una más pequeña es a su vez contenida– la mirada sobre el propio recorrido multiplica los significados. Esta vez el título invocador es Hacia tierra firme. Allí están contenidas, a la vez, la idea de la travesía –mucho más que un mero tránsito; una categoría en sí misma– y la de la llegada. La del sueño y la de la consumación. Ese mapa cuyos contornos se dibujan en la aventura musical de Savall –la Andalucía árabe, judía y cristiana; las rutas sonoras desde los palacios de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón a las tierras firmes de una América nueva– o en programas

como el del Cuarteto Alexis Cárdenas, donde Manuel Ponce o Hermeto Pascoal conviven con Chucho Valdés y Egberto Gismonti. El bandoneonista argentino Rodolfo Mederos, exintegrante de una de las orquestas canónicas del tango, la de Osvaldo Pugliese, parte de los aires modernistas que atravesaron al género a comienzos de la década de 1970 y faro de la restauración de las viejas raíces de la gran orquesta típica en los últimos años, presentará en el Festival un programa cuyos bordes –de una manera casi autobiográfica– se tocarán con la tradición más indiscutible –el clásico Nostalgias, de Juan Carlos Cobián– y aquella vanguardia incipiente, corporizada en quien fue uno de sus máximos impulsores, Astor Piazzolla. Junto a él, a Rinaldo Alessandrini, a Jordi Savall y al grupo Tembembe Ensamble Continuo, que compartirá con el músico catalán ese juego de poner una junto a la otra las tradiciones europeas (influenciadas por las americanas) y las americanas (influenciadas por las europeas), estará en este décimo aniversario uno de los grupos que brilló en ediciones anteriores, la orquesta de cámara Orpheus. También allí se corporizará el contrapunto: Bach y a su lado las Bachianas Brasileiras, compuestas por el brasileño Heitor Villa-Lobos. La tierra firme, en todo caso, no sólo como certeza sino también como un mundo de preguntas y posibilidades nuevas. * Crítico musical argentino.


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